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XAVIER DIEZ 2 Capítulo de libro: Xavier Diez “El pensamiento político del anarquismo decimonónico”, en Manuel MENÉNDEZ ALZAMORA; Antonio ROBLES EGEA, Pensamiento político en la España Contemporánea. Trotta, Madrid 2013, pp. 99-122 ISBN: 978-84-9879-439-439-7 EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 3 Capítulo 6 PENSAMIENTO POLÍTICO DEL ANARQUISMO DECIMONÓNICO Xavier Díez I. ¿EXISTE UN PENSAMIENTO ANARQUISTA ESPAÑOL? efinir el concepto anarquismo no resulta precisamente un ejercicio fácil. A diferencia de otras corrientes políticas y filosóficas, fundamentadas en unos preceptos teóricos y contribuciones limitadas, el anarquismo resulta un conjunto de ideas, prácticas y conceptos extremadamente flexibles y proclives a interpretaciones subjetivas. Tanto es así que a uno de los pensadores libertarios más respetados coetáneamente por la comunidad científica internacional, Piotr Kropotkin, el príncipe anarquista según sus biógrafos George Woodcoock e Ivan Ivakumovic, le fue encargada la entrada “anarquismo” en la undécima edición de la Encyclopedia Britannica (1910), y éste, resumidamente contemplaba el anarquismo como teoría política que consideraba toda forma de gobierno y autoridad como innecesaria e indeseada, y abogaba por una sociedad basada en la cooperación voluntaria y la libre asociación entre individuos y grupos1. 1 George Woodcock, Ivan Avakumovic, El Príncipe Anarquista, Madrid, Júcar, 1978. D XAVIER DIEZ 4 A pesar de ello, son habituales las definiciones de carácter negativista y superficial, fundamentadas en prejuicios ideológicos, que condicionan en gran medida la mirada hacia el variado fenómeno libertario. Sin ir más lejos, la Real Academia de la Lengua Española, en su diccionario de referencia, caricaturiza a éste como «doctrina que propugna la desaparición del estado y todo poder». Con mayor cromatismo, la versión española de la Wikipedia dibuja al anarquismo como «filosofía política y social que llama a la oposición y abolición del Estado entendido como gobierno, y por extensión, de toda autoridad, jerarquía o control social que se imponga al individuo, por considerarlas indeseables, innecesarias y nocivas», pero profundiza en el término elevando una panorámica más amplia, reconociendo la falta de acuerdo académico sobre la naturaleza de sus preceptos y taxonomías, y señalando hasta nueve corrientes diferenciadas. Evidentemente, el arraigo del anarquismo en España, ya señalado por hispanistas como Gerald Brenan2 y por la elocuencia de los hechos en el pasado, provocó una cierta fiebre por el conocimiento de la historia del movimiento y la filosofía anarquista en España durante la década de los setenta. El contexto sociopolítico de la Transición y su intento por rescatarlo de la clandestinidad y el exilio, condicionaron sin duda el interés académico, con numerosas tesis centradas especialmente en sus aspectos más institucionales y sindicalistas. La deriva de la monarquía restaurada, en cierta manera obsesionada por crear un régimen estable con una marginación de los elementos poco proclives a aceptar las reglas del juego constitucional, condicionó en cierta manera un abandono progresivo del anarquismo como objeto de estudio durante los ochenta y la primera parte de los noventa. Pero la caída del comunismo, por una parte, y una cierta evidencia de las carencias del régimen de la monarquía restaurada, poco capaz de satisfacer las aspiraciones de quienes buscaban un sentido ético al modelo social, reavivó el interés del universo libertario y el atractivo por una historia, 2 Gerald Brenan, El laberinto español. Antecedentes sociales y políticos de la guerra civil, París, Ruedo Ibérico, 1965, esp. pp. 105-132. EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 5 que en cierta manera, había quedado silenciada3. A partir de finales de los noventa, pues, se ha propiciado un cierto auge de las investigaciones de todo orden sobre el universo libertario, incidiendo en los aspectos más culturales, sociales y antropológicos y colocando el anarquismo en un marco de debate amplio. De manera subyacente, este interés responde a la necesidad de recuperar uno de los fenómenos históricos más fundamentales de la sociedad hispánica, en un período de recuperación de las memorias históricas silenciadas por el franquismo y, en cierta manera, escatimadas por el orden transicional. Desde al menos la década de los setenta, y por un trabajo tan emblemático como el de José Álvarez Junco La ideología política del anarquismo español uno de los principales puntos de debate consiste en discutir sobre la presunta falta de originalidad del pensamiento político anarquista español4 y su posible dependencia ideológica foránea. De hecho, el mismo historiador destaca «la escasa originalidad doctrinal del anarquismo español y su dependencia de los clásicos rusos o franceses». En otra línea diferente, y desde una óptica más reciente, Javier Paniagua cuestiona el análisis de Álvarez Junco, porque «muchos de los escritos de los anarquistas españoles, vistos desde la perspectiva histórica, no desdicen de los renombrados autores de la anarquía»5. En cierta manera, la presunta falta de originalidad no es tal, sino lo que conviene destacar es la ausencia de investigaciones sistemáticas sobre el mundo cultural e intelectual anarquista, y de su exclusión de un canon historiográfico, que hasta la fecha, ha observado el universo ácrata por encima del hombro. En cierta manera, la lectura de los clásicos 3 Xavier Diez, “Noves perspectives per a una historiografía sobre anarquisme”, en El Contemporani, nº. 26, 2002, pp. 9-11; “La historiografía anarquista als Països Catalans. Una llarga tradició entre el desconeixement i la vitalitat”, Afers, nº. 59, 2008, pp. 155- 170; “Historiografia anarquista”, en Antoni Simon (dir.), Tendències de la historiografía catalana, València, PUV, 2009, pp. 255-270; Susanna Tavera, “La historia del anarquismo español: una encrucijada interpretativa nueva”, Ayer, nº. 45, 2002, pp. 12-38. 4 José Álvarez Junco, La idelogía política del anarquismo español, 1868-1910, Madrid, Alianza, 1991, pp. 8-9. 5 Javier Paniagua, La larga marcha hacia la anarquía. Pensamiento y acción del movimiento libertario, Madrid, Síntesis, 2008, p. 21. XAVIER DIEZ 6 libertarios españoles, como Anselmo Lorenzo, Joan y Federica Montseny, Ricardo Mella, Josep Prat, Llunas i Pujals,… no son teóricos inferiores a los referentes europeos como Proudhon, Kropotkin, Bakunin o Malatesta. Sí, en cambio, se percibe un cierto aislamiento intelectual, que caracteriza en general a la totalidad del mundo cultural hispánico, y una endémica falta de normalidad política que impide el desarrollo tranquilo de un mundo intelectual anarquista. La historia del pensamiento político anarquista, en cierta manera, continúa estando en fase de borrador académico. Probablemente uno de los debates más intensos relacionados con la historia del anarquismo tiene que ver con el porqué de su arraigo en España. Todavía parece una incógnita el hecho que, a diferencia de los países capitalistas centrales, éste mantenga hasta la segunda guerra mundial la centralidad política en el movimiento obrero español y acapare los debates de la crítica al modelo social y la perspectiva de construcción de una alternativa a la sociedad burguesa. En cierta manera esta perspectiva de análisis parece interesada y tiene más que ver con la configuración ideológica de los propios historiadores que con la pura realidad. El marxismo historiográfico, deudor en cierta manera de la visión lineal del progreso hegeliano, consideraba anomalía todo aquello que no se mantuviera en sus estrechos márgenes de análisis. El mismo Erich Hobsbawn consideraba a los anarquistas como “rebeldes primitivos” 6. Pero lo cierto es que analizar fenómenos desde premisas inflexibles no contribuye a exlicarla realidad. Diversas explicaciones, desde puntos de vista diferentes han tratado de responder a la pregunta de “¿por qué en España existe un predominio del anarquismo como alternativa al capitalismo?”. Ciertamente, este no es un tema resuelto, sino fruto de diferentes polémicas que van mucho más allá del mundo académico. Como elementos comunes, podríamos considerar la escasa legitimidad institucional del estado, la precaria consistencia nacional, -la «España invertebrada» de la que se quejaba Ortega y Gasset- las disparidades 6 Eric Hobsbawn, Rebeldes primitivos: estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, Crítica, 2001 (Primera ed., Ariel 1968). EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 7 económicas o las excesivas diferencias sociales, aunque no existe un acuerdo historiográfico ante una temática con implicaciones políticas que proyectan sus sombras hasta la actualidad. Aún así, los condicionantes históricos de un imperio decadente incapaz de adaptarse a la modernidad y a primar la represión frente a la seducción (y por tanto, privarlo de legitimidad) podría ofrecer algunas pistas sobre la falta de confianza del numeroso grupo de excluidos respecto al estado y sus principales soportes. Aunque también la extraña configuración de los grupos dominantes, cuando la clase industrial catalana queda marginada del poder político (y por tanto, privada de manipular el estado a su antojo), mientras las viejas aristocracias terratenientes y funcionariales de origen castellano andaluz, emparentadas con los financieros vascos, establecen las bases de un estado contradictorio, débil, nada legitimado ante las masas obreras y campesinas, e indiferente ante clases medias que se sienten ausentes de una España que no ha asumido todavía su condición de potencia de segundo o tercer orden. En cierta manera, España, como la Rusia zarista o el imperio otomano, es un estado plurinacional periférico, que retrocede ante las potencias industriales, y