Logo Studenta

pm 2832

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Foffani,	Enrique
Literatura,	cultura,	secularización	:
Una	introducción
EN:	E.	Foffani	(Ed.).	(2010).	Controversias	de	lo	moderno	:	La
secularizacion	en	la	historia	cultural	latinoamericana.	Buenos
Aires	:	Katatay.	pp.	11-32
Foffani,	E.	(2010).	Literatura,	cultura,	secularización	:	Una	introducción.	EN:	E.	Foffani	(Ed.).
Controversias	de	lo	moderno	:	La	secularizacion	en	la	historia	cultural	latinoamericana.
Buenos	Aires	:	Katatay.	pp.	11-32.	En	Memoria	Académica.	Disponible	en:
https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.2832/pm.2832.pdf
Información	adicional	en	www.memoria.fahce.unlp.edu.ar
Esta	obra	está	bajo	una	Licencia	Creative	Commons
Atribución-NoComercial-CompartirIgual	4.0	Internacional
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
4 5
Enrique Foffani (ed.)
Controversias de lo moderno
La secularización en la historia cultural latinoamericana
E D I C I O N E S
Florencia Bonfiglio
Mariano Calbi
Analía Costa
Juan Antonio Ennis
Enrique Foffani
Diego Lincuiz
Alejandra Mailhe
Anahí Mallol
Julia Miranda
Jorge Monteleone
Hernán Pas
Controversias de lo moderno : la secularización en la historia cul-
tural latinoamericana / Enrique Foffani ... [et.al.] ; edición literaria 
a cargo de Enrique Foffani. - Buenos Aires : Katatay, 2010. 328 p. ; 
20x14 cm. - (Ensayos)
ISBN 978-987-23779-4-6
1. Crítica Literaria. I. Foffani, Enrique II. Foffani, Enrique, ed. lit. 
CDD 801.95
Primera edición: Marzo 2010
© Enrique Foffani. 2010
© Ediciones Katatay
© Julio Bariani
Ediciones Katatay
Av. Las Heras 2184 – PB “A”
(C1127AAQ) Buenos Aires – Argentina
Email: ediciones.katatay@yahoo.com.ar
Diseño Logo Editorial:
Diseño de tapa:
Diseño de interior:
Corrección General:
ISBN 978-987-23779-4-6
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente 
prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del 
“Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la 
reproducción parcial o total de esta obra por cualquier me-
dio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamien-
to informático.
IMPRESO EN ARGENTINA/ PRINTED IN ARGENTINA
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723.
Julio Bariani
Aldo Javier López
Aldo Javier López
Florencia Bonfiglio
6 7
Literatura, Cultura, Secularización
Una introducción
Enrique Foffani
Primera Sección
Las ciudades ideológicas: la lengua y la mirada de los otros
1. La diferencia criolla: lengua e imaginación urbana
Juan Antonio Ennis
2. El “fruto agridulce de la ideología” en la ciudad
historiográfica de José Luis Romero
Hernán Pas
Segunda sección
Políticas de Estado y evangelización contra religiones
populares y teologías indígenas
3. El aura en ruinas. Ensayo y fotografía en la aprehensión
de la masacre de Canudos
Alejandra Mailhe
4. Pequeño Pie de Piedra: En torno de la memoria de
Ceferino Namuncurá
Florencia Bonfiglio
Tercera Sección
Políticas y márgenes en la cultura popular: del tango al rock
5. De la periferia al centro: los letristas de tango en la
ciudad modernizada
Diego Lincuiz
6. Spinetta/ Artaud (Verano del setenta y tres)
Jorge Monteleone
Índice
.........................................................................
..............................................................
...........................................................................
..................................................................
...............................................................
..................................................................
........................................................................
11
35
59
95
135
163
185
8 9
Cuarta Sección
Sacralizar/ desacralizar: el vaivén del sentido en la
secularización de la poesía moderna
7. Los modernos Prometeos: la construcción humana más 
que humana del sujeto lírico moderno
Analía Costa
8. La ciudad secular en la lírica modernista de José Martí 
y Julián del Casal.
Apuntes sobre la imaginación poética urbana
Enrique Foffani
9. El comienzo de la poesía política de Juan L. Ortiz:
“A los poetas españoles”, poema perdido desde 1937
Julia Miranda
10. Nihilismo y secularización en Muerte sin fin 
de José Gorostiza
Mariano Calbi
11. Mirar y dar a ver en la poesía argentina reciente
Anahí Mallol
Autores
..........................................................................
........................................................................
.....................................................................
.........................................................................
......................................................................
213
241
263
287
307
324...................................................................................
10 11
Con el término controversias nuestra Investigación se refiere 
al núcleo tenaz de la modernidad: llámese contradicción, am-
bigüedad, ambivalencia o incluso transformación, ese embrión 
de sentido ha sido largamente teorizado por una tradición ya 
secular de fuertes lecturas críticas, instauradoras de discurso, 
y de precisos, aunque muchas veces también decepcionantes, 
diagnósticos, como los realizados desde Jean Jacques Rousseau 
y Karl Marx a Georg Simmel, Walter Benjamin, Hans Robert 
Jauss y Marshall Berman para nombrar sólo a unos pocos. Sin 
embargo, nos interesa rescatar de la palabra su referencia eti-
mológica de versiones y el potencial semántico de lo versátil en 
cuanto a la propiedad que tienen las cosas de cambiar y modifi-
carse, lo que quizás el término transformación logre decir más 
nítidamente al plantear un desplazamiento por mutación de la 
forma. Desde este punto de vista, las controversias de lo moder-
no —la señal de comienzo de nuestra Investigación está situada 
histórica y simbólicamente en los movimientos emancipatorios 
latinoamericanos a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo 
XIX— ponen en el centro del análisis las versiones encontradas 
de nuestra modernidad, esto es, las versiones en contra, las ver-
siones contrapuntísticas, contradictorias, recíprocamente exclu-
yentes. Para decirlo con Julio Ramos, se trataría de las versiones 
desencontradas, aquellas que no podrían conjugarse juntas sin 
volver a plantearse, ya no sus fundamentos sino sus puntos de 
partida y, por supuesto, la ulterior confrontación con los puntos 
de llegada. Entre uno y otro punto, precisamente, tiene lugar 
la controversia, ya sea como reversión, conversión, perversión 
o contraversión del sentido, todas transformaciones que, como 
tales, no permanecen fijas sino que están, constantemente, su-
jetas a cambio.
Este insistente tembladeral del universo de las significacio-
nes atravesó históricamente al proceso de la Modernidad y sus-
citó las no menos insistentes metáforas de la “tempestad” o la 
“tormenta”, auténticos desastres del orden de la naturaleza que 
Literatura, Cultura, Secularización.
Una introducción
Enrique Foffani
0.
