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Chile, una loca geografia
o las crónicas de
Pedro Lemebel
ÁNGELES MATEO DEL PINO
No nos hemos percatado todavía de que Santiago es una ciu-
dad extraña y profundamente original [oo.] Y es que Santiago,
dentro de su aparente simplicidad, es un caos de sensaciones
y visiones diversas. En Santiago, este caos llega a la exacer-
bación. Ciudad contradictoria por esencia, posee una persona-
lidad difícil, que suele desalentar a los que pretenden fijarla
[...] Nadie posee aquí un "yo" bastante poderoso para hacerle
frente a Santiago; para fundirse en su alma inmensa -según
unos- o inexistentes, según otros.
Benjamin Subercaseaux, "El país de la montaña nevada",
en Chile. una loca geografía (1940).
Hoy día Santiago es una ciudad violenta, desordenada, descon-
trolada [...] la violencia se ha desplazado hacia el ámbito de la
vida urbana AlU se expresa en diversas formas: sutiles, bru-
tales, estridentes. [oo.] Santiago es una selva urbana.
Tomás Moulian, "La violencia de la ciudad", en Chile
actual. Anatomía de un mito (1997).
Uno de los cauces o registros discursivos por los que va a transitar la prosa
hispanoamericana de las últimas décadas es el testimonial. En las novelas de los
aftos 80 y 90 encontramos una fuerte presencia de la memoria que intenta
rescatar del olvido hechos o personajes de la historia, pero, tal y como advierte
Las Palmas de Gran Canaria, Espafla, 1964. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad
de La Laguna (fenerife) y doctora en Filologla Hispánica por la Universidad de Las Palmas de
Gran Canaria (Premio Extraordinario de Tesis Doctoral, 1994). Actualmente se desempefla como
Profesora Titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria Ha preparado la edición, introducción y notas de Latido y tortura. Antología poética de
Josefina Plá (1995); un estudio critico y selección de poemas de Josefina Plá de Poeventura
(1994); la edición de El teatro en el Sur: direcciones y encrucijadas (en prensa); la edición,
introducción y notas de Los animales blancos. Cuentos inéditos de Josefina Plá, con un prólogo
de Augusto Roa Bastos (en elaboración). Asimismo ha publicado numerosos artlculos sobre
autores latinoamericanos, entre ellos: Pablo Neruda, Delmira Agustini y Maria Luisa Bombal.
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18 LAS CRÓNICAS DE PEDRO LEMEBEL
Mempo GiardinellP al referirse al caso argentino, no se trata de narrativa testi-
monial propiamente, ni tampoco de literatura histórica o biografista, sino de
una re-creación absolutamente libre. De esta manera, se conjuga imaginación
e historia, sea esta última colectiva o personal.
Memoria, historia, imaginación que en el caso de la crónica se aunan para
evidenciar la escritura como espacio de reflexión. Así, el narrador como sujeto
del discurso arma un texto -acaso un pre-texto, medio o vehículo- para pregun-
tarse a sí y a los otros, para analizar, dudar, recordar... sobrevivir. Desde esta
perspectiva, el punto de vista que se nos ofrece coincide siempre con la con-
ciencia creativa y existencial del cronista. Al respecto, Virginia Gil Amate sefía-
la: "Las obras editadas en los últimos afíos nos muestran una tendencia a
convertir el texto en análisis, del que nunca se extraerán verdades absolutas en
lo que atafíe a objetivar la realidad, pero del que saldrá reforzada la ficción; no
ya como manifiesto vanguardista que se reserve su podio de honor para ésta,
ni como sistema con el que inventar historias para deleite de los lectores, sino
como muestra de que la ficción se filtra en todas las manifestaciones humanas
(sean recuerdos, sensaciones, conversaciones, etc.) y es, sin ninguna duda para
estos narradores, un método de conocimiento'?
Con todo ello, la crónica es documento, ejercicio sano -terapia- de un suje-
to que no quiere olvidar, ni que olvidemos. Subjetividad configurada a partir
de la realidad que se le ofrece a su pupila de testigo, a fm de cuentas, narrador
que actúa, organiza y disecciona unos acontecimientos con el escalpelo de su
palabra lírica, poética, lúdica, irónica, transgresora y subversiva, al socavar la
objetividad de aquello que describe. Este poder evocador y sugerente del cro-
nista que vive y experimenta lo relatado es lo que, sin lugar a dudas, vivifica la
materia narrativa y nos devuelve un discurso intimo, a medio camino entre la
poesía y la prosa.
Sefíala Jean Franco que "es interesante que un género literario que captura
el ánimo de los tiempos sin subordinarse a ellos, sea el de la 'crónica', que pare-
ce capaz de evitar y escapar de la red neoliberal. Carlos Monsiváis, Edgardo
Rodríguez Juliá y el chileno Pedro Lemebel están entre sus aficionados más
devastadores".3 Siguiendo esta propuesta de análisis, podría decirse que el
género de la crónica tiene en Hispanoamérica tres representantes destacados:
1. Mempo Giardinelli, "Historia y novela en la Argentina de los 90", en Paco Tovar, comp.,
Narrativa y poesía hispanoamericana (1964-1994), Lleida, Asociación Española de Estudios
Literarios HispanoamericanoslUniversitat de Lleida, 1996, p. 134.
