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CRITICÓN, 58. 1993, pp. 25-34.
La literatura del didactismo
por Nieves BARANDA
(U.N.E.D., Madrid)
Durante los siglos de oro el empleo en la enseñanza de obras en romance estaba restringido casi
exclusivamente a las escuelas de primeras letras, ya que si bien sabemos que se usaban textos en
lengua vulgar para su traducción a las lenguas clásicas, éstos no constituían más que la excusa
imprescindible al ejercicio. El latín era la lengua de cultura, necesaria en los campos técnicos o de
humanidades e imperaba desde las escuelas de gramática hasta el último peldaño universitario y
más allá en los textos profesionales1.
Los primeros rudimentos, es decir, leer, escribir, cálculos aritméticos simples y la doctrina
cristiana, se adquirían por lo general en las escuelas de primeras letras. Así en casi todas las
cartillas que para ello se empleaban encontramos un abecedario, un silabario, extenso o abreviado,
y una síntesis catequética con el Padre Nuestro, Ave María, salve, credo, mandamientos, etc., unos
en romance y latín, otros solo en una de esas lenguas. Este contenido con muy pocas variaciones
aparece desde la que ordenó imprimir fray Hernando de Talavera a comienzos del XVI hasta la que
se autoriza como oficial en Valladolid en 1583, que se perpetuará a lo largo de dos siglos2. Contra
lo que pueda creerse esta falta de preocupación por la metodología didáctica que parecen mostrar las
cartillas en su conjunto no implica que no se hicieran esfuerzos por mejorar las técnicas
pedagógicas. Los autores expondrán sus teorías en tratados de educación -de príncipes o nobles en
su mayor parte-, en artes para enseñar a leer y en cartillas hechas por algunos maestros que
inclinan la balanza más hacia la lectura que hacia la doctrina cristiana. Algunos de ellos, Juan de la
1 Los estudios fundamentales sobre el tema son B. Bartolomé, Escuelas de gramática, en Diccionario de
historia eclesiástica de España, Madrid, CSIC, 1987. Suplemento I, pp. 285-300; L. de Cañigral, "Los
preceptores de latinidad: prosopografía de los dómines y desventura de un cuerpo docente", en Aspectos
y figuras del humanismo en Ciudad Real, Ciudad Real, Diputación, 1989, pp. 127-154; y R. Kagan,
Universidad y sociedad en la España moderna, Madrid, Tecnos, 1981.
2 Una descripción de esta primera cartilla se encontrará en F. J. Norton, A Descriptive Catalogue of
Printing in Spain and Portugal, 1501-1520, Cambridge, Cambridge University Press, 1978, n9 483,
358, 826; sobre la que se convierte en "oficial" vid. J. Molí, La cartilla et sa distribution au XVIIe siècle,
en De l'alphabétisation aux circuits du livre en Espagne XVIe-XIXe siècles, Paris, CNRS, 1987, pp.
311-332.
26 NIEVES BARANDA Criticón, 58, 1993
Cuesta, el doctor Busto, Miguel Sebastián o Juan Robles, llegarán a hacer descripciones
metodológicas y prácticas que demuestran una gran experiencia y sensibilidad docente. Sus quejas
sobre la escasez de materiales adecuados se oyen aquí y allá. Juan de Robles dice en torno a 1564
"Las cartillas que yo he visto más se ocupan de enseñar doctrina christiana que no a leer y en
algunas penas sabe el nifio las letras y pónenle a deletrear en el pater noster el qual está escrito
desta forma Pr nr q es in cel'..."3; y más tarde Miguel Sebastián en 1619 expone exactamente de lo
mismo: "Mas viendo luego que la cartilla con que aprendimos y todos enseñan está hecha sin arte y
aun contra toda arte y reglas de buena méthodo y razón (lo que es con insuperables muchissimas
difficultades)..."4.
Sin embargo, la única dificultad no era la falta de un método pedagógico adecuado en la
enseñanza de las primeras letras, sino también la escasez de materiales que para la práctica ofrecían
las mismas cartillas. Las oraciones incluidas en ellas podían servir aparentemente para enseñar a
leer, pero dado que el alumno en último extremo debía aprenderlas recitándolas de coro, es decir, de
memoria, como refleja el Buscón de Quevedo5, se corre el peligro que denuncia el doctor Busto,
porque si leen "por donde ellos saben de coro, como es por cartillas que tienen la oración dominica,
salutación angélica, símbolo de apóstoles, etc., porque assí como aquello es necessario saberse de
coro, assí, si lo saben ante de leer, començando por ello impide, que dize el mochacho y no
entiende, que ni sigue la razón de la letra sino su memoria"6. Esta laguna la salvaban algunas
cartillas incluyendo breves fragmentos de lectura, en prosa o en verso: los proverbios del sabio
Salomón, el castigo y exemplos de Catón y una octava aconsejando la devoción a la Virgen en la
de Valladolid: Bernardino de Santo Domingo, c. 1583-84; en otra sin datos, que incluye la doctrina
cristiana que se canta "amados hermanos" está también el "Castigo y dotrina que dio un sabio a su
hijo, el qual deve dar el maestro a sus discípulos"7; y Pedro Simón Abril, como corresponde a su
formación, prefiere "Algunos apoftegmas o dichos memorables de Reyes, Príncipes i otras
3 Canilla menor para enseñar a leer en romance, especialmente a personas de entendimiento en letra
llana, Alcalá, Andrés Ángulo, s.a. (pero 1564), h. 23r.-v.; su reflexión se amplía, porque estas
deficiencias repercuten inmediatamente en la enseñanza de la gramática: "Veo que por falta no de
maestros, sino de arte, de veynte que vienen a estudiar gramática apenas uno sabe bien leer ni aun
razonablemente..." h. 23v.-24r.
