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LACEBRÓN GUZMÁN JACINTO JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN Primer caído del Nacionalísmo Argentino TÍTULOS DE NUESTRA EDITORIAL •BREVE RELATO SOBRE EL ANTICRISTO de Vladimir Soloviev. 1995. •VENIMOS DESDE EL AYER de Antonio Caponnetto. 1996. ·EL PAN VIVO - a propósito de la comunión en la mano- de Antonio Caponnetto. 1996. ·MONSEÑOR TISO, El Gobernante Mártir de Jordán Bruno Genta. 1997. -FILOSOFÍA DE LA EUCARISTÍA de Juan Vázquez de Mella. 1998. •SOBRE LA ASTROLOGÍA -Edición Bilingüe- de Santo Tomás de Aquino.1998. •LA CATEDRAL DE BUENOS AIRES del Canónigo P. José E. Masé. 1999. •HIMNOS, MARCHAS Y CANCIONES (*) de Falange Española de las J.O.N.S. 1999. •ESCRITOS Y DISCURSOS A LA FALANGE(*) de Ignacio B. Anzoátegui.1999. •EL ASALTO TERRORISTA AL PODER de Jordán Bruno Genta. 1999. •LA REVOLUCIÓN FRANCESA(*) de Rubén Calderón Bouchet. 1999. •ROMANCES Y JITANJÁFORAS (*) de lgnacio Anzoátegui. 2000. •LA MASONERÍA Y LA EMANCIPACIÓN DEL RÍO DE LA PLATA (*) de Patricio José Maguire. 2000. •ILUMINISMO Y POLÍTICA de Rubén Calderón Bouchet. 2000. •LA SED DE NUESTRO SEÑOR -Doctrina de la Iglesia sobre las Indulgencias- Luisa Etelvina Chariaud.2000 . ·LA MORAL EXISTENCIALISTA Y OTROS ENSAYOS COLINDANTES (*) de Rafael Gambra. 2000 . ·Años DE TERROR Y PÓLVORA -EL PROYECTO CUBANO EN LA ARGENTINA- (1959-1970) de Guillermo Rojas. 2001. (*)(Co-edición con Ediciones Nueva Hispanidad) HERNÁN M. CAPIZZANO JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN Primer caído del Nacionalismo Argentino EDITORIAL SANTIAGO APÓSTOL ©Editorial y Librería Santiago Apóstol Rodríguez Peña734 P.B. «A» Tel: (011) 4813-2483 sapostolnac@hotmail.com sapostol@topmail.com Buenos Aires - República Argentina. Realización Gráfica: Marcelo J. Gristelli Dibujo de tapa: Facsímil de Jacinto Lacebrón Guzmán publicado en «Alianza» (1951) Fotos interior: Beto Imerone Hecho el depósito que marca la ley Buenos Aires - Julio de 2001 (Impreso enla Argentina) I.S.B.N.: 987-1042-02-7 Advertencia sobre el material fotográfico Creemos necesario advertir sobre el estado del material que ilustra el presente trabajo. El mismo se hallaba en condiciones deplorables dada su antigüedad y su estado de conservación. Por otra parte no se nos permitió el acceso al material óptimo encontrado en un importante organismo oficial de carácter cultural lo cual nos obligó a recurrir a colecciones privadas realizando las reproducciones correspondientes. Agradecemos aquí a quienes gentilmente cedieron el material gráfico: al Instituto Bibliográfico "Antonio Zinny" y a los señores Manuel Orús y José Luis Tomaselli. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. PRÓLOGO Es seguro que el nombre de Jacinto Lacebrón Guzmán nada dirá al común de los argentinos, habi tantes hoy de una nación que nos ha sido dolorosa mente ultrajada. Y que no resonará en los oídos de esa juventud ordinaria, malamente acostumbrada a tener por familiares hasta los datos más baladíes de los personajillos del deporte o del espectáculo. Triste señal si las hay, de ingratitud por un lado, más de desapego esencial por otro. Bienvenido sea este ensayo, que hablará a unos y a otros de quién fue Jacinto, "la flor del Cuyo altivo", como supo llamárselo; capaz de dar su sangre en de fensa de Jesucristo y de la Argentina, en lucha frontal y abierta, como sólo saben luchar los escogidos. Ape nas contaba veinte años, pero en ellos -virilmente lle vados- cabía toda la tradición de una tierra que fue fundada al amparo del crucifijo y del sable. Es seguro asimismo, que a quienes en poco o en nada tienen en valía a nuestro nacionalismo, les sor prenderá saber que alguna vez ganó las calles para tes timoniar la verdad política; que en esas calles se reza ba y se desfilaba, se cruzaban marcialmente los pen dones y se hincaban las rodillas de los militantes para recibir la Sagrada Forma, como sucedió durante las jornadas irrepetibles del Congreso Eucarístico. En esas calles ahora mercantilizadas, los camaradas se agru paban entonces por legiones; peregrinos a veces, ora- dores elocuentes las más, y en circunstancias solda dos, cuando la hez desatada del marxismo volvía ne cesario responder a sus ataques y desafueros con la legítima fortaleza heroica. Sea por esto igualmente bienvenido el opúsculo que sigue. Trae la recreación veraz de aquel tramo de nuestra historia centrada en los años treinta del siglo clausurado, el retrato fiel de una época tergiversada por la historiografía fleta de liberales y de rojos, la descrip ción sobria de un tiempo en algo al menos más augusto que el presente: en que se podía vivir altivamente la doble condición de católico y de nacionalista. Y es seguro finalmente, que aquellos interesados hoy en los estudios e investigaciones históricas, al ca lor de las modas culturales que rigen y de las directi vas torvas llegadas desde las usinas de la pseudoin teligencia, procuren abrirse un camino profesional hil vanando bellaquerías contra nuestros próceres, o remedando al historiar el oficio de los mercaderes. Porque la aludida historiografía, que se jacta de cientí fica, no pasa de ser un catálogo de resentimientos dialécticos y de naderías metodológicas. Tercera bienvenida para este ensayo, porque des deñando tamañas equivocaciones y tentaciones, se sostiene en el mejor ser de la disciplina del pasado; aquel que puede y quiere rescatar las figuras arquetípicas, descubriéndolas ante nuestros ojos, e ins tándonos a emularlas. Si la patria supo cobijar varo nes como Jacinto Lacebrón Guzmán, ha de ser justo y necesario que nos engendre a quien pueda narrar sus vidas y sus muertes g1oriosas. Si alguna autoridad otorgara la prologación de una obra, quisiéramos usarla para felicitar a su autor. Felicitarlo quiere decir aquí -siguiendo el Arte Retóri ca del Filósofo- otorgarle el encomio merecido por la clarividencia y el sentido de la oportunidad que ha puesto en la realización de esta biografía; por ese sere no panegírico que ha sabido trazar de este primer ca marada caído; por atreverse a rescatar del olvido a quien merece un sitio en la memoria señorial de la patria. Fe licitarlo quiere decir, también, darle todo el respaldo que sea menester para que prosiga con este empeño nobilísimo de rehabilitar a los paradigmas de la estirpe. Mas como sea que, antes que prologuistas, so mos beneficiarios gozosos de este adelantazgo en la lectura que se nos ha confiado, quisiéramos decirle al lector amigo -fuera joven o no, pero muy especial mente si lo fuera - que no deje de volver una y otra vez sobre estas páginas. Porque la meditación que na turalmente brota de ellas es la única que se necesita para el rescate de la Iglesia y de la Nacionalidad. La meditación sobre el martirio; esto es, sobre el testimo nio de aquellos que entendieron la única señal impe recedera del amor: dar la vida por lo que se ama. Dar la vida por Dios y por la Patria. Antonio Caponnetto Buenos Aires, septiembre de 2001. JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN "Un nacionalista muerto alevosamente ayer en la Pla za Italia, a manos de un comunista cobarde, es el fruto pri mero de la intensa y canallesca campaña que socialistas y comunistas, apoyados por otros partidos políticos vergonzantes, llevan contra la historia, los símbolos, la Pa tria y el nacionalismo. El suceso de ayer en Plaza Italia será silenciado o tergiversado por la extranjería indeseable de "La Vanguardia", pero la sangre de esa víctima de veinte años será vengada por los argentinos, aunque para ello ten- ga que derramarse aún mucha más. Ellos iniciaron la vio lencia al atentar contra las casas católicas cuyos frentes os tentan el escudo eucarístico y ayer llegaronal extremo. Ellos, pues, son los que buscaron guerra y la tendrán. La Patria saldrá ganando al verse limpia de la presencia infamante de los extremistas rojos... "1. Con este duro editorial comenzaba una serie de noticias publicadas al día siguiente del asesinato de un joven llamado Jacinto Lacebrón Guzmán. Escritas seguramente por Enrique P. Osés, entonces director del diario nacionalista Crisol, reflejan toda la indigna ción del nacionalismo por la muerte de un camarada a manos del comunismo. Es la indignación encendida ante la vista de un joven de veinte años que cae con valentía en defensa de sus ideales; gran militante, de aquellos que se ofrecen para las mayores responsabili dades, era estimado por sus camaradas y se lo lloró profundamente frente a sus restos mortales. Su muer- 1 Crisol, 16/09/1934. te tiene mucho que ver con la manifestación de fe ca tólica más grande de la historia Argentina: el XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires. Había nacido en la ciudad de Mendoza el 17 de agosto de 1914. El lugar y la fecha de nacimiento pare cieran prefigurar su vida comprometida: dignificó el tradicional valor cuyano y llegó a la vida en el día en que se recuerda al General San Martín. Simples datos que adornan su origen mendocino. Sus padres fueron españoles como tantos miles y miles que llegaron a la Argentina. No de aquellos que sembraron la lucha de clases sino, por el contrario, de los que enseñaron a sus hijos a amar de manera entrañable la tierra que los había recibido generosamente. Prueba de ello es la presencia de la madre del extinto (entonces viuda), lle gada especialmente de Mendoza para participar en los homenajes organizados por el nacionalismo en sep tiembre de 1935. Seis años más tarde recibía en su ho gar la visita del dirigente nacionalista Enrique Osés, quien lo testimoniaba en un discurso brindado en su gira por la provincia de Mendoza. Relatándolo con viva emoción y recordando al primer caído del