Logo Studenta

255502

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Apartado de la 
Revista Chilena de Ingeniería y Anales del Instituto de Ingenieros 
La Normalización en General 
La Normalización en el Mundo 
ING. GRAL. PIERRE SALMON 
AÑO LXXII MARZO-ABRIL Y MAYO-JUNIO DE 1959 № 2 Y 3 
ч / 
N o t a b i o g r á f i c a 
El General de División M. Fierre 
Salmón hizo sus estudios de ingenie-
ría en la Escuela Politécnica de París. 
Siguió su carrera en los servicios téc-
nicos del Ejército francés, especiali-
zándose en máquinas-herramientas y 
en metrología. Es autor de varias 
obras y de numerosos artículos sobre 
estas materias. Durante los años 
1939 a 1940 y 1947 a 1952 fue Di-
rector General del Armamento del 
Ejército de su patria. 
Por su reconocida dedicación a los 
importantes problemas de la norma-
lización, se le encomendó, después de 
la segunda guerra mundial, la rees-
tructuración de la normalización en 
Francia. También se le encargó la 
representación de la Asociación Fran-
cesa de Normalización, AFNOR, en 
la fundación de la Organización In-
ternacional de Normalización, a cuyo 
Consejo General ha. pertenecido sin 
interrupción. 
Desde hace diez años desempeña 
el alto cargo de Comisario de la 
Normalización en su país, siendo así 
el relacionador entre las reparticiones 
del Gobierno y la AFNOR, que es 
un organismo privado que estudia y 
elabora las normas. 
El Ingeniero General Salmón per-
tenece a numerosas sociedades cientí-
ficas o profesionales. Es una figura 
vastamente conocida en el campo in-
ternacional de la normalización. En-
tre las múltiples distinciones que ha 
recibido figura la de Gran Oficial 
de la Legión de Honor. 
Durante su breve estada en Chile, 
el Ingeniero Salmón dictó una con-
ferencia en la Facultad de Ciencias 
Físicas y Matemáticas de la Univer-
sidad de Chile, en la que su presen-
tación estuvo a cargo de don Carlos 
Hoerning, Director del INDITEC-
NOR, y desarrolló un seminario en 
la Sociedad de Fomento Fabril sobre 
normalización. 
Agradecemos a tan distinguido 
profesional el haber proporcionado 
el texto de los interesantes trabajos 
que se publican en nuestra revista. 
La normalización representa una 
actividad, cuya importancia no cesa 
de incrementarse desde hace varios 
anos; antes de pasar a definirla 
exactamente, podemos caracterizar-
la señalando, que aporta orden en 
las definiciones y especificaciones, 
que facilita la unificación de las 
medidas y de sus tolerancias, ha-
ciendo posible la intercambiabili-
dad, y que, por último, colabora en 
la simplificación de las series de 
fabricación, al permit ir concentrar 
los esfuerzos en la producción de 
objetos realmente útiles. 
La utilidad y hasta la necesidad 
de realizar una normalización efi-
caz, son tan antiguas como el mun-
do. La construcción del alcantari-
llado de Pekín, con materiales cu-
vas dimensiones estaban unificadas, 
la adopción para los navios fenicios 
y griegos (trirremes y otros) de 
elementos idénticos, que permitían 
la mayor intercambiabilidad posi-
ble, son ¡os más antiguos ejemplos 
de la aplicación de normas; la con-
fección de armas y de municiones 
con el conjunto de las piezas de re-
cambio indispensables para la vida 
de los ejércitos en campaña, ha 
mostrado, por otra parte, la impor-
tancia de la intercambiabilidad. El 
nivel actual que ha alcanzado la 
industria muestra la importancia de 
la normalización en las fabricacio-
nes modernas; basta con ver el in-
menso desarrollo de la industria 
del automóvil, la intercambiabili-
dad de las piezas de recambio, la 
constancia en la calidad de las ma-
terias utilizadas, para apreciar qué 
servicios se pueden esperar de quie-
nes han asumido la tarea, bien in-
grata, a veces, del estudio y de la 
realización de todas las unificacio-
nes indispensables para la industria 
moderna. 
Se dice, a menudo, que normali-
zar consiste ei} especificar, unifi-
car, simplificar. Comentándola de-
tenidamente, vemos q u e a esta de-
finición, aunque un poco esquemá-
tica, no le falta exactitud. 
Especificar consiste, por un lado, 
en adoptar los mismos términos pa-
ra los mismos objetos, y, por otro, 
en proporcionar los elementos ne-
cesarios para el establecimiento de 
los pliegos de condiciones que se 
refieren a un suministro determi-
nado. 
La adopción de términos idénti-
cos para los mismos objetos es, sin 
duda alguna, una de las primeras 
medidas que deben ser lomadas en 
un país industrial; evitar las con-
fusiones de palabras y de denomi-
naciones para expresarse de una 
manera clara, dar todas las expli-
caciones necesarias sin ambigüedad, 
es una de las primeras tareas que 
se deben emprender . Cuántos erro-
res no han sido cometidos a conse-
cuencia del empleo de términos im-
propios, que han originado, por 
añadidura , litigios y procesos. 
La terminología no interesa tan 
sólo a la industria; la encontramos 
también en las ciencias, cuya nece-
sidad de definiciones precisas no 
hay que demostrar, y en numero-
sas nomenclaturas, especialmente 
en las que guardan relación con las 
nuevas técnicas; la Comisión Elec-
trotécnica Internacional estudia, en 
lo que concierne a la electricidad y 
a la electrónica, una terminología 
precisa en varias lenguas, con el 
f in de crear u n lenguaje neto y 
comprensible por todos los intere-
sados; el reciente comité técnico de 
energía nuclear ha puesto en estu-
dio una nomenclatura unif icada vá-
lida para todos los términos nue-
vos, tan difíciles de poner a pun to , 
en todo lo que se relaciona con este 
nuevo ramo de la actividad. Para 
resumir la ut i l idad de estos traba-
4 REVISTA CHILENA DE INGENIERÍA 
jos, se puede decir q u e cada cien-
cia, cada técnica, deben disponer 
de u n diccionario en varias len-
guas para de te rminar sus medios 
de expresión, así como lo hacen to-
dos los pueblos; es una necesidad 
ineludible . 
Una vez puesta a p u n t o la termi-
nología, hay q u e utilizarla en la re-
dacción de los pliegos de condicio-
nes, para que éstos ofrezcan la ma-
yor claridad posible. Estos docu-
mentos comprenden, en general, la 
designación del suministro, sus ca-
racterísticas y los métodos necesa-
rios para controlar estas caracterís-
ticas; se ve inmedia tamente la im-
por tancia de los métodos de ensa-
yo de las materias y de los produc-
tos, q u e pe rmi ten asegurarse de la 
conformidad del suminis t ro a sus 
especificaciones. Los métodos de 
ensayo son uno de los puntos en 
los q u e el amor propio se hace sen-
tir de una manera a veces excesi-
va; ¿quién no ha encontrado, en el 
curso de su carrera, un químico 
apegado f ie ramente a sus hábitos, 
u n observador delante del micros-
copio persuadido de q u e es el úni-
co en leer la verdad en su aparato? 
Se comprende que la unificación 
de los métodos de ensayo, la elec-
ción de uno de ellos para ser con-
siderado como un método tipo, co-
m o u n método de referencia, sea 
u n a tarea par t icu la rmente impor-
tante, pero t ambién par t icu larmen-
te difícil pa ra los normalizadores, 
q u e t ienen q u e imponer a m e n u d o 
u n método di ferente de los que 
ciertos especialistas desearían adop-
tar . Por otra par te , el problema de 
los métodos de ensayo se complica 
todavía más por el hecho de q u e 
los progresos de la ciencia y de la 
técnica nos apor tan mejoras ince-
santes en los diferentes modos ope-
rator ios en los aparatos utilizados, 
de ta l mane ra que, para no opo-
nerse al progreso, las normas de-
ben ser constantemente vigiladas 
y eventua lmente corregidas; hay 
q u e evitar q u e documentos de la 
impor tancia de las normas sopor-
ten la acusación de f renar el des-
arrol lo incesante de la técnica, cu-
ya celeridad es prodigiosa. 
Unificar es uno de los elemen-
tos esenciales de la indust r ia mo-
derna; los artesanos efectuaban an-
taño sus trabajos con gran esmero 
y u n p r o f u n d o ЧРюг a su oficio; en 
nuestra civilización actual, en la 
que el rend imien to es, sin embar-
go, una cuestión tan impor tante , 
todavía se encuen t ran artesanos 
que, ya sea con herramientas de 
mano,ya con máqu inas simples, 
efectúan verdaderos t rabajos de ar-
te. La industr ia relojera, y hasta la 
electrónica poseen sus artistas, cuyo 
valor profesional es quizás más 
apreciado que an taño; en ellos, la 
noción de perfección eclipsa casi 
la de tolerancia en las medidas, de 
tal manera que su obra es personal 
y que no se puede in ten ta r substi-
tuir la pieza fabricada por uno de 
ellos por una pieza teóricamente 
idéntica fabricada por uno cual-
quiera de sus colegas. En el marco 
de los oficios de arte, o cuando el 
objeto producido no admi te acopla-
miento a lguno con otros objetos, 
no existe n ingún mal en que éstos 
lleven la f i rma de su autor ; la eba-
nistería artística, la alfarería, cier-
tos artículos de muebla je , pueden 
ser, pues, fabricados por artesanos, 
y como a m e n u d o los gastos gene-
rales de éstos son muy reducidos, 
los precios obtenidos no son exce-
sivos. Ocurre lo mismo con la cons-
trucción inmobil iar ia , ya que las 
casas pequeñas alejadas de las gran-
des ciudades pueden ser construidas 
por los alarifes locales sin que sea 
necesario recurr i r a los poderosos 
medios empleados en los grandes 
centros. 
Pero la vida moderna se caracte-
riza por la producción y la utiliza-
ción de numerosos objetos de va-
r iada naturaleza, destinados a la 
industr ia , al consumo corriente, cu-
yos precios deben ser bajos y cuya 
difusión muy ampl ia ; son numero-
sos los objetos que deben ajustarse 
en otros sin regulación previa; las 
bombillas, que cualquiera puede 
montar las en el por ta lámparas , 
constituyen uno de los más claros 
ejenjplos de esta necesidad. Para 
obtener precios bajos, es, pues, ne-
cesario realizar fabricaciones en 
grandes series y, por otro lado, lo-
grar q u e los productos fabricados 
separadamente p u e d a n ajustarse 
unos en otros sin dif icul tad. Como 
hemos indicado antes, la fabrica-
ción de fusiles y de cartuchos de 
guerra ha respondido desde hace 
t iempo a estas condiciones, pero 
sólo desde hace poco t iempo rela-
t ivamente han sido codificados los 
principios l lamados de ajuste y han 
llegado a tener u n a aplicación co-
rr iente . Conocemos las líneas gene-
rales de la teoría de los ajustes que 
consiste, pa ra una medida nominal 
dada, en f i jar las tolerancias para 
las piezas macho y h e m b r a que de-
ben ajustarse; estas tolerancias va-
r ían según las dimensiones y la 
precisión de las piezas, y se puede 
a f i rmar que su observancia permi-
te la realización de la intercam-
biabi l idad en las condiciones más 
satisfactorias. A este efecto, la in-
dustr ia ha empleado d u r a n t e mu-
cho t iempo, y aún sigue empleando 
ampl iamente , los calibres de inter 
cambiabi l idad, q u e pe rmi ten ase-
gurarse de an temano de la confor-
midad de las piezas ejecutadas a las 
medidas y a las tolerancias prescri-
tas. 
