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La_influencia_de_la_bacteriologia_france

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Quipu, vol. 14, núm. 2
mayo-agosto de 2012, pp. 193-219.
La influencia de la bacteriología 
francesa en la mexicana en el 
periodo de su institucionalización
* Departamento de Salud Pública, Facultad de Medicina, UNAM.
[ 193 ]
Summary
This article applies the Thomas F. Gick’s model to explain the transcultural 
diffusion of ideas to the influence of the French bacteriology in the Mexican 
one. It points out that, in Mexico, it took place through different paths, such 
as medical press, text books, and study journeys. In particular, it deals with 
the collaboration of the French bacteriologist Joseph Girard in the National 
Bacteriological Institute between 1906 and 1913. It tries to show that the 
institutionalization of bacteriology in Mexico was previous to Girard’s work 
in this country. It analyzes the political situation of Mexico, when Girard 
left the Bacteriological Institute and the influence of this situation in the 
development of this discipline.
Las noticias sobre la bacteriología llegan a México
Entre 1862 y 1878 Pasteur descubrió la causa de las enfermedades de origen 
microbiano, explicó el modo de acción de la linfa antivariolosa, preparó 
otras para enfermedades como la rabia, y su obra fue seguida por descubri-
mientos que iban a transformar la curación y la prevención de las enfermeda-
ANA MARIA CARRILLO*
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Quipu, mayo-agosto de 2012194
des.1 Esta explosión científica presagió la primera revolución epidemiológica 
del último cuarto del siglo XIX; William Henry Welch define a este periodo 
como el más extraordinario en la historia de la medicina, y dice que es casi im-
posible imaginar hoy el entusiasmo y el espíritu de triunfo que se despertó, no 
solamente entre los médicos sino también entre el público, como resultado de 
esos descubrimientos.2 
En México, tanto la prensa médica como la política seguían los trabajos de 
Pasteur, Koch, Klebs y otros microbiólogos, así como el descubrimiento casi 
anual de algún organismo patógeno, y daban cuenta de estos avances a profesio-
nales y legos que aún no perdían su capacidad de asombro.3 Dicen Lafuente y 
Saraiva que la ciencia ejerce un enorme poder de seducción y tiene una gran ha-
bilidad para alentar esperanzas.4 La bacteriología en particular dio a la profesión 
médica y al público la confianza en la rápida extinción de las enfermedades.
Desde luego, la aceptación de la nueva ciencia no fue inmediata. En sus 
memorias, el notable higienista Eduardo Liceaga relató que en México el primer 
choque entre las antiguas y las nuevas doctrinas tuvo lugar en el Segundo Con-
greso Médico de la Capital: “[...] palabras […] como ‘miasmas’, ‘emanaciones’, 
‘efluvios’, que hacían suponer que las enfermedades eran transmitidas por los 
gases que se desprendían de los pantanos o que infectaban el aire, comenzaron 
a sustituirse por las que designaban que en la atmósfera había seres vivos que 
[…] podían ser la verdadera causa de las enfermedades transmisibles”.5 Señaló 
también que estas nuevas ideas las había sostenido [Ladislao] Belina, médico 
polaco, instruido en los últimos progresos que la ciencia había hecho en Alema-
nia, Inglaterra y Francia, y conocedor de los descubrimientos de Pasteur. 
1. Miguel E. Bustamante, “La situación epidemiológica de México en el siglo XIX”, en 
Enrique Florescano y Elsa Malvido (comps.), Ensayos sobre la historia de las epidemias en 
México, vol. 2, México, IMSS, vol. 2, 1982, pp. 425-480. 
2. Citado por Milton Terris, La revolución epidemiológica y la medicina social, México, 
Siglo XXI, 1987, p. 27.
3. Sobre los primeros pasos de la disciplina en México, véanse Manuel Servín Massieu, 
Microbiología, vacunas y el rezago científico de México a partir del siglo XIX, México, Instituto 
Politécnico Nacional / Plaza y Valdés, 2000. Ana María Carrillo, “La patología del siglo XIX y los 
institutos nacionales de investigación médica en México”, LABORAT-acta, vol. 13, núm. 1, 2001, 
pp. 23-31. Ana María Carrillo, “Los comienzos de la bacteriología en México”, Elementos, vol. 
8, núm. 42, 2001, pp. 23-27. Juan José Saldaña y Natalia Priego, “Entrenando a los cazadores de 
microbios de la república: la domesticación de la microbiología en México”, en Juan José Saldaña 
(coord.), La Casa de Salomón en México. Estudios sobre la institucionalización de la docencia 
y la investigación científicas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de 
Filosofía y Letras, 2005, pp. 283-305. 
4. Antonio Lafuente y Tiago Saraiva, “The savants’s drama: two cultures and two shores”, en 
Juan José Saldaña (ed.) Science and Cultural Diversity. Filling a Gap in the History of Science, 
México, 2001, pp. 97-121. Cuadernos de Quipu 5.
5. Eduardo Liceaga, Mis recuerdos de otros tiempos, México, Talleres Gráficos de la Nación, 
1949, p. 168.
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 195
Este texto ha sido citado innumerables veces; desafortunadamente, Álvarez 
Amézquita y colaboradores escribieron en su importante obra sobre la historia 
de la salubridad y de la asistencia en México, que esto ocurrió en el Primer Con-
greso Médico Nacional6 y la confusión ha sido repetida por varios historiadores. 
El asunto es importante porque el Primer Congreso Médico Nacional se reunió 
en 1892, mientras que el Segundo Congreso Médico de la Capital tuvo lugar 
en 1878, lo que indica que las primeras noticias sobre la entonces emergente 
ciencia de la bacteriología fueron tempranas. De hecho, en los tres primeros 
congresos médicos nacionales (1892, 1894 y 1897) hubo una sección de higiene 
y bacteriología, mientras que en el cuarto (1910) hubo una sección de patología 
general y bacteriología. 
En este artículo busco aplicar el modelo que Thomas F. Glick ha propuesto 
para explicar la difusión transcultural de ideas, a la influencia de la bacteriología 
francesa en la mexicana. Señalo que en México ésta se dio a través de múltiples 
vías: el canje de prensa médica periódica, el empleo de libros de texto, la par-
ticipación de médicos mexicanos en congresos científicos internacionales, los 
viajes de estudio que médicos mexicanos hicieron a Francia, la llegada al país 
de médicos franceses, y la relación entre sociedades científicas o institutos de 
investigación de ambos países. En particular, me ocupo de la colaboración del 
bacteriólogo francés Joseph Girard en el Instituto Bacteriológico Nacional de 
1906 a 1913. Busco mostrar que la institucionalización de la bacteriología en 
México fue anterior al trabajo de Girard en este país. Analizo la situación polí-
tica de México a la llegada y salida de Girard del Instituto Bacteriológico, y la 
influencia de dicha situación en el desarrollo de la disciplina. 
El modelo de la difusión transcultural de ideas
Thomas F. Glick sugiere que en la asimilación o el rechazo de las grandes 
revoluciones científicas en diversos países es fundamental el papel que 
desempeñan las comunidades científicas en cada disciplina frente a los nuevos 
conceptos, e intenta determinar el número de componentes relacionados entre 
sí en dicho proceso, además de identificar su contexto social.7 Para Glick, la 
recepción de un paradigma8 puede ser pasiva o activa. En una y en otra, inter-
6. José Álvarez Amézquita, Miguel E. Bustamante, Antonio López Picazos y Francisco 
Fernández del Castillo, Historia de la salubridad y de la asistencia en México, vol. 1, México, 
Secretaría de Salubridad y Asistencia, 1960, p. 282-285.
7. Thomas F. Glick, “La transferencia de las revoluciones científicas a través de las fronteras 
culturales”, Ciencia y Tecnología, vol. 12, núm. 72, 1987, pp. 77-89.
8. Kuhn define a los paradigmas como “realizaciones científicas universalmente reconocidas 
que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad 
científica”. Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México, Fondo de 
Cultura Económica, 1986, p. 13.
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vienen las que Glick llama variables estructurales, como la estructura política, 
el sistema educativo y los valores culturales; las variables mediadoras, entre las 
que incluye el discurso civil y los valores generales respecto de la ciencia; y las 
variables de la ciencia, como el acceso a la información escrita, la instituciona-
lización, la producción y la comunicación científicas, la disposición psicológica 
y los mecanismo de divulgación.
Un medio político y social puede favorecer u oponerse a la discusión abierta 
de ideas científicas. La obstaculiza un sistema educativo con alto grado de con-
trol de la Iglesia, así como valores culturales que desconfían de la innovación, 
consideran esotérica a la ciencia pura, y ponen el énfasis en la ciencia utilitaria 
o aplicada. La favorecen, por el contrario, un sistema educativo laico, valores 
culturales receptivos al cambio, así como un discurso civil que considera a la 
ciencia congruente con las metas de la élite, y en el que la definición de ciencia 
coincide con las normas internacionales. 
La recepción pasiva se da cuando las ideas se reciben en ausencia de cual-
quier interacción estructurada con la investigación de vanguardia, mientras que 
en la segunda los miembros de un grupo disciplinario receptor leen la investi-
gación en el idioma original cuando ésta está siendo dada a conocer, están en 
contacto con los científicos de vanguardia del grupo que propone el paradigma 
(por toda una variedad de órganos o medios, tales como la participación en con-
gresos, la correspondencia personal o el intercambio de estudiantes), y general-
mente tienen una sólida base académica en la disciplina en cuestión.
En general, la discrepancia entre los modos activo y pasivo de difusión de 
los conceptos científicos se asocia con el grado de institucionalización de cada 
disciplina. En el modo pasivo, las disciplinas son débiles, con una base ins-
titucional limitada, y una comunicación relativamente desarticulada entre sus 
miembros. En el modo activo, se establecen cátedras que reciben financiamiento 
externo y apoyo gubernamental, y sus miembros adoptan un programa de inves-
tigación común. 
