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Jacinto_Lacebrón_Guzmán,_Primer_caído_del_Nacionalismo_Argentino

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LACEBRÓN GUZMÁN JACINTO 
JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN 
Primer caído 
del 
Nacionalísmo Argentino 
TÍTULOS DE NUESTRA EDITORIAL 
•BREVE RELATO SOBRE EL ANTICRISTO
de Vladimir Soloviev. 1995. 
•VENIMOS DESDE EL AYER 
de Antonio Caponnetto. 1996. 
·EL PAN VIVO 
- a propósito de la comunión en la mano- 
de Antonio Caponnetto. 1996. 
·MONSEÑOR TISO, El Gobernante Mártir 
de Jordán Bruno Genta. 1997. 
-FILOSOFÍA DE LA EUCARISTÍA 
de Juan Vázquez de Mella. 1998. 
•SOBRE LA ASTROLOGÍA 
-Edición Bilingüe- 
de Santo Tomás de Aquino.1998. 
•LA CATEDRAL DE BUENOS AIRES 
del Canónigo P. José E. Masé. 1999. 
•HIMNOS, MARCHAS Y CANCIONES (*) 
de Falange Española de las J.O.N.S. 1999. 
•ESCRITOS Y DISCURSOS A LA FALANGE(*) 
de Ignacio B. Anzoátegui.1999. 
•EL ASALTO TERRORISTA AL PODER 
de Jordán Bruno Genta. 1999. 
•LA REVOLUCIÓN FRANCESA(*) 
de Rubén Calderón Bouchet. 1999. 
•ROMANCES Y JITANJÁFORAS (*) 
de lgnacio Anzoátegui. 2000. 
•LA MASONERÍA Y LA EMANCIPACIÓN DEL RÍO DE LA PLATA (*) 
de Patricio José Maguire. 2000. 
•ILUMINISMO Y POLÍTICA 
de Rubén Calderón Bouchet. 2000. 
•LA SED DE NUESTRO SEÑOR 
-Doctrina de la Iglesia sobre las Indulgencias- 
Luisa Etelvina Chariaud.2000 . 
·LA MORAL EXISTENCIALISTA 
Y OTROS ENSAYOS COLINDANTES (*) 
de Rafael Gambra. 2000 . 
·Años DE TERROR Y PÓLVORA 
-EL PROYECTO CUBANO EN LA ARGENTINA- (1959-1970) 
de Guillermo Rojas. 2001. 
(*)(Co-edición con Ediciones Nueva Hispanidad) 
HERNÁN M. CAPIZZANO 
JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN 
Primer caído 
del 
Nacionalismo Argentino 
EDITORIAL SANTIAGO APÓSTOL 
©Editorial y Librería Santiago Apóstol 
Rodríguez Peña734 P.B. «A» 
Tel: (011) 4813-2483 
sapostolnac@hotmail.com 
sapostol@topmail.com 
Buenos Aires - República Argentina. 
Realización Gráfica: Marcelo J. Gristelli 
Dibujo de tapa: 
Facsímil de Jacinto Lacebrón Guzmán 
publicado en «Alianza» (1951) 
Fotos interior: 
Beto Imerone 
Hecho el depósito que marca la ley 
Buenos Aires - Julio de 2001 
(Impreso enla Argentina) 
I.S.B.N.: 987-1042-02-7 
Advertencia sobre el material fotográfico 
Creemos necesario advertir sobre el estado del material 
que ilustra el presente trabajo. 
El mismo se hallaba en condiciones deplorables 
dada su antigüedad y su estado de conservación. 
Por otra parte no se nos permitió el acceso al material óptimo 
encontrado en un importante organismo oficial de carácter cultural 
lo cual nos obligó a recurrir a colecciones privadas 
realizando las reproducciones correspondientes.
Agradecemos aquí a quienes gentilmente cedieron el material gráfico: 
al Instituto Bibliográfico "Antonio Zinny" 
y a los señores Manuel Orús y José Luis Tomaselli. 
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, 
puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna 
por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, 
de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. 
PRÓLOGO 
Es seguro que el nombre de Jacinto Lacebrón 
Guzmán nada dirá al común de los argentinos, habi­
tantes hoy de una nación que nos ha sido dolorosa­
mente ultrajada. Y que no resonará en los oídos de esa 
juventud ordinaria, malamente acostumbrada a tener 
por familiares hasta los datos más baladíes de los 
personajillos del deporte o del espectáculo. Triste señal 
si las hay, de ingratitud por un lado, más de desapego 
esencial por otro. 
Bienvenido sea este ensayo, que hablará a unos y 
a otros de quién fue Jacinto, "la flor del Cuyo altivo", 
como supo llamárselo; capaz de dar su sangre en de­
fensa de Jesucristo y de la Argentina, en lucha frontal 
y abierta, como sólo saben luchar los escogidos. Ape­
nas contaba veinte años, pero en ellos -virilmente lle­
vados- cabía toda la tradición de una tierra que fue 
fundada al amparo del crucifijo y del sable. 
Es seguro asimismo, que a quienes en poco o en 
nada tienen en valía a nuestro nacionalismo, les sor­
prenderá saber que alguna vez ganó las calles para tes­
timoniar la verdad política; que en esas calles se reza­
ba y se desfilaba, se cruzaban marcialmente los pen­
dones y se hincaban las rodillas de los militantes para 
recibir la Sagrada Forma, como sucedió durante las 
jornadas irrepetibles del Congreso Eucarístico. En esas 
calles ahora mercantilizadas, los camaradas se agru­
paban entonces por legiones; peregrinos a veces, ora-
dores elocuentes las más, y en circunstancias solda­
dos, cuando la hez desatada del marxismo volvía ne­
cesario responder a sus ataques y desafueros con la 
legítima fortaleza heroica. 
Sea por esto igualmente bienvenido el opúsculo 
que sigue. Trae la recreación veraz de aquel tramo de 
nuestra historia centrada en los años treinta del siglo 
clausurado, el retrato fiel de una época tergiversada por 
la historiografía fleta de liberales y de rojos, la descrip­
ción sobria de un tiempo en algo al menos más augusto 
que el presente: en que se podía vivir altivamente la 
doble condición de católico y de nacionalista. 
Y es seguro finalmente, que aquellos interesados 
hoy en los estudios e investigaciones históricas, al ca­
lor de las modas culturales que rigen y de las directi­
vas torvas llegadas desde las usinas de la pseudoin­
teligencia, procuren abrirse un camino profesional hil­
vanando bellaquerías contra nuestros próceres, o 
remedando al historiar el oficio de los mercaderes. 
Porque la aludida historiografía, que se jacta de cientí­
fica, no pasa de ser un catálogo de resentimientos 
dialécticos y de naderías metodológicas. 
Tercera bienvenida para este ensayo, porque des­
deñando tamañas equivocaciones y tentaciones, se 
sostiene en el mejor ser de la disciplina del pasado; 
aquel que puede y quiere rescatar las figuras 
arquetípicas, descubriéndolas ante nuestros ojos, e ins­
tándonos a emularlas. Si la patria supo cobijar varo­
nes como Jacinto Lacebrón Guzmán, ha de ser justo y 
necesario que nos engendre a quien pueda narrar sus 
vidas y sus muertes g1oriosas. 
Si alguna autoridad otorgara la prologación de 
una obra, quisiéramos usarla para felicitar a su autor. 
Felicitarlo quiere decir aquí -siguiendo el Arte Retóri­
ca del Filósofo- otorgarle el encomio merecido por la 
clarividencia y el sentido de la oportunidad que ha 
puesto en la realización de esta biografía; por ese sere­
no panegírico que ha sabido trazar de este primer ca­
marada caído; por atreverse a rescatar del olvido a quien 
merece un sitio en la memoria señorial de la patria. Fe­
licitarlo quiere decir, también, darle todo el respaldo que 
sea menester para que prosiga con este empeño 
nobilísimo de rehabilitar a los paradigmas de la estirpe. 
Mas como sea que, antes que prologuistas, so­
mos beneficiarios gozosos de este adelantazgo en la 
lectura que se nos ha confiado, quisiéramos decirle al 
lector amigo -fuera joven o no, pero muy especial­
mente si lo fuera - que no deje de volver una y otra 
vez sobre estas páginas. Porque la meditación que na­
turalmente brota de ellas es la única que se necesita 
para el rescate de la Iglesia y de la Nacionalidad. La 
meditación sobre el martirio; esto es, sobre el testimo­
nio de aquellos que entendieron la única señal impe­
recedera del amor: dar la vida por lo que se ama. Dar 
la vida por Dios y por la Patria. 
Antonio Caponnetto 
Buenos Aires, septiembre de 2001. 
JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN 
"Un nacionalista muerto alevosamente ayer en la Pla­
za Italia, a manos de un comunista cobarde, es el fruto pri­
mero de la intensa y canallesca campaña que socialistas y 
comunistas, apoyados por otros partidos políticos 
vergonzantes, llevan contra la historia, los símbolos, la Pa­
tria y el nacionalismo. El suceso de ayer en Plaza Italia será 
silenciado o tergiversado por la extranjería indeseable de 
"La Vanguardia", pero la sangre de esa víctima de veinte 
años será vengada por los argentinos, aunque para ello ten-
ga que derramarse aún mucha más. Ellos iniciaron la vio­
lencia al atentar contra las casas católicas cuyos frentes os­
tentan el escudo eucarístico y ayer llegaronal extremo. Ellos, 
pues, son los que buscaron guerra y la tendrán. La Patria 
saldrá ganando al verse limpia de la presencia infamante de 
los extremistas rojos... "1. 
Con este duro editorial comenzaba una serie de 
noticias publicadas al día siguiente del asesinato de 
un joven llamado Jacinto Lacebrón Guzmán. Escritas 
seguramente por Enrique P. Osés, entonces director 
del diario nacionalista Crisol, reflejan toda la indigna­
ción del nacionalismo por la muerte de un camarada a 
manos del comunismo. Es la indignación encendida 
ante la vista de un joven de veinte años que cae con 
valentía en defensa de sus ideales; gran militante, de 
aquellos que se ofrecen para las mayores responsabili­
dades, era estimado por sus camaradas y se lo lloró 
profundamente frente a sus restos mortales. Su muer-
1 Crisol, 16/09/1934. 
te tiene mucho que ver con la manifestación de fe ca­
tólica más grande de la historia Argentina: el XXXII 
Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires. 
