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Sebastián Serna Quintero
Teoría Política
ANARQUISMO Y SOCIALISMO: EL ETERNO DEBATE
Desde su nacimiento, las ideas revolucionarias de extrema izquierda han perpetuado un álgido debate que versa específicamente sobre los métodos para alcanzar sus propósitos. En la Primera Internacional de los Trabajadores, celebrada en Londres en 1864, el movimiento revolucionario se fraccionó debido al disenso metodológico e ideológico entre Marx, teórico de Socialismo científico y Bakunin, el pensador anarquista. Las causas principales de aquella disputa se encuentran, según el anarquista ruso, en los métodos marxistas para alcanzar la revolución, “la dictadura del proletariado” supone la creación de un Estado que siempre será opresor[footnoteRef:1]. Este disenso se encargó de estigmatizar a los movimientos, para los anarquistas, los socialistas eran partidarios de un autoritarismo, y para los socialistas, los primeros eran considerados como un movimiento pequeño-burgués y contrarrevolucionario. [1: Bakunin, Mijail. Escritos de filosofía política I. Madrid: Alianza Editorial. 1990. Pág. 260.] 
Tal querella no se quedó en los discursos, durante la revolución rusa los anarquistas ukranianos, liderados por el campesino Nestor Májno, fueron exterminados por los comunistas bajo el pretexto de que eran fuerzas contrarrevolucionarias. En el segundo año de disputas de la guerra civil española aquellas pugnas históricas también tomaron vida. Según Antony Beevor, fue una “guerra civil dentro de la guerra civil”[footnoteRef:2]. En mayo de 1937 las calles de Barcelona fueron atormentadas por los fuertes combates entre las fuerzas de los grupos de extrema izquierda que se levantaron contra el golpe fascista. Estos enfrentamientos fueron el fruto de una serie de discusiones que iniciaron en todas las zonas controladas por los republicanos, especialmente en Madrid y Barcelona, pocos meses después de haber estallado la guerra. El caso español tuvo una particularidad, la Unión Soviética ayudó a la república con escaso armamento y municiones, pero a su vez llevaron las paranoias estalinistas a la península Ibérica, aumentando la intensidad de las contrariedades. [2: Beevor, Antony. La guerra civil española. Barcelona: Crítica, 2005. Pág. 409. ] 
El presente trabajo pretende identificar para cada época su coyuntura y las particularidades, diferencias y similitudes entre los “anarquismos” y los “socialismos” que han confrontados sus postulados. En primer lugar, se analizará la disputa que se venía consolidando con los primeros socialistas en vísperas a la primera internacional y la consecuente disolución de la misma; luego se expondrá el “Levantamiento de Kronstadt” en el marco de la revolución rusa y las problemáticas ideológicas entre los partidarios del ejército rojo y las comunidades autónomas, para finalizar con un análisis concreto del combate de ideas e intereses que produjeron de “los hechos de mayo de 1937” durante la guerra civil española. 
El origen de las contiendas
A finales del siglo XIX, producto del voraz desarrollo del capitalismo, la fuerte industrialización de los sectores urbanos, la organización centralizada del trabajo y la apropiación individual de los excedentes del mismo, surgieron en algunas ciudades del viejo continente, especialmente en Francia e Inglaterra, una serie de pensadores que posteriormente van a ser conocidos como los “socialistas utópicos”: Saint-Simon, Charles Fourier y Robert Owen son las figuras más destacas de ese nuevo movimiento revolucionario. Sus planteamientos diferían en varios aspectos pero todos apuntaban a una humanización de las condiciones de vida de los trabajadores; manifestaban una reacción moral ante el sufrimiento de los obreros, anhelaban una reconfiguración social y criticaban la existencia de la propiedad privada. 
Posteriormente, estos pensadores fueron objeto de estudio del filósofo y economista alemán Karl Marx, quien más allá de la crítica que les realizó, aportó elementos para el fortalecimiento de sus teorías. Marx consideró que los planteamientos de estos pensadores quedaron inconclusos puesto que carecían de un análisis profundo sobre las características y particularidades del capitalismo. En palabras de su colega y colaborador: 
“El socialismo no aparecía ya como el descubrimiento casual de tal o cual intelecto de genio, sino como el producto necesario de la lucha entre dos clases formadas históricamente: el proletariado y la burguesía. Su misión ya no era elaborar un sistema lo más perfecto posible de sociedad, sino investigar el proceso histórico económico, del que forzosamente tenían que brotar estas clases y su conflicto, descubriendo un medio para la solución de éste en la situación económica así creada.”[footnoteRef:3] [3: Engels, Friedrich. Del socialismo utópico al socialismo científico. Obras escogidas en dos tomos: edición en español, 1966. Pág. 132.] 
