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Estrategias_propagandisticas_en_el_fasci

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Trabajo fin de máster presentado por: Pablo González Bolado 
Titulación: 
Máster Universitario en Comunicación y 
Marketing Político 
Línea de investigación: 
Análisis de los Actores y el Contexto de la 
Comunicación y el Marketing Político. 
Director/a: José Luis López García 
Universidad Internacional de La Rioja 
Facultad de Empresa y Comunicación 
Estrategias 
propagandísticas en el 
fascismo del tercer 
milenio español 
 
Ciudad: Puente San Miguel - España 
[13/09/2019] 
Firmado por: 
 
 
 
CATEGORÍA TESAURO: Política / Propaganda 
 
1 
 
Índice 
 
Índice ...................................................................................................................... 1 
Resumen ................................................................................................................. 3 
Palabras clave: .................................................................................................... 3 
1. Introducción.................................................................................................... 4 
1.1 Justificación .............................................................................................. 4 
1.2 Problema a investigar ............................................................................... 6 
2. Marco teórico .................................................................................................. 8 
2.1 Fascismo ........................................................................................................ 8 
2.1.1 Origen ..................................................................................................... 9 
2.1.2 Fundamentos teóricos .......................................................................... 12 
2.1.3 Evolución y neofascismos .................................................................... 17 
2.1.4 Fascismo del tercer milenio .................................................................20 
2.2 El caso español ........................................................................................... 22 
2.2.1 La evolución de los fascismos españoles ............................................. 23 
2.2.2 Fascismo del Tercer Milenio en España .............................................. 25 
2.3 Propaganda política .................................................................................... 29 
2.3.1 Concepto de propaganda ...................................................................... 29 
2.3.2 Elementos en la propaganda ............................................................... 31 
2.3.3 Estilos de propaganda.......................................................................... 34 
2.3.4 Reglas de la propaganda ...................................................................... 36 
2.3.5 La propaganda en el fascismo .............................................................. 38 
2.3.6 La propaganda en los movimientos sociales ...................................... 40 
3. Objetivo ......................................................................................................... 42 
3.1 Objetivos ................................................................................................. 42 
3.1.1 Objetivo general ............................................................................... 42 
3.1.2 Objetivos específicos ........................................................................ 42 
2 
 
3.2 Hipótesis ................................................................................................. 43 
4. Metodología .................................................................................................. 44 
4.1 Análisis cuantitativo ............................................................................... 44 
4.2 Análisis cualitativo .................................................................................. 45 
5. Resultados ........................................................................................................ 46 
5.1 Análisis cuantitativo .................................................................................... 46 
5.1.1 Partidos fascistas .................................................................................. 46 
5.1.2 Organizaciones fascistas del tercer milenio ......................................... 49 
5.2 Análisis cualitativo ...................................................................................... 52 
5.2.1 Análisis de la simbología ...................................................................... 53 
5.2.2 Análisis de las performances ............................................................... 58 
6. Discusión y conclusiones................................................................................. 60 
Anexos .................................................................................................................. 69 
Anexo 1 .............................................................................................................. 69 
Figuras .................................................................................................................. 74 
Bibliografía ........................................................................................................... 76 
 
 
3 
 
Resumen 
 
En el año 2003, en la ciudad italiana de Roma, se produce una okupación de un 
antiguo edificio por ex militantes de las juventudes del partido fascista 
Movimiento Social Italiano. Este sería el origen de un movimiento 
autodenominado como fascismo del tercer milenio, el cual, postula la vuelta al 
estudio de los clásicos como Mussolini, interpretándolos conforme a la realidad 
actual. Esta ideología está calando en España, un país en el que cada vez surgen 
más centros sociales de este carácter y son capaces de aglutinar a un número 
mayor de miembros. 
El objetivo de este Trabajo Final de Máster es el de realizar un estudio de la 
propaganda empleada por estas formaciones en España para comprobar cómo 
han sido capaces de alcanzar unos niveles de apoyo que no se habían visto en el 
fascismo desde la extinción del partido Fuerza Nueva. Para ello se analizará la 
temática y la simbología empleada, así como la puesta en escena que realizan para 
lograr visibilidad. 
 
Palabras clave: 
Comunicación, Fascismo Del Tercer Milenio, Izquierda, Performance, 
Propaganda Política, Simbología, Transversalidad. 
 
4 
 
1. Introducción 
 
 
1.1 Justificación 
 
La década de los años veinte del siglo pasado supuso el nacimiento del fascismo, 
un movimiento político con raíces profundamente europeas: el movimiento 
obrero y la defensa del estado-nación como símbolo de identidad cultural. El 
fascismo o, más bien, los fascismos, fueron vistos en sus orígenes como 
movimientos revolucionarios. Estos atrajeron para su causa tanto a elementos de 
la clase obrera, entre los que se encontraban activos militantes de partidos de 
origen marxista y organizaciones sindicales, como a clases acomodadas, que 
veían en sus propuestas políticas una vía para mantener un orden social que se 
encontraba constantemente amenazado por las revueltas de las capas populares. 
El tercerposicionismo propugnado por estas formaciones supuso 
originariamente una revolución en lo conceptual, superando las dicotomías de un 
mundo que cada vez se fragmentaba más entre el socialismo y el capitalismo. Bajo 
la bandera del espíritu nacional y una estrategia de tipo interclasista, que trataba 
de atraer a su causa a todos los nacionales, independientemente de su origen 
social, los fascismos ganaron popularidad y accedieron al poder en algunos países 
de Europa, ya fuese directamente a través de sus partidos o de la mano de 
dictaduras militares de extrema derecha a las que apoyaron con mayores o 
menores reticencias. 
Con el estallido de la II Guerra Mundial, y la posterior derrota del Eje Berlín-
Roma-Tokio por parte de los Aliados,
el fascismo prácticamente desapareció de 
Europa, pasando a ser prohibido o marginal en aquellos países que aún permitían 
la existencia de agrupaciones de este tipo. 
Hoy, acercándonos a los años veinte del siglo XXI, bajo una crisis de la 
democracia liberal, vuelve a hablarse de fascismo. La Ciencia Política debe hacer 
un ejercicio de reflexión profunda y pedagogía acerca del término y de su 
utilización por medios de comunicación y políticos profesionales. Al respecto, es 
5 
 
cierto que el eje político se desplaza hacia la derecha y que la extrema derecha 
comienza a florecer en todo el mundo, ya sea a través de sus propios partidos o 
de la asunción de sus premisas por parte del centro derecha. No obstante, no toda 
la extrema derecha es fascismo. 
España no está exenta de esta polémica y la denominación de fascista se 
encuentra al orden del día en el debate público a través de dos hechos 
fundamentales: el conflicto territorial y el auge de VOX. En lo referente al clivaje 
centro-periferia: el término es utilizado por el nacionalismo catalán como método 
para atacar a los partidarios de la nación española -equiparando la idea de España 
a la defendida por Franco y la Falange- y por el nacionalismo español a los 
separatistas –apelando a su concepto étnico de nación-. Por su parte, el partido 
liderado por Santiago Abascal, recibe este ataque constantemente por la 
oposición de izquierdas al mismo. En este caso, una acusación con poco rigor 
terminológico e histórico. 
Sin embargo, hoy en día en España si puede hablarse de fascismo y de 
neofascismo. A la actividad que venían desarrollando grupúsculos como 
Movimiento Social Republicano, Falange Española, Democracia Nacional… se le 
han sumado en la última década nuevas organizaciones que tienen su origen en 
la italiana Casa Pound, entre las que destaca el Hogar Social Madrid. 
Por tanto, de manera casi obligada por la problemática que suscita el término, el 
primer paso que debe dar este TFM es el de definir el sujeto de su estudio, el 
fascismo del tercer milenio español. Una vez acotado el objeto sobre el que se 
investigará, se realizará un estudio sobre sus técnicas propagandísticas, a fin de 
explicar el éxito que están teniendo estas formaciones frente a los partidos 
fascistas clásicos que han existido en la democracia española desde la 
promulgación de la constitución. 
 
