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12° CONGRESO ARGENTINO DE ANTROPOLOGÍA SOCIAL 
La Plata, junio a septiembre de 2021 
 
GT 66: “Etnografía, Educación y Colaboración en la Investigación” 
 
 
 
"Me alegra que no seamos tribus". Interlocutorxs y colaboración en 
una etnografía sobre profesionalización de sociólogxs 
 
 
Cecilia Carrera, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad 
Nacional de La Plata. mcecilia.carrera@yahoo.com.ar 
 
Palabras clave: colaboración; sociólogxs; interlocutorxs expertxs; profesionalización 
 
 
 
Introducción 
 
El objetivo de esta ponencia es analizar en clave colaborativa algunos encuentros 
etnográficos en contexto de eventos académicos sucedidos como parte de mi trabajo 
de campo para una investigación sobre el proceso de profesionalización de sociólogxs 
en Argentina. Mi estudio explora sentidos y prácticas asociados a la "profesión" y la 
"ocupación", y busca comprender cómo las luchas por establecer interpretaciones de 
la historia y la génesis de la sociología en nuestro país, las diversas formas de 
valorización del trabajo y de la formación de sociólogxs, así como la construcción de 
categorías de clasificación de lxs sociólogxs y su trabajo (“intelectuales”, 
“profesionales”, “académicxs”, “técnicxs”) caracterizan el proceso de 
profesionalización y los conflictos que lo atraviesan. 
Algunxs de mis interlocutorxs son personas reconocidas en el campo de la sociología, 
investigadores de referencia específicamente en el tema en el que se enfoca mi 
etnografía. Para esta ponencia selecciono situaciones en las que algunxs de ellxs, 
apoyándose en su experticia y autoridad reconocida en medios académicos, pusieron 
en discusión qué y cómo observaba, qué y cómo me preguntaba, llegando a plantear 
dudas acerca del enfoque etnográfico para el problema de investigación. Durante el 
encuentro al que refiere el título del trabajo, el investigador con quien dialogaba me 
dijo que le parecía que yo "estaba desenfocada", que él "no veía el objeto" de mi 
investigación, pero que de todas formas "le alegraba" que yo no lxs viera "como tribus". 
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Esa expresión me hizo pensar en la necesidad de reconocer el conocimiento y la 
experticia de mis interlocutorxs, sin dejar de interrogar el lugar de estudiante en el que 
me estaban colocando, las ideas que tienen de lo que hace unx etnógrafx y, más 
precisamente, de lo que yo hago cuando me encuentro con ellxs. 
La descripción y análisis de esos encuentros me llevaron a preguntarme: ¿qué formas 
toma la colaboración cuando investigamos entre investigadores expertxs? ¿cómo 
impactan en las modalidades de colaboración los contextos, la formación, la edad de 
lxs investigadores y de lxs sujetos de estudio “nativxs”? 
 
Pregunta sociológica, pregunta antropológica 
 
Darío1 es un sociólogo, investigador y docente de la carrera de Sociología de la UBA 
y del Conicet, que se dedica hace tiempo a investigar sobre la historia de la sociología 
argentina, su institucionalización y la profesionalización de lxs sociólogxs. Cursé un 
seminario que dictó en 2011 y a partir de allí me invitó en varias oportunidades a 
actividades que organizan con el equipo de investigación y el grupo de estudio y 
docencia que coordina, llamado “Grupo HSSA (Historia Sociológica de la Sociología 
Argentina)”. Me invitó, por ejemplo, a que contara mi investigación en un seminario, a 
que asistiera charlas o paneles que estaban organizando con sus colaboradores, a 
jornadas de discusión entre investigadorxs, a que participara de reuniones de 
discusión de textos en el marco de su equipo de investigación, a que formara parte de 
su equipo de investigación, a que diera alguna clase de la materia que él dicta en la 
carrera de Sociología de la UBA sobre “historia sociológica de la sociología”. 
A medida que fui participando de algunas de esas actividades, me di cuenta que otras 
personas son también convocadas: Darío invita, presenta personas entre sí, hace de 
anfitrión en todos esos espacios a los que convoca. En las reuniones/mesas de 
jornadas/seminarios suele haber clima distendido. Quienes asistimos a esas 
actividades casi nunca conocemos a todxs lxs participantes, pero sí todxs conocemos 
a Darío, que es el artífice, el que recibe, el que reúne, el que coordina; en definitiva, 
un investigador referente sobre temas de historia de la sociología argentina, formación 
y profesionalización de sociólogxs. 
 
