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Carlos Augusto Sánchez
Fundación de Investigaciones 
Arqueológicas Nacionales
Banco de la República
Bogotá, D.C., 2017
La sociedad comunal 
en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva
Carlos Augusto Sánchez
Fundación de Investigaciones 
Arqueológicas Nacionales
Banco de la República
Bogotá, D.C., 2017
La sociedad comunal 
en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva
Primera edición, 2017 
© Carlos Augusto Sánchez, 2017 
© Fundación de Investigaciones 
Arqueológicas Nacionales, 2017
Banco de la República
Junta Directiva
Angela María Pérez
(Subgerente Cultural del Banco de la República)
Ernesto Montenegro
(Director Instituto Colombiano de Antropología e Historia)
María Alicia Uribe Villegas
(Directora Museo del Oro)
Edición
Sonia Archila
Corrección de estilo
María del Pilar Hernández
Diseño y diagramación
Kilka Diseño Gráfico
ISBN: 978-958-98252-6-6
http://www.banrep.gov.co/blaa/fian
Contenido
Presentación 9
La arqueología en el norte del departamento del Huila 11
Objetivos de investigación 15
Estrategias metodológicas 16
Condiciones ambientales del área de estudio 20
Técnicas para la obtención de la información empírica 28
Resultados del reconocimiento regional 32
Reconocimiento sistemático 32
Tipología cerámica y cronología preliminar 37
Reconocimientos intensivos y cortes estratigráficos 38
Localidad de Piedrapintada 39
Localidad de La Montosa 45
Localidad de Muchubí 54
Localidad La Cerbetana 55
Localidad de Canoas 59
Localidad de Bateas 62
Tipología cerámica, cronología y población en la región 68
Tipología cerámica y cronología regional 68
Dinámica de población en la región 74
Período de poblamiento 1 75
Período de poblamiento 2 79
Período de poblamiento 3 82
Población en las agrupaciones 84
Características de las agrupaciones de asentamiento 85
Población en las áreas de ocupación en las agrupaciones 86
Formas de vida en las agrupaciones 93
Consideraciones finales 102
Lista de Figuras
Figura 1 . Localización del área de estudio 13
Figura 2 . Sinclinales al occidente de Aipe 20
Figura 3 . Relieve ondulado en la vereda Ventanas, occidente de Aipe 21
Figura 4 . Vegetación subxerofítica característica de la región 22
Figura 5 . Relieve de mesetas 23
Figura 6 . Erosión en cárcavas 23
Figura 7 . Erosión en cárcavas 24
Figura 8 . Conchas de bivalvos extraídos de canal de riego 25
Figura 9 . Fauna silvestre. Patos canadienses 26
Figura 10 . Ave de rapiña (Guaraguao) envenenado 26
Figura 11 . Erosión de colina en masa 30
Figura 12 . Sedimento en forma de grava gruesa 30
Figura 13 . Arte rupestre en Piedrapintada, norte de Aipe 33
Figura 14 . Arte rupestre en el sitio El Callejón, norte de Aipe 33
Figura 15 . Arte rupestre en el caserío La Palmita, al norte de Aipe 34
Figura 16 . Planta de vivienda del siglo XIX, al oriente de Villavieja 35
Figura 17 . Sección de andén de vivienda antigua, norte de Villavieja 36
Figura 18 . Estructura circular en piedra, localidad de Piedrapintada 36
Figura 19 . Estructura circular en piedra, localidad de Piedrapintada 36
Figura 20 . Excavaciones estratigráficas en VN16, Piedrapintada 40
Figura 21 . Plano de los sitios VN02 y VN16 de Piedrapintada 40
Figura 22 . Perfil estratigráfico de VN16/C1 41
Figura 23 . Porcentajes de cerámica por niveles en VN16/C1 42
Figura 24 . Porcentajes de cerámica por niveles en VN16/C2 44
Figura 25 . Perfil estratigráfico de VN16/C2 44
Figura 26 . Panorámica de la localidad de La Montosa 45
Figura 27 . Panorámica de los sitios VN148 y VN171, en La Montosa 46
Figura 28 . Plano de los sitios VN148 y VN171, de La Montosa 47
Figura 29 . Perfil estratigráfico de VN148/C1 47
Figura 30 . Porcentajes de cerámica por niveles en VN148/C1 48
Figura 31 . Perfil estratigráfico de VN148/C2 49
Figura 32 . Porcentajes de cerámica por niveles en VN148/C2 50
Figura 33 . Perfil estratigráfico de VN171/C1 51
Figura 34 . Porcentajes de cerámica por niveles en VN171C1 52
Figura 35 . Perfil estratigráfico de VN171/C2 53
Figura 36 . Porcentajes de cerámica por niveles en VN171/C2 54
Figura 37 . Plano del sitio VN168, en Muchubí 55
Figura 38 . Erosión de colina y formación de paleosuelo en La Cerbetana 56
Figura 39 . Paleosuelo en la terraza de La Cerbetana 56
Figura 40 . Perfil estratigráfico de VN310, La Cerbetana 57
Figura 41 . Porcentajes de cerámica por niveles en VN310/C1 58
Figura 42 . Panorámica del sitio VN459, en la localidad de Canoas 59
Figura 43 . Plano del sitio VN459 60
Figura 44 . Perfil estratigráfico de VN459/C1 61
Figura 45 . Porcentaje de cerámica por niveles en VN459/C1 62
Figura 46 . Panorámica de terrazas aluviales en la localidad de Bateas 63
Figura 47 . Plano del sitio VN463, en Bateas 64
Figura 48 . Perfil estratigráfico de VN463/C1 65
Figura 49 . Porcentajes de cerámica por niveles en VN463/C1 66
Figura 50 . Plano del sitio VN481 en Bateas. 67
Figura 51 . Cerámica del grupo Montosa Pulido. Bordes 69
Figura 52 . Cerámica del grupo Montosa Pulido. Cuerpos 69
Figura 53 . Cerámica del grupo Montosa Pulido. Bordes 69
Figura 54 . Cerámica del grupo Montosa Pulido. Pintura 70
Figura 55 . Cerámica del grupo Montosa Alisado. Bordes 70
Figura 56 . Cerámica del grupo Montosa Alisado. Bordes 70
Figura 57 . Cerámica del grupo Cerbetana Inciso. Bordes y cuerpos 72
Figura 58 . Cerámica del grupo Cerbetana Inciso. Bordes 72
Figura 59 . Cerámica del grupo Magdalena Inciso. 73
Figura 60 . Cerámica del grupo Magdalena Inciso. Bordes 74
Figura 61 . Mapa del poblamiento durante el Período 1 78
Figura 62 . Mapa del poblamiento durante el Período 2 80
Figura 63 . Mapa del poblamiento durante el Período 3 83
Figura 64 . Distribución de cerámica y viviendas en el Período1. 
Sitios VN148 y VN171 de La Montosa 87
Figura 65 . Distribución de cerámica y viviendas en el Período 2. 
Sitios VN148 y VN171 de La Montosa 87
Figura 66 . Distribución de cerámica y viviendas en el Período 3. 
Sitios VN148 y VN171 de La Montosa 87
7
Figura 67 . Distribución de cerámica y viviendas en el Período 1. 
Sitio VN168 de Muchubí 89
Figura 68 . Distribución de cerámica y viviendas en el Período 2. 
Sitio VN168 de Muchubí 89
Figura 69 . Distribución de cerámica y viviendas en el Período 1. 
Sitio VN459 de Canoas 90
Figura 70 . Distribución de cerámica y viviendas en el Período 2. 
Sitio VN459 de Canoas 90
Figura 71 . Distribución de cerámica y viviendas en el Período 3. 
Sitio VN459 de Canoas 91
Figura 72 . Distribución de cerámica y viviendas en el Período 1. 
Sitio VN481 de Bateas 92
Figura 73 . Distribución de cerámica y viviendas en el Período 2. 
Sitio VN481 de bateas 92
Figura 74 . Azadas halladas en los sitios VN148 y VN171 94
Figura 75 . Manos de moler procedentes de VN171 94
Figura 76 . Pesas para redes y trampas de pesca. Varios sitios 94
Figura 77 . Concentraciones de pesas en los sitios VN148 y VN171 95
Figura 78 . Afiladores para dardos de caza, hallados en Dindal sur 95
Figura 79 . Distribución de pesas en el sitio VN459 de Canoas 96
Figura 80 . Distribución de pesas en VN481 de Bateas 96
Figura 81 . Puntas de proyectil halladas en sitios de Piedrapintada 97
Figura 82 . Instrumentos líticos para tasajar 97
Figura 83 . Raspadores discoidales 97
Figura 84 . Raspadores laterales 98
Figura 85 . Raspadores laterales 98
Figura 86 . Raspadores laterales doble 98
Figura 87 . Raspadores terminales 99
Figura 88 . Raspadores laterales terminales 99
Figura 89 . Cuchillos 99
Figura 90 . Buriles y perforadores 100
Figura 91 . Restos óseos de roedores de VN148/C1 100
Figura 92 . Restos óseos de aves hallados en VN148/C1 100
Figura 93 . Granos y fragmentos de raquis de maíz procedentes de VN148 
y semillas de algodón halladas en VN 211 101
Figura 94 . Restos óseos de peces y conchas de bivalvos, de VN148/C1 101
8
Lista de Tablas
Tabla 1 . Grupos cerámicos por niveles en VN16/C1 42
Tabla 2 . Grupos cerámicos por niveles en VN16/C2 43
Tabla 3 . Grupos cerámicos por niveles en VN148/C1 48
Tabla 4 . Grupos cerámicos por niveles en VN148/C2 50
Tabla 5 . Grupos cerámicos por niveles en VN171/C1 52
Tabla6 . Grupos cerámicos por niveles en VN171/C2 53
Tabla 7 . Grupos cerámicos por niveles en VN310/C1 58
Tabla 8 . Grupos cerámicos por niveles en VN459/C1 61
Tabla 9 . Grupos cerámicos por niveles en VN463/C1 65
Tabla 10 . Cálculos sobre población regional y en las agrupaciones 76
9
Presentación
Este texto es un balance de las labores arqueológicas desarrolladas en el ámbito del Proyecto 
arqueológico Valle de Neiva, que se lleva a cabo en el valle cálido del río Magdalena, en el norte 
del departamento del Huila. 
