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Escritura y Pensamiento 
AÑo X, No 22, 2008, PP. 189-194 
Lurs }ArME CrsNEROS VrzQUERRA 
MÁS NOTAS SOBRE BORGES 
Hay en toda la obra de Borges una lucha declarada para que las 
ideas se concilien con la forma. La expresión dé la imagen o del concep-
to reclama siempre la forma adecuada, que es la precisa, la pertinente, 
la sola esperable. Esta voluntad de perfeccionamiento puede leerse en 
las versiones distintas que ofrecen algunos textos suyos (ya sea en prosa, 
ya en verso). La perfección en la forma (ya se trate de la organización 
sintáctica, del ritmo de la frase o de la estricta precisión léxica), la per-
fección de la materia (ya aluda al mundo sentimental o al universo de 
los trasfondos metafísicos), la perfección en la intención descriptiva (sea 
expresión en verso o en prosa); todo en Borges se ofrece en una tensión 
trabajosamente elaborada, para asegurar el remanso de una compren-
sión inteligente. 
¿Con qué material da pruebas Borges de estas solicitaciones que 
lo acosan con palabras?. ¿De qué estrategias se vale? De los recursos 
sintácticos que le ofrece el sistema. Las palabras muestran el mundo 
real, nos introducen en él; sus frases denuncian siempre la maqueta (el 
esqueleto) de los engranajes racionales en que se sustentan las asociacio-
nes semánticas, los elementos constitutivos de la frase. Y cuando no sig-
nifiCan (mirando hacia el horizonte de la inteligencia), las palabras su-
gieren, persuaden (mirando e iluminando a la esfera de la imaginación). 
Pero la estrategia sintáctica es la asegurada por la norma lingüística para 
la expresión racional, apoyándose intelectualmente en el lenguaje. Lo 
veremos con nitidez preclara en El Aleph. Tenía Borges conciencia clara 
del valor de la sintaxis, y sabía sentirla como algo personal, como el 
signo peculiar de un estilo. Por eso dice: 
190 LUIS }AIME C!SNEROS VIZQUERRA 
La diferencia entre los estilos es la de su costumbre sintáctica. Es 
evidente que sobre la armazón de la frase pueden hacerse muchas 
( ... )No de intuiciones originales -hay pocas-, sino de variaciones y 
casualidades y travesuras suele alimentarse la lengua" (El idioma de 
los argentinos, 27). 
Y debemos, tal vez, recordar que Amado Alonso ha calificado al de 
Borges como un estilo de calidad, un "estilo verdadero": 
Digo estilo verdadero, que no es impecable gramática y abundante 
léxico; estilo, que no es lucida retórica" (Materia y forma en poesía, 
440). 
Estilo que nos desconcierta a veces con recursos y "valoraciones 
convencionalmente morales" que suelen muchas veces pertenecer a otra 
convención (Ibíd., 439). Y es que hay que coincidir con el maestro es-
pañol en que existen tres grupos de escritores: "los que piensan antes 
de escribir, los que piensan mientras escriben y los que no lo piensan 
ni piensas". Y esta acotación es realmente importante, porque el estilo 
de Borges no está solamente referido a procedimientos singulares de 
lenguaje. El estilo borgesiano implica una estricta y muy personal ma-
nera de pensar (Ríos Patrón, 49-y n.). Lenguaje y pensamiento se hallan 
solidariamente convocados en esta encrucijada del estilo. 
Y esto, ¿por qué? Por lo pronto (y lo fue desde la iniciación de su 
ejercicio literario), el lenguaje se presenta para Borges como una impe-
riosa necesidad del hombre, "lo propiamente humano en él". Pero no 
puede el lenguaje comunicar la realidad. El lenguaje se da en el tiempo, 
en tanto que la realidad ocupa tiempo y espacio, que son infinitos. Y 
no puede el lenguaje expresar la simultaneidad de los hechos ni la dura-
ción de los mismos en el tiempo. Borges confiesa llanamente que no sabe 
"cómo transmitir a los otros el infinito Aleph". Sus ojos ven y confirman 
la simultaneidad con que se dan "actos deleitables o atroces", pero está 
compelido a explicarlos sucesivamente porque el lenguaje (el signo) es 
lineal, como lo postuló Saussure, y se da inexorablemente en el tiempo 
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MÁS NOTAS SOBRE BORGES 191 
y es así, por lo tanto, sucesivo. Si el lenguaje tuviera que actuar solo 
nos condenaría, quizás, a otro tipo singular de incomunicación o de 
soledad. Estamos condenados, por eso, a la ambigüedad lingüística, "el 
único modo de comunicar lo incomunicable, de conciliar los opuestos" 
(Gutiérrez Girardot, 57). Por eso el hombre recurre a las representacio-
nes y a trasegar un lenguaje de las apariencias. No extraña, entonces, 
que Borges llegue a afirmar: 
La numerosidad de representacion_es es lo que importa, no la de 
signos (El Idioma ... , IX 170). 