4 Ortographía y orthologia, Zaragoza, Juan Larrumbe, 1619, h. 4v., texto recogido por el Conde de la
Vinaza, Biblioteca histórica de la filología castellana, Madrid, Imp. M. Tello, 1893 (=Madrid, Atlas,
1978), t. H, col. 1201. La impotancia de su Cartilla maestra con la qual puede el discípulo de si mismo
ser maestro, Zaragoza, Pedro Larumbe, 1618, que incluye tablas con las sílabas y algunas oraciones en
romance y latín, queda puesta de relieve en la Ortographía, un equivalente de lo que hoy sena el "libro del
profesor", por la multitud de detalladas explicaciones metodológicas.
5 En el capítulo I, 2 (manejo la ed. de P. Jauralde, Madrid, Castalia, 1990, p. 81 y ss.) se observa cómo
una vez tomada la decisión de asistir a la escuela "A otro día ya estaba comprada la cartilla y hablado el
maestro", p. 81; y que en la escuela el método didáctico era el de la repetición "mandándome el día
siguiente decir, como solía, las oraciones a los otros...", p.84, que también recomienda, entre otros,
Miguel Sebastián: "Conviene leer mucho, mas no muchas cosas, luego muchas vezes una cosa misma,
una cosa sola...", Ortographía, ob. cit., f. lr.-v.
6 Arte para aprender a leer y escrevir perfectamente en romance y latín, s.L, s.L, s.a., [pero c. 1532], h.
lOv. También Juan de la Cuesta incide sobre la necesidad de variar los materiales para la lectura: "tome un
libro que el [maestro] terna aparte en letra de molde en que los dichos niños no ayan leído, porque no
digan 'en el libro de mi aldea...', y haga leer cada uno por sí muy reposadamente". Libro y tratado para
enseñar a leer y escrivir brevemente..., Alcalá, Juan Gracián, 1589, f. 62 v.
7 Se conserva en la Staatsbibliothek de Munich, signt. 4a P.O. hisp. 32(2).
LA LITERATURA DEL DIDACnSMO 27
personas.... colejidos de los muchos que recopiló Plutarco"*. Más elaboradas son la de Juan de
Robles, ya citada, que incluye consejos al maestro para el desarrollo pedagógico del método, una
explicación de cada una de las letras, las silabas con palabras para ejemplo, el modo de leer y una
glosa de cada mandamiento en forma de salmodia o en prosa; y la Cartilla y arte breve y bien
compendiosos para enseñar a deletrear..., (s.i., s.l., 1542), que tras cada grupo de sílabas ofrece
fragmentos para la lectura con consejos piadosos, máximas y enseñanzas religiosas o también
poesías devotas con abundancia de casos de la sílaba tratada.
Desde la primera cartilla hasta la escuela de gramática quedaba un largo camino que nos obliga a
preguntarnos qué otras obras se empleaban en la enseñanza. La respuesta no puede ser concisa si
tenemos en cuenta por un lado que los pocos registros que sobre lasescuelas conservamos se
refieren a sus aspectos de funcionamiento material y apenas a los pedagógicos9, pero que, aun
siendo la principal, las escuelas no eran la única vía para enseñar las primeras letras a los niños.
Esta etapa de enseñanza la podían cubrir los padres, y la madre en particular10; en las familias de
más alto poder adquisitivo, un preceptor; y en ciertos casos el artesano que contrataba a un
aprendiz11. Tampoco el hecho de que se aprendiera en la escuela asegura la uniformidad, porque no
tenía el mismo fin el maestro de un colegio de doctrinos12, que el que enseñaba a las novicias: "A
8 Instrución para enseñar a los niños fácilmente el leer y el escrivir i las cosas que en aquella edad les está
bien aprender, Zaragoza, vda. de Juan Esarrilla, 1590, la cita en h. 12 r.
9 Conozco los siguientes trabajos sobre el tema, todos ellos dedicados a los aspectos materiales B.
Bartolomé, La escuela de niños pobres fundada en Burgo de Osma por el arcediano D. Luis González de
Medina, en Celtiberia, 51, 1976, pp. 109-118; R. Kagan, "Enseñanza de las primeras letras" en
Universidad y sociedad, ob. cit., pp. 47-73; F. J. Lorenzo Pinar, La educación en Toro en el siglo XVI:
las primeras letras y el estudio de gramática, en Historia de la educación, 7, 1988, pp. 107-121;
F. J. Laspalas Pérez, Aspectos socio-económicos de la enseñanza de primeras letras en Pamplona
(1551-1650), en Historia de la educación, 8, 1989, pp. 181-197; y el último de A. Viñao Frago,
Alfabetización, lectura y escritura en el Antiguo Régimen (siglos XVI-XVIII), en Leer y escribir en
España. Doscientos años de alfabetización, A. Escolano, dir., Madrid, Fundación Germán Sánchez
Ruipérez. 1992, pp. 45-68.
