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TRABAJO FIN DE GRADO Los oŕıgenes de la teoŕıa especial de la relatividad Realizado por Antonio Tapia Pavón Doble grado en F́ısica e Ingenieŕıa de Materiales Dirigido por Alberto Tomás Pérez Izquierdo Maŕıa de Paz Amérigo Realizado en el departamento de Electrónica y Electromagnetismo Convocatoria de junio, curso 2022/23 Agradecimientos A mis padres y familia, por todo el apoyo durante estos años, a mi novia, mis amigos y mis tutores, por todo el tiempo dedicado. Índice Pág 1.Introducción .......................................................................................................... 1 2.Metodología .......................................................................................................... 3 3. Aportaciones de los principales autores a la teoría de la relatividad hasta 1905 ..... 4 3.1 Siglo XIX ..................................................................................................................... 4 3.1.1 Los distintos experimentos .......................................................................................... 4 3.2.1 Voigt ............................................................................................................................. 7 3.1.3 Heaviside .................................................................................................................... 11 3.1.4 FitzGerald ................................................................................................................... 11 3.1.5 Lorentz, 1892 y 1895 .................................................................................................. 13 3.1.6 Lorentz, 1899 .............................................................................................................. 22 3.1.7 Larmor ........................................................................................................................ 24 3.1.8 Conclusiones al terminar el siglo XIX .......................................................................... 27 3.2 Siglo XX .................................................................................................................... 28 3.2.1 Introducción al siglo XX .............................................................................................. 28 3.2.2 Lorentz, 1904 ............................................................................................................. 29 3.2.3 Poincaré ...................................................................................................................... 31 3.2.4 Einstein antes de 1905 ............................................................................................... 39 3.2.5 Einstein 1905 .............................................................................................................. 41 4.Conclusión y resumen .......................................................................................... 46 5.Referencias ......................................................................................................... 48 6.Bibliografía .......................................................................................................... 50 1 1.Introducción En el año 1865, en un artículo titulado “Una teoría dinámica del campo electromagnético” (Maxwell, 1865), Maxwell exhibió las ecuaciones que asentaron la base de la teoría electromagnética. Aunque estas ecuaciones eran matemáticamente correctas, la interpretación física que se les atribuye actualmente ha experimentado cambios significativos. Como observaremos en el desarrollo de este trabajo, la creencia en el éter fue total hasta principios de siglo XX. Era un concepto muy interiorizado en la época y que, junto con las ecuaciones de Newton y las transformaciones de Galileo, tuvo un total respaldo por la comunidad científica. Lo cierto es que el éter era, en un principio, bastante útil. Consiguió explicar, aunque cualitativamente, muchos de los problemas que se plantearon en la época. Este se entendía como el medio donde todo ocurría, dotando de universalidad a las distintas teorías existentes. No solo se convirtió en una necesidad física, sino que era también un concepto metafísico: ¿Qué si no cubriría el espacio interplanetario? A medida que avanzó el electromagnetismo durante el siglo XIX, se llevaron a cabo una gran cantidad de experimentos con el fin de corroborar las distintas hipótesis y resultados teóricos planteados. De igual manera, también aumentaron las discrepancias entre los científicos, en especial acerca de la naturaleza del éter. Maxwell, al igual que la gran mayoría de sus contemporáneos, concebía a este medio como algo fundamental. En un artículo en la enciclopedia británica titulado “Ether”, escribió: “Sean las que fueren las dificultades que tengamos a la hora de formar una idea consistente de la constitución del éter, no puede haber duda de que los espacios interplanetarios e interestelares no están vacíos, sino que están ocupados por una sustancia o cuerpo material, que es ciertamente el más grande, y probablemente el más uniforme del que tengamos alguna noticia.” (Maxwell, 1878) Para Maxwell el éter era un medio continuo que interaccionaba con la naturaleza y compartía su velocidad. Este tenía distintos macroestados, los cuales eran definidos por los vectores [B,H,E,D], que son lo que hoy conocemos como los campos 2 electromagnéticos y que se relacionan entre ellos por medio de las ecuaciones que él mismo derivó. En su teoría, los conceptos de densidad de corriente y de densidad de carga eran muy diferentes a los actuales. Para él no eran conceptos primitivos: la densidad de carga era simplemente el gradiente longitudinal del vector D y la densidad de corriente J representaba la variación de D en el tiempo. Por entonces, se ignoraba la naturaleza corpuscular de la carga y la corriente. No eran más que conceptos macroscópicos originados por la variación de los distintos estados del éter. La escuela británica adoptó, desde un primer momento, la teoría electromagnética de Maxwell. No fue así en el resto del continente europeo, más reacios a esta, dónde hubo que esperar algunas evidencias experimentales que la lograran respaldar, como fue el caso del descubrimiento experimental de la emisión de ondas electromagnéticas por un oscilador a alta frecuencia, por parte de Heinrich Herz, en 1888. A pesar de las enormes ventajas que ofrecía esta teoría, esta no logró explicar algunos fenómenos, en particular los relacionados con la óptica de los objetos en movimiento. Este último punto generó un intenso debate entre los científicos: cómo ajustar la teoría electromagnética de Maxwell a los problemas que implicaban un movimiento uniforme relativo. Para su resolución se propusieron diferentes hipótesis, sin embargo, parecía imposible encontrar una sola teoría global que pudiera explicar los distintos experimentos que desafiaron a la física clásica a finales del siglo. Otro gran problema que presentaban estas ecuaciones era que no se mantenían invariantes ante las transformaciones de Galileo, las cuales no fueron cuestionadas hasta muchos años después de que se hubiera introducido la teoría electromagnética. A pesar de que las transformaciones de Galileo eran las más naturales y podían explicar todos los fenómenos dinámicos conocidos, resultaba problemático conciliarlas con la nueva teoría electromagnética. Hasta la aparición de las ecuaciones de Maxwell, no hubo nada que pudiera poner en duda los fundamentos de la física clásica. Así, y a medida que se desarrollaba el electromagnetismo a finales del siglo XIX, la física se enfrentó a una profunda crisis, ya que parecía que esta nueva teoría no era compatible con algunos de los postulados de la física clásica. 3 De esta manera, este trabajo se centra en la compresiónde los orígenes de la teoría de la relatividad especial, con la que se logró resolver la mayoría de los problemas que planteaba el electromagnetismo. Para lograr este propósito, se realiza un estudio detallado de los distintos artículos y científicos que resultaron ser clave para el nacimiento de dicha teoría. 2.Metodología Este trabajo aborda un período muy específico de la historia de la física y de un tema en concreto: la emergencia de la teoría de la relatividad. Es por ello por lo que las técnicas y la metodología empleada en la realización de este trabajo puede diferenciarse bastante de la habitual en trabajos de física experimental o teórica. En un principio lo que hice fue realizar una lectura cuidadosa de la bibliografía recomendada por mis tutores, para conseguir una primera idea de los distintos experimentos, científicos y artículos que me sirvieron para iniciar mi trabajo. Esta primera bibliografía, además, también me sirvió de base sobre la que construir, a posteriori, ciertas partes del trabajo. Tras ello, lo que hice fue contextualizar el panorama científico de la segunda mitad del siglo XIX. Con el fin de comprender plenamente a los autores y sus trabajos aquí mencionados, es importante conocer lo que sabían y en qué creían. Ello se consigue de dos formas distintas: la primera utilizando la bibliografía que trata la evolución de la física en esa época y, la segunda, leyendo directamente algunos artículos de cada autor en los que se explicaban, de una manera más general, los pilares fundamentales de su teoría. En un primer momento no es fácil, pues habituarse no solo al lenguaje, sino también a la simbología, es un trabajo bastante arduo. En los inicios, la cantidad de citas, libros, autores y artículos con los que contaba eran muy extensos, al contrario que el tiempo que tenía. Es por ello por lo que gran parte de mi trabajo ha sido dedicada a seleccionar a aquellos artículos o incluso autores a los que citar y explicar. Además, se debe de contar con que la obra de científicos como Lorentz o Poincaré es muy extensa y, obviamente, no en toda ella se tratan los problemas que interesaban para la redacción de este trabajo. 