2. Virginia Gil Amate, "Las figuras del narrador en las últimas promociones de escritores
argentinos", en ibid., pp. 140-41. Al respecto, veáse en el mismo libro, el artículo de Alina
Diaconú, "Tendencias de la narrativa argentina actual", p. 129.
3. lean Franco, en NACLA-Report ofthe Américas (1994).
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Monsiváis4 en México, Rodríguez Juliás en Puerto Rico y Lemebe16 en Chile.
Estos tres escritores, aunque ubicados en contextos espaciales diferentes, tienen
en común el hecho de que sus crónicas son el reflejo o la consecuencia del de-
sencanto existencial. Sus textos dibujan el mapa de la realidad latinoamericana,
una cartografia desmitificada de la cotidianidad. Lejos de narrar lo "real mara-
villoso", se trata de relatar "lo real inmediato". Se erige así una escritura que es
toma de con(s)ciencia, compromiso, memoria, testimonio y documento de las
múltiples problemáticas que aquejan a la sociedad y, por consiguiente, al
individuo, lo que no es más que una forma sana y lúdica de trazar y revelar un
panorama histórico que, a estas alturas del siglo, resulta de lo más convulso. Si
bien es cierto que cada país presenta sus propias particularidades, podemos
convenir que, de manera general, en lo político y en lo económico, la historia
reciente de Hispanoamérica presenta un panorama desconcertante en el que
juega un papel prlmordialla "utopía liberal", la ideología del mercado libre que
se ofrece como única oportunidad. De esta forma, parafraseando a Carlos
Monsiváis, se implanta la fe de cambios:
Donde se hablaba de equidad, aparece la caridad cristiana; donde decía inte-
reses del pueblo, se dice capitalismo popular, y el verbo privatizar sustituye
a nacionalizar [...] Los reverenciadores del libre mercado, el capitalismo
salvaje sin limitación alguna, ejercen la intolerancia y el odio a la discrepancia
[...] mientras el pensamiento empresarial se ofrece como disefio utópico y es
aceptado de distintas maneras [...] Ahora, en ocasión del Tratado del Libre
4. Carlos Monsiváis (México, 1938) ensayista y narrador, se destaca sobre todo por su trayectoria
en el género de la crónica. En este sentido ha publicado los siguientes t1tulos: Días de guardar
(1970), Amor perdido (1976), Sabor a PRI (1979), Celia Montalván (te brindas voluptuosa e
impudente) (1983), De qué se ríe el licenciado (1984), Escenas de pudor y liviandad (1987),
Entrada libre. Crónicas de la sociedad que se organiza (1988) y El género epistolar (1991). Es,
además, autor de la antologla de crónica en México, A ustedes les consta (1979).
5. Edgardo Rodrlguez Juliá (Puerto Rico, 1946), ensayista, narradory cronista que emerge como
figura importante de la renovación literaria en Puerto Rico, ha publicado las crónicas Las
tribulaciones de Jonás (1981) y El entierro de Cortijo (1983).
6. Pedro Lemebel, escritor y artista visual, nace a mediados de 1950 en Chile. En 1987, con
Francisco Casas, crea el colectivo de Arte "Yeguas del Apocalipsis", por medio del cual desarrolla
un extenso trabajo plástico en fotografla, video, performance e instalación. Su trabajo literario va
desde el cuento al manifiesto politico, la autobiografla y la crónica. Como cronista ha sido
difundido masivamente a través de los medios de comunicación. Sus crónicas se han publicado
en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Actualmente realiza el programa de crónicas
"Cancionero" en Radio Tierra de Santiago. Ha participado en el Seminario Internacional
"Utoplas", presentando al escritor mexicano Carlos Monsiváis, y en el Seminario "El Arte Actual
en Chile", ambos celebrados en Santiago en 1993. Fue invitado al Festival Stonewall (Nueva
York, 1994) y a la conferencia "Crossing National and Sexual Borders, Latin American Lesbian,
Gay, Bisexual and Transgender" (Nueva York, 1996). Obtuvo la beca del Fondo Nacional de la
Cultura y las Artes Chilenas [FONDART] en 1994 y en 1996.