Había nacido en la ciudad de Mendoza el 17 de 
agosto de 1914. El lugar y la fecha de nacimiento pare­
cieran prefigurar su vida comprometida: dignificó el 
tradicional valor cuyano y llegó a la vida en el día en 
que se recuerda al General San Martín. Simples datos 
que adornan su origen mendocino. Sus padres fueron 
españoles como tantos miles y miles que llegaron a la 
Argentina. No de aquellos que sembraron la lucha de 
clases sino, por el contrario, de los que enseñaron a 
sus hijos a amar de manera entrañable la tierra que los 
había recibido generosamente. Prueba de ello es la 
presencia de la madre del extinto (entonces viuda), lle­
gada especialmente de Mendoza para participar en los 
homenajes organizados por el nacionalismo en sep­
tiembre de 1935. Seis años más tarde recibía en su ho­
gar la visita del dirigente nacionalista Enrique Osés, 
quien lo testimoniaba en un discurso brindado en su 
gira por la provincia de Mendoza. Relatándolo con viva 
emoción y recordando al primer caído del nacionalis­
mo, decía orgullosamente: "Yo acabo de visitar a su ma-
dre, a la que he besado como a mi propia madre..."2. La me­
moria de Jacinto aún no se había borrado. Su padre 
era don Modesto Lacebrón y su madre doña Rafaela 
Guzmán. Ambos tuvieron otro hijo, nacido en 1916, al 
que llamaron Tomás. Estos hermanos varones milita­
rán juntos en el nacionalismo argentino. Jacinto cursó 
estudios primarios en su ciudad natal y luego ingresó 
en la Escuela Normal Nacional, de donde egresó en 
1932 con el título de maestro. Tenía 18 años y decidió 
2Enrique P. Osés, «Antes que la constitución fue la Nación», Cuadernos Naciona­
listas, Talleres Gráficos «La Mazorca», Buenos Aires, 1941 . 
viajar a Buenos Aires para entrar en la Facultad de De­
recho de la Universidad de Buenos Aires. Allí estuvo 
muy poco tiempo pues, por razones que desconoce­
mos, hubo de viajar a Montevideo, donde permaneció 
todo el año de 1933. 
En 1934 vuelve a Buenos Aires para reiniciar los 
estudios y se reúne con su hermano Tomás. Ambos se 
alistarán en un nuevo grupo surgido a fines del año 
anterior: la "Legión Nacionalista". 
Pocos son los detalles que conocemos de la per­
sonalidad de Jacinto, pero las crónicas postmortem lo 
señalan bajo un aspecto épico y sacrificado: "...la flor 
del Cuyo altivo; a su edad, cuando el todo llama junto a la 
vida fácil, él la desdeña y se somete; obedeciendo a un subli­
me mandato a la disciplina férrea pero noble de la valiente 
Legión Nacionalista. Una misión se impone; ha de dar todo 
por ella sin reclamar nada, y todo lo da... "3.
3Bandera Argentina, 18/09/1934. 
EL NACIONALISMO ARGENTINO DE 1930 
El Nacionalismo o, mejor dicho, sus hombres fue­
ron quienes consideraron al joven Lacebrón como el 
primer caído de la causa nacional. No fue un asesina­
to más, un simple hecho policial; y no lo fue ya que la 
fi~a enérgica y altiva de Jacinto no podía permitirlo. 
Su honradez y rectitud, su coherencia y compromiso, 
su valentía y arrojo son la causa de que sus camaradas 
lo consideraran como el "Primer Caído del Naciona­
lismo". Es por ello que debemos conocer cómo estaba 
conformado aquel nacionalismo de entonces, donde 
Jacinto pondrá su juventud y su ardor. 
Existían numerosos grupos de militancia nacio­
nalista. Entre los más importantes podemos mencio­
nar a la Legión Cívica Argentina, la Legión Naciona­
lista, Acción Nacionalista Argentina, Comisión Popu­
lar Argentina Contra el Comunismo (C-PACC), la Le­
gión de Mayo, etc. Eran decenas los grupos que ope­
raban en la Capital Federal, Buenos Aires y en el resto 
del país. Especial presencia mantenían en las grandes 
ciudades como Córdoba o Mendoza, Salta, Rosario o 
Santa Fe. No era una cuestión de un puñado de hom­
bres, de decenas de enfervorizados militantes, sino que 
verdaderamente existía un renacer espiritual en la con­
ciencia de muchos argentinos y, por qué negarlo, la 
influencia del fascismo tenía a muchos entre sus se­
guidores. ¿Cómo se podía afirmar que nadie creía en 
el nacionalismo durante la década de 1930, cuando 
cada aniversario de la Revolución del 6 de Septiembre 
encontraba las calles de las principales ciudades del 
país cubiertas de manifestaciones y diversas demos­
traciones nacionalistas? Por dar un dato algo signifi­
cativo, podremos decir que en 1933 seis mil naciona­
listas uniformados desfilaron mientras que otros mi­
les sin uniforme acompañaron aquella demostración. 
¿Eran aquellos miles de hombres "jóvenes cajetillas", 
como despectivamente los llamaba la izquierda, o será 
mejor afirmar que semejante organización represen­
taba el anhelo de una Patria que no quería saber nada 
de luchas clasistas, de dependencia colonialista, o de 
una política de partidos vergonzante como su pasado 
radical o conservador lo demostraba? El ardor juvenil 
gobernaba la militancia y no podía ser de otra forma 
cuando debía" ganarse la calle" a cualquier precio. 
Los principales referentes del nacionalismo se nu­
trían de diferentes influencias extranjeras. Aquel leía 
al francés Maurras, este otro a los teóricos del fascis­
mo italiano o a los tradicionalistas de la hispanidad. 
Entre la rancia militancia las ideas eran básicas pero 
claras: una Patria libre de la opresión extranjera y sus 
agentes conservadores locales, libre del yugo marxis­
ta y de la extranjería revolucionaria que amenazaba 
izar la bandera roja con su continua prédica de violen­
cia social. No todos leían a Maurras o a Maeztu, pero 
alcanzaba con el amor a la Patria que profesaban a 
conciencia y con la religión practicada, cuyo máximo 
momento se alcanzó en las gloriosas jornadas del XXXII 
Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires. 
La militancia nacionalista alcanzaba a los niveles 
más jóvenes. Un primer paso fue la rama "cadetes" de 
la Legión Cívica en jumo de 1931, que reunía a casi 
niños de doce o catorce años de edad. Un segundo 
paso, mucho más perseverante, lo constituyó en julio 
de 1933 la Asociación Nacionalista de Estudiantes Se­
cundarios (ANDES), fundada como rama de la Legión 
Cívica, pero que muy pronto alcanzará cierta autono­
mía bajo la figura Juan Queraltó. 
La avanzada del nacionalismo también se halla­
ba presente en las más diversas disciplinas. Tenemos 
constancia de la fundación de agrupaciones como Aso-
ciación Nacionalista de Empleados de Comercio e In­
dustria, Asociación Nacionalista de Estudiantes de 
Agronomía, Asociación Deportiva Nacionalista Argen­
tina, Corporación Nacionalista de Arquitectos, Cor­
poración Nacionalista de Medicina, etc. 
De esta forma, el nacionalismo, que había recibi­
do un mayor empuje luego de la Revolución del 6 de 
septiembre de 1930, comienza a crecer especialmente 
con la Legión Cívica Argentina (LCA) y luego con la 
Acción Nacionalista Argentina (ANA). La primera 
había sido fundada por algunos colaboradores del pre­
sidente Uriburu en diciembre de 1930, con la inten­
ción de agrupar la corriente corporativista y 
neonacionalista de algunos de los seguidores del ge­neral. La segunda, surgida luego del retiro del general 
Uriburu en 1932, incluirá en su credo político no solo 
la doctrina corporativista sino también un deliberado 
nacionalismo vernáculo que abarcaba desde la exalta­
ción de Rosas hasta la crítica del orden liberal conser­
vador. Si bien no eran las primeras agrupaciones, pues 
estuvieron precedidas por otras como la Liga Repu­
blicana y la Legión de Mayo, es menester reconocer 
que su accionar constante y la magnitud de sus 
movilizaciones encendieron la llama de un permanente 
nacionalismo, de 1932 en adelante. Las agrupaciones 
que posteriormente fueron apareciendo surgieron 
como hijos menores de la Legión Cívica y la Acción 
Nacionalista Argentina, siguiendo sus pasos en el ac­
cionar político o en el aspecto organizativo. 
Especial referencia merece para nuestro trabajo 
la actividad de la Legión Cívica, pues de sus filas sur­
gió, a fines de 1933, la Legión Nacionalista, grupo que 
integrara Jacinto Lacebrón Guzmán. 
CONSERVADORES Y REVOLUCIONARIOS 
Una constante del nacionalismo de aquellos años 
fue el permanente debate entre quienes sostenían que 
se debía actuar dentro del sistema de partidos políticos 
y aquellos que defendían la idea de un movimiento to­
talmente nuevo, por encima de las urnas y las compo­
nendas. Mientras algunos se manifestaban en oportu­
nidades a través del matutino Bandera Argentina, otros 
lo hacían por Crisol. Sus respectivos directores, Juan 
Emilio Carulla y Enrique P. Osés, protagonizaron en 
más de una ocasión públicos debates por escrito, cose­
chando adhesiones o deserciones. La de Carulla no era 
una posición ultralegalista sino que defendía la posibi­
lidad de organizarse en partido bajo ciertas circunstan­
cias. Era tan ambivalente que luego se desdecía una y 
otra vez de acuerdo con la atmósfera política. 
Este clima de permanente deliberación tuvo su 
correlato en la estructura interna de la Legión Cívica 
Argentina. Este grupo, iniciado por los seguidores del 
general Uriburu, muy pronto se nutrió de miles de 
hombres. Al decir de Roberto de Laferrere, muchos 
de ellos eran oportunistas "enganchados" que solo 
buscaban ventajas pecuniarias, acostumbrados a los 
 antiguos vicios de los partidos conservadores o radi­
cales. Si bien es cierta la afluencia de oportunistas, tam­
bién lo es el hecho de que, luego del primer año de 
existencia, la Legión Cívica comenzó a depurarse; el 
entrenamiento militar, el rígido orden jerárquico y la 
caída del general Uriburu no permitieron la continui­
dad de los más pusilánimes. No obstante, en las altas 
esferas del Consejo Superior de la Legión Cívica Ar­
gentina, continuaron viéndose algunos personajes de 
origen conservador o simplemente oportunistas que 
se volvieron sospechosos ante los nacionalistas más 
coherentes y nada dispuestos a la acción partidocrática. 
Durante 1933, la Legión Cívica dejó entrever ma­
niobras sospechosas en algunos de sus miembros; se 
acusó a ciertos jefes de cobrar sueldos del gobierno 
de Agustín P. Justo y de entablar negociaciones con 
políticos partidarios; parecía que nuevamente rena­
cían los vicios electorales del conservadurismo. Esto 
último no era poco, si tenemos en cuenta que, por 
reglamento, los miembros legionarios tenían termi­
nantemente prohibida la militancia partidaria o el 
contacto político con sus miembros; por definición, 
uno de los puntos principales de la Legión Cívica era 
el repudio a los partidos políticos. 