1 En esta ponencia utilizo nombres ficticios. 
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En estos eventos, Darío invita a hablar y deja hablar. Es usual que haya jóvenes que 
fueron sus estudiantes de grado a quienes alienta a presentar sus trabajos. El grupo 
de investigación y de docencia que coordina es más o menos estable y siempre me 
dio la sensación de que, cuando se hacen esas actividades, hay cierto compromiso 
de participación. Darío insiste en que las personas vayan, lean cuando hay lecturas 
previas indicadas, participen. 
El día que defendí mi tesis de maestría (2014), estuvo presente Sebastián, quien 
ahora es becario dirigido por Darío. Él se presentó ese día, yo no lo conocía, 
contándome que formaba parte del “equipo de Darío”, quien no había podido asistir a 
la defensa y “lo había enviado” a él como “representante”, que además era estudiante 
a punto de recibirse de la carrera de Sociología de La Plata, en la que yo había 
realizado la etnografía. ¿“Lo envió” como una especie de emisario, de corresponsal? 
¿Era una manera de acompañarme? No lo sé, pero es claro que él muestra interés, 
en este caso en lo que yo estaba haciendo, y busca que ese interés sea conocido. 
Quizás, por alguna razón, Darío pensaba que a él le correspondía estar allí y como no 
pudo estar en persona, hizo que alguien estuviera “representándolo”. 
Al año siguiente a la defensa, me escribió para invitarme a presentar mi tesis en el 
seminario interno de su equipo de investigación y del Grupo HSSA. Yo acepté sin 
dudarlo, como he aceptado y acepto casi todas sus invitaciones. 
Nos encontramos luego en varias ocasiones, en mesas de Jornadas de sociología de 
diferentes universidades, en algún panel o presentación de libro, todos relacionados 
con el tema de la profesión y formación de sociólogxs, y de la historia e 
institucionalización de la sociología en nuestro país. En esas ocasiones, siempre me 
preguntaba sobre el avance de mi tesis doctoral y se mostraba interesado en leer lo 
que estaba escribiendo. En octubre de 2018 nos reunimos a charlar, luego de que yo 
le escribiera pidiéndole una entrevista para hablar sobre mi tesis y sobre algunas 
cuestiones sobre las que estaba comenzando a indagar y de las que él sabe mucho 
por haber participado de diversos grupos de investigación y también de asociaciones 
profesionales de sociólogxs. Nos vimos en la biblioteca del Instituto de Investigaciones 
Gino Germani y charlamos por casi dos horas. También estuvo Esteban, quien había 
asistido de “representante” a mi defensa de tesis años antes. 
Ni bien comenzó la conversación Darío me preguntó cómo iba con el doctorado. Le 
conté que estaba elaborando el plan de tesis y le comenté algunas ideas que estaba 
elaborando y sobre qué estaba escribiendo. 
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Darío: yo vi el proyecto que presentaste en el doctorado 
Cecilia: ¡no sabía! igual cambió muchísimo 
Darío: Me mandaron tu proyecto [desde la dirección del doctorado] porque soy 
docente de taller de tesis, y me dijeron “leelo bien porque quizás terminás 
haciendo el dictamen vos para la comisión” 2 . Después finalmente lo evaluó otro 
docente. Pero bueno, entonces ese plan de tesis ¿qué va a ser? ¿querías 
conversar de eso? 
Cecilia: sí. En realidad, quería conversar un poco en qué ando pensando y 
después también conversar sobre algunas cosas de las que vos sabés mucho 
porque sos protagonista. 
Darío: y yo te cuento cómo voy reorientando mi agenda de investigación que un 
poco tieneque ver con lo que vos haces. 
(…) 
Cecilia: estoy empezando a trabajar con una idea fuerte que me resulta muy 
interesante que es la de herencia. Digamos, cómo otros… 
Darío: (habla al mismo tiempo) nosotros trabajamos con la idea de tradición. 
Le cuento un poco más de la herencia, de las relaciones de filiación y de los 
linajes, sobre cómo esos conceptos me estaban ayudando a analizar las 
diferentes interpretaciones de la historia de la sociología y del trabajo de lxs 
sociólogxs, y él me interrumpe nuevamente: 
Darío: bueno, me parece bárbaro, ahí lo que todavía no entiendo es si llegaste a 
un objetivo y por otro lado como en términos más de referentes empíricos de 
tiempo y espacio. 
Le conté un poco más, y le hablé del trabajo con las asociaciones profesionales 
que estaba haciendo y volvió a decirme: 
Darío: si me parece muy interesante, pero me parece que estás desenfocada 
todavía y a esta altura del doctorado. 
Cecilia: y, estoy… no, bueno, estoy componiendo digamos (me río 
nerviosamente) 
 