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20 LAS CRÓNICAS DE PEDRO LEMEBEL
Comercio, se ha desatado un frenesí parareligioso en industriales y funcio-
narios del gobierno. Esta es la oportunidad del gran cambio, la utopía liberal.7
Como contrapartida a esta realidad "posible" se nos ofrece la crónica,
escritura del desencanto, discurso antiutópico que demuestra que lo que pudo
haber sido no fue y, además, resultó imposible. Es, pues, en este contexto his-
tórico-literario en el que se insertan las crónicas del escritor chileno Pedro
Lemebel. Hasta el momento ha publicado un libro de cuentos, Incontables
(1986) y tres volúmenes de crónicas: La esquina es mi corazón. Crónica urba-
na (1995,28 ed. 1997), Loco afán. Crónicas de sidario (1996) y De perlas y
cicatrices. Crónicas radiales (1998).8
Las crónicas de Pedro Lemebel comenzaron a aflorar en el panorama lite-
rario chileno a partir de la década del noventa gracias a su difusión en los me-
dios de comunicación, tanto en diarios y revistas como en radio. Se produce así
una suerte de "panfleteo" en la que los textos se dispersan, transitan de un me-
dio a otro, para luego ser recogidos, juntados, e ingresados "a la academia libre-
ra".9 Todo ello no es más que el fruto de una conciencia escritural cuyo medio
y fm es ser testimonio de una sociedad que le presta la voz, para una vez con-
vertida en palabra ser devuelta a quienes les corresponde. De este manera, ante
la pregunta sobre cuál es el cauce de expresión que más le conviene, Pedro
Lemebel contesta: "Me he sentido cómodo en la radio, me he sentido más
prolffico en tanto mis escritos los retomo a la oralidad desde donde salieron, y
los reinstalo en la oralidad ciudadana. Me gusta esa especie de panfleteo de mis
textos, antes de transformarlos en libro".1O
Crónicas que son fruto de la vivencia, observación y reflexión de la reali-
dad chilenall que se metamorfosea y prolonga en el tiempo para devenir moder
7. Carlos Monsiváis, "Utopía y cruces culturales", en UtOpÚl(S), Santiago de Chile, División de
Cultura, Ministerio de Educación, 1993, pp. 194-95.
8. Incontables, Santiago de Chile, Ergo Sum, 1986; La esquina es mi corazón. Crónica urbana,
Santiago de Chile, Cuarto propio, 1995 (2? ed. 1997); Loco afán. Crónicas de Sidario, Santiago
de Chile, Lom, 1996.
9. La mayoría de las crónicas recogidas en La esquina es mi corazón. Crónica urbana fueron
publicadas entre 1991 y 1993 en la revista Página abierta, números 47 y 64, Y en Revista de
crítica cultural, 111,5 üulio 1992), pp. 16-9. A partir de 1994 aparecen también en el diario La
Nación de Santiago de Chile. Asimismo figuran en la ya citada UtOpÚl(S), pp. 201-04; en Apo-
sentos. Colección de relatos breves, Santa Cruz de Tenerife, Asociación Beecham, 1995, pp. 57-
61 Yen la revista de literatura y arte Espejo de paciencia [Universidad de Las Palmas de Gran Ca-
naria], 4 (en prensa). Actualmente, Pedro Lemebel realiza un programa de crónicas, "Cancionero",
en Radio Tierra.
10. Cf. Marcelo Mellado, "Entrevista a Pedro Lemebel: Géneros bastardos", Textos Profanos, 1
(noviembre de 1997), p. 2.
11. En 1994 Pedro Lemebel obtuvo la beca FONDART-Fondo Nacional de la Cultura y las Artes-
con un proyecto sobre el Sida, lo que le permitió escribir su libro Loco afán. Crónicas de sitiario
(1996). Esta misma beca la obtiene en 1996, que se materializará, posteriormente, en el volumen
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nidad. Escritura íntima que indaga en la problemática social, rastreando para
ello las huellas de un pasado que es a la vez voz personal yeco de la expe-
riencia colectiva. De esta manera, el discurso de Pedro Lemebel es el registro
de un escritor que bebe de las aguas de Mnemósine. Sus textos se convierten
en testimonio, documento y memoria de los desmemoriados, de aquellos a los
que se les negó la posibilidad de pronunciarse al ser relegados a una oralidad
en baja voz por temor a ser escuchados; también, de esos otros que perdieron
el habla y el derecho a la palabra al optar por el silencio y el olvido. 12
Al refrescar la memoria histórica de su país, Pedro Lemebel sitúa sus cró-
nicas en el centro de la llaga, pues Chile-herida no ha tenninado de cicatrizar
de sus dolencias recientes. Si olvidar no es fácil, dificil ejercicio es el de recor-
dar, sobre todo cuando lo que se revive pasa por ser una experiencia colectiva.
A propósito, el sociólogo Tomás Moulian advierte lo siguiente: "Un elemento
decisivo del Chile Actual es la compulsión al olvido. El bloqueo de la memoria
es una situación repetida en sociedades que vivieron experiencias límites. En
ellas esta negación respecto al pasado genera la pérdida del discurso, la difi-
cultad del habla. Existe una carencia de palabras comunes para nombrar lo vivi-
do. Trauma para unos, victoria para otros. Una imposibilidad de comunicarse
sobre algo que se denomina de manera antagónica: golpe, pronunciamiento;
gobierno militar, dictadura; bien de Chile, catástrofe de Chile".13
Los escritos de Pedro Lemebel reavivan el pasado-presente y proyectan la
atmósfera que recubre la pobreza elocuente y marginal de una gran parte de la
sociedad chilena. La entrafiable oralidad, coloquial y humilde, hasta pintoresca
de las poblaciones, y aun el mismo silencio misterioso pero impregnado de ecos
que llena el aire de las noches santiaguinas, ahora reclaman su palabra.