10 Por supuesto no todos los padres estaban capacitadas para hacerlo, pero ese papel se les propone como
un ideal, por ejemplo, Francisco de Osuna: "y todo [doctrina cristiana] se lo avían de mostrar su padre y
su madre dándole cada noche lición con plática dulce después de cenar tras el fuego y mientra se duerme el
niño en la cama y no sólo la doctrina christíana se puede enseñar desta manera, mas aún a leer...", Norte
de los estados. Burgos, Juan de Junta, 1541, f. 90r.-v.; o Miguel Sebastián: "y mi señora doña
Magdalena Iusta de Copons con la ayuda de aquesta artezilla podrá por sí mesma a los [hijos] que espera
darles assí la buena leche de las primeras letras como la de su sangre muy generosa", Ortographía y
orthologta, Zaragoza, Juan de Larrumbe, 1619, h. 3v.; vid. J. Várela, Modos de educación, ob. cit.,
pp. 201-13. Vid. asimismo lo que dice Dorotea de su educación en Pedro Lujan, Coloquios
matrimoniales, ed. de A. Rallo, Madrid, Real Academia Española, 1990, p. 208.
11 Registra S. T. Nalle, Literacy and Culture in Early Modem Castile, Past and Présent, 125 (1989), pp.
65-95, p.73 en Cuenca entre 1540 y 1661, una mayoría de alfabetos que había aprendido a leer en la
escuela o con un maestro, frente a solo el 14% con un párroco o sacristán, y el 16% con un familiar o
amigo. Sin embargo, encuentro un contrato en C. Pérez Pastor, Noticias y documentos relativos a la
historia y literatura españolas, Madrid, Memorias de la Real Academia Española, 1926, t. IV, pp.
313-14, de 1605 entre un aprendiz y un impresor en que este se compromete a enseñarle a leer, escribir y
contar.
1 2 Hace falta un estudio sobre los colegios de doctrinos, que tantas fundaciones tuvieron, puede
consultarse H. Sancho de Sopranis, Establecimientos docentes de Jerez de la Frontera en la primera mitad
del siglo XVI, Jerez, Centro de Estudios Históricos Jerezanos, 1959, pp. 54-95; y G. Mora del Pozo, El
colegio de doctrinos y la enseñanza de primeras letras en Toledo. Siglos XVI a XIX, Toledo, Instituto
Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1984.
28 NIEVES BARANDA Criticón, 58, 1993
las monjas novicias la maestra o a las devotas de serlo los suyos, después de bien sabida la cartilla,
podrán exercitarlas en leer los psalmos que tengan accentos bien puestos y señalados"13; y los
materiales habían de ser distintos. Así pues, basándome en fuentes literarias de los siglos XVI y
XVII, con este trabajo pretendo cubrir una parcela apenas desbrozada, a caballo entre los intereses
de la historia literaria, sociológica y educativa, buscando apuntar algunos de los textos que
probablemente se empleaban en la enseñanza de las primeras letras, qué se consideraba adecuado o
qué se rechazaba para la infancia, y qué características compartían.
La información sobre las obras para la enseñanza de las primeras letras la extraemos bien de las
alusiones de los autores a su propio proceso de formación o al de sus personajes; bien de los textos
que se presentan a sí mismos como adecuados para este cometido; bien de las reprimendas o
recomendaciones que se hacen en los espejos de príncipes, los tratados sobre los estados y los
métodos de enseñanza; y en último extremo, pero con muchas precauciones, podrían servir también
las dedicatorias que se puedan hacer a niños, que indicarían que el autor considera su obra una
lectura aconsejable o atractiva para la infancia.
Son más abundantes de lo que se podría creer las obras que de algún modo explicitan estar
escritas para uso infantil, en la escuela o fuera. En ellas los contenidos son de dos tipos, o bien
religioso, con la doctrina cristiana sea en la forma que sea; o bien moral, con consejos para la
actuación y el comportamiento en la vida; dándose el caso también de que se unan ambas
enseñanzas en un mismo texto. Así ocurre en la obra más arcaica, el Espejo de doctrina de Pedro de
Veragüe, que presenta primero un catecismo en verso para niños ("No hablando con letrados/
frayles monjas & perlados/ de quien somos informados en la ley.// Esto pensé ordenar/ para el niño
aministrar/ ques muy malo despulgar/ el camarrón"14), seguido de los "trabajos mundanales", es
decir, consejos para el desenvolvimiento en la vida práctica, relaciones humanas, cuestiones
económicas, de urbanidad, etc.. A la obra medieval, no se le ha hecho ningún cambio y la única
novedad es que el editor, no contento con el contenido doctrinal original, añade al final el credo,
mandamientos, virtudes, Padre Nuestro, y varias oraciones más, lo que no es sino repetir los
contenidos anteriores esta vez en su forma canónica. Consejos para los que Veragüe llama "trabajos
mundanales" son también Los dichos o sentencias de los siete sabios de Grecia en metros de
bachiller Hernán López de Yanguas15, donde bajo el nombre de cada sabio (Bías, Periandro, Pitaco,
etc.) se recopilan una serie de máximas aplicables a todos los órdenes de la vida y dirigidas desde la
portada misma a los niños: "Estos bocadillos de oro/ me plugo escrevir en temos/ porque los niños
más tiernos/ los puedan saber de coro". No son otra cosa los Castigos y exemplos de Catón, que
13 En Miguel Sebastián, Ortographia y orthología, ob. cit., f. 67 r. Sin embargo, en la Instrucción de
novicios descalcos de la Virgen María del monte Carmelo, Madrid, Alonso Gómez, 1591, y en José
Sigüenza, Instrucción de maestros y escuela de novicios, arte de perfección religiosa y monástica,
Madrid, Benito Cano, 17932 (pero escrito c. 1580), se da por hecho que el novicio cuando entraba en la
orden ya sabía leer y escribir y en particular el segundo lo pone como requisito imprescindible para
admitirlo (pp. 143-44).