2 En el doctorado que realizo, el proyecto se presenta al principio del trayecto (yo había presentado el 
proyecto al que refiere Darío unos dos años antes de esta charla). El plan de tesis es una síntesis 
ampliada de la tesis, con el índice y argumento de los capítulos, que se elabora cuando la investigación 
está avanzada. Ambas instancias incorporan la evaluación y dictamen de unx docente y/o investigadxr 
afín al tema, que se eleva a la Comisión del Doctorado. 
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Darío: ¿tenés beca? 
Cecilia: no 
Darío: estás trabajando 
Cecilia: si, y así voy como puedo 
Darío: (al mismo tiempo) yo quiero saber, ¿tu pregunta es sociológica o es 
antropológica? 
Cecilia: es antropológica. Sí, siempre lo fue, nunca pretendió ser sociológica 
Darío: no la veo, en serio te digo 
Cecilia: y bueno, es parte del proceso 
Darío: bueno 
Cecilia: es parte del proceso. Lo que sí me parece… 
Darío: (me interrumpe) lo que me alegra es que no seamos tribus 
Cecilia: ¿que no seamos tribus? (no entendía a qué se refería) 
Darío: no nos consideras como tribus 
Cecilia: ay, ¡no! 
Darío: tribu urbana… 
Cecilia: ¡ay, no! ¡no, no! 
 