Muchos miembros no aceptaban estas faltas en 
las que incurrían personajes del Consejo Superior, así 
que durante 1933 el debate interno fue en aumento 
hasta que hizo eclosión con la separación de Guardia 
Argentina. Esta era la unión de casi todas las agrupa­
ciones nacionalistas luego de múltiples esfuerzos por 
lograrla; sin una explicación coherente, los miembros 
del Consejo Superior de la Legión Cívica decidieron 
separarse de ella, provocando el desacuerdo de los 
temperamentos más ortodoxos de sus propias filas. 
Como reacción a esta medida, varios legionarios je­
fes de brigada abandonan la Legión Cívica en des­
acuerdo con las autoridades del Consejo Superior. Se 
escindieron encabezados por Alberto de Oliveira 
Cezar, Castelfort Lugones y Santiago Sarrabayrrouse 
Varangot, manifestándose públicamente como par­
tidarios de la unión del nacionalismo y de un franco 
repudio a los políticos conservadores. 
Muy pronto, el 30 de diciembre de 1933, forma­
ban una nueva fuerza llamada Legión Nacionalista a 
la cual se sumarían en aquellos días los hermanos 
Lacebrón. En su primera declaración pública, soste­
nían como "principios fundamentales de la vida colecti­
va: Dios, Patria y Hogar; la jerarquía, el orden, la disci­
plina y el culto a las tradiciones y símbolos de la Patria 
[...] Consideramos que el movimiento nacionalista [...] 
necesita una dinámica juvenil, un impulso por decirlo así, 
de vanguardia...". Este era el espíritu de aquellos jóve­
nes, era el ardor de Jacinto y Tomás Lacebrón que 
hermanados se alistaban en 1a flamante Legión Na­
cionalista. De seguro que, a su regreso de Montevi­
deo, donde Jacinto pasó un año, recurrieron a la Le­
gión Cívica que ya conocían desde su estadía en 
Mendoza4. Se enteraron entonces de la escisión de los 
elementos más ortodoxos y terminaron alistándose 
en la Legión Nacionalista junto a los más entusiastas. 
Jacinto solo tenía 19 años pero su corazón soñaba con 
una Patria libre de la opresión interna y externa; so­
ñaba con servir a su Patria desde su puesto de com­
bate en la militancia diaria, en el estudio y en todos 
los aspectos de su vida; creía que una oportunidad 
inmejorable de servirla se le presentaba aquel año en 
que se le sortearía para cumplir con el Servicio Mili­
tar Obligatorio, al cual concurriría gustoso de apren­
der a armarse en defensa de la Nación. Pero sus pla­
nes fueron malogrados: su número de sorteo no lo 
incluyó en las filas castrenses, así que pronto comen­
zó a cavilar junto a algunos camaradas de su edad la 
posibilidad de presentarse como voluntarios. No es 
4En Mendoza se fundó la Legión Cívica Argentina en mayo de 1931 y alcanzó 
gran importancia por su presencia en la calle frente a socialistas y radicales. 
Imnumerables fueron los tiroteos y encontronazos que la hicieron célebre entre 
los mendocinos. 
que tuviera vocación militar sino que deseaba consa­
grar un tiempo como soldado, donde pudiera ejerci­
tar las virtudes en la rudeza de la vida de cuartel. La 
muerte lo encontró en esas nobles intenciones... 
LA MILITANCIA EN LA LEGIÓN NACIONALISTA 
Mientras corrían los primeros meses de 1934, Ja­
cinto transcurría su vida entre el estudio, el trabajo y 
la militancia. Pese a sus graves ocupaciones, lograba 
hacerse espacio para la acción política, destacándose 
entre sus compañeros. Su paso por la Legión Nacio­
nalista despertó admiración: "Dedicaba sus horas al tra­
bajo, al estudio y a la Santa Causa del Nacionalismo[...]. 
Todos sus actos y todas sus palabras trasuntaban la bondad 
de su corazón, el vigor de su inteligencia y el temple gene­
roso de su espíritu. Con el producto de su trabajo costeaba 
sus estudios y en las horas que le quedaban libres se dedica­
ba a la honrosa tarea de difundir la doctrina nacionalista. 
Era todo un hombre de bien, todo un patriota, soldado de 
una causa que abrazó con fervor porque ella defiende los 
altos intereses nacionales..."5. 
Es cierto que abrazó el nacionalismo con fervor; 
abarcó con su militancia diversos aspectos dentro de 
la Legión Nacionalista. Integró los grupos de choque 
o "secciones de asalto", ensayó sus dotes de orador y 
formó como vocal en la Comisión de Deportes. Acti­
vidades bien distintas que nos permiten ver una en­
trega total y un amplio campo de acción. 
De su pertenencia a los grupos de choque podre­
mos puntualizar algunos aspectos. En primer lugar, 
no nos debe asombrar la existencia de estos hombres 
dispuestos a la pelea y el enfrentamiento. En aquel 
tiempo todos los grupos políticos, sea cualfuese su 
5Bandera Argentina, 15/09/1935 y 27/09/1936. 
signo u origen, tenían sus propias fuerzas siempre dis­
puestas al combate en cualquier momento o lugar. Así 
podemos recordar al "klan" de origen radical o la Mi­
licia Republicana Argentina del mismo partido, el 
"insurrexit" comunista o los pistoleros conservadores 
de "ruggierito", por mencionar solo a algunos de los 
protagonistas. La violencia era una realidad para aque­
llos que utilizaban la propaganda política en las ca­
lles. Si se organizaba una conferencia o un acto, se te­
nía que prevenir su custodia con militantes de cachi­
porra y pistola, pues era altamente probable que ele­
mentos contrarios provocaran incidentes a fin de"des­
armar" la concentración. La calle era el principal me­
dio de propaganda y se peleaba con pasión palmo a 
palmo. Lejos de todo prejuicio, pues algunos continúan 
sosteniendo que la violencia estaba identificada sólo 
con el nacionalismo, hemos de afirmar que todos se 
 defendían y provocaban a la vez, pugnando por ad­
quirir la presencia más fuerte y la propaganda más 
efectiva. La Legión Nacionalista poseía sus propias 
secciones de asalto con un entrenamiento periódico y 
una mística muy especial entre sus hombres. Entre ellos 
se distinguió Jacinto Lacebrón, siempre preparado para 
defender sus ideales ante quien sea. En e1 caso de la 
Legión Nacionalista, la organización se basaba en tres
núcleos principales: las Compañías de Choque, las 
Compañías de Custodia y los' legionarios nacionalis­
tas adherentes". Jacinto ocupó su lugar en los grupos 
de Custodia que en realidad funcionaban como auxi­
liares de las Compañías de Choque pues, para ser de 
estas, era indispensable cumplir con algunas normas
militares que sus graves ocupaciones no le permitían. 
Para formar en aquella Compañía de Custodia debía 
observar ciertos requisitos: ser argentino nativo, tener 
más de quince años, acatar determinado reglamento y 
aprobar un examen médico correspondiente. Las pri­
meras compañías tuvieron como jefes a Eduardo 
Bayma André y Enrique Novello, quienes respondían 
a las órdenes del Comandante General de la Legión 
Alberto de Oliveira Cezar y su ayudante Santiago 
Sarrabayrouse Varangot. Como puede apreciarse, toda 
la organización estaba basada en una fuerte jerarquía; 
todos tenían muy en claro que no era un partido polí­
tico y a los que no lo comprendían se les daba la baja 
poniéndolo en conocimiento de todos los grupos na­
cionalistas: "...por haber violado el compromiso de honor, 
que contrae todo legionario nacionalista de franco repudio a 
los políticos profesionales, a los partidos políticos y al siste-
de libma mo eral..."6 . 
El hecho de que Jacinto formara en los grupos de 
choque no significó la decadencia de su intelecto sino 
la defensa apasionada de sus ideales por ese y otros 
medios. Uno de ellos fue la palabra. En su Legión for­
maba parte del grupo de oradores que, desde una ta­
rima emplazada en cualquier esquina porteña, expo­
nía la doctrina nacionalista, la cual para muchos era 
una novedad. Esta también era una costumbre muy 
de la época que exigía oratoria para convencer a los 
oyentes, y que implementaban tanto los nacionalistas 
como los socialistas o comunistas. Las conferencias 
eran generalmente publicadas en los diarios con uno 
o dos días de anticipación, detallando la esquina pre­
cisa donde el orador expondría sus ideas. No siempre 
los oyentes eran adeptos a ellas, así que existía la posi­
bilidad de que expresaran su oposición y comenzara 
un debate que algunas veces terminaba en corridas y 
escenas de pugilato. La política y los ideales se soste-
nían con pasión y se los defendía con garra y coraje. 
6Orden de Legión N°13, marzo de 1934. 
En julio de 1934 la Legión Nacionalista comunicaba 
que elementos jóvenes de sus filas comenzarían " con­
ferencias de ilustración nacionalista a nuestro pueblo" du­
rante todos los domingos. La primera de ellas se reali­
zó en la Plaza Italia el día 227. 
De la actitud del joven Lacebrón en aquellas tari­
mas de combate nos queda el testimonio de Enrique 
Osés: "Se distinguió por su espíritu disciplinado, su hom­
bría de bien y su valor personal, destacándose, además, como 
uno de los mejores oradores de la institución"8.
Esta actividad propagandística pareció ser una 
característica particular de su accionar pues podemos 
leer su nombre en la lista de vocales de la Comisión de 
Prensa y Propaganda de la Legión Nacionalista. 
7Crisol, 21/07/1934. 
8Crisol, 18/09/1934. 
DEFINICIÓN FRENTE 
AL CONGRESO EUCARÍSTICO. 
Durante todo el año de 1934 se fue preparando 
el Congreso Eucarístico Internacional con múltiples 
actividades culturales y religiosas. Un verdadero re­
nacimiento espiritual parecía asomar en el pueblo ar­
gentino. Todos los ámbitos que organizaban las con­
ferencias, adoraciones, etc., se veían totalmente col­
mados por hombres y mujeres de toda edad, como 
nunca antes se había visto en el país. Inclusive los 
diarios seculares de la época, nada amigos de la Igle­
sia, reflejaban en sus páginas el momento espiritual. 
Por cierto que el máximo estadio, el momento 
apoteótico, se vivió en las jornadas de octubre con la 
presencia del Cardenal Legado Eugenio Pacelli, fu­
turo Pontífice Pio XII. 
Semejante ambiente, cercano a la cristiandad, di­
vidía claramente las aguas. O se estaba con el Congre-
so o se lo atacaba; nadie permaneció indiferente. Así 
pues, mientras los católicos colocaban sus distintivos 
Eucarísticos al frente de sus casas, también estaban 
aquellos que atentaban manchándolos con bombas de 
alquitrán para demostrar su fiera oposición. Innume­
rables son los atentados de este y otros de mayor gra­
vedad que se cometieron contra personas y bienes, y 
que quedaban impunes. Por su parte, el espectro polí­
tico también se vio comprometido en la organización 
o el rechazo del Congreso. Mientras los socialistas y 
extremistas manifestaban agresivamente su oposición, 
el nacionalismo se mostraba públicamente adherido y 
dispuesto a la colaboración. En el primer caso, la iz­
quierda utilizó consignas muy hirientes que enarde­
cían los temperamentos católicos más pacíficos: "¡Bur­
gueses inmundos! No hay Congreso Eucarístico que valga. 
