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ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES: EL SACERDOCIO EN LA ANTIGÜEDAD ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES: EL SACERDOCIO EN LA ANTIGÜEDAD JOSé LuIS ESCACENA CARRASCO EDuARDO FERRER ALBELDA (Editores) SPAL MONOGRAFÍAS VII Sevilla 2006 Monografía Revista Spal Núm.: VII Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o trasmitirse por ningún procedi- miento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, graba- ción magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito del Secretariado de Publicaciones de la universidad de Sevilla. © SECRETARIADO DE PuBLICACIONES DE LA uNIVERSIDAD DE SEVILLA, 2006 Porvenir, 27 - 41013 Sevilla. Tlfs.: 954 487 446; 954 487 451; Fax: 954 487 443 Correo electrónico: secpub2@us.es http://www.us.es/publius/inicio.html © JOSé LuIS ESCACENA CARRASCO / EDuARDO FERRER ALBELDA (editores), 2006 Impreso en España-Printed in Spain I.S.B.N.: 84-472-1026-X Depósito Legal: SE-1.623-2006 Maquetación e Impresión: Pinelo Talleres Gráficos, S.L. Camas-Sevilla PRÓLOGO El número siete de la serie monográfica de Spal constituye un paso más en la colaboración entre el SARuS y el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la universidad de Sevilla, además de la culminación de una actividad de investiga- ción y difusión del conocimiento que se integra entre los objetivos prioritarios de la labor universitaria. La idea originaria de esta colaboración fue la potenciación de los estudios sobre el fenómeno religioso y aspectos concretos de las manifestaciones reli- giosas como sus expresiones iconográficas, arquitectónicas o literarias, proponiendo como marco espacial la cuenca mediterránea y el Próximo Oriente y como límite temporal la Antigüedad en su acepción más amplia. El carácter interdisciplinar que se ha pretendido imprimir a estos seminarios persigue evitar la circunscripción de los títulos y los contenidos al análisis desde la metodología arqueológica de dichas manifestaciones, abriendo el campo de estudio a otras disciplinas como la historia antigua, la historia del arte, la filología, la teología e, incluso, las matemáticas. Así mismo, hemos promovido la absoluta libertad en la elección de los partici- pantes y en los contenidos de las exposiciones, de manera que la investigación no se vea condicionada por prejuicios ni cortapisas. Este espíritu ha sido bien acogido por todos los participantes en los seminarios y por los estudiantes asistentes; de hecho la multitudinaria acogida de los alumnos en todos y cada uno de los seminarios, en la mayoría de los casos en el límite de la capacidad de las aulas, da buena cuenta del interés demostrado por la comunidad universitaria, como parte integrante y botón de muestra de la sociedad, por el fenómeno religioso. Hace ahora cinco años se organizó el primer seminario con el título EX ORIENTE LUX. Las religiones orientales antiguas en la Península Ibérica, también publicado en la serie monográfica de Spal con el número 2, cuya edición está actualmente ago- tada. Posteriormente se han celebrado seis nuevos seminarios: Religión y poder en la Antigüedad (2001), Domus Deorum: Espacios sagrados en el mundo antiguo (2001), Evolucionismo: Perspectivas desde la ciencia y la fe (2002), Iconografía religiosa en el mundo antiguo (2002), el que conforma esta monografía, Entre Dios y los hombres: El sacerdocio en la Antigüedad (2004), y el último, Etnicidad y religión en el mundo antiguo (2005), impartido hace pocas semanas. El libro que ahora sale a la luz tiene como tema monográfico el sacerdocio y su función mediadora en la comunicación entre los dioses y los hombres, analizado en diez capítulos que tratan aspectos generales y concretos del fenómeno en diversas cul- turas y cronologías, facilitando al lector una visión general del tema, el estado de la investigación y una bibliografía seleccionada. Egipto, Mesopotamia, Próximo Oriente, 8 Israel, Tartessos, la cultura ibérica, el mundo celta, los cultos de Isis y Serapis y el cris- tianismo han sido las culturas, religiones y épocas representadas; otros trabajos sobre el sacerdocio en el mundo clásico, que sí formaban parte del programa del seminario, finalmente no han podido ser incluidos en la monografía. Además de la selección de temas hemos puesto interés, como lo hemos hecho en todos los seminarios, en la selección de autores, alternando jóvenes investigadores y profesores consagrados. A todos ellos agradecemos enormemente la celeridad en la redacción y entrega de sus respectivos originales. Nos queda agradecer vivamente al Departamento de Prehistoria y Arqueología, y especialmente a los profesores editores del libro la colaboración y la disposición a nuestros requerimientos, así como al Vicerrectorado de Relaciones Institucionales e Internacionales y al Servicio de Publicaciones de la universidad de Sevilla la posibi- lidad de ver publicado este libro en la serie monográfica de Spal. En Sevilla, a 7 de noviembre de 2005 JOSé MAzuELOS PéREz Director del SARuS ÍNDICE Los siervos de Dios en el Egipto antiguo Margarita Conde ....................................................................................... 11 El sacerdocio próximo-oriental y los problemas de su estudio: los sacerdotes mesopotámicos J. Á. zamora López ................................................................................... 27 El sacerdocio en el Antiguo Testamento José Luis Barriocanal Gómez .................................................................... 43 El sacerdocio en el Levante próximo-oriental (Siria, Fenicia y el mundo púnico): las relaciones entre el culto y el poder y la continuidad en el cambio J. Á. zamora López ................................................................................... 57 La mano de Eva: las mujeres en el culto fenicio-púnico Ana Mª Jiménez Flores .............................................................................. 83 Allas el estrellero, o Darwin en las sacristías José Luis Escacena Carrasco ..................................................................... 103 Sacrificio y sacerdocio entre los iberos Teresa Chapa Brunet ................................................................................. 157 El sacerdocio celta Vicente Fombuena Filpo............................................................................ 181 Cuestiones económicas y sociales en torno a los santuarios de Isis y Serapis. La ofrenda de Numas en Emporion y el Serapeo de Ostia Joaquín Ruiz de Arbulo Bayona ................................................................ 197 Origen y desarrollo del sacerdocio cristiano en la Edad Antigua Francisco Juan Martínez Rojas .................................................................. 229 Los siervos de Dios en el Egipto antiguo Margarita Conde Universidad de Sevilla Decía Heródoto (II, 37 y 65)1 que “(los egipcios) son extremadamente religiosos, mucho más que el resto de los humanos…” y “observan estrictamente todos sus preceptos religiosos”. Para entender estas afirmaciones del autor griego, es necesario hacer una pequeña parada en la religión ya que, de otro modo, resulta confuso enten- der el concepto de “siervo de dios”. La religión egipcia era simple y compleja a una misma vez. Los conceptos gené- ricos sobre los que se basaba, sencillos y claros, contrastaban con la complejidad derivada de la pluralidad del culto. Y es que la religión egipcia no se fundamentaba tanto en la creencia en dios como en su culto, mediante el cual se llevaba a cabo un constante homenaje a la divinidad2. Cada ciudad, pequeña o grande, tenía sus propios dioses cuyo culto era totalmente independiente de aquel de las ciudades veci- nas3. Estos cultos se remontaban a épocas protohistóricas e incluso prehistóricas, y cada uno de estas divinidades eran concebidas ya entonces como un dios creador en cuyo templo tuvo lugar la génesis de todo lo visible. Con la unificacióndel país (ca. 3000 a.C.), se desarrollaron estructuras estatales cada vez más complejas; sin embargo, los dioses locales no se vieron subordinados a las divinidades de los centros que se fueron erigiendo como importantes a lo largo del proceso de unificación. Por el contrario, los cultos mantuvieron su independencia, lo que derivó en un sistema policéntrico que justifica el politeísmo de la religión egipcia. Este sistema no expli- caba la creación del mundo por medio de un único principio ya que era la suma de un gran número de religiones paralelas apenas moderada por la agrupación de dioses 1. Schrader (1999). 2. Por el contrario, la religión moderna se puede definir, en términos generales, como un conjunto de creencias en armonía con una concepción fundamental de la divinidad, estando la moral y el culto a su servicio. 3. No se puede hablar de sincretismo o subordinación salvo en momentos concretos de la historia egip- cia, generalmente como reflejo de una situación política particular. un ejemplo claro ocurre en la dinastía XVIII con el dios Amón-Re como dios nacional. 