12 13
escritores, poetas y pensadores no dudaron en adjudicar al or-
den de la cultura en una transferencia analógica pero preñada 
de sutiles y violentas connotaciones. Esto es lo que nos propusi-
mos trabajar a partir de la categoría de secularización mediante 
un enfoque teórico-metodológico bastante distinto del acostum-
brado a realizarse en el marco de la crítica sobre los estudios 
literarios y culturales en América Latina al abordar la cuestión 
del proceso de la Modernidad, aun cuando encontremos la ca-
tegoría de secularización muchas veces citada y prácticamente 
nunca desarrollada como posibilidad explicativa multivalente, 
es decir, como una noción capaz de referir cuestionamientos 
jurídicos, sociológicos y políticos en un mismo contexto. De 
hecho, su poder semántico eclosionó durante el siglo XIX y es 
evidente su importancia hacia las últimas décadas durante el 
auge del Modernismo. Cabría señalar que este último, más allá 
de aludir explícitamente al Movimiento así bautizado y lidera-
do por Rubén Darío y constituido bastante sui generis por un 
abigarrado sincretismode estéticas finiseculares, en su mayo-
ría francesas y provenientes del trabajo poético de un conjun-
to de poetas considerados menores, se refiere asimismo en los 
límites de la presente Investigación a la Modernidad Cultural 
y no solamente Estética, conectada con la Modernización y la 
Modernidad. Las tres caras de este mismo fenómeno conforman 
un proceso conjunto que establece entre ellas consonancias y 
disonancias, ajustes y desajustes, eso que Ángel Rama, en 1970, 
definió como “arritmia cultural” en su libro Rubén Darío y el 
Modernismo1 y Rafael Gutiérrez Girardot (1989) como “asimila-
ción crítica” en su Temas y problemas de una historia social de 
la Literatura Hispanoamericana.2 Por tanto, elaboraciones de 
1 Rama, Ángel, Rubén Darío y el Modernismo: circunstancias socio-económicas de un 
arte americano. Caracas, Ediciones de la Universidad Central de Venezuela, 1970.
2 Transcribimos de este libro la clara descripción de Gutiérrez Girardot de esta no-
ción fundamental para el abordaje de la literatura latinoamericana: “pues sin una 
tradición, por pobre que sea, la asimilación de lo extranjero se convierte en autén-
ticos saltos en el vacío, es decir, en modas de la que nada se asimila y a las que no 
se puede poner en tela de juicio desde una perspectiva propia, desde una tradición 
menospreciada, porque la nueva moda desaloja a la anterior sin crítica. Por pobre 
Controversias de lo moderno
asimilación cultural arrítmicas podría fungir como una suerte 
de condensado terminológico de índole descriptiva construido 
con el aporte de ambos críticos maestros de nuestra genera-
ción para aludir a la esfera cultural de la modernidad —con sus 
consabidas operaciones de apropiación y préstamos— definida 
entonces como un latido desacompasado respecto de las otras 
esferas constitutivas pero ya no, como siempre, a la zaga, ya 
no como furgón de cola, ya no condenados a ser los últimos 
orejones del tarro. Más adelante nos detendremos en el cuestio-
namiento de que fue objeto el Modernismo Hispanoamericano, 
pues es a partir de su estudio que comienza a pergeñarse hacia 
la segunda mitad del siglo XX una teoría crítica moderna en 
América Latina.
Nuestro enfoque sostiene que el proceso de secularización, 
que tuvo lugar en Occidente, ha ido generando, a lo largo de las 
épocas, las condiciones propicias para la aparición del fenóme-
no conocido como la Modernidad.3 Por esta razón, entendemos 
la Modernidad como la máxima radicalización de la seculari-
zación a través de las dos ideas que se manejan en la teoría de 
Giacomo Marramao: ya sea la modernidad como el proceso 
de transformación de una matriz, ya sea como un proceso di-
solutivo de las hipóstasis teológicas y metafísicas. El origen de 
la idea de secularización puede situarse en el siglo XI cuando 
comienza a surgir el embrión del estado moderno y la lucha 
que se entabla entre el imperio y el papado4, aunque es durante 
que pueda ser nuestra tradición intelectual, ella se enriquece en el proceso de asimi-
lación crítica de lo extranjero. No de otra manera surgió la gran literatura alemana 
moderna, cuya lengua se consideraba torpe e incapaz para la literatura, es decir, de 
la asimilación crítica y de la discusión con la literatura francesa”. Bogotá, Ediciones 
Cave Canem, 1989.
3 Seguimos en esta dirección los trabajos de Giacomo Marramao, sobre todo, en dos 
de sus libros dedicados a esta problemática: Cielo y tierra. Genealogía de la secula-
rización (Barcelona-Buenos Aires- México, Paidós, 1998) y Poder y Secularización 
(Barcelona, Península, 1989).
4 Es interesante, al respecto, la lectura que hace Hanna Arendt al plantear que la 
Una introducción
1.
14 15
la reforma protestante cuando aquélla adquiere una categoría 
jurídica. La noción de secularización experimentó —sostiene el 
filósofo italiano5— una notable extensión semántica durante el 
siglo XIX. Muchos críticos no advierten las estrechas relaciones 
entre el concepto de lo moderno tal y como se genera en la so-
ciedad industrial a fines del siglo XVIII y la categoría de secula-
rización, la cual, en su extenso recorrido histórico, reelabora los 
tan mentados dualismos occidentales (el más reconocible por 
todos es, sin duda, lo profano/ lo sagrado) y suscita durante la 
centuria decimonónica una transformación decisiva en la opo-
sición secularización/mundanización a partir de dos orientacio-
nes que serán primordiales para el ámbito de lo historiográfico 
y lo filosófico: la Verweltlichung (esto es, la mundanización) 
y la Säkularisierung (esto es, entendida en el sentido jurídico 
canónico y político). Lo que el siglo XIX aporta específicamente 
a esta problemática con la dupla de términos mencionados es 
una conceptualización para el desarrollo del emergente campo 
de la Filosofía de la Historia: nos referimos a Weltgeschichte o 
“historia universal” o la así llamada también, atendiendo más al 
ritmo de su etimología, “historia-mundo”.
En este punto, queremos destacar los estudios cimeros so-
bre esta problemática del crítico colombiano Rafael Gutiérrez 
Girardot, quien ha trabajado arduamente en una suerte de lec-
tura correctiva y complejizadora de la noción de Modernismo en 
el área de la cultura tanto hispánica como hispanoamericana, 
secularización es un acontecimiento histórico, es la separación de religión (iglesia) y 
política (estado) pero aclara que esta separación no implica la desaparición de la fe ni 
el enfático interés por las cosas del mundo. La filósofa alemana interpreta más bien 
que se trata de un retorno de la originaria separación, que tenía lugar en el cristianis-
mo primitivo, entre el césar y dios.
5 En el libro ya citado Poder y Secularización, Giacomo Marramao revisa cinco con-
ceptos de secularización: “1. secularización como decadencia de la religión; 2. secu-
larización como conformidad con el mundo; 3. secularización como desacralización 
del mundo; 4. secularización como ruptura del compromiso de la sociedad con la 
religión; y 5. secularización como transposición de creencias y de modelos de com-
portamiento de la esfera religiosa a la secular (concomitante a las nociones que, 
relacionadas con las tesis de Troeltsch y Weber, se denominan “religión invisible”, 
esgrimida por Berger o Luckmann o “religión civil” por Bellah).” (pp. 254-255).
