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Trabajo fin de máster presentado por: Pablo González Bolado Titulación: Máster Universitario en Comunicación y Marketing Político Línea de investigación: Análisis de los Actores y el Contexto de la Comunicación y el Marketing Político. Director/a: José Luis López García Universidad Internacional de La Rioja Facultad de Empresa y Comunicación Estrategias propagandísticas en el fascismo del tercer milenio español Ciudad: Puente San Miguel - España [13/09/2019] Firmado por: CATEGORÍA TESAURO: Política / Propaganda 1 Índice Índice ...................................................................................................................... 1 Resumen ................................................................................................................. 3 Palabras clave: .................................................................................................... 3 1. Introducción.................................................................................................... 4 1.1 Justificación .............................................................................................. 4 1.2 Problema a investigar ............................................................................... 6 2. Marco teórico .................................................................................................. 8 2.1 Fascismo ........................................................................................................ 8 2.1.1 Origen ..................................................................................................... 9 2.1.2 Fundamentos teóricos .......................................................................... 12 2.1.3 Evolución y neofascismos .................................................................... 17 2.1.4 Fascismo del tercer milenio .................................................................20 2.2 El caso español ........................................................................................... 22 2.2.1 La evolución de los fascismos españoles ............................................. 23 2.2.2 Fascismo del Tercer Milenio en España .............................................. 25 2.3 Propaganda política .................................................................................... 29 2.3.1 Concepto de propaganda ...................................................................... 29 2.3.2 Elementos en la propaganda ............................................................... 31 2.3.3 Estilos de propaganda.......................................................................... 34 2.3.4 Reglas de la propaganda ...................................................................... 36 2.3.5 La propaganda en el fascismo .............................................................. 38 2.3.6 La propaganda en los movimientos sociales ...................................... 40 3. Objetivo ......................................................................................................... 42 3.1 Objetivos ................................................................................................. 42 3.1.1 Objetivo general ............................................................................... 42 3.1.2 Objetivos específicos ........................................................................ 42 2 3.2 Hipótesis ................................................................................................. 43 4. Metodología .................................................................................................. 44 4.1 Análisis cuantitativo ............................................................................... 44 4.2 Análisis cualitativo .................................................................................. 45 5. Resultados ........................................................................................................ 46 5.1 Análisis cuantitativo .................................................................................... 46 5.1.1 Partidos fascistas .................................................................................. 46 5.1.2 Organizaciones fascistas del tercer milenio ......................................... 49 5.2 Análisis cualitativo ...................................................................................... 52 5.2.1 Análisis de la simbología ...................................................................... 53 5.2.2 Análisis de las performances ............................................................... 58 6. Discusión y conclusiones................................................................................. 60 Anexos .................................................................................................................. 69 Anexo 1 .............................................................................................................. 69 Figuras .................................................................................................................. 74 Bibliografía ........................................................................................................... 76 3 Resumen En el año 2003, en la ciudad italiana de Roma, se produce una okupación de un antiguo edificio por ex militantes de las juventudes del partido fascista Movimiento Social Italiano. Este sería el origen de un movimiento autodenominado como fascismo del tercer milenio, el cual, postula la vuelta al estudio de los clásicos como Mussolini, interpretándolos conforme a la realidad actual. Esta ideología está calando en España, un país en el que cada vez surgen más centros sociales de este carácter y son capaces de aglutinar a un número mayor de miembros. El objetivo de este Trabajo Final de Máster es el de realizar un estudio de la propaganda empleada por estas formaciones en España para comprobar cómo han sido capaces de alcanzar unos niveles de apoyo que no se habían visto en el fascismo desde la extinción del partido Fuerza Nueva. Para ello se analizará la temática y la simbología empleada, así como la puesta en escena que realizan para lograr visibilidad. Palabras clave: Comunicación, Fascismo Del Tercer Milenio, Izquierda, Performance, Propaganda Política, Simbología, Transversalidad. 4 1. Introducción 1.1 Justificación La década de los años veinte del siglo pasado supuso el nacimiento del fascismo, un movimiento político con raíces profundamente europeas: el movimiento obrero y la defensa del estado-nación como símbolo de identidad cultural. El fascismo o, más bien, los fascismos, fueron vistos en sus orígenes como movimientos revolucionarios. Estos atrajeron para su causa tanto a elementos de la clase obrera, entre los que se encontraban activos militantes de partidos de origen marxista y organizaciones sindicales, como a clases acomodadas, que veían en sus propuestas políticas una vía para mantener un orden social que se encontraba constantemente amenazado por las revueltas de las capas populares. El tercerposicionismo propugnado por estas formaciones supuso originariamente una revolución en lo conceptual, superando las dicotomías de un mundo que cada vez se fragmentaba más entre el socialismo y el capitalismo. Bajo la bandera del espíritu nacional y una estrategia de tipo interclasista, que trataba de atraer a su causa a todos los nacionales, independientemente de su origen social, los fascismos ganaron popularidad y accedieron al poder en algunos países de Europa, ya fuese directamente a través de sus partidos o de la mano de dictaduras militares de extrema derecha a las que apoyaron con mayores o menores reticencias. Con el estallido de la II Guerra Mundial, y la posterior derrota del Eje Berlín- Roma-Tokio por parte de los Aliados, el fascismo prácticamente desapareció de Europa, pasando a ser prohibido o marginal en aquellos países que aún permitían la existencia de agrupaciones de este tipo. Hoy, acercándonos a los años veinte del siglo XXI, bajo una crisis de la democracia liberal, vuelve a hablarse de fascismo. La Ciencia Política debe hacer un ejercicio de reflexión profunda y pedagogía acerca del término y de su utilización por medios de comunicación y políticos profesionales. Al respecto, es 5 cierto que el eje político se desplaza hacia la derecha y que la extrema derecha comienza a florecer en todo el mundo, ya sea a través de sus propios partidos o de la asunción de sus premisas por parte del centro derecha. No obstante, no toda la extrema derecha es fascismo. España no está exenta de esta polémica y la denominación de fascista se encuentra al orden del día en el debate público a través de dos hechos fundamentales: el conflicto territorial y el auge de VOX. En lo referente al clivaje centro-periferia: el término es utilizado por el nacionalismo catalán como método para atacar a los partidarios de la nación española -equiparando la idea de España a la defendida por Franco y la Falange- y por el nacionalismo español a los separatistas –apelando a su concepto étnico de nación-. Por su parte, el partido liderado por Santiago Abascal, recibe este ataque constantemente por la oposición de izquierdas al mismo. En este caso, una acusación con poco rigor terminológico e histórico. Sin embargo, hoy en día en España si puede hablarse de fascismo y de neofascismo. A la actividad que venían desarrollando grupúsculos como Movimiento Social Republicano, Falange Española, Democracia Nacional… se le han sumado en la última década nuevas organizaciones que tienen su origen en la italiana Casa Pound, entre las que destaca el Hogar Social Madrid. Por tanto, de manera casi obligada por la problemática que suscita el término, el primer paso que debe dar este TFM es el de definir el sujeto de su estudio, el fascismo del tercer milenio español. Una vez acotado el objeto sobre el que se investigará, se realizará un estudio sobre sus técnicas propagandísticas, a fin de explicar el éxito que están teniendo estas formaciones frente a los partidos fascistas clásicos que han existido en la democracia española desde la promulgación de la constitución. 