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See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/327266212 Cerebro ejecutivo, cerebro emocional y neuronas espejo. La aportación de la neurociencia al desarrollo de la Inteligencia Emocional en el currículum escolar. Rational brain, emotio... Conference Paper · January 2018 CITATION 1 READS 1,161 1 author: Giada Sporzon University of Granada 2 PUBLICATIONS 19 CITATIONS SEE PROFILE All content following this page was uploaded by Giada Sporzon on 28 August 2018. The user has requested enhancement of the downloaded file. https://www.researchgate.net/publication/327266212_Cerebro_ejecutivo_cerebro_emocional_y_neuronas_espejo_La_aportacion_de_la_neurociencia_al_desarrollo_de_la_Inteligencia_Emocional_en_el_curriculum_escolar_Rational_brain_emotional_brain_and_mirror_neu?enrichId=rgreq-ac884f2f5b375b498a961f9f35f24c62-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzMyNzI2NjIxMjtBUzo2NjQ1NzY4NzQwMTI2NzJAMTUzNTQ1ODg4MjA5Mw%3D%3D&el=1_x_2&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/publication/327266212_Cerebro_ejecutivo_cerebro_emocional_y_neuronas_espejo_La_aportacion_de_la_neurociencia_al_desarrollo_de_la_Inteligencia_Emocional_en_el_curriculum_escolar_Rational_brain_emotional_brain_and_mirror_neu?enrichId=rgreq-ac884f2f5b375b498a961f9f35f24c62-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzMyNzI2NjIxMjtBUzo2NjQ1NzY4NzQwMTI2NzJAMTUzNTQ1ODg4MjA5Mw%3D%3D&el=1_x_3&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/?enrichId=rgreq-ac884f2f5b375b498a961f9f35f24c62-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzMyNzI2NjIxMjtBUzo2NjQ1NzY4NzQwMTI2NzJAMTUzNTQ1ODg4MjA5Mw%3D%3D&el=1_x_1&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Giada-Sporzon?enrichId=rgreq-ac884f2f5b375b498a961f9f35f24c62-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzMyNzI2NjIxMjtBUzo2NjQ1NzY4NzQwMTI2NzJAMTUzNTQ1ODg4MjA5Mw%3D%3D&el=1_x_4&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Giada-Sporzon?enrichId=rgreq-ac884f2f5b375b498a961f9f35f24c62-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzMyNzI2NjIxMjtBUzo2NjQ1NzY4NzQwMTI2NzJAMTUzNTQ1ODg4MjA5Mw%3D%3D&el=1_x_5&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/institution/University-of-Granada?enrichId=rgreq-ac884f2f5b375b498a961f9f35f24c62-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzMyNzI2NjIxMjtBUzo2NjQ1NzY4NzQwMTI2NzJAMTUzNTQ1ODg4MjA5Mw%3D%3D&el=1_x_6&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Giada-Sporzon?enrichId=rgreq-ac884f2f5b375b498a961f9f35f24c62-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzMyNzI2NjIxMjtBUzo2NjQ1NzY4NzQwMTI2NzJAMTUzNTQ1ODg4MjA5Mw%3D%3D&el=1_x_7&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Giada-Sporzon?enrichId=rgreq-ac884f2f5b375b498a961f9f35f24c62-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzMyNzI2NjIxMjtBUzo2NjQ1NzY4NzQwMTI2NzJAMTUzNTQ1ODg4MjA5Mw%3D%3D&el=1_x_10&_esc=publicationCoverPdf INTELIGENCIA EMOCIONAL Y BIENESTAR III. REFLEXIONES, EXPERIENCIAS PROFESIONALES E INVESTIGACIONES. José Luis Soler Nages Óscar Díaz Chica Elena Escolano-Pérez Ana Rodríguez Martínez (coords.) © de los textos: los autores © de la presente edición: Ediciones Universidad San Jorge 2.ª edición, 2018 Coordinación de la obra: José Luis Soler Nages, Óscar Díaz Chica, Elena Escolano-Pérez, Ana Rodríguez Martínez Diseño de portada: Juan R. Giménez ISBN: 978-84-697-8795-3 Ediciones Universidad San Jorge Campus Universitario Villanueva de Gállego Autovía A-23 Zaragoza-Huesca Km 299 50830 Villanueva de Gállego (Zaragoza) Tel.: 976 060 100 ediciones@usj.es www.usj.es Esta editorial es miembro de la UNE, lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional. 