Controversias de lo moderno
conectada siempre a los procesos de la Modernidad y de la 
Modernización. Este crítico considera el proceso de Secularización 
como el horizonte en el que tiene lugar la Modernidad y sus 
concomitancias: la mentalidad burguesa, la economía capitalis-
ta, la concepción burguesa del fin del arte, el urbanismo arqui-
tectónico, entre otros. En uno de sus libros más importantes, 
Modernismo. Supuestos históricos y culturales (1983)6, escribe, 
a propósito de Sobre la voluntad de poder de Nietzsche de M. 
Heidegger, que “lo decisivo fue, para la literatura de lengua 
española, la secularización”. Y en “El modernismo incógnito”, 
Gutiérrez Girardot elabora otra de sus tesis: la secularización es 
“la sustitución de la religión en ruinas por visiones construidas 
por la fantasía con los restos de aquélla”.7
Las relaciones planteadas en el título de esta Introducción 
—nuestra Investigación se concentra en dos géneros: la poesía 
y el ensayo— organizan y sitúan, en la coordenada espacio-
tiempo, una relación intrínsecamente problemática pero su-
mamente fructífera a la hora de situar los textos literarios en 
confrontación con ese movimiento secular que compromete, en 
su constitución, una serie de “esferas de sentido” que son de 
capital importancia para nuestro abordaje crítico. La categoría 
de secularización incumbe, como sabemos, a varias disciplinas: 
filosofía, teología, política, sociología, derecho, la antropología, 
la filosofía de la historia, la teología política, la sociología de la 
cultura. Pretendemos, con el trabajo de investigación que aquí 
presentamos, a partir de una revisión crítica e historiográfica, 
contribuir a la formulaciónde una secularización literaria, esto 
es, la formulación de una categoría de análisis que pueda dar 
cuenta, al mismo tiempo, de la incidencia del proceso de secula-
rización en el discurso literario a través de la lengua y del imagi-
nario social que atraviesa la dimensión simbólica e institucional 
6 El libro Modernismo. Supuestos históricos y culturales se editó por primera vez en 
1983 en la editorial Montesinos de Barcelona. Citamos aquí de la tercera edición, de 
2004, realizada por el Fondo de Cultura Económica.
7 El ensayo “El Modernismo incógnito” pertenece al libro Aproximaciones. Bogotá, 
Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, Presidencia de la República, PROCULTU-
RA, 1986. La cita se encuentra en la pág. 89.
Una introducción
16 17
de la experiencia del sujeto moderno. Pero también a través 
de otras áreas en las que eclosiona y de las cuales los ensayos 
que aquí reunimos, fruto de nuestra Investigación, pueden dar 
cuenta, a saber: el campo de una historia de las ideas, el cruce 
de urbanismo y política, el campo de la cultura popular, la ver-
tiente neonihilista de la filosofía contemporánea en relación con 
los estudios líricos, el campo de la historia de las mentalidades. 
Sólo a modo ilustrativo de la relación literatura/secularización 
en la fase de nuestra Modernidad estética y cultural, esto es, el 
modernismo hispanoamericano, nos referiremos sucintamente 
a dos ejemplos que extraemos de las obras de Rubén Darío y 
José Enrique Rodó, ilustrativos del modo en que implementa-
mos, como equipo de Investigación, las tan seductoras pero no 
menos convincentes hipótesis que la categoría de secularización 
otorga a los estudios críticos de la Literatura Latinoamericana.
En la poesía del primero, podemos constatar en el paratexto 
de uno de sus libros más emblemáticos, esto es, Prosas profa-
nas, publicado en 1896, un caso paradigmático de los consa-
bidos dualismos que, retomando lo sagrado/ lo profano (las 
“prosas” no solamente estarían remitiendo a lo prosaico en sí 
sino, sobre todo, a las liturgias de la misa), lleva a cabo un pe-
netrante trabajo de significación poética que está muy lejos de 
reducirse al juego tradicional con las archiconocidas dicotomías. 
Al libro de Rubén Darío lo podemos considerar una indagación 
secularizada tanto de teologemas cristianos como de mitolo-
gías paganas en una operación que no tiene parangón en poe-
tas anteriores. En el ensayo del segundo, el Ariel publicado en 
1900, se comprueba otra de nuestras hipótesis de trabajo: todo 
este libro ha sido considerado una suerte de “sermón laico” no 
sólo como construcción retórica sino como un discurso entraña-
do en la serie de intertextos de la tradición decimonónica que 
encarna la corriente nihilista de la filosofía de Nietzsche, que 
justamente este ensayo retoma y a través de la cual, teniendo 
en cuenta su condición enunciativa, se plasma la particular con-
cepción de la relación entre los intelectuales y el poder político. 
Tal la dimensión productiva que la relación entre literatura y 
Controversias de lo moderno
secularización nos depara en el enfoque que proponemos con 
la presente Investigación.
Partimos para este estudio de las tesis de Giacomo Marramao 
acerca de la eclosión de la problemática de la secularización en 
el siglo XIX y fechamos nuestro comienzo histórico y simbólico, 
como ya dijimos, en los movimientos por la emancipación; por 
tanto, el amplio amplio arco temporal se extiende desde la ciu-
dad criolla del siglo XVIII y XIX a la ciudad de los setenta —la 
ciudad real bajo las garras de la dictadura, que tiene su emer-
gencia en las letras del rock de Luis Alberto Spinetta— y la ciu-
dad de los 90, escrita por los jóvenes poetas en las postrimerías 
del siglo XX. El abordaje teórico-metodológico, a través de la 
teoría de la secularización, no puede ignorar la emergencia de la 
ciudad moderna y ello es así porque se trata del espacio dinami-
zador y emblemático de los cambios históricos por antonomasia, 
aunque no puedan ser pensados desvinculados del ámbito ru-
ral, tal como leemos en las lecturas críticas más sólidas sobre la 
teoría de la modernidad pergeñadas por Georg Simmel, Walter 
Benjamin, Hans R. Jauss, Raymond Williams, Marshall Berman, 
entre otros. Estamos persuadidos de que todo abordaje teórico-
crítico que implementemos debe funcionar a partir del principio 
dialógico entre, en nuestro caso, los paradigmas que concitan 
la categoría de secularización y el entorno específico de nuestra 
cultura latinoamericana enmarcada por el doloroso, y de alguna 
medida insuperable, acontecimiento del trauma de la conquista 
y el carácter estructural que en ella adopta la tensión campo/
ciudad. Tanto es así que la fundación de muchas de las ciuda-
des coloniales, lo sabemos, se llevó a cabo sobre las ciudades 
amerindias provocando el borramiento o la yuxtaposición de 
un espacio urbano de alta complejidad que es posible leer en 
los signos supérstites de la textura urbanística. Por esta razón, 
porque en nuestras ciudades convergen la ciudad amerindia y la 
ciudad ibero-latinoamericana, es que la teoría de lo que Harvey 
Cox denominó the secular city gana importancia tanto desde el 
uso de la categoría de representación como desde el hecho de 
entender lo urbano (o mejor: la tensión urbano/ rural) como la 
Una introducción
18 19
encarnadura de los arduos procesos de enunciación. Refractaria 
a quedar reducida a una realidad meramente representada en 
el texto literario, la ciudad moderna puede irrumpir de otro 
modo bajo la inflexión del proceso de secularización occidental, 
esto es, irrumpir con toda su densidad semiológica que tiene su 
punto de origen (el origen es siempre mítico) en la escena de su 
propia emergencia: en plena época de la revolución industrial 
para la escena europea, y en el momento de la conquista para la 
historia latinoamericana.