Es decir, desde los análisis del teórico alemán se marcó un confín entre el “socialismo utópico” y el “socialismo científico”, conceptos acuñados por Lenin, cuya diferencia radicaba en que el primero tenía un contenido más moral e idealista que características de un proyecto político puesto que los pensadores no se detuvieron a realizar un análisis concreto del mayor promotor de los problemas, el capitalismo.
En 1848 fue publicado el Manifiesto del Partido Comunista, una proclama política donde su autor, el ya mencionado Karl Marx, en compañía de la liga de los comunistas reveló las bases de su pensamiento y explicó el análisis que según sus partidarios tenía contenido científico. La idea principal gira en torno a que la historia de la humanidad ha sido la historia de la lucha de clases[footnoteRef:4], afirmación que define el concepto de “materialismo histórico”, pugna que las características de su época la dividió entre burgueses y proletarios. [4: Karl, Marx. El Manifiesto Comunista. Madrid: Sarpe, 1983. Pág. 27.] 
 El manifiesto comunicaba la configuración de un movimiento obrero organizado bajo la ideología del nuevo socialismo cuyo propósito era la transición progresiva hacia el comunismo. Objetivo que alcanzarían a través de la indicada lucha de clases, con la cual pretendían conseguir la “dictadura del proletariado”, un estado en el cual los obreros organizados “Se valdrán de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir del proletariado organizado como clase dominante.”[footnoteRef:5] Marx proponía la configuración de un movimiento obrero como fuerza política que se levantase de manera radical y contestataria contra los abusos e inclemencias de la burguesía. Este enfrentamiento conduciría a que el proletariado fuera quien controlase los medios masivos de producción y los demás aspectos concernientes a lo político y lo económico. Una etapa de “transición” donde la dictadura se encargaría de resolver las diferencias y los problemas sociales para luego dar la bienvenida al comunismo, la fase final de la historia. [5: Karl, Marx. El Manifiesto Comunista. Madrid: Sarpe, 1983. Pág. 48.] 
En oposición a lo anterior, otros pensadores plantearon otra serie de críticas y aditamentos a las ideas de los primeros socialistas, pero tales premisas no coincidieron en totalidad con los complementos que Marx y compañía le añadieron a la teoría base. El máximo exponente de esa otra corriente fue el autodidacta francés Pierre-Joseph Proudhon, el primer teórico que se auto denominó anarquista. En sus dos obras principales, Filosofía de la Miseria y El Principio Federativo, realizó unas consideraciones puntuales frente a las ideas de los “socialistas científicos”. En primer lugar manifestó su rechazo a cualquier tipo de organización política que detentase el poder, ya fueren monárquicas, democráticas, socialistas o comunistas. Consideraba que la autoridad era la principal objetante de la libertad. “Todos los gobiernos de hecho, cualesquiera que sean sus motivoso reservas, están reducidos a la una o la otra de estas dos fórmulas: subordinación de la autoridad a la libertad, o subordinación de la libertad a la autoridad.”[footnoteRef:6] Palabras que iban dirigidas especialmente al procedimiento antes expuesto, “la dictadura del proletariado”. [6: Pierre Joseph, Proudhon. El principio federativo. Madrid: Sarpe, 1985. Pág. 65. ] 
Proudhon defendió con firmeza su postura antiautoritaria, concepto clave para el estudio de los anarquistas posteriores. El francés no compartió con el marxismo, en primer lugar, el procedimiento que proponía para alcanzar la revolución, consideraba que cualquier dictadura, mandato o forma de gobierno era nociva para la anhelada libertad entre los hombres y que ninguna imposición resultaba ética ni correcta puesto que no tenía en cuenta las consideraciones de las demás personas. 
Otra crítica de peso que el anarquista planteó a las ideas de Marx, consistía en la organización política, social y económica que debía adoptar la revolución. Es cierto que el socialismo es fruto del proceso de proletarización de la población, condición que dividió a la sociedad en clases, por lo tanto las ideas de Marx estaban enfocadas a resolver dicho problema, pero las ideas de Proudhon iban dirigidas hacia un tipo de organización social diferente, las sociedades agrarias, las organizaciones comunales y las pequeñas industrias. Su proyecto consistía en crear pequeños grupos federados, los cuales servirían de solución a la contradicción entre la autoridad y la libertad: 
“Equilibrar dos fuerzas es sujetarlas a una ley que, teniéndolas a raya la una por la otra, las ponga de acuerdo. ¿Quién va a proporcionarnos ese nuevo elemento superior a la autoridad y a la libertad, convertido en el elemento dominante del sistema por voluntad de entrambos? El contrato, cuyo tenor constituye DERECHO y se impone por igual a las dos fuerzas rivales”.[footnoteRef:7] [7: Pierre Joseph, Proudhon. El principio federativo. Madrid: Sarpe, 1985. Pág. 98.] 
A través del planteamiento de estas estructuras sociales, el pensador francés manifestó sus disimilitudes con los socialistas que enfocaron sus proyectos hacia el comunismo. La “dictadura del proletariado” no fue aceptada por Proudhon, por el contrario, pensaba que todo poder político era la violencia organizada de una clase para oprimir otra. 
