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Derechos Humanos
En la actualidad el respeto a los derechos humanos en el campo de la bioética es un punto que cobra cada vez más importancia en el mundo globalizado, cada vez que los asuntos de dignidad humana son crecientemente infringidos, atentando contra los derechos humanos más elementales, como son el derecho a la vida, a la salud, a decidir su vida sexual, a proteger sus riquezas naturales como la biodiversidad, o la paridad de género. 
El concepto “derechos humanos” no tiene un significado único y comúnmente aceptado por todos. Se generan definiciones muy diferentes, como por ejemplo en occidente hay una pluralidad de concepciones de los derechos humanos: la perspectiva iusnaturalista que implica una fuerte acentuación de sus aspectos éticos; la comprensión iuspositivista (corriente de pensamiento jurídico, cuya principal tesis es la separación conceptual de moral y derecho), que pone el acento en el aspecto jurídico; y una vía intermedia, que busca superar esta dualidad entre el naturalismo y el juridicismo, señalando la necesidad de su integración. 
Por su titularidad se habla de derechos humanos porque es común atribuir su posesión por principio a todos los seres humanos y sólo a ellos. Según las determinadas propiedades que se les atribuyan, que tradicionalmente han sido tres, los derechos humanos serían universales, absolutos e inalienables. También habría que añadir, sin duda, su carácter histórico y su carácter dialéctico que lleva implícito el de la indivisibilidad. 
A pesar de las críticas y de las voces en contra, es innegable que en estas últimas décadas se ha incrementado de manera notable el respaldo a la teoría de los derechos humanos. Se ha venido consolidando la tendencia de la gente común a expresar su inconformidad y sus voces de protestas en el lenguaje de los derechos, lo que constituye sin duda una prueba de que este lenguaje ha logrado afianzarse en la conciencia colectiva; Los campesinos que sufren la violencia de la guerra, los indígenas sin tierra, los asalariados y obreros, los recicladores de basuras, los habitantes de los barrios marginados, todos ellos expresan sus protestas y reivindicaciones apelando al principio de la dignidad humana y del derecho a la vida, que consideran pisoteados de diferente manera por los actores de la violencia, por la desidia e ineficiencia del Estado, por la supervivencia de privilegios, etc. Por lo demás, el recurso a los derechos no se limita a los marginados o a quienes viven en condiciones de emergencia: es muy común que un ciudadano proteste por la demora de un trámite, alegando que algunos funcionarios públicos están violando y atropellando sus derechos fundamentales. Una prueba adicional de este arraigo de la teoría de los derechos lo constituye la proliferación de las acciones de tutela (esta acción solo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable), expresión tangible de una nueva actitud ciudadana en quienes ya no están dispuestos a tolerar de manera pasiva injusticias y atropellos de sus derechos básicos. 
Al mismo tiempo, es innegable también que la hegemonía creciente del discurso de los derechos humanos, en lugar de disminuir la ambigüedad de esta noción, la ha acrecentado: todos apelan a derechos, pero cada cual parece entender, a su manera, el sentido y el alcance de los mismos. La opinión pública asiste con asombro al hecho frecuente de que quienes más apelan a la protección de sus derechos son precisamente los sujetos que más irrespetan la vida humana y los valores mínimos de convivencia; esa opinión también descubre que las instancias encargadas de velar por el respeto de los derechos básicos se transforman a menudo en una amenaza y en un factor adicional de violencia.
La referencia anterior también debe explicitarse más. No es posible tampoco limitarse a la simple defensa, es decir esperar la violación de los derechos humanos para actuar. Estamos llamados por la misma ética que se entiende como el desarrollo de las máximas potencialidades del hombre, a promover los Derechos Humanos. En efecto, el desarrollo del individuo y el progreso de una sociedad descansan sobre esta ética que es el principio de respeto a la dignidad de cada persona y la elevación de su calidad como tal; la escuela más que cualquier institución, considerando aparte el caso de la familia, que es evidentemente el primer lugar de la educación, es un lugar privilegiado para cumplir con esta tarea. El maestro es un ser humano que ha aceptado la altísima responsabilidad de poner en práctica en su vida los valores que nuestra sociedad ha defendido por siglos. 
Los derechos humanos son el resultado de la necesidad que tiene el hombre de vivir de manera comunitaria dentro del marco del respeto mutuo de las libertades y el libre desarrollo individual y social. Estos privilegios son las pautas que orientan la convivencia humana y tienen como punto de partida los principios de igualdad. 
A pesar de existir un amplio dispositivo nacional, regional, e internacional para la defensa de los derechos de los hombres no hay un respeto absoluto por estos. En muchos países se manifiestan violaciones a los derechos humanos. El terrorismo, la represión, la censura, la discriminación, y la miseria son las principales violaciones que sufren los derechos humanos y es conveniente destacar que ninguna de las acciones mencionadas es más importante que otra
En Colombia, la discriminación de género, enfocada a la mujer, se prolonga en áreas del territorio nacional donde la efectividad de las políticas ya existentes es nula. Esta situación debilita las instituciones y aumenta la desigualdad real de los derechos, entre hombres y mujeres.
La discriminación de género, se evidencia en la mayor tasa de desempleo de las mujeres frente a los hombres. Sin embargo, algunos programas gubernamentales y el sector terciario de la economía, no discriminan laboralmente a la mujer, y mantiene así, una participación femenina del 47%, comparada con 11% de participación masculina.