6 1.2 Problema a investigar El fascismo, a ritmo lento, está comenzando a resurgir en algunos lugares de Europa. Pero este renacer no es fruto del azar, ni de un repunte del interés social por dicho movimiento, si no de la evolución del mismo y del camino por formas organizacionales y comunicativas que, hasta ahora, habíamos visto únicamente en las izquierdas. Principalmente en el movimiento autónomo. La punta de lanza de este renacer se sitúa en Italia, en la organización denominada Casa Pound. Bajo el apellido de un poeta admirador de Mussolini y vendiendo su espacio como un lugar de ocio y cultura (Torrús, 2017), el fascismo se congrega en Roma y comienza a organizar sus filas en acciones que se tornan cada vez más políticas. La “okupación”, la creación de centros sociales, la recolección de alimentos para distribuir entre las clases desfavorecidas y una feroz crítica del capitalismo y de la globalización, eran elementos que habían sido monopolizados hasta el momento por la extrema izquierda. Pero hoy, sirven al fascismo para crecer y nutrirse de nuevos elementos entre sus filas. Dentro de estos cambalaches que vive el movimiento, destaca el del cambio en lo comunicativo. Si bien en su momento los partidos fascistas supieron presentarse como revolucionarios y portadores de ideas que llevarían a la sociedad a un nuevo estadio más avanzado, tras su derrota en la II Guerra Mundial han sido considerados como peligrosos y reaccionarios. El fascismo del tercer milenio supone, principalmente, un lavado de cara a la ideología. Una estrategia de marketing político mediante la que liberarse de su pasado y volver a lanzar su proyecto en un momento en el que los pilares de la democracia se ven resentidos por la corrupción, la falta de soberanía nacional y los problemas de la globalización. En la sociedad posmoderna, donde las ideologías políticas son vistas cada vez con más rechazo y desconfianza y en la que prima lo impactante sobre la reflexión, la transversalidad es la herramienta mediante la cual estos grupos vertebran su actividad. España ha tenido su traducción de la Casa Pound principalmente en Hogar Social Madrid –que actualmente vive un crecimiento en otras ciudades del país, como 7 Granada-, pero también en otras formaciones que afloran en diversas capitales: Acción Social en Cádiz, Asociación Cultural Alfonso I en Santander, Centro Social y Nacional en Salamanca, Iberia Crúor en Jaén, Lo Nuestro en Murcia y Málaga 1487 en la ciudad andaluza. Todos estos últimos han firmado, en 2017, un manifiesto que promueve unas líneas estratégicas a seguir de forma conjunta por sus integrantes. El objeto de este trabajo es el estudio de las estrategias propagandísticas seguidas por estas formaciones emergentes, que les han permitido alcanzar un apoyo social nunca visto en nuestra democracia, por formaciones extremistas, desde la disolución de Fuerza Nueva. Además, el TFM buscará estructurarse de la forma más académica posible; la mayoría de estudios relativos a los integrantes de las extremas derechas y fascismos tienden a ser realizados desde una perspectiva ideológica de antifascismo militante, lo que supone que pierdan valor académico. 8 2. Marco teórico 2.1 Fascismo Hablar de fascismo supone referirse a un movimiento político complejo, que se ha caracterizado por su presentación en múltiples formas y con diferentes características. La heterogeneidad de los fascismos ha conllevado debates profundos en los campos de la ciencia política, la filosofía y la historia, que, en ocasiones, han terminado siendo un callejón sin salida. Desde las posiciones más maximalistas, que ha terminado por considerar como fascista únicamente al partido dirigido por Benito Mussolini, a los más minimalistas, que incluyen en su definición a conservadores autoritarios y movimientos, hay un debate doctrinal que aún sigue inconcluso. Uno de los objetivos de este primer punto del marco teórico es establecer un marco que delimite lo que puede entenderse por fascismo, de tal manera que facilite la comprensión de su evolución y el estado actual del fenómeno a estudiar. A grandes rasgos, puede indicarse que la complicación para la comprensión del fenómeno se debe a su propia idiosincrasia; el fascismo es un movimiento de reacción que no se define en positivo si no en negativo -se trata de una oposición al camino al que conducía el desarrollo del siglo XX- y, además, está enormemente vinculado con las condiciones nacionales del estado en el que se desarrolla. Un intento de definición concreta, aunque difícil, es fundamental. Hoy en día el término fascista, en la conciencia popular, ha dejado de ser una clasificación política precisa y tiende a utilizarse para referirse a todo aquello que incomoda o no permite la total libertad de expresión. Se ha convertido en un descalificativo generalizado, utilizado tanto por la izquierda para señalar a los gobiernos, como por la derecha para referirse a los activistas sociales. 9 Algo a lo que hay que añadirle el repunte de los movimientos de extrema derecha o derecha radical populista que vive el mundo. Es común para la presa englobar en la misma categoría a la Agrupación Nacional, antiguamente Frente Nacional, a la Liga, antes Liga Norte, o a Amanecer Dorado, con Donald Trump, el Partido Social Liberal de Bolsonaro o VOX. Y, además, hacerlo bajo la etiqueta de fascistas. Esto conlleva errores terminológicos importantes, ya que los primeros pueden tener raíces ideológicas que parten del fascismo, pese a haber dejado atrás elementos clave como la superación de la democracia liberal (BBC News Mundo, 2019), mientras los segundos son meramente conservadores, que difieren especialmente en lo económico de los primeros. No hay rastro ninguno del corporativismo social o de una planificación económica socialista en el segundo de los grupos. 2.1.1 Origen Rastrear el origen de la ideología fascista es uno de los puntos clave para entender el fenómeno. Esta es una de las cuestiones en los que las doctrinas no encuentran acuerdo, existiendo diferentes corrientes y paradigmas que buscan una explicación desde sus respectivos métodos de análisis y, obteniendo resultados inconclusos. La dificultad se explica, en parte, debido a que el fascismo no nació como la evolución de ninguna de las tres grandes corrientes políticas de la época –conservadurismo, liberalismo y socialismo- si no que se reclamaba a sí mismo como oposición a todas ellas y, a la vez, era en parte heredero de todas. La función de este trabajo no es la realización de un estudio profundo sobre la caracterización del fascismo, por lo que simplemente haremos una breve revisión de las teorías más importantes de la época y del contexto histórico al que nos estamos refiriendo. Los avances tecnológicos desarrollados en la Segunda Revolución Industrial dieron lugar a un nuevo paradigma económico, caracterizado por el desarrollo de las grandes empresas y la progresiva concentración de la actividad económica en las ciudades. Este proceso de modernización produjo diferentes cambalaches en la sociedad del momento. 10 En primer lugar, los artesanos y pequeños productores rurales vieron cómo se debilitaba su posición social debido al auge del nuevo sector industrial en connivencia con los nuevos medios de transporte, que permitían trasladar grandes cantidades de mercancías a precios inferiores. Como consecuencia, se produjo un éxodo a las ciudades de los afectados por la modernidad, engrosando las filas del nuevo proletariado industrial. Una clase social con altas aspiraciones de participación e igualdad política, que inspiraba miedo tanto a la pequeña y media como a la gran burguesía. Unas tensiones que, a través de huelgas y otras medidas de presión, desembocaron en la apertura de las democracias liberales y la inclusión de estos en el sistema político. Además, fruto de la expansión imperialista, en la que las potencias europeas trataban de conquistar nuevos mercados en los que adquirir mercancías y mano de obra barata, fue desarrollándose un “nacionalismo agresivo, antisocialista y antiliberal” (Colegio24hs, 2004, p.7). Los choques derivados de las fricciones de los intereses nacionales desembocaron en la I Guerra Mundial, el mayor conflicto bélico conocido hasta el momento y el desencadenante final del movimiento fascista. Tras la finalización del conflicto, las potencias vencedoras se repartieron territorios anteriormente pertenecientes a los perdedores. Esto produjo una sensación de humillación en aquellas que habían sido desgajadas, que enlazaba con el auge del sentimiento nacionalista. A este grupo, pese a haber formado parte del bando vencedor, se unió Italia, quien consideraba que no había sido correctamente recompensada en el reparto territorial resultante de los tratados firmados con la conclusión de la contienda. En este panorama de tensiones étnicas y culturales, nueva distribución de fronteras y sentimientos de agravio, se intenta poner solución a la devastación producida por los enfrentamientos. Nuevamente, el remedio era fruto de discusión y conflicto. Esta vez entre las grandes ideologías dominantes. La reconstrucción de Europa pasaba según los liberales por la armonía entre naciones, concretada en los Catorce Puntos de Wilson, para los conservadores por la vuelta al control por la fuerza y por los