12 MARgARITA CONDE en tríadas, por las especulaciones sincréticas de los grandes centros religiosos y por el predominio de los dioses dinásticos en todo Egipto4 . Muchas de las características de la religión egipcia se reflejan en el sistema de sacerdocios. Así, a grandes rasgos, hay que destacar que cada templo, ya fuera grande o pequeño, se autogobernaba y se organizaba de manera independiente, de manera que su sacerdocio constituía una estructura autónoma que no estaba subordinada a ninguna otra sección sacerdotal. En consecuencia, no se puede hablar de “sacerdo- cio” sino de “sacerdocios”, cada uno de los cuales era totalmente independiente5. En Egipto, los sacerdotes estaban al servicio del dios al que rendían culto en un lugar y en un templo concreto. De ahí que los títulos sacerdotales siempre fueron acompa- ñados del nombre del dios patrón. Por tanto, la pluralidad de los centros religiosos explica la pluralidad de los sacerdocios. Esta enorme fragmentación de cultos y sacerdocios se resolvía en la figura del rey. Desde un punto de vista dogmático, el monarca era un dios, que compartía la naturaleza de los dioses y cuyo cometido era mantener la concordia entre el orden del universo y el del mundo creado, es decir, Egipto. Esta concordia se conocía como Maat y describía el equilibrio entre el mundo visible y el mundo divino. Así, el rey actuaba como elemento de unidad y equilibrio, a la vez que promovía la vinculación entre religión y estado6. La unificación del país y, por ende, la complejidad de las nuevas estructuras polí- ticas, económicas y sociales, promovió que las comunidades relegaran sus obligacio- nes para con sus dioses en un grupo de hombres dedicados al servicio de la divinidad. La jefatura de los sacerdocios locales era ostentada por los jefes locales. Por otro lado, y aun nivel superior, cualquier teología egipcia reconocía de manera absoluta que la divinidad creadora, al ordenar el cosmos, había establecido un equilibrio uni- versal que debía ser mantenido y conservado. El garante de la conservación de la armonía universal era el rey. De esta forma se entiende la comunión entre religión y estado en el Egipto antiguo. El monarca actuaba como el sacerdote principal respon- sable de todos cultos, asegurando las acciones divinas en el mundo; por otro lado, como legislador y juez supremo, el rey conservaba los elementos terrenales según el plan divino. 4. Estas circunstancias han dado pie a discursos sobre la creencia generalizada de la universalidad y unidad del ser divino, sin nombre, sin forma y susceptible de revestir cualquier aspecto exterior. Este principio abstracto y lejano habría sido percibido por la masa popular a través de sus formas externas, es decir, por medio de los dioses locales que eran contenedores de las distintas formas de la potencia divina universal. La cuestión es mucho más complicada y no es este el lugar para una discusión más profunda. Sin embargo es importante tener presente, y no olvidar, la singularidad de cada culto local, para el que su dios es el creador del universo. Aún hoy en día sigue abierto el debate sobre los conceptos de “dios” y “dioses”, de los que son buenos exponentes Hornung (1982) y Assmann (2001). 5. A diferencia de muchas religiones modernas, en Egipto no existió un “conflicto” entre iglesia y estado precisamente porque no existía una única iglesia ni un único sacerdocio (Pernigiotti 1997). 6. El origen de esta concepción habría que buscarla en la prehistoria, cuando el jefe tribal encarnaba la fuerza vital de su clan, controlaba las fuerzas de la naturaleza mediante su magia, interpretaba la voluntad de la divinidad y actuaba como brazo ejecutor de su voluntad (Sauneron 2000: 30). Sobre la conexión entre Maat, creación y realeza, véase Frankfort (1998: 128-136); Teeter (1997). Para un estudio exhaustivo sobre la complejidad del concepto Maat, véase Assmann (1990). 13Los siervos de Dios en el Egipto antiguo La creencia en la naturaleza divina del rey facilitaba que asumiera la jefatura de todos los sacerdocios, convirtiéndose así en el sumo sacerdote por excelencia7. El monarca es quien construía los templos y el que realizaba todos los rituales de culto a los dioses en el país, y así se le representa en los relieves de los templos: como único oficiante (Wilkinson 2000: 86-89). Sin embargo, la realidad era muy distinta ya que el rey no podía ejercer de responsable de un complejo sistema de gobierno y, a la vez, llevar a cabo sus obligaciones como sumo sacerdote más que en determinadas ocasiones. En la práctica, delegaba sus poderes en los jefes de los sacerdocios locales, considerados como representantes del rey para oficiar los cultos en su lugar. Así pues, la labor principal de los sacerdotes era asegurar el culto a los dioses. A diferencia del Cristianismo, nunca fueron los depositarios de una verdad revelada por Dios. La función de los sacerdotes era mucho más precisa: como sustitutos del rey, debían conservar la integridad de la presencia divina en la tierra y de sus mani- festaciones visibles en los templos. EL SACERDOTE Tal y como bien expresa el término egipcio Hwt-nTr, los templos eran las residen- cias de los dioses y no lugares donde los fieles rezaban o participaban en la celebra- ción del culto. El templo egipcio era un lugar restringido al que sólo tenían acceso los sacerdotes y el rey. Desde la entrada, estaba constituido por una serie de salas que se iban haciendo cada vez más pequeñas y oscuras hasta desembocar en el sancta sanctorum, donde reposaba la estatua divina en la que se encarnaba parte de la esen- cia inmaterial del dios8. La pureza constituía un requisito absoluto e indispensable para cualquier persona o cosa que entrara en contacto, de un modo u otro, con la divinidad. Esta condición explica que el término genérico para denominar al sacer- dote fuera wab, “el puro” (Wb I: 282,11 y 13). El sacerdocio egipcio no implicaba un compromiso moral especial, siendo la pureza la única norma esencial. Esta marca característica del sacerdocio se mantuvo hasta época tardía, perviviendo el término entre los cristianos coptos de Egipto (Blackman 1998: 16; Sauneron 2000: 36). La iniciación sacerdotal debía implicar una serie de votos de obediencia, incluso votos de no abusar de los privilegios de la función sacerdotal9. Además, todo sacer- dote en servicio activo debía cumplir con unas normas estrictas de pureza. Heródoto (II, 37) da buena cuenta de ellas: 7. El rey era considerado como el representante terrenal del dios Horus, originalmente dios local de Buto, pero también era considerado una manifestación del dios Re de Heliópolis. De hecho, a partir de la dinastía V, se establece la concepción del rey como hijo del dios solar, dios nacional de Egipto (Blackman 1998: 118-119). 8. uno de los cometidos principales de los sacerdotes era atender, vestiry alimentar a la efigie de la divinidad, es decir, al dios mismo, así como preparar sus salidas del templo. Véase Moret (1902); Sauneron (2000: 75-91); Pernigotti (1997: 142-145). 9. Jan Assmann ha sugerido que las cuarenta y dos declaraciones de virtud que se incluyen en el capítulo 125 del Libro de los Muertos, como juramentos pronunciados por el difunto antes de ser aceptado en el Más Allá, pueden haber tenido su origen en estos votos de iniciación de los sacerdotes. Véase Assmann (1989: 151). 14 MARgARITA CONDE — abluciones con agua fría dos veces durante el día y dos veces por la noche. Este ritual tenía una gran connotación simbólica ya que el agua, elemento primigenio de la génesis en la cosmogonía egipcia, renovaba y purificaba las energías vitales. — purificación de la boca con natrón diluido en agua, para la purificación interna, antes de entrar en el santuario. — depilación absoluta del cuerpo cada dos días, así como el recorte de las uñas de pies y manos. uno de los rasgos distintivos de los sacerdotes era su cráneo per- fectamente rasurado, tal y como muestran las estatuas y los relieves. — circuncisión obligatoria. Los postulantes a sacerdote podían no estar circunci- dados pero sufrían la operación en el momento en que accedían oficialmente al cargo (Westendorf 1975: 728). Bajo el emperador Adriano, la circuncisión se había convertido en una especie de marca distintiva de los sacerdotes. — vestiduras de lino y sandalias de fibra vegetal, todo de color blanco10. Esta ves- timenta se mantuvo invariable desde el Reino Antiguo, y solo algunos comple- mentos permitían distinguir el rango o la función del sacerdote11. — abstinencia sexual obligatoria durante el tiempo que permanecieran prestando servicio en el templo. Los sacerdotes no estaban condenados al celibato y el matri- monio era lícito, pero antes de entrar en el templo debían purificarse de cualquier contacto femenino mediante la abstinencia por varios días (Heródoto II, 64). — parquedad en la mesa12. ACCESO AL SACERDOCIO Los sacerdotes no tenían obligaciones pastorales, no tenían que predicar o guiar al pueblo. Su principal deber era servir a la divinidad, y para ello no se requería ni vocación ni espiritualidad personal. Ello no significa que no existiera una forma- ción especial. Probablemente, cada templo tendría unas reglas particulares según las características del dios titular. Además, para ascender de grado sacerdotal sí se debió exigir una formación teológica13. 