nacionalis mo, decía orgullosamente: "Yo acabo de visitar a su ma- dre, a la que he besado como a mi propia madre..."2. La me moria de Jacinto aún no se había borrado. Su padre era don Modesto Lacebrón y su madre doña Rafaela Guzmán. Ambos tuvieron otro hijo, nacido en 1916, al que llamaron Tomás. Estos hermanos varones milita rán juntos en el nacionalismo argentino. Jacinto cursó estudios primarios en su ciudad natal y luego ingresó en la Escuela Normal Nacional, de donde egresó en 1932 con el título de maestro. Tenía 18 años y decidió 2Enrique P. Osés, «Antes que la constitución fue la Nación», Cuadernos Naciona listas, Talleres Gráficos «La Mazorca», Buenos Aires, 1941 . viajar a Buenos Aires para entrar en la Facultad de De recho de la Universidad de Buenos Aires. Allí estuvo muy poco tiempo pues, por razones que desconoce mos, hubo de viajar a Montevideo, donde permaneció todo el año de 1933. En 1934 vuelve a Buenos Aires para reiniciar los estudios y se reúne con su hermano Tomás. Ambos se alistarán en un nuevo grupo surgido a fines del año anterior: la "Legión Nacionalista". Pocos son los detalles que conocemos de la per sonalidad de Jacinto, pero las crónicas postmortem lo señalan bajo un aspecto épico y sacrificado: "...la flor del Cuyo altivo; a su edad, cuando el todo llama junto a la vida fácil, él la desdeña y se somete; obedeciendo a un subli me mandato a la disciplina férrea pero noble de la valiente Legión Nacionalista. Una misión se impone; ha de dar todo por ella sin reclamar nada, y todo lo da... "3. 3Bandera Argentina, 18/09/1934. EL NACIONALISMO ARGENTINO DE 1930 El Nacionalismo o, mejor dicho, sus hombres fue ron quienes consideraron al joven Lacebrón como el primer caído de la causa nacional. No fue un asesina to más, un simple hecho policial; y no lo fue ya que la fi~a enérgica y altiva de Jacinto no podía permitirlo. Su honradez y rectitud, su coherencia y compromiso, su valentía y arrojo son la causa de que sus camaradas lo consideraran como el "Primer Caído del Naciona lismo". Es por ello que debemos conocer cómo estaba conformado aquel nacionalismo de entonces, donde Jacinto pondrá su juventud y su ardor. Existían numerosos grupos de militancia nacio nalista. Entre los más importantes podemos mencio nar a la Legión Cívica Argentina, la Legión Naciona lista, Acción Nacionalista Argentina, Comisión Popu lar Argentina Contra el Comunismo (C-PACC), la Le gión de Mayo, etc. Eran decenas los grupos que ope raban en la Capital Federal, Buenos Aires y en el resto del país. Especial presencia mantenían en las grandes ciudades como Córdoba o Mendoza, Salta, Rosario o Santa Fe. No era una cuestión de un puñado de hom bres, de decenas de enfervorizados militantes, sino que verdaderamente existía un renacer espiritual en la con ciencia de muchos argentinos y, por qué negarlo, la influencia del fascismo tenía a muchos entre sus se guidores. ¿Cómo se podía afirmar que nadie creía en el nacionalismo durante la década de 1930, cuando cada aniversario de la Revolución del 6 de Septiembre encontraba las calles de las principales ciudades del país cubiertas de manifestaciones y diversas demos traciones nacionalistas? Por dar un dato algo signifi cativo, podremos decir que en 1933 seis mil naciona listas uniformados desfilaron mientras que otros mi les sin uniforme acompañaron aquella demostración. ¿Eran aquellos miles de hombres "jóvenes cajetillas", como despectivamente los llamaba la izquierda, o será mejor afirmar que semejante organización represen taba el anhelo de una Patria que no quería saber nada de luchas clasistas, de dependencia colonialista, o de una política de partidos vergonzante como su pasado radical o conservador lo demostraba? El ardor juvenil gobernaba la militancia y no podía ser de otra forma cuando debía" ganarse la calle" a cualquier precio. Los principales referentes del nacionalismo se nu trían de diferentes influencias extranjeras. Aquel leía al francés Maurras, este otro a los teóricos del fascis mo italiano o a los tradicionalistas de la hispanidad. Entre la rancia militancia las ideas eran básicas pero claras: una Patria libre de la opresión extranjera y sus agentes conservadores locales, libre del yugo marxis ta y de la extranjería revolucionaria que amenazaba izar la bandera roja con su continua prédica de violen cia social. No todos leían a Maurras o a Maeztu, pero alcanzaba con el amor a la Patria que profesaban a conciencia y con la religión practicada, cuyo máximo momento se alcanzó en las gloriosas jornadas del XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires. La militancia nacionalista alcanzaba a los niveles más jóvenes. Un primer paso fue la rama "cadetes" de la Legión Cívica en jumo de 1931, que reunía a casi niños de doce o catorce años de edad. Un segundo paso, mucho más perseverante, lo constituyó en julio de 1933 la Asociación Nacionalista de Estudiantes Se cundarios (ANDES), fundada como rama de la Legión Cívica, pero que muy pronto alcanzará cierta autono mía bajo la figura Juan Queraltó. La avanzada del nacionalismo también se halla ba presente en las más diversas disciplinas. Tenemos constancia de la fundación de agrupaciones como Aso- ciación Nacionalista de Empleados de Comercio e In dustria, Asociación Nacionalista de Estudiantes de Agronomía, Asociación Deportiva Nacionalista Argen tina, Corporación Nacionalista de Arquitectos, Cor poración Nacionalista de Medicina, etc. De esta forma, el nacionalismo, que había recibi do un mayor empuje luego de la Revolución del 6 de septiembre de 1930, comienza a crecer especialmente con la Legión Cívica Argentina (LCA) y luego con la Acción Nacionalista Argentina (ANA). La primera había sido fundada por algunos colaboradores del pre sidente Uriburu en diciembre de 1930, con la inten ción de agrupar la corriente corporativista y neonacionalista de algunos de los seguidores del general. La segunda, surgida luego del retiro del general Uriburu en 1932, incluirá en su credo político no solo la doctrina corporativista sino también un deliberado nacionalismo vernáculo que abarcaba desde la exalta ción de Rosas hasta la crítica del orden liberal conser vador. Si bien no eran las primeras agrupaciones, pues estuvieron precedidas por otras como la Liga Repu blicana y la Legión de Mayo, es menester reconocer que su accionar constante y la magnitud de sus movilizaciones encendieron la llama de un permanente nacionalismo, de 1932 en adelante. Las agrupaciones que posteriormente fueron apareciendo surgieron como hijos menores de la Legión Cívica y la Acción Nacionalista Argentina, siguiendo sus pasos en el ac cionar político o en el aspecto organizativo. Especial referencia merece para nuestro trabajo la actividad de la Legión Cívica, pues de sus filas sur gió, a fines de 1933, la Legión Nacionalista, grupo que integrara Jacinto Lacebrón Guzmán. CONSERVADORES Y REVOLUCIONARIOS Una constante del nacionalismo de aquellos años fue el permanente debate entre quienes sostenían que se debía actuar dentro del sistema de partidos políticos y aquellos que defendían la idea de un movimiento to talmente nuevo, por encima de las urnas y las compo nendas. Mientras algunos se manifestaban en oportu nidades a través del matutino Bandera Argentina, otros lo hacían por Crisol. Sus respectivos directores, Juan Emilio Carulla y Enrique P. Osés, protagonizaron en más de una ocasión públicos debates por escrito, cose chando adhesiones o deserciones. La de Carulla no era una posición ultralegalista sino que defendía la posibi lidad de organizarse en partido bajo ciertas circunstan cias. Era tan ambivalente que luego se desdecía una y otra vez de acuerdo con la atmósfera política. Este clima de permanente deliberación tuvo su correlato en la estructura interna de la Legión Cívica Argentina. Este grupo, iniciado por los seguidores del general Uriburu, muy pronto se nutrió de miles de hombres. Al decir de Roberto de Laferrere, muchos de ellos eran oportunistas "enganchados" que solo buscaban ventajas pecuniarias, acostumbrados a los antiguos vicios de los partidos conservadores o radi cales. Si bien es cierta la afluencia de oportunistas, tam bién lo es el hecho de que, luego del primer año de existencia, la Legión Cívica comenzó a depurarse; el entrenamiento militar, el rígido orden jerárquico y la caída del general Uriburu no permitieron la continui dad de los más pusilánimes. No obstante, en las altas esferas del Consejo Superior de la Legión Cívica Ar gentina, continuaron viéndose algunos personajes de origen conservador o simplemente oportunistas que se volvieron sospechosos ante los nacionalistas más coherentes y nada dispuestos a la acción partidocrática. Durante 1933, la Legión Cívica dejó entrever ma niobras sospechosas en algunos de sus miembros; se acusó a ciertos jefes de cobrar sueldos del gobierno de Agustín P. Justo y de entablar negociaciones con políticos partidarios; parecía que nuevamente rena cían los vicios electorales del conservadurismo. Esto último no era poco, si tenemos en cuenta que, por reglamento, los miembros legionarios tenían termi nantemente prohibida la militancia partidaria o el contacto político con sus miembros; por definición, uno de los puntos principales de la Legión Cívica era el repudio a los partidos políticos. Muchos miembros no aceptaban estas faltas en las que incurrían personajes del Consejo Superior, así que durante 1933 el debate interno fue en aumento hasta que hizo eclosión con la separación de Guardia Argentina. Esta era la unión de casi todas las agrupa ciones nacionalistas luego de múltiples esfuerzos por lograrla; sin una explicación coherente, los miembros del Consejo Superior de la Legión Cívica