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Revista de la Facultad de Trabajo Social – uner Año xiv, número 20 febrero de 2014 Propietario: Universidad Nacional de Entre Ríos, Facultad de Trabajo Social ·· STAFF ·· Directora Mg. Sandra Marcela Arito Coordinación general: Secretaría de Extensión e Investigación Producción general y diseño: Área de Comunicación Institucional FTS – UNER Comité de referato: Dr. Santiago Álvarez Mg. María del Carmen Castells Prof.ª Susana Celman Dr.ª Elsa Susana Emmanuele Dr.ª Mercedes Escalada Dr. Arturo Fernádez Mg. Sandra Gerlero Lic. Mirta Giaccaglia Dr.ª Susana Mallo Reynal Dr. Eduardo Rinesi Dr.ª Mónica Rosenfeld Dr.ª Ana Rosato Dr.ª Margarita Rozas Pagaza Impresión: Imprenta Italia Italia 115, Paraná, Entre Ríos. Contacto: Facultad de Trabajo Social – uner La Rioja 6, (e3100aob) Paraná · Entre Ríos · Argentina Tel./Fax: (0343) 4310189 publicaciones@fts.uner.edu.ar Las notas firmadas representan la opinión de los autores y no necesariamente la de Utopías. Ley 11723 Registro de Propiedad Intelectual en trámite issn 1515-6893 Domicilio legal: Eva Perón 24, (3260) Concepción del Uruguay · Entre Ríos · Argentina Sumario Editorial / 3 La producción de conocimientos y las perspectivas epistemoló- gicas en Trabajo Social / Nora Das Biaggio / 5 Democracia, subjetividad y verdad. Algunos aportes de Michel Foucault y Giorgio Agamben / Beatriz Norma Dávilo / 10 Consultores políticos y la política mediatizada / Abelardo Del Prado / 23 Tendencias mayoritarias del sistema electoral de Entre Ríos, 1983 – 2011 / Elías Manuel Fernández / 34 Campo y sistema: algunas notas para evitar confusiones / Carlos Iglesias / 44 Acerca del concepto «mundo de la vida»: una aproximación desde el Trabajo Social / Silvana Martínez y Juan Omar Agüero / 55 2 Autoridades Decana: Mg. Sandra Marcela Arito Vicedecana: Lic. Carmen Inés Lera Secretaria Académica: Lic. M.ª Mónica Jacquet Secretario de Extensión e Investigación: Lic. Diego Julián Gantus Secretario Económico Financiero: Lic. Sergio Darío Dalibón Editorial 3 Una vez más la utopía vuelve a estar presente en esta conjunción de autores que reflexionan sobre la disciplina que los atraviesan: el Trabajo Social, la Ciencia Política, la Sociología. Lo hacen desde el lugar que cada uno ocupa en el campo de las ciencias sociales: el de investigadores atentos que comparten con los lectores su visión crítica del mundo que los rodea, con miradas atrave- sadas por la búsqueda de un conocimiento diverso, plural y democrático. En ese camino, como reconocida trabajadora social, además de docente e investigadora en el ámbito académico, Nora Das Biaggio nos sitúa en el eje de la discusión sobre las distintas corrientes que han atravesado y atraviesan la producción de conocimiento en el campo al que pertenece y sobre todo ponien- do énfasis en el estado del arte actual en la disciplina del Trabajo Social. En la multiplicidad de miradas y enfoques, es necesario reconocer las limitaciones de cada una para dar lugar a la reflexión y a la luminosidad del entramado so- cial, dejando ver que el mismo está compuesto por luchas de poder, conflictos, violencia, maltrato y otras problemáticas que no pueden quedar al margen si de lo que hablamos es de la cuestión social. Beatriz Dávilo realiza un recorrido sobre cómo se ha dado el vínculo entre de- mocracia y verdad en el marco de la historia de la subjetividad. En su artículo, la autora nos introduce en el pensamiento de Michel Foucault y Giorgio Agam- ben, quienes discuten teóricamente sobre los modos en que la sociedad burgue- sa ha procesado dicha relación, proponiendo a los lectores una aproximación a cómo se ha construido la verdad en la historia y democracia occidentales. Abelardo Del Prado en un trabajo que evoca la mediatización de la política, nos acerca a las representaciones que los analistas políticos realizan sobre su profesión. En este marco también nos sitúa en el surgimiento de los analistas y la importancia que éstos cobran en este nuevo escenario, tomando como re- ferencia a destacados consultores de nuestro país. Por su parte, y como un destacado aporte y en un análisis detallado sobre cómo el sistema político electoral favorece la permanencia del bipartidismo en nuestra provincia y dificulta la aparición de nuevos actores políticos, Elías Fernández toma como caso el sistema electoral de Entre Ríos en el período que va desde 1983 hasta el 2011 a partir de la teoría del politólogo francés Marice Duverger. Asimismo, Carlos Iglesias nos introduce en las nociones de campo y sis- tema, conceptos fundamentales en la teoría de Pierre Bourdieu y Niklas Luhmann respectivamente. En su artículo, el autor realiza un recorrido por las obras de ambos pensadores para marcar las diferencias que separan a una posición teórica de la otra para concluir en una defensa de determinados pos- tulados luhmannianos, si se quiere cuestionados por el sociólogo francés. Por último, Silvana Martínez y Juan Agüero nos introducen en la expresión mundo de la vida y, de este modo, dan cuenta de la implicancia del Trabajo Social en el mundo de los sujetos y la vinculación entre ambos. Para los autores es un concepto clave desde donde abordar las problemáticas sociales y que sin Editorial 4 embargo —dicen— no ha tenido un gran desarrollo teórico ni metodológico. Además nos sitúa en las emociones, los sentimientos, las experiencias más vívidas que son la expresión no del mundo externo como algo ya dado sino por todo aquello que se desprende del mundo de la vida: el sentido mismo de la vida humana. Dicen ellos que la importancia del trabajo social radica en poder trabajar en un marco de paridad con el otro. No se trata de ubicarlo en una posición de in- ferioridad, no se trata de «intervenir en» sino de construir espacios de libertad con todo lo que ello implica. Es decir, ir en pos de la conformación de espacios donde existen momentos de diálogos pero también de lucha, resistencia, te- niendo en cuenta la complejidad del campo social. Œ Mg. Sandra Marcela Arito Decana La producción de conocimientos y las perspectivas epistemológicas en Trabajo Social / Nora Das Biaggio 5 La producción de conocimientos y las perspectivas epistemológicas en Trabajo Social Comienzo este artículo con la convicción de que hablamos lenguajes que nos atraviesan como disciplina, que no están clarificados, no están compartidos; o nos ubicamos en diferentes visiones que no terminan de dar coherencia a una posición en la que medianamente haya acuerdo. En el área Trabajo Social de la Facultad de Trabajo Social (UNER), hemos so- metido a discusión las diferentes perspectivas epistemológicas (positivismo, funcionalismo, marxismo, fenomenología, constructivismo, género) presen- tes en el proceso de producción de conocimiento desde el Trabajo Social. Lejos de complejizar la mirada acerca de los diferentes posicionamientos surge una especie de hiato que es preciso volver a pensar. Insistimos en nuestra preocupación por la consolidación de la disciplina, dado que se asiste a una suerte de explosión de producciones; que sin embargo guardan una falta de diálogo que intente consignar un estado del arte en la producción del Trabajo Social. Es allí donde aparece nuevamente la necesidad de clarificar qué entende- mos por perspectivas, por qué hablamos de perspectivismos en las ciencias so- ciales y cuales de ellas guardan relación con el modo como comprendemos lo social. Desde Trabajo Social la comprensión de lo social es inherente a la posibili- dad de intervención. Si lo social es irreductible a un hecho social, dado que no existe consta- tación de «hechos sociales como cosas», parafraseando a Durkheim, sino perspectivas, puntos de vista, mediante los cuales es posible hacer hablar esa relación entre sujeto cognoscente y realidad, es preciso poder nombrar esas formas discursivas, relacionales en que es posible establecer el conocimiento, haciendo uso siempre de los límitesde cada perspectiva. Para ello sugerimos tener en cuenta la posición de Nietzsche (en Guervós, 2001), que lo plantea como una exigencia corporal imprescindible, dado que exige para el sujeto una experiencia corporal en el que queda circunscripto, conculcado. Mediante una metáfora, «estamos todos dentro de una tela araña, de la cual solo pode- mos captar lo que se deje coger», es por tanto esa experiencia corporal interac- tiva en que el sujeto puede producir. El alcance de la mirada, mediante «ojos penetrantes o débiles», da cuen- ta que toda experiencia de conocimiento entrama, la vivencia, lo relacional y hace hincapié en el alcance de la mirada de quien conoce. Breves recorridos En la Facultad de Trabajo Social (UNER), hemos sido tributarias de la discu- sión sobre la sistematización como metodología de conocimiento de la realidad donde funda la intervención Trabajo Social. Su discusión epistemológica acer- ca de la necesidad de otorgar alto valor a la teoría fue cediendo paso a la nece- sidad de la investigación en Trabajo Social, desplazando la mirada ahora hacia Datos de la autora: Magister en Sociedad y el Poder desde un Enfoque de Género, docente e investigadora, Facul- tad de Trabajo Social (UNER). Nora Das Biaggio 6 otras formas de conocer no exigidas por la perentoriedad de la intervención. Dicha discusión se realizó en los albores de la democracia y el debate acerca de la relación entre totalidad y particularidad nos encontró en veredas distintas a quienes bregábamos por modos más complejos de conocer para intervenir. Retomamos los postulados de Cristina González (2009: 27) quien señala los consensos alcanzados en el campo profesional, admitiendo que subyace la idea de distinción existente entre metodologías de investigación y metodolo- gías de intervención profesional. Uno de los aspectos sobre los que