10. Según Heródoto (II, 37), los sacerdotes no podían vestir con materiales que procedieran de animales vivos, como el cuero o la lana. Aparentemente se creía que tales vestiduras contaminarían la pureza del santuario del dios y, puesto que algunos dioses eran adorados bajo su forma animal, les debía resultar inaceptable estar en presencia de la divinidad vistiendo ropajes hechos con la piel o el pelo de animales que pudieron albergar la esencia del dios. 11. Así por ejemplo, el sacerdote lector se ataviaba con una banda sobre el pecho y el sacerdote sem llevaba una piel de pantera. 12. Según Heródoto (II, 37), la dieta sacerdotal no era precisamente parca. Sin embargo, los viajeros grecorromanos posteriores dan cuenta de una dieta mucho más restringida: los sacerdotes tenían que evitar la cabeza, pies y patas delanteras de los animales sacrificados; no debían comer vaca, cerdo, oveja, paloma, pelícano, ningún pez, legumbres, habas, ajo, vino sólo en pequeñas cantidades y nada de sal; los ayunos periódicos los privaban incluso de los pocos alimentos que les estaban permitidos. Sin embargo, esta debe ser una visión errónea o exagerada de los viajeros clásicos porque cada uno de estos alimentos estaba prohibido en una región de Egipto pero no todo al mismo tiempo y en todas partes. Véase Sauneron (2000: 38-39). 13. En época greco-romana sí existían una serie de condiciones para acceder al sacerdocio tales como pertenecer a una familia de tradición sacerdotal, estar circuncidado y saber leer los textos religiosos escritos 15Los siervos de Dios en el Egipto antiguo Por otro lado, el cargo sacerdotal suponía, en muchos casos, poder, prestigio e ingresos fijos muy codiciados14. Ciertos mecanismos facilitaban el acceso a la carrera sacerdotal, como el derecho de herencia, la elección por un comité sacerdotal o la promoción real. En teoría, el rey era el único con derecho a nombrar a sus substitutos en los tem- plos, es decir, la designación de todo sacerdote se contemplaba como un favor real. Sin embargo, las injerencias reales eran raras, no solo por la cantidad de templos y el número de sus sacerdotes, sino por el complejo sistema burocrático que hubiera requerido. En la práctica, el rey se reservaba el nombramiento de las altas digni- dades de los cultos nacionales como Karnak, Menfis, Heliópolis, Hermópolis, etc. El monarca ponía en práctica esta prerrogativa fundamentalmente cuando deseaba recompensar a un sacerdote o cortesano por los servicios prestados o bien cuando, por motivos de política interior, quería modificar o equilibrar el poder de los cleros principales, como el de Karnak (Sauneron 2000: 45-47). Pese a la idea generalizada de la designación real, la práctica común era la heren- cia del cargo sacerdotal. Heródoto (II, 37) menciona que a la muerte de un sumo sacerdote era su hijo el que le sucedía. Así, desde el Reino Antiguo hay constancia de testamentos en los que el sacerdote dispone de su cargo como un bien propio que lega a uno de sus hijos. Desde entonces, la costumbre quedó establecida aunque no como regla absoluta. En el Reino Nuevo bastaba con atestiguar esta filiación para reclamar el cargo del padre en el templo, y a partir de la dinastía XX comenzaron a constituirse verdaderos linajes sacerdotales (Sauneron 2000: 43-44; Blackman 1998: 134). De la época tardía se conocen estelas de donación que mencionan hasta dieci- siete generaciones de antepasados sacerdotes del mismo dios. A comienzos de época Ptolemaica, el acceso al sacerdocio parece que estuvo reservado a descendientes de sacerdotes15. Pero ésta no era una característica exclusiva del clero puesto que la sociedad egipcia, tan conservadora, usaba este mismo sistema de fijación familiar del oficio como medio de estabilización social. El nuevo sacerdote, ya hubiera obtenido su cargo por favor real o por herencia, debía ser corroborado por el consejo sacerdotal del templo al que estuviera adscrito. Por otro lado, cabía la posibilidad de que este mismo comité eligiera al futuro miem- bro de la comunidad en caso de que hubiera cargos vacantes (Sauneron 2000: 44-45 y 47-50). ORGANIZACIÓN DEL PERSONAL SACERDOTAL EN LOS TEMPLOS Resulta sorprendente que en un país formalmente religioso como el Egipto anti- guo no existiera una clase sacerdotal diferenciada hasta prácticamente el Reino Nuevo. Durante los Reinos Antiguo y Medio, el sacerdocio constituía una segunda profesión sobre papiro (es decir, en escritura hierática y no jeroglífica), ya que en ellos se recogían los rituales que tenían que oficiar. Véase Sauneron (1962: 55-57); Blackman (1998: 134-135); Fowden (1993: 61). 14. Sobre los ingresos y privilegios de los sacerdotes, véase Blackman (1998: 131-134). 15. Véase, como ejemplo, el cuadro genealógico de Bekenchons sumo sacerdote de Amon en Wilkinson (2000: 92). 16 MARgARITA CONDE para muchos hombres (David 2002: 200). La dinámica generalizada contemplaba el ejercicio temporal del sacerdocio, es decir, la realización de ciertos deberes en el templo durante unos meses al año, y el servicio en la estructura estatal el resto del tiempo. Doctores, juristas y escribas, por ejemplo, desempeñaron sacerdocios asociados con estas profesiones: los médicos como sacerdotes de Sekhmet, la diosa de las enferme- dades y las epidemias; los juristas como sacerdotes de Maat, la diosa de la verdad y justicia, y los escribas como sacerdotes de Thot, el dios de la escritura. Este sistema aseguraba que religióny estado estuvieran completamente interconectados, ya que los sacerdotes trabajaban para el rey y el estado desempeñando cargos civiles la mayor parte del tiempo, a la vez que eran empleados temporalmente en los templos. En el Reino Nuevo, una clase permanente de sacerdotes fue establecida en los grandes san- tuarios, aunque la mayor parte de los puestos seguían siendo temporales y solo algunos sacerdotes recibían una instrucción formal como especialistas en los rituales. La comunidad sacerdotal de cada templo era designado como wnwt Hwt-nTr, “el personal de la residencia del dios” (Wb I: 317,8). El término wnwt significa “servicio regular” e incluía a toda la jerarquía sacerdotal, desde el sumo sacerdote hasta el sacerdote wab. Desde los tiempos más antiguos, el número de personas adscrito a los templos variaba de acuerdo con la localidad y la importancia del culto. Las dimen- siones del templo condicionaba el número de sacerdotes16. Los sacerdotes estaban organizados en cuatro grupos de trabajo, denominados comúnmente con el término griego de philae. Cada grupo, en egipcio sA (Wb III: 413,11-13), servía en rotación durante un mes lunar en el templo, lo que significa que cada sacerdote estaba exento de sus labores durante tres meses entre dos períodos de servicio. Este sistema probablemente fue establecido en el Reino Antiguo17 y per- maneció invariable hasta el siglo III d.C., con la salvedad de que bajo Ptolomeo III se incrementó el número a cinco grupos. Cada equipo estaba dirigido por un mty n sA, “controlador de grupo” (Wb III: 414,2), que se encargaba de la organización y correcta ejecución de las tareas (Blackman 1998: 128-129; Wilkinson 2000: 90). TIPOS DE SACERDOTES El sacerdocio egipcio, designado genéricamente como wab18, consistía básica- mente en dos categorías: — Los siervos del dios, Hmw-nTr (Wb III: 88-89). Constituían el clero consagrado al dios y sólo ellos podían acceder a la capilla del templo, preparar las ofrendas, acercarse a la estatua del dios y realizar los rituales. Cada templo tenía su propio 16. En un templo pequeño, el personal sacerdotal debía estar entre los diez y veinte individuos, mientras que en los grandes templos, el número podía llegar a unos cuantos miles. En el templo de Karnak, por ejemplo, se emplearon miles de personas repartidas en más de un centenar de funciones diferentes, desde deberes litúrgicos y rituales como tareas de mantenimiento, que garantizaban el correcto funcionamiento del templo (Sauneron 2000: 51-54). 17. Por ejemplo: Urk. I,13,2; 14,1 y 12; 36,15. 18. El término deriva del verbo wab, “purificar” y “ser puro” (Wb I, 280-281), y por defecto genera otro verbo de igual raíz y de significado derivado, “ser sacerdote” (Wb I: 283,15-16). 17Los siervos de Dios en el Egipto antiguo orden en función de sus dimensiones e importancia. Karnak presentaba la jerar- quía más compleja, con hasta cinco grados de siervos. Para hacer carrera sacer- dotal era obligatorio comenzar como un wab19. Sin embargo, la ascensión y promoción no implicaba el paso por cada uno de los niveles ya que una vez que se era siervo, se podía llegar directamente al más alto cargo20. — Los sacerdotes puros, wab. Formaban parte del clero menor, siendo su papel en el culto y en las actividades sagradas muy secundario. Estos sacerdotes se organi- zaban en grupos y prestaban un servicio temporal. En los templos pequeños, los únicos sacerdotes eran los siervos del dios, por lo que tenían que encargarse de las tareas inferiores asignadas generalmente a los wabw (Sauneron 2000: 70-72). El sacerdocio egipcio era muy amplio, pero resulta difícil establecer una clasifica- ción exhaustiva de los sacerdotes ya que los tipos, las funciones y los títulos variaron a lo largo de la historia del país. En términos muy generales se pueden distinguir tres grupos: el clero superior, el clero especializado y el clero menor. 