que no parece capaz de adaptarse a los cambios, ni hacerse cargo de una realidad compleja y cambiante. Existen otros factores que dificultan enfrentarse ante un tema historiográficamente controvertido. En primer lugar, y prácticamente hasta la década de los ochenta, España ha sido un estado académicamente subdesarrollado. Ello explica la gran influencia en la autorepresentación española (e incluso en la creencia en determinados lugares comunes) de hispanistas extranjeros, especialmente anglosajones, seducidos en gran manera por la “excepcionalidad” hispánica. Ello, mezclado con la influencia del marxismo intelectual, como hemos comentado, ha reforzado la idea del anarquismo español como elemento más o menos exótico y heterodoxo. Ante la falta de referentes propiciados por la destrucción franquista de la «inteligencia», resultaba fácil dejarse confundir por los discursos ajenos. Además, no es ningún secreto que aquí subyace una cuestión de estricto prejuicio ideológico. La mayoría de los historiadores profesionales, XAVIER DIEZ 8 generalmente desde las cátedras universitarias, a pesar de participar en los grupos de oposición al franquismo y sentirse emocionalmente vinculados a la izquierda, provenían de la clase acomodada. Es relativamente fácil detectar prejuicios sociales respecto a un movimiento capaz de aglutinar clases bajas, con valores, formas y objetivos diferentes a los del grupo social dominante. Esto era causa de algunos errores de observación o análisis y permitió, durante algunas décadas, acatar acríticamente la teoría de Hobsbawn de considerar a los anarquistas españoles como “rebeldes primitivos”. La masificación de las aulas universitarias a partir de los ochenta permitió extender a grupos sociales más amplios la alta cultura universitaria, y la caída del muro de Berlín consiguió cuestionar numerosas creencias académicas sobre “fases de la historia” y caminos rectos o torcidos. Todo ello, junto a una popularización de la historia más allá de las facultades universitarias –aparte del uso y abuso de la historia como cobertura intelectual de opciones políticas diferentes- está llevando a un replanteamiento general de la historia contemporánea en general y de la historia del anarquismo en particular. Uno de estos cuestionamientos tiene que ver también con los nombres. Convencionalmente se denominaba socialismo utópico a todo aquel movimiento o conjunto de ideas previo a la articulación institucional del movimiento obrero a partir de la constitución de la Asociación Internacional de Trabajadores de 1864. De hecho, esta definición fue acuñada por Friedrich Engels a partir de 1876 en su obra de inequívoco título Del socialismo utópico al socialismo científico, que utilizaba interesadamente el lenguaje para etiquetar, con intenciones claramente devaluatorias, todas aquellas ideas previas, anteriores a la aparición de la corriente marxista de la Internacional. En cierta manera, ambas denominaciones, utópico, esto es, lo que no se encuentra, y científico, es decir, las teorías que utilizan los mecanismos propios de la ciencia positivista del momento resultan una falta dicotomía, una taxonomía interesada para desacreditar lo primero y prestigiar lo segundo. En cierta manera, Engels pretendía erigir el corpus de las teorías marxistas como la culminación de un proceso dialéctico que permitía hacer creer que el conjunto de movimientos disidentes respecto al capitalismo EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 9 rampante fuera rebajados a la categoría de precedentes, de percusores del proceso teleológico que debía culminar en la obra conjunta con Karl Marx. En cierta manera, la propia denominación, formulada en el contexto de la progresiva y definitiva ruptura entre lo que los rivales ideológicos alrededor de Bakunin denominaban socialistas autoritarios y antiautoritarios, buscaba eliminar cualquier credibilidad ante el movimiento anarquista, que, en esos momentos, como sucede con los autores del Manifiesto Comunista, también se hallan en fase de articulación. Los llamados por la historiografía marxista utópicos responden a experiencias, objetivos, medios e ideas muy diferentes entre sí. Por supuesto, no respondían ante el modelo filosófico aislado que propone la Utopía de Thomas Moore, en pleno siglo XVI, sino que, fruto de su tiempo, pretendían ser experiencias pragmáticas y experimentales, algunas veces con éxitos parciales, en otras fracasos totales por variadas razones. Estas corrientes suponen nexos comunes respecto a las dos principales vías socialistas que divergen a partir del momento, hacia el último tercio del siglo XIX, en el que los marxistas articulan institucionalmente su corriente y se diferencian ya de lo que poco a poco se irá considerando el anarquismo desde sus múltiples variantes. En este capítulo, pues, analizaremos la trayectoria de las variadas corrientes y pensadores que han sido capaces, desde la base de la crítica al estado constituido y la necesidad de construir una nueva sociedad en base a una sociedad más igualitaria, libre y fraternal a lo largo del siglo XIX. Para ello establecemos una cronología que se iniciaría en 1834, cuando aparecen los primeros fourieristas en España y finalizaría en 1902, cuando la primera huelga general implica la irrupción del anarcosindicalismo y la madurez de un anarquismo mucho más definido y articulado. Dentro de estos lapsos temporales, establecemos un corte en 1868. Éste es el año en el que la llamada revolución gloriosa de septiembre, incluye, pocas semanas más tarde, el viaje del enviado de Bakunin, Giuseppe Fanelli, que consigue sumar grupos organizados de republicanos a la Primera Internacional, y a la Alianza de la Democracia Socialista, en lo que representará un decantamiento hacia XAVIER DIEZ 10 las ideas antiestatales y el desarrollo de un pensamiento político influyente entre buenaparte de la sociedad española. EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 11 II. ORÍGENES Y ANTECEDENTES (1834-1868) 1. Icaria, Icaria. Proyectos emancipadores en la España decimonónica. El llamado socialismo utópico Habitualmente se tiende a certificar el acta de nacimiento del anarquismo en España con el viaje del italiano Fanelli, antiguo garibaldino a quien envió su amigo Bakunin, a Barcelona, en octubre de 1868. Pero si halló eco tanto en la capital catalana como en la española pocas semanas después, fue porque existía un terreno abonado y un conjunto de discursos propios respecto a la necesidad de transformar la organización social, y la dirección que debían tomar estos cambios. Por supuesto, el trabajo anterior de los diversos grupos críticos con el sistema imperante había abierto camino previamente. Tal como sucede en el entorno europeo y norteamericano, hacia el segundo tercio del siglo XIX, España cuenta con diversos ideólogos y activistas que disienten del orden impuesto por los poderes fácticos, y a partir de su ascendiente liberal y librepensador, elaboran sus propias alternativas. A la hora de analizar estos grupos, algunos historiadores han cedido ante un cierto tópico que hablaría de la pretendida escasa originalidad ideológica del anarquismo español y establecen casi siempre su dependencia respecto a las corrientes filosóficas que mantienen su epicentro en el corazón de Europa. Pero un análisis más detallado nos permite ver que, si bien existen contactos intensos tanto personales como ideológicos entre ambos lados de los Pirineos, así como unas referencias y lenguajes compartidos, los protagonistas de estos espacios de disidencia acaban generando discursos propios, adaptados tanto a la propia realidad como tamizados por sus rasgos personales, y demuestran mayor originalidad de la que hasta la fecha los historiadores marxistas les han concedido. Será el caso de personajes como Felip Monlau, Ramón de la Sagra, Joaquín Abreu, Abdó Terradas o tantos otros cuyos principios describiremos en este punto. Otra de las críticas frecuentes respecto a estos grupos que podríamos considerar formarían parte de un socialismo librepensador hispánico, es XAVIER DIEZ 12 su relación con los orígenes del republicanismo o su tendencia a seguir patrones de actuación propios del carbonarismo, sus afinidades con las logias masónicas y sus vinculaciones a sociedades secretas. Este hecho ha sido aprovechado por la historiografía conservadora española para criticar a estos núcleos e incluirlos en el eje del mal como elementos infiltrados del extranjero en su interpretación conspirativa de la historia. De hecho, esta fórmula de intentar pasar desapercibidos, de ocultar su existencia a partir de sociedades secretas que alimentaban la imaginación del poder tenía su explicación. En una época en que la disidencia ideológica era considerada delito de alta traición, que la adscripción respecto a cualquier cosa que sonara a liberal implicaba una durísima represión, justo en un siglo en el que aún permanece el eco de una muy recientemente abolida inquisición, y enmarcados en un país de tradicional aislamiento cultural, la pertenencia a sociedades secretas carbonarias era una fórmula de protección ante la persecución o la infiltración policial. Hasta la llegada del anarcosindicalismo, aun incluso en época de presumible respeto a las libertades formales, muchos disidentes podían ser considerados como enemigos del estado, y debían tomar bastantes precauciones. Antes de la madurez intelectual de Pi i Margall, figura de referencia, como veremos más adelante, del anarquismo español, en el segundo tercio del siglo XIX empiezan a aparecer núcleos de este tipo de socialismo librepensador que podrían incluirse entre las corrientes del pensamiento crítico occidental, que muchos consideran precursores del anarquismo. Se tratará de la implantación de el fourierismo en Cádiz y Barcelona, la influencia de Proudon y de De Colins en la figura aislada de Ramón de la Sagra, la difusión del santsimonismo y la aparición de un núcleo cabetiano en la capital de Cataluña. 