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Normalizacion_poder_y_saber

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Historia de las Ideas II 
Profesorado de Historia 
Instituto Superior de Formación Docente “Profesor Rogelio Leites” 
Año Lectivo 2017 
Profesorado Enseñanza Secundaria en Historia 
 
Michel Foucault 
Normalización, 
poder y saber 
 
Ignacio Maximiliano Snieg 
1 
 
Introducción 
La Francia de la mitad tardía del siglo XX se vio turbulentamente movilizada por 
una serie de pensadores que revolucionarían la manera de entender la 
Filosofía. Después del boom existencialista enarbolado por Sartre como su 
máximo exponente, la figura más fuerte filosófica que encontramos 
posiblemente sea Michel Foucault. Catalogado como estructuralista por 
muchos de sus contemporáneos (Entre ellos Jean Paul Sartre) el renegaría de 
ese rótulo toda su vida. En cambio, un tibio acercamiento a una definición de su 
trabajo la encontramos en una entrevista donde declaraba 
 
“La historia de los conocimientos, no obedece simplemente a la ley del 
progreso de la razón; no es la conciencia humana o la razón humana 
quien detenta las leyes de su historia. Existe por debajo de lo que la 
ciencia conoce de sí misma algo que desconoce, y su historia, su 
devenir, sus episodios, sus accidentes obedecen a un cierto número de 
leyes y determinaciones. Son precisamente esas leyes y esas 
determinaciones lo que yo he intentado sacar a la luz. He intentado 
desentrañar un campo autónomo que sería el del inconsciente de la 
ciencia, el inconsciente del saber”1 
 
Estas leyes construidas históricamente son las sombras ante las cuales el autor 
intentará echar algo de luz, ahondando sobre diferentes problemáticas acerca 
del conocimiento, el saber, el poder, lo natural. Este ensayo pretende ser una 
introducción hacia las principales ideas que se desarrollarán a lo largo de toda 
la bibliografía foucaultiana, preguntándonos ¿Qué es lo normal? ¿El saber es 
o se construye? ¿El poder es o se ejerce? 
 
Desarrollo 
Foucault es un pensador de la desnaturalización. Todos suponemos con total 
evidencia que es estar sano y que es estar enfermo, cuando la idea de sano y 
enfermo ha sido la que más cambió en la historia. Sin ir más lejos, la 
homosexualidad era considerada una enfermedad hace no mucho tiempo. Las 
ideas de sano y enfermo están relacionadas con la naturalización. Entender 
que ser heterosexual es el orden natural y que ser homosexual es una 
anormalidad. Pero esta naturalización no es otra cosa que producto de los 
cambios sociales. No existe un estado natural. Es una construcción. Esas 
exclusiones van a ser justificadas en el saber porque los conocimientos 
siempre van a ser funcionales a aquello que se quiere instaurar como 
normalidad. Es así como, para justificar que la locura es una anormalidad, 
 
1 Foucault, M., Alvarez-Uŕa, F., & Varela, J. (1985). Saber y verdad (pp. 40-43). Madrid: 
Ediciones de La Piqueta. 
2 
 
existirán ciencias que se encargarán de fundamentarlas. El psicólogo define al 
loco, los médicos a los pacientes y así sucesivamente. El ejemplo más claro 
que encontramos para dilucidar estos entramados del poder ejercido lo 
podemos encontrar en las pericias psiquiátricas. Una descripción atribuida a un 
acusado de homicidio del año 1955 versa lo siguiente 
“ Moralmente es homosexual desde los 12 años y en sus inicios ese 
vicio no habría sido más que una compensación de las bulas que 
soportaba cuando niño [...] hace tres mil años, seguramente habría 
residido en Sodoma, y los fuegos del cielo lo habrían castigado con 
toda justicia por su vicio. Es moralmente un ser cínico e inmoral”2 
 