4 En esta selección tuve en cuenta aquellos trabajos que consideré que, de una forma u otra, son precursores de la teoría de la relatividad especial pues, al ser esta teoría el punto de llegada, la he tomado como guía en el análisis de estos trabajos De esta forma, al iniciar el estudio de un artículo o libro que había sido mencionado en la bibliografía comentada anteriormente, buscaba las secciones relacionadas con el tema a tratar aquí, iniciando la lectura en esas partes en concreto. De no ser así, hubiera sido imposible poder finalizar a tiempo este trabajo. Una vez iniciaba esta lectura, realizaba un esquema con los puntos que consideraba más importantes, prestando especial interés a determinados conceptos y referencias a otros científicos que hacían los distintos autores, siendo esto último bastante importante, pues me permitió encontrar las relaciones entre ellos y así poder forjar el hilo conductor de la historia. Tras esquematizar la información, inicié la escritura de mi propio texto, con todo el conocimiento obtenido de leer directamente a los distintos protagonistas de este trabajo y apoyándome, de nuevo, en la bibliografía recomendada. Cabe mencionar una última cuestión. Lamentablemente, no pude tener acceso a algunos de los artículos que se analizarán en este trabajo por dos motivos simples: el primero por el idioma original de ciertos textos, de los que no conseguí traducción; el segundo porque, aunque en pocos, algunos artículos no los conseguí encontrar. Es por ello por lo que cobran mucha importancia los artículos o libros de terceras personas que tratan acerca de estas obras, y de los que también me he servido para la realización de este trabajo. 3. Aportaciones de los principales autores a la teoría de la relatividad hasta 1905 3.1 Siglo XIX 3.1.1 Los distintos experimentos 5 Como se explicó anteriormente, hubo una serie de hechos experimentales que causaron un gran debate entre la comunidad científica. El primero de ellos fue la aberración estelar, un fenómeno astronómico que produce un movimiento aparente de los objetos celestes en relación con sus posiciones reales, dependiendo de la velocidad del observador. Los astrónomos del siglo XVII ya la conocían, siendo James Bradley el primero que, en 1727, intentó dar la primera explicación a este fenómeno (Bradley, 1727). Según él, la velocidad aparente de la luz era la suma de la velocidad corpuscular de luz más la velocidad de la Tierra, suposición bajo la cual quedaría resuelto el problema. El fenómeno fue reinterpretado un siglo más tarde con la teoría ondulatoria de la luz. Augustin Fresnel, junto con Thomas Young, intentó darle una explicación con la nueva teoría. Para ello, Fresnel asumió que el éter carece de movimiento y que se muestra imperturbable ante el movimiento terrestre, es decir, que la Tierra se mueve en un éter estático sin perturbarlo (Fresnel, 1818). Explicó que este medio, cuando se encuentra sumido en una sustancia con una cierta velocidad, adquiere una cierta velocidad, determinada por un coeficiente de arrastre, al que logró darle un determinado valor. En contraposición con esta teoría, en 1846, George Gabriel Stokes propuso, también en el intento de explicar la aberración estelar, la suya propia. Según Stokes, este medio no podía ser completamente invisible para cuerpos celestes como la Tierra. Defendía que el éter se comportaba como un líquido incompresible para cuerpos que se movían lentamente y que mostraba uniformidad para las vibraciones rápidas como por ejemplo la luz. A grandes distancias de la Tierra este tendría un movimiento irrotacional. Stokes explicó la aberración estelar asumiendo que la propagación de la luz no era afectada por el movimiento del éter, sino simplemente por la posición del cuerpo estelar y del observador. (Stokes, 1845) Así, en la segunda mitad del siglo XIX, había dos teorías dispares acerca de la naturaleza del éter. La de Stokes, en la que este era totalmente arrastrado por la materia, por lo que la velocidad del éter respecto a la superficie de la tierra debía de ser nula, y la de Fresnel, que defendía un arrastre parcial de este medio por parte de los cuerpos, siendo este imperturbable, existiendo así un viento estelar en la superficie terrestre. Es importante mencionar que, aunque estas teorías del éter fueron las más influyentes, existieron muchas otras, destacando las de Cauchy o Kelvin. 6 Para determinar qué teoría era la correcta y determinar la naturaleza de la propagación de la luz, se realizaron una gran cantidad de experimentos ópticos, que se centraban en: 1. Observar cómo afectaba un movimiento relativo uniforme del medio en la que la luz se propagaba. 2. Averiguar si existía algún tipo de viento estelar en la superficie terrestre. Uno de los experimentos más significativos por su originalidad y por su impacto fue el llevado a cabo por el francés Hippolyte Fizeau en 1850, conocido como el ensayo de Fizeau, que tenía como objetivo medir la velocidad relativa de la luz a través del agua en movimiento. (Fizeau, 1849) Fizeau diseñó un montaje experimental que consistía en un interferómetro en el que la luz se propagaba a través del agua en movimiento, lo que permitió detectar un cierto coeficiente de arrastre debido al movimiento del agua. Aunque el valor de este coeficiente no coincidió por el predicho por Fresnel, el experimento respaldó su teoría de la propagación de la luz. Con estos resultados, parecía claro que la teoría acertada era aquella desarrollada por Fresnel. Aun así, siguiendo esta misma teoría, debía de existir un "viento del éter" sobre la superficie terrestre,lo cual motivó la realización de numerosos experimentos en la segunda mitad de ese siglo con el fin de detectar la velocidad del éter respecto de la superficie terrestre. Uno de ellos fue, por ejemplo, el de Mascart, en el que se estudió el efecto del movimiento de una sustancia rotativa natural a través del éter en la rotación del plano de polarización. Este científico lo estudió en el caso de un cristal de cuarzo, no pudiendo detectar ninguna diferencia en la rotación cuando un rayo se propagó en contra de la dirección del movimiento de la tierra. (Mascart, 1874) Aunque sin duda alguna, el más ingenioso y que tuvo más relevancia fue el ideado por Michelson. Este construyó un interferómetro en el que uno de los rayos viaja de forma paralela a la dirección del movimiento de la Tierra, mientras que el otro lo hace de forma transversal, para así poder determinar la posible diferencia de los caminos ópticos de ambos rayos. El experimento se realizó por primera vez en 1881, en Postdam, ciudad 7 colindante con Berlín, siendo el resultado obtenido bastante claro: no se evidenció ningún tipo de velocidad relativa del éter respecto de la Tierra. (Michelson, 1881) A pesar de la genialidad de Michelson, durante algunos años el resultado obtenido no tuvo ningún tipo de repercusión científica. Además, el profesor francés Alfred Portier observó un error en el desarrollo del experimento, pues anotó que Michelson pasó por alto un incremento en la distancia recorrida por la luz de (1 − ) / en la distancia perpendicular al brazo de su interferómetro. Debido a la falta de atención que recibieron sus resultados, Michelson decidió compartir su frustración con Rayleigh, un científico de gran prestigio en la época con el que tenía una buena relación. Este promovió una repetición del experimento en colaboración con Morley, de la Universidad de Cleveland, en el año 1887. Aunque el diseño experimental fue el mismo que en la primera prueba seis años antes, se mejoró la precisión y se prestó más atención a los detalles para evitar errores en los resultados. Sin embargo, hubo algo que no cambió: el resultado. No se consiguió detectar ningún tipo de viento del éter. Lo más importante fue, que esta vez sí, la comunidad científica aceptó los resultados obtenidos. (Michelson, 1886) Esto no hizo más que alimentar el debate sobre cuál es la naturaleza del éter y de la propagación de la luz. Los resultados de los dos experimentos más célebres eran claros: el experimento de Fizeau corroboraba el éter de Fresnel y el de Michelson-Morley lo contradecía. En la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del siglo XX, el electromagnetismo experimentó un gran avance teórico y experimental. A medida que se desarrollaba la teoría electromagnética se hacían más patente la imposibilidad de encajar a esta en el marco global de la física clásica. Es por ello por lo que se estudia a continuación a todos aquellos científicos que ayudaron, algunos de ellos inconscientemente, a la creación de una nueva física cuyos principios serán recogidos en el artículo publicado por Einstein en 1905. 