Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
1 Publié dans « Cuadernos de Desarrollo Rural » No. 46 2001. pp. 7-39. EL PACI FI CO COLOMBI ANO : DE “ REMANSO DE PAZ ” A ES CENARI O ESTRATEGI CO DEL CONFLI CTO ARMADO 1 . Las t ransform aciones de la región y a lgunas respues tas de sus poblaciones frente a la violencia . Carlos Efrén AGUDELO I nt roducción Hasta hace poco t iempo todavía se hablaba del Pacífico colombiano como un ejemplo de paz para el resto del país, tan convulsionado por la violencia. Esta región era considerada com o un verdadero “ laboratorio de convivencia pacífica ” 2. En efecto, lo que hoy conocemos como región del Pacífico colombiano, el andén const ituido fundam entalmente por bosques y selvas húm edas t ropicales, habitado mayoritar iamente por poblaciones negras y uno de los sit ios con m ayor biodiversidad del planeta que se ext iende desde la cordillera occidental colombiana hasta la costa sobre el océano Pacífico3, estaba práct icam ente ausente en los innum erables estudios sobre la violencia en Colom bia. En los t rabajos que se han ocupado de lo que podemos llamar “ la geografía de la guerra ” en Colombia, los mapas y estadíst icas que muest ran la expansión terr itor ial del conflicto armado y los índices de violencia dejan ver cómo toda la franja costera pacífica colombiana se encont raba hasta los años 1990 al margen de la dinám ica del conflicto arm ado y con niveles m ínim os de impacto de las múlt iples violencias que afectan la sociedad colombiana4. La marginalidad de la región con respecto al interior andino (cent ro del poder polít ico y económ ico) es una realidad const ruida histór icamente que lógicamente no ha estado exim ida de despojos, violencias, conflictos y tensiones pero que nunca adquir ieron las dim ensiones de la confrontación de ot ras regiones del país. Algunos pobladores de la región nos decían que el Pacífico colom biano ha estado tan olvidado por el resto del país que ni la violencia le había llegado y consideraban que esa era una de las únicas ventajas de la segregación de la región5. En los años 1980 y 1990 la región ha vivido importantes procesos de t ransform ación de su dinám ica social y económica. Se producen cam bios que com prom eten al Estado, las poblaciones negras e indígenas - sus pobladores ancest rales y m ayoritar ios - y a los demás actores que t ienen presencia en la región. Ahora el Pacífico es terr itor io de grupos 1 Ponencia para el coloquio internacional “ La société pr ise en otage. St ratégies individuelles et collect ives face à la violence - autour de cas colombien. ” Marsella, SHADYC-EHESS. Este t rabajo se produce en el m arco de la invest igación doctoral sobre ident idades y polít ica en poblaciones negras del Pacífico colom biano dir igido por M. C. GROS Universidad Paris I I I – I HEAL y el Proyecto “ Mobilité, ident ité et urbanisat ion des populat ions noires dans le Pacifique sud colom bien ” de CI DSE-UNI VALLE – I RD. 2 Este planteam iento es desarrollado part icularmente en los t rabajos sobre la región Pacífica y las poblaciones negras en Colombia de los ant ropólogos Jaime Arocha (1996) (1998) (1999) , Nina de Friedemann (1989) y Anne Marie Losonczy (1996) (1997) . Se citan sólo algunos de sus t rabajos sobre el tema. 3 El Pacífico colom biano ha tenido diferentes m odalidades de pertenencia a las instancias de división polít ica adm inist rat iva del país. Actualmente comprende la totalidad del departam ento de Chocó, y las partes bajas (ent re la cordillera occidental y la costa de los departamentos de Valle, Cauca y Nariño más dos municipios del departam ento de Ant ioquia. 