Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
El Padre Bruce Vawter, C.M. V VERITAS Al gu na s L ec cio ne s d el G én es is La Serie Veritas está dedicada a Padre Michael J. McGivney (1852-1890), sacerdote de Jesucristo y fundador de los Caballeros de Colón. Algunas lecciones del Génesis Por EL PADRE BRUCE VAWTER, C.M. Caballeros de Colón presenta La Serie Veritas “Proclamando la fe en el tercer milenio” Editor General Padre Juan-Diego Brunetta, O.P. Servicio de Información Católica Conejo Supremo de los Caballeros de Colón Imprimatur Joseph Cardinal Ritter Arzobispo de St. Louis El Nihil Obstat y el Imprimatur son declaraciones oficiales de que un libro o folleto está libre de error doctrinal o moral. No implica que quienes han concedido el Nihil Obstat e Imprimatur estén de acuerdo con el contenido, las opiniones o las declaraciones expresadas. Derechos reservados © 2010 del Cnsejo Supremo de Caballeros de Colón. Todos los derechos reservados. Portada: Creación de los Animals. Mosiac bizantino. San Marco, Venice, Italy. Scala/Art Resource, New York Este folleto no puede ser reproducido o transmitido ni total ni parcialmente en ninguna forma ni en ningún medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabaciones ni registrado por ningún sistema de recuperación de información sin la autorización escrita del editor. Escriba a: Catholic Information Service Knights of Columbus Supreme Council PO Box 1971 New Haven CT 06521-1971 www.kofc.org/sic cis@kofc.org 203-752-4267 203-752-4018 fax Impreso en Estados Unidos de América CONTENTS DIOS REVELADO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 La historia de la salvación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 Lo que ha hecho Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 El Génesis, el principio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Las lecciones del Génesis. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 Espíritu y materia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 ¿Qué es la inspiración? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 EL HOMBRE, COMO ÉL ERA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 Las dos historias de la Creación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Dios es una persona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 El papel de la ciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 DIOS CONOCIDO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 La razón y la fe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 Conocer a Dios a través de la razón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 Debe existir una primera causa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 LA RAZÓN Y LA REVELACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 La fe es razonable . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 El significado del sufrimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 La Ley natural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 La Ley humana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 La Ley Natural y la Revelación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 EL HOMBRE, TAL COMO ES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 El Árbol de la Vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 El significado del matrimonio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 El destino del hombre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 LA AMISTAD DE DIOS: PERDIDA Y RESTAURADA . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 El pecado original . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 La naturaleza del pecado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38 El hombre es un enigma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 ¿Existen los ángeles? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 La humanidad antes de Cristo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 La salvación antes de Cristo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 ACERCA DEL AUTOR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 - 5 - I DIOS REVELADO Existe un conocimiento de Dios que va más allá de lo que se puede conocer o lo que se conoce acerca de Él simplemente mediante la razón. Es verdad, la razón sola puede hablarnos de la existencia de Dios y de algunos de sus atributos. También es verdad que es una consideración importante el acuerdo casi universal de los sabios a lo largo de los siglos sobre este punto. No quisiera minimizar la importancia de esto, y más adelante hablaremos acerca del “Dios de los filósofos”. Sin embargo, al mismo tiempo, estoy muy seguro de que muy pocas personas, además de la revelación, serían capaces de decir por qué creen en Dios. Una cosa es decir que la razón puede demostrar la existencia de Dios, y otra cosa es esperar que la persona promedio sea capaz de formular un argumento convincente. En cualquiera de los casos, por razones que expondré en otro momento, la razón no es suficiente para decirnos todo lo que necesitamos saber acerca de Dios. Solo la revelación puede hacerlo. En la religión católica veneramos al Dios de la revelación, no solo al de la razón, y por lo tanto, antes que nada debemos hablar de Él. Como Él mismo se reveló, lo conocemos como el único que no sólo creó al hombre, sino que le dio un destino superior a todas sus facultades - 6 - naturales. Habiendo dado al hombre su destino, ha estado continuamente presente ante el hombre a lo largo de su historia, haciéndole conocer el medio por el que puede adquirir su destino y salvándolo de las consecuencias de su pecado, que obstaculizaría para siempre este destino. La historia de la salvación Por esta razón, no es difícil ver por qué a la religión revelada se le llama frecuentemente la “historia de la salvación”: es el registro de las intervenciones de Dios en el mundo del hombre y la mujer. Esta cualidad de la historia distingue la religión revelada de la religión natural (como la del pragmatismo), que intenta encontrar valores religiosos en la naturaleza y la razón de manera aislada. Por supuesto que el paganismo no es siempre malvado, a pesar de que a menudo llega a conclusiones erróneas acerca de lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo, es siempre una religión inadecuada, ya que Dios ha hecho que lo conozcamos completamente solo en la revelación. Pero, ¿cómo se ha dado a conocer Dios? ¿Entendemos por revelación que Dios ha hablado realmente a ciertas personas en determinados momentos de la historia? Queda claro que es una parte. Cuando decimos que “Dios habla”, no significa necesariamente que se haya aparecido de manera visible haciendo uso de su discurso humano como propio, aunque naturalmente, también puede hacerlo. A lo largo de la historia, Dios se ha revelado a sí mismo de muchas maneras. Una excelente forma fue a través de los Profetas, aquellos a quienes Él eligió especialmente para ser su voz con su pueblo, quienes dieron a conocer su voluntad en su propio idioma - el idioma de un Isaías, un Amós, un Jeremías - pero con el firme conocimiento de que transmitían la palabra de Dios. Lo que ha hecho Dios Dios también se ha revelado a sí mismo a través de lo que ha hecho: las grandes obras mediante las que liberó a Israel en el Éxodo de - 7 - Egipto, mediante las que castigó y regeneró a su pueblo, también dieron a conocer quién y qué es: un Dios justo, misericordioso, amor, salvación. Su completa revelación definitiva tuvolugar en Jesucristo: en lo que Jesús hizo y dijo, Dios se mostró a sí mismo de la manera más perfecta viviendo y actuando realmente entre nosotros. Por esta razón, Juan el Evangelista llama a Jesús el Verbo de Dios, porque Él es la revelación de Dios en el sentido más profundo posible. La Biblia es el registro escrito de la historia de la salvación, de la historia de la revelación. En la Biblia podemos leer los detalles de esta historia. El Antiguo Testamento nos habla de los inicios del trato de Dios con el pueblo de Israel; el Nuevo Testamento nos habla de la culminación de la propia revelación de Dios en Jesucristo. Está claro que la historia continúa todavía en la Iglesia que fundó Cristo, y seguirá hasta el final de los tiempos en esta tierra. Debido a que el registro escrito es de tal importancia para toda historia, recomiendo que se familiarice con la Biblia tanto como le sea posible. Evidentemente, la Biblia es una gran tarea y no podemos hacer más que referirnos a algunos pasajes de vez en cuando. Propongo que veamos lo que nos dice acerca de la naturaleza de Dios y del hombre, así como de su relación entre ambos, ya que se representan en los primeros capítulos del Libro del Génesis. El Génesis, el principio ¿Podemos realmente considerar los primeros capítulos del Génesis como historia? Es verdad que en el sentido moderno de la palabra, no es historia. O quizás sería más exacto decir que en el sentido moderno de la palabra, no son escritos históricos. Sin embargo, en un sentido muy real, merecen el nombre de historia, porque son el registro de una revelación histórica. Quizás pueda aclarar lo anterior mediante una explicación del papel que el Libro del Génesis desempeña en la Biblia. Como Ustedes saben, el Génesis forma parte de lo que llamamos Pentateuco, es decir, lo que el pueblo del Antiguo Testamento conocía como los cinco libros - 8 - de las Leyes de Moisés. Tradicionalmente, la autoría del Pentateuco se atribuye a Moisés, el gran Profeta, a través de quien Dios reveló por primera vez la religión de Israel. Los eruditos bíblicos modernos nos han aclarado cómo debemos comprender esta autoría de Moisés sobre el Pentateuco. No significa que sea el autor literario de todo lo que