Primera internacional de los trabajadores
Las nuevas ideologías, socialismo y anarquismo, fueron evolucionando a lo largo del siglo XIX con la misma rapidez con que la industrialización se tomó el viejo continente. Surgieron filósofos, economistas y demás pensadores que complementaron, aportaron y contradijeron los dos idearios. En la primera internacional de los trabajadores, fundada en Londres en 1864, se libró un debate entre las dos corrientes de extrema izquierda que dejó como resultado la disolución del movimiento obrero. Reunidos bajo las premisas de Engels y Marx, los socialistas científicos manifestaron su oposición a los planteamientos expuestos por Proudhon y el debate presentado por el ruso Mijaíl Bakunin, uno de los principales teóricos del anarquismo. Según éste,
“La escuela doctrinaria de socialistas, o más bien los comunistas estatales de Alemania representan una escuela bastante respetable, circunstancia que no la exime, sin embargo, de caer ocasionalmente en errores. Una de sus falacias principales es tener como base teórica un principio profundamente cierto cuando se concibe de manera apropiada —es decir, desde un punto de vista relativo—, pero que se vuelve radicalmente falso cuando se le considera aislado de las demás condiciones y se le mantiene como el único fundamento y fuente primaria de todos los demás principios, según acontece en esa escuela.”[footnoteRef:8] [8: Bakunin, Mijail. Escritos de filosofía política I. Madrid: Alianza Editorial. 1990. Pág. 36.] 
El ruso afirmaba que si bien Marx era un buen académico y sus análisis eran complejos, su ideología estaba permeada por el error de ser considerada completa y perfecta. Para el anarquista los procedimientos del socialismo eran dogmáticos y por lo tanto autoritarios. 
La escisión obedeció en parte a los alegatos de Proudhon. El periodo de transición socialista según el cual el proletariado toma el poder estatal no era compartido por los anarquistas; Bakunin complementa la crítica afirmando que un cambio verdadero parte de la desaparición absoluta del Estado, porque 
“Por democrático que pueda ser en su forma, ningún Estado —ni siquiera la república política más roja, que es una república popular en el mismo sentido que la falsedad definida como representación popular— puede proporcionar al pueblo lo que necesita, es decir, la libre organización de sus propios intereses de abajo arriba, sin interferencia, tutela o violencia de los estratos superiores. Porque todo Estado, hasta el más republicano y democrático —incluyendo el Estado supuestamente popular concebido por el señor Marx— es esencialmente una máquina para gobernar a las masas desde arriba, a través de una minoría inteligente y por tanto privilegiada, que supuestamente conoce los verdaderos intereses del pueblo mejor que el propio pueblo.”[footnoteRef:9] [9: Bakunin, Mijail. Escritos de filosofía política I. Madrid: Alianza Editorial. 1990. Pág. 188.] 
Tenemos entonces que este primer anarquismo, formulado por Proudhon y Bakunin, defiende sus argumentos desde una postura más ética, no consiente ninguna manifestación de autoridad de un sujeto sobre otro, por eso opta por una organización comunal, más óptima en el campo que en los complejos urbanos, bajo pequeños núcleos que practiquen el apoyo mutuo: federaciones libres.
Las consideraciones anteriores no fueron del total agrado de los marxistas, éstos supusieron que las ideas antes manifestadas eran fruto de un pensamiento pequeño-burgués. Como los divergentes no aceptaron “la dictadura del proletariado” sino que abogaban por una desaparición total de cualquier tipo de Estado, fueron llamados elementos contrarrevolucionarios. La discusión se expandió debido a la negación de los anarquistas a colaborar con algún grupo político, así fuera de la clase obrera; en parte esto se debía a que el anarquismo seguía siendo una ideología pensada más para el campo que para el proletariado. En vista de las discusiones y la polarización de la Internacional los líderes se limitaron a proceder: 
“La mayoría de los cuarenta y tres delegados que habían aguardado hasta la última sesión del 7 de septiembre votó a favor de la expulsión de Bakunin y Guillaume. Con esta decisión, los participantes del congreso agudizaron aún más las desavenencias entre los diferentes grupos dentro de la Internacional. Después de una humillación tan obvia de los bakuninistas, estaba bastante claro que la Asociación Internacional de los Trabajadores ya no podría funcionar como antes.[footnoteRef:10] [10: Kneper, Gennadi. Bakunin. Biografía global de un libertario cosmopolita. Barcelona: Departament d´humanitats Jaume Vicens Vives. Tesis Doctoral, 2015. Pág. 482.] 
La escisión resultó inminente, los ácratas fueron expulsados de la Primera internacional de los Trabajadores. Con esta decisión las diferencias ideológicas y hasta sentimentales de estos dos modos de pensamiento quedaron en constante pugna. A principios del Siglo XX estas ideologías se trasladaron de los escritorios a los campos de batalla. En el marco de la revolución rusa se encontraron nuevamente los comunistas y los antiautoritarios.