No van a salvar ni el alma...", manifestaba una tal Liga 
Antiimperialista; "No queremos hostias, queremos pan..." 
afirmaba el Partido Socialista, mientras que la Con­
centración Obrera exigía al gobierno que se decidiera: 
" ...o la espada y la cruz, o la hoz y el martillo...". En tanto, 
en el parlamento, el legislador socialista Angel 
Gimenez proponía la prohibición de los distintivos 
patrióticos y eucarísticos9. 
Por su parte, el nacionalismo se identificó plena-
mente con el significado espiritual del Congreso10. Va-
rios fueron los gestos públicos en ese sentido; en mayo 
de 1934 la Legión Cívica hacía conocer su total acuer­
do para con el Congreso en carta que respondió ama­
blemente monseñor Daniel Figueroa; el R.P. Gregorio 
Salvá rezaba una Misa de Campaña adhiriéndose al 
Congreso Eucarístico para la Legión Cívica en 
Trelew11; en agosto la Comisión Popular Argentina 
Contra el Comunismo (C-PACC) se ofreció pública­
mente a custodiar y promover el Congreso12; la Fede­
ración Obrera Nacionalista Argentina colocó el escu­
do eucarístico en el frente de su local13; por último men-
cionaremos que la seguridad del Congreso Eucarístico 
en octubre de 1934 contó con el masivo apoyo de los 
jóvenes nacionalistas. Los religiosos organizadores los 
9Crisol, 24/08/1934. 
10Hubo excepciones en estas adhesiones. Puede consultarse Crisol del 25 y 27 / 
05/1934. 
11Crisol, 11/07/1934. 
12Crisol, 08/08/1934. 
13Crisol, 20/08/1934. 
recibían en el Colegio El Salvador para formar las di­
ferentes secciones de custodia. Jacinto Lacebrón no 
pudo llegar hasta las jornadas de octubre, pero sus 
camaradas cumplieron con fidelidad la adhesión pú­
blica al Congreso Eucarístico que aquel contemplaba 
seguramente desde la Eternidad. 
Los SUCESOS DEL PARQUEROMANO 
Aquí comenzaremos a detallar los hechos pun­
tuales que llevaron a la muerte de Jacinto Lacebrón en 
las calles del barrio porteño de Palermo. 
Es en aquella zona, precisamente en Las Heras y 
Lafinur, donde se hallaba ubicado el Parque Romano, 
pequeño estadio utilizado en aquella ocasión para un 
acto izquierdista. Lo organizaba la Federación Univer­
sitaria Argentina junto al Comité Regional del Partido 
Comunista en protesta por la acción represiva llevada 
adelante por la Sección Especial de Policía contra los 
extremistas. También solicitaban el levantamiento del 
presidio de Ushuaia y rechazaban el proyecto de ley 
de amparo a la prensa, que estaba discutiéndose en el 
senado. Todos estos reclamos eran sostenidos a viva 
voz por los manifestantes, quienes se expresaban con 
gritos de vivas al comunismo y de mueras para el ejér­
cito, la patria o la policía. 
Como era costumbre en aquellos tiempos, los asis­
tentes al mitín izquierdista bien podían temer algún 
golpe por parte de los jóvenes nacionalistas. Debían 
haber aprestado a sus brigadistas militantes a fin de 
hacer frente a posibles ataques o altercados. Palos, ca­
chiporras y revólveres estaban a mano ante cualquier 
eventualidad. Del otro lado, los nacionalistas ya habían 
preparado la disolución de aquel acto considerado cómo 
subversivo para la patria14.
14Federico Ibarguren, «Orígenes del Nacionalismo Argentino, 1927-1937», Edito­
rial Celcius, Bs. As., 1970, pág. 244. 
Aún antes de comenzar el acto, los militantes iz­
quierdistas notaron la presencia de jóvenes que, con 
un brazalete azul y blanco, tranquilamente ingresaron 
por uno de los accesos. Lejos de hacerles frente, se di­
rigieron a la comisaría más cercana y los denunciaron 
por provocadores15. Cuál habrá sido la sorpresa de
aquellos nacionalistas cuando fueron detenidos y lle­
vados a la seccional 23. 
A una hora determinada y cuando las gradas se 
habían colmado de público, comenzó el acto con el 
canto de "La internacional" coreada con fervor por la 
multitud. Luego de la lectura de las adhesiones, subió 
a la tribuna el diputado socialista Luis Ramiconi en 
medio de una gran ovación. Este legislador poseía un 
gran fervor subversivo que reflejaba en su oratoria. Se 
dedicaba a encender la rebelión y no temía en afirmar, 
dirigiéndose a sus escuchas, que "cada uno de nosotros 
debe estar armado para cuando llegue el momento..."16. 
Comenzó su discurso, pero a las pocas palabras 
un creciente murmullo indicó que había personas en 
desacuerdo con el orador; quizá presintiendo lo que 
acaecería, el legislador socialista lanzó su desafío afir­
mando que, "pese a quien pese, la reunión se realizará 
íntegramente". Apenas alcanzó a terminar su bravata 
 cuando varias bombas de gas lacrimógeno cayeron en 
las proximidades de la tribuna, en medio de detona-
15La nómina de detenidos fue la siguiente: Mario Gradín, Domingo Zuzole, 
Wenceslao Paunero, Juan C. Cobos, Luis Mercado Saavedra. Saturnino Barbeiza, 
Eduardo Marcos Nadal, Sebastián Ferrer, Eliseo Arguello, Salvador Barabino, 
Bismark Lucero, Eduardo Casabal, Zoilo Francisco Barbero, Nicanor Alvarez, 
Miguel Moreyra, Luis Horacio Etcheverry, Rafael Campos, Enrique Vázquez, 
Ricardo Prieto, Serafín Alvarez y Wilfrido Rodríguez Basavilbaso. En La Fronda, 
19/09/1934. 
16Informe elevado al Ministro del Interior por la Jefatura de Policía en La Fronda, 
19/09/1934. Las palabras alusivas al uso de armas fueron pronunciadas por el 
legislador durante sus conferencias de comienzas de septiembre de 1934. 
dones ensordecedoras. La crónica nacionalista de la 
época es muy elocuente: "Los jóvenes nacionalistas que 
habían dispuesto que ese mitín no se realizara cumplieron 
su palabra. En cuanto uno de los oradores designados hizo 
uso de la palabra y comenzó a despotricar contra la Patria, 
los nacionalistas comenzaron a cantar el Himno Nacional y 
a repartir golpes..." 
De ahí en más la situación se tomó incontrolable; 
escenas de pugilato dentro y fuera del estadio se mul­
tiplicaron entre nacionalistas e izquierdistas; corridas, 
pedradas y gritos de vivas y mueras inundaron toda 
la zona del Parque Romano. "En la calle se vio a algunas 
personas, con brazaletes con los colores patrios, trabarse en 
lucha a brazo partido con otros que desplegaban géneros 
rojos..."17. La acción de la policía no se hizo esperar y 
en algunos minutos logró despejar la zona con sus car­
gas de caballería. 
17La Nación, 16/09/1934. 
CAE JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN 
Muy cerca del Parque Romano, a escasos 
trecientos metros y al mismo tiempo que el mitín co­
munista, un grupo de nacionalistas y de simples escu­
chas que sumaban varios centenares prestaban sus oí­
dos a las palabras de un orador del Accionalismo Cor­
porativo. Sobre una tarima levantada en la Plaza Italia 
transcurría una de las tantas conferencias callejeras a 
las que el porteño estaba muy acostumbrado. Allí se 
encontraba junto a un grupo de camaradas el joven 
Jacinto Lacebrón Guzmán, militante de la Legión Na­
cionalista. Uno de sus acompañantes era otro joven de 
27 años de nombre Federico Castanié Aldabe, que pre­
senciará su muerte combatiendo a su lado y que resul­
tará levemente herido. Ambos se encontraban en la 
conferencia del Accionalismo Corporativo, y el testi­
monio del sobreviviente, aparecido en la prensa gráfi­
ca de entonces, nos es de suma importancia para co­
nocer los hechos18.
"A las 16:30 hs, aproximadamente, encontrándose en 
el referido lugar, advirtieron la presencia de un grupo for­
mado por 80 individuos que proferían gritos hostiles contra 
las autoridades constituidas y contra la realización del próxi­
mo Congreso Eucarístico Internacional seguidos de víto­
res para el comunismo. Fue en tales circunstancias, nos re­
firió nuestro entrevistado, que acertaron a pasar por ese lu­
gar dos oficiales del Ejército, cuya graduación e identidad 
no ha podido establecer". Aquellos dos militares en ese 
18La Prensa, 16/09/1934. 
momento no identificados resultaron ser los tenientes 
1ros. Angel I. Miguel y Andrés Lemoine, quienes hu­
bieron de sufrir las agresiones verbales de los exalta­
dos comunistas hasta que la proximidad física les obli­
gó a defenderse con sus sables frente a aquella muche­
dumbre19. Continúa Castanié Aldabe relatando cómo 
"él y sus acompañantes decidieron salir en su defensa, para 
lo cual, sin tener en cuenta el excesivo número de los que 
formaban en ese grupo comunista, fueron al encuentro de 
éstos, interviniendo en la refriega...". Allí estaba Jacinto 
Lacebrón Guzmán defendiendo sus ideales de Dios y 
Patria contra quienes insultaban a la Eucaristía y con­
tra quienes enarbolaban un paño rojo en lugar de la 
celeste y blanca bandera nacional. Pero aquí no solo 
hemos de rescatar la heroica defensa de sus ideales, 
que esto ya es mucho, sino que debemos tener en cuen­
ta la generosa disposición para defender a dos jóvenes 
oficiales que ya se estaban enfrentando a un número 
muy superior de atacantes. Evidentemente, no impor­
taba la cantidad ni los gritos iracundos: el honor esta­
ba primero, y allí se lanzaron a la desigual pelea. Ja­
cinto hubiera podido no intervenir - cientos de per­
sonas se encontraban junto a ellos en la conferencia­
, y esperar la llegada de la policía -que tan cerca esta­
ba, pues los violentos izquierdistas habían sido expul­
sados del Parque Romano. Pero no: eligió el combate, 
lo más difícil, aquello para lo cual son necesarias las 
virtudes del coraje y la generosidad. "En tales momen­
tos[...] uno de los individuos que integraban el grupo co­
munista, extrajo un revólver y rápidamente hizo varios dis­
paros, a la vez que, con trozos de hierro y cachiporras, otro 
de ellos aplicaba golpes a los que habían salido en defensa de 
19La Fronda, 20/09/1934. El Ministerio de Guerra sorpresivamente contradijo to­
dos los testimonios que señalaban a los oficiales defendiéndose de las agresiones 
con sus sables. 
los dos militares. Enseguida de efectuados esos disparos [...]pudo comprobar (Federico Castanié Aldabe) que a su lado 
caía herido de gravedad su compañero Jadnto Lacebrón...". 