3.2.1 Voigt 8 Woldermar Voigt fue un físico alemán que, en 1887, fue el primero en utilizar unas transformaciones distintas a las de Galileo para dar explicación al efecto Doppler. El artículo publicado en el año 1887, titulado “Sobre el principio de Doppler”, se caracteriza por su brevedad, concinidad y falta de explicación de los distintos pasos matemáticos o proposiciones que realiza. No hay ningún tipo de introducción que detalle el propósito de su trabajo, ni tampoco ninguna referencia a ningún otro autor. (Voigt, 1887) De los distintos textos y autores que explicaremos a lo largo del trabajo, Voigt será el único de ellos que no desarrolló su trabajo en un marco electromagnético. Para explicar el efecto Doppler, se basa en la teoría elástica de la luz, que defiende que esta se propaga a lo largo de un medio como consecuencia de las oscilaciones en un medio elástico e incompresible. Al ser un efecto puramente cinético, poco importa la naturaleza de la perturbación que se propaga. Llama la atención la ausencia del éter en su explicación, a pesar del papel fundamental que desarrolla en otras teorías de la época. El autor se enfoca en la velocidad relativa entre dos observadores y sistemas de referencia, pero omite mencionar la velocidad en relación a este medio. Aunque se sabe por otros escritos del mismo autor que Voigt creía en su existencia, es importante destacar que no lo utilizó para obtener la expresión del efecto Doppler. Voigt, en su trabajo, parte de la ecuación de ondas: = 𝑐 ∆𝑢 (1) Con el objetivo de resolver esta ecuación para un observador que se mueve con una cierta velocidad relativa v, propone el siguiente cambio de coordenadas: 𝑥 por ξ = 𝑥𝑚 + 𝑦𝑛 + 𝑧𝑝 − 𝛼𝑡 (2) 𝑦 por η = 𝑥𝑚 + 𝑦𝑛 + 𝑧𝑝 − 𝛽𝑡 𝑧 por ζ = 𝑥𝑚 + 𝑦𝑛 + 𝑧𝑝 − 𝛾𝑡 t por 𝜏 = 𝑡 − (𝑎𝑥 + 𝑏𝑦 + 𝑐𝑧) Tras ello, introduce estas nuevas variables en la ecuación (1), de la que asumió que permanece invariante para el nuevo sistema de referencia, es decir, que mantiene su 9 forma para los observadores con un movimiento relativo uniforme. En el resto del artículo explora las consecuencias de la invariancia de esta ecuación. Para el nuevo observador, la ecuación (1) es: ( ) = 𝑐 ( ( ) + ( ) + ( ) ) (3) En el texto, Voigt introduce esta expresión con la siguiente frase: “Porque de hecho debe de ser”. La recalco pues considero que en ella se refleja bastante bien el hecho de que el autor creía firmemente en que la ecuación de ondas tenía que ser la misma para todos los observadores. Esta asunción implica algo muy importante: la velocidad de la luz se mantiene igual en todos los observadores con un movimiento relativo uniforme. En ningún momento explica explícitamente esta invariancia, pero la presupone, siendo c la única constante que no cambia en la nueva ecuación de ondas. El autor iguala las ecuaciones (1) y (3), con lo que obtiene un sistema de ecuaciones con diez incógnitas. Para hacer el sistema más sencillo, supone que ambos sistemas de coordenadas son paralelos y que la velocidad entre los sistemas de coordenadas tiene la dirección del eje de coordenadas de la x. Al resolver el sistema, deduce las relaciones entre las coordenadas de los dos sistemas de referencia que consiguen mantener invariante la ecuación (1), obteniendo las siguientes transformaciones: (4) Notación usada por Voigt Notación actual 𝜉 = 𝑥 − 𝛼𝑡 𝑥 = 𝑥 − 𝑣𝑡 𝜂 = 𝑞 𝑦 𝑦 = 𝑦 𝛾 𝜁 = 𝑞 𝑧 𝑧 = 𝑧 𝛾 𝜏 = 𝑡 − 𝛼𝑥 𝜔 𝑞 𝑡 = 𝑡 − 𝑥𝑣 𝑐 𝑞 = 1 − 𝛼 𝜔 𝛾 = (1 − 𝑣 𝑐 ) 10 Estas transformaciones solo difieren de las definitivas en un factor de escala 𝛾 . El autor no se adentra en las consecuencias que derivan de estas transformaciones. Es cierto que menciona que en la dirección en la que se mueve el observador, los periodos de vibración de las ondas aumentan según un factor (1 − ) , pero en ningún momento explica el significado de este resultado. Este artículo tiene una gran relevancia pues: 1. Es la primera vez en la que se obtienen unas transformaciones diferentes a las de Galileo. 2. Se asume que la velocidad de la luz y la forma de la ecuación de ondas es invariante sea cual sea el observador. A la vista de lo expuesto, puede parecer que Voigt estuvo cerca de descubrir la relatividad especial, pues mostró la inconsistencia de las transformaciones de coordenadas de Galileo con la invariancia de la ecuación de ondas. Sin embargo, este nunca fue el propósito final del artículo. Estas no dejaban de ser un mero artificio matemático que le ayudaba a derivar la expresión del efecto Doppler. A pesar del gran desarrollo matemático, el artículo carece de explicacionesfísicas sobre las transformaciones o la invariancia de la velocidad luz. Además, al inicio, Voigt emplea y asume como verdaderas las transformaciones de Galileo. Tras su publicación, el artículo no tuvo ninguna repercusión. Ni el propio Voigt fue consciente de la importancia de su trabajo. No fue hasta años más tarde, ya cuando Einstein publicó su primer artículo de la relatividad cuando Lorentz, en 1906, escribió: “En un artículo publicado en 1887 y que para mi pesar no he conocido todos estos años, Voigt aplicó unas ecuaciones de la forma (…), que son unas transformaciones equivalentes a las (…). La idea de las transformaciones quizás haya sido así prestada de Voigt además de la prueba de que estas transformaciones dejan invariantes las ecuaciones del éter libre” (Lorentz, 1906). Por esta cita de Lorentz podemos concluir que este artículo no tuvo repercusión en futuros trabajos suyos. También Minkowski, científico con enormes aportaciones a la teoría de la relatividad, escribió en 1908: “Ya en 1887 podemos encontrar algunos resultados que serían obtenidos más tarde partiendo desde la teoría electromagnética” (Minkowski, 1908). 11 3.1.3 Heaviside Oliver Heaviside, físico inglés, realizó en las últimas décadas del siglo XIX una gran contribución a la teoría electromagnética. Fue quien primero la desarrolló desde un punto de vista vectorial, obteniendo independientemente el vector de Poynting y formulando la teoría de las líneas de transmisión, consiguiendo las ecuaciones de los telegrafistas. En sus múltiples contribuciones a la revista científica “The electrician”, cabe destacar un artículo de 1888, donde discute los distintos efectos electromagnéticos sobre una partícula cargada en movimiento en un dieléctrico (Heaviside, 1888). En este estudio, Heaviside distingue entre tres casos: si la velocidad de la partícula es igual a la de la luz, menor o mayor. Consideramos así que Heaviside en ningún momento creyó que no se podía rebasar la velocidad de la luz. Para el caso de una partícula cargada con una velocidad menor a la de la luz, desarrolló las expresiones del campo eléctrico y campo magnético que dicha partícula creaba en cualquier punto del espacio, que serían: 𝑐𝐸 = ( ) ( ) / (5) 𝐻 = 𝑐𝐸𝑢 𝑠𝑖𝑛𝜗 (6) Donde c es la permitividad, 𝜗 es el ángulo que forma el vector r con el eje, v es la velocidad de la luz y u la velocidad del electrón. La importancia de las ecuaciones (5) y (6), más allá del área electromagnética, es que sirvieron como base para futuras hipótesis que serán de gran importancia para el avance de la teoría de la relatividad, tal y como veremos con el siguiente autor. 3.1.4 FitzGerald FitzGerald fue un físico inglés que contribuyó a revisar, aclarar y extender la teoría electromagnética de Maxwell. Pasó a la historia por ser el primero que, de una forma meramente cualitativa, en una breve contribución a la revista americana “The science”, formuló la hipótesis de la contracción de los cuerpos, en un intento de explicar el 12 experimento de Michelson-Morley. El texto, al completo, es el siguiente (FitzGerald, 1889): “He leído con mucho interés, Sres., el delicado experimento de Michelson y Morley que intenta resolver la importante cuestión de hasta dónde es transportado el éter por la tierra. Su resultado parece opuesto a otros experimentos que muestran que el éter en el aire puede ser transportado solo en una medida inapreciable. Sugeriría que casi la única hipótesis que puede reconciliar esta oposición es que la longitud de los cuerpos materiales cambia según se muevan a través del éter en una cantidad que depende del cuadrado de la relación entre su velocidad y la de luz. Sabemos que las fuerzas eléctricas se ven afectadas por el movimiento de los cuerpos electrificados en relación con el éter, y parece una suposición no improbable que las fuerzas moleculares sean afectadas por el movimiento, y que el tamaño de un cuerpo se altere en consecuencia. Sería muy importante si se instituyeran experimentos seculares sobre atracciones eléctricas entre cuerpos permanentemente electrificados, como en un electrómetro de cuadrante muy delicado, en algunas partes ecuatoriales de la tierra para observar si hay alguna variación diurna y anual de atracción, - -diurna debido a que la rotación de la tierra se suma y se resta de su velocidad orbital; y anual de manera similar por su velocidad orbital y el movimiento del sistema solar” El argumento es prerrelativista: si bien presupone una contracción espacial, el éter sigue estando muy vigente. Aunque el autor no ofrece un desarrollo matemático explícito, considera la contracción como un fenómeno real, demostrándola a través de los resultados obtenidos en el experimento de Michelson. Para explicar este fenómeno propone que las fuerzas que unen a las distintas moléculas son de naturaleza electromagnética y que estas cambian dependiendo de la velocidad que un observador tuviera respecto del éter. De esta manera, esta variación en las fuerzas produciría la contracción de la pieza en su conjunto. Este argumento nos indica que FitzGerald no consiguió darle una explicación certera a la contracción espacial. Además, en todo momento se refiere al movimiento respecto del éter, siendo este el sistema de referencia privilegiado, suposición contraria a la teoría de la relatividad. FitzGerald tenía un gran conocimiento de la obra de Oliver Heaviside, por lo que es muy probable que esta hipótesis estuviera argumentada por la variación de los campos que el año anterior dio este autor. 