La intercainbiabi l idad ha apor-
tado a la indust r ia una revolución 
de cuya importancia es a veces di-
fícil darse cuenta: el precio de 
numerosos objetos ha d isminuido 
en proporciones considerables, ya 
que la fabricación en serie ha re-
ducido cada vez más el t iempo de 
mano de obra necesario para la 
ejecución. Las piezas sueltas, en la 
indust r ia automovilística, constitu-
yen u n e jemplo típico y, en este 
terreno, se hacen nuevos progresos, 
ya que las cadenas automáticas po-
drán incrementar todavía el rendi-
miento y supr imi r cada vez más la 
intervención h u m a n a . La prefabr i -
cación ya comienza a da r a la cons-
trucción inmobi l iar ia u n carácter 
industr ial , q u e permi t i rá sin duda , 
y cada vez más, realizar, a precios 
aceptables, los inmuebles indispen-
sables pa ra el a lo jamiento de u n 
mayor n ú m e r o de familias. Abun-
dan ejemplos en las esferas en que 
la fabricación en serie ofrece pro-
ductos de mejor calidad a ba jo pre-
cio: aparatos domésticos, herra-
mientas, textiles, etc. Por otra par-
Y ANALES DEL INSTITUTO DE INGENIEROS 5 
te, y como consecuencia, ha surgi-
do un espíri tu de emulación mun-
dial para estudiar y realizar las 
máquinas y las herramientas nece-
sarias para esta clase de fabricacio-
nes; las necesidades de una mayor 
precisión han originado, por otra 
par te , la fabricación de ins t rumen-
tos de medida cada vez más sensi-
bles, sin perder por ello sus cuali-
dades de firmeza y de manejabi l i -
dad, y asistimos ac tua lmente a una 
"domesticación" de los elementos 
científicos más abstractos, como la 
óptica y la electrónica, en favor 
de las más variadas técnicas: el es-
pesor de las chapas laminadas, el 
de revestimientos tales como la 
galvanización o el cromado, pue-
den ser verificados ac tua lmente de 
una manera precisa du ran te el cur-
so mismo de la fabricación. Por 
otra parte, las ideas recientes so-
bre el control de la calidad o so-
bre el control estadístico conducen 
a la puesta a p u n t o de procedi-
mientos de verificación que dan 
nacimiento a toda una nueva me-
trología. No cabe duda a lguna que 
los trabajos sobre la unificación 
son el origen de este progreso con-
siderable. Pe rmí t anme rendir ho-
menaje , en esta ocasión, a u n gran 
ingeniero francés, Le Besnerais, 
q u e ha sido, en mi opinión, el pri-
mero en codificar las reglas de la 
in tercambiabi l idad. 
Simplificar es, por últ imo, la ter-
cera faceta de la normalización. 
Una de las características de los 
t iempos antiguos era la variedad de 
ciertos objetos que, no siendo pro-
ducidos en serie, podían en rigor 
evitar la unificación; el interés de 
supr imir ciertos modelos no era 
aparente , puesto que no producía 
n inguna consecuencia económica. 
Al contrario, existía u n cierto amor 
propio, que consistía en poseer u n 
objeto único en el mundo , a u n q u e 
fuera feo, de difícil empleo o de 
precio elevado. En nuestros días, el 
número de productos necesarios 
para la existencia corriente ha au-
men tado en proporciones conside-
rables y sólo una producción en 
gran serie permi te obtener precios 
bastante bajos para que sean acep-
tables; pero estas condiciones ex-
cluyen la posibilidad de fabricar 
cualquier producto a riesgo de u n 
derroche inadmisible. Se ha obser-
vado que en Francia, país agríco-
la, en el que las regiones son di-
versas, sin que esta diversidad sea 
muy grande, los campesinos utili-
zaban, sin duda por tradición, va-
rias centenas de tipos de palas, 
cuando una decena bastaría para 
satisfacer todas las necesidades; 
ocurre lo mismo con los clavos, 
tornillos, her ramientas de mano, 
etc. La simplificación consiste, 
pues, en de te rminar cuáles son los 
tipos de objetos empleados más co-
r r ientemente y en concentrar la 
producción en serie sobre estos ob-
jetos, abandonando los otros mode-
los. Este procedimiento no es tan 
sencillo como se podr ía creer, pues-
to que entre el productor y el 
cliente hay a m e n u d o gran canti-
dad de intermediar ios que viven 
del "surt ido", es decir, de la no 
unificación, del desorden. Los ar-
gumentos expuestos en favor del 
sur t ido no soportan una crítica se-
ria: las costumbres pueden ser mo-
dificadas paula t inamente ; en cuan-
to a los argumentos basados en la 
estética o en la belleza, fáci lmente 
se aprecia que carecen de valor 
cuando se t rata de herramientas , 
sanitarios, en f in, de todo lo que 
se h a dado en l lamar "ut i l i ta r io" . 
Poniendo en práctica estos tres 
principios: especificar, unificar, 
simplificar, estamos seguros de al-
canzar resultados que a veces pue-
den parecer sorprendentes por su 
importancia . Es cierto que un país 
nuevo, que organiza a par t i r de ce-
ro todas las piezas de su economía, 
debería llegar a ahor ra r sumas que 
pueden cifrarse en u n 50 ó 60% 
con respecto a países en los que 
no se puede obrar más que por 
persuasión, respetando a la vez 
viejas tradiciones y viejas instala-
ciones; pero aun en estos países, 
ent re los cuales podemos incluir a 
Francia, es fácil, por medio de u n a 
aplicación re la t ivamente reducida 
de las normas, realizar economías 
considerables, comoha sido el caso 
en la joven indust r ia del automó-
vil y, por otro lado, en la an t igua 
actividad agrícola y en la cons-
trucción inmobil iar ia . Es que los 
problemas de la vida moderna exi-
gen soluciones rápidas; es preciso 
q u e una industr ia sea próspera, 
q u e el suelo a l imente a sus habi-
tantes, que una población cada vez 
más numerosa pueda hal lar los 
alojamientos confortables y moder-
nos que considera como actualmen-
te indispensables. 
Esta necesidad, imperiosa, a pe-
sar de lo que pueda decirse en con-
tra, de estudiar y de aplicar las 
normas, implica una organización 
adap tada a los países interesados. 
A este título, podemos hacer la 
descripción de una organización ti-
po. Según que el país sea más bien 
agrícola o industrial , según que se 
t ra te de industr ia pesada o de 
t ransformación, según que el cli-
ma sea polar, t emplado o tropical, 
los problemas se p lan tean de ma-
nera diferente. Por otra parte, los 
países industrializados, en par te al 
menos, desde hace t iempo, t ienen 
una tendencia hacia u n liberalis-
mo mayor que los países más jóve-
nes, ansiosos de recuperar un re-
traso impor tan te . Por últ imo, hay 
que contar con la estructura polí-
tica de ciertos países q u e desean 
imponerse sobre su industr ia de 
una manera autor i ta r ia y hacen 
obligatoria la aplicación de normas 
que serían facultativas en otras na-
ciones. En real idad, sólo cuenta el 
resultado, y si damos aquí algunas 
indicaciones sobre la organización 
de ciertos países en mater ia de nor-
malización, no se t ra ta en absolu-
to de sugerir consejo alguno. 
La normalización puede ser en-
teramente privada y facultat iva; es 
el caso, bien entendido, evidente-
mente, que estas indicaciones son 
muy esquemáticas, de los U. S. A., 
por ejemplo; en este país es co-
r r iente que ciertas grandes ent ida-
des: siderurgia, industr ias del au-
tomóvil, electricidad, est iman út i l 
normalizar ciertos elementos, cier-
tas medidas, ciertos productos. Las 
decisiones así tomadas sobre el 
p lan corporativo son comunicadas 
al organismo oficial de normaliza-
ción que se encarga de autent i f i -
carlas. Se constata así de paso esta 
verdad evidente: no puede habe r 
6 REVISTA CHILENA DE INGENIERÍA 
más que u n organismo oficial de 
normalización, ya que puede ima-
ginarse fáci lmente el desorden q u e 
resultaría de la existencia de va-
rios organismos que tuvieran pode-
res idénticos y que legislaran sobre 
los mismos sujetos. 
La tendencia opuesta se encuen-
tra en la URSS; este país puede ser 
considerado como muy joven des-
de el p u n t o de vista industrial , lo 
q u e le conduce a establecer planes 
de equipo y de producción bastan-
te rígidos; la normalización es in-
dispensable para el estudio y pa ra 
la realización de estos planes y, 
po r esto mismo, el organismo ofi-
cial es u n organismo de Estado; 
pa ra la URSS esta solución es, sin 
duda , la mejor actualmente . 
En Francia, puesto q u e hay q u e 
hab la r de sí mismo, tenemos u n 
defecto notorio: la vanidad de 
creer que ocupamos u n justo me-
dio; esto explica por qué nuest ra 
organización es mixta : una Comi-
saría de la Normalización repre-
senta al Gobierno y está encarga-
da por él de hacer estudiar los 
proyectos de normas, de darles el 
carácter oficial necesario para la 
homologación, y de velar por su 
aplicación. Pero los estudios de 
normas son privados; son las indus-
trias las q u e aseguran su estudio 
b a j o la dirección de una Asocia-
ción privada, la AFNOR (Asociación 
Francesa de Normal ización) , de 
mane ra que no haya d ic tadura téc-
nica. El Estado se reserva solamen-
te el derecho de hacer aplicar las 
normas por sus servicios e impone 
su aplicación de una manera auto-
r i t a r i a en ciertos casos, en los que , 
p o r e jemplo, la seguridad está en 
juego. U n e jemplo t ipo es el de los 
empalmes de incendio; es preciso 
que , en toda Francia, todos los 
bomberos l lamados a aplacar u n 
incendio p u e d a n enchufar sus bom-
bas en todas las canalizaciones de 
agua. Este resul tado, que parece 
t an evidente, no ha sido obtenido, 
hay que reconocerlo, hasta hace 
m u y poco. 