14 Aquí comiença este tratado llamado espejo de dotrina... Nuevamente impreso, Sevilla, Juan Várela, c.
1520, vid. A. Rodríguez-Moñino, Diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos (siglo XVI),
Madrid, Castalia, 1970, n8 633 (en adelante citado Diccionario); y el Suplemento de A. L.-F. Askins y V.
Infantes, Madrid, Castalia, en prensa. La obra de Veragüe tiene estudio y edición de R. A. del Piero, Dos
escritores de la Baja Edad Media castellana (Pedro de Veragüe y el Arcipreste de Talavera, cronista real),
Madrid, Anejos BRAE, 1970, pp. 6-79.
15 Medina del Campo, Pedro Castro, 1543, Diccionario, n° 302 y otras ediciones nss 303, 304.
LA LITERATURA DEL DIDACTISMO 29
conocieron múltiplesediciones en el siglo XVI e incluso alguna en el siguiente16, también en
verso y con un contenido doctrinal pedagógico aparentemente muy similar a las anteriores, aunque
nos falta un estudio que las analice todas pormenorizadamente.
El otro gran grupo de obras que declara estar dedicado a los niños es el de contenidos devotos.
No me refiero sólo a los que podríamos denominar catecismos, pues incluyen la doctrina cristiana,
por mucho que lo hagan bajo ropajes literarios, sino a toda esa caterva de textos que buscan
desterrar los malos cantares o sustituirlos. Desde luego que esta pretensión de crear una poesía
religiosa que sustituyera a la profana no se aplicaba sólo al mundo infantil, pero los comentarios
sobre la perniciosidad de coplas y cantares profanos en la mente tierna de los niflos se remontan
incluso a Erasmo17. Para contrarrestarlos algunos escribieron textos de uso inmediato y particular
para emplearlos en su ámbito pedagógico, por ejemplo, fray Hernando de Contreras, fundador del
primer colegio de niños en Sevilla, que "compuso muchas cosas devotas que cantaban los niños"18.
Pero pronto se pasaron también a la imprenta, con lo que su uso se pudo generalizar. Andrés
Flórez explica en la Doctrina christiana del ermitaño y el niño, haberla hecho "en coplas con su
tono puntado, porque los niños lo encomienden y retengan más en la memoria con dulce
composición de verso y canto, y para que olviden muchos malos cantares que usan"19; Gregorio
Pesquera escribe una Doctrina christiana cuya tercera parte contiene "muchas cosas y cantares
devotos para se holgar y cantar los niños"20. Y el mismo propósito anima a Juan López de Ubeda
1 6 Hay enumeración y estudio de las ediciones en A. Pérez Gómez, "Versiones castellanas del
pseudo-Catón. Noticias bibliográficas", en Gonzalo García de Santa María, El Catón en latín y en
romance (1493-94), Valencia, "...la fonte que mana y corre...", 1964 (Incunables poéticos castellanos,
IX), donde también se recoge una transcripción. No sé si es ésta la obra que con el paso del tiempo dará
nombre a un género escolar, los catones. Me parece más probable que el origen de tal denominación sean
los libros de texto en verso que servían para el aprendizaje del latín, y lo creo así por la cadena
ininterrumpida de ediciones que tuvieron (vid. A. Palau, Manual del librero hispanoamericano,
Barcelona, A. Palau/The Dolphin Book, 1948-87, t. III, pp. 339-341). Esto no implica que la obra que
aquí tratamos no se empleara en la enseñanza, como parece demostrar el que uno de los impresos
conservados (León, Juan de León, 1533) tenga en portada el grabado de una escuela, habitual en las
cartillas; y que otro (Lisboa, Germán Galhar, 1521) presente a un maestro rodeado de sus discípulos.
17 "Vayan, vayan muy lexos de las orejas de los niños todas essas coplillas vanas y otros cantarcicos de
amores que los christianos en casa y por la calle suelen cantar, más suzios y desonestos que los que entre
la gente más perdida de los gentiles jamás se cantaron", El enquiridión o manual del caballero cristiano,
ed. de D. Alonso, prólogo de M. Bataillon, Madrid, C.S.I.C., 1971, p. 294. Para los contrafacta
poéticos vid. W. Wardropper, Historia de la poesía lírica a lo divino en la cristiandad occidental, Madrid,
Revista de Occidente, 1958.
18 Noticia recogida en el Floreto de anécdotas y noticias diversas que recopiló un fraile dominico
residente en Sevilla a mediados del siglo XVI, éd. de F. J. Sánchez Cantón, Madrid, 1948, Memorial
Histórico Español, t. 48, pp. 172-73, que la sitúa antes de 1538.