contiene, sino que en última instancia, es el responsable como autor, legislador y fundador de la religión israelita. Como documento escrito, el Pentateuco es producto no solo del ímpetu original otorgado por Moisés, sino también de la experiencia de la revelación de Dios en la historia subsiguiente y la profecía. Por lo tanto, los autores israelitas inspirados que produjeron el Pentateuco escrito, fueron capaces de realizar un retrato de Dios como Él se había revelado a sí mismo a lo largo de la historia. Por esta razón, se puede decir que la enseñanza de los capítulos introductorios del Génesis, es histórica. Son el prólogo de la historia que sigue, y no habrían podido escribirse si esta historia no hubiera ocurrido. ¿Habla el Génesis acerca de hechos que realmente ocurrieron, a pesar de que no había fuentes históricas disponibles relacionadas con esos hechos? Esta es precisamente la situación. En el sentido en que la historia es la remembranza del pasado, difícilmente podemos hablar de estos capítulos como historia. Después de todo, ¿quién recordaba la creación del mundo incluso antes de que el hombre existiera? Pero por otro lado, para todos sus hechos, el Génesis depende de alguien que recordaba todo bien, a saber, Dios mismo, quien reveló estos hechos. Por supuesto que la forma en que estos hechos se transmiten es un asunto diferente. Los relatos del Génesis no son registros de testigos oculares; son historias mediante las que los autores israelitas enseñaron verdades conocidas a través de la revelación histórica. Como la Pontificia Comisión Bíblica declaró en 1948: “...relatan en un lenguaje simple y figurado, adaptado a la inteligencia de una humanidad menos desarrollada, las verdades fundamentales presupuestas en la economía - 9 - de la salvación, al mismo tiempo que la descripción popular del origen del Pueblo Elegido”. En el primer capítulo del Génesis, por ejemplo, tenemos una representación poética de la formación del mundo visible y de sus habitantes en seis días. Lo que es histórico aquí, es lo que se enseña acerca de Dios, su creación y sus criaturas; realmente el inicio de la historia de la raza humana y del Pueblo Elegido, que es el tema del libro del Génesis y del resto del Pentateuco. Sin embargo, la Biblia no nos enseña que el universo surgió totalmente en seis días: este detalle no es más que una parte de la historia que emplea el Génesis para decir sus verdades, una historia que representa a Dios trabajando, al igual que lo haría cualquier buen israelita, realizando su obra en seis días y descansando el séptimo. Los antiguos autores israelitas no sabían, como sabemos ahora, que el proceso de la creación del universo se extendió literalmente durante millones de años. En 1951 el Papa Pío XII se dirigió a la Academia Pontificia de las Ciencias, expresando la esperanza de que la ciencia sería capaz de “determinar con precisión” el inicio del universo, ¡de unos diez a cien mil millones de años! Pero incluso si los autores bíblicos hubieran conocido tales cosas, no necesariamente habrían escrito de forma diferente a la que lo hicieron. No era la historia lo que les interesaba. Como la Comisión Bíblica estableció desde el año 1909, no fue “‘la intención del autor sagrado, al escribir el primer capítulo del Génesis, enseñarnos de manera científica la naturaleza más íntima de las cosas visibles y presentar el orden completo de la creación, sino más bien proporcionar a su pueblo un relato popular, a la manera que lo permitía el lenguaje común de la época”. Así, aunque la historia del primer capítulo del Génesis está “adaptada a la comprensión de un pueblo menos desarrollado”, también está adaptada a nuestro propio entendimiento. Aún dice sus verdades sencillas, aunque profundas, en un lenguaje que todos podemos comprender, independientemente de cuál sea nuestro nivel de conocimiento científico. - 10 - Las lecciones del Génesis ¿Cuál cree Usted que sea la lección más importante de la historia de la creación? Creo que en todo caso, lo más impresionante es la manera en que se representa a Dios, llamando simplemente a las cosas a la existencia por su simple orden. “Entonces dijo Dios: ‘Hágase’...¡”Y se hizo! En primer lugar, el Génesis nos enseña que Dios es el Creador de todas las cosas, lo que en sí es una verdad a la que las mentes más brillantes de la antigüedad pagana no llegaron. Él dio existencia a todas las cosas por el simple acto de su voluntad: la luz, la tierra y los cielos, la vida vegetal y animal, todo. Al detallar los diferentes apartados de la creación de Dios, el Génesis describe el universo visible como entonces se pensaba que era, y por lo tanto, de una forma muy poco científica. Por ejemplo, los antiguos pensaban en el cielo, como un “firmamento”, algo sólido que sostenía “las aguas sobre la tierra”, la fuente de la lluvia que ocasionalmente caía a tierra. Pero como acabamos de ver, este concepto no tiene nada que ver con la enseñanza del Génesis. Sin embargo, no solo Dios lo creó todo, sino que “Dios también vio que era bueno”. La creación no es, como pensaban algunos filósofos paganos, una especie de emanación ciega del principio divino; Dios lo hizo por su voluntad. Tampoco es algo que hizo en un momento de ocio, por decirlo de algún modo. Lo creó deliberadamente con un propósito bueno: la bondad divina que se expresó en un acto creador, produciendo lo que es bueno. También ésta es una verdad que a menudo no ha logrado percibir la humanidad sin la ayuda de la divina revelación: en el mundo material como tal, no hay nada malo. En ocasiones, una falsa oposición entre “espíritu” y “materia” ha llevado a la gente a equiparar estaúltima con el mal, como si el mal fuera algo natural y no debido a la libre elección de la voluntad humana. La religión bíblica no tiene nada que ver con esta forma de determinismo, que puede terminar justificando cualquier tipo de conducta depravada y hacer una monstruosidad tanto del universo como de Dios. Como dijo uno de los sabios de Israel: “Dios hizo recto - 11 - al hombre, pero ellos se buscan muchas complicaciones” (Eclesiastés 7,29). El universo material es bueno porque es la creación de un Dios bueno: es su reflejo. Del mismo modo, reconocemos una cosa como justa u honesta, en la medida en que refleja la naturaleza de su Creador. Hablamos de Dios como “espíritu” y no como materia. ¿Qué queremos decir precisamente con esto? “Dios es espíritu, y los que lo veneran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Juan 4,24). Sí, Dios es sobre todo espiritual, aunque también hay otros espíritus, y el alma del hombre también es espiritual. Al comienzo del Génesis leemos que “el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas” (Génesis 1,2) del caos a partir del que organizó el mundo visible. Desde el momento en que “espíritu” significa “aliento” o “viento”, tenemos aquí una imagen del poder creador de Dios soplando sobre los elementos desorganizados de la creación como un poderoso viento. “Espíritu” es una palabra bíblica común para la vida o la causa de la vida, ya que la respiración es ante todo el signo de la vida. “Yo voy a hacer que un espíritu penetre en ustedes, y vivirán”, Dios le dice a Israel que en el exilio se estaba deteriorando” (Ezequiel 37,5). Dado que toda vida proviene de Dios, Él, por encima de todo, es espíritu y habitualmente se le llama espíritu. Por supuesto, no fue sino hasta la revelación del Nuevo Testamento cuando se dio a conocer que el Espíritu de Dios es una Persona distinta relacionada con otros en la naturaleza divina. A lo largo del periodo del Antiguo Testamento, “el espíritu de Dios” significa simplemente Dios mismo, especialmente porque Él es dador de vida. Espíritu y materia Por lo tanto, el espíritu siempre se ha distinguido de la materia. Cuando decimos que lo material no es malo, puesto que es creación de Dios, no decimos sin embargo que sea perfecto. Más bien, lo material depende de lo espiritual para existir. El universo material refleja a su Creador, porque Él ha enviado Su espíritu para darle vida. - 12 - Cuanto menos esté un ser compuesto de materia - mientras más espiritual sea en este sentido - más perfecto será. Así es con Dios. A pesar de que la Biblia habla con tanta frecuencia de Dios en términos humanos, su “brazo” o “mano”, por ejemplo, para significar el ejercicio de su poder, también deja perfectamente claro que se trata de figuras expresivas del discurso diseñadas para hacer las cosas más comprensibles mediante el uso de comparaciones familiares. Dios es espíritu puro, en Él no hay nada material. Cuando el profeta Isaías quiso transmitir a su pueblo la impotencia de sus enemigos en comparación con el Dios todopoderoso, a quien veneraban, dijo: “Los egipcios son hombres y no dioses, sus caballos son carne y no espíritu” (Isaías 31,3). Pueden emplearse términos humanos para describir a Dios, pero sabemos que Él es siempre muy diferente del hombre, y su espiritualidad esencial es la base de dicha diferencia. ¿Es el mismo espíritu al que se hace referencia cuando se habla de la Biblia como Escritura “inspirada”? Sí, por supuesto. Así como el espíritu de Dios da vida a todas las cosas, también provoca que agentes humanos lleven a cabo acciones que están por encima de sus facultades naturales; en otras palabras, es el principio de las actividades vitales especiales. “El espíritu del Señor está sobre mí”, dice el Profeta, para “proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros” (Isaías 61,1). Quiere decir que se le ha dado el don de la profecía, de hablar en nombre de Dios antes que del suyo. Del mismo modo, la Biblia dice que “toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argumentar, para corregir