Expongo estas indicaciones sin 
segunda intención; pensamos q u e 
ustedes han realizado la organiza-
ción que les parecía la mejor; a 
veces puede suceder q u e cuestiones 
de crédito o de personas no permi-
tan obtener inmedia tamente la es-
cala juzgada necesaria; en este ca-
so puede ser út i l conocer las orga-
nizaciones realizadas en otros paí-
ses para ponerlas como e jemplo a 
su Gobierno. Espero que, en lo q u e 
a ustedes concierne, no tendrán q u e 
utilizar tales medios. 
Me ha sido p regun tado a menu-
do si era opor tuno asociar los tra-
bajos de normalización con los que 
interesan a la organización del tra-
ba jo y también con lo que se lla-
ma racionalización, que no es siem-
pre exactamente la organización 
del t rabajo . La cuestión es delica-
da; los problemas de organización 
del t raba jo engloban, en efecto, su-
jetos muy vastos y muy variados, 
tales como: modos de remunera-
ción, psicología del t rabajador , mo-
do de vida del t r aba jador . . . q u e 
no f iguran exactamente en la com-
petencia de la normalización y en 
los que en t ra una par te impor tan-
te de elementos no técnicos. En 
cambio, el estudio de las normas 
requiere entregarse a t rabajos téc-
nicos muy precisos; no es posible, 
en realidad, elaborar normas apro-
ximativas. Así, pues, la organiza-
ción del t raba jo y la normalización 
proceden, en ciertos momentos, 
de estados de espíri tu diferentes, y 
no es indispensable, a priori , aso-
ciar sus estudios; sin embargo, es 
prefer ible no proseguir estas dos 
actividades de una manera inde-
pendiente , p o r q u e ambas t ienen el 
mismo objetivo, que es el de fa-
vorecer el progreso de la indust r ia 
y de la economía. Es, pues, conve-
niente in ten ta r buscar más bien 
conexiones que una verdadera fu -
sión; pero aun en este terreno no 
querr íamos hacerles creer que que-
remos darles consejos y prefer imos 
darles a conocer s implemente lo 
que se hace en Francia. La Comi-
saría de la normalización y la Co-
misaría General de la productivi-
dad están ne tamente separadas, pe-
ro han consti tuido una comisión de 
conexión, l lamada Comisión NSS 
(Normalización, Especificación, Es-
pecialización), en el seno de la 
cual se estudian los problemas co-
munes a estas dos actividades; de 
esta manera , los resultados obteni-
dos se completan; los estudios de 
normas t ienden a hacerse más rea-
listas, y las mismas normas son to-
madas en mayor consideración 
cuando p lan tean problemas de or-
ganización del t rabajo . 
La cuestión que se presenta na-
tu ra lmente al espír i tu es la si-
guiente: 
Cómo utilizar las normas en las 
diferentes actividades; esta cuestión 
es tanto más necesaria p lantear la 
cuanto que las normas t ra tan de 
sujetos muy variados; unas se refie-
ren a los problemas de unidades, 
de terminología, otras, a los méto-
dos de ensayo; otras, a los produc-
tos. Se concibe, pues, que todas 
las normas no sean puestas en ser-
vicio de la misma manera . 
Si se t ra ta de unidades y de ter-
minología, no cabe d u d a de q u e las 
normas deben ser seguidas sin res-
tricción. En lo q u e concierne a las 
terminologías, son el resul tado de 
numerosos t rabajos realizados por 
los mejores especialistas, apor tan 
claridad allí en donde re inaba la 
confusión y, sobre todo, no origi-
nan gastos importantes , en el sen-
t ido de q u e la adopción de térmi-
nos unificados no cambia más que 
algunos impresos. No hay, pues, 
n inguna excusa pa ra no emplear-
las. Pero a veces se in t roduce el 
f r a u d e al amparo de terminologías 
incompletas; es por esto por lo 
q u e en Francia el deseo de unif i -
car las calidades de los aparatos de 
calefacción, con el f in de realizar 
las economías de combustible in-
dispensables hab ía ocasionado la 
definición de los aparatos de coc-
ción l lamados "cocineras"; u n a de-
finición incompleta ha permi t ido 
a ciertos comerciantes vender ba jo 
este nombre aparatos de tres fue-
gos y no de cuatro fuegos, en de-
t r imento del consumidor; nunca se 
es demasiado preciso en terminolo-
gía. 
Cuando se t ra ta de unidades, la 
cuestión se complica por el hecho 
de q u e la adopción de u n sistema 
de unidades es en muchos países 
u n asunto de orden gubernamen-
tal; las normas reproducen, en ge-
Y ANALES DEL INSTITUTO DE INGENIEROS 7 
neral, con explicaciones útiles en 
casos particulares, las disposiciones 
oficiales sin poder modificarlas. 
Ustedes no ignoran las grandes 
querellas actuales de los sabios to-
cante a los sistemas de unidades 
que se deben adoptar ; no me gus-
taría complicar u n informe ya ar-
d u o en sí, así que me l imitaré a 
señalar a lgunas de las dificultades 
más típicas; por una parte, la elec-
ción ent re u n ki logramo peso y u n 
ki logramo masa, objeto de deses-
peración pa ra muchos estudiantes; 
por otra, reacción de las unidades 
eléctricas sobre las unidades clási-
cas, polémicas sobre el sistema 
Giorgi, etc. En medio de este con-
cierto de discusiones, los normali-
zadores se ven a m e n u d o obligados 
a esperar decisiones q u e exceden a 
veces el marco de u n solo país, y 
se encuent ran en u n atolladero. 
Puedo señalarles, a t í tulo ligera-
mente humoríst ico, u n a campaña 
sostenida en Francia para supr imir 
el caballo de vapor; basándose en 
razonamientos a l tamente científi-
cos, esta un idad es condenada por 
los autores de la campaña en cues-
tión al gri to de "Delendus Equus" . 
Pero, ¿qué sería de las denomina-
ciones tan conocidas y, sin embar-
go, tan falsas, por razones fiscales, 
con las cuales se caracteriza a los 
automóviles 4cv, l l c v ? . . . 
Las normas de métodos de ensa-
yo, cuya importancia hemos indi-
cado anter iormente , deber ían ser 
r igurosamente observadas para 
permi t i r a los interesados interpre-
tar correctamente los resultados 
obtenidos; esto es t an to más nece-
sario cuanto q u e ensayos idénticos 
en apariencia no pueden ser expre-
sados en una única fórmula . Un 
e jemplo t ipo de esta dif icul tad es 
la probeta de resiliencia. Francia 
ha luchado para obtener una pro-
beta única, nacional e internacio-
nalmente : es la p robe ta UF, b ien 
conocida por los metalúrgicos, q u e 
t iene la fo rma de un paralelepípe-
do de base cuadrada, provisto de 
una en ta l ladura cuyo fondo es re-
dondeado; esta probeta , rota po r 
u n péndu lo de choque, da u n a ci-
f r a de resiliencia q u e no t iene va-
lor más que en función de la pro-
beta y del apara to de ensayo mis-
mo. Pero algunos metalúrgicos 
p re tenden que la probeta U F no es 
bas tante sensible para caracterizar 
la resiliencia de los aceros aleados 
modernos, puesto que las cifras ob-
tenidas con esta probeta son exce-
sivamente débiles; preconizan, por 
este hecho, el empleo de una pro-
beta l lamada Charpy, uti l izada an-
ter iormente en Francia, y cuya en-
ta l ladura más débil permi te obte-
ner cifras de resiliencia más eleva-
das. Desgraciadamente, no se pue-
den comparar las cifras obtenidas 
por los dos procedimientos y se co-
r re el peligro, en el caso de que 
subsistieran las dos probetas, de 
que se creen confusiones extrema-
damente peligrosas; igualmente, la 
probeta UF y la probeta IZOD, 
utilizada en Inglaterra , no dan ci-
fras equiparables . Está clara, pues, 
la necesidad de poner en aplica-
ción ensayos conformes a las nor-
mas para evitar estos inconvenien-
tes. 
Se objeta a veces que los ensa-
yos previstos por las normas tie-
nen a veces u n carácter demasiado 
general, son demasiado complejas 
para la práctica corriente, y q u e 
no es posible llevarlos a la prácti-
ca en ensayos cotidianos; esta ob-
jeción es válida pa ra ciertos análi-
sis químicos susceptibles de ser 
reemplazados por operaciones ex-
t remadamente sencillas en la prác-
tica corriente. En caso semejante, 
nos encontramos ante una al terna-
tiva delicada, pero que se puede 
al lanar de la manera siguiente: 
los ensayos normalizados represen-
tan los únicos capaces de dar re-
sultados oficiales; no está prohibi -
do, ni puede serlo, q u e dos par-
tes se en t iendan pa ra simplif icar 
estos ensayos, pero debe entenderse 
de u n a manera expresa que , en 
caso de litigio, de proceso, los con-
flictos serán zanjados por el recur-
so a las pruebas descritas por las 
normas. Cada vez q u e se h a adop-
tado esta posición, ha sido fácil 
evitar conflictos. 
Se p lan tean muchas cuestiones 
delicadas en lo q u e concierne a los 
métodos de ensayo y sería imposi-
ble señalarlas todas; sin embargo, 
parece necesario evocar el caso en 
que las normas preconizan un mé-
todo de ensayo conocido, bien esta-
blecido, pero para el que sería in-
dicado emplear nuevos métodos, 
consagrados por una experiencia 
cierta; sin embargo, las normas no 
los mencionan y, en principio, es-
tos métodos no deber ían tener n in-
gún valor oficial. Se concibe fácil-
men te que sería una lástima impo-
ner procedimientos pasados de mo-
da —o casi—, cuando la mejor so-
lución, inmedia tamente disponible, 
t iene como único defecto el de no 
haber sido admit ida todavía ofi-
cialmente. Tocamos aquí el d r a m a 
representado por la lucha ent re la 
estabil idad que apor tan las nor-
mas y que permi te fo r j a r para lar-
go plazo fabricaciones o ensayos 
incontestables, y el progreso q u e 
nos impulsa con t inuamente hacia 
adelante de una manera ineludi-
ble. En el curso de esta conferen-
cia, tendremos la ocasión de volver 
a tocar este delicado problema va-
rias veces; en lo que concierne a 
los métodos de ensayo, la solu-
ción es re la t ivamente simple: la 
Asociación Francesa de Normaliza-
ción Pública, ba jo la forma de 
proyecto, el nuevo método y la 
entrega a los compradores de nor-
mas, al mismo t iempo que la nor-
ma que describe el método anti-
guo, con un comentar io indicando 
la evolución de la técnica, y de-
jando, bien entendido, a los inte-
resados la facul tad de elección en-
tre el an t iguo y el nuevo método. 
Las normas de productos son las 
más numerosas, las más útiles qui -
zá, puesto que intervienen directa-
men te en la vida industr ial ; su es-
fera se ext iende a casi todas las 
técnicas, desde la mecánica, en la 
que las normas han adqui r ido des-
de hace t iempo derecho de ciuda-
danía, hasta la agricul tura, en la 
q u e las tentativas son muy recien-
tes, pasando por la siderurgia, la 
química, la indust r ia textil, etc. 