El proyecto se inició en abril del 2006 y en ese momento tuvo como objetivo disponer de 
una escuela de campo en arqueología, para los estudiantes de la carrera de Antropología de la 
Universidad Nacional de Colombia, en especial, para quienes cursaran las asignaturas Técnicas 
de campo en arqueología y Laboratorio de investigación en arqueología. Para cumplir con ese 
propósito académico, se planteó un estudio a largo plazo en el que se implementaran las fases fun-
damentales de un proceso de investigación: planteamiento de problemas a investigar, definición 
de las estrategias metodológicas para abordarlos, implementación de técnicas adecuadas para la 
obtención de la información empírica y los análisis de laboratorio pertinentes. Por supuesto, la 
inquietud inicial planteada fue de índole general, pues se inquiría sobre el desarrollo social y las 
singularidades de los cambios culturales acaecidos durante la historia antigua prehispánica en la 
región, aunque pronto el avance del trabajo de campo inspiró inquietudes y problemas sociales y 
culturales más sustantivos. 
Esta empresa académica de largo plazo pudo desarrollarse gracias al auspicio permanente de 
la Universidad Nacional de Colombia y, durante el 2011, al apoyo de la Fundación de Investigacio-
nes Arqueológicas Nacionales del Banco de la República. El trabajo de laboratorio, el análisis de la 
información empírica recabada durante numerosas temporadas de campo llevadas a cabo en casi 
nueve años, y la redacción de este informe, fueron posibles gracias al disfrute del Año Sabático que 
me otorgó la universidad de agosto del 2014 a julio del 2015.
No obstante las vicisitudes que todos los participantes debimos afrontar en campo, como es-
cenario de entrenamiento práctico, el proyecto cumplió a cabalidad con los propósitos planeados; 
más de un centenar de estudiantes de últimos semestres se desenvolvieron en un ambiente físico 
sumamente difícil, enfrentaron condiciones del registro arqueológico que instaban iniciativas, 
constancia y disciplina, y más importante, afrontaron un ambiente arqueológico diverso que per-
manentemente les planteaba preguntas relevantes e interesantes de investigación, como fue el caso 
de los trabajos monográficos en el programa de pregrado de Cristian Gaona, Lorena Lemus, Nelson 
Pineda, Augusto Villegas y Camilo Vásquez. 
A las y los estudiantes que participaron y lograron la información que se presenta aquí, mu-
chos de ellos hoy colegas en ejercicio de la profesión, les expreso mi permanente gratitud. Este 
reconocimiento se extiende a la Universidad Nacional de Colombia por incentivar la generación 
de conocimiento y, en ella, al Departamento de Antropología que posibilitó la materialización de 
ese principio sine qua non de la vida académica; a la Junta Directiva de la Fundación de Investi-
gaciones Arqueológicas Nacionales (FIAN), en particular a su Secretario Roberto Ortiz Enríquez, 
por la constante preocupación por el patrimonio cultural; a la arqueóloga Sonia Archila quien 
mostró interés permanente acerca de los problemas abordados y por el estado de la investigación. 
Por supuesto, en el departamento del Huila, también mi agradecimiento a la Sra. Marietta Donoso 
y a don Manuel Vargas, propietarios de la hacienda Piedrapintada (Aipe) y a los doctores Fernán 
y César García, de la hacienda Bateas (Villavieja), por su amable hospitalidad y consentimiento 
para efectuar varias de las excavaciones fundamentales del proyecto. Con su deferencia y amistad 
hicieron posible la solución de inconvenientes para el éxito del trabajo realizado Gisela Torres y 
César Dussán (Aipe) y Gladys Vanegas (Villavieja).
Carlos Augusto Sánchez
10
La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Los dibujos en AutoCad fueron realizados por Marla Cáceres y Darío Santana. A todos, de nue-
vo infinitas gracias. La fotografía de la portada y de la página 56 fue lograda por Julián Gamboa, 
las restantes de campo y laboratorio fueron tomadas por el autor.
11
La arqueología en el norte 
del departamento del Huila
En términos sociales y culturales, hasta hace un par de décadas el discurso dominante sobre 
la historia antigua en el Alto Magdalena, en el sur de Colombia, consideraba una vistosa variedad 
de manifestaciones de desarrollos discontinuos, como resultado de supuestas frecuentes invasiones 
que habría sufrido el territorio por poblaciones procedentes de lugares imprecisos, si no ignotos, 
impulsadas por razones inciertas.1 La discontinuidad en la historia del desarrollo sociocultural que 
pregonaba ese discurso se debió, en primera instancia, a la fuerte influencia del difusionismo que 
imperó por décadas en la práctica de la historiografía regional y de la arqueología; en segundo 
lugar, a que usualmente la investigación no recurría a estrategias técnicas adecuadas para consi-
derar procesos en los que se pudieran observar transformaciones sociales y culturales a largo plazo.
No obstante la hegemonía de esas explicaciones, algunas acuciosas investigaciones arqueo-
lógicas regionales realizadas en el valle del río La Plata (Drennan 1985, 2000, 2006; Drennan et 
al. 1993, Herrera et al. 1989) y en los municipios de San Agustín e Isnos (Drennan 2000, Sánchez 
2000, 2005, 2007; González 2007), al sur de la zona de esta investigación, han logrado informa-
ción sólida sobre el desarrollo social, y en él sobre las inherentes y concatenadas transformaciones 
culturales, por lo menos durante 2500 años de historia; desde el siglo XI a.C., con las primeras 
comunidades sedentarias, hasta aquellas que habitaban en la región a mediados del siglo XVI d.C. 
cuando se inició la ocupación del territorio por los españoles y se truncó el desarrollo social local.
En relación con la zona norte del departamento del Huila y del sur del Tolima, en el valle 
cálido del río Magdalena, por el contrario, la información recabada mediante la investigación 
académica es supremamente escasa. Debido al aumento de las actividades extractivas petroleras 
en la zona, se han realizado numerosos trabajos de arqueología por contrato; pero como es norma 
en este tipo de arqueología, su práctica es determinada por los intereses del capital, de tal manera 
que se trata de un ejercicio en el que los practicantes, sin recato alguno, solo se preocupan por 
recuperar restos de cerámica que acomodan en las tipologías definidas en regiones distantes y que 
legitiman con algo de información etnohistórica. No obstante el panorama desolador en relación 
con el estado del conocimiento sobre la historia antigua de la región, hay diversos yacimientos y 
evidencias tangentes de actividad humana intensa de varios milenios; el objetivo de la presente 
investigación es identificar, delimitar y contextualizar esas manifestaciones de vida social antigua. 
1 Sobre las comunidades sedentarias de agricultores tempranos (Período Formativo) asentadas en el extremo sur del 
departamento del Huila, algunos arqueólogos aseguraron afinidades con expresiones culturales amazónicas y de los Andes 
centrales (Preuss 1974: 201-208); con la costa pacífica de Colombia, Ecuador y Perú, y de allí con Mesoamérica (Duque 
n. d.:97-105); otros consideraron arribos de poblaciones, unas veces procedentes de la cuenca amazónica o del norte por 
el valle del río Magdalena (Reichel 1975: 10, 1984: 72, 1986: 120-124), de Machalilla en el norte del Ecuador o de lugares 
desconocidos (Llanos 1988: 15-116, 1990: 90-92, 1993: 82). En épocas tardíasprehispánicas, en el occidente del territorio 
huilense la invasión habría ocurrido por cuenta de comunidades de identidad étnica paez (Llanos 1981) mientras que en 
el norte de la región la habrían llevado a cabo grupos de filiación Caribe (pijaos). 
Carlos Augusto Sánchez
12
La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Las manifestaciones sociales y culturales más antiguas parecen corresponder a comunidades 
familiares con economías basadas en la caza y la recolección de recursos silvestres que, tal vez, 
habitaron en la zona desde comienzos del Holoceno (Correal 1974, 1977, 1991).2 También en el 
somero estudio de un sitio en la ribera del río Aipe, próximo a su desembocadura en el río Mag-
dalena (La Montosa), Cifuentes (2001) clasificó la cerámica excavada como representativa de 
dos de los períodos de la cronología regional que él propuso sobre la historia antigua del centro 
del departamento del Tolima. Sin embargo, las inferencias a partir de los cortes realizados en este 
sitio resultan ambiguas, pues el autor se refiere a tipos cerámicos representativos de un período de 
poblamiento “Temprano” correspondiente al siglo III d.C. y otros, que serían de un período “Tar-
dío”, de temporalidad incierta; en algunos casos, afirma, con afinidades estilísticas tanto con tipos 
cerámicos tempranos del Altiplano Cundiboyacense como con los del período Formativo del sur 
del Alto Magdalena (área de San Agustín). Es a los tipos cerámicos y la cronología inferidos para 
el centro del departamento del Tolima (Cifuentes 2001, Llanos 2001, Salgado et al. 2008 y Llanos 
y Gutiérrez 2009), a los que se refiere Cifuentes y con la que se identifica el material cerámico 
recobrado en la arqueología por contrato practicada en el norte del Huila. 