Estamos ahora en condiciones de comprender el valor que Bor-
ges asigna a la metáfora. Ahora valoramos esta afirmación y su alcance 
estrictamente intelectual. Nos sirven para expresar las verdades ocul-
tas, el meollo, las esencias. Estamos en la mejor hora del renacimiento 
europeo, en el momento mejor de la tradición indoeuropea. Implican 
estos recursos metafóricos la intensificación de los significados, a fin 
de ofrecer la representación mejor (diríamos: la mejorada visión) en 
nitidez y precisión; por eso le pide precisión a las imágenes (Idioma, 88), 
y por eso confiesa llanamente que "la metáfora es asunto acostumbrado 
de su pensar" y por eso, también, se muestra disconforme con la idea de 
que la metáfora sea calificada como "el hecho poético por excelencia". 
Pero ocurre que al revisar la poesía popular extrañamos la aparición de 
metáforas. Y Borges tiene esta sencilla explicación: 
El hecho puede tal vez resolverse así. Las cosas (pienso) no son 
intrínsecamente poéticas; para ascenderlas a poesía, es preciso que 
las vinculemos a nuestro vivir, que nos acostumbremos a pensarlas 
con devoción" (El Idioma ... , 56). 
Es importante -afirma- prescindir, cuando hablamos, del recurso 
metafórico y "es imposible entendernos sin olvidarlo". 
Si no asociamos estas ideas sobre el lenguaje con la estética de 
Borges, no podremos sacar provecho de sus textos. Esta manera de ser 
-1 
192 Lurs }AIME CisNERos VrzQUERRA 
del lenguaje postula la irrealidad del mundo aparente, y eso está íntima-
mente ligado con la concepcióndel tiempo. Más allá del presente, no 
cabe hablar del tiempo. Este mismo preciso presente que nos contiene 
y que habitamos es una ilusión. Esta afirmación descansa (y lo ha visto 
claramente Rodríguez Monegal) en la intuición de la vanidad del cono-
cimiento intelectual y en la convicción de la imposibilidad de penetrar 
el último designio del mundo (Rodríguez Monegal, 345). 
Casi con seguridad no tiene lo suyo trascendencia filosófica, pero 
nos explican el sentido de la obra misma de Borges. Esta actitud crítica 
revela, en verdad, la esencia de la obra borgesiana por entero. Su pre-
ocupación primera es hacer frente a sus propios propósitos conductores 
y someterlos a análisis. No hay actitud más honesta, en ese sentido, que 
la suya consigo mismo. Forma parte de su actividad creadora. Analizar 
es tina manera constructiva de crear. Hacer es hacer y deshacer, renovar 
y recrear. El creador se halla en operatividad constante. Es la Sprachtatí-
gkeit de Humboldt, tantas veces olvidada. Es decir, pura y auténtica. 
Cuando defiende la actitud que un crítico debe realmente asumir frente 
a las obras sobre las que debe emitir opinión, Borges pone de relieve la necesi-
dad de atenerse exclusivamente a los textos por entero, al autor por entero, en 
sólida unidad, y no centrarse en pasajes ni fragmentos. Lo que ocurre es que el 
hombre, en tanto que hablante, no tiene que acertar con su propia voz: 
Dentro de la comunidad del idioma, el deber de cada uno es dar 
con su voz. Nosotros, los que procuramos la paradoja de comuni-
carnos con los demás por solas palabras (. .. ) sabemos bien la ver-
güenza de nuestro idioma (. .. ) Sabemos que el lenguaje es como la 
luna y tiene su hemisferio de sombra" (El Idioma ... , 181-82) 
Mucho se ha especulado sobre las reservas expuestas por Borges 
respecto de la lengua española. Pero no vale explotar una opinión aisla-
da, sino encuadrar sus ideas lingüísticas en el contexto de toda su labor 
artística, que es labor de orfebrería lingüística. En 1927 podemos oírle 
proclamar sus anhelos lingüísticos; ahí expresa su opinión tajante: 
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En 1927 podemos oírle 
·;u opinión tajante: 
MÁs NOTAS SOBRE BoRGES 
Que alguien se afirme venturoso en lengua española, que el pavor 
metafórico de gran estilo se piense en español, también tiene su 
mucho de atrevimiento (. .. ) pero nosotros quisiéramos un español 
dócil y venturoso, que se llevara bien con la apasionada condición 
de nuestros ponientes y con la infinitud de dulzura de _nuestros 
barrios y con el poderío de nuestros veranos y nuestras lluvias y con 
nuestra pública fe" (Et Idioma ... , 183). 