1) Clero superior Generalmente constituido por los sacerdotes Hmw-nTr de mayor graduación que estaban encargados de la dirección y administración del templo. Durante los Reinos Antiguo y Medio parece que formaban un consejo a cuya cabeza estaba el monarca en calidad de sumo sacerdote. A partir del Reino Nuevo, cuando se reconoce y dis- tingue oficialmente la clase sacerdotal, era el sumo sacerdote el responsable princi- pal de la administración del templo y sus propiedades, el cuidado de los edificios y la elección de los nuevos miembros. El número de sacerdotes pertenecientes a este estrato variaba según las dimensiones del templo y la importancia de su culto. Entre los principales cargos, cabe citar: — El Primer Siervo del dios, Hm-nTr tpy (Wb III: 89,12-15), es decir, el sumo sacer- dote. Su papel era como el de un gobernante de un pequeño estado con nume- roso personal y propiedades a su cargo. El sumo sacerdote estaba ligado al papel de su dios en el Estado. El de Heliópolis, fue sin duda el hombre más influyente de la corte en el Reino Antiguo, igual que el de Amón de Tebas en el Reino Nuevo y épocas posteriores. Puesto que sus funciones eran religiosas, políticas y sociales, su elección era hecha por el rey para los templos más importantes, lo que le permitía ascender a personajes fieles a su persona y resistir las exigencias de cleros fuertes como el de Karnak. La elección solía ser confirmada por un oráculo, lo cual era pura ficción porque el clero local no se podía oponer a la decisión del monarca. 19. Ello incluía a los hijos reales. Véase, por ejemplo, Urk. IV 157-9. 20. Hay que tener en cuenta que la jerarquía sacerdotal es un tanto ambigua ya que ciertos grupos sacer- dotales podían pertenecer al alto clero o al bajo clero según el templo, probablemente condicionado por las dimensiones de éste y la importancia de su culto. Por otro lado, la clasificación del personal que trabajaba en los templos es relativa ya que una determinada función, según el templo, podía ser realizada por un deter- minado tipo de sacerdote o por un funcionario civil. Sobre esta cuestión véase Sauneron (2000: 54-55). 18 MARgARITA CONDE A menudo, los sumos sacerdotes recibían un título especial asociado con su culto particular (Blackman 1998: 120-121; Sauneron 2000: 61), como es el caso del de Re de Heliópolis, “El Grande de los Videntes”; de Path de Menfis, “El Grande que dirige a los artesanos”; de Thot de Hermópolis, “Grande de los Cinco de la Casa de Thot”; o de Amón de Tebas, “El Primer Profeta”. Estos títulos honoríficos reflejaban algún rasgo de la naturaleza de las divinidades con las que estaban asociados. Pese a estas designaciones especiales, el título usual era simplemente “primer siervo del dios”. — El Segundo Siervo del dios, Hm-nTr snw (Wb III: 89,13) era único en su cargo. Reemplazaba a su superior cuando éste estaba ocupado con tareas políticas o cuando el cargo estaba vacante. Su función era principalmente administrativa y bajo su cargo estaba el control de los bienes del dios: talleres, campos de siem- bra, recepción de tributos y donaciones, etc. De él dependían los escribas de la administración del templo. En el caso de Karnak, este sacerdote recibía el título de “padre del dios”, it nTr (Wb I: 142,1)21. 2) Clero especializado La consideración de este personal variaba según el templo, y en algunas listas de sacerdotes aparecen como clero superior, mientras que en otras son incluidos entre el clero inferior, o incluso como no pertenecientes a ninguno de los dos grupos. Lo cierto es que la especialización de sus funciones, y no su motivación religiosa, los diferenciaba del resto de sacerdotes. — Sacerdote lector, Xry-Hbt (Wb III: 395) y sacerdote lector jefe, Xry-Hbt Hry-tp (Wb III: 139,12 y 395,8-9). La referencia más antigua del título data de la dinas- tía II aunque es probable que se remonte a la dinastía I. En los templos había sacerdotes lectores ordinarios, que prestaban sus servicios temporalmente (Xryw- Hbt aSAw), y sacerdotes lectores permanentes (Xryw-Hbt Xry dAdA);ambos se dis- tinguían por llevar una banda o cinto cruzándole el pecho. El sacerdote lector gozaba de gran prestigio, estando muy vinculado a la institución de la Casa de la Vida. Sus competencias eran múltiples como escriba instruido, conocedor de los libros sagrados y ritualista en el culto a los dioses, a los reyes (vivos y muertos) y a los difuntos, además de estar especializado en otras disciplinas como la medi- cina. El título de Xry-Hbt conllevaba poder y prestigio. El enorme conocimiento del sacerdote lector le convertía en una persona respetada y, a la vez, temida ya que sus conjuros, cargados de esencia divina, podían provocar la muerte, causar o curar enfermedades, proteger a sus seres queridos y benefactores en vida tanto sobre la tierra como en el Más Allá, etc.22. 21. En relación al origen de este título y las funciones sacerdotales que implicaba, véase Kess (1961: 115-125). Sobre el significado civil del título, véase Brunner (1961: 90-100). 22. En la literatura egipcia, el sacerdote lector jefe es a menudo presentado como el “mago” por excelen- cia. En los cuentos del Pap. Westcar, por ejemplo, uno de los sacerdotes lectores hace prodigios por medio de sus conjuros mágicos, otro convierte un cocodrilo hecho de cera en uno real de 7 codos para castigar al amante de su mujer y el tercero sabe unir la cabeza que ha sido decapitada del cuerpo, conoce las cámaras 19Los siervos de Dios en el Egipto antiguo — Sacerdote estolista, encargado de lavar, vestir y adornar las estatuas divinas cada día, así como de cuidar las joyas, vestidos y objetos de culto en las corres- pondientes habitaciones del templo. En los textos, no aparece designado de una manera específica, lo que es indicativo del carácter indefinido de sus quehaceres. En el Reino Medio se habla de un SnDty, “el del paño” (Wb IV: 252-8), pero en documentos posteriores griegos se recurre a una detallada definición para carac- terizarlo: “aquel encargado de la limpieza del dios, que entra en el santuario para adornar con sus telas a los dioses” (Sauneron 2000: 60 y nota 4). — Sacerdote encargado de conocer el calendario mitológico y determinar cuales eran los días fastos y nefastos del año, según los acontecimientos de las leyendas divinas que tuvieron lugar ese mismo día pero en los tiempos míticos (Sauneron 2000: 64-65). — Sacerdote horario, es decir, el astrónomo encargado de precisar el día o la noche, así como la hora, en que debía comenzar cada acto cultual (Lull 2004: 63-78; Sauneron 2000: 64). — Sacerdote cantor, Smaw (Wb IV: 478 f.-479). El culto no solo era recitado, sino modulado o cantado con el acompañamiento del arpa. La importancia del cargo parece haber crecido con el tiempo, y quizá también paralelamente al incremento paulatino de las partes cantadas en los rituales (Sauneron 2000: 65-66; Garnot 1955: 89-92) — Sacerdotes de la Casa de la Vida, encargados de redactar los libros litúrgicos necesarios para el culto. La institución de la Casa de la Vida, pr anx (Wb I: 515,6), pertenecía a la rama religiosa de la administración del estado egipcio23. Las fun- ciones del templo demandaban continuidad y renovación en materia de com- petencia e ideología, y es muy probable que las Casas de la Vida funcionaran, además, como unidades de control en los templos. Estas instituciones pertenecía al templo, eran parte integral del su mecanismo y mantenían tanto su buen fun- cionamiento como su culto vivo. Ello queda reflejado en la forma de denominar los centros, con el nombre del dios patrón como parte de la nomenclatura (por ejemplo, pr-anx nty <m> pr-Min, “La Casa de la Vida que está en el templo de Min”, es decir, en Akhmin). En definitiva, estas instituciones eran centros de tradición y renovación, de cultura y religión, y de sabiduría y ciencia24. secretas del santuario de Thot y puede predecir el futuro (Lichtheim 1975: 215-222). En la “Profecía de Neferty”, también del Reino Medio, Neferty es convocado ante el rey Snefru (dinastía IV) para entrete- nerlo con su discurso: gracias a sus dotes y gran conocimiento como gran sacerdote lector, pronostica al rey la llegada de tiempos difíciles para el país (Lichtheim 1975: vol. I, 140). La asociación de la magia con los sacerdotes y templos permaneció arraigada hasta época greco-romana (Fowden 1993:166-168). 23. A priori resulta una institución un tanto misteriosa porque aunque aparece mencionada en los papi- ros, no hay información precisa de ella. Ello no resulta extraño si se tiene en cuenta que todo egipcio que supiese escribir y leer debía haberse formado en estas instituciones, de ahí que fuera innecesario dar detalles. Hay constancia de su existencia en los grandes templos de Menfis, Abidos, el-Amarna, Akhmin, Coptos, Esna y Edfu, pero cualquier templo un poco importante debió de tener la suya (Nordh 1996: 109-110). 