4 Echandía (1998) , Cubides, Olaya, Ort iz (1998) , Reyes (2000) y para los índices de violencia en el Pacífico ver (Hoffmann, Pissoat , 1999) 5 Ent revista con pobladores de Guapi (1998) en el Pacífico, a propósito de la ausencia de comunicación terrest re ent re la mayoría de las poblaciones de la región y el inter ior del país. Solo hay t res vías de comunicación carreteable que unen Tum aco, Buenaventura y Quibdó con el inter ior. 2 étnicos6 y un área especial de protección debido a su gran biodiversidad (una de la más altas del mundo) y al t iempo la puerta de Colombia con el “ mar del siglo XXI ” , el océano Pacífico. La visión del Pacífico colombiano como región pobre y m arginada pero con una gran biodiversidad y con los índices más bajos de violencia en el país, hoy es cosa del pasado. En efecto, la extensión del conflicto armado a varias zonas de la región y su impacto más explícito, los desplazam ientos forzados de población, han incorporado el Pacífico de lleno en la cartografía de las violencias en Colombia. Nuest ro propósito es presentar una síntesis del proceso de const rucción histór ica y de las t ransformaciones de la región como contexto en el que se regist ra la ausencia inicial de los altos niveles de violencia comunes a ot ras áreas del país. Pasaremos luego a most rar los elementos que configuran la ent rada gradual de la región en la dinám ica del conflicto arm ado y sus im pactos en la población. Finalmente presentaremos algunos elementos de análisis sobre el t ipo de respuesta a las violencias que dan algunos sectores de la población acom pañados por ot ros actores sociales. Part icularm ente nos interesa m ost rar cómo la ident idad étnica y las reivindicaciones terr itor iales a ella asociada recientemente devienen una est rategía eficaz (aunque lim itada) de resistencia y sobrevivencia a la lógica cada vez más envolvente del conflicto armado. Una m irada a la h istor ia 7 Lo que aquí llamaremos el Pacífico, región Pacífica o Pacífico colombiano son Las t ierras bajas de selva t ropical húmeda que const ituyen el andén comprendido ent re la cordillera occidental colombiana ( ram ificación ext rema occidental de los Andes) y las costas sobre el océano Pacífico extendiéndose hacia Panam á y Ecuador. La región es una de las zonas más lluviosas y húmedas del planeta. At ravezada por numerosos ríos, algunos de ellos r icos en yacim ientos auriferos y de plat ino, el Pacífico, poblado inicialmente por algunas t r ibus indígenas fue sólo parcialmente ocupado por la colonización española que, at raida por sus r iquezas m inerales estableció un modelo de economía ext ract iva ausent ista debido a las difíciles condiciones de habitabilidad. La implementación de los enclaves m ineros con mano de obra esclava8 y algunos pocos cent ros urbanos explican hoy el poblam iento mayoritar io de poblaciones negras descendientes de los esclavos afr icanos implantados en la región desde el siglo XVI . La presencia indígena originaria devino m inoritar ia al lado de algunos pocos blancos y mest izos. Con la abolición de la esclavitud a mediados del siglo XI X se produjo un proceso de m igración de ant iguos esclavos del interior del país que incrementó aún más el poblam iento negro. De las m inas en el periodo colonial, en los siglos XI X y XX la pr ior idad en explotación de recursos pasó a otros productos com o la tagua, el caucho y la madera. La lógica del ext ract ivismo se mantuvo y la región se fue integrando aunque de manera marginal o perifér ica a la dinám ica de modernización del país. Las extensas áreas rurales habían sido cohabitadas por las poblaciones negras m ayoritar ias que ocupaban asentam ientos dispersos a lo largo de los numerosos ríos de la región y los indígenas localizados básicam ente en las cabeceras y partes altas. Los 6 La Const itución nacional de 1991 definió el carácter mult iétnico y plur icultural de la Nación, incluyendo como m inoría étnica a las “ com unidades negras ” y legit im ando el reconocim iento que ya exist ía de las poblaciones indígenas. Las poblaciones negras representan el 90% del total de los habitantes de la región. El 10% restante corresponde a laspoblaciones indígenas y blancos-mest izas, 5.8% y 4.2% respect ivamente según información del departamento de Planeación nacional, en Rueda (1993) . 