Es, por tanto, a partir de esa escena emblemáticamente mo-
derna tal como ha sido vivida e imaginada por lo que todavía 
llamamos literatura latinoamericana, pese a los diversos conte-
nidos y problemáticas, desde donde pretendemos situar, como 
dijimos, el comienzo, ya no el origen, apelando a la categoría 
de Beginnings de Edward Said, para desterrar, en lo posible, la 
obstinación metafísica del término origen y su fantasma ances-
tral de originalidad. Desde esta perspectiva de análisis, nues-
tra Investigación focalizó la secularización del espacio urbano 
en la línea de reflexión teórica propuesta por Norbert Bolz en 
su trabajo “Theologie der Großstadt” (“Teología de la gran ciu-
dad”), donde estudió la ciudad moderna como un espacio abier-
to a un proceso de constantes deslizamientos semánticos que 
desacralizan tanto como vuelven a sacralizar sus relaciones con 
el mundo y el ultramundo, lo terrenal y lo celestial, lo profano y 
lo sagrado. Bajo la tesis de la secularización, se establecen dos 
tipos de relaciones entre las categorías de la modernidad y los 
teologemas inherentes a su origen: ya sea una relación de trans-
formación o ya sea de disolución entre unas y otros. Este último 
tipo de interpretación disolutoria es, como escribe Marramao, 
“una variante interna de la tesis de la secularización”, coinci-
dente con las proposiciones de Max Weber relativas a lo que 
éste dio en llamar el desencanto o la desmiraculización de la 
sociedad moderna, un diagnóstico que no habilita interpretarlo 
como un mundo definitivamente desacralizado ni entender que 
todo desemboca, como plantea Jeffrey Andrew Barash en su 
definición de secularización, en la caducidad del sentido: “El 
Controversias de lo moderno
concepto de secularización remite así a la tendencia a asimilar 
una orientación cristiana del tiempo histórico volviendo cadu-
ca su fuente religiosa inicial”.8 Precisamente lo que la extrema 
dinámica de la categoría de secularización nos permite es dar 
otra vuelta de tuerca al problema siempre inquietante de la ca-
ducidad de las significaciones. Más que volver perimibles los 
significados,estos emigran a otras esferas, arrastrando consigo 
los resabios semánticos del ámbito primigenio –lo que Barash 
denomina “la fuente inicial”–, pero el factor dinamizante con 
que las significaciones se transforman y se transfieren a sí mis-
mas habilita ponerse al abrigo de interpretaciones demasiado 
apresuradas. Las alusiones tan recurrentes, por ejemplo, en la lí-
rica moderna, al imaginario bíblico no sólo vetero sino también 
novotestamentario no vuelven caducas las fuentes iniciales, de 
donde efectivamente han sido engendradas tales significacio-
nes, más bien lo que acontece es un desvío, una negación, una 
inversión, una subversión del sentido primordial, sin el cual no 
obstante la nueva significación no podría ser percibida como 
nueva. La copresencia semántica funciona como un horizonte 
necesario contra el cual lo nuevo se distingue de lo viejo. Desde 
esta perspectiva, son sumamente significativos los tres movi-
mientos que Rafael Gutiérrez Girardot propone como niveles 
de análisis para abordar la relación entre literatura y seculariza-
ción: 1. como mundanización (Weltlichung) o desmiraculización 
de lo sagrado; 2. como sacralización del mundo o lo profano 
(que en el contexto eclosionante del siglo XIX se sobreimprime 
con todas las postulaciones laicas de la fe: fe en el progreso, 
fe en la ciencia y en la técnica, fe en la racionalización); y 3. la 
secularización como pérdida incluso del mundo en tanto que 
mayor radicalización, lo que la filosofía conoce como Nihilismo 
en la línea nietzscheana de la “muerte de Dios” y el área de 
los estudios de la lírica moderna de Hugo Friedrich llamó “la 
trascendencia vacía” y la historiografía de José Luis Romero en 
cambio “la trascendencia profana”.
8 Revista pensamiento de los confines, Número 11, septiembre de 2002. Buenos Aires, 
Universidad de Buenos Aires, pp.139-149
Una introducción
20 21
Con la eclosión del proceso de secularización durante el si-
glo XIX, observamos que se produce un cambio sustancial que 
podemos definir, ahora, como el pasaje del theatrum mundi 
al theatrum urbis: el espacio de la escena moderna es el de la 
irrupción de la ciudad misma; y con ella, además, la constela-
ción de conceptos fundamentales: espacios-tiempos-sujetos, es 
decir, el conjunto de experiencias necesariamente consteladas 
que conocemos bajo la denominación de la teoría de la moder-
nidad y cuyos elementos constituyentes son aquellos que su-
ponen, con el correr del tiempo, una determinada continuidad 
bajo la corriente de transformación (los cambios escandidos por 
el “progreso” en su relación con la “técnica” han llegado a ser el 
nudo de un debate que no se ha agotado aún en la actualidad) 
de aquella que fue la escena urbana primitiva: nos referimos al 
espacio urbano que, en sus macro y microdimensiones orienta-
das hacia el movimiento fuertemente dialéctico entre ciudad y 
calle, se interconecta por un lado con la galería de lugares em-
blemáticos (los pasajes, los cafés, el bazar, los kioscos) y por el 
otro se halla entrañado en el nuevo tipo de experiencia humana 
definida bajo el término de shock (lo que en alemán se distin-
gue entre Erlebnis y Erfahrung) la cual da cuenta, de manera 
fehaciente, del proceso de alienación progresivamente creciente 
que vive y padece el sujeto moderno inmerso en la multitud.