N i n g ú n ramo de la actividad de-
bería escapar a la normalización, 
q u e es la base de solidez y, hasta 
cierto punto , de seguridad, cuan-
do se emprende u n a fabricación. 
Pero es muy raro q u e las normas 
8 REVISTA CHILENA DE INGENIERÍA 
def inan en te ramente un producto, 
desde la mater ia que lo constituye 
hasta su func ionamiento normal ; 
nos encontramos así en presencia 
de una situación delicada que cier-
tas mentes no comprenden o, más 
probablemente , f ingen no com-
prender ; si las normas def inieran 
en te ramente un producto, lo codi-
ficarían, y entonces el p roducto 
quedar ía f i jado por la e te rn idad 
en su con jun to y en sus detalles; 
pa ra modificarlo, habr ía que estu-
diar otras normas que substituye-
ran a las ant iguas y que represen-
tar ían un producto nuevo. Algunos 
países han tomado tales decisio-
nes, ba jo la forma de normas o de 
otros documentos, en circunstan-
cias graves, como guerras o perío-
dos de restricción, con el f in de 
mejora r el bienestar de la pobla-
ción; así, la Gran Bretaña ha crea-
do después de 1945 y por algún 
t iempo, u n t ipo de' lencería nacio-
nal, con el f in de vestir a sus ha-
bi tantes a precios muy bajos. Otras 
naciones, como la URSS, deseosas 
de monta r u n a indust r ia nueva, 
máquinas-her ramientas o tractores, 
h a n hecho estudiar u n modelo y, 
después de ensayos concluyentes, 
h a n normal izado todos los elemen-
tos, lo q u e ha permi t ido norma-
lizar también las herramientas y 
los aparatos destinados a la fabri-
cación de losobjetos elegidos de-
f in i t ivamente; en este caso, las se-
ries lanzadas deben ser l imitadas 
en número; du ran te su ejecución, 
se cont inúan las búsquedas de per-
feccionamiento, con el f in de per-
mi t i r el lanzamiento de una nueva 
serie que apor te las mejoras juzga-
das necesarias. 
Pero, en la mayoría de los casos, 
el p rob lema es diferente; un obje-
to de te rminado es estudiado con 
miras a los servicios que debe ren-
d i r y, por ello, presenta ciertas 
características; de las cuales, unas 
deben ser codificadas, po rque es el 
único medio de realizar una fabri-
cación económica, y otras, entera-
men te libres, puesto que deben se-
gu i r el progreso, la moda, o adap-
tarse al gusto de la clientela. Po-
dríamos tomar el e jemplo del mo-
bil iar io industr ial , una butaca, 
por ejemplo, o u n sillón de despa-
cho u oficina: los datos que de-
ben ser codificados son esencial-
mente de orden dimensional : u n 
sillón es en real idad u n objeto 
complejo, ya que debe permi t i r 
que personas de tallas y de contex-
turas diferentes se encuent ren a 
gusto sentadas, sin q u e los nervios 
ciáticos de las piernas estén com-
primidos, sin q u e la columna ver-
tebral sufra roce alguno, sin q u e 
la cabeza se encuent re en una po-
sición incómoda. Estos elementos 
—hay otros muchos todavía— han 
sido estudiados por médicos, por 
especialistas de una escuela france-
sa especializada en el mobil iario, 
la Escuela Boullc, y es así como 
han sido determinadas las dimen-
siones más importantes; estas di-
mensiones deben ser respetadas en 
nombre del confort de los interesa-
dos. En cambio, el mueble puede 
ser de madera , de metal , de mate-
ria plástica, etc. La elección de la 
mater ia es voluntar ia . Pero, bien 
entendido, es impor t an t e que, u n a 
vez escogida la mater ia , ésta sea 
conforme a las normas, cuando 
existen, que f i jan su calidad. Ve-
mos así que el p roduc to conserva, 
en medio de las normas que a él 
se ref ieren, una cierta independen-
cia q u e permi te el desarrollo del 
progreso. Volviendo a los asientos 
de oficinas, es sorprendente cons-
tatar que el respeto de las normas 
ha hecho que los asientos metáli-
cos sean casi tan cómodos como 
numerosos asientos almohadil lados. 
La SNCF (Sociedad Nacional de 
Ferrocarriles de Francia) h a reali-
zado con los asientos de sus vago-
nes ensayos de este género, desti-
nados a mejorar el bienestar de los 
viajeros, bienestar t an to más apre-
ciable cuando los trayectos son lar-
gos. 
Las normas de productos dan, 
pues, mater ia para numerosas re-
flexiones, que provocan, al estu-
diarlas, progresos cada vez más 
considerables; uno de ellos, q u e 
ilustra bastante bien el e jemplo de 
los asientos y del que daremos 
otros e jemplos más adelante, es el 
relativo a la noción de acotación 
funcional que se ext iende cada vez 
más y que, verosímilmente, tendrá 
una inf luencia considerable en los 
d ibujos técnicos; lo esencial de 
esta teoría es lo siguiente: u n ob-
je to de te rminado está destinado a 
satisfacer una función en general 
bas tante precisa, por ejemplo, un 
tornil lo está hecho para acoplar 
dos objetos; ahora bien, un torni-
llo se compone de cabeza, una 
par te roscada y u n a pa r t e lisa; hay 
que de te rminar cuál es la par te 
del tornil lo q u e juega u n papel 
p reponderan te en esta función de 
acoplamiento; desde luego, no es 
la cabeza que sirve, de u n lado, 
para dar al tornil lo su movimiento 
de apretado, y de otro, como ele-
mento de fi jación; tampoco es la 
pa r t e roscada, que es en suma el 
motor del tornillo, pero que no es-
tá encargada, en pr incipio, de ase-
gurar la ensambladura ; es, pues, la 
par te lisa la que constituye el ele-
men to funcional y cuya longi tud 
debe ser def in ida con gran preci-
sión, pud iendo las otras partes 
estar dotadas de tolerancias más 
amplias. Esta teoría, bastante re-
ciente, no ha sido reconocida toda-
vía umversalmente; además, que, 
si bien puede ser expuesta con fa-
cilidad en el caso de u n simple tor-
nillo, se vuelve in f in i t amente más 
complicada en cuanto se t rata de 
conjuntos tales como motores, etc. 
El normalizador, entonces, se ve 
obligado a hacer esfuerzos de re-
flexión considerables y a hacerse 
ayudar por los d ibu jan tes y ejecu-
tantes. Pero las pr imeras aplica-
ciones de esta teoría han demos-
t rado que estos esfuerzos de refle-
xión son fruct íferos y h a n hecho 
aparecer a m e n u d o el exceso de 
precisión impuesto en la fabrica-
ción de piezas de impor tancia se-
cundaria ; se ha hecho acotación 
funcional , sin saberlo, en las fabri-
caciones de guerra , en la que ha 
podido demostrarse q u e las mejo-
res armas automáticas no eran for-
zosamente aquéllas cuyos elemen-
tos tenían tolerancias más peque-
ñas. 
La normalización de productos 
puede reservar peligrosas celadas; 
el caso de las latas de conserva es, 
a este sujeto, bastante típico, pues-
Y ANALES DEL INSTITUTO DE INGENIEROS 9 
to que no se normaliza el conte-
nido, sino tan sólo el recipiente, y 
los compradores deben saber q u e 
solamente están prevenidos contra 
el f r aude en el volumen y no con-
tra el f r aude en el contenido de las 
latas. Vemos aquí la ineficacia de 
la normalización cuando tiene por 
objeto no el interés del productor , 
su posibilidad de realizar fabrica-
ciones económicas y de calidad, si-
no cuando tiene que proteger al 
consumidor. 
A excepción de f i rmas impor-
tantes, q u e poseen los medios de 
defenderse contra u n a mala pro-
ducción, y cuyo n ú m e r o es relati-
vamente reducido, el consumidor 
es un ser abandonado a sí mismo, 
y pr ivado de los medios de hacer 
valer sus derechos, aun los más le-
gítimos. Qué puede, en efecto, un 
ama de casa que quiere comprar 
u n apara to doméstico, u n calenta-
dor de agua o una máqu ina de la-
var; le venderán este apara to con 
una garant ía que depende sola-
mente del p roduc tor y cuyo valor 
es bien precario, sobre todo si el 
interesado reside lejos de los gran-
des centros; ahora bien, la impor-
tancia de la normalización, indis-
cut ib lemente considerable cuando 
se t rata de la industr ia , mecáni-
ca, acero, etc., no lo es menos en 
lo que concierne a los consumido-
res de una cant idad cada vez ma-
yor de aparatos domésticos, q u e 
en la época actual favorecen singu-
la rmente el bienestar en el hogar . 
La incapacidad de defensa de los 
interesados ha conducido en Fran-
cia a la Comisaría de la normali-
zación y a la A F N O R a desarrollar 
el uso de u n a marca de conformi-
dad a las normas que pueda dar-
les —dispensándoles de verificar 
por sí mismos los productos, lo 
q u e en real idad no pueden hacer 
en la mayoría de los casos— la ga-
ran t ía de que el obje to q u e h a n 
comprado responde a las condicio-
nes indispensables de buen funcio-
namiento , codificadas por las nor-
mas correspondientes. El interés de 
una organización tal es incontesta-
ble s iempre q u e se satisfagan algu-
nas condiciones: por u n a par te , 
las normas deben ser bas tante ex-
plícitas para permi t i r la garant ía 
de u n buen funcionamiento , y por 
o t ra parte, la concesión de la mar-
ca de conformidad a las normas de-
be escapar a toda crítica. 
La p r imera condición plantea 
cuestiones de principio; la no rma 
de un producto an imado de movi-
mientos, no puede llevar tan sólo 
prescripciones dimensionales, sino 
que debe llevar también prescrip-
ciones de funcionamiento . Por mu-
cho esmero que se haya puesto en 
la construcción de un apara to , no 
se puede juzgar su valor de utili-
zación si ésta no ha sido demostra-
da por u n ensayo en marcha; pero, 
indiscutiblemente, las p ruebas de 
func ionamien to son mucho más 
complicadas q u e la medida de di-
mensiones; en u n a m á q u i n a de la-
var, por e jemplo, las prescripcio-
nes de func ionamien to son muy 
complejas: lavado de una pieza de 
tela de dimensiones determinadas, 
de color blanco, que ha sido man-
chada ar t i f ic ia lmente de u n a ma-
nera uni forme;control de la lim-
pieza, de la resistencia al desgarra-
miento; utilización de u n agua y 
de u n detergente determinados. Si 
se t ra ta de u n a estufa de carbón, 
los ensayos de rend imien to deben 
ser efectuados con combustibles 
comparables en t re sí y cuyas cua-
lidades sean conocidas exactamen-
te. Sacamos, pues, la conclusión de 
q u e los ensayos deben ser efectua-
dos por laboratorios de alta cali-
dad y que posean u n personal cua-
lificado de gran valor y provistos 
de medios de ensayo completamen-
te adaptados a los t rabajos q u e hay 
que efectuar. Cuando estos labora-
torios no existen, no es posible 
pensar en la puesta en práctica de 
una marca de conformidad a las 
normas. 