En la actualidad, con el desarrollo de esta investigación arqueológica comenzamos a recabar 
información pertinente sobre diversos asentamientos correspondientes a comunidades sedentarias 
que se desarrollaron en la zona desde épocas tan tempranas como el primer milenio a.C., que 
muestran diferencias sociales y culturales substanciales con las referidas del centro del Tolima 
(Figura 1). A propósito, las características de los restos de artefactos recobrados en el asentamiento 
prehispánico de La Montosa resultan de alta importancia, pues además de la variedad y densidad, 
la riqueza estilística de la cerámica hallada en un sector del asentamiento contrasta con la recu-
perada en el resto de la región; además, de un sitio de enterramiento cercano se ha extraído una 
cantidad importante de objetos elaborados en oro y cobre (Cifuentes 2001).3 
2 En forma breve, este investigador señala la existencia de ocho sitios arqueológicos correspondientes a esa forma de vida: El 
Hotel y Belén en el municipio de Aipe, Pachingo y la Argentina en el desierto de la Tatacoa, en el municipio de Villavieja 
y cuatro en la hacienda Boulder al noroccidente de Neiva. También el paleontólogo Carlos Villarroel (comunicación 
personal), identificó evidencias de este tipo de sitios en las localidades del Cuzco y Doche, en el borde oriental del desierto 
de la Tatacoa.
3 César Dussán, historiador local, posee algunos objetos y fotografías de recipientes en cerámica y objetos de oro que han 
hallado algunos habitantes del municipio en el cerro La Montosa.
Carlos Augusto Sánchez
13
La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Fibura 1. Área de estudio (Mapa elaborado por el autor).
Carlos Augusto Sánchez
14
La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
La localidad de La Montosa también resulta sobresaliente en la región porque la cerámica 
descrita y que se halla en superficie, que correspondería a asentamientos tempranos, al contrario 
de la afirmación de Cifuentes, difiere en forma substancial de sus contemporáneas Montalvo Inciso 
(primer milenio a.C.) y Guamo Ondulado (primer milenio d.C.) en el valle cálido del río Magda-
lena en el actual departamento del Tolima, al norte de la zona que nos ocupa (Salgado et al. 2008, 
Llanos y Gutiérrez 2009). También, aunque se advierten similitudes, son notorias las diferencias en 
relación con las cerámicas de los grupos Tachuelo Pulido, Planaditas Rojo Pulido y Lourdes Rojo 
Engobado (primer milenio a.C.) y con las típicas del grupo Guacas Café Rojizo (primer milenio 
d.C.) en el sur del Alto Magdalena (Drennan 1985, Drennan et al. 1993).
Ahora bien, los datos de los documentos de archivo y crónicas correspondientes a la época 
de la Conquista española de la región, nos muestran un proceso tardío de colonización llevado 
a cabo por comunidades de origen Pijao que, procedentes del norte, ya en el siglo XVI4 habrían 
copado el flanco oriental de la cordillera Central y la llanura cálida del valle del río Magdalena en 
el departamento del Tolima y la porción norte del actual departamento del Huila (Bedoya 1952, 
Friede 1974). 
La somera información arqueológica disponible en la zona de este estudio, aunque no con-
cluyente y, a pesar de la preponderancia de las explicaciones difusionistas, nos permite considerar 
que en el extenso valle cálido del río Magdalena, en el sur del Tolima y en el norte del Huila fueron 
posibles desarrollos sociales y expresiones culturales locales, en los que algunas comunidades con 
economías basadas en la caza y la recolección de recursos silvestres, paulatinamente se hicieron 
sedentarias y con el paso del tiempo, adoptaron la producción agrícola como base importante de 
sus economías; presunción que, por supuesto, no niega la posibilidad de transculturación, hecho 
que usualmente ocurre mediante la interacción entre comunidades vecinas con similares grados 
de desarrollo social.
Además de esos probables eventos sociales y culturales, debemos considerar la posibilidad 
de que el desarrollo histórico regional prehispánico, haya contemplado momentos y condiciones 
favorables a la aparición de relaciones sociales signadas por la desigualdad, que ameritaron la 
implementación de direcciones políticas formales de tipo local. Por lo menos fue el caso de las 
comunidades que habitaban en la región a comienzos del siglo XVI y que debieron enfrentar la 
arremetida de las huestes españolas. A propósito de ellas, durante la denominada “guerra de los 
Pijao”, fray Pedro Simón ([1626] 1981), menciona la presencia de, por lo menos, 12 líderes a los 
que llama “caciques”, que se sucedieron en la dirección de la confrontación en el área compren-
dida entre Aipe y Chaparral. El liderazgo, afirma Simón y lo confirma don Juan de Borja (Lucena 
1965: 13-117), no era permanente, no era adscrito, solo se lograba por valentía o mediante la 
dádiva. Sin embargo, independiente del mecanismo utilizado para acceder a la función de lide-
razgo, lo realmente importante es su presencia, hecho que contradice la idea generalizada de que 
las comunidades de la región en aquella época carecían de dirección política y de diferenciación 
social. Las anteriores proposiciones y eventualidades, sin embargo, deben ser evaluadas a partir 
de la información empírica, proceso meticuloso, prolongado y costoso que nos exige aún mucha 
dedicación y desborda la posibilidad de afrontarlas a cabalidad en este estudio.
4 Aunque en los documentos y crónicas de los siglos XVI y XVII se considera a las comunidades Pijao como acéfalas, es decir, 
carentes de dirección política centralizada, en su narración sobre la llamada “guerra de los Pijao” Fray Pedro Simón 
(1981), menciona la presencia de líderes guerreros, denominados “caciques” que dirigieron secuencialmente la enconada 
confrontación militar con los españoles durante 70 años (1538-1608), en la región comprendida entre los actuales munici-
pios de Chaparral y Aipe.
15
Objetivos de investigación
Advertidas las inconsistencias de las explicaciones sobre la historia sociocultural prehispá-
nica en la región, y ante la existencia de abundantes vestigios arqueológicos subvalorados por la 
vaciedad dela arqueología preventiva, múltiples inquietudes nos animaron a llevar a cabo esta 
investigación; inquietudes que constituyen una conjunción en esencia concerniente al desarrollo 
social y, en consecuencia, con la cultura y su permanente transformación.
La investigación arqueológica, aunque inmersa en pretensiones académicas, no se inició con 
los propósitos rigurosos usuales de una propuesta formal de investigación. Comenzó con una pe-
queña prospección en las proximidades del sitio arqueológico más popular e interesante del norte 
del departamento del Huila: el área en donde se encuentra la roca con petroglifos conocida como 
Piedrapintada, siete kilómetros al norte del área urbana del municipio de Aipe; prospección favore-
cida con entusiasmo por la familia Vargas-Donoso, propietaria de los predios. Los excelentes resul-
tados de esa primera aproximación a la arqueología regional, fueron la razón para considerar la 
zona como uno de los centros de interés para la implementación de una escuela de campo y para el 
desarrollo de las asignaturas Técnicas de campo y Laboratorio de investigación en arqueología (VII 
semestre) del programa de arqueología de la Universidad Nacional de Colombia. En consecuencia, 
la investigación académica se inició en el primer semestre del 2006, con el reconocimiento siste-
mático de las terrazas aluviales del río Magdalena, a partir de Piedrapintada. 
La aproximación inicial al inmenso potencial arqueológico de la zona nos apremió a mate-
rializar un campo de entrenamiento en el que se abordaran las fases esenciales de un proceso de 
investigación con el ánimo de generar conocimiento. Grosso modo, las inquietudes planteadas 
tenían que ver con la historia del desarrollo social prehispánico, en consecuencia, sobre las for-
maciones sociales que se pudieron desarrollar y suceder durante la historia antigua prehispánica 
en la región y, por tanto, sobre las expresiones culturales singulares de esas formaciones sociales 
y sus transformaciones, en especial sobre las modalidades de la economía, la naturaleza de las 
relaciones sociales y acerca del carácter y magnitud de la integración y de la organización política. 
En segundo lugar, dada la extensa e intensa actividad relacionada con la extracción petrolera y 
la minería en la zona, que en forma agresiva afecta flora, fauna, vida humana y el patrimonio 
cultural en la región, se consideró que un estudio de tipo regional podría suministrar información 
crucial a las entidades pertinentes para que asuman con prontitud y entereza la protección del 
patrimonio social, natural y cultural. No menos importante es el deseo de que las inferencias a que 
se llegue y las hipótesis que se construyan, sean alicientes para la discusión y la interlocución para 
generar conocimiento en la disciplina y sobre la historia antigua.
16
Estrategias metodológicas5
Puesto que el eje fundamental del presente estudio es la historia del desarrollo social, para 
tener éxito en ese propósito es determinante considerar la relevancia de, por lo menos, seis aspec-
tos culturales interrelacionados: la territorialidad; las funciones del parentesco; la relevancia del 
trabajo, específicamente en su modalidad de excedente y las formas de su apropiación social; los 
grados de integración política; el intercambio o movimiento de bienes y servicios intra e interco-
munal y la modalidad y fortaleza del liderazgo político. Estos factores son fundamentales en toda 
formación social, puesto que inciden y expresan la organización y continuidad de los procesos de 
producción y, en consecuencia, en la permanencia o no de los sistemas sociales. 
Con este enfoque esperamos contribuir a la discusión y evaluación de una estrategia metodo-
lógica poco popular en la arqueología de nuestro medio académico, pero esencial para el estudio 
de las formaciones sociales y sus expresiones culturales y las razones de sus transformaciones.
El territorio constituye uno de los cimientos fundamentales de la vida social y, sin excepción, 
de toda entidad política, pues él, apropiado por la comunidad, es el ámbito que suministra o en 
el que se producen los recursos fundamentales para la continuidad de la vida y de la sociedad;6 
es el elemento que en primera instancia influye en la definición de las relaciones sociales, por 
consiguiente se trata del factor sine qua non sobre el que vela y opera la administración y la 
organización política de una comunidad. 
El parentesco es el segundo factor fundamental en consideración. Se trata del mecanismo 
mediante el cual, inicialmente, se buscó la cohesión y el control social. Como sistema cerrado de 
relaciones sociales, expresa la pugna entre conglomerados por el acceso con ventajas a bienes y 
servicios, ya que él define segmentos jerárquicos tipo linaje7 con derechos de usufructo sobre te-
rritorios en los que se busca adquirir o producir los recursos y bienes indispensables para el diario 
vivir. Los sistemas de parentesco comenzaron a definirse cuando la solución de las necesidades 
materiales y sociales se hizo compleja y técnica, de tal forma que fue indispensable la cooperación 
para lograr el éxito. Esto ocurrió en el momento en que se abandonó la economía de apropiación 
basada en la caza y la recolección de recursos silvestres y se adoptó la producción (Meillassoux 
1982: 28-53).