se logra consenso es aquel que desecha el traslado sin mediaciones conceptuales adecuadas de la metodología de la investi- gación tradicional al proceso de las practicas profesionales, que las convierte en una secuencia de etapas que, por un lado, no se condice con la lógica de los procesos de resolución de problemas y, por el otro, tiende a obstaculizar la horizontalidad de las relaciones entre profesionales y sujetos. Por otro lado, la misma González retoma las ideas en términos de consen- sos diciendo que […] la metodología de investigación social convencional no es el único camino para investigar. Como expresara Teresa Matus, una consecuencia sustantiva que aporta el estudio de la epistemología contemporánea al Trabajo Social es la impo- sibilidad de existencia de un método único o de etapas que habría que cumplir en todas las formas que tuviera la investigación […] dicha perspectiva no permite dife- renciar investigación de positivismo. Su resultado es un acotamiento metodológico a esa matriz y la adopción de instancias universales. (2009: 27) Algunas clarificaciones Como vemos, la necesidad de hablar de consensos nos habilita a sostener que hay posiciones encontradas, que disputan sentidos en un campo, que de todos modos otorga legitimidad a esa disputa. Es así que queda planteado que en Trabajo Social hay muchas y diferentes perspectivas, epistemológicas y teóri- cas que disputan su modo de comprender. La necesidad de clarificar desde qué posición o mirada se sostiene la for- mulación de interrogantes o preguntas para la investigación es lo que podría hacer converger ciertas tradiciones en el campo de la investigación como nece- sarias de ser legitimadas. Retomando a González decimos Es importante aclarar que las metodologías de intervención no están separadas de las metodologías de investigación ni tampoco de las teorías que nutren la carac- terización de las instituciones y las organizaciones sociales, de los sujetos o de los La producción de conocimientos y las perspectivas epistemológicas en Trabajo Social / Nora Das Biaggio 7 problemas sociales. Lo que debe unir a unas y otras son las preguntas y categorías formuladas y construidas a partir de la reflexión sobre los problemas, los sujetos, las organizaciones, y las prácticas sociales (dentro de las cuales se encuentran las prác- ticas profesionales) desde el campo de intervención del Trabajo Social. (2009: 26) Pero además de nuestra autora, otras en diferentes períodos se han encar- gado de señalar la necesaria articulación entre investigación e intervención. Por ejemplo, Acevedo, Torcigliani, González Saibene han hablado y publicado sobre la relación investigación intervención, haciendo hincapié en la necesi- dad de retroalimentación mutua. Una señala el camino de la producción de conocimientos mientras que la otra construye la intervención en lo social. Entonces volvemos al inicio de nuestro planteo: para investigar no hay un solo método, hay perspectivas desde las que mirar los problemas, los interro- gantes y esas perspectivas son una formidable manera de iluminar un sector de lo real, en tanto se ensombrece u opaca otros. Por tanto, mas que hablar de formas de conocer es preciso consensuar que hay modos de aproximación a lo real que implican limitaciones y potencialidades devenidas de cada una de ellas y que fundan modos de nombrar lo real sin concesiones a las formas de intervenir. La discusión de las diferentes perspectivas epistemológicas guarda relación con la disputa discursiva por el modo de nombrar, devenida en necesidad de elucidación. Entonces, más allá de que formulamos dudas acerca de la convergencia de perspectivas, más bien nos inclinamos a pensar que cada perspectiva ilumina un sector de lo real y con ello prioriza determinadas líneas de intervención. Como todo conocimiento es situacional, emergente de un tiempo histórico es que discutimos con aquellas posiciones estructuralistas que dejan por fuera de su foco de análisis las nuevas formas subjetivas de expresión de la contem- poraneidad. Mas precisamente nos referimos a la opacidad del concepto cuestión social para dar cuenta de fenómenos como incesto, abuso sexual infantil, pues si bien en toda formación histórica el peso de la cultura cae como paradigma imprescindible de ser mirado, las formaciones capitalistas y la relación capital trabajo se muestran impertinentes, o mejor insuficientes, para explicar las formas de subjetivación en que grandes sectores de la realidad hoy acceden a la condición humana. No podría sostenerse que la perspectiva teórico-epistemológica marxista pudiera dar cabida a la emergencia de la subjetivación de sujetos en la contem- poraneidad, vía la explicación de las fuerzas de un conglomerado de ejército de reserva, o más bien, que solo la concepción de mercancía pudiera dar respues- ta a la comprensión del arrasamiento subjetivo de la niña. Si bien todo proceso de subjetivación se da en el marco más amplio de las relaciones de producción, no alcanzan a explicar éstas el modo como se metamorfosea la subjetividad. 8 Si bien no es cuestionable que toda formación histórica eleve una mirada a los modos de producción, a la relación entre clases sociales, a la configuración del ejército de reserva. No es posible aplicar estas categorías teóricas a la com- prensión de la emergencia del fenómeno del incesto, por ejemplo. Entonces decimos que es preciso tener herramientas complejas para mirar lo social, y tal como plantea Hugo Zemelman, el pensar epistémico debe dar lugar a los interrogantes, y esos interrogantes deben potencializar las pregun- tas que puedan iluminar un sector de lo real. Las diferentes perspectivas pueden, a modo de caleidoscopio, permitirnos nombrar desde diferentes lugares formaciones que no son monolíticas sino sometidas a disputas. Es decir que las diferentes perspectivas se encuentran habilitadas para algunas preguntas que ponen de relieve, dependiendo de su tradición, la formulación que aporte. Lo cual constituye una ventaja y una li- mitación porque no se puede formular en términosde interrogantes devenidos de concepciones positivistas conjuntamente con concepciones constructivis- tas porque parten de supuestos básicos subyacentes diferentes y mutuamente excluyentes. Por tanto, se impone una selectividad de la perspectiva teórica epistemológica desde la que formulamos los interrogantes de conocimiento. Desde ya que las perspectivas de género se muestran mas permeables a la disputa por la nominación del incesto como fenómeno en que hoy grandes conglomerados sociales están sometidos a subjetivación. Estas perspectivas nos permiten comprender las relaciones intergeneracionales en que el incesto es una marca subjetiva. Entre otros aportes las perspectivas de género permi- ten comprender el carácter relacional del poder y las cuotas de posesión que terminan explicando conformaciones subjetivas. Por tanto, las perspectivas más que empobrecer la mirada, permiten desta- car aristas del fenómeno que si no fuere tomado, quedaría oculto, secundariza- do o negado. En especial bregamos por una formación sólida que permita com- prender la relación teórico–epistemológica con la producción de conocimiento. Por lo tanto, no es posible tener una relación de linealidad entre modo de comprender y modo de intervenir pero ambas se retroalimentan. La investi- gación señala comprensivamente la intervención y ésta dirige la prioridad en la línea de investigación. Del modo como se amalgamen ambas devendrá una intervención social fundada. Œ Referencias bibiliográficas De Santiago Guervós, Luis (2001). «Las ilusiones del conocimiento: Perspectivismo e interpretación». Revista Thémata Nº 27. España: Universidad de Sevilla. González, Cristina (2009). «Algunas reflexiones sobre la producción de conocimien- to». En: La investigación en Trabajo Social, Volumen VII. Edición post-Jornadas. Paraná, Entre Ríos: Facultad de Trabajo Social (UNER). La producción de conocimientos y las perspectivas epistemológicas en Trabajo Social / Nora Das Biaggio 9 Lenarduzzi, Zulma (organizadora) (2010). Figuras de la madre y fondos de lo materno. Sub- jetividad y poder en situaciones de incesto paterno filial. Buenos Aires: Librería de Mujeres Editoras. Lera, Carmen Inés (compiladora) (2009). Apuntes sobre trabajo social. Construyendo el oficio. Paraná, Entre Ríos: Editorial Fundación La Hendija. Zemelman, Hugo (2001). «Pensar Teórico. Pensar epistémico». Documento de circu- lación interna. Cátedra Trabajo Social y Construcción Disciplinar. Consultado en URL: <www.http://ipecal.net/publicaciones.html>. 