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Estructura de Júpiter

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Estructura de Júpiter
Júpiter está compuesto por dos de los elementos más ligeros y abundantes del universo (los gases de hidrógeno y de helio), que lo hacen más parecido a una estrella que a un planeta. Tiene una estructura conformada por bandas de nubes en sentido a los paralelos, en las que se generan vientos de hasta 500 kilómetros por hora y fuertes tormentas.
La gran mancha roja de Júpiter es la característica más notoria del planeta y consiste en una compleja tormenta de forma ovalada (del doble del tamaño en comparación con la Tierra) que se mueve en sentido anti horario y está activa desde hace más de un siglo. Otras nubes más altas estarían formadas por cristales de amoníaco congelado.
En lo profundo del planeta, la presión es tan grande que los átomos de hidrógeno se rompen liberando sus electrones (que rodeaban el núcleo de cada átomo) y quedan los protones (que son parte del núcleo de cada átomo).
Del nuevo estado que adquiere el hidrógeno surge el nombre de “hidrogeno metálico”, cuya principal característica es que funciona como un conductor eléctrico, al igual que lo hacen los materiales líquidos. Junto con la contracción de la fuerza de gravedad, se genera una fuente que libera energía.
Si Júpiter fuese 100 veces más grande, alcanzaría una masa capaz de realizar reacciones nucleares como las del Sol. Por eso, algunos científicos suponen que Júpiter es un viejo sol que se apagó.
Atmósfera de Júpiter
La atmósfera de Júpiter es muy profunda, tanto que envuelve al planeta entero desde el interior hasta el exterior. Está compuesta por gases como hidrógeno (un 87%), helio (13%) y, en menor cantidad, metano, vapor de agua y otros compuestos.
Es muy turbulenta, fría y contiene varios tipos de nubes. La densidad que presenta hace suponer que el interior del planeta debe tener la misma composición que la atmósfera.
Satélites de Júpiter
Los satélites más grandes de Júpiter fueron descubiertos por Galileo Galilei en 1610.
Júpiter tiene 79 satélites naturales reconocidos, que se dividen en dos grupos:
· Los satélites galileanos. Son los cuatro principales que fueron descubiertos por Galileo Galilei en 1610 y fueron nombrados según la mitología griega como Ío y Europa, los más cercanos al planeta, densos y rocosos, y Ganimedes y Calisto, los más lejanos, compuestos de hielo y con una densidad menor.
· Los satélites menores. Son los 75 restantes que fueron descubiertos a través de las distintas sondas espaciales enviadas a Júpiter y se dividen, a su vez, en dos grupos:
· Satélites de Amaltea. Son 4 lunas pequeñas que giran en órbitas internas junto con los satélites galileanos.
· Satélites irregulares. Son numerosas lunas que orbitan tan alejadas del planeta que, incluso la fuerza de gravedad del Sol, distorsiona el recorrido de sus órbitas.
En 1610, cuando Galileo Galilei descubrió las primeras lunas de Júpiter a través de su telescopio (el nuevo invento de la época), comprobó la existencia de cuerpos celestes muy alejados de la Tierra y que se mantenían en órbitas diferentes a la del planeta.
Este descubrimiento terminó con la antigua e incorrecta creencia de la época, de que todos los cuerpos celestes de la Vía Láctea, incluido el Sol, giraban alrededor de la Tierra (en lugar de que todos los cuerpos celestes giran alrededor del astro luminoso).
Exploración espacial de Júpiter
No existen cohetes lo suficientemente potentes como para que lancen una nave espacial al Sistema Solar exterior y aún más allá. Sin embargo, en 1962 los científicos calcularon cómo usar a favor la intensa gravedad de Júpiter y así lanzar desde el planeta Tierra naves que continuaran su recorrido hasta regiones muy lejanas.
Desde ese entonces, las sondas espaciales han viajado más lejos de lo imaginado. Diez naves espaciales han visitado a Júpiter a lo largo de los años: siete de ellas sobrevolaron bien de cerca al planeta, otras dos se mantuvieron un tiempo en su órbita.
La más reciente, Juno, llegó lo más cercano a la superficie de Júpiter en 2016. Fue la primera que permitió realizar un estudio sobre el interior del planeta que se encuentra cubierto de nubes.
Pioneer 10 fue la primera nave espacial en volar cerca de Júpiter y la misión Galileo de la NASA fue la primera en orbitar a este planeta, lo que brindó información sobre la atmósfera y nubes tormentosas. A su vez, las misiones Cassini y New Horizons permitieron estudiar a Júpiter mientras avanzaban hacia sus objetivos principales: Saturno (Cassini) y Plutón (New Horizons).
Júpiter es un planeta gaseoso y no tiene una superficie tangible, sino que consiste en remolinos de gases y líquidos. Por eso, las sondas espaciales no tienen un suelo donde poder aterrizar y por el solo hecho de sobrevolar muy cerca de la superficie del planeta pueden arruinarse, derretirse o desaparecer, debido a las altas presiones y temperaturas que emana Júpiter.
En la actualidad, se están preparando dos nuevas misiones para realizar estudios aún más directos de las lunas de Júpiter: Europa Clipper de la NASA y JUICE (JUpiter ICy Moons Explorer) de la ESA.

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