5 Por metodología se entiende el mecanismo que hace posible la aplicación de una perspectiva teórica en la investigación; 
en otras palabras, corresponde a la estrategia que permite concretar, operacionalizar, postulados teóricos que son de índole 
abstracto. Por lo tanto, la metodología es la que permite definir las técnicas para obtener la información apropiada para 
responder las preguntas de investigación. 
6 La trascendencia de la territorialidad en las entidades políticas menos complejas que el Estado, ha sido analizada por diver-
sos investigadores, entre ellos Bohannan (1955), Flannery y Coe (1968), Carneiro (1970), Evans-Pritchard (1977 [1940]), 
Upham (1990), Netting (1990, 1993), Sahlins (1972, 1994), Gnecco (2003), Godelier (1974, 1980, 2000, 2011 [1986]), 
Johnson y Earle (2003), Service (1973, 1984).
7 El linaje corresponde a un grupo de personas que descienden de un ancestro común, real o mítico. La pertenencia a dicho 
grupo es lo que permite el acceso a los recursos críticos y a la reproducción como organismo social. 
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
En la investigación arqueológica, Service (1984: 93-99), desde la antropología, proporcionó 
las primeras alusiones al parentesco como factor subyacente en el periplo social hacia el surgi-
miento de los liderazgos políticos. Poco después, Sahlins (1972: 9-90), aún influenciado por la eco-
logía cultural, advirtió en el parentesco una función más sobresaliente y decisiva. Efectivamente, 
para Sahlins el parentesco es un sistema de relaciones sociales en cuyo seno se producen a diario 
confrontaciones debido al acceso inequitativo a la tierra agrícola que determina la jerarquía de los 
segmentos que conforman la sociedad tribal. Infortunadamente, el tema fue enterrado cuando se 
hicieron hegemónicas las inquietudes investigativas y los objetivos políticos soterrados del proce-
sualismo y de las diversas corrientes del denominado posprocesualismo. 
El parentesco no es simplemente una nomenclatura clasificatoria de los individuos, sino un 
sistema de relaciones sociales (Godelier 2000: 91-123). Las relaciones de parentesco pautan las 
relaciones de los individuos en sus comunidades inmediatas y en entramados mayores de los que 
estas hacen parte. Al ser instituciones cerradas de relaciones sociales, es decir, al tratarse de precep-
tos excluyentes en el acceso a los objetos, medios y resultados del trabajo, los sistemas de parentesco 
generan grupos jerárquicos en la participación de la gestión política de los procesos de producción 
y, a la postre, ventajas sociales diferenciales (Godelier 1977, 2000; Meillassoux1982, Bender 1990 
y Arnold 1996, entre otros).8 En otras palabras, en este nivel del desarrollo social, la función real 
de los sistemas de parentesco es regular, pautar, la estructura social, asunto de naturaleza política.
El trabajo. Para los clásicos del pensamiento marxista y para unos pocos destacados antro-
pólogos y sociólogos de otras perspectivas teóricas, el trabajo es el punto central de los análisis 
sobre las esencias y transformaciones de las formaciones sociales (Marx, [1867] 1977: 124-129, 
150-176, Meillassoux 1982: 85-88, Friedman 1977: 196-200, Hindess y Hirst 1979: 27-32, Cobb 
1993, Saitta 1994: 25-28, entre otros). El trabajo expresa dos valores fundamentales que se deben 
distinguir y considerar siempre: el trabajo necesario y el trabajo excedente. El primero se refiere a 
la energía y al tiempo precisos para suplir las necesidades indispensables que garantizan la vida y 
la reproducción del trabajador; el segundo alude al trabajo extra, el que desborda los límites de la 
labor necesaria para la subsistencia del trabajador. 
Debe ser claro que esa mayor inversión de tiempo de trabajo, de energía y habilidad, ese 
excedente, no se refiere, de ninguna manera, al simple aunque imprescindible hecho de suplir 
las necesidades físicas de los individuos; tampoco solo al rebase de las necesidades básicas de una 
comunidad. El concepto de trabajo excedente alude a una creación cultural, de naturaleza econó-
mica, por tanto su existencia y manifestación dependen de las estructuras económicas particula-
res, así que para que ocurra y se legitime es necesario reproducir sus condiciones de existencia. Se 
colige, entonces que, sin excepción, en toda formación social se produce trabajo excedente, pero lo 
que lo define y lo legitima es la forma de apropiación social.
De acuerdo con Saitta (1994: 25-26), el trabajo excedente se expresa en tres formas que son 
gobernadas por diferentes tipos de estructuras sociales o de relaciones sociales; en la Sociedad 
Comunal lo es por el sistema de parentesco; en la de tipo tributario cacical por relaciones de índole 
político y en la sociedad capitalista por las leyes del mercado. 
8 Otros antropólogos y arqueólogos, interesados en los asuntos de la economía política que también señalan que las relacio-
nes sociales se materializan y pautan mediante la configuración de los sistemas de parentesco son Fried (1967), Flannery y 
Coe (1968), Terray (1971), Sahlins (1972, 1994, 2010), Kirch (1984, 1991), Ferguson (1991), Gilman (1991), Earle (1991, 
1997), Kristiansen (1991), Johnson y Earle (2003), Service (1963, 1984), Bandy y Fox (2010). 
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Integración política. Se trata de la tendencia histórica universal a la conformación de uni-
dades políticas cada vez más extensas por la dimensión de los territorios y las poblaciones, y com-
plejas por la magnitud de los procesos de producción y de las organizaciones políticas. En términos 
de Johnson y Earle (2003), se trata de una evidencia innegable de la evolución cultural, pero que 
aquí abordamos por su relevancia metodológica para el estudio de las formaciones sociales. Los 
grados de integración política, como hecho cultural en sociedades menos complejas que el Estado, 
efectivamente se relacionan estrechamente con los niveles de complejidad de los sistemas econó-
micos, con las formas de apropiación social del trabajo y, por supuesto, en buena medida dependen 
y proceden según los alcances y posibilidades de las relaciones sociales que establecen los sistemas 
de parentesco que se expanden paulatinamente. 
El intercambio. Tiene una función sobresaliente, pues el movimiento de recursos y servicios 
que consideramos ocurre a niveles intra e intercomunal. Para diversos investigadores procesua-
listas y posprocesualistas (e.g. Brumfiel y Earle 1987; Feinman 1991) e incluso marxistas (e.g. 
Bender 1985), su práctica es determinante en el surgimiento de los liderazgos políticos y de la 
desigualdad social. Es sabido que toda comunidad tiende a la autarquía y al autoabastecimiento 
de los recursos indispensables para copar sus necesidades; sin embargo, estas son aspiraciones 
que difícilmente se pueden lograr. Muchos aspectos de la vida física y social exigen la interacción 
para lograr el abastecimiento de los recursos críticos. En primera instancia, con frecuencia, las 
condiciones ambientales inhiben el acceso a diversos recursos en forma de materias primas o pro-
ductos terminados; en segundo lugar, los segmentos sociales tipo linaje son entidades exógamas, 
por tanto el intercambio matrimonial solo es posible con miembros de entidades análogas afines 
o colaterales y, en tercer lugar, porque la interacción necesita ser legitimada mediante la ideología 
que en algunas de sus expresiones son de índole religioso, recreadas mediante ceremoniales y festi-
vidades frecuentes. La satisfacción de cualquiera de ellos demanda aprovisionamiento de recursos, 
inversión de tiempo y energía, es decir, de trabajo excedente. Por lo demás, se debe considerar que 
la inestabilidad es una condición de las alianzas, por lo que es necesario reforzarlas permanente-
mente, por ejemplo, el intercambio de parejas que va acompañado del flujo de productos de alto 
valor por la cantidad de tiempo y energía invertidos en su producción. En fin, el trabajo excedente 
termina siendo apropiado por extraños al productor, con lo que se menoscaba la estructura eco-
nómica comunal dominante. 
Liderazgo político. ¿Por qué y cómo surge el liderazgo político en las sociedades y con él, 
a la postre, la desigualdad de los individuos y grupos familiares en las comunidades? En arqueo-
logía, siempre se ha considerado que las respuestas se pueden lograr al rastrear sus vestigios en 
las sociedades complejas, fundamentalmente en las de tipo cacical. Con ese propósito, se sopesa 
la incidencia de diversas variables, entre ellas la del control de la diversidad ambiental, las diná-
micas demográficas y la capacidad de oferta de recursos por el medio ambiente, la posibilidad de 
control directo sobre los objetos y medios de trabajo, control de los recursos básicos, control de 
la producción especializada de bienes de alto consumo no críticos y suntuarios, el intercambio a 
larga distancia de bienes exóticos de elite, el conflicto entre unidades políticas por la tierra agrícola 
y, hoy, en forma notable, divagaciones sobre las muchas posibilidades que tienen los individuos 
para establecer a su antojo relaciones sociales y, al margen de coacciones socioculturales, actuar 
para lograr sus propósitos.
¿Es posible lograr información pertinente y cabal sobre los orígenes del liderazgo y la des-
igualdad en las improntas del discurrir de una sociedad de jefatura ya consolidada? Esto es supre-
mamente difícil. La historia y la antropología nos enseñan que en esas sociedades, las esencias de 
Carlos Augusto Sánchez
19
La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
las formas de producción, las relaciones sociales que se establecen en esas formas de producción 
y la apropiación del trabajo excedente, se enmascaran y justifican mediante mecanismos ins-
titucionales del ámbito ideológico, legitimados por la estructura política. Es de esperar que lo 
mismo ocurra en esa sociedad en relación con los hechos de su pasado, con el agravante de que, 
por tratarse de un comportamiento cultural, su recreación y su legitimación se desvanecen en las 
metáforas del mito. 