253252 253 Cerebro ejecutivo, cerebro emocional y neuronas espejo. La aportación de la neurociencia al desarrollo de la Inteligencia Emocional en el currículum escolar Rational brain, emotional brain and mirror neurons. Neuroscience contribution for Emotional Intelligence development in the school curriculum Giada Sporzon Universidad de Granada Resumen: Es objetivo de esta comunicación contrastar los avances de la neurociencia que repercuten en los estudios de Inteligencia Emocional y así poner en relevancia los motivos impostergables a favor de la implantación general de la educación emocional en el contexto escolar, en aras de fomentar comportamientos prosociales, acordes con la expansión de los valores fundacionales de la contemporaneidad. Palabras clave: Inteligencia Emocional, conducta prosocial, neurociencia, neuronas espejo, educación. Abstract: The goal of this presentation is to contrast advances in neuroscience with Emotional Intelligence studies to highlight the critical reasons for supporting the general implementation of emotional education for school-age children, in order to foster prosocial behaviours, would help expand our basic contemporary values. Keywords: Emotional Intelligence, prosocial behavior, neuroscience, mirror neurons, education. 1. Temática analizada Si Peter Salovey y John Mayer (1990) están considerados los padres del con- cepto de Inteligencia Emocional, la divulgación del concepto se debe a un trabajo posterior de 1995 basado en el estudio de los anteriores: Inteligencia Emocional de Daniel Goleman. Desde entonces ha habido un aumento ex- ponencial de estudios y publicaciones sobre la Inteligencia Emocional, con referentes científicos como Bar-On y Parker (2000), Schulze y Roberts (2005), Mestre y Fernández-Berrocal (2007) y Bisquerra (2003). A partir de la mitad de los años noventa se han desarrollado programas de educación emocional en colegios, organizaciones e instituciones, acompañados con un 254 creciente abanico de libros, cursos y material formativo que ha supuesto que la Inteligencia Emocional se convierta en un tema usual de discusión entre profesores, educadores, psicólogos y cualquier otro miembro vinculado con la comunidad educativa (Extremera y Fernández-Berrocal, 2003). Si bien a día de hoy aún está lejos de ser implementada de manera general, los avances en neurociencia apuntan a que la Inteligencia Emocional debería convertirse en piedra angular en el ámbito educativo. 2. Estado de la cuestión Se ha demostrado que los programas de Inteligencia Emocional influyen en la conducta prosocial, caracterizada por la empatía, el altruismo, la reciprocidad y el contagio emocional (Caprara y Bonino, 2006; Goleman, 2006; De Beni, 1998). Los niños con un alto nivel de prosocialidad po- seen un recorrido escolar más exitoso, logran un mayor reconocimiento y aprecio por parte de los compañeros, son considerados más simpáticos y, por lo tanto, más populares. Cuanto mayor es la prosocialidad, menor la manifestación de tendencias agresivas y depresivas (Caprara, Barbanelli, Pastorelli, Bandura y Zimbardo, 2000). Asimismo, la educación emocional juega un rol fundamental en la dimensión socio-afectiva del niño al ense- ñarle a gestionar la frustración, ira o miedo con el fin de reaccionar ante las adversidades (Greenberg y Kusche, 1998) y establecer relaciones positivas con los otros (Hastings, Utendale y Sullivan, 2007). Sin embargo, la inter- disciplinaridad del tema se nutre de las aportaciones de las ciencias sociales, especialmente de la psicología, sociología y neurociencia (Bisquerra, 2009). Si los primeros estudios de Inteligencia Emocional estuvieron muy limi- tados en lo referente al cerebro, cuando a principios del s. XXI comenzó una suerte de revolución del conocimiento de las funciones cerebrales de la mano de Damasio, Goldberg, Iacoboni y Rizzolatti, sus hallazgos, más que contradecir el planteamiento de la Inteligencia Emocional, los han reforzado. De ahí que se haga necesaria una revisión de los propios plan- teamientos de la Inteligencia Emocional en consideración a la neurociencia. 3. Elementos de revisión Mientras Goleman (1995: 43) sostenía que «todos nosotros tenemos dos mentes, una mente que piensa y otra mente que siente, y estas dos formas fundamentales de conocimiento interactúan para construir nuestra vidamental», unos años más tarde el neuropsicólogo Goldberg demostraría esta tesis al corroborar la existencia de un cerebro emocional –sistema límbi- co– que se puede educar en conexión con el cerebro ejecutivo –lóbulos 255254 255 frontales–, así como, al contrario, las experiencias estresantes en el inicio de la vida pueden dañar de forma permanente a la corteza orbitofron- tal, predisponiendo al individuo a conductas antisociales que en casos extremos pueden desembocar en enfermedades psiquiátricas (Goleman, 1995; Goldberg, 2002). Las coincidencias entre los trabajos de Goleman y Goldberg operan en todos