2. El influjo de Fourier en España Charles Fourier (1772- 1837) es uno de los primeros teóricos que tendrán entrada en España desde las ciudades de Cádiz y Barcelona. El filósofo francés, refractario respecto de las transformaciones EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 13 económicas y sociales generadas por la revolución industrial construyó un discurso filosófico complejo en el que consideraba que debía modificarse a fondo la organización social. Rompiendo con los principios del liberalismo económico de Adam Smith, consideraba que toda sociedad debía agruparse en comunidades autosuficientes formadas por centenares de personas, en las cuales existiera suficiente equilibrio para fundamentar un bienestar material y espiritual, sin diferencias de clase, y desde la racionalización del trabajo. Para ello, debían establecerse un conjunto de complejas normas y estipulaciones respetadas por todos los miembros del grupo. Estas “comunidades ideales” tomaron la denominación de falansterios y el filósofo francés colaboró y participó en la fundación de algunos de ellos7. Uno de los participantes en estas experiencias comunitarias fue el propagandista y marino de Tarifa Joaquín Abreu Orta (1782-1851), quien fue uno de los coorganizadores del falansterio de Condé-sur- Vesgres, en 1832. Exiliado en Francia tras el regreso de Fernando VII y de nuevo, tras la experiencia fracasada del Trienio Liberal (durante el cual fue diputado a Cortes por Cádiz) estableció contacto con Fourier y sus ideas. Cuando pudo regresar a España, hacia 1834, comenzó a divulgar las ideas del filósofo francés, con quien se relacionó personalmente desde 1831, y a promover la traducción de sus obras. Dos años después pudo vincularse a grandes propiedades agrarias gracias a su matrimonio con la hija de uno de los más grandes arrendatarios del duque de Medinacelli. Desde una posición social acomodada, y desempeñando diversos cargos públicos se dedicó a colaborar asiduamente en la prensa, especialmente El Nacional, de Cádiz, El Vapor y El Constitucional, de Barcelona, El Grito de Carteya, de Algeciras y El Eco del Comercio, El Correo Nacional, y La Organización del Trabajo de Madrid, éste último fundado por uno de sus más destacados seguidores, Fernando Garrido8. Si bien Abreu mantiene los principios básicos de Fourier, no debería considerarse el gaditano como un simple discípulo acrítico, aunque 7 Pere Gabriel, “El anarquismo en España”, en George Woodcock, El anarquismo. Historia de las ideas y movimientos libertarios. Ariel, Barcelona, 1979, pp. 340-347. 8 Ibíd. XAVIER DIEZ 14 mantenga concepciones bastante ortodoxas respecto del pensador francés. Para Abreu, la mayor parte de la infelicidad humana deriva de las limitaciones, en todos los órdenes, que proviene de la sociedad civilizada y sus fórmulas de organización. La nueva economía capitalista, basada en la presunta libre concurrencia de fuerzas, genera únicamente caos y conflicto, especialmente como fruto de los antagonismos entre capital, trabajo y distribución, y por tanto, ello acaba dividiendo y enfrentando a los individuos. Para Abreu, como para Fourier, las transformaciones económicas del XIX habían degenerado en una especie de feudalismo industrial en el que las luchas propias de la edad media entre señores de la guerra de base agraria habían sido substituidas por guerras de baja intensidad entre las diversas compañías, que luchaban entre sí, para obtener la hegemonía económica, siendo responsables de violencia y conflicto. En esta disputa, los más débiles, es decir los trabajadores, salían profundamente perjudicados. Las consecuencias de este sistema descentralizado, sin control, eran el escaso nivel de vida que implicaba para el eslabón más débil de la producción:las clases trabajadoras. En este punto, el de la explotación del proletariado, Abreu profundizará mucho más que Fourier. De hecho, esta idea se convierte en el punto fundamental de su pensamiento. Considerará que en el dominio del capital sobre el trabajo, y el papel del talento aliado al capital, así como la connivencia del estado respaldando a la parte más fuerte de la producción, el proletariado acaba siendo el gran perdedor. En definitiva, el orden burgués acaba siendo objeto fundamental de crítica. Este concepto, auspiciado y puesto en práctica por el estado, representa únicamente a un sistema global que busca la expropiación del esfuerzo de la clase obrera, en el cual se expropia su fuerza productiva y su tiempo para entregarlas al capital, a cambio de una mínima remuneración. Una manera de explicar lo que Marx considerará, décadas después, la plusvalía. Lo que concluye Abreu es que esta estructura, perversa en sí misma, no lleva a otra cosa que la lucha de clases (respecto de la cual se muestra crítico), es decir, al desorden y conflicto permanente, frente a su concepto fourierista de una necesaria armonía social, a partir del equilibrio entre las fuerzas productivas y de EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 15 una distribución equitativa, acorde con el esfuerzo y las necesidades de cada uno. Una vez entrado en este punto, de hecho, las cuestiones relacionadas con la producción, encaminadas al mismo tiempo a la consecución de bienestar material, mantendrá unas concepciones relativamente conservadoras, o por lo menos, singulares respecto de las corrientes socialistas mayoritarias que se sucederán con posterioridad. Así, no cuestionará la idea de la propiedad, ni tampoco creerá en el igualitarismo social, sino que sus objetivos fundamentales tienen más que ver con las mejoras materiales derivadas del progreso técnico y productivo, y cómo éste, a partir de nuevas reglas distributivas debían implicar un reparto más justo de la riqueza, proporcional al esfuerzo y el talento individuales. Como fourierista y personaje decimonónico, mantendrá una fe casi religiosa en la educación y en conceptos bienintencionados como la diversificación profesional que implicase que el trabajo resultase atractivo y valorado positivamente, a diferencia de una cultura que mayoritariamente lo despreciaba9. Abreu no tenía un buen concepto de la lucha sindical. Consideraba a ésta ineficaz, puesto que la burguesía, que contaba con el estado como órgano de represión y control, disponía de toda la fuerza. Así cualquier batalla ganada por el proletariado constituía victorias pírricas y efímeras, dadas su rápida neutralización por el poder. Reconocía que las clases poderosas no estaban dispuestas a ceder en lo más mínimo en esta confrontación. Estaba más bien convencido que el proletariado debía ganarse el favor del talento, es decir, de los intelectuales, para que éstos pudieran incidir en la opinión pública y el estado para conseguir reformas en la dirección de la sociedad equilibrada, en la que en el fondo confiaba. Su interés por reformar las instituciones sociales y experimentar organizaciones alternativas hizo que participara indirectamente en algunos intentos de creación de falansterios siguiendo las experiencias francesas, como el proyecto frustrado de Tempul, población cercana a 9 Josep Termes, Anarquismo y sindicalismo en España (1864-1881), Barcelona, Ariel, 1972, p. 19. XAVIER DIEZ 16 Jerez de la Frontera. Lo cierto es que la aparición de un núcleo permeable a las corrientes europeas de pensamiento en Cádiz no es ninguna casualidad. La ciudad, que había sido el puerto más importante de la corona española, desde que en 1717 obtuvo el monopolio del comercio con las colonias americanas, se había convertido en una de las que mayor contacto tenía con el mundo conocido y contaba con una población cosmopolita a partir de su activo comercio. Estas circunstancias permitieron la formación de una burguesía librecambista, de espíritu abierto que en buena parte explica el hecho de que durante la guerra contra Francia se constituyeran las Cortes (1812) en lo que resultó ser la primera experiencia constitucional española, repitiendo durante el Trienio Liberal (1820-1823), cuyo aborto, por cierto, significó la definitiva decadencia del puerto más importante de Andalucía. Esto explica que Abreu no fuera un caso aislado. A su alrededor aparecen diversos seguidores que comparten sus ideas y deseos de reforma social y política, y el núcleo resulta especialmente activo entre 1841 y 1843, durante el bienio del general Espartero. Provenientes de esta burguesía comercial y de profesiones liberales, encontraremos también nombres como Sotera Prieto, quien protagonizaría posteriormente en México experiencias falansterianas en Guadalajara y Tampico, o Faustino Alonso y Joaquina de Morla, quienes tradujeron al español algunas de las obras de Fourier y dieron una orientación más conservadora al movimiento, rechazando de pleno el igualitarismo y comunismo de inspiración owenista, Pedro Luis Huarte o Manuel Sagrario de Beloy10. Huarte es quizá el fourierista más ortodoxo, y a la vez, el más adaptado a la realidad de Andalucía oriental, una de las regiones en los que la estructura latifundista de la tierra resultaba más evidente. Para él, lo primordial resultaba iniciar una reforma agraria que tuviera en consideración a un proletariado agrícola amenazado permanentemente por la miseria. Pero no es el suyo un planteamiento radical, sino básicamente reformista. Las transformaciones en la posesión de la tierra 10 Antonio Cabral Chamorro, Socialismo utópico y revolución burguesa: el fourierismo gaditano, 1834-1848, Cádiz, Diputación de Cádiz, 1990, pp. 85-123; Francisco Javier Lomas Salmonte et alii, Historia de Cádiz, Madrid, Sílex, 2005, p. 691. EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 17 debían responder a suprimir espacios improductivos y explotar óptima y racionalmente los recursos –especialmente