Pero hubo momentos en el desarrollo social en los que la economía y las relaciones sociales 
estuvieron marcadas y mediadas por prácticas ideológicas que proscribían las funciones y el bene-
ficio ajenos al conjunto de la sociedad; es decir, se trataba de formaciones sociales en las que los 
miembros de las comunidades accedían en forma equitativa a los recursos indispensables para la 
vida y tenían posibilidad de participar en la toma de decisiones; se tratabade las sociedades que la 
tradición antropológica denomina igualitarias, en las que el trabajo excedente, materializado en 
productos y servicios, era apropiado por la comunidad como conjunto, en beneficio de todos sus 
integrantes. Sin embargo, y esto es lo interesante, llegó un momento en el que una parte del traba-
jo excedente pudo tener otro destino avalado por la comunidad, dejándolo a disposición de indivi-
duos o pequeños grupos de ellos para ser invertido en empresas y cometidos comunales, sagrados 
y profanos o de acuerdo con sus iniciativas e intereses, como dádivas para ganar aliados, compra 
de fidelidades o dotes para forjar alianzas. En estas sociedades los individuos o grupos eran, en 
primera instancia, las cabezas de los segmentos que conforman las comunidades (e.g. los linajes), 
que como dijimos antes, desde sus definiciones son jerarquizados, así que, usualmente, quienes los 
encabezan se arrogan o en ellos recaía la autoridad, el liderazgo, para coordinar la distribución 
de los productos del trabajo excedente. Así, la desviación y la incidencia de estos individuos en la 
distribución de los resultados del trabajo excedente, puede considerarse el germen del surgimiento 
de las clases sociales apropiadoras o lo que los antropólogos han dado en llamar elites sociales.
20
Condiciones ambientales del área de estudio
El área de estudio se encuentra en su totalidad próxima a la cota de 380msnm, en la que do-
mina el clima cálido, con temperatura promedio de 28°C; precipitación media anual de 1100mm 
que generalmente ocurre en forma de aguaceros intensos en la época invernal, durante abril, 
mayo, octubre y noviembre. Se trata de un medio bioclimático que en el sistema de Holdridge es 
clasificado como bs-T (bosque seco Tropical) y bms-T (Bosque muy seco Tropical) en el área del 
denominado “desierto” de La Tatacoa (Olaya, Sánchez y Acebedo 2001 Bustos y Narváez 2003. 
Véase Figura 1).
La región geográfica de la que hace parte el área de estudio (valle cálido del río Magdalena 
en el norte del departamento del Huila), presenta una orografía generada principalmente por 
las condiciones climáticas, alta variedad litológica, la dinámica hídrica y unidades morfoestruc-
turales que denotan fuerte actividad tectónica, apreciable en los sinclinales al occidente de Aipe 
(Figura 2). Los suelos, en general, corresponden a afloramientos de la Formación Honda; en esen-
cia, acumulaciones sedimentarias del Terciario y del Cuaternario, en alto grado susceptibles a la 
erosión (Olaya, Sánchez y Acebedo 2001). Se destaca la variedad de rocas ígneas, sedimentarias y 
metamórficas. También se aprecian grandes extensiones de sedimentos del cuaternario (planicies 
y terrazas) en las cuencas de los principales ríos. 
Figura 2. Sinclinales al occidente del municipio de Aipe.
El área al sur de Villavieja, en la banda derecha del río Magdalena, se caracteriza por la pre-
sencia de terrazas fluviales de origen cuaternario, interrumpidas por colinas de poca elevación y 
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
numerosos cauces profundos de ríos y quebradas que tributan sus aguas al río Magdalena (U. Sur-
colombiana 2006). En el municipio de Aipe, las terrazas aluviales de origen cuaternario reciente 
en las riberas del Magdalena y de los ríos Aipe y Baché también son amplias, pero se encuentran de-
limitadas por una topografía dominada por sistemas de lomeríos bajos con cimas planas extensas, 
que delimitan drenajes por los que discurre agua solo durante los períodos invernales (Figura 3). 
Figura 3. Relieve ondulado. Vereda Ventanas, occidente de Aipe.
Los suelos, en general, son muy poco desarrollados, con procesos erosivos fuertes que han 
provocado la pérdida de los primeros horizontes. Aunque fisiográficamente la zona es bastante 
homogénea, es posible advertir al menos tres tipos de paisaje (Vargas 1995: 6-7): valles formados 
por terrazas de aluviones de granos que van de fino a gravilloso y pedregoso, muy superficiales, de 
profundidad moderada; pie de monte, apreciable en los glacis de erosión (laderas pendientes con 
alto grado de erosión), constituidos por sedimentos coluvio-aluviales, arcillosos y pedregosos, y 
valles aluviales recientes que corresponden a las áreas de influencia o de frecuente inundación en 
las riberas de los ríos Magdalena, Cabrera, Aipe y Baché.
Las condiciones ambientales actuales de la región son resultado de un proceso muy antiguo 
y accidentado de transformaciones que aquí solo se consideran a partir de la época en que pre-
sumiblemente arribó el ser humano. A comienzos del Holoceno las condiciones climáticas eran 
más benignas que en la actualidad; predominaban los bosques densos con características higro-
tropofíticas y freatofitas9 (Bustos y Narváez, 2003: 48); bosques densos, especialmente de galería10 
con árboles de más de 30m de altura sobre áreas planas del Terciario y terrazas aluviales del 
Cuaternario ya que el régimen de lluvias también debió ser superior al actual. En consecuencia, 
se trataba de un medio en el que crecían, entre otros, diversos tipos de palma, guaduas, cámbulo 
o cachimbo, samán y ocobo, medio que albergaba una fauna abundante y variada. Avanzado el 
9 Según los autores citados, en la actualidad remanentes de estos tipos de bosque se pueden observar en la cuenca del río 
Cabrera, en proximidades de la población de Colombia, al nororiente de nuestra zona de estudio. 
10 Se trata de bosques densos enmarañados en las márgenes de las fuentes hídricas en medio de zonas de sabana.
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Holoceno, ocurrieron diversos eventos de variaciones climáticas que incidieron en forma notable 
en la cobertura vegetal, es el caso del xerotermal ocurrido del 5000 al 2500 a.C., lapso durante el 
cual la humedad fue menor, con lo que se ampliaron las sabanas y las coberturas subxerofíticas 
y xerofíticas (Bustos y Narváez 2003: 56), con arbustos espinosos y diversas cactáceas (Figura 4).
Figura 4. Vegetal subxerofítica. Nororiente de Aipe.
En la actualidad se observan en el área dos sistemas generales de drenaje que convergen en el 
centro del valle por donde discurre el río Magdalena. Uno, con dirección oriente-occidente, cuyas 
principales fuentes hídricas, los ríos y quebradas Cabrera, Tatacoa, Venta-Las Lajas, Villavieja, Ba-
teas y Fortalecillas, tienen sus cabeceras en los contrafuertes de la cordillera Oriental. El otro siste-
ma tiene dirección occidente-oriente, con tres ríos principales, Patá, Aipe y Baché, que se originan 
en la vertiente oriental de la cordillera Central. Al interior de estos dos sistemas se han desarrollado 
numerosos drenajes menores que forman microcuencas de flujo intermitente. Los dos sistemas de 
drenaje dominan una geomorfología y generan procesos de alteración o destrucción y formación 
de suelos, en los que se ha originado un sistema de tres tipos de terrazas aluviales: T0, T1 y T2. 
Las primeras corresponden a áreas muy próximas a los lechos de las fuentes hídricas principales, 
sometidas a frecuentes inundaciones en las temporadas invernales; las terrazas de segundo nivel 
se encuentran un poco elevadas respecto a los cauces, en la actualidad dedicadas en su totalidad 
al cultivo de arroz, aunque susceptibles a inundaciones ocasionales cuando las precipitaciones en 
las temporadas invernales sobrepasan los promedios históricos, y las de tercer nivel, se encuentran 
alejadas de los cauces con elevaciones hasta de 15m sobre los cauces, por lo que se hallan libres 
de inundación. Por último, en la orografía característica de la banda derecha del río Magdalena 
(municipio de Villavieja), se aprecian algunas mesetas aisladas, remanentes de la superficie del 
valle a finales del Pleistoceno (Figura 5).
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Figura 5. Paisaje de mesetas. Orientede Cerbatana, Villaveja.
Desde el inicio del período colonial, el uso fundamental del suelo cambió de forma abrupta; 
se dedicó a actividades pecuarias (ganado vacuno), por este motivo la cobertura de sabana se 
expandió a expensas de la vegetación de matorral. A la ganadería de vacunos, hoy se agrega el 
pastoreo de caprinos, que se alimentan de los pastos y especies arbustivas, con lo que se aceleran 
y expanden los procesos erosivos y se impide la regeneración de la cobertura vegetal. La catástrofe 
ambiental se acrecienta en forma exponencial por la multiplicación de las actividades de la indus-
tria extractiva del petróleo: procesos erosivos irreversibles de los suelos en forma de surcos, cárcavas 
y derrumbes (Figuras 6 y 7), extinción de la poca fauna sobreviviente, agotamiento definitivo de 
las fuentes hídricas, contaminación de los suelos y el aire con los desechos del petróleo, contami-
nación auditiva, desplazamiento y miseria de los habitantes y trabajadores del campo.
Figura 6. Proceso erosivo en cárcavas. Occidente de Aipe.
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Figura 7. Erosión en cárcavas. Área que bordea las terrazas de La Cerbetana, norte de Villavieja.