10 Este artículo se propone reflexionar en torno al modo en que se ha planteado una pregunta que, según señala Michel Foucault en El gobierno de sí y de los otros, subtiende todo el pensamiento político occidental: ¿puede la democracia so- portar la verdad? En esta línea, se intentará, desde la perspectiva de Michel Foucault y Giorgio Agamben, problematizar el vínculo que se establece entre democracia, subjetividad y verdad. Este análisis nos permitirá hacer visibles los esquemas de veridicción en los que están inscriptas las tematizaciones so- bre la democracia, especialmente en el liberalismo, y las proyecciones polí- ticas que se despliegan a partir de esta relación; así como también delinear algunas alternativas teórico-metodológicas para revisar el tratamiento que el pensamiento occidental le ha dado a la compleja relación entre democracia y verdad. Introducción Quizá pueda parecer extraño que yo […] no me atreva en público a subir a la tri- buna del pueblo y dar consejos a la ciudad […]. En efecto, sabed bien, atenienses, que si yo hubiera intentado anteriormente realizar actos políticos, habría muerto hace tiempo y no os habría sido útil a vosotros ni a mí mismo. Y no os irritéis conmi- go porque digo la verdad. En efecto, no hay hombre que pueda conservar la vida, si se opone noblemente a vosotros o a cualquier otro pueblo y si trata de impedir que sucedan en la ciudad muchas cosas injustas e ilegales. Este conocido pasaje de la Apología de Sócrates, que Michel Foucault toma para analizar la parrhesía o decir veraz (2010: 87-130), sintetiza claramente uno de los problemas clave en el tratamiento que el pensamiento político occidental le ha dado a la democracia: ¿puede la democracia soportar la verdad? (2008: 158). Foucault señala que la filosofía clásica, que se auto-representa como discurso de la verdad, desplaza su ámbito y su destinatario desde la polis hacia el alma del príncipe en el momento en que cree detectar que en la democracia, donde todos pueden hablar según su voluntad, no es posible distinguir el discurso verdadero del falso, el bien del mal, lo justo de lo injusto. La parrhesia se con- vierte en el elemento de identidad de una buena politeia, al mismo tiempo que se estabilizan, según Foucault, tres principios que aparecen como orientado- res del mundo político: principio cuantitativo de escansión de la unidad de la ciudad que traza en ésta una línea divisoria entre los pocos y los muchos; principio del isomorfismo ético cuantitativo que plantea que los pocos son vir- tuosos mientras que los muchos no lo son; principio de la transitividad políti- ca, que establece que lo que quieren los pocos que son virtuosos es bueno para todo el cuerpo político mientras que lo que quieren los muchos, que no son virtuosos, es malo para todos (2010: 60-63). Estos principios abonan un estereotipo destinado a permanecer durante siglos en muchas vertientes de la filosofía política occidental, y que Foucault Datos de la autora: Licenciada y profesora en Historia, maestro en Ciencias Sociales, doctora en Historia, docente de la Facultad de Tra- bajo Social (UNER) y de la Facul- tad de Ciencia Política y Relacio- nes Internacionales (UNR). Beatriz Norma Dávilo Democracia, subjetividad y verdad. Algunos aportes de Michel Foucault y Giorgio Agamben 11Democracia, subjetividad y verdad / Beatriz Dávilo presenta en estos términos: lo verdadero en el orden del discurso político no puede decirse en la forma de la democracia entendida como derecho de todos a hablar; la verdad no puede decirse en un campo político caracterizado por la indiferenciación de los sujetos hablantes (2010: 66). Uno de los problemas de la democracia, entonces, se relaciona con su capa- cidad de funcionar como dispositivo epistemológico, a partir de una pregunta que se ha hecho jugar de manera negativa o positiva según los casos: ¿es posi- ble tomar la opinión de la mayoría como un indicador de verdad? En este sentido, este artículo se propone inscribir el vínculo entre democra- cia y verdad en el marco de la historia de la subjetividad, o, como diría Fou- cault, de la relación de los individuos con la verdad —una relación sumamente fértil para el análisis de las múltiples articulaciones entre política y subjetivi- dad en Occidente— (2002: 245). A partir de los aportes de Foucault y de Giorgio Agamben, se podrá problematizar el lazo que se ha tejido con frecuencia entre democracia y verdad, y señalar algunas líneas teórico-metodológicas para des- plegar una genealogía del tratamiento que ese lazo ha recibido en el pensa- miento occidental moderno y contemporáneo. ¿Por qué situar las reflexiones en torno a la democracia en el marco de una historia de la subjetividad? En el curso de 1982 dictado en el Collège de France, «La hermenéutica del suje- to», Foucault aborda la historia de la subjetividad a partir de los modos en que, históricamente, se ha desplegado el vínculo de los individuos con la verdad —en particular la verdad de sí mismos—, a través del análisis de las tecnolo- gías del yo. Para acceder a la verdad a través de estas tecnologías «[…] es preciso que el sujeto se modifique, se transforme, se desplace, se convierta, en cierta medida y hasta cierto punto, en distinto de sí mismo» (2002: 33). La verdad que está en juego aquí es una verdad íntima, la verdad del pro- pio ser, que emergería a través de diversos modos de experimentacióndel sí mismo —por ejemplo, el registro de las acciones personales a través de la escri- tura de sí, o la relación con un maestro de verdad—1 en un proceso que impulsa transformaciones subjetivas, o, para ser más precisos, transformaciones en su condición del individuo que lo vuelven un sujeto. Un planteo similar se presenta en «El sujeto y el poder», donde Foucault señala que la tarea a la que está abocada su investigación es el estudio de las formas a través de las cuales los seres humanos se convierten a sí mismos en sujetos. En ese marco —dice—, ha escogido el dominio de la sexualidad para ver de qué manera los hombres y mujeres han aprendido a reconocerse como sujetos éticos. Y en este campo, según Foucault, reaparece la cuestión de la verdad, aunque aquí se trata de una verdad cuyo descubrimiento, en muchas ocasiones, se le impone al sujeto; una verdad sobre sí que está obligado a cono- cer y reconocer y hacer que los otros reconozcan (2001a: 242-245). 1. Foucault apela a esta idea de escritura de sí en diversos momentos del curso de 1982, pero la presentación más siste- mática se presenta en un artícu- lo de los Dits et écrits (1994: 417- 427). El tratamiento que hace Foucault de la relación de los jóvenes discípulos con un maes- tro que transmite los modos de acceso a la verdad tiene como referencia escrita el trabajo de Marcel Detienne (1967: pássim). 12 Estos desarrollos foucaultianos invitan a interrogarse acerca de la posibili- dad de indagar las formas en que los seres humanos se convierten a sí mismos en sujetos en el dominio de la política. En este sentido, el análisis de los modos en que ha sido tematizada y conceptualizada la democracia muestra cómo, a partir de una cierta relación con la verdad, los individuos han aprendido tam- bién a reconocerse como sujetos políticos: en la relación de los individuos con la verdad de sí, y en la interpelación por la verdad de los otros y la verdad o la naturaleza del orden político, la democracia queda inscripta en el problema de la búsqueda del régimen más propicio para que las personas encuentren lo que son y lo que pueden ser. En los dos últimos cursos que dicta Foucault en el Collège de France —«El gobierno de sí y de los otros» y la continuación de éste, que lleva por título «El coraje de la verdad»— se sugiere que, desde Platón en adelante, podemos encontrar en el pensamiento político occidental una línea de reflexión que propone que la posibilidad de encontrar la verdad sobre sí mismo está liga- da a cierta verdad o esencia de la política. En este contexto, la democracia es evaluada, y en algunos casos incluso enjuiciada, a partir de su relación con la verdad, más específicamente en su capacidad de habilitar un espacio para que tanto los individuos como el orden político puedan dar cuenta de la verdad de su ser. En la República, Platón resalta una tensión inherente a la democracia que concierne al ser y el parecer, a lo que es y a lo que muestra. Esta tensión surge de uno de los elementos constitutivos de la polis democrática: la isegoría como igualdad en el acceso a la palabra, que permite que cualquiera hable no para decir la verdad, sino lo que el pueblo quiere oír, porque el pueblo «despre- cia como inútil al que no sabe lisonjear sus deseos» (488 b, c, d). La democracia pondría así en circulación un discurso que no estaría estructurado en torno a la verdad sino a las apariencias, que no sería filosofía, sino retórica. Desde entonces, podría decirse que la verdad, como sostiene Foucault, se ha convertido en un principio de exclusión (2011: 23), que en el orden político se vuelve una línea de demarcación que permite establecer quiénes pueden participar en el mundo político y quiénes no, o al menos quiénes pueden ha- cerlo con legítimo derecho. Esta cuestión se vuelve crucial en el marco de los procesos políticos de la Modernidad, que amplían el espacio de la participa- ción política: a partir de los experimentos revolucionarios de fines del siglo xviii que ensayan alternativas frente al régimen monárquico, la democracia ha sido juzgada en función de su capacidad para permitirles a los individuos encontrar la verdad de su ser y, en consecuencia, el sustrato esencial sobre el que descansa su estatuto de sujetos políticos. ¿De qué manera se pondría a prueba, entonces, esa capacidad de la demo- cracia? En la posibilidad de constituirse en un espacio propicio para que los hombres experimenten sus atributos de racionalidad y titularidad de dere- chos, en un escenario que apela a su consentimiento como piedra angular del edificio político. 