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Electronic copy available at: http://ssrn.com/abstract=1296823 LA PROBLEMÁTICA DE LOS PROGRAMAS TÉCNICOS Y TECNOLÓGICOS EN ADMINISTRACIÓN EN COLOMBIA A LA LUZ DE LOS POSTULADOS DE LA TEORÍA DE CONTINGENCIAS (THE PROBLEMS OF TECHNICAL AND TECHNOLOGICAL PROGRAMS IN MANAGEMENT IN COLOMBIA FROM THE PERSPECTIVE OF THE CONTINGENCY THEORY)* Juan Javier Saavedra Mayorga** Resumen La escuela de Contingencias se basa en el reconocimiento de que un factor importante de supervivencia de las organizaciones es su capacidad para adoptar diverso tipo de configuraciones estructurales en función de los cambios ambientales. Sin desconocer su alta capacidad explicativa, este texto busca mostrar que el carácter pragmático de los aportes de este enfoque, sustentado en el concepto de Adaptación, resulta conveniente cuando se trata de explicar de qué manera las organizaciones cumplen sus objetivos de supervivencia y crecimiento, pero resulta incompleto para explicar la forma en que éstas pueden cumplir su función social. Esta posición se ilustra a partir de un breve análisis sobre el proceso de surgimiento y proliferación de los programas de formación técnica y tecnológica en administración en Colombia. Palabras clave Administración, Escuelas de administración, contingencia, formación técnica y tecnológica Abstract Contingency theory recognizes that an important factor of survival of the organizations is their aptitude to adopt diverse type of structural configurations depending on the environmental changes. This article attempts to show that the pragmatic character of the contributions of this approach, sustained in the concept of Adjustment, is convenient to explain how organizations fulfill their aims of survival and growth, but it is incomplete to explain how they can fulfill their social function. This affirmation is illustrated from an analysis on the process of emergence and proliferation of the technical and technological programs in management in Colombia. Key words Management, management schools, contingency theory, technical and technological education. * Este artículo fue publicado en la Revista estudiantil de ciencias administrativas Su – Gestión. No. 4 Enero- junio 2007. Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia. pp. 41-46. ** Candidato a doctor en Ciencias de Gestión, Université de Caen; diplôme universitaire, Université de Rouen; magíster en administración, Universidad Nacional de Colombia; administrador de empresas, Universidad Nacional de Colombia. Profesor principal de carrera Universidad del Rosario, miembro del Grupo de Investigación en Perdurabilidad Empresarial. Electronic copy available at: http://ssrn.com/abstract=1296823 2 1. Introducción La Escuela de la Contingencia Estructural constituye uno de los más interesantes enfoques teóricos para analizar la forma como se comportan las organizaciones. Surgida en los años sesenta como una derivación de la Escuela de Sistemas, para la cual las organizaciones son sistemas sociales abiertos en constante interdependencia frente al entorno, dicho enfoque constituye un paso importante en el intento de construir una teoría de la organización que considere la influencia de los factores ambientales en la estructuración de las actividades al interior de las organizaciones. Diversos estudios empíricos han demostrado la validez de los planteamientos de la escuela de contingencias, en el sentido de que no existe una forma de administrar que sea la mejor en toda circunstancia y que, por el contrario, la eficacia de los esquemas administrativos está determinada en gran medida por su grado de adecuación frente a las variables y exigencias ambientales (Pfeffer, 1982). De hecho, las investigaciones de esta escuela han demostrado que un factor importante de supervivencia de las organizaciones se encuentra en su capacidad para adoptar diverso tipo de configuraciones estructurales, en concordancia con el principio de equifinalidad propio del enfoque sistémico y en contra del supuesto del one best way de la escuela clásica. No obstante su evidente éxito en la explicación de los comportamientos organizacionales, el propósito del presente ensayo es mostrar que este enfoque pragmático, sustentado en el concepto de Adaptación, resulta conveniente cuando se trata de explicar de qué manera las organizaciones cumplen sus objetivos de supervivencia y crecimiento, pero resulta incompleto para explicar la forma en que éstas pueden cumplir su función social. Para ilustrar esta posición se analizará el caso del sector de la educación superior en Colombia, y en particular el proceso de surgimiento y proliferación de los programas de formación técnica y tecnológica en administración, procurando demostrar que el enfoque de adaptación permite entender la sobrevivencia de las instituciones que ofrecen este tipo de programas, pero deben incluírsele elementos adicionales si se quiere evaluar el grado de cumplimiento de su tarea de formación de ciudadanos y profesionales, esto es, el cumplimiento de su función social. 