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Y esa fe la alcanzaremos -agrega- apenas nos decidamos a escribir 
nuestra intimidad: 
"Soy indigno de manejar un idioma que a menudo deseo hubiera 
sido un derecho de nacimiento" (Autobiografía, 258). 
La escuela le revelaría que su mundo -el de su autenticidad plena-
era el español. Pero él no vive las lenguas como cosa distinta en el hogar, 
sino como los naturales modos verbales de hablar con su abuela o con 
su madre. El idioma casero fue el idioma de la cultura, garantizado por 
la abuela y el ama inglesas. Supo advertir -porque era imaginativo e 
inteligente- que la acepción prestada a las palabras por el diccionario 
es siempre provisional y oscura. Y reflexionando sobre el idioma de los 
argentinos, supo afirmar: 
Ni las palabras asumen invariadamente la acepción que les es repar-
tida por el diccionario, ni hay una relación segura entre las orde-
nanzas de la gramática y los procedimientos de entender y razonar 
(Et Idioma ... , 65). 
Ligada a las urgencias del hombre, la palabra no podía estar desasi-
da de nuestro mundo afectivo. El contexto vital integraba para Borges el 
círculo de la comunicación. Emoción y calor humano fueron, por eso, 
ingredientes justifica torios del lenguaje. Reflexionando sobre Whitman 
no vaciló en confiar su credo expresivo: 
194 LUIS }AIME C!SNEROS VIZQUERRA 
Aunque el verso libre no sea a veces otra cosa que un simulacro ti-
pográfico, este simulacro sirve para indicar al lector de qué manera 
debe sentir las palabras del poeta: como una exaltación, no como 
un razonamiento o como la notificación de un hecho" (La Prensa, 
Buenos Aires, 2 agosto 1958). 
Cuando se estudie la sintaxis de Borges, y se asigne la debida aten-
ción al. valor desempeñado por la puntuación en los esquemas rítmi-
co-melódico-semánticos, habremos puesto de relieve el prestigio que la 
oralidad tuvo siempre para Borges, y podremos reconocer cómo el tono 
conversacional marca el ritmo de la poesía que escribió. 
Bibliografía 
AMADO, Alonso. Material y forma en poesía. Madrid, Gredos, 1955. 
BORGES, Jorge Luis. El idioma de los argentinos. Buenos Aires, Gleizer, 1928. 
GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael. Jorge Luis Borges. Ensayo de interpretación. 
Madrid, Ínsula, 1959. 
RODRÍGUEZ MONEGAL, Emir. Borges, una biografía literaria. México, FCE, 
1987. 
§1-
HOMENAJEA 
Homenajes de est~tiro, 
envuelven nuestras vidas, se 
retraso. Así, no es 
a la que se destina este 
su trayectoria intelectual, se 
su vida o, tras el impot~nte 
situación límite como laesel 
la posibilidad de sentir nuesl1·1 
produce una algarabía (:sreciJ 11 
el Departamento de Filasofia 11 
decidido, con mucho acierto, 
personalidad emblemática de 
investigador de la Facultad de i 
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cuentra transitando por ]os 
de labores se tratara, con la 
continuar sin asomo alguoo 
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puede enseñarnos. Por todo el 
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fortalecida por los años transc01 
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de participar en este ha¡11en~l 
cernas esta noche en el lllarcü 
maestro sanmarquino 
quien pido, antes de con~íoua1' 
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Discurso pronunciado en el 
ocasión del Dia Mundial de ¡~ 
Facultad de Lerras Y Ciencia&

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