De estos discursos podemos decir que tienen dos propiedades: La primera es 
determinar un fallo que concierne a la libertad o detención de un hombre (que 
en última instancia tienen un poder de vida y muerte), la segunda es que 
funcionan como discursos de verdad, por su status científico, formulados por 
personas calificadas dentro de una institución científica. Existe una pertenencia 
entre el enunciado de la verdad y la práctica de la justicia. El conocimiento sirve 
como justificativo de la justicia y como condición sine qua non, pero no se 
queda ahí. En última instancia, el papel de un psiquiatra no es definir la 
responsabilidad, si no constatar si existen anomalías mentales que puedan 
relacionarse con la infracción en cuestión. Se busca aquello que escape a la 
normalidad para que pueda adjudicarse un posterior trato que satisfaga las 
necesidades sociales. 
Quien maneja el saber, ejerce el poder. El saber es lo que se impone como 
verdad. El poder es la razón que ve, controla y domina. Es el sujeto racional 
quien mediante la razón tiene el poder de conocer y transformar todo, piensa 
que todo lo que cree es lo que es, construye saberes. Es mediante el saber que 
se van a dar las relaciones de poder. El poder se juega a través de un intento 
de dominar al otro y busca someterlo a su propia idea de normalidad. El 
problema es que esta idea de normalidad cambia históricamente por su 
carácter de ser una construcción. Utilizado la noción de locura (en 
concordancia con el relato de la pericia psicológica) Edgardo Castro plantea: 
“Por un lado, no sólo las formas de la locura y de la enfermedad mental 
son abordadas a partir de las condiciones históricas, también las formas 
del saber sobre la locura. Por otro, la historicidad del saber sobre la 
locura no se explica en relación con la mayor o menor objetividad que 
éste pueda alcanzar, en una historia del conocimiento concebida en 
términos teleológicos (como manifestación progresiva de una verdad), 
 
2 Foucault, M., Ewald, F., Fontana, A., Marchetti, V., Salomoni, A., & Pons, H. (2000). Los 
anormales (pp. 18-21). Ḿxico, D.F.: Fondo de Cultura Ecońmica. 
3 
 
sino por las diferentes configuraciones históricas, discontinuas, que 
ponen de relieve las diferentes experiencias de la locura.”3 
¿A través de qué instrumento se utilizará el saber para justificar el poder? 
Mediante las instituciones. Los locos comienzan a ir al manicomio. Es una 
institución disciplinadora, que construye un dispositivo de saber para explicar 
que es lo que al loco le sucede en términos corporales y que necesita para 
volver a la normalidad. Es por eso que el ejemplo de las pericias psicológicas 
es tan útil para entender esta noción, ya que en ella se entrecruzan el saber 
médico y el saber penal. Esta noción permite el funcionamiento de las 
nociones médicas en el campo del poder judicial. Pero en el fondo, estos polos 
de instituciones ¿A qué responden? ¿A la enfermedad? Sí, pero si solo se 
tratara de ella tendríamos únicamente instituciones terapéuticas, al igual que si 
respondieran a elementos estrictamente criminales solo existirían las punitivas. 
Este conjunto que tiene su polo terapéutico y su polo judicial ¿A qué responde? 
En resumidas cuentas, al peligro. Al anormal. Este aparato institucional se 
dirige al individuo peligroso (ni exactamente enfermo, ni propiamente criminal). 
Así se somete al anormal, al distinto, al otro. Y así como la cárcel disciplina a 
los presos, así nos disciplinan en el hogar, en la escuela, en la fábrica, en el 
sistema, en el mercado. Foucault dirá 
La división constante de lo normal y de lo anormal, a que todo individuo 
está sometido, prolonga hasta nosotros y aplicándolos a otros objetos 
distintos, la marcación binaria y el exilio del leproso; la existencia de 
todo un conjunto de técnicas y de instituciones que se atribuyen como 
tarea medir, controlar y corregir a los anormales, hace funcionar los 
dispositivos disciplinarios4 
Para que el poder se ejerza se necesita de un otro para poder someterlo y que 
el poder actúe. Necesita que haya algo extraño en el otro para poder someter, 
controlar, revisar. Necesita de algo anormal, para justificar el sometimiento. Los 
normales controlarán a los anormales. Esto lo podemos observar, por ejemplo, 
en la conquista de América. Tanto Todorov como Foucault plantean laidea de 
que se necesita otro considerado diferente que doblegar. Cuando Todorov 
habla del descubrimiento, se refiere al que hace el yo, del otro. Los otros 
tambín son “yos”. 
Podemos concebir a los otros como una abstracción hacia un grupo 
social al cual no pertenecemos. Así como los hombres se abstraen de 
las mujeres, los ricos para los pobres y los locos para los “normales”. 5 
 