los planos. Del cerebro emocional, construido a partir del cerebro primitivo ocu- pado en las funciones básicas como la respiración, el metabolismo de los otros órganos, las reacciones y los movimientos automáticos, (Goleman, 1995: 45), surgió una estructura que «ofrece una evaluación afectiva, pre- cognitiva y rápida de la situación en términos de su valor de supervivencia» (Goldberg, 2002: 46) y que Goleman (1995: 58) definió como «el especialis- ta en la memoria emocional». La amígdala, junto con la corteza cingulada y el hipocampo forman este sistema límbico. Sucesivamente se formó el neocortex, el cerebro pensante, formado por cuatro lóbulos: occipital, tem- poral, frontal, parietal. Y es esta parte delantera del neocortex, la corteza prefrontal, la encargada de las funciones ejecutivas, el puesto de mando del cerebro, como demostró Goldberg (2002). El equilibrio entre emoción y pensamiento depende de las conexiones entre la amígdala y el neocortex. La amígdala se activa como una señal de alarma frente a algún estímulo, mientras el lóbulo frontal funciona como «un interruptor que “desconec- ta” las emociones más perturbadoras, como si la amígdala propusiera y el lóbulo prefrontal dispusiera» (Goleman, 1995: 67). De ahí que se sitúe la regulación de las emociones «en el corazón del desarrollo de la Inteligencia Emocional y de la inteligencia social y represente una de las funciones más sofisticadas y evolucionadas de la conducta humana» (Ramos, Enríquez y Recondo, 2012: 116). Los lóbulos frontales del cerebro definen la identidad de cada uno, por- que marcan su personalidad, su motivación, sus impulsos, sus deseos, sus acciones, su visión del futuro, en definitiva su esencia. Esto es corroborado por Goldberg al evidenciar que Los lóbulos frontales realizan las funciones más avanzadas y complejas del cerebro, las denominadas funciones ejecutivas. Están ligados a la intenciona- lidad, el propósito y la toma de decisiones complejas [...] Nuestra capacidad para conseguir nuestros objetivos depende de nuestra capacidad para juzgar críticamente nuestras propias acciones y las acciones de quienes nos rodean. Esta capacidad reside en los lóbulos frontales. (Goldberg, 2002: 20) Los lóbulos frontales están implicados en el aprendizaje, en la motiva- ción y en la atención, motivo por lo cual todo descubrimiento sobre este 256 aspecto es fundamental para la educación y la enseñanza. De hecho, tanto el trastorno de déficit de atención como el trastorno de déficit de atención con hiperactividad son causados por una ligera disfunción entre los lóbulos frontales y su interacción con otras partes del cerebro. Las personas con déficit de atención mantienen un interés muy alto solo en las tareas de las cuales obtienen placer, pero son incapaces de llevar tareas que no impliquen una recompensa instantánea. Sin embargo en la actualidad se nota cierta dificultad con los niños y los adolescentes en contexto escolar en aspectos relativos al establecimiento de objetivos, la volición y la gratificación diferi- da, todos aspectos controlados por la corteza prefrontal (Goldberg, 2002). De mano de otro de los neurólogos fundamentales de la actualidad, Damasio, proviene la respuesta al porqué de tanto retraso histórico en el interés en el estudio de las emociones: la separación entre cuerpo y mente, lo que denominó el error de Descartes. La separación abismal entre el cuerpo y la mente, entre el material del que está hecho el cuerpo, medible, dimensionado, operado mecánicamente, infinitamente divisible, por un lado, y la esencia de la mente, que no se puede medir, no tiene dimensiones, es asimétrica, no divisible; la sugerencia de que el razonamiento, y el juicio moral, y el sufrimiento que proviene del dolor físico o de la conmoción emocional pueden existir separados del cuerpo. Más especificadamente: que las operaciones más refinadas de la mente están separadas de la estructura y funcionamiento de un organismo biológico. (Damasio, 1996: 334) Sin embargo, la propuesta actual de la neurociencia ha superado el con- cepto de un cerebro modular para abrazar el de un cerebro interconectado, formado por unas unidades encargadas de varias funciones que interactúan constantemente entre ellas. Lo que Goldberg (2002: 229) denominó «gra- diental». Como explica «las redes neurales son