19 Valladolid, Sebastián Martínez, 1552, h. 4v.; en el título se declara que la obra, por mandato del
arzobispo de Toledo, debe usarse en las iglesias de su archidiócesis. Se trata de un conjunto de textos muy
curiosos: un diálogo entre el ermitaño y el niño con las enseñanzas de la doctrina cristiana, seguida de la
misma doctrina en coplas y de lo que cada día ha de hacer el cristiano, y a continuación un "arte para leer
y escrivir" en romance "Y estas tres partezicas es dotrina de niños. Después se pone para los grandes
sabios y leydos summas de toda la sagrada escriptura y de papas y emperadores", h. 4 v. ¿Quién era el
potencial comprador de esta obra miscelánea?
2 0 El título completo es Doctrina christiana y espejo de bien vivir, dividido en tres partes. La primera es
un diálogo o coloquio entre dos niños con muchas cosas de la fe provechosas y la doctrina declarada y
luego la llana. En la segunda se contienen muchas obras breves de buena y sana doctrina. En la tercera
tiene muchas cosas y cantares devotos para se holgar y cantar los niños, Valladolid, Sebastián Martínez,
30 NIEVES BARANDA Criticón, 58, 1993
en su Cancionero de la doctrina cristiana, si bien no restringiéndose a los niños21. Esta práctica
debió gustar y pasa hacia finales del siglo XVI a pliegos sueltos. En 1571 publica Claudes Bomat
un pliego en el que se contiene una canción por memoria de la gran victoria que nuestro señor fue
servido dar a los Christianos por intercession de la Virgen martyr Santa Eulalia patrona de
Barcelona, para que los niños canten al tono de una que cantan los presos de la cárcel que comiença
O rey despañd12. Para el siglo siguiente, y a falta de una catalogación más amplia, sabemos de
unos cuantos más, de lo que se deduce que la práctica de imprimir canciones devotas para los niños
se extendió: Tres poesías devotas compuestas por el licenciado Pedro de Ortega, que incluye en
último lugar un Villancico a la sagrada passion de Christo Señor nuestro acomodado para cantar
los niños en las escuelas2*; Diálogo en verso, por preguntas y respuestas, en que se declaran los
mas principales misterios de nuestra santa fe. Y mucha variedad de coplas devotas para los niños, a
diferentes assuntos y desengaños para aborrecimiento del pecado y aprecio de la virtud y destierro de
malos cantares™; Destierro de los malos cantares con que N. Señor se ofende. Y para que entren los
niños en las calles y escuelas dexando los del mundo por los de Dios. Por el padre Francisco de
Soto de la Compañía de Jesús75. Algún otro dato externo confirma el empleo entre pedagógico,
catequético y propagandístico de estos pliegos, pensados para ser difundidos en las escuelas, como
demuestra el que en 1615 se hicieron en Sevilla unas coplas sobre la inmaculada concepción de la
Virgen en Sevilla que cantaban todos y que se repartieron impresas a los maestros de escuelas para
que se las enseñaran a los niños26.
La enseñanza se basaba principalmente en la memorización, de ahí que los mecanismos que
ayudaran en este proceso se debían tener muy en cuenta. Dos fueron los que gozaron de un
reconocimiento y difusión diríamos que casi total. Primeramente el verso, que nos recuerda aquí V.
Infantes cómo se valoraba; y en segundo lugar, el diálogo, que al fragmentar la materia y ofrecer la
pregunta como pie sobre el que recordar la respuesta facilitaba una asimilación ordenada y rápida.
Su utilidad hizo que muy pronto fuera la fórmula preferida en los catecismos, que encontraban
lejanos y prestigiosos antecedentes: "...fue muy a propósito que fuesse en forma de diálogo este
catechismo, pues es la más clara y distincta manera de enseñar quando hay preguntas del discípulo
y respuestas del maestro, como lo observaron muchos de los antiguos y modernos, así sanctos
1554, hoy por desgracia no conservada, contando sólo con la descripción hecha por R. Blanco,
Bibliografía pedagógica de las obras escritas en castellano o traducidas a este idioma, Madrid, Impta. de
la Revista de Archivos, 1908-12, t. IV, p. 734 y recogida entre otros por A. Palau, Manual, ob. cit., t.
Xin, 1961, ns 224024.
21 Vid. la edición de A. Rodríguez-Moñino, Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1962-64, 2 ts. t.
I, p. 15, la cita en uno de los prólogos.
2 2 Diccionario, nfi 548; pliego hoy no accesible.
2 3 Sevilla, Alonso Rodríguez Gámarra, 1621; sigo a M* C. García de Enterría, Catálogo de los pliegos
poéticos españoles del siglo XVI en el British Muséum de Londres, Pisa,Giardini, 1977, ns CXXH. No
son demasiados los que por el momento se pueden reunir, pero espero que gracias al proyecto que para la
catalogación de los pliegos poéticos del siglo XVII dirige la misma profesora García de Enterría se llegue
a completar un panorama actualmente muy fragmentario. A la misma María Cruz quiero agradecer que me
prestara sus copias de estos impresos.
24 Madrid, Andrés García de la Iglesia, 1659; M* C. García de Enterría, Catálogo, ob. cit., CLK.
2 5 Madrid, María de Quiñones, 1661; M* C. García de Enterría, Catálogo, ob. cit., CLX.
2 6 Vid. J. Alonso Morgado, Prelados sevillanos o episcopologio de la santa iglesia metropolitana y
patriarcal de Sevilla, Sevilla, tip. Agapito López, 1904, pp. 194-95; noticia que debo a J. P. Etienvre en
su edición de Rodrigo Caro.