agrarios- desde criterios científicos. Así, propugnaba un régimen de copropiedad entre campesinos y terratenientes, que permitiera corresponsabilizar a ambos grupos, buscando espacios comunes que evitaran guerras de clase que podían producirse y buscando la armonía social desde la comunión de intereses. Por su parte, Manuel Sagrario fue quien protagonizó el intento de organización de un falansterio en Tempul. Un intento, por cierto, que tenía bien poco de utopismo, pero sí recogía la obsesión de Fourier por mantener un exceso de reglamentos, planificación exhaustiva y un respeto casi obsesivo por las jerarquías. La causa que impidió poner en práctica esta experiencia radicó en la falta de colaboración de la Diputación Provincial y el resto de las instituciones, al no conceder las franquicias tributarias y desestimar las ayudas financieras y legales necesarias. Sus planteamientos lo llevaban a huir del utopismo, esto es, de la especulación filosófica, como compartía el núcleo gaditano, aumentar la producción desde la concurrencia de grupos sociales que enterrasen sus antagonismos a partir de una unidad de acción. Esto sí, como buen fourierista, desde una dirección jerárquica y una planificación previa y coordinación a cargo del talento, es decir, los intelectuales y cieníficos, y con la participación e implicación del poder política. Precisamente la no colaboración de las instituciones fue lo que frustró su proyecto. Este grupo centrado en la ciudad andaluza empezó a resquebrajarse a partir de 1848. Hasta ese momento, su principal actividad consistió en divulgar sus planteamientos, y en particular, la obra de Fourier, mientras que rechazaba la acción estrictamente políticas. A partir de entonces, coincidiendo con la ola revolucionaria que recorre Europa, algunos de sus miembros empiezan a converger con el incipiente republicanismo radical. De hecho, del grupo fourierista próximo alrepublicanismo encontraremos a personajes como Ramón de Cala, Rafael Guillén, los hermanos Cristóbal y Pedro Bohorquez o Juan Orts, este último organizador del movimiento republicano en Andalucía. Mención aparte merece uno de los principales discípulos de Abreu, Fernando Garrido (Cartagena 1821-Córdoba 1883). Residente en Cádiz XAVIER DIEZ 18 tempranamente, y uno de los más activos fourieristas gaditanos, partió hacia Madrid en 1845, donde pronto contacta con el activo núcleo republicano de la capital de Sixto Cámara u Ordax Avecilla, con quienes formarán el Partido Democrático, y editarán la revista La Atracción (1847) y posteriormente La Organización del Trabajo (1848) donde se reivindica el ideario de Fourier y que pronto será suprimida por la represión de Narváez. Éste último órgano asumirá la inquietud despertada por las revueltas parisinas coetáneas y provocará un cierto giro teórico en la dirección socialista, pero con un ánimo antipolítico en el cual participarán también personajes del grupo de Cádiz. La evolución posterior del grupo madrileño derivó pronto hacia la articulación de un republicanismo organizado, y la progresiva radicalización de su discurso, con una defensa vehemente de las ideas revolucionarias conectadas con las corrientes europeas, especialmente en periódicos de vida efímera, como El Eco de la Juventud, La Asociación o folletos como Defensa del socialismo, escritos que le valieron encarcelamientos, y finalmente un exilio en un Londres en el que entonces constituía el espacio de residencia de los revolucionarios perseguidos en el continente. Una de las aportaciones fundamentales de Garrido es su obra historiográfica y memorialística sobre los primeros tiempos de propagación del socialismo, que recoge en obras como El socialismo y la democracia ante sus adversarios (con prólogo de Mazzini), La España contemporánea, Historia de las persecuciones políticas y religiosas, Historia de las asociaciones obreras, Historia de los crímenes del despotismo y La humanidad y sus progresos. Esta última obra le supuso, en 1872 la excomunión por parte del obispo de Barcelona, y la persecución religiosa. En 1854 volvió a España, donde fue procesado de nuevo, aunque gracias a sus contactos con el republicanismo –en sus juicios fue defendido por Castelar- fue absuelto. Su defensa de la república federal le reportó nuevos problemas y nuevos exilios, primero en Lisboa, y posteriormente en Londres, de donde no regresó hasta la revolución de septiembre de 1868, la cual le llevó de nuevo a la capital catalana. Mantuvo una gran actividad durante el sexenio revolucionario, siendo diputado a Cortes por Cádiz (1869) y por Sevilla (1872) y fue nombrado intendente de las Filipinas en 1873. EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 19 Con el derrocamiento de la I República, fue de nuevo exiliado a Lisboa y París, hasta poder regresar poco antes de su muerte, manteniendo su actividad intelectual. En el pensamiento de Garrido encontramos la confluencia entre el pensamiento fourierista más ortodoxo con los planteamientos de reforma social entre el republicanismo federal que tendrán su culminación en la efímera experiencia de la I República11. 3. Influencia de De Colins y Proudhon en Ramon de la Sagra Un caso singular, y hasta cierto punto aislado, tanto de las corrientes socialistas del segundo tercio del siglo XIX como del panorama intelectual español es el de Ramón de la Sagra (La Coruña 1798 - Neuchâtel 1871). Se trata de uno de estos casos que, a pesar de su valía como hombre de cultura y pensamiento aparece como periférico y marginado del canon cultural español, quizá por el hecho de permanecer al margen de los círculos intelectuales de la capital española y por el hecho de apostar decididamente por los movimientos que aunaron las aportaciones de los primeros socialistas franceses junto a la economía política de origen británico para poder formular un sistema global nuevo y alternativo al que iba cogiendo forma a medida que avanzaba la revolución industrial y la nueva sociedad de clases. Pero, básicamente, de la Sagra fue un reputado erudito e intelectual, que no desdeñaba ningún campo del conocimiento y a quien no interesaba participar en los restringidos núcleos culturales madrileños. Ello hace que, por otra parte, su influencia en su momento, resulte más bien limitada. De una familia gallega de origen nobiliario, estudió matemáticas y medicina en Santiago de Compostela y se aficiona entonces a las ciencias naturales. Conocido por su liberalismo, a sus veinte años fue perseguido y encarcelado por la inquisición. Posteriormente, hacia 1819 edita los primeros textos de Kant en España, donde muestra su 11 Eliseo Aja, Democracia y socialismo, el Pensamiento Político de Francisco Garrido, Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1976; Pere Gabriel, op. cit., pp. 343-345, Josep Termes, op. cit., p. 18. XAVIER DIEZ 20 gusto y criterio por la filosofía y la ética. En 1820 se trasladará a Madrid donde permanecerá a lo largo de todo el Trienio Liberal y donde se le encargará una misión científica en Cuba. Su estancia en la isla caribeña, a lo largo del periodo 1823-1835 será la base de un amplio estudio científico Historia física, política y natural de la isla de Cuba que le reportará un gran prestigio científico e intelectual a nivel internacional (publicará 14 volúmenes entre 1842 y 1863) y le abrirá las puertas de los círculos científicos europeos. A lo largo de su prolongada estancia en Cuba intervendrá en la polémica sobre la cuestión de la esclavitud, sobre la cual polemizará con el intelectual José Antonio de Saco y también contactará con de Colins, un colectivista de origen belga que le influyó hasta 184812. Precisamente, uno de los puntos interesantes de Ramón de la Sagra consistirá en la influencia que proyectará en España la idea del socialismo racional de Jean Gillaume de Colins (Bruselas 1783-París 1859). Con un fuerte sentido moral, este aristócrata crítico teoriza sobre las relaciones entre economía y ética. Y a partir de la constatación que el orden coetáneo permite la preeminencia del capital sobre el trabajo (traducido en explotación del proletariado), de Colins pretende modificar las reglas del juego, a partir de una amplia colectivización de la riqueza y la prohibición de asociación entre capitalistas para invertir los términos, y aprovechando los mecanismos del liberalismo económico, poner el capital al servicio del trabajo. Niega la existencia de libertad real si a cada individuo le es vetado un acceso en igualdad de condiciones a los bienes materiales e intelectuales. De todas formas no persigue una colectivización despótica de todos los medios de producción, ni tampoco la supresión de los riesgos individuales propios de la economía capitalista, sino que busca invertir las bases del orden vigente para que se impida a la burguesía imponer su orden. Frente al derecho natural, se persigue el derecho racional, es decir, que el bien común se imponga ante el egoísmo capitalista individual, que los intereses colectivos primen sobre los de los más fuertes, que se 12 Carlos M. Rama, Ángel J. Capelletti, El anarquismo en América Latina, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1990, pp. CLXIII-CLXXIV. EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 21 legalicen sin trabas las asociaciones de trabajadores y se acabe con el paro forzoso, fenómeno producido por desequilibrios entre oferta y demanda, financiando esta universalidad del empleo a partir de los fondos acumulados por todos aquellos que basan su riqueza en la explotación. En otras palabras, una economía basada en la moral, y no en el beneficio13. De la Sagra, considerado uno de los principales discípulos del belga, antes de regresar a España pasará por Estados Unidos, en cuyo país conocerá directamente algunas experiencias de colectividades utopistas tratando con santsimonianosfranceses como Chevalier. De vuelta a