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— 3892 — CAPÍTULO 195 LA FILOSOFÍA DE LA INFANCIA COMO FUNDAMENTO PARA LA INNOVACIÓN DOCENTE189 DR. SERGIO QUINTERO MARTÍN Universidad Nacional Autónoma de México, México RESUMEN Tomando como base la obra de Matthew Lipman, creador del programa de Filosofía para Niños, para establecer una cuestión: ¿cuál es el fundamento sobre el que se cons- truyen los proyectos o modelos de innovación docente? El presente artículo pretende servir de base para establecer una reflexión abierta y un diálogo en la comunidad educativa sobre este fundamento último. Nuestro punto de partida es que la implementación de lo que se denomina como filosofía de la infancia, es decir, considerar a las niñas y los niños como sujetos epistémicos válidos en el pro- ceso de educación; genera una posición conceptual y un debate sobre la educación más beneficioso para confeccionar estos proyectos. La perspectiva de la que parte el modelo educativo tradicional asume que las niñas y los niños son sujetos pasivos en su propio desarrollo. Semejante perspectiva invalida ab origine su posición epistémica, considerándolos como una suerte de no-personas -o una todavía-no-persona. Pensar de este modo equivale, como dice Lipman, a afirmar que hay una desconexión entre la infancia y la vida adulta, como si fuera posible con- cebir que la adultez no está precedida por la infancia. PALABRAS CLAVE Filosofía de la infancia, Matthew Lipman, Filosofía para Niños, Educación, Innovación docente. 189 El presente artículo es parte de la investigación que realiza el grupo independiente de estudio de filosofía de la educación Proyecto Mayéutica, adscrito al departamento de Filosofía, Lógica y Filosofía de la Ciencia, Teoría e Historia de la Educación, Filosofía Moral, Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Valladolid (UVa); y que ha sido completado como resultado del proyecto posdoctoral que se realiza a título personal gracias al financiamiento de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), estando adscrito a la Facultad de la Filosofía y Letras. — 3893 — INTRODUCCIÓN En el último capítulo del conocido libro de Mathew Lipman La Filosofía en el aula (1977), que sienta las bases de lo que se conoce como Filosofía para Niños -o abreviado FpN-, plantea una reflexión indispensable para construir un proyecto que se considere a sí mismo como parte de la FpN, a saber: es necesario concebir a las niñas y los niños como sujetos epistémicos válidos, de tal manera que se considere la infancia como una dimensión perfectamente legítima de la conducta y la experiencia hu- mana (Lipman, 1992, p. 361). Bajo esta reflexión se engloba lo que el propio Lipman denominó como filosofía de la infancia. Nuestra intención, continuando con la lectura de Lipman, es reflexionar en torno a la viabilidad de la filosofía de la infancia como fundamento para elaborar auténticos modelos de innovación docente, identificando aquellas áreas donde sea necesario trabajar o conceptualizar siguiendo las bases de la FpN. 1. ¿POR QUÉ LA FILOSOFÍA DE LA INFANCIA? La atención de la innovación en un modelo pedagógico debe centrarse en la transformación de los roles y las estructuras pedagógicas tradicio- nales. En otras palabras, centrar la atención únicamente en el empleo de nuevas metodologías y prácticas educativas, en la búsqueda de la inclu- sividad a través de la atención a la diversidad, y en el uso de tecnologías emergentes -como las redes sociales, YouTube u otras plataformas simi- lares como Twitch, los campus virtuales o las TICs-; sin reformular la posición epistémica que juegan los estudiantes en ese proceso es un error. No estamos cuestionando en esta reflexión el empleo per se de las nuevas herramientas pedagógicas y metodológicas que están surgiendo en los últimos años. Está más que probada su validez y necesidad. Lo que es- tamos cuestionando es que están siendo empleadas dentro de una con- cepción de la educación que apenas ha cambiado en lo esencial desde la Ilustración y la Revolución Industrial. — 3894 — En este sentido, se estaría reproduciendo la misma matriz organizacional desde el nacimiento