En el primero, los científicos del grupo receptor se sienten aislados, y en el 
segundo se consideran a sí mismos como participantes de la vanguardia. Aqué-
llos no realizan investigación original y publican en forma local, mientras que 
éstos en su momento más activo producirán investigación original que quizá 
influya en futuros cambios al paradigma.9
El Estado, la ciencia y la formación de bacteriólogos mexicanos 
Si bien desde el inicio de la nueva nación mexicana se concibió a la ciencia 
como instrumento para la consolidación del Estado nacional,10 durante el ré-
9. Thomas F. Glick, “La transferencia…”
10. Juan José Saldaña, “Ciencia y libertad: la ciencia y la tecnología como política de los 
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 197
gimen de Porfirio Díaz (1876-1911), el desarrollo científico estuvo en el centro 
del discurso político. En el caso de la medicina, se realizaron cuatro congresos 
médicos nacionales, y México fue la sede de cuatro reuniones médicas interna-
cionales; fue aprobado el primer Código Sanitario, modificado dos veces en ese 
periodo; el Consejo Superior de Salubridad, que originalmente contaba con seis 
miembros, llegó a tener varios miles de empleados; fueron creados tres institu-
tos nacionales de investigación médica; y se multiplicaron las sociedades y las 
publicaciones médicas; las escuelas de medicina fueron fortalecidas y muchos 
médicos mexicanos obtuvieron becas del Estado para estudiar en instituciones 
extranjeras.11 
Entre las dos últimas décadas del siglo XIX y la primera década del XX, 
en México se publicaron, aunque no siempre con continuidad, más de setenta 
revistas médicas,12 las cuales tenían un amplio intercambio con publicaciones 
extranjeras. La lista de éstas que yo he podido reunir y que sin duda alguna es 
incompleta, incluye a cerca de dos centenas de revistas, editadas en Europa y 
América Latina. El país que, por sí solo, contribuía con más revistas era Francia, 
de donde llegaban, entre otras muchas, La Tribune Medicale, Revue Internatio-
nale des Sciences Médicale, Journal d’Hygiène, La Médecine Contemporaine 
y Le Progrès Médical. Dentro de las revistas especializadas en bacteriología 
que por entonces recibían las instituciones científicas mexicanas, estaban The 
Journal of Infectious Diseases, Modern Medicine and Bacteriological Review y 
Annales de l’Institut Pasteur. 
La mayor parte de los primeros bacteriólogos mexicanos estuvieron en con-
tacto con instituciones francesas, principalmente con el Instituto Pasteur de Pa-
rís. Éste era apenas un proyecto, y ya los periódicos mexicanos daban noticias 
sobre la creación del establecimiento.13 Tempranamente, el Instituto Pasteur im-
nuevos estados americanos”, en Juan José Saldaña (coord.), Historia social de las ciencias 
en América Latina, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de 
Humanidades / Coordinación de la Investigación Científica, Editorial M. A. Porrúa, 1996, pp. 
283-298.
11. Ana María Carrillo, “Profesiones sanitarias y lucha de poderes en el México del siglo 
XIX”, en Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, vol. 50, núm. 2, 1998, pp. 
149-166.
12. Sobre las publicaciones médicas del periodo, si bien no todas están incluidas, véase 
Francisco A. Flores, Historia de la medicina en México, desde la época de los indios hasta la 
presente, 3 vols., México, Secretaría de Fomento, 1886-1888. Elsa Barberena Blásquez y Carmen 
Block Iturriaga, “Publicaciones periódicas científicas y tecnológicas mexicanas del siglo XIX: 
un proyecto de bases de datos” Quipu, Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la 
Tecnología, vol. 3, núm. 1, 1986, pp. 7-26.
13. Anónimo. “El método de M. Pasteur para prevenir la rabia después de la mordida”, El 
Municipio Libre, 24 de abril de 1886, pp. 1-2. Giraud. “Los rusos mordidos por un lobo rabioso”, 
El Diario del Hogar, 13 de mayo de 1886, p. 3. “Crónica política”, El Abogado Cristiano 
Ilustrado, 15 de mayo de 1886, p. 78.
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partió cursos de bacteriología a los interesados en la nueva ciencia,14 y varios 
médicos mexicanos asistieron a éstos. El primero de ellos fue Eduardo Liceaga 
quien más tarde sería el fundador de la salud pública moderna en México.15 Vi-
sitó el Pasteur en 1888, donde aprendió a preparar la vacuna antirrábica.16 Tam-
bién realizaron estancias en el Pasteur de París, entre otros, el farmacéutico José 
Donaciano Morales, el veterinario José de la Luz Gómez, y los médicos Jesús E. 
Monjarás, José Ramírez, Nicolás Ramírez de Arellano, Francisco Valenzuela y 
Ernesto Cervera. Los bacteriólogos Antonio Matienzo y José Gayón estudiaron 
en otras instituciones francesas.
Pero, sin duda, el más destacado dentro de los bacteriólogos mexicanos 
que estudiaron en el Instituto Pasteur fue Ángel Gaviño (ciudad de México, 
1855-1921). En 1889, el Ministerio de Fomento dio a este médico la comisión 
de ir a Europa a visitar los laboratorios de bacteriología y estudiar los últimos 
adelantos alcanzados, así como conocer todo lo que sobre el mismo asunto se 
presentara en la Exposición Universal de París, y asistir a los congresos interna-
cionales de ciencias médicas que se realizaran durante la misma. En el Instituto 
Pasteur, Gaviño estudió al lado de Pasteur, Roux y Duclaux, y volvió en 1891, 
1903 y 1905.17 A su regreso a México, defendió el nuevo paradigma, creó la cá-
tedra de bacteriología y la impartió, participó en sociedades, escribió artículos 
especializados, y eventualmente, a propuesta suya, fue fundado un instituto de 
investigación bacteriológica. 
Las cátedras de bacteriología 
Transcurrió casi una década desde que algunos médicos empezaron a hablar 
en México de labacteriología hasta su incorporación como materia obliga-
toria a los planes de estudio de las escuelas de medicina, en la capital primero 
y en los estados después. Puede decirse que hasta bien entrada la década de los 
ochenta del siglo XIX en la ciudad de México, y prácticamente hasta el fin de 
la siguiente década en los estados, la mayoría de los médicos carecieron de for-
mación en bacteriología. 
14. Microbiología es el estudio de los seres microscópicos; originalmente se llamó 
bacteriología al estudio de un grupo de ellos (las bacterias), Saldaña y Priego, “Entrenando a los 
cazadores…”
15. Ana María Carrillo, “Eduardo Liceaga: maestro, cirujano, legislador e higienista”, 
Revista Mexicana de Pediatría, vol. 62, núm. 6, 1995, p. 238.
16. Ana Cecilia Rodríguez de Romo, “La ciencia pasteuriana a través de la vacuna 
antirrábica: el caso mexicano”, Dynamis. Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque. 
Historiam Illustrandam, vol. 16, 1996, pp. 291-316.
17. Archivo de la Dirección General de Personal de la Universidad Nacional Autónoma de 
México (ADGP-UNAM), expedientes de personal (EP), Ángel Gaviño (AG), exp. 6048 [s/nf.]. 
Servín Massieu, Microbiología, vacunas…
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 199
En una reunión del claustro de profesores de la Escuela Nacional de Medici-
na, realizada en la época de la revolución mexicana, Gaviño comentó que en los 
años ochenta del siglo anterior, al tener noticias de la importancia que comenza-
ba a darse a la bacteriología en las escuelas de medicina del mundo, propuso y 
logró que en 1887 fuera creada la cátedra en la Escuela Nacional de Medicina. 
Tuvo la iniciativa, igualmente, de fundar en ella un laboratorio de bacteriología, 
para lo que recibió autorización del presidente Porfirio Díaz, y financiamiento 
de la Secretaría de Fomento.18 
Originalmente, se trató de una cátedra de perfeccionamiento para médicos 
titulados o alumnos de los últimos años de la carrera, con duración de un año, al 
final de la cual los alumnos hacían un examen teórico-práctico. Pero desde 1898 
se incorporó al plan de estudios de la Escuela como materia obligatoria, tanto en 
el tercer año como en el cuarto (Gaviño –que hasta entonces había impartido la 
cátedra de perfeccionamiento–, se ocupó del segundo curso).19 
La comisión –que era encabezada por el doctor Eduardo Liceaga y había 
propuesto modificaciones al plan de estudios un año antes– consideró que la 
bacteriología debía ser parte de la formación de todos los médicos, los cuales 
necesitaban conocer la historia natural de las bacterias, la técnica de su demos-
tración y cultivo, y su aplicación al estudio de las enfermedades y de los enfer-
mos.20 Sin embargo, muchos maestros y alumnos criticaron, entre otros asuntos, 
el tiempo “excesivo” asignado a la bacteriología, y la inclusión como materias 
obligatorias de las que hasta entonces habían sido especialidades.21 (Vale la pena 
considerar que en Francia la bacteriología no se incorporó a los estudios médi-
cos generales hasta poco antes de la primera guerra mundial.)22
En México, como en prácticamente todos los países del mundo, la aceptación 
de la teoría bacteriana se logró sólo tras debates entre partidarios de distintos 
métodos en la práctica de la medicina.23 Unos negaban su utilidad; otros descon-
fiaban de la terapéutica basada en ella; otros consideraban incorrecto abandonar 
los estudios clínicos, o no dar la suficiente importancia a los factores sociales 
causantes de la enfermedad; unos más censuraban el temor en que la población 
18. La cátedra de bacteriología fue aprobada en 1887, pero por circunstancias ajenas a la 
ENM, no comenzó a darse hasta inicios del año siguiente. ADGP-UNAM, EP, AG, exp. 6048 [s/
nf.].
19. Una descripción del desarrollo de los programas de estudio en la Escuela Nacional de 
Medicina durante los 34 años del gobierno de Díaz, se encuentra en Ana María Carrillo y Juan 
José Saldaña. “La enseñanza de la medicina en la Escuela Nacional durante el Porfiriato”, en 
Saldaña (coord.) La Casa de Salomón…, pp. 257-282. Sobre el programa de algunas cátedras de 
bacteriología, véase Saldaña y Priego, “Entrenando a los cazadores…”
20. Liceaga, Mis recuerdos…
21. Carrillo y Saldaña, “La enseñanza de la medicina…”
22. Moulin citada por Rodríguez de Romo, “La ciencia pasteuriana…”
23. Rodney M. Coe, Sociología de la medicina, Madrid, Alianza, 1981.
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vivía a causa de los descubrimientos de la bacteriología.24 Para los partidarios 
de la bacteriología, la defensa de ésta llegó a tomar la forma de una cruzada.25
En 1906, la carrera de medicina se redujo de seis a cinco años, motivo por 
el cual fue eliminado uno de los dos cursos obligatorios de bacteriología, pero 
se abrió de nuevo la cátedra de bacteriología para especialistas,26 y Gaviño fue 
nombrado para impartirla.27 Durante los años de la Revolución, hubo cambios 
en las cátedras: en 1912, desapareció la cátedra de formación de especialistas, 
y se estableció en tercer año la cátedra de bacteriología, pero al parecer era sólo 
de esterilización. En 1914 se le llamó curso esencialmente práctico de bacte-
riología y parasitología. En 1917, ya se le denominaba microbiología general 
teórico-práctica.28 Las escuelas de medicina de los estados de la república desar-
rollaron también poco a poco una enseñanza práctica en anfiteatros, laboratorios 
y hospitales. 