13 Aunque FitzGerald fue el primero en proponer la contracción espacial, su texto no tuvo gran repercusión en la comunidad científica. De manera independiente Lorentz propuso la misma idea en 1892, sin tener conocimiento previo del trabajo de FitzGerald, y la desarrolló matemáticamente. No fue hasta 1895 cuando Lorentz reconoció a FitzGerald como el primero en deducir la idea de la contracción. (Lorentz, 1895) 3.1.5 Lorentz, 1892 y 1895 Si de los tres científicos anteriores podemos decir que tuvieron una momentánea contribución a la construcción de la teoría de la relatividad especial, no es así de Hendrik Antoon Lorentz. Que las trasformaciones a las cuales le estamos siguiendo la pista en este trabajo lleven su nombre no es fruto de la casualidad sino de que, junto con Poincaré y Einstein, es uno de los mayores artífices de la teoría de la relatividad. Sus aportaciones a esta teoría se extendieron a lo largo de la última década del siglo XIX y a los primeros años del siglo XX. Es en 1892 cuando Lorentz escribe la que hasta en ese momento fue su obra más completa acerca de electromagnetismo, bajo el título "La teoría electromagnética de Maxwell y su aplicación a los cuerpos en movimiento” (Lorentz, 1892a). También en ese mismo año publica un breve artículo tratando de explicar, de forma cuantitativa, los resultados del experimento de Michelson-Morley (Lorentz, 1892b). Conocer la obra de este autor en 1892 es fundamental pues, además de definir las bases de su teoría electromagnética, también establece un inicio a su particular desarrollo de la teoría de la relatividad, obteniendo sus primeras transformaciones de coordenadas y proponiendo la hipótesis de la contracción de longitudes. La teoría electromagnética de Lorentz, al contrario que de otras teorías de la época, tal y como Boltzmann o Sommerfeld, no parte de ningún tipo de analogías mecánicas o termodinámicas. Lorentz defendía el carácter puramente electromagnético de la naturaleza, en la que todas las leyes se podían explicar gracias a las propiedades del éter y las partículas cargadas, que venían definidas por una serie de ecuaciones. Aunque Lorentz siempre creyó en este medio, su trabajo nunca se centró en el estudio de su 14 naturaleza o de sus propiedades mecánicas.Este se sirvió del éter para explicar algunas de sus hipótesis y para fundamentar su teoría electromagnética. Antes de 1892, Lorentz ya había realizado una serie de desarrollos utilizando el electromagnetismo. En 1875, en su tesis doctoral, utilizó las ecuaciones de Maxwell para resolver el problema de la reflexión y refracción de la luz, avisando de las enormes ventajas que supondría introducir partículas materiales cargadas en la teoría electromagnética. Desde que Maxwell publicó sus ecuaciones hasta 1892, los conceptos de carga y flujo de corriente experimentaron una evolución significativa. Como se comentó al inicio del trabajo, para Maxwell y la escuela británica, la carga y la corriente eran concebidos como conceptos macroscópicos relacionados con los distintos estados del éter. Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo XIX, algunos científicos de la Europa continental, como Helmholtz, respaldados por algunos experimentos relevantes, reinterpretaron estos conceptos, dando lugar a la teoría corpuscular de la carga. La confirmación del descubrimiento de los electrones en 1884 por parte de Thomson fortaleció esta teoría. A su vez, Lorentz fue uno de los principales desarrolladores de la teoría molecular y corpuscular, en la que la carga era vista como una partícula material que la transportaba. En la gran mayoría de los artículos y libros que Lorentz publicó, se sigue un desarrollo bastante parecido: al inicio propone una serie de hipótesis que se consideran en todo momento ciertas y sobre las que desarrolla el trabajo matemático posterior. En su trabajo de 1892, estas proposiciones son (Lorentz, 1892a): 1. Las partículas cargadas tienen masa inercial y peso: esto quiere decir que están sujetas a las ecuaciones de movimiento mecánicas. Además, todos los cuerpos están conformados por la unión de partículas cargadas, tanto de carga negativa como positiva. Las partículas interaccionan con el éter por medio de la carga, siendo esta propiedad la responsable de la interacción. 2. Establece que las partículas cargadas preservarán siempre su carga sea cual sea la velocidad de la partícula respecto del éter. Esto supondrá la invariancia de la carga, con independencia del movimiento del observador. 3. La corriente eléctrica no es más que un flujo de partículas cargadas moviéndose en una determinada dirección, considerando que la electricidad se comporta como 15 un líquido incompresible, siendo este el punto clave que diferencia su teoría sobre la propuesta de Maxwell. Esta teoría electromagnética, con sus correspondientes ecuaciones, le sirve a Lorentz para explicar, entre otras cosas, ese supuesto coeficiente de arrastre propuesto por Fresnel. Con el fin de resolver la ecuación de ondas para un observador con una determinada velocidad p respecto del éter, Lorentz realiza unas transformaciones de Galileo, introduciéndolas en dicha ecuación. Para agilizar el desarrollo matemático, el autor propone el siguiente cambio de variables (7): Notación usada por Lorentz Notación actual 𝜒 = 𝑣 𝑣 − 𝑝 𝑥 𝑥 = 𝛾(𝑥 − 𝑣𝑡) 𝑡 = 𝑡 − 𝜀 𝑣 𝑥 𝑡 = 𝛾 (𝑡 − 𝑥𝑣 𝑐 ) 𝜀 = 𝑣 𝑣 − 𝑝 𝑥 = x − 𝑝𝑡 𝛾 = 1 1 − 𝑣 𝑐 y=y’ z=z’ Estas transformaciones son, realmente, una pura herramienta para agilizar los cálculos. En ningún momento del artículo adquieren relevancia física, pues solo se introducen como una nueva variable, sin proporcionarle ningún tipo de significado. La importancia de este primer estudio radica en tres cuestiones: 1. Establece su propia visión del éter, algo que le obligó posteriormente a dar una explicación en concordancia con su teoría al experimento de Michelson- Morley. 2. Asienta las bases de su teoría, en especial de la naturaleza de la carga y de la corriente eléctrica, sobre las cuales trabajó en un futuro artículo, también bastante extenso, publicado en 1895. 3. Obtiene por primera vez unas transformaciones de coordenadas distintas a las de Galileo. 16 Este trabajo no puede ser interpretado dentro del marco de la relatividad ya que, por ejemplo, utiliza las transformaciones de Galileo, considerando a estas como válidas. Además, las transformaciones obtenidas no derivan de un argumento físico, sino más bien de una necesidad matemática. Para Lorentz, los cuerpos materiales se desplazaban a lo largo del éter sin perturbar a este, entrando esta hipótesis en conflicto con los resultados del experimento de Michelson pues, según dicha proposición, debía de haber algún tipo de viento del éter sobre la superficie terrestre, algo que dicho experimento contradecía. Él era consciente de dicha problemática y es por ello por lo que, meses más tarde a la publicación de su libro, escribió un breve artículo en el que intentaba dar explicación a los resultados del experimento de Michelson en concordancia con su teoría. El artículo, titulado “El movimiento relativo entre el éter y la Tierra”, se inicia dando a conocer las dos teorías fundamentales del éter que existían, la de Stokes y la de Fresnel: “Sobre estas teorías he estado trabajando algunos años atrás. Hay muchas otras teorías que se posicionan entre las dos nombradas, que quizás merezcan una menor atención. De estas dos teorías, creo que es necesario desechar la de Stokes, puesto que el movimiento del éter requiere la existencia de un potencial de velocidad, que es incompatible con la igualdad que se establece entre las velocidades de la tierra y del éter adyacente”. (Lorentz, 1892b) Para Stokes la Tierra, en su movimiento de traslación, arrastraba consigo al éter más cercano, adquiriendo su misma velocidad. Para distancias mayores, el éter no se vería afectado por este movimiento terrestre, teniendo así un gradiente de velocidades en el éter. Lorentz desechó el éter de Stokes, al considerar que esta explicación no encajaba con el principio de conservación de la energía. Determinó que la teoría correcta era la de Fresnel, al ser la que permite explicar de una forma más ágil y coherente la mayoría de los resultados de los distintos experimentos. Sin embargo, como él mismo reconoce en el artículo: “Un experimento sobre interferencias, ejecutado por Michelson, supuso una gran dificultad a la hora de tener que elegir entre las dos teorías”. El resto del artículo se centra en intentar explicar los resultados del experimento de Michelson-Morley en el marco de la teoría del éter de Fresnel. Explica cómo el movimiento de la Tierra influye en el tiempo que tarda la luz en ir y volver a los puntos 17 fijos en la superficie terrestre. En todos sus cálculos desprecia los términos mayores a . Si consideramos que la distancia entre estos puntos es l, que c es la velocidad de la luz y que v es la de tierra, tenemos que el tiempo que invierte la luz en ir y volver al mismo punto sería (en sentido paralelo al del movimiento): 2 𝑙 𝑐 (1 + 𝑣 𝑐 ) El tiempo que invierte la luz para recorrer la distancia entre los dos puntos transversales al movimiento terrestre será: 2 𝑙 𝑐 (1 + 𝑣 2𝑐 ) Obteniendo una diferencia de: 𝑙𝑣 𝑐 Lorentz desmintió en el artículo que el problema de que se obtenga un resultado no esperado sea de tipo experimental: “Uno puede esperar que el problema haya sido que los brazos del interferómetro hayan sido lo suficientemente pequeños como para apreciar cualquier tipo de diferencia. Sin embargo, Michelson, junto con Morley, repitió el experimento a gran escala. […]. Sin embargo, el cambio requerido por la teoría de Fresnel siguió sin observarse”. (Lorentz, 1892b) La forma que encontró el autor para explicar el experimento de Michelson fue proponer que la línea que unía a los dos puntos no conservaba su longitud cuando la dirección era paralela a la velocidad de la Tierra. Esta contracción debería de ser igual a: 1 − 𝑣 2𝑐 ¿Cómo justifica este fenómeno? Asume que las fuerzaselectromagnéticas que mantienen unidas a las moléculas se ven afectadas por el movimiento respecto del éter, y que, como consecuencia de ello, la longitud también se ve afectada. Lorentz advierte que no hay manera posible de verificar esta hipótesis, pues hasta el momento nadie había estudiado a fondo las fuerzas moleculares. 