comunistas, alentados por la triunfante Revolución Soviética, por las revoluciones armadas y la toma del poder por el proletariado (Paxton, 2006, pp. 62). Se produjo, por tanto, una incapacidad para 11 dar soluciones a los problemas sociales, consecuencia de los enfrentamientos constantes. Es en 1919, cuando el fascismo surge oficialmente en Italia. De la mano de Mussolini, un antiguo militante socialista y firme defensor la nación italiana, un grupo de militantes se concentran en la ciudad de Milán, dando lugar a los Fasci di Combattimento, o hermandades de combate. Este el origen del Partido Nacional Fascista, que accedería al poder en 1922 y sería la inspiración para muchos otros movimientos de tipo nacionalista reaccionario que surgían en el resto de naciones europeas. Las causas del origen y el ascenso de los fascistas fueron estudiadas por filósofos e historiadores, dando lugar a dos corrientes de investigación principales: una de tipo liberal-democrática y otra marxista. Ambas con diversas ramificaciones y todas ellas con grandes limitaciones para explicar cómo se pudo llegar hasta aquella situación. De forma posterior, continuaron surgiendo teorías y paradigmas en parte continuación de estas dos tradiciones teóricas y en parte intentando encontrar explicaciones novedosas sobre el origen y el triunfo del fascismo. A modo de ejemplificación, señalemos brevemente las características de cada una de estas tradiciones de pensamiento. La de raíz liberal tiene uno de sus puntos angulares en la obra de Hannah Arendt, Los Orígenes del Totalitarismo. En este texto, escrito al final de la II Guerra Mundial, se analizaba como las condiciones de atomización y alienación –que llevaban al aislamiento moral del individuo- a las que se enfrentaban las sociedades modernas explicaban la capacidad de utilizar instrumentos de manipulación de las multitudes para la consecución de objetivos políticos (González Calleja, 2001). A partir de estas teorías, que enlazan bien con el análisis del contexto histórico, se puede entender el origen del fenómeno, pero son insuficientes para la explicación de su ascenso, mantenimiento y ejercicio del poder. Esta última cuestión, puede ser mejor entendida desde el análisis marxista. En el seno de las organizaciones socialistas también se produjeron múltiples debates e interpretaciones, hasta que la III Internacional adoptó una postura oficial que fue 12 seguida por los partidos marxistas revolucionarios. Se comprende al fascismo como una dictadura de tipo reaccionaria impuesta por el capitalismo financiero para resolver los problemas de los mercados y hacer frente a la revolución socialista (Dimitrov, 1935). Una interpretación insuficiente para explicar el origen y que entra en contradicción con los valores anticapitalistas y antiburgueses (Cabezas Vigara, 2014) declarados en sus orígenes. No obstante, pese a la inconsistencia que adolece sobre su aparición, sí que parece dar una respuesta a la consecución del poder y su ascenso, pues el tercer posicionismo económico que fue forjándose en el interior del movimiento y el miedo de las clases altas a la expansión de la revolución socialista por Europa, llevaron a un entendimiento y una colaboración activa entre ambos, de tipo político y económico. 2.1.2 Fundamentos teóricos El fascismo, a diferencia del resto de ideologías coetáneas, no parte de un sistema filosófico definido con unas reglas y un proyecto político delimitado. Más bien, es una reacción a los problemas a los que se enfrentaba Europa tras el fin de la I Guerra Mundial, el culmen de un caldo de cultivo de años de tensiones nacionalistas, problemas económicos y situaciones de agravio comparativo entre las potencias. Sus teóricos sí que fundamentaron su obra en autores relevantes, pero más bien fue una selección de fragmentos que permitían justificar su proyecto y les ofrecían vías con las que alcanzar y tomar el poder. Esta indefinición política lo convierte en un movimiento más guiado por impulsos que por la razón. Una ideología en la que prima lo sentimental, la retórica caudillista del líder, la futura grandeza de la nación o la raza… Y que, se vuelve más compleja de estudiar conforme nos alejamos de sus orígenes; el oportunismo fue fundamental en el establecimiento de alianzas que les permitiesen conquistar el poder, renunciando a parte de sus principios iniciales. A continuación, trataremos de sintetizar los puntos comunes a todo fascismo y las polémicas que se dieron conforme a su aplicación. Oposición a la modernidad: la llegada de la modernidad y el progreso eran vistos por estos grupos como el Caballo de Troya a través del cual habían entrado los 13 virus que destruirían la nación y la sociedad tradicional. La crisis producida en 1880 con la llegada de la globalización y el fin de los lazos colectivos tradicionales en pro de un individualismo egoísta eran señalados por los fascistas como las consecuencias del proyecto liberal. Un proyecto que, a la vez que generaba esos problemas, era incapaz de dar soluciones a al paro, la inflación y la crisis financiera que él mismo generaba. Esta oposición encontró sustento filosófico principalmente a través de Nietzsche, para quien la democracia suponía la degeneración de la raza y asociaba la teoría del derecho no a un carácter racional, si no a la justificación del mantenimiento del poder (Moraleja, 2001). A través de la ausencia de principios morales que él ligaba con la clase burguesa, se daba pie al establecimiento de una especie de “utopía agraria” (Paxton, 2006), con la cual reconducir a las sociedades. No obstante, la evolución de los movimientos y las condiciones para su acceso al poder, junto con la llegada de elementos que sentían fascinación por la modernidad, hizo que se renunciase a esta crítica profunda de la clase burguesa. Como señala Griffin (citado en Payne, 2008) con el paso del tiempo, el fascismo fue concibiéndose a sí mismo como una revolución de la modernidad, siguiendo los objetivos más elevados de la misma en cuanto a la economía, la tecnología, la reforma legal e institucional y la expansión nacional. Se fundamentaba esta crítica, por tanto, en la disolución de la colectividad que supuso la llegada del capitalismo global y no en el progreso en sí mismo. El concepto de decadencia ligado a la llegada de la democracia se complementó con las teorías científicas de la época. Especialmente relevante fue la teoría del darwinismo social de Spencer, quien aplicó los principios de la evolución de las especies a los grupos humanos, propugnando una competición por la lucha de los especímenes y grupos más fuertes (Espina, 2005). Según esta tesis, el pacifismo suponía un estancamiento del progreso humano. Un impedimento para el alcance de la plenitud que le correspondía a la nación o a la raza. Y, si esa aplicación del darwinismo fue la justificación para enfrentarse con los enemigos externos, el desarrollo de la ciencia también permitió señalar a los enemigos internos. Con especial incidencia en Estado Unidos y el norte de Europa, los descubrimientos sobre las bacterias fueron utilizados para señalar a los impuros, portadores de enfermedades y criminales (Paxton, 2006). 14 De esta manera se construía una nueva identidad colectiva, basada en la superioridad del destino de una raza contra sus enemigos internos y externos, los cuales pese a su supuesta inferioridad habían crecido, e incluso oprimido, a la nación. Todo ello a costa de la asunción de los principios liberales, que debilitaban la misión espiritual de la misma y diluían su unidad. Como antídoto ante esta situación, se crea la teoría del totalitarismo. Según la misma, el estado actúa como mediador de las relaciones sociales, realizando una labor de ingería social (Arévalo, 2019), en la que se entreveran los ámbitos público y privado, supeditando todos ellos a la consecución de un mismo objetivo. Un destino que era definido por un escaso núcleo dirigente reunido en torno al binomio Partido-Estado. Oposición al socialismo: a la vez que se lanzaban críticas contra la modernidad, identificada con el liberalismo, se avisaba de los peligros del socialismo. Aquí, aparecen dos conceptos fundamentales: la teoría de la lucha de clases y el internacionalismo. A raíz de la oposición a los mismos y la lectura sesgada de autores de la época y socialistas utópicos anteriores, se da origen a una especie de socialismo no marxista y de carácter nacional. La época del auge del fascismo coincide temporalmente con el cisma dentro del marxismo que rompía la tradición política entre socialdemócratas y marxistas revolucionarios, más tarde conocidos como comunistas. Es este, uno de los puntos fundamentales que marca el desarrollo del movimiento. El fascismo es inconcebible sin la llegada de los socialdemócratas al poder y la desilusión generada en el movimiento obrero de la época (Paxton, 2006) –debido a su colaboracionismo con las élites políticas y su incapacidad para llevar a cabo los programas revolucionarios que caracterizaban a sus partidos- y con el miedo infundido por los revolucionarios rusos y la posibilidad de generalización del estallido revolucionario en toda Europa. La insuficiencia de los partidos socialdemócratas llevó a Mussolini al abandono del partido en que había militado y a su acercamiento a autores entre los que destaca Sorel, fundador del sindicalismo revolucionario. Este autor, parte de una crítica profunda sobre el socialismo parlamentario, para desarrollar una teoría que acabe con la lacra de la burguesía y la democracia liberal a través de una huelga general revolucionaria. Más que una teoría revolucionaria para destruir la 15 sociedad de clases, Sorel establece una vía para destruir la sociedad moderna, todo a través de