En los libros de texto, la influencia fue sobre todo francesa. Algunos de los 
textos de bacteriología recomendados por la Escuela Nacional de Medicina a sus 
alumnos en las primeras décadas del siglo XX, fueron Bacteriología, de Jules 
Courmont; Técnica bacteriológica, de Besson; Elementos de bacteriología, de 
Roux; “Estudio de las fermentaciones”, tomado del Manual de microbiología, 
de H. Dubuf, y Tratado de esterilización, de Girard. La primera cátedra de bac-
teriología para especialistas de la Escuela Nacional había tenido como texto el 
Van Ermenger.
Cuando Mark Baldwin, de la Universidad Johns Hopkins, visitó México en 
1906 invitado por el entonces ministro de Instrucción Pública Justo Sierra, se 
manifestó sorprendido de que una nación tan grande se hubiese desarrollado 
a las puertas de los estadounidenses sin haber despertado su atención. Éstos 
vivían en una ignorancia lamentable acerca de la vida intelectual y las institu-
ciones académicas de México, las cuales –decía– parecían haber sido formadas 
siguiendo más bien los modelos franceses que los de cualquier otro tipo nacio-
nal.29
24. Ana María Carrillo, “La primera campaña antituberculosa en México”, Gaceta Médica 
de México, vol. 137, núm. 4, 2001, pp. 361-369.
25. Claudia Agostoni, “Los infinitamente pequeños: debates y conflictos en torno a la 
bacteriología (ciudad de México, siglos XIX al XX)”, en Claudia Agostoni y Elisa Speckman 
Guerra (eds.), De normas y transgresiones. Enfermedad y crimen en América Latina. 1850-1950, 
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, pp. 167-192.
26. Y otras nueve especialidades, al final de las cuales los alumnos realizarían exámenes 
profesionales, que incluirían una tesis sobre la especialidad relativa, con observaciones personales 
del sustentante. Carrillo y Saldaña, “La enseñanza de la medicina…”
27. Carrillo y Saldaña, “La enseñanza de la medicina…” 
28. ADGP-UNAM, EP, AG, exp. 6048 [s/nf.].
29. J. Mark Baldwin, “Notas sobre la educación en México”, Boletín de Instrucción Pública. 
Órgano de la Secretaría del Ramo, 1906, pp. 787-796. En realidad, México recibía la influencia 
de muchos otros centros científicos del mundo, incluyendo algunos estadounidenses.
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 201
Los centros de investigación
La incorporación de la cátedra a los planes de estudio de las escuelas mexica-
nas de medicina, y los viajes de estudio de médicos del país a instituciones 
extranjeras,sobre todo el Instituto Pasteur, posibilitaron la formación de una co-
munidad nacional dedicada a la bacteriología y a su profesionalización. En esa 
época, la bacteriología hacía importantes contribuciones a la salud pública, al 
desarrollar métodos de laboratorio para descubrir y diagnosticar la enfermedad 
y para conocer los medios por los que las enfermedades se trasmiten, incluyen-
do el papel desempeñado en dicha trasmisión por el agua, la leche, el aire y los 
insectos.30 
Como Latour ha analizado, en ninguna otra innovación científica o tecno-
lógica ha habido una ruta tan corta entre la investigación básica y su amplia 
aplicación. En su opinión, por más que se admire el genio de Pasteur, debe 
reconocerse que se necesitaron muchas personas para difundir los descubri-
mientos de la bacteriología; el científico francés creó la nueva medicina, la 
nueva biología, la nueva higiene; pero, “para convencer a alguien de que un 
experimento ha sido exitoso, de que una técnica es efectiva, de que una prueba 
es realmente decisiva, debe haber más de un autor”.31 El movimiento higie-
nista anterior a Pasteur había logrado inclinar hacia su causa la atención de 
la sociedad y el Estado, al mostrar que la riqueza y el bienestar estaban ame-
nazados por los problemas de salud. Los científicos pasteurianos de finales 
del siglo XIX “tradujeron” el movimiento higienista –que tenía entonces cien 
años de vida– a sus propios términos, adoptando sus proyectos y agregando un 
elemento que los fortalecía a ambos. Los higienistas, a su vez, se encargaron 
de difundir los nuevos conocimientos entre el público, si bien hasta hace poco 
la historiografía de la medicina atribuyó a Pasteur lo que en realidad corres-
pondía a aquel movimiento.32 
En México, el nuevo paradigma influyó en la creación del Instituto Antirrá-
bico de México, dependiente del Consejo Superior de Salubridad y del Labora-
torio de Bacteriología del mismo organismo, así como de instituciones similares 
en los estados.33 Pero, además de los institutos y laboratorios ligados a la buro-
30. Frederic P. Gorham, “The history of bacteriology and its contribution to public health 
work”, en Mazÿck P. Ravenel, “The American Public Health Association. Past, present, future”, 
in Mazÿck P. Ravenel (ed.), A Half Century of Public Health. Jubilee Historical Volume of the 
American Public Health Association, Nueva York, American Public Health Association, 1921, 
pp. 66-93. 
31. Bruno Latour, The Pasteurization of France, Cambridge, Massachusetts y Londres, 
Harvard Univesity Press, 1993, p. 15. El subrayado es suyo, la traducción es mía.
32. Ibidem.
33. Fernando Martínez Cortés, De los miasmas y efluvios al descubrimiento de las bacterias 
patógenas. Los primeros cincuenta años del Consejo Superior de Salubridad, México, Bristol-
Myers Squibb de México, 1993.
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Quipu, mayo-agosto de 2012202
cracia sanitaria, se crearon otros cuya función primordial era realizar investiga-
ción básica: la sección de Bacteriología del Museo Anatomo-Patológico y de su 
sucesor el Instituto Patológico y el Instituto Bacteriológico Nacional. 
Un año después de la instauración del Museo Anatomo-Patológico, Gaviño 
presentó en la Sociedad Pedro Escobedo un estudio que dictaminaba la nece-
sidad de crear un instituto bacteriológico. No se logró dicho objetivo en ese 
momento, pero en julio de 1896 se instituyó en el Museo Anatomo-Patológico 
una sección de bacteriología, que siguió existiendo cuando éste se trasformó en 
Instituto Patológico Nacional.34 
La Sección de Bacteriología del Instituto Patológico desempeñó un papel 
fundamental durante la campaña contra la peste bubónica de principios de si-
glo (1902-1903). En ese periodo crítico, sus miembros extendieron su jornada 
laboral sin que aumentaran sus salarios; durante ocho meses, los trabajadores 
de la sección de sueroterapia trabajaron nueve o más horas al día, y cuando fue 
necesario acudieron al laboratorio a avanzadas horas de la noche para hacer 
autopsias e inoculaciones a los animales de experimentación.35 De este modo, 
prepararon, comprobaron y remitieron al Consejo Superior de Salubridad dosis 
de las vacunas antipestosas Besredka y de Haffkine,36 las cuales fueron enviadas 
incluso a Chile y El Salvador. 
Lo anterior favoreció que se decretara la separación de las secciones de Bac-
teriología y de Química Médica del Instituto Patológico, para crear un instituto 
dedicado de manera exclusiva a la investigación bacteriológica.37 En 1906, ante 
la Cámara de Senadores y la Cámara de Diputados, el general Díaz informó 
de la creación, en octubre del año anterior, del Instituto Patológico Nacional y 
del Instituto Bacteriológico Nacional en lugar del único que antes existía, los 
cuales tendrían carácter docente y de investigación. “Constituidos así estos dos 
institutos, el Ejecutivo espera fundadamente que han de servir para que México 
principie de un modo sistemático a colaborar con las demás naciones civiliza-
das, en la obra magna de hacer que progresen las ciencias”.38 
34. Citado por Ana María Carrillo, “Epidemias, ciencia, comercio, poder. Segundo Congreso 
Médico Panamericano”, en Patricia Escandón y Luz Fernanda Azuela (coords.), Historia del 
quehacer científico en América Latina, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 
Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, 1993, pp. 93-114. 
35. “Horario del Instituto Patológico”, Boletín de Instrucción Pública, vol. 3, núm. 3, 1904, 
pp. 212-213.
36. Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México (AHUNAM), 
Escuela Nacional de Medicina (ENM), Institutos y Sociedades Médicos (IySM), Museo Anatomo-
Patológico. Instituto Patológico Nacional (MAP-IPN), caja 40, exp. 15, ff. 273-276, 1904. Ana 
María Carrillo, “¿Estado de peste o estado de sitio?: Sinaloa y Baja California, 1902-1903”, 
Historia Mexicana, vol. 54, 2005, pp. 1049-1103.
37. “Ley constitutiva del instituto Patológico Nacional y del Instituto Bacteriológico 
Nacional”, Diario Oficial, 17 de octubre de 1905, pp. 629-631.
38. “Informe rendido a las Cámaras en cuanto al uso que el Ejecutivo de la Unión ha hecho 
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 203
Y aclaró: “Además, con el objeto de que las investigaciones que se hagan 
en materia de bacteriología tengan todos los requisitos que la ciencia señala, se 
acaba de contratar a un profesor francés para que venga al instituto respectivo a 
prestar sus servicios como subjefe de laboratorio”.39 Se trataba de Joseph Girard 
(1876-1916), médico francés, quien empezó a trabajar en el Bacteriológico des-
de mediados de 1906, y cuya llegada al país fue reseñada por la prensa política.40 
En el contrato firmado con Girard, el gobierno de México se comprometió a 
pagarle su pasaje de ida y vuelta, además de 8,000 pesos anuales. Este era un 
salario muy alto para México, ya que ganaba más que los directores de los ins-
titutos Patológico y Bacteriológico. (Vale la pena tomar en cuenta que ni Rafael 
Lavista ni Manuel Carmona y Valle habían cobrado sueldo por ser directores del 
Museo Anatomo-Patológico y del Instituto Patológico, respectivamente. Reali-
zaban este trabajo por amor a la ciencia, y quizá también por el prestigio que el 
puesto les significaba.) 