18 A pesar de que este artículo pasa desapercibido para muchos autores, considero que desde el punto de vista relativista, tiene bastante importancia. Es la primera vez que se expone de una manera cuantitativa el fenómeno de contracción espacial, además de darnos una idea muy representativa del panorama científico de finales del siglo XIX. Gracias a esta breve publicación, podemos afirmar que: 1. Lorentz acertó en su hipótesis de que la longitud se contrae, sin embargo, la explicación que le dio a esta contracción espacial nos hace darnos cuenta de que Lorentz no se planteaba la teoría de la relatividad. Esta hipótesis no fue más que una deducción para poder dar respuesta a los resultados obtenidos en el experimento de Michelson-Morley con la teoría del éter dada por Fresnel. 2. Lorentz era consciente de que su argumentación no tenía respaldo en una teoría existente, ya que en ese momento no se habían realizado estudios moleculares. Sin embargo, tres años después, presentó uno de sus trabajos más importantes y extensos sobre la naturaleza electromagnética de las fuerzas intermoleculares. Es posible que su argumento para explicar la contracción espacial lo motivara a profundizar en el tema. Tal y como se discutió, FitzGerald también formuló una hipótesis muy parecida en 1889. Sabemos que Lorentz no tenía conocimiento de esta publicación en 1892, ya que dos años más tarde este escribió a FitzGerald, informándole de que habían llegado a las mismas conclusiones. FitzGerald, por su parte, le respondió diciéndole que ni siquiera él tenía idea de si finalmente le publicaron el pequeño artículo, deduciendo así que Lorentz llegó de forma independiente a la misma conclusión. El próximo gran trabajo de Lorentz fue tres años más tarde, en 1895, en un libro titulado “Intento de una teoría de la electricidad y fenómenos ópticos en cuerpos en movimiento”, en el que intenta indagar más sobre la teoría electromagnética que él mismo construyó años atrás. (Lorentz, 1895) Uno de los conceptos más importantes que incorporó en este trabajo es el “teorema de los estados correspondientes” para los términos de primer orden v/c. Según este teorema los observadores con un cierto movimiento respecto del éter pueden usar las mismas ecuaciones electrodinámicas que para un observador que se encuentre en el sistema de referencia del éter. 19 Esta es, probablemente, la hipótesis más importante que hizo Lorentz en 1895. Es un anticipo del principio de relatividad, en el que todas las leyes de la física son idénticas para observadores en movimiento relativo uniforme. En el postulado de Lorentz hay un sistema de referencia absoluto, que es aquel que se encuentra en reposo con respecto al éter. Veremos como este observador privilegiado permanecerá con Lorentz en toda su carrera científica. Además, el teorema de los estados correspondientes está restringido solo para los términos de primer orden y para las leyes electromagnéticas. A pesar de todo, supone una primera hipótesis relativista. En el desarrollo matemático, utiliza las transformaciones de Galileo y las introduce en la tercera ecuación de Maxwell, obteniendo: 1 − + + = 𝜌 (8) Donde 𝜌 es la densidad volumétrica de carga y 𝜔 el potencial eléctrico. Tras llegar hasta esta ecuación, propone dos sistemas de referencia, S1 en reposo respecto del éter y S2, que se encuentran en un movimiento relativo uniforme con una cierta velocidad p. Asume que como consecuencia de esta velocidad relativa entre los dos sistemas, las dimensiones de S2 en el eje de la x (que es el que se traslada) se verán afectadas por un factor 1 − , y que por lo tanto la relación entre las coordenadas de los dos sistemas será: Notación usada por Lorentz Notación actual 𝑥 = 𝑥 1 − 𝑝 𝑉 𝑥 = 𝛾(𝑥 − 𝑣𝑡) 𝑦 = 𝑦 𝑧 = 𝑧 𝑡 = 𝑡 𝑥′ = 𝑥 − 𝑣𝑡 Las transformaciones de las coordenadas eran tan solo para términos de primer orden, pues en todo su tratado desprecia, al considerarlos muy pequeños, los de segundo orden. Cabe también destacar que es la primera vez en la que estas transformaciones de coordenadas son presentadas como consecuencia de un fenómeno físico, como es el caso de la contracción espacial, sirviéndose de ellas para resolver la ecuación correspondiente. 20 Asegura además que la carga de los iones debe de permanecer invariante, o sea, que la carga deberá de ser la misma para ambos sistemas. Así, Lorentz define 𝜌′, la densidad de carga en el nuevo sistema de referencia, como 𝜌 1 − . Proponiendo estos cambios, obtiene que: + + = 𝜌′ (9) Para que esta ecuación se cumpla y se mantenga invariante: 𝜔 = 𝜔 1 − Anteriormente, demostró que los campos en el segundo sistema debían de cumplir que: 𝐸 = 4𝜋𝑉 , cumpliéndose la misma ecuación para las demás componentes. De esta forma, obtiene las que son las primeras transformaciones del campo eléctrico: 𝐸 = 𝐸 𝐸 = 𝛾𝐸 𝐸 = 𝛾𝐸 (10) La manera en la que Lorentz obtiene estas transformaciones del campo eléctrico y de las coordenadas es bastante ingeniosa. Utilizando las ecuaciones básicas de la teoría del electromagnetismo, llega a una expresión que da como resultado la densidad de carga. Propone que la carga es una magnitud que debe de permanecer invariante sea cual sea el observador por lo que la ecuación que llega hasta ella también debe de ser invariante. El mismo autor ya aventuró hacía tres años que se producía una contracción espacial de un factor 1 − como resultado de que las fuerzas entre los iones cambian al tener un movimiento relativo frente al éter. En este trabajo, logra explicar esta contracción de manera cuantitativa gracias a las transformaciones de los campos. A pesar de los avances realizados en su trabajo, todas las suposiciones que hizo Lorentz son bastante inconsistentes con la teoría de la relatividad. Lorentz defendía la existencia de un tiempo y espacio absolutos, los cuales correspondían al sistema de referencia en reposo con respecto al éter. Además, para este autor la contracción de longitudes no es una consecuencia del cambio de coordenadas entre dos sistemas de 21 referencia, sino de la velocidad relativa entre las moléculas y el propio éter, el cual siempre estaría en reposo absoluto. Lorentz, en contraposición con la dilatación temporal, considera que la contracción de la longitud y de los campos es una realidad tangible que puede demostrarse en el experimento de Michelson-Morley, pues dicha hipótesis surgió para dar explicación a los resultados obtenidos en dicho ensayo. La principal diferencia entre las transformaciones de 1892 y de 1895 es que las primeras solo jugaban el papel de unas variables para resolver un determinado problema matemático, sin adquirir ningún significado físico. Sin embargo, en 1895, estas surgen como consecuencia de una hipótesis física, la invariancia de la carga. En otra parte del libro, que trata sobre el movimiento oscilatorio de los iones, introduce nueva variable para agilizar el cálculo matemático. En esta ocasión es de naturaleza temporal y viene descrita por: 𝑡 = 𝑡 − (11) Según escribe: “Esta nueva variable se puede considerar como un tiempo, contando desde un instante que dependa de la localización del punto. Podemos así llamar esta variable como tiempo local de este punto, en contraste al tiempo general t”. Esta vez Lorentz sí le da un significado físico a este tiempo “local”, sin embargo, no un significado relativista. Primero porque no deja deser una función cuya definición depende del tiempo “general” t y segundo porque como podemos leer, siempre habrá un único tiempo “real”, que será ese tiempo universal. Para él, el tiempo pasa igual en todos los sistemas de referencia. Lorentz se sirve de esta nueva variable para explicar algunos fenómenos ópticos. En el artículo escribe: “Si el estado de un sistema de un cierto número de cuerpos es conocido y está definido por unas ecuaciones que son funciones de x,y,z y t; entonces existe un estado definido por otras funciones que son exactamente las mismas ecuaciones para x,y,z y t’ “(Lorentz, 1895). Es decir, con esta nueva variable temporal es capaz de mantener invariantes expresiones independientemente del observador. 22 3.1.6 Lorentz, 1899 En un breve artículo publicado por Lorentz en 1899, titulado “Teoría simplificada de los fenómenos eléctricos y ópticos de sistemas en movimiento”, se resume toda la teoría electromagnética de Lorentz para los cuerpos en movimiento. (Lorentz, 1899) El propio autor al inicio del artículo indica: “En el transcurso de mi investigación algunos artificios sirvieron para acortar el tratamiento matemático. Ahora mostraré que la teoría fundamental se puede simplificar aún más si las ecuaciones se transforman inmediatamente de una manera apropiada.” Tras ello, Lorentz define el próximo cambio de variables (12): Notación usada por Lorentz Notación actual 𝑥 = 𝑉 𝑉 − 𝑝 (𝑥 − 𝑣𝑡) 𝑥 = 𝛾(𝑥 − 𝑣𝑡) 𝑡 = 𝑡 − 𝑝 𝑉 − 𝑝 (𝑥 − 𝑣𝑡) 𝑡 = 𝛾 (𝑡 − 𝑥𝑣 𝑐 ) 𝑦 = 𝑦 𝑧 = 𝑧 La nueva variable temporal, indica, es el tiempo contado desde un instante que no es el mismo para todos los puntos del espacio, pues depende de la posición del observador. A este tiempo lo llamó “tiempo local”, frente al “tiempo universal”. Demuestra que, con estas nuevas variables, las ecuaciones del electromagnetismo permanecen invariantes ante cualquier movimiento relativo uniforme. Lorentz no logró concebir el tiempo como algo propiamente relativo y nunca consideró que esta magnitud pudiera ser intrínsecamente relativa. Para él, solo existía un tiempo verdadero y el tiempo local se consideraba simplemente como una función matemática dependiente de la posición del observador y del propio tiempo universal. Como se explicará más adelante en este trabajo, antes de la publicación de la teoría de la relatividad en 1905 por Einstein, Lorentz no hipotetizó la dilatación temporal. 