Desde hacía algún tiempo, venía reflexionando sobre el lugar que estaba teniendo 
Darío en mi investigación. Siempre había valorado el interés que mostraba en mi 
trabajo y lo interpretaba como forma de dar lugar a las investigaciones afines 
temáticamente a las suyas. Pero algunas situaciones y particularmente el diálogo que 
mantuvimos durante el encuentro que describo arriba, me llevaron a pensar que 
nuestra relación no era la de colegas o la de investigadorxs con intereses parecidos. 
Darío es un investigador reconocido, un experto en estos temas, docente de posgrado 
y formador de investigadorxs que me estaba colocando en una posición de alumna, 
de tesista a la que puede orientar e incluso evaluar. 
Nuestra charla comenzó con su anuncio de que había estado a punto de ser el 
evaluador de mi proyecto de tesis doctoral, y continuó sobre cómo ese proyecto estaba 
avanzando y cómo estaba elaborando otro producto que debía ser evaluado, el plan 
de tesis. Quedaba claro que mi interlocutor, la persona con la que me interesaba 
dialogar por su experticia y por ser un participante activo de espacios y grupos que 
estaba indagando como parte de mi etnografía, era además un potencial y muy 
probable evaluador de esa etnografía. 
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Pero además de dejar clara esa posición, Darío se mostró preocupado: me encontró 
“desenfocada”, sin pregunta de investigación, a una altura avanzada del doctorado. 
Yo me sentí bastante incómoda y nerviosa, porque sentí que me estaba evaluando y 
corrigiendo, y que no estaba entendiendo lo que yo le contaba. 
Lo que más llamó mi atención y me desconcertó, fue que se mostrara aliviado de que 
yo no viera a lxs sociólogxs “como tribus”. Es decir, que en mi intento de comprender 
los conflictos asociados a la historia de la sociología y de lxs sociólogxs y de su 
profesionalización, no buscara clasificarlxs como si fueran tribus urbanas. La 
referencia a este concepto me tomó por sorpresa, ¿por qué habría pensado Darío que 
yo clasificaría a lxs sociólogxs según “tribus”? ¿Qué ideas tienen mis interlocutorxs 
investigadorxs sociólogxs, sobre lo que hacemos lxs etnógrafxs y sobre lo que estaba 
haciendo yo? 
Darío quiso saber si mi pregunta es antropológica o sociológica. Si es antropológica, 
como le respondí, entonces es una pregunta por la alteridad, por “el otro”. Si lxs 
hubiese entendido como tribus, ¿sí tendría una pregunta de investigación, aunque a 
él no le gustara? ¿Las ideas de tribu y tribu urbana sintetizan, desde su perspectiva, 
esa búsqueda antropológica y se diferencian del concepto de tradición, que encarnaría 
una pregunta sociológica? En cualquier caso, estaba claro que, si quería comprender 
qué había sucedido en este encuentro y cómo incorporarlo a mi investigación, tenía 
que explorar los lugares desde los cuales Darío (y otrxs investigadores con los que 
dialogué y dialogo en mi trabajo de campo) y yo nos estábamos relacionando. Se trata 
de interlocutorxs muy valiosos para mi etnografía, por eso lxs entrevisto, participo de 
sus actividades, leo sus publicaciones; y al mismo tiempo son investigadorxs y 
docentes que me estaban viendo como estudiante, como alguien que requiere 
orientación para la iniciación en un tema del que ellxs son expertxs. 
Para avanzar en un análisis que incorpore los interrogantes planteados es preciso 
tomar en cuenta mi posición social como investigadora, en formación, no socióloga, 
haciendo etnografía en una comunidad de investigadorxs y profesionales que se 
estudian mucho a sí mismxs, su historia y sus formas de hacer sociología. Desde los 
escritos de Gino Germani a mediados de siglo XX en los que discutía qué podía ser 
considerado sociología y qué no (1951; 1952), los trabajos de años posteriores de 
quienes habían sido sus estudiantes o colaboradores, como los de Eliseo Verón 
(1974) o Torcuato Di Tella (1980), las investigaciones varias sobre la creación de la 
carrera de Sociología de la UBA, la figura de Germani y la “inauguración” del campo 
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de la “sociología empírica” (entre otros, Marsal, 1963; Sigal, 1991; Jorrat y Sautu, 
1992; Sidicaro, 1993; Rubinich, 1999; González, 2000; Noé, 2005; Pereyra, 2005; 
Blanco, 2006; Mera y Rebón, 2010; Izaguirre, 2010; Blois, 2018), las pesquisas sobre 
inserciones laborales y los procesos de profesionalización (Bialakowsky y otrxs, 1982; 
Fernández Berdaguer y otros, 2008; Rubinich y Beltrán, 2010; Blois, 2012; Pereyra y 
otros, 2015; Pereyra, 2017a, 2017b; Cardoso y Paiva, 2018; Cordero y Campos, 
2018), se ha construido un cuerpo de investigaciones y discusiones que continúa 
creciendo. Este rasgo resulta distintivo de la sociología en nuestro país, si 
consideramos que otras comunidades de profesionales y científicas no vuelcan tanto 
su actividad y tiempo en analizar el propio campo, ni pueden contar tantxs 
investigadorxs dedicadxs a ello. 
Es preciso notar, además, que salvo contadas excepciones son lxs propixs sociólogxs 
quienes realizan estos análisis de la historia, la formación y la inserción profesional. 
En cierto punto, esto ha dado lugar a una comunidad que además de estudiarse a sí 
misma, regula ese estudio y ese campo. La identificación con una “historia sociológica 
de la sociología” da cuenta de la búsqueda de distinguir y valorar los estudios 
sociológicos respecto de otros estudios sobre la sociología y lxs sociólogxs. 
 
“Hay que ver si es relevante escribir sobre esto” 
 