La segunda condición impone, 
por su par te , exigencias extrema-
damen te serias. 
La conformidad a las normas de-
be ser verificada por toda una or-
ganización q u e debe ser i rrepro-
chable mora l y mater ia lmente ; to-
do abuso en este terreno conduci-
ría, en efecto, a originar u n a des-
confianza q u e alejar ía al públ ico 
de u n a actividad creada, en defini-
tiva, en su prop io interés. Se con-
cibe, pues, que se tomen numero-
sas precauciones: pr imero, elec-
ción de los objetos susceptibles de 
llevar la marca; esta elección es 
efectuada por u n Comité, q u e 
comprende representantes de la 
normalización, de los productores, 
de los usuarios, y de los servicios 
susceptibles de asegurar el control 
de la marca; tan sólo si ha h a b i d o 
u n acuerdo de pr incipio se pasa a 
la puesta a p u n t o de los detalles 
materiales. Por otra par te , es pre-
ciso disponer de un control per-
manen te sobre los industriales q u e 
fabrican los productos susceptibles 
de recibir la marca; los def rauda-
dores deben ser perseguidos despia-
dadamente . Por úl t imo, y es bien 
necesario, u n servicio de lo con-
tencioso debe juzgar los casos de 
f raude . 
En real idad, la organización de 
la marca func iona bien y se dan 
re la t ivamente pocos casos de fal ta 
de honest idad; cierto que algunos 
artesanos llegan a efectuar algu-
nos fraudes, pero los resultados 
son, en conjunto , ex t r emadamen te 
alentadores; las profesiones q u e se 
h a n interesado en esta cuestión, 
como la electricidad, el gas, el car-
bón, el cemento . . . manif ies tan u n 
gran interés y el público, descon-
f iado o indi ferente en principio, se 
alegra de conocer, gracias a la mar-
ca de conformidad a las normas, 
proveedores de cuya producción 
está seguro de que es i rreprocha-
ble. 
Bien entendido, n a d a es perfec-
to; las normas no pueden codificar 
todo, ya lo hemos dicho; si los 
aparatos q u e corresponden a las 
prescripciones de las normas son 
mejorados por perfeccionamientos 
apor tados sobre otros puntos , todo 
está perfecto; pero es de temer 
q u e se encuent ren aparatos confor-
mes a las normas, cuyos elementos 
no normalizados existan en peque-
ño número . Es por lo q u e la mar-
ca de conformidad a las normas no 
es concedida obl igator iamente a 
cualquier apara to y q u e la encues-
ta efectuada se lleve inevitable-
men te sobre el con jun to de la fa-
bricación; de ello resulta a veces 
1 0 REVISTA CHILENA DE INGENIERÍA 
un cierto m a l h u m o r entre los q u e 
no t ienen el beneficio de la mar -
ca, pero, en general, es bas tante 
fácil calmarles. En cambio, no se 
pueden satisfacer los deseos de or-
ganismos tales como las escuelas 
de enseñanza del menaje , q u e de-
searían encontrar con la marca de 
conformidad a las normas, los ele-
mentos de u n a elección preferen-
cial entre tal y cual apara to . La 
A F N O R no puede rea lmente se-
guir u n camino semejante; se tra-
tar ía de un acto comercial al de-
signar, por preferencia, un apara-
to en lugar de otro, selección q u e 
variaría según los gustos de unos o 
de otros; en f in, los aparatos se 
modif ican y estas modificaciones 
provocarían cambios en las selec-
ciones efectuadas, lo que podr ía 
ocasionar consecuencias enojosas. 
Parece ser q u e en los U. S. A. 
las asociaciones de usuarios pueden 
comunicarse entre sí informacio-
nes que pe rmi ten elegir u n apara-
to en lugar de otro. En Francia, 
en cambio, la normalización no 
p u e d e permitirse, por el momento , 
una tal elección. 
Desearía abordar ahora con uste-
des u n problema delicado, que es 
el de las relaciones, o más exacta-
mente , el de las oposiciones posi-
bles en t r e la normalización y todo 
lo q u e concierne al arte; ent re las 
cuestiones q u e pueden plantearse 
a este sujeto, la de la construcción 
inmobi l iar ia es una de las más im-
portantes . 
A priori , tal p rob lema no debía 
de plantearse, y que yo sepa, los 
normalizadores no h a n pensado 
nunca , en n ingún momento y en 
n ingún terreno, en legislar en ma-
ter ia artística, y podemos conside-
r a r que el p rob lema está ma l 
p lan teado de esta manera . La ver-
dadera manera de plantear lo sería 
más bien decir: ¿En qué medida 
esta actividad intelectual , que es la 
normalización, puede facilitar el 
progreso intelectual de los artistas 
y favorecer sus realizaciones mate-
riales? P lanteada de esta manera , 
podemos llevar la discusión a u n a 
conclusión práctica. 
Podemos a f i rmar que todo artis-
ta necesita servirse de medios ma-
teriales; en el caso de algunos de 
ellos, como los arquitectos, estos 
medios materiales a u m e n t a n sin 
cesar, ya sea po rque los materiales 
de que disponen son más numero-
sos, ya po rque los cálculos de re-
sistencia de estos materiales permi-
ten pensar en realizaciones, bóve-
das, etc., en las que sería difícil 
pensar hace algún t iempo. Para 
elegir estos elementos nuevos, el 
artista debe hacerse ayudar bien 
por colaboradores, bien por docu-
mentos, y es aquí donde la norma-
lización puede rendi r los mayores 
servicios. Pero es prefer ib le razo-
nar sobre ejemplos, para hacer 
comprender mejor los problemas. 
Tomemos, en p r imer lugar, ca-
sos diferentes de la arqui tec tura , 
como es el de la música; el valor 
artístico de las par t i turas , como 
la construcción de los ins t rumen-
tos de medida , viene dado por el 
p u n t o de origen, q u e es el " la"; 
pero el " l a" no es el mismo en to-
dos los países y ú l t imamente se h a 
realizado un gran esfuerzo pa ra 
normalizar u n " l a" internacional . 
Esta medida , que no es todavía de-
finit iva, si es adoptada , tendrá re-
percusiones considerables; ciertos 
trozos musicales son tocados, y 
apreciados, con " la" diferentes en 
París y en Nueva York, y su eje-
cución no será la misma después 
de la re forma. De ahí que, en cier-
tos medios franceses, exista u n a 
oposición considerable a esta re-
forma. En cambio, todos los instru-
mentos de música serían intercam-
biables en el m u n d o entero y, a es-
te t í tulo, la reforma sería acertadí-
sima. Vemos, pues, q u e volunta-
r iamente o no, la normalización 
deberá intervenir en u n arte en el 
que, hasta ahora, sólo re inaba el 
con t rapunto . 
En el campo de la p in tu ra , los 
artistas actuales se que j an de no 
poder combinar fáci lmente los co-
lores y de su insuficiente resisten-
cia al t iempo y a las intemperies; 
es por lo que se sienten dichosos 
de poder emplear los servicios del 
Centro de Información del Color, 
que no sólo estudia las diferentes 
tintas, sino también su adaptación 
a usos industriales, así como a la 
fotograf ía en colores; este centro es 
de fecha reciente y los resultados 
q u e h a obtenido son muy alenta-
dores. 
Pero es en la a rqui tec tura don-
de el p rob lema se p lan tea con más 
acuidad; en efecto, el m u n d o 
actual se ve preso en obligaciones 
ex t remadamente diferentes: por 
u n lado, es necesario proteger los 
monumentos antiguos, las viejas 
mansiones, que son el orgullo de 
numerosas naciones; pero hay que 
pensar, también, que no se puede 
" h a b i t a r " en 1958 del mismo mo-
do que en la Edad Media o en el 
t iempo de griegos y romanos, y 
que es necesaria u n a nueva arqui-
tectura, ya sea para palacios o pa-
ra casas privadas. Además, las exi-
genciasoriginadas por el aumen-
to de la población, que desea ser 
alojada decentemente, y las posibi-
lidades q u e ofrecen los procedi-
mientos modernos de construcción 
conducen a pensar en formas nue-
vas de arqui tectura , pa ra las cua-
les son necesarias reglas bastante 
precisas; en este momen to es cuan-
do interviene la normalización. 
En real idad, la normalización 
hab ía pene t rado desde hace tiem-
po en la construcción inmobil ia-
ria; desde la ant igüedad, las escue-
las de a rqui tec tura hab ían norma-
lizado, ba jo el t í tulo de escuelas, 
columnas, c a p i t a l e s . . . y hab ían 
creado esta un i fo rmidad , matiza-
da de fantasía a veces, q u e es uno 
de los encantos de la a rqui tec tura 
ant igua. El "áureo número" , es de-
cir, la relación ent re la a l tura total 
y la a l tura del capital, ha sido u n a 
no rma respetada d u r a n t e toda la 
ant igüedad. 
Por el momento , existe en Fran-
cia u n a sola no rma q u e se aseme-
ja al áureo n ú m e r o por su carác-
ter de general idad, q u e es el mó-
dulo; teniendo en cuenta en u n 
inmueb le el n ú m e r o de pisos, de 
puertas, de ventanas, el mobil iario, 
se ha es tudiado una med ida común 
que permi ta tener todas las medi-
das de estos elementos en múlt i -
plos de esta medida, con el f in de 
realizar una armonía en t re estos 
elementos diferentes; a esta medi-
da común se le l lama módulo, de 
Y ANALES DEL INSTITUTO DE INGENIEROS 1 1 
aquí la expresión " m o d u l a r " la 
construcción. Esta noción era ne-
cesaria; en los países antiguos y 
para actividades antiguas, subsisten 
costumbres ancestrales, como son 
las de relacionar con las partes 
del cuerpo las medidas corrien-
tes, de aquí los términos: brazada, 
paso, pie, pulgada, etc. Estas cos-
tumbres se han opuesto d u r a n t e 
mucho t iempo a la difusión del 
sistema métrico, y se oponen a ve-
ces a la modulación, sobre todo 
porque a m e n u d o hay arquitectos 
caprichosos que no desean ser mo-
lestados por reglas estrictas y que 
ciertos "jóvenes" pref ieren inven-
tar u n módulo propio . 