23 Suponiendo que la traslación solo se realiza en el eje x, Lorentz introduce unos nuevos vectores, que representan las transformaciones de los campos (13): (escritas en la notación y sistema de unidades actual) 𝐸 = 𝐸 𝐸 = 𝛾(𝐸 − 𝑣𝐵 ) 𝐸 = 𝛾(𝐸 − 𝑣𝐵 ) 𝐵 = 𝛾 𝐵 𝐵 = 𝛾 (𝐵 + 𝑣 𝑐 𝐸 ) 𝐵 = 𝛾 (𝐵 − 𝑣 𝑐 𝐸 ) Estas nuevas variables se parecen bastante a las definitivas, diferenciándose tan solo en un factor de escala en las transformaciones del campo magnético y de un signo erróneo en 𝐸 . En esta primera parte del artículo, Lorentz solo tiene en cuenta los efectos de primer orden. Señalar que la transformación correspondiente al campo eléctrico en el eje z, Lorentz también erró en el símbolo. Ya en la parte final del artículo, Lorentz escribe: “Hasta ahora las cantidades del orden han sido despreciadas. Pero como bien sabemos, estas deben de tomarse en cuenta para discutir el experimento de Michelson…”. De esta manera, con el fin de explicar el experimento en cuestión, Lorentz tuvo en cuenta las cantidades de segundo orden, que según el autor son debidas al movimiento de vibración de las moléculas. Así, en caso de que los iones se encuentren en estado de reposo, podemos obviar estos efectos. Teniendo en cuenta las cantidades de segundo orden, se obtienen las siguientes transformaciones (14): Notación usada por Lorentz Notación actual 𝜀𝑥 = 𝑘𝒙 𝜀𝑥 = 𝛾(𝑥 − 𝑣𝑡) 𝜀𝑡 = 1 𝑘 (𝑡 − 𝑝 𝑉 − 𝑝 𝒙) 𝜀𝑡 = 𝛾(𝑡 − 𝑥𝑣 𝑐 ) 𝜀𝑦 = 𝑦 𝜀𝑧 = 𝑧 𝒙 = 𝑥 − 𝑣𝑡 Introduciendo además unas nuevas transformaciones de los campos (15): 1 𝜀 𝐸 = 𝐸 1 𝜀 𝐸 = 𝛾(𝐸 − 𝑣𝐵 ) 1 𝜀 𝐸 = 𝛾(𝐸 − 𝑣𝐵 ) 24 1 𝜀 𝐵 = 𝛾𝐵 1 𝜀 𝐵 = 𝛾(𝐵 + 𝑣 𝑐 𝐸 ) 1 𝜀 𝐵 = 𝛾(𝐵 − 𝑣 𝑐 𝐸 ) En el artículo se remarca que: “Estas transformaciones son las que precisamente se requieren para dar explicación al experimento de Michelson-Morley. En esta explicación el factor (𝜀) quedaría indeterminado. Sin embargo, para las transformaciones reales producidas por una traslación determinada, este factor debe de quedar determinado. Aun así, no encuentro sentido a determinarlo aquí”. Suponiendo que dicho factor es igual a la unidad y cambiando el símbolo en la transformación del campo eléctrico en el eje z, tendremos que estas transformaciones son las definitivas, tanto de los campos como de las coordenadas. Fue la primera vez, al unísono con Larmor, que Lorentz obtiene las transformaciones completas. Cabe señalar que para Lorentz todas las transformaciones espaciales propuestas eran consecuencia de fenómenos electromagnéticos. Por ejemplo, cuando Lorentz obtuvo las transformaciones de los campos, se sirvió de estas para poder explicar la contracción temporal, según la cual es consecuencia del cambio de las fuerzas electromagnéticas entre los iones. Es decir, Lorentz no tenía una visión relativista de las transformaciones. 3.1.7 Larmor Joseph Larmor fue un físico irlandés. Gran parte de su trabajo se enfocó en el estudio de la dinámica y naturaleza del electrón. Para él, el éter era una especie de líquido homogéneo, incompresible y totalmente elástico. Su teoría de este medio respecto a la de Lorentz tenía una gran diferencia: mientras que este último estableció una dualidad entre el electrón y el éter, Larmor sostenía que los electrones no eran más que una singularidad de este medio, pareciéndose así a lo propuesto por Maxwell: la carga es una propiedad intrínseca del éter. Además, Larmor, de una manera parecida a Maxwell, concebía al campo eléctrico como una contracción en el éter, mientras que el campo magnético se manifestaba como un vector rotacional que estaba asociado con este medio. Entre algunas de las aportaciones de Larmor al electromagnetismo y a la física, cabe destacar la expresión para la energía radiada por un electrón acelerado o el hecho de 25 postular la existencia de un “electrón positivo”, descubriéndose años más tarde la existencia del protón. El trabajo más importante en la carrera científica de Larmor fue el libro titulado “Aether and matter”, que fue completado en 1898 y publicado en 1900. (Larmor, 1900) Desde el punto de vista físico esta obra es de gran importancia, ya que implicó un gran desarrollo en la física del electrón. En la parte que nos atañe, este libro también tiene un gran valor relativista pues en él aparecen, por primera vez, las transformaciones de Lorentz completas. Ya en un artículo publicado en 1897, derivó unas transformaciones que eran casi idénticas a las finales (Larmor, 1897). En ambas publicaciones, tanto en la de 1897 como en la de 1900, el autor tenía constancia del libro publicado por Lorentz en 1895, en el que como se ha visto se desarrollan unas transformaciones, aunque no las definitivas, para los campos y las coordenadas. Sin embargo, desconocía el artículo de 1899, ya que esta publicación fue posterior a la finalización por parte de Larmor de su libro, por lo que se puede afirmar que Lorentz y Larmor obtuvieron los mismos resultados de forma paralela. En una de las secciones del libro de 1900, Larmor estudia el problema de los cuerpos en movimiento. En una primera parte en la que solo tiene en cuenta los efectos hasta primer orden, empezódescribiendo el problema a tratar: el movimiento relativo de los electrones cuando estos se encuentran en un material que tiene una cierta velocidad respecto del éter. Con el fin de resolver el problema para un electrón con una cierta velocidad respecto del éter, Larmor realiza unas transformaciones de Galileo, introduciéndolas en la tercera ecuación de Maxwell, desde donde inicia su desarrollo. Demuestra que, para las siguientes variables, la tercera ecuación de Maxwell permanece constante (16): Notación usada por Larmor Notación actual 𝑥 = 𝜀 (𝑥 − 𝑣𝑡) 𝑥 = 𝛾(𝑥 − 𝑣𝑡) 𝑡 = 𝑡 − 𝑣 𝑐 (𝑥 − 𝑣𝑡) 𝑡 = 𝑡 − (𝑥 − 𝑣𝑡)𝑣 𝑐 26 𝑦 = 𝑦 𝑧 = 𝑧 En el siguiente capítulo, en el que tienen en cuenta las aproximaciones de segundo orden, procede de la misma manera que lo hizo anteriormente, solo que ahora propone los siguientes cambios de variable (17): Notación usada por Larmor Notación actual 𝑥 = 𝜀 𝒙 𝑥 = 𝛾(𝑥 − 𝑣𝑡) 𝑡 = 𝜀 𝑡′ − 𝑣 𝑐 𝜀 𝒙 𝑡 = 𝛾(𝑡 − 𝑥𝑣 𝑐 ) 𝑦 = 𝑦 𝑧 = 𝑧 𝒙 = 𝑥 − 𝑣𝑡 Esta fue la primera vez en la historia en la que se escriben las transformaciones de Lorentz de una forma completa. Como consecuencia física de estas transformaciones, se produce una contracción del espacio en un factor ε en la dirección paralela a la traslación lo que, a su vez, provoca una transformación específica en los campos de un sistema que se mueve con una velocidad relativa uniforme. Larmor propone unas transformaciones para los campos, que también resultan ser las definitivas. La manera en la que proceden tanto Lorentz como Larmor es bastante parecida. Parten de alguna de las ecuaciones fundamentales del electromagnetismo, la someten a una transformación de coordenadas galileana y, con el objetivo de que tenga la misma forma que para un observador que se encuentre en reposo, introducen unas nuevas variables, que se corresponden con las transformaciones. Estas nuevas variables le sirvieron para explicar el experimento de Michelson- Morley. Además, también indicó que como consecuencia de la nueva variable temporal: “Los electrones describen su órbita en un tiempo más corto para el sistema en reposo respecto del éter en un ratio de 1/ 𝜀.” Es una hipótesis interesante, pues de ella se podría deducir que Larmor consideraba que el tiempo pasaba de forma diferente dependiendo del sistema de referencia. A pesar de esta afirmación, en el resto del trabajo siempre 27 considera que hay un único tiempo verdadero y absoluto, que es aquel del sistema de referencia del éter. Aunque fue el primero en obtener completamente las transformaciones de coordenadas y de los campos, su papel en la construcción de la teoría de la relatividad no fue tan destacado como el de Lorentz. Si bien su contribución fue significativa, sus aportaciones al área relativista, no fueron más allá del contenido presentado en su libro. El trabajo de Larmor, aunque no tan conocido como el de otros, sentó la base de la teoría electromagnética británica a principios del siglo XX. 3.1.8 Conclusiones al terminar el siglo XIX Desde que, a mediados del siglo XIX, Maxwell publicase sus ecuaciones, la comunidad científica se volcó en la interpretación y compresión de la naturaleza desde un punto de vista electromagnético. Aunque como se ha podido comprobar existían grandes diferencias entre las distintas teorías electromagnéticas, todos los científicos de la época coincidían en algo: la creencia de un medio que todo lo abarcaba, el éter. Cada científico tenía su propia concepción acerca de la naturaleza de este medio, la cual variaba en función de las explicaciones que formulaba para las distintas hipótesis que planteaba. También se sumaron las publicaciones en las que, para intentar abreviar el tedioso cálculo matemático que requería aplicar las ecuaciones del electromagnetismo a sistemas en movimiento o bien para mantener dichas ecuaciones constantes ante una traslación, se proponían una serie de nuevas variables. Estas, además, conseguían explicar ciertos fenómenos físicos, como el caso del tan nombrado experimento de Michelson-Morley. Aun así, todas las transformaciones que hemos estudiado hasta ahora no tienen el verdadero significado de una transformación; pudiéndose considerar como únicamente un cambio de variables. De momento, todos los autores estudiados y sus respectivas variables propuestas carecen de un significado relativista. Además, en todas ellas siempre 28 ha existido un sistema de referencia privilegiado, que es el que se corresponde con el sistema del éter, respecto del cual el tiempo es el “absoluto” y “verdadero”. Prueba de todo ello es que, todos los autores estudiados hasta el momento, para obtener las transformaciones de las coordenadas, en su desarrollo matemático siempre partían de las transformaciones de Galileo. 