 
 
 
6 
 
1.2 Problema a investigar 
 
El fascismo, a ritmo lento, está comenzando a resurgir en algunos lugares de 
Europa. Pero este renacer no es fruto del azar, ni de un repunte del interés social 
por dicho movimiento, si no de la evolución del mismo y del camino por formas 
organizacionales y comunicativas que, hasta ahora, habíamos visto únicamente 
en las izquierdas. Principalmente en el movimiento autónomo. 
La punta de lanza de este renacer se sitúa en Italia, en la organización 
denominada Casa Pound. Bajo el apellido de un poeta admirador de Mussolini y 
vendiendo su espacio como un lugar de ocio y cultura (Torrús, 2017), el fascismo 
se congrega en Roma y comienza a organizar sus filas en acciones que se tornan 
cada vez más políticas. 
La “okupación”, la creación de centros sociales, la recolección de alimentos para 
distribuir entre las clases desfavorecidas y una feroz crítica del capitalismo y de 
la globalización, eran elementos que habían sido monopolizados hasta el 
momento por la extrema izquierda. Pero hoy, sirven al fascismo para crecer y 
nutrirse de nuevos elementos entre sus filas. 
Dentro de estos cambalaches que vive el movimiento, destaca el del cambio en lo 
comunicativo. Si bien en su momento los partidos fascistas supieron presentarse 
como revolucionarios y portadores de ideas que llevarían a la sociedad a un nuevo 
estadio más avanzado, tras su derrota en la II Guerra Mundial han sido 
considerados como peligrosos y reaccionarios. 
El fascismo del tercer milenio supone, principalmente, un lavado de cara a la 
ideología. Una estrategia de marketing político mediante la que liberarse de su 
pasado y volver a lanzar su proyecto en un momento en el que los pilares de la 
democracia se ven resentidos por la corrupción, la falta de soberanía nacional y 
los problemas de la globalización. En la sociedad posmoderna, donde las 
ideologías políticas son vistas cada vez con más rechazo y desconfianza y en la 
que prima lo impactante sobre la reflexión, la transversalidad es la herramienta 
mediante la cual estos grupos vertebran su actividad. 
España ha tenido su traducción de la Casa Pound principalmente en Hogar Social 
Madrid –que actualmente vive un crecimiento en otras ciudades del país, como 
7 
 
Granada-, pero también en otras formaciones que afloran en diversas capitales: 
Acción Social en Cádiz, Asociación Cultural Alfonso I en Santander, Centro Social 
y Nacional en Salamanca, Iberia Crúor en Jaén, Lo Nuestro en Murcia y Málaga 
1487 en la ciudad andaluza. Todos estos últimos han firmado, en 2017, un 
manifiesto que promueve unas líneas estratégicas a seguir de forma conjunta por 
sus integrantes. 
El objeto de este trabajo es el estudio de las estrategias propagandísticas seguidas 
por estas formaciones emergentes, que les han permitido alcanzar un apoyo social 
nunca visto en nuestra democracia, por formaciones extremistas, desde la 
disolución de Fuerza Nueva. Además, el TFM buscará estructurarse de la forma 
más académica posible; la mayoría de estudios relativos a los integrantes de las 
extremas derechas y fascismos tienden a ser realizados desde una perspectiva 
ideológica de antifascismo militante, lo que supone que pierdan valor académico. 
 
8 
 
2. Marco teórico 
 
 
2.1 Fascismo 
 
Hablar de fascismo supone referirse a un movimiento político complejo, que se 
ha caracterizado por su presentación en múltiples formas y con diferentes 
características. La heterogeneidad de los fascismos ha conllevado debates 
profundos en los campos de la ciencia política, la filosofía y la historia, que, en 
ocasiones, han terminado siendo un callejón sin salida. 
Desde las posiciones más maximalistas, que ha terminado por considerar como 
fascista únicamente al partido dirigido por Benito Mussolini, a los más 
minimalistas, que incluyen en su definición a conservadores autoritarios y 
movimientos, hay un debate doctrinal que aún sigue inconcluso. 
Uno de los objetivos de este primer punto del marco teórico es establecer un 
marco que delimite lo que puede entenderse por fascismo, de tal manera que 
facilite la comprensión de su evolución y el estado actual del fenómeno a estudiar. 
A grandes rasgos, puede indicarse que la complicación para la comprensión del 
fenómeno se debe a su propia idiosincrasia; el fascismo es un movimiento de 
reacción que no se define en positivo si no en negativo -se trata de una oposición 
al camino al que conducía el desarrollo del siglo XX- y, además, está 
enormemente vinculado con las condiciones nacionales del estado en el que se 
desarrolla. 
Un intento de definición concreta, aunque difícil, es fundamental. Hoy en día el 
término fascista, en la conciencia popular, ha dejado de ser una clasificación 
política precisa y tiende a utilizarse para referirse a todo aquello que incomoda o 
no permite la total libertad de expresión. Se ha convertido en un descalificativo 
generalizado, utilizado tanto por la izquierda para señalar a los gobiernos, como 
por la derecha para referirse a los activistas sociales. 
9 
 
Algo a lo que hay que añadirle el repunte de los movimientos de extrema derecha 
o derecha radical populista que vive el mundo. Es común para la presa englobar 
en la misma categoría a la Agrupación Nacional, antiguamente Frente Nacional, 
a la Liga, antes Liga Norte, o a Amanecer Dorado, con Donald Trump, el Partido 
Social Liberal de Bolsonaro o VOX. Y, además, hacerlo bajo la etiqueta de 
fascistas. Esto conlleva errores terminológicos importantes,
ya que los primeros 
pueden tener raíces ideológicas que parten del fascismo, pese a haber dejado atrás 
elementos clave como la superación de la democracia liberal (BBC News Mundo, 
2019), mientras los segundos son meramente conservadores, que difieren 
especialmente en lo económico de los primeros. No hay rastro ninguno del 
corporativismo social o de una planificación económica socialista en el segundo 
de los grupos. 
 
2.1.1 Origen 
Rastrear el origen de la ideología fascista es uno de los puntos clave para entender 
el fenómeno. Esta es una de las cuestiones en los que las doctrinas no encuentran 
acuerdo, existiendo diferentes corrientes y paradigmas que buscan una 
explicación desde sus respectivos métodos de análisis y, obteniendo resultados 
inconclusos. La dificultad se explica, en parte, debido a que el fascismo no nació 
como la evolución de ninguna de las tres grandes corrientes políticas de la época 
–conservadurismo, liberalismo y socialismo- si no que se reclamaba a sí mismo 
como oposición a todas ellas y, a la vez, era en parte heredero de todas. 
La función de este trabajo no es la realización de un estudio profundo sobre la 
caracterización del fascismo, por lo que simplemente haremos una breve revisión 
de las teorías más importantes de la época y del contexto histórico al que nos 
estamos refiriendo. 
Los avances tecnológicos desarrollados en la Segunda Revolución Industrial 
dieron lugar a un nuevo paradigma económico, caracterizado por el desarrollo de 
las grandes empresas y la progresiva concentración de la actividad económica en 
las ciudades. Este proceso de modernización produjo diferentes cambalaches en 
la sociedad del momento. 
10 
 
En primer lugar, los artesanos y pequeños productores rurales vieron cómo se 
debilitaba su posición social debido al auge del nuevo sector industrial en 
connivencia con los nuevos medios de transporte, que permitían trasladar 
grandes cantidades de mercancías a precios inferiores. Como consecuencia, se 
produjo un éxodo a las ciudades de los afectados por la modernidad, engrosando 
las filas del nuevo proletariado industrial. Una clase social con altas aspiraciones 
de participación e igualdad política, que inspiraba miedo tanto a la pequeña y 
media como a la gran burguesía. Unas tensiones que, a través de huelgas y otras 
medidas de presión, desembocaron en la apertura de las democracias liberales y 
la inclusión de estos en el sistema político. 
Además, fruto de la expansión imperialista, en la que las potencias europeas 
trataban de conquistar nuevos mercados en los que adquirir mercancías y mano 
de obra barata, fue desarrollándose un “nacionalismo agresivo, antisocialista y 
antiliberal” (Colegio24hs, 2004, p.7). 
Los choques derivados de las fricciones de los intereses nacionales desembocaron 
en la I Guerra Mundial, el mayor conflicto bélico conocido hasta el momento y el 
desencadenante final del movimiento fascista. Tras la finalización del conflicto, 
las potencias vencedoras se repartieron territorios anteriormente pertenecientes 
a los perdedores. Esto produjo una sensación de humillación en aquellas que 
habían sido desgajadas, que enlazaba con el auge del sentimiento nacionalista. A 
este grupo, pese a haber formado parte del bando vencedor, se unió Italia, quien 
consideraba que no había sido correctamente recompensada en el reparto 
territorial resultante de los tratados firmados con la conclusión de la contienda. 
En este panorama de tensiones étnicas y culturales, nueva distribución de 
fronteras y sentimientos de agravio, se intenta poner solución a la devastación 
producida por los enfrentamientos. Nuevamente, el remedio era fruto de 
discusión y conflicto. Esta vez entre las grandes ideologías dominantes. La 
reconstrucción de Europa pasaba según los liberales por la armonía entre 
naciones, concretada en los Catorce Puntos de Wilson, para los conservadores por 
la vuelta al control por la fuerza y por los comunistas, alentados por la triunfante 
Revolución Soviética, por las revoluciones armadas y la toma del poder por el 
proletariado (Paxton, 2006, pp. 62). Se produjo, por tanto, una incapacidad para 
11 
 
