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derechos_humanos (4)

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3.6 Una formación constructora de paz. 
La formación para la paz es una idea vinculante a la educación, sustentada en valores éticos y axiológicos para edificar una cultura de derechos humanos, asumiendo el eje integrador a la ética – solidaria, desterrando toda idea de violencia directa, violencia cultural y violencia estructural. 
. En efecto, educar para la Paz y los Derechos Humanos es la herramienta más importante para trabajar por los cambios, para lograr la formación de una corriente social sensible y crítica ante las situaciones de violencia e injusticia, partiendo de la base de que construir Cultura de Paz y No Violencia implica trabajar desde la conciencia individual, las actitudes y las relaciones personales hasta las estructuras sociales y políticas en las que vivimos.
La convivencia social basada en derechos humanos, contiene en esencia la interculturalidad en una unidad política, esta experiencia que busca la paz y la vida tranquila, refiriéndose a la paz, muy cercana a la tolerancia, a la de seguridad, de justicia entendida dentro del marco de (Estado de Derecho). 
Desde el análisis de Mujica (2010), refiriéndose al tema de la paz en su correspondencia con los derechos humanos, se formula una serie de preguntas: 
¿Qué concepción tenemos sobre paz? 
La paz como fruto de la justicia y la igualdad, teniendo como base la dignidad humana para el goce de la vida de manera plena. 
¿Cuáles son las condiciones para la paz? 
Tener conciencia de lo que somos, de nuestras diferencias y que éstas no nos separan; ello resume de alguna manera el tema de la autoestima. En el tema de los valores, el respeto a la persona, a su dignidad, a la justicia, a la igualdad, a amar la vida en definitiva. En la esfera de lo público, de lo político, de la economía, la organización, la concertación y todo lo que tiene que ver con la vigencia de los derechos humanos. 
¿Cuáles son los obstáculos para la paz? 
Los “antivalores”, la discriminación, las actitudes autoritarias, la inseguridad en la que vivimos, el egoísmo, la injusticia, la incoherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Las estructuras económicas, las leyes antidemocráticas que se dan en el país, la desconfianza en nuestras instituciones como puentes entre sociedad civil y Estado, la pobreza, la falta de equidad y la todavía presente violencia política en algunas zonas. 
¿Cuáles son los retos para la educación? 
La educación debe propiciar actitudes de solidaridad, de fraternidad, en suma, una nueva ética. Crear una conciencia de paz, trabajando especialmente con los niños. Tener la actitud del educador que enseña con el ejemplo y con transparencia.
3.7 Una formación constructora de un sujeto de derecho.
El sujeto de derecho, no es el resultado espontáneo o la consecuencia directa de una causa, sino que el producto de interacciones con los Otros/Otras y con su medio. El sujeto de derechos se hace en el estar, en el mundo; pero no como un ser pasivo, sino como uno que reflexiona, siente y se expresa en y desde su propia subjetividad cotidiana, en las relaciones y en su contexto. La persona es un sujeto de derecho en la propia práctica cotidiana, en su sociabilidad.
El sujeto de derecho, es la construcción de subjetividad, vinculada a una ética vitalista a través de esta se establece y señala los espacios donde se construyen las subjetividades autónomas: el cuerpo, el mundo, el pensamiento y la propia actividad o práctica de los derechos humanos. 
Según Mujica (2009), con respecto a lo corporal y subjetivo, fórmula cuatro preguntas:
 
¿De qué estamos hablando cuando decimos de lo corporal y lo subjetivo? 
De contenidos en la dimensión sicomotora; de lo subjetivo en todo lo que tiene que ver con la afectividad, con sentimientos, actitudes, valores, es decir la parte física y mental-afectiva de todo el ser humano. En una palabra, estamos hablando de la integralidad del ser humano que tiene relación con la identidad, con la valoración de la persona, con los sentimientos, afectos, sentidos, habilidades y, también, con nuestras formas de expresar pensamientos, ideología y sentimientos. Es una cuestión básica y fundamental que no puede estar ausente en nuestro trabajo educativo. 
¿Por qué es importante esta dimensión en el trabajo de educación en derechos humanos? 
Es importante, porque propicia el encuentro de uno mismo con los demás y es un elemento básico para poder tomar conciencia, defender y promover los derechos humanos. Además, en el desarrollo permite interiorizar procesos, valores, etc.
. ¿Cómo trabajar esta dimensión? 
Un elemento clave es el vínculo, que incorpora los contenidos de esta dimensión. El fin es la promoción de la autoestima y de relaciones humanas, la incorporación de los sentimientos de los derechos humanos, la promoción del autoconocimiento y el conocimiento de la realidad de los otros. Finalmente, esta metodología tiene que ver con actitudes que tienen que estar presentes en esta relación: alegría, ternura, amor. 
¿Cuáles son los retos para la educación? 
Que esta dimensión sea reconocida como un derecho, porque cuando hablamos de derechos humanos nos referimos, en el lenguaje corriente, a la dimensión pública, al terreno de los derechos civiles, políticos, etc. Que seamos capaces de elaborar propuestas para trabajar algunos temas como autoestima, nuestra propia capacitación; investigar lo cultural, es decir, las diversas maneras en que las dimensiones del cuerpo, de los afectos, se expresan, se viven, se sienten en las distintas culturas que en el país existen.
 