13Democracia, subjetividad y verdad / Beatriz Dávilo En este marco, del mismo modo en que la verdad ha funcionado como la barrera que distingue el cuerdo del loco, el sano del enfermo, el hombre ho- nesto del delincuente, también lo hace en relación a quién puede ser ciuda- dano y quién no. En este sentido, la verdad que se le requiere al sujeto de la democracia moderna está articulada a la percepción clara de su propio ser y de las características del entorno social en el que está inmerso. La verdad sobre sí mismo está instalada de manera paradojal en el reconocimiento de su con- dición jurídica de plena titularidad de derechos pero, al mismo tiempo, en la aceptación de las condiciones que le impone la vida en sociedad. Esto implica que el sujeto político se recorta sobre el perfil de una voluntad adulta norma- lizada y por lo tanto capaz de obedecer. La verdad del entorno que el sujeto político, entonces, debe reconocer es el poder de la realidad y la realidad del poder (2005: 224-5). La capacidad de obedecer y la posibilidad de reconocer el poder de la reali- dad y la realidad del poder definen un paradigma de subjetividad al que está asociada la democracia como concepto y como ámbito de la experiencia polí- tica. Si la historia de la subjetividad en el occidente moderno es la historia de cómo los hombres y mujeres intentan explorar la verdad de sí en relación a sí mismos y a los demás, la democracia es una de las tecnologías políticas que se hilvanan en esa historia. De manera similar al rol que Foucault señala en la confesión o el psicoanálisis en tanto tecnologías individuales e individuali- zantes, podría abordarse la democracia como tecnología política que articula una dimensión individual y una colectiva. Las caracterizaciones de la demo- cracia aparecen así articuladas con la preocupación por encontrar el régimen político más apto para elevar la autonomía personal de los hombres y mujeres a través de una forma de articulación colectiva que potencie esa autonomía y a la vez la inscriba en la lógica del vínculo comunitario.2 En la democracia, entonces, lo que se pondría en juego es la posibilidad de producir un tipo de identificación subjetiva por la cual los hombres y muje- res se definen a sí mismos como titulares de derechos, pero al mismo tiempo aceptan que el ejercicio de esos derechos debe ser compatible con la conviven- cia social. Sin embargo, el itinerario de la democracia como concepto y como experiencia política se presenta problemático: en el escenario en que surge la posibilidad de construir un orden democrático, no todos los individuos se muestran racionales a la hora de hacer valer sus derechos, ni capaces de obe- decer y aceptar el poder de la realidad y la realidad del poder. Así, la demo- cracia necesita producir un tipo de sujeto que a la vez presupone. Y en este sentido, la historia de la democracia puede ser abordada en la perspectiva de una historia del despliegue de un conjunto de tecnologías —por ejemplo, el sufragio, la multiplicación de los espacios que vehiculizan la expresión de la opinión, el resguardo de ámbito privado sustraído a la dinámica de lo públi- co— que se expanden a medida que se generaliza ese modelo de subjetividad. 2. Esta articulación entre la dimensión individual y la co- lectiva ha sido cuestionada en muchas ocasiones, señalándo- se la tensión entrela vertiente democrático-republicana y la vertiente liberal que alimentan el modelo de las democracias contemporáneas. Ya en relación a la obra de Rousseau muchos comentaristas han puesto de relieve que ante el poder de la «voluntad general» se quiebra la voluntad individual, e incluso los filósofos que se han inscripto a sí mismos en la tradición rousseauniana han asumido la complejidad de estos planteos (Cassirer, 2007 [1932]: 68-75). En cuanto a las tensiones entre la tradición liberal y la republicano-democrática, se pueden ver, para citar trabajos ubicados en perspectivas claramente diferentes, las producciones de Chantal Mouffe (2003) y Norberto Bobbio (1985). 14 Liberalismo y democracia: gubernamentalidad, subjetividad y verdad La verdad que se le reclama a la democracia no puede ser escindida de un régi- men de veridicción —es decir, de un conjunto de criterios de demarcación de lo verdadero y lo falso— más amplio, que rige tanto las formaciones epistémicas como las políticas. La democracia, entonces, queda inscripta en un régimen de veridicción forjado en la Modernidad, y estructurado en torno a dos crite- rios íntimamente ligados: la existencia de un sujeto transparente a sí mismo y las posibilidades ofrecidas por el orden político para que los seres humanos se conviertan a sí mismos en sujetos encontrando la verdad sobre sí mismos. Es interesante remarcar, además, que las preocupaciones en torno a la de- mocracia como régimen posible comienzan a desarrollarse en el mismo con- texto de emergencia de las ciencias humanas. De manera que podría pensarse que los regímenes políticos de la Modernidad, y en particular la democracia, están atravesados por la misma apuesta que las ciencias humanas asumen: despojar al hombre, como dice Foucault, «de todo lo que pueda ocultarlo a sus propios ojos» (1968: 258). Esta imagen, que supondría un saber que se impone a un sujeto de conocimiento ya dado, debería ser desmontada —en lo que re- fiere a la producción tanto de un campo cognitivo como de un campo político— para mostrar «[…] cómo se produce, a través de la historia, un sujeto que no está dado definitivamente, que no es aquello a partir de lo cual la verdad se da en la historia» sino que es fundado y vuelto a fundar a cada instante al interior mismo de esa verdad desplegada en la historia (2001b: 5). Así, el estudio de la democracia está marcado por un doble desafío: el de una genealogía de la verdad y una genealogía del sujeto en relación a la política. En relación a la verdad, cabe resaltar, como dice Foucault, que Occidente ha sido dominado por el gran mito de que la verdad nunca pertenece al poder. Las luchas políticas, en general, han tratado de partir el campo, oponiendo una verdad sin poder a un poder sin verdad (2001b: 25-6). Y esto ha fijado lo que Foucault denominaría una «dramática del discurso», es decir una pues- ta en escena del acontecimiento de enunciación que se muestra afectando al enunciador, que sería el vocero de una verdad que se pretende despojada de poder (2008: 266), pero que al mismo tiempo se utiliza como arma de disputa. Esta dramática del discurso pone en acto lo que aparece como un gesto de coraje mediante el cual el que enuncia la verdad del régimen se pone en juego a sí mismo, asume un riesgo, sosteniendo esa verdad sin poder frente a un poder sin verdad. En este sentido, es interesante analizar cómo en Occiden- te —en principio— la política ha sido evaluada, desde una supuesta posición de exterioridad por la filosofía, pero además por lo que se presenta como un saber que es ajeno al campo político. Desde esa exterioridad, la filosofía, el derecho, la economía, entre otros saberes, proponen su lugar en relación a la política —como diría Foucault— diciéndole no, marcándole sus errores, y re- 15Democracia, subjetividad y verdad / Beatriz Dávilo clamando para sí una manifestación de verdad (2008: 294) considerada ajena a aquella. Dice Foucault que desde Platón en adelante la filosofía se ha asignado a sí misma no un rol en la política sino un rol en relación a la política, puesto que su preocupación es la cuestión del sujeto en la política (2008: 295). Este planteo podría aplicarse, en general, a los saberes que asumen la tarea de interrogar a la política desde afuera, adjudicándose el rol de identificar la virtud de un régimen con la capacidad de habilitar para los hombres y mujeres mecanis- mos que les permitan acceder a la verdad sobre sí mismos en su condición de sujetos políticos, abriendo así el camino para la exploración de la verdad de la política.3 En este sentido, frases ya vulgarizadas y pasibles de las más diversas interpretaciones, como «educar al soberano» o «el pueblo nunca se equivoca», dan cuenta de una similar inscripción del régimen político en la lógica de opo- sición entre verdad y error. En el caso de la democracia representativa, el régimen de verdad y error en el que se inscribe, dado su contexto de surgimiento, es el mismo que define también el umbral del liberalismo como racionalidad gubernamental. Hacia fines del siglo xviii y primeras décadas del xix se forja ese nuevo principio de «gobernar lo menos posible» que parte del supuesto que, dado que desde la es- fera de las instituciones políticas siempre se corre el riesgo de gobernar dema- siado, se debe buscar en el mercado el indicador de cuánto se puede y se debe gobernar. La gubernamentalidad liberal, entonces, encuentra en el mercado un régimen de veridicción que le muestra no el límite legítimo sino el límite verdadero —en términos de utilidad pública— de la práctica gubernamental, y en la economía política un saber y un conjunto de tecnologías que sostienen la práctica del gobierno. En este sentido, como dice Foucault, si bien el Estado de derecho y la democracia no fueron forzosamente liberales, ni el liberalismo fue necesariamente democrático o apegado a las formas de derecho, en la prác- tica se produce, a partir de comienzos del siglo xix, el encuentro factual entre liberalismo y democracia (2007: 363). Podría decirse que la democracia le da forma institucional a la gubernamentalidad liberal, estableciendo un régimen político para ésta. Si la gubernamentalidad liberal hace de la libertad su prin- cipal tecnología de gobierno, uno de los ámbitos en los que esa libertad se pone en acto es en la elección de quienes van a conducir las instituciones políticas. Sin embargo, siguiendo a Foucault, la medida fáctica de libertad que pone en juego el liberalismo responde más a una práctica gubernamental consumi- dora de derechos, que a los principios abstractos de titularidad natural de los mismos, que subyacen a muchos de los experimentos políticos de la moderni- dad. En este marco, ¿cuál es la verdad que debe soportar el régimen democrá- tico-liberal? La tensión entre el sujeto de interés que supone el liberalismo y el sujeto de derecho que supone la democracia. El itinerario del pensamiento liberal en relación al problema del sujeto y el gobierno está marcado por la inquietud que produce suponer que la conviven- 3. Aquí cabe aclarar que no introducimos la distinción entre la política y lo político que la idea de una «verdad de la políti- ca» parecería introducir, por dos motivos. En primer lugar, en los autores analizados, no hay coincidencia sobre esta distin- ción y las posiciones de ambos en relación a esta cuestión requerirían en sí mismas una reflexión cuidadosa. Foucault, por ejemplo, critica explícita- mente el uso del concepto de «lo político» porque, sostiene, enmascara el conjunto de problemas específicos que son los inherentes al juego político como campo de experiencias (2008: 146). Agamben, por su parte, si bien se acerca a Fou- cault en tanto identifica una de sus líneas de indagación como una arqueología del poder, recurre a la pareja conceptual «lo teológico-lo político» para mostrar la vacuidad del poder, su carencia de fundamento, y señalar queambas dimensiones se estructuran en torno a la gloria, ya se trate de la gloria del fasto religioso como la del espectáculo democrático (2008: 252-6). En segundo lugar, creemos que en el abordaje de las críticas en torno a los experimentos democrá- ticos la noción de «política» como campo de experiencia se ajusta más adecuadamente a la inquietud por encontrar los rasgos del régimen político que acercan o alejan, según el caso, a los hombres y mujeres de la posibilidad de encontrar la verdad sobre sí mismos. 