Luego de los disparos, la desbandada fue total y 
pudo verse el cuerpo herido de Jacinto sobre el asfalto. 
Un proyectil le había afectado el abdomen, provocan­
do una hemorragia interna. Su cuerpo fue inmediata­
mente colocado en un automóvil para ser trasladado al 
Hospital Fernández. Aún resonaban en la zona los ecos 
de copiosos incidentes y bataholas que habían invadi­
do las cercanías del Botánico. Los médicos del hospital 
decidieron intervenirlo quirúrgica- mente. En algún 
momento (no lo conocemos con detalle), recibió los 
auxilios espirituales20. Pero los médicos nada pudieron
hacer por salvarle la vida; hacia las 19:50 se anunciaba 
su entrada definitiva en la vida eterna. 
26Así se afirmó un año más tarde en Crisol, 15/09/1935. 
ASPECTO QUE PRESENTABA EL ROSTRO DE LACEBRÓN DURANTE SU SEPELIO 
LA CAPILLA ARDIENTE FUE INSTALADA EN EL LOCAL 
DE LA LEGIÓN NACIONALISTA, Av. SANTA FÉ 3277. 
LA CARROZA FÚNEBRE AGUARDA LA SALIDA DEL FÉRETRO 
A LAS PUERTAS DEL LOCAL NACIONALISTA 
MOMENTO EN QUE EL FÉRETRO ES RETIRADO. NÓTESE EL SALUDO DE SUS 
CAMARADAS LEGIONARIOS Y EL OFICIAL DEL EJÉRCITO ARGENTINO 
QUE TRASLADA EL FÉRETRO EN UNO DE SUS EXTREMOS. 
LA CABEZA DEL CORTEJO FORMADA EN SU PRIMERA FILA POR ARTURO DÍAZ 
LAMELA, CASTELFORT LUGONES, TOMÁS LACEBRÓN GUZMÁN, 
SAMUEL GRADÍN Y LUIS AGOTE ROBERTSON. 
EL LARGO CORTEJO FÚNEBRE POR LA CALLE SANTA FÉ 
RUMBO A RECOLETA 
EN EL PERISTILO DEL CEMENTERIO DE LA RECOLETA UNA VEINTENA 
DE ORADORES DESPIDEN LOS RESTOS MORTALES DEL CAÍDO. 
FACSÍMIL DE JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN 
PUBLICADO EN «ALIANZA» (1951) 
LA CRÓNICA NACIONALISTA DE LOS HOMENAJES PÓSTUMOS. 
PORTADA DEL DIARIO NACIONALISTA «CRISOL» 
DIRIGIDO POR ENRIQUE P. OSÉS. 
EL NACIONALISMO ANTE LA MUERTE 
DE JACINTO LACEBRÓN
La muerte del joven militante nacionalista llegó 
en un momento muy especial tanto para el país como 
para el movimiento nacional. La república entera vi­
braba espiritualmente con los preparativos del Con­
greso Eucarístico, y la muerte de un nacionalista 
vivándolo provocó la admiración de más de un católi­
co. Un ejemplo de ello es la comunión que ofrecieron. 
en la Basílica de Nuestra Sra. de Luján, por el eterno 
descanso de su alma, los peregrinos al Congreso 
Eucarístico provenientes de Rosario21.
En tanto, el nacionalismo entero estrechó sus fi­
las frente a la muerte de Lacebrón. Los comunicados 
emitidos por las decenas de agrupaciones demostra­
ban que no había diferencias entre ellas sino, por el 
contrario, se sentían fuertemente unidas en el comba­
te. Enrique Osés, desde su columna editorial en Crisol, 
lograba interpretar con certeza las impresiones recibi­
das en aquellas horas. Su palabra es clara, y esto escri­
bía a solo dos días del suceso: 
"Hemos vivido desde el sábado por la noche horas de 
exaltación y hemos auscultado el corazón inmenso del na­
cionalismo, vibrando al unísono. No vamos sino a certificar 
lo que todos pensamos. Que este crimen brutal, cobarde, ha 
de señalar una era nueva para los nacionalistas. Todos los 
movimientos de entraña nacionalista tienen sus mártires. 
Y Jacinto Lacebrón Guzmán es nuestro y para nosotros...". 
21Crisol, 23/09/1934. 
Y continuaba expresando que la entera solidaridad de 
los diferentes sectores der nacionalismo vista en las 
últimas horas ha demostrado que "esa unión existe, so­
bre diferencias circunstanciales y sobre diferencias profun-
das también, provenientes tanto de la concepción del movi­
miento, como de su técnica y su realización...". En reali­
dad, lo que Osés pretendía era que, tras esta muerte, 
la unión del nacionalismo fuera una realidad concre­
ta; es por ello que llamaba a no olvidar a Lacebrón: 
" ...su muerte no se pierda en el recuerdo nacionalista, como 
un accidente[...] en esta hora obscura de nuestra Patria, a 
rigor de sacrificio sereno y viril, se haga una luz...". 
Esta unión del nacionalismo, tan buscada du­
rante 1933 y 1934, venía a fortalecerse luego de las 
emotivas jornadas en que se despidieron los restos 
de Jacinto. La ceremonia misma que rodeó su paso 
postrero habría de mostrar una gran camaradería 
entre los diferentes grupos, "... los diversos uniformes 
confundidos en la guardia de honor rodeando al compañe­
ro caído en la forma traidora que el país conoce. Sin dis­
crepancia alguna todo el nacionalismo mancomunado en 
un único clamor, ha dado un realce extraordinario a tan 
triste ceremonia"22.
La Legión Nacionalista, la gran protagonista de 
aquellas jornadas, expresaba en un comunicado sus 
convicciones, dirigiéndose a todas "... las entidades na­
cionalistas de Buenos Aires que sin excepción alguna nos han 
acompañado y fortalecido en una hora de dolor y juramento 
para el porvenir. El legionario Jacinto Lacebrón era camara­
da de todos porque el nacionalista no puede pertenecer a gru-
pos determinados sino a la Nación entera. Por eso todos he­
mos sentido igual el dolor y a nuestra casa han llegado las 
expresiones más sinceras de entidades y de personas que lejos 
22Bandera Argentina, 18/09/1934. 
y cerca de nosotros comparten nuestros grandes ideales y lu­
chan por ellos..."23. No fue solo un discurso emotivo o la 
reacción pasional del momento sino que esta unión tan 
esperada se dio pocos meses más tarde en la UNCA 
(Unión Nacional Corporativa Argentina), que integra­
ban la Legión Nacionalista, Legión Colegio Militar, Par­
tido Fascista Argentino, Vanguardias Argentinas, Agru­
pación Gral. Las Heras, Legión Granaderos y Federa­
ción Obrera Nacionalista Argentina. 
También se tomó la muerte de Jacinto como una 
respuesta al Presidente Agustín P. Justo. Este había 
expresado, ante las denuncias nacionalistas, que la 
existencia del comunismo en nuestro país era un fan­
tasma. Desde las páginas de Alianza, años más tar­
de, se afirmaba que "cuando el fantasma se corporizó 
al fin, fue cuando el nacionalismo juvenil le dio la cara y 
el corazón. Tuvo que caer uno de los nuestros, para que 
una generación encontrara la razón sustancial de su ver­
dad y de su existir. Esa fue la trascendencia del asesinato 
de Jacinto Lacebrón Guzmán..."24. 
Otro medio periodístico muy cercano al nacio­
nalismo encontraba que aquel asesinato no era más 
que el resultado de una política liberal aplicada en la 
Argentina desde muy atrás. Afirmaba que no se tra­
taba de un asesinato más, un hecho aislado o casual, 
sino que era el fruto amargo de una legislación equi­
vocada y una ideología falsa con cincuenta años de 
existencia. Se refería a la liberal política inmigratoria 
engendrada bajo el lema "Gobernar es poblar". "Ni 
gobernar es poblar, ni poblar es gobernar. Gobernar es 
perpetuar la felicidad de un pueblo dentro de su territorio, 
con sus costumbres, sus tradiciones, y bajo la protección 
23Bandera Argentina, 26/09/1934. 
24Alianza, N°57, año IV, 1er. Quincena de septiembre de 1948, pág. 4. 
de Dios, fuente de toda razón y justicia. Eso y no lo otro, 
no convocar a la canalla babélica para que trasplante a las 
«tierras de redención» todos sus odios, sus miserias y sus 
atavismos [...]. Cincuenta años de liberalismo, de régimen 
constitucional nos han conducido a eso..."25. A solo dos 
días del asesinato era la reacción provocada por los 
agresores que se encontraban entre la treintena de de­
tenidos por la policía y que en su totalidad eran de 
origen... ¡ruso y polaco! 
25La Fronda, 17/09/1934 
Los HOMENAJES, LA APOTEOSIS 
En la sede de la Legión Nacionalista, Avenida 
Santa Fe 3277, del porteño barrio de Palermo, se ve­
laron los restos de Jacinto Lacebrón. Un furgón los 
trasladó desde el Hospital Fernández luego de los trá-
mites de rigor el domingo 16 de septiembre. Sobre la 
avenida ya lo esperaban numerosos camaradas en un 
profundo silencio; entre ellos se destacaba una figu­
ra juvenil que por momentos se quebraba: era su her­
mano Tomás que, vestido con su uniforme de legio­
nario, lo acompañaríahasta el último momento. Quie­
nes aguardaban la llegada dentro de la capilla ardien­
te pudieron escuchar la orden estruendosa de "¡Fir­
mes!"; el féretro fue recibido por sus camaradas en 
silencio y con el brazo en alto haciendo el clásico sa­
ludo romano. 
El desfile por la capilla ardiente fue incesante 
hasta la mañana del día domingo. Se vieron pasar 
por allí religiosos, militares de jerarquía con su uni­
forme reglamentario pertenecientes al Ejército y la 
Armada, millares de nacionalistas y de público ad­
herente o simplemente conmovido por los sucesos26.
26Estos son solo algunos de los que al pasar por la Capilla ardiente registraron sus 
nombres: Ramón Sorondo, Luis Oyuela Silveyra, Hugo Silva Montaner, Héctor 
Sustaita Seeber, Clodomiro Zavalía, Fausto Bianchetti, Roberto Rolón, Virgilio 
Sordelli, coroneles Juan Bautista Molina y Carlos von der Becke, teniente coronel 
Natalio Mascarello, mayor Orlando Ferreira, capitán de fragata M. E. Ezquiaga, 
Pbro. Jacinto Rotjer, Juan Carlos Perez Salvadores, Alfredo Villegas Oromí, Remo 
Aloi, Roberto Petinatto, Rómulo Etcheverry Boneo, Guillermo Gallardo, Ricardo 
Firmenich, Pedro Florido, Miguel A. Bosch, Antonio de Renzis, Juan A. Martinolich, 
Dice la crónica periodística que "...una guardia per­
manente de legionarios uniformados se mantuvo junto a los 
del trestos extin o..."27. 