7 La bibliografía sobre la histor ia del poblam iento del Pacífico es extensa. Para una visión sitem át ica sobre terr itor io, poblam iento y sociedades en el Pacífico colombiano se pueden consultar ent re ot ros, los t rabajos de Alm ario (1996) , Aprile-Gniset (1993) , Hoffm ann (1999) , Losonczy (1992) , Olinto (1993) , Rom ero (1995) , Villa (1994) , West (1957) , Whit ten, Fr iedemann (1974) , Zuluaga (1994) . 8 Aunque inicialmente los españoles intentaron la ut ilizacion de los indígenas para el t rabajo en las m inas, rapidam ente se vieron en la necesidad de llevar esclavos de or igen afr icano para poder explotar de m anera m ás eficaz los yacim ientos de oro. 3 asentam ientos de estas poblaciones se adaptan a las condiciones product ivas de la región lo que implica una alta movilidad para art icular las act ividades de pesca, agricultura y m inería de acuerdo a la época del año y a las condiciones climát icas de las áreas de habitat . De acuerdo a estudios etnográficos (en la zona norte de la región) , la dinám ica de ocupación del terr itor io de parte de las poblaciones negras e indígenas dio lugar a un sistem a de const rucción cultural y de convivencia interétnica fluído que, aunque no excento de tensiones y conflictos, tuvo un carácter no violento canalizado por diversos mecanismos de intercambio simbólico y social9. Este proceso de ocupación del terr itor io se desarrolla ante la casi indiferencia y una presencia precaria del Estado cent ral. La desidia estatal frente a las zonas perifér icas t iene además en el caso del Pacífico (caracter izado com o una región « negra ») , una connotación de segregación socio- racial. Dicha discrim inación corresponde al modelo de Estado que se const ruyó desde los inicios de la República (principios del siglo XI X) , heredando de la adm inist ración colonial los prejuicios raciales que subsist ieron aun después de la abolición total de la esclavitud y que se alimentó también de las teorias racistas que surgieron durante el siglo XI X en Europa (Wade, 1997) . Cambios en la forma de poblam iento se producen con mayor intensidad hacia los años 1950 cuando buena parte de las poblaciones negras se concent ran en poblados pequeños. En los pocos cent ros urbanos se encuent ran las poblaciones blancas y mest izas ( fundamentalmente comerciantes y empresarios pequeños de la m ineria o la madera, adm inist radores de grandes compañías m ineras o m adereras) aunque tam bién allí term ina siendo mayoritar ia la población negra. La búsqueda de oportunidades laborales, de educación y de mejor acceso a servicios de salud at rae una parte importante de la poblacion rural hacia los polos urbanos de la región (Buenaventura, Quibdó, Tumaco y Guapi) . Este proceso de movilidad expresa ya cierto agotam iento de las formas t radicionales de producción y poblam iento (Villa, 1998) . Terr itor io de débil densidad de población, la presión por la propiedad de la t ierra y los procesos de acumulación capitalista ligados a ella que acompañaron casi siempre los conflictos armados en Colombia desde el siglo XI X y la primera m itad del siglo XX (Fals Borda, 1982) , (Le Grand, 1988) , no tuvo las m ismas expresiones en el Pacífico. La región fue escenario episódico de pocas batallas durante la gesta independent ista y las guerras civiles del siglo XI X. Aunque el conjunto de la población estaba adscrita a los part idos polít icos liberal (mayoritar iamente) y conservador, hubo pocas manifestaciones de violencia ent re 1940 y 1960, periodo conocido como “ La Violencia ” , últ ima guerra civil que enfrentó liberales y conservadores que causó más de 200000 muertes en todo el país. (Agudelo, 1999) . En 1959 el gobierno colombiano establece una ley10 que desconoce el poblam iento rural desarrollado hasta el momento por las poblaciones negras y la m inoría indígena que ocupa la