del actual sistema educativo, solo que añadiendo parches tecnológicos ante los aparentes problemas de funcionalidad. Sin embargo, se trata de problemas sistémicos de la propia conceptualiza- ción de la educación a los que no se les está prestando la atención sufi- ciente. No se está atendiendo al núcleo determinante de la cuestión: el papel que juegan los estudiantes en el sistema educativo, en tanto que sean considerados como sujetos epistémicos válidos o como sujetos cuya racionalidad es invalidada. El punto desde el que se inicia nuestra reflexión, del mismo modo que lo fue para Lipman, es dejar de considerar la infancia como una zona de descanso y de formación para la vida adulta, como si las niñas y los niños fueran adultos a medio hacer. En esta consideración sobre la infancia, la primera consecuencia que encontramos es que se espera que las niñas y los niños sea sujetos pasivos, siendo tratados como tal. Su único objetivo es absorber los conocimientos que el adulto dicte y para este fin se esta- blecen diferentes medios: desde la tradicional metodología de tiza y pi- zarra, el uso de deberes o, actualmente, la implementación de las TICs. Su posición general en este proceso es de silencio. Por tanto, el primer problema que nos encontramos es la falta de legitimación de las niñas y los niños como sujetos epistémicos válidos, es decir, lo que dicen, lo que piensan y su percepción sobre la experiencia de la vida no merece la pena ser tenida en cuenta en su propio proceso de educación y formación. Si bien es cierto que el docente, en tanto que por una mera cuestión biográfica -pues tiene más experiencia- y profesional -ya que conoce la información de la materia impartida-, tiene una figura preeminente en el proceso educativo; lo que pretendemos poner de manifiesto es que, con el desarrollo de una filosofía de la infancia se ubica a las niñas y a los niños en el centro de la investigación pedagógica. No se trata de demostrar cuánto sabe el docente, sino de hacer que el alumno comprenda y asimile los conceptos que se le quieren transmitir integrándolos en los aportes o referencias que el propio alumno pueda hacer. De tal manera que, entre ambos: docente y alumno; se establezca, con un lenguaje que les sea común, una comunicación o un diálogo — 3895 — pedagógico en torno a las cuestiones de la materia que se quiera impartir. Pero este diálogo se puede vincular más allá del ámbito de la propia materia con cuestiones éticas, sociales, metafísicas, estéticas; o sobre asuntos de derecho, política y educación. Recuperando como eje vertebrador de nuestra reflexión ese último ca- pítulo de la obra de Lipman, en él menciona y desarrolla algunos de los proyectos y puntos que habría que abarcar en relación a la filosofía de la infancia a través de una serie de preguntas (Lipman, 1992, p. 363) y que emplearemos para expandir nuestra reflexión: – ¿Tienen las niñas y los niños el derecho a razonar? – ¿Pueden dedicarse de forma provechosa a una investigación? – ¿Es posible que los roles de la infancia sean útiles para la filosofía social y la construcción de una comunidad? – ¿En qué sentido la pregunta “¿Qué es un niño?” arroja luz sobre la pregunta “¿Qué es una persona?”? 2. LA CAPACIDAD DE RAZONAR Para la filosofía de la infancia es prioritario establecer si las niñas y los niños tienen el derecho o, matizándolo para evitar las vinculaciones con el pensamiento jurídico, la capacidad para razonar o si, por el contrario, la concepción tradicional de la educación está en lo correcto al conside- rarlos como adultos a medio hacer. El filósofo pragmático estadounidense Charles Sanders Pierce entendía, de acuerdo con las palabras de Lipman, esta idea de la siguientemanera: Los niños tienen derecho a hacer preguntas, particularmente a los adul- tos, y en relación a temas que quizás a los adultos no les interese discutir con los niños, bien sea porque desean proteger a los niños de ese cono- cimiento, bien porque desean protegerse a ellos mismos y a los niños de un uso irresponsable de ese conocimiento (Ibid., pp. 263-164) En ambos casos podemos afirmar que la actitud paternalista redunda, a largo plazo, más