La tesis de que la secularización es la matriz y no el efecto de 
la modernidad, habilita nuevos caminos teóricos para abordar 
este fenómeno que, a partir de lecturas ya canónicas, se instaura 
en el continente de un modo desigual, desparejo, no-sincrónico: 
nos enfrentamos, así, con una modernidad discrónica (Ángel 
Rama), una modernidad desencontrada (Julio Ramos), una mo-
dernidad periférica (Beatriz Sarlo), una modernidad disonante 
(Gwen Kirkpatrick). Esta asimetría ha generado diversas pers-
pectivas cuyas enunciaciones intentaban en su ejercicio crítico y 
metacrítico desmitificar la postura eurocentrista de la moderni-
dad. El abordaje de la relación literatura y ciudad se centra en el 
doble sentido de sus relaciones: no solamente la literatura sobre 
la ciudad sino también de la ciudad, esto es, por un lado, la 
Controversias de lo moderno
ciudad representada en el discurso y, por el otro, el discurso de 
la ciudad en el sentido de que la ciudad habla y asume una voz.9 
Un ejemplo iluminador lo encontramos en la aguda reflexión a 
cargo de la poesía moderna ante la confrontación de la ciudad 
que podemos leer en el prólogo que escribe Charles Baudelaire 
a sus Petits poèmes en prose. Allí el poeta francés brega por una 
prosa poética, musical sin ritmo y sin rima, capaz de adaptarse a 
“los sobresaltos de la conciencia”, una prosa poética que se bus-
ca asociar con “la frecuentación de las enormes ciudades, en el 
cruce de sus innumerables relaciones”. Baudelaire escribe en el 
mencionado prólogo: “Acaso no trató usted mismo, mi querido 
amigo, de traducir a una canción el estridente grito del vidriero 
y de expresar en una prosa lírica todas las desoladoras sugeren-
cias que este grito envía hasta las buhardillas, a través de las 
más altas brumas de la calle”.10 Solamente para iluminar estos 
conceptos, de la cita nos interesa poner de manifiesto algunas 
de sus formulaciones que enumeramos a continuación de modo 
sintético: la ciudad moderna como un nudo de “innumerables 
relaciones”, un cruce, de algún modo una encrucijada; el vector 
que conecta la calle con el intérieur, a través de la buhardilla, 
muestra al mismo tiempo la confrontación entre un afuera y 
un adentro; el pregón como un discurso netamente urbano que 
presta voz a la ciudad; la concepción del sujeto moderno cuya 
experiencia urbana es definida como desoladora/solitaria; el de-
cir/escribir entrañado por la dimensión de la prosa como única 
9 Noé Jitrik plantea esta cuestión en su artículo “Voces de ciudad”, Revista syc, Bue-
nos Aires, mayo 1994, n° 5, pp.7-19. Remitimos asímismo a un artículo de Rosalía 
Campra en el mismo número de esta revista titulado “La ciudad en el discurso lite-
rario”. Ambos artículos dialogan entre sí en más de un aspecto y fueron tenidos en 
cuenta en las formulaciones básicas de nuestros Seminarios que dieron como resul-
tado la publicación de este libro. Campra trabaja la distinción entre ciudades reales 
y ciudades imaginarias, y, al igual que Jitrik, revierte la mera representación de la 
ciudad como contenido para plantear una suerte de autodiscursividad topoelocutiva. 
En este aspecto recordamos la categoría teórica de “una topoelocutiva” propuesta 
por Nicolás Rosa en su libro El arte del olvido y tres ensayos sobre mujeres, Rosario, 
Beatriz Viterbo, 1994.
10 Carta a Arsène Houssaye que sirve de prólogo al libro Petits poèmes en prose. Le 
spleen de Paris. En Oeuvres complètes. Paris, Robert Laffont, 1980. La traducción es 
nuestra.
Una introducción
22 23
manera de plasmar el ritmo inédito que inauguran los tiempos 
modernos en consonancia con los sobresaltos de la consciencia 
y de la experiencia de shock de la vida urbana. Creemos que, en 
esta breve descripción, se hallan in nuce los elementos principa-
les de la literatura moderna en su relación con la secularización 
de la ciudad moderna: el espacio urbano/urbanista; el sujeto 
ciudadano y la experiencia política.
Tanto el crítico uruguayo como el colombiano escaparon al 
fantasma del complejo de inferioridad de la crítica y arremetie-
ron contra lo que la primera recepción crítica del Modernismo 
había fijado como una doxa: concebir nuestra modernidad cul-
tural como una torre de marfil, como una fuga de lo real, como 
un acto en el fondo inmoral a causa de la supuesta decisión por 
parte de los modernistas de suspender la mirada crítica sobre 
el mundo. Este es un juicio incriminatorio e imbuido de ideo-
logemas todavía atenidos a férreas ortodoxias, contra el cual 
luchan, como sabemos, tanto Rama como Gutiérrez Girardot y 
también contra el cual establecen un nuevo paradigma crítico 
de interpretación sobre el Modernismo queno sólo hizo historia 
sino también marcó un parámetro inédito en América Latina: 
el de confrontar con la teoría sociológica contemporánea de 
naturaleza marxista e incluso con la filosofía, un saber crítico 
heterodoxo y abierto a las posibilidades del sentido que podía 
ofrecerles un género injustamente concebido como el más in-
ofensivo de todos, la poesía, marginada y subestimada en su 
potencial de religación con lo social. Ambos críticos abordan las 
diversas fases de la modernidad estética, atravesadas, de cabo a 
rabo, por las controversias de lo moderno, que admiten, no sin 
legimitidad, versiones en contra e irreconciliables, como si lo 
contrario de una cosa obtuviera carta de ciudadanía en lo que 
Rama llamó el carnaval democrático en alusión a las múltiples 
máscaras que la historia le prestaba a la Modernidad.
Los paradigmas marxistas de Rama y Gutiérrez Girardot, de 
índole anglosajón el primero y alemán el segundo, iluminan sus 
Controversias de lo moderno
2.
estudios y corrigen y enmiendan el hiato problemático que se 
tiende entre la teoría y la práctica y que tanto había desvelado 
a José Carlos Mariátegui en la década del 20 de cara a la rea-
lidad de un entorno tan dócil por momentos como, por otros, 
refractario a las imposiciones de la horma ideológica que llega 
a veces a la solución por asfixia. La ya reconocida repetición de 
la fórmula del colonialismo —la tabula rasa de la ideología— 
es llevada ahora al plano de los estudios crítico-literarios del 
latinoamericanismo cultural. De esta falacia huyen tanto Rama 
como Gutiérrez Girardot a través de diseños críticos muy disí-
miles entre sí pero que poseen un denominador común que se 
vuelve imprescindible recordar: el valor revolucionario y, por 
ende, liberador que supieron otorgar a la poesía modernista, a 
contracorriente de las doxas impugnatorias, las que, en el libro 
que acaba de compilar sobre la Historia de los intelectuales en 
América Latina –con el cual el nuestro intenta dialogar adhirien-
do y disintiendo–, Carlos Altamirano vuelve a recordar y citar, a 
propósito del famoso Balance y Liquidación del Novecientos del 
aprista Luis Alberto Sánchez. En este libro, el peruano condena 
el esteticismo, el antidemocratismo, el repudio de las muche-
dumbres, la distancia entre la palabra y la acción en los escrito-
res considerados modernistas. Modernistas que son identifica-
dos todavía, en un gesto metonímico, como los “arielistas”, fieles 
depositarios de la tradición que constituye lo que se dio en 
llamar la “inteligencia americana” cuyo comienzo (uno entre los 
posibles, éste es el que propone el compilador del volumen an-
tes citado) puede situarse con el Andrés Bello de la “Alocución 
a la Poesía”, publicada en Londres en 1823, y su línea continuar 
con Juan María Gutiérrez, José Martí, José Enrique Rodó, Pedro 
Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y Mariano Picón Salas para 
señalar un recorrido de suscitaciones paradigmáticas más que 
un catálogo exhaustivo de su desarrollo en el campo intelectual. 