una constante apología de la violencia, de carácter antirracionalista y antimaterialista (Ramos González, 2018). Renunciar a la lucha de clases permitía a los fascistas crear una teoría sobre el socialismo de carácter nacional, en la que lo importante era la reconstrucción de los lazos colectivos de la comunidad y la consecución de un bien colectivo para toda ella. Se trata, por tanto, de una ideología perfectamente compatible con el interclasismo, pues a diferencia del marxismo, no situaba el origen de los problemas sociales en el sistema económico, si no en la ya citada modernidad. Además, el sindicalismo revolucionario fue sometido a un revisionismo o lectura sesgada que lo acercaba a los postulados del nacionalismo agresivo de Mussolini. De tal manera que el originario mito de la huelga general revolucionaria, fue sustituido por un elemento que sí que pudiese despertar las pasiones movilizadoras necesarias para alzar a las masas en rebelión contra la democracia burguesa: una teoría en la que la nación dejaba de ser un agregado de individuos y se convertía en un organismo vivo (Juliá, 1994). Esta particularidad fue aplicada teniendo en cuenta a estudiosos de otros campos, como puede ser Le Bon en la psicología, que convirtió al fascismo en una herramienta de movilización de multitudes. Oposición al conservadurismo: de entre las grandes tradiciones políticas e ideológicas de la época, el conservadurismo es aquella con la que los fascistas encontraron menos contradicciones. De hecho, las colaboraciones entre los mismos fueron algo bastante común, dando lugar a la confusión terminológica que hoy nos acontece. Si bien el punto de partida es similar, una reacción contra el mundo moderno y una propuesta de poderío nacional a través del cual dominar las relaciones internacionales, entremezclados con teorías de la conspiración que permitían señalar directamente a sus enemigos, la extrema derecha y el fascismo encontraron elementos de desacuerdo. De acuerdo con Rodríguez Jiménes (2005), los conservadores mostraron sus recelos sobre el fascismo debido a su carácter totalizador, que trataba de abarcar todos los aspectos de la vida a partir del partido. El fascismo aspiraba a ocupar 16 hasta el espacio dejado el retroceso del cristianismo en Europa, proporcionando una nueva fe (Mellón, 2009). Algo que choca con las tradiciones de las derechas, que, si bien, aspiraban a reconstruir un corporativismo en torno a la vida pública, habían aceptado parte de las libertades políticas del liberalismo y defendían firmemente la independencia de instituciones como el ejército o la iglesia. Otro de los elementos de disenso entre ambos fue la incorporación de las masas a la política. Si para los conservadores, la participación política era vista como un peligro para sus intereses y propugnaban la vuelta modelos sociales previos a la Revolución Francesa y la Ilustración, el fascismo lo consideraba como una oportunidad. Se entendía como algo inevitable, que podría ser utilizado a su favor para generar el movimiento de reacción que ambos perseguían. Otros elementos: pese ya haber sido sucintamente señalados, cabe realizar una última indicación sobre algunos puntos que no se fundamentan directamente en la oposición a las corrientes ideológicas del momento. Uno de los puntos sobre los que se articula la ideología es un nacionalismo de tipo agresivo y basado en la recuperación de pasados míticos, esta segunda condición lo convierte en un nacionalismo de tipo palingenésico, que lo distingue del resto de nacionalismos existentes en las ideologías de la época. Además, la pertenencia a la misma se da por motivos biológicos- según ellos de raza- no como adhesión individual a un proyecto político. Se entreveran nacionalismo y racismo, dando lugar a una etnicidad ficticia y a una concepción unitarista de la nación (Bornhauser y Lorca, 2019) que pretende superar, mediante la asunción de una espiritualidad común, el agravio al que está sometida. Esta función es delegada en el Estado y en un líder político, quienes serán los encargados de llevar a la comunidad hasta la posición que se merece. Consecuencia de su oposición a las ideologías de la época, y fruto de la lectura de autores como Sorel, se produce un anti-intelectualismo, que pone el foco en la acción sobre la razón y en la exaltación de la violencia. La razón se entiende como uno de los motivos por los que la sociedad se encuentra en decadencia, una traición a los intereses de la patria y, ante ello, se propugna la belleza de lo inmediato y de lo pasional. El fascismo es, ante todo, una movilización de instintos. El mayor ejemplo de ello se encuentra en sus propios orígenes, en las 17 milicias que, a través de medios violentos, aspiraban a la recuperación del orden perdido. Por último, y en contradicción con su animadversión por lo moderno, se encuentra en algunos integrantes del fascismo una fascinación por el futurismo. Este aparente choque entre propuestas parece provenir del interclasismo que caracterizó a las organizaciones fascistas, integradas por personas con orígenes sociales y posiciones económicas muy diversas. Lo cierto, es que, con el paso del tiempo, cada vez fueron adoptándose más postulados referentes a progreso tecnológico, a ciertas vanguardias artísticas, a la ciencia… En síntesis, con lo señalado hasta ahora y como expone Paxton (2006), hay un total de nueve “pasiones movilizadoras” que caracterizan la aparición y el funcionamiento de estos grupos: 1) una sensación de crisis que no puede ser superada con las soluciones existentes en el momento; 2) la primacía de un grupo y la subordinación de los individuos a los intereses del mismo; 3) sensación de agravio hacia ese colectivo; 4) temor de la decadencia del grupo a consecuencia del individualismo liberal, la izquierda y las influencias extranjeras; 5) personificación del destino de la nación en torno a un líder; 6) superioridad de este líder respecto a la razón; 7) ensalzamiento de la violencia y la acción como método para alcanzar los objetivos; y 8) el derecho de dominación del grupo sobre el resto. 2.1.3 Evolución y neofascismos El fin de la II Guerra Mundial supuso la derrota de los fascismos alemán e italiano y su práctica desaparición del espacio político en toda Europa; en aquellos países en los que habían colaborado activamente con las dictaduras conservadoras fueron siendo apartados progresivamente para mejorar su imagen de cara a las relaciones internacionales y, en los países vencidos se iniciaron procesos de desfascificación que purgaron las administraciones estatales de los funcionarios más significados con los antiguos regímenes. No obstante, los fascismos, como hemos señalado, no surgieron en un momento concreto, si no que fueron la creación tras años de unas condiciones determinadas del contexto europeo, que calaron en la población para generar una reacción de 18 tipo político. A esas condiciones habían calado en el imaginario colectivo durante generaciones, se le suman los importantes programas educativos y propagandísticos llevados a cabo por estos regímenes para generar adhesión y simpatía hacia los mismos. Dos circunstancias que, agregadas, hacían imposible su desaparición en el corto plazo. Una vez superada la congestión que supuso el fin de la guerra, el primer paso era la reconstrucción de los países europeos. Una etapa en la cual se producen enfrentamientos, no bélicos, entre Estados Unidos y la Unión Soviética para aumentar su hegemonía sobre estos territorios, dando lugar a la Guerra Fría. Así, los antiguos fascistas fueron vistos como un elemento para luchar contra la amenaza renovada del socialismo y fueron reintegrados en sus puestos en la administración, el ejército y la policía de los países que estaban bajo la influencia estadounidense (Rodríguez Jiménez, 2006). Estos elementos conservan una base social que les permite mantenerse organizados en pequeños partidos y colectivos que, salvando las barreras legales que las democracias occidentales les impusieron al finalizar la II Guerra Mundial, entraban en las competiciones electorales. La reincorporación del fascismo a un parlamento nacional se produce poco después, en 1948, nuevamente en Italia, esta vez de la mano del Movimiento Social Italiano. El MSI fundado por seguidores de Mussolini aspiraba a la destrucción de la democracia italiana y la restitución del régimen de los fascios. Pero, la renovación del fascismo hay que buscarla fuera de Italia. Un proceso de cambio en antiguas formaciones ultraderechistas que tuvo su culminación en Francia con el nacimiento del Frente Nacional, en 1972. Esta formación, auspiciada por años de protestas de tipo proteccionista y xenófobo, y en reacción al levantamiento de Mayo del 68, aportó un nuevo enemigo al fascismo: la población musulmana (Paxton, 2006, pp. 301). Si hasta el momento los enemigos se buscaban atendiendo a criterios pseudobiológicos, a partir de este momento, responderán a razones culturales. Se entiende que existe un modo de vida europeo que se encuentra en peligro con la llegada del islam y, por tanto, deben cerrarse las puertas a la afluencia de inmigrantes. La evolución histórica del MSI lo fue alejando del fascismo y, terminó por integrarse en la derecha conservadora italiana, tras experiencias de gobierno en 19 coalición en la década de los 90. Los nuevos fascismos y la nueva extrema derecha encuentran su referencia en el Frente Nacional de Le Pen. En la actualidad el espacio político que antaño ocupaba el fascismo hoy se encuentra copado por dos tendencias diferenciadas: el neofascismo y la derecha radical populista. El primero es una continuación directa del movimiento original y apenas tiene representación institucional en la actualidad, contando