región al considerar los terr itor ios del Pacífico como t ierras baldías o zonas de colonización11. Esta ley será aprovechada por grandes compañías madereras para consolidar su presencia en la región a t ravés de la obtención de perm isos de explotación y en m uchos casos para apropiarse de terr itor ios, hasta ese momento ocupados por poblaciones negras (Rest repo, 1996) . En los años 70’ se produce una aceleración de la presencia de proyectos indust r iales en la región. Llegan las camaroneras y los empresarios del aceite de palma a la parte sur (Escobar, 1996) y ot ros proyectos pesqueros y m ineros penet ran la región. El terr itor io del Pacífico que años at rás parecía no tener lím ites para sus pobladores com ienza a “ reducirse ” a grandes pasos. 9 Ver los t rabajos de Losonczy, Arocha y Friedem ann citados anteriorm ente. 10 “ Ley 2da sobre econom ía forestal de la Nación y de recursos naturales favorables ” . 11 Por las formas de ocupación del espacio con alta movilidad, debido ent re ot ros factores, a la poca product ividad agrícola, la inm ensa m ayoría de pobladores carece de t ítulos de propiedad que son otorgados por el Estado bajo el esquem a de ocupación propio de las zonas andinas del inter ior del país. 4 La violencia que implica el despojo terr itor ial y la sobreexplotación no está ausente en las relaciones que se establecen ent re los pobladores negros y los grandes madereros, palm icultores, camaroneros, comerciantes y demás empresarios ávidos de terr itor ios y m ano de obra barata. Pero, com parado con los índices de muertes violentas que alcanzan estos procesos en ot ras regiones de frontera o del interior del país, la región del Pacífico sigue siendo una excepción. Ot ro factor de conflicto en la región, es el establecim iento, a part ir de finales de los años 70’, de los pr im eros “ resguardos ” 12 en el Pacífico (Villa, 1998) . El proceso de luchas y organización de los indígenas a nivel nacional y regional logra del Estado el derecho a que les sean reconocidas la propiedad sobre la ocupación ancest ral de terr itor ios. De esta manera los indígenas obt ienen derechos sobre t ierras que hasta ese momento venían siendo ocupadas conjuntam ente por negros e indios. En m uchos casos poblaciones negras enteras quedan englobadas por resguardos indígenas, (Pineda, 1999) . Esta situación es fuente de nuevas tensiones ent re indígenas y pobladores negros pero, aunque se presentan algunos casos aislados de enfrentam ientos que llegan a la violencia, todavía los sistemas dialogales de concertación se const ituyen en la base de resolución o m oderación de los conflictos (Arocha, 1998) . Las guerr illas de izquierda que aparecen en Colombia a principios de los años 60’ hacen presencia en algunas zonas de la región a mediados de los años 70’ pero lim itada al t ránsito o al refugio tem poral, o com o zona de reposo de algunos núcleos sin que esto alterara la calma en materia de orden público de la región (Echandía, 1998) . I gualmente como producto del “ boom ” del fenóm eno del narcot ráfico de los años 80’, en algunas partes altas del sur y el norte se presentan cult ivos de coca así com o algunas inversiones de narcot raficantes en proyectos m ineros, pesqueros y turíst icos hacia la zona cent ral (Vargas, 1994) . El final de la década del 70 es también el periodo de llegada a la región de las polít icas de desarrollo específicas para el Pacífico. Esta nueva situación es producto, ent re ot ros factores, de la presión de algunos actores locales, de un nuevo discurso de parte del Estado sobre la importancia est ratégica de la región com o punto de contacto con la “ cuenca del Pacífico ” y de una mayor visibilización en el interior del país de las condiciones de marginalidad en el acceso a servicios básicos en que viven la mayor parte de los pobladoresde la región. Se diseñan planes agrícolas y de ampliación de la cobertura en servicios. Se plantean grandes