dar soluciones a los problemas sociales, consecuencia de los enfrentamientos 
constantes. 
Es en 1919, cuando el fascismo surge oficialmente en Italia. De la mano de 
Mussolini, un antiguo militante socialista y firme defensor la nación italiana, un 
grupo de militantes se concentran en la ciudad de Milán, dando lugar a los Fasci 
di Combattimento, o hermandades de combate. Este el origen del Partido 
Nacional Fascista, que accedería al poder en 1922 y sería la inspiración para 
muchos otros movimientos de tipo nacionalista reaccionario que surgían en el 
resto de naciones europeas. 
Las causas del origen y el ascenso de los fascistas fueron estudiadas por filósofos 
e historiadores, dando lugar a dos corrientes de investigación principales: una de 
tipo liberal-democrática y otra marxista. Ambas con diversas ramificaciones y 
todas ellas con grandes limitaciones para explicar cómo se pudo llegar hasta 
aquella situación. De forma posterior, continuaron surgiendo teorías y 
paradigmas en parte continuación de estas dos tradiciones teóricas y en parte 
intentando encontrar explicaciones novedosas sobre el origen y el triunfo del 
fascismo. 
A modo de ejemplificación, señalemos brevemente las características de cada una 
de estas tradiciones de pensamiento. 
La de raíz liberal tiene uno de sus puntos angulares en la obra de Hannah Arendt, 
Los Orígenes del Totalitarismo. En este texto, escrito al final de la II Guerra 
Mundial, se analizaba como las condiciones de atomización y alienación –que 
llevaban al aislamiento moral del individuo- a las que se enfrentaban las 
sociedades modernas explicaban la capacidad de utilizar instrumentos de 
manipulación de las multitudes para la consecución de objetivos políticos 
(González Calleja, 2001). A partir de estas teorías, que enlazan bien con el análisis 
del contexto histórico, se puede entender el origen del fenómeno, pero son 
insuficientes para la explicación de su ascenso, mantenimiento y ejercicio del 
poder. 
Esta última cuestión, puede ser mejor entendida desde el análisis marxista. En el 
seno de las organizaciones socialistas también se produjeron múltiples debates e 
interpretaciones, hasta que la III Internacional adoptó una postura oficial que fue 
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seguida por los partidos marxistas revolucionarios. Se comprende al fascismo 
como una dictadura de tipo reaccionaria impuesta por el capitalismo financiero 
para resolver los problemas de los mercados y hacer frente a la revolución 
socialista (Dimitrov, 1935). Una interpretación insuficiente para explicar el 
origen y que entra en contradicción con los valores anticapitalistas y 
antiburgueses (Cabezas Vigara, 2014) declarados en sus orígenes. 
No obstante, pese a la inconsistencia que adolece sobre su aparición, sí que parece 
dar una respuesta a la consecución del poder y su ascenso, pues el tercer 
posicionismo económico que fue forjándose en el interior del movimiento y el 
miedo de las clases altas a la expansión de la revolución socialista por Europa, 
llevaron a un entendimiento y una colaboración activa entre ambos, de tipo 
político y económico. 
 
2.1.2 Fundamentos teóricos 
El fascismo, a diferencia del resto de ideologías coetáneas, no parte de un sistema 
filosófico definido con unas reglas y un proyecto político delimitado. Más bien, es 
una reacción a los problemas a los que se enfrentaba Europa tras el fin de la I 
Guerra Mundial, el culmen de un caldo de cultivo de años de tensiones 
nacionalistas, problemas económicos y situaciones de agravio comparativo entre 
las potencias. Sus teóricos sí que fundamentaron su obra en autores relevantes, 
pero más bien fue una selección de fragmentos que permitían justificar su 
proyecto y les ofrecían vías con las
que alcanzar y tomar el poder. 
Esta indefinición política lo convierte en un movimiento más guiado por impulsos 
que por la razón. Una ideología en la que prima lo sentimental, la retórica 
caudillista del líder, la futura grandeza de la nación o la raza… Y que, se vuelve 
más compleja de estudiar conforme nos alejamos de sus orígenes; el oportunismo 
fue fundamental en el establecimiento de alianzas que les permitiesen conquistar 
el poder, renunciando a parte de sus principios iniciales. A continuación, 
trataremos de sintetizar los puntos comunes a todo fascismo y las polémicas que 
se dieron conforme a su aplicación. 
Oposición a la modernidad: la llegada de la modernidad y el progreso eran vistos 
por estos grupos como el Caballo de Troya a través del cual habían entrado los 
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virus que destruirían la nación y la sociedad tradicional. La crisis producida en 
1880 con la llegada de la globalización y el fin de los lazos colectivos tradicionales 
en pro de un individualismo egoísta eran señalados por los fascistas como las 
consecuencias del proyecto liberal. Un proyecto que, a la vez que generaba esos 
problemas, era incapaz de dar soluciones a al paro, la inflación y la crisis 
financiera que él mismo generaba. 
Esta oposición encontró sustento filosófico principalmente a través de Nietzsche, 
para quien la democracia suponía la degeneración de la raza y asociaba la teoría 
del derecho no a un carácter racional, si no a la justificación del mantenimiento 
del poder (Moraleja, 2001). A través de la ausencia de principios morales que él 
ligaba con la clase burguesa, se daba pie al establecimiento de una especie de 
“utopía agraria” (Paxton, 2006), con la cual reconducir a las sociedades. 
No obstante, la evolución de los movimientos y las condiciones para su acceso al 
poder, junto con la llegada de elementos que sentían fascinación por la 
modernidad, hizo que se renunciase a esta crítica profunda de la clase burguesa. 
Como señala Griffin (citado en Payne, 2008) con el paso del tiempo, el fascismo 
fue concibiéndose a sí mismo como una revolución de la modernidad, siguiendo 
los objetivos más elevados de la misma en cuanto a la economía, la tecnología, la 
reforma legal e institucional y la expansión nacional. Se fundamentaba esta 
crítica, por tanto, en la disolución de la colectividad que supuso la llegada del 
capitalismo global y no en el progreso en sí mismo. 
El concepto de decadencia ligado a la llegada de la democracia se complementó 
con las teorías científicas de la época. Especialmente relevante fue la teoría del 
darwinismo social de Spencer, quien aplicó los principios de la evolución de las 
especies a los grupos humanos, propugnando una competición por la lucha de los 
especímenes y grupos más fuertes (Espina, 2005). Según esta tesis, el pacifismo 
suponía un estancamiento del progreso humano. Un impedimento para el alcance 
de la plenitud que le correspondía a la nación o a la raza. 
Y, si esa aplicación del darwinismo fue la justificación para enfrentarse con los 
enemigos externos, el desarrollo de la ciencia también permitió señalar a los 
enemigos internos. Con especial incidencia en Estado Unidos y el norte de 
Europa, los descubrimientos sobre las bacterias fueron utilizados para señalar a 
los impuros, portadores de enfermedades y criminales (Paxton, 2006). 
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De esta manera se construía una nueva identidad colectiva, basada en la 
superioridad del destino de una raza contra sus enemigos internos y externos, los 
cuales pese a su supuesta inferioridad habían crecido, e incluso oprimido, a la 
nación. Todo ello a costa de la asunción de los principios liberales, que 
debilitaban la misión espiritual de la misma y diluían su unidad. 
Como antídoto ante esta situación, se crea la teoría del totalitarismo. Según la 
misma, el estado actúa como mediador de las relaciones sociales, realizando una 
labor de ingería social (Arévalo, 2019), en la que se entreveran los ámbitos público 
y privado, supeditando todos ellos a la consecución de un mismo objetivo. Un 
destino que era definido por un escaso núcleo dirigente reunido en torno al 
binomio Partido-Estado. 
Oposición al socialismo: a la vez que se lanzaban críticas contra la modernidad, 
identificada con el liberalismo, se avisaba de los peligros del socialismo. Aquí, 
aparecen dos conceptos fundamentales: la teoría de la lucha de clases y el 
internacionalismo. A raíz de la oposición a los mismos y la lectura sesgada de 
autores de la época y socialistas utópicos anteriores, se da origen a una especie de 
socialismo no marxista y de carácter nacional. 
La época del auge del fascismo coincide temporalmente con el cisma dentro del 
marxismo que rompía la tradición política entre socialdemócratas y marxistas 
revolucionarios, más tarde conocidos como comunistas. Es este, uno de los 
puntos fundamentales que marca el desarrollo del movimiento. El fascismo es 
inconcebible sin la llegada de los socialdemócratas al poder y la desilusión 
generada en el movimiento obrero de la época (Paxton, 2006) –debido a su 
colaboracionismo con las élites políticas y su incapacidad para llevar a cabo los 
programas revolucionarios que caracterizaban a sus partidos- y con el miedo 
infundido por los revolucionarios rusos y la posibilidad de generalización del 
estallido revolucionario en toda Europa. 
La insuficiencia de los partidos socialdemócratas llevó a Mussolini al abandono 
del partido en que había militado y a su acercamiento a autores entre los que 
destaca Sorel, fundador del sindicalismo revolucionario. Este autor, parte de una 
crítica profunda sobre el socialismo parlamentario, para desarrollar una teoría 
que acabe con la lacra de la burguesía y la democracia liberal a través de una 
huelga general revolucionaria. Más que una teoría revolucionaria para destruir la 
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sociedad de clases, Sorel establece una vía para destruir la sociedad moderna, 
todo a través de una constante apología de la violencia, de carácter 
antirracionalista y antimaterialista (Ramos González, 2018). 
Renunciar a la lucha de clases permitía a los fascistas crear una teoría sobre el 
socialismo de carácter nacional, en la que lo importante era la reconstrucción de 
los lazos colectivos de la comunidad y la consecución de un bien colectivo para 
toda ella. Se trata, por tanto, de una ideología perfectamente compatible con el 
interclasismo, pues a diferencia del marxismo, no situaba el origen de los 
problemas sociales en el sistema económico, si no en la ya citada modernidad. 
Además, el sindicalismo revolucionario fue sometido a un revisionismo o lectura 
sesgada que lo acercaba a los postulados del nacionalismo agresivo de Mussolini. 
De tal manera que el originario mito de la huelga general revolucionaria, fue 
sustituido por un elemento que sí que pudiese despertar las pasiones 
movilizadoras necesarias para alzar a las masas en rebelión contra la democracia 
burguesa: una teoría en la que la nación dejaba de ser un agregado de individuos 
y se convertía en un organismo vivo (Juliá, 1994). Esta particularidad fue aplicada 
teniendo en cuenta a estudiosos de otros campos, como puede ser Le Bon en la 
psicología, que convirtió al fascismo en una herramienta de movilización de 
multitudes. 
Oposición al conservadurismo: de entre las grandes tradiciones políticas e 
ideológicas de la época, el conservadurismo es aquella con la que los fascistas 
encontraron menos contradicciones. De hecho, las colaboraciones entre los 
mismos fueron algo bastante común, dando lugar a la confusión terminológica 
que hoy nos acontece. 
Si bien el punto de partida es similar, una reacción contra el mundo moderno y 
una propuesta de poderío nacional a través del cual dominar las relaciones 
internacionales, entremezclados con teorías de la conspiración que permitían 
señalar directamente a sus enemigos, la extrema derecha y el fascismo
encontraron elementos de desacuerdo. 
De acuerdo con Rodríguez Jiménes (2005), los conservadores mostraron sus 
recelos sobre el fascismo debido a su carácter totalizador, que trataba de abarcar 
todos los aspectos de la vida a partir del partido. El fascismo aspiraba a ocupar 
16 
 