La diversidad de especies de fauna y flora que se relaciona a continuación, se debe a la exis-
tencia de diversos ambientes agropecuarios que les permiten la sobrevivencia, relictos diversos de 
vegetación y a las características de las corrientes hídricas.11 
A pesar de las extremas condiciones de degradación ambiental, además de las plantas sub- 
xerofíticas, en las vegas de los ríos y quebradas en medio de los pastizales aún se pueden apre-
ciar diversas especies arbóreas, sobrevivientes testigos de la inmensa riqueza de la flora de la que 
disfrutaron y dispusieron las comunidades de antaño. Dentro de las cactáceas sobresalen cactus 
cuadrangular (Acanthocereus tetragonus), cabecenegro (Melocactus curvispinus), caminador 
o melcocha (Opuntia depauperata), arepo u orejón (Opuntia schumannii), cilíndrico articu-
lado (Praecereus euchlorus) y cilíndrico ramificado (Stenocereus griseus). En las especies arbó-
reas sobresalen dinde (Chlorophora tinctoria), guásimo (Guazuma ulmifolia), bilibil (Guarea 
kunthiana), algarrobo (Ceratonia siliqua), caucho (Inga sp.), samán (Samanea saman), 
payandé (Pithecellobium dulce), iguá (Pseudosamanea guachapele), caracolí (Anacardium 
excelsum). Entre las especies arbustivas, las de mayor dispersión son tatamaco (Bursera tomen-
tosa), cují (Prosopis juliflora), pelá (Acacia farnesiana), mosquero (Croton ferrugineus), ma-
tarratón (Gliricidia sepium), palma corozo (Acronomia sclerocarpa), sangregado (Jatropha 
sp.) y pindo (Arundo donax).
La fauna que pervive es bastante variada,12 aunque la mayoría de ella se encuentra en peligro 
crítico de extinción debido a la aniquilación de sus hábitats por actividades agropecuarias, la 
industria extractiva del petróleo, la minería a cielo abierto, la caza y pesca desmedidas y la acción 
agresiva permanente de algunos campesinos y habitantes de las áreas urbanas. 
11 Además de las observaciones de campo hechas por el autor, para esta relación sobre la fauna y la flora local se tuvieron 
como fuentes fundamentales las investigaciones de Olaya, Sánchez y Acebedo (2001), Fandiño (2010) y Llanos (2010).
12 Aunque las largas y numerosas temporadas de campo nos permitieron con muy grato placer observar la rica variedad de 
flora y fauna de la zona, muchas de las especies relacionadas corresponden a los inventarios realizados por los investi-
gadores citados en el informe de la Universidad Surcolombiana (2006).
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Entre los peces se encuentran: raya (Potamotrygon magdalenae), mohíno (Leporinus mu-
yscorum), sardinas (Argopleura magdalenensis, Astyanax bimaculatus, Astyanax fasciatus), 
sabaleta (brycon henni), sardinata (Brycon moorei), dorada (Salminus affinis), agujeta (Cte-
nolucius hujeta), madre de bocachico (Cyphocharax magdalenae), bocachico (Prochilodus 
magdalenae), dentón (Hoplias malabaricus), dormilón (Saccodon caucae), caloche (Eigen-
mannia virescens), mojarra azul (Aequidens pulcher), mojarra amarilla (Caquetaia kraussii), 
cuchas (Chaetostoma fischeri, Chaetostoma milesi), coroncoro (Panaque gibbosus), capaz 
(Pimelodus grosskopfii), nicuro (Pimelodus blochii), guabima (Rhamdia quelen) y gullumbo 
(Trichomycterus striatus). Es de destacar la alta riqueza en bivalvos que ofrecen los ríos de la 
zona, en particular los ríos Aipe y Villavieja (Figura 8). 
Figura 8. Conchas de bivalvos extraídos de un canal para riego en la localidad de Bateas.
Hay varios tipos de batracios (sapos y ranas) y muchos reptiles como caimán (Caiman cro-
codilus y Caiman sclerops), babilla (Crocodylus acutus), talla x o mapaná (Bothrops atrox), 
cascabel (Crotalus durissus), rabo de ají (Micrurus mipartitus), coral (Micrurus psyches), 
iguana (Iguana iguana) y lagarto (Cnemidophorus lemniscatus). 
La fauna terrestre es también aún diversa aunque, por supuesto, varias especies se encuentran 
en peligro inminente de extinción: venados (Mazama americana y Odocoileus virginianus), 
zorro perro (Cerdocyon thous), lobo colorado (Pseudalopex culpaeus), gato pardo o gato mon-
tés (Herpailurus yagouaroundi), oso perezoso o perico ligero (Bradypus variegatus), zorro 
mielero (Eira barbara), nutria (Lontra longicaudis), cusumbo (Nasua nasua), comadreja 
(Caluromys lanatus), chucha (Didelphis marsupialis), armadillo (Dasypus novemcintus), oso 
hormiguero (Tamandua mexicana), conejo sabanero (Sylvilagus floridanus), cafuche (Tayas-
su pecari) y ardilla o ardita (Sciurus granatensis); también varios tipos de murciélagos (Artibeus 
jamaicensis, Eptesicus brasiliensis y Myotis nigricans).
En este medio ambiente adverso, las aves tienen ventajas respecto a otros animales, por lo que 
sobresalen por la cantidad y diversidad. A continuación relacionamos las más sobresalientes: pato 
careto (Anas discors), pato canadiense (Aythya affinis) (Figura 9), alcaraván (Burhinus bistria-
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
tus), caica (Gallinago gallinago), garzas (Ardea cocoi, Bulbulcus ibis, Butrides striata, Cas-
merodius albus, Egretta tula, Pilherodius pileatus), torcaza (Columba cayannensis), tórtola 
caminera (Columbina talpacoti), martín pescador (Ceryle torquita), garrapatero (Crotophaga 
ani), chamón (Crotophaga major), gavilán (Accipiter bicolor), cernícalo (Falco sparverius), 
guaraguao (Caracara plancus) (Figura 10), gallinazo (Coragyps atratus), perdiz (Colinus 
cristatus), chiguaco (Saltator albicollis), toche (Icterus chrysater), sinsonte (Mimus gilvus), 
azulejo (Thraupis episcopus), sirirí (Machetornis rixosus), carpinteros (Colaptes punctigula, 
Melanerpes rubricapillus, Pincumnus olivaceus), loro real (Amazona ochrocephala) y perico 
(Brotogeris jugularis).
Figura 9. Fauna silvestre. Pareja de patos canadienses con sus crías, La Montosa.
Figura 10. Guaraguao muerto al consumir carne envenenada por los residentes del área rural de 
Villavieja.
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Así pues, la uniformidad de la región es solo aparente. Si se aprecia con detenimiento, hay 
diversas localidades con entornos o microambientes variados que disponen de suelos de adecuado 
potencial para la producción agrícola, abundantes fuentes hídricas, cubrimiento variado de vege-
tación y alta y variada presencia de biomasa animal. Sin duda, se trata de ambientes que en alta 
medida influyeron en las formas de vida de las poblaciones prehispánicas.
28
Técnicas para la compilación 
de la información empírica
Puesto que esta investigación tiene como propósito fundamental el estudio del desarrollo 
social prehispánico y en él las materializaciones culturales más sobresalientes,en particular en 
relación con la apropiación del espacio, los sistemas de relaciones sociales, la apropiación social 
del trabajo excedente, la magnitud de la integración política, el movimiento de recursos a larga 
distancia y la fortaleza de los liderazgos en las comunidades, entonces fue preciso recuperar infor-
mación histórica detallada sobre los patrones de asentamiento en áreas lo suficientemente exten-
sas para albergar a varias comunidades. Para lograr estos propósitos, en consecuencia, fue indis-
pensable realizar un estudio de tipo regional, mediante la técnica de reconocimiento sistemático 
o de cubrimiento total. Posteriormente, con base en la información recuperada, se hizo necesario 
obtener información de mayor detalle sobre las características de los asentamientos detectados.
El reconocimiento regional sistemático ha demostrado ser de inmensa utilidad, pues pro-
porciona información histórica óptima sobre las dinámicas demográficas y sobre los patrones de 
asentamiento, acordes con los grados de integración política y con las modalidades económicas 
implementadas por las comunidades. Un reconocimiento regional sistemático o de cubrimiento 
total debe considerar de igual trascendencia tanto los sitios destacados por magnitud, extensión 
y densidad de restos arqueológicos, como los yacimientos discretos, para entender funciones y 
relaciones entre ellos. En fin, el reconocimiento regional sistemático es un procedimiento idó-
neo, aunque prolongado y costoso, para obtener información adecuada e indispensable sobre la 
dinámica histórica del poblamiento, usos del espacio, grados de integración política (jerarquía 
de los asentamientos) y modalidad de acceso a los recursos. En diversas regiones del mundo y del 
país, la aplicación de esta técnica ha sido exitosa al proporcionar ingente información sobre la 
complejización de las sociedades y sobre la variabilidad de los procesos de cambio cultural; por 
ejemplo, los realizados en el Valle de México (Sanders, Parsons y Santley 1979; Kowalewski 1990); 
en el Valle del Santa, en la costa peruana (Wilson 1990), en el Cercano Oriente (Summer 1990), en 
el norooriente de Arizona (Dean 1990), en la Sabana de Bogotá (Boada 2006), en Fúquene y Susa 
(Langebaek 1995), en el valle del río La Plata (Drennan 1985, 2000, 2006), en Isnos (Sánchez 
2007), entre otros.
El alcance de las inquietudes generales de la investigación, solo es posible en el ámbito de un 
estudio regional. En primer lugar, porque las transformaciones sociales y los cambios culturales 
se evalúan en términos de integración e interacción de diversas comunidades, por lo que evaluar 
las dinámicas poblacionales, las características de los asentamientos y las diferencias cualitativas 
y cuantitativas de los restos de artefactos en los asentamientos, son indicadores de primer orden. 
En segundo lugar, porque la caracterización de un tipo de formación social en perspectiva política, 
se expresa en un ambiente territorial extenso, pues generalmente son varias las comunidades que 
la integran.