En la mañana del día lunes, hacia las once, varios 
centenares de personas interrumpían el tránsito de la 
avenida Santa Fe aguardando la salida del cortejo. Se 
había decidido darle un responso en la Iglesia Castren­
se de Nuestra Señora de Luján, a unos tres kilómetros 
de distancia. El camino estaría conformado por un 
cortejo a pie de las personas más allegadas y de to­
dos aquellos que quisieran despedir al joven 
Lacebrón. Gran sorpresa causó la oleada de numero­
sa cantidad de nacionalistas y simpatizantes. Una 
escolta especial de militantes de la Legión Naciona­
lista, Legión Cívica Argentina y Legión de Mayo, con 
sus respectivos uniformes, formaron en el cortejo fú­
nebre. A pie por la calle Santa Fe toda la columna 
enfiló rumbo a la Iglesia Castrense, donde también 
se había congregado una gran cantidad de público. 
Momentos emotivos se vivieron con la llegada 
del féretro al templo. Dos altos oficiales uniforma­
dos del Ejército y la Armada tomaron las astas de­
lanteras del cajón mientras centenares de brazos en 
alto saludaban el ingreso a la iglesia. Misa de cuerpo 
presente y oraciones fúnebres completaban aquel 
ambiente de emotividad en homenaje al primer caí­
do del nacionalismo argentino. 
Terminada la ceremonia religiosa, fue nueva-
mente sacado el ataúd y llevado a pulso por las ave­
nidas Cabildo, Santa Fe, Callao y Quintana hacia el 
cementerio de la Recoleta. En principio se había anun­
ciado el entierro en el cementerio de la Chacarita, pero 
Leopoldo Lugones (h), Federico Ibarguren, Juan Queraltó, Luis Urtizberea, Ricar­
do Curuchet Oromí, Manuel Galvez Bunge, Nicolás Lastra... 
27La Prensa, 18/09/1934. 
una familia ofreció gentilmente su bóveda en Recoleta 
para resguardar los restos mortales28. Miles de per-
sonas (y no exageramos el cálculo) siguieron este re­
corrido detrás de la columna encabezada por Arturo 
Díaz Lamela, Samuel Gradín, Luis Agote Robertson, 
Tomás Lacebrón Guzmán y Castelfort Lugones. En 
perfecto orden recibían las miradas de aquellos tran­
seúntes que contemplaban asombrados la cantidad 
numerosa de los formados en el cortejo. Era evidente 
que la muerte de Lacebrón había despertado cierta 
admiración no solo por el carácter de los sucesos sino 
también porque los testimonios de sus camaradas 
coincidían en afirmar su noble corazón puesto al ser­
vicio de Dios y la Patria. 
Al llegar al peristilo de la Recoleta, gran canti­
dad de personas aguardaban al cortejo. El último paso 
estaría franqueado por las palabras de casi una 
veintena de oradores que demostraban una vez más 
la unión del nacionalismo ante el enemigo. Se escu­
charon los discursos del Jefe de la Legión Nacionalis­
ta, Castelfort Lugones; Ricardo Julio Alberdi por el 
Accionalismo Corporativo; Eduardo Ocampo por la 
Acción Nacionalista Argentina; Ricardo Curuchet por 
la Asociación Nacionalista de Estudiantes Secunda-
rios; Alberto Spragon Iriart por la Asociación Nacio­
nalista de Estudiantes de Agronomía; Félix Urtizberea 
por la Comisión Popular Argentina Contra el Comu­
nismo; Juan Tabanera por la Corporación Naciona­
lista de Medicina; Ricardo Zorraquín Becú por la Fe­
deración Universitaria Nacionalista Argentina; Pedro 
Valerga Aráoz por la Agrupación Huinca; Juan Car­
los Pérez Salvadores por la Milicia Cívica Naciona-
28Los libros del cementerio de la Recoleta que registran los restos depositados 
indican que aún los despojos mortales se conservan en aquella bóveda pertene­
ciente a Vicente E. Del Castillo. 
lista; Manuel Rojas Silveyra por la Legión Cívica; 
Oscar Castilla representando a la Legión Colegio 
Militar; Alfredo Villegas Oromí por la Legión de 
Mayo y Guardia Argentina; Ernesto Martínez por el 
Partido Fascista Argentino; Roberto Bulla por las 
Centurias de la Patria y Pedro Alberto Becco por la 
Asociación Nacionalista de Estudiantes de Derecho. 
Estos discursos de corta duración fueron cerrados por 
la palabra de Alberto Alvarez Hidalgo, que habló en 
nombre de los compañeros de Lacebrón. 
Hacia las 15 horas de aquel lunes 17 de septiem­
bre, sus restos mortales eran despedidos en medio de 
la aclamación de miles de argentinos que homenajea­
ban su muerte en defensa de sus ideales. 
EL EPÍLOGO
El crimen del primer nacionalista nunca fue es­
clarecido. Los detenidos comunistas de aquella jorna­
da eran todos de origen extranjero y recuperaron su 
libertad en poco tiempo. 
La muerte de Jacinto Lacebrón Guzmán demos­
tró que el nacionalismo daría pelea a quienes inten­
taran ganar la calle para difundir doctrinas ajenas al 
ideal de la religión y el patriotismo. Se lo consideró 
como el primer caído del nacionalismo y esto no es 
caprichoso. Desde la década pasada se habían suce­
dido las muertes de varios fascistas argentinos o ítalo­
argentinos. Es más: a principios de 1934 habían muer­
to en Avellaneda, a manos de anarquistas locales, los 
fascistas Jerónimo Pugliese y Leonardo Simone, mien­
tras que, durante el año anterior, había sido asesina­
do en Córdoba otro fascista, Anselmo Pro. Si bien 
existían grandes simpatías para con el régimen ita­
liano y su conductor, es necesario destacar que no se 
los consideraba como nacionalistas propiamente ar­
gentinos a pesar de que formaran en las estructuras 
del movimiento nacionalista. Ellos se manejaban con 
cierta autonomía y dependían de la oficina romana 
del fascio en el exterior. 
También existió el caso de José Manuel Salas, 
muerto por los radicales en octubre de 1931. Este jo­
ven universitario de 24 años pertenecía al núcleo ini­
cial de la Legión Cívica. No fue considerado como un 
caído del nacionalismo ya que aquel grupo se identifi­
caba en ese entonces con el uriburismo y con la com-
plicidad en el ascenso del general Justo al poder a fi­
nes de 1931. Su giro decidido hacia el nacionalismo 
más ortodoxo se dará en los años inmediatos al com­
probar la línea liberal del general ingeniero. 
Jacinto Lacebrón Guzmán fue el primero de una 
quincena de nacionalistas asesinados en los tres lustros 
siguientes. Su memoria perduró muy fresca hasta que, 
en 1938, cayeron bajo las balas los cordobeses Garcia 
Montaño y Julio Benito de Santiago. De allí en más, su 
memoria será esporádica y se perderá hacia los años 
del gobierno peronista. 
En 1945, ante los restos del aliancista nacionalis­
ta Darwin Passaponti, un orador llamado Enrique 
Kleinert lo recordará en sus palabras29:
"...Jacinto Lacebrón Guzmán, Julio Benito de 
Santiago, Francisco Garcia Montaña; ¡asta, bra­
zo y pie, ya tenéis completa vuestra cruz del sur! 
Brillad como las cuatro estrellas; sed en la oscu­
ridad, la luz, y el índice seguro que señale a la 
Patria el rumbocierto. 
Jacinto Lacebrón Guzmán, Julio Benito de San­
tiago, Francisco Garcia Montaño, Darwín 
Passaponti... cuatro nombres que son ya el sím­
bolo de una idea... Valientes varones de una es­
tirpe bravía, cuyas figuras parecieran vaciadas 
en el molde heroico e hispánico del Cid...". 
29Alianza, 8/11/1945, N° XVIII, Año II. Enrique Kleinert pertenecía a la Unión 
Nacionalista de Estudiantes Secundarios. 
APÉNDICE DOCUMENTAL 
I. DISCURSOS 
Fragmento del discurso pronunciado por Alber­
to Spraggon Iriart, de la Asociación Nacionalista de 
Estudiantes de Agronomía, ante los restos de Jacinto 
Lacebrón Guzmán el día de su entierro. Publicado por 
el diario Crisol el 18 de septiembre de 1934. 
" ...Jacinto Lacebrón era la flor del Cuyo alti­
vo; a su edad, cuando el todo llama junto a 
la vida fácil, él la desdeña y se somete; obe­
deciendo a un sublime mandato, a la disci­
plina férrea pero noble de la Legión Nacio­
nalista. Una misión se impone, ha de dar 
todo por ella sin reclamar nada y todo lo da. 
[...] Jacinto Lacebrón, tú nos honras a los 
universitarios verdaderamente argentinos. 
¡Camaradas!, juremos en el silencio de 
nuestros corazones vengar al compañero 
caído por el plomo soviético. La batalla está 
iniciada, no se admitirán al terminar, heri­
dos ni prisioneros; o limpiamos la Patria 
de comunistas, o la escoria roja arrasará con 
nosotros...". 
Fragmento del discurso pronunciado ante los res­
tos de Jacinto Lacebrón por el Dr. Ernesto Martínez 
representando al Partido Fascista Argentino. Publi-
cado por el diario Crisol del 18 de septiembre de 1934. 
" ...Entre los juramentos que en la República 
Argentina solo se prestan por simple fórmu­
la, hay uno, que deben cumplir muchas au­
toridades nacionales, juramento en que lue­
go de hacer protestas de argentinidad se con­
cluye con un amenazante: «y si así no lo 
hiciere, Dios y la Patria me lo demanden». 
Mas quizá porque hay gente que solo teme 
a jueces más cercanos y tangibles, el resulta­
do de estas promesas aquí lo tenemos. Un 
joven nacionalista de la nueva generación 
que surge en todo el mundo pletórica de 
ideales sanos, de espíritu sincero, de coraje 
probado y batallador ha caído asesinado por 
una cuadrilla de forajidos ...". 
Discurso pronunciado por el dirigente naciona­
lista Arturo Palenque Carreras en el cementerio de la 
Recoleta al cumplirse el tercer aniversario de la muerte 
de Jacinto Lacebrón. Publicado por el diario Crisol el 
20 de septiembre de 1937. 
"Mis amigos: aquí, en un día gris, casi in­
vernal, junto a esta tumba joven llena de 
sugestiones, traigo mi palabra demasiado 
ardida por el sentimiento y por eso quizás 
atropellada y confusa. Es que estaba dema-
siado cerca nuestro, Jacinto Lacebrón 
Guzmán, para no sentir una desgarradura. 
