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Joel Dor – “Introducción a la lectura de Lacan”
17. Sujeto del inconsciente. Sujeto de la enunciación. Sujeto del enunciado.
En la perspectiva lacaniana, la división del Sujeto implica la necesidad de definir una parte de
nuestra subjetividad como sujeto del inconsciente, como sujeto del deseo. (“Al sujeto no se le
habla. Ello habla de él y es allí donde él se capta”.)
El “ello habla” hace referencia al Sujeto en su ser, en la autenticidad y la verdad de su
deseo. Una verdad de esta índole no puede ser hablada por el propio sujeto, dado que el solo está
representado en su discurso. A la inversa, el deseo del sujeto ello habla de él en su discurso sin que
lo sepa. En ese sentido, se puede decir que el deseo recubre estrictamente e registro del
inconsciente.
Estamos únicamente representados en el lenguaje. E sujeto hablante articula
permanentemente algo de su deseo mediante la palabra.
Dos aspecto en la articulación de un discurso: el enunciado y el acto de la enunciación. Esta
división es absolutamente fundamental desde el punto de vista de Lacan para especificar la
relación que el sujeto hablante mantiene con el inconsciente y el deseo.
Enunciado: serie acabada de palabras emitida por el locutor.
Bally opone enunciado a enunciación como fabricación se opone al objeto fabricado. La
enunciación es un acto individual del habla (iniciativa intencional del que habla) y por lo tanto el
enunciado es una creación del sujeto hablante.
Austin clasificó entre enunciados afirmativos, de los que se puede decir si son verdaderos
o falsos, y los enunciados performativos, las que hacen algo sin que por eso se las declare
verdaderas o falsas (ej.: al responder a la pregunta “acepta por esposo…?” con un si me estoy
casando mientras lo digo. Austin arriba a la conclusión de que toda enunciación es un acto de
discurso que apunta a realizar algo.
El sujeto está presente en su enunciado, ese es el sujeto del enunciado. El sujeto se
actualiza en sus propios enunciados por medio de pronombres (yo, tú, nosotros, se) que le
permiten mostrar cierta neutralidad subjetiva con respecto a sus propios enunciados, por ejemplo
el discurso didáctico, que está compuesto por enunciados gnómicos (proposiciones en la forma de
generalidad o universalidad).
El “yo” de un enunciado de ese tipo no deja de ser un representante del sujeto en el
discurso, más exactamente, un representante convocado por el sujeto en el acto mismo de su
enunciación.
La oposición entre sujeto del enunciado y sujeto de la enunciación reitera la oposición
puesta en evidencia en el interior del sujeto a través de la división del sujeto. Remite a la oposición
lacaniana entre lo “dicho” y el “decir”, que acarrea la consecuencia que se refiere a la verdad del
sujeto que sólo puede decirse a medias.
Como el sujeto adviene gracias al lenguaje, su advenimiento se produce en la enunciación.
En cuanto ese sujeto aparece gracias al lenguaje se pierde dentro de él en la verdad de su puesto
que sólo aparece representado.
El inconsciente aparece entonces en el decir, mientras que en lo dicho la verdad del sujeto
se pierde y sólo aparece con la máscara del sujeto del enunciado; para hacerse oír no le queda otra
salida más que decirse a medias.
La oposición subjetiva entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación, que
Lacan sitúa en primer plano en su enfoque del inconsciente, aporta un punto de vista
esencialmente nuevo con respecto a la atención flotante. (definición: El concepto de Atención
Flotante se refiere a la facultad de traducir los pensamientos, sentimientos, fantasías, impulsos y
modos de proceder conscientes del paciente a sus antecedentes inconscientes.
De una forma más clara, es un proceso de escucha a través del cual la persona que oye a otra lo
hace captando el significado de lo que ésta está diciendo y no el relato entero. Es algo así como
dejar pasar las cosas que no son importantes ni relevantes en un relato y tomar solo las que sirven
para captar la esencia de lo que se está diciendo.)
Según Freud, esta suspensión de la atención flotante favorecería la propia actividad
inconsciente del analista en la medida en que no otorgaría, a priori, ninguna importancia particular
a los diversos elementos del discurso del paciente. Freud precisa que esta actitud subjetiva permite
al analista registra la pluralidad de los elementos que más tarde revelarán sus conexiones
inconscientes en relación con el deseo del sujeto.
La intuición freudiana que subyace en el principio de la atención flotante reposa en la idea
de intentar establece una comunicación de inconsciente a inconsciente entre el analista y su
paciente. Esto suscita un problema: ¿cómo puede el analista deshacerse de la influencia de sus
propias motivaciones?