LA LITERATURA DEL DIDACTISMO 31
como doctores, guardando esta misma forma, enseñando verdades o confutando mentiras"27. Pero
junto a esa formulación, que alcanzó enseguida su estereotipo en el "Dime, niflo, ¿eres cristiano?",
siguieron existiendo otras que mantenían una cierta caracterización en los personajes, que solían ser
niños, padres y niños, maestros y niños o el anteriormente mencionado ermitaño y niño,
naturalmente en busca de una identificación con el receptor que recibe las enseñanzas. Por ejemplo
son entre niños los dos Coloquios recogidos en el Cancionero general de la doctrina cristiana de
Juan López de Ubeda, que "va por preguntas y respuestas entre dos niños, para que mejor se
entienda y se aperciba en la memoria"28; y el de Juan de Rojas, impreso exento, Coloquio entre dos
niños que van a la escuela, donde ay maravillosas preguntas y respuestas acerca de la fe y de como
se deve oir Missa...29. Esta organización del material trascendió lo catequético y lo devoto para
alcanzar a otras materias en las obras de Damián de Larredonda, Ortographía castellana y
pronunciaciones del ABC en verso, a modo de diálogo entre dos niños de la escuela^ y Felipe de
Zavala, Introducían nueva del arte de escrivir, breve y compendiosa en vía de diálogo por sus
difiniciones entre el maestro y el dicípulo [sic], que incluye al final un gracioso "ABC para saber
bien escrivir y presto", en verso31.
Pero aparte de lo que digan los textos mismos, existen también las referencias indirectas,
divididas entre las pocas fiables del "deben leer..." y las más seguras del "no deben...". Las
primeras aplican a los niños iguales principios que a los restantes estados de la época, condenando
las ficciones y recomendando "libros de devoción o libros de historias verdaderas y de vidas de
santos y que leyessen en latín los Psalmos y las otras cosas de provecho para quando fuessen
mayores"32; aunque siempre hay quien admita que los nobles lean "algún libro en romance de
ystoria o poesía y aún de cavallerias que aunque parezcan muy profanas a los cavalleros les está
vien para que les levante los ánimos a cosas grandes y hechos heroycos"33. En lo que están de
27 San Juan Ribera, Catechismo para instrucción de los nuevamente convertidos de moros. Valencia,
Pedro Patricio Mey, 1599, h. 3r.; esta obra no está dirigida exclusivamente a los niños, pero sí la de
Constantino Ponce de la Fuente, que declara: "Porque nuestra intención principalmente fue aprovechar
con esta Doctrina a los mozos de la primera edad y a los que han de tener o tienen cargo de enseñarlos y
así la escribimos por manera de coloquio" Suma de doctrina cristiana, apud J. Ferreras, Les dialogues
espagnols du XVI' siècle ou l'expression littéraire d'une nouvelle conscience, Paris, Didier, 1985, t. II,
p. 579. Sobre el empleo de la forma dialogada en la didáctica de la doctrina cristiana vid. J. Gómez, El
diálogo en el Renacimiento español, Madrid, Cátedra, 1988, pp. 178-181.
28 Coloquio y exercicio muy útil y provechoso de lo que han de hazer y entender los niños, y cómo se han
de regir y governar después que vienen a uso de discreción, para que vayan encaminados en el servicio de
Dios nuestro señor. Va por preguntas y respuestas entre dos niños para que mejor se entienda y se
aperciba en la memoria y Coloquio segundo, en el qual se trata por demandas y respuestas entre dos niños
quántas cosas ha de tener el christiano para ir al cielo y se salvar y cómo se guardará de no offender a
Dios, y para qué ordenó Dios los estados, ed. de A. Rodríguez-Moñino, ob. cit., t. U, pp. 194-205, la
cita en p. 194.
2 ' Madrid, María de Quiñones, 1642; vid. W C. García de Enterría, Catálogo, ob. cit., CLXIII.
30 Mss 9071 de la Biblioteca Nacional de Madrid, ya preparado para la imprenta y en el que hay una
licencia manuscrita de 1640; su cita y resumen aparece recogida por el Conde de la Vinaza, ob. cit., Il, n2
572.
31 Madrid, María de Quiñones, 1634, la cita en h. 4 v.
3 2 Pedro López de Montoya, Libro de la buena educación y enseñanca de los nobles, Madrid, vda. de
P. Madrigal, s.a., pero 1595; hay edición moderna y estudio de E. Hernández Rodríguez, Las ideas
pedagógicas del doctor Pedro López de Montoya, Madrid, C.S.I.C, 1947, la cita en p. 391.
33 Así opina el anónimo autor de una carta manuscrita en la que explica lo que él haría si fuera ayo de un
noble, B.N.M. Ms. 1295118. Parecida afirmación hace Gaspar de Texeda, Memorial de criança y vanquete
32 NIEVES BARANDA Criticón, 58, 1993
acuerdo muchos autores (Erasmo, Vives, Francisco de Osuna, Francisco de Monzón34) es en
recomendar las fábulas de Esopo y, si lo que dice un personaje de Diego de Hermosilla en el
Diálogo de la vida de los pajes de palacio es cierto, no era sólo una teoría: "Acuerdóme que quando
niño, andando a la escuela, ley una fábula en las de Aesopo que, aunque atinando, creo os la diré"35.