Europa, y tras pasar un tiempo en París, se instala en Madrid en 1837, donde saldrá elegido diputado a Cortes por La Coruña (y reelegido en 1838 y 1840). En este período, y hasta 1848, pasará por múltiples experiencias que lo llevan a ejercer un cierto papel de reformista social en los ámbitos de la criminología, la prostitución o el sistema penitenciario, lo que le raporta una aureola de respetabilidad. Paralelamente no cesa de viajar por Europa (como señala Miguel Íñiguez es el primer intelectual que importa las corrientes krausistas) y va forjando un discurso crítico con la sociedad burguesa. En su pensamiento considera que la prioridad de la economía no debe consistir en acumular riqueza sino en procurar el bienestar a todo individuo. Para ello demanda una economía social, dirigida por el estado, que asegure los equilibrios entre una actividad agrícola e industrial en proceso de transformación. Hacia mediados y finales de la década de los cuarenta su denuncia del injusto orden propiciado por el liberalismo económico coetáneo va tomando un cuerpo de mayor solidez teórica. Para el de la Sagra de esta época, la economía de mercado se traduce en la libertad de imponer la fuerza, por parte de los fuertes, y de generar pobreza y exclusión entre los débiles. Para acabar con este orden injusto considera fundamental la abolición de la propiedad privada, especialmente la agraria, precisamente aquella por la cual la aristocracia terrateniente se ha apropiado de los bienes 13 Hyppolyte Colins, Louis et Agathon De Potter, Anthologie socialiste colinsienne (Ivo Rens, ed.), Neuchâtel, Éditions de la Baconnière, 1970. XAVIER DIEZ 22 comunales mediante los procesos de desamortización, y se muestra partidario de su reparto equitativo entre los campesinos, en un pensamiento que le acerca poco a poco a los postulados de Proudhon. De hecho, su aproximación llega hasta una intensa relación con el anarquista francés, y le llevará a participar a su lado en las jornadas revolucionarias de 1848 que de la Sagra vivió en primera línea, en París. En la capital francesa, también mantuvo relación con Marx y Engels y participó directamente en la experiencia de Banco del Pueblo, iniciativa liderada inicialmente por Proudhon y sobre la cual el intelectual gallego escribirá una de sus más conocidas obras; Banque du peuple: théorie et practique de cette institution fondée sur la doctrine rattionelle (París, Impr Maulde et Renou, 1849)14. De regreso a España, acepta ser diputado por Lugo, e imbuido de la experiencia francesa sostiene en las Cortes sus teorías de raíz anarquista; supresión del dinero, colectivización de la tierra, universalización de bancos del pueblo, supresión de la intermediación comercial y la usura y otras muchas que hacen de él, según Íñiguez uno de los máximos precursores del anarquismo15. A la vez, es quien elabora una teoría compleja sobre la explotación del proletariado, sobre la cual ofrece tres soluciones posibles, situando escenarios diversos; una intervención estatal reformista, basada en el pacto mutuo entre patrones y asalariados que implique compartir beneficios, colectivismo en la línea Jean Guillaume De Colins, basado en el imperialismo que comportaría una cierta capacidad colonial por parte de los obreros pertenecientes a grupos «más civilizados». No es ninguna sorpresa que todas sus propuestas fueron acogidas con frialdad, incluso hostilidad, en las Cortes españolas. Aislado, atraviesa una fase de desencanto intelectual y una crisis personal, aderezada por penurias económicas motivadas por negocios fallidos, por la cual modifica sus planteamientos en una línea más conservadora, lo que le reporta nuevas amistades y también nuevos cargos públicos, como el de agregado en 14 Miguel Íñiguez, Enciclopedia histórica del anarquismo español, Vol II, Vitoria, Asociación Isaac Puente, 2008, pp. 1538-1539; E. González López, Un gran solitario: Don Ramón de la Sagra, La Coruña, Caixa Galicia, 1983. 15 Ibíd. EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 23 la embajada de París o vocal del real consejo de agricultura. A lo largo de su vida escribió infinidad de libros de temáticas diversas, especialmente de ciencias naturales y economía política, lo que hacen de él uno de los mayores intelectuales del siglo XIX español, con uno de los discursos políticos más originales, aunque en la actualidad, su figura ha sido prácticamente olvidada. 4. La difusión de Saint-Simon en Barcelona No tardaron demasiado en llegar, desde Francia, las teorías de Claude- Henry de Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825). Considerado uno de los precursores de la sociología, esto es, el estudio de la sociedad desde premisas científicas desarrolló un pensamiento fuertemente industrialista y un discurso sumamente crítico sobre la propiedad. Por sus planteamientos contrarios a la intervención del estado y partidarios de dar prioridad a la industria, no es casual que el principal núcleo que acoge sus ideas sea la Barcelona en plena industrialización. En la ideología saint-simoniana, presentada habitualmente mediante un lenguaje metafórico (basado en la alegoría de la colmena, con abejas obreras protagonistas y zánganos antagonistas) la propiedad representa una gran fuente de desorden. Para el filósofo francés, las abejas no disponían de capital para desarrollar todo su potencial. Por su parte, los propietarios podían, desde su posición de fuerza, apropiarse del trabajo de las abejas. A partir de una teoría evolutiva de la historia, marcada especialmente por la experiencia revolucionaria francesa, Saint-Simon consideraba que el antiguo régimen se imponía un orden basado en la fuerza y en la fe, es decir, en los ejércitos que defendían los intereses de los poderosos, y en las creencias de la gente que contribuía a concebir ese estado de cosas como algo natural contra el cual no había forma de rebelarse. Pero las transformaciones derivadas de las revoluciones políticas y económicas posibilitaban otra sociedad, en formación, basada en la industria y en la ciencia, es decir, en el poder creativo de la actividad económica, y en los avances científicos y filosóficos que posibilitaban emanciparse de un mundo de explotación XAVIER DIEZ 24 y supersticiones. Por decirlo de alguna manera, Saint-Simon acepta y propugna la idea de progreso como una fuerza imparable, generador de un nuevo orden más justo. En estas nuevas reglas del juego, el filósofo hace patente el enfrentamiento entre dos grandes fuerzas sociales; los industriales, por una parte, y los nobles y propietarios por la otra. La primera denominación acoge a todos aquellos que realizan un trabajo productivo, sean médicos, obreros, albañiles, ingenieros o químicos. Los segundos, representan la caricatura de los nobles improductivos, que desdeñosamente califica de parásitos. Saint Simon propone la hegemonía de los industriales para poner en práctica la igualdad de oportunidades (de la sociedad de clases) frente a la tradición de la sociedad estamental. Pero, claro está, esta igualdad debe contemplarse desde el sentido «liberal» del término, no «social». En estas circunstancias, la cooperación económica de todos los agentes sociales y la organización social en base a la industria, surgirían espontáneamente, a medida que avanzara el progreso. Y a partir de esta teoría evolutiva de la historia, los diferentes grupos sociales llegarían hacia una comunidad de intereses que serían, al fin y al cabo, lo que permitiría avanzar la civilización. Para ello, propugna una economía industrial basada en el laissez-faire, sin ningún tipo de injerencia estatal. Asimismo, considera que las instituciones deberían estar regidas por las clases productivas. Ante los posibles conflictos entre núcleos diversos, propugna una confederación de asociaciones profesionales que permitiera superar los antagonismos a partirdel aumento de productividad y la eficiencia económica, puesto que, para el sociólogo francés, el bienestar material colectivo es la gran panacea que arreglará todos los males. Y para evitar la reproducción de clases improductivas, propugna limitar la propiedad privada y suprimir el derecho de herencia. No es casual pues, que las ideas saint-simonianas tuvieran una buena acogida entre los círculos industriales catalanes, quienes recelaban, no sin razón, de un estado hostil a sus preocupaciones y actividades. Uno de los principales grupos que se hicieron eco de estos postulados estaba constituido por los jóvenes Pere Mata (Reus, 1811-1877), Manuel Milà EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 25 i Fontanals (Vilafranca del Penedès, 1818-1884), Antoni Ribot i Fontserè, aglutinados por la figura del médico Pere Felip Monlau (Barcelona 1808 – Madrid 1871). Con un gran activismo durante los años 1835 –1837 en una ciudad con una alta conflictividad entre clases y contra el gobierno central, colaboró en los periódicos El Propagador de la Libertad y El Vapor. Participó en las revueltas de 1837, por lo cual fue detenido y deportado a las Canarias. Su sensibilidad social de entonces corría paralela a su formación como uno de los más prestigiosos médicos e higienistas españoles, y publicó diversos artículos científicos del campo de la medicina legal, higiene, psicología y políticas sanitarias. De hecho, una de sus principales obras, en las que pone de relieve sus inquietudes socialistas es su conocido trabajo Higiene industrial en las que realiza un duro análisis sobre las consecuencias higiénicas de la industrialización16. No resulta difícil hallar el influjo de Saint-Simon en el médico barcelonés. La voluntad industrialista, sus concepciones escasamente igualitarias y democráticas y su idea de que todo gobierno debe ser dirigido por los más capaces, la apuesta por considerar el bienestar material generalizado como la solución a todos los problemas sociales y el factor que