24. La Casa de la Vida cumplía numerosos servicios para el templo. Por un lado, concebía, cultivaba, procesaba y transmitía las tradiciones del templo en pensamiento, palabra e imagen, y su biblioteca- archivo proveía los prototipos textuales y pictográficos. Por otro lado, mantenía el orden-Maat frente a las constantes fuerzas amenazadoras del caos y lo reforzaba suministrando poder en forma de pensa- miento, palabra e imagen (Gardiner 1938: 157-179; Nordh 1996: 107-108). El Pap. Salt 825 (BM 10051) 20 MARgARITA CONDE La Casa de la Vida contaba con una plantilla de sacerdotes-escribas, espe- cialistas en diversas disciplinas, subdivididos en xAw, “departamentos” (Wb III: 479,1-2)). Este personal era denominado de diferentes formas: Tt pr-anx, “perso- nal de la Casa de la Vida” (Wb V: 338,3-4), y en términos más generales como, rxw-xt, “hombres sabios” (Wb II: 443,28) o sSw pr anx, “escribas de la Casa de la Vida”. Estos hombres constituían un grupo muy pequeño y selecto, aunque normativo, dentro de la elite literaria ya que controlaban la producción total del material gráfico (texto e imagen) y los conceptos implícitos, que eran acordes con Maat. Los sacerdotes de la Casa de la Vida eran tanto sabios como científicos, y su trabajo tenía un lado teórico y otro práctico. Entre los principales sacerdotes- especialistas cabe destacar:25 — sS pr-anx, “escriba de la Casa de la Vida”. Término genérico para todo el personal. La referencia más antigua al título data de la dinastía XII, aunque probablemente es más antiguo. — sS mDAt-nTr, “escriba del libro sagrado” (Wb III: 480,8). El título está asociado a otras instituciones además de la Casa de la Vida. La creación de un libro sagrado era una contribución al establecimiento del orden de Maat en vida. — sS spXr gnwt nTrw nTrwt m pr-anx, “escriba que escribe las crónicas de los dioses y diosas en la Casa de la Vida”, var. spXr gnwt nTr nb m pr-anx, “el que registra las crónicas de todo dios en la Casa de la Vida”26. — fkty, “<sacerdote> calvo” (Wb I: 580,4), mencionado en el Pap. Salt 825 y relacionado con Shu. El título significa “el de cabeza rasurada”, pero los sacerdotes egipcios en general solían ir todos afeitados como signo de pureza, así que el título no es muy instructivo sobre las competencias de este sacerdote (Nordh 1996: 211). — Hry-sStAw n pr anx, “jefe de los secretos de la Casa de la Vida”. Es uno de los títulos más antiguos registrados de la Casa de la Vida. — imy-r sSw m pr-anx, “supervisor de las escrituras en la Casa de la Vida”. El título sugiere claramente la existencia de libros y escritos en la Casa de la vida, refutando la teoría de Gardiner de que la Casa de la Vida no parecía haber albergado bibliotecas (Gardiner 1938: 177). El único ejemplo del título data de la dinastía XII (Nordh 1996: 211). — sbA n pr-anx, “maestro de la Casa de la Vida”, título indicativo de la existen- cia de enseñanzas y escuelas en la Casa de la Vida. es un importante documento relativo a la Casa de la Vida del templo de Osiris en Abidos que aporta información sobre los mecanismos de funcionamiento, las colecciones de librosallí guardados e incluso el personal que allí servía (Derchain 1965). 25. El Pap. Salt menciona algunos de los miembros de la Casa de la Vida (Gardiner 1938: 167-168). Sobre una relación completa del personal de esta institución, véase Nordh (1996: 208-212). 26. El término sXpr se traduce a menudo como “copiar” aunque el Wörterbuch lo traduce como “escri- bir, dibujar” (Wb IV: 106). Para Nordh, la palabra tiene connotaciones creativas-productivas así como reproductivas. De ahí que haya que entender que las tareas de este profesional tenían que ver con diferen- tes formas de procesar los textos: escribir, concebir, componer, compilar, registrar, comentar, copiar, etc. (Nordh 1996: 208-209). 21Los siervos de Dios en el Egipto antiguo Thot era el patrón y prototipo mítico de estos escribas-sacerdotes (Boylan 1999: 92-97) que adquirían su conocimiento de los libros y escritos que relataban las vidas de los dioses y diosas, y que estaban depositados en la biblioteca-archivo de la Casa de la Vida27. En base a esta información, componían himnos, títulos divinos, narraciones míticas, inscripciones funerarias, fórmulas de maldición o bienaventuranza, inscripcio- nes protectoras para ser usadas en esta vida sobre la tierra o en el Más Allá, etc., además de preparar las obras religiosas necesarias para el culto, recopilar viejos manuscritos, corregir posibles faltas, completar las lagunas y pasajes roídos por los gusanos28, etc. En definitiva, la Casa de la Vida era una institución viva y dinámica, con multiplicidad funcional que actuaba como una unidad de producción, una unidad de administración y una unidad de educación, así como una unidad ritual del complejo del templo. 3) Clero menor Estaba constituido por los sacerdotes wab (Wb I: 282 ff.-283) y prestaban sus servicios temporalmente al templo. Desempeñaban funciones muy diversas, desde jefes de escribas a portadores de la barca sagrada, encargados del riego y la limpieza del templo, supervisores de pintores y dibujantes o simples artesanos. Se trataba de un personal vinculado al templo por prestar un servicio en la organización y mante- nimiento del éste y no por desempeñar una labor consagrada directamente al dios. CLERO FEMENINO En el Reino Antiguo, las mujeres de la nobleza y las hijas de los sacerdotes podían ejercer como Hmt-nTr, “siervas del dios”, generalmente de una diosa como Hathor29 o Neith (Wb III: 90,10-11). Excepcionalmente, algunas reinas o princesas sirvieron como sacerdotisas de Thot, Path y otros dioses, así como en los cultos funerarios de los reyes. Todas eran Hmt-nTr, y puesto que hay muy pocos ejemplos de sacerdotes Hm-nTr vinculados a una diosa como Hathor, estas mujeres debieron ejercer prácti- camente las mismas funciones que sus colegas masculinos. A partir de Reino Medio, se atestigua el título de sacerdotisa wabt (Wb I: 283,13). Sin embargo, la progresiva profesionalización del sacerdocio fue excluyendo a la mujer, para la que no dejó más que títulos honoríficos pero de gran prestigio social. Esta gradual exclusión se ha relacionado con un incremento de la importancia de la 27. Los templos conservaban los originales de todos los textos en bibliotecas denominadas is n sSw, “sala de las escrituras” (en el caso del templo de Luxor) o pr-mDAt, “casa del libro” (en el caso de los com- plejos templarios de Philae, Edfu y Tod). Se trataban de salas pequeñas y oscuras donde se guardaban los rollos de papiros en nichos de los muros. En estos se inscribía el inventario de libros sagrados y algunos templos, como el de Edfu, han conservado estos listados. 28. Así por ejemplo, la introducción del texto de la llamada “Teología Menfita” especifica que fue ins- crito en una estela de piedra por orden del rey Shabaka (dinastía XXVI) porque el original, redactado sobre papiro o cuero, estaba comido por los gusanos (Lichteim 1975: vol. I, 52, l.1-2). 29. Sobre las sacerdotisas de Hathor, véase Galvin (1984: 42-49) y Gillam (1995: 211-237). 22 MARgARITA CONDE pureza y la profesionalización del sacerdocio, aunque probablemente no sea más que reflejo de cambios sociales. En el Reino Nuevo, la presencia de sacerdotisas en las ceremonias es meramente representativa. Los títulos sacerdotales son escasos y las mujeres asociadas con tem- plos son denominadas genéricamente como smayt, “cantante” (Wb IV: 479). Su fun- ción consistía en agitar el sistro y cantar en las celebraciones y procesiones del dios, de ahí que el título de “cantante” fuera generalmente seguido del nombre del dios al que servían. Es probable que alguna de estas mujeres tuviera más responsabilidades aunque nunca debieron realizar ningún ritual principal en el templo. Por otro lado, se ha señalado que casi todas las mujeres de clase alta en la Tebas del Reino Nuevo eran cantantes de Amón30, y aunque esto se podría considerar un signo de que el título era meramente nominal, el vasto culto a Amón sin duda requirió un gran número de personal femenino. Desde el Reino Antiguo hay constancia de la existencia de compañías de músicas vinculadas a instituciones religiosas y seculares (xnr)31, a cuyo cargo había mujeres con el título de wrt-xnr, “grande de la compañía de músicas” (Wb III: 298,1). Estas damas probablemente eran responsables de la formación de las músicas y tomaban parte en el culto diario del dios supervisando la correcta eje- cución musical de su compañía en los rituales (Robins 1993: 145-149). una de los elementos característicos del culto de Amón eran las llamadas “con- cubinas del dios”. Estas mujeres eran reclutadas entre las cantoras y músicas, gene- ralmente esposas o hijas de los grandes sacerdotes de Amón, y formaban el harén del dios. No se sabe bien qué función desempeñaban, pero al menos una parte de ellas residía en el templo de Luxor, a 2 km de Karnak, cuyo nombre era ipt rst, “el harén del sur” de Amón (Wb I: 68,3). A la cabeza de este clero femenino estaba la Hmt-nTr, “la esposa del dios” (Wb III: 78,14), cargo asumido por la reina o una hija del rey32. El título deriva de la creencia de que Amón, bajo la forma del monarca reinante, mante- nía relaciones carnales con la reina y engendraba al heredero al trono33. A partir de la dinastía XXI, el título adquiere un uso y significado diferente cuando es transferido a la hija del rey, que se convierte en la esposa del dios nacional Amon-Re. En la dinastía XXV, el título adquirió una mayor dimensión política cuando se instauró un sistema de adopción por el que la hija real, como Hmt-nTr de Amon, adoptaba como sucesora a la hija del próximo rey34. La posición de las Esposas del Dios de Amon se convirtió en un elemento político de gran importancia para los reyes ya que les permitía mantener el control directo sobre Tebas a través de sus hijas. 