decidieron separarse de ella, provocando el desacuerdo de los temperamentos más ortodoxos de sus propias filas. Como reacción a esta medida, varios legionarios je fes de brigada abandonan la Legión Cívica en des acuerdo con las autoridades del Consejo Superior. Se escindieron encabezados por Alberto de Oliveira Cezar, Castelfort Lugones y Santiago Sarrabayrrouse Varangot, manifestándose públicamente como par tidarios de la unión del nacionalismo y de un franco repudio a los políticos conservadores. Muy pronto, el 30 de diciembre de 1933, forma ban una nueva fuerza llamada Legión Nacionalista a la cual se sumarían en aquellos días los hermanos Lacebrón. En su primera declaración pública, soste nían como "principios fundamentales de la vida colecti va: Dios, Patria y Hogar; la jerarquía, el orden, la disci plina y el culto a las tradiciones y símbolos de la Patria [...] Consideramos que el movimiento nacionalista [...] necesita una dinámica juvenil, un impulso por decirlo así, de vanguardia...". Este era el espíritu de aquellos jóve nes, era el ardor de Jacinto y Tomás Lacebrón que hermanados se alistaban en 1a flamante Legión Na cionalista. De seguro que, a su regreso de Montevi deo, donde Jacinto pasó un año, recurrieron a la Le gión Cívica que ya conocían desde su estadía en Mendoza4. Se enteraron entonces de la escisión de los elementos más ortodoxos y terminaron alistándose en la Legión Nacionalista junto a los más entusiastas. Jacinto solo tenía 19 años pero su corazón soñaba con una Patria libre de la opresión interna y externa; so ñaba con servir a su Patria desde su puesto de com bate en la militancia diaria, en el estudio y en todos los aspectos de su vida; creía que una oportunidad inmejorable de servirla se le presentaba aquel año en que se le sortearía para cumplir con el Servicio Mili tar Obligatorio, al cual concurriría gustoso de apren der a armarse en defensa de la Nación. Pero sus pla nes fueron malogrados: su número de sorteo no lo incluyó en las filas castrenses, así que pronto comen zó a cavilar junto a algunos camaradas de su edad la posibilidad de presentarse como voluntarios. No es 4En Mendoza se fundó la Legión Cívica Argentina en mayo de 1931 y alcanzó gran importancia por su presencia en la calle frente a socialistas y radicales. Imnumerables fueron los tiroteos y encontronazos que la hicieron célebre entre los mendocinos. que tuviera vocación militar sino que deseaba consa grar un tiempo como soldado, donde pudiera ejerci tar las virtudes en la rudeza de la vida de cuartel. La muerte lo encontró en esas nobles intenciones... LA MILITANCIA EN LA LEGIÓN NACIONALISTA Mientras corrían los primeros meses de 1934, Ja cinto transcurría su vida entre el estudio, el trabajo y la militancia. Pese a sus graves ocupaciones, lograba hacerse espacio para la acción política, destacándose entre sus compañeros. Su paso por la Legión Nacio nalista despertó admiración: "Dedicaba sus horas al tra bajo, al estudio y a la Santa Causa del Nacionalismo[...]. Todos sus actos y todas sus palabras trasuntaban la bondad de su corazón, el vigor de su inteligencia y el temple gene roso de su espíritu. Con el producto de su trabajo costeaba sus estudios y en las horas que le quedaban libres se dedica ba a la honrosa tarea de difundir la doctrina nacionalista. Era todo un hombre de bien, todo un patriota, soldado de una causa que abrazó con fervor porque ella defiende los altos intereses nacionales..."5. Es cierto que abrazó el nacionalismo con fervor; abarcó con su militancia diversos aspectos dentro de la Legión Nacionalista. Integró los grupos de choque o "secciones de asalto", ensayó sus dotes de orador y formó como vocal en la Comisión de Deportes. Acti vidades bien distintas que nos permiten ver una en trega total y un amplio campo de acción. De su pertenencia a los grupos de choque podre mos puntualizar algunos aspectos. En primer lugar, no nos debe asombrar la existencia de estos hombres dispuestos a la pelea y el enfrentamiento. En aquel tiempo todos los grupos políticos, sea cualfuese su 5Bandera Argentina, 15/09/1935 y 27/09/1936. signo u origen, tenían sus propias fuerzas siempre dis puestas al combate en cualquier momento o lugar. Así podemos recordar al "klan" de origen radical o la Mi licia Republicana Argentina del mismo partido, el "insurrexit" comunista o los pistoleros conservadores de "ruggierito", por mencionar solo a algunos de los protagonistas. La violencia era una realidad para aque llos que utilizaban la propaganda política en las ca lles. Si se organizaba una conferencia o un acto, se te nía que prevenir su custodia con militantes de cachi porra y pistola, pues era altamente probable que ele mentos contrarios provocaran incidentes a fin de"des armar" la concentración. La calle era el principal me dio de propaganda y se peleaba con pasión palmo a palmo. Lejos de todo prejuicio, pues algunos continúan sosteniendo que la violencia estaba identificada sólo con el nacionalismo, hemos de afirmar que todos se defendían y provocaban a la vez, pugnando por ad quirir la presencia más fuerte y la propaganda más efectiva. La Legión Nacionalista poseía sus propias secciones de asalto con un entrenamiento periódico y una mística muy especial entre sus hombres. Entre ellos se distinguió Jacinto Lacebrón, siempre preparado para defender sus ideales ante quien sea. En e1 caso de la Legión Nacionalista, la organización se basaba en tres núcleos principales: las Compañías de Choque, las Compañías de Custodia y los' legionarios nacionalis tas adherentes". Jacinto ocupó su lugar en los grupos de Custodia que en realidad funcionaban como auxi liares de las Compañías de Choque pues, para ser de estas, era indispensable cumplir con algunas normas militares que sus graves ocupaciones no le permitían. Para formar en aquella Compañía de Custodia debía observar ciertos requisitos: ser argentino nativo, tener más de quince años, acatar determinado reglamento y aprobar un examen médico correspondiente. Las pri meras compañías tuvieron como jefes a Eduardo Bayma André y Enrique Novello, quienes respondían a las órdenes del Comandante General de la Legión Alberto de Oliveira Cezar y su ayudante Santiago Sarrabayrouse Varangot. Como puede apreciarse, toda la organización estaba basada en una fuerte jerarquía; todos tenían muy en claro que no era un partido polí tico y a los que no lo comprendían se les daba la baja poniéndolo en conocimiento de todos los grupos na cionalistas: "...por haber violado el compromiso de honor, que contrae todo legionario nacionalista de franco repudio a los políticos profesionales, a los partidos políticos y al siste- de libma mo eral..."6 . El hecho de que Jacinto formara en los grupos de choque no significó la decadencia de su intelecto sino la defensa apasionada de sus ideales por ese y otros medios. Uno de ellos fue la palabra. En su Legión for maba parte del grupo de oradores que, desde una ta rima emplazada en cualquier esquina porteña, expo nía la doctrina nacionalista, la cual para muchos era una novedad. Esta también era una costumbre muy de la época que exigía oratoria para convencer a los oyentes, y que implementaban tanto los nacionalistas como los socialistas o comunistas. Las conferencias eran generalmente publicadas en los diarios con uno o dos días de anticipación, detallando la esquina pre cisa donde el orador expondría sus ideas. No siempre los oyentes eran adeptos a ellas, así que existía la posi bilidad de que expresaran su oposición y comenzara un debate que algunas veces terminaba en corridas y escenas de pugilato. La política y los ideales se soste- nían con pasión y se los defendía con garra y coraje. 6Orden de Legión N°13, marzo de 1934. En julio de 1934 la Legión Nacionalista comunicaba que elementos jóvenes de sus filas comenzarían " con ferencias de ilustración nacionalista a nuestro pueblo" du rante todos los domingos. La primera de ellas se reali zó en la Plaza Italia el día 227. De la actitud del joven Lacebrón en aquellas tari mas de combate nos queda el testimonio de Enrique Osés: "Se distinguió por su espíritu disciplinado, su hom bría de bien y su valor personal, destacándose, además, como uno de los mejores oradores de la institución"8. Esta actividad propagandística pareció ser una característica particular de su accionar pues podemos leer su nombre en la lista de vocales de la Comisión de Prensa y Propaganda de la Legión Nacionalista. 7Crisol, 21/07/1934. 