permitiría la auténtica libertad podrían hacer de él un eco repetitivo del filósofo francés. Pero, aunque coincida en muchos puntos, Monlau mantiene sus originalidades. En primer lugar, estamos hablando de un hombre que conoce de primera mano, en calidad de médico, las consecuencias perniciosas de la industrialización, y que elabora un informe Higiene industrial ó ¿qué medidas higiénicas puede dictar el gobierno á favor de las clases obreras? (1856) comparable al clásico de Engels La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845). En segundo lugar, se trata de un analista mucho más perspicaz, que es capaz de advertir que las cuestiones estrictamente materiales no resuelven todo. De hecho, sus descripciones sobre las penosas condiciones de trabajo de la clase obrera se convertirán todo un referente para el anarquismo organizado posterior. Finalmente, y 16 Pere Gabriel, op .cit.; P. F. Monlau y J. Salarich; Condiciones de vida y trabajo obrero en España a mediados del siglo XIX, (Antoni Jutglar ed.), Barcelona, Anthropos, 1983. XAVIER DIEZ 26 consecuencia de lo anteriormente expuesto, se mostrará crítico con la idea del laissez-faire. A partir de estas premisas, y de los antagonismos entre clases ociosas y clases laboriosas, considera que el gobierno debe organizar una evaluación de esfuerzos que permita una distribución más justa del producto, teniendo en cuenta las necesidades de todos y cada uno de los miembros de una sociedad. Monlau, por otra parte, como intelectual de su época, no buscaba la subversión del orden imperante mediante un proceso revolucionario. Trataba de contribuir a un cambio en la opinión pública que permitiera influir en el desarrollo de las transformaciones sociales y económicas que en ese momento tenían lugar. Para ello combatía por igual a moderados como a revolucionarios, aunque incitaba a la burguesía industrial a tomar un poder del cual, en la España del XIX, estaba siendo excluida. Como ferviente liberal, asimismo, deseaba la rápida victoria sobre el carlismo, que representaba, desde su punto de vista, el peligro de involución social, al mantener un ideario político-económico propio del antiguo régimen, hostil a la industria. Dada la experiencia personal y colectiva con el gobierno de Madrid (cualquier conflicto surgido en la capital catalana era tratado duramente como un mero problema de orden público), consideraba, como Saint-Simon, que no debería haber ninguna interferencia del estado en la política económica, y que en el nuevo orden, resultaba necesario liquidar las mayores propiedades agrarias y suprimir los latifundios. No es que se sintiera partidario de la revolución campesina. En el contexto español, una medida de este tipo hubiera permitido desplazar a la aristocracia terrateniente del estado, y sería entonces posible imponer una política más de acuerdo con los intereses de los industriales. Todo esto, también pone de relieve los antagonismos entre una burguesía catalana y aquellos que consideran el poder como un derecho natural y heredado. En esta conflictiva relación entre poder y economía, propugnaba un modelo de crecimiento económico basado en la industria que posibilitara la elevación del nivel de vida, a fin de neutralizar los crecientes conflictos de clase, y empujando por el progreso técnico, la elevación del nivel de instrucción de los trabajadores. El médico barcelonés pensaba que ello implicaría una disminución de la violencia en las protestas obreras. EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 27 Monlau llegó a conectar con una cierta juventud radical, surgida de la burguesía catalana ilustrada, pero no logró arrastrar, como él deseaba, a más que una mínima parte del público que perseguía. Su política puso en evidencia a la miedosa clase dirigente del Principado que temía la amenaza que pudiera suponer la agitación democrática y las aspiraciones igualitaristas de las clases subalternas. De hecho, los antecedentes próximos, como las bullangas de 1835-1837 no suponían los mejores augurios. En el contexto de una de las fases más complicadas de la guerra carlista, las tensiones sociales provocadas por el paro generalizado, fruto a su vez de la mecanización de la industria textil, provocaron un estallido revolucionario. Millares de empleados substituidos por máquinas y por la feminización de la mano de obra industrial ocasionaron una revuelta generalizada con episodios ludditas. Estas primeras manifestaciones de lucha de clases propiciaron una actitud de la burguesía catalana que se irá repitiendo a lo largo del siglo XIX y más allá. Como Monlau, desconfiará de un estado que no cuenta con los industriales más que como grupo para sufragar la hacienda pública, recibiendo a cambio un desprecio generalizado. Pero también un temor, casi paranoico, respecto a una clase obrera excluida y transformada en un grupo menospreciado y resentido, con la cual mantendrá una relación eminentemente conflictiva. Sin voluntad de pacto, únicamente entenderá los conflictos laborales, como una cuestión de orden público, y por tanto, necesitará al aparato del estado, a su vez hostil y discriminatorio contra Cataluña, para poder reprimir al movimiento obrero y las disidencias, pero también, sentirá una sensación de desconfianza respecto de aquellos que le protegen. Esta dinámica hará complicada la interrelación de todas las clases y generará un clima caracterizado por la ausencia de canales de comunicación y por la desconfianza respecto de un estado y una administración acostumbrada a tratar el territorio catalán como una colonia, y a sus clases subalternas, como una comunidad indígena, con derechos más que limitados. Un caldo de cultivo, pues, para el anarquismo. Un fracaso, pues para los intentos bienintencionados, pero muy parcialmente reformistas, como los de Monlau. XAVIER DIEZ 28 5. Núcleo cabetiano en Cataluña Cataluña, y en especialel noroeste y la ciudad de Figueras, por su cercanía física y social a la frontera francesa, fue el espacio donde llegó a arraigar el conjunto de teorías del escritor y filósofo francés Étienne Cabet (Dijon, 1788, St. Louis, Missouri, EE. UU. 1856). Este doctor en derecho y afiliado tempranamente al carbonarismo participó en la revolución parisina de 1830, gracias a la cual ocupó algunos cargos públicos y consiguió el acta de diputado. Pero por su inconformismo, no tardó mucho en verse forzado al exilio, en Londres, donde pronto contactó con las ideas comunitaristas de Robert Owen, que, junto a la lectura de la Utopía de Thomas Moore, pusieron los cimientos de lo que sería sus proyectos de comunas libres. Sus ideas políticas fueron plasmadas en su famoso Voyage en Icarie (1839) y posteriormente Le vrai Christianisme (1847) y éstas podrían resumirse en un comunismo integral y estricto, y para sus críticos, excesivamente dirigista y totalitario, basado en la colectivización de los medios de producción. El primero de los libros, que llegaría de forma inmediata al sur de los Pirineos, se trata de una narración, muy en la línea de la Utopía publicada en pleno siglo XVI, en la que se describe una comunidad icariana ideal, de una ciudad de un millón de habitantes, amplia, geométrica, estudiada arquitectónicamente hasta el mínimo detalle, industrialmente desarrollada hasta la autosuficiencia, en la cual desaparece el comercio, la especulación, y por supuesto, el dinero. Es una comunidad desarrollada en la abundancia, gracias a la aplicación inteligente del desarrollo técnico, en la cual rige el principio a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus fuerzas. Pero la armonía no se detiene en los aspectos externos, sino que afectan también a la privacidad y a la vida cotidiana. La educación prescinde de los castigos, se suprime la cárcel, y la sanción a los transgresores se substituye por del desprecio social, todos los oficios mantienen idéntica consideración, todo el mundo viste de la misma forma y se trata incluso de regular el ámbito de las relaciones interpersonales. Algunos cientos de individuos, atraídos por los planteamientos cabetianos, tratarán de EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 29 aplicarlo personalmente en diversos proyectos icarianos, esto es, la fundación de colonias basadas en sus principios. Dadas las dificultades de establecerse en Francia, se realizarán, hacia la década de 1840, algunos intentos en los Estados Unidos, la mayoría culminados con fracasos. El mismo Cabet partirá hacia Texas, en 1849, y tras la disolución de diversas de las comunidades por él fundadas, morirá pocos años después. Sin embargo, algunas comunas icarianas, como tantas otras organizadas por los propios anarquistas norteamericanos sobrevivirán hasta finales del siglo XIX. En la misma década en la cual se desarrolló la teoría y la práctica del comunismo cabetiano, el incipiente republicanismo catalán confluyó con el teórico francés, el cual proyectará un gran influjo entre el proletariado y los activos núcleos politizados catalanes. Abdó Terradas (Figueras 1812 – Medina Sidonia 1856) uno de los más destacados republicanos catalanes, elegido alcalde hasta cinco veces de su ciudad natal en 1842 y vetado por la monarquía, huido a Perpiñán –a únicamente cincuenta quilómetros de su ciudad-, contactó pronto con los icarianos franceses y ya en 1843 participó en un complot, en la ciudad de Toulouse, donde trató personalmente con Cabet, conociendo con profundidad sus teorías. Posteriormente, vuelto a Cataluña en otoño del mismo año, participando en múltiples conspiraciones contra el orden esparterista del momento, detenido, exiliado, escapado, y vuelta a empezar, mantendrá una vida de revolucionario desde sus ideas republicanas teñidas de un pensamiento socialista plenamente influenciado de las ideas cabetianas. En ellas, el republicano, que también será un destacado escritor romántico, no considera utópicas las