Al respecto Carlos Altamirano explica la necesidad de superar 
en la actualidad aquella figura de intelectual tal como fue con-
cebida por las minorías que conformaban la “inteligencia ame-
ricana”, cuyas funciones devenían visionarias y casi apostólicas 
Una introducción
24 25
debido a la exigencia de ser mentores y guías de la sociedad a 
la que representaban, y describe esta cuestión en los siguientes 
términos:
Como lo muestra el libro de Sánchez mencionado: el panteón 
puede ser revisado, pueden quitarse algunas figuras o añadir-
se otras, pero sin romper con la concepción normativa, que en 
cualquiera de sus versiones gira en torno del valor sagrado de 
una misión intramundana. No se trata, en suma, de invertir el 
relato épico para alimentar el género historiográfico opuesto, el 
de la desacreditación de los intelectuales. El desafío de concebir 
actualmente una historia de los intelectuales latinoamericanos 
tiene como primera exigencia salir de esta problemática, que se 
halla tan arraigada, y buscar otros ángulos de visión para ela-
borar los temas y los problemas de una historia más terrenal de 
estos grupos y sus figuras. (Altamirano 2009: 17)11
Las frases subrayadas ex profeso (panteón, valor sagrado, mi-
sión intramundana, una historia más terrenal) prueban hasta 
qué punto se trata de una descripción en la que se nota la vi-
gencia, aun en el pensamiento crítico actual, de la dinámica de 
la secularización de acuerdo a la distribución y otorgamiento 
de los valores que se les adjudica a los conceptos utilizados 
para emprender un revisionismo crítico a propósito de la figura 
emblemática del intelectual moderno latinoamericano. Es cierto 
que Carlos Altamirano —y de alguna manera también el perua-
no Luis Alberto Sánchez en su libro arriba citado— está pensan-
do en la constitución del intelectual, que subsume y rechaza al 
mismo tiempo aspectos y perfiles de las figuras del letrado, el 
mentor, el guía o el escritor-faro entre otras, pero la operación 
inédita de Ángel Rama y Gutiérrez Girardot, teniendo en cuen-
ta las diferencias de perspectivas teórico-metodológicas entre 
ambos, fue la de reconocer en la figura del poeta (la figura del 
poeta y sus figuraciones retórico-discursivas) no solamente sus 
11 Carlos Altamirano (dir.). Historia de los intelectuales en América Latina. Tomo I. 
La ciudad letrada, de la conquista al modernismo. Jorge Myers (editor del volumen). 
Buenos Aires, Katz, 2009.
Controversias de lo moderno
contradicciones, sus visibles controversias12, tan certeramente 
estudiadas por Carlos Real de Azúa en su insuperable ensayo 
“El modernismo y las ideologías”, sino también el papel libera-
dor y al mismo tiempo instaurador del lenguaje poético moder-
nista al fundar o, más exactamente, cofundar el pensamiento 
latinoamericano. El crítico colombiano lo plantea como el vacío, 
en la cultura hispánica, de una filosofía sistemática como la 
que surgió en Europa (su análisis toma como punto de partida 
de estas formulaciones la Revolución Francesa), “provista de un 
haber filosófico y reflexivo y con una consciencia de los proble-
mas artísticos y sociales”; y ello es así a causa del hecho de que 
“los dos elementos residuales del orden feudal (el Ejército y la 
Iglesia, es decir, los defensores y los oradores)” desterraron de 
las Españas “el búho de Minerva y sofocaron toda posibilidad de 
teoría coherente y sustancial” (en Modernismo, p. 90). Este vacío 
no es entendido por Rafael Gutiérrez Girardot como una falta 
irreparable ni una falla en el sistema intelectual latinoamericano 
sino que reconoce, más bien, una carencia constitutiva del sujeto 
latinoamericano quien, tras innúmeras tácticas o tretas, la sub-
sana, transformándola, mediante la superación de la ausencia 
absoluta o relativa, según el punto de vista con que se la mire, 
de los componentes infraestructurales de nuestras culturas de la 
pobreza. En el interior de ellas y movidas (conmovidas) por una 
fuerza compensatoria sin igual, coinciden las tretas que desple-
12 Del carácter contradictorio de los tiempos modernos, recordamos el texto paradig-
mático de José Martí en el prólogo que le dedicó al Poema del Niágara del venezolano 
Pérez Bonalde, un diagnóstico bastante elocuente en relación con las controversias 
que la modernidad desata y que el cubano analiza en el poeta inmerso en los actuales 
“ruines tiempos” (casi podríamos inferir por el impacto del epíteto antepuesto que 
ruines alude tanto a la ruindad como a las ruinas en tanto ruptura de los ideales y 
valores premodernos). El planteo martiano es muy sólido y se condensa en la idea 
de que, efectivamente, la temporalidad moderna es hostil a la situación del poeta, 
de la cual el mismo Martí parece condolerse, incluyéndose imaginariamente en tal 
sentimiento; transcribimos la cita: “¡Ruines tiempos! —¡no para el hombre enjuto, que 
saca, como los insectos, de sí propio la magnífica tela en la que ha de pasear luego el 
espacio; sino paraestos jóvenes eternos; para estos sentidotes exaltables reveladores 
y veedores, hijos de la paz y padres de ella, para estos creyentes fogosos, hambrien-
tos de ternura, devoradores de amor, mal hechos a los pies y a los terruños, henchi-
dos de recuerdos de nubes y de alas, buscadores de sus alas rotas, pobres poetas!”. 
Jose Martí, Obras completas, Tomo 7, La Habana, 1975, pp. 223-224.
Una introducción
26 27
gar y las auténticas demostraciones de creatividad que, aunadas 
en un genuino ensamblaje, desmienten la adversidad y apuestan 
al desafío desnudo de las capacidades humanas. Por cierto, no 
nos estamos refiriendo únicamente a las facultades intelectivas 
sino a la dimensión creadora del sujeto latinoamericano a lo lar-
go de su historia, la misma que no sólo atañe a los artistas sino 
también a los obreros, a los intelectuales, a los científicos.