proyectos de infraest ructura que aum enten y mejoren las formas de comunicación de la región hacia el interior del país y también su conexión marít ima con la cuenca del Pacífico. Se vuelven a plantear viejos proyectos como la term inación de la vía panamericana en la región del Darién que uniría a Colombia con Panamá y el canal At rato – Truando ( ríos del departamento del Chocó) que conectaría el Oceáno At lánt ico con el Pacífico. A esto se agrega el reconocim iento de la región del Pacífico como una de las áreas de mayor biodiversidad del planeta, en el marco de la discusión mundial sobre medio ambiente y el desarrollo sostenible (Escobar, Pedrosa, 1996) . El Pacíf ico, ter r itor io étnico y biodiverso En el contexto de modernización acelerada de la región Pacífica y de las múlt iples modificaciones a que son somet idas las formas de vida de sus habitantes ancest rales, va a surgir una nueva concepción de terr itor io13. De una noción flexible de terr itor ialidad ligada a la alta movilidad necesaria para la subsistencia product iva los pobladores negros 12 Form a de propiedad colect iva de la t ierra para las poblaciones indígenas que t iene su or igen en la legislación colonial (Pineda, 1999) . 13 Aunque no son pocos los casos en que los pobladores negros ya habían adoptado unas form as de propiedad de la t ierra sim ilares a aquellas preponderantes en el inter ior del país (Rivas, 1999) , la nueva concepción a que aludimos es la que va a determ inar cam bios sustanciales en la situación de la región. 5 deben ahora establecer unos lím ites terr itor iales precisos so pena de cont inuar perdiendo sus derechos de ocupación sobre t ierras que habitan desde hace m ás de un siglo. Llegar a esta nueva concepción de terr itor io es el fruto de una coincidencia de factores y de intereses locales, nacionales y globales. Al igual que los indígenas, que conquistan el derecho a los “ resguardos ” desde su condición de grupo étnico, algunos núcleos de pobladores negros se organizan para reclamar del Estado sus derechos sobre la t ierra apoyados en una recién declarada etnicidad14 y reivindicando unas form as de producción respetuosas de la naturaleza y por lo tanto consecuentes con el nuevo discurso de protección de la biodiversidad y desarrollo sostenible (Escobar, Pedrosa, 1996) . Esta movilización por la t ierra que se inicia en el departamento del Chocó va a extenderse a todo el Pacífico luego del proceso const itucional de 1991. La nueva Const itución reivindica el carácter mult iénico del país, la prior idad del desarrollo sostenible y una polít ica ambiental protectora de la naturaleza. Las poblaciones negras son consideradas como parte de esa diversidad cultural y agentes protagónicos de las nuevas polít icas ambientalistas. El Estado colombiano en busca de recuperar una legit im idad desgastada por el desbordam iento de la violencia y la corrupción polít ica se muest ra abierto al reconocim iento de los derechos terr itor iales y culturales de las m inorias étnicas. En el concierto internacional la discusión sobre la defensa de la biodiversidad y el medio ambiente va de la mano con la reivindicación de los derechos de las m inorías étnicas (Agudelo, 2000) . Esta confluencia de factores que desem bocan en la inclusión en la Const itución del Art ículo Transitor io 55 y posteriormente la ley 70 de 1993 sobre derechos terr itor iales y culturales de las poblaciones negras, que si bien no está excenta de am biguedades, cont radicciones y m alentendidos, va a generar de todas form as una nueva realidad en la región Pacífica colombiana (Hoffm ann, Agier, 1999) ; (Hoffm ann, 1998) . La reivindicación de formas de propiedad colect iva de la t ierra asociadas con una reivindicación de ident idad étnica y las formas de manejo de las m ismas de parte de autoridades comunitar ias creadas con ese propósito, aunque no t ienen la acogida unánime de parte de los pobladores rurales negros del