Ucrania en la Rusia socialista
En 1917 inició a la mencionada revolución rusa, cuyas bases teóricas se encontraban en las ideas de Karl Marx. El líder de la revolución, Lenin, pretendió llevar a la práctica los postulados del alemán. Tiempo después de iniciada la transformación de la rusa zarista en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se hizo evidente que las pretensiones de consolidar el comunismo se difuminaron debido a los métodos y el procedimiento que los revolucionarios estaban utilizando. 
Los anarquistastuvieron una ligera y temprana manifestación en la revolución, aportaron a la organización y construcción de las comunidades liberadas, pero dichas prácticas chocaron más adelante. El anarquismo se desenvolvía en su terreno, Rusia estaba propiciando un buen espacio para estas ideas anarquistas que se habían pensado para el campo. Cuando las élites fueron expulsadas o huyeron ante el terror de los rebeldes, la tierra quedó a disposición de los campesinos quienes agrupados bajo los idearios de Proudhon, Bakunin y el también Ruso Piotr Kropotkin, estaban configurando “territorios libres”.
“El socialismo bolchevique significa la ocupación del poder político en nombre del proletariado. Coincidían con los anarquistas en que el comunismo sería el mejor sistema económico, es decir que la tierra, la maquinaria de producción y distribución, y todos los servicios públicos, lejos de ser propiedad privada, pasarían a ser de propiedad común. Pero mientras que los anarquistas querían que el pueblo en su conjunto fuese el propietario, los bolcheviques sostenían que todo debería estar en manos del Estado, lo que significaba que el gobierno no solamente sería el jefe político del país, sino también su amo industrial y económico. Los bolcheviques creían, como marxistas, en un gobierno fuerte que dirigiese el país con poder absoluto sobre las vidas y fortunas de las gentes. Dicho de otro modo, la idea bolchevique era una dictadura, una que estuviera en sus manos, en las de su partido político.” [footnoteRef:11] [11: Berkman, Alexander. ABC del comunismo libertario. La malatesta editorial: Madrid, 2009. Pág. 164.] 
Vladimir Lenin, más práctico que teórico, se propuso proceder como en el siglo pasado lo había propuesto el socialista científico alemán, según el primero. “El proletariado se toma el poder y comienza por convertir los medios en propiedad del Estado. Pero con este acto se destruye a sí mismo como proletariado y destruye toda diferencia y todo antagonismo de clases, y con ello mismo, el Estado como tal”[footnoteRef:12] Pero las predicciones que plantearon los antiautoritarios en el siglo anterior empezaron a evidenciarse desde los primeros años de la revolución rusa, la “dictadura del proletariado” tan sólo representaba los intereses de los grupos revolucionarios. [12: Lenin, Vladimir. El Estado y la revolución. Ed. Suramérica: Bogotá, 1962. Pág. 232.] 
“Los comunistas se convertirán en partido único con exclusión de los demás partidos socialistas. La historia posterior demostró que esa sospecha no era infundada. Curiosamente, Lenin comenzó a usar “democracia” en un sentido peculiar y desde luego distinto de aquel que lo usaban los demócratas occidentales. Lenin empieza a llamar democracia a la toma del poder por el proletariado. […] El gobierno “democrático” (de Lenin) es el de un partido que ocupa el poder por la fuerza, restringe o elimina las libertades y no se somete a elecciones.”[footnoteRef:13] [13: García San Miguel, Luis. Anarquismo, socialismo y comunismo. Persona y Derecho. N° 43, Pamplona, 2000. Pág. 320.] 
En el contexto anterior se desarrolló la guerra civil rusa. Enfrentamiento entre el gobierno bolchevique y los opositores de la revolución socialista, aquellos grupos que manifestaron su apoyo a la anterior monarquía zarista, denominados “movimiento blanco”. En otro lugar estuvo implicado un grupo revolucionario que no estaba adscrito a ninguno de los anteriores, el “Ejército Negro”, los promotores de los territorios libres antes explicados. Esta milicia estaba integrada por anarquistas, cuyo lugar de operación más fuerte era el sur de Ucrania.
De ambos conflictos, revolución y guerra civil rusa, se destaca el papel del ya mencionado actor, escritor, pintor y guerrillero ruso Nestor Májno, un líder anarquista que materializó algunos puntos teóricos del anarquismo y a su vez los contextualizó a su coyuntura política. Su obra más representativa fue la creación de los “territorios libres”, federaciones sin Estados centrales que pretendían a través de la libre asociación combatir el hambre que acechaba a Ucrania y a Rusia en general durante la segunda década del siglo XX. Para ello se organizaron campesinos a trabajar la tierra en comunidad, para luego distribuir las cosechas entre los agregados. Tales colectividades existieron hasta que el brazo armado del gobierno comunista llegó a los “territorios” a imponer deberes y “libertades”.