El racismo es una forma de discriminación de las personas recurriendo a motivos raciales, tono de piel u otras características físicas de las personas, de tal modo que unas se consideran superiores a otras. El racismo tiene como fin intencional o como resultado, la disminución o anulación de los derechos humanos de las personas discriminadas. Apareció en Europa en el siglo XIX con el fin de justificar la supremacía de una supuesta "raza blanca" sobre el resto de la Humanidad.
La discriminación racial es un concepto que suele identificarse con el de racismo y que lo abarca, aunque se trata de conceptos que no coinciden exactamente. Mientras que el racismo es una ideología basada en la superioridad de unas razas o etnias sobre otras, la discriminación racial es un acto que, aunque suele estar fundado en una ideología racista, no siempre lo está. En este sentido hay que tener en cuenta que la discriminación racial positiva (cuando se establecen discriminaciones con el fin de garantizar la igualdad de las personas afectadas), constituye una forma de discriminación destinada a combatir el racismo.
El racismo también está relacionado con otros conceptos con los que a veces suele ser confundido, como el etnocentrismo, los sistemas de castas, el clasismo, el colonialismo, el machismo e incluso la homofobia. 
Para ello el estado debe promover las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva; adoptar medidas a favor de grupos discriminados o marginados y proteger, especialmente, a aquellas personas que por su condición económica, física o mental, se encuentran en circunstancias de debilidad, sancionando los abusos o maltratos que contra ellos se cometan. 
El pueblo colombiano consciente de la crisis institucional y de la constante violación de la dignidad de las personas al ser él el titular de la soberanía realiza un acto de voluntad política para armonizar en términos de convivenciay orden ejerciendo su poder constituyente y consagrando en ella el principio que hace a la persona, sin embargo la paradoja más desafiante en la que vivimos es la contradicción entre el discurso de los derechos humanos y la realidad nacional.
Aunque coexisten actualmente instituciones encargadas de proteger la dignidad humana, la sola gestión de aparatos estatales y de organismos internacionales no basta, es necesario además la participación de la ciudadanía y de sus movimientos sociales y de partidos políticos tanto en el ámbito nacional como en el ámbito internacional y regional en materia de derechos humanos, el mandato por la paz es un claro ejemplo de ello, donde es la ciudadanía quien se compromete a ser constructora de paz y de justicia social, a proteger la vida y se acoge al mandato de los niños por la paz.
Porque se ha generalizado un sentimiento de rechazo hacia la continua violación de los Derechos Humanos en Colombia, que en el mandato se pide mayoritariamente que resuelva pacíficamente el conflicto armado, el respeto por el Derecho Internacional Humanitario, la no-vinculación de menores a la guerra, no asesinar, secuestrar o desaparecer y desplazar personas civiles no vinculados al conflicto.
Defender los derechos humanos no es un deber a la fuerza. Tarde o temprano, la vida va dando oportunidades de ser tocados por el dolor y la injusticia. Llega un momento en que se deja de tener miedo; algo interno se fortalece, y el miedo se usa como motor de acción, verdad, justicia, y amor. Una aparente desgracia se convierte en fortaleza. En ese momento uno ha vencido aunque lo encierren en un reclusorio. Se trata de escuchar lo que hay en lo más interno de uno mismo, consultarse a uno mismo en el interior profundo. Si se deja hablar al interior todos coinciden en que hay cosas que no se valen por ningún motivo, y éste es el campo típico de los derechos humanos. Si alguien pensara que estos actos son válidos no se estaría ante un humano, sino ante una
La generación actual tiene este reto histórico de construir pacientemente, día a día, con constancia la nueva generación de colombianas y colombianos que sean los constructores de una patria justa, tolerante y respetuosa de los derechos de los demás. Para tal fin todos debemos cerrar filas, en cada uno de los lugares que la sociedad nos ha asignado para que de un accionar coherente y unificado re direccionar la mentalidad y el imaginario de nuestras juventudes en pro de la construcción de una sociedad más tolerante, justa e incluyente.
Aún, con todo lo que ha vivido nuestro pueblo, con tanta violación de los derechos de los demás colombianos, con tantas fuentes generatrices de violencia que nos ha tocado sobrellevar, aún con una imagen deteriorada en el contexto internacional, brilla una luz de esperanza en el accionar de incontables ciudadanos respetuosos de la Constitución y las leyes, para quienes los derechos humanos interpretan el mandato divino: “Un mandamiento nuevo os doy:  Que os améis los unos a los otros;  como yo os he amado, que también os améis unos a  otros” 
Los derechos humanos en su comprensión tradicional, han sido un aporte invaluable para la humanidad. Sin embargo, las múltiples definiciones y clasificaciones de los derechos obedecen a una visión individualista y sobre todo lejana del contexto histórico y cultural de los países pobres, que ha quedado lejos de dar respuesta a los grandes desafíos planteados por la gran mayoría de la humanidad. En el campo de la bioética ha sucedido lo mismo. Los derechos humanos han llegado tarde y han quedado reducidos, la mayoría de las veces, al terreno del individuo y del respeto a sus decisiones. Aunque ha habido una reflexión bioética de corte social y recientemente planetaria, la realidad concreta de injusticia y sufrimiento sigue siendo poco afectada. Es necesario partir de una interpretación distinta de los derechos humanos, la cual está condicionada por el lugar social en el que se piensa y trabaja. Colombia clama ante todo por justicia, por una bioética que tenga como objetivo prioritario la inmensa realidad de marginación del país. Es la intersubjetividad asimétrica el imaginario que más corresponde a la violación constante y masiva de los derechos humanos y a la cultura propia donde estas realidades se concentran.

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