como principal referente a los griegos Amanecer Dorado. El segundo supone una transformación de ciertos elementos, que analizamos a continuación. La derecha radical populista, al igual que fascistas y neofascistas, se fundamenta en un nacionalismo de tipo palingenésico, es decir, en la reconstrucción de un pasado glorioso y mítico de la nación. Existen diferencias a la hora de señalar a los enemigos de la nación, para el fascismo es la modernidad y el socialismo, para la derecha radical populista, además de la izquierda, se incluye un elemento de anti-establishment. Pese a partir ambos de un tipo de nacionalismo muy similar, las nuevas formaciones “defienden un concepto étnico de nación, que ya no es racial como era en el fascismo, pero que rechaza frontalmente la nación cívica” (Lerín Ibarra, 2019). Es decir, la pertenencia a la nación no es voluntaria, se produce por nacimiento y asunción de las condiciones étnicas de la nación. Además, estas nuevas formaciones se encuentran cada vez más alejadas del carácter socialista que propugnaba la intervención estatal en la economía. Como señala Rodríguez Jimenez (2006), se hace una apuesta fuerte por el liberalismo económico y por la reducción de las funciones del estado, quedando estas limitadas a la ampliación del cuerpo policial, un control férreo de las fronteras, la expulsión de inmigrantes ilegales –punto de choque con los neofascistas, que rechazan todo tipo de inmigración- y la garantía de prestaciones sociales para los nacionales. Por último, hay una diferencia crucial entre estas familias políticas: su actitud hacia la democracia y el sistema político liberal. Los clásicos y sus descendientes directos añoran la eliminación de ese sistema político a través de una revolución, mientras que, para la nueva derecha radical populista el ascenso al poder se dará dentro de los marcos del sistema, atendiendo a las teorías acerca de la hegemonía del intelectual comunista italiano Gramsci (García Olascoaga, 2018). 20 En la actualidad, las condiciones sociales impuestas por el triunfo del neoliberalismo pueden suponer un avance en el aislamiento de los individuos, allanando el camino para un nuevo triunfo de movimientos totalizadores, como señaló originalmente Hannah Arendt (Méndez Rubio, 2017). Esta tesis es, a día de hoy, difícilmente contrastable. Sin embargo, tras las últimas elecciones al parlamento europeo, podemos encontrar un grupo parlamentario en el que la derecha radical populista cuenta con 58 diputados, uno de derecha populista con 54, a los que se suman los 2 no adscritos de los neonazis griegos y los 3 obtenidos por la formación española VOX, de carácter ultraconservador (Lerín Ibarra, 2019). 2.1.4 Fascismo del tercer milenio El fascismo del tercer milenio es un nuevo resurgir del fascismo, que rechaza las formas de la nueva derecha radical populista y propugna la vuelta al estudio del fascismo clásico. Su origen se sitúa en Italia, tras varios intentos de ocupación de edificios ligados a la organización juvenil del Movimiento Social Italiano, se crea el primer centro social de carácter fascista en 2002. Este acto es el precursor de una nueva ocupación al año siguiente en la ciudad de Roma, un edificio que pasa a denominarse CasaPound, en recuerdo del poeta fascista estadounidense Ezra Pound. Según una de sus dirigentes, Chiara Del Fiacco, CasaPound surge como un “movimiento de acción social” (CanalTLV1, 2016) ante la emergencia habitacional que atraviesa Italia, dando techo a personas italianas, que no eran únicamente mendigos, si no trabajadores que, con sus sueldos eran incapaces de mantener a sus familias (Di Tulio, 2018). Un modelo que fue extendiéndose y que, hasta la fecha, solo se había observado en la izquierda, especialmente la autonomista y la de tipo anarquista. El fascismo del tercer milenio no solo copia las formas organizativas de la izquierda radical, también utiliza los mismos códigos culturales y música (Bernabé, 2016). Pero este nuevo posicionamiento del fascismo no es solo estético, según su vicepresidente, la izquierda ha dejado de preocuparse de los obreros para plegarse a la Unión Europea (B., 2018) y ese espacio pretende ser 21 ocupado por ellos, recurriendo para justificar sus actuaciones y programas a intelectuales como Marx o Gramsci (Sidera, 2019). De ese primer centro social, su estructura fue extendiéndose por toda Italia hasta contar con unas ciento treinta sedes -a las que se suman las de su organización juvenil, el Blocco Studentesco- (Salvio, 2018), a través de las que se han ido articulando como un movimiento amplio que actúa como partido, como sindicato estudiantil, como asociación civil de voluntarios para ayudar en caso de catástrofes naturales –bajo la denominación de Salamandra-, como patrullas de seguridad ciudadana en la calle y el metro y que incluye un entramado de instituciones como pubs, gimnasios, emisora de radio, centros recreativos, librerías o una ONG. Bajo este tipo de organización se buscan dos objetivos, en primer lugar, el de legitimarse ante la opinión pública y su normalización de cara a la participación política y, en segundo lugar, recuperar la antigua táctica fascista de duplicar las funciones del Estado e intentar llegar donde él no lo consigue –como es el caso de la seguridad ciudadana, los nuevos problemas de vivienda generados por la gentrificación y la precarización de los salarios o la asistencia social-. En lo ideológico, ellos recurren a la etiqueta de fascistas del tercer milenio, para referirse a su aceptación del fascismo, pero referido a una nueva época. Dicen hablar del fascismo sin nostalgia (Verdú, 2017), asumiendo que la represión de Mussolini fue un error (Miguel Trula, 2018) y tratando de rescatar de su pasado la versión más social del fascismo. Así, en sus apariciones públicas se hacen constantes referencias a la destrucción del Estado del Bienestar y las prestaciones sociales que el régimen de Mussolini estableció en el país, como las pensiones o las vacaciones. El programa de la formación aboga por la expulsión de todos los inmigrantes sin papeles, ayudas económicas para fomentar la natalidad, el ecologismo, la defensa de las empresas estatales, el derecho a la vivienda y la mejora de la calidad del empleo. Es particularmente interesante la concepción de la inmigración, cuyo rechazo según ellos no corresponde a motivos racistas, si no a su contribución a la formación de un gran ejército de reserva –en términos marxistas- que contribuya a la devaluación salarial y de otros derechos de la clase obrera por la sobreoferta de trabajadores. Su actuación, que promueve la solidaridad entre las 22 naciones, reivindica “el etnopluralismo, esto es, no considerar ninguna raza o cultura superior a otra, sino apreciar la diversidad y tratar de conservarla evitando que se mezclen, es decir, evitando la inmigración, el multiculturalismo y el mestizaje” (Ramos, 2017). A grandes rasgos, la formación no ha parado de crecer desde 2003, aumentando su presencia en la calle a través de sus diversas organizaciones adheridas y, más recientemente, a través de las instituciones. Pese a que CasaPound no ha sido capaz de obtener escaños en el Parlamento de Italia ni en las elecciones europeas, su presencia se afianza a nivel provincial y local, contando con dos representantes provinciales –en Grosseto y Perugia-, un alcalde –en Trenzano- y (Barillà, 2018) y un total de once concejales repartidos por diferentes localidades (Verdú, 2017). Una señal de su avance y el calado en la sociedad italiana es la evolución del voto, que, si en 2013 correspondía a un 0,14%, para las últimas elecciones generales, en 2018, se había disparado hasta el 1%. Unas cifras que en términos absolutos no parecen muy relevantes, pero que suponen una multiplicación de su electorado en casi un 7,5% en solo cinco años. Podemos decir, que, pese a su registro como partido político, esta formación –y todas las que la imitan- no constituyen un partido al uso, pues su finalidad dista del electoralismo. En cambio, prefiere adoptar una estructura que se asemeja más a un movimiento social, que busca, en base a la acción social, la conquista de la legitimidad política de unas ideas que, desde el fin de la II Guerra Mundial, han sido marginales, las del fascismo originario. 