2. El Enfoque de la Contingencia Estructural y el Concepto de Adaptación El objetivo fundamental del enfoque de contingencias es comprender las relaciones entre subsistemas organizacionales, así como entre la organización y su entorno; enfatiza en la naturaleza variada de las organizaciones y trata de entender cómo operan bajo condiciones variables y en circunstancias específicas (Kast & Rosenzweig, 1985). Dentro de las variables contextuales (independientes), los autores de este enfoque han estudiado principalmente el tamaño, la tecnología y la naturaleza del medio ambiente; dentro de las variables dependientes, se han centrado en el tamaño del componente administrativo, el grado de centralización y formalización de la estructura y el grado de diferenciación (Pfeffer, 1982): Joan Woodward y Charles Perrow estudiaron la influencia de la tecnología en la estructura organizacional; Burns & Stalker y Lawrence & Lorsch (1975), la relación entre esta última y las condiciones del entorno; Chandler (1962) se concentró en la relación de causalidad entre estrategia y estructura, en tanto Child se enfocó en la influencia del tamaño de la organización sobre los mecanismos de control. Electronic copy available at: http://ssrn.com/abstract=1296823 3 Una mirada transversal a los objetos de investigación antes citados nos muestra que estos no son exhaustivos: podría ampliarse la estructura de análisis estudiando el papel de variables ambientales específicas tales como las estructuras políticas, jurídicas y económicas; el grado de regulación de los mercados; la importancia que se le concede en cada mercado a las demandas de los consumidores o usuarios; la intensidad de la competencia, etc. Sin embargo, más allá de todos estos diferentes matices teóricos, lo que me interesa señalar aquí es la utilización, común a todos los estudios de la escuela, de dos conceptos complementarios: el de perdurabilidad y el de eficiencia. El problema básico de estudio de esta escuela es el de qué tipos de estructuras procurarán un mayor rendimiento en determinadas circunstancias con el propósito de garantizar la perdurabilidad de la organización en el tiempo, esto es, su capacidad de mantenerse y crecer en condiciones diferentes a las de origen. El supuesto de base es que ello es posible cuando están preparadas para desplazar sus fines, sustituir recursos y cambiar sus estructuras a través del tiempo (Etkin, 1984). En segundo lugar, la escuela utiliza, ya no en el campo de los fines sino de los medios, el concepto de Adaptación para explicar las relaciones entre la organización y su ambiente. En todos los estudios referenciados se asume una perspectiva de causalidad lineal: la organización responde a las modificaciones ambientales, y la eficiencia de la acción organizacional es entonces una funcióndel grado de coherencia (o concordancia1) que se establezca entre las variables dependientes y los cambios en el ambiente (variable independiente). En el lenguaje del pensamiento complejo, diríamos que esta escuela enfatiza en los conceptos de extero-regulación o eco-organización, entendidos como la capacidad de una organización para estructurarse a partir de sus relaciones con el entorno2. La posición de la organización es reactiva: su acción es una respuesta a necesidades y constricciones externas. En consecuencia, si el objetivo último de la gestión es lograr la supervivencia de las organizaciones, no cabe duda que la adaptación, la sintonía frente al entorno, es un buen medio para lograrlo. No obstante, cabe aquí una pregunta esencial: ¿Qué sucede con aquéllas organizaciones cuyo objetivo principal no es solo el de la sobrevivencia, sino que están llamadas a ejercer una determinada acción, una transformación en el medio en el que operan? ¿Es el de la adaptación un enfoque apropiado para evaluar el grado de alcance de este objetivo último? Nuestra respuesta es negativa: ante este problema fundamental, la explicación parcial y unidireccional del enfoque de contingencias resulta insuficiente. Permítasenos ilustrar nuestro punto de vista mediante un ejemplo referido a la problemática de los programas técnicos y tecnológicos en administración en Colombia. 1 “La hipótesis de la concordancia [común a los trabajos del enfoque de contingencias] establece que las organizaciones que tienen estructuras más a tono con los requerimientos de contexto son más eficientes que aquéllas que no las tienen” (Pfeffer, 1982, p.166) 2 La conocida frase de A. Chandler, “la estructura sigue a la estrategia”, ilustra claramente el supuesto de unidireccionalidad en las relaciones causa-efecto propio de este enfoque. 