16 cia social descansa en un insumo humano que en principio parece poco afín a ella: el homo economicus, individuo egoísta y calculador, que busca minimizar el dolor y maximizar el placer y los beneficios. Ahora bien, tal como se interroga Foucault, el homo economicus, ¿era un «áto- mo de libertad» frente a todas las condiciones, todas las empresas, todas las le- gislaciones, todas las prohibiciones de un gobierno posible? ¿O era ya un cierto tipo de sujeto que justamente permitía a un arte de gobernar regularse según el principio de la economía, en los dos sentidos del término: economía como economía política, y economía en cuanto restricción, autolimitación, fruga- lidad del gobierno? (2007: 363). El homo economicus tematizado en el Nacimiento de la biopolítica da cuenta del giro político que le ha dado Foucault a la cuestión, planteada en Las palabras y las cosas, sobre el modo en que el sujeto vivo, produc- tivo y hablante puede ser objetivado a través del análisis de la producción de vida, riquezas y significado en la episteme moderna (1968: 258). Si en Las palabras y las cosas se muestra cómo el hombre, a través de la econo- mía como disciplina científica, puede reconocerse en su condición de produc- tor de riqueza, en Nacimiento de la biopolítica se analiza cómo en el homo economicus, ubicado en el corazón de la práctica gubernamental, se hace transparente la conciencia epistemológica de su condición de sujeto político —un tipo de su- jeto político cuyo lazo con los demás se funda en el interés egoísta— (2007: 20), puesto que encuentra en la convivencia con los demás la posibilidad de perseguir sus propios fines. De la misma manera, entonces, en que el Estado en la Modernidad, como dice Foucault, solo existe para sí independientemente de la relación que se establezca con otros sistemas como el de la naturaleza o el de la religión (2007: 63), así también el sujeto político presupuesto por este Estado acepta someter- se a la lógica de la ley respondiendo a metas que sólo le competen a sí mismo, más allá de la red de vínculos sociales y políticos en el que quede inscripto. En este sentido, el Estado moderno liberal, organizado según la lógica de la democracia representativa, aparecería como el correlato institucional de una determinada manera de gobernar cuyas principales características serían re- currir a la libertad como tecnología gubernamental y al interés del homo econo- micus como motor o motivador. Es tal vez en esta imposibilidad —reconocida por el liberalismo— de pensar el grado cero de la construcción política a partir de la socialización de los va- lores cívicos, donde podemos buscar la moderna articulación entre democra- cia y nuda vida que señala Agamben. Si el átomo del orden político es el homo economicus, ¿qué otro elemento podrían tener común los individuos egoístas y calculadores de la sociedad liberal y capitalista, más que la nuda vida? Así pues, si hay algo que caracterice a la democracia moderna con respecto a la clásica, es que se presenta desde el principio como una reivindicación y una libera- ción de la zoe, es que trata constantemente de transformar la nuda vida misma en 17Democracia, subjetividad y verdad / Beatriz Dávilo una forma de vida y de encontrar, por así decirlo, el bios de la zoe. De aquí también su aporía específica, que consiste en aventurar la libertad y la felicidad de los hom- bres en el lugar mismo –la nuda vida– que sellaba su servidumbre. Detrás del largo proceso de antagonismo que conduce al reconocimiento de los derechos y de las li- bertades formales, se encuentra una vez más el cuerpo del hombre sagrado con su doble soberano, su vida insacrificable y sin embargo expuesta a que cualquiera se la quite. Adquirir conciencia de esta aporía no significa desvalorizar las conquistas y los esfuerzos de la democracia, sino atreverse a comprender de una vez por todas por qué, en el momento mismo en que parecía haber vencido definitivamente a sus adversarios y haber llegado a su apogeo, se ha revelado de forma inesperada incapaz de salvar de una ruina sin precedentes a esa zoe a cuya liberación y a cuya felicidad había dedicado todos sus esfuerzos. (Agamben, 1998: 154) La reivindicación de la nuda vida en las democracias burguesas conduciría al primado de lo privado sobre lo público y de las libertades individuales sobre los lazos colectivos. En el modelo político que supone que el orden es la expre- sión de una voluntad colectiva que se manifiesta a través de la ley, es esta ley la que define la doble identidad, pública y privada, de los individuos. Pero en la gubernamentalidad liberal estructurada según el régimen de la democracia representativa, se supone que los individuos ya son algo, y deben seguir sién- dolo a pesar de la acción estatal. En este modelo, entonces, la nuda vida es el umbral que comparten los hombres y mujeres en la perspectiva de las institu- ciones estatales; una nuda vida que, como dice Agamben, es un producto del poder y no un dato natural, es un supuesto que éste construye para definir un umbral de intervención, transformando la política en biopolítica (2007: 18). En este sentido, es interesante remarcar que al hacer ingresar al individuo- especie en la agenda de la política moderna lo que se ubica en su centro es, como dice Agamben, la nuda vida del ciudadano. A partir de la población, ese gran descubrimiento de la política del siglo xviii según Foucault, se ponen en juego dos cuestiones centrales para las de- mocracias modernas. Por un lado, en la «población» como objeto de la acción política se conjuga lo que Foucault plantea ya en Las palabras y las cosas: la objeti- vación del hombre como cuerpo biológico y como productor de bienes, en una dimensión colectiva que implica la consideración de sus ciclos naturales, sus capacidades productivas, sus potencialidades. Aquí aparece la noción de bio- política, pensada como una estrategia tendiente a producir la vida, a «hacer vivir y dejar morir» por oposición a la lógica de la soberanía, que se expresaba según Foucault en la frase «hacer morir y dejar vivir». Pero además el concepto de «población» define un colectivo compatible con la idea liberal de la sociedad integrada por individuos calculadores y maximizadores de beneficio, un colec- tivo con un nivel de articulación minimalista, si se quiere, que les plantea a los hombres un compromiso mucho más diluido con las referencias cívicas — en este sentido un colectivo ligado a la noción de «bien común», por ejemplo, 18 tan caro a la tradición del republicanismo clásico sería más difícil de conciliar con esa lógica—. Siguiendo a Agamben, podría decirse que cuando la democracia moderna instala a la biopolítica en el núcleo de las estrategias estatales, deja en sus- penso la posibilidad de pensar en la producción de una identidad cívica que exprese la dimensión cualitativa de la vida en comunidad. En ese contexto, el debilitamiento de las referencias a valores sustantivos de la vida cívica parece suplirse con la espectacularidad de los regímenes democráticos contemporá- neos, a los que les cabe, según Agamben (2008: 11), la identificación entre po- der y gloria como arcano central del poder: […] la función de las aclamaciones y la Gloria, en la forma moderna de la opinión pública y del consenso, está todavía en el centro de los dispositivos políticos de las democracias contemporáneas. Si los media son tanimportantes en las democracias modernas no se debe, en efecto, sólo a que ellos permiten el control y el gobierno de la opinión pública, sino también, y sobre todo, a que administran y otorgan la gloria, aquel aspecto aclamativo y doxológico del poder que en la modernidad parecía ha- ber desaparecido. En este rasgo aclamativo y espectacular de las democracias modernas, al que refiere Agamben, reaparece, creemos, el problema de la verdad. Fijada a una dimensión procedimental que obtura la posibilidad de expresar la identi- dad cívica de los ciudadanos —cuando no renuncia explícitamente a ello—, la democracia no ha cesado de buscar un sustituto que releve el derrumbe de los indicadores de certeza —certeza sobre la condición de los ciudadanos, sobre el sentido imputado al consentimiento, sobre la fidelidad de la representación. En este marco, se han expandido los intentos de suplir los déficits de una participación siempre precaria y una representación en la que la relación entre la parte y el todo no deja de implicar un salto en el vacío. Tales serían los casos de la multiplicación de las ágoras virtuales en la web, o incluso de las reales en la proliferación de espacios que pretenden detentar una lógica asamblea- ria. Pero estos experimentos aparecerían como un giro continuo que no logra resolver el problema planteado por Jean-Jacques Rousseau y Carl Schmitt: que la verdadera democracia es aclamación, el