Sin embargo, la idea prosigue su 
camino; se ha podido comprobar 
que dibujos ex t remadamente artís-
ticos, hechos por arquitectos de ta-
lento estaban conformes al módu-
lo, del q u e difer ían tan sólo por 
el espesor de u n trazo de lápiz. , 
La segunda objeción a tañe a la 
un i fo rmidad de los inmuebles con-
formes al módulo ; si se modula 
todo, se dice a veces, las puertas , 
las ventanas, las fachadas, serán 
idénticas y esta un i fo rmidad hará 
pesar sobre la vida moderna una 
amenaza de hastío. En p r imer lu-
gar, podemos responder que los 
palacios, las casas privadas, pue-
den liberarse de toda regla, pero 
que no es posible privarse, en los 
inmuebles corrientes, de ciertas 
normas esenciales. Por otra par te , 
el riesgo de un i fo rmidad exterior 
no es de temer, puesto que pre-
cisamente el n ú m e r o de elementos 
que intervienen: puertas , venta-
nas, canalones, etc., pueden ser 
dispuestos de formas muy diferen-
tes. La p rueba la tenemos en el 
problema p lan teado a los a lumnos 
arquitectos franceses, a los q u e se 
p ide cada año q u e hagan u n pala-
cio d i ferente de todos los que h a n 
sido propuestos por sus predeceso-
res, ut i l izando 14 columnas (es el 
p rob lema l lamado de las 14 colum-
nas) . Un simple cálculo demostra-
ría, si fue re necesario, que todavía 
está lejos el t iempo de volver a ha-
cer proyectos ya presentados. 
En cambio, la modulac ión per-
mi te realizar la prefabricación, 
condición indispensable para u n 
coste reducido de la construcción; 
los elementos prefabricados deben 
poder adaptarse sin t r aba jo suple-
mentar io impor tan te y supr imir 
especialmente el t iempo perd ido 
en las obras, que son causa de pre-
cios exagerados, que no serán nun-
ca suficientemente combatidos. Los 
resultados de la prefabricación se 
a f i rmarán seguramente cada vez 
más, a condición, bien entendido, 
de que la calidad de los elementos 
prefabricados sea i r reprochable . 
Los arquitectos de los U. S. A. es-
tán, en este sentido, par t icular-
mente entusiasmados por los servi-
cios que se pueden esperar de la 
normalización; est iman que , gra-
cias a ella, pueden verse libres de 
un número considerable de pre-
ocupaciones de orden mater ia l y 
entregarse as! de una mane ra más 
completa a su arte; no dudan en 
reconocer que ciertas realizaciones 
espectaculares han sido posibles 
gracias a una cooperación ín t ima 
ent re ellos y los normalizadores. 
Este sent imiento es compart ido 
igualmente en Francia por algu-
nos arquitectos, en general encar-
gados de la reconstrucción de las 
ciudades que han sido alcanzadas, 
como ustedes saben, por los bom-
bardeos de la guerra ; su apoyo mo-
ral es ex t remadamente precioso pa-
ra nosotros y h a n permi t ido nor-
malizar un código que, f i j ando las 
atr ibuciones de todos los que cola-
boran en la construcciáfi, ha facili-
tado las relaciones, a m e n u d o deli-
cadas, ent re los diferentes cuerpos 
de Estado. Además, la A F N O R aca-
ba de edi tar u n folleto concebido 
de manera que el arquitecto, para 
cada par te de la construcción que 
t iene que realizar, tenga presente 
en todo momen to la lista de las 
normas que le es út i l conocer. 
Este conciso relato q u e m e ha 
sido dado exponer ante ustedes, y 
po r el q u e he exper imentado u n 
sumo placer, sobre la obra de la 
normalización, no h a tenido más 
ambición que la de demostrarles 
que se t rata de una actividad ex-
t remadamente impor tan te y de 
u n a ut i l idad considerable. Es in-
dispensable recordar constantemen-
te estas verdades, puesto que los 
t rabajos de normalización se mues-
tran algunas veces, a priori , in-
gratos y pesados. Ingratos lo son 
hasta cierto punto , puesto q u e 
siempre causa decepción empren-
der una obra en la q u e se sabe 
de an temano que hay que enf ren-
tarse con personas y con hechos; 
entonces hay que armarse de pa-
ciencia y poner en práctica todas 
las posibilidades de persuasión pa-
ra inducir a personas convencidas 
en pr incipio de los beneficios de 
la normalización, a utilizar estos 
beneficios por su propia cuenta . 
Por otra par te , si bien la normal i -
zación apor ta ventajas considera-
bles a la comunidad, no obstante, 
tiene que enfrentarse con ciertos 
intereses privados, con ciertas ru t i -
nas, y el éxito de los trabajos más 
elementales corre el riesgo de ser 
considerablemente diferido. 
Pesados, los t rabajos de norma-
lización no lo son par t icu la rmente 
si se los compara con todas las ac-
tividades corrientes; cierto que los 
t rabajos de investigación exal tan 
más indiscutiblemente, puesto q u e 
apelan a lo que apasiona más al 
hombre , a saber, la búsqueda de lo 
nuevo y de lo desconocido. Si los 
t rabajos de normalización no con-
sistieran más que en llevar u n in-
ventar io de los conocimientos ad-
quir idos para t ransformarlos en u n 
código vago, es cierto que para-
cerían par t i cu la rmente pesados y 
repelentes a los q u e sueñan con in-
venciones y novedades. Pero la ela-
boración de las normas no consis-
te tan sólo en llevar un inventario, 
bien al contrario, exige trabajos, 
estudios y a veces investigaciones 
de laborator io que los vuelven pa r -
t icularmente impor tantes y atrayen-
tes. Es también ocasión de contac-
tos con especialistas eminentes en 
cada mater ia , de tal manera q u e 
los documentos relativos a u n a nor-
m a en vías de elaboración, repre-
sentan, d u r a n t e u n t iempo, el resu-
men de los conocimientos más com-
pletos relativos al suje to t ra tado. 
La puesta en servicio de las nor-
mas p lan tea el p rob lema de la in-
dustr ia entera y de su evolución. 
Para poder t r aba ja r en serie, se ne-
1 2 REVISTA CHILENA DE INGENIERÍA 
cesitan normas sólidas, que no de-
bían de ser modificadas d u r a n t e 
cinco años al menos, t iempo míni -
m o y hasta muy corto, para per-
mi t i r la amortización de las insta-
laciones y de las her ramientas y la 
obtención de beneficios;es u n 
t iempo bien corto pa ra q u e los 
productos salidos de fábrica se ex-
t iendan a los almacenes de venta y 
a los comerciantes de las regiones 
más alejadas. 
Pero el progreso científico, arras-
t r ando consigo al progreso técnico, 
avanza a una rapidez vertiginosa; 
las fabricaciones más recientes co-
r ren el peligro de pasar de moda en 
u n t iempo r id iculamente corto, con 
el desvío de un públ ico solicitado 
hacia otros productos por una pu-
blicidad cada vez más hábi l . La so-
lidez, la estabil idad que apor ta 
consigo la normalización se ven ex-
puestas a duras pruebas y se pre-
senta muy a m e n u d o el caso de 
conciencia de elegir en t re el pro-
greso y la estabil idad. 
Estas dificultades son la marca, 
de nuestro t iempo y exigen q u e 
poseamos cualidades de las q u e 
quizá nuestros padres no tenían 
necesidad en u n mismo grado, y so-
mos nosotros quienes tenemos que 
adaptarnos a una época q u e cier-
t amente n o volverá atrás. Es, pues, 
u n privilegio del que debemos es-
tar orgullosos, nosotros, los norma-
lizadores, el de realizar a la vez el 
a rb i t ra je y la un ión ent re la esta-
bi l idad y la razón, indispensables 
para la solidez de la existencia y 
del progreso que descubre sin ce-
sar an te nuestros ojos mundos igno-
tos y nuevos. 
¿л 
En una conferencia precedente, 
tuve ocasión de evocar ante voso-
tros los problemas generales que 
plantea la normalización. Hoy es 
deseo mío poder hablaros de las 
cuestiones de normalización tal y 
cómo se presentan en el ámbito in-
ternacional. 
La normalización internacional 
no es. en realidad, sino uno de los 
elementos de la actividad, expo-
nente de una mayor unión entre 
los diferentes países, uno de los 
medios que permiten facilitar en-
tre éstos los intercambios de toda 
índole en los más variados domi-
nios en que los países están inte-
resados: cultura, ciencia, técnica, 
economía en general. Más aún: las 
normas constituyen, a menudo, pa-
ra los pueblos, un recurso indirec-
to para hacer f rente a la imposibi-
lidad de disponer de un idioma 
único. 
Durante largo tiempo vivieron 
las naciones apartadas unas de 
otras, excepción hecha de algunas 
escasas comarcas marít imas que 
mantenían contactos, a decir ver-
dad, reducidos y alejados, con al-
gunas que otras regiones. Los inter-
cambios culturales, muy reducidos, 
eran la resultante de guerras, las 
más de las veces, y, sobre todo, de 
conquistas de unas naciones por 
otras. En cuanto a los intercambios 
industriales, prácticamente no exis-
tían. Por otra parte, la diversidad 
de razas y de modos de vida no 
contribuía a que se acortaran las 
distancias. Por consiguiente, lo que 
ha traído el acercamiento de los 
pueblos en el plano del lenguaje, 
y, hasta cierto punto , en el de los 
instrumentos de medida, es el des-
arrollo de la civilización, creando 
esas exigencias nuevas en el terre-
no económico. Verdad es que en 
las diferentes épocas de la historia, 
en la Edad Media, en el Renaci-
miento, etc., pueden hallarse hue-
llas de normalización que rebasan 
el marco de ciertas fronteras, pero 
hay que recordar que en aquel en-
tonces la misma noción de país 
permaneció largo tiempo no poco 
imprecisa, y, económicamente ha-
blando, no podía dejar de topar-
se con las barreras aduaneras, que 
hacían resultasen los intercambios 
más difíciles y costosos. 
Asimismo, incesantes guerras pa-
ralizaron durante largo t iempo to-
dos los esfuerzos proyectados o in-
tentados para facilitar los inter-
cambios. 
T a n sólo a fines del siglo XIX, 
en Europa, y ello como consecuen-
cia de la súbita expansión indus-
trial, arraigó la idea de precisar 
ciertas nociones y adoptar deter-
minadas especificaciones comunes. 
Ello dio lugar a la creación de co-
misiones u organismos, cuya misión 
era unificar ciertas medidas y co-
dificar determinadas reglas en el 
terreno en que los intercambios 
podían considerarse como más in-
tensos. 
Dos preocupaciones acapararon 
inmediatamente la atención: por 
una parte, el problema del aterra-
jado, que era —y por desgracia si-
gue siendo— de lo más incoheren-
te, y, por otra, las cuestiones rela-
tivas a la electricidad. Tratábase, 
en el pr imer caso, de hacer que re-
sultara más fácil el abastecimien-
to, evitando cargarse de esas exis-
tencias que hacen no se encuentre 
en las tiendas sino lo inutilizable. 