3.2 Siglo XX 3.2.1 Introducción al siglo XX La mayoría de los avances que se produjeron en el campo de la relatividad antes de la llegada del siglo XX han sido ya expuestos. En cierta manera, una parte importante de la teoría de la relatividad, que se corresponde con las transformaciones de Lorentz, ya había sido desarrollada y aplicada. Se habían construido, aunque sin saberlo, las bases de lo que serían las matemáticas de la relatividad. A pesar del desarrollo que hubo, hay que discernir entre el avance matemático y el desarrollo físico. Efectivamente los distintos autores sí que llegaron a las transformaciones completas, pero en ningún momento utilizaron, ya no argumentos relativistas, sino tan siquiera físicos como base, para su introducción. Lorentz y FitzGerald propusieron una contracción de las longitudes, pero esta no tenía ninguna explicación relativista, sino más bien electromecánica, pues era debida a un cambio de las fuerzas electromagnéticas de los iones que se movían con una determinada velocidad respecto del éter. A pesar de todo ello, los principales problemas electromagnéticos hasta la fecha parecían haberse resuelto. Se consiguió, a través de una misma teoría, dar explicación a los experimentos de Michelson-Morley, el experimento de Fizeau y la aberración estelar. En la recta final de la teoría de la relatividad, que coincide con los primeros años del siglo XX, hablaremos sobre los que sin duda fueron tres de los mayores artífices de dicha teoría: Lorentz, del que comentaremos un último artículo suyo de 1904 y dos nuevas figuras, Poincaré y Einstein. Con la publicación de este último de su artículo “Sobre la 29 electrodinámica de los cuerpos en movimiento” (Einstein, 1905), se pondrá fin a más de medio siglo de hipótesis y especulaciones. 3.2.2 Lorentz, 1904 El artículo titulado “Fenómenos electromagnéticos en un sistema en movimiento con cualquier velocidad menor que la de luz” fue la última publicación de Lorentz antes de que un año más tarde Einstein publicara su artículo sobre la relatividad especial. En él se vuelven a obtener las transformaciones completas, deduciendo el valor del coeficiente hasta ahora indeterminado que las acompañaba. En este artículo (Lorentz, 1904), a diferencia de los escritos anteriormente por el mismo autor, se observa una visión más relativista, probablemente muy influido por los distintos trabajos de Poincaré en los mismos años. De hecho, al inicio del artículo, escribe: “Poincaré ha objetado la teoría existente acerca de los fenómenos eléctricos y ópticos en los cuerpos en movimiento en los que, para explicar el resultado negativo de Michelson, se ha requerido la introducción de una nueva hipótesis, y que la misma necesidad puede ocurrir cada vez que se presenten nuevos hechos. Seguramente, inventar hipótesis especiales para cada nuevo resultado experimental es algo artificial. Sería mássatisfactorio si fuera posible mostrar, por medio de ciertas suposiciones fundamentales, y sin descuidar términos de un orden de magnitud u otro, que muchas acciones electromagnéticas sean independientes del movimiento del sistema”. En el artículo se nota un lenguaje mucho más maduro y robusto, con pocas hipótesis en comparación con otros trabajos suyos. El objetivo fundamental del autor es el de deducir las transformaciones de coordenadas y de los campos, para lo que vuelve a partir de las ecuaciones fundamentales del electromagnetismo. Procede de una forma parecida a como lo hizo en ocasiones anteriores: En un primer momento escribe las ecuaciones para un sistema en reposo respecto del éter; tras ello realiza una transformación de coordenadas de Galileo, introduciendo estas nuevas coordenadas en la ecuación original y realizando unas transformaciones para mantener invariante la ecuación. En esta ocasión se proponen exactamente las mismas transformaciones de 30 coordenadas que las del año 1899. Todas ellas contienen un factor indeterminado, que lo determinó a posteriori. Vuelve a referirse a la nueva variable temporal como tiempo local, que para Lorentz es como una especie de tiempo retardado. Nunca llegó a tener una visión relativista del tiempo. Pensaba que cada punto del espacio, dependiendo de la posición y velocidad, tenía un valor propio del tiempo pero que, realmente, el tiempo pasaba de igual manera para todos los observadores del espacio. En el artículo, en el que trabaja con los potenciales electromagnéticos, se vuelven a formular las transformaciones de los campos, llegando también a los mismos resultados que en 1899, solo que esta vez el signo en el campo eléctrico en el eje z es correcto. Con respecto a la constante indeterminada de las transformaciones, finalmente acaba demostrando que es igual a la unidad, pues según el autor, esta debe de cumplir que: = 0 𝑙 = 𝑐𝑡𝑒 (18) Lorentz sin embargo erró en las ecuaciones de la adición de las velocidades, ya que propuso que: 𝑣 = 𝛾 𝑢 𝑢 = 𝛾 𝑢 𝑢 = 𝛾 𝑢 (19) A continuación, plantea que las fuerzas entre las partículas sin carga, así como las que existen entre estas y los electrones, también se verían afectadas por una traslación, de manera similar a las fuerzas eléctricas presentes en un sistema electromagnético. Esta última hipótesis supone una extensión del teorema de los estados correspondientes. Lorentz, aun así, nunca llegó a postular de una forma inequívoca el principio de la relatividad, como sí lo harían los dos próximos autores. Podemos considerar a la vista de lo expuesto que, antes de que se publicara el artículo de Einstein de 1905, Lorentz no fue capaz de obtener los principios fundamentales de la teoría de la relatividad especial. Aunque consiguió obtener las trasformaciones completas, no supo interpretarlas de una manera relativista. Como remarqué, para él siempre hubo un espacio y tiempo absoluto: aquel del sistema de referencia del éter. 31 Este artículo marca el fin de la destacada contribución de Lorentz al campo de la relatividad antes de 1905, siendo uno de los científicos que más aportó al desarrollo y construcción de esta teoría. En el transcurso de este trabajo hemos sido partícipes de como Lorentz, en su intento por explicar ciertos fenómenos teóricos y experimentales, dedujo unas transformaciones que hoy llevan su nombre. Sin embargo, tras haber indagado en su obra, da la sensación de que en todo momento se encuentra un paso por atrás de la propia teoría que él iba construyendo. Todo el desarrollo matemático que formuló lo hizo no con el objetivo de construir una nueva cinemática o teoría física, sino de intentar dar soluciones razonables a los distintos problemas a los que se enfrentaba la física de finales del siglo XIX. 3.2.3 Poincaré Junto con Lorentz y Einstein, es uno de los personajes clave en la construcción de la teoría de la relatividad. Henri Poincaré es todo un polímata; sus trabajos van desde las matemáticas, pasando por la física, hasta la filosofía. En muchas de sus lecturas estas tres disciplinas se entrelazan, dificultando el entendimiento de este autor. Poicaré defendía la “física de los principios”, según la cual todas las teorías e hipótesis que se hicieran en el campo de la física tienen que cumplir una serie de principios básicos, los cuales son inquebrantables. Para Poincaré algunos de estos principios básicos eran: Principio de acción y reacción: para cada acción hay una reacción igual y en sentido opuesto. Tercera ley de Newton. Principio de la mínima acción: la evolución temporal de todo sistema físico debe de ser tal que una cantidad denominada acción debe de permanecer siempre lo mínima posible. Principio de la conservación de la carga: la carga se conservará para todos los fenómenos posibles. 