hasta el espacio dejado el retroceso del cristianismo en Europa, proporcionando 
una nueva fe (Mellón, 2009). Algo que choca con las tradiciones de las derechas, 
que, si bien, aspiraban a reconstruir un corporativismo en torno a la vida pública, 
habían aceptado parte de las libertades políticas del liberalismo y defendían 
firmemente la independencia de instituciones como el ejército o la iglesia. 
Otro de los elementos de disenso entre ambos fue la incorporación de las masas 
a la política. Si para los conservadores, la participación política era vista como un 
peligro para sus intereses y propugnaban la vuelta modelos sociales previos a la 
Revolución Francesa y la Ilustración, el fascismo lo consideraba como una 
oportunidad. Se entendía como algo inevitable, que podría ser utilizado a su favor 
para generar el movimiento de reacción que ambos perseguían. 
Otros elementos: pese ya haber sido sucintamente señalados, cabe realizar una 
última indicación sobre algunos puntos que no se fundamentan directamente en 
la oposición a las corrientes ideológicas del momento. 
Uno de los puntos sobre los que se articula la ideología es un nacionalismo de tipo 
agresivo y basado en la recuperación de pasados míticos, esta segunda condición 
lo convierte en un nacionalismo de tipo palingenésico, que lo distingue del resto 
de nacionalismos existentes en las ideologías de la época. Además, la pertenencia 
a la misma se da por motivos biológicos- según ellos de raza- no como adhesión 
individual a un proyecto político. Se entreveran nacionalismo y racismo, dando 
lugar a una etnicidad ficticia y a una concepción unitarista de la nación 
(Bornhauser y Lorca, 2019) que pretende superar, mediante la asunción de una 
espiritualidad común, el agravio al que está sometida. Esta función es delegada 
en el Estado y en un líder político, quienes serán los encargados de llevar a la 
comunidad hasta la posición que se merece. 
Consecuencia de su oposición a las ideologías de la época, y fruto de la lectura de 
autores como Sorel, se produce un anti-intelectualismo, que pone el foco en la 
acción sobre la razón y en la exaltación de la violencia. La razón se entiende como 
uno de los motivos por los que la sociedad se encuentra en decadencia, una 
traición a los intereses de la patria y, ante ello, se propugna la belleza de lo 
inmediato y de lo pasional. El fascismo es, ante todo, una movilización de 
instintos. El mayor ejemplo de ello se encuentra en sus propios orígenes, en las 
17 
 
milicias que, a través de medios violentos, aspiraban a la recuperación del orden 
perdido. 
Por último, y en contradicción con su animadversión por lo moderno, se 
encuentra en algunos integrantes del fascismo una fascinación por el futurismo. 
Este aparente choque entre propuestas parece provenir del interclasismo que 
caracterizó a las organizaciones fascistas, integradas por personas con orígenes 
sociales y posiciones económicas muy diversas. Lo cierto, es que, con el paso del 
tiempo, cada vez fueron adoptándose más postulados referentes a progreso 
tecnológico, a ciertas vanguardias artísticas, a la ciencia… 
En síntesis, con lo señalado hasta ahora y como expone Paxton (2006), hay un 
total de nueve “pasiones movilizadoras” que caracterizan la aparición y el 
funcionamiento de estos grupos: 1) una sensación de crisis que no puede ser 
superada con las soluciones existentes en el momento; 2) la primacía de un grupo 
y la subordinación de los individuos a los intereses del mismo; 3) sensación de 
agravio hacia ese colectivo; 4) temor de la decadencia del grupo a consecuencia 
del individualismo liberal, la izquierda y las influencias extranjeras; 5) 
personificación del destino de la nación en torno a un líder; 6) superioridad de 
este líder respecto a la razón; 7) ensalzamiento de la violencia y la acción como 
método para alcanzar los objetivos; y 8) el derecho de dominación del grupo sobre 
el resto. 
 
2.1.3 Evolución y neofascismos 
El fin de la II Guerra Mundial supuso la derrota de los fascismos alemán e italiano 
y su práctica desaparición del espacio político en toda Europa; en aquellos países 
en los que habían colaborado activamente con las dictaduras conservadoras 
fueron siendo apartados progresivamente para mejorar su imagen de cara a las 
relaciones internacionales y, en los países vencidos se iniciaron procesos de 
desfascificación que purgaron las administraciones estatales de los funcionarios 
más significados con los antiguos regímenes. 
No obstante, los fascismos, como hemos señalado, no surgieron en un momento 
concreto, si no que fueron la creación tras años de unas condiciones determinadas 
del contexto europeo, que calaron en la población para generar una reacción de 
18 
 
tipo político. A esas condiciones habían calado en el imaginario colectivo durante 
generaciones, se le suman los importantes programas educativos y 
propagandísticos llevados a cabo por estos regímenes para generar adhesión y 
simpatía hacia los mismos. Dos circunstancias que, agregadas, hacían imposible 
su desaparición en el corto plazo. 
Una vez superada la congestión que supuso el fin de la guerra, el primer paso era 
la reconstrucción de los países europeos. Una etapa en la cual se producen 
enfrentamientos, no bélicos, entre Estados Unidos y la Unión Soviética para 
aumentar su hegemonía sobre estos territorios, dando lugar a la Guerra Fría. Así, 
los antiguos fascistas fueron vistos como un elemento para luchar contra la 
amenaza renovada del socialismo y fueron reintegrados en sus puestos en la 
administración, el ejército y la policía de los países que estaban bajo la influencia 
estadounidense (Rodríguez Jiménez, 2006). 
Estos elementos conservan una base social que les permite mantenerse 
organizados en pequeños partidos y colectivos que, salvando las barreras legales 
que las democracias occidentales les impusieron al finalizar la II Guerra Mundial, 
entraban en las competiciones electorales. La reincorporación del fascismo a un 
parlamento nacional se produce poco después, en 1948, nuevamente en Italia, 
esta vez de la mano del Movimiento Social Italiano. El MSI fundado por 
seguidores de Mussolini aspiraba a la destrucción de la democracia italiana y la 
restitución del régimen de los fascios. 
Pero, la renovación del fascismo hay que buscarla fuera de Italia. Un proceso de 
cambio en antiguas formaciones ultraderechistas que tuvo su culminación en 
Francia con el nacimiento del Frente Nacional, en 1972. Esta formación, 
auspiciada por años de protestas de tipo proteccionista y xenófobo, y en reacción 
al levantamiento de Mayo del 68, aportó un nuevo enemigo al fascismo: la 
población musulmana (Paxton, 2006, pp. 301). Si hasta el momento los enemigos 
se buscaban atendiendo a criterios pseudobiológicos, a partir de este momento, 
responderán a razones culturales. Se entiende que existe un modo de vida 
europeo que se encuentra en peligro con la llegada del islam y, por tanto, deben 
cerrarse las puertas a la afluencia de inmigrantes. 
La evolución histórica del MSI lo fue alejando del fascismo y, terminó por 
integrarse en la derecha conservadora italiana, tras experiencias de gobierno en 
19 
 
coalición en la década de los 90. Los nuevos fascismos y la nueva extrema derecha 
encuentran su referencia en el Frente Nacional de Le Pen. 
En la actualidad el espacio político que antaño ocupaba el fascismo hoy se 
encuentra copado por dos tendencias diferenciadas: el neofascismo y la derecha 
radical populista. El primero es una continuación directa del movimiento original 
y apenas tiene representación institucional
en la actualidad, contando como 
principal referente a los griegos Amanecer Dorado. El segundo supone una 
transformación de ciertos elementos, que analizamos a continuación. 
La derecha radical populista, al igual que fascistas y neofascistas, se fundamenta 
en un nacionalismo de tipo palingenésico, es decir, en la reconstrucción de un 
pasado glorioso y mítico de la nación. Existen diferencias a la hora de señalar a 
los enemigos de la nación, para el fascismo es la modernidad y el socialismo, para 
la derecha radical populista, además de la izquierda, se incluye un elemento de 
anti-establishment. Pese a partir ambos de un tipo de nacionalismo muy similar, 
las nuevas formaciones “defienden un concepto étnico de nación, que ya no es 
racial como era en el fascismo, pero que rechaza frontalmente la nación cívica” 
(Lerín Ibarra, 2019). Es decir, la pertenencia a la nación no es voluntaria, se 
produce por nacimiento y asunción de las condiciones étnicas de la nación. 
Además, estas nuevas formaciones se encuentran cada vez más alejadas del 
carácter socialista que propugnaba la intervención estatal en la economía. Como 
señala Rodríguez Jimenez (2006), se hace una apuesta fuerte por el liberalismo 
económico y por la reducción de las funciones del estado, quedando estas 
limitadas a la ampliación del cuerpo policial, un control férreo de las fronteras, la 
expulsión de inmigrantes ilegales –punto de choque con los neofascistas, que 
rechazan todo tipo de inmigración- y la garantía de prestaciones sociales para los 
nacionales. 
Por último, hay una diferencia crucial entre estas familias políticas: su actitud 
hacia la democracia y el sistema político liberal. Los clásicos y sus descendientes 
directos añoran la eliminación de ese sistema político a través de una revolución, 
mientras que, para la nueva derecha radical populista el ascenso al poder se dará 
dentro de los marcos del sistema, atendiendo a las teorías acerca de la hegemonía 
del intelectual comunista italiano Gramsci (García Olascoaga, 2018). 
20 
 