Lacan no soluciona este problema pero propone un punto de vista técnico: como el
inconsciente sale a la luz en el discurso del sujeto por medio del proceso de la enunciación, la
atención flotante resulta flotante sobre todo el nivel del enunciado y de su sujeto. La agudeza de la
escucha deberá aplicarse al registro del decir. El analista debe ser receptivo a los significantes que
llegan a través del decir, más allá de los significados que se organizan en lo dicho. La intervención
del analista se limitará a puntura el decir del paciente por medio de una escansión (escansión:
Trastorno neurológico consistente en hablar descomponiendo las palabras en sílabas pronunciadas
separadamente) (Real Academia Española)
Lacan: lo dicho no existe sin el decir.
18. La alienación del sujeto en el Yo. El esquema L – la forclusión del sujeto.
Forclusión: concepto elaborado por Lacan para designar un mecanismo específico de la psicosis
por el cual se produce el rechazo de un significante fundamental, expulsado afuera del universo
simbólico del sujeto. Cuando se produce este rechazo, el significante está forcluido. No está
integrado en el inconsciente, como en la represión, y retorna en forma alucinatoria en lo real del
sujeto. (Wikipedia)
Al no figurar más que como un “representante”, el sujeto articula un discurso que sólo puede ser
un discurso de apariencias con respecto a la verdad de su deseo. El engaño se origina en el hecho
mismo de que los enunciados que el sujeto articula sobre sí mismo constituyen y mantienen una
verdadera mistificación en la que él se aliena en pleno registro imaginario. El Yo del enunciado que
se fija en el orden del discurso tiende a ocultar cada vez más al sujeto del deseo. Esta objetivación
imaginaria del sujeto con respecto a sí mismo es el Yo.
Volvamos a la problemática imaginaria del Yo para precisar que, aún si en primer lugar
concierne al sujeto, esta construcción en la que él se aliena no es independiente de la existencia
del otro. El Yo sólo puede tomar su valor de representación imaginaria, por el otro y con respecto al
otro puesto que es una “imagen” del sujeto proyectada a través de múltiples representantes. El
estadio del espejo es un proceso precursor de esta dialéctica. De hecho, la identificación del niño
con su imagen en el espejo es posible en la medida en que se apoya en un cierto reconocimiento
del Otro (la madre).
El niño sólo se reconoce en su propia imagen en la medida en que presiente que el otro ya
lo identifica como tal. El Yo, como construcción imaginaria, aparece indefectiblemente sometido a
la dimensión del otro.
Esta analogía ilustra el problema fundamental de la alienación del sujeto en el Yo, como
consecuencia del acceso al lenguaje, cuyo principio es analizado por Lacan en el célebre esquema L
de la dialéctica intersubjetiva.
http://es.wikipedia.org/wiki/Psicosis
http://es.wikipedia.org/wiki/Significante
http://es.wikipedia.org/wiki/Registro_de_lo_simb%C3%B3lico
http://es.wikipedia.org/wiki/Sujeto_(filosof%C3%ADa)
http://es.wikipedia.org/wiki/Inconsciente
S: es el sujeto atrapado en las redes del lenguaje y que no sabe lo que dice. El se ve en O y es por
ello que tiene un Yo. El puede creer que ese yo es él. Esto hace referencia al estadio del espejo:
bajo la forma del otroespecular (la propia imagen del sujeto en el espejo) el sujeto percibirá
también al otro, es decir, a su semejante, situado en O en el esquema.
La relación que el sujeto mantiene consigo mismo está siempre mediatizada por una línea
de ficción: el eje o o’. La relación entre S y o (yo) depende de o’, e inversamente, la relación que el
sujeto mantiene con el otro (o’), su semejante, depende de o. se puede hablar de una dialéctica de
la identificación de uno con el otro y del otro con uno.
El cuarto término del esquema L es el símbolo O = el otro. Junto al plano simétrico del Yo y
del otro existe, en efecto, un plano secante O→ S, al que Lacan llama: el muro del lenguaje. ¿qué
sucede cuando un sujeto se dirige a otro? Cuando un sujeto se comunica con otro sujeto, la
comunicación siempre está mediatizada por el eje imaginario o o’. En otros términos cuando un
sujeto verdadero se dirige a otro sujeto verdadero, sucede que en función de la división operada
por el lenguaje, se trata de un Yo que se comunica con un Yo distinto, pero semejante a él. De esto
resulta que hablarle a otro se convierte inevitablemente en un diálogo de sordos. La mediación del
lenguaje, que eclipsa al sujeto, hace que cuando S se dirige a otro verdadero, nunca llega a él
directamente. Ese Otro verdadero está situado, en efecto, del oro lado del muro del lenguaje, así
como el sujeto S se encuentra, por su parte, fuera del circuito de su verdad de sujeto por este
orden del lenguaje.

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