Pacífico, sí genera una dinám ica polít ica y social sin precedentes ent re estas poblaciones. El proceso inicial de organización se ext iende práct icamente a la totalidad de los áreas rurales del Pacífico. Con m ás celer idad en unos lugares que en ot ros, dependiendo de los antecedentes organizat ivos de la región y de las condiciones de presión sobre el terr itor io, las formas de organización llamadas étnico- terr itor iales van a consolidarse. Se pasa luego a la organización de los “ consejos com unitar ios ” definidos como las instancia de organización de los pobladores que reclaman un área delim itada del terr itor io que han ocupado de acuerdo a característ icas culturales y form as de producción determ inadas por la ley. Si la ley se plantea como el inicio de resolución del problema de la terr itor ialidad y de paso de la ident idad cultural de estas poblaciones, ello no implica que las tensiones por terr itor ios en disputa vayan a dism inuir. La reivindicación de zonas de resguardo de parte de los grupos indígenas cont inua y en m uchos casos se presentan lit igios con los pobladores negros por competencia de t itulación sobre la m isma área. También se evidencian las tensiones ent re pobladores negros y los propietarios de las grandes plantaciones de palma en el sur . Apoyados en la ley 70, las organizaciones negras de la región aspiran a recuperar t ierras perdidas desde los años 70’. Hace rato se habla de la presencia en la región de m ilicias armadas al servicio de los palm icultores y el asesinato de un lider cam pesino negro de la zona en 1998, está sin esclarecerse. El avance de los cult ivos de coca en las partes altas de los ríos de la región compromete a cada vez más cam pesinos negros que en m uchos casos se encuent ran part icipando en concejos 14 Aquí juegan un papel im portante los grupos de asesores ong, I glesia, ant ropólogos estudiosos de grupos negros y algunos act ivistas negros de origen urbano universitar io que desde los años 70 se const ituyen en grupos de t rabajo sobre la problem át ica negra y se inspiran en las luchas del movim iento negro mundial (Agudelo,1999) . 6 com unitar ios y que ya t ienen sus terr itor ios t itulados o están esperando una próxima t itulación. Para los narcot raficantes que com pran las cosechas, el proceso de t itulación colect iva no ha ent rado hasta el m om ento en conflicto con sus intereses. Hasta m ediados de los años 90, las guerr illas que aumentan gradualmente su presencia en la región tam poco se han pronunciado por o cont ra el proceso de t itulación colect iva de terr itor ios (Agier, Hoffm ann, 1998) . La región del Pacífico cont inua su proceso de modernización acelerado y todos los ingredientes de la dinám ica polít ica, económ ica y social nacional se encuent ran presentes, aunque con diferentes intensidades. Pero, las interacciones sociales ent re los diversos actores que t ienen presencia en la región no desem bocan aún en los niveles de violencia de ot ras regiones del país. Hasta mediados de la década de los 90, todavía se seguía reivindicando el Pacífico com o un “ oasis de paz ” . El argum ento m ás fuerte para explicar esta realidad seguía siendo las formas de convivencia pacífica const ruidas histór icamente por sus principales pobladores, las comunidades negras e indígenas15. Sin negar el papel que han jugado factores socio-econom icos en el increm ento de hechos de violencia, part icularmente en las principales concent raciones urbanas de la región (Buenaventura, Tum aco y Quibdó) , si podemos afirmar que es el cambio en la actuación de actores con presencia en la región ( las guerr illas y las fuerzas armadas del Estado) y la presencia de nuevos actores violentos ( los grupos param ilitares) el factordeterm inante para el salto que se produce hacia 1995 en térm inos de agudización del conflicto armado y de violencia. El m arco genera l de la agudización del conflicto El conflicto armado