y para educar en la justicia” (2 Timoteo 3,16). Lo que se traduce como “inspirada por Dios” significa, literalmente, “exhalada por Dios” o “producida por el espíritu de Dios”, es decir, que se produjo mediante un acto divino especial que la hace diferente de todos los demás escritos, tanto la palabra de Dios, como la palabra del hombre. - 13 - ¿Qué es la inspiración? La Biblia no nos habla mucho sobre la naturaleza de la inspiración, solo nos dice que es un hecho. Así como son verdad tantas otras cosas que Dios ha dado a conocer, el hecho de la inspiración debe ser objeto de nuestro pensamiento y continua contemplación en el proceso de lo que llamamos “teología”. La teología, que literalmente significa “la ciencia de Dios”, es más comprensible si se define como “la ciencia de la fe”. Es deber del hombre, como ser racional, no sólo aceptar y creer la verdad que Dios ha dado a conocer en la revelación, sino también tratar de comprenderla en la medida en que le sea posible. Digo “en la medida en que le sea posible”, ya que gran parte de la revelación divina se compone de verdades que nuestra mente creada no puede comprender totalmente, y por supuesto, es la razón por la que debe sernos revelada. Se llaman “misterios”, puesto que aunque los aceptemos como hechos de la autoridad de Dios que se revela, en muchos detalles siguen siendo un misterio. En su bondad, mediante la fe, Dios nos ha permitido entrar en la esfera de su divino conocimiento en la medida en que sea una posibilidad para nosotros. La inspiración es uno de estos misterios. Conocemos el hecho: la Biblia, que obviamente es obra de muchas mentes humanas, también es de un modo muy especial una expresión de la mente divina. Es la palabra de Dios. ¿Mediante qué proceso tuvo lugar? No lo sabemos exactamente, pero de alguna manera Dios se sirvió de los autores humanos para escribir lo que Él deseó que se escribiera, y que se escribiera en la forma en que Él pretendía. Pongo de relieve el hecho de que se trata de autores humanos que Él usó, no sólo del cuerpo de seres humanos. Es decir, si queremos saber qué significa la palabra inspirada de Dios, debemos interpretar la mente humana inspirada que la produjo: sólo de este modo Dios nos dio la palabra de las Escrituras. Debido a que es la palabra de Dios, sabemos que no nos puede enseñar el error. Pero sabemos también que fue producida por autores humanos que escribieron como cualquier otro autor humano lo hace y que, por - 14 - este motivo, no estaban necesariamente conscientes de que eran escritores inspirados por Dios. II EL HOMBRE, COMO ÉL ERA Hemos visto algo de lo que nos enseña la revelación sobre la naturaleza de Dios, especialmente como Él se retrata en la historia de la creación del Génesis. La misma fuente también nos dice algo acerca de la naturaleza del hombre. La Biblia dice que Dios creó al hombre “a su imagen y semejanza”. Puesto que Dios no posee cuerpo como nosotros, “imagen y semejanza” difícilmente pueden referirse a cualquier aspecto exterior. Por otra parte, si hay algo de lo que el hombre bíblico estaba seguro, era de la imposibilidad de representar a Dios de cualquier forma material: la Ley de Moisés prohibía que nadie lo intentara (Éxodo 20,5). No, obviamente, en la mente del autor bíblico, la semejanza del hombre con Dios consiste en algo más. Intentemos ver lo que era. En primer lugar, debemos tener en cuenta que en el primer capítulo del Génesis, la creación del hombre se describe al último, en un lugar de especial énfasis, y que explícitamente dice que el hombre ha de tener dominio sobre el resto de la creación. Por otra parte, se representa a Dios aconsejándose poéticamente a sí mismo antes de proceder a este acto final de la creación - “Hagamos al hombre” – para enfatizar una vez más su especial importancia. Por lo tanto, al menosen parte, es lo que el autor del Génesis pensaba cuando dijo que el hombre es como Dios. Al igual que Dios, el hombre posee un lugar de supremacía en su propio orden. Así como Dios es supremo sobre todas las cosas, así también el hombre es supremo sobre la creación visible, que se hizo para él. Mediante el mismo simbolismo fue creado totalmente diferente del resto de los animales de la creación, a pesar de que compartan la condición de criaturas. - 15 - Esta misma verdad se revela incluso con mayor fuerza en el segundo capítulo del Génesis, otra historia de la creación en la que se sigue otro orden de acontecimientos, salvo por el esquema de seis días del capítulo uno. El inspirado autor del Génesis combina esta segunda historia de la creación con la primera, ya que introduce la historia de la Caída del hombre en el capítulo tres, al que volveremos más adelante. En esta historia (que inicia en el versículo 4), la creación del hombre se representa como si tuviera lugar antes de la creación de los animales, y casi inmediatamente vemos la razón. En efecto, el autor retrata a todos los animales de la tierra desfilando ante el hombre para que pueda dar nombre a cada uno de ellos. Una vez más, esto significa su dominio sobre la creación y revela, al mismo tiempo y de manera sorprendente, que “no encontró ayuda semejante a él”. Queda claro que el hombre y las bestias son por completo diferentes. Sólo al final Dios le brinda una “ayuda semejante a él cuando crea a la mujer”, hueso de sus huesos y carne de su carne”. Las dos historias de la Creación De este modo vemos por qué esta segunda historia de la creación separó la creación del hombre y la mujer, mientras que la primera historia los había creado al mismo tiempo: “Y Dios creó al hombre a su imagen...los creó hombre y mujer”. (Génesis 1,27). Las creaciones separadas que se describen en una segunda historia, no sólo revelan mejor la naturaleza humana distinta de toda la creación que comparten el hombre y la mujer, sino que el autor también utiliza la historia para ilustrar la verdad de que la institución del matrimonio monógamo y estable se deriva de la propia naturaleza del hombre: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne” (Génesis 2,24). Si nos preguntamos por qué el hombre es semejante a Dios, lo que lo constituye como capaz de participar en el dominio del mundo, no tendremos ninguna dificultad para determinar que se trata de la naturaleza espiritual del hombre, la que tiene en común con Dios, su intelecto y su libre albedrío. Que el hombre, a pesar de que puede ser - 16 - una criatura de carne, es también una criatura pensante y con voluntad, es una verdad evidente que se encuentra prácticamente en todas las páginas de la Biblia. ¿Qué se entiende cuando la Biblia retrata al hombre moldeado por Dios con arcilla del suelo y con el aliento de la vida que le ha soplado Dios en la nariz (Génesis 2:7)? El “aliento de vida” del que habla aquí el texto, significa simplemente la vida misma, la que el hombre comparte en común con el resto de los animales (ver Eclesiastés 3,9). En traducciones más antiguas de la Biblia se puede leer prácticamente en este versículo del Génesis que, como resultado del aliento de vida “el hombre se convirtió en un alma viviente”. Sin embargo, la palabra traducida como “alma” significa nada más y nada menos que “un ser viviente”, por lo que se encuentra en la mayoría de las versiones modernas de la Biblia. La Biblia tiene una forma menos científica que nosotros de analizar la naturaleza del hombre, así como una terminología mucho menos sofisticada. Sin embargo, no estamos falseando su significado cuando utilizamos el lenguaje que nos es familiar para hablar del alma espiritual del hombre, su intelecto y su voluntad. Por supuesto, habrán notado que el lenguaje de esta segunda historia de la creación es también un poco menos sofisticada que la primera historia. Aquí Dios se representa mucho más en lo que los teólogos llaman forma “antropomórfica”, es decir, se le describe con rasgos humanos. En lugar de crear simplemente por el acto de su voluntad, como en la primera historia, aquí Él “moldea” al hombre de arcilla, “sopla” en su nariz, “planta” un jardín, y así sucesivamente. Dios es una persona Desde cierto punto de vista, ésta es una forma más primitiva de hablar sobre Dios. Por otra parte, el autor tuvo un muy buen propósito al emplear estas figuras retóricas. A través de éstas se pone de manifiesto la profunda verdad de que Dios es en realidad una persona, alguien que tiene un interés genuino en el mundo y en el hombre que Él creó, alguien a quien el hombre puede encontrar en la oración y en - 17 - las acciones de su vida cotidiana. Una vez más, podemos decir que en el mundo antiguo, esta concepción de Dios, fuera de la Biblia, era prácticamente desconocida. Tiende a evitarse el lenguaje de este tipo ya que nuestro pensamiento acerca de Dios se vuelve más filosófico o científico. Sabemos - y el hombre bíblico también lo sabía - que no se puede describir adecuadamente la misteriosa realidad del Ser divino que está tan por encima de nosotros. Sin embargo, si vamos a pensar y a hablar de Dios, no importa cuán científico sea nuestro conocimiento, descubrimos que no siempre puede evitarse por completo este lenguaje. Lo hace incomprensible para nosotros en los únicos términos que reconocemos fácilmente, que son los de nuestra propia experiencia humana. Lo que es figurativo acerca de la historia funciona de la misma forma para el hombre que para Dios. La Biblia no nos enseña que el primer hombre fuera realmente moldeado en arcilla y que la primera mujer se haya formado a partir de una costilla del hombre. Como hemos visto, el propósito de la descripción de la creación de la mujer es eminentemente religioso, para insistir en el hecho de que ella comparte con el hombre la misma naturaleza humana; “hecha