8Crisol, 18/09/1934. DEFINICIÓN FRENTE AL CONGRESO EUCARÍSTICO. Durante todo el año de 1934 se fue preparando el Congreso Eucarístico Internacional con múltiples actividades culturales y religiosas. Un verdadero re nacimiento espiritual parecía asomar en el pueblo ar gentino. Todos los ámbitos que organizaban las con ferencias, adoraciones, etc., se veían totalmente col mados por hombres y mujeres de toda edad, como nunca antes se había visto en el país. Inclusive los diarios seculares de la época, nada amigos de la Igle sia, reflejaban en sus páginas el momento espiritual. Por cierto que el máximo estadio, el momento apoteótico, se vivió en las jornadas de octubre con la presencia del Cardenal Legado Eugenio Pacelli, fu turo Pontífice Pio XII. Semejante ambiente, cercano a la cristiandad, di vidía claramente las aguas. O se estaba con el Congre- so o se lo atacaba; nadie permaneció indiferente. Así pues, mientras los católicos colocaban sus distintivos Eucarísticos al frente de sus casas, también estaban aquellos que atentaban manchándolos con bombas de alquitrán para demostrar su fiera oposición. Innume rables son los atentados de este y otros de mayor gra vedad que se cometieron contra personas y bienes, y que quedaban impunes. Por su parte, el espectro polí tico también se vio comprometido en la organización o el rechazo del Congreso. Mientras los socialistas y extremistas manifestaban agresivamente su oposición, el nacionalismo se mostraba públicamente adherido y dispuesto a la colaboración. En el primer caso, la iz quierda utilizó consignas muy hirientes que enarde cían los temperamentos católicos más pacíficos: "¡Bur gueses inmundos! No hay Congreso Eucarístico que valga. No van a salvar ni el alma...", manifestaba una tal Liga Antiimperialista; "No queremos hostias, queremos pan..." afirmaba el Partido Socialista, mientras que la Con centración Obrera exigía al gobierno que se decidiera: " ...o la espada y la cruz, o la hoz y el martillo...". En tanto, en el parlamento, el legislador socialista Angel Gimenez proponía la prohibición de los distintivos patrióticos y eucarísticos9. Por su parte, el nacionalismo se identificó plena- mente con el significado espiritual del Congreso10. Va- rios fueron los gestos públicos en ese sentido; en mayo de 1934 la Legión Cívica hacía conocer su total acuer do para con el Congreso en carta que respondió ama blemente monseñor Daniel Figueroa; el R.P. Gregorio Salvá rezaba una Misa de Campaña adhiriéndose al Congreso Eucarístico para la Legión Cívica en Trelew11; en agosto la Comisión Popular Argentina Contra el Comunismo (C-PACC) se ofreció pública mente a custodiar y promover el Congreso12; la Fede ración Obrera Nacionalista Argentina colocó el escu do eucarístico en el frente de su local13; por último men- cionaremos que la seguridad del Congreso Eucarístico en octubre de 1934 contó con el masivo apoyo de los jóvenes nacionalistas. Los religiosos organizadores los 9Crisol, 24/08/1934. 10Hubo excepciones en estas adhesiones. Puede consultarse Crisol del 25 y 27 / 05/1934. 11Crisol, 11/07/1934. 12Crisol, 08/08/1934. 13Crisol, 20/08/1934. recibían en el Colegio El Salvador para formar las di ferentes secciones de custodia. Jacinto Lacebrón no pudo llegar hasta las jornadas de octubre, pero sus camaradas cumplieron con fidelidad la adhesión pú blica al Congreso Eucarístico que aquel contemplaba seguramente desde la Eternidad. Los SUCESOS DEL PARQUEROMANO Aquí comenzaremos a detallar los hechos pun tuales que llevaron a la muerte de Jacinto Lacebrón en las calles del barrio porteño de Palermo. Es en aquella zona, precisamente en Las Heras y Lafinur, donde se hallaba ubicado el Parque Romano, pequeño estadio utilizado en aquella ocasión para un acto izquierdista. Lo organizaba la Federación Univer sitaria Argentina junto al Comité Regional del Partido Comunista en protesta por la acción represiva llevada adelante por la Sección Especial de Policía contra los extremistas. También solicitaban el levantamiento del presidio de Ushuaia y rechazaban el proyecto de ley de amparo a la prensa, que estaba discutiéndose en el senado. Todos estos reclamos eran sostenidos a viva voz por los manifestantes, quienes se expresaban con gritos de vivas al comunismo y de mueras para el ejér cito, la patria o la policía. Como era costumbre en aquellos tiempos, los asis tentes al mitín izquierdista bien podían temer algún golpe por parte de los jóvenes nacionalistas. Debían haber aprestado a sus brigadistas militantes a fin de hacer frente a posibles ataques o altercados. Palos, ca chiporras y revólveres estaban a mano ante cualquier eventualidad. Del otro lado, los nacionalistas ya habían preparado la disolución de aquel acto considerado cómo subversivo para la patria14. 14Federico Ibarguren, «Orígenes del Nacionalismo Argentino, 1927-1937», Edito rial Celcius, Bs. As., 1970, pág. 244. Aún antes de comenzar el acto, los militantes iz quierdistas notaron la presencia de jóvenes que, con un brazalete azul y blanco, tranquilamente ingresaron por uno de los accesos. Lejos de hacerles frente, se di rigieron a la comisaría más cercana y los denunciaron por provocadores15. Cuál habrá sido la sorpresa de aquellos nacionalistas cuando fueron detenidos y lle vados a la seccional 23. A una hora determinada y cuando las gradas se habían colmado de público, comenzó el acto con el canto de "La internacional" coreada con fervor por la multitud. Luego de la lectura de las adhesiones, subió a la tribuna el diputado socialista Luis Ramiconi en medio de una gran ovación. Este legislador poseía un gran fervor subversivo que reflejaba en su oratoria. Se dedicaba a encender la rebelión y no temía en afirmar, dirigiéndose a sus escuchas, que "cada uno de nosotros debe estar armado para cuando llegue el momento..."16. Comenzó su discurso, pero a las pocas palabras un creciente murmullo indicó que había personas en desacuerdo con el orador; quizá presintiendo lo que acaecería, el legislador socialista lanzó su desafío afir mando que, "pese a quien pese, la reunión se realizará íntegramente". Apenas alcanzó a terminar su bravata cuando varias bombas de gas lacrimógeno cayeron en las proximidades de la tribuna, en medio de detona- 15La nómina de detenidos fue la siguiente: Mario Gradín, Domingo Zuzole, Wenceslao Paunero, Juan C. Cobos, Luis Mercado Saavedra. Saturnino Barbeiza, Eduardo Marcos Nadal, Sebastián Ferrer, Eliseo Arguello, Salvador Barabino, Bismark Lucero, Eduardo Casabal, Zoilo Francisco Barbero, Nicanor Alvarez, Miguel Moreyra, Luis Horacio Etcheverry, Rafael Campos, Enrique Vázquez, Ricardo Prieto, Serafín Alvarez y Wilfrido Rodríguez Basavilbaso. En La Fronda, 19/09/1934. 16Informe elevado al Ministro del Interior por la Jefatura de Policía en La Fronda, 19/09/1934. Las palabras alusivas al uso de armas fueron pronunciadas por el legislador durante sus conferencias de comienzas de septiembre de 1934. dones ensordecedoras. La crónica nacionalista de la época es muy elocuente: "Los jóvenes nacionalistas que habían dispuesto que ese mitín no se realizara cumplieron su palabra. En cuanto uno de los oradores designados hizo uso de la palabra y comenzó a despotricar contra la Patria, los nacionalistas comenzaron a cantar el Himno Nacional y a repartir golpes..." De ahí en más la situación se tomó incontrolable; escenas de pugilato dentro y fuera del estadio se mul tiplicaron entre nacionalistas e izquierdistas; corridas, pedradas y gritos de vivas y mueras inundaron toda la zona del Parque Romano. "En la calle se vio a algunas personas, con brazaletes con los colores patrios, trabarse en lucha a brazo partido con otros que desplegaban géneros rojos..."17. La acción de la policía no se hizo esperar y en algunos minutos logró despejar la zona con sus car gas de caballería. 17La Nación, 16/09/1934. CAE JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN Muy cerca del Parque Romano, a escasos trecientos metros y al mismo tiempo que el mitín co munista, un grupo de nacionalistas y de simples escu chas que sumaban varios centenares prestaban sus oí dos a las palabras de un orador del Accionalismo Cor porativo. Sobre una tarima levantada en la Plaza Italia transcurría una de las tantas conferencias callejeras a las que el porteño estaba muy acostumbrado. Allí se encontraba junto a un grupo de camaradas el joven Jacinto Lacebrón Guzmán, militante de la Legión Na cionalista. Uno de sus acompañantes era otro joven de 27 años de nombre Federico Castanié Aldabe, que pre senciará su muerte combatiendo a su lado y que resul tará levemente herido. Ambos se encontraban en la conferencia del Accionalismo Corporativo, y el testi monio del sobreviviente, aparecido en la prensa gráfi ca de entonces, nos es de suma importancia para co nocer los hechos18. "A las 16:30 hs, aproximadamente, encontrándose en el referido lugar, advirtieron la presencia de un grupo for mado por 80 individuos que proferían gritos hostiles contra las autoridades constituidas y contra la realización del próxi mo Congreso Eucarístico Internacional seguidos de víto res para el comunismo. Fue en tales circunstancias, nos re firió nuestro entrevistado, que acertaron a pasar por ese lu gar dos oficiales del Ejército, cuya graduación e identidad no ha podido establecer". Aquellos dos militares en ese 18La Prensa, 16/09/1934. momento no identificados resultaron ser los tenientes 1ros. Angel I. Miguel y Andrés Lemoine, quienes hu bieron de sufrir las agresiones verbales de los exalta dos comunistas hasta que la proximidad física les obli gó a defenderse con sus sables frente a aquella muche dumbre19. Continúa Castanié Aldabe relatando cómo "él y sus acompañantes decidieron salir en su defensa, para lo cual, sin tener en cuenta el excesivo número de los que formaban en ese grupo comunista, fueron al encuentro de éstos, interviniendo en la refriega...". Allí estaba Jacinto Lacebrón Guzmán defendiendo sus ideales de Dios y Patria contra quienes insultaban a la Eucaristía y con tra quienes enarbolaban un paño rojo en lugar de la celeste y blanca bandera nacional. Pero aquí no solo hemos de rescatar la heroica defensa de sus ideales, que esto ya es mucho, sino que debemos tener en cuen ta la generosa disposición para defender a dos jóvenes oficiales que ya se estaban enfrentando a un número muy superior de atacantes. Evidentemente, no impor taba la cantidad ni los gritos iracundos: el honor esta ba primero, y allí se lanzaron a la desigual pelea. Ja cinto hubiera podido no intervenir - cientos de per sonas se encontraban junto a ellos en la conferencia , y esperar la llegada de la policía -que tan cerca esta ba, pues los violentos izquierdistas habían sido expul sados del Parque Romano. Pero no: eligió el combate, lo más difícil, aquello para lo cual son necesarias las virtudes del coraje y la generosidad. "En tales momen tos[...] uno de los individuos que integraban el grupo co munista, extrajo un revólver y rápidamente hizo varios dis paros, a la vez que, con trozos de hierro y cachiporras, otro de ellos aplicaba golpes a los que habían salido en defensa de 19La Fronda, 20/09/1934. El Ministerio de Guerra sorpresivamente contradijo to dos los testimonios que señalaban a los oficiales defendiéndose de las agresiones con sus sables. los dos militares. Enseguida de efectuados esos disparos [...]pudo comprobar (Federico Castanié Aldabe) que a su lado caía herido de gravedad su compañero Jadnto Lacebrón...". Luego de los disparos, la desbandada fue total y pudo verse el cuerpo herido de Jacinto sobre el asfalto. Un proyectil le había afectado el abdomen, provocan do una hemorragia interna. Su cuerpo fue inmediata mente colocado en un automóvil para ser trasladado al Hospital Fernández. Aún resonaban en la zona los ecos de copiosos incidentes y bataholas que habían invadi do las cercanías del Botánico. Los médicos del hospital decidieron intervenirlo quirúrgica- mente. En algún momento (no lo conocemos con detalle), recibió los auxilios espirituales20. Pero los médicos nada pudieron hacer por salvarle la vida; hacia las 19:50 se anunciaba su entrada definitiva en la vida eterna. 