grito de rechazo o aprobación de la mesa reunida, según lo propone Schmitt (Agamben, 2008: 301). Si «pueblo» es un concepto que sólo se vuelve existente en la esfera de la pu- blicidad, si el pueblo produce la publicidad con su presencia, y por lo tanto no puede ser representado porque tiene que estar presente (Agamben, 2008: 442), ¿es posible, en las democracias contemporáneas, acceder a la verdad del régi- men político expresada en la voz del sujeto político sobre el que éstas pretenden sostenerse, esto es, el pueblo?; y en todo caso, ¿cuáles serían los mecanismos? En este sentido, cabría preguntarse si la excepción soberana no descansa, en buena medida, en los desencuentros entre democracia y verdad, en las 19Democracia, subjetividad y verdad / Beatriz Dávilo dificultades imputadas a la democracia en la tarea de permitir a los sujetos que encuentren la verdad sobre sí mismos y de canalizar esa verdad a través de las instituciones políticas. ¿No podría la excepción ser analizada también como una respuesta a la imposibilidad de la democracia de expresar la ver- dad? Incluso podría decirse, junto con Agamben, que, de la misma manera que la excepción no está ni dentro ni fuera del orden jurídico sino que define las condiciones que el derecho requiere para su propia existencia (1998: 29), tampoco está ni del lado de la verdad ni del error sino que pretende definir las condiciones en que verdad y error pueden ser predicados respecto del régimen político. En este contexto, el problema clave de los regímenes representativos no es cómo gobernar en la democracia, sino cómo gobernar la democracia, en tanto la puesta en marcha del mecanismo democrático parece disparar fuerzas que podrían no contenerse o descontrolarse. Por otro lado, la excepción, dice Agamben, crea y garantiza la situación de la que el derecho tiene necesidad para su propia vigencia, estableciendo la implicación originaria de la vida en la esfera del derecho, y la estructuración normal de las relaciones de la vida, de la que la ley tiene necesidad (1998: 39-40). La implicación originaria de la vida en el derecho se articula también con el vínculo paradojal que Occidente ha establecido entre política y verdad, puesto que se enmarca en la proliferación de un conjunto de saberes que van de la economía a la gestión y administración de la vida, propio del Estado moder- no. Sin embargo, frente a esos saberes que apuntan a la organización insti- tucional del régimen, el problema de la verdad en la democracia se mantiene vigente cuando de lo que se trata es de las tensiones ligadas a los discursos, representaciones e imaginarios, las demandas y reivindicaciones, de quienes se supone que contribuyen a forjar sus cimientos —el pueblo, los ciudadanos, etc.—. Y esto es así porque la verdad que no pueden soportar las democracias representativas efectivamente existentes es la del demos, la de los más que tienen menos —ya sea que este «menos» sea evaluado en la perspectiva del capital económico, social o simbólico—. En las democracias representativas, donde algunos disputan entre sí la po- sibilidad de constituirse en la voz de todos, cuando el demos pretende hablar —incluso a través del mecanismo más estabilizado de estos regímenes, esto es, el sufragio— lo que dice es atravesado por un principio de sospecha: no sabe lo que vota, o lo hace engañado, o seducido por cuestiones que contaminan una supuesta «pureza» de la política que sólo unos pocos son capaces de ver. Pero, como dice Jacques Rancière (2006: 90): […] la pretendida pureza de lo político no es sino la pureza de una distribución de los términos, de una situación dada de las relaciones entre formas sociales del poder de la riqueza y formas de privatización estatal del poder de todos. 20 Tal vez sería interesante pensar, en relación al vínculo entre la supuesta pureza de lo político y la democracia, lo que plantea Agamben en torno al lazo anudado entre vida y derecho: que en el núcleo central de ese vínculo lo que hay es un lugar vacío. Igualmente podríamos decir que en lo que se ha buscado como núcleo esencial de la democracia, donde se ha esperado encontrar «su verdad», lo que hay es una ficción que intenta disimular el lugar vacío que el régimen político no cesa de bordear (2010: 13). A modo de conclusión: problemas y perspectivas en el análisis del vínculo entre subjetividad, verdad y gubernamentalidad democrática Si bien toda la historia del pensamiento occidental registra la preocupación por la relación entre la esencia del régimen político y la dimensión constitu- tiva, más íntima, del sujeto, la Modernidad ubica esta cuestión en el centro del debate en tanto que es a partir de entonces que se abren las fronteras de la participación política. En este contexto se produce un doble movimiento de conceptualización en el plano teórico y de operativización en el campo político de la noción de un sujeto que, si bien es naturalmente titular de derechos, debe poder encontrar, en el espacio de la política, los puntos de apoyo que le permitan desenvolver plenamente esta condición en los límites dibujados tan- to por el consentimiento como por la autoridad. Esta producción del sujeto político moderno, el ciudadano titular de dere- chos, está inscripta en el problema de la gubernamentalidad. En este sentido, la democracia es una tecnología de gobierno en la que se pone en juego tanto la gubernamentalidad de los hombres como la gubernamentalidad del siste- ma. ¿Cómo se gobierna la democracia, entonces? En buena parte de las teorías modernas la verdad sigue funcionando como indicador a la vez epistemológico y axiológico de las características de la democracia. Una buena democracia se gobierna con la verdad; la esencia de la democracia estaría en su capacidad de soportar la verdad. El problema es que los regímenes democráticos existentes parecen tener dificultades con la verdad. En las críticas dirigidas a ellos, por izquierda y por derecha, la cuestión de la verdad es un tema clave, y cada una, desde su perspectiva, suele identificar una verdad que la democracia no podría soportar. Para la posición libertaria de Robert Nozick, por ejemplo, la verdad que no puede soportar la democracia es la que hace visible que no hay ningún sustento de derecho para hacer efectiva la igualdad a través de mecanismos redistributivos. Según Nozick, si los bienes son adquiridos «apropiadamente» no hay nada que justifique un rol redistributivo del Estado (1988: 226). Para el marxismo, es la verdad de lacondición de clase que atraviesa los conflictos del régimen político, irreductibles a la ficción de la igualdad jurídica: «el derecho de la libertad es el derecho de la propiedad privada», como dice Karl Marx (2005 [1844]: 39). Para Jacques Rancière, en cambio, el «escándalo democrático» es 21Democracia, subjetividad y verdad / Beatriz Dávilo la mera existencia de un régimen que diferencia entre gobernantes y gober- nados, que desvanece el principio de igualdad que, se supone, articula a la democracia (2006: 75). El abordaje del tratamiento que el pensamiento occidental le ha dado al vín- culo entre democracia y verdad, entonces, podría inscribirse en la línea que esboza Foucault en la entrevista publicada con el título «Verdad, individuo y poder» y en el curso «El gobierno de sí y de los otros». Foucault define allí una «historia del pensamiento» que transita un estrecho sendero entre la historia social y los análisis formalistas. Para él, en torno al hombre analizado en su condición de ser pensante, puede decirse que «la forma en que piensa está re- lacionada con la sociedad, la política, la economía, la historia, y también está relacionada con categorías muy generales y universales, y con estructuras for- males». Pero, dice Foucault, el pensamiento es algo distinto de las relaciones sociales, y al mismo tiempo no está completamente analizado por las catego- rías de la lógica (1990: 141). ¿Cómo se podría caracterizar, entonces, al pen- samiento, desde esta perspectiva? Como el hogar de las experiencias posibles (2008: 4). El pensamiento no sería teoría ni representación; sería el punto en el que se articulan reflexión y experiencia, y a partir del cual los hombres y muje- res pueden concebir otros modos de vida e intentar hacerlos efectivos. En este sentido, en una línea similar a la propuesta de Foucault de analizar las formas en las que se experimenta el sí mismo en relación a la locura, la enfermedad o la sexualidad, podría indagarse cómo ha ocurrido esto en relación a la política. Para reconstruir esa historia tanto Foucault como Agamben nos ofrecen instrumentos valiosos. Agamben nos muestra esa historia a partir de la opera- tivización de la noción de derechos naturales en el campo político. Desde esta perspectiva podemos hacer visible el modo en que los hombres y mujeres son subjetivados en relación a la portación de derechos, tanto por sí mismos como por los regímenes políticos. Foucault, por su parte, nos ofrece una genealogía del vínculo entre gobierno de sí y gubernamentalización del Estado: puesto que el gobierno es el poder que va del sí mismo al sí mismo, la democracia, en el marco de la gubernamentalidad liberal, se vuelve posible cuando el sistema político puede asentarse en esas tecnologías que habilitan un sujeto autogo- bernado. Œ Referencias bibliográficas Agamben, Giorgio (1998). Homo Sacer I. El poder soberano y la nuda vida. Barcelona: Pre- textos. —— (2007). Estado de Excepción. Buenos Aires: Adriana Hidalgo. —— (2008). El reino y la gloria. Una genealogía de la economía y el gobierno. Buenos Aires: Adriana Hidalgo. —— (2010). «Nota preliminar sobre el concepto de democracia». En: AA.VV. (2010), Democracia, ¿en qué estado? Buenos Aires: Prometeo. 