a su imagen y semejanza”, por así decirlo. Tampoco es que la Biblia se preocupe realmente por la “mecánica” de la creación del hombre. La figura del hombre como extraído de la tierra destaca, por supuesto, su humildad en comparación con Dios. ¡Cuán más maravilloso que el Creador se interesara en alguien de origen tan humilde! No, la Biblia no tiene nada que decir acerca del proceso físico mediante el cual fue creado el hombre, o acerca del tiempo que pudo haber tomado, del mismo modo que no dice nada acerca de las vastas eras durante las que el universo estuvo en formación. Se trata de preguntas que nunca se les habrían ocurrido a los autores inspirados de la Biblia. Les interesan las verdades reveladas sobre Dios y el hombre, así como sus mutuas relaciones sobre las que la ciencia natural no tiene manera de saber. - 18 - El papel de la ciencia La ciencia puede analizar químicamente al hombre y medir su inteligencia comparándola con la de otros animales. Lo puede clasificar de muchas maneras. Pero tampoco puede confirmar o negar el importante hecho que la revelación nos dice acerca del hombre: que fue hecho a imagen y semejanza de Dios, que tiene en él una chispa de lo divino. La verificación de tal hecho está simplemente fuera de la competencia de la ciencia, razón por la que no tiene sentido objetar que la posesión del alma espiritual del hombre “no es científica”. Por supuesto que no es científica, la ciencia no puede medir un alma espiritual, del mismo modo que no puede pesar una idea o diseccionar un pensamiento. Pero no es más anticientífico que antirreligioso clasificar científicamente al hombre como un animal o examinar la estructura física de su cuerpo desde el punto de vista de su composición química. Para el estudio del hombre, ambos enfoques son totalmente legítimos e importantes. El Génesis se insertó en el enfoque no científico para decirnos lo que la ciencia nunca podrá decirnos acerca del hombre.Dentro de lo razonable, la religión no pone obstáculos para que aceptemos lo que la ciencia tiene que decir acerca de la evolución biológica del hombre a partir de una cierta forma de vida inferior. Digo “dentro de lo razonable”, no para sugerir que exista algo irracional acerca de la teoría científica de la evolución como generalmente se propone hoy; de hecho, parece que hay un gran número de razones que nos impulsan a aceptarla. Sólo quiero decir que debemos reconocer las limitaciones de la ciencia. Puede compararse una forma de vida con otra, y encontrar el probable origen de una en otra, únicamente en el ámbito de lo que es posible medir y analizar. No es posible, por ejemplo, pronunciarse sobre el origen del alma humana, la que, de acuerdo a la religión, hace del hombre lo que es. Por lo tanto, a condición de que el punto de vista científico sea aceptado por lo que es y no como un sustituto de lo que solo la revelación nos puede decir, no hay nada censurable en ello. Tanto la - 19 - religión como la filosofía sensata nos convencen de que el alma humana sólo puede provenir directamente de Dios, ya que no existe nada en la vida de los animales capaz de producirla. Pero Dios ciertamente podría haber preparado el cuerpo humano como un espacio adecuado para tal fin mediante un proceso de evolución. Esto no afecta en absoluto el hecho de que Él es el Creador del hombre. Hemos hablado todo el tiempo del “hombre”, es decir, de la humanidad. Pero el Génesis habla de la creación de un hombre, ¿No es así? En otras palabras, de la historia de Adán y Eva. ¿Forma parte también de la enseñanza de la Biblia el hecho de que la humanidad comienza con un hombre y una mujer? Actualmente se oye decir a menudo que la historia bíblica de Adán y Eva es una imagen mítica del origen de la raza humana. Creo que aquí debemos hacer algunas distinciones. Sin duda los autores inspirados de la Biblia pensaron que la humanidad había comenzado a partir de un solo par de primeros padres; está claro que no tenían razón para pensar de otro modo. En realidad, en la primera historia de la creación esto no queda suficientemente claro, ya que se limita a decir: “Dios creó al hombre a su imagen...los creó hombre y mujer”. Así como aquí “el hombre” se refiere a los dos sexos, también podría referirse a toda la raza humana; también se emplea el vocablo para designar a un individuo masculino. Sin embargo, en la segunda historia de la creación, y especialmente en la historia de la Caída del hombre que sigue, queda claro que se cuenta la historia desde el punto de vista de un solo hombre y una sola mujer. Es evidente que el autor no pretende saber sus nombres, es decir, cómo se llamaban uno a otro. “Adán” no es más que el vocablo hebreo de “hombre” y “Eva” deriva de una raíz hebrea que significa “vida”. Sin embargo, decir que los autores bíblicos presuponían que la humanidad comenzó a partir de un solo hombre y una sola mujer, no es lo mismo que decir que es lo que la Biblia enseña. No tenían ningún propósito obvio para hacerlo, y sería difícil demostrar que en efecto, intentaban enseñar tales detalles sobre el origen de la raza humana. No - 20 - obstante, como veremos en un momento, lo que sí nos enseña, es que el pecado y el mal fueron introducidos en el mundo a través del libre albedrío del hombre, en contra de la intención de Dios en su creación. Por otra parte, no sólo en el Génesis, sino también a lo largo de toda la Biblia, se enseña que toda la humanidad se ha visto envuelta en el pecado (ver Génesis 8,21, Romanos 3,9), y que un hombre es responsable por el hecho de que todos los hombres se hayan convertido en pecadores (Romanos 5,12). Esta es la doctrina revelada del “pecado original”. Los teólogos siempre han entendido que esto significa que el pecado fue transmitido de generación en generación, y que por la tanto la revelación supone que todo pecado humano proviene de uno “a través del cual el pecado entró en el mundo”. De este modo, cualquiera que haya sido su inicio en la creación, parece que la raza humana actual tiene al menos un ancestro común. Esta es la conclusión que el Papa Pío XII expone en 1950 a la Iglesia en una carta encíclica. III DIOS CONOCIDO Hemos señalado continuamente que el conocimiento de Dios que llega a través de la revelación es superior a lo que podríamos saber solo mediante la razón. ¿Qué podríamos saber exactamente acerca de Dios únicamente por nosotros mismos? Una vez más, de acuerdo con el testimonio de la historia, debemos distinguir entre lo que el hombre podría averiguar y lo que de hecho sabe. Creo que no resulta demasiado difícil ver la razón de esta distinción. Está bien decir que, bajo circunstancias ideales, ciertos hechos se encuentran dentro de los logros racionales del hombre. Cuando decimos esto, nos limitamos a decir que los hechos no son de una naturaleza tal que sea imposible conocerlos mediante un intelecto creado. Sin embargo, las “circunstancias ideales” presuponen una serie de factores que en la práctica, no siempre se verifican. Por un lado, presuponen que una determinada persona tenga el tiempo y los medios - 21 - para dedicar sin obstáculos su tiempo libre al proceso de pensar en estas verdades. Obviamente, la mayoría de la gente no dispone de este tiempo ni de los medios. Es lamentable, pero cierto, que la sociedad solo puede mantener a un número limitado de filósofos. Por otro lado, las “circunstancias ideales” presuponen que una persona emplee correctamente su razón, sin dejarse llenar de pensamientos ociosos o inútiles, que esté pensando realmente y no permitiendo que lo arrastren sus emocione. Una vez más, es lamentable que esta condición no siempre esté presente. Hay mucha gente equivocada en este mundo, a menudo bien intencionada, pero equivocada. Esto le dará una idea de por qué hablaba del Dios conocido por la razón como del “Dios de los filósofos”. Existe una gran diferencia entre lo que el hombre, como hombre, puede saber, y lo que el hombre, como hombre, realmente sabe. Pero si Dios creó al hombre con la capacidad de conocerlo, ¿por qué para el hombre común y corriente es tan difícil lograrlo? ¡Seguramente Dios fue capaz de crear la mente del hombre para que pueda conocerlo! En primer lugar, cuando ahora tratamos con el hombre y su habilidad para conocer a Dios, tratamos con el hombre caído; le resulta más difícil emplear correctamente su razón de lo que le resultaría si no hubiera existido el pecado original. En segundo lugar, desde el principio, Dios nunca tuvo la intención de que el hombre viviera simplemente en su estado natural, ni tampoco lo dejó ahí. El hombre ha estado y está destinado por Dios a un fin sobrenatural, que no está en contradicción con la razón, sino que va mucho más allá de ella. La razón y la fe No tengo la intención de exagerar las dificultades que enfrenta el hombre para llegar a un conocimiento natural de Dios y de su voluntad moral. Cuando hablo de las dificultades, es para explicar el hecho de que puede haber diferencias de opinión sobre el tema, incluso entre personas de muy buena voluntad. Lo que puede convencer a una persona puede no convencer a otra; lo que puede estar claro para una, puede no estar tan claro para otra. - 22 - Además, son estas dificultades las que explican por qué la religión natural de ciertos hombres, incluso muy brillantes, tan a menudo ha sido inadecuada o incluso ha estado mal orientada. Pero naturalmente, no quiero decir que la razón no nos pueda llevar a ninguna parte en el conocimiento de Dios y de su ley. Puede llevarnos lejos, aunque no lo suficiente. Como creo que ya lo he explicado, puede resultar particularmente valiosa para arrojar luz sobre lo que hemos aprendido a través de la revelación, mostrando cómo se relaciona