Lemebel atiende súplicas y se erige en portavoz de los desheredados, en
mensajero de los caídos. Para ello utilizará todas las armas que le proporciona
la escritura, cuya amplia gama lo llevará desde la biografia y el testimonio al
"pelambre" y el chisme. Como él mismo dice en la citada entrevista, que sus
escritos se engloben bajo el rótulo de "crónica" no es más que un recurso es-
tratégico. Sin embargo, agrega, se vale de este género -entregénero, según el
escritor- por su amplio registro y por las posibilidades escriturales que tiene de
usar muchos géneros bastardos.
Lo que en verdad le interesa es la noticia que, tamizada y filtrada por la voz
popular, convertida ahora en una nueva versión, "analiza y reflexiona sobre el
suceso en bruto". En este sentido, su literatura, como en un proceso alquímico,
funde y recicla el hecho cotidiano. Lo que era vox populi y corría de boca en
De perlas y cicatrices. Crónicas radiales (1998).
12. Pedro Lemebel ha comentado acerca de su obra De perlas y cicatrices que "este libro tiende
a reflotar odiosidades, tiende a refrescar la memoria". "Entrevistaa Pedro Lemebel...", p. 2.
13. Tomás Moulian, "El Chile actual, páramo del ciudadano, paraíso del consumidor", en Chile
actual. Ana/amia de un mito, Santiago de Chile, LomlVniversidad ARCIS, 1997, p. 31.
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22 LAS CRÓNICAS DE PEDRO LEMEBEL
boca queda atrapado en la escritura. Es por ello por lo que al leer los textos de
Pedro Lemebel se escuchan siempre voces de muchos otros que juguetean entre
las líneas y vociferan entre las páginas. Siempre al acecho de una nueva noticia
que los transporte a otra crónica, a un nuevo espacio, tal vez otro parque, otra
esquina, otra discoteque... , los caminos de Santiago son inescrutables y la
providencia la marca el cronista.
Por todo ello, enfrentarse a la escritura de Pedro Lemebel es asistir a una
especie de catarsis por medio de la cual el narrador libera a los "demonios" que
la sociedad civilizada y políticamente correcta ha relegado al ostracismo. Por
sus páginas-pasarela desfila una pléyade de antihéroes, personajes malditos que
han sido expulsados del paraíso-espacio público, entes desposeídos que habitan
en los márgenes, en los bordes, en la periferia. Seres etiquetados como nocivos,
dafiinos y perjudiciales; son los improductivos, los insociables, los incivili-
zados, los in-ciudadanos del mundo que, por suerte o por desgracia, tienen que
aprender a sobrevivir en una urbe como Santiago o, por el contrario, serán
arrastrados por la corriente del río Mapocho: destino y sepultura de tantos otros
silenciados. De este modo, en las crónicas asistimos a una suerte de simbiosis
entre el narrador y lo narrado, entre lo que se cuenta y el cómo se cuenta, entre
el texto y la realidad. Un proceso de metamorfosis en el cual el registro discur-
sivo se traviste e identifica con la voz de la urbe santiaguina. Voz desautorizada
que exige una escritura des-autorizada que se mueva libremente al vaivén de
la interrogación, la duda, el quizás, a lo mejor, puede ser, tal vez..., evitando en
todo momento ser categórica y propiciando siempre el equívoco. Sólo así podrá
correr a la par con el navegar de la ciudad. Dice en la entrevista: "Con la deriva
urbana del travesti, de la prostituta, del joven callejero. [...] lugares que no están
garantizados, lugares errantes en la urbe, que de alguna manera desarman el
mapa reticular de lo que se llama ciudadanía establecida, zonas equívocas, y la
equivocación produce alteración".
Este deliberado mimetismo es el que lo lleva a retratar la sociedad chilena
en el mismo lenguaje en el que ésta habla. Todo ello sin renunciar a su expe-
riencia, a su voz y a su mirada, que es, después de todo, el instrumento del que
se vale para radiografiar la realidad. Así, Pedro Lemebel cronista-reportero, ojo
avizor, pluma en ristre, instala su mirada en la ciudad de Santiago, para desde
allí trazar un mapa des-carnado de esta urbe vampira que chupa la sangre de sus
habitantes, convirtiéndolos a la vez en víctimas y victimarios. Las crónicas son
un manual de ruta de ciudadanos periféricos. En este sentido, el narrador actúa
como un guía que nos descubre nuevos parajes, que nos pasea de un extremo
a otro de la ciudad, pero que también nos incita a visitar lugares en los que las
"buenas conciencias" no deberían entrar jamás. De esta manera, dejándonos
llevar por Santiago, recorremos los parques, el cinema Nagasaki de la Plaza de
Armas, las cárceles masculinas, los Bafios Placer, las peluquerías de barrio, los
estadios de fútbol, los cuarteles militares, el circo Timoteo, los mercados
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)\NGELES MATEO DEL PINO 23
persas, las micros, para tenninar en la Disco Gloria o la Divine. De igual modo
()bserVaIllOS las Fiestas Patrias, el tráfico publicitario, los censos de población,
las noches navidefl.as, las vacaciones de verano, la diosa blanca (cocaína) y la
violencia homofóbica.