26Así se afirmó un año más tarde en Crisol, 15/09/1935. ASPECTO QUE PRESENTABA EL ROSTRO DE LACEBRÓN DURANTE SU SEPELIO LA CAPILLA ARDIENTE FUE INSTALADA EN EL LOCAL DE LA LEGIÓN NACIONALISTA, Av. SANTA FÉ 3277. LA CARROZA FÚNEBRE AGUARDA LA SALIDA DEL FÉRETRO A LAS PUERTAS DEL LOCAL NACIONALISTA MOMENTO EN QUE EL FÉRETRO ES RETIRADO. NÓTESE EL SALUDO DE SUS CAMARADAS LEGIONARIOS Y EL OFICIAL DEL EJÉRCITO ARGENTINO QUE TRASLADA EL FÉRETRO EN UNO DE SUS EXTREMOS. LA CABEZA DEL CORTEJO FORMADA EN SU PRIMERA FILA POR ARTURO DÍAZ LAMELA, CASTELFORT LUGONES, TOMÁS LACEBRÓN GUZMÁN, SAMUEL GRADÍN Y LUIS AGOTE ROBERTSON. EL LARGO CORTEJO FÚNEBRE POR LA CALLE SANTA FÉ RUMBO A RECOLETA EN EL PERISTILO DEL CEMENTERIO DE LA RECOLETA UNA VEINTENA DE ORADORES DESPIDEN LOS RESTOS MORTALES DEL CAÍDO. FACSÍMIL DE JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN PUBLICADO EN «ALIANZA» (1951) LA CRÓNICA NACIONALISTA DE LOS HOMENAJES PÓSTUMOS. PORTADA DEL DIARIO NACIONALISTA «CRISOL» DIRIGIDO POR ENRIQUE P. OSÉS. EL NACIONALISMO ANTE LA MUERTE DE JACINTO LACEBRÓN La muerte del joven militante nacionalista llegó en un momento muy especial tanto para el país como para el movimiento nacional. La república entera vi braba espiritualmente con los preparativos del Con greso Eucarístico, y la muerte de un nacionalista vivándolo provocó la admiración de más de un católi co. Un ejemplo de ello es la comunión que ofrecieron. en la Basílica de Nuestra Sra. de Luján, por el eterno descanso de su alma, los peregrinos al Congreso Eucarístico provenientes de Rosario21. En tanto, el nacionalismo entero estrechó sus fi las frente a la muerte de Lacebrón. Los comunicados emitidos por las decenas de agrupaciones demostra ban que no había diferencias entre ellas sino, por el contrario, se sentían fuertemente unidas en el comba te. Enrique Osés, desde su columna editorial en Crisol, lograba interpretar con certeza las impresiones recibi das en aquellas horas. Su palabra es clara, y esto escri bía a solo dos días del suceso: "Hemos vivido desde el sábado por la noche horas de exaltación y hemos auscultado el corazón inmenso del na cionalismo, vibrando al unísono. No vamos sino a certificar lo que todos pensamos. Que este crimen brutal, cobarde, ha de señalar una era nueva para los nacionalistas. Todos los movimientos de entraña nacionalista tienen sus mártires. Y Jacinto Lacebrón Guzmán es nuestro y para nosotros...". 21Crisol, 23/09/1934. Y continuaba expresando que la entera solidaridad de los diferentes sectores der nacionalismo vista en las últimas horas ha demostrado que "esa unión existe, so bre diferencias circunstanciales y sobre diferencias profun- das también, provenientes tanto de la concepción del movi miento, como de su técnica y su realización...". En reali dad, lo que Osés pretendía era que, tras esta muerte, la unión del nacionalismo fuera una realidad concre ta; es por ello que llamaba a no olvidar a Lacebrón: " ...su muerte no se pierda en el recuerdo nacionalista, como un accidente[...] en esta hora obscura de nuestra Patria, a rigor de sacrificio sereno y viril, se haga una luz...". Esta unión del nacionalismo, tan buscada du rante 1933 y 1934, venía a fortalecerse luego de las emotivas jornadas en que se despidieron los restos de Jacinto. La ceremonia misma que rodeó su paso postrero habría de mostrar una gran camaradería entre los diferentes grupos, "... los diversos uniformes confundidos en la guardia de honor rodeando al compañe ro caído en la forma traidora que el país conoce. Sin dis crepancia alguna todo el nacionalismo mancomunado en un único clamor, ha dado un realce extraordinario a tan triste ceremonia"22. La Legión Nacionalista, la gran protagonista de aquellas jornadas, expresaba en un comunicado sus convicciones, dirigiéndose a todas "... las entidades na cionalistas de Buenos Aires que sin excepción alguna nos han acompañado y fortalecido en una hora de dolor y juramento para el porvenir. El legionario Jacinto Lacebrón era camara da de todos porque el nacionalista no puede pertenecer a gru- pos determinados sino a la Nación entera. Por eso todos he mos sentido igual el dolor y a nuestra casa han llegado las expresiones más sinceras de entidades y de personas que lejos 22Bandera Argentina, 18/09/1934. y cerca de nosotros comparten nuestros grandes ideales y lu chan por ellos..."23. No fue solo un discurso emotivo o la reacción pasional del momento sino que esta unión tan esperada se dio pocos meses más tarde en la UNCA (Unión Nacional Corporativa Argentina), que integra ban la Legión Nacionalista, Legión Colegio Militar, Par tido Fascista Argentino, Vanguardias Argentinas, Agru pación Gral. Las Heras, Legión Granaderos y Federa ción Obrera Nacionalista Argentina. También se tomó la muerte de Jacinto como una respuesta al Presidente Agustín P. Justo. Este había expresado, ante las denuncias nacionalistas, que la existencia del comunismo en nuestro país era un fan tasma. Desde las páginas de Alianza, años más tar de, se afirmaba que "cuando el fantasma se corporizó al fin, fue cuando el nacionalismo juvenil le dio la cara y el corazón. Tuvo que caer uno de los nuestros, para que una generación encontrara la razón sustancial de su ver dad y de su existir. Esa fue la trascendencia del asesinato de Jacinto Lacebrón Guzmán..."24. Otro medio periodístico muy cercano al nacio nalismo encontraba que aquel asesinato no era más que el resultado de una política liberal aplicada en la Argentina desde muy atrás. Afirmaba que no se tra taba de un asesinato más, un hecho aislado o casual, sino que era el fruto amargo de una legislación equi vocada y una ideología falsa con cincuenta años de existencia. Se refería a la liberal política inmigratoria engendrada bajo el lema "Gobernar es poblar". "Ni gobernar es poblar, ni poblar es gobernar. Gobernar es perpetuar la felicidad de un pueblo dentro de su territorio, con sus costumbres, sus tradiciones, y bajo la protección 23Bandera Argentina, 26/09/1934. 24Alianza, N°57, año IV, 1er. Quincena de septiembre de 1948, pág. 4. de Dios, fuente de toda razón y justicia. Eso y no lo otro, no convocar a la canalla babélica para que trasplante a las «tierras de redención» todos sus odios, sus miserias y sus atavismos [...]. Cincuenta años de liberalismo, de régimen constitucional nos han conducido a eso..."25. A solo dos días del asesinato era la reacción provocada por los agresores que se encontraban entre la treintena de de tenidos por la policía y que en su totalidad eran de origen... ¡ruso y polaco! 25La Fronda, 17/09/1934 Los HOMENAJES, LA APOTEOSIS En la sede de la Legión Nacionalista, Avenida Santa Fe 3277, del porteño barrio de Palermo, se ve laron los restos de Jacinto Lacebrón. Un furgón los trasladó desde el Hospital Fernández luego de los trá- mites de rigor el domingo 16 de septiembre. Sobre la avenida ya lo esperaban numerosos camaradas en un profundo silencio; entre ellos se destacaba una figu ra juvenil que por momentos se quebraba: era su her mano Tomás que, vestido con su uniforme de legio nario, lo acompañaríahasta el último momento. Quie nes aguardaban la llegada dentro de la capilla ardien te pudieron escuchar la orden estruendosa de "¡Fir mes!"; el féretro fue recibido por sus camaradas en silencio y con el brazo en alto haciendo el clásico sa ludo romano. El desfile por la capilla ardiente fue incesante hasta la mañana del día domingo. Se vieron pasar por allí religiosos, militares de jerarquía con su uni forme reglamentario pertenecientes al Ejército y la Armada, millares de nacionalistas y de público ad herente o simplemente conmovido por los sucesos26. 