Vivir, así, como quieren los otros que viva­
mos, bajo el signo achatado del egoísmo y 
de las monedas, es morir. Pero morir como 
él murió, prendado del heroísmo y con el 
sentido de lo eterno, eso es vivir. 
Porque tuvo la gracia de caer heroicamente 
en aquella tarde de septiembre en que un 
pequeño grupo de tres o cuatro amigos 
desafiaban la furia de la extranjería indesea­
ble. Quijotada maravillosa que le costó la 
vida, la vida que pasa y que muere, para dar­
le la eternidad de Dios. Por eso la plenitud 
de vida realizada y esperanza cumplida. 
Hay libros, muchos libros, que explican la 
filosofía y la técnica nacionalista, pero hay 
vidas que la realizan con el gesto sencillo y 
profundo de lo actuado. 
Lacebrón es una vida nacionalista realiza­
da. Por eso está demás el llorar; aquí son 
cantos de victoria los que debía aletear so­
bre su tumba; aquí son millares de hombres 
jóvenes y criollos los que debían venir a 
pregar la gracia de saber morir un día como 
él murió... 
La lucha es ardua y la esperanza es grande. 
Porque nuestra esperanza es la misma ma­
rea que crece rugiente y que llena de zozo­
bras los corazones burgueses. Es la masa 
anónima y despenachada, sin leyes de ho-
nor, sin sentido de lo eterno y sin afectos 
valederos la que nos hace fuerte contra ella 
misma. Yo diría que somos una roca que 
va a endurecer la furia del oleaje que con­
tra ella choca. 
Generación ardiente e inconclusa la nues­
tra que ha de conseguir la gloria que va 
contra la corriente. Porque rompe los pre­
juicios para afianzar las normas morales 
permanentes y fundamentales de la vida, 
que tiene hambre de justicia y sed de gran­
deza en los corazones. 
Este muchacho era grande y notamos su 
tamaño claramente el día que agigantó su 
figura con el buril de la muerte. Grandeza 
es valor eterno que se irradia por gracia 
divina desde su fuente, el Creador, hasta 
nosotros sus criaturas. 
Grandeza es palabra desprestigiada por la 
insignificación de las aristocracias sin valo­
res y por la befa estúpida de las democra­
cias burguesas, mediocres y sin sentido tras­
cendental de la vida y sin embargo es pala­
bra y sentido permanente como la eternidad. 
¡Que huecas sonarán mis palabras en la ton­
tería de las preocupaciones burguesas! Allí 
está la forma de la nada, la mentira de las 
convenciones, la hipocresía de los egoísmos; 
es el mundo moderno, estúpido y senil, que 
queda del otro lado de esta tumba joven, 
donde hoy reposa un muerto que encarna 
la gloria de una generación que resucitará 
un día. Será resucitada y por eso con la vida 
plena que da Dios a las almas liberadas, del 
«Lázaro, levántate y anda». 
Y será la aurora de la gran Nación que en 
nosotros se esconde y se agiganta. 
Jacinto Lacebrón Guzmán, contigo hoy 
como siempre". 
Discurso de Femando García Della Costa en el 
cuarto aniversario del fallecimiento de Jacinto 
Lacebrón Guzmán, durante un homenaje realizado en 
el lugar donde descansan sus restos. Publicado en el 
diario Crisol del 22 de septiembre de 1938. 
" Aquí hemos llegado una vez más. Venimos 
con amor, con dolor y con una cierta y ver­
dadera alegría. De todo ello nace nuestra 
decisión. Digamos primero cómo fue aque­
llo: cuatro años hace, era muerto en su pues­
to de combate. Frisaba en los veinte años. 
Tenía un negro mechón sobre la frente que 
animaba unos ojos audazmente determina­
dos. Combatía en nuestras filas, y fue asesi­
nado a traición en una refriega habida en 
Plaza Italia. La prensa de postura seria -trá­
gico dominó- hizo una ligera crónica objeti­
va cuya extensión no alcanzaba a diez cen­
tímetros. 
Así fue aquello: Jacinto Lacebrón Guzmán 
había cumplido su destino. Y su destino era 
tan trascendental, tan magnífico, que debía 
cumplirse en la muerte. Entonces lo deja­
ron aquí sus camaradas, todavía cegados 
de lágrimas, todavía ardientes de dolor, to­
davía calientes de ira. Aquí lo dejaron, y en 
punto a esto podemos decir que aquí nació 
la Nueva Argentina. 
Hasta entonces, comprendíamos nuestra 
misión como el cumplimiento de una serie 
de deberes enmarcados en la aceptación de 
una disciplina marcial. Desde entonces, nues­
tra misión trascendió los límites del rutinario 
y puntilloso cumplimiento con ribetes buro­
cráticos y se transformó de veras en lucha. 
Tuvimos cabal concepto de que era posible 
morir dulcemente y con decoro, y ante la pre­
sencia de la muerte purificante duplicamos 
nuestras aspiraciones y nuestra voluntad, 
hasta estar absolutamente afirmados, 
férreamente enlazados con el movimiento. 
Desde este momento en que cayó Lacebrón 
Guzmán, este conglomerado del nacionalis­
mo superó los moldes del partido, de la ten­
dencia, de la orientación, de la facción, y se 
convirtió en verdadero Movimiento, es de­
cir que tuvo una memoria de este hecho, que 
este hecho heroico en fin, lo obligaba, lo im­
pulsaba con fuerza hasta entonces descono­
cida hacia el futuro. En la muerte de nues­
tro primer mártir tuvo su plena confirma­
ción nuestra decisión de vencer, y desde 
entonces, hasta ahora, la victoria se acerca 
más y más a nuestras manos. 
Pero aún hay en la muerte de este mucha­
cho algo más. Aún hay mucho más. Este 
muchacho, además de ser una presencia 
viva, ademásde estar presente en la poten­
cia motora del movimiento, tiene un hondo 
valor de símbolo, Él tenía veinte años cuan­
do murió, y desde entonces, el Movimiento 
se ha enriquecido con muchos otros corazo­
nes de veinte años. Cada vez, en cada mo­
mento, nosotros contamos, desde hace cua­
tro años, con una renovada escuadra de 
veinte años incorporada al combate y a la 
verdad. Y este milagro maravilloso, esta ver­
dadera fecundidad de nuestro Movimiento 
que pare hijos jóvenes, llenos de vida, y por 
lo tanto prometidos a la victoria, no tiene 
símil en ningún partido ni en ninguna fuer­
za argentina. Por esto decimos que este 
muerto de veinte años, que este muchacho 
que consumó su ideal, tiene la virtud de sim­
bolizar toda la gloria de nuestra gente y de 
nuestra época. 
Jacinto Lacebrón Guzmán anula y borra la 
memoria de los viejos fantasmones con que 
se encandiló a las masas argentinas durante 
mucho tiempo; él tiene una enorme grande-
za frente a la figura de los decadentes viejos
suicidas. Él, que en plenitud de vida se dio a
la muerte sin la mácula horrible del renun­
ciamiento y la cobardía, borra la memoria de 
los ídolos que escaparon a la responsabilidad 
por la puerta trasera del suicidio. 
Y aún hay algo más en la muerte de Jacin­
to. Este crimen fue, por su brutalidad, por 
la forma bárbara de la agresión, por el 
complot siniestro de la prensa afanada en 
ocultarlo, por la impunidad en que que­
daron sus autores comunistas, por la in­
diferencia con que lo contempló la burgue­
sía, el primer crimen, el primer atropello 
de la vieja democracia contra la Joven Ar­
gentina. Este es, pues, el punto de parti­
da, el extremo de la madeja sangrienta, con 
que este régimen se está envolviendo solo. 
A este crimen sucedieron más. Aún hubo 
atropellos sordos. Aún hubo para nosotros 
persecución. Aún podemos decir que cada 
uno de nosotros ha sido marcado como de­
lincuente en este orden policial y degradan­
te de la democracia, por la documental in­
famación del prontuario. Esta es la larga ma­
deja. En ella se enredan también las noches 
de los calabozos en los dominios de las "po-
licías bravas" de las provincias. En ella se 
enredan los abusos, las afrentas, la sorda 
guerrilla de la burguesía, de actividad ama­
ble y complaciente frente al enemigo rojo, 
en ella se enredan las diatribas de los 
pasquines, la impudicia de los traidores, en 
ella aún, para hacernos violencia, se ensar­
tan las farisaicas afirmaciones patrióticas de 
los vendepatria de la oligarquía. 
Todo esto, toda esta serie de latigazos, de 
vejámenes, de infamias, de traiciones, toda 
esta negra madeja de canalladas, tiene su raíz 
y su comienzo en ese crimen. La democra­
cia, mendaz y disoluta, tuvo entonces no­
ción cabal de nuestra importancia, cuando, 
en vez de ver la desbandada que soñaba, nos 
encontró más unidos, más fuertes, más ca­
paces si cabe, porque teníamos presente la 
sombra del crimen, y porque ya nunca ja­
más nos abandonaría la presencia 
acuciadora, la presencia urgidora, la presen­
cia justiciera de Jacinto Lacebrón Guzmán. 
La democracia se enredará fatalmente en sus 
crímenes. Ahora ha vuelto a manchar sus 
manos en la sangre de los mártires cordobe­
ses. Mañana seguirá urgando en nuestras fi­
las, tratando de llevarse lo que más se desta­
que sin darse cuenta de que aquí, en la Joven 
Argentina, ninguna semilla se pierde, y bro­
tan plantas más capaces y más robustas al 
soplo vivificante del Sacrificio. 
Más pechos querrá romper la furia de los 
que ven amenazadas sus plácidas digestio­
nes. Más balas se cargarán en la sombra de 
los comités, de las logias, y aún de los salo­
nes. Más brazos asesinos esperan en la som­
bra, como en la Plaza Italia, como en el claus­
tro del Sacrificio. Más ojos acecharán el paso 
gallardo de nuestras juventudes, porque 
para eso la democracia mendaz y disoluta 
paga con la moneda de oro de la impuni-
dad a los asesinos de orden común que nos 
agreden. 
¿Pero qué podrá todo esto contra nosotros? 
¿Qué podrá todo esto, si en el mismo ins­
tante en que cayó este muchacho, nosotros 
aceptamos sin sobresalto el nuevo destino 
que se nos ofrecía? 
¿ Qué podrán hacer contra nosotros que po­
demos decir: Jacinto Lacebrón Guzmán, 
¡Presente!; Julio Benito de Santiago, ¡Presen­
te!; Francisco García Montaño, ¡Presente! Y 
decir siempre con ellos ¡Adelante!". 
II. PROCLAMAS Y RESOLUCIONES 
Proclama de la flamante Legión Nacionalista 
del día 30 de diciembre de 1933 con motivo de su 
constitución. 