3 Castro, E. (2006). Michel Foucault: Sujeto e Historia. Tópicos, (pp. 3) 
4 Foucault, M. (1990). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. (pp. 184) Siglo XXI. 
5 Todorov, T., & Burlá, F. B. (1987). La conquista de América: El problema del otro. (pp. 13) 
México. DF: Siglo XXI. 
4 
 
El énfasis en normales mediante comillas que hace Todorov no es casual. Ya 
hemos visto como claramente las concepciones que implican una clasificación 
se disuelven y desdibujan dependiendo del contexto histórico. Aquel que es 
distinto y debe ser separado y/o castigado lo es por alguien que tiene la 
autoridad moral de hacerlo. Este distinto representa al peligroso (cómo ya 
hemos visto) y podemos transfigurarlo a la figura del delincuente o el loco. En 
los tiempos medievales, la conquista de la anormalidad se daba mediante el 
suplicio. El suplicio era un espectáculo donde se presentaba al delincuente 
siendo ejecutado mediante tortuosos (y macabramente ingeniosos) métodos de 
tortura. Eso cambió a un castigo menos físico. El castigo ha pasado de un arte 
de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos 
suspendidos. Sucede que el objetivo punitivo ya no es el cuerpo, es el alma. A 
la expiación que causa estragos en el cuerpo debe suceder un castigo que 
actúe en profundidad sobre el corazón, el pensamiento, la voluntad, las 
disposiciones.6 Por eso se encuentra una moralidad, una superioridad de quien 
(con vergüenza) castiga. Se comienza a reconocer una humanidad en el otro, 
pero esto no impide que el anormal sea ajusticiado. Se establece un límite, que 
es el cuerpo, y el anormal puede ser castigado hasta tanto el castigo no atente 
contra su humanidad. Se establece esta norma, una frontera.7 
El poder es el pastor del hombre. Lo que hace el pastor es ser el dueño de la 
manada y guiarla. La iglesia institucionalizada redime a los pecadores mediante 
la confesión. Aquí vemos un poder que el pastor tiene sobre el pecador, porque 
conoce los pecados del pecador y no viceversa. Este poder pastoral medieval 
se va a prolongar en la modernidad mediante los estados modernos. Foucault 
nos va a decir que el pastor: a) Ejerce el poder sobre un rebaño más que sobre 
un territorio, b) El pastor reúne, guía y conduce a su rebaño, c) El papel del 
pastor consiste en asegurar la salvación de su rebaño. ¿Cuál es la similitud con 
los estados modernos? El pastor actúa de vigilia. Se ve obligado a conocer a 
su rebaño en su conjunto y en detalle. Entonces ¿Se podría definir al 
responsable de la ciudad, al que manda, como una especie de pastor? Las 
técnicas cristianas del examen (la confesión, la dirección de conciencia y la 
obediencia) tienen como finalidad conducir a los individuos a su mortificación. 
La pastoral cristiana presenta un juego cuyos elementos son la vida, la muerte, 
la verdad, la obediencia, los individuos y la identidad. Si combinamos el juego 
de la ciudad y el ciudadano con el juego del pastor y el rebaño, tenemos como 
resultado los estados modernos.8 Cuando uno va al médico, le confiesa todo y 
va a seguir la tendencia de contarle todo. El médico va a curar al enfermo, 
 