en contras que en beneficios. — 3896 — Esta capacidad de las niñas y los niños para hacer preguntas pone de manifiesto una sencilla idea que es clave en nuestra reflexión: son capa- ces de implicarse en una investigación cooperativa, como la que proponen los programas de la FpN. Esta idea de Lipman se puede extrapolar no solo al ámbito de la filosofía, sino que también es transitable para elabo- rar el fundamento de programas de innovación docente, cambiando, en este proceso, la posición del alumno de pasiva a interactiva. Del mismo modo que al hacer filosofía con y para niños y no atender a lo que dicen es un total absurdo y una incomprensión de las ideas sobre las que se asienta el programa de FpN; establecer programas de innova- ción docente sin contar con una filosofía de la infancia redunda en esos mismos problemas. No se debe pasar por alto que el hecho de impedir hacer preguntas, de impedir desplegar esa capacidad de razonar, con- lleva, en un sentido pedagógico, que no se podrá aprender del diálogo que pudieran suscitar dichas y de la experiencia subsiguiente. En este punto queremos resaltar dos elementos: en primer lugar, y si- guiendo el programa de FpN, las niñas y los niños son quienes constru- yen la comunidad de investigación que se forma -bajo la guía del docente-. En segundo lugar, las niñas y los niños aportan un punto de vista diferente a los problemas filosóficos porque no se han visto aún imbuidos del perspectivismo de los adultos. No se trata de hacer apolo- gía de una suerte de pureza de la infancia, sino de poner en valor que se trata de una fuente de conocimiento valiosa por su originalidad y fres- cura. La valoración e inclusión de este elemento es un punto inmaterial del proceso educativo que beneficia a la propia innovación docente. 3. LA INVESTIGACIÓN CON NIÑAS Y NIÑOS A partir de los informes, trabajos y ensayos que existen actualmente so- bre la FpN, se pone de relevancia que las niñas y los niños pueden hacer filosofía y que, además, “lo hacen con competencia y con agrado” (Ibid., p. 365). Lipman entiende que pudiendo razonar y filosofar desde la in- fancia, las niñas y los niños están cualificados para implicarse en una investigación filosófica -lo que incluiría, por ejemplo, cuestiones sobre — 3897 — ética-. Esta experiencia revela la necesidad de establecer las bases para una filosofía de la infancia. Sin embargo, frente a esta experiencia debemos sobreponernos a dos errores fundamentales que se cometen cuando los adultos -ataviados con los ropajes de especialistas, pedagogos sin experiencia docente o gurús educativos-, se implican en el desarrollo infantil sin deshacerse de su perspectiva de adulto: 1. La asunción de la infancia como un estado preparatorio de in- completitud y sin valor para la vida adulta. Esta idea presupone una sencilla afirmación: los adultos saben y los niños no. Por eso deben aprender, porque no pueden aportar nada valioso. 2. La selección intencionada de los criterios que refuerzan la tesis del desarrollo infantil como un proceso escalonado bajo un plan predeterminado. Estos criterios se remarcan en detrimento de aquellos que harían su tesis menos atractiva como, por ejemplo, la expresión artística y el discernimiento filosófico.190 La pregunta verdaderamente interesante que plantea Lipman en este punto es: ¿cómo tendría que ser la educación para mantener la ilusión y la creatividad que muestran inicialmente las niñas y los niños, en lugar de dejar que decaigan en la apatía, la amargura y el rechazo escolar? Las posibles soluciones a esta pregunta entroncan con el pensamiento del educador británico Ken Robinson (2011). Este profesor piensa en un cambio del paradigma educacional para mejorar el desarrollo íntegro de los seres humanos, teniendo en cuenta la infancia como el momento de mayor creatividad que no debe destruirse con la estandarización y el academicismo. 