32 Principio de la relatividad: todas las leyes físicas deben de ser iguales para observadores con una velocidad relativa constante. El último de los principios corresponde a uno de los dos postulados de la teoría de la relatividad especial. A diferencia de Lorentz, que nunca llegó a adoptar el principio de la relatividad como tal, para Poincaré sí que era algo básico, un principio irrefutable. Aunque Lorentz en 1895 publica su “teorema de los estados correspondientes” (Lorentz, 1895), este solamente proponía que las ecuaciones electrodinámicas para un observador con un movimiento respecto del éter son iguales para términos del orden v/c. En 1904 Lorentz tan solo hizo una breve hipótesis en la que decía que todas las fuerzas, y no solo las electromagnéticas, podían cambiar con la traslación (Lorentz, 1904). La visión de Poincaré era mucho más extensa y universal, al menos en términos de la teoría de la relatividad, que la de Lorentz. Si el primero de los postulados en la teoría de la relatividad especial era el principio de la relatividad, el segundo postulado, el que tomaba como constante la velocidad de la luz para cualquier observador, también fue abordado por Poincaré. En 1898, en unos de sus artículos titulado “La medida del tiempo” (Poincaré, 1898), Poincaré resaltó que los astrónomos, para determinar la velocidad de la luz, simplemente asumían que tenía una velocidad constante, y que esta era la misma para todas las direcciones, dando igual cual era el movimiento del objeto emisor de la luz. Si no se realiza esa consideración, remarca, había que considerar las distintas velocidades de la luz para cada dirección, lo que complicaría las leyes del movimiento y las observaciones estelares. Seis años más tarde, en 1904, escribió: “De todos estos resultados, de ser confirmados, impondrían una mecánica completamente nueva que se caracterizaría por el hecho de que no podría existir una velocidad mayor que la de la luz. Para un observador que estuviera en un movimiento relativo constante, ninguna velocidad aparente podría superar la velocidad de la luz, y esto sería una contradicción, a menos que se recuerde el hecho de que un observador no usa el mismo tipo de reloj que el observador que está en un estado estacionario, sino que da la “hora local”. Quizás deberíamos de construir una nueva mecánica en la que la velocidad de la luz se convirtiera en un límite infranqueable.” (Poincaré, 1904) 33 Poincaré fue, además, bastante escéptico con la idea del éter. En su libro “Ciencia e hipótesis” escribió: “Si el éter existe o no nos importa bien poco, dejémoselo a los metafísicos; lo que es esencial para nosotros es que todo sucede como si existiese, y que esta hipótesis (la del éter) resulta adecuada para la explicación de ciertos fenómenos. Al fin y al cabo, ¿tenemos alguna razón para creer en la existencia de objetos materiales? Estos no dejan de ser tan solo una hipótesis conveniente; solo que nuncadejará de serlo, mientras que algún día, sin duda, el éter será desechado como inútil”. (Poincaré, 1892) Para Poincaré, si el éter existía, debía de ser una realidad elusiva. Parte del escepticismo de la física a finales del siglo XIX fue provocado por la gran cantidad de hipótesis, algunas de ellas contradictorias, que rodeaban la naturaleza del éter. Sin embargo, nunca llegó a abandonar la creencia en este medio por completo, tal y como podemos comprobar cuando, en 1900, escribió: “¿Existe realmente el éter? En realidad, nosotros entendemos nuestra creencia en el éter. Si la luz tarda varios años en llegarnos desde una estrella, si la luz no está ni en la estrella ni en la Tierra, debe de estar en algún sitio, y apoyada, por decirlo de alguna manera, por un medio material”. (Poincaré, 1900a) Aun así, al contrario que la gran mayoría de sus contemporáneos, el éter nunca se convirtió en un pilar fundamental en su teoría. Prueba de ello es que Poincaré especificaba que el principio de la relatividad solo se debía de aplicar a la materia únicamente, y no al éter. Las leyes de la naturaleza no pueden depender de una velocidad absoluta. Poincaré era un científico reconocido en la época, que dio solución a diferentes ecuaciones diferenciales en la rama de la física que criticaba y analizaba las distintas teorías físicas de la época y que también comentaba y explicaba los nuevos experimentos que se realizaron por los últimos años del siglo XIX, como es el caso del descubrimiento de los rayos X por Röntgen o el descubrimiento de la radiactividad por parte de Becquerel. Al contrario que la gran mayoría de la escuela francesa, la cual fue bastante reacia a la incorporación de nuevas teorías físicas (especialmente si provenían de la vecina Inglaterra), Poincaré desde un primer momento se afanó en el entendimiento y explicación de las distintas teorías físicas, casi todas ellas de naturaleza electromagnética, que aparecieron en el momento. No se centró en ninguna de las diversas teorías existentes, sino que las revisó todas, tal y como indica en su introducción a las clases de óptica matemática: “Las teorías propuestas para explicar los fenómenos ópticos por las 34 vibraciones de un medio elástico son numerosas e igualmente posibles. Sin embargo, sería peligroso atenerse solo a una; así uno quedaría ciego, y por lo tanto no entendería la generalidad de la teoría” (Poincaré, 1890b). Todas las críticas a las distintas teorías por parte de Poincaré tenían algo en común: su preocupación por el cumplimiento de los principios básicos de la física. A todas las grandes teorías de la época, entre las que se incluyen las de Maxwell, Larmor, Hertz, Helmholtz o Lorentz, les hace una crítica e identifica una serie de errores. De entre todas las teorías nombradas anteriormente, la de Lorentz sería, según el propio Poincaré, la que más se acercaría a la realidad y la que menos contradicciones y fallos tenía. Aun así, encontró la supuesta violación de dos principios básicos en su teoría. Una de las ecuaciones básicas en la teoría de Lorentz sería la densidad de fuerza de Lorentz: 𝑓 = 𝜌(𝐸 + × 𝐻) (20) En la que las ecuaciones de los campos derivaban en una fuerza total: ∫ 𝑓 𝑑𝜏 = − ∫ 𝐸 × 𝐻 𝑑𝜏 (21) Incumpliéndose de esta forma el principio de acción y reacción. Lorentz ya supo de este incumplimiento, haciéndolo saber en el propio artículo de 1905, cuando escribiría: “Hasta donde soy capaz de entender, nada nos fuerza a elevar el principio de acción- reacción al nivel de una fuerza fundamental con una validez ilimitada” (Lorentz, 1905). Lorentz abrió la puerta a que era posible un incumplimiento de este principio, pero Poincaré no lo abandonaría, de hecho, puso una serie de ejemplos electromagnéticos en los que denunciaba que siempre tendría que tener completa validez. El otro principio que violaba la teoría de Lorentz sería el principio de la relatividad. Para Poincaré, el principio de la relatividad se debe de aplicar tan solo a la materia. Tal y como defendía: “Considero muy probable que los fenómenos ópticos solo dependan del movimiento relativo de los objetos presentes (el emisor de luz y el aparato óptico) y no solo para un primer o segundo orden, sino exactamente” (Poincaré, 1890b). Solo el movimiento relativo entre los distintos objetos materiales, pero nunca respecto de ningún éter. Además, Lorentz tomaría siempre como observador privilegiado a aquel que se encontraba en reposo con respecto del éter, algo que también criticó. 35 Para Poincaré la imposibilidad de detectar ninguna velocidad del éter con respecto de la Tierra y el hecho del cumplimiento del principio de acción-reacción respecto del éter debía de estar de alguna forma conectados, estableciendo así una conexión entre el principio de la relatividad y el de acción- reacción. Aunque llegó a decir que la teoría de Lorentz era la más correcta y la que mejor se adecuaba a la realidad, él mismo sabía que no podía ser la definitiva. Había ciertas hipótesis en su teoría cuya certeza no se sabía, y además no respetaba la tercera ley de Newton. En esta lucha por demostrar que todas las teorías, sin importar su naturaleza, deben cumplir el principio de reacción, Poincaré se encontró aislado y sin apoyo. El mismo Lorentz, como se comentó anteriormente, junto con una gran cantidad de científicos más, entre los que cabe nombrar a Larmor, restaron importancia al incumplimiento de la tercera ley de Newton. Los desarrollos matemáticos de ambos personajes, Poincaré y Lorentz, eran muy distintos. El primero tenía una serie de principios básicos sobre los cuales construía su desarrollo, mientras que el otro formulaba continuamente hipótesis, algunas sin respaldo experimental. Es una de las cosas que más le achacó a Lorentz: no se podía realizar una serie de hipótesis cada vez que algo no cuadraba en la teoría. Poincaré repitió los cálculos que habían llevado a Lorentz a la ecuación (21). Si no existe ningún otro tipo de fuerza más allá que la electromagnética actuando sobre la materia, esta fuerza electromagnética debe de ser igual a la variación de momento en la materia. La ecuación de conservación queda: ζ v 𝑑𝜏 + 1 𝑐 𝐸 × 𝐻 𝑑𝜏 = 𝐶 Donde v es la velocidad de la materia y ζ es su densidad. C es una constante. Otro concepto bastante importante al que prestarle atención es la interpretación del tiempo local dada por Poincaré. En 1898, en su artículo “La medida del tiempo”, escribió: “Nosotros no tenemos una intuición directa de la simultaneidad, es una ilusión. La simultaneidad de dos eventos, el orden de su sucesión o la igualdad de sus duraciones debe definirse de modo que la enunciación de las leyes naturales sea lo más simple posible. En otras palabras, todas estas reglas, todas estas definiciones son sólo el fruto de un oportunismo inconsciente” (Poincaré, 1898). 36 En “La medida del tiempo”, reflexiona acerca de las diversas formas en que medimos el tiempo y concebimos la simultaneidad y la duración. Aunque este capítulo no aborda específicamente el concepto de tiempo local, es notable la atención que Poincaré dedicó a estas ideas fundamentales como son la medida del tiempo y la simultaneidad. En 1904, llegó a decir que el tiempo local fue la idea más ingeniosa de Lorentz. En 1900, Poincaré hizo una reinterpretación, basada en señales luminosas, del tiempo local: “Supongo dos observadores que se encuentran en distintos puntos y deciden sincronizar sus relojes por señales luminosas; los observadores intentan corregir sus señales con el tiempo de transmisión, pero ignoran su velocidad de traslación al considerar que ambas señales viajan a la misma velocidad en ambas direcciones. Se contentan con cruzar la observación, enviando una señal de A a B, y luego otra de B a A. El tiempo local t’ es el tiempo indicado por sus relojes
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