ideas comunistas del francés, sino plenamente posibles a partir de su confianza en la idea del sufragio universal, en el marco del desarrollo pleno de las libertades que debía regir la República Federal. Es precisamente dentro del activo republicanismo catalán que Terradas aúna a un activo grupo que se dedicará a difundir las teorías icarianas y que configurarán el cartel del republicanismo catalán influyente durante las siguientes décadas, en un territorio mayoritariamente desafecto a la monarquía. Confluirán en este grupo personalidades como Narcís Monturiol, también de Figueres y los barceloneses Josep Anselm Clavé, XAVIER DIEZ 30 y los hermanos Ignasi i Pere Montaldo, este último participante en las colonias cabetianas en los Estados Unidos, e incluso participante en la Guerra de Secesión (1861-1865) al lado de los federales17. Todo este grupo se reúne alrededor del periódico La Fraternidad y constituían el núcleo cabetiano dentro del amplio movimiento republicano federal. Este órgano de prensa publicó numersosas traducciones de Le Populaire, entre ellos el Viaje a Icaria y otras obras de Cabet. Sus relaciones con el núcleo francés permitieron a algunos de sus miembros participar de las experiencias utopistas. De hecho, algunos activistas como Joan Rovira, y los hermanos Montaldo partieron a Estados Unidos hacia 1848 para participar en diversas comunidades libres de un país en expansión y en el cual se generaban todo tipo de experiencias de organizaciones alternativas, en un contexto de una libertad ausente en la monarquía borbónica. Pero la mayor parte de personas sensibles con este pensamiento, en cierta manera contrario al orden burgués en construcción, al igual que sucederá con los fourieristas gaditanos, acaba confluyendo con el incipiente republicanismo, principal fuerza política capaz de cuestionar al estado monárquico, aristocrático, y hasta cierto punto, burgués. De hecho, las ideas no tan utópicas de Monturiol o Terradas inciden en la posibilidad de conseguir un sistema social justo a partir de dos premisas; por una parte el sufragio universal, esto es, la participación de pleno derecho de la mayoría social, para imponer unas reglas del juego equitativas y la proclamación de una república federal, un régimen que acabe con la sacralización del poder encarnada en el monarca por una parte, y la no dominación de unos pueblos sobre otros, tal como en aquel momento sucede en España. En aquel momento, unas medidas de este tipo, hubieran supuesto una alta subversión del orden, y de hecho, el sufragio no fue posible en España hasta finales de siglo XIX, cuando el sistema político disponía de una amplia red caciquil que impidiera expresar claramente la voluntad popular. 17 DD. AA, Diccionari biogràfic del moviment obrer als Països Catalans, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2000, pp. 934-935; J. Termes, op. cit., pp. 16- 17. EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 31 Una de las principales actividades del grupo La Fraternidad consistió en la traducción de la obra de Cabet, Viaje a Icaria y la organización de grupos que partieron a Estados Unidos a poner en práctica su ideario político. A pesar de los fracasos posteriores, buena parte del proletariado barcelonés quedó prendado con la leyenda de un territorio sin dominio ni explotación, como elemento fundamental de la memoria popular, como referente colectivo de clase, como promesa de un mundo más justo. Tanto es así, que el nombre sirvió para denominar a una conocida barriada obrera, reproducida literariamente en una conocida obra del novelista Xavier Benguerel y Nova Icària es todavía una de las principales avenidas de la capital catalana. Por otra parte, los núcleos cabetianos se destacaron por reivindicar métodos pacíficos de lucha y el alejamiento de la política de partidos. Confiaban más en las acciones que infundieran prestigio a su ideario, mientras que criticabana los sectores clandestinos y conspirativos. La evolución natural del movimiento llevó a confluir con otros núcleos, especialmente a partir del Bienio Moderado de 1854-1856 en lo que fue una relación mutua y dependiente respecto al republicanismo, que tendrá su mayor auge la década posterior. 6. Proudhon y Pi i Margall. Federalismo, republicanismo, y el anarquismo antes del anarquismo Los historiadores tienden a presentar a Pierre-Joseph Proudon (Besançon, 1809- París, 1865) como uno de los personajes que cimentan la tradición anarquista europea. Y ciertamente, tanto sus ideas como sus actuaciones lo señalarán con un nombre propio en la larga tradición histórica y teórica del movimiento libertario. A diferencia de Saint-Simon, y coherentemente con sus orígenes campesinos en una región caracterizada por la profusión de establecimientos artesanales, criticará las bases del industrialismo y la reorganización de la mano de obra como prolongación de la máquina. Podría considerarse que en su discurso se describe por primera vez el concepto de alienación, más allá del valor economicista habitualmente otorgado a este término. XAVIER DIEZ 32 Contrariamente, el anarquista francés –será uno de los primeros que reivindicará el término tal como se acepta convencionalmente- apuesta por una sociedad basada en la producción artesanal –sin desdeñar los progresos tecnológicos– y basada en el equilibrio social, revirtiendo así las consecuencias de una revolución industrial que no ha hecho otra cosa que alzar las diferencias sociales hasta cotas dramáticas. Es decir, propugna el mantenimiento y control de la producción en manos de quien produce. Pero, precisamente, de la misma manera que afirma George Woodcock, Proudhon era un hombre de paradojas18, y en este contexto de transformaciones colectivas, se mostraba partidario de un ideario individualista, que no excluía la dimensión social de la existencia. De ahí, que apueste poderosamente por el cooperativismo en el que concurren los esfuerzos comunes de los ciudadanos frente a la idea emergente de empresa privada en la que unos pocos ponen el capital y se apropian del tiempo y esfuerzo de los trabajadores. Hacia 1840 escribe una de sus primeras obra ¿Qué es la propiedad?, que causa un gran impacto intelectual al ser uno de los primeros libros que cuestiona las bases del capitalismo naciente del momento. Para Proudhon, como indica en el primer –y contundente- párrafo, la propiedad es un robo, es decir, que los bienes materiales que unos disfrutan se consiguen gracias a la explotación-alienación de muchos, quienes no poseen los medios de producción, ni la capacidad de controlar ni el proceso ni el destino de lo que, en cierta manera, también les pertenece. A partir de la ciencia económica, Proudhon ve viable una sociedad equilibrada, donde todos los individuos puedan vivir una vida digna sin privación ni explotación, a partir de un pacto social generado desde una conciencia humana en la que la tendencia a la solidaridad y la ayuda mutua representan un instinto natural poderoso. A pesar de ello, como filósofo ponderado, no es un rousseoniano puro. Es consciente de la imperfección del ser humano y que cualquier reforma social pasa previamente por una reforma moral que diluya los instintos egoístas y depredadores, de los cuales se aprovecha psicológicamente 18 George Woodcock, Anarchism: a history of a libertarían ideas and movement, Peterborugh, Canada, Bradview Press, 2004, p p. 91-121 [Trad. Anarquismo, una historia de las ideas y movimiento libertario, Barcelona, Ariel, 1979], [1ª Ed, 1962]. EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 33 el capitalismo para legitimarse (Adam Smith como ejemplo) para imponer la racionalidad de la cooperación y la ayuda mutua en la participación y control de la economía y de la sociedad. La hostilidad con la que las instituciones recibirán sus primeros escritos (y las persecuciones judiciales y penales que le comportarán) provocarán, a su vez, otra de sus obsesiones. Para Proudhon, el estado será un instrumento al servicio de los grupos dominantes para transmitir y aplicar sus exclusivos intereses. Por tanto, constituirá un entramado institucional (gobiernos, administraciones, jueces, policías, ejército, escuela) dedicado a imponer intereses particulares en detrimento de derechos individuales. Esta constatación le llevará a confiar en un federalismo en el cual las comunidades locales de base asamblearia, se auto gestionen cooperativamente, a fin de armonizar voluntades y asegurar la equidad social. Para ello, propugna una organización política en red, es decir, de relaciones de cooperación igualitaria entre comunidades, frente a un sistema jerárquico, es decir, el modelo francés en el que el estado administra hasta el último detalle de la vida cotidiana, ensalzando el vértice de la pirámide de la organización política, la capital, y que desprecia la base, es decir, las regiones y los municipios, sus culturas, lenguas y costumbres. Evidentemente, Proudhon reacciona contra la fortaleza de un estado francés que en estos momentos trata de construir la nación, y para ello trata de deslegitimar las tradiciones locales. Para poner un ejemplo, el siglo XIX es el momento en el cual la lengua francesa se impone sobre las demás, las cuales, son rebajadas a la condición de patois. Es precisamente este pensamiento federal el que permitirá conectar con el republicanismo catalán y la personalidad de Francesc Pi i Margall, dado que podrá establecerse un fácil paralelismo entre España y su inmediato vecino del norte. El estado español tratará de imitar, en sus formas, especialmente administrativas, al crecientemente centralizado estado francés, y para ello tratará de anular las diferencias territoriales, y de anular la cultura y la lengua catalanas, justo en un momento en el que tiene lugar la Renaixença, la forma con las que los movimientos románticos tratan de hacer emerger a la nación