En un trabajo presentado en la Academia Nacional de Medicina en 1906, 
Gaviño comentó: “A mi regreso de Europa, en enero del presente año, me en-
contré con la separación de las Secciones de Bacteriología y Química Biológica 
del Instituto Patológico, con las que quedó creado, por la Secretaría de Instruc-
ción Pública y Bellas Artes, el Instituto Bacteriológico”.41 Sin embargo, él ya 
lo sabía, como se infiere al leer la carta que envió al secretario de Instrucción 
Pública en la que le comentó que durante su estancia en París en septiembre de 
1905, cumpliendo las disposiciones de la Secretaría, arregló con el director del 
Instituto Pasteur el que una personade conocimiento en bacteriología trabajara 
por dos años en el Instituto de México. Y añadió: “La persona que llenó las con-
diciones requeridas en concepto del citado director y del mío, es el Dr. Joseph 
Girard, interno del Instituto Pasteur”,42 lo que parecería confirmar que Gaviño y 
Girard se conocían antes de que el segundo llegara a México.
desde el 13 de julio de 1905, hasta mayo de 1906”, Boletín de Instrucción Pública, vol. 6, núm. 
1, 1906.
39. “Crónica parlamentaria de la sesión del Congreso General verificada el día 1 de abril de 
1906, e informe rendido por el presidente de la República”, Boletín de Instrucción Pública, vol. 
5, núm. 9, 1906, p. 805.
40. El 8 de mayo de 1906, The Mexican Herald reportó la llegada del “bacteriologista” 
Joseph Girard al Hotel Palace de la ciudad de México, y hablaron de su incorporación al Instituto 
Bacteriológico Nacional. El Tiempo (9 de mayo de 1906, p. 1) y La Voz de México (10 de mayo 
de 1906, p. 2) de la ciudad de México, y El Contemporáneo (11 de mayo de 1906, p. 3) de San 
Luis Potosí.
41. Ángel Gaviño, “Juicios y crítica sobre la patogenia y etiología del tifo exantemático”, 
Gaceta Médica de México, 3ª serie, vol. 1, núm. 6, 1906, pp. 210-219.
42. “Carta de Ángel Gaviño al secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, México, 17 
de enero de 1913”, Archivo General de la Nación, México (AGN), Instrucción Pública y Bellas 
Artes (IPyBA), Instituto Bacteriológico Nacional (IBN), caja 139, exp. 1, [53 f.]. 
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Quipu, mayo-agosto de 2012204
En esa misma carta dice Gaviño: “También tengo la honra de comunicar 
a usted que particularmente me dirijo al director del Instituto Pasteur y al Dr. 
Girard, para que traiga una colección de cultivos de bacterias patógenas, que no 
dudo me concederá el citado Dr. Roux, dada la buena amistad que tenemos y la 
buena voluntad con que siempre ha obsequiado nuestras peticiones”. Dos días 
después, fue librado el nombramiento de Girard como subjefe de Laboratorio 
del Instituto Bacteriológico Nacional.43
Por el expediente laboral de Girard, escrito de su puño y letra, sabemos que 
nació el 10 de junio de 1876, en París, Francia. Realizó sus estudios primarios y 
secundarios en los liceos de Clermont Ferrand y Rouen, Francia, y los de Bache-
lier és lettres en 1893 (Facultad de Caen, Francia) y Bachelier és sciences en 
1893 (en la misma Facultad). Hizo sus estudios médicos en la Escuela de Medi-
cina de Rouen (1893-1895) y en la Facultad de Medicina de París (1885-1902). 
Obtuvo el título de doctor en medicina en 1902, en esta última Facultad. En 
1895 obtuvo el primer premio con medalla de plata de los hospitales de Rouen, 
en una oposición entre los alumnos en los hospitales. En los concursos de fin 
de año en la Escuela de Medicina de Rouen, ganó el primer premio con medalla 
de plata tanto en el primer año (1894) como en el segundo (1895). Se recibió el 
tercero por oposición en el concurso del externat en médicine des hôpitaux de 
Paris (1896), y el quinto por oposición en el concurso del internat en médicine 
des hôpitaux de Paris (1898). Fue monitor de intubación y traqueostomía en la 
Facultad de Medicina de París (1901-1902), externe en médicine des hôpitaux 
de Paris (1896-1898), interne en médicine des hôpitaux de Paris (1898-1902), 
y médicine asistan del Hospital del Institut Pasteur de Paris (1902-1906).44 
Priego y Fisher dicen no haber hallado en México reportes o artículos escritos 
por Girard sobre tema alguno, y haber encontrado en Francia sólo un trabajo 
suyo, publicado en 1901, además de su tesis profesional de 1902 –realizada bajo 
la dirección de Emile Roux, quien había sido su maestro de laboratorio–.45 
43. Ibidem. Con anterioridad a la incorporación de Girard al Instituto Bacteriológico Nacional, 
Gaviño había conseguido una colección de microbios del Pasteur. “Carta de Ángel Gaviño al 
secretario de Justicia e Instrucción Pública, México, D.F., 23 de agosto de 1904”, AHUNAM, 
ENM, IySM, MAP-IPN, caja 40, exp. 17, f. 294. Todavía en 1908, el director del Bacteriológico 
reportaría que: “La mayor parte de estos especímenes [del Instituto] nos han sido facilitados por 
el Instituto Pasteur de París, con el que estamos en perfectas relaciones científicas”. “Informe que 
rinde el director del Instituto Bacteriológico Nacional a la Secretaría de Instrucción Pública y 
Bellas Artes acerca de los trabajos realizados en este Instituto en el año de 1907 a 1908”, Boletín 
de Instrucción Pública, vol. 11, núm 1, 1908, p. 226. 
44. ADGP-UNAM, EP, Joseph Girard (JG), exp. 21769.
45. Natalia Priego, y John Fisher. “¿Quién era Joseph Girard? El Instituto Bacteriológico 
Nacional visto desde fuera (1905-1913)”, Bitácora-e. Revista Electrónica Latinoamericana de 
Estudios Sociales, Históricos y Culturales de la Ciencia y la Tecnología, núm. 1, 2006, pp. 1-7. 
Disponible en: http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/18358/1/articulo1.pdf Consulta: 2 
de febrero de 2007.
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 205
En realidad, Girard colaboró en varias publicaciones antes de su llegada a 
México.46
En junio de 1906, Girard se incorporó al Bacteriológico Nacional con el 
nombramiento de subjefe de laboratorio. En el presupuesto para el año fiscal 
1908-1909, el nombramiento de Girard cambió de subjefe de Laboratorio al de 
jefe del mismo,47 y ese fue a partir de entonces su puesto, aunque con frecuencia 
la prensa hablaba de él como subdirector del Instituto. Aunque desde el prin-
cipio se dijo que se incorporaría como profesor de bacteriología a la ENM, al 
parecer sólo estuvo ligado a ella en 1913, año en que fue profesor interino de 
bacteriología, durante la licencia de seis meses concedida a Octaviano González 
Fabela.48 
El Instituto Bacteriológico Nacional fue una institución científica estable 
y productiva, capaz de llevar a cabo investigación básica y aplicada, adecuada 
para la satisfacción de necesidades locales, o que ayudaba a comprender los 
problemas nacionales. Llegó a contar con secciones de Bacteriología, Prepa-
ración de Sueros, Química Biológica y Veterinaria.49 Entre otros productos, el 
Instituto Bacteriológico preparó miles de dosis de malleína para diagnosticar el 
46. “Le pancréas dans la diphtérie” (en colaboración con Guillain), en Comtes Rendus de 
la Societé de Biologie de Paris, 1900. «Statistique du service de la diphtérie de l’Hospital des 
Enfants Malades” (en colaboración con [inentendible]) en Comtes Rendus de la Societé Médicale 
des Hôpitaux de París, 1901. Realizó el análisis histológico para la tesis de Pierre Girard “Le 
foie dans la diphtérie”, París, 1901. “Rôle des trichocéphales dans l’infection de l’appendice 
iléocæcal”: una nota presentada en la Societé de Biologie de Paris, y un artículo publicado en los 
Annales de l’Institut Pasteur, 1901. Estudio clínico y anatomopatológico en un caso de “Cancer 
primitif des bronches” (en colaboración con Merkleu), en Comtes Rendus de la Societé Médicale 
des Hôpitaux de Paris, 1901. “Le coeur dans la diphtérie”, tesis de doctorado en medicina, París, 
1902. “Estudio sobre la función secretoria de los plexos coroideos de los ventrículos del cerebro 
en la producción del líquido céfalo-raquídeo” (en colaboración con Pettit): varias notas en Comtes 
Rendus de la Societé de Biologie de Paris y en Bulletin du Muséum de H’histoire Naturelle, y 
un artículo en Archives d’Anatomie Microscopique, 1902. “Maladie du sommeil chez un blanc” 
(en colaboración con Martin), en Bulletin del’Academie de Médecine de Paris, 1905. “Réactions 
tissulaires chez un cheval producteur de sérum” (en colaboración con Pettit), en Comtes Rendus 
de la Societé de Biologie de Paris, 1905. «Spirocheta pallidum, Schaudinn, dans la roséole 
syphilitique” (en colaboración con Veillon), en Comtes Rendus de la Societé de Biologie de Paris, 
1905. «Typhoïde et paratyphoïdes”, en La science au XX siècle, 1906. Una nota acerca de una 
epizootia de loscuyes causada por un germen parecido al neumococo, comunicada al Dr. Nicolle 
y publicada por éste en su trabajo “La morve expérimentale du cobaye”, en Annales de l’Institut 
Pasteur, 1906. 
47. “Presupuesto de la SIPyBA para el año fiscal 1908-1909”, Boletín de Instrucción Pública, 
vol. 11, núm 1, 1908, p. 97.
48. Archivo Histórico de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de 
México (AFEM, UNAM), Escuela de Medicina y alumnos, 204, 19, 38 f. 