26Estos son solo algunos de los que al pasar por la Capilla ardiente registraron sus nombres: Ramón Sorondo, Luis Oyuela Silveyra, Hugo Silva Montaner, Héctor Sustaita Seeber, Clodomiro Zavalía, Fausto Bianchetti, Roberto Rolón, Virgilio Sordelli, coroneles Juan Bautista Molina y Carlos von der Becke, teniente coronel Natalio Mascarello, mayor Orlando Ferreira, capitán de fragata M. E. Ezquiaga, Pbro. Jacinto Rotjer, Juan Carlos Perez Salvadores, Alfredo Villegas Oromí, Remo Aloi, Roberto Petinatto, Rómulo Etcheverry Boneo, Guillermo Gallardo, Ricardo Firmenich, Pedro Florido, Miguel A. Bosch, Antonio de Renzis, Juan A. Martinolich, Dice la crónica periodística que "...una guardia per manente de legionarios uniformados se mantuvo junto a los del trestos extin o..."27. En la mañana del día lunes, hacia las once, varios centenares de personas interrumpían el tránsito de la avenida Santa Fe aguardando la salida del cortejo. Se había decidido darle un responso en la Iglesia Castren se de Nuestra Señora de Luján, a unos tres kilómetros de distancia. El camino estaría conformado por un cortejo a pie de las personas más allegadas y de to dos aquellos que quisieran despedir al joven Lacebrón. Gran sorpresa causó la oleada de numero sa cantidad de nacionalistas y simpatizantes. Una escolta especial de militantes de la Legión Naciona lista, Legión Cívica Argentina y Legión de Mayo, con sus respectivos uniformes, formaron en el cortejo fú nebre. A pie por la calle Santa Fe toda la columna enfiló rumbo a la Iglesia Castrense, donde también se había congregado una gran cantidad de público. Momentos emotivos se vivieron con la llegada del féretro al templo. Dos altos oficiales uniforma dos del Ejército y la Armada tomaron las astas de lanteras del cajón mientras centenares de brazos en alto saludaban el ingreso a la iglesia. Misa de cuerpo presente y oraciones fúnebres completaban aquel ambiente de emotividad en homenaje al primer caí do del nacionalismo argentino. Terminada la ceremonia religiosa, fue nueva- mente sacado el ataúd y llevado a pulso por las ave nidas Cabildo, Santa Fe, Callao y Quintana hacia el cementerio de la Recoleta. En principio se había anun ciado el entierro en el cementerio de la Chacarita, pero Leopoldo Lugones (h), Federico Ibarguren, Juan Queraltó, Luis Urtizberea, Ricar do Curuchet Oromí, Manuel Galvez Bunge, Nicolás Lastra... 27La Prensa, 18/09/1934. una familia ofreció gentilmente su bóveda en Recoleta para resguardar los restos mortales28. Miles de per- sonas (y no exageramos el cálculo) siguieron este re corrido detrás de la columna encabezada por Arturo Díaz Lamela, Samuel Gradín, Luis Agote Robertson, Tomás Lacebrón Guzmán y Castelfort Lugones. En perfecto orden recibían las miradas de aquellos tran seúntes que contemplaban asombrados la cantidad numerosa de los formados en el cortejo. Era evidente que la muerte de Lacebrón había despertado cierta admiración no solo por el carácter de los sucesos sino también porque los testimonios de sus camaradas coincidían en afirmar su noble corazón puesto al ser vicio de Dios y la Patria. Al llegar al peristilo de la Recoleta, gran canti dad de personas aguardaban al cortejo. El último paso estaría franqueado por las palabras de casi una veintena de oradores que demostraban una vez más la unión del nacionalismo ante el enemigo. Se escu charon los discursos del Jefe de la Legión Nacionalis ta, Castelfort Lugones; Ricardo Julio Alberdi por el Accionalismo Corporativo; Eduardo Ocampo por la Acción Nacionalista Argentina; Ricardo Curuchet por la Asociación Nacionalista de Estudiantes Secunda- rios; Alberto Spragon Iriart por la Asociación Nacio nalista de Estudiantes de Agronomía; Félix Urtizberea por la Comisión Popular Argentina Contra el Comu nismo; Juan Tabanera por la Corporación Naciona lista de Medicina; Ricardo Zorraquín Becú por la Fe deración Universitaria Nacionalista Argentina; Pedro Valerga Aráoz por la Agrupación Huinca; Juan Car los Pérez Salvadores por la Milicia Cívica Naciona- 28Los libros del cementerio de la Recoleta que registran los restos depositados indican que aún los despojos mortales se conservan en aquella bóveda pertene ciente a Vicente E. Del Castillo. lista; Manuel Rojas Silveyra por la Legión Cívica; Oscar Castilla representando a la Legión Colegio Militar; Alfredo Villegas Oromí por la Legión de Mayo y Guardia Argentina; Ernesto Martínez por el Partido Fascista Argentino; Roberto Bulla por las Centurias de la Patria y Pedro Alberto Becco por la Asociación Nacionalista de Estudiantes de Derecho. Estos discursos de corta duración fueron cerrados por la palabra de Alberto Alvarez Hidalgo, que habló en nombre de los compañeros de Lacebrón. Hacia las 15 horas de aquel lunes 17 de septiem bre, sus restos mortales eran despedidos en medio de la aclamación de miles de argentinos que homenajea ban su muerte en defensa de sus ideales. EL EPÍLOGO El crimen del primer nacionalista nunca fue es clarecido. Los detenidos comunistas de aquella jorna da eran todos de origen extranjero y recuperaron su libertad en poco tiempo. La muerte de Jacinto Lacebrón Guzmán demos tró que el nacionalismo daría pelea a quienes inten taran ganar la calle para difundir doctrinas ajenas al ideal de la religión y el patriotismo. Se lo consideró como el primer caído del nacionalismo y esto no es caprichoso. Desde la década pasada se habían suce dido las muertes de varios fascistas argentinos o ítalo argentinos. Es más: a principios de 1934 habían muer to en Avellaneda, a manos de anarquistas locales, los fascistas Jerónimo Pugliese y Leonardo Simone, mien tras que, durante el año anterior, había sido asesina do en Córdoba otro fascista, Anselmo Pro. Si bien existían grandes simpatías para con el régimen ita liano y su conductor, es necesario destacar que no se los consideraba como nacionalistas propiamente ar gentinos a pesar de que formaran en las estructuras del movimiento nacionalista. Ellos se manejaban con cierta autonomía y dependían de la oficina romana del fascio en el exterior. También existió el caso de José Manuel Salas, muerto por los radicales en octubre de 1931. Este jo ven universitario de 24 años pertenecía al núcleo ini cial de la Legión Cívica. No fue considerado como un caído del nacionalismo ya que aquel grupo se identifi caba en ese entonces con el uriburismo y con la com- plicidad en el ascenso del general Justo al poder a fi nes de 1931. Su giro decidido hacia el nacionalismo más ortodoxo se dará en los años inmediatos al com probar la línea liberal del general ingeniero. Jacinto Lacebrón Guzmán fue el primero de una quincena de nacionalistas asesinados en los tres lustros siguientes. Su memoria perduró muy fresca hasta que, en 1938, cayeron bajo las balas los cordobeses Garcia Montaño y Julio Benito de Santiago. De allí en más, su memoria será esporádica y se perderá hacia los años del gobierno peronista. En 1945, ante los restos del aliancista nacionalis ta Darwin Passaponti, un orador llamado Enrique Kleinert lo recordará en sus palabras29: "...Jacinto Lacebrón Guzmán, Julio Benito de Santiago, Francisco Garcia Montaña; ¡asta, bra zo y pie, ya tenéis completa vuestra cruz del sur! Brillad como las cuatro estrellas; sed en la oscu ridad, la luz, y el índice seguro que señale a la Patria el rumbocierto. Jacinto Lacebrón Guzmán, Julio Benito de San tiago, Francisco Garcia Montaño, Darwín Passaponti... cuatro nombres que son ya el sím bolo de una idea... Valientes varones de una es tirpe bravía, cuyas figuras parecieran vaciadas en el molde heroico e hispánico del Cid...". 29Alianza, 8/11/1945, N° XVIII, Año II. Enrique Kleinert pertenecía a la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios. APÉNDICE DOCUMENTAL I. DISCURSOS Fragmento del discurso pronunciado por Alber to Spraggon Iriart, de la Asociación Nacionalista de Estudiantes de Agronomía, ante los restos de Jacinto Lacebrón Guzmán el día de su entierro. Publicado por el diario Crisol el 18 de septiembre de 1934. " ...Jacinto Lacebrón era la flor del Cuyo alti vo; a su edad, cuando el todo llama junto a la vida fácil, él la desdeña y se somete; obe deciendo a un sublime mandato, a la disci plina férrea pero noble de la Legión Nacio nalista. Una misión se impone, ha de dar todo por ella sin reclamar nada y todo lo da. [...] Jacinto Lacebrón, tú nos honras a los universitarios verdaderamente argentinos. ¡Camaradas!, juremos en el silencio de nuestros corazones vengar al compañero caído por el plomo soviético. La batalla está iniciada, no se admitirán al terminar, heri dos ni prisioneros; o limpiamos la Patria de comunistas, o la escoria roja arrasará con nosotros...". Fragmento del discurso pronunciado ante los res tos de Jacinto Lacebrón por el Dr. Ernesto Martínez representando al Partido Fascista Argentino. Publi- cado por el diario Crisol del 18 de septiembre de 1934. " ...Entre los juramentos que en la República Argentina solo se prestan por simple fórmu la, hay uno, que deben cumplir muchas au toridades nacionales, juramento en que lue go de hacer protestas de argentinidad se con cluye con un amenazante: «y si así no lo hiciere, Dios y la Patria me lo demanden». Mas quizá porque hay gente que solo teme a jueces más cercanos y tangibles, el resulta do de estas promesas aquí lo tenemos. Un joven nacionalista de la nueva generación que surge en todo el mundo pletórica de ideales sanos, de espíritu sincero, de coraje probado y batallador ha caído asesinado por una cuadrilla de forajidos ...". Discurso pronunciado por el dirigente naciona lista Arturo Palenque Carreras en el cementerio de la Recoleta al cumplirse el tercer aniversario de la muerte de Jacinto Lacebrón. Publicado por el diario Crisol el 20 de septiembre de 1937. "Mis amigos: aquí, en un día gris, casi in vernal, junto a esta tumba joven llena de sugestiones, traigo mi palabra demasiado ardida por el sentimiento y por eso quizás atropellada y confusa. Es que estaba dema- siado cerca nuestro, Jacinto Lacebrón Guzmán, para no sentir una desgarradura. Vivir, así, como quieren los otros que viva mos, bajo el signo achatado del egoísmo y de las monedas, es morir. Pero morir como él murió, prendado del heroísmo y con el sentido de lo eterno, eso es vivir. Porque tuvo la gracia de caer heroicamente en aquella tarde de septiembre en que un pequeño grupo de tres o cuatro amigos desafiaban la furia de la extranjería indesea ble. Quijotada maravillosa que le costó la vida, la vida que pasa y que muere, para dar le la eternidad de Dios. Por eso la plenitud de vida realizada