6 Foucault, M. (1990). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. (pp. 14;18) Siglo XXI. 
7 La Moralidad del Poder de Castigar (Sobre “Vigilar y Castigar” de Michel Foucault, Veinte 
Años Después). (1995). Suplemento Cultural De Ultimas Noticias, 1421, (pp. 4). Recuperado 
de http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/15940/1/davila-moralidad.pdf 
8 Foucault, M., & Ferrer, C. (1993). La vida de los hombres infames (pp. 122-126) Altamira. 
5 
 
confiamos en él. En un interrogatorio, nos vemos sometidos a un policía que 
tiene el poder de la ley. El maestro es el pastor de sus alumnos. Estas son las 
sociedades disciplinarias. Una ley es prescindible, puede estar o no, pero la 
norma es la que estructura formas de normalidad. Hay una disposición de lo 
permitido. ¿Por qué no se enfrenta a estas disposiciones? Porque están 
justificadas mediante el saber y las tomamos como normales. Hay instituciones 
que rigen estas reglas. Relegamos (voluntariamente o no) nuestras libertades a 
instituciones que, mediante el saber, tienen el poder de normalizarnos y de 
sacarnos todo aquello que es anormal. Así tiene que ser, así es la mejor forma 
de hacerlo. Hay más poder cuando lo que se logra es normalizar una conducta 
que cuando se la censura. La ley reprime, la norma normaliza. La norma 
produce formas de vida. La ley actúa en función de lo permitido ante lo 
prohibido. La norma estructura formas de normalidad. Con el tiempo no hace 
falta que haya un pastor. Se normaliza una conducta. Es el poder en forma de 
panóptico. El panóptico es una torre central, vidriada con vidrios opacados. 
Alrededor de esa torre se disponen las celdas de tal modo que los presos están 
en vigilancia todo el tiempo. El vigía nos ve, pero no lo vemos, nos sentimos en 
constante vigilancia y esto nos obliga a seguir la norma. No sabemos si el 
carcelero está vigilándonos en ese momento o no, por eso interiorizamos el 
comportamiento obediente. Nosotros mismos nos encargamos de vigilar a los 
demás presos por lo que nos volvemos portadores del poder 
De ahí el efecto mayor del Panóptico: inducir en el detenido un estado 
consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento 
automático del poder. Hacer que la vigilancia sea permanente en sus 
efectos, incluso si es discontinua en su acción. Que la perfección del 
poder tienda a volver inútil la actualidad de su ejercicio; que este 
aparato arquitectónico sea una máquina de crear y de sostener una 
relación de poder independiente de aquel que lo ejerce; en suma, que 
los detenidos se hallen insertos en una situación de poder de la que 
ellos mismos son los portadores.9 
 
Conclusión 
Quizá poco podamos decir de todo lo que hemos desarrollado. Las 
resoluciones categóricas e irrefutables van en contra del sistema de 
pensamiento de Foucault. Por eso nos limitaremos a decir que hemos 
conseguido responder a los interrogantes mediante la concepción que el 
autor desarrolló a lo largo de su extensa bibliografía. Pensamos terminar 
con la reflexión de que nada es natural, todo es construido y animamos a 
hacer una crítica reflexiva de la realidad y los conocimientos, mediante una 
deconstrucción. 
 
9 Foucault, M. (1990). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. (pp. 185) Siglo XXI. 
6 
 
Bibliografía 
 
Foucault, M. , Alvarez-Uŕa, F., & Varela, J. (1985). Saber y verdad. Madrid: 
Ediciones de La Piqueta. 
 
Foucault, M. , Ewald, F., Fontana, A., Marchetti, V., Salomoni, A., & Pons, 
H. (2000). Los anormales. Ḿxico, D.F.: Fondo de Cultura Ecońmica. 
 
Foucault, M. , & Ferrer, C. (1993). La vida de los hombres infames. 
Altamira. 
 
Dávila, J. , La Moralidad del Poder de Castigar (Sobre “Vigilar y Castigar” 
de Michel Foucault, Veinte Años Después). (1995). Suplemento Cultural De 
Ultimas Noticias. 
Recuperado de: 
http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/15940/1/davila-moralidad.pdf 
 
Castro, E . (2006). Michel Foucault: Sujeto e Historia. Tópicos 
 
Todorov, T ., & Burlá, F. B. (1987). La conquista de América: El problema 
del otro. México. DF: Siglo XXI. 
 
Foucault, M . (1990). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI. 
http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/15940/1/davila-moralidad.pdf

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