“Cuando la guerra civil se agudizó y los equipos de requisición llegaron hasta el campo, los campesinos comenzaron a considerar a los bolcheviques como adversarios, más bien que como amigos benefactores. Se quejaron de que Lenin y su partido había eliminado a los señores y dado al pueblo la tierra sólo para quitarle el producto de su trabajo y su libertad de utilizarla como le pareciera adecuado.”[footnoteRef:14] [14: Avrich, Paul. Kronstadt 1921. Buenos Aires: Utopía Libertaria. Pág. 17.] 
Tenemos así que las divergencias teóricas entre el primer anarquismo de Proudhon y Bakunin se materializaron en el intento ruso de llevar los postulados a la práctica. En primer lugar, encontramos el rechazo de los ácratas hacia una organización que implique la idea de Estado, tan contrario a la estructuración comunista del líder Lenin. En segundo lugar, se hizo evidente que transición donde gobernó el proletariado no fue momentánea sino permanente y que las ganancias no se distribuyeron equitativamente. Tomaron forma las ideas de Bakunin en cuanto a que todos los Estados son y serán opresores.[footnoteRef:15] De igual manera, se hizo visible la diferencia en cuanto a la práctica de la autogestión de los “territorios libres” ucranianos con los soviets del gobierno comunista. Los primeros funcionaban de manera autónoma y vertical, mientras que los segundos estaban controlados desde el Estado. [15: Bakunin, Mijail. Escritos de filosofía política I. Madrid: Alianza Editorial. 1990. Pág. 260.] 
Teniendo presente el nudo y el desenlace de la Revolución Rusa, queda por decir que los pequeños grupos anarquistas fueron silenciados, encarcelados y fusilados. “Al grito de ´salvemos la revolución´ comenzaron a eliminar de los lugares de influencia a los demás elementos revolucionarios no bolcheviques, hasta que los suprimieron por completo.”[footnoteRef:16] Algunos planteamientos de Marx fueron materializados, pero los métodos utilizados por los revolucionarios rusos no resultaron benignos para el común de la población rusa. Esta experiencia demostró que las disidencias ideológicas entre el anarquismo y el socialismo trascendieron de las plumas y la retórica a los campos de batalla. Primero en Rusia y más adelante en la península Ibérica. En la tercera década del siglo XX, en el marco de la Guerra Civil Española, las ideologías expuestas se encontraron nuevamente en las contiendas armadas, pero esta vez apareció un anarquismo diferente, una teoría pensada con el objetivo de trasladarla desde el campo a los complejos urbanos, el anarcosindicalismo. [16: Berkman, Alexander. ABC del comunismo libertario. La malatesta editorial: Madrid, 2009. Pág. 179.] 
La guerra civil dentro de la Guerra Civil
Las elecciones celebradas en España en febrero de 1936, dieron origen a una frágil república impulsada por el Frente Popular. En junio del mismo año dicho gobierno fue interrumpido por el golpe militar de las derechas que proclamaban la restauración de la antigua monarquía. El levantamiento de los militares se había gestado con precaución, pero la reacción de los republicanos contuvo las pretensiones de los falangistas. De esta manera dieron inicio a la Guerra Civil Española, una lucha por por el modelo político a implantar en el país. Cabe aclarar que las derechas y las izquierdas no fueron las únicas fuerzas enfrentadas, como bien lo explica el historiador británico Antony Beevor:
“Se suele presentar a la guerra civil española como el resultado de un choque entre la izquierda y la derecha, pero sabemos que eso es una simplificación engañosa. El conflicto tenía otrosdos ejes: centralismo estatal contra independencia regional, y autoritarismo contra libertad del individuo. […] Eran de derechas, centralistas y autoritarios a la vez. La república, por el contrario, venía a ser un crisol de incompatibilidades y sospechas mutuas, con centralistas y autoritarios enfrentados a regionalistas y libertarios.”[footnoteRef:17] [17: Beevor, Antony. La guerra civil española. Barcelona: Crítica, 2005. Pág. 9.
] 
Es decir, la extrema izquierda que le hizo frente a los rebeldes estaba compuesta de múltiples grupos, partidos, sindicatos, milicias, y demás gentes, que si bien no todos se decían republicanos, optaron por la resistencia puesto que dicho modelo político lo consideraban más viable y adecuado para desarrollar sus ideas. Los comunistas libertarios y algunos socialistas heterodoxos emprendieron un proceso de revolución social mientras combatían el fascismo, aspecto que aumentó las discusiones ideológicas entre los combatientes ácratas y los socialistas que durante el momento defendían la república.