La ruta que traza Lemebel se materializa en la escritura como discurso
fragmentario, en tanto que las anécdotas, sucesos o acontecimientos, son
fragmentos o escorzos de lo cotidiano que confonnan un texto mayor que es la
realidad chilena. Tal estrategia discursiva posibilita que se produzca un vínculo
más intimo entre lo narrado y el lector. Al establecerse esta relación se consigue
no ya la identificación por parte del que lee, sino, sobre todo, su conmoción.
Así, el logro de la crónica es el de constituirse en conciencia crítica de la
realidad en que surge y, en este sentido, pretender con-mover y despertar la
conciencia social y colectiva. Con todo ello, sus escritos son una macrocrítica
social, un puzzle de historias que ofrecen una panorámica del espíritu que pla-
nea hoy por la ciudad de Santiago. Tienen, a su vez, el don de reflejar el ánimo
que sobrevuela por todas las grandes urbes. De ahí que uno de los grandes
aciertos de estas crónicas sea el hecho de que, instalándose en lo particular-
local, construya una visión de lo general-universal.
Ahora bien, la crítica que percibimos en las obras de Lemebel presenta
siempre una gran capacidad de sorpresa, fruto de la prosa vibrante y, sobre
todo, del manejo de recursos estilísticos. Escritura incisiva, mordaz y picante
que es la mejor manera, o por lo menos la más ingeniosa, de criticar. De esta
fonna, en los textos conjuga imaginación y humor. 14
Desde la perspectiva directa que muestra los aspectos más conflictivos de
la realidad social, al presentar los hechos desnudos, expuestos en toda su
crudeza, se erige un discurso de/desde el desacato que atenta contra la "auto-
ridad" y el orden que exigen las "buenas conciencias" y, con ello, la escritura
se transfonna en "estilete, en navaja". Registro discursivo que va desde la pa-
rodia a la ironía -la metaironía15_, desde el sarcasmo a la burla, a veces incluso
14. A propósito del empleo de la imaginación y el humor, conviene recordar que lean Franco se-
flalaba en 1973 que uno de los aspectos más destacados de la novela hispanoamericana de me-
diados de los sesenta era el uso del mito, la fantasía, el humor y la parodia. Además, convenía que
"esta fantasía y este humor pueden funcionar como un escudo interpuesto entre el escritor y la rea-
lidad, demasiado terrible y desesperanzada para que se la contemple cara a cara". "La prosa con-
temporánea La realidad y la fantasía", en su Historia de la literatura hispanoamericana, Barce-
lona, Ariel, 1983 (58 ed.), p. 419. A tenor de lo afirmado por esta crítica norteamericana pareciera
que, en este sentido, bien poco ha cambiado la escritura hispanoamericana, por cuanto la utiliza-
ción del humor y de la fantasía es aún uno de los recursos más sobresalientes de la prosa actual.
15. Empleamos este término tal y como lo entiende Octavio Paz, para quien la metaironía es el
resultado de la afirmación erótica y la negación irónica, "una suerte de suspensión del ánimo, un
más allá de la afirmación y la negación". Además aflade que ésta, al contrario de la ironía, no se
interesa en el valor de los objetos, sino en su funcionamiento, "es un poner en circulación a los
opuestos, una animación universal en la que cada cosa vuelve a ser su contrario. No un nihilismo,
sino una desorientación: el lado de acá se confunde con el lado de allá. El juego de los opuestos
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24 LAS CRÓNICAS DE PEDRO LEMEBEL
pareciera rozar lo esperpéntico. Pero en todos los casos, el humor que destilan
estas crónicas es siempre ácido y corrosivo, lo que provoca una mueca a medio
camino entre lo trágico y lo cómico. Cuanto más dura la realidad, más "negro"
el humor:
La Loba nunca entendió bien lo que era ser portadora, por suerte, si no, el
SIDA sela hubiese llevado más rápido, por un tobogán depresivo. La Lobita
no tenia cabeza para relacionar el drama de la enfermedad con el positivo del
examen. Ella creia que todo estaba bien, no habia como convencerla que ese
visto bueno era un desahucio. Y aunque giraba y giraba el papel médico entre
los dedos, no le entraba en la cabeza ese ejercicio matemático de invertir el
más por el menos. Su cabecita de pájara nunca dejó entrar la aritmética, jamás
se ordenó en cuadritos de sumas y restas. Ella siempre fue una loca porra,
negada para el estudio y para entender problemas de conjunto en el colegio.