extraordinariamente simila- res al cerebro. Pueden acumular y almacenar información sobre su entorno (“inputs”), siempre y cuando sean realimentadas sobre su comportamiento. Realmente aprenden», de ahí que se puedan crear nuevas conexiones que permitan modificar nuestras emociones, nuestros pensamientos y final- mente nuestra manera de actuar y relacionarnos con los demás. Como Goldberg (2002: 59) subraya, «a diferencia del comportamiento instintivo, el aprendizaje, por definición, es cambio» y si: Durante años, la hipótesis dominante entre los científicos era que el cerebro pierde su plasticidad y capacidad de cambio a medida que pasamos de la infancia a la edad adulta, hoy, sin embargo, disponemos de evidencia creciente 257256 257 de que el cerebro retiene su plasticidad hasta muy entrada la edad adulta y posiblemente durante toda la duración de la vida. (Goldberg, 2002: 219) Otro descubrimiento fundamental para el ámbito educativo ha sido el de que mientras el hemisferio derecho se dedica principalmente a gestionar informaciones nuevas, el izquierdo procesa las informaciones rutinarias y familiares aunque cada hemisferio manifiesta cierto «grado de implicación relativa» (Goldberg, 2002: 68) dependiendo de que la información sea conocida o totalmente nueva. Esto sugiere un cambio dinámico doble que acompaña al aprendizaje: «la información pasa del hemisferio derecho al hemisferio izquierdo y desde las partes frontales a las partes posteriores de la corteza» (Goldberg, 2002: 86). Por tanto, el lóbulo frontal derecho está relacionado con la libertad de elegir y la acción de desambiguar. De igual modo, el hecho de que el hemisferio derecho se considere el dominante en la percepción de las emociones, especialmente como responsable de las emociones negativas, mientras el hemisferio izquierdo de las positivas (LeDoux, 1996), aporta coherencia al hecho de que el propio cerebro tenga ya en sus funciones una suerte de Inteligencia Emocional. En la escuela, con las asignaturas que se consideran tradicionales, se si- guen proponiendo conocimientos bajo la modalidad de pregunta-respuesta unívoca, lo que difiere completamente de la realidad a la que se enfrenta un individuo. La educación emocional sale de este esquema enfrentándose a la complejidad de la realidad intra e interpersonal con la base de que no hay emociones buenas o malas sino dependientes del contexto y situación en que se manifiesten. No hay decisiones que contengan una solución absoluta, por lo tanto para tomar decisiones frente a la ambigüedad de la realidad es imprescindible aprender a ser flexibles y si esta flexibilidad depende de los lóbulos frontales, educarlos podría ser también un objetivo propio de la propia educación emocional. Otro enlace de esta pedagogía con la neurociencia aparece al definir los lóbulos frontales como «la sede de la moralidad» (Goldberg, 2002: 153). Al estudiar pacientes con los lóbulos frontales dañados durante la primera infancia, Damasio notó que manifestabancomportamientos antisociales y que tampoco eran conscientes de la amoralidad de sus acciones. La corteza orbitofrontal, la corteza cingulada y la amígdala juegan un papel funda- mental en el desarrollo de las competencias sociales de un individuo. Los lóbulos frontales son la última parte del cerebro en desarrollarse tanto en un sentido histórico-evolutivo como anatómico, de ahí que un individuo no desarrolle completamente su cerebro hasta la edad adulta. 258 El acuerdo entre la edad de la maduración relativamente completa de los lóbulos frontales y la edad de la madurez social es probablemente más que una coincidencia. Sin apoyarse explícitamente en la neurociencia, sino a través del sentido común cotidiano acumulativo, la sociedad reconoce que un individuo asume un control adecuado sobre sus impulsos, instin- tos y deseos solo a cierta edad. Hasta dicha edad, un individuo no puede ser completamente responsable de sus actos en un sentido moral o legal. Esta capacidad parece depender críticamente de la madurez e integridad funcional de los lóbulos frontales (Goldberg, 2002: 158). Por otro lado, el neuropsicólogo Schore (1999) sostiene la hipótesis de que las interacciones sociales tempranas ayudan a conformar el cerebro. De ahí que la interacción con la madre en los primeros meses de vida del niño resulte