Por eso, lo innovador de la tesis de Gutiérrez Girardot radica 
en el hecho de concebir la poesía como un ámbito que salda el 
vacío de filosofía, equiparando a esta última con la capacidad 
de la lírica para generar un pensamiento, además de una ima-
gen. Cabe decir que también es posible encontrar en el ensayo 
latinoamericano la presencia fragmentaria, si no sistemática, de 
una filosofía, siempre y cuando ampliemos las diversas ramifi-
caciones temáticas sin circunscribirlo al ensayo literario en sí, 
abriendo su espectro hacia el campo de lo político, el mundo 
de las ideologías, la economía, la educación, la historiografía. El 
ensayismo latinoamericano no alcanza su identidad porque se 
ocupe sólo de los temas involucrados con los procesos de iden-
tidad latinoamericana. Volviendo, entonces, a la cuestión de la 
concepción compensadora de la poesía como un discurso que 
pone de manifiesto la copresencia de imagen y de pensamien-
to, tanto Gutiérrez Girardot como Rama entienden el lenguaje 
poético modernista como una instancia fundadora en un doble 
aspecto: el imaginar y el pensar. Ángel Rama hace una sóli-
da reivindicación de la figura del poeta modernista encarnado 
para él en Rubén Darío. Su definición ya no se desentiende del 
americanismo (de cuya presunta ausencia la línea incriminato-
ria había edificado su interpretación de la torre de marfil) pero 
tampoco repone para el poeta el aura de ribetes visionarios con 
los que se suele definir todavía al poeta modernista como el 
vate o el elegido que desempeña misiones espirituales:
Sirva el ejemplo todavía polémico de Darío: proclamó frente a 
sus profanas prosas que no había poesía en América, a no ser 
en el indio, y que su estética se apartaba, voluntaria, de su pro-
pia tierra. Rodó repitió tras él: no es el poeta de América. Hoy 
Controversias de lo moderno
comprendemos que ha sido la mayor encarnación poética del 
espíritu lírico americano, que sus Prosas profanas renuevan la 
tradicional vocación esteticista de las letras del continente, que 
con sus ilusorios escenarios dieciochescos —marquesas, abates 
y vizcondes—, ha dicho más y mejor la identidad de los hombres 
de América que él desdeñara: ese arabesco es sensual pasión de 
la belleza que trazó con su obra, lleva incrustado en medallón el 
perfil del hombre de tierra firme. (Rama 2006: 64)13
Aun con sus diferencias, Gutiérrez Girardot y Ángel Rama 
conciben la poesía modernista ya no como un formalismo reto-
ricista de florilegio, ni como un universo construido ex profeso 
para las artes declamatorias y los álbumes de las señoras de 
la alta sociedad latinoamericana, ni tampoco como un exclu-
sivo discurso ornamental que decora grácilmente las sobreme-
sas exquisitas de las élites (bastaría leer De sobremesa de José 
Asunción Silva para disipar, en la poeticidad de su narrativa, 
esta hipótesis desatinada), ni siquiera una poesía como el lugar 
de la autocomplacencia trasnochadamente romántica en plena 
modernidad. Ambos leen la poesía a contrapelo de los ideolo-
gemas de la crítica condenatoria y encuentran en las complejas 
elaboraciones de su imaginario lírico los reservorios disponibles 
para la consumación de una visión protestataria del entorno; 
una visión surgida además de las relaciones que el poeta en-
tabla tanto con la lengua vernacular como con la lengua ex-
tranjera, y a veces sobre todo con esta última. Ambos críticos 
analizan el carácter contestatario del lenguaje poético moder-
nista y encuentran en él los síntomas de las primeras protestas, 
manifestaciones y huelgas de la modernidad, esas presiones de 
fuerza sobre la sociedad que, traducidas a términos poéticos, 
son análogas a las corrientes sociales que atraviesan la natura-
leza de la lengua, según la definición de Saussure en su Curso 
de Lingüística General, como si poesía y sociedad establecieran 
13 La cita corresponde al ensayo de Rama titulado “Temas tradicionales” que apare-
ció por primera vez en Entregas de La Licorne, Montevideo, n° 5-6, septiembre de 
1955, pp. 135-144; incorporado luego en Rama, Ángel, Literatura, cultura, sociedad 
en América Latina, antología, prólogo y notas de Pablo Roca con la colaboración de 
Verónica Pérez. Montevideo, Ediciones Trilce, 2006.
Una introducción
28 29
sus relaciones por negatividad, como sostuvo y estudió Theodor 
Adorno, o por oblicuidad, en la medida en que se trata de un 
vínculo en el fondo ineliminable, pues aparece al bies o de for-
ma indirecta pero siempre aparece al fin.
Las tres etimologías de ciudad nos presentan una tríada que 
conforma una constelación de conceptos: urbs (urbanismo, ur-
banidad, la urbe en oposición a el orbe); civis/civitas (lo civil, 
la civilización, lo ciudadano); pólis (lo político, la politesse, la 
policía, el cosmopolitismo, las metrópolis, las megalopólis, las 
necrópolis). El análisis etimológico del término ciudad habilita 
despejar y, al mismo tiempo, aunar las facetas constitutivas de 
la experiencia urbana del sujeto moderno. Dicho de otro modo: 
habilita una indagación por las otras series sociales y no úni-
camente como una representación contenidista de la ciudad. 
Tomamos como punto de partida los tres libros que considera-
mos importantes respecto de una teoría de las ciudades latinoa-
mericanas tal como se han desarrollado en su historicidad. Se 
trata de tres libros imprescindibles para nuestro abordaje: nos 
referimos a Latinoamérica: las ciudades y las ideas de José Luis 
Romero (1976); La ciudad letrada de Ángel Rama (1984, de pu-
blicación póstuma) y Modernismo. Supuestos históricos y cultu-
rales de Rafael Gutiérrez Girardot (1988). La premisa mayor que 
fundamenta los estudios realizados por este último, como ya 
lo hemos analizado en esta introducción, a saber, la incidencia 
capital de la secularización en el interior de una cultura como 
la hispanoamericana de raigambre católica contrarreformista, se 
halla bastante próxima a las tesis desarrolladas por el filósofo 
italiano Giacomo Marramao, aunque teniendo en cuenta que el 
objeto de estudio de éste se circunscribe al estricto campo de 
la filosofía política y, en la actualidad, ampliado al cruce con 
los estudios culturales. Sin embargo, el crítico colombiano no 
desconoce la trascendencia que tienen nociones del campo de 
la filosofía política o del urbanismo contemporáneo a la hora 
de abordar la literatura latinoamericana desde la perspectiva 
de la secularización, una categoría que se basa en el ímpetu 
Controversias de lo moderno
dinamizante que conlleva en el orden del sentido:
La Inseguridad, la Intranquilidad —que Martí escribió con ma-
yúsculas iniciales— eran síntoma y consecuencia a la vez de un 
fenómeno concomitante con el fin del arte, es decir, de la desmi-
raculización del mundo (Max Weber), de la pérdida paulatina del 
dominio eclesial o religioso en la vida social y especialmente en 
la vida intelectual y cultural. (Gutiérrez Girardot 1986: 92)
Pero esta ampliación expresiva y sensible posibilitada por la se-
cularización no fue el único fundamento de la renovación del 
lenguaje por el Modernismo. La secularización, que fue produc-
to además dela racionalización de la vida, esto es, del principio 
de la sociedad burguesa, entendida aquí en el sentido descripti-
vo-estructural que tiene el nombre en Hegel, no valorativamente 
y referido a sus formas posteriores depravadas, fue acompañada 
concomitantemente por una lenta y difícil transformación de las 
relaciones entre ciudad y campo. (Gutiérrez Girardot 1986: 93)
El carácter “concomitante” de la secularización, que el crítico 
colombiano repite en ambas citas, demuestra que esta categoría 
opera como una diseminación y conecta vasos comunicantes 
entre diversos saberes que, a partir de la Ilustración, habían 
comenzado a obtener sus propias autonomías. Sin negarles esta 
condición, con la categoría de secularización Gutiérrez Girardot 
intenta demostrar que hay huellas evidentes sobre la faz de lo 
actual de aquello que parecería haber sido devastado por las 
tormentas de la modernidad, como un analogon conceptual de 
lo que ocurre con la ciudad moderna, de la que, tarde o tem-
prano, surge al decir de Fustel de Coulanges, la ciudad antigua. 
La concomitancia es la porosidad inherente de esta categoría 
para establecer un vínculo: así Gutiérrez Girardot, en las dos 
citas arriba transcriptas, conecta la secularización con la con-
cepción hegeliana del fin del arte (continuada, más tarde, por 
los trabajos críticos acerca de la pérdida del aura en la época de 
la reproductibilidad técnica desarrollados por Walter Benjamin, 
continuados a su vez, desde la Teoría de la Recepción, por Jauss 
y su definición del arte moderno como arte postaurático) y con 
Una introducción
30 31
la urbanística, la sociología, la historia y la geografía, centradas 
en focalizar el fenómeno de la ciudad moderna pero desde la 
perspectiva de Harvey Cox, esto es, desde el concepto de ciu-
dad secular.