2.2 El caso español Como señalamos en el apartado anterior, el fascismo es un movimiento enraizado en las características nacionales del espacio en el que se desarrolla, parte de evolución histórica del país para oponerse a las consecuencias que la modernidad ha supuesto en el mismo. Por tanto, referirnos a organizaciones fascistas españolas carecería de sentido si no profundizamos en el análisis de este fenómeno en el propio país. 23 A continuación, señalaremos sucintamente los antecedentes de las organizaciones fascistas, los motivos que esgrimieron para su legitimación, su situación dentro de un régimen autoritario que no era netamente fascista y la evolución que han tenido desde el fin del franquismo hasta la llegada del fascismo del tercer milenio a nuestro país. 2.2.1 La evolución de los fascismos españoles El nacimiento del movimiento fascista en España se produce en un clima de alta tensión social y de inestabilidad política. Como en el resto de casos, su origen no puede datarse de una fecha concreta, si no, que es el producto de la maduración de una serie de condiciones y la evolución de diferentes partidos y opciones políticas, que terminan por suscribir un programa revolucionario de reacción contra el mundo moderno. Si atendemos a la característica del agravio nacional, los españoles prefascistas, la encontraron en 1898, cuando el país fue derrotado por Estados Unidos y perdió una parte importante de sus colonias. Esta situación provocó una afluencia de nuevas corrientes ideológicas, entre las que tendría gran importancia para el desarrollo del fascismo el conocido como nacionalismo integral, el cual se caracterizaba por una exaltación de la nación y la oposición a lo liberal. Este concepto, defendido originalmente por al nacionalismo catalán, de la mano de Eugenio D’Ors, junto con la influencia de otros pensadores influenciados por la crisis del 98, como Azorín –también defensor del nacionalismo integral-, Miguel de Unamuno –crítico de los nacionalismos periféricos y defensor de un voluntarismo irracionalista- o Ramiro de Maeztu –quien consideraba necesaria la creación de una nueva conciencia nacional- (González Cuevas, 2001) sembraron los planteamientos ideológicos de la derecha radical española. Por su parte, el origen del fascismo en España también se produce como una reacción ante la izquierda. Huelgas como la de 1917 o 1919 y las tensiones generadas por el Trienio Bolchevique o los años del pistolerismo dieron lugar a la creación de grupos políticos en Cataluña que, en colaboración con las fuerzas estatales, trataban de mantener el orden social. La primera de estas organizaciones fue la Liga Patriótica Española, quien, además de apostar por la 24 defensa del orden burgués y católico, promovía la lucha contra el separatismo catalán (Thomàs, 2019, pp. 37). Esta organización fue rápidamente sustituida por otra conocida como Somatén, quienes participaron activamente en el golpe de Primo de Rivera y para los cuales el dictador tenía reservado un papel similar al del partido de Mussolini, pese a que nunca se llegó a completar tal propósito. El fascismo no llega oficialmente a España hasta la II República, cuando Ramiro Ledesma funda las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, un pequeño grupúsculo de corte obrerista y anticlerical, que promovía una revolución contra el liberalismo, la izquierda y el conservadurismo. Él, que fue el mayor sustento teórico del movimiento fascista posterior (González Cuevas, 2001), tomó de Ortega y Gasset la concepción elitista de la sociedad, la necesidad de que las masas fuesen dirigidas por una aristocracia social, el enaltecimiento de la juventud, la idea de nación como integración de los componentes de la sociedad y el vitalismo. De Nietzsche […] el desprecio por la democracia, el mito del superhombre, el espíritu heroico y el voluntarismo; de Sorel, el sindicalismo revolucionario, la mística de la violencia y el desprecio por el parlamentarismo y el pacifismo. (Thomàs, 2019, pp. 67) En los años posteriores, las JONS se fusionaron primero con las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, al frente de las cuales estaba Onésimo Redondo, y después, con el Movimiento Sindicalista Español-Fascismo Español, de Primo de Rivera. La unión de estos pequeños grupos se denominó Falange Española de las JONS, un partido políticamente irrelevante hasta el estallido de la Guerra Civil. Fecha a partir de la cual se convirtió en un partido de masas y, posteriormente, el instrumento para la justificación y conexión con la población civil del régimen de Franco. FE de las JONS emitió un programa de 27 puntos en los que se defendía la unidad de la nación española y la lucha contra el separatismo, la voluntad de imperio de España, la construcción de un estado totalitario en cuanto a la vida de los individuos y corporativo en cuanto a la estructuración de la economía, el catolicismo como parte del sentido de la nación y la vía revolucionaria como método para alcanzar los puntos citados. Destaca aquí, la recuperación del catolicismo, que venía procedente de Redondo y Primo de Rivera, en contraposición a las posturas defendidas por Ramiro Ledesma. 25 Tras el fin de la Guerra Civil, Franco, vía decretos, funde al partido con los tradicionalistas y se sitúa a la cabeza del mismo, otorgándole competencias políticas en lo sindical y con la relación a las mujeres y la juventud. Sin embargo, los falangistas vieron su proyecto frustrado, ya que el uso del partido por parte del régimen –que se parecía más a las propuestas de la Iglesia y los conservadores- se limitó a ser un elemento de legitimación frente a la población y, además, tras el fin de la II Guerra Mundial, su papel fue disminuyendo progresivamente. El fin del franquismo supuso la fragmentación de la extrema derecha, entre la que únicamente destacó el partido Fuerza Nueva, el cual obtuvo un diputado en las elecciones legislativas de 1979. Esta formación se situó a medio camino entre las nuevas fuerzas de derecha radical populista y el viejo fascismo, lo que hizo que en su seno coexistiese “una estrategia electoral con otra aparentemente filogolpista” (Casals, 2000). Dos años después se produjo un intento de golpe de estado, orquestado por un sector conservador del ejército y, en el que FN y el resto de partidos ultraderechistas poco tuvieron que ver. Desde entonces, la extrema derecha permanece prácticamente ausente más allá de una ligera implantación a nivel local de formaciones inspiradas en el Frente Nacional francés y la derecha radical populista, como Democracia Nacional (Rodríguez Jiménez, 2012) o España 2000 (López Ortega, 2017), en las que predominan las referencias a la inmigración, al paro y al establishment. La derecha radical se mantiene sin representación parlamentaria hasta 2018, con la entrada de VOX al Parlamento de Andalucía –para aumentar su presencia en 2019 a otras cámaras autonómicas, el Congreso de los Diputados y el Parlamento Europeo- siendo una formación más cercana a la derecha conservadora que una herencia del fascismo o un nuevo intento de implantar la derecha radical populista en España. 2.2.2 Fascismo del Tercer Milenio en España El fascismo del tercer milenio, que también ha sido nombrado como fascismo 2.0, ha ido implantándose progresivamente en España a partir de la creación de diversas asociaciones que actúan en, al menos, catorce ciudades, a las que habría 26 que sumar el fallido intento de Zaragoza. Su manera de articularse se asemeja a la italiana CasaPound, centros sociales en los que se proporcionan ayudas sociales como repartos de comida para nacionales o incluso la utilización de sus infraestructuras para dar alojamiento a personas necesitadas. Sin embargo, a diferencia de sus aliados italianos, las formaciones españolas reniegan del fascismo y del pasado franquista del país (Molpeceres, 2019). No es nueva esta estrategia, ya en 1933 Primo de Rivera decidió sustituir del nombre de su formación (MES-FE), la palabra “fascismo” por “falange”, con objeto de distanciarse de formaciones extranjeras y presentar su proyecto como nacional. Este intento de mostrarse como algo completamente nuevo, sin las ataduras del pasado, es precisamente lo que parece permitir el crecimiento de los nuevos grupos, que han sabido despojarse de su pasado, algo que no había hecho nunca la derecha radical española. Bajo sus propias palabras, son socialistas y patriotas o, como lo define uno de sus intelectuales de referencia, Laureano Luna, la izquierda nacional. De entre todos estos locales destaca el Hogar Social, creado en Madrid en 2014 – por antiguos militantes del partido nacional socialista Movimiento Social Republicano y su frente juvenil, Liga Joven (Somos Malasaña, 2018)- y que ha ido ocupando diversos locales muy significativos de la ciudad como las oficinas del Fórum Filatélico, la sede del No-Do, un palacete de la URJC, una Sede del Banco de Madrid, el antiguo Registro Mercantil de Madrid y más recientemente la antigua sede de CCOO (Olmo, 2019). Es sorprendente, bajo la estrategia de distanciamiento del fascismo, el nombre del que se dotó a la primera de sus ocupaciones: Hogar Social Ramiro Ledesma. Sin embargo, pese a su carácter fascista, -como se ha señalado anteriormente- Ramiro Ledesma destacó por su carácter obrerista, anticlerical y revolucionario, algo que indicaba la dirección en la que avanzaba el HS. Todas estas formaciones, tanto el Hogar Social, como Centro Social y Nacional, Iberia Cruor, Alfonso I, Málaga 1487, Lo Nuestro, Acción Social Asturias, Acción Social Cádiz, Vanguardia Social Sevilla y El Galeón tienen en común la forma de organización, a través de un centro social, que es utilizado para difundir su mensaje xenófobo a través de sus acciones de prioridad nacional y, a su vez, para atraer a jóvenes hacia la organización mediante la organización de fiestas 27 (Chamorro, 2017), actividades culturales y servicios sociales como clases particulares (Álvarez-Benavides, 2018), guardería, ludoteca o gimnasio (Álvarez- Benavides, 2019), además del mencionado reparto de comida y oferta de alojamiento. En lo político, Hogar Social se constituyó como partido el 28 de febrero de 2019 (Lorca, 2019) -agrupando sus sedes de Madrid, Granada y Toledo- y siete del resto de organizaciones actúan, desde 2017, de forma coordinada siguiendo un manifiesto difundido por todas ellas en el que se reclama la defensa de la soberanía nacional, la justicia social, la preferencia nacional y la defensa de los valores españoles (Rusia Today, 2017), formando una especie de confederación, en la que cada una tiene libertad de actuación. De forma más concreta, su ideario puede verse recogido en una breve obra del filósofo Laureano Luna –antiguo miembro de la organización nacional-socialista Círculo Español de Amigos de Europa- titulada Manifiesto de la Izquierda Nacional: La síntesis del siglo XXI. Este breve manifiesto carga contra el desarrollo del capitalismo, el cual ha conducido a la crisis del año 2008, y considera agotado el proyecto de la izquierda marxista. Ante tal situación, en la que el capital financiero se encuentra cada vez más globalizado, la única manera de proteger los derechos de las clases trabajadoras es la defensa de los estados- nación, cerrando las fronteras a la llegada de inmigrantes y fortaleciendo el poder estatal para así mantener la esencia europea: la democracia y el socialismo. Para ello se emite un programa de trece medidas básicas que debe plantear esta izquierda nacional (Luna, 2017, pp. 90-92): 1. Recuperación de la soberanía monetaria. Tipos de interés reales perpetuamente en torno a 0%. 