En la actualidad, las condiciones sociales impuestas por el triunfo del 
neoliberalismo pueden suponer un avance en el aislamiento de los individuos, 
allanando el camino para un nuevo triunfo de movimientos totalizadores, como 
señaló originalmente Hannah Arendt (Méndez Rubio, 2017). Esta tesis es, a día 
de hoy, difícilmente contrastable. Sin embargo, tras las últimas elecciones al 
parlamento europeo, podemos encontrar un grupo parlamentario en el que la 
derecha radical populista cuenta con 58 diputados, uno de derecha populista con 
54, a los que se suman los 2 no adscritos de los neonazis griegos y los 3 obtenidos 
por la formación española VOX, de carácter ultraconservador (Lerín Ibarra, 
2019). 
 
2.1.4 Fascismo del tercer milenio 
El fascismo del tercer milenio es un nuevo resurgir del fascismo, que rechaza las 
formas de la nueva derecha radical populista y propugna la vuelta al estudio del 
fascismo clásico. Su origen se sitúa en Italia, tras varios intentos de ocupación de 
edificios ligados a la organización juvenil del Movimiento Social Italiano, se crea 
el primer centro social de carácter fascista en 2002. Este acto es el precursor de 
una nueva ocupación al año siguiente en la ciudad de Roma, un edificio que pasa 
a denominarse CasaPound, en recuerdo del poeta fascista estadounidense Ezra 
Pound. 
Según una de sus dirigentes, Chiara Del Fiacco, CasaPound surge como un 
“movimiento de acción social” (CanalTLV1, 2016) ante la emergencia 
habitacional que atraviesa Italia, dando techo a personas italianas, que no eran 
únicamente mendigos, si no trabajadores que, con sus sueldos eran incapaces de 
mantener a sus familias (Di Tulio, 2018). Un modelo que fue extendiéndose y que, 
hasta la fecha, solo se había observado en la izquierda, especialmente la 
autonomista y la de tipo anarquista. 
El fascismo del tercer milenio no solo copia las formas organizativas de la 
izquierda radical, también utiliza los mismos códigos culturales y música 
(Bernabé, 2016). Pero este nuevo posicionamiento del fascismo no es solo 
estético, según su vicepresidente, la izquierda ha dejado de preocuparse de los 
obreros para plegarse a la Unión Europea (B., 2018) y ese espacio pretende ser 
21 
 
ocupado por ellos, recurriendo para justificar sus actuaciones y programas a 
intelectuales como Marx o Gramsci (Sidera, 2019). 
De ese primer centro social, su estructura fue extendiéndose por toda Italia hasta 
contar con unas ciento treinta sedes -a las que se suman las de su organización 
juvenil, el Blocco Studentesco- (Salvio, 2018), a través de las que se han ido 
articulando como un movimiento amplio que actúa como partido, como sindicato 
estudiantil, como asociación civil de voluntarios para ayudar en caso de 
catástrofes naturales –bajo la denominación de Salamandra-, como patrullas de 
seguridad ciudadana en la calle y el metro y que incluye un entramado de 
instituciones como pubs, gimnasios, emisora de radio, centros recreativos, 
librerías o una ONG. 
Bajo este tipo de organización se buscan dos objetivos, en primer lugar, el de 
legitimarse ante la opinión pública y su normalización de cara a la participación 
política y, en segundo lugar, recuperar la antigua táctica fascista de duplicar las 
funciones del Estado e intentar llegar donde él no lo consigue –como es el caso 
de la seguridad ciudadana, los nuevos problemas de vivienda generados por la 
gentrificación y la precarización de los salarios o la asistencia social-. 
En lo ideológico, ellos recurren a la etiqueta de fascistas del tercer milenio, para 
referirse a su aceptación del fascismo, pero referido a una nueva época. Dicen 
hablar del fascismo sin nostalgia (Verdú, 2017), asumiendo que la represión de 
Mussolini fue un error (Miguel Trula, 2018) y tratando de rescatar de su pasado 
la versión más social del fascismo. Así, en sus apariciones públicas se hacen 
constantes referencias a la destrucción del Estado del Bienestar y las prestaciones 
sociales que el régimen de Mussolini estableció en el país, como las pensiones o 
las vacaciones. 
El programa de la formación aboga por la expulsión de todos los inmigrantes sin 
papeles, ayudas económicas para fomentar la natalidad, el ecologismo, la defensa 
de las empresas estatales, el derecho a la vivienda y la mejora de la calidad del 
empleo. Es particularmente interesante la concepción de la inmigración, cuyo 
rechazo según ellos no corresponde a motivos racistas, si no a su contribución a 
la formación de un gran ejército de reserva –en términos marxistas- que 
contribuya a la devaluación salarial y de otros derechos de la clase obrera por la 
sobreoferta de trabajadores. Su actuación, que promueve la solidaridad entre las 
22 
 
naciones, reivindica “el etnopluralismo, esto es, no considerar ninguna raza o 
cultura superior a otra, sino apreciar la diversidad y tratar de conservarla 
evitando que se mezclen, es decir, evitando la inmigración, el multiculturalismo 
y el mestizaje” (Ramos, 2017). 
A grandes rasgos, la formación no ha parado de crecer desde 2003, aumentando 
su presencia en la calle a través de sus diversas organizaciones adheridas y, más 
recientemente, a través de las instituciones. Pese a que CasaPound no ha sido 
capaz de obtener escaños en el Parlamento de Italia ni en las elecciones europeas, 
su presencia se afianza a nivel provincial y local, contando con dos representantes 
provinciales –en Grosseto y Perugia-, un alcalde –en Trenzano- y (Barillà, 2018) 
y un total de once concejales repartidos por diferentes localidades (Verdú, 2017). 
Una señal de su avance y el calado en la sociedad italiana es la evolución del voto, 
que, si en 2013 correspondía a un 0,14%, para las últimas elecciones generales, 
en 2018, se había disparado hasta el 1%. Unas cifras que en términos absolutos 
no parecen muy relevantes, pero que suponen una
multiplicación de su 
electorado en casi un 7,5% en solo cinco años. 
Podemos decir, que, pese a su registro como partido político, esta formación –y 
todas las que la imitan- no constituyen un partido al uso, pues su finalidad dista 
del electoralismo. En cambio, prefiere adoptar una estructura que se asemeja más 
a un movimiento social, que busca, en base a la acción social, la conquista de la 
legitimidad política de unas ideas que, desde el fin de la II Guerra Mundial, han 
sido marginales, las del fascismo originario. 
 
2.2 El caso español 
 
Como señalamos en el apartado anterior, el fascismo es un movimiento enraizado 
en las características nacionales del espacio en el que se desarrolla, parte de 
evolución histórica del país para oponerse a las consecuencias que la modernidad 
ha supuesto en el mismo. Por tanto, referirnos a organizaciones fascistas 
españolas carecería de sentido si no profundizamos en el análisis de este 
fenómeno en el propio país. 
23 
 
A continuación, señalaremos sucintamente los antecedentes de las 
organizaciones fascistas, los motivos que esgrimieron para su legitimación, su 
situación dentro de un régimen autoritario que no era netamente fascista y la 
evolución que han tenido desde el fin del franquismo hasta la llegada del fascismo 
del tercer milenio a nuestro país. 
 