30. En el Reino Nuevo, este título, junto al de Hmt-pr, “señora de la casa”, es muy empleado por las muje- res de los altos funcionarios en sus tumbas. 31. El término xnr se ha entendido y traducido hasta ahora como “harén” (Wb III: 298,8). Sin embargo, se ha argumentado sólidamente que dicha palabra debe ser entendida como una compañía de intérpretes musicales (Bryan 1982: 35-54; Nord 1981: 137-145). 32. Para un estudio completo del título Hmt-nTr en la dinastía XVIII y sus antecedentes, véase Gitton (1984). 33. Tradicionalmente se había aceptado que el papel de la “esposa del dios” lo asumía la reina que per- sonificando a la diosa Mut, consorte de Amon-Re, engendraba al heredero del trono. Sin embargo, esta identificación ha sido recientemente reconsiderada. El argumento principal considera la alta mortalidad infantil, así como otras circunstancias, y la consecuente incertidumbre sobre la identidad de la “madre del rey” hasta que el príncipe no hubiera subido al trono (Robins 1993: 43-45 y 149-151; David 2002: 306) 34. Como ejemplo de linaje de esposas divinas de Amón, véanse las estelas de Nitocris y Ankhnesnefe- ribre, en Breasted (1988: vol. IV, 477-496 y 503-506 respectivamente).Para una nueva edición y estudio de la estela de Ankhnesneferibre, véase Leahy (1996: 145-166). 23Los siervos de Dios en el Egipto antiguo Como Esposa del Dios, la princesa y su cortejo (las concubinas del dios) mantenían el celibato, no pudiéndose casar con hombre humano alguno. De esta manera, se aseguraba que no volviera a repetirse la situación de la dinastía XXI que provocó una separación entre la corte real y el sacerdocio tebano de Amón. Para entonces, la Esposa del Dios gozaba de un considerable poder político y económico. En Tebas, donde residía, tenía posesiones que se equiparaban a las del rey en muchos aspectos, y sus títulos incluso evolucionaron para imitar la titulatura real, empleando prae- nomen (generalmente compuesto con el nombre de Mut, consorte divina de Amón) junto a sus nombres personales, ambos escritos en cartuchos. Estas mujeres incluso llegaron a ejercer funciones desempeñadas previamente por el “Primer Profeta” de Amón, lo que indica una importante transferencia de los poderes sacerdotales a la Esposa del Dios y su corte. Las esposas divinas gozaron de un considerable poder político y económico, aunque su influencia se limitó estrictamente a la ciudad de Tebas y sus alrededores. Esta redefinición del papel de la Esposa del Dios en estas dinastías se mantuvo hasta época greco-romana. El cargo de Esposa del Dios implicaba, con seguridad, funciones rituales. Des- afortunadamente es poco lo que se conoce relativo a su ejercicio, o participación, en rituales en los templos. Desde la dinastía XVIII, el título de Hmt-nTr estaba asociado al de dwAt-nTr, “adoratriz del dios” (Wb V: 430, 3-4); una de las funciones sacerdotales de estas mujeres era agitar el sistro ante el dios, tanto para rendirle homenaje como para pacificarlo. En relación a esto, y asociado al título Drt-nTr, “mano del dios” (Wb V: 585), la Esposa del Dios debía también realizar algún tipo de ritual para estimular sexualmente al dios y mantener así su potencia creadora en el universo. En la capilla roja de Hatshepsut en Karnak hay tres series de escenas en las que aparece la Esposa del Dios como ritualista en el templo (Gitton 1976: 31-46; Robins 1993: 151-152). Dichas escenas, relativos a la destrucción de los enemigos, la ofrenda de alimentos a los dioses y los rituales frente a la estatua del dios Amón en la capilla, ponen de manifiesto que las Esposas del Dios debieron jugar un papel activo en los rituales del templo y que, como el rey y los sacerdotes, tuvieron acceso al santuario del dios. SACERDOTES FUNERARIOS Este último grupo no se puede clasificar en realidad como “sacerdotal” ya que constituían una especie de cofradía profesional que oficiaba las ceremonias funera- rias y eran independientes de cualquier templo o culto divino. Sólo los sacerdotes lectores, por su conocimiento de las escrituras, formaban parte tanto del personal del templo como de los oficiantes de las ceremonias tributadas a los difuntos. A falta de un término que exprese explícitamente el carácter singular de estos hombres, se les designa como “sacerdotes” ya que comparten con los siervos de los dioses el carácter religioso de sus funciones. Los sacerdotes funerarios estaban ligados a las ceremonias de enterramiento, cuyo objetivo principal era la realización de los rituales regenerativos que transfor- marían el decadente cuerpo mortal del difunto en un cuerpo rejuvenecido, con todas las facultades que gozó en vida y en perfecta capacidad para gozar de una nueva 24 MARgARITA CONDE existencia en el Más Allá. Las ceremonias previas consistían en numerosas recitacio- nes, abluciones, fumigaciones con incienso. Tras el funeral, los deberes para con el difunto continuaban ya que era necesario asegurar la continuidad de su existencia y satisfacer sus nuevamente restablecidos sentidos y apetito. Resulta difícil presentar una clasificación de estos oficiantes ya que variaron a lo largo de los diferentes períodos de la historia egipcia: algunos desaparecieron en un determinado momento o variaron sus funciones, y otros surgieron ante la progresiva intrincación de las ceremonias35. Entre los ritualistas funerarios cabe destacar: — Embalsamador, wt (Wb I: 379). En los rituales funerarios personificaba a Anubis, el dios que momificó al difunto Osiris y prototipo de todos los embalsamadores. Generalmente iba tocado de una máscara de chacal36 y llevaba a cabo tanto la momificación del cuerpo del difunto como algunos de los rituales destinados a revivificarlo37. — Siervos del ka, Hmw-kA (Wb III: 90). En el Reino Antiguo, estos oficiantes asistían al embalsamador aunque su función principal consistía en mantener a diario la mesa de ofrendas y el altar de libaciones de las tumbas (Reisner 1934: 2-12). Para ello, el difunto había hecho alguna donación piadosa, en general tierras, que per- mitía que a un sacerdote y a su familia vivir y asegurar así el culto funerario del donante38 (David 2002: 118). — “Sacerdote” Sem, sm (Wb IV: 119). Eran identificados por la piel de leopardo con que iban tocados y por la trenza lateral de la juventud que adornaba su cabeza. Originalmente estuvieron vinculados a los rituales realizados por los hijos de los difuntos, aunque a partir de la dinastía III se convirtieron en ofician- tes profesionales que desempeñaban el antiguo papel del hijo en las ceremonias de la Apertura de la Boca y del enterramiento. — Sacerdote Lector, Xry-Hbt, encargado de la recitación de los textos propiciatorios durante las ceremonias funerarias. Por último, el papel de las mujeres en las ceremonias funerarias estuvo restrin- gido desde los primeros tiempos, quedando limitadas al papel de plañideras a partir del Primer Período Intermedio. Las plañideras recibían el nombre de Drt (Wb V: 596f) y personificaban a las diosas Isis y Neftis cuando lloraron la muerte de su her- mano Osiris, representado por el difunto en las exequias. Sus lamentos recordaban al grito del milano, de hay que se las llamase Dryt, “las dos milanos” (Wb V: 597,8). Las plañideras, aún siendo laicas, tenían que cumplir las condiciones de pureza física requeridas para el sacerdocio. 35. Sobre el ritual funerario, véase Wilson (1944: 201-218), Spencer (1986: 45-73), Taylor (2001: 186- 2000) y Morales (2002:123-146). 36. La viñeta que acompaña al capítulo 151 del Libro de los Muertos muestra la sala de momificación y al embalsamador ataviado con las máscara de Anubis preparando el cuerpo y realizando los rituales pertinentes. 37. Blackman (1998: 123). Sobre el proceso de momificación y los rituales llevados a cabo, así como los textos antiguos que aportan información sobre ello, véase Spencer (1986: 112-138). 38. un buen ejemplo es el documento de establecimiento del culto funerario de Senuankh, de la dinas- tía V. El texto menciona la donación de unas tierras a los siervos del ka y sus descendientes consagrados, en exclusiva, a su culto funerario (Breasted 1988: vol. 