2. Recuperación de la soberanía en política fiscal. Política fiscal que garantice el pleno empleo. 3. Defensa y extensión del Estado del Bienestar. Eliminación del fraude en subvenciones y subsidios, y de la evasión de impuestos: la picaresca destruye la solidaridad. 4. Nueva estructura de la empresa, en la que todos los puestos de trabajo sean fijos y que fomente la co-propiedad y la co-gestión por parte de los trabajadores sin desincentivar la iniciativa privada: esta puede ser ña única solución al problema del desempleo tecnológico. 28 5. Control estatal o social de los sectores estratégicos (en especial Banca y Energía). 6. Protección de la economía productiva frente a la financiera. Impuesto sobre transacciones financieras especulativas destinado a estabilizar la economía y a ayudar al desarrollo del tercer mundo. 7. Eliminación de trabas burocráticas y fiscales para la creación de empresas y puestos de trabajo. Protección de las pymes y equiparación en cuanto a protección social de los trabajadores autónomos con los trabajadores por cuenta ajena. 8. Aranceles para aquellos productos extranjeros que compitan con productos españoles mediante dumping social o ambiental. 9. Penalización de la deslocalización de inversiones (mediante impuestos o aranceles). 10. Tasa de inmigración negativa mientras haya españoles desempleados o subempleados. 11. Medidas sociales y laborales para el fomento de la natalidad: el pleno empleo y una tasa de natalidad suficiente para la reposición de las generaciones garantizarán la viabilidad del Estado del Bienestar. 12. Medidas fiscales para la protección del medio natural y el fomento de las energías limpias y renovables. 13. Condicionar la relación de España con la actual Unión Europea a su transformación en un sentido social e identitario. Abandono de la OTAN para conseguir independencia frente al bloque atlantista. Establecimiento de relaciones de buena vecindad con Rusia. Apoyo a los derechos del pueblo palestino. Se extrae de este programa una orientación proteccionista en lo económico, que intenta, al igual que el fascismo originario, mantener una autosuficiencia económica nacional a través de ayudas y cerrazón fronteriza, combinado con un componente social de defensa de los derechos laborales. Todo ello sustentando en la recuperación de la soberanía nacional. Además, en el último de los puntos, se aprecia el carácter etnopluralista que mencionábamos en el aparatado 2.1.4 de este estudio. 29 2.3 Propaganda política 2.3.1 Concepto de propaganda Según Herreros Arconada, la propaganda es un término cuyo origen etimológico se encuentra en el latín, procedente del vocablo propagare, una palabra originalmente agraria que hace referencia a sembrar, extender o propagar (citado por Pineda Cachero, 2006, pp. 27). No obstante, aunque se pueda establecer un punto de partida para el término, no se puede dilucidar con precisión en que momento este término traspasa las fronteras de su definición originaria para entrar a formar parte del campo semántico de la comunicación. Existen teorías diversas acerca de este proceso, en las cuales no entraremos pues sobrepasan los límites del estudio. De su origen etimológico podemos deducir que la propaganda es una intención o una estrategia mediante la cual se busca la fijación de ideas, conceptos, posiciones… en personas o grupos que pueden no tener esa postura originalmente, tenerla vagamente o, incluso, ya tenerla y ser un refuerzo de la misma. Es un concepto referido a la seducción del mundo de las ideas y los deseos. Tratando de acercarnos al propio concepto de propaganda, existen a su vez una multitud de definiciones, de entre las cuales seleccionamos la proporcionada por Pineda Cachero (2006, pp. 228), por intentar constituir una síntesis de otras definiciones y abarcar el concepto de una manera amplia. De tal forma, entendemos la propaganda como “un fenómeno comunicativo de contenido y fines ideológicos mediante el cual un Emisor (individual o colectivo) transmite interesada y deliberadamente un Mensaje para conseguir, mantener o reforzar una posición de poder sobre el pensamiento o conducta del Receptor (individual o colectivo) cuyos intereses no coinciden necesariamente con los del Emisor”. Propaganda es, a día de hoy, un término que goza de mala prensa y que se encuentra en un desuso cada vez mayor. Pervive, aunque de forma residual, en el mundo empresarial, en el cual cada vez se recurre más a otros términos que designan fenómenos similares como marketing o publicidad. Y, ha desaparecido 30 por completo del mundo de la política, pues, debido a la época de auge y generalización del mismo, se asocia con el período europeo de entreguerras, las experiencias autoritarias y el belicismo. Se ha convertido en una palabra que se asocia a la persuasión mediante engaño para obtener fines ilícitos o antidemocráticos. Esto no quiere decir que la política del siglo XXI no incluya propaganda, simplemente, el término como tal ha ido desapareciendo para adaptarse al framing del momento histórico. Aunque, es preciso resaltar, que su uso en política no se origina en esa época, si no, que es prácticamente inherente a la creación de comunidades humanas estructuradas. La generalización de la propaganda como instrumento político se corresponde con la irrupción de la sociedad de masas; si hasta el momento la esfera pública, es decir, los espacios de discusión política, había permanecido limitada a las élites económicas y sociales del momento, a partir de este instante se vuelve preciso generar herramientas que permitan trasladar ese espacio a grandes cantidades de población, persuadiéndolas de apoyar una u otra opción política. Y, se vuelve inseparable de nuestras sociedades, en el momento en el que se generaliza el sufragio y los ciudadanos pueden decidir la opción de gobierno. En este sentido podemos decir que la propaganda política se sustenta sobre dos pilares: la publicidad y la ideología política (Domenech, 1950). La publicidad, puesto que recoge de ella parte de sus fórmulas persuasivas, buscando adaptarlas a la psicología de las masas, con especial atención a los procesos colectivos y los factores que influyen en ellos. Y, la ideología, que actúa como sustento de la propaganda, indicando la dirección a la que debe orientarse la persuasión y el modelo que busca implantarse. Del primero de los pilares se recogería su función de estructura y, del segundo, el contenido de la propia propaganda. Por tanto, la propaganda política se relaciona directamente con el ejercicio del poder, ya sea para su consecución, mantenimiento o refuerzo por parte del sujeto emisor (Pineda Cachero, 2008). Y, como veremos más adelante, toma diferentes formas en función de la tipología del emisor, su ideología, su mensaje y su relación con el poder. 31 2.3.2 Elementos en la propaganda A la hora de fijar una estrategia de propaganda, ya sea de tipo político o de cualquier otro, será necesario prestar atención a dos elementos: el posicionamiento y la estructura. A continuación, trataremos de sintetizar las características de los mismos y explicar su relevancia a la hora de planificar un procedimiento persuasivo como el que nos acontece. Cuando nos referimos a posicionamiento estamos indicando el proceso por el que conseguimos que “un producto ocupe un lugar claro, distintivo y deseable, en relación con los productos de la competencia, en las mentes de los consumidores meta” (Kotler, P. y Amstrong, G., 2008). Una definición que si la trasladamos al ámbito meramente político hace referencia a distinguir al partido, candidato o ideología, en competencia con el resto de formaciones, para ganar apoyo entre la ciudadanía. El posicionamiento en política es especialmente relevante durante la campaña electoral, pues es el elemento que permite diferenciar al candidato/partido del resto de competidores en la contienda. Como señala Herreros Arconada (1989, pp. 249-259) la selección del posicionamiento dependerá de dos aspectos complementarios. En primer lugar, la fijación del objetivo a conseguir y, en segundo lugar, la selección de los puntos programáticos que sinteticen mejor el ideario y los que sean más llamativos para el electorado. La definición del objetivo a conseguir es un aspecto relativamente fácil cuando nos referimos a propaganda electoral, pues puede ser expresado fácilmente en porcentajes de votación o número de representantes a conseguir. Sin embargo, durante períodos no electorales o en formaciones que tienen intereses en la política, pero no concurren a los comicios, el objetivo no es tan claro ni tan fácilmente medible, pues la propaganda se realiza en términos de fijación de agenda y de acumulación de fuerzas. Una vez concretada la definición de posicionamiento y comentados el objetivo y la importancia que tiene este elemento dentro del campo de la propaganda política, es necesario explicar el segundo de los aspectos que vertebran la estrategia propagandística: la estructura. Por estructura entendemos la manera en la que se relacionan las distintas partes de un fenómeno. En este caso, 32 partiendo de la definición de propaganda seleccionada en el apartado anterior, podemos señalar que la propaganda se divide en dos tipos de sujetos, el emisor y el receptor, que la intención persuasiva se