con todo lo que sabemos mediante la experiencia. Al señalar las lagunas en nuestro conocimiento que solo la revelación puedellenar, de alguna forma también nos prepara para el conocimiento revelado. Su mejor valor se ve cuando trabaja en paralelo con la revelación, porque no se oponen entre sí. Tenemos un ejemplo en la idea de que muchos tienen de Dios como Creador. Esto parece ser una creencia tan universal entre las personas de todos los tiempos y lugares que debe ser sin duda el resultado del razonamiento humano. Incidentalmente, este hecho de que hombres aislados unos de otros en tiempo y lugar casi siempre parezcan llegar básicamente a las mismas conclusiones sobre los hechos fundamentales de la vida y la verdad, es probablemente la mejor prueba de todo lo que es la raza humana, del hecho de que el hombre tiene una naturaleza común que lo diferencia del resto de la creación. La ciencia es una con la revelación, por supuesto, al aceptar que los hombres son hombres, cualquiera que sea la diferencia en el color de su piel o en otras de sus características físicas o culturales. Sí, podemos hablar de un “Dios de los filósofos”, pero con una precisión aún mayor debemos hablar de un “ateísmo de los filósofos”. Con esto quiero decir que el ateísmo no es algo natural en el hombre. Era simplemente inaudito en el mundo antiguo. No es necesario decir que no estoy de acuerdo en que el ateísmo es una actitud adoptada por los hombres razonables o reflexivos, en nuestros días o en otra época. - 23 - Conocer a Dios a través de la razón Es mucho más probable que sea la actitud que adopte la mitad de la gente con poca educación o autodidacta, que demasiado a menudo es lo mismo, es la actitud de alguien que ha tropezado con algunos hechos que le son nuevos y que por lo tanto imagina que deben ser nuevos para todos, hechos que crean problemas que su mente no puede resolver y por tanto concluye que no tienen solución. La gran mayoría de la humanidad, desde los albores de la historia humana hasta nuestros días, en cualquier parte del mundo en que haya estado o pueda encontrarse, siempre ha considerado más razonable creer en Dios que intentar dar explicaciones sobre sí misma y sobre el mundo que lo rodea sin Dios. Aunque no siempre ha sacado las mejores conclusiones o las más consistentes de este hecho, el hecho mismo sigue siendo la prueba de que es un rasgo humano, según nos lo enseña la historia, de que al menos en las cosas realmente importantes, la mayoría de la gente tiene más tendencia a tener razón que a estar equivocada. En el orden político, el desarrollo de la idea de la democracia se basa en esta experiencia. Los hombres pueden cometer muchos errores, y puede demostrarse que lo hacen, pero la mente del hombre existe para llegar a la verdad, y en un asunto como éste es más fácil aceptar que la gran mayoría ha visto la verdad que concluir que la han visto solo unos pocos que disienten de la mayoría. Si hay una cosa que hacemos por instinto y que también nos enseñan nuestras primeras experiencias, es preguntar el “porqué” de las cosas. Nos negamos a creer que las cosas puedan sencillamente suceder, sabemos que para todo efecto debe haber alguna causa. Toda la ciencia, por supuesto, se basa en este principio. La música que escucho es un arreglo de sonidos agradables unidos por alguna mente inteligente; los libros que leo se componen de palabras acomodadas por alguien que tenía algo que deseaba decir. Nadie sería capaz de convencerme de que una gran sinfonía coral de Beethoven se realizó por casualidad cuando un grupo de músicos se sentó y empezó a tocar al azar. Nadie sería capaz - 24 - de convencerlo de que estas páginas que está leyendo son el resultado de alguien que agitó una caja llena de caracteres solo para ver cómo quedarían las letras. Debe existir una primera causa No solo todo efecto tiene una causa, sino que también debe haber una causa que sea suficiente para explicarla. Nuestra razón nos lo dice. Se trata solo de una conclusión elemental de la razón humana, por lo tanto, cuando insistimos en que este gran universo en el que vivimos y del cual formamos parte, también debe haber sido causado por alguien. Algunos han aceptado que todo debe tener una causa. Sin embargo, han señalado que las causas y efectos de la naturaleza son “incorporados”, por así decirlo. Por ejemplo, los animales respiran oxígeno y exhalan dióxido de carbono. El dióxido de carbono, a su vez, es absorbido por la vida vegetal, la que despide oxígeno. Así pues, existe un continuo ciclo que se explica a sí mismo. No hay necesidad de que Dios esté continuamente creando oxígeno para que respiremos. Sí, pero, ¿quién inició el ciclo la primera vez? Lo que se describe puede reproducirlo cualquiera de nosotros a escala limitada. Por ejemplo, cualquier persona que tenga peces de colores en un acuario sabe que, o bien tiene que cambiar continuamente el agua del tanque a medida que los peces consuman el oxígeno, o puede “incorporar” el suministro de oxígeno colocando plantas en el tanque. Pero debe colocar las plantas: no se crean de la nada solo porque son necesarias. El ciclo del carbono y del oxígeno es un efecto en sí mismo que exige una causa suficiente para explicarlo. Cuanto más nos dice la ciencia acerca de los maravillosos mecanismos de la naturaleza, más se demuestra la necesidad de una explicación de todo. Vivimos en una época en la que la tecnología humana ha alcanzado proporciones asombrosas. Nosotros - es decir, aquellos de nosotros que somos expertos en estas cosas - podemos armar un cohete capaz de volar a la Luna y caer en un área predeterminada en un plazo determinado casi a una fracción de segundo. Podemos oprimir - 25 - el botón de una computadora y en pocos segundos tener la respuesta a una pregunta matemática que podría haber mantenido a una serie de matemáticos ocupados por el resto de su vida. Pero obviamente, sería una persona con mentalidad muy simple si pensara que el cohete y la computadora se explican debido a su causalidad “incorporada”. Alguien debió calcular la trayectoria del cohete y en qué momento debía despegar en relación con la posición de la tierra y la luna en un momento dado. La computadora debió ser construida y “programada” por matemáticos expertos que la utilizan simplemente como una herramienta, una extensión de sus propias mentes y facultades físicas. Y sin embargo estos inventos humanos, por complicados que sean, nunca podrán acercarse a la complejidad de una sola célula de la vida vegetal o animal, la vida que vemos continuamente a nuestro alrededor. No, no se explica el universo señalando simplemente cuán intrincado es su buen orden; más bien, lo hacemos de la forma más difícil de explicar. No se explica simplemente buscando un efecto a través de la serie de causas; por el contrario, si debe tener algún sentido, solo estamos posponiendo lo que debe ser su explicación última. En otras palabras, no importa cuán atrás vayamos para explicar una cosa por otra, finalmente debemos llegar a alguna causa, que no fue causada por ninguna otra cosa. Es lo que nuestra mente nos dice si llevamos nuestro argumento lo suficientemente lejos. Para agregar la causa de la causa, incluso si tuviéramos la capacidad de contarlas una por una, sencillamente nos llevaría a través de tantos miles y millones de años que su número aturdiría nuestra imaginación. Pero ahí, al principio de todo, deberíamos seguir haciéndonos la pregunta: ¿”Qué lo inició todo”? O más bien, “¿quién lo desencadenó todo?”, ya que todo este increíble y complejo orden apunta a una inteligencia con un propósito y una concepción, igual que la computadora apunta hacia el ser inteligente que la diseñó. A este Principio, esta Causa No Causada que sola puede resolver el enigma de la existencia, a este Ser Supremo y la Inteligencia que lo concibió y lo diseñó, le llamamos Dios. Este es el “Dios de los - 26 - filósofos”. Como dije antes, a partir de esta forma de razonamiento aislada, no hemos podido saber grancosa acerca de Dios. Podemos razonar acerca de su existencia, su autosuficiencia, poder e inteligencia. Podríamos suponer algo acerca de sus propósitos en la creación. Pero, cuanto más lejos llevemos nuestras conclusiones de lo único que la razón nos dice que es absolutamente cierto, también podríamos razonar de manera equivocada. Por lo tanto, para conocer a Dios de manera adecuada, y conocernos a nosotros mismos de manera adecuada en relación con Dios, Él debe entrar en nuestro mundo y dársenos a nosotros. Así, el conocimiento de Dios que tenemos a través de la revelación, del cual ya hemos hablado, no está en contradicción con el conocimiento que podemos tener mediante la razón, pero ciertamente va mucho más allá de ella. Pero, ¿por qué motivos aceptaríamos este conocimiento revelado? Si va más allá del conocimiento natural, aún así debe ser razonable, ¿no? Debe ser razonable aunque no llegamos a él mediante la razón. Puesto que el hombre es un ser racional, todo lo que haga, incluyendo la aceptación de la revelación, debe ser un acto razonable si está actuando de acuerdo a la naturaleza que Dios le dio. IV LA RAZÓN Y LA REVELACIÓN La aceptación de la revelación es un acto de fe. Es decir, es una aceptación de verdades no necesariamente porque nosotros mismos veamos o conozcamos la evidencia de estas verdades, sino porque aceptamos la veracidad del único que hace que se conozcan las verdades. Toda nuestra vida se basa en la fe, la fe natural, totalmente aparte de cualquier cuestión de fe sobrenatural en Dios. Cuando subo a un avión para viajar de un lugar a otro, estoy haciendo un acto de fe en un gran número de personas. Estoy profesando mi fe en la capacidad del piloto, en