en Colombia subsiste desde mediados de los años 60 – en referencia al surgim iento de organizaciones armadas de izquierda - , pero es a part ir de finales de los años 70 que su impacto nacional com ienza a ser más obstensible. De la implantación inicial de las guerr illas en zonas de colonización y en áreas rurales con débil o ninguna presencia del Estado, se da paso a una expansión gradual y por saltos hacia zonas de mayor desarrollo económ ico y demográfico, incluida la presencia en áreas urbanas16. El aumento de la capacidad m ilitar y el objet ivo est ratégico del cont rol terr itor ial de parte de las fuerzas guerr illeras parece desbordar la capacidad de respuesta del Estado y desde la segunda m itad de los años 80 toma fuerza como parte de la est rategia cont rainsurgente el papel de grupos param ilitares17. Un nuevo salto en la confrontación se presenta hacia 1995, cuando la guerr illa ocasiona golpes sin precedentes a las fuerzas m ilitares del Estado (dest rucción de cuarteles y captura masiva de soldados y policias. Actualm ente las FARC m ant ienen retenidos a m ás de 500 m ilitares) . Las fuerzas param ilitares, por su parte se presentan com o una fuerza unificada a nivel nacional con el nom bre de Autodefensas Unidas de Colombia AUC e inician (con diversos niveles de coordinación no explicitados, con las fuerzas armadas) una ofensiva sobre terr itor ios en los que las guerrillas t ienen una presencia importante. En la disputa terr itor ial ent re guerr illas y fuerzas param ilitares y m ilitares las poblaciones que habitan dichos terr itor ios se convierten en las primeras víct imas del conflicto. En principio es el terror que producen las acciones m ilitares de los actores armados y el 15 Arocha, Friedem ann, Losonczy, op. cit . 16 Sobre la evolución del conflicto armado ver Arocha, Cubides, Jimeno (1998) . Los grupos guerr illeros que surgen en los años 60’ son las Fuerzas Arm adas Revolucionrias de Colom bia - FARC, el Ejército de Liberación Nacional - ELN y el Ejército Popular de Liberación - EPL. A m ediados de los 70 aparece el Movim iento 19 de Abril - M-19. Posteriorm ente han aparecido y desaparecido grupos m enores de incidencia regional. A principios de los años 90, luego de acuerdos de paz el M-19 y el EPL se convierten en part idos polít icos civiles. Actualmente cont inuan act ivos las FARC el ELN con aproxim adam ente unos 15000 y 5000 guerr illeros respect ivam ente y unas pequeñas fracciones del M-19 y el EPL y ha surgido una disidencia del ELN llamada Ejército Revolucionario Guevarista - ERG. 17 Sobre los grupos param ilitares ver (Cubides, 1998) . 7 hecho de encont rarse en el fuego cruzado de los enfrentam ientos, el drama que provoca m uertes y desplazam ientos forzados. Luego, los pobladores de las áreas en que la guerr illa se ha implantado o simplemente circula son considerados por los grupos param ilitares y las fuerzas armadas como parte del enem igo a elim inar o neut ralizar. La est rategia param ilitar frente a las poblaciones señaladas como aliadas de la guerr illa oscilan ent re el asesinato select ivo, la masacre, la expulsión de la región o la exigencia de colaboración con las fuerzas armadas y o los param ilitares. Con una lógica sim ilar responde la guerr illa en las zonas donde los param ilitares hacen presencia18. Si al pr incipio se asesinan a los presum idos integrant res y colaboradores del bando cont rario luego se pasa a elim inar a los abiertamente neut rales pues la lógica de la polar ización de los bandos enfrentados no da lugar a terceras alternat ivas neut rales, o se está con un sector o se está con el ot ro. Más que la lógica de ganar el respaldo de la población por convicción o ident idad ideológica o polít ica com ienzan a primar la fuerza y el terror como mecanismos de cont rol de poblaciones y terr itor ios (Pécaut , 1996, 1999) . El Pacíf ico : nuevo escenar io de la guerra Se mencionaba at rás que las guerr