190 Esta mentalidad productiva es la que encontramos en el argumentario de aquellos que están a favor de eliminar del currículo de educación secundaria materias como por ejemplo Filosofía, Educación Artística y Música. — 3898 — 4. LAS COMUNIDADES EDUCATIVAS La educación se produce ineludiblemente dentro de un contexto comu- nitario, ejemplos de ello son las aulas, las escuelas, los grupos de investi- gación, los seminarios y los congresos. La defensa que hacemos al considerar la filosofía de la infancia como el mejor fundamento para la innovación docente se basa en que la creación de estas comunidades de investigación debe verse como algo tan válido tanto entre los adultos como entre y para las niñas y los niños. Para ello resulta fundamental ejemplo que promueven las comunidades de los programas de FpN. En ambos casos, la construcción de la idea de comunidad educativa recurre a los mismos preceptos que puso en valor Lipman (1992, p. 368): – El establecimiento de procedimientos objetivos y compartidos. – La apertura a la evidencia y el desafío ante las inferencias mal hechas. – La consideración de las consecuencias ante las proposiciones y las hipótesis realizadas. El objetivo de estos procedimientos es claro y distinto: conducir a los sujetos epistémicos hacia una reflexión crítica y, más aún, a una actitud de autocrítica. Esto debe poder aplicarse tanto a los adultos como a las niñas y los niños. Las comunidades de investigación ofrecen a las niñas y los niños un lu- gar de apoyo que resulta necesario -y casi imprescindible- para el mo- mento de transición que viven: la firmeza de los lazos familiares se está disolviendo y, a la vez, intentan autoafirmarse como sujetos autónomos y responsables. En otras palabras, están buscándose a sí mismos y cons- truyendo, en este proceso, sus propios lazos. En este punto, la labor del docente debe ser la de guía pedagógico dentro de la comunidad que se forme. Para ello debe fomentar la interactividad del resto de sujetos epistémicos en el desarrollo de estos procedimientos presentados. En este proceso, de manera análoga a como sucede en las comunidades de FpN, se demolerían las bases tradicionales de la rela- ción maestro-alumno, es decir, de la actividad del maestro frente a la pasividad del alumno. — 3899 — 5. NIÑOS Y PERSONAS Como observó Lipman, y observamos todos aquellos que nos hemos dedicado en algún momento a la docencia y a la FpN, la conducta proactiva que manifiestan las niñas y los niños se entiende pragmática- mente como algo que justifica de suyo el considerarlos como personas racionales. Les falta la experiencia biográfica, no la capacidad para razo- nar y cuestionarse lo dado. El punto que queremos manifestar es senci- llo: redunda en el beneficio de cualquier modelo docente y pedagógico escuchar y tratar a las niñas y los niños como seres racionales, en lugar de ser condescendientes, arrogantes y paternalistas con ellos. Rehusar a reconocer la racionalidad de los niños implica no desarrollar un diálogo filosófico satisfactorio y auténtico con ellos. Esto implica que no se desarrollen los componentes que hace de la educación algo signi- ficativo: la reflexión crítica, creativa y autónoma. Como consecuencia directa, aunque solo percibida con los años, se perpetúa el statu quo de la ignorancia, de la irresponsabilidad, del conformismo y de la medio- cridad que domina entre un alto porcentaje de la población adulta. Por lo tanto, ver a las niñas y los niños como seres no-racionales hace que tanto los programas de FpN como de innovacióndocente, a pesar de la implementación de novedades tecnológicas y metodológicas, no sirvan para nada dentro de esta imagen global que hemos querido mos- trar de la educación. La razón es que no se produce un cambio relevante en el corazón del problema y, por ende, no se percibe ni se percibirá ninguna mejora social significativa. — 3900 — 6. CONCLUSIONES Hemos presentado una serie de argumentos, basándonos en las premisas presentadas por Lipman, para considerar de manera seria la filosofía de la infancia como fundamento último en el que sustentar futuros progra- mas de innovación docente. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Lipman, M. (1992). La Filosofía en el aula. Madrid, Ediciones de la Torre. Robinson, K. (2011). Out of our minds: learning to be creative. West Sussex, United Kingdom, Capstone.
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