y la lengua catalanas, una de las más antiguas y prestigiosas de la tradición europea. La XAVIER DIEZ 34 desconfianza innata de los catalanes frente al centralismo de la corte de Madrid facilitará una estrecha conexión con las ideas federales del anarquista francés. A partir de su experiencia política, como protagonista en las jornadas revolucionarias de 1848, como diputado y candidato a la presidencia de la república, Proudhon, calumniado y decepcionado, acentuará aún más su anarquismo. Su participación desde las instituciones le dejarán un sabor amargo porque se dará cuenta de los recursos del poder para obstruir cualquier iniciativa legal que vaya contra sus intereses. Es entonces por esta época en la que precisa sus ideas, y pone en marcha algunos proyectos prontamente torpedeados por sus opositores. Por ejemplo, el Banco del Pueblo, como concreción de su idea de organizar un crédito mutual sin intereses para que aquellos sin recursos, puedan poner en marcha sus proyectos económicos. Trata, también sin éxito, de crear un impuesto progresivo sobre la renta para financiar sus proyectos de seguridad social y autogestión. Pero, una y otra vez, tácticas dilatorias, derrotas parlamentarias a partir de la connivencia de buena parte de los diputados con los magnates de la industria y grandes propietarios, malogran sus intentos, por lo que acaba pensando que la única posibilidad de generar un estado más justo es restringiendo progresivamente el gobierno hasta la consecución de la anarquía. También, de estas experiencias, sale con la visión que ideas como el sufragio universal, la democracia, el sistema de partidos no representan otra cosa que sucedáneos de soberanía que sí impiden la soberanía real, la que pueden protagonizar los individuos desde su propia comunidad autogestionada en una democracia plena y directa, sin intermediación de políticos profesionales. En este punto, también es partidario de no tener constitución,sino un conjunto de acuerdos flexibles en los cuales no haya más límites a las libertades individuales que los mínimos acuerdos para la convivencia en paz y armonía. Ya comentamos que el influjo de Proudhon llegó tempranamente a partir de la relación con Ramón de la Sagra, quien, en cierta manera, siguió un proceso vital similar, al tratar de exponer a las instituciones oficiales, sus propios principios para solventar las desigualdades sociales. Pero quien, sin duda sería su principal introductor y traductor EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 35 sería el barcelonés Francesc Pi i Margall (Barcelona, 1824 – Madrid, 1901). Hijo de un trabajador textil, de una familia de tradición liberal antiborbónica, despuntará como estudiante y estudiará derecho en la Universidad de Barcelona. Tras relacionarse con buena parte de la joven intelectualidad que formará las filas de la corriente romántica catalana de la Renaixença, iniciará su actividad como escritor y crítico de arte. Posteriormente, en 1847, se instalará en Madrid, donde iniciará su carrera política. En 1854 se adherirá al Partido Democrático, en el cual desarrollará una importante capacidad de generar discurso y contenidos doctrinarios y económicos allí donde la mediocridad teórica era la tónica habitual, especialmente en la coyuntura del proceso – ostentosamente llamado- de la revolución que comportó el Bienio Progresista de 1854-1856. Es precisamente en ese momento cuando el republicano catalán, a sus treinta años, publicará la que será su principal obra La reacción y la revolución (1854). Influenciado por Hegel, Rousseau y Proudhon, de quien ya conocía sus principales obras, escritas pocos años atrás, llegará a la conclusión que existe una contradicción permanente entre las ideas de progreso, a todos los niveles, pero esencialmente en lo que respecta a conquista de libertad que inexorablemente debe avanzar en toda sociedad, y la reacción que se opone al proceso. En este último ámbito, la reacción cuenta con grandes fuerzas que lo sustentan; la tradición, la iglesia, la autoridad, y sobre todo una monarquía que se legitima a partir de la opresión a la soberanía del individuo. Para superar este antagonismo hegeliano, la síntesis únicamente podía hallarse en la República Federal. Es decir, dos principios, la república como expresión de la soberanía popular, y el federalismo, la idea que recoge, con algunas variantes, de Proudhon, que implicaba un libre contacto, un “pacto social” que permitiera suprimir toda autoridad de las relaciones sociales, y que éstas fueran auténticamente libres19. Este pactismo introduce una variante sobre el pensamiento del anarquista francés. El pactismo era una tradición política de longue 19 Antoni Jutglar, “Estudio preliminar y notas críticas”, en Francisco Pi y Margall, La reacción y la revolución. Estudios políticos y sociales, Barcelona, Anthropos, 1982, pp. 7-62. XAVIER DIEZ 36 durée en el que los diversos estamentos catalanes, emancipados en cierta manera de las relaciones feudales a partir de la baja edad media en Cataluña, pactaban con el soberano. Es decir, contrariamente a las tradiciones políticas francesas y castellanas, las instituciones catalanas mantenían instituciones representativas que salvaguardaban sus intereses y afirmaban su condición de personas y territorios libres, y no sujetas al capricho de los monarcas. Esta situación cambió radicalmente al finalizar la Guerra de Sucesión (1705-1714) cuando la coalición de las monarquías borbónicas suprimió las instituciones catalanas y comenzaron a tratar a Cataluña como una colonia. Pero en el subconsciente colectivo, y especialmente en el contexto de este renacimiento identitario que constituyó la Renaixença, el pactismo volvió a ser un elemento fundamental en las reivindicaciones nacionalistas de los catalanes, que denunciaban el centralismo español, al cual, como no podía ser de otra forma, no era ajeno el republicano Pi i Margall20. Éste, en su proyecto político, aspiraba a preconizar la reconstrucción de las naciones históricas del territorio español como estados autónomos, siguiendo una estructura similar al cantonalismo suizo, y neutralizando a los principales factores de la reacción, es decir, a la iglesia y al ejército. Por lo que respecta a su ideario económico, de matriz reformista, frente al liberalismo individual, propuso un tipo de intervención de las colectividades, desde un punto de vista socialista, en la política económica del estado, aunque ello no impidiera defender el derecho a la propiedad privada. Por sus actividades políticas, debe exiliarse a París hacia mediados de los sesenta, momento que aprovecha para estudiar y traducir buena parte de las obras de Proudhon. Con la revolución de 1868, regresa a España, rompe con los sectores moderados del partido democrático y se convierte en el más destacado de los republicanos, llegando a ser el presidente de la efímera Primera República (1873-1874), cargo del cual dimitió por negarse a reprimir violentamente las revueltas cantonalistas, 20 Jaume Vicens Vives, Notícia de Catalunya. Nosaltres, els catalans, Barcelona, Vicens Vives, 2010, pp. 117-128 (primera edición 1954). EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 37 por lo cual, se convertirá para siempre en un icono anarquista, destacado por su honradez, coherencia, honestidad y estricta moral, que no se deja contaminar por la política, valores especialmente apreciados por el movimiento anarquista posterior. Posteriormente, el resto de sus años se dedicaron tanto al activismo político, aunque fuera marginado por todos –fue, por ejemplo, uno de las escasas personalidades en defender la independencia de Cuba y un firme opositor a la esclavitud que en España no se abolirá hasta la década de los ochenta- como a la profundización de sus teorías políticas. Su pensamiento económico, bastante derivado del proudhoniano, especialmente a partir de la traducción de 1870 del Systèmes de contradiction économique (1846) servirá para establecer bases de interpretación económica para los núcleos bakuninistas que empezarán a forjarse a partir de entonces, es decir, los principios colectivistas. Pi i Margall, por otra parte, constituye uno de los elementos que hacen confluir en incipiente anarquismo, que se formará a partir de la revolución de septiembre de 1868 con el amplio y popular republicanismo federal21. 21 Juan Trias Bejarano, Francisco Pi y Margall. Pensamiento Social, Madrid, Ciencia Nueva, 1968. XAVIER DIEZ 38 III. LA CONFIGURACIÓN IDEOLÓGICA DEL ANARQUISMO PENINSULAR 1868-1902 1. El coletivismo. La influencia de Bakunin en la sección española de la I Internacional En el que sería el trayecto ferroviario más célebre del anarquismo español, Giuseppe Fanelli (Nápoles 1827-1877), antiguo garibaldino, personaje del Risorgimento, romántico revolucionario y amigo personal de Bakunin, llega una tarde de octubre de 1868 a Barcelona. Días atrás, había sido enviado por el comité central de la Internacional en Ginebra. Habiéndose producido unas semanas antes la revolución de septiembre de 1868, la Gloriosa, el revolucionario ruso le encomendó la tarea de arrastrar a los grupos próximos a sus postulados, asimismo como su adhesión a la Asociación Internacional de Trabajadores. También tenía una misión oficiosa. En un momento de tensiones entre el sector de la Internacional cercano a Marx-Engels y el próximo a Bakunin, debía atraer a las posibles secciones españolas de la AIT hacia los postulados colectivistas de la Alianza de la Democracia Socialista. En su viaje, Fanelli, consigue su doble objetivo con la sección constituida en Barcelona, pero no así con la de Madrid, que acabará derivando hacia la ortodoxia marxista. Así la capital catalana será el primer centro ibérico donde se aplica una versión propia del colectivismo. ¿Por qué en Cataluña se acogen con
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