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
El área del reconocimiento sistemático tiene una extensión de 550km² (Figura 1). Forma un 
rectángulo cuyo límite norte corresponde a la latitud de la confluencia del río Patá y la quebrada 
La Tatacoa con el río Magdalena; el límite sur se encuentra a la latitud de las quebradas La Babilla 
(suroriente de Aipe) y El Aceite (al sur de Villavieja); al occidente corresponde a la longitud del 
curso medio del río Baché (suroccidente de Aipe) y el oriente, a la longitud de las cabeceras de la 
quebrada La Venta (al oriente de Villavieja). Comprende fundamentalmente el territorio de los 
municipios de Aipe, Villavieja y norte de Neiva.
Tanto las inspecciones preliminares de la zona, como los primeros resultados del reconoci-
miento indicaron que los sitios arqueológicos o áreas de ocupación prehispánicas se encuentran 
sobre terrazas altas aluviales (T2) del río Magdalena y a lo largo del cauce de los ríos y quebradas 
caudalosas afluentes de aguas permanentes, en ningún caso sobre terrazas bajas (T0 y T1) o sobre 
las mesetas elevadas ni a más de 500 m de distancia de los cauces permanentes.13 
Por su parte, los procesos de erosión de los suelos, de origen antiguo, acelerados por las 
prácticas pecuarias de la ocupación humana a partir del período de la Colonia, generaron dos 
fenómenos que se debieron considerar durante el reconocimiento; en primera instancia, que la 
erosión hídrica ha hecho que los suelos superficiales (vegetales) hayan sido lavados, por tanto 
los materiales arqueológicos se encuentran en superficie; en algunos casos los yacimientos fue-
ron destruidos y los materiales arqueológicos desplazados, a tal grado que en algunos lugares la 
información asociada ha desaparecido o ha sido fuertemente alterada, quedando sepultada bajo 
gruesas capas de materiales coluvio-aluviales. En segundo lugar, en algunos casos, los suelos no 
perturbados han quedado sepultados por materiales arrastrados desde terrazas más altas y colinas 
aledañas (Figura 11).
Debido a estas condiciones, fue necesario revisar en forma meticulosa y permanente los ta-
ludes de barrancos de acequias, caminos, carreteables, drenajes naturales y cárcavas. En los casos 
excepcionales en que se advirtió la presencia de restos de artefactos a bastante profundidad, se 
procedió a efectuar el muestreo del área por medio de sondeos con barra metálica. Durante los 
recorridos observamos que en general, el agudo proceso de erosión por la tala indiscriminada, el 
sobrepastoreo y el lavado de los suelos durante las temporadas invernales, ha generado un paisaje 
en el que lo dominante son las superficies en las que aflora el material parental y sedimentos 
compuestos de arena y grava (Figura 12), con los materiales arqueológicos siempre en superficie. 
El reconocimiento sistemático se hizo con base en la cartografía del Instituto Geográfico 
Agustín Codazzi (IGAC): planchas cartográficas a escala 1:25.000, fotografías aéreas (Vuelos 
C-2520/174, 177, 178, 191, 193; C-2465/64, 65 y C-2789/38, 39, 63), ampliadas a escala 1:6000, e 
imágenes de Google Earth impresas a la misma escala. Todos los sitios arqueológicos identificados 
y delimitados se registraron en calcos de las fotografías y, posteriormente, mediante AutoCad, la 
información se trasladó a planos basados en las planchas cartográficas del IGAC.
Por las condiciones ambientales y las observaciones iniciales sobre las tendencias de ubica-
ción de los asentamientos, el reconocimiento se realizó en forma sistemática sobre las terrazas del 
río Magdalena y sus afluentes y, mediante muestreo aleatorio en las zonas alejadas de estos, en el 
resto del área propuesta. En el primer caso se obtuvo la información arqueológica revisando pal-
mo a palmo los terrenos en rondas hasta de 500m a lo largo de las fuentes hídricas, por medio de 
13 A diferencia de los asentamientos prehispánicos, los correspondientes al período republicano y del siglo XX, con frecuencia 
se establecieron sobre colinas y mesetas a mayores elevaciones y distancias de las fuentes de agua; evidencia de ello son las 
numerosas estructuras rectangulares en piedra, registradas en el reconocimiento. 
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Figura 11. Erosión de colina y relleno de sedimentos en área plana.
Figura 12. Detalle de sedimentos de grava gruesa.
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
recolecciones superficiales en extensiones no mayores de 25m² cada una, a intervalos de 30m y, en 
algunas oportunidades, mediante sondeos de 40 x 40cm de lado (dimensión solo funcional) y pro-
fundidad variable acorde con la magnitud de los depósitos, con el propósito de obtener muestras 
de restos de artefactos, cuando se trató de superficies homogéneas con presencia espacialcontinua 
(sitio o área de ocupación). 
En el caso del reconocimiento aleatorio, se delimitaron unidades de muestreo de 1km², ubi-
cadas entre las fuentes de aguas permanentes, a partir de 500m de sus riberas, de tal forma que se 
cubriera al menos el 50% de los terrenos; unidades que se sometieron a escrutinio similar al del 
reconocimiento sistemático. En un reconocimiento regional, todo el territorio es importante, pues 
siempre es objeto de apropiación cultural, máxime en la historia antigua cuando los terrenos ale-
jados de los asentamientos correspondían a cotos de caza y recolección o tuvieron valor simbólico, 
por ende estaban implícitos en las consideraciones e interacción entre comunidades. 
Además del procedimiento para la obtención de muestras de material arqueológico y la deli-
mitación de las áreas de ocupación prehispánicas, se registró en un consecutivo, todo tipo de rasgo 
de actividad antrópica, como arte rupestre, tumbas saqueadas, plantas de vivienda “históricas”, 
etc., e información sobre las características del ambiente físico, tanto del sitio o área de ocupación, 
como del punto exacto en donde se obtuvo la muestra de artefactos. Es obvio que la presencia 
superficial de los restos de artefactos no es totalmente confiable; algunos depósitos pueden no 
haber sido alterados totalmente, por tanto, es posible que en algunos casos los materiales más 
antiguos no hayan quedado expuestos, con lo que la representación de materiales tardíos esté 
sobredimensionada. 
32
Resultados del reconocimiento regional
reconocimiento sistemático
Los trabajos iniciales de experimentación se efectuaron en la localidad de Piedrapintada, 
12km al norte del área urbana de Aipe, en terrazas del río Magdalena (véase la localización en la 
Figura 21). Allí, con un grupo de 12 estudiantes, durante una semana se pusieron a prueba varias 
estrategias para la recuperación de información representativa de los sitios o áreas de ocupación. 
Inicialmente nos dimos a la tarea de revisar numerosos perfiles de barrancos en drenajes na-
turales, taludes de caminos, carreteables y acequias, con el propósito de conocer las profundidades 
medias hasta las que llegaban los depósitos arqueológicos, fundamentalmente de material cerá-
mico. Posteriormente, con el mismo propósito excavamos tres cortes con control estratigráfico de 
1 x 1m de lado. En los dos casos se trató de referencias para la excavación de los sondeos mediante 
los cuales nos proponíamos realizar el reconocimiento regional sistemático.
Luego de la primera aproximación al conocimiento de los depósitos arqueológicos, se realizó 
una prospección intensiva en el sitio VN01 (por la región de estudio, Valle de Neiva), una terraza 
aluvial de 1½ha, con superficie cubierta por sedimentos de arena y grava, sobre la que se trazó 
una retícula con pozos de sondeo a intervalos de 20m; labor que resultó extenuante en extremo.
Los sondeos de 40 x 40cm de lado y 50cm de profundidad promedio (profundidad sugerida 
por los perfiles y cortes), debieron ser excavados con barras metálicas de 12 libras debido a la 
composición y dureza extrema de los suelos. Bajo una canícula de 40°C, y nubes de zancudos, 
cada sondeo demandó 40 minutos de trabajo a dos estudiantes. En total se excavaron 48 sondeos, 
de los cuales 27 no proporcionaron ningún tipo de material cultural y en el caso de los sondeos 
positivos, los materiales arqueológicos se hallaron bastante superficiales, hasta aproximadamente 
20cm de profundidad.
Para la prospección del siguiente sitio, el VN02 se cambió de estrategia. Este sitio corresponde 
a una terraza aledaña de cerca de 1ha de extensión, con suelos similares a los de VN01. Aquí se 
trazó una retícula con 31 puntos a intervalos de 30m y a partir de cada punto, en un área de 4m² se 
realizó una recolección superficial de material cultural. El resultado fue sorprendente: de 19 áreas 
se logró una muestra abundante de fragmentos de cerámica y de instrumentos líticos, entre ellos 
cuatro posibles puntas de proyectil (Véase adelante Figura 82).
Tanto la experimentación como las observaciones de campo permitieron tomar la decisión 
de realizar el reconocimiento regional, fundamentalmente mediante recolecciones superficiales, 
pero efectuando revisiones visuales cuidadosas sobre las características de los suelos, en especial 
cuando se trataba de terrazas aluviales, en pos de depósitos no perturbados por la erosión. El 
reconocimiento se inició en junio del 2006 y finalizó en agosto del 2011 cuando se abarcaron los 
550km² considerados en la propuesta de investigación; comenzó en la localidad de Piedrapintada 
por ser de vieja data sobresaliente y conocida debido a la presencia de una gran roca con nume-
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
rosos y diversos petroglifos. Poco tiempo después ya se había logrado el reconocimiento del sitio 
conocido como Piedras del Callejón, 6km al suroccidente de Piedrapintada; conjunto extenso de 
rocas con petroglifos (Figuras 13, 14 y 15) y un poco más al sur, la localidad de La Montosa, cuyos 
yacimientos arqueológicos han sido objeto de frecuente perturbación por los habitantes locales.
Figura 13. Petroglifos de Piedrapintada, municipio de Aipe.
Figura 14. Detalle de una de las 22 rocas con petroglifos de El Callejón, municipio de Aipe.