A finales del siglo XIX, las ideas ácratas en España, al igual que en Italia, se expandieron velozmente. El pensamiento libertario de Proudhon, Bakunin, Kropotkin y el italiano Errico Malatesta transitó de campo en campo llevado por viajeros que lograron convencer a los españoles de los planteamientos. La llegada de esta inclinación política coincidió con el periodo tardío de la industrialización en España, mientras Cataluña se consolidaba como un emporio textil y Asturias como el centro siderúrgico, la ex-población rural se adaptaba a las transformaciones que traía la industria, más nunca olvidó sus arraigos anárquicos. En 1910, cuando la industria estaba consolidada y a su vez existía una conciencia política más fuerte, surgió la Confederación Nacional de los Trabajadores (CNT), el sindicato anarquista español más fuerte e importante[footnoteRef:18]. Esta teoría inició su gestación en Alemania de la mano del activista Rudolf Rocker, tuvo apoyo teórico de Priot Kropotkin y en España fue adaptado por Federica Montseny y obreros como García Oliver, Francisco Ascaso y el mentado miliciano Buenaventura Durruti. [18: Peirats, José. La CNT en la revolución española. Francia: Ruedo Ibérico, 1971. Pág. 25.] 
Por su parte, el socialismo ingresó a la península ibérica a través de la propaganda de la primera internacional, desde 1879 fue fundado el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), erigido como un movimiento obrero, socialista y marxista. Las primeras décadas del siglo XX resultaron significantes para España en general, a medida que su industria se engrandecía, los movimientos sociales antes expuestos también lo hacían. El modelo monárquico no era el mejor para afrontar dichos cambios y que mejor manera de demostrarlo que la ya mencionada guerra civil. 
El levantamiento de los militares, liderado por el general Francisco Franco, no sólo dividió la segunda república española entre la zona sublevada y la zona republicana. Las relaciones internacionales y las ideologías políticas, económicas y sociales que defendían la última franja, conformada por la capital y otras ciudades de gran importancia como Málaga, Bilbao, Valencia y Barcelona, se encargaron de fraccionar los bandos que defendían la democracia. 
Las diferencias ideológicas se hicieron notables desde el principio. El primer punto de disenso entre el anarcosindicalismo y el socialismo español durante la guerra civil se debió a la concepción que ambos tenían sobre el campo. Para los anarquistas la tierra que resistió ante el levantamiento de los militares debía ser colectivizada, mientras que los socialistas abogaban por que esta fuera controlada desde el Estado. 
“Al proceder al establecimiento de la colectivización de la tierra, a fin de que los pequeños propietarios no desconfíen ni un momento de nuestra acción emancipadora y, en su consecuencia, que no puedan convertirse en enemigos, en entorpecedores y saboteadores de nuestra obra, se les respetará en principio el cultivo de las tierras que por sus propios brazos puedan labrar, y siempre que esto no obstruya o dificulte el desarrollo debido a los núcleos que se colectivicen”[footnoteRef:19] [19: Congreso regional campesino de Cataluña. Citado en: Peirats, José. La CNT en la revolución española. Tomo I. Francia: Ruedo Ibérico, 1971. Pág. 170. ] 
En este primer disenso, nuevamente toman fuerza los argumentos de Proudhon en cuanto a la organización en federaciones, y se repiten las intenciones marxistas de tener una fuerza que ejerza control sobre la revolución. Aunque es cierto que dicha empresa no fue tan próspera como los anarquistas la quisieron mostrar, ni tan maligna como los nacionalistas y los comunistas la catalogaron, el juego de intereses de ambas partes prevalece sobre sus ideales. Los anarquistas asesinaron curas, demolieron iglesias y mataron a quien no quería colectivizar sus tierras, pero los socialistas negaron los logros obtenidos por los primeros y desarrollaron una política para turbar y detener los procesos.
Otro punto por el cual se gestaron las pugnas entre ambas ideologías revolucionarias fue por el procedimiento a perpetuar durante la guerra. Mientras los movimientos anti estatales proclamaban una revolución social, aunada a la resistencia al golpe, los comunistas estaban en contra de ella, afirmando que primero se debía detener al fascismo. ¿Por qué motivos los partidos comunistas no estaban de acuerdo con la revolución social si dicho propósito es la esencia de su misma existencia? La respuesta se debe buscar, primero, en los intereses de cada bando, como lo subrayé anteriormente, y segundo, en la política internacional que se mantuvo a lo largo de toda la guerra civil. La nación francesa y la inglesa firmaron un pacto de no-intervención ante el conflicto. Tal acuerdo sólo fue una pantalla política, como bien lo explica el político y escrito Manuel Azaña: “El comité de No-Intervención se creó precisamente para intervenir en España, no como lo han hecho hasta ahora, encubriendo la intervención alemana e italiana, sino de un modo declarado y colectivo cuando convenga a los intereses británicos, o, dicho de otro modo, al interés de conservar la paz.”[footnoteRef:20] [20: Azaña, Manuel. Memorias políticas y de guerra. Barcelona: Editorial Crítica, 1978. Pág. 75.] 