22 Bobbio, Norberto (1985). Estudios de historia de la filosofía política. De Hobbes a Gramsci. Madrid: Debates. Cassirer, Ernst (2007 [1939]). «El problema Jean-Jacques Rousseau». 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Paris: Gallimard. Marx, Karl (2005 [1844]). La cuestión judía. Buenos Aires: Nuestra América. Mouffe, Chantal (2003). La paradoja democrática. Barcelona: Gedisa Nozick, Robert (1988). Anarquía, estado y utopía. Buenos Aires: FCE. Rancière, Jacques (2006). El odio a la democracia. Buenos Aires: Amorrortu. 23Consultores políticos y la política mediatizada / Abelardo Del Prado Abstract El presente artículo tiene como objetivo presentar o dar cuenta de las represen- taciones sociales comunes a los consultores políticos que trabajan en nuestro país. Más específicamente, la sistematización de los discursos que ellos mis- mos realizan sobre su profesión y la política actual. Para tal fin, se leyeron y analizaron obras escritas de tres reconocidos consultores políticos que traba- jan en nuestro país: Santiago Nieto, Jaime Durán Barba y Gustavo Martínez Pandiani. La línea de investigación presentada aquí comenzó con la tesina de grado de quien escribe y continúa como un proyecto en el Centro de Investigaciones en Mediatizaciones, perteneciente a la Universidad Nacional de Rosario (unr). Introducción Muchos son los estudios que teorizan sobre los cambios en las democracias occidentales a partir de la gran incidencia de los medios masivos de comuni- cación. En este contexto, la literatura sobre el tema demuestra que se ha dado un cambio de paradigma en las sociedades democráticas contemporáneas, ge- nerando una variedad de conceptualizaciones que dan cuenta de ello: videode- mocracia (Bobbio, 1990), democracia audiovisual (Verón, 1992), democracia de audiencia (Manin, 1995), mediocracia (Castell, 1999; Mayer, 2003), sociedad mediática (Priess, 2002). Este cambio en la naturaleza de la política trae consigo una serie de cam- bios en la forma en que se desenvuelve el juego democrático en las sociedades occidentales. Así, según los autores mencionados, lo que impera en el campo de la política es la lógica mediática, y junto a ella la imposición del tiempo y las reglas de la misma, generando asimismo una progresiva hiperpersonali- zación y espectacularización de la política (Bobbio, 1990; Manin, 1995; Edel- man, 2002). En este contexto de mediatización de lo político, el escenario público se en- cuentra cada día más dominado por especialistas en medios y expertos en opi- nión pública. De esta manera, la profesionalización de la política es la conse- cuencia lógica por la que los actores políticos desean controlar la presentación y la efectividad de sus mensajes en los nuevos tiempos. Es así como surge la industria de la consultoría (Priess, 2002) y de ella los profesionales del marke- ting y la comunicación política, encontrándose la misma en plena expansión en nuestro país, existiendo alrededor de quince posgrados específicos en la materia (inclusive nuestra unidad académica cuenta con una especialización en comunicación política), diversos congresos y jornadas (como la IV Cumbre Mundial en Comunicación Política realizada en mayo en Buenos Aires) y múl- tiples foros de discusión (todo marketing político, campañas y elecciones, red de marketing político en español, etc.). Consultores políticos y la política mediatizada Abelardo Del Prado Datos del autor: Licenciado en Ciencia Política, becario del Conicet, docen- te de la Facultad de Trabajo Social (UNER), investigador en el Centro de Investigaciones en Mediatizaciones (UNR). 24 El presente artículo intenta describir cómo se ven los consultores políticos a sí mismos. Para ello se recurre a la perspectiva de un mensajesituado (Charau- deau, Maingueneau, 2005), donde se entiende a los mensajes como una cons- trucción deliberada y dirigida a alguien en una situación particular; siendo el discurso una relación entre enunciador y enunciatario, no entendidos como sujetos empíricos sino como las representaciones en el texto de quien lleva ade- lante el discurso, el enunciador, y de quienes son sus destinatarios, los enun- ciatarios. Este un primer intento de replicar desde una perspectiva crítica los discur- sos que ellos mismos realizan sobre su profesión y la política actual. La información planteada o recolectada en esta investigación se obtuvo de la lectura y análisis de libros producidos por profesionales que se dedican a la consultoría política. El criterio de selección de estas fuentes está basado en la selección de bibliografía cuya autoría es producida por líderes de marketing político de nuestro país, entendiendo por los mismos, a profesionales de la disciplina que son referencia teórica, y que además, tienen impacto directo en la actividad político partidaria, por ser reconocidos asesores de diversos políticos. La mediatización de la política En diferentes trabajos se ha investigado la consolidación de la mediatización de lo social, es decir, del proceso que lleva a que el sentido de las prácticas so- ciales se estructure en relación directa con la existencia de los medios (Verón, 1997). En el caso de la actividad política, el espacio mediático se convierte en el terreno de producción y legitimación de acontecimientos políticos, esto es lo que puede entenderse como mediatización de la política. Los estudios sobre este fenómeno se han agrupado en dos grandes conjuntos, aquellos enfocados en los medios y otros en los cambios en las instituciones políticas. Los que indagaron sobre el rol de los medios de comunicación social se cen- traron, en gran parte, en los efectos políticos de los mismos: el poder o no de los medios de fijar la agenda pública; las imposiciones de las lógicas del mercado a las empresas periodísticas y su poder de censura; la imposición del fast-thinking en detrimento de la argumentación; el predominio de la primicia y lo extraor- dinario por sobre la cotidianeidad; la homogenización de la oferta de informa- ción; la creación de problemas, masificación y simplificación de los mismos; la retro circulación de la información entre los mismos medios; el predominio de la imagen por sobre la palabra escrita; la monopolización de la información y junto a ello la capacidad de movilización social y notoriedad pública; etc., son líneas de investigación empírica llevadas a cabo (Menéndez, 2009). Por otra parte, el otro grupo de investigaciones se ha enfocado en el cambio de la naturaleza de la representación política y por tanto en la relación entre dirigentes políticos y ciudadanía representada. Uno de los principales trabajos 25Consultores políticos y la política mediatizada / Abelardo Del Prado en este sentido es el presentado por Bernard Manin quien, en el marco de su estudio sobre la metamorfosis de la representación, sostuvo que en las poliar- quías contemporáneas la mediación que los partidos políticos establecen entre dirigentes y ciudadanos está siendo desplazada por la mediatización, lo que lleva a que «la democracia de partidos esté siendo reemplazada por una demo- cracia de audiencia» (Manin, 1995: 267). Por otra parte, Isidoro Cheresky (2004), Inés Pousadela (2006) y Hugo Qui- roga (2010) también abordaron los cambios que la mediatización produce en la vinculación entre los dirigentes y ciudadanos en el escenario político nacional reciente. Los autores coinciden en subrayar la influencia del proceso en el pro- fundo debilitamiento de las identidades y tradiciones partidarias nacionales que viene acaeciendo desde fines de la década pasada, en la personalización del vínculo entre dirigentes y ciudadanos, y en la cada vez mayor relevancia que viene adquiriendo la agenda mediática en la agenda pública de los actores políticos nacionales. Ahora bien, habiendo señalado muy brevemente cómo ha sido estudiado desde la academia se verá cómo lo entienden los consultores en cuestión. La nueva política Los consultores reconocen que ha existido, durante las últimas tres décadas, una serie de hechos que ha cambiado a la sociedad, pero sobre todo la forma de hacer política. Es lo que ellos denominan nueva política y si se habla de ella, en primer lugar, debe hablarse de la TV. Es notorio el lugar asignado a ésta en el discurso de los consultores, quienes consideran que la misma se ha convertido en el centro de la política cotidiana. Para ellos, la pantalla chica viene a suplir de manera categórica el lugar que otrora ocupaba el partido de masas, tanto para difundir a los candidatos como para tomar decisiones. La televisión es para el candidato el único lugar y momento para tomar contacto con todos los electores. Para Gustavo Martínez Pandiani (2004) actualmente la competencia por el poder se caracteriza por la centralidad comunicativa de la política, y ello está fuerte- mente signado por el paradigma televisivo que le imponen a la política las lógicas de audiovisualización, espectacularización, personalización y marketiniza- ción de la actividad político- partidaria. La centralidad la imagen y el sonido conjuntas es definitoria para hacer la distinción entre la forma moderna de hacer política y aquella que no lo es. En ella se incluyen por ejemplo: publicidad, conferencias, entrevistas, debates, apariciones en shows no políticos, operativos de prensa, gacetillas y todo otro medio que implique difusión en medios masivos de comunicación en formato audiovisual. La separación entre los medios de la vieja política y la nueva po- lítica, para los consultores se debe a que « […] las formas modernas de comu- nicación política evitan el contacto físico con los votantes e intentan apelar a 26 la simulación de contacto virtual entre el candidato y su electorado» (Martínez Pandiani, 2004: 111). Hoy las imágenes dominan nuestro mundo, y el ejemplo cabal de ello es la generalización gradual del lenguaje ideográfico, con los símbolos