49. Sobre el Instituto Bacteriológico Nacional (IBN), sus secciones y las funciones realizadas 
por éstas, véanse Servín Massieu, Microbiología, vacunas…” y Carrillo, “La patología del siglo 
XIX…”
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Quipu, mayo-agosto de 2012206
muermo en caballos y mulas; preparó igualmente tuberculina de Koch, suero 
anticolérico (hecho a partir de razas de vibriones coléricos de las colecciones 
del Instituto Pasteur de París), vacunas y sueros contra la peste bubónica; y los 
sueros antitetánico, antigangrenoso, antipestoso, antineumocócico, antidiftérico 
y antidisentérico, los cuales eran entregados al ejército, a la Secretaría de Ins-
trucción Pública y al Consejo Superior de Salubridad, que a su vez los enviaba 
a sus delegados en puertos y fronteras.50 
Pero –como antes señalé– el Instituto Bacteriológico Nacional realizó tam-
bién investigación de punta. En opinión de Gerardo Varela, son los trabajos 
sobre el tifo que publicaron Gaviño y Girard los que han quedado como princi-
pales aportaciones del México de esa época a la bacteriología.51 En un trabajo 
leído ante la Academia Nacional de Medicina, Alfonso Pruneda habló del hecho 
de que el continente americano había tenido la desgracia de albergar endémi-
camente en algunas de sus regiones al temido tifo exantemático, llamado entre 
los mexicanos “tabardillo”. La enfermedad había causado estragos al país, pero 
también había dado impulso a la investigación científica.52 
La Academia convocó en diferentes ocasiones a concursos destinados a pre-
miar al descubridor del agente trasmisor del tifo, o a quien hiciera adelantar 
el conocimiento de la enfermedad en cuanto a su naturaleza, su profilaxis o 
su tratamiento.53 En México, realizaron investigación sobre tifo los institutos 
Patológico Nacional y Bacteriológico Nacional.54 En éste último, Gaviño y Gi-
rard –quienes estaban al tanto de todo lo que se estaba publicando sobre el tema 
en el mundo– llegaron a tener 16 monos para estudiar la enfermedad.55 
Al mismo tiempo, realizaban investigaciones sobre tifo las parejas de inves-
tigadores Charles Nicolle y Ernest Conseil, John F. Anderson y Joseph Gold-
berger, Howard Taylor Ricketts y Russell M. Wilder. Los méritos y prioridad de 
los descubrimientos hechos entonces sobre la transmisión del tifo aún no han 
sido estudiados profundamente, pero han adelantado esta discusión, entre otros, 
Fernández del Castillo, Rodríguez, Servín Massieu y Priego.56
50. AGN, IPyBA, IBN, caja 140, exp. 29, ff. 54-57 y exp. 44, ff. 2-20.
51. Gerardo Varela, “El Instituto Bacteriológico y el Instituto de Higiene”, Anales de la 
Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y la Tecnología, vol. 1, México, Sociedad Mexicana 
de Historia de la Ciencia y la Tecnología, 1969, pp. 97-99. 
52. Alfonso Pruneda, “El día de la medicina americana”, Gaceta Médica de México, vol. 65, 
núm. 2, 1934, pp. 33-35.
53. AHUNAM, ENM, IySM, Academia Nacional de Medicina (ANM), caja 39, exps. 4 y 
5, f. 8–9.1 y 10–15. Francisco Fernández del Castillo, Antología de escritos histórico-médicos, 
México, Universidad Nacional Autónoma de México, Departamento de Historia y Filosofía de la 
Medicina, vol. 1, 1956, pp. 921-923. 
54. AGN, IPyBA, IBN, caja 140, exp. 29, ff. 54-57.
55. “Informe del IBN, 1910-1911” AGN, IPyBA, IBN, caja 141, exp. 35, ff. 3-72.
56. Fernández del Castillo, Antología de escritos… y Ana Cecilia Rodríguez de Romo, 
“La visita de Charles Nicolle a México en 1931”, en Ana Cecilia Rodríguez de Romo y Xóchitl 
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 207
El papel de Girard y Gaviño
En un trabajo reciente, Priego y Fisher se proponen hacer una reinterpretación 
de lo que consideran “datos que se han dado por aceptados de manera poco 
crítica, sin mayores cuestionamientos”.57 Dicen ellos: “Todo parece indicar que 
el instituto [Bacteriológico Nacional], una vez que cuenta con equipo suficiente 
y adecuado y que tiene cada vez más personal calificado, continuará su desa-
rrollo de manera armónica. Sin embargo, de manera repentina, el 24 de junio 
de 1913, Gaviño comunica a Girard [que] la plaza de jefe de Laboratorio ha 
desaparecido del presupuesto fiscal, la cual había venido desempeñando según 
el contrato que terminó hace tiempo [sic], y le agradece sus servicios. Todo lo 
anterior parece ser más bien una estrategia de Gaviño para justificar el despido 
de Girard, dado que en carta fechada el mismo día, propone al doctor José Ga-
yón, su antiguo estudiante y colaborador del instituto desde sus inicios, como 
jefe de Laboratorio Médico Bacteriológico, o sea para ocupar el mismo puesto 
que Girard”.58 
Estos autores afirman también que los estudios sobre el tifo realizados en 
el Bacteriológico Nacional a la salida de Girard retrocedieron a los intentos de 
cultivo in vitro de sangre de enfermos, y comentan: “Esto nos permite sugerir 
que, si bien todos los trabajos de investigación sobre el tifo que se realizaron 
en el Instituto Bacteriológico fueron firmados por Ángel Gaviño y de hecho el 
nombre de Girard casi no aparece, fue este último el que de verdad los realizó; 
de otra manera no se justifica que, con su ausencia, los trabajos del Instituto 
Bacteriológico sobre el tifo hayan perdido totalmente su rumbo”.59
Considero que es necesario analizar estas suposiciones una por una. En pri-
mer lugar, Gaviño no podía despedir a Girard por decisión propia. En esa época, 
hasta la contratación o rescisión de contrato de los trabajadores del Bacterio-
lógico entonces agrupados bajo el nombre de “servidumbre” debían proceder 
del presidente de la República. Fue la Secretaría de Instrucción Pública la que 
indicó a Gaviño: “Dígase al señor Girard, que habiendo desaparecido en el pre-
supuesto del próximo año fiscal la plaza de jefe del laboratorio del Instituto 
Bacteriológico Nacional que ha venido desempeñando conforme al contrato que 
terminó ya hace algún tiempo, esta Secretaría se complace en darle las gracias 
Martínez Barbosa, Estudios de historia de la medicina: abordajes e interpretaciones, Universidad 
Nacional Autónoma de México, Facultad de Medicina, Departamento de Historia y Filosofía de 
la Medicina / Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina, 2001, pp. 159-172. 
Servín Massieu, Microbiología, vacunas…, Natalia Priego, “El piojo ¿inocente o culpable? Una 
controversia científica en el porfiriato”, Horizontes, Bragança Paulista, vol. 22, núm. 2, 2004, 
pp. 233-240.
57. Priego y Fisher, “¿Quién era Joseph Girard?...”, p. 1.
58. Ibid., p. 5.
59. Ibid., p. 6.
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Quipu, mayo-agosto de 2012208
por los importantes servicios que prestó a dicho Instituto en el cargo de que se 
trata”.60 
El problema principal, en mi opinión, es que estos autores no toman en 
cuenta la situación política, económica y social en el marco de la cual ocurrie-
ron esos fenómenos; es decir, ignoran los nexos entre ciencia y nación; entre 
ciencia y contexto, para emplear la expresión de Juan José Saldaña.61 El ge-
neral Porfirio Díaz había dado a las instituciones científicas, dentro de ellas al 
Bacteriológico Nacional, un apoyo decidido, pero desde noviembre de 1910 el 
país estaba enfrascado en una cruenta guerra civil. Entre la renuncia de Díaz a 
la presidencia de la República el 26 de mayo de 1911 y el 2 de enero de 1921 
(fecha en que murió Gaviño), México tuvo diferentes gobiernos: el provisional 
de Francisco León de la Barra, el electo de Francisco I. Madero y José MaríaPino Suárez −quienes serían hechos prisioneros, obligados a firmar su renun-
cia y poco después, asesinados−, el golpista de Victoriano Huerta, derrocado 
a su vez por el ejército Constitucionalista; la simultaneidad de los gobiernos 
provisionales de los Constitucionalistas y de la Convención; el gobierno, como 
presidente electo, de Carranza –que también murió asesinado–; el provisional 
de Adolfo de la Huerta y el electo de Álvaro Obregón–que más tarde igualmente 
moriría asesinado. 
Durante esta década, el apoyo a los institutos de investigación médica y a 
la ciencia en general menguó considerablemente, con excepción quizá del go-
bierno de Madero, en que tuvo lugar el Primer Congreso Científico Mexicano 
a pesar de la situación crítica por la que pasaba el país.62 El gobierno de Huerta 
y el provisional de los Constitucionalistas fueron especialmente malos para la 
relación entre científicos y políticos. 
Los presupuestos de egresos del Instituto Bacteriológico en los bienios 
1912-1913 y 1914-1915, muestran que el segundo se redujo en 20,288.05 pe-
sos mexicanos en comparación con el primero. Muchos de los trabajadores que 
tenían los salarios más bajos siguieron percibiendo la misma cantidad por su la-
bor; en cambio, el salario del director del Bacteriológico, es decir el de Gaviño, 
bajó de 5,110.00 a 4,015 pesos. Es cierto que cuando la Secretaría de Instrucción 
Pública rescindió, por intermedio de Gaviño, el contrato de Joseph Girard, la 
designación del empleo de José P. Gayón pasó de primer ayudante médico bac-
teriólogo a la de médico bacteriólogo subjefe de laboratorio (que, por cierto, no 
era la que tenía Girard), porque alguien tenía que hacerse cargo de los aparatos, 
los documentos, la colección de microbios y todo lo relativo a la sección que 
60. “Carta del secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes a Ángel Gaviño, México, 24 
de junio de 1913”, AGN, IPyBA, IBN, caja 139, exp. 20 [3 f.].