Este meritorio esfuerzo fue acerba-
mente criticado, con gran número 
de argumentos, por cierto, de los 
que nos ocuparemos más adelante. 
Y la seductora unidad, tan anhela-
da de todos y con la que se espera-
ba clausurar el Congreso de Zurich 
(hacia 1899), no pasó a ser entonces 
una realidad, como tampoco lo es, 
desgraciadamente, en nuestros días. 
En cambio, en lo tocante a la 
cuestión de la electricidad, plan-
teáronse desde el princiipo diver-
sos y numerosos problemas de nor-
malización, que los interesados cre-
yeron necesario zanjar. Y es que la 
electricidad, a principios del siglo 
XX, era una técnica nueva, con la 
que no se habían contraído cos-
tumbres inveteradas, y se prestaba, 
por lo mismo, a que se normalizara 
de modo bastante extenso. De ahí 
que la Comisión Electrotécnica In-
ternacional, creada allá por 1900, 
contara con el apoyo de todos los 
países interesados, siendo su auto-
ridad cada día más acatada - s i -
cabe. A sus trabajos se les recono-
ce umversalmente la máxima auto-
ridad, y precisa decir que de por 
sí constituyen el mejor ejemplo que 
puede darse _ a numerosas comisio-
nes internacionales. 
Pero es el de la electricidad un 
dominio muy delimitado, a propó-
sito del cual los problemas se plan-
tean con la máxima claridad. Por 
otra parte, los ingenieros que se 
ocupan de resolverlos, son de exce-
lente formación técnica, y sobre 
todo homogénea, lo cual les permi-
te comprenderse y entenderse con 
cierta facilidad. Esas favorables 
condiciones no se hallan reunidas, 
por desdicha, en todas las activida-
des técnicas en que la normaliza-
ción internacional puede ser útil . 
Eso es precisamente lo que ha he-
cho que no se pusieran de acuer-
do los diversos países en materia 
de normalización, y que, al hacer-
lo, lo realizaran tan tardíamente. 
La pr imera realización de esta í ^ 
1 4 REVISTA CHILENA DE INGENIERÍA 
dolé data de 1926. Creóse entonces 
la ISA (Asociación Internacional de 
Normal ización) , f u n d a d a en Wash-
ington. Pero, a pesar de ese pa-
trocinio, la actividad de la ISA f ue 
europea, impulsada más especial-
mente por Francia y Alemania, paí-
ses que, a pesar de las guerras que 
tan a m e n u d o han sostenido uno 
con otro, poseen u n a menta l idad 
cuyas ideas no siempre son opues-
tas y a veces pueden incluso com-
pletarse. E jemplo de ello son los 
excelentes t rabajos que se llevaron 
a efecto casi por completo sobre los 
ajustes v los números normales, de 
192G a 1939, fecha en que la gue-
r ra mund ia l in t e r rumpió la activi-
dad de esta organización interna-
cional. Creado quedaba , sin embar-
go, u n estado de ánimo. Los traba-
jos efectuados en común crearon 
u n clima de confianza q u e permi-
tió colaborar más estrecha y fruc-
tuosamente. Porque no hay que di-
s imular que los representantes de 
ciertas naciones en los comités de 
t r aba jo muest ran a menudo exage-
rado a rdor en hacer t r iun fa r su 
p u n t o de vista o el de su país, im-
pulsados, sin duda, por u n amor 
prop io mal entendido, cuando, en 
real idad, los t rabajos de normaliza-
ción internacional son el resul tado 
más bien de acción diplomática q u e 
técnica. Los pun tos de vista q u e 
precisa hacer t r iun fa r son muchas 
veces el resul tado de u n a selec-
ción efectuada ent re soluciones muy 
parecidas, de las que es menester 
elegir, a veces, algunos elementos 
pa ra completarlos por otros pro-
cedentes de otras soluciones distin-
tas, pues con frecuencia se advier-
te q u e las más racionales solucio-
nes h a n de modificarse para da r 
cabida en ellas a otros puntos de 
vista, tal vez menos puestos en ra-
zón, pero que, a pesarde todo, tie-
nen su valor. Fáci lmente imagina-
réis, vosotros, q u e sois latinos, lo 
ma l que le cuadra a uno la sola 
idea de transigir, aceptando tales 
compromisos. 
Si po r efecto de la segunda gue-
r ra m u n d i a l se paral izaron tales 
trabajos, no por ello quedó supri-
tida la necesidad de que se efec-asen. Los países aliados, por su 
par te , se vieron en la necesidad de 
realizar grandes esfuerzos de unif i -
cación en cada uno de sus grupos, 
a f in de poder amplif icar su esfuer-
zo de guerra . El grupo anglosajón, 
en par t icular , se vio obligado a 
crear, en 1943, una organización 
l lamada UNSCO (United Nat ions 
Standards Coordinat ing Commitee), 
q u e tuvo que emprende r una serie 
de trabajos de suma urgencia, en-
tre los q u e f iguraba la normaliza-
ción del a t e r ra j ado y la de la pul -
gada. Más ade lante volveremos a 
ocuparnos de esas dos reformas, 
que tan sólo fueron parciales y 
cuyo éxito f ina l no puede decirse 
q u e sea pa ra fecha próxima. Sea lo 
que fuere, el caso es que, termina-
da la guerra , los Estados Unidos to-
maron la iniciativa de t ransformar 
la UNSCO en organización interna-
cional de normalización. N o sin di-
ficultades se realizó la t ransforma-
ción, constituyéndose, en 1946, la 
iso (Organización Internacional de 
Normal ización) , la cual, previa 
conclusión de un acuerdo, con lo 
q u e quedaba de la ISA ha pasado a 
ser la organización q u e todos vos-
otros conocéis. Poco a poco las na-
ciones del m u n d o van dándole su 
adhesión. Los principios fueron di-
fíciles, pe ro eso no es extraño, 
puesto q u e se t ra taba de ag rupar 
a todos los países del globo. Ale-
jadas ahora esas dificultades, ya 
empiezan a aparecer los f rutos de 
una cooperación sin e jemplo pare-
jo hasta la fecha. 
* 
Hecha esa reseña histórica, m e 
parece necesario daros algunos de-
talles sobre la iso, su estructura y 
func ionamiento . Algunos ejemplos 
de los t rabajos q u e está l levando a 
efecto nos permi t i rán luegos i lustrar 
la misión de esta organización. 
La iso no es una organización es-
tatal . Vive y funciona sin estar so-
met ida a tutela a lguna de los Go-
biernos. Por consiguiente, los repre-
sentantes de cada país en el seno 
de la iso ostentan la representación 
de su respectivo país o la suya pro-
pia: no son mandatar ios de su Go-
bierno. En todo caso, las posicio-
nes que adoptan, así como las opi-
niones que sostienen, no se conside-
ra que emanan de un Gobierno, si-
no del organismo de normalización 
de su país. Este p u n t o resulta ser 
de gran importancia , pues si así no 
fuese, dif íc i lmente podría evitarse 
que se in t rodu je ran cuestiones de 
política en los problemas técnicos, 
dísvír tuando así el sentido y alcan-
ce de las discusiones. 
Por lo tanto, es la iso una asocia-
ción de Comités Miembros, que 
cada uno representa a un país. El 
término de Comité Miembro desig-
na a la organización de normaliza-
ción del país de que se t rata . Huel-
ga decir que, para q u e un país pue-
da ser admi t ido en el seno de la 
ISO; es menester q u e en el refer ido 
país haya una organización única 
de normalización consti tuida y re-
conocida, de la q u e emane el Co-
mité Miembro. Ha causado decep-
ción y extrañeza en ciertos países 
tener conocimiento de que no po-
dían formar par te de la iso por ca-
recer de organismo representativo. 
Otros, que por motivos políticos 
poseen territorios separados unos 
de otros, t ra tan de hacer q u e se les 
reconozca una oficina de normali-
zación en cada terri torio. En ambos 
casos le es a la iso imposible com-
placerles. 
Na tura lmente , cada Comité 
Miembro satisface una cuota en dó-
lares, calculada aprox imadamente 
y en relación con lo que el país 
representa respecto de la normali-
zación. Es imposible evitar que tal 
estimación resulte bas tante apro-
ximada. Sin embargo, ha demostra-
do la experiencia que el cálculo 
aproximado era de lo más razona-
ble, puesto q u e las reclamaciones 
s iempre h a n sido insignificantes. 
La iso elige u n Consejo de Ad-
ministración, que t iene po r misión 
hacer func ionar todo el mecanismo 
de la misma. Algunos países son re-
elegidos con bas tante frecuencia. 
Otros, en cambio, permanecen so-
lamente los tres años del m a n d a t o 
electivo. Al pr incipio, la pe rmanen-
cia de ciertos Comités Miembros 
en el Consejo de Administración 
resultó excelente y lo resulta aún 
ahora, en par te , por lo menos, 
pues, a pesar de los doce años q u e 
Y ANALES DEL INSTITUTO DE INGENIEROS 1 5 
lleva de existencia, la iso es toda-
vía muy joven y t iene que acumu-
lar experiencia, lo mismo en éxitos 
q u e en fracasos. T a m b i é n la reno-
vación de miembros del Consejo de 
Adminis t ración tiene su par te bue-
na, pues permi te apor ta r al mismo 
ideas nuevas y opiniones origina-
les de gran interés. 
Los t rabajos técnicos constituyen 
la base esencial de la existencia de 
la iso. Eso, hay q u e repet i r lo hasta 
la saciedad, pues ha podido repro-
charse a ciertos Miembros el inte-
resarse más bien por las cuestio-
nes administrat ivas y f inancieras 
q u e por las técnicas. Queda fue ra 
de toda duda , desde luego, q u e el 
func ionamien to de la organización 
h a de ser i r reprochable, sin perder 
de vista, claro está, el f in q u e se 
p ropone alcanzar, q u e es la publ i -
cación, no de normas internaciona-
les, sino recomendaciones. Más ade-
lan te veremos por qué se ha adop-
tado el t é rmino de "recomendacio-
nes". 
El Presidente es elegido cada tres 
años. Su elección constituye u n 
gran acontecimiento en el seno de 
la iso y en la vida de la misma, 
pues la elección de dicha personali-
dad reviste una significación sim-
bólica, tanto en lo relativo a los di-
versos países como al id ioma q u e 
representa y a su formación espiri-
tual . Los Presidentes q u e hasta la 
fecha han estado al f r en te de la 
iso eran y son personalidades ver-
daderamente notables, conocidas 
por su valor científico o técnico. 
Con su actuación han confer ido al 
organismo u n realce q u e le ha si-
do de gran ut i l idad en las relacio-
nes que ha man ten ido con otras (y 
numerosas) organizaciones interna-
cionales. 