En agosto de 2019 participé en la mesa organizada por el “Grupo HSSA”, en las XIII 
Jornadas de Sociología de la UBA. Estaban presentes lxs integrantes del grupo de 
investigación y estudio, y otrxs asistentes, y se llamaba “Historia de Cronopios y de 
famas. La sociología en perspectiva localy regional”. 
Había enviado en julio una ponencia con mi primer escrito sobre las asociaciones 
profesionales de sociólogxs. En ese escrito reconstruía en parte la historia de las 
primeras asociaciones, sobre todo desde 1975 cuando se creó el Colegio de 
Graduados de Sociología, retomando actas, reseñas institucionales, textos escritos 
por integrantes o ex integrantes del Colegio, entrevistas a actuales miembrxs. 
Planteaba allí que estos espacios de asociación son escasamente incorporados a las 
historias de la sociología conocidas, y que sus integrantes casi no son tomadxs en 
cuenta como actores que sostienen perspectivas específicas y despliegan acciones 
sobre la formación, la profesión y el conocimiento de lxs sociólogxs en Argentina. 
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Esperaba con interés lo que dirían sobre el trabajo, también porque la decisión de 
presentar allí este escrito estaba relacionada con la conversación que habíamos 
tenido el año anterior con Darío y Sebastián, en la que hablamos sobre mi tesis en 
proceso y también sobre las asociaciones, intercambiamos pareceres, ideas, 
información. 
En la mesa éramos unas 25 personas. Luego de mi presentación oral, varias personas 
hicieron comentarios. Malena, una investigadora del grupo, Darío, Abel (otro 
investigador de la historia de la sociología de mucha trayectoria) y Gastón, integrante 
del grupo, hasta que fue el momento de pasar a la ponencia siguiente. 
Malena, que estaba designada como la comentarista de mi ponencia, me dijo muchas 
cosas, pero lo que yo registré más claramente en ese momento fue que había que 
preguntarse si es relevante investigar sobre las asociaciones profesionales. 
 
Malena: Mis preguntas o las cuestiones que quería marcar van por dos lugares. 
Uno en relación más… una cuestión que uno podría decir epistemológica y otra 
cuestión vinculada al enfoque. La cuestión más epistemológica es: algo que no 
fue estudiado, ¿es necesariamente relevante porque no fue estudiado? ¿O no 
fue estudiado porque aquellos que investigaron encontraron que esos espacios 
no eran relevantes respecto a las preguntas que se hacían? Esa es la primera 
cuestión, digo, problematizar esta idea de que algo que no fue mirado por eso 
es necesariamente relevante para explicar un determinado proceso. (…) Y voy 
un poco más con el enfoque, que me parece que hay una mirada muy interesante 
y necesaria incluso de reconstruir ese espacio que vos decís bueno, ese espacio 
dejado… descuidado por las investigaciones, uno puede pensar un espacio más 
lateral, más marginal, y vos lo reconstruís muy bien, a mí las cuestiones que me 
hacen un poco de ruido es el tratamiento de los discursos de esos actores, que 
los discursos de actores que sostienen ciertas instituciones, suelen ser 
autocelebratorios. Que la presidenta no me acuerdo ahora el nombre del Colegio 
diga que fueron instituciones protagonistas en la revitalización durante la década 
del ’80 ¿justifica que lo sean? 
 
En los comentarios de Malena leí algo así como una advertencia: lxs sociólogxs que 
investigan el campo no desconocen a las asociaciones profesionales, sino que, como 
parte de sus investigaciones, no han encontrado que éstas sean importantes para 
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comprender las dinámicas del propio campo. ¿Estaba yo desconociendo esas 
investigaciones al proponerme dar relevancia a esas asociaciones? 
Lxs actores a quienes recuperaba en mi escrito afirmaban que las asociaciones 
profesionales habían sido protagonistas durante la década de 1980 de la revitalización 
del campo de la sociología luego de la última dictadura. Yo lxs había tomado en serio, 
buscando incorporar esas perspectivas a las historias de la sociología ya conocidas. 
Abel también realizó observaciones y recomendaciones a lo que yo había presentado: 
 
Abel: “si vos pretendés que tu… que las observaciones que hacés sobre el 
Colegio, los predicados que haces sobre eso, tengan alguna relación con la 
disciplina en su totalidad ahí yo estoy de acuerdo con Malena en que eso es una 
confusión (…) Entonces yo creo que si vos lográs separar una cosa de la otra 
tenés un objeto, ¡claro!”. 
 