En este aspecto, la secularización como categoría nos ha 
permitido revisar varias de las líneas de análisis tanto de la 
literatura como del ámbito de la cultura en el marco de lo que 
llamamos las controversias de lo moderno y, sobre todo, nos ha 
permitido ampliarlas, complejizarlas, resituarlas en sus formu-
laciones básicas para una indagación más eficaz de los núcleos 
problemáticos. Así, Gutiérrez Girardot, a posteriori del libro de 
Ángel Rama, inscribe lo que éste define como impacto moder-
nizador en el proceso de secularización, pasando revista a las 
ideas que gravitarán con mayor peso en lo que podíamos llamar 
el Pensamiento latinoamericano tal como éste se ha desarro-
llado durante el siglo XIX: iluminismo, laicismo, reformismo, 
krausismo, liberalismo y anarquismo y sin olvidar un cúmu-
lo de escuelas o espiritualismos superproducidos en torno al 
fin-de-siglo y cuya acción es, por muchos motivos, sumamente 
importante para el estudio de las literaturas en lengua castella-
na, como han sido el Espiritismo, las diversas Teosofías, Sectas, 
Religiones y Creencias populares, Profecías y Utopías y, en esta 
vertiente, las diversas manifestaciones que, en las experiencias 
artísticas de América Latina, son el origen de fenómenos tan 
cruciales como las Bohemias y los Dandismos. Si bien Gutiérrez 
Girardot no trabaja con la categoría de letrado sino con la de 
intelectual, su campo de observación completa la descripción 
crítica realizada por Ángel Rama en una de las direcciones que 
juzgamos fundamental para nuestro objeto de estudio: la secu-
larización de todas las esferas de la vida moderna tal y como 
cada una de ellas es representada pero también imaginada 
por la literatura latinoamericana desde las Independencias a la 
Contemporaneidad, campo que comprende estéticamente desde 
las postvanguardias14 a la postmodernidad.
14 Dejamos aclarado desde el principio que no identificamos como sinónimos post-
Controversias de lo moderno
Por último, señalamos el rol esencial que la concepción de la 
lengua tiene en la conformación de un imaginario, tal como lo 
define en su faz “actuante” y “social” Ángel Rama en su ensayo 
“Sistema literario y sistema social en Hispanoamérica”.15 Sabemos 
de las consecuencias que la irrupción de la ciudad moderna ha 
provocado en el imaginario16 de los hombres en la medida en 
que implicó una fuerte y traumática ruptura entre experiencia y 
conocimiento, esto es, la sustanciación de la inédita experiencia 
urbana como pérdida de la posibilidad de autoconocimiento re-
cíproco que las comunidades rurales prometían a sus miembros 
y que la sociología de Ferdinand Tönnies17 definía, pioneramen-
te, como diferencia entre comunidad (Gemeinschaft) y sociedad 
(Gessellschaft) en los umbrales de los tiempos modernos. Como 
leíamos en la cita más arriba consignada de Gutiérrez Girardot, 
el imaginario moderno está construido de los restos de la re-
ligión. En la sustitución que hace el Arte como un proceso de 
reapropiación, aquélla no aparece sino como fragmento, como 
vanguardia y postmodernidad, si bien es posible establecer importantes relaciones 
entre ellas. De todos modos, lo que sí nos parece fundamental es el vínculo entre Se-
cularización y Postmodernidad, pero esta distinción se desprenderá, necesariamente, 
del desarrollo de la primera a lo largo del siglo XX: en este aspecto remitimos al 
capítulo de Giacomo Marramao “De la secularización del progreso a la secularización 
de la filosofía: postmodernidad y nueva mitología” del libro ya citado Cielo y Tierra. 
Genealogía de la secularización.
15 En este artículo el crítico uruguayo hace una crítica de la historiografía literaria y 
propone que el imaginario social es “asumido por la literatura en forma similar a la 
asunción que ella hace del discurso lingüístico: valor estructurante y a la vez indicial 
del grupo o clase que en ese imaginario social se ve representado”. En: “Sistema lite-
rario y sistema social en Hispanoamérica” (incluido en el libro ya citado Literatura, 
cultura, sociedad en América Latina, pp. 94-109)
16 Remitimos para este tema que vincula la categoría de imaginario con la ciudad 
moderna a los trabajos de Jorge Monteleone, en especial: “La invención de la ciudad. 
Evaristo Carriego y Baldomero Fernández Moreno” (en Noé Jitrik (ed.) Historia críti-
ca de la literatura argentina. Vol. 5: La crisis de las formas (edición de A. Rubione), 
Buenos Aires, Emecé, 2006, pp. 205-235); y “La hora de los tristes corazones. El sujeto 
imaginario en la poesía romántica argentina” (en Noé Jitrik (ed.) Historia crítica de 
la literatura argentina. Vol. 2: La lucha de los lenguajes (edición de J. Schvartzman), 
Buenos Aires, Emecé, 2003, pp. 119-159).
17 Tönnies, Ferdinand, Comunidad y Sociedad, trad. de José Rovira Armengol. 
Buenos Aires, Losada, 1947.
Una introducción
32 33
alegoría, como palimpsesto y siempre de un modo secularizado, 
ya sea vaciada y reconfigurada con respecto a los significados 
primigenios, ya sea transfiriendo estos últimos a otras esferas 
a las que no había ingresado todavía. Este vaciamiento semán-
tico no es sino una operación en continua pero siempre gravi-
tante vacancia entendida como apertura inminente de nuevos 
sentidos.
Controversias de lo moderno
Primera Sección
Las ciudades ideológicas: la lengua y la mirada de 
los otros
“Ángel Rama considera a fondo la influencia de los letrados en el pro-
ceso de las ciudades, y su distanciamiento de la ciudad real, que los 
conduce a idealizar el pasado, posición desde la cual construyen las 
raíces (determinan las vías de entendimiento del pasado), diseñan la 
identificación nacional, y recurren al costumbrismo literario para ha-
cer de las costumbres que se extinguen el fundamento del conserva-
durismo que permanece. Pero también la otra ciudad letrada urde la 
ciudad mitológica, la que emociona recorrer en la cacería de calles 
misteriosas y luces del anochecer, la que convierte a los paseantes en 
aventureros del espíritu, la marcada por los poetas y los narradores. La 
ciudad aplasta y, simultáneamente, crea espacios de libertad.”
Carlos Monsiváis,
La ciudad letrada: la lucidez crítica y las vicisitudes de un término“Los españoles que se oponían a los indios en el siglo XVI son sin 
embargo los ancestros de los criollos que se oponen a los españoles 
en el siglo XVIII, y Viscardo no deja de recordarlo. Pero lo hace, si 
observamos bien, cuando el asunto abordado son las prerrogativas de 
los criollos en los territorios conquistados, antaño, por sus abuelos. 
Aquí el relato cambia totalmente de registro y son los “americanos 
españoles” los que recobrarían, ahora, gracias a la independencia, los 
privilegios que, después de habérselos acordado, los monarcas les ve-
nían arrebatando injustamente desde el siglo XVI. Los criollos ya no se 
identifican, en esta oportunidad, con los indios sino con sus antiguos 
enemigos: los conquistadores españoles.”
Dardo Scavino, 
Narraciones de la independencia. Arqueología 
de un fervor contradictorio

Continuar navegando