Que el más menos da negativo, o el menos más da positivo, a la chucha los
números, a la cresta la vida. Y si estoy premiada, este papel no me va a
convencer, decia. 16
El discurso irónico de Pedro Lemebel se conjuga a su vez con un registro
que bien podríamos llamar filmográfico. Cada crónica es como un sketch que
reproduce una parte de la ciudad santiaguina: barrios periféricos -pob/as-, cine,
bafl.os, parques, esquinas... Un cuadro de sus habitantes: la china o nana, el
político, la prostituta, el travesti, el milico... Todas estas escenas configuran una
película sobre el Santiago actual que ha de incorporarse, necesariamente, a la
gran filmografia chilena. En las crónicas, como en todo documental, pasado y
presente se juntan y a la vez se explican:
Aún después del trauma marcial de la dictadura, esta clase privilegiada en sus
galones dorados y flecos de comparsa, sigue danzando en la pasarela de
franela gris, plomo acero, verde oliva y azul marino. Solamente con la excusa
de la defensa. Aún después del holocausto los compases de la Rendeski abren
las 'grandes alamedas'. El revival fatldico de esa marcha resuena en el
escalofrio de los crematorios y cárceles de tortura. Pareciera que a estas
disuelve, sin resolverla la oposición entre ver y desear, erotismo y contemplación". Octavio Paz,
"Revolución / Eros / Metaironía", en Los hijos del limo (Del romanticismo a la vanguardia), en
Obras completas de Octavio paz: La casa de la presencia. Poesía e historia, Barcelona, Círculo
de Lectores, 1991, pp. 428 Y431.
16. Pedro Lemebel, "El último beso de Loba Lamar (crespones de seda en mi despedida... por
favor), en Loco afán. Crónicas de sidario, p. 42.
Quizá sea en las crónicas relativas al SIDA donde Pedro Lemebel hace mayor uso del humor
negro, casi macabro. Al respecto, el mismo autor sefiala que lo que le preocupa es el sida vivo, "no
me interesa el llanto cristiano sobre el cuerpo nuevamente castigado del homosexual pobre,
latinoamericano y sidoso. Por eso inyecté un poco de humor para subir las defensas. Los enfermos
de sida no se mueren de la enfermedad, sino de lástima". Pedro Lemebel, "Entrevista a Pedro
LemebeI...".
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alturas de siglo, la memoria del dolor fuera un video clip bailable con un
paquete de papas fritas. Pareciera que en este film, rodaran juntos
desaparecidos, judios, mujeres, negros y maricas pisoteados por las suelas
orugas de bototos, zapatillas Adidas y tanques. Pareciera que en cada giro de
cascos se reiterara el desprecio por la democracia. Pareciera que en el ángulo
recto del paso de parada, los testículos en hileras, fueran granadas de reserva
a punto de detonar nuevamente sobre La Moneda. 17
25
La prosa de Pedro Lemebel se erige como discurso testimonial que es ima-
gen y proyección de un narrador vinculado a su espacio y a su tiempo y, como
tal, no desdeña los registros que le ofrece la llamada cultura popular. De ahí que
en las crónicas nos encontremos con una realidad modelada por el cine, la pu-
blicidad, la televisión, la radio, las jergas, la música. Es el argot de la calle que
Pedro Lemebel conoce muy bien, casi podríamos decir que escribe de oído,
manejando unos códigos suficientemente sabidos por el lector, con lo cual logra
involucrar a éste en la historia y hacerlo partícipe de las penurias y de las
alegrías de la ciudad.
Quizás en los Baños Placer, la estética y el relax son una excusa para
desublimar el mercado de los gimnasios que torturan el cuerpo con jacuzzis,
aeróbicas y un estado de perfección anatómica que adolece de deseo. Aqui
nada importa el ángulo exacto del solarium bronceando la piel con ese color
narciso que se mira triunfal en las vitrinas. En los Baños Placer no importan
los gramos perdidos en el vapor, porque la loca enorme como cachalote, los
multiplica zampándose un hot-dog en el boliche de la esquina. Y asi rosadita
y satisfecha, se aleja por la calle Placer entre los nifios que siguen jugando con
el gato. Antes de doblar la esquina se despide con un gesto de la vieja que lo
vió entrar y desaparece airosa bamboleando su hermosura, 'por la vereda que
se estremece al ritmo de sus caderas', tragada por el anonimato entre el río de
autos que la despeinan 'del puente a la Alameda'.l!