3.8 Ciudadanía para el ejercicio ciudadano en derechos humanos.
El ejercicio ciudadano ya no se remite sólo a disponer de derechos políticos, civiles y sociales, sino también a participar en condiciones de mayor igualdad en el intercambio comunicativo, en el consumo cultural, en el manejo de la información y en el acceso a los espacios públicos. Un ciudadano en una sociedad de la información y la gestión es aquel que dispone de los conocimientos y bienes necesarios para participar como actor en los flujos de información, en la circulación de conocimientos y en el diálogo mediático, y para adaptarse a nuevos procesos de gestión y organización. 
La universidad como ente académico, es un espacio crítico y privilegiado para desarrollar procesos de cambio social desde el aula, en este escenario los estudiantes fortalecen su aprendizaje, práctica y ejercer los derechos más allá de los temas de carrera, en el ámbito socio – cultural y laboral. 
Algunos contenidos básicos para fortalecer: 
El conocimiento y ejercicio de los derechos y deberes fundamentales. 
El uso inteligente de la fuerza, así como las habilidades y actitudes para resolver los conflictos de manera no violenta. 
El conocimiento y la interiorización de normas tanto como el desarrollo de la capacidad legislativa. 
El desarrollo de habilidades comprender, analizar y procesar críticamente la información que entregan los medios de comunicación. 
El uso del conocimiento para la participación, la toma de postura, el diálogo o el ejercicio de la función pública. 
La construcción de identidades colectivas (sujetos) que defienden, crean derechos y buscan su reconocimiento en la sociedad y en las instituciones. 
Formación de la virtud civil, de la solidaridad y la responsabilidad pública de actuar y participar en los campos de la argumentación y de la defensa de los derechos. 
El desarrollo de valores y prácticas solidarias hacia las víctimas del totalitarismo, de la injusticia social, la discriminación y otras violaciones de los Derechos Humanos. 
3.9 Diversidad cultural y su relación con los derechos humanos
Es necesario promover y enfatizar en el proceso de interrelación social, acciones inclusivas y no homogeneizadora, respetando la diferencia, la creencia, la cultura de cada persona; generando la cultura creativa, innovadora y no reproductora; formar en una cultura de educación participativa y no hegemónica. 
La actitud y aptitud para fortalecer el ejercicio ciudadano basadaen los derechos humanos, respetando la diversidad según Hevia & Hirmas, (2003), debe caracterizarse por lo siguiente:
Pertinencia: Ser pertinente en el accionar ciudadano es necesario y urgente promover los derechos humanos, respetando la diversidad, las diferencias y su cultura. Sin embrago existen tensiones que implica enfrentar como el neoliberalismo y la globalización y, en consecuencia, a la invasión de una cultura de masas que amenaza con hacer desaparecer las identidades locales. 
Convivencia: Se refiere a la cohabitación de múltiples culturas y surgen los peligros propios de la convivencia humana: la formación de estereotipos y prejuicios que pueden conducir a la intolerancia, la xenofobia y el racismo, así como a las discriminaciones por razones sociales, étnicas y culturales. 
Pertenencia: Se refiere a la tensión que surge respecto a las asimetrías en las relaciones de poder que conducen a las minorías culturales a condiciones de marginación, indiferencia y pobreza extrema, que fracturan la convivencia social. Frente al tratamiento de la diversidad cultural, esta tensión se da entre los polos de la inclusión y de la exclusión social por razones de etnia, raza, lengua o religión, y también por razones de género, de discapacidades personales y de preferencias sexuales. 
Sin embargo, la práctica social en base a la habilidad del respeto a los derechos humanos, es significativa cuando se van desvaneciendo las asimetrías existentes tanto en lo económico, lo social, lo político, lo cultural y desde lo educativo.
Formar en los derechos humanos, en los contextos de la diversidad social se detalla algunos rasgos comunes, que cita Magendzo (2008), distingue los siguientes ejes articuladores:
Formar al sujeto desde cotidiano: La vida cotidiana es una referencia permanente de la acción social, por cuanto construimos la vida desde lo cotidiano, en lo personal y lo colectivo. Ello supone educar para el desarrollo de la capacidad de raciocinio para preguntarse sobre el sentido de lo que sucede día a día, comprendiendo la interrelación e influencia mutua entre lo que pasa “afuera” (en la comunidad, la ciudad, el país, el mundo) y su impacto en el entorno próximo (mi vida, mi familia, la escuela, mi barrio, mis amigos), etc. 
Formar para el diálogo participativo y democrático: Educar no se restringe sólo a la entrega sistemática de contenidos. Además, y especialmente, se orienta al reconocimiento y la acción transformadora de situaciones que atentan contra los derechos humanos (individuales y sociales). 
Formar al sujeto para respetar la vida y la dignidad humana: Este eje exige a la escuela trabajar los derechos humanos desde una dimensión planetaria con bases éticas y políticas. El trabajo en este eje requiere del desarrollo de una cultura escolar no discriminatoria y donde la afirmación de la dignidad humana no sea un principio abstracto, sino que se exprese en actitudes y compromisos con la vida, la solidaridad, el respeto mutuo y la aceptación de la diversidad. 
Formar desde y para la diversidad: Que los ciudadanos asuman el sentido y las potencialidades de lo global, implica el desarrollo de aprendizajes y competencias para el reconocimiento de la propia identidad personal y étnica, valorando los elementos culturales. Esto significa poder comprender que todos somos sujetos que nos pertenecemos y nos hacemos en un lenguaje y en una historia de significaciones múltiples que, heredados, preservados, desarrollados y comunicados por nosotros, están definiendo la cultura. 
Formar al sujeto desde y para la sensibilidad: Desenvolverse sanamente en un entorno global requiere la actuación desprejuiciada frente a otras personas, grupos y culturas. Ello implica el desarrollo de una sensibilidad frente a todo tipo de discriminación, ya sea racial, de género, de clase, de nacionalidad, de religión, etcétera. Implica sin duda un cambio radical en la cultura escolar, donde los prejuicios y discriminaciones han estado enraizados. Pero, así como se aprende socialmente los prejuicios, de la misma forma se aprende a actuar sin ellos.

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