El func ionamien to de la iso es 
m u y sencillo. El Secretario General 
del organismo reúne todos los te-
mas de normalización considerados 
de interés y los distr ibuye ent re los 
Comités Miembros voluntarios. Es-
tos pasan a ser, entonces, secretarías 
técnicas encargadas de activar la 
labor, convocar a los interesados a 
las reuniones de t rabajo , levantar 
acta de las sesiones y p repara r los 
proyectos de recomendación. Esta 
labor es bastante compleja y re-
quiere m u c h o t iempo, pena y tra-
bajo, pues, como es sabido, nada 
hay tan difícil como coordinar tra-
bajos técnicos. Na tura lmente , la 
colaboración q u e prestan las secre-
tarías técnicas es en te ramente des-
interesada, así como la de todos 
los especialistas que toman pa r t e 
en los t rabajos y en las discusio-
nes. Si a todas esas exigencias se 
añaden las de efectuar largos via-
jes, a veces con frecuencia, se po-
drá fo rmar concepto de lo impor-
tante que es la labor que asumen 
los "normalizadores internaciona-
les" y de la infat igable abnega-
ción con que se dan a una obra 
en te ramente desinteresada. 
Ya sabéis, sin duda , el impor tan-
te pape l que desempeñan las cues-
tiones de lengua je en todas las or-
ganizaciones internacionales. Pues 
bien, al crearse la iso, se vio ésta 
en la obligación de adoptar el in-
glés, el francés y el ruso como len-
guas oficiales. Se renunció a util i-
zar otros idiomas, cuya cual idad de 
expresión no se hizo en t rar en lí-
nea de cuenta, por resul tar impo-
sible adop ta r más de tres. Ello es 
muy na tura l , pues la sola traduc-
ción del ruso al inglés o al f ran-
cés plantea, en ciertas reuniones, 
problemas de muy difícil y delica-
da solución. T a m b i é n resulta em-
presa muchas veces difícil estable-
cer en tres idiomas los documen-
tos de la iso. Para darse cuenta de 
las dificultadesq u e en ese aspecto 
se le ofrecen a la iso, basta saber lo 
escasas que son las máquinas de 
escribir de caracteres rusos. Fácil es 
imaginar cuáles serían las t r ibula-
ciones de la iso si se hubiese teni-
do que aceptar el chino como idio-
ma oficial. 
Los meros estudios técnicos no 
bastan pa ra que den lugar a reco-
mendaciones. Es menester proce-
der a ciertas consultas, establecer 
f inal idades de adopción . . . Al efec-
to, u n sistema bastante riguroso ha 
regulado, de u n a vez para siempre, 
el modo de proceder. Cierto es q u e 
el sistema no resulta s iempre có-
modo ni fácil de aplicar, dando in-
cluso lugar, a lguna que ot ra vez, a 
críticas acerbas. Pero hay q u e re-
conocer que, sin él, in te rpre tar ían-
se los t rabajos técnicos con no po-
ca fantasía, y a veces hasta con al-
teraciones a posteriori . Por eso, a 
pesar de todo, no pueden dejarse 
de acatar las reglas del sistema, así 
como las directrices que han preci-
sado las normas de t raba jo de los 
Comités Técnicos. 
Ya he indicado antes que el f in 
q u e se asigna a los t rabajos no es 
el establecer normas internaciona-
les, sin recomendaciones. En esta 
precaución aparece el criterio an-
glosajón, que es reacio a dejarse 
imponer prescripciones q u e no sean 
nacionales, y que, según los intere-
sados, menoscabarían la soberanía 
nacional . En Francia llegamos a la 
misma concepción, pero por moti-
vos diferentes. Consideramos q u e 
los documentos internacionales es-
tán casi s iempre mal redactados, 
p o r q u e una par te más o menos im-
por t an te del contenido es de textos 
concebidos y redactados en otros 
idiomas, y aun aceptando q u e la 
traducción sea correcta, es imposi-
ble evitar que otros países traduz-
can sus ideas ba jo formas que co-
rxesponden a su idioma, pero no 
al de otros países. El texto francés 
resul tante ha de ser, pues, poco 
apreciado por los franceses y, por 
eso, se pref iere adap ta r lo y darle, 
en forma de no rma francesa, la 
necesaria claridad y precisión q u e 
lo valoricen sin modif icar el senti-
do real de las prescripciones con-
tenidas. Parece ser este el me jo r 
de los métodos. 
Se ha hecho observar, sin em-
bargo, q u e hay países, novicios en 
mater ia de normalización, que se 
considerarían muy satisfechos adop-
tando sencilla y l lanamente las re-
comendaciones como normas nacio-
nales, sin modificarlas en lo más 
mín imo. Nada se opone, claro es-
tá, a q u e se ponga eso en práctica: 
la iso se considerará muy satisfe-
cha de al lanar con sus recomenda-
ciones las dificultades de esos paí-
ses y facilitar así el t r aba jo de los 
mismos. 
* 
Ese es, def in ido a grandes rasgos, 
el ins t rumento de t r aba jo que re-
1 6 REVISTA CHILENA DE INGENIERÍA 
presenta la iso. Ahora es menes-
ter examinar cómo p u e d e funcio-
na r ú t i lmente en u n ámbi to en el 
que se hal lan todos los climas, to-
das las civilizaciones, todas las in-
dustrias, todas las ciencias. A pri-
mera vista, el t raba jo aparece ím-
probo. Personalidades preeminen-
tes ha hab ido q u e creían imposible 
pud ie ran realizarse los t rabajos en 
el espacio de t iempo convel ien te 
para q u e la mayor pa r t e de las pres-
cripciones normalizadas no hubie-
ran de jado de ofrecer interés en su 
aplicación. 
Las realidades no just if ican tal 
pesimismo puesto q u e los t rabajos 
siguen adelante, si bien, claro está, 
con las dificultades que nunca de-
j an de presentarse. Pa ra convencer-
se de ello, basta con examinar los 
t rabajos que se están realizando. 
Dividámoslos —arbitrariamente— en 
dos categorías: aquellos en que no 
se p lan tea el p rob lema de las uni -
dades y aquellos en q u e el sistema 
métr ico y el de pulgadas desempe-
ña u n pape l p reponderan te . 
En los de la p r imera categoría 
examinaremos las cuestiones rela-
tivas a los métodos de ensayo, a 
la terminología y a determinados 
problemas de seguridad. 
Los métodos de ensayo fue ron 
objeto ya (en u n a conferencia pre-
cedente) , de u n estudio crítico. Sir-
ven de base pa ra la aceptación de 
los productos y constituyen u n a 
garant ía para el comprador o usua-
rio contra todo riesgo de disconfor-
midad con las especificaciones. А 
pesar de las dif icultades con que se 
tropieza en ese campo, puede es-
perarse sea posible llegar a u n 
acuerdo internacional sobre deter-
minados tipos de métodos de en-
sayo. Los análisis químicos, en par -
t icular, se efectúan de modo m u y 
parecido en todos los países: su co-
dificación no parece que haya de 
oponer los ingenieros unos a otros. 
Por eso es de esperar que, en este 
terreno, podrán obtenerse resulta-
dos positivos. En cambio, divergen 
considerablemente los ensayos me-
cánicos, ya se t ra te de tracción, re-
sistencia o dureza. T a n sólo los 
ensayos de dureza pe rmi ten espe-
r a r una unificación, más bien por 
los propios apara tos (Brinell, Rock-
wel, Vickers), que por obra de los 
ingenieros. Ya en otra conferen-
cia se puso de manifiesto —y es 
menester insistir cont inuamente en 
ello— la imposibi l idad de pasar de 
un ensayo a otro ut i l izando una 
fórmula simple, a u n q u e es m u y 
probable q u e los esfuerzos de los 
especialistas resulten vanos en es-
te sentido. T a l vez sea posible esta-
blecer, sin embargo, cuadros de co-
rrespondencia en cuanto a deter-
minados aceros y en lo tocante a 
la carga de rup tu r a , dureza, etc., 
cuando dichas características son 
obtenidas por procedimientos dis-
tintos, pe ro el usuar io tendrá q u e 
resignarse a leer u n a cifra en u n a 
columna sin poder comparar la con 
la de otra . 
Si en los casos de ensayos clási-
cos pueden aparecer divergencias, 
no es ex t raño hallarlas, y aun ma-
yores, en tentativas de normaliza-
ción referentes a métodos nuevos. 
El e jemplo q u e puede citarse sobre 
el par t icular , por suscitar verdade-
ros enfurecimientos, es el de los es-
tados de superficie, estudiados por 
u n Comité Técnico, cuya secretaria 
corre a cargo de la URSS. El estado 
de las superficies resulta ya, de po r 
sí, difícil de definir , pues no se sa-
be exactamente si h a de determi-
narse la superficie p u n t o por pun to , 
l ínea por línea, o e lemento por ele-
mento . A cada caso corresponde u n 
método de ensayo, caracterizado por 
el uso de un apara to y no por la 
aplicación de una teoría científica. 
Dadas esas condiciones ¿cómo llegar 
a un resultado? La sola manera se-
rá, a nues t ro en tender , ser razona-
ble, y, apl icando u n a vez más nues-
tra famosa teoría funcional , def in i r 
el uso del producto . Entonces será 
fácil escoger el apara to convenien-
te, s iempre que se evite ir en pos 
de u n a precisión excesiva. 
La terminología, en el ámbi to 
internacional , es, sin duda , una 
verdadera plaga. Lo es intrínseca-
mente , puesto que la confrontación 
de idiomas diferentes amplif ica las 
dif icultades que ya son de compli-
cada resolución, incluso en el pla-
no nacional . Lo es t ambién p o r q u e 
los esfuerzos de la iso se ven cons-
tan temente pe r tu rbados por inter-
venciones de organismos internacio-
nales o supranacionales que, al po-
nerse a t raba ja r , descubren q u e es 
menester emplear u n lenguaje рте-
ciso y emprenden t rabajos d e ter-
minología sin i n fo rmar siquiera de 
ello a la iso. Repet idas veces nos 
hemos dado cuenta de q u e la 
UNESCO, por e jemplo, organiza-
ción de toda seriedad, se hab ía pro-
puesto publ icar u n léxico sobre 
asuntos tratados por la iso y ya 
hab ía puesto manos a la obra . Po-
drá objetarse q u e la iso debía ha-
berlo advert ido a t iempo, pe ro hay 
q u e decir q u e resulta muy difícil 
adivinar cuál es el p rograma de 
t r aba jo de organismos encargados 
de estudiar los más diversos pro-
blemas. 
La iso se hal la ac tua lmente an-
te la necesidad de solventar una 
cuestión de terminología par t icu-
la rmente delicada, relativa a la 
energía nuclear . Este t r aba jo es el 
resul tado de una iniciativa tomada 
con jun tamente por la iso Y la CEI 
en 1956, cuando ambos organismos 
tenían que

Continuar navegando

Materiales relacionados

446 pag.
RCM II John Moubray

ESTÁCIO

User badge image

André Luiz Tameirão Castelo Branco

500 pag.