la estructura de la aeronave, en todas las leyes físicas (que confieso - 27 - que no comprendo) que permiten que algo que pesa tantas toneladas se deslice con seguridad a través del aire. Por supuesto que no es una fe ciega, porque tengo bases razonables para todas estas suposiciones. Sin embargo, es fe, porque no puedo comprobar ni verificar por mí mismo en cada caso las evidencias de la forma en que puedo comprobar que dos y dos son cuatro. Del mismo modo, no lo sé, pero creo que en Arabia Saudita hay una ciudad llamada La Mecca, un lugar en el que nunca he estado o es posible que nunca vaya. Lo creo porque puedo encontrarla en el atlas, puedo leer lo que escriben las personas que han estado ahí, e incluso ver las fotografías que dicen que tomaron de la ciudad. Debo aceptar la palabra de las personas que hicieron los atlas e imprimieron las fotografías. Una vez más, se trata de una fe razonable - no sería razonable no tener esta fe - pero sigue siendo la fe. La fe es razonable Al aceptar la revelación creo por palabra de Dios no sólo en verdades que no conoceré personalmente, sino también en las verdades que nunca podré averiguar por mí mismo. Esta fe también debe ser razonable. Es decir, debo tener una razón para mi creencia de que Dios, el Creador y Autor de la verdad, se ha revelado. Debo tener una razón para aceptar como revelación de Dios las enseñanzas bíblicas de las que hablaba antes. El simple hecho de que estén en la Biblia no prueba que sean verdad para alguien que no acepte la Biblia como la palabra de Dios. Como católico, creo que la Biblia contiene la palabra de Dios porque es la enseñanza de la Iglesia y acepto a la Iglesia como la continuidad en este mundo de la palabra de Jesucristo, la última y más completa revelación de Dios como hombre. Debo tener razones para esta fe. Otros folletos hablan de estas razones cuando se debate acerca de la Persona de Jesús y de la Iglesia que fundó. Quiero destacar que no sólo los cristianos están obligados a tener una fe razonable. Como mencioné antes, si debemos vivir en este - 28 - mundo, es indispensable algún tipo de fe. Algunos de nuestros actos de fe son razonables y algunos no lo son; quién de nosotros no ha descubierto en un momento determinado que ha creído en algo incorrecto o en la persona equivocada y, ¿con qué frecuencia no nos hemos reprochado el habernos confiado tontamente? En cuanto al compromiso más fundamental de todos los que pueda tenerse, la fe a la que uno dedica la vida y por la que se vive, es obviamente por la que se debe actuar de manera razonable por encima de todo. Aquí, no se trata de fe o de falta de fe, se trata más bien de una cuestión de qué fe. El llamado no creyente en realidad tiene su propia fe, aunque no sea una fe en el Dios cristiano. Creo que mi fe en el Dios cristiano es razonable, y por otro lado me parece que muchas fes no cristianas son totalmente irracionales y contrarias a toda evidencia histórica. Hay quienes, por ejemplo, me dicen que si el hombre fuera abandonado a sí mismo y no se le molestara con pensamientos de Dios y de la religión, si se le diera un buen gobierno y suficiente alimento, forjaría una utopía en la tierra en la que florecerían la justicia y todas las demás virtudes. A la luz de la historia de la humanidad, una creencia de este tipo realmente requiere de la fe que mueve montañas. El significado del sufrimiento Para que la fe sea razonable, debe brindarme una interpretación razonable de la vida. La naturaleza sola no puede hacerlo. Para ilustrar lo que quiero decir, me gustaría citar un fragmento de un libro que aborda un aspecto de la revelación divina. La cita es de Robert Hugh Benson en Christ in the Church, en la que el autor aborda un problema que turba con frecuencia a la gente dentro y fuera de la Iglesia, el del sufrimiento y su significado: “El conjunto de la naturaleza existe sobre la base del principio del sufrimiento vicario y el rechazo del cristianismo debido a la doctrina de la expiación es un rechazo de la propia Naturaleza por lo mismo. Renegar del Cristianismo en arrogante repudio de la ‘injusticia’ de los - 29 - dogmas del Dolor que éste predica, y buscar la paz y la tranquilidad en el canto de los pájaros y el florecimiento de las flores es, casi literalmente, saltar de la cacerola al fuego. Porque en todo caso, la cacerola representa un intento de utilizar el fuego de manera inteligente, y el fuego, si no se usa, es sinónimo de destrucción. El Cristianismo por lo menos sugiere un intento de enfrentar los hechos y de esforzarse por interpretarlos; la Naturaleza ofrece los hechos mismos sin ningún tipo de interpretación. El alcaudón crucifica su alimento vivo; las flores florecen en la corrupción; los petirrojos matan a sus padres; toda la vida llega con dolores de parto y sólo existe en términos de la muerte. El hombre se alimenta de animales, los animales de plantas y las plantas de minerales. Nos guste o no, son hechos. Y en última instancia, el Cristianismo nos anima a hacerles frente, y decir que mediante la destrucción los minerales pasan a la vida de las plantas; las plantas a los animales, los animales a los humanos. El Cristianismo va aún más allá y completa el ciclo dándonos razón para creer que el hombre, mediante el sufrimiento, se eleva y asciende incluso a ser “partícipe de la Naturaleza Divina”, de la que todo procede. Entonces, si estos hechos son contrarios a nuestra idea de justicia, es mejor corregir nuestras ideas de justicia, porque son sencillamente falsas para la vida, ya sea la de la religión o la de la naturaleza”. La Ley natural ¿Se encuentra también en la Ley moral esta relación entre la razón y la revelación? La mayoría de la gente está de acuerdo en la existencia de una ley natural, aunque la llame de diferentes formas y en ocasiones llegue a conclusiones diferentes sobre la misma. La ley natural no significa nada más ni nada menos que el hombre es capaz de reconocer que algunas cosas están bien y que algunas otras están mal, sin importar lo que otros puedan decir al respecto, sin importar lo que las leyes humanas puedan hacer de ellas. Como tal, la ley natural es la base de la conciencia delhombre: su juicio moral de que está actuando correctamente. Es, de hecho, la base de nuestras leyes sociales. Citando a Blackstone, el gran jurista que formuló la jurisprudencia de la tradición anglosajona, la ley natural es “el vínculo de todo el mundo en - 30 - todos los países, y en todo momento”, y por lo tanto, “no hay leyes humanas válidas que lo contradigan”. La ley natural es la ley de la naturaleza del hombre, es decir, de su razón. Una planta no toma la decisión de crecer en un lugar o en otro o de tal manera; crece de acuerdo con las leyes de la naturaleza que le han sido impuestas. También un animal actúa de acuerdo a su naturaleza cuando sigue sus instintos para alimentarse y reproducirse entre otras cosas. Sólo el hombre tiene razones que lo guían y la libertad para decidir si va a actuar de manera razonable o no. Cuando actúa de manera razonable, está siguiendo la ley de su propia naturaleza, la ley natural. Sabe, por ejemplo, que está mal cometer un asesinato, porque la razón le dice que este acto viola el derecho de otro ser racional para gobernar su vida mediante la razón y el libre albedrío que reconoce en sí mismo. Sabe que es malo robar la propiedad de otro, porque la razón le dice que únicamente mediante el respeto a la posesión imperturbable de sus bienes, puede haber una sociedad estable. Sabe que el adulterio está mal porque ataca el bienestar de la familia, que es la unidad básica de la sociedad. Mentir es malo, ya que abusa de la facultad atribuida para la comunicación humana, que se convertiría en un imposible a menos que tuviéramos el derecho de suponer que nuestros semejantes nos están diciendo la verdad. Y así sucesivamente. Las conclusiones como éstas son la base de las leyes por las que se rige el hombre en todas las sociedades y en todo momento en la historia. La razón también es capaz de distinguir entre estas leyes, de decir qué es más importante en un caso determinado o qué tiene prioridad: una persona puede haber perdido su derecho a la vida, por ejemplo, si está tratando de privar a otro de su vida o está actuando para destruir a la sociedad. La razón, por el mismo principio que determina que una cosa es buena o mala, también puede determinar el grado en que es correcto e incorrecto. Obviamente, algunos actos son más contrarios que otros a la naturaleza racional del hombre. Este reconocimiento de lo que es justo y razonable, lo que está de acuerdo con la naturaleza del hombre, es en sí mismo otro - 31 - reconocimiento de la existencia de Dios. Admitimos un orden moral, porque vemos que el hombre y el mundo en el que vive existen para algún orden y propósito. Por lo tanto, no son solo su propia explicación, sino que han recibido una guía de su Creador. Es la razón por la que cuando alguien se quita la vida, actúa en contra de su naturaleza, porque esa vida no puede utilizarla de ninguna forma contraria al propósito para el que se le otorgó. La mayoría de las cosas mencionadas, que generalmente se reconocen como algo malo, están prohibidas por las leyes de la sociedad civilizada. La Ley humana En cuanto a las afirmaciones básicas de la naturaleza del hombre sobre su vida moral, entre la gente existe un acuerdo general que afirma que se han convertido en las leyes de todos los pueblos. La sociedad organizada define como crímenes las violaciones a estos principios, actos que castiga la sociedad como tal. Al menos, determinará estos actos como delitos bajo determinadas circunstancias. No tomará en cuenta una mentira “privada” de un