2.2.1 La evolución de los fascismos españoles 
El nacimiento del movimiento fascista en España se produce en un clima de alta 
tensión social y de inestabilidad política. Como en el resto de casos, su origen no 
puede datarse de una fecha concreta, si no, que es el producto de la maduración 
de una serie de condiciones y la evolución de diferentes partidos y opciones 
políticas, que terminan por suscribir un programa revolucionario de reacción 
contra el mundo moderno. 
Si atendemos a la característica del agravio nacional, los españoles prefascistas, 
la encontraron en 1898, cuando el país fue derrotado por Estados Unidos y perdió 
una parte importante de sus colonias. Esta situación provocó una afluencia de 
nuevas corrientes ideológicas, entre las que tendría gran importancia para el 
desarrollo del fascismo el conocido como nacionalismo integral, el cual se 
caracterizaba por una exaltación de la nación y la oposición a lo liberal. Este 
concepto, defendido originalmente por al nacionalismo catalán, de la mano de 
Eugenio D’Ors, junto con la influencia de otros pensadores influenciados por la 
crisis del 98, como Azorín –también defensor del nacionalismo integral-, Miguel 
de Unamuno –crítico de los nacionalismos periféricos y defensor de un 
voluntarismo irracionalista- o Ramiro de Maeztu –quien consideraba necesaria 
la creación de una nueva conciencia nacional- (González Cuevas, 2001) 
sembraron los planteamientos ideológicos de la derecha radical española. 
Por su parte, el origen del fascismo en España también se produce como una 
reacción ante la izquierda. Huelgas como la de 1917 o 1919 y las tensiones 
generadas por el Trienio Bolchevique o los años del pistolerismo dieron lugar a la 
creación de grupos políticos en Cataluña que, en colaboración con las fuerzas 
estatales, trataban de mantener el orden social. La primera de estas 
organizaciones fue la Liga Patriótica Española, quien, además de apostar por la 
24 
 
defensa del orden burgués y católico, promovía la lucha contra el separatismo 
catalán (Thomàs, 2019, pp. 37). Esta organización fue rápidamente sustituida por 
otra conocida como Somatén, quienes participaron activamente en el golpe de 
Primo de Rivera y para los cuales el dictador tenía reservado un papel similar al 
del partido de Mussolini, pese a que nunca se llegó a completar tal propósito. 
El fascismo no llega oficialmente a España hasta la II República, cuando Ramiro 
Ledesma funda las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, un pequeño 
grupúsculo de corte obrerista y anticlerical, que promovía una revolución contra 
el liberalismo, la izquierda y el conservadurismo. Él, que fue el mayor sustento 
teórico del movimiento fascista posterior (González Cuevas, 2001), 
tomó de Ortega y Gasset la concepción elitista de la sociedad, la necesidad de que 
las masas fuesen dirigidas por una aristocracia social, el enaltecimiento de la 
juventud, la idea de nación como integración de los componentes de la sociedad 
y el vitalismo. De Nietzsche […] el desprecio por la democracia, el mito del 
superhombre, el espíritu heroico y el voluntarismo; de Sorel, el sindicalismo 
revolucionario, la mística de la violencia y el desprecio por el parlamentarismo y 
el pacifismo. (Thomàs, 2019, pp. 67) 
En los años posteriores, las JONS se fusionaron primero con las Juntas 
Castellanas de Actuación Hispánica, al frente de las cuales estaba Onésimo 
Redondo, y después, con el Movimiento Sindicalista Español-Fascismo Español, 
de Primo de Rivera. La unión de estos pequeños grupos se denominó Falange 
Española de las JONS, un partido políticamente irrelevante hasta el estallido de 
la Guerra Civil. Fecha a partir de la cual se convirtió en un partido de masas y, 
posteriormente, el instrumento para la justificación y conexión con la población 
civil del régimen de Franco. 
FE de las JONS emitió un programa de 27 puntos en los que se defendía la unidad 
de la nación española y la lucha contra el separatismo, la voluntad de imperio de 
España, la construcción de un estado totalitario en cuanto a la vida de los 
individuos y corporativo en cuanto a la estructuración de la economía, el 
catolicismo como parte del sentido de la nación y la vía revolucionaria como 
método para alcanzar los puntos citados. Destaca aquí, la recuperación del 
catolicismo, que venía procedente de Redondo y Primo de Rivera, en 
contraposición a las posturas defendidas por Ramiro Ledesma. 
25 
 
Tras el fin de la Guerra Civil, Franco, vía decretos, funde al partido con los 
tradicionalistas y se sitúa a la cabeza del mismo, otorgándole competencias 
políticas en lo sindical y con la relación a las mujeres y la juventud. Sin embargo, 
los falangistas vieron su proyecto frustrado, ya que el uso del partido por parte 
del régimen –que se parecía más a las propuestas de la Iglesia y los 
conservadores- se limitó a ser un elemento de legitimación frente a la población 
y, además, tras el fin de la II Guerra Mundial, su papel fue disminuyendo 
progresivamente. 
El fin del franquismo supuso la fragmentación de la extrema derecha, entre la que 
únicamente destacó el partido Fuerza Nueva, el cual obtuvo un diputado en las 
elecciones legislativas de 1979. Esta formación se situó a medio camino entre las 
nuevas fuerzas de derecha radical populista y el viejo fascismo, lo que hizo que en 
su seno coexistiese “una estrategia electoral con otra aparentemente filogolpista” 
(Casals, 2000). Dos años después se produjo un intento de golpe de estado, 
orquestado por un sector conservador del ejército y, en el que FN y el resto de 
partidos ultraderechistas poco tuvieron que ver. 
Desde entonces, la extrema derecha permanece prácticamente ausente más allá 
de una ligera implantación a nivel local de formaciones inspiradas en el Frente 
Nacional francés y la derecha radical populista, como Democracia Nacional 
(Rodríguez Jiménez, 2012) o España 2000 (López Ortega, 2017), en las que 
predominan las referencias a la inmigración, al paro y al establishment. La 
derecha radical se mantiene sin representación parlamentaria hasta 2018, con la 
entrada de VOX al Parlamento de Andalucía –para aumentar su presencia en 
2019 a otras cámaras autonómicas, el Congreso de los Diputados y el Parlamento 
Europeo- siendo una formación más cercana a la derecha conservadora que una 
herencia del fascismo o un nuevo intento de implantar la derecha radical 
populista en España. 
 
2.2.2 Fascismo del Tercer Milenio en España 
El fascismo del tercer milenio, que también ha sido nombrado como fascismo 2.0, 
ha ido implantándose
progresivamente en España a partir de la creación de 
diversas asociaciones que actúan en, al menos, catorce ciudades, a las que habría 
26 
 
que sumar el fallido intento de Zaragoza. Su manera de articularse se asemeja a 
la italiana CasaPound, centros sociales en los que se proporcionan ayudas sociales 
como repartos de comida para nacionales o incluso la utilización de sus 
infraestructuras para dar alojamiento a personas necesitadas. 
Sin embargo, a diferencia de sus aliados italianos, las formaciones españolas 
reniegan del fascismo y del pasado franquista del país (Molpeceres, 2019). No es 
nueva esta estrategia, ya en 1933 Primo de Rivera decidió sustituir del nombre de 
su formación (MES-FE), la palabra “fascismo” por “falange”, con objeto de 
distanciarse de formaciones extranjeras y presentar su proyecto como nacional. 
Este intento de mostrarse como algo completamente nuevo, sin las ataduras del 
pasado, es precisamente lo que parece permitir el crecimiento de los nuevos 
grupos, que han sabido despojarse de su pasado, algo que no había hecho nunca 
la derecha radical española. Bajo sus propias palabras, son socialistas y patriotas 
o, como lo define uno de sus intelectuales de referencia, Laureano Luna, la 
izquierda nacional. 
De entre todos estos locales destaca el Hogar Social, creado en Madrid en 2014 –
por antiguos militantes del partido nacional socialista Movimiento Social 
Republicano y su frente juvenil, Liga Joven (Somos Malasaña, 2018)- y que ha 
ido ocupando diversos locales muy significativos de la ciudad como las oficinas 
del Fórum Filatélico, la sede del No-Do, un palacete de la URJC, una Sede del 
Banco de Madrid, el antiguo Registro Mercantil de Madrid y más recientemente 
la antigua sede de CCOO (Olmo, 2019). Es sorprendente, bajo la estrategia de 
distanciamiento del fascismo, el nombre del que se dotó a la primera de sus 
ocupaciones: Hogar Social Ramiro Ledesma. Sin embargo, pese a su carácter 
fascista, -como se ha señalado anteriormente- Ramiro Ledesma destacó por su 
carácter obrerista, anticlerical y revolucionario, algo que indicaba la dirección en 
la que avanzaba el HS. 
Todas estas formaciones, tanto el Hogar Social, como Centro Social y Nacional, 
Iberia Cruor, Alfonso I, Málaga 1487, Lo Nuestro, Acción Social Asturias, Acción 
Social Cádiz, Vanguardia Social Sevilla y El Galeón tienen en común la forma de 
organización, a través de un centro social, que es utilizado para difundir su 
mensaje xenófobo a través de sus acciones de prioridad nacional y, a su vez, para 
atraer a jóvenes hacia la organización mediante la organización de fiestas 
27 
 
(Chamorro, 2017), actividades culturales y servicios sociales como clases 
particulares (Álvarez-Benavides, 2018), guardería, ludoteca o gimnasio (Álvarez-
Benavides, 2019), además del mencionado reparto de comida y oferta de 
alojamiento. 
En lo político, Hogar Social se constituyó como partido el 28 de febrero de 2019 
(Lorca, 2019) -agrupando sus sedes de Madrid, Granada y Toledo- y siete del 
resto de organizaciones actúan, desde 2017, de forma coordinada siguiendo un 
manifiesto difundido por todas ellas en el que se reclama la defensa de la 
soberanía nacional, la justicia social, la preferencia nacional y la defensa de los 
valores españoles (Rusia Today, 2017), formando una especie de confederación, 
en la que cada una tiene libertad de actuación. 
De forma más concreta, su ideario puede verse recogido en una breve obra del 
filósofo Laureano Luna –antiguo miembro de la organización nacional-socialista 
Círculo Español de Amigos de Europa- titulada Manifiesto de la Izquierda 
Nacional: La síntesis del siglo XXI. Este breve manifiesto carga contra el 
desarrollo del capitalismo, el cual ha conducido a la crisis del año 2008, y 
considera agotado el proyecto de la izquierda marxista. Ante tal situación, en la 
que el capital financiero se encuentra cada vez más globalizado, la única manera 
de proteger los derechos de las clases trabajadoras es la defensa de los estados-
nación, cerrando las fronteras a la llegada de inmigrantes y fortaleciendo el poder 
estatal para así mantener la esencia europea: la democracia y el socialismo. Para 
ello se emite un programa de trece medidas básicas que debe plantear esta 
izquierda nacional (Luna, 2017, pp. 90-92): 
1. Recuperación de la soberanía monetaria. Tipos de interés reales 
perpetuamente en torno a 0%. 
2. Recuperación de la soberanía en política fiscal. Política fiscal que garantice 
el pleno empleo. 
3. Defensa y extensión del Estado del Bienestar. Eliminación del fraude en 
subvenciones y subsidios, y de la evasión de impuestos: la picaresca destruye 
la solidaridad. 
4. Nueva estructura de la empresa, en la que todos los puestos de trabajo sean 
fijos y que fomente la co-propiedad y la co-gestión por parte de los 
trabajadores sin desincentivar la iniciativa privada: esta puede ser ña única 
solución al problema del desempleo tecnológico. 
28 
 