Asistimos, pues, a una des-mitificación de Santiago, ya que al socavar la
sistematizada y ordenada conciencia colectiva, las identidades impuestas -sean
éstas nacionales, culturales o sexuales-, Pedro Lemebel ofrece nuevas lecturas,
nuevas visiones que tratan de des-velar, de hacer aparecer, lo que estaba oculto
y marginado, pero que pese a todo existía. Quizá en esto radica el valor de esta
escritura, tal vez de toda literatura, pues al decir de Julio Ortega, el acierto de
ésta estriba en que "reafmna el saber de la historicidad [...] porque sostiene un
conocer no institucionalizado, más próximo a la subjetividad, a las pulsiones
17. Pedro Lemebel, "Lagartos en el cuartel (Yo no era asl, fue en el Servicio Militar)", La esquina
es mi corazón Crónica urbana. p. 42. En este trabajo citaremos siempre por la la edición de 1995.
18. "Escualos en la bruma", en La esquina es mi corazón Crónica urbana, p. 34.
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26 LAS CRÓNICAS DE PEDRO LEMEBEL
del deseo y a la zozobra de la comunicación". 19 A fin de cuentas la identidad es
un proceso y como tal es susceptible de variar y de alterarse.
Estas crónicas no tratan tan sólo de identificar el "margen chileno", sino
más bien de diferenciarlo, no buscan categorizarlo sino propiciar la discusión
en tomo a él. Es la cara de esa otra realidad chilena que no forma parte de los
tópicos, ni de los lugares comunes. Es esa otra faz olvidada y desmaquillada,
no sometida a tratamiento estético alguno. Tan sólo una vez al año, esta otra tez
que conforma el soma Chile se someterá a una limpieza de impurezas super-
ficiales. El rostro chileno, proyectado ahora en las fachadas de las casas, deberá
estar acicalado para celebrar durante el mes de septiembre las Fiestas Patrias:
"Para estas fechas, estucan de color el semblante tísico de sus fachadas y
adornan con guimaldas el jolgorio polvoriento de los pasajes".20 De este modo
Chile reafirma sus señas "patrias" y exhibe una apariencia que es, parafra-
seando a Pedro Lemebel, manifestación del deseo colectivo de pertenencia al
territorio. Unas marcas obligadas a construirse y re-construirse cada septiembre:
"[Una] identidad impuesta, contagiada por tricosomas oficiales. Como si el
Estado tratara inútilmente de reflotar en estos carnavales patrios, la voz de una
identidad perdida entre las caseteras Aiwa que cantan en la esquina con lirismo
rockero, ronquera de arrabal o llanto mexicano. Una supuesta identidad
borracha que trata de sujetarse del soporte frágil de los símbolos" (pp. 51-2).
Nada mejor para diferenciar realidades que contraponerlas. De esta forma
Lemebel no se limita a establecer comparaciones de manera explícita, burda y
directa; se trata de algo más sutil que busca el efecto de contraste. Por ello, en
el entramado social y político que se nos va hilvanando a través de estas cróni-
cas, se ofrecen pequeñosretazos, "fulgurantes chispazos", en los que se revela
esa parcela de la sociedad acomodada y acomodaticia que maneja autos japone-
ses y veranea en las cabañas aeronáuticas de Cau-Cau. Es esa otra clase que no
habita en las periferias, pero que de vez en cuando cruza los márgenes para
"apropiarse de una latencia suburbana'',21 ASÍ, más por descarte que por ana-
logía, somos testigos también de un "puro Chile azulado", una chilenidad
cocorocd2 que es la "copia feliz del Edén",23
19. Julio Ortega, "La identidad revisitada", Revista de crítica cultural, 11 (noviembre 1995), p.
53.
20. "Chile mar y cueca" (o "Árreglate Juana Rosa"), en La esquina es mi corazón, p. 51.
21. Cf. "El resplandor emplumado del circo travesti" y "La Babilonia de Horcón", en La esquina
es mi corazón, pp. 68 Y 19, respectivamente.
22. El término cocoroco se emplea en Chile para hacer referencia, en sentido figurado, a alguien
"coqueto" (del francés cocotte: gallina, coq: gallo); "presumido" (coquet), "muy engallado" (fier
comme un coq). En francés cocorico: quiquiriquí [canto del gallo]. Cf. Grand Dictionnaire
Fran~ais-Espagnol, Barcelona, Larousse, 1992, pp. 123 Y 142.
23. El himno o canción nacional chilena, letra y música de Eusebio Lillo y Ramón Carnicer,
respectivamente, comienza de la siguiente manera: "Puro Chile es tu cielo azulado. Puras brisas
te cruzan también. Y tu campo de flores bordado es la copia feliz del Edén",
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De esta fonna, junto al mundo periférico -ex-céntrico- de la pobla, de
barrios y bloques populares, se nos perfila también el orbe céntrico de los
sectores acomodados, de las comunas adineradas, de la utopía. Son, al decir de
la canción popularizada por Víctor Jara, "las casitas del barrio alto con rejas y
antejardín".24 Frente a la realidad social de los marginados, de los pobres, de la
"loca", el travesti, la prostituta... se nos dibuja la clase privilegiada de la familia
política, de la alta burguesía, de los militares y los nuevos ricos: los índices de
carencia contra el desarrollo económico, el negativo presupuesto familiar de
espalda al neoliberalismo. En medio de todo ello, los márgenes que se rebasan,
la periferia que emigra al centro, el centro que se traslada a la periferia, la alta
burguesía venida a menos, los nuevos ricos venidos a más, y un pasado
aristocrático que se compra y se vende en los mercados persas: "son la fiesta del
comercio".