individuo a otro, pero castigará el falso testimonio, es decir, una mentira de alguien que se ha colocado públicamente en posición de decir la verdad. Tal acto es antisocial y por lo tanto, es malo. Incluso si los gobiernos y otras autoridades públicas no hubieran promulgado leyes humanas, incluso si un hombre se encontrara aislado en un desierto o perdido en una isla remota apartado de todos los demás, aún así estaría atado a la ley de su naturaleza que es la base de las leyes humanas. De hecho, a menudo podemos ver esta verdad ejemplificada en la conducta de aquellos que con frecuencia pueden escapar de las consecuencias de sus crímenes en lo que se refiere al castigo de la sociedad, sin embargo, el remordimiento los impulsa a entregarse al castigo. Está claro que no sucede siempre, porque el remordimiento puede suprimirse del mismo modo que puede actuarse en contra de nuestra naturaleza de muchas otras formas. Sin embargo, ocurre con suficiente frecuencia como para que podamos ver en ello la - 32 - verdad de que el hombre mismo es su propio juez mucho antes de que sea juzgado por nadie más. Esto es lo que llamamos “conciencia”, el juicio moral que aplica el hombre a las acciones que está a punto de realizar o que ya ha realizado, por el que determina si son correctas o incorrectas. La conciencia no es una voz misteriosa o un instinto, es un ejercicio de la naturaleza racional del hombre. La Ley Natural y la Revelación En todo caso, esto pone de relieve el hecho de que la ley natural no es suficiente para dar al hombre una forma de vida en su estado actual. Es buena en la medida de su alcance, pero no llega lo suficientemente lejos. Así como necesitamos que se nos diga un gran número de cosas acerca de Dios que nunca podríamos saber por nosotros mismos, así también necesitamos que la revelación nos diga un gran número de cosas acerca de la voluntad moral de Dios. A la luz de esta revelación, también podemos ver mucho más claramente algunos mandamientos de la ley natural que teóricamente podríamos haber encontrado por nosotros mismos, pero que en la práctica, nunca encontraríamos. Dado que la ley natural es la ley de la naturaleza del hombre, puede comprenderse adecuadamente sólo cuando la naturaleza del hombre se comprende adecuadamente, y para esto necesitamos la luz de la revelación. V EL HOMBRE, TAL COMO ES Las enseñanzas de la revelación sobre el pecado original son la clave de muchos de los enigmas de la existencia humana. Recordemos que vimos que la revelación tenía mucho que decirnos sobre la naturaleza del hombre que en parte, la experiencia humana puede confirmar fácilmente. El hombre fue creado a la “imagen y semejanza” de Dios, distinto del resto de la creación. Dios lo destinó a gobernar el universo visible, a dominarlo y utilizarlo para los buenos propósitos con - 33 - los que Dios creó el mundo. Todo esto está de acuerdo con la naturaleza del hombre, tal como lo conocemos. Pero la segunda historia de la creación (Génesis 2), nos dice ciertas cosas que no concuerdan con el hombre como lo conocemos. Leemos, por ejemplo, que “los dos, el hombre y la mujer, estaban desnudos, pero no se avergonzaban “ (Génesis 2,25). Por obvias razones, no vemos en la desnudez una condición en la que los hombres y las mujeres puedan asociarse habitualmente. Si bien es cierto que la norma de la modestia puede diferir de una generación a otra y de un lugar a otro, y aunque a veces también podamos encontrar exageraciones, como la laxitud, aún así todas las personas razonables están de acuerdo en el hecho de que la modestia en sí misma es una necesidad para que exista una sociedad civilizada. El apetito sexual es uno de los los impulsos humanos más fuertes y su control y ejercicio adecuados son el deber no sólo de los hombres y las mujeres, sino también de la sociedad. La sociedad civilizada siempre ha mostrado que la ropa es una necesidad para el ejercicio de este control. El Árbol de la Vida. Leemos también sobre algunas otras condiciones en las que vivía el hombre y que no son las experiencias que tenemos. Una de ellas está representada por el “árbol de la vida”, que estaba disponible para el hombre en el jardín en el que Dios lo colocó (Génesis 2,9). Incluso aunque no tuviéramos mayor información, sin duda supondríamos que este autor quiso decir que el hombre no estaba sujeto ala muerte, que tenía en sus manos la inmortalidad natural. Sabemos de hecho que el tema de un “árbol de la vida” o “planta de la vida” estaba bastante generalizado en los cuentos populares del mundo en el que vivió el autor del Génesis, al igual que temas similares en leyendas posteriores; recordemos la “fuente de la juventud”, que supuestamente trajo a Ponce de León a Estados Unidos. ¿Pero nos enseña el autor inspirado que el hombre fue creado inmortal? Aquí parece haber dicho algo que realmente contradice nuestra experiencia sobre el hombre. Si hay algo de lo que todos - 34 - estamos bastante seguros, aunque a menudo no nos guste pensar en ello, es de nuestra muerte. El cuerpo del hombre está en un estado de deterioro progresivo y mientras más envejecemos, más conscientes estamos ello. Literalmente, “comenzamos a morir desde que nacemos”. Y, por supuesto, en esta historia Dios también le dice al hombre: “polvo eres y en polvo te convertirás” (Génesis 3,19). Pero éste no es el final de la historia, cuando está a punto de expulsarlo del jardín. Esta historia de un Jardín del Edén, ¿es sólo una forma primitiva del autor para ubicar el principio de la creación en algún lugar de Mesopotamia? No, es más que esto. Es simbólico, es cierto, pero su propósito no era ubicar literalmente ningún lugar en esta tierra. En primer lugar, la “geografía” del pasaje es imposible incluso para los estándares ya desaparecidos de la antigüedad; en Génesis 2,10-14, el autor no está describiendo un lugar en Mesopotamia ni en ninguna otra parte, a pesar de que algunos de los nombres son mesopotámicos. Más bien, recurre a algunos símbolos que entonces eran de uso común para significar que, en primer lugar, al hombre a quien Dios había creado se le habían otorgado desde el principio ciertas prerrogativas por encima de lo que por naturaleza le correspondía y, en segundo lugar, que el hombre perdió estos privilegios debido a su pecado de desobediencia deliberada. El significado del matrimonio ¿Debemos deducir de esto que no habría ni muerte ni sufrimiento, y no se usarían nuestras facultades sexuales, si no hubiera existido el pecado original? Más bien, ¿no pondría esto a la institución del matrimonio en una extraña posición? Las revelaciones no dicen que no habría existido el matrimonio. El matrimonio, como condición natural del hombre, se menciona en la segunda historia de la creación antes de que surja la cuestión del pecado (Génesis 2,23-24), y ya se había mostrado como la bendición de Dios en la primera historia de la creación (Génesis 1,28). El matrimonio no es una consecuencia del pecado, sino de un buen estado de vida que - 35 - Dios quiso, tanto para perpetrar la raza humana, como para el establecimiento de la relación familiar que es un reflejo de la intimidad en la que Él ha deseado vivir con la humanidad. De hecho, es tan bueno que se ha convertido en un sacramento de la Iglesia y San Pablo puede comparar el matrimonio cristiano con la vida común compartida por Cristo y su Iglesia (Efesios 5:30-32). Lo que no habría tenido lugar sin el pecado original es el abuso o mal uso, no sólo del apetito sexual, sino también de otros deseos de nuestra naturaleza que, aunque buenos en sí mismos, si se permiten y no se controlan mediante la razón, pueden llevar a conducirnos como seres humanos peores que animales. La embriaguez, la gula y la avaricia, entre otros, son también los resultados de ceder a lo que llamamos nuestra concupiscencia. Los trastornos de este tipo, así como la muerte, los dolores y los sufrimientos físicos que la acompañan, son lo que el pecado introdujo al mundo. También presuponen que para el hombre no es tan fácil usar su razón y ejercer adecuadamente su libre albedrío, como hubiera sido el caso de no haber existido el pecado original. Después de todo, el pecado no es sólo la violación de alguna regla arbitraria que no tiene nada que ver con el carácter del hombre. No puede cometerse pecado sin violentar la propia naturaleza, alejándola de su curso adecuado y enviándola por caminos secundarios. Para nuestro pesar, sabemos esto cuando pecamos. Lo que hoy es cierto del pecado, lo era también entonces. El hombre pecó, y como resultado, el hombre es diferente de lo que era. Sigue siendo hombre en todos sus elementos esenciales, tanto la revelación como la razón nos lo dicen. Sin embargo, ha perdido los dones que Dios, en su bondad, le otorgó a su naturaleza. Cómo le habría ido al hombre de no haber existido el pecado original, no podemos saberlo detalladamente. Sin embargo, tenemos mucha más información acerca del don de la gracia, del don de la amistad íntima de Dios del que hablaba antes. Porque es un don que el hombre, a través de la misericordia de Dios, puede recibir y recibe - 36 - nuevamente, un regalo que Él ha hecho posible gracias a la obra de la redención o la reconciliación del hombre con Dios. El destino del hombre Este destino sobrenatural en sí mismo es Dios, no sólo como la meta de la existencia natural del hombre, sino como Él es en sí mismo. Lo que esto significa plenamente, incluso ahora no podemos saberlo, ya que se encuentra fuera del alcance de la experiencia y la comprensión del hombre. “Lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman” (1 Corintios 2,9). VI LA AMISTAD DE DIOS: PERDIDA Y RESTAURADA Este don de la gracia es el de la amistad de Dios a la que, como he dicho antes, el hombre como criatura no tiene derecho a aspirar. Es un don que nos hace hijos de Dios (ver Juan 1,12), lo que obviamente no somos, como simples criaturas, así como no puedo llamar hijo a algo que he hecho con las manos. Porque Dios no puede ni amar lo que es malo ni tener como hijo lo que es ajeno a Él, se habla del don de la gracia como gracia “santificadora”, es decir, un don que nos constituye en santos, dignos de la amistad de Dios. La historia del Génesis nos lo dice mediante la descripción de la amistad y la intimidad que existe entre Dios y el hombre antes del pecado original; como recordarán, es después de este pecado, cuando “el hombre y su mujer se esconden del Señor Dios” ( Génesis 3,8). El Nuevo Testamento nos habla mucho más sobre la naturaleza de la gracia, que los hombres han restaurado - a aquellos que están dispuestos a recibirla — a través de Jesucristo. “Por un solo hombre entró el pecado al mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron...Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos. Por - 37 - consiguiente, así como la falta de uno solo causó la condenación de todos, también el acto de justicia de uno solo producirá para todos los hombres la justificación que conduce a la Vida. 19 Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos” (Romanos 5,12, 15, 18-19). El pecado original El mayor resultado y el más desastroso del pecado original, fue la pérdida de esta gracia, que tanto le costó a nuestro Señor Jesús restaurar para el hombre. ¿Cuál fue la naturaleza del pecado original del hombre? La Biblia dice que Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y el mal, lo que Dios les había prohibido hacer. ¿Fue sólo la violación de una orden arbitraria? Sin duda podemos estar seguros de que no fue sólo la violación de una prohibición arbitraria, aunque esto sea todo de lo que podamos estar seguros. No sabemos cuál fue la naturaleza exacta del pecado original del hombre, y es casi seguro que el escritor inspirado del Génesis no sabía más que nosotros al respecto. Es evidente que fue un pecado de orgullo y desobediencia.Naturalmente, el “árbol del conocimiento del bien y del mal” equivale al “árbol de la vida”. Para el hombre bíblico, “conocimiento” significa preeminentemente el conocimiento de la experiencia: cuando el autor continúa diciendo, “El hombre se unió a Eva, su mujer” (Génesis 4,1), se refiere a la experiencia sexual. Por lo tanto aquí, comer del árbol del conocimiento del bien y del mal indica una experiencia del bien y del mal, es decir, experimentar el orden moral del bien y del mal haciendo algo dentro de ese orden, lo que en las circunstancias que sabemos es algo malo. ¿Qué era? El texto no lo especifica. Sin embargo, cuando nuestros primeros padres lo vieron, “el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento” (Génesis 3,6). Es siempre el camino de la tentación. El - 38 - pecado nos parece tan atractivo aquí y ahora, que podemos olvidar lo que pueden ser sus terribles consecuencias; preferimos lo bueno que tenemos en las manos, a lo único bueno que, como sabemos, finalmente importa. Las palabras del tentador en esta historia es también objeto de un estudio de la psicología de la tentación. Primero distorsiona el mandato divino: “Dios dijo, ‘no coman de él ni lo toquen’ (Génesis 3,1). Entonces niega su validez: “Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal” (3,5). La naturaleza del pecado “Serán como Dios”. En cierto sentido esto describe lo que el pecador trata de hacer al cometer cualquier pecado. El hombre ya había sido creado como Dios de la forma en que Dios lo había destinado a ser, y había sido admitido en amistad con Dios. Pero ahora, por su cuenta, como dueño de su propio destino, debe ser como Dios, como quería ser, es decir, independiente de Dios, un dios para sí mismo. Como quiera que sea, el acto se realizó, y desde entonces la humanidad nunca ha sido igual. “Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. El hombre y su mujer se escondieron del Señor Dios” (3, 7-8). Ahora empezamos a comprender lo que significan los castigos que se representan mediante Dios visitando al hombre como consecuencia del pecado. Poco antes dije, “el pecado no puede cometerse sin violentar su propia naturaleza”. El dolor y el sufrimiento que siguen en la historia de la humanidad, no son realmente un acto de venganza divina. Son más bien los males que el hombre ha creado para sí mismo. También podría agregar que mientras el hecho del pecado original se nos dio a conocer a través de la revelación, y mientras muchas de sus circunstancias siguen siendo necesariamente un misterio para nosotros, a pesar de todo, corresponde en gran parte a mucho de lo que la historia y la experiencia nos enseñan acerca del hombre. - 39 - El hombre es un enigma El hombre siempre ha sido un enigma para los filósofos que lo han estudiado. Es una criatura que puede, literalmente, escalar las alturas más sublimes y casi de inmediato, hundirse en las profundidades más bajas. Es capaz de crear gran poesía, música y arte, es capaz de logros científicos que denotan una mente sutil y profunda, de actos desinteresados que lo ennoblecen mientras ennoblece a otros. También es capaz de la máxima degradación, de los actos más viles que cualquier bestia pudiera realizar, de la completa degeneración del alma. Algunos observadores del hombre han mostrado gran optimismo respecto a sus perspectivas: han depositado su confianza en el hombre, sólo para ver su confianza traicionada una y otra vez y todas sus ilusiones destrozadas. Otros han estado igualmente equivocados al adoptar una actitud totalmente pesimista, una falta total de esperanza sobre la existencia de cualquier bien en la humanidad, que obviamente, ha sido contradicha por muchos factores de la historia humana. Gilbert K. Chesterton, un gran convertido a la fe católica, escribió que fue cuando escuchó por primera vez la doctrina del pecado original, cuando todos los hechos aparentemente incongruentes que sabía sobre el hombre, comenzaron a acomodarse como piezas de un rompecabezas chino. Esto explica tanto lo bueno como lo malo en el hombre: creado bueno y destinado a un gran propósito que él mismo interrumpió; frustrado en sus mejores aspiraciones; capaz de perderlo todo en el camino o de crear su regreso a las estrellas. Aún quedan muchas preguntas. Una de ellas, aunque tal vez no sea demasiado importante, se refiere a la figura de la serpiente en la historia de la Caída del hombre. ¿Quién se supone que es? Seguramente el autor bíblico no tenía la intención de decirnos que hubo un tiempo en el que las serpientes caminaban y hablaban. En esta historia la serpiente parece ser mucho más lista que el hombre y la mujer con quienes trata. Sin embargo, en la historia del Génesis la única criatura inteligente de que se habla, es del hombre. - 40 - Sin duda el autor del Génesis intentó personificar el poder del mal por medio de la figura de la serpiente, que representa sistemáticamente como un ser sumamente inteligente. Mucho más tarde, otro escritor inspirado pondría la misma enseñanza en un lenguaje que nos es más familiar: “Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla” (Sabiduría 2, 23-24). Así también, en el Nuevo Testamento: “El hombre que peca procede del demonio, porque el demonio es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del demonio” (1 Juan 3,8). ¿Existen los ángeles? La historia del Génesis no se extiende sobre la creación o la existencia de los ángeles, ya que sólo le preocupa la creación visible que forma parte del hombre y que ha sido colocada bajo su dominio. Más aún, el Antiguo Testamento tuvo conocimiento poco a poco sobre la existencia de un orden angelical, a medida que Dios consideró adecuado revelar este conocimiento. Sin embargo, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, no dejan duda alguna de la existencia de los ángeles, y también se da alguna información acerca de lo que hacen. La palabra “ángel”, originalmente significa “mensajero”, y es así como se les suele representar en las Escrituras, como mensajeros o ministros mediante los que Dios gobierna el universo y a veces lidia con el hombre. Los Salmos le dicen al hombre que confía en Dios: “Porque él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos” (Salmo 91,11). Estos textos son la base de nuestra creencia en los ángeles de la guarda. A pesar de que nosotros - y la Biblia - por lo general describimos a los ángeles con forma humana, sabemos que los ángeles son lo que llamamos “espíritus puros”, es decir, solo espíritus, sin cuerpo, del mismo modo que Dios es puramente espiritual. Con el fin de indicar la diferencia entre ellos y el hombre, el artista suele representarlos con alas o de alguna otra forma extraordinaria, aunque es evidente que no tienen - 41 - alas y tampoco tienen cuerpo. Igual que el hombre, son seres inteligentes, pero a diferencia del hombre, son inteligencias puras. Son por lo tanto, criaturas de Dios, una etapa superior a la del hombre como criatura. También se nos dice que tanto a los ángeles como al hombre, Dios los puso a prueba y algunos de ellos, como el hombre, cayeron. Los ángeles caídos se conocen como demonios. A su líder lo conocemos como el diablo (palabra que significa “atacante”) o por el nombre propio de Satanás (que significa “adversario”); a veces usamos las mismas palabras para designar todo el orden del mal. Porque así como Dios usa a los ángeles como sus agentes en el mundo, los demonios son los ministros del mal, que intentan provocar la frustración de los buenos planes de Dios. “Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado
Compartir