4 3. La Problemática de los Programas Técnicos y Tecnológicos en Administración en Colombia Los primeros programas profesionales en administración de empresas surgen en Colombia en la década de 1950, época en que se conjugaron dos fenómenos complementarios: la adopción de un modelo de industrialización basado en la sustitución de importaciones de bienes intermedios por la producción local, y un acelerado proceso de población de los centros urbanos. Las nuevas empresas empezaron a demandar profesionales en diversas áreas, incluyendo la administración, lo cual llevó al surgimiento de las primeras escuelas de formación de administradores. A partir de los años 60 el número de programas profesionales en administración se multiplica: Mientras el promedio anual de médicos ascendió entre 1960 y 1974 en un 20% y el de abogados en un 130%, el de administradores aumentó en un 4200%. Su tasa de crecimiento superó en 21 veces a la tasa de crecimiento de los egresados de todo el sistema universitario en el país (Kliksberg, 1983). Paralelamente al crecimiento de los programas profesionales, surgieron las carreras cortas en Administración. Como respuesta a la escasez de oportunidades en educación superior durante los años 60 y 70, se creó una gran cantidad de instituciones distintas a la universidad tradicional, que ofrecían programas cortos orientados a la formación para el trabajo, y que ya en 1983 constituían el 69% de las instituciones de educación superior y comprendían el 29% de la matrícula total en Colombia (Gómez, 2002). En 1980 el gobierno nacional expidió un decreto-ley que reglamentaba este nuevo tipo de educación, estableciendo 3 modalidades distintas en la educación superior: profesional (los programas tradicionales), técnica y tecnológica (las nuevas carreras cortas). Estas nuevas modalidades fueron muy atractivas para personas que carecían de los medios suficientes para acceder a la universidad tradicional que ofrecía carreras largas y costosas. En efecto, quien cursa uno de estos programas busca obtener formarse en un período relativamente corto para así vincularse al mundo laboral más rápidamente y por lo tanto generar ingresos en menor tiempo. Aunque la demanda crecía aceleradamente y los programas aumentaban decontroladamente, nunca se discutieron los propósitos ni la pertinencia de ofrecer programas técnicos y tecnológicos en administración, ni se les definieron estándares de calidad. En consecuencia, se consideró que un programa técnico y tecnológico era una suerte de versión reducida de un programa profesional. La ley 30 de 1993, que intentó poner un cierto orden en el entonces caótico mercado de la educación superior, cambió el concepto de modalidad por el de tipo de institución. Definió tres tipos de instituciones: las universidades, las instituciones universitarias o escuelas tecnológicas y las instituciones técnicas profesionales (Gómez, 2002). Para cada tipo de institución prescribió una serie de condiciones mínimas de operación. Las instituciones que ofrecían carreras cortas se adaptaron rápidamente al nuevo ambiente jurídico y se convirtieron en instituciones universitarias e instituciones técnicas profesionales, realizando los cambios administrativos previstos en la ley (regularizaron su número de programas, su número de docentes y su infraestructura), pero como la reglamentación nunca definió sus características académicas, en lo esencial continuaron funcionando bajo el esquema tradicional: menores 5 precios que los programas profesionales, menor número de asignaturas, menor calificación de su personal docente y menores recursos; en suma, menor calidad a menores costos. El cambio normativo más reciente se produjo con la ley 749 de 2002, que por primera vez intentó regular de manera específica la oferta de educación técnica y tecnológica. Esta ley propone para Colombia (emulando los modelos europeo y norteamericano) la configuración de un sistema de educación superior articulado bajo la modalidad de ciclos propedéuticos en las áreas de las ingenierías y la administración: los programas técnicos y tecnológicos no tendrán ya un carácter terminal sino que el estudiante podrá iniciar su formación en un programa técnico, pasar luego a uno tecnológico y posteriormente obtener el título profesional. Las instituciones universitarias y las instituciones técnicas profesionales sólo podrán ofrecer programas profesionales si demuestran que han desarrollado procesos investigativos, mejorado la cualificación de sus docentes y los contenidos del currículo, realizado procesos de desarrollo pedagógico y rediseñado sus prácticas de tal forma que ofrezcan un servicio educativo de calidad similar al que prestan las universidades tradicionales. En caso de que no certifiquen avances en este sentido, la ley les permite suscribir convenios con universidades tradicionales que se ocupen, en dos