Tanto Micaela como Abel pusieron en discusión qué estaba investigando y cómo lo 
estaba haciendo, su relevancia, los materiales que estaba utilizando y también las 
preguntas e interpretaciones que estaba formulando. Lo hicieron desde su posición 
de sociólogxs investigadorxs expertos en el tema, en un espacio adecuado para 
hacerlo: una mesa de jornadas académicas en las que se ponían en debate los 
avances de investigación de quienes presentamos nuestros escritos. 
Por mi parte, las dos situaciones que recuperé en esta ponencia tuvieron el efecto de 
descolocarme y sobre todo de enojarme. Lo que más me enojaba era tener la 
sensación de que no me entendían, que me corregían porque no estaban entendiendo 
lo que yo decía. Mis interlocutorxs me invitaban a charlar y a escribir. Querían leerme, 
mostraban interés en lo que hago, pero cuando empezaba a mostrar, a contar lo que 
estaba escribiendo y/o pensando, aparecían las correcciones, las indicaciones, las 
dudas sobre el enfoque, sobre el objetivo: ¿de qué va a ser tu tesis? Tendrías que ver 
esto, recortar acá, enfocar aquí. Como si me enseñaran el “verdadero significado” de 
lo que sé y de lo que voy aprendiendo. Eso me ponía nerviosa, molesta, enojada. 
¿Cómo era posible que no entendieran? ¿Por qué no ven que no estoy afirmando lo 
que lxs actores dicen como verdad, como realidad, sino intentando reconstruir sus 
perspectivas? ¿Por qué tengo que tomar lo que hacen lxs sociólogxs en las 
asociaciones como algo separado de “la disciplina en su totalidad”? 
 
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Correcciones, intercambios y formas de colaboración 
 
Al advertir, con ayuda de otrxs interlocutorxs3, que era necesario elaborar y hacer 
productivo mi enojo, me propuse comprender qué me querían mostrar estxs 
investigadorxs con sus correcciones, comentarios e indicaciones. ¿Podrían ser 
maneras de ayudarme y darme entrada a ese campo de investigación en el que lxs 
sociólogxs se estudian a sí mismxs y del que ellxs son referentes? 
Por ejemplo, en mis primeras sensaciones y reacciones estaba pasando por alto que 
en la misma conversación en que Darío me dijo que estaba desenfocada y que no 
“veía” mi pregunta, también me contó sus líneas de investigación y las de sus tesistas 
y becarixs, buscando puntos en común con mi trabajo: “en algo de eso entiendo que 
estás vos”. Por lo que al mismo tiempo dialogaba conmigo como alguien que también 
forma parte del mismo espacio temático e investigativo. 
En este punto me interesa traer al análisis un diálogo con otrxs etnógrafos que, 
realizando etnografías “entre expertxs”, han entendido situaciones similares a las que 
describo, en términos de “sabotaje” y de “objeciones” a su trabajo (Mosse, 2006; Gil, 
2009). 
David Mosse realizó una etnografía sobre profesionales que trabajan para organismos 
internacionales diseñando e implementado políticas llamadas “de desarrollo” en India 
(economistas, sociólogxs, antropólogxs, entre otrxs), siendo él mismo uno de esxs 
profesionales. Al dar a conocer el borrador de un libro en el que presentaba los 
resultados de su investigación, algunxs de quienes habían sido sus colegas se 
mostraron muy disgustadxs y realizaron lo que Mosse llamó “objeciones”. Estas 
objeciones se dirigían a la investigación tal como había sido llevada a cabo y también 
al texto. Lxs “objetores” ponían en cuestión que el etnógrafo no hubiese elaborado su 
argumento y producido conocimiento de la misma forma en que ellxs elaboran las 
evaluaciones a los proyectos y políticas que implementan en estos organismos; es 
decir, consensuando colectivamente el contenido del producto final. Esto reveló, 
afirma Mosse, diferencias epistemológicas sustantivas entre el etnógrafo y sus 
interlocutorxs y agrega: “[Las objeciones] revelaron una aparente divergencia 
epistemológica entreun etnógrafo y sus interlocutores -o al menos una parte 
 
3 Los registros de campo y notas ampliadas en los que fui elaborando lo que presento aquí, fueron 
escritos, leídos, analizados, reescritos en el contexto de diálogo con mi directora de tesis, Diana 
Milstein, y mis compañerxs también tesistas. 
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dominante de ellos- que sugiere límites a cualquier etnografía colaborativa” (2006: 
945. La traducción es propia). 
Gastón Gil realizó una etnografía sobre la antropología en la Universidad de Mar del 
Plata durante los años ’70, en la que lxs nativxs son antropólogxs que habían 
estudiado o enseñado en la carrera de Antropología de esa universidad antes de que 
la dictadura la cerrara, y que al momento de la investigación de Gil habían vuelto a 
desempeñarse como docentes e investigadores en esa u otras universidades. El 
trabajo de campo, afirma el autor, no fue fácil ya que estuvo 
 