61. Juan José Saldaña, “Western and non-western science: history and perspectives”, en 
Juan José Saldaña (ed.) Science and Cultural Diversity. Filling a Gap in the History of Science, 
México, 2001, p. 134. Cuadernos de Quipu 5, 
62. The Mexican Herald, ciudad de México, D.F., 10 de diciembre de 1912, p. 1.
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 209
había estado a cargo de éste, pero en ese momento su salario bajó de 3,011.25 a 
2,409 pesos anuales. En 1912-1913, por la renta de la casa que ocupaba el insti-
tuto, la compra de libros y publicaciones, la compra de caballos y otros anima-
les, imprevistos y otros gastos, el Bacteriológico gastó 20,000 pesos; en cambio 
en el siguiente bienio, el presupuesto por estos rubros se redujo a exactamente la 
mitad (10,000). La eliminación del salario que recibía Girard (8,000) como jefe 
de laboratorio debió de ser un gran alivio para el instituto que tuvo que recortar 
de manera tan radical su presupuesto.63 
Estas mismas dificultades económicas explican el abandono de los trabajos 
de investigación sobre el tifo. En el informe del programa de 1913, Gaviño re-
portó que el instituto no había podido cumplir con algunos puntos del programa, 
como la investigación sobre la difteria en toda la República Mexicana, por no 
haber tenido los elementos para enviar una comisión con ese objeto. Aunque 
Girard ya no estaba en México, Gaviño señaló que el estudio experimental del 
tifo exantemático era complemento de los estudios anteriores realizados en el 
instituto sobre la enfermedad.64 Sin embargo, en 1913 y 1914 informó, en más 
de una ocasión, que la continuación del estudio del tifo exantemático no había 
podido realizarse como estaba programada por falta de animales para la expe-
rimentación (Macacus y Ateles), además, de que no había facilidades para rea-
lizar el estudio de casos en los hospitales.65 Varias documentos parecen mostrar 
que en los primeros años de la revolución, los institutos nacionales Médico, 
Patológico y Bacteriológico tuvieron dificultades para seguir realizando sus in-
vestigaciones con pacientes del Hospital General, como habían hecho desde su 
nacimiento;66 los enfermos de tifo, en particular, fueron enviados del Hospital 
General al Hospital de la Castañeda para enfermos mentales.67
En marzo de 1914, Gaviño propuso que el Bacteriológico aumentara la pro-
ducción de sueros y vacunas, y los vendiera para poder financiar la investiga-
ción del mismo. Comentó que de un tiempo a esa parte habían visto restringido 
su trabajo por falta de caballos, pues la Secretaría les había pedido que redujeran 
el número de caballos y de animales en general a más de la mitad, además de 
que algunos animales morían a causa del tratamiento y no eran remplazados.68 
Ese año, se presentaron en el Instituto Bacteriológico Nacional un soldado cons-
titucionalista y un civil que exigían dos caballos y una montura; argumentaban 
63. AGN, IPyBA, IBN, caja 353, exp. 52 [54 f.]. 
64. “El director presenta el programa de labores para 1914”, AGN, IPyBA, IBN, caja 353, 
exp. 2 [6 f.].
65. AGN, IPyBA, IBN, caja 353, exp. 3 [2 f.], caja 353, exp. 52 [54 f.].
66. “Informe de Manuel Toussaint, director del Instituto Patológico Nacional al secretario 
de Instrucción Pública y bellas Artes, 5 de agosto de 1914”, AGN, IPyBA, Instituto Patológico 
Nacional (IPN), caja 353, exp. 54 [4 f.].
67. AGN, IPyBA, IPN, caja 353, exp. 55 [10 f.].
68. AGN, IPyBA, IBN, caja 353, exp. 7 [9 f.].
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Quipu, mayo-agosto de 2012210
que los caballos eran del gobierno y por eso podían tomarlos. Gaviño dijo que 
no había querido pedirles la orden porque eran capaces de llevarla –lo que mos-
traba la opinión que tenía de la importancia que el gobierno en turno daba a la 
ciencia–, pero dijo al civil que lo hacía responsable de que saliera del Instituto 
un animal inoculado de enfermedades infecciosas, advirtió al soldado que era 
peligroso para él montarlo, y presentó luego su queja ante el comandante Militar 
de la capital.69 
En diferentes ocasiones, Gaviño volvió a comentar acerca de las necesidades 
apremiantes que tenía el Instituto para atender los gastos más indispensables. En 
octubre de 1914, por ejemplo, reportó que el gobierno anterior había suspendido 
el pago de cuentas y facturas a los encargados de proveerlos de pasturas, por lo 
que éstos se negaban a seguirlas entregando. Como estaban en riesgo de perder 
la labor constante que para obtener suero antimeningocócico habían realizado 
desde agosto de 1913 hasta mayo de 1914, los empleados del Instituto habían 
decidido sostenerlo de sus fondos particulares, con un descuento proporcional 
a sus sueldos. Sin embargo, seguían teniendo serias dificultades para el sosteni-
miento de los animales, incluso de los pequeños.70 
Durante los gobiernos de Huerta y Carranza no sólo dejó de haber presu-
puesto para realizar ciencia básica, sino que hubo oposición explícita a que ésta 
se realizara. En un informe del doctor Manuel Toussaint, director del Instituto 
Patológico Nacional, poco antes de que dicho Instituto fuera clausurado por 
orden gubernamental, éste reportó que los trabajos del Patológico habían sido 
en los últimos tiempos de carácter esencialmente clínico, conforme a las dispo-
siciones de la Secretaría de Instrucción Pública.71 En esos años se vieron afec-
tadas las relaciones entre el gobierno y los institutos de investigación; Carranza 
consideró al trabajo del Instituto Médico Nacional como “no prioritario a los 
intereses de la Nación, que pasa ahora por momentos difíciles”.72 Las relaciones 
entre el gobierno y la Universidad fueron afectadas también.73 
Varias cátedras debieron cambiar su contenido; en 1914, el programa de 
estudios de la Nacional de Medicina sustituyó la cátedra de bacteriología por el 
“curso esencialmente práctico de bacteriología y parasitología”. 
69. Ibid., exp. 16 [5 f.].
70. Ibid., exp. 12 [10 f.].
71. “Informe de Manuel Toussaint, director del Instituto Patológico Nacional alsecretario 
de Instrucción Pública y bellas Artes, 5 de agosto de 1914”, AGN, IPyBA, Instituto Patológico 
Nacional (IPN), caja 353, exp. 54 [4 f.].
72. Citado por Ruy Pérez Tamayo, Historia general de la ciencia en México en el siglo XX, 
México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 94. Lo mismo –dice este autor– había pasado con 
el Instituto Patológico Nacional, la Academia Mexicana de la Historia, la Academia Nacional de 
Bellas Artes, la Biblioteca Nacional y el Museo de Arqueología, Historia y Etnología. Este erudito 
trabajo tiene entre otros méritos, el de cubrir aspectos de historia de la ciencia en la primera mitad 
del siglo XX mexicano, hasta ahora poco estudiados.
73. Pérez Tamayo, Historia general…
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 211
Priego y Fisher se preguntan por qué no hay en México publicaciones firma-
das por Girard. En realidad, este investigador publicó algunos trabajos durante 
su estancia en México,74 que fueron firmados con Gaviño, con Gaviño y Gayón, 
sólo por él, o por él como segundo autor con otro investigador. Un análisis detal-
lado de tales trabajos deberá hacerse en otro momento, pero puede adelantarse 
que, en general, se trata de artículos breves (algunos son simples resúmenes), y 
que los trabajos en que hay una aportación a la ciencia son aquellos en que fue 
colaborador de Gaviño. No hay ningún elemento para acusar a Gaviño de haber 
firmado lo que en realidad eran trabajos de su colega francés. De haber sido 
Girard el verdadero autor de las investigaciones realizadas en el Bacteriológico 
y de las publicaciones respectivas, ni él ni el Instituto Pasteur habrían aceptado 
que Gaviño los firmara como primer autor. Aquél publicó, como único autor, un 
gran número de trabajos antes de que Girard llegara a México.75 
Girard tenía cuatro años cuando Gaviño obtuvo su título de médico cirujano 
con un examen brillante y después de estudios brillantes también, y diez cuando 
éste fundó la primera cátedra y el primer laboratorio de bacteriología que hubo 
en el país. Antes de que Girard llegara a México, Gaviño ya era miembro de so-
ciedades extranjeras, y había ganado la primera plaza convocada en la Academia 
Nacional de Medicina en la sección de bacteriología, y luego obtenido la presi-
dencia de la misma.76 A partir de entonces y hasta su renuncia a la Academia, la 
74. “Nota sobre la frecuencia del tripanosoma crusi en las ratas de México”, “Descripción 
de una Hemogregarina de las iguanas, H. mexicana, n. sp.” y “Frecuencia de la tuberculosis 
en los bóvidos de los establos en México” (éste último en colaboración con el profesor E. 
Vallejo), los tres presentados en la reunión de la American Public Health Association (México, 
1906). “Trypanosoma Lewisi in Mexico”, Journal of Infectious Diseases (1907). “Sobre la 
sueroterapia de la vacunación antidisentérica”, La Escuela de Medicina (1907). “Nota acerca 
de la patogenia de las parálisis diftéricas”, La Escuela de Medicina, 1908. Tres notas (en 
colaboración con el Dr. Gaviño), “Nota preliminar sobre el tifo experimental en los monos 
inferiores”, “Nota preliminar sobre ciertos cuerpos encontrados en la sangre de individuos 
atacados de tifo” y “Segunda nota sobre el tifo en los monos inferiores”, en Publicaciones 
del Instituto Bacteriológico Nacional, mayo y junio de 1910. Dos trabajos (en colaboración 
con los doctores Gaviño y Gayón), “Sobre la existencia de la disentería bacilar en la ciudad 
de México” y “Sobre el microbio de la tos ferina”, presentados en el IV Congreso Médico 
Nacional, septiembre de 1910 dos notas (3ª y 4ª) “Sobre el tifo experimental en los monos 
superiores (en colaboración con Gaviño), en Publicaciones del Instituto Bacteriológico 
Nacional, agosto y noviembre de 1910. “Estudio experimental sobre el tifo exantemático” 
(con Gaviño) en Publicaciones del Instituto Bacteriológico Nacional, noviembre de 1911, y 
un breve trabajo publicado en la Gaceta Médica de México, órgano de la Academia Nacional 
de Medicina, a la que por cierto no perteneció, y en el que apareció como segundo autor. A. 
Cornillón y J. Girard. “Observaciones de un caso de sífilis transmitida por la vacuna humana”.