"Proclamamos como principios funda­
mentales de la vida colectiva: Dios, Patria 
y Hogar; la jerarquía, el orden, la discipli­
na y el culto a las tradiciones y símbolos 
de la Patria. Somos nacionalistas en lo 
político, social y económico. 
Consideramos que el movimiento naciona­
lista, sea dicho sin cargos para nadie, en ho­
menaje a su propia cordialidad esencial, ne­
cesita una dinámica juvenil, un impulso por 
decirlo así, de vanguardia. 
La continuidad de la obra iniciada por la Re­
volución de Septiembre, exige, precisamen-
te, que el culto al pasado no resulte una su­
peditación de la actividad perentoria y del 
porvenir que trae consigo la suerte de la 
Patria, so pena de inmovilizarnos en lo con­
memorativo, abandonando los verdaderos 
intereses del país a los enemigos de la na­
cionalidad. Hay que cerrar pues el episodio 
revolucionario, para emprender acto conti­
nuo la reorganización del país en su espíri­
tu y en su materia. 
Esta reorganización tiene que consistir ante 
todo en el vigoroso establecimiento de la 
unidad nacional, dislocada por perturbacio­
nes de origen y tendencias extranjeras como 
la lucha de clases, la ideología izquierdista 
y la legislación importada bajo pabellón ex­
traño que es el de la Rusia soviética enarbo­
lado en el trapo rojo del comunismo. La Pa­
tria tiene una sola bandera representativa de 
un solo ideal que es el de su tradición y de 
su gloria. 
Bajo este concepto, es deber primordial la 
vinculación estrecha y decidida con las fuer­
zas militares de la Nación que practican el 
grado máximo de la disciplina indispensa­
ble, fundada en el espíritu de sacrificio. Pero 
no bajo un aspecto puramente decorativo..." 
La siguiente es una resolución dictada por las 
máximas autoridades de la Legión Nacionalista el día 
en que enterraron al camarada caído y que fuera pu­
blicada por Crisol y La Fronda el 17 de septiembre. 
"El Comando General de la Legión Nacio­
nalista aprobó por unanimidad la siguiente 
Orden de Legión: 
Uno de los nuestros ha caído luchando como 
bueno en cumplimiento de su deber. Sirva 
esta nueva víctima de la canalla roja para 
estrechar nuestras filas, retemplando en to­
dos los legionarios nacionalistas nuestro fer­
viente amor a la Patria y nuestra fe inque­
brantable en el Nacionalismo Integral que 
profesamos. 
El Comando General considerando que es 
indispensable honrar la memoria de los que 
se sacrifican por nuestros ideales, dispone: 
1.o: Que la bandera del Comando perma­
nezca a media asta y enlutada por cinco días. 
2.o: Que el señor Comandante de la Prime­
ra Compañía de Choque disponga que una 
sección de legionarios uniformados monte 
guardia en la capilla ardiente y el total de 
sus efectivos rinda honores durante el acto 
de sepelio. 
3.o: Que el legionario Alberto Alvarez Hi­
dalgo haga uso de la palabra en el acto de 
sepelio, en representación de sus camaradas. 
4.o: Designar desde el día de la fecha con el 
nombre de Jacinto Lacebrón a la Primera 
Compañía de Custodia. 
5.o: Que en la formación semanal de la Com­
pañía de Choque al pasar lista, el sr. Coman-
dante de la misma iniciará esta con el nom-
bre de Jacinto Lacebrón Guzmán y la Com­
pañía contestará: Presente.
6.o: Enviar una nota de pésame a la familia 
transcribiendo la presente resolución". 
Resolución de la Liga Republicana publicada en 
La Fronda del 17 de septiembre de 1934. 
" Ante el vil asesinato de Jacinto Lacebrón 
Guzmán, así caído en el cumplimiento del 
deber, bajo las balas de gentes extranjerasque vivaban a la revolución social en las ca­
lles de la ciudad y pretendieron agredir a 
dos oficiales del Ejército Argentino, la Liga 
Republicana dispone: 
1.o: Destacar el sacrificio de Lacebrón 
Guzmán como el más alto ejemplo en que 
han de aleccionarse los nacionalistas argen­
tinos ante quienes se abre un período de lu­
chas sangrientas que debe aceptarse sin va­
cilaciones. 
2.o: Designar para velar el cadáver una de­
legación compuesta por los señores Rober­
to de Laferrere, Federico Ibarguren, Nico­
lás B. Lastra, José Luis Ocampo y Felipe 
Jofré. 
3.o: Invitar a sus afiliados a concurrir a la 
misa que se rezará en la Iglesia Castrense a 
las 11 horas y a acompañar los restos al ce­
menterio de la Recoleta". 
III. EDITORIAL 
El 19 de septiembre de 1934 el diario nacionalis­
ta Bandera Argentina publicó un editorial bajo el seu­
dónimo Hildebrando. 
"El asesinato del maestro nacionalista, Jacin­
to Lacebrón, es un episodio que por la for­
ma, circunstancias y personajes que en él 
intervinieron, encierra el símbolo perfecto y 
completo de la guerra en que estamos em­
peñados. Estamos en guerra, hemos dicho 
y repetido más de una vez; guerra que no 
hemos querido; que no hemos provocado, 
pero que no hemos de rehuir, después de 
haber escrito lo que pensábamos de ciertas 
teorías; después de haber afirmado lo que 
hemos afirmado de nuestro amor a la Pa­
tria, y nuestra inquebrantable resolución de 
hacerla respetar en todos los terrenos y cir­
cunstancias. 
[...] La Nueva Argentina está sin leyes, sin 
jueces, sin defensa. No le quedan más que 
sus esperanzas, que son sus ideales; no le 
queda para defenderla más que su juven­
tud, a quien se ataca en forma que es un 
verdadero y escandaloso desafío; una pro­
vocación monstruosa. 
¿Qué hacer, pues? 
Sin duda sería preferible, al menos para al­
gunos, que no hubiese lucha; que no hubie­
se guerra, que no se produjeran combates. 
Pero también sería hermoso no envejecer, no 
enfermarse y no morir. Y así como la mujer 
no fue llamada a la vida para hacer feminis-
mo, tampoco los hombres hemos venido al 
mundo para fumar, pronunciar discursos y 
cuidar reumas. 
La paz sólo es buena para las tumbas. ¡Esta­
mos en guerra, señores nacionalistas! 
¡Hagamos proyectil de nuestra indignación; 
sean clarines nuestras voces, y que Dios ten­
ga piedad de los vencidos, porque a un ene­
migo sin honor y sin piedad, despiadada­
mente hemos de tratarlo! 
Ante el cadáver de Lacebrón, cuya sangre 
tiñe de rojo la naciente aurora, inclinemos 
reverente la rodilla, y juremos que su sacri­
ficio será santificado. ¡Padre Nuestro!" 
IV. ROMANCE 
A pocos días del deceso de Jacinto Lacebrón, el 
diario Crisol publicó un romance cuyo autor fue Car­
los J. Lara.
Don Jacinto Lacebrón, 
Señor de la muerte hidalga... 
Porque es de hidalgos morir 
Por Jesucristo y la Patria. 
Vienen mis versos humildes 
A rezarte una plegaria; 
Pobre y modesto homenaje 
Al que cayó por la Patria. 
¡Viva el Congreso Eucarístico! 
V D V l Patria!... ¡ iva ios!... ¡ iva a 
Vibrante y trémulo está 
El eco de tus palabras. 
¡Cómo estará de orgullosa 
Tu provincia... la cuyana; 
La pintada es verde y nieve 
La de las uvas tempranas! 
¡Cayó el hijo de Mendoza!... 
-Sollozarán tus montañas- 
El de los bellos ideales, 
El de la flor es el alma. 
Mendoza, la mendocina; 
Mendoza, tierra preclara; 
Mendoza, la que forjaste 
Libertadoras campañas 
¿Llorarás porque a tu hijo 
Se lo llevó la batalla?... 
No llores, buena Mendoza; 
Cayó por Dios y la Patria, 
Como cayeron el día 
De las glorias libertarias, 
Los valientes que afirmaron 
Con su sangre nuestra Patria. 
Ya está colmado ese puesto 
Que dejaste en la batalla, 
Don Jacinto Lacebrón, 
Señor de la muerte hidalga, 
Que si un mártir fue a la muerte, 
Hay mil para ir a buscarla. 
Toda vestida de luto, 
Ayer he visto a la Patria 
Avanzar sobre las filas, 
Su bandera desplegada, 
Y nos mostraba tu ejemplo 
Para futuras hazañas... 
Don Jacinto Lacebrón, 
Señor de la muerte hidalga, 
Vienen mis versos humildes 
A rezarle una plegaria, 
Pobre y modesto homenaje 
Al que cayó por la Patria. 
Don Jacinto Lacebrón, 
Señor de la muerte hidalga, 
Vibrante y trémulo está 
El eco de tus palabras: 
¡Viva el Congreso Eucarístico! 
¡Viva Dios!... ¡Viva la Patria! 
V. TELEGRAMA 
El diario Crisol del día 23 de septiembre de 1934 
publicó un telegrama recibido en su redacción. 
"...Hemos recibido ayer el siguiente telegrama: 
«Capilla del Señor. 
Sr. Director de Crisol: 
La comunión de mañana domingo, en Luján, la 
aplicaremos en sufragio del alma de Jacinto Lacebrón 
Guzmán, víctima inmolada a Dios y a la Patria. 
[Firma] Peregrinos de Rosario a pie al Congreso 
Eucarístico Internacional de Buenos Aires". 
ÍNDICE 
PRÓLOGO .................... .... ................................................................. 9 
JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN............. ..................................... 13 
EL NACIONALISMO ARGENTINO DE 1930.................................17 
CONSERVADORES Y REVOLUCIONARIOS............................................ 21 
LA MILITANCIA EN LA LEGIÓN NACIONALISTA............................25 
DEFINICIÓN FRENTE AL CONGRESO EUCARÍSTICO......................29 
LOS SUCESOS DEL PARQUE ROMANO.................................33 
 CAE JACINTO LACEBRÓN GUZMÁN............. ············· ................. 37 
EL NACIONALISMO ANTE LA MUERTE DE JACINTO LACEBRÓN.......47 
Los HOMENAJES, LA APOTEÓSIS.............................................51 
EL EPÍLOGO ........................................................................ 55 
APÉNDICE DOCUMENTAL 
I. DISCURSOS .................................................................. 57 
II. PROCLAMAS Y RESOLUCIONES............................................ 66 
III. EDITORIAL ............................................................ 70 
IV. ROMANCE............................................................................................. 71 
V. TELEGRAMA ................................................................................................ 73 
75 
Este libro se terminó de imprimir 
el 8 de Diciembre de 2001, 
en la ciudad de Santa María de los Buenos Aires, 
Festividad de la Inmaculada Concepción. 
Librería y Editorial Santiago Apóstol 
Rodríguez Peña 734 - P. B. «A» 
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