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Por un lado, nos pone de frente a las dificultades de la misma definición del sacerdocio y de la figura del sacerdote. Por otro, nos fija un marco espacial y temporal, el corres- pondiente al Próximo Oriente en la Antigüedad, no menos resbaladizo. Los primeros problemas, comunes a las diferentes contribuciones de este volu- men, merecen una consideración “oriental” específica. En gran medida, tal será el objetivo de este trabajo: presentar la dificultad general y las hondas implicaciones de estudiar un fenómeno o una figura predefinida (el sacerdocio, el sacerdote) en la información proporcionada por la documentación próximo-oriental disponible. Quizá se pueda así apreciar no sólo el panorama que sobre el sacerdocio y los sacer- dotes nos presentan las culturas del antiguo Oriente Próximo, sino también el modo en que nosotros mismos apreciamos tal panorama. Quizás sea posible –incluso a tra- vés de una síntesis tan breve y limitada como la que sigue– arrojar alguna luz sobre importantes rasgos culturales tanto de las antiguas civilizaciones orientales como de nuestro propio presente. La delimitación del ámbito de estudio y sus consecuencias constituye, en cambio, una obligación que adquiere en cada caso rasgos propios y que en el caso próximo- oriental se convierte en un problema característico. Incluso al margen de la circuns- cripción precisa del espacio geográfico que llamamos Próximo Oriente –incluso en las consideraciones más comedidas sobre su extensión general– nos hallamos ante un inmenso territorio, en modo alguno homogéneo, poblado por una gran variedad de 28 J. Á. ZAMORA LóPEZ culturas en compleja interacción. Al componente espacial se une el temporal pues, aunque dejáramos de lado los periodos protohistóricos o históricos más antiguos y los correspondientes al advenimiento de lo que llamamos mundo helenístico, la época necesariamente comprendida por la Antigüedad próximo-oriental se extende- ría a lo largo de prácticamente tres milenios1. A esta amplitud espacial y temporal y a la antedicha variedad de culturas (de pueblos, de lenguas, de escrituras) corresponde una diversidad y heterogeneidad documental que no puede dejar de advertirse en un trabajo de síntesis como éste. A periodos o zonas de cierta abundancia de fuentes corresponden otros de total ausen- cia o gran escasez; junto a algunos documentos de gran riqueza informativa para el tema propuesto, otros muchos proporcionan datos lacónicos o dispersos, cuando no irrelevantes. Construir la imagen de un hecho de cultura preciso sobre tales bases es en gran medida temerario (dados los problemas documentales) y a su vez poco rigu- roso (dada la irreductible variedad subyacente). Sin embargo, los problemas documentales no son insalvables. Sobre todo porque, en la heterogeneidad citada, poseemos para determinados periodos y zonas informa- ciones ricas y abundantes. Riqueza y abundancia que se da de manera casi continua en el área estrictamente mesopotámica –y de forma algo más desigual en las áreas más influidas por ella– gracias al uso extenso en la zona de la escritura sobre soportes conservables2. La riqueza de fuentes epigráficas, de textos directamente emanados de las culturas estudiadas, nos permite, además, salvar los habituales inconvenientes que plantean lasfuentes indirectas. Al tiempo, nos deja acceder al hecho estudiado desde una perspectiva también práctica, no descriptiva, y por ello así mismo a aspec- tos cotidianos no siempre tenidos en cuenta y en cambio muy pertinentes. Junto a todo ello, y frente al inconveniente temporal, la poderosa personalidad cultural mesopotámica se manifiesta además en las fuentes “literarias” con gran claridad y fuerte conservadurismo. Altamente ritualizadas, determinadas prácticas acabaron exigiendo en Mesopotamia el conocimiento y cumplimiento perfecto de saberes antiguos, a menudo consignados por escrito y copiados incesantemente. La cultura mesopotámica, que se constituye muchas veces en imagen arquetípica del Oriente, aporta continuidad en algunos de los rasgos culturales más relevantes de la larga y agitada historia próximo-oriental, y permite distinguir al menos hechos comunes o representativos sobre los que construir, sin perder de vista la perspectiva temporal, una síntesis válida3. 1. Para una introducción general al Próximo Oriente Antiguo y los problemas de su estudio, remitimos a los manuales habituales, p. ej. los clásicos de Oppenheim (1977) (cf. para nuestro tema cap. IV) o Von Soden (1985), ambos con traducción castellana (2003) y (1987). una síntesis breve en español, con propó- sitos introductivos al estudio de la religión mesopotámica, se encontrará p. ej. en Sanmartín (1993). 2. El cuneiforme sobre tablillas de barro (y en menor medida sobre objetos pétreos), originado y desa- rrollado en la zona, fue empleado con tal intensidad que, en algunas fases, nos proporciona un volumen de documentación sin parangón en el mundo antiguo o medieval (y en realidad no igualado en densidad en Occidente hasta prácticamente la época posterior al concilio de Trento). 3. Para un panorama de la situación de los estudios sobre el sacerdocio en el conjunto del Próximo Oriente antiguo, cf. las contribuciones recogidas en Watanabe (1999). Para una comparación con el sacer- docio en el mundo próximo-oriental no mesopotámico, cf. sobre la Anatolia hitita p. ej. McMahon (1995); sobre las relaciones a estos efectos entre Micenas y el Próximo Oriente, cf. p. ej. Scafa-Alfé (2001) y Negri 29El sacerdocio próximo-oriental y los problemas de su estudio: los sacerdotes mesopotámicos Dedicaremos por tanto las líneas que siguen al sacerdote mesopotámico, como imagen representativa –sin olvidar lo antedicho– del antiguo sacerdocio próximo oriental. Esta imagen, sin embargo, debe ser acompañada de otras. Otras imágenes que, aunque construidas igualmente de forma sintética y generalizadora, presenta- rán, como veremos, algunos rasgos específicos y diferenciales. Entre ellas, resultarán especialmente importantes la del sacerdocio y los sacerdotes en el Levante próximo- oriental, tanto del sacerdocio siro-levantino (ugarítico, fenicio, púnico) como del sacerdocio en el mundo bíblico4. Por ello se les dedican en este mismo volumen tra- bajos independientes. EL SACERDOCIO EN MESOPOTAMIA Como decíamos, el uso mismo de los términos “sacerdote” o “sacerdocio” cons- tituye un punto de partida apriorístico. Lo es ya la suposición de la mera existencia de una realidad correspondiente, diferenciada o diferenciable. El contenido dado a ambos vocablos (y por tanto el criterio que subyace a la construcción o el discerni- miento de sus presuntos correlatos) es, además, frecuente refugio de etnocentrismos y anacronismos, de prejuicios conscientes e inconscientes. Asumido el punto de partida, tales prejuicios podrían parecer, al menos en parte, inevitables desde el punto de vista epistemológico e incluso necesarios desde el punto de vista heurístico. Sin embargo, cuando corresponden a definiciones emanadas de principios de escuela, adquieren implicaciones de gran hondura, pues terminan indisociablemente ligados al concepto mismo de la categoría “religión”. De allí que a las visiones más abstractas y trascen- dentes del “sacerdocio” y los “sacerdotes”, a la presunción de categorías inmanen- tes, a las aproximaciones de corte fenomenológico, se hayan querido oponer, desde corrientes de estudio con énfasis histórico, definiciones alternativas y menos cargadas de connotaciones, estudiadas en el seno de cada cultura y atendiendo a la necesaria diferenciación entre los puntos de vista internos o externos a la cultura estudiada (la perspectiva “emic” o “etic”). De allí el uso frecuente, entre los que asumen la utilidad de las definiciones convencionales (útiles conceptuales, no categorías ontológicas) de criterios meramente funcionales (como el conocido y extendido empleo de términos como “operador cultual o ritual” o “especialista religioso”) tendentes a buscar un objeto de estudio amplio, pero no diluido, y abarcable, pero significativo5. Este acercamiento resulta rigurosamente necesario al considerar el sacerdocio mesopotámico. Lo demuestra un hecho en nada banal: no existe ningún término propio, en toda la literatura cuneiforme mesopotámica, que equivalga realmente a (2001); sobre el Antiguo Egipto, Siria-Fenicia, Palestina y el mundo bíblico, cf. las contribuciones de Conde, zamora, Jiménez Flores o Barriocanal en este mismo volumen. 4. El primero (el sacerdocio en el área que aquí hemos llamado siro-levantina), presentara rasgos que serán especialmente relevantes, por ejemplo, al considerar la extensión e influencia de estos hechos de cultura en Occidente. El segundo (el sacerdocio en la Biblia) resultará a su vez de enorme importancia, dado el carácter germinal del texto bíblico en la configuración de la cultura judeo-cristiana (y por tanto en nuestra propia concepción del sacerdote). 5. Sobre este tipo de reflexiones, remitimos al trabajo de Xella (2002: 406ss.), con bibliografía específica. 