Su valor estriba en que unen lo narrativo a la enseñanza y así, aunque el niño en su primera edad
sólo perciba lo externo, con el tiempo llegará a entenderlo en su totalidad y captar la moraleja.
De quedarnos aquí, parecería que la ficción literaria y la poesía profana eran sólo consumidas por
los adultos, mientras que los niños en su etapa escolar estaban condenados al tedio de lo
estrictamente educativo. Pero no todo fue tan árido en las escuelas como nos hacen suponer los
teóricos. No se trata de un fenómeno que surgiera con el impreso, ya antes oímos a un anónimo
traductor de De dictis factisque memorabais de Valerio Máximo recomendando su obra "otrosí a los
mocos, que así commo agora aprenden a leer en romances, de los quales remanece poco provecho,
aprendan en aqueste, de que non puede ser que no retengan muy notables cosas"36. La imprenta si
acaso facilitó el acceso a estas obras al incrementar su disponibilidad y número, pero no fue quien
modificó los hábitos. El vacío de materiales en la progresión de la práctica de la lectura que antes
señalaba prolongará el uso de obras de cordel al menos hasta bien entrado el siglo XVIII37 no sin
las inevitables quejas: "Y paréceme muy bien lo que se acostumbra entre nosotros, que es dar a los
niños lo primero la cartilla de la dotrina christiana, pero no puedo dexar de reprehender que tras este
libro de tan grandes verdades sucedan otros de impertinencias y de mentiras"38. Ya Menéndez Pidal
y Rodríguez-Moñino recogieron abundantes citas donde se censuraba el uso de ciertas obras en las
escuelas39. De ellas y alguna más se puede deducir que salvo el Amadís y el Tristán, citados por el
doctor Busto40, las obras que mencionan son ampliamente conocidas y pertenecen a lo que hoy
virtuoso para criar hijos de grandes y otras cosas, Zaragoza, 1548 [ed. de ¿J. M. Sánchez?], en Revue
Hispanique, XXIII, 1910, pp. 477-533, vid. pp. 490 y 494-95. Sobre la lectura de libros de caballerías
las palabras más actualizadas e interesantes son las de S. T. Nalle, Literacy, art. cit., pp. 87-89.
3 4 Cito las referencias brevemente: Erasmo, De cómo los niños han de ser precozmente iniciados en la
piedad y en las buenas letras, en Obras escogidas, trad. de L. Riber, Madrid, Aguilar, 1964, pp. 917-962,
p. 953; J. L. Vives, Tratado de la enseñanza, ed. de J. M. Villalpando, México, Porrúa, 19845, p. 114;F. de Osuna, 'Norte de los estados. Burgos, Juan de Junta, 1541, f. 88v.; F. de Monzón, Libro primero
del espejo del príncipe ckristiano, Lisboa, Luis Rodríguez, 1544, f. 32r.
3 5 Cito por la ed. de D. Mackenzie, Valladolid, imp. vda. de Montero, 1916, p.125.
36 Se trata de un texto del siglo XV, ms. 9312 de la Biblioteca Nacional de Madrid, que cito apud A.
Gómez Moreno, en C. Alvar y A. Gómez Moreno, La poesía épica y de clerecía medievales, Madrid,
Taurus, 1988, p. 136.
3 7 Recoge varias citas R. Menéndez Pidal, Romancero hispánico, Madrid, Espasa-Calpe, 19682, p. 246,
249; y F. López, Notes sur le fonds anden des récits en prose dans la "literatura de cordel", en Les
productions populaires en Espagne 1850-1920, Paris, CNRS, 1986, pp. 9-23, en p. 19.
38 Pedro López de Montoya, Libro de la buena educación, ed. cit., p. 390.
39 R. Menéndez Pidal, Romancero, ob. cit., t. H, pp. 185-86, 189-92, 246-49; y A. Rodríguez-Moñino,
Diccionario, pp. 20-21.
4 0 "Ni tampoco leerá por libros de vanidades, como el commun haze, Amadís, Don Tristán, etcétera, sino
por libros que cuenten historia verdadera o tengan buena doctrina para las costumbres", ob. cit., h. 10v.
Un comentario similar se hace en las constituciones sinodales del arzobispado de Granada en 1572,
recomendando que los maestros no permitan a sus alumnos "leer ni estudiar libros deshonestos, profanos
o e caballerías, que son la gran destrucción de las costumbres", apud L. Gil Fernández, Panorama social
del humanismo español (1500-1800), Madrid, Alhambra, 1981, p. 651. Es la única cita de obras
extensas que he encontrado, quizá se deba a que su experiencia como maestro es con los pajes de su
majestad y no como un maestro cualquiera o bien a que se trate de romances, por ejemplo, Diccionario, n9
505-509, 675, 700-702, 882-83, 990, 1003.
LA. LITERATURA DEL DIDACnSMO 33
conocemos como literatura de cordel, con una extensión breve, entre cuatro y ocho hojas para los
versos y unas treinta hojas para los relatos en prosa.