fundamental para el desarrollo normal de su corteza orbitofrontal. La estimulación social se presenta como la base del desarrollo de la corteza frontal, igual que la estimulación visual influye en el desarrollo de la corteza occipital (Goldberg, 2002). Este planteamiento se enlaza con otro de los hallazgos del siglo XXI, las neuronas espejo, aquellas dedicadas a la percepción directa de las emo- ciones del Otro y su evocación mediante un mecanismo de reflejo y, por tanto, protagonistas de la empatía y la capacidad de entender a los demás (Rizzolatti y Sinigaglia, 2006; Iacoboni, 2008). Este sistema subraya nues- tro ser social, al tiempo que evidencia la imposibilidad de concebir el Yo sin un Tú (Milan, 2000). La nostra stessa possibilitá di cogliere le reazioni emotive degli altri é correlata a un determinato insieme di aree caratterizzate da proprietá specchio. Al pari delle azioni, anche le emozioni risultano inmediatamente condivise: la percezione del dolore o del disgusto altrui attivano le stesse aree della corteccia cerebrale che sono coinvolte quando siamo noi a pro- vare dolore o disgusto. (Rizzolatti y Sinigaglia, 2006: 4) La importancia de reconocer los estados emocionales de los demás ofrece una doble ventaja adaptativa: por un lado afrontar las amenazas y las opor- tunidades que se presenten, por otro lado crear y consolidar relaciones inter- personales. Con ello, devienen el inhibidor conocido más potente contra la violencia y la crueldad, como demostró el grupo de Damasio (Adolphs, Tranel y Damasio, 2003). Por tanto, los estudios sobre las neuronas espejo apoyan la importancia de la educación emocional en tanto que conocer las propias emociones permite reconocer las emociones en los demás, así como la inca- pacidad de comprender las reacciones emotivas de los demás está vinculada a la incapacidad de sentirlas en primera persona (Rizzolatti y Sinigaglia, 2006). 259258 259 4. Conclusiones En las últimas tres décadas ha habido un aumento exponencial de estudios y publicaciones sobre la Inteligencia Emocional, a pesar de existir diferen- tes conceptualizaciones teóricas del término debido a la falta de acuerdo unánime respecto a la definición de Inteligencia Emocional en la comuni- dad científica (Fernández-Berrocal, Cabello y Cobo-Gutiérrez, 2017). Sin embargo, hay consenso al considerar que las competencias emocionales y sociales del alumnado se pueden mejorar gracias a intervenciones psicoe- ducativas en el aula (Calvo Gómez-Rodulfo, 2001; Extremera y Fernández- Berrocal, 2001). Trabajar sobre la Inteligencia Emocional repercute no solo en el bienestar personal del individuo sino también en el bienestar de toda la sociedad, lo que evidencia la urgencia de una intervención educativa hacia dicha mejora en un momento histórico de aumento en las conductas agresivas y violentas en niños y adolescentes, tanto en contexto escolar cómo extraescolar (Calmaestra, García, Moral, Perazzo y Ubrich, 2016). De igual modo, la implicación de la neurociencia en el estudio del papel del cerebro en las emociones ha contribuido a incrementar el interés hacia la Inteligencia Emocional gracias, por un lado, al reconocimiento de la existencia de un cerebro emocional y de un cerebro ejecutivo y, por otro, al descubri- miento de las neuronas espejo, protagonistas de la empatía y la capacidad de entender a los demás. Entre las funciones del cerebro ejecutivo se encuentra el control cognitivo, la habilidad que puede inhibir las respuestas preponderantes y automáticas provenientes del cerebro emocional (Miller y Cohen, 2001). La maduración fisiológica del cerebro hace que el control cognitivo mejore naturalmente con la edad. Sin embargo, tanto la Inteligencia Emocional como las funciones ejecu- tivas, en particular el control ejecutivo, se consideran dos variables protectoras de la conducta agresiva sobre las cuales la escuela puede intervenir gracias a programas de intervención eficaz dirigidos a la mejora de la inteligencia intra- personal e interpersonal (Gutiérrez-Cobo, Cabello y Fernández-Berrocal, 2017). En conclusión, si para la interacción social es fundamental intuir los estados mentales de los demás, trabajar la Inteligencia Emocional significa aportar las herramientas para que se forme «una teoría de la mente de otra persona» (Goldberg, 2002: 123). La toma de conciencia del propio Yo es lo que hace que el alumno pueda reconocer un Tú diferente de él (Milan, 2000). Y el que «la representación interna de los propios estados mentales de uno como las representaciones internas de los estados mentales de los otros» dependa de los lóbulos frontales (Goldberg, 2002: 126), demuestra que ello es educable. 