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Figura 15. Grabado en roca. Inspección de Patá, al norte de Aipe.
Se trata de tres localidades que en perspectiva arqueológica resultan sugerentes como centros 
de intensa actividad social y en el caso de La Montosa, de manifestación fehaciente de un asenta-
miento con presencia de individuos o unidades familiares de prestigio sobresaliente.
La delimitación del área de estudio no se hizo a priori; esto ocurrió cuando se había realizado 
el reconocimiento de un área extensa que abarcaba las tres localidades mencionadas, en la que se 
apreciaba un patrón de poblamiento con clara tendencia a formar agrupaciones14 perfectamente 
delimitadas y distanciadas unas de otras en el paisaje. Este patrón de uso del espacio, por supuesto, 
nos sugirió los primeros interrogantes sustanciales por investigar: ¿por qué la tendencia a confor-
mar asentamientos nucleados? ¿Qué estructuras sociales fueron posibles en esos asentamientos y 
en la zona circundante?, subsecuentemente, ¿qué aspectos sobresalientes caracterizaron la orga-
nización política? En consecuencia, consideramos necesario contar con información más amplia 
sobre otros posibles asentamientos con características similares y sobre áreas de ocupación discre-
tas diseminadas en el paisaje. En esta medida la delimitación del área total a prospectar en forma 
sistemática fue arbitraria, aunque habría sido interesante también abarcar zonas con diferencias 
ambientales disímiles, por ejemplo en el piedemonte de las cordilleras Oriental o Central, posibi-
lidad truncada por condiciones adversas de orden público. Pese a la homogeneidad del paisaje y a 
la similitud formal de los restos de artefactos recuperados durante el reconocimiento, no podemos 
considerar que los asentamientos y las comunidades prehispánicas identificadas en la zona de 
estudio correspondientes a diversos momentos del devenir histórico hayan sido contemporáneas a 
cabalidad o que algunas hayan integrado unidades políticas mayores precisamente acorde con la 
zona del reconocimiento.
14 No se trata de asentamientos con viviendas aglomeradas o contiguas, sino grupos de casas, con suficiente espacio a su 
alrededor; grupos próximos unos a otros en un terreno extenso, estratégicamente ubicado en el paisaje. 
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
En total logramos ubicar y delimitar 537 sitios o áreas de ocupación15, con extensiones que 
varían desde 0.1 a 7ha, de donde se obtuvieron 1134 colecciones o muestras de restosde artefactos, 
compuestas, entre otros, por 17424 fragmentos de cerámica; de ellos 8439 prehispánicos, 8985 co-
lonial-republicano y moderno de la primera mitad del siglo XX. Las colecciones de instrumentos lí-
ticos suman 134, con 293 instrumentos, encontrados asociados a material cerámico prehispánico; 
instrumentos cuya elaboración parece corresponder a industrias especializadas que hacían parte 
de procesos de trabajo complejos: metates y manos de moler, pesas para redes y trampas de pesca, 
afiladores líticos para dardos de caza, puntas de proyectil, azadas, raederas, cuchillos, golpeadores 
y lascas utilizadas. Mediante el reconocimiento sistemático se registró información sobre 41 plan-
tas rectangulares en piedra, pertenecientes a estructuras habitacionales de donde se obtuvieron 
colecciones de material cultural colonial, republicano y moderno (Figuras 16 y 17). También se 
registraron algo más de 40 estructuras circulares en piedra de 1.60 y 2.20m de diámetro, usual-
mente asociadas a áreas de ocupación posconquista, de uso desconocido (Figuras 18 y 19). 
Figura 16. Planta de vivienda, tal vez de finales del siglo XIX. Sitio VN305.
15 Como mecanismo de agilidad en el reconocimiento sistemático, el área de ocupación corresponde al espacio con presencia 
continua de desechos domésticos o restos de artefactos. Por consiguiente, esta apreciación no incluye el área circundante 
de un asentamiento, que correspondía, posiblemente a las huertas caseras o a la tierra de labranza. En el reconocimiento, 
un área de ocupación puede separarse de otra por la presencia de un pequeño accidente geográfico que interrumpe la 
continuidad de los desechos, por ejemplo, un drenaje, una pendiente o un barranco, por lo que, en realidad, muchas áreas 
que aparecen separadas, pueden haber hecho parte del mismo asentamiento.
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
Figura 17. Sección de andén de antigua vivienda en VN354. 
Figura 18. Estructura circular en piedra de 2.10m de diámetro en VN16. 
Figura 19. Estructura circular en piedra de 1.95m de diámetro en VN 23.
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
tiPología cerámica y cronología Preliminares
Con la información lograda en los cortes con control estratigráficos de 1x1m y de los son-
deos efectuados antes de iniciar el reconocimiento sistemático, se creó una tipología preliminar 
para que sirviera de referencia en el análisis del material que se recobrara en el reconocimiento 
regional, en las prospecciones intensivas y en los cortes para excavar más adelante; tipología y 
temporalidad que se afinarían a medida que se excavaran otros cortes con control estratigráfico y 
se lograra recuperar material orgánico para fechar. 
Por tratarse de una zona ubicada en el valle del río Magdalena, a media distancia entre el 
centro del Tolima (Suárez-Guamo-Coyaima), epicentro de investigaciones para las que las tipo-
logías cerámicas han sido centrales y el sur del Alto Magdalena (San Agustín-Isnos-Valle de La 
Plata), con su sólida información regional sobre procesos de cambio sociocultural, fue necesario 
tenerlas como referencias en la construcción de la tipología y la cronología, pues desde la obten-
ción de las primeras colecciones de material cerámico se advirtieron algunas similitudes, aunque 
también marcadas diferencias estilísticas .
Para la definición preliminar de la tipología cerámica se tuvieron en cuenta las similitudes 
y algunos atributos estilísticos de los materiales cerámicos de las regiones aludidas; sin embargo, 
los aspectos esenciales considerados en la definición de la tipología fueron los aspectos estilísticos 
formales como acabado de las superficies (decoración y forma de los bordes), formas de los reci-
pientes, y algunas características técnicas como consistencia de las pastas y grados de cocción. En 
la clasificación de esta fase inicial o preliminar, no consideramos como fundamentales los tipos de 
pastas ni de desgrasantes, porque esos aspectos obedecen fundamentalmente a las disponibilidades 
locales de las materias primas. Tentativamente se definieron tres tipos cerámicos representativos 
de tres lapsos de ocupación prehispánica que simplemente se denominaron materiales del Período 
1 (Formativo), del Período 2 (Clásico Regional) y del Período 3 (Tardío). 
38
Reconocimientos intensivos 
y cortes estratigráficos
Puesto que la territorialidad es un elemento sine qua non de la vida social, la identificación 
del uso del espacio por las comunidades nos aproxima a los fundamentos de las actividades econó-
micas y, en consecuencia, a las modalidades de la integración política de esas comunidades; esto 
significa que es necesario disponer de diversas estrategias técnicas para lograr la información ade-
cuada para entender esos dos aspectos trascendentales de la cultura. El reconocimiento regional de 
carácter sistemático ofrece información abundante y óptima de tal forma que se pueden percibir 
patrones de asentamiento correspondientes a diversas formas de integración política, pero una vez 
conocidas las ubicaciones de los asentamientos y su distribución espacial, es necesario obtener 
información particular sobre las magnitudes reales de esos asentamientos y sobre las formas de 
vida de las comunidades que los habitan. 
La técnica adecuada para logar esos objetivos consiste en lo denominado en la arqueolo-
gía del Alto Magdalena “reconocimiento intensivo” (Drennan 2000: 96-98, Drennan et al. 2006: 
134-154, González 2007: 22-26). En el caso del Valle de Neiva, este tipo de prospección se realizó 
en las áreas de ocupación más extensas, centrales y con mayor densidad de restos de artefactos 
de las agrupaciones detectadas por el reconocimiento sistemático. El principio que subyace a la 
implementación de esta estrategia parte de que las comunidades sedentarias con su territorialidad 
definida, trátese de tipo local o de integración regional como las cacicales, se caracterizan por la 
tendencia a la conformación de asentamientos aglutinados de población, debido a la cohesión que 
produce la prevalencia del parentesco, al valor determinante del trabajo comunal en los procesos 
productivos y a la defensa o simplemente producto de decisiones centralizadoras que pueden tomar 
las direcciones políticas de las comunidades. Se busca, entonces, información sobre la cantidad 
de unidades residenciales, la disposición espacial de las estructuras y la presencia o distribución 
diferencial de rasgos arquitectónicos y de artefactos y ecofactos. Diversos estudios arqueológicos 
muestran que los desechos domésticos se desperdigaban en cantidades variables, formando semi-
círculos a pocos metros en frente de las viviendas16 (Drennan 2000:96-98, Jaramillo 1996:106-121, 
Quattrin 2001:16-54, Boada 2009: 276-281, Romano, 2009:150-157, Henderson y Ostler 2009:109-
121, Fajardo 2011:46-65, Rodríguez 2013:36-64), de extensiones tan amplias y densas como las 
dimensiones y permanencia de las estructuras habitacionales de donde procedían los desperdicios; 
por tanto, mediante sondeos de dimensiones fijas, se trata de obtener un muestreo fehaciente de 
las distribuciones de las densidades de desperdicios, o mejor, de las ubicaciones y dimensiones de 
los anillos de desechos y en consecuencia de la posible ubicación de las plantas de vivienda, de sus 
16 Esto sucede si las estructuras habitacionales disponían de frontis definido. Si la vivienda era tipo caney, es decir, sin frontis 
definido, es de esperarse concentraciones circulares con un espacio central sin muchos desperdicios; patrón que según los 
cronistas no era el propio de la zona, por lo menos en relación con las comunidades tardías pijao (Triana 1992: 54). 
Carlos Augusto Sánchez
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La sociedad comunal en la historia antigua.
Arqueología del valle de Neiva.
dimensiones y de las diferencias o similitudes cualitativas entre ellas en el asentamiento o área

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