Si bien la ayuda de las fuerzas de ultra derecha fue más contundente, la república también violó el pacto, la URSS, bajo el mandato de Stalin, decidió colaborar a finales de septiembre de 1936. Su ayuda no fue de mucha conveniencia puesto que gracias a ésta la influencia de la Comintern se acrecentó en España, hecho que dio fuerza a las disputas ideológicas entre las izquierdas que luego se enfrentaron en las calles de Barcelona.
El mandatario soviético jugaba a dos bandos, por un lado, no le convenía apoyar a la república porque eso significaba una enemistad directa con el eje Roma-Berlín, colaborador del bando nacional, pero por otro lado debía manifestar su apoyo para no perder credibilidad de su pueblo, ni de los países comunistas y socialistas. Finalmente opta por colaborar, pero “La ayuda de Stalin fue calculadamente medida como para que la República no obtuviera una súbita ventaja sobre los golpistas, de forma que el gobierno británico – al que miraba como aliado potencial – no se inquietara ni los alemanes lo tomaran cono una provocación”[footnoteRef:21] Punto que confirma Manuel Azaña: “El pueblo ruso sigue con pasión el curso de la guerra, muy al día con el mayor detalle. El gobierno toma increíbles precauciones para los envíos de material, nunca en barcos soviéticos”[footnoteRef:22] [21: Beevor, Antony. La guerra civil española. Barcelona: Crítica, 2005. Pág. 220.] [22: Azaña, Manuel. Memorias políticas y de guerra. Barcelona: Editorial Crítica, 1978. Pág. 75.] 
Las contribuciones soviéticas a la república constaron de armamento, no muy óptimo, hombres adscritos en las brigadas internacionales organizadas desde la III internacional comunista,municiones y petróleo. Pero la colaboración no se limitó a lo anterior, bajo cuerda, agentes del NKVD, el Comisionado del Pueblo para Asuntos Internos, la agencia gubernamental soviética encargada, entre otras cosas, de la seguridad del Estado, fueron trasladados a las principales ciudades republicanas y dicho grupo llevó a España la pincelada que acrecentó los problemas en la república: la paranoia estalinista. 
La colaboración soviética entró a reforzar los grupos comunistas que se habían vinculado a la Comintern, el Partido Comunista Español y el PSUC. “Los republicanos pagaban con oro de la nación cada ametralladora comprada al Kremlin y permitían que los comunistas prosiguieran su labor de zapa. El Kremlin procuraba que sus armas cayesen en manos de “elementos responsables” prestos a obedecerlo.”[footnoteRef:23] [23: John Dos Passos. The theme is freedom. Nueva York: Dodd, Mead and Company, 1956. Pág.128. ] 
Es bien conocida la política de Stalin, donde no existe cabida para contrincantes políticos ni las gentes, grupos o partidos que representen una “amenaza para el régimen comunista”. Debido a esto los grupos anarquistas y socialistas que no estaban adscritos a la III internacional empezaron a ser mal vistos por los agentes soviéticos. 
“Rusia usó a España como un callejón donde asesinar anarquistas, trotskistas y otros indeseables políticos. Cuando empezó la guerra, los comunistas constituían un partido insignificante, con menos de doscientos afiliados en toda Cataluña. No obstante, a medida que la lucha se prolongaba consiguieron convertir el país en obediente satélite del Kremlin, a través del chantaje, el terror y la intriga.”[footnoteRef:24] [24: Koestler, Arthur. The Invisible Writing. Nueva York: The Mcmillan company, 1954.Pág. 326] 
Debido a la intervención soviética, las pretensiones anarquistas de continuar con la revolución social chocaron con las fuerzas socialistas y comunistas que abogaban, en primera estancia, por el triunfo de la guerra, decisión que en parte obedeció a las exigencias que dictaba Stalin. Ésta diferencia gestó en la puesta en práctica de los teorías y hasta el momento es una particularidad específica de la lucha entre el anarcosindicalismo y el socialismo español.
El otro punto de discordia entre ambas ideologías fue fruto de las ideas de André Marty, el comunista francés jefe de las Brigadas Internacionales. El militar propuso profesionalizar las fuerzas armadas que defendían la república. Este propósito condujo a una polarización entre quienes estaban en contra y a favor de instaurar una disciplina militar. Los comunistas, que dependían de La Unión Soviética y algunos otros que no, se recogieron en la propuesta, mientras que las milicias y las columnas de ideología ácrata, principalmente, se negaron rotundamente. 
“Ya no es posible defenderse como en una guerra civil contra militares sublevados. Tenemos que hacer la guerra como nos la presenta un ejército regular, dotados de todos los medios de combate modernos. Y ese camino no es otro que abandonar toda diferencia entre los que luchan. A mi lado no quiero más que combatientes. En mi división no conozco a quien sea de la UGT o de la CNT, de un partido republicano o de un partido marxista. Se impone, y he de exigir de ahora en adelante, una disciplina de hierro, disciplina que tendrá el valor de lo que se ofrece voluntariamente.”[footnoteRef:25] [25: Solidaridad Obrera (Barcelona) 23 de Mazo de 1937. Pág. 4.] 