y esperanza cumplida. Hay libros, muchos libros, que explican la filosofía y la técnica nacionalista, pero hay vidas que la realizan con el gesto sencillo y profundo de lo actuado. Lacebrón es una vida nacionalista realiza da. Por eso está demás el llorar; aquí son cantos de victoria los que debía aletear so bre su tumba; aquí son millares de hombres jóvenes y criollos los que debían venir a pregar la gracia de saber morir un día como él murió... La lucha es ardua y la esperanza es grande. Porque nuestra esperanza es la misma ma rea que crece rugiente y que llena de zozo bras los corazones burgueses. Es la masa anónima y despenachada, sin leyes de ho- nor, sin sentido de lo eterno y sin afectos valederos la que nos hace fuerte contra ella misma. Yo diría que somos una roca que va a endurecer la furia del oleaje que con tra ella choca. Generación ardiente e inconclusa la nues tra que ha de conseguir la gloria que va contra la corriente. Porque rompe los pre juicios para afianzar las normas morales permanentes y fundamentales de la vida, que tiene hambre de justicia y sed de gran deza en los corazones. Este muchacho era grande y notamos su tamaño claramente el día que agigantó su figura con el buril de la muerte. Grandeza es valor eterno que se irradia por gracia divina desde su fuente, el Creador, hasta nosotros sus criaturas. Grandeza es palabra desprestigiada por la insignificación de las aristocracias sin valo res y por la befa estúpida de las democra cias burguesas, mediocres y sin sentido tras cendental de la vida y sin embargo es pala bra y sentido permanente como la eternidad. ¡Que huecas sonarán mis palabras en la ton tería de las preocupaciones burguesas! Allí está la forma de la nada, la mentira de las convenciones, la hipocresía de los egoísmos; es el mundo moderno, estúpido y senil, que queda del otro lado de esta tumba joven, donde hoy reposa un muerto que encarna la gloria de una generación que resucitará un día. Será resucitada y por eso con la vida plena que da Dios a las almas liberadas, del «Lázaro, levántate y anda». Y será la aurora de la gran Nación que en nosotros se esconde y se agiganta. Jacinto Lacebrón Guzmán, contigo hoy como siempre". Discurso de Femando García Della Costa en el cuarto aniversario del fallecimiento de Jacinto Lacebrón Guzmán, durante un homenaje realizado en el lugar donde descansan sus restos. Publicado en el diario Crisol del 22 de septiembre de 1938. " Aquí hemos llegado una vez más. Venimos con amor, con dolor y con una cierta y ver dadera alegría. De todo ello nace nuestra decisión. Digamos primero cómo fue aque llo: cuatro años hace, era muerto en su pues to de combate. Frisaba en los veinte años. Tenía un negro mechón sobre la frente que animaba unos ojos audazmente determina dos. Combatía en nuestras filas, y fue asesi nado a traición en una refriega habida en Plaza Italia. La prensa de postura seria -trá gico dominó- hizo una ligera crónica objeti va cuya extensión no alcanzaba a diez cen tímetros. Así fue aquello: Jacinto Lacebrón Guzmán había cumplido su destino. Y su destino era tan trascendental, tan magnífico, que debía cumplirse en la muerte. Entonces lo deja ron aquí sus camaradas, todavía cegados de lágrimas, todavía ardientes de dolor, to davía calientes de ira. Aquí lo dejaron, y en punto a esto podemos decir que aquí nació la Nueva Argentina. Hasta entonces, comprendíamos nuestra misión como el cumplimiento de una serie de deberes enmarcados en la aceptación de una disciplina marcial. Desde entonces, nues tra misión trascendió los límites del rutinario y puntilloso cumplimiento con ribetes buro cráticos y se transformó de veras en lucha. Tuvimos cabal concepto de que era posible morir dulcemente y con decoro, y ante la pre sencia de la muerte purificante duplicamos nuestras aspiraciones y nuestra voluntad, hasta estar absolutamente afirmados, férreamente enlazados con el movimiento. Desde este momento en que cayó Lacebrón Guzmán, este conglomerado del nacionalis mo superó los moldes del partido, de la ten dencia, de la orientación, de la facción, y se convirtió en verdadero Movimiento, es de cir que tuvo una memoria de este hecho, que este hecho heroico en fin, lo obligaba, lo im pulsaba con fuerza hasta entonces descono cida hacia el futuro. En la muerte de nues tro primer mártir tuvo su plena confirma ción nuestra decisión de vencer, y desde entonces, hasta ahora, la victoria se acerca más y más a nuestras manos. Pero aún hay en la muerte de este mucha cho algo más. Aún hay mucho más. Este muchacho, además de ser una presencia viva, ademásde estar presente en la poten cia motora del movimiento, tiene un hondo valor de símbolo, Él tenía veinte años cuan do murió, y desde entonces, el Movimiento se ha enriquecido con muchos otros corazo nes de veinte años. Cada vez, en cada mo mento, nosotros contamos, desde hace cua tro años, con una renovada escuadra de veinte años incorporada al combate y a la verdad. Y este milagro maravilloso, esta ver dadera fecundidad de nuestro Movimiento que pare hijos jóvenes, llenos de vida, y por lo tanto prometidos a la victoria, no tiene símil en ningún partido ni en ninguna fuer za argentina. Por esto decimos que este muerto de veinte años, que este muchacho que consumó su ideal, tiene la virtud de sim bolizar toda la gloria de nuestra gente y de nuestra época. Jacinto Lacebrón Guzmán anula y borra la memoria de los viejos fantasmones con que se encandiló a las masas argentinas durante mucho tiempo; él tiene una enorme grande- za frente a la figura de los decadentes viejos suicidas. Él, que en plenitud de vida se dio a la muerte sin la mácula horrible del renun ciamiento y la cobardía, borra la memoria de los ídolos que escaparon a la responsabilidad por la puerta trasera del suicidio. Y aún hay algo más en la muerte de Jacin to. Este crimen fue, por su brutalidad, por la forma bárbara de la agresión, por el complot siniestro de la prensa afanada en ocultarlo, por la impunidad en que que daron sus autores comunistas, por la in diferencia con que lo contempló la burgue sía, el primer crimen, el primer atropello de la vieja democracia contra la Joven Ar gentina. Este es, pues, el punto de parti da, el extremo de la madeja sangrienta, con que este régimen se está envolviendo solo. A este crimen sucedieron más. Aún hubo atropellos sordos. Aún hubo para nosotros persecución. Aún podemos decir que cada uno de nosotros ha sido marcado como de lincuente en este orden policial y degradan te de la democracia, por la documental in famación del prontuario. Esta es la larga ma deja. En ella se enredan también las noches de los calabozos en los dominios de las "po- licías bravas" de las provincias. En ella se enredan los abusos, las afrentas, la sorda guerrilla de la burguesía, de actividad ama ble y complaciente frente al enemigo rojo, en ella se enredan las diatribas de los pasquines, la impudicia de los traidores, en ella aún, para hacernos violencia, se ensar tan las farisaicas afirmaciones patrióticas de los vendepatria de la oligarquía. Todo esto, toda esta serie de latigazos, de vejámenes, de infamias, de traiciones, toda esta negra madeja de canalladas, tiene su raíz y su comienzo en ese crimen. La democra cia, mendaz y disoluta, tuvo entonces no ción cabal de nuestra importancia, cuando, en vez de ver la desbandada que soñaba, nos encontró más unidos, más fuertes, más ca paces si cabe, porque teníamos presente la sombra del crimen, y porque ya nunca ja más nos abandonaría la presencia acuciadora, la presencia urgidora, la presen cia justiciera de Jacinto Lacebrón Guzmán. La democracia se enredará fatalmente en sus crímenes. Ahora ha vuelto a manchar sus manos en la sangre de los mártires cordobe ses. Mañana seguirá urgando en nuestras fi las, tratando de llevarse lo que más se desta que sin darse cuenta de que aquí, en la Joven Argentina, ninguna semilla se pierde, y bro tan plantas más capaces y más robustas al soplo vivificante del Sacrificio. Más pechos querrá romper la furia de los que ven amenazadas sus plácidas digestio nes. Más balas se cargarán en la sombra de los comités, de las logias, y aún de los salo nes. Más brazos asesinos esperan en la som bra, como en la Plaza Italia, como en el claus tro del Sacrificio. Más ojos acecharán el paso gallardo de nuestras juventudes, porque para eso la democracia mendaz y disoluta paga con la moneda de oro de la impuni- dad a los asesinos de orden común que nos agreden. ¿Pero qué podrá todo esto contra nosotros? ¿Qué podrá todo esto, si en el mismo ins tante en que cayó este muchacho, nosotros aceptamos sin sobresalto el nuevo destino que se nos ofrecía? ¿ Qué podrán hacer contra nosotros que po demos decir: Jacinto Lacebrón Guzmán, ¡Presente!; Julio Benito de Santiago, ¡Presen te!; Francisco García Montaño, ¡Presente! Y decir siempre con ellos ¡Adelante!". II. PROCLAMAS Y RESOLUCIONES Proclama de la flamante Legión Nacionalista del día 30 de diciembre de 1933 con motivo de su constitución. "Proclamamos como principios funda mentales de la vida colectiva: Dios, Patria y Hogar; la jerarquía, el orden, la discipli na y el culto a las tradiciones y símbolos de la Patria. Somos nacionalistas en lo político, social y económico. Consideramos que el movimiento naciona lista, sea dicho sin cargos para nadie, en ho menaje a su propia cordialidad esencial, ne cesita una dinámica juvenil, un impulso por decirlo así, de vanguardia. La continuidad de la obra iniciada por la Re volución de Septiembre, exige, precisamen- te, que el culto al pasado no resulte una su peditación de la actividad perentoria y del porvenir que trae consigo la suerte de la Patria, so pena de inmovilizarnos en lo con