30 J. Á. ZAMORA LóPEZ –o que pueda traducirse por– lo que habitualmente entenderíamos por “sacerdote”6. En la bibliografía secundaria, incluso en las traducciones y comentarios documenta- les, se hace abundantemente uso del término, y los sacerdotes mesopotámicos apare- cen así como figuras comunes e imprescindibles a la cultura mesopotámica. Pero no existe, internamente a tal cultura genérica, un concepto similar expresado mediante un vocablo concreto. Se hace por tanto necesario contemplar en la documentación oriental la variedad de figuras que subyacen bajo los diferentes usos del término y categoría del “sacer- dote” entre los investigadores; repasar la manera en la que en ella eran llamadas y definidas estas figuras y estudiar las funciones particulares que adoptaban dentro de su propio contexto cultural. EL MARCO CULTURAL: EL SISTEMA SIMBÓLICO y EL CONTExTO SOCIAL La omnipresencia bibliográfica de los sacerdotes nace del habitual uso moderno de este término para designar al personal que se hallaba al servicio de los templos. El número e importancia de estos “sacerdotes” corren por tanto en paralelo a la gran importancia y número de los templos mesopotámicos, algo que sólo se entiende com- prendiendo el trasfondo cultural subyacente (o, si se prefiere, el “sistema simbólico” en que se enmarca). La cosmovisión mesopotámica nos es, por fortuna, bien conocida. No por un enunciado sistemático interno, no por la conservación de una “teología” escrita, al modo como hoy la entenderíamos; pero sí a través de la propia literatura cunei- forme, que proporciona testimonios de muy variada época, pero de gran coherencia y continuidad. En la base de la mentalidad mesopotámica, se encuentra el hecho de que los hombres han sido creados para servir a los dioses7. En el marco de una sociedad fuer- temente jerarquizada, en la que los reyes ejercen un poder omnímodo y los súbditos una total sumisión, el plano de la representación repite un esquema de la subordina- ción y el servicio como hechos incontestablemente necesarios. Los hombres, de no servir a los dioses o de hacerlo en modo incorrecto, son castigados por los dioses, en una mecánica que hace interpretar al hombre mesopotámicosus desgracias munda- nas como una punición de la divinidad, y por tanto como el resultado de una falta 6. Sí lo hay, en cambio, en el Levante próximo-oriental, como podrá verse en el artículo que se le dedica en este mismo volumen. Véase también, más adelante, el uso de alguno de los términos mesopotámicos en la documentación silábica levantina como equivalente de los términos locales. 7. Substituyendo a los dioses menores que antes servían a los grandes dioses. Cansados de sus trabajos, los dioses sirvientes se rebelaron. Los hombres fueron creados para que ocuparan su lugar. (En las versio- nes más elaboradas de los antiguos mitos sumerios y acadios, Enki, dios de la sabiduría, modela al hombre con barro, que mezcla con la sangre de un dios rebelde. un dios castigado, pues no hay falta sin punición. Tal hecho explica la “chispa” divina que se da en los hombres, que les da la inteligencia y el “alma” que le sobrevive en la muerte como un fantasma; pero que también les lleva a la falta y al error). Cuando la multiplicación de los humanos introduce el caos, los dioses decretan su destino mortal. Sobre la mitología sumero-acadia, su historia y contexto, cf. p. ej. Lambert (1995). 31El sacerdocio próximo-oriental y los problemas de su estudio: los sacerdotes mesopotámicos –advertida o no– en el servicio divino. Servir bien a los dioses no es fácil (y entender- los tampoco)8, aunque las obligaciones de los hombres para con ellos nacen todas, en realidad, de las esenciales. Los hombres deben proporcionar a los dioses los bienes básicos para su subsistencia: casa y comida. La casa es por supuesto el templo; la comida, son las ofrendas (cf. p. ej. Wiggermann 1995: 1857 ss.). LOS TEMPLOS y SU PERSONAL De allí la importancia en Mesopotamia del templo, que es la casa (en sumerio é, en acadio btu) del dios9. Y de allí la necesidad de que abundante personal se ocupara de su perfecto estado, de su mantenimiento, orden y limpieza; y del perfecto cumpli- miento del servicio cotidiano a su dueño, sobre todo de la preparación y presenta- ción de las diferentes comidas, las ofrendas. La forma en la que el dios “consumía” los alimentos presentados, aunque parte de rituales complejos, no incluía la pérdida de estos bienes, pues en Mesopotamia no eran objeto de combustión (ni de prescripción restrictiva similar)10. De ellos podía disponerse después de forma perfectamente aceptada. De este modo, los templos dis- ponían de entradas continuas de bienes consumibles, objeto de contabilidad oficial. El control de las entradas por ofrenda era parte de la cuidadosa gestión de la que eran objeto todas las propiedades del templo y todas las actividades económicas a las que daban lugar. Convertidos en importantes centros de riqueza y redistribución, los templos exigían, de nuevo, personal dedicado a tales menesteres. Tanto este personal como los anteriores debía ser retribuido o mantenido mediante la cesión de campos para su cultivo (los templos podían llegar a poseer grandes extensiones de terreno) o mediante la entrega de raciones, dando lugar a su vez a situaciones variadas (cf. p. ej. Robertson 1995: 443ss.). Esta complejidad de funciones y variedad de situacio- nes del personal de los templos, de esos individuos designados habitualmente como 8. Preocupación principal y sujeto recurrente, p. ej., en las composiciones sapienciales mesopotámicas de finales del II y I milenio a. C., como recurrentes son también las confesiones genéricas de culpa –ante la ignorancia real de la causa de la ira del dios– y la aparición del tema del “justo sufriente”. Sobre la literatura “sapiencial” mesopotámica, que comparte carácter y trasfondo con sus paralelos bíblicos, cf. Lambert (1960). 9. El dios vive en el templo: en él duerme, come, bebe, festeja, recibe a sus huéspedes, a sus devotos, allí los escucha. En origen, los dioses mayores del panteón vivían en el templo principal de “sus” respectivas ciudades; después, dispusieron de diferentes casas a la vez, en diferentes lugares. Cf. p. ej. Wiggermann (1995: 1861ss.) o Robertson (1995: 444 ss.). Sobre la materialidad de los templos mesopotámicos y su evolución, cf. p. ej. Roaf (1995). 10. A diferencia del holocausto griego o del similar sacrificio semítico en el ámbito noroccidental (como reflejan los textos bíblicos –los primeros capítulos del Levítico– o la información recabable de las llamadas “tarifas” fenicias). Las ofrendas mesopotámicas no son ajenas al concepto de “cocina ritualizada”, pero no parecen dar lugar a oposiciones fundamentales del tipo “barbarie-civilización”. Del mismo modo, la presentación como ofrenda alimenticia al dios de animales previamente “sacrificados” –evidentemente de forma ritualizada– no da generalmente a su muerte sentido sacrificial estricto. E incluso los casos excep- cionales, como los sacrificios expiatorios, los adivinatorios –por extispicina– o los sacrificios de alianza, conducen en cualquier caso a la ofrenda, con o sin restricciones. La presentación de la ofrenda es el acto sacrificial fundamental. Los “sacrificios sangrientos” en Asiria y en la alta Mesopotamia parecen más bien influencias occidentales. Cf. síntesis p. ej. en Joannès (2001c: 743 ss.). 32 J. Á. ZAMORA LóPEZ “sacerdotes”, merece por tanto una atención especial. Desde un punto de vista funcional, co- rrespondiendo a cuanto veíamos en el pá- rrafo anterior, se ha llegado a establecer una división tripartita dentro del personal templario, distinguiendo personal cultual de personal doméstico y administrativo11. Aparentemente, ni administración ni tra- bajo cotidiano parecen estricta o directa- mente ligados al ámbito religioso, mientras que el personal dedicado al culto responde en principio bien a la definición habitual de un “operador ritual”. Sin embargo, no es posible restringir el estudio a esta parte del personal. Por un lado, la distinción anterior nace de la interpretación de las fuentes, no se presenta directamente en ellas. Es por tanto moderna. Por otro lado, y como consecuen- cia, las diferentes situaciones presentadas por las fuentes no encajan siempre bien con la reducción antes presentada12. Como vere- mos, exigen considerar el conjunto con algo más de detalle. EL PERSONAL ADMINISTRATIvO DEL TEMPLO El funcionamiento administrativo de los templos tampoco fue, por supuesto, inmutable en el tiempo, ni tampoco correspondió a un modelo único para todas las ciudades y regiones del vasto territorio mesopotámico. Sin embargo, los puntos de continuidad y una similar ordenación general conllevan la presencia recurrente de una serie de figuras, conocidas especialmente bien en algunos periodos, que represen- tan adecuadamente las funciones y características de lo que suele considerarse como personal administrativo del templo. De entre estas figuras, destaca una superior, cuya denominación habitual (SANGA, angû) hace que se le llame a menudo simplemente “sacerdote”, pero que no falten denominaciones modernas como “administrador” o “contable”. La existencia de un “sacerdote” principal no extraña, y su cometido básico es el esperado: es la máxima autoridad del templo, su máximo responsable, y debe garantizar por tanto también 11. Incluso asumiendo el carácter externo de tal división, cf. p. ej. Charpin (2001: 681ss.). La referencia fundamental para los apartados que siguen, aun ceñida al periodo paleobabilonio, son los dos trabajos de Renger (1967 y 1969). Cf. también del primer autor, más específico: Charpin (1986). 12. Para este tipo de problemas al respecto del sacerdocio antiguo, cf. p. ej. el clásico Beard-North (1990). Fig. 1: Sacerdote sumerio (de Pritchard 1958: pl. 154) 33El sacerdocio próximo-oriental y los problemas de su estudio: los sacerdotes mesopotámicos la actividad cultual, en la que igualmente participa. Sin embargo, no se trata de un “sumo sacerdote” pues, aunque encabeza la pirámide jerárquica “sacerdotal”, sus funciones tienen que ver ante todo con la dirección
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