semestres adicionales, de ‘profesionalizar’ a sus egresados técnicos y tecnólogos. De manera similar a lo ocurrido con la ley 30 de 1993, dichas instituciones tomaron la decisión más previsible: dados los altos costos en los que debían incurrir para ofrecer el ciclo profesional, decidieron firmar convenios con universidades que sí estaban en condiciones de ofrecerlos, omitiendo en la gran mayoría de los casos los respectivos procesos de homologación curricular, que la ley no prescribía pero que, a la luz de principios pedagógicos básicos, debían realizarse. Una vez más la adaptación era posible, la supervivencia estaba garantizada pero la calidad del servicio se mantuvo siempre por debajo del nivel deseado. En el año 2003 el Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad Nacional realizó un proyecto de investigación con el fin de determinar las condiciones de calidad de este tipo de programas que, para la época, constituía cerca del 45% del total nacional de programas de educación superior en administración, y en Bogotá llegaba al 52% (Icfes, 2003). A partir de una muestra estratificada de 10 programas, se estudió una serie de variablesacadémicas y administrativas (CID, 2003)3. El estudio reveló que, en efecto, la gran mayoría de programas técnicos y tecnológicos no cumplían con un mínimo de criterios de calidad: a) no habían realizado una conceptualización acerca de las particularidades de la formación tecnológica frente a la profesional, de tal forma que se limitan a reproducir, en menos tiempo y con menores recursos, el modelo de la educación profesional, b) no habían definido propósitos claros de formación, c) contaban con un personal docente vinculado de manera temporal y con bajos niveles de calificación y remuneración, c) no realizaban procesos de investigación, d) no realizaban procesos de desarrollo curricular ni pedagógico, e) no realizaban procesos de autoevaluación, y f) carecían en su mayoría de las debidas condiciones institucionales (infraestructura, medios educativos, soporte bibliográfico, convenios de práctica). 3 Propósitos del programa, población objetivo, diseño curricular, composición y perfil docente, soporte administrativo y recursos de apoyo. 6 4. Los límites del Enfoque de la Contingencia Estructural Si volvemos a la cuestión planteada al final del apartado 2 de este ensayo, no tendremos problemas en señalar que, a la luz del enfoque de la contingencia estructural, las instituciones que ofrecen programas técnicos y tecnológicos en administración han logrado adaptarse exitosamente a las condiciones ambientales y han logrado el objetivo de perdurabilidad: casi todas las instituciones estudiadas llevan más de 10 años de funcionamiento y su población estudiantil crece con el tiempo. En otras palabras, han logrado de manera efectiva la “concordancia” frente al ambiente: - Durante las últimas décadas el entorno en el que se desenvuelven ha estado marcado por: a) la laxitud, imprecisión y ambigüedad en la normatividad, b) la creciente demanda de la población juvenil de bajos ingresos por estudios de corta duración y bajos costos, c) la creciente demanda de las empresas por contratar personal operativo con niveles no muy altos de formación que garanticen costos laborales reducidos, c) la falta de claridad entre la comunidad académica y profesional con respecto a la pertinencia y condiciones de calidad de este tipo de programas, d) el atractivo económico de ofrecer programas de “tiza y tablero” que requieren relativamente bajos niveles de inversión, y e) las deficiencias en los mecanismos de control y seguimiento por parte de los organismos reguladores con respecto a este tipo de formación. - Ante esas condiciones ambientales, las instituciones han implementado: a) un sistema de producción de lotes pequeños, pues trabajan con grupos reducidos de estudiantes y ofrecen distintas opciones de formación (cantidad de materias) con base en la disponibilidad financiera de sus estudiantes; b) una estructura más o menos “orgánica”, pues no existe una clara diferenciación de funciones (hay casos en los que un director de programa es a la vez el profesor del 50% de los cursos), no hay procedimientos definidos y predomina la informalidad; c) un tamaño reducido, adecuado a las características de la demanda, que les permite además no tener mucha notoriedad en el mercado y por lo tanto les facilita eludir la reglamentación. La correcta adecuación con el ambiente les ha posibilitado, pues, perdurar en el tiempo. Hasta aquí llega la capacidad explicativa del enfoque de contingencias. Pero no olvidemos nuestra pregunta central: ¿Estamos en condiciones, a partir de este enfoque, de juzgar si tales instituciones han cumplido con su función social? Si estuviéramos hablando de empresas de negocios –organizaciones que tienen como objetivo la búsqueda de rentabilidad