75. En opinión de Enrique Beltrán, todo lo que Gaviño escribió es de gran valor, “Discusión 
al trabajo del Dr. Varela”, Anales de la Sociedad Mexicana…”, pp. 100-104.
76. Para ingresar a ella presentó el trabajo titulado “Consideraciones sobre el citofagismo y 
la quimiotaxia”, Gaceta Médica de México, vol. XXVII, núms. 1 y 2, 1 y 15 de enero de 1892, pp. 
26-35 y 41-47. Véase también Servín Massieu, Microbiología, vacunas...
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Quipu, mayo-agosto de 2012212
mayor parte de los trabajos sobre bacteriología publicados en la Gaceta fueron 
escritos por él,77 y puede decirse que era el más ferviente defensor de la nueva 
ciencia en foros de médicos y legos.78
En 1893 había dado dos conferencias sobre un perfeccionamiento hecho al 
microscopio, en la Facultad de Medicina de París (acto precedido por el doctor 
Straus) y en la Sociedad de Biología de París; y había escrito una memoria so-
bre el asunto, que fue publicada en los Comtes Rendus de la Societé de Biologie 
de Paris. En México, había impartido la cátedra de etimología científica en la 
Escuela Nacional de Agricultura, la de historia natural en la Escuela Normal 
de Profesoras, la de higiene y meteorología médica y la de bacteriología para 
médicos, en la Escuela Nacional de Medicina. (Más tarde impartiría también ahí 
la de bacteriología para farmacéuticos.) Era un conocedor profundo no sólo de 
bacteriología, sino también de química, física, historia natural, geografía médica 
e higiene nacional, por lo que sus lecciones eran muy apreciadas.79 
Había realizado más de una estancia en el Instituto Pasteur y otras en di-
ferentes institutos de bacteriología del mundo. Había presidido las sesiones de 
bacteriología en los congresos médicos nacionales, y había representado a Mé-
xico en congresos en Estados Unidos, Francia, España, Italia y Bruselas; en la 
Conferencia de Bruselas, en 1904, había sido nombrado miembro de la Comi-
sión Internacional para el Estudio de los Sueros. 
Desde 1899 y hasta 1905 había sido jefe de la Sección de Bacteriología del 
Instituto Patológico Nacional, donde había desempeñado una excelente labor. 
En 1904, en sustitución de Manuel Toussaint –que tenía una comisión– se le 
había encargado durante siete meses la dirección del Instituto. E incluso antes 
de estudiar al lado de Pasteur y de Roux, Gaviño había propuesto la creación de 
un instituto bacteriológico, y finalmente había logrado la creación del Instituto 
Bacteriológico Nacional, que luego dirigiría de octubre de 1905 a octubre de 
1914.
En los años 1909 y 1910, Howard Taylor Ricketts y su ayudante Russell 
M. Wilder realizaron investigaciones en el Hospital General de la ciudad de 
México, en el Consejo Superior de Salubridad, pero, sobre todo en el Instituto 
Bacteriológico, para encontrar el agente causal y el modo de trasmisión del tifo, 
y publicaron cinco trabajos sobre el asunto. En ellos, agradecieron a quienes 
les permitieron hacer esas investigaciones: Genaro Escalona y Fernando Ló-
pez del Hospital General; Eduardo Liceaga, Jesús Monjarás y Alfonso Pruneda 
del Consejo de Salubridad. En cuatro de estos trabajos agradecieron también 
a “Ángel Gaviño, director del Instituto Bacteriológico Nacional”, y en tres de 
77. Una relación de sus trabajos deberá ser presentada en otro momento.
78. En el órgano de la Academia se reprodujeron también resúmenes de algunas discusiones 
motivadas por sus trabajos, que solían ser polémicos. 
79. Adrián de Garay, “En memoria del Dr. Ángel Gaviño”, Salud Pública de México, 5ª 
época, vol. 2, núm. 4, 1960, pp. 899-903.
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 213
ellos agregaron: “y a su ayudante, el doctor Girard”.80 Antes de escribir su bre-
ve trabajo sobreel Instituto Bacteriológico Nacional, el doctor Varela consultó 
libros clásicos como el Topley y el Dubois, y en ellos encontró noticias de un 
solo mexicano: Gaviño.81 
En cuanto al despido de Girard, además de las carencias económicas antes 
mencionadas, las fuentes de archivo muestran que, en efecto, había conflictos 
entre él y Gaviño desde tiempo atrás. Dos y medio meses antes del despido de 
Girard, Gaviño había asistido a una reunión presidida por el ministro de Instruc-
ción Pública, en la que también se encontraba el director de la Escuela Nacional 
de Medicina. En ella, el director del Bacteriológico se había quejado de la “im-
política conducta del Sr. Dr. Girard”. Ya entonces, Gaviño temía que Girard “co-
metiera algún acto impulsivo que lesionara intereses materiales, fundamentales 
de este Instituto”, por lo que en presencia del secretario del Bacteriológico, del 
doctor José Gayón y del farmacéutico Alberto del Portillo, le había pedido las 
llaves donde se guardaban las colecciones de microbios patógenos del Instituto 
y documentos que formaban la base de sus trabajos, que creía necesario poner a 
cubierto de cualquier extravío, si bien después le devolvió dichas llaves.82
Servín Massieu dice que Girard, al ser despedido, intentó llevarse a París los 
cultivos bacterianos que el Instituto Pasteur había donado a México, pero no le 
fue permitido por Gaviño; entonces despegó las etiquetas, con lo cual quedaron 
inservibles por no ser ya identificables.83 “Pero –dicen Priego y Fisher, también 
sin citar su fuente– Servín Massieu no da la referencia de esta grave acusación. 
Al no haber indicios sobre el asunto de las etiquetas también se ha propuesto 
que, más bien, lo que Girard hizo fue destapar los contenedores exponiéndolos 
así a la contaminación por hongos, lo que se ajusta más al reporte de Gaviño”.84 
En realidad, lo primero es seguro y lo segundo, probable. Cuando Gaviño 
comunicó a Instrucción Pública que Girard ya ha sido cesado de su empleo, 
“conforme a lo dispuesto por esa Secretaría”, informó también que al hacer 
una revisión escrupulosa de las colecciones de microbios patógenos que habían 
estado a cargo de Girard encontraron que: “habían sido quitadas [de] las fiolas 
que contienen medios de cultivo especiales, las etiquetas que llevan la designa-
ción respectiva, lo cual las inutiliza por no haber medio de identificarlas”. Para 
80. Los trabajos fueron publicados en Public Health Reports, The Journal of the American 
Medical Association y The Archives of International Medicine, y reproducidos a la muerte de 
Ricketts –quien contrajo el tifo durante sus investigaciones– en el Boletín de Instrucción Pública, 
vol. 14, núm. 1, 1910, pp. 652-724.
81. Opinión de Gerardo Varela, en “Discusión a su trabajo”, Anales de la Sociedad Mexi-
cana…”, pp. 100-104.
82. “Carta de Ángel Gaviño al secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, México, 13 
de marzo de 1913, AGN, IPyBA, IBN, caja 141, exp. 49 [5 f.].
83. Servín Massieu, Microbiología, vacunas...
84. Priego y Fisher, “¿Quién era Joseph Girard?...”, p. 6. Véase también Priego, “El piojo 
¿inocente o…”, p. 237.
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Gaviño era grave que ese acto pudiera sentar el precedente de que “un empleado 
al cesar en sus funciones, deje como una necia protesta […] algún prejuicio que 
hoy fue insignificante [pero en] otra ocasión podría ser de funestas y fatales 
consecuencias”. Por último, informó que aún debían verificar toda la colección 
de microbios, en la que quizá tuvieran que lamentar algún perjuicio, caso que sí 
sería de consideración por el gasto y el tiempo que originaría reparar semejante 
pérdida.85 
Posteriormente, volvió a informar a la Secretaría: “Los cultivos de bacilos 
de tuberculosis humana y bovina que dejó el Dr. Girard, se han echado a perder 
la mayor parte, por el desarrollo de una multitud de hongos de diferentes espe-
cies, que pululan y se desarrollan con mayor facilidad en las papas glicerinadas 
que sirven para cultivarlos, y en otros casos los hemos encontrado muertos, sin 
que hasta la fecha se encuentre la explicación de este hecho”. Los investigadores 
del Bacteriológico se propusieron de inmediato renovar los ejemplares.86 
Gaviño no pudo seguir realizando investigación original porque fue desti-
tuido como director del Bacteriológico Nacional; pero su actitud ante el trabajo 
realizado y la ciencia fue muy diferente a la de Girard. Después de un informe 
de Octaviano González Fabela, en que éste reportó que no le merecían ente-
ra confianza los sueros nacionales, pues para ser eficaces éstos demandaban 
un trabajo de laboratorio escrupuloso y estudios experimentales que a él no le 
constaban,87 el jefe del Ejército Constitucionalista pidió a Gaviño su renuncia.88 
En ese momento, la preocupación del bacteriólogo fue que no se perdieran 
los sueros que en gran número existían en los depósitos del Instituto y que el 
país necesitaba –especialmente en esa época en que Europa estaba en guerra, y 
los sueros tenían precios exorbitantes–, por las falsas aseveraciones de un ins-
pector nombrado por la Secretaría de Instrucción Pública, que sólo había estado 
en el Instituto durante media hora. Comentó que sus productos eran comproba-
dos por los técnicos del mismo y por médicos de hospitales, que precisamente 
acababan de presentar a la dirección que hasta ese día había tenido el honor de 
tener a su cargo, un informe de los brillantes resultados obtenidos en la curación 
de la meningitis cerebro-espinal de numerosos enfermos, soldados constitucio-
nalistas, entre quienes se había desarrollado una epidemia. Aseguró, asimismo, 
que los sueros del Bacteriológico Nacional tenían prestigio en todo el país y aun 
fuera de él, aunque eso no le constara “al dicho Sr. [González] Fabela”.89
85. “Carta de Ángel Gaviño al secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes”, México, 9 
de julio de 1913, AGN, IPyBA, IBN, caja 141, exp. 49 [5 f.].
86. “Informe de actividades del Instituto Bacteriológico Nacional durante el año 1913”, 
AGN, IPyBA, IBN, caja 353, exp. 5 [48 f.]. Dicen Priego y Fisher (Priego y Fisher, “¿Quién era 
Joseph Girard?...”), que se ha aceptado que Girard regresó a Francia y falleció en 1915 en un 
accidente de laboratorio, pero los datos no son concluyentes. 