Los títulos de las obras en prosa aparecen mencionados por los impresores en una petición
hecha en 1560 a Felipe II, "porque ay algunos libros de ommes buenos en que leen niños, como
Sid Rui Días y Infante don Pedro y Abad don Juan y otros semejantes"41. ¿Qué se esconde bajo el
otros semejantes? Un repaso al resto de novelitas de cordel nos ofrece textos como la Crónica del
emperador Carlomagno o la versión abreviada de la Crónica de Fernán González,'es decir, obras
aparentemente históricas. Junto a ellas tienen los impresores un olvido -yo diría que voluntario- al
no citar títulos como la Historia de la linda Magalona, la de Flores y Blancaflor o la de Clamades y
Clarmonda, que remiten a aventuras amorosas, es decir, a contenidos moralmente no tan
autorizados para la enseñanza de la lectura; aunque para no pecar de mal pensados, también recordaré
que esta lista quizá podría haber ofrecido algún breve relato hagiografía), por ejemplo, el de la Vida
de San Alejo o el de la Vida de San Amaro42.
Las citas a obras en verso son mucho más abundantes y variadas. Aunque los primeros en
nuestra lista por número de menciones serían los romances del Marqués de Mantua, de los que
hablan Cervantes, Mateo Alemán, Rodrigo Caro y Lope de Vega; otros son menos precisos,
González de la Torre en su Diálogo llamado nuncio Legato mortal se refiere a "que los que tuvieren
hijos pequeños y los embían al escuela, que como les hazen aprender a leer en los tales ya dichos
romances y disparates, los hagan mostrar en esta obrezilla..."43; Correas habla de "coplas
fabulosas"; de "deshonestas" las califica un informe del ayuntamiento de Toledo; la licencia al
Cancionero de López de Ubeda de "cantares amatorios"44; Francisco de Thámara ofrece los versos de
su obra frente a los utilizados "torpes y feos y de mala doctrina, assí como en coplillas y romances
de poco fructo"45; y más preciso Rodrigo Caro nos dice: "Tal es el testamento de Grunio Cocorota
Porcelo, que lo cantaban los muchachos en la escuela con mucha fiesta y risadas, como ahora el
testamento de la zorra o del gallo"46. Aparentemente los enseñantes hacían un amplio uso de toda
4 1 Inquisición, leg. 4442, 40, A.H.N., fechado en Toledo 1560. Su mención está recogida por A. Paz y
Mélia, Papeles de Inquisición, Madrid, Archivo Histórico Nacional, 1947, n2 19; y R. Menéndez Pidal,
Historia y epopeya, Madrid, Centro de Estudios Históriscos, 1934, p. 152. El texto se refiere sin duda a
la crónica abreviada del Cid, al Libro del infante don Pedro de Portugal (vid. un estudio sobre el género y
una sucinta bibliografía en V. Infantes, "La narración caballeresca breve" y N. Baranda, "Compendio
bibliográfico sobre la narrativa caballeresca breve" en Evolución narrativa e ideológica de la literatura
caballeresca, ed. por M* Eugenia Lacarra, Bilbao, Universidad del País Vasco, 1991, pp. 165-181 y
183-191, respectivamente) y a la Historia del abad don Juan de Montemayor, del que Palau recoge
ediciones desde 1506 hasta 1693 (A. Palau, Manual, ob. cit., t. I, 1948, n9 227-280).
42 De ambas hay edición y estudio de C. A. Vega, la primera en Hagiografía y literatura, Madrid, El
Crotalón, 1987; y la segunda en Salamanca, Universidad, 1991.
4 3 Madrid, Francisco Sánchez, 1570, h. 8 r.
4 4 Véanse Gonzalo Correas, Arte kastellana (1627), ed. de M. Taboada Gil, Santiago de Compostela,
Universidad, 1984, p. 89; Informe que dio al ayuntamiento de Toledo una comisión nombrada por él...
sobre la necesidad de poner escuelas de primeras letras en Almacén de frutos literarios o semanario de
obras inéditas, Madrid, impta. de Repullés, 1818, t. IV, pp. 218-225, pp. 222-23, y luego recogido por
J. Zarco Cuevas, Relaciones de pueblos del obispado de Cuenca, Cuenca, Diputación Provincial, 1983^
(1§ ed. 1916), pp. 105-109; J. López de Ubeda, Cancionero, ed. cit., 1.1, p. 174.
45 Suma y erudición de gramática en metro catellano, Amberes, Martín Nució, 1550, apud Conde de la
Vinaza, ob. cit., t. I, p. 462.
46 Oías geniales o lúdicros, ed. de J. P. Etienvre, Madrid, Espasa-Calpe, 1978, t. Il, pp. 237-38; sobre
estas obras vid. P. García de Diego, El testamento en la tradición, en Revista de Dialectología y
Tradiciones Populares, IX, 1953, pp. 601-666; y X, 1954, pp. 400-471.
34 NIEVES BARANDA Criticón, 58,1993
la poesía de cordel, sin importarles un ardite críticas de tratadistas, teólogos y demás parientes. Por
lo tanto, no nos extraña que algunos de ellos, preocupados por la situación, buscaran cambiarla
ofreciendo en el mismo formato, el pliego suelto, un contenido asimilable pero totalmente
distinto, el de las coplas devotas para cantar en las escuelas.
Como en otras facetas ampliamente comentadas de la realidad del Siglo de Oro en la enseñanza
de las primeras letras una cosa eran las leyes y deseos teóricos y otra muy distinta la realidad
cotidiana. Entre ambas he procurado que se deslizara este trabajo, que más que resolver propone,
porque no pretende tanto despejar las dudas como suscitar cuestiones que merecerían mucha más
atención y conocimientos.
	CampoTexto: CRITICÓN. Núm. 58 (1993). Nieves BARANDA. La literatura del didactismo