realiza a través de un mensaje y que, este último, se transmite por un canal, que puede ser de diferentes tipos. Cuando nos referimos al emisor, estamos señalando al origen del fenómeno propagandístico. Emisor es el sujeto, individual o colectivo, que, con intención persuasiva genera una comunicación para ser distribuida entre sus posibles receptores. No nos detendremos demasiado en este elemento, pues los tipos de emisores que nos interesan para el estudio serán abordados más adelante. Como característica principal, cabe resaltar que, para el emisor es de vital importancia haber fijado el posicionamiento de forma previa a comenzar el hecho propagandístico, pues los objetivos serán los que sirvan para seleccionar los públicos meta del mensaje, el tipo de mensaje y el canal a través del cual quiere transmitirse. Por su parte, el receptor, es la última parte de la cadena de la estructura propagandística. Es el sujeto, generalmente colectivo, al cual se busca convencer a través del mensaje. El tipo de receptor dependerá del targeting marcado por el posicionamiento y, especialmente, por el canal propagandístico elegido. Lo verdaderamente fundamental en la propaganda no es la recepción del mensaje por este sujeto, si no que surja efectos en el mismo. Es decir, que cumpla con su función de seducción. Esta situación se dará, atendiendo a las condiciones de recepción que los destinatarios tengan y a los elementos estético-expresivos del mensaje. Se denomina “condiciones de recepción a las predisposiciones actitudinales y a los elementos de contenido que se imputan a los receptores de la propaganda por parte del emisor de la misma, y en función de cuales va a formularse un propagandea (o unidad mínima de significado propagandístico).” (Pineda Cachero, 2006, pp. 279-280). Por tanto, las comunicaciones deberán prestar atención tanto a elementos psicológicos individuales, como a elementos sociológicos o culturales presentes en las masas, de tal forma que el emisor pueda presentarse como deseable dentro 33 de su propio mensaje. Adaptarse a las condiciones de recepción es moldear el contenido sin llegar a desdibujarlo, convencer sin renunciar al sentido original. Por su parte, los elementos estético-expresivos son, de acuerdo con Pineda Cachero (2006, pp. 309), la combinación del material empírico de la propaganda y el uso empírico de los recursos. Se trata por tanto de una correcta selección del lenguaje y la imagen, adaptados al mensaje emitido, de tal forma que transmitan la intención que tiene el emisor, de forma clara y contundente. Además, cabe resaltar que, la selección y uso de los mismos, dependerá de la situación política y deberá adaptarse a las condiciones de recepción que existan para la sociedad en la que se propague. Con mensaje hacemos referencia al contenido del hecho propagandístico. En el ámbito político el argumentario se corresponde con la ideología del emisor, pues el fin de la difusión del mensaje no es otra que la convicción de los receptores del apoyo o rechazo a determinadas opciones políticas. Si partimos del concepto de que la propaganda política siempre se relaciona con el poder, podemos clasificar los mensajes en dos tipos. Los que se emiten desde el poder para controlar y mantener el liderazgo, generando adhesión al régimen, y, los que se generan contra el poder, que pueden buscar directamente la conquista del poder –por medios electorales, propios de los partidos que aceptan las democracias liberales, o insurreccionales, entre los que destacan la propaganda marxista revolucionaria, anarquista y fascista- o referirse a la batalla cultural –partiendo de la premisa gramsciana de que la conquista del poder cultural es previa a la toma del poder político- que busca influenciar indirectamente el sistema mediante un cambio gradual y sistematizado del sentido común de la sociedad. En la propaganda, el canal es el medio a través del cual se transmite el mensaje, permitiendo la interactuación entre el emisor y el receptor. La existencia de diferentes canales implica la selección de un tipo u otro de propaganda, atendiendo al mensaje y a su presentación estética, para adecuarlo lo más posible a la idiosincrasia del medio. El principal canal a través del cual se realiza la propaganda política son los medios de comunicación, especialmente en programas de tertulias de radio y televisión o artículos de opinión en la prensa escrita, además de los espacios publicitarios que se reservan en período electoral. 34 Este medio se reserva a actores medianamente institucionalizados o con peso relevante, siendo muy difícil acceder a él a actores outsiders, salvo cobertura de acciones de alto impacto. Esta lógica de propaganda a través de los medios de comunicación en la actualidad está siendo eclipsada por el nuevo paradigma de la Web; cada vez son más las pequeñas formaciones que aumentan su influencia a base de una concienzuda estrategia en redes sociales que permite expandir su mensaje con rapidez y a bajo coste. Buena muestra de esto es el caso español, en el cual las formaciones con más seguidores en redes sociales a fecha de agosto de 2019, entre los cinco grandes partidos de ámbito nacional, son VOX en Instagram y Podemos en Twitter y Facebook. Por último, con especial relevancia para actores poco relevantes, emergentes, y, especialmente para aquellos que buscan influenciar en política sin participar en las elecciones, es de vital importancia la calle como medio de difusión del mensaje propagandístico. A través de la misma se realizan acciones como performances, mítines, repartos de panfletos, pegada de cartelería… que, al igual que las redes sociales, generan una conexión directa con el receptor, sin pasar por los filtros de los medios de comunicación. 2.3.3 Estilos de propaganda La propaganda, ya sea de tipo política o de tipo comercial, puede adoptar diferentes formatos, que son utilizados diferenciadamente para llegar a audiencias dispares o transmitir determinados tipos de mensajes. A continuación, se incluye una clasificación de los modelos más recurrentes para la realización de propaganda política. Oral: el comienzo de la comunicación política comienza en la Grecia clásica, ligada a un modelo de tipo democrático en el que la oratoria era un símbolo de prestigio y poder social y a través de la cual se orientaban las decisiones de la comunidad en una u otra dirección. En el mundo contemporáneo el poder de la oratoria ha abandonado el ámbito de la deliberación, limitada a cámaras representativas, para adentrarse en el de la comunicación de masas. Es decir, la propaganda oral actual se abre camino especialmente en los mítines, en la radio y en la televisión. 35 Escrita: en la historia reciente, libros y prensa han sido utilizados como medio de propagación de ideas y modelos, como armas de difusión de pensamiento y calado de ideas. Así, podemos encontrar ejemplos relevantes en obras de escaso contenido teórico y lectura relativamente ligera que dieron origen a los dos modelos de contraposición al liberalismo en el siglo XX: el Manifiesto del Partido Comunista, de Karl Marx y Friedrich Engels, y Mi Lucha, de Adolf Hitler. Los libros como instrumento de propaganda no buscan un gran debate intelectual, si no la rápida irradiación y contagio de sus contenidos. Por su parte, la prensa puede ser dividida en dos subtipos. En primer lugar, los medios de comunicación, entre los que destacan los espacios de opinión en prensa generalista y los artículos de revistas especializadas. Y, por otra parte, aparece la prensa partidista, que incluye las publicaciones que realiza el agente político, como pueden ser su periódico, planfetos o flyers. Generalmente los dos primeros destinados a la promoción de puntos ideológicos y los segundos como llamadas a la acción o la movilización. Gráfica: otra de las formas clásicas de propaganda política es la cartelería, que ya era utilizada en ocasiones en la Roma cásica para las contiendas electorales. Los carteles y banners son composiciones gráficas que, manteniendo la imagen corporativa de la formación, combinan ilustraciones y texto, para transmitir un concepto de forma sencilla. El éxito de la propaganda gráfica reside en la correcta selección de los cuatro elementos que lo componen –imagen, eslogan, tipografía y colores- de tal forma que concuerden entre ellos para lanzar mensajes contradictorios y generen impacto en aquel que lo observa. Performances y movilizaciones: un método utilizado generalmente por movimientos sociales y partidos pequeños es la realización de acciones en la calle que buscan un impacto mediático y en aquellos que la presencian. El método más clásico son las manifestaciones y concentraciones, cuya utilidad se encuentra en decadencia y, en el caso de no ser masivas, no son capaces de atraer para sí un mínimo de atención. Frente a ellas, presenciamos un auge de las performances, actuaciones de género casi teatral en las que los participantes realizan actuaciones de alto contenido simbólico. 36 Audiovisual: bajo los nuevos patrones de consumo y acceso a la información, con el auge de la Web como medio cobra cada vez más importancia el formato audiovisual. Hasta ahora, la producción de videos políticos de contenido propagandístico se encontraba limitado al período electoral, en el cual la televisión debía garantizar un espacio para la promoción de los partidos políticos -Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General-. Con el auge de plataformas de video online, como YouTube, y de redes sociales a través de las cuales hacer difusiones masivas, se populariza el uso de este formato, siendo normal la difusión de pequeños fragmentos de entrevistas, de intervenciones
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