5. Control estatal o social de los sectores estratégicos (en especial Banca y 
Energía). 
6. Protección de la economía productiva frente a la financiera. Impuesto sobre 
transacciones financieras especulativas destinado a estabilizar la economía 
y a ayudar al desarrollo del tercer mundo. 
7. Eliminación de trabas burocráticas y fiscales para la creación de empresas y 
puestos de trabajo. Protección de las pymes y equiparación en cuanto a 
protección social de los trabajadores autónomos con los trabajadores por 
cuenta ajena. 
8. Aranceles para aquellos productos extranjeros que compitan con productos 
españoles mediante dumping social o ambiental. 
9. Penalización de la deslocalización de inversiones (mediante impuestos o 
aranceles). 
10. Tasa de inmigración negativa mientras haya españoles desempleados o 
subempleados. 
11. Medidas sociales y laborales para el fomento de la natalidad: el pleno 
empleo y una tasa de natalidad suficiente para la reposición de las 
generaciones garantizarán la viabilidad del Estado del Bienestar. 
12. Medidas fiscales para la protección del medio natural y el fomento de las 
energías limpias y renovables. 
13. Condicionar la relación de España con la actual Unión Europea a su 
transformación en un sentido social e identitario. Abandono de la OTAN 
para conseguir independencia frente al bloque atlantista. Establecimiento 
de relaciones de buena vecindad con Rusia. Apoyo a los derechos del pueblo 
palestino. 
Se extrae de este programa una orientación proteccionista en lo económico, que 
intenta, al igual que el fascismo originario, mantener una autosuficiencia 
económica nacional a través de ayudas y cerrazón fronteriza, combinado con un 
componente social de defensa de los derechos laborales. Todo ello sustentando 
en la recuperación de la soberanía nacional. Además, en el último de los puntos, 
se aprecia el carácter etnopluralista que mencionábamos en el aparatado 2.1.4 de 
este estudio. 
 
 
29 
 
2.3 Propaganda política 
 
2.3.1 Concepto de propaganda 
Según Herreros Arconada, la propaganda es un término cuyo origen etimológico 
se encuentra en el latín, procedente del vocablo propagare, una palabra 
originalmente agraria que hace referencia a sembrar, extender o propagar (citado 
por Pineda Cachero, 2006, pp. 27). No obstante, aunque se pueda establecer un 
punto de partida para el término, no se puede dilucidar con precisión en que 
momento este término traspasa las fronteras de su definición originaria para 
entrar a formar parte del campo semántico de la comunicación. Existen teorías 
diversas acerca de este proceso, en las cuales no entraremos pues sobrepasan los 
límites del estudio. 
De su origen etimológico podemos deducir que la propaganda es una intención o 
una estrategia mediante la cual se busca la fijación de ideas, conceptos, 
posiciones… en personas o grupos que pueden no tener esa postura 
originalmente, tenerla vagamente
o, incluso, ya tenerla y ser un refuerzo de la 
misma. Es un concepto referido a la seducción del mundo de las ideas y los 
deseos. 
Tratando de acercarnos al propio concepto de propaganda, existen a su vez una 
multitud de definiciones, de entre las cuales seleccionamos la proporcionada por 
Pineda Cachero (2006, pp. 228), por intentar constituir una síntesis de otras 
definiciones y abarcar el concepto de una manera amplia. De tal forma, 
entendemos la propaganda como 
“un fenómeno comunicativo de contenido y fines ideológicos mediante el cual un 
Emisor (individual o colectivo) transmite interesada y deliberadamente un 
Mensaje para conseguir, mantener o reforzar una posición de poder sobre el 
pensamiento o conducta del Receptor (individual o colectivo) cuyos intereses no 
coinciden necesariamente con los del Emisor”. 
Propaganda es, a día de hoy, un término que goza de mala prensa y que se 
encuentra en un desuso cada vez mayor. Pervive, aunque de forma residual, en el 
mundo empresarial, en el cual cada vez se recurre más a otros términos que 
designan fenómenos similares como marketing o publicidad. Y, ha desaparecido 
30 
 
por completo del mundo de la política, pues, debido a la época de auge y 
generalización del mismo, se asocia con el período europeo de entreguerras, las 
experiencias autoritarias y el belicismo. Se ha convertido en una palabra que se 
asocia a la persuasión mediante engaño para obtener fines ilícitos o 
antidemocráticos. Esto no quiere decir que la política del siglo XXI no incluya 
propaganda, simplemente, el término como tal ha ido desapareciendo para 
adaptarse al framing del momento histórico. Aunque, es preciso resaltar, que su 
uso en política no se origina en esa época, si no, que es prácticamente inherente 
a la creación de comunidades humanas estructuradas. 
La generalización de la propaganda como instrumento político se corresponde 
con la irrupción de la sociedad de masas; si hasta el momento la esfera pública, 
es decir, los espacios de discusión política, había permanecido limitada a las élites 
económicas y sociales del momento, a partir de este instante se vuelve preciso 
generar herramientas que permitan trasladar ese espacio a grandes cantidades de 
población, persuadiéndolas de apoyar una u otra opción política. Y, se vuelve 
inseparable de nuestras sociedades, en el momento en el que se generaliza el 
sufragio y los ciudadanos pueden decidir la opción de gobierno. 
En este sentido podemos decir que la propaganda política se sustenta sobre dos 
pilares: la publicidad y la ideología política (Domenech, 1950). La publicidad, 
puesto que recoge de ella parte de sus fórmulas persuasivas, buscando adaptarlas 
a la psicología de las masas, con especial atención a los procesos colectivos y los 
factores que influyen en ellos. Y, la ideología, que actúa como sustento de la 
propaganda, indicando la dirección a la que debe orientarse la persuasión y el 
modelo que busca implantarse. Del primero de los pilares se recogería su función 
de estructura y, del segundo, el contenido de la propia propaganda. 
Por tanto, la propaganda política se relaciona directamente con el ejercicio del 
poder, ya sea para su consecución, mantenimiento o refuerzo por parte del sujeto 
emisor (Pineda Cachero, 2008). Y, como veremos más adelante, toma diferentes 
formas en función de la tipología del emisor, su ideología, su mensaje y su 
relación con el poder. 
 
31 
 
2.3.2 Elementos en la propaganda 
A la hora de fijar una estrategia de propaganda, ya sea de tipo político o de 
cualquier otro, será necesario prestar atención a dos elementos: el 
posicionamiento y la estructura. A continuación, trataremos de sintetizar las 
características de los mismos y explicar su relevancia a la hora de planificar un 
procedimiento persuasivo como el que nos acontece. 
Cuando nos referimos a posicionamiento estamos indicando el proceso por el que 
conseguimos que “un producto ocupe un lugar claro, distintivo y deseable, en 
relación con los productos de la competencia, en las mentes de los consumidores 
meta” (Kotler, P. y Amstrong, G., 2008). Una definición que si la trasladamos al 
ámbito meramente político hace referencia a distinguir al partido, candidato o 
ideología, en competencia con el resto de formaciones, para ganar apoyo entre la 
ciudadanía. 
El posicionamiento en política es especialmente relevante durante la campaña 
electoral, pues es el elemento que permite diferenciar al candidato/partido del 
resto de competidores en la contienda. Como señala Herreros Arconada (1989, 
pp. 249-259) la selección del posicionamiento dependerá de dos aspectos 
complementarios. En primer lugar, la fijación del objetivo a conseguir y, en 
segundo lugar, la selección de los puntos programáticos que sinteticen mejor el 
ideario y los que sean más llamativos para el electorado. 
La definición del objetivo a conseguir es un aspecto relativamente fácil cuando 
nos referimos a propaganda electoral, pues puede ser expresado fácilmente en 
porcentajes de votación o número de representantes a conseguir. Sin embargo, 
durante períodos no electorales o en formaciones que tienen intereses en la 
política, pero no concurren a los comicios, el objetivo no es tan claro ni tan 
fácilmente medible, pues la propaganda se realiza en términos de fijación de 
agenda y de acumulación de fuerzas. 
Una vez concretada la definición de posicionamiento y comentados el objetivo y 
la importancia que tiene este elemento dentro del campo de la propaganda 
política, es necesario explicar el segundo de los aspectos que vertebran la 
estrategia propagandística: la estructura. Por estructura entendemos la manera 
en la que se relacionan las distintas partes de un fenómeno. En este caso, 
32 
 