de Internet, del control remoto, etcétera. Se ha dado una gran revolución en los medios de comunicación y, por tanto, existen consecuencias directas en las formas de hacer campañas electorales y comunicación gubernamental, consecuen- cias que deben ser tenidas en cuentas para actuar eficazmente. Frente a este nuevo paradigma, los políticos nostálgicos se resisten a abandonar el discurso de barricada y miran con resignación una nueva forma del decir político: el mensaje vía imagen. Prueba de la falta de adaptación de los dirigentes es que la publicidad se ha adaptado a los cambios operados en la población en casi todos los órdenes de la vida, menos en lo político. Durán Barba y Nieto (2010) sostienen que la publicidad política es, cuando menos, anticuada: sigue re- produciendo viejos patrones, desde hace décadas, carece de sensualidad y hu- mor. Precisamente lo que la gente pide según sus puntos de vista. Los consultores no entienden la reticencia de ciertos sectores a adaptarse a los cambios en la comunicación. Ellos tienen en claro y profesan que la am- pliación de la democracia y el desarrollo de las comunicaciones están íntima- mente unidos: la democracia de masas nació y se desarrolló con los periódicos y el culto a la palabra. Hoy las palabras se encuentran en crisis y con ella las formas de hacer política que ella posibilitaba. En su obra más nueva Durán Barba y Nieto (2010) dedican todo un capítulo a «los cambios que se han dado en la política». Los autores enumeran los si- guientes: – De la agenda de las elites, a la agenda de los electores: los consultores sostienen que actualmente en todos los órdenes de la vida, se ha dado una invasión de los gustos y costumbres de la «gente común» y, por tanto, en política la masa de electores impone su agenda. Todos los días en lamisma se informa lo que ocurre en la televisión y, además, se obtiene información de forma directa lo que se trasmite en Internet, celulares, Facebook y Twitter. Cuando se diseña una campaña se apunta a ellos. Son las masas las que definen la elección. Se dirigen más a los electores desinformados que a los politizados. Los in- telectuales y grupos sofisticados tienen generalmente puntos de vista muy rígidos. – De palabras que transmitían ideas a imágenes que transmiten sentimientos: La políti- ca es pasión, no racionalidad como antes se creía. De este modo, se apela a formatos audiovisuales, tal como lo dijera Martínez Pandiani, para motivar, informar y persuadir electores. – Del viejo al nuevo espectáculo: Se deja entendido que la política se trató siem- pre de una puesta en escena, antes con los rituales y movilizaciones masivas, ahora con la tv. No cambio mucho, sino más bien que los que deciden que espectáculo les entretiene más son las masas, no los militantes, porque ahora 27Consultores políticos y la política mediatizada / Abelardo Del Prado por ejemplo «los grandes actos de cierre de campaña con grandes discursos y reiterativos no entretienen a nadie» (Durán Barba, Nieto, 2010: 74). - De la intuición a las encuestas: antes se solía confiar en la sabiduría del líder, y ciegamente se seguían sus opiniones y posiciones. Las campañas se hacían siguiendo los gustos y opiniones de las elites. Actualmente los verdaderos es- tadistas se proponen metas y usan las estadísticas para ver que piensan los electores a manera de diálogo. - De la comunicación partidista a la publicidad: se ha terminado la época de la comunicación y mensajes intrapartidarios. Ahora se debe presentar atrac- tivamente al líder, utilizando las herramientas de la publicidad que son un poderoso amplificador cuando son utilizadas como se deben, con adecuada investigación y estrategia. Para ellos, pensar que en política el tiempo debe detenerse, es simplemen- te un error. Entienden que la vieja política sólo ha quedado en la mente de los dirigentes y analistas, que creen que la única política es la antigua, y que todo lo demás es vacío y banal. «A la mayoría de los electores les interesa más el resultado de un partido de fútbol que el de una elección» (Durán Barba, Nieto, 2010: 56). Una objeción reiterada que se hacen los consultores es que no debería ha- blarse más de ideología. Es de necios insistir con la vieja visión ideológica, cuando a más del setenta por ciento de los ciudadanos no le interesa o siquiera entienden la división entre izquierda y derecha. En América Latina, la izquierda no es revolucionaria y la derecha no es tan conservadora. Las contradicciones no son patrimonio de la izquierda, resulta que ahora el liberalismo es de derecha, de conservadores, y existen marxistas creyentes. Desde el punto de vista teórico la confusión es total. Frente a ello, «[…] las viejas formas de denominar la ideología han caducado y las nuevas ideologías se formaran acorde integren la vida cotidiana contemporánea» (Du- rán Barba, Nieto, 2006: 316). El peronismo, por ejemplo, no tiene una posición definida en el espectro ideológico, sino que oscila entre lo que se llamaría iz- quierda y derecha. Por tanto, no queda mucho espacio para hablar de ideolo- gía hoy en día. Los partidos son casas vacías salvo para las elecciones. Los dirigentes van y vienen entre un partido y otro, cuando no crean uno ad hoc para la elección. En ese contexto la lealtad a los partidos son más fuertes en las poblaciones ancianas y rurales. Esto no significa que los partidos hayan desaparecido. En muchos de nuestros países aún tiene importancia la campaña electoral. Espe- cialmente en los países grandes, los partidos son aparatos indispensables para movilizar a los electores. Nada de esto, resaltan los consultores, significa que deba desproveerse de todo sentido y contenido a la política, donde la publicidad parece reemplazar al debate político «[...] es indispensable hacer un gran esfuerzo intelectual para debatir sobre contenidos que tengan que ver con la posibilidad de que 28 nuestras sociedades progresen o regresen al pasado» (Durán Barba, Nieto, 2010: 61). Finalmente, para ellos es totalmente lógico y entendible que la participa- ción ciudadana en campañas sea motivada por intereses personales. Así, los electores votan, en su gran mayoría, por la creencia en que el candidato pueda o no satisfacer una necesidad. Desde sus puntos de vista, los políticos demo- cráticos están para dialogar con el elector, escuchar a la gente y canalizar sus necesidades, sueños y temores. Son lo que Santiago Nieto y Jaime Durán Barba (2010) llaman utopías de corto plazo, las cuales son tan infinitas como las necesi- dades de los electores. Pero además de utilitarios, los autores sostienen que la gente siente en su voto la participación y que tienen un pedacito de poder que debería servirles para algo. Esta visión utilitaria de la política hace que el discurso ético vaya perdiendo profundidad. Además ponen en crisis y cuestionan la existencia de militan- tes. La gente que participa activamente en una elección suele ser pagada o se le ha prometido algo a cambio. Los integrados: consultores políticos en primera persona Frente a este nuevo escenario mediatizado es interesante ver cómo se entien- den a ellos mismos. Respecto a esto, los enunciadores analizados, los consul- tores políticos, construyen su discurso desde las experiencias que han vivido, de múltiples discusiones con políticos, investigadores y académicos. Nos se- ñalan que el conocimiento vertido y divulgado en sus publicaciones es la siste- matización de esas experiencias, como también de evidencia empírica lograda en innumerables encuestas y grupos focales que han hecho durante años en toda Latinoamérica. En el caso de Durán Barba y Nieto, ellos rescatan también las conversaciones con otros consultores como Joseph Napolitan, Mora y Arau- jo, Doris Capurro, Dick Morris, etcétera. De esta manera, el posicionamiento que logran de sí mismos, es una posi- ción dual. Aquí, consideramos que la siguiente cita demuestra el espíritu de sus discursos: «Logramos este conocimiento […] trabajando en dos mundos que cada día se separan más, el de la política formal y el de los electores comu- nes» (Durán Barba, Nieto, 2006: 23). Estas palabras están presentes constan- temente en los textos: ellos pertenecen a ambos mundos, al del conocimiento y al de la experiencia cotidiana, desde ese lugar exponen. Desde ese lugar le- gitiman su discurso. En esta línea argumentativa, se sigue en que los consultores apelan a una legitimidad dual. Ellos se diferencian de los teóricos de las ciencias sociales, ya que entienden que no pueden usar conceptos lejanos a la realidad —con un alto grado de abstracción—. Sostienen que deben resolver las cosas de manera rápida y eficaz, en tiempos acotados, —no hay tiempo para ver bibliografía ni estados del arte—, como también que toda reflexión por hacer debe poseer apoyo empírico en la consultoría. 29Consultores políticos y la política mediatizada / Abelardo Del Prado Durán Barba y Nieto (2010), para diferenciarse de los académicos, hacen una lectura crítica de la ciencia política, la juzgan como poco efectiva para entender la realidad de los procesos electorales y de la comunicación de los go- biernos con la gente en América Latina. Llaman a la reflexión a los cientistas políticos, recomendando revisar y reescribir la teoría producida, al menos en materia electoral, ya que la actual democracia de masas, los electores no se comportan como lo habían previsto en sus textos. Para graficar esto, apelan a comparar las profesiones con los productos de una y otra; teniendo en cuenta que para ellos los textos académicos son largos, complejos y difíciles de enten- der: «En general los consultores tienden a ver los esfuerzos académicos como una pérdida de tiempo y los académicos ven la tarea de los consultores
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