económica en un ambiente competitivo, de acuerdo con la definición clásica de Blau & Scott (1962)– podríamos incluso afirmar que este enfoque es suficiente: perdurabilidad y rentabilidad van muy frecuentemente de la mano. No obstante, en el caso del sistema educativo la situación es muy diferente: la función social de una institución de educación superior no se puede interpretar a partir de relaciones lineales como lo hace la escuela de contingencias. Para comprenderla es necesario acudir a otros referentes, entre otros al principio dialógico del pensamiento complejo4: la Universidad tiene la 4 Una relación dialógica significa que en el mismo ambiente actúan fuerzas que son complementarias, antagónicas y concurrentes (Etkin, 1996) 7 tarea de transmitir pero a la vez crear conocimiento; preservar una tradición intelectual pero a la vez atentar contra esa tradición creando un proyecto de futuro que rompa los esquemas del pasado; adecuarse a la sociedad pero a la vez cuestionarla en sus fundamentos. Y es en este punto precisamente donde el principio de adaptación muestra sus deficiencias: Lleva a la universidad a situarse en un plano de dependencia frente al mundo del trabajo, a las necesidades del mercado, a los requerimientos y capacidades del ‘cliente’. La Universidad deja de cumplir su papel si adopta una actitud reactiva, porque su lógica es la de la proyección, la proposición, la apuesta. De hecho, si la educación ha de ser factor de desarrollo de la capacidad productiva, los problemas que un estudiante o una institución universitaria debe ser capaz de plantearse y enfrentar, deben ser mucho más complejos que aquéllos que el mundo del trabajo, por sí solo, está en capacidad de plantearse y plantearle (Alvarado, 2001). Desde este punto de vista, la función social es particular a cada institución educativa en tanto es construida por ésta a través de la formulación de sus Demandas Sociales, entendidas como la interpretación que una institución hace de la forma como la Sociedad espera que contribuya a la solución de un conjunto específico de necesidades o problemas sociales. Éstas van mucho más allá de las demandas del mercado (del sector empresarial y de los estudiantes) e incluso en contra de éstas (el verdadero ‘cliente’ de la universidad, si es que existe alguno, es la sociedad), y su enunciación, que implica un ejercicio de ‘discursivización’ por parte de la institución convocada, consiste en la traducción de dichas necesidades sociales en términos de expectativas de desempeño en los diversos campos de acción que le son propios. La formulación de las demandas sociales no es entonces simplemente un ejercicio de adecuación: es un ejercicio de proyección, de construcción del entorno pertinente y configuración de un proyecto académico, coherente con dicho entorno pero también con el proyecto propio. Los programas técnicos y tecnológicos de los que hemos hablado se han limitado a responder mecánicamente (e imperfectamente) a los requerimientos del mercado de trabajo y a las ambigüedades en la normatividad, haciendo siempre el menor esfuerzo posible, pensando en sí mismos y no en el proyecto de país al que se deben; olvidando que también son universidades, y que la universidad debe no sólo responder a los requerimientos de su ambiente, sino también -y sobre todo- transformar ese ambiente, construir esa relación recursiva de mutua producción: ahí es donde ha estado su principal deficiencia y es justamente eso lo que, desde la teoría de la contingencia estructural, no se puede ver. Referencias Alvarado, G. (2001) El proyecto académico. Bogotá: Universidad Central. Blau, P. & Scott, R. (1962) Formal organizations: A comparative analysis. San Francisco: Chandler Publishing. Centro de Investigaciones para el Desarrollo (2003) La Educación y el trabajo para los Jóvenes Bogotanos: Situación Actual y Políticas Distritales. Bogotá: CID - Universidad Nacional. Chandler, A. (1962) Strategy and structure. Cambridge, Mass: M.I.T. Press. Etkin, J. (1984) Viabilidad de las organizaciones. Buenos Aires: ediciones Macchi. Etkin, J. (1996). La empresa competitiva.Grandeza y decadencia. Chile: McGraw Hill. 8 Gómez, V. (2002) Cuatro opciones de política sobre Educación técnica y tecnológica. Bogotá: Icfes. Icfes (2003) Estadísticas de la Educación Superior. Bogotá: Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior Kast F, & Rosenzweig, J. (1985) Organizations and management. New York: McGraw-Hill. Kliksberg, B. (1983) Universidad, formación de administradores y sector público en América Latina. México: Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo. Lawrence, P. & Lorsch, J. (1975) Organización y ambiente. Barcelona: Editorial Labor. Pfeffer, J. (1982) Organizaciones y teoría de las organizaciones. México: Fondo de Cultura Económica.
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