La familia polltica que comenta los últimos virajes de las presidenciales,
mientras acarrean sacos de machas y limones a los autos japoneses. Las seño-
ras politicas que hacen sonar sus pulseras de plata, mientras urguetean los ca-
chivaches artesanales que se amohosan al vaho salobre de la caleta. Los caba-
lleros politicos en guayabera y short, comprando el whisky para tomárselo en
Cachagua o en las cabañas aeronáuticas de Cau-Cau. Una playa semi privada
donde el perraje se descuelga por andamios y peñascos, y el jet renovado
arrastra los pareos franceses por escalinatas de piedra al ritmo de la celulitis.25
Todo esto configura una selva urbana obligada constantemente a traficar
con sueft.os o con realidades, ya sea publicidad o pomo legal; grandes políticas
o míseras existencias; educación o neoprén; modernidad o alcohol; sexo o
cocaína... Es la ley de la calle: sobrevivir o morir, el fm justifica todos los
medios, y la hipocresía social, juez y parte, será quien condene o salve:
De esta manera los peluqueros que decoran el orgullo femenino de la belleza,
acentúan perversamente los tics de la hipocresía social en apariencias suntuo-
24. El cantautor chileno Vlctor Jara (1938-1973) tradujo y difundió la canción de M. Reynolds
"Casitas del barrio alto". Es ésta una canción de protesta en la que se critica y ridiculiza a la clase
social más pudiente. Resulta curioso comprobar como Pedro Lemebel también ironiza con los
barrios "ricos", al tomar como motivo la casa con jardln que parece identificarlos. De esta manera,
al referirse a la comuna de la Florida, afirma: "tienen perros dobennann que se ven como elefantes
en pequell.os jardincitos. En la Florida es como ser rico, pero en miniatura". Pedro Lemebel,
"Entrevista a Pedro Lemebel...", p. 2. Desde la sociologla también se ha insistido en el análisis de
este tipo de casa Dice Tomás Moulian: "El suell.o chileno de la casa con jardln, y si es posible con
patio, refleja un tradicional e/hos individualista-hedonista, una obsesión por no compartir espacios
comunes, una idea pequell.o burguesa de la vivienda como propiedad de libre disposición, que
quizás refleja una reminiscencia rural, un culto al patio o al jardln. Existe una noción privatista
del uso del espacio, que no se hace cargo del problema de la escasez del suelo". En "La violencia
de la ciudad", p. 127.
25. "La Babilonia de Horcón", en La esquina es mi corazón. .. , p. 19.
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28 LAS CRÓNICAS DE PEDRO LEMEBEL
sas que al relajarse se develan. Como si de esta foona, deslizaran una vengan-
za por el enclaustramiento que los somete a este tipo de oficios decorativos.
Labores manuales, que por sobre la opción personal o frivolidad de la loca,
los encarcela en las peluquerías por negación a la educación superior. Profe-
siones que están signadas de antemano, en el lugar que el sistema les otorga
para reagruparlos en un oficio controlado sin el riesgo de su contaminación.
Aún así, las manos tarántulas de las locas tejen la cara pública de la estructura
que las reprime, traicionando el gesto puritano con el rictus burlesco que
parpadea nostálgico en el caleidoscopio de los espejos.26
En defmitiva, podemos afmnar que la crónica de Pedro Lemebel es im-
púdica, obscena, voyeurista y fetichista, que se complace en instaurar la mirada
-el tercer ojo- como objeto de deseo. Un ojo deseante y deseado que recorre
con lascivia la ciudad de Santiago. Urbe que en la pupila del narrador-testigo-
cronista se convierte en un gran soma que se desnuda, se disfraza, se colorea y
se traviste a su ant-ojo. Cuerpo-ciudad que en manos de Pedro Lemebel se
transforma en cuerpo-textual, cartografIa de las fantasías sexuales y las apeten-
cias eróticas de los ciudadanos. Discurso que apuesta por el poder subversivo
del deseo y la función revolucionaria del erotismo: el placer no sólo como ex-
plosión corporal sino como crítica moral y política de la sociedad. Escritura que
responde al tráfico constante de cuerpo-ciudad-texto, cuyo fm es siempre reve-
lar el "otro lado" -el oscuro, el silenciado. Con todo, a través de estas crónicas
podemos auscultar no sólo los latidos de Santiago, sino también el pálpito del
cronista Pedro Lemebel, tal vez porque, como él mismo advierte, "su corazón
estará siempre plegado en el abanico transgresor de estas páginas".27
26. "Tarántulas en el pelo", en La esquina es mi corazón... , p. 56.
27. La esquina es mi corazón, p. 7.
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