“lleno de sabotajes. Muchos protagonistas, colegas que a veces se consideran 
tácitamente a sí mismos como competidores, se negaron a hablar; otros llegaron a 
cuestionar la pertinencia epistemológica e incluso moral de realizar una investigación 
con estas características. El sabotaje por parte de algunos nativos es un asunto de 
importancia vital para el trabajo del etnógrafo, especialmente en un mundo 
contemporáneo, en el que el etnógrafo puede entender a los nativos como expertos, o 
aspirantes a expertos” (2009: 57. La traducción es propia). 
 
Al mismo tiempo, Gil distingue a otrxs interlocutores que colaboraron con él, 
accediendo a dialogar, ofreciendo información y apoyando su investigación. 
La definición y distinción, por parte de estos etnógrafos, de las acciones de sus 
interlocutorxs en términos de “colaboración”, “objeciones” o “sabotaje” abre, desde mi 
perspectiva, una pregunta: ¿qué sucede si no ubicamos la colaboración sólo en 
actitudes que van en la dirección de lo que esperamos o nos gustaría como etnógrafxs 
enfocadxs en “recolectar datos”? ¿Es posible entender (¿o transformar?) lo que en 
algún momento vivimos como boicots, cuestionamientos, críticas, correcciones, como 
formas de colaboración? 
Apoyándome en los trabajos de Joanne Rappaport, recupero esta idea: “(…) la 
colaboración convierte el espacio del trabajo de campo entendido como de recolección 
de datos en co-conceptualización (…). En particular, debemos tener en cuenta las 
intenciones de los etnógrafos de volver a situar los pensamientos de sus consultantes 
como formas paralelas de análisis, en lugar de considerarlos simplemente como datos 
etnográficos” (Rappaport, 2007: 202). 
Asumiendo esta perspectiva podemos volver sobre mi etnografía y sumar otra 
pregunta: ¿se dio/dieron, en los encuentros que describí aquí con mis interlocutorxs 
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nativxs, alguna/s forma/s de colaboración? En principio, parece fundamental 
reconocer que estas interacciones en las que me muestran lo que yo estoy 
interpretando mal e intentan orientarme, son ricas en teoría nativa. Es decir, en análisis 
que ponen en juego perspectivas, conceptos, ideas, en definitiva, conocimiento sobre 
lo que estoy investigando. 
En la conversación con Darío en la que me sentí como una estudiante evaluada, 
también estábamos intercambiando conceptos: yo le hablé de herencia, él de 
tradición. Se alegró de que, como etnógrafa, no buscara entender a lxs sociólogxs 
“como tribus urbanas” y esto, además de mostrar en parte cómo entienden estxs 
nativxs la etnografía y antropología, también supone la existencia de un espacio en el 
que es posible pensar conjuntamente sobre cómo conceptualizar ese campo que 
investigamos ellxs y yo. Ese pensar conjuntamente está atravesado por diferencias 
“de enfoque”, como me marcó Malena en sus comentarios a mi ponencia, pero 
también por ciertas jerarquías, entre investigadorxs nativxs y etnógrafa extranjera, 
entre investigadorxs formadxs y etnógrafa en formación. 
La experiencia etnográfica que me propuse describir y analizar aquí me ha llevado a 
pensar que las formas posibles de colaboración no suponen ni requieren siempre de 
acuerdos, coincidencias, iguales objetivos; sino que pueden crear espacios en los que 
etnógrafa e interlocutorxs conceptualizan, intercambian interpretaciones, información, 
preguntas, sosteniendo sus “divergencias epistemológicas”. 
 
Referencias bibliográficas 
 
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del licenciado en sociología en el medio profesional argentino. Primer Informe”. Buenos Aires, 
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-Fernández Berdaguer, Santos y Di Bello (2008) “Trayectorias educativas y laborales de los 
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2008, La Plata 
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(2010) Gino Germani. La sociedad en cuestión. Antología comentada. Buenos Aires: CLACSO 
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