Las tropas que acogieron al decreto se pasaron a llamar “Ejército Popular Regular”, al que posteriormente los líderes de la CNT se adscribieron, acto que desmoralizó a sus seguidores idealistas, debido a que veían los ejércitos como la mayor represión estatal, las ceremonias militares como una burla a la autonomía y la obediencia a superiores como una ofensa a la condición de libertad del hombre. 
La decisión de instruir a los combatientes acrecentó las tensiones entre los republicanos y fortaleció el brazo soviético en España. El PCE y PSUC (Partido Socialista de Unificación Catalana), ambos socialistas adscritos en la III internacional, adquirieron una supremacía en el gobierno. El ambiente político cambió sustancialmente luego de esto. Se incrementaron los asesinatos políticos, se desarmaron las milicias que no obedecían el decreto de profesionalización del ejército y la pugna histórica entre las ideologías revolucionarias de izquierda tomó vida de nuevo. Inconveniente que fue ocasionado por el autoritarismo ruso y alimentado por los fanatismos anárquicos y socialistas. 
Luego de dicha imposición el ambiente se tornó tenso. En mayo de 1937 detonó la batalla entre comunistas y anarquistas que puso fin a las disputas ideológicas, a la revolución social que adelantaban algunos grupos y a las esperanzas republicanas de ganar la guerra. En este punto se retornó a las discusiones desarrolladas en la Primera Internacional donde los socialistas abogaron y proclamaron por una organización bajo el mandato de unos pocos para la lucha obrera, mientras que los ácratas negaron la creación de cualquier tipo de fuerza, puesto que sería “autoritaria”. 
Es notorio que las diferencias entre las dos ideologías en las dos últimas coyunturas expuestas obedecen a cuestiones prácticas que los teóricos habían manifestado con anterioridad. Mientras Marx hacía uso de la retórica para reducir los argumentos de Bakunin, en la URSS la fuerza del ejército rojo se encargó de solucionar los disensos entre las ideologías, de la misma manera que lo hizo con los anarcosindicalistas españoles. 
Conclusiones
Durante el siglo XIX, fruto del proceso de industrialización, la expansión del capitalismo y la proletarización de la sociedad en Europa, surgieron dos ideologías revolucionarias en Europa, pese a que presentaron grandes similitudes, libraron una discusión en los escritorios y asambleas que se reprodujo más tardíamente en el intento de llevarlas a la práctica. Ambos pensamientos retomaron las ideas de los “socialistas utópicos” pero cada uno realizó su propio análisis y reconfiguró los planteamientos a conveniencia
Estas diferencias, como se expuso a lo largo del trabajo, fueron iniciadas por Pierre-Joseph Proudhon, el autodidacta francés que se autodenominó anarquista y el economista y filósofo alemán Karl Marx, principal teórico del socialismo y el comunismo. Los argumentos de este primer anarquismo no estaban de acuerdo con los métodos “autoritarios” que los marxistas proponían para alcanzar la revolución, manifestaron su negativa a la creación de cualquier organización, partido o grupo que liderase los procesos de emancipación, como la “dictadura del proletariado” que defendían los Internacionalistas. Difirió también el lugar en el que se propagaron las ideologías, la acracia se reprodujo con facilidad en los campos, tuvo una principal acogida en el sur de Europa, mientras que el socialismo se instauró en la sociedad de clases que había generado la industrialización. Condición que cambó a finales del siglo XIX en España. 
Las discusiones iniciadas en la primera internacional de los trabajadores entre bakuninistas y marxistas se convirtieron en un tropiezo para los procesos revolucionarios que posteriormente emprendieron las fuerzas radicales de izquierda. Dicha discusión mutó de los escritorios y conferencias a los combates armados. En Ucrania, durante la Revolución Rusa, se enfrentó el anarquismo campesino con el brazo armado de los revolucionarios, el ejército rojo. En esta disputa tomaron sentido las críticas que el ruso había expuesto con anterioridad, la “dictadura del proletariado” hizo las veces de Estado represor y nunca tuvo la transición hacia el comunismo.
Durante la Guerra Civil Española se encontraron nuevamente las dos ideologías, aunque ambas con sustanciales transformaciones. La pasada idea del anarquismo campestre mutó a un movimiento fuerte, el anarcosindicalismo. Mientras que el comunismo se vio permeado por la URSS a través de la celebración de la III Internacional. Al inicio, lasdiscordias también representaron las divergencias teóricas base; el tipo de organización del campo, el método a seguir para lograr la revolución el liderazgo o no desde un grupo privilegiado y fuerte. Dichas discusiones llegaron a su fin cuando las paranoias estalinistas, al igual que en Rusia, silenciaron a los anarquistas, organizados esta vez bajo el anarcosindicalismo. 
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Periódico Solidaridad Obrera (Barcelona)

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