260 La enseñanza tradicional no demostraba interés hacia la educación emo- cional, dado que se consideraba que la función principal de la escuela fuese principalmente la de transmitir conocimiento, lo que hace que se haya estruc- turado para responder a este objetivo. Sin embargo, en la escuela del siglo XXI se hace necesario abandonar una enseñanza modular e introducir elementos educativos que enriquezcan la dimensión intrapersonal e interpersonal. La implementación de la educación emocional supone también la respuesta a un querer dejar la rigidez de una escuela desconectada del entorno cambiante, para ofrecer un camino de crecimiento que tenga en cuenta de manera per- sonalizada la dimensión interior de los alumnos y que valore la interconexión de los unos con los otros. Si creemos en paralelismos significativos entre sistemas complejos, en- tonces podemos utilizar el conocimiento del cerebro para extrapolar las direcciones en los cambios sociales [...] la evolución del cerebro nos enseña la lección de que un alto grado de complejidad no puede ser manejado por sistemas rígidamente organizados. Requiere responsabilidades distribuidas y autonomía local. (Goldberg, 2002: 234-235) La racionalidad imperante en las escuelas desde hace siglos encuentra hoy en día la necesidad de que se preste interés a la vulnerabilidad del mun- do interior. Las emociones y los sentimientos poseen un «valor orientador» (Damasio, 1996: 330) en nuestras vidas, es decir, un importante papel en el proceso de planear y decidir. Como afirma Damasio (1996), los senti- mientos son indispensables para tomar decisiones racionales ya que nos ayudan a superar la ambigüedad de la realidad, eliminando ciertas opciones y eligiendo otras. Anteriormente, el propio Goleman (1995) subrayaba la importancia de las emociones para razonar y sostenía que: En cierto modo, tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inte- ligencia: la inteligenciaracional y la inteligencia emocional, y nuestro funcionamiento en la vida está determinado por ambos. Por ello no es el CI lo único que debemos tener en cuenta, sino que también debemos considerar la inteligencia emocional. De hecho, el intelecto no puede funcionar adecuadamente sin el concurso de la inteligencia emocional. (Goleman, 1995: 70) Si la generación de una emoción depende de la interacción entre mente, cuerpo, cerebro y entorno físico y social (Damasio, 1996), se puede afirmar que la educación emocional se presenta como la materia que supera el dualismo cuerpo mente que desmontó Damasio. 261260 261 En conclusión, atendiendo a los principios que Goleman (1999) atribuye a la Inteligencia Emocional (la conciencia personal y social, la gestión de uno mismo y las capacidades para relacionarnos con los demás) a la luz de las funciones del cerebro ejecutivo y las neuronas espejo, la Inteligencia Emocional se presenta como asignatura fundamental para la formación holística del alumno (Costa y Faria, 2017). En definitiva, el desarrollo de las competencias emocionales influye tanto en la dimensión intraperso- nal como interpersonal gracias al establecimiento de relaciones sociales positivas enriquecidas por conductas prosociales (Ruvalcaba-Romero, Gallegos-Guajardo y Nava, 2017), de modo que los ciudadanos del s. XXI sean coherentes «con los valores sociales del pluralismo, la individualidad y la cooperación mutua en beneficio de todos» (Gardner, 1995: 109). 5. Referencias Adolphs R., Tranel, D. y Damasio A. (2003): «Dissociable neural systems for re-cognizing emotions», Brain and cognition, 52(1), 61-69. Bar-On, R. y Parker, J. (2000): Eqi: YV BarOn Emotional Quotient Inventory: Youth Version. Technical manual, Toronto, Multi-Health Systems Inc. Bisquerra, R. (2003): «Educación emocional y competencias básicas para la vida», Revista de Investigación Educativa, 21 (1), 7-43. Bisquerra, R. (2009): Psicopedagogía de las emociones, Madrid, Síntesis. 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