87. AGN, IPyBA, IBN, caja 353, exp. 14 y 49 [2 f.].
88. Ibid., exp. 17 [5 f.].
89. “Carta de Ángel Gaviño al oficial mayor del Despacho de IPyBA, de 11 de octubre de 
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 215
Al mismo tiempo, Carranza también despojó a Gaviño de sus cátedras de la 
Escuela Nacional de Medicina. En esa época, este bacteriólogo debió no sólo 
luchar por su subsistencia sino por su vida, pues fue condenado a muerte, si bien 
la sentencia no fue ejecutada. Todos los textos que he podido consultar atribu-
yen el hecho a la participación de Gaviño en el Senado de la República durante 
los gobierno de Díaz y de Huerta.90 En realidad, muchos hombres de ciencia 
habían participado del poder. De los mencionados en este trabajo, Monjarás fue 
miembro del Ayuntamiento de San Luis Potosí durante quince años, y diputado 
a la Legislatura del estado y al Congreso Nacional de México también durante 
varios años; Eduardo Liceaga y Donaciano Morales fueron diputados durante el 
porfirismo y los primeros años de la revolución; y José Ramírez perteneció al 
Ayuntamiento de la capital.91 
La acusación contra Gaviño era más grave según muestra la carta que éste 
recibió el 24 de octubre de 1914: “El C. Primer Jefe del Ejército Constituciona-
lista, encargado del Poder Ejecutivo, ha tenido a bien disponer que cese usted 
en el puesto de profesor titular encargado del curso esencialmente práctico de 
bacteriología y parasitología en la ENM, por haber formado parte de la Junta 
Directiva del Partido Nacional Felicista, cuyo personal salió publicado en el 
periódico Paz y Justicia, del 19 de julio de 1913”.92Muchos médicos intercedieron por él en diversas ocasiones. En 1915, el 
presidente de la Soberana Convención Revolucionaria, encargado del Poder 
Ejecutivo accedió a reinstalarlo en una de sus cátedras a petición del director 
de la Escuela Nacional de Medicina. Al año siguiente, José María Rodríguez –
entonces presidente del Consejo Superior de Salubridad– escribió al licenciado 
Alfonso Cravioto: 
“El portador de la presente lo será el señor doctor Ángel Gaviño Iglesias, 
persona a quien conozco desde hace algún tiempo y que ha venido a pedirme 
una constancia para presentarla ante usted, de que no es enemigo de la causa 
constitucionalista, como se le cree. No he tenido ningún inconveniente en dirigir 
a usted estas líneas para manifestarle que el Dr. Gaviño Iglesias se ha dedicado 
siempre a sus labores científicas, siendo además amigo de nuestro Primer Jefe,93 
1914”, AGN, IPyBA, IBN, caja 353, exp. 5 [48 f.]. 
90. Fue senador por el Estado de México. ADGP-UNAM, EP, AG, exp. 6048 [s/nf.]. Varela, 
“El Instituto Bacteriológico…”
91. AHSSA, salubridad pública (SP), expedientes de personal (EP), caja 49, exp. 7 [278 f.], 
1894-1930. CSS, 1910.
92. ADGP-UNAM, EP, AG, exp. 6048 [s/nf.]. Al parecer, Carranza había puesto nuevamente 
en vigor la ley de 25 de enero de 1862, dictada por el gobierno liberal, que castigaba con la pena 
de muerte a los que atentaran contra la independencia y la seguridad de la nación, caso en el que 
colocaban a quienes habían colaborado con el gobierno golpista. Publicó una larga lista con el 
nombre de “los traidores”, donde estaba incluido Gaviño. Opinión de Enrique Beltrán, “Discusión 
al trabajo…”
93. Supongo lo decía metafóricamente.
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pues habiendo tenido algunas conversaciones con él, he podido ver claramente 
que es un partidario de nuestra causa”.94
Después que Gaviño fuera destituido como director del Bacteriológico, ese 
puesto fue ofrecido a González Fabela, pero sólo de mediados de octubre de 
1914 a finales de diciembre de ese año, pues en esa fecha fue cesado por el go-
bierno convencionista de Eulalio Gutiérrez.95 El 24 de diciembre tomó posesión 
como director Ángel G. Castellanos, quien había obtenido su título de médico 
cirujano apenas un año antes, y había sido preparador y luego bacteriólogo de 
la sección de sueros del Bacteriológico Nacional, pero había perdido el puesto 
al no presentarse al término de una licencia de tres meses.96 Fue tal el abando-
no que la institución sufrió a partir de ese momento, que unos meses después 
(el 1 de junio) había desaparecido prácticamente, por lo que fue clausurada. 
La Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes ordenó: “En vista de que, 
de hecho, se han suspendido las labores del Instituto Bacteriológico Nacional 
por falta de elementos para los trabajos correspondientes, declárese insubsis-
tente el nombramiento del Dr. Ángel G. Castellanos como director el mismo 
establecimiento”.97 
La Secretaría de Instrucción Pública fue reorganizada en 1915, para dar 
unidad de criterio y de acción a sus diferentes ramos. Se decidió que algunas 
dependencias quedarían mejor bajo la esfera de otra secretaría. Fue el caso del 
Instituto Bacteriológico que pasó a depender de la Secretaría de Gobernación, 
adscrito al Consejo Superior de Salubridad.98 
Carranza se llevó el Bacteriológico a Xalapa, para lo cual los empleados 
hicieron un empaque violento de aparatos delicados y de precisión, lo mismo 
que de la biblioteca, y al frente del mismo puso a Ricardo Rode, quien también 
había pedido una licencia en 1912, al término de la cual había renunciado al 
Instituto.99 El Instituto Bacteriológico Nacional fue destrozado por el jefe de la 
Revolución.100 En 1916 volvió a México, pero “hecho un cadáver”,101 y la direc-
ción se encargó nuevamente a González Fabela. La investigación original había 
sido para entonces totalmente relegada.
José María Rodríguez llamó a Gaviño para que formara parte del Consejo 
Superior de Salubridad, donde hizo grandes servicios en comisiones delicadas. 
94. ADGP-UNAM, EP, AG, exp. 6048 [s/nf.].
95. AGN, IPyBA, IBN, caja 353, exp. 19 [12 f.]. 
96. Ibid., exp. 32 [15 f.]. 
97. Ibid., exp. 48 [6 f.]. 
98. “Reorganización de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes”, Boletín de 
Educación, 1915, p. 15.
99. El Tiempo, 10 de febrero de 1912, p. 6. La Patria, 11 de agosto de 1912, p. 2. Rode 
había sido discípulo de Gaviño, Gayón y González Fabela, y les reconocía a todos ellos notoria 
superioridad. ADGP-UNAM, EP, AG, exp. 6048 [s/nf.].
100. De Garay, “En memoria…”
101. Ibid., p. 902.
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La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana... 217
En 1918 volvieron a ponerlo al frente del Bacteriológico, el cual ya sólo se de-
dicaba a la producción de vacuna antivariolosa animal. En unión del Dr. Paz, 
Gaviño descubrió la manera de esterilizar la vacuna de gérmenes extraños, sir-
viéndose del cloroformo y sin que disminuyera la virulencia de la misma. En 
1919, el Consejo Superior de Salubridad fue sustituido por el Departamento de 
Salubridad Pública, y el Bacteriológico pasó a depender de éste. Al año siguien-
te, hubo una epidemia de peste bubónica en Veracruz, Tampico y San Luis Poto-
sí. A pesar de las pésimas condiciones del Instituto, Gaviño procedió a trabajar 
y el instituto pudo proporcionar millares de sueros y vacunas, y la epidemia fue 
extinguida.102 Falleció poco después.
Hasta el momento, no he podido encontrar fuentes que muestren de qué ma-
nera afectó el despido de Girard las relaciones entre el Instituto Pasteur y el Ins-
tituto Bacteriológico Nacional, y me faltan también elementos para señalar has-
ta dónde llegó la influencia del instituto francés en el instituto mexicano durante 
los años en que Girard trabajó en él. Rodríguez analiza las posibles razones por 
las que no hubo un instituto pasteuriano en México. Quizá –dice– Francia sentía 
temor de crear un instituto que luego desapareciera por razones políticas, como 
había sucedido en Brasil.103 En un momento, yo creí que podía decirse que el 
Bacteriológico Nacional había sido el intento de hacer un instituto equivalente 
a los Pasteur;104 Natalia Priego ha defendido también esta hipótesis.105 Ahora 
sospecho que no fue así. Por parte de Francia, debe de haber pesado la cercanía 
de México y Estados Unidos –que por entonces tenían estrechas relaciones en 
salud pública a través de la Asociación Americana de Salubridad Pública, a la 
que pertenecían tanto el Consejo Superior de Salubridad, como decenas de pro-
fesionales de la salud mexicanos–, y, por sobre cualquier otra razón, debió de 
influir el hecho de que el México porfirista tenía gran independencia en asuntos 
científicos y de salubridad. Los avances científicos provenientes del extranjero 
eran bienvenidos; no así las directivas.106 
102. Ibidem. 
103. Rodríguez de Romo, “La visita de Charles Nicolle...”
104. Ana María Carrillo, “La influencia de la bacteriología francesa en la mexicana: el caso 
de Joseph Girard”, ponencia presentada en V Coloquio Internacional México Francia: actores de 
una sensibilidad común, Puebla, Pue., 28 de marzo de 2003. 
105. Priego, “El piojo ¿inocente o…”
106. Ana María Carrillo y Anne-Emanuelle Birn. “Neighbors on notice. National and imperialist 
interests in the American Public Health Association, 1872-1921”, Canadian Bulletin of Medical 
History / Bulletin Canadien d’histoire de la Medicine, vol. 25, núm. 1, 2008, pp. 225-254.
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Reflexiones
Prácticamente desconocida en México antes de 1878, en la década de los 
ochenta la bacteriología era bien aceptada por una élite de médicos, y hacia 
finales del siglo XIX por la mayoría de la profesión. Muchos de los primeros 
bacteriólogos mexicanos, realizaron estancias en el extranjero, y el Instituto 
Pasteur de París fue uno de los centros más visitados. La posibilidad de estable-
cer

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