partiendo de la definición de propaganda seleccionada en el apartado anterior, 
podemos señalar que la propaganda se divide en dos tipos de sujetos, el emisor y 
el receptor, que la intención persuasiva se realiza a través de un mensaje y que, 
este último, se transmite por un canal, que puede ser de diferentes tipos. 
Cuando nos referimos al emisor, estamos señalando al origen del fenómeno 
propagandístico. Emisor es el sujeto, individual o colectivo, que, con intención 
persuasiva genera una comunicación para ser distribuida entre sus posibles 
receptores. No nos detendremos demasiado en este elemento, pues los tipos de 
emisores que nos interesan para el estudio serán abordados más adelante. Como 
característica principal, cabe resaltar que, para el emisor es de vital importancia 
haber fijado el posicionamiento de forma previa a comenzar el hecho 
propagandístico, pues los objetivos serán los que sirvan para seleccionar los 
públicos meta del mensaje, el tipo de mensaje y el canal a través del cual quiere 
transmitirse. 
Por su parte, el receptor, es la última parte de la cadena de la estructura 
propagandística. Es el sujeto, generalmente colectivo, al cual se busca convencer 
a través del mensaje. El tipo de receptor dependerá del targeting marcado por el 
posicionamiento y, especialmente, por el canal propagandístico elegido. Lo 
verdaderamente fundamental en la propaganda no es la recepción del mensaje 
por este sujeto, si no que surja efectos en el mismo. Es decir, que cumpla con su 
función de seducción. 
Esta situación se dará, atendiendo a las condiciones de recepción que los 
destinatarios tengan y a los elementos estético-expresivos del mensaje. Se 
denomina 
“condiciones de recepción a las predisposiciones actitudinales y a los elementos 
de contenido que se imputan a los receptores de la propaganda por parte del 
emisor de la misma, y en función de cuales va a formularse un propagandea (o 
unidad mínima de significado propagandístico).” (Pineda Cachero, 2006, pp. 
279-280). 
Por tanto, las comunicaciones deberán prestar atención tanto a elementos 
psicológicos individuales, como a elementos sociológicos
o culturales presentes 
en las masas, de tal forma que el emisor pueda presentarse como deseable dentro 
33 
 
de su propio mensaje. Adaptarse a las condiciones de recepción es moldear el 
contenido sin llegar a desdibujarlo, convencer sin renunciar al sentido original. 
Por su parte, los elementos estético-expresivos son, de acuerdo con Pineda 
Cachero (2006, pp. 309), la combinación del material empírico de la propaganda 
y el uso empírico de los recursos. Se trata por tanto de una correcta selección del 
lenguaje y la imagen, adaptados al mensaje emitido, de tal forma que transmitan 
la intención que tiene el emisor, de forma clara y contundente. Además, cabe 
resaltar que, la selección y uso de los mismos, dependerá de la situación política 
y deberá adaptarse a las condiciones de recepción que existan para la sociedad en 
la que se propague. 
Con mensaje hacemos referencia al contenido del hecho propagandístico. En el 
ámbito político el argumentario se corresponde con la ideología del emisor, pues 
el fin de la difusión del mensaje no es otra que la convicción de los receptores del 
apoyo o rechazo a determinadas opciones políticas. Si partimos del concepto de 
que la propaganda política siempre se relaciona con el poder, podemos clasificar 
los mensajes en dos tipos. Los que se emiten desde el poder para controlar y 
mantener el liderazgo, generando adhesión al régimen, y, los que se generan 
contra el poder, que pueden buscar directamente la conquista del poder –por 
medios electorales, propios de los partidos que aceptan las democracias liberales, 
o insurreccionales, entre los que destacan la propaganda marxista revolucionaria, 
anarquista y fascista- o referirse a la batalla cultural –partiendo de la premisa 
gramsciana de que la conquista del poder cultural es previa a la toma del poder 
político- que busca influenciar indirectamente el sistema mediante un cambio 
gradual y sistematizado del sentido común de la sociedad. 
En la propaganda, el canal es el medio a través del cual se transmite el mensaje, 
permitiendo la interactuación entre el emisor y el receptor. La existencia de 
diferentes canales implica la selección de un tipo u otro de propaganda, 
atendiendo al mensaje y a su presentación estética, para adecuarlo lo más posible 
a la idiosincrasia del medio. 
El principal canal a través del cual se realiza la propaganda política son los medios 
de comunicación, especialmente en programas de tertulias de radio y televisión o 
artículos de opinión en la prensa escrita, además de los espacios publicitarios que 
se reservan en período electoral. 
34 
 
Este medio se reserva a actores medianamente institucionalizados o con peso 
relevante, siendo muy difícil acceder a él a actores outsiders, salvo cobertura de 
acciones de alto impacto. Esta lógica de propaganda a través de los medios de 
comunicación en la actualidad está siendo eclipsada por el nuevo paradigma de 
la Web; cada vez son más las pequeñas formaciones que aumentan su influencia 
a base de una concienzuda estrategia en redes sociales que permite expandir su 
mensaje con rapidez y a bajo coste. Buena muestra de esto es el caso español, en 
el cual las formaciones con más seguidores en redes sociales a fecha de agosto de 
2019, entre los cinco grandes partidos de ámbito nacional, son VOX en Instagram 
y Podemos en Twitter y Facebook. 
Por último, con especial relevancia para actores poco relevantes, emergentes, y, 
especialmente para aquellos que buscan influenciar en política sin participar en 
las elecciones, es de vital importancia la calle como medio de difusión del mensaje 
propagandístico. A través de la misma se realizan acciones como performances, 
mítines, repartos de panfletos, pegada de cartelería… que, al igual que las redes 
sociales, generan una conexión directa con el receptor, sin pasar por los filtros de 
los medios de comunicación. 
 
2.3.3 Estilos de propaganda 
La propaganda, ya sea de tipo política o de tipo comercial, puede adoptar 
diferentes formatos, que son utilizados diferenciadamente para llegar a 
audiencias dispares o transmitir determinados tipos de mensajes. A 
continuación, se incluye una clasificación de los modelos más recurrentes para la 
realización de propaganda política. 
 Oral: el comienzo de la comunicación política comienza en la Grecia 
clásica, ligada a un modelo de tipo democrático en el que la oratoria era un 
símbolo de prestigio y poder social y a través de la cual se orientaban las 
decisiones de la comunidad en una u otra dirección. En el mundo 
contemporáneo el poder de la oratoria ha abandonado el ámbito de la 
deliberación, limitada a cámaras representativas, para adentrarse en el de 
la comunicación de masas. Es decir, la propaganda oral actual se abre 
camino especialmente en los mítines, en la radio y en la televisión. 
35 
 
 Escrita: en la historia reciente, libros y prensa han sido utilizados como 
medio de propagación de ideas y modelos, como armas de difusión de 
pensamiento y calado de ideas. Así, podemos encontrar ejemplos 
relevantes en obras de escaso contenido teórico y lectura relativamente 
ligera que dieron origen a los dos modelos de contraposición al liberalismo 
en el siglo XX: el Manifiesto del Partido Comunista, de Karl Marx y 
Friedrich Engels, y Mi Lucha, de Adolf Hitler. Los libros como instrumento 
de propaganda no buscan un gran debate intelectual, si no la rápida 
irradiación y contagio de sus contenidos. Por su parte, la prensa puede ser 
dividida en dos subtipos. En primer lugar, los medios de comunicación, 
entre los que destacan los espacios de opinión en prensa generalista y los 
artículos de revistas especializadas. Y, por otra parte, aparece la prensa 
partidista, que incluye las publicaciones que realiza el agente político, 
como pueden ser su periódico, planfetos o flyers. Generalmente los dos 
primeros destinados a la promoción de puntos ideológicos y los segundos 
como llamadas a la acción o la movilización. 
 Gráfica: otra de las formas clásicas de propaganda política es la cartelería, 
que ya era utilizada en ocasiones en la Roma cásica para las contiendas 
electorales. Los carteles y banners son composiciones gráficas que, 
manteniendo la imagen corporativa de la formación, combinan 
ilustraciones y texto, para transmitir un concepto de forma sencilla. El 
éxito de la propaganda gráfica reside en la correcta selección de los cuatro 
elementos que lo componen –imagen, eslogan, tipografía y colores- de tal 
forma que concuerden entre ellos para lanzar mensajes contradictorios y 
generen impacto en aquel que lo observa. 
 Performances y movilizaciones: un método utilizado generalmente por 
movimientos sociales y partidos pequeños es la realización de acciones en 
la calle que buscan un impacto mediático y en aquellos que la presencian. 
El método más clásico son las manifestaciones y concentraciones, cuya 
utilidad se encuentra en decadencia y, en el caso de no ser masivas, no son 
capaces de atraer para sí un mínimo de atención. Frente a ellas, 
presenciamos un auge de las performances, actuaciones de género casi 
teatral en las que los participantes realizan actuaciones de alto contenido 
simbólico. 
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 Audiovisual: bajo los nuevos patrones de consumo y acceso a la 
información, con el auge de la Web como medio cobra cada vez más 
importancia el formato audiovisual. Hasta ahora, la producción de videos 
políticos de contenido propagandístico se encontraba limitado al período 
electoral, en el cual la televisión debía garantizar un espacio para la 
promoción de los partidos políticos -Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, 
del Régimen Electoral General-. Con el auge de plataformas de video 
online, como YouTube, y de redes sociales a través de las cuales hacer 
difusiones masivas, se populariza el uso de este formato, siendo normal la 
difusión de pequeños fragmentos de entrevistas, de intervenciones

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