memorativo, abandonando los verdaderos intereses del país a los enemigos de la na cionalidad. Hay que cerrar pues el episodio revolucionario, para emprender acto conti nuo la reorganización del país en su espíri tu y en su materia. Esta reorganización tiene que consistir ante todo en el vigoroso establecimiento de la unidad nacional, dislocada por perturbacio nes de origen y tendencias extranjeras como la lucha de clases, la ideología izquierdista y la legislación importada bajo pabellón ex traño que es el de la Rusia soviética enarbo lado en el trapo rojo del comunismo. La Pa tria tiene una sola bandera representativa de un solo ideal que es el de su tradición y de su gloria. Bajo este concepto, es deber primordial la vinculación estrecha y decidida con las fuer zas militares de la Nación que practican el grado máximo de la disciplina indispensa ble, fundada en el espíritu de sacrificio. Pero no bajo un aspecto puramente decorativo..." La siguiente es una resolución dictada por las máximas autoridades de la Legión Nacionalista el día en que enterraron al camarada caído y que fuera pu blicada por Crisol y La Fronda el 17 de septiembre. "El Comando General de la Legión Nacio nalista aprobó por unanimidad la siguiente Orden de Legión: Uno de los nuestros ha caído luchando como bueno en cumplimiento de su deber. Sirva esta nueva víctima de la canalla roja para estrechar nuestras filas, retemplando en to dos los legionarios nacionalistas nuestro fer viente amor a la Patria y nuestra fe inque brantable en el Nacionalismo Integral que profesamos. El Comando General considerando que es indispensable honrar la memoria de los que se sacrifican por nuestros ideales, dispone: 1.o: Que la bandera del Comando perma nezca a media asta y enlutada por cinco días. 2.o: Que el señor Comandante de la Prime ra Compañía de Choque disponga que una sección de legionarios uniformados monte guardia en la capilla ardiente y el total de sus efectivos rinda honores durante el acto de sepelio. 3.o: Que el legionario Alberto Alvarez Hi dalgo haga uso de la palabra en el acto de sepelio, en representación de sus camaradas. 4.o: Designar desde el día de la fecha con el nombre de Jacinto Lacebrón a la Primera Compañía de Custodia. 5.o: Que en la formación semanal de la Com pañía de Choque al pasar lista, el sr. Coman- dante de la misma iniciará esta con el nom- bre de Jacinto Lacebrón Guzmán y la Com pañía contestará: Presente. 6.o: Enviar una nota de pésame a la familia transcribiendo la presente resolución". Resolución de la Liga Republicana publicada en La Fronda del 17 de septiembre de 1934. " Ante el vil asesinato de Jacinto Lacebrón Guzmán, así caído en el cumplimiento del deber, bajo las balas de gentes extranjerasque vivaban a la revolución social en las ca lles de la ciudad y pretendieron agredir a dos oficiales del Ejército Argentino, la Liga Republicana dispone: 1.o: Destacar el sacrificio de Lacebrón Guzmán como el más alto ejemplo en que han de aleccionarse los nacionalistas argen tinos ante quienes se abre un período de lu chas sangrientas que debe aceptarse sin va cilaciones. 2.o: Designar para velar el cadáver una de legación compuesta por los señores Rober to de Laferrere, Federico Ibarguren, Nico lás B. Lastra, José Luis Ocampo y Felipe Jofré. 3.o: Invitar a sus afiliados a concurrir a la misa que se rezará en la Iglesia Castrense a las 11 horas y a acompañar los restos al ce menterio de la Recoleta". III. EDITORIAL El 19 de septiembre de 1934 el diario nacionalis ta Bandera Argentina publicó un editorial bajo el seu dónimo Hildebrando. "El asesinato del maestro nacionalista, Jacin to Lacebrón, es un episodio que por la for ma, circunstancias y personajes que en él intervinieron, encierra el símbolo perfecto y completo de la guerra en que estamos em peñados. Estamos en guerra, hemos dicho y repetido más de una vez; guerra que no hemos querido; que no hemos provocado, pero que no hemos de rehuir, después de haber escrito lo que pensábamos de ciertas teorías; después de haber afirmado lo que hemos afirmado de nuestro amor a la Pa tria, y nuestra inquebrantable resolución de hacerla respetar en todos los terrenos y cir cunstancias. [...] La Nueva Argentina está sin leyes, sin jueces, sin defensa. No le quedan más que sus esperanzas, que son sus ideales; no le queda para defenderla más que su juven tud, a quien se ataca en forma que es un verdadero y escandaloso desafío; una pro vocación monstruosa. ¿Qué hacer, pues? Sin duda sería preferible, al menos para al gunos, que no hubiese lucha; que no hubie se guerra, que no se produjeran combates. Pero también sería hermoso no envejecer, no enfermarse y no morir. Y así como la mujer no fue llamada a la vida para hacer feminis- mo, tampoco los hombres hemos venido al mundo para fumar, pronunciar discursos y cuidar reumas. La paz sólo es buena para las tumbas. ¡Esta mos en guerra, señores nacionalistas! ¡Hagamos proyectil de nuestra indignación; sean clarines nuestras voces, y que Dios ten ga piedad de los vencidos, porque a un ene migo sin honor y sin piedad, despiadada mente hemos de tratarlo! Ante el cadáver de Lacebrón, cuya sangre tiñe de rojo la naciente aurora, inclinemos reverente la rodilla, y juremos que su sacri ficio será santificado. ¡Padre Nuestro!" IV. ROMANCE A pocos días del deceso de Jacinto Lacebrón, el diario Crisol publicó un romance cuyo autor fue Car los J. Lara. Don Jacinto Lacebrón, Señor de la muerte hidalga... Porque es de hidalgos morir Por Jesucristo y la Patria. Vienen mis versos humildes A rezarte una plegaria; Pobre y modesto homenaje Al que cayó por la Patria. ¡Viva el Congreso Eucarístico! V D V l Patria!... ¡ iva ios!... ¡ iva a Vibrante y trémulo está El eco de tus palabras. ¡Cómo estará de orgullosa Tu provincia... la cuyana; La pintada es verde y nieve La de las uvas tempranas! ¡Cayó el hijo de Mendoza!... -Sollozarán tus montañas- El de los bellos ideales, El de la flor es el alma. Mendoza, la mendocina; Mendoza, tierra preclara; Mendoza, la que forjaste Libertadoras campañas ¿Llorarás porque a tu hijo Se lo llevó la batalla?... No llores, buena Mendoza; Cayó por Dios y la Patria, Como cayeron el día De las glorias libertarias, Los valientes que afirmaron Con su sangre nuestra Patria. Ya está colmado ese puesto Que dejaste en la batalla, Don Jacinto Lacebrón, Señor de la muerte hidalga, Que si un mártir fue a la muerte, Hay mil para ir a buscarla. Toda vestida de luto, Ayer he visto a la Patria Avanzar sobre las filas, Su bandera desplegada, Y nos mostraba tu ejemplo Para futuras hazañas... Don Jacinto Lacebrón, Señor de la muerte hidalga, Vienen mis versos humildes A rezarle una plegaria, Pobre y modesto homenaje Al que cayó por la Patria. Don Jacinto Lacebrón, Señor de la muerte hidalga, Vibrante y trémulo está El eco de tus palabras: ¡Viva el Congreso Eucarístico! ¡Viva Dios!... ¡Viva la Patria! V. TELEGRAMA El diario Crisol del día 23 de septiembre de 1934 publicó un telegrama recibido en su redacción. "...Hemos recibido ayer el siguiente telegrama: «Capilla del Señor. Sr. Director de Crisol: La comunión de mañana domingo, en Luján, la aplicaremos en sufragio del alma de Jacinto Lacebrón Guzmán, víctima inmolada a Dios y a la Patria. [Firma] Peregrinos de Rosario a pie al Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires". ÍNDICE PRÓLOGO .................... .... ................................................................. 9 JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN............. ..................................... 13 EL NACIONALISMO ARGENTINO DE 1930.................................17 CONSERVADORES Y REVOLUCIONARIOS............................................ 21 LA MILITANCIA EN LA LEGIÓN NACIONALISTA............................25 DEFINICIÓN FRENTE AL CONGRESO EUCARÍSTICO......................29 LOS SUCESOS DEL PARQUE ROMANO.................................33 CAE JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN............. ············· ................. 37 EL NACIONALISMO ANTE LA MUERTE DE JACINTO LACEBRÓN.......47 Los HOMENAJES, LA APOTEÓSIS.............................................51 EL EPÍLOGO ........................................................................ 55 APÉNDICE DOCUMENTAL I. DISCURSOS .................................................................. 57 II. PROCLAMAS Y RESOLUCIONES............................................ 66 III. EDITORIAL ............................................................ 70 IV. ROMANCE............................................................................................. 71 V. TELEGRAMA ................................................................................................ 73 75 Este libro se terminó de imprimir el 8 de Diciembre de 2001, en la ciudad de Santa María de los Buenos Aires, Festividad de la Inmaculada Concepción. Librería y Editorial Santiago Apóstol Rodríguez Peña 734 - P. B. «A» Tel: 4813-2483 sapostolnac@hotmail.com www.santiagoapostollib.com.ar 1 2 3_1L 2 3_2R 4 5_1L 4 5_2R 6 7_1L 6 7_2R 8 9_1L 8 9_2R 10 11_1L 10 11_2R 12 13_1L 12 13_2R 14 15_1L 14 15_2R 16 17_1L 16 17_2R 18 19_1L 18 19_2R 20 21_1L 20 21_2R 22 23_1L 22 23_2R 24 25_1L 24 25_2R 26 27_1L 26 27_2R 28 29_1L 28 29_2R 30 31_1L 30 31_2R 32 33_1L 32 33_2R 34 35_1L 34 35_2R 36 37_1L 36 37_2R 38 39_1L 38 39_2R 40 41_1L 40 41_2R 42 43_1L 42 43_2R 44 45_1L 44 45_2R 46 47_1L 46 47_2R 48 49_1L 48 49_2R 50 51_1L 50 51_2R 52 53_1L 52 53_2R 54 55_1L 54 55_2R 56 57_1L 56 57_2R 58 59_1L 58 59_2R 60 61_1L 60 61_2R 62 63_1L 62 63_2R 64 65_1L 64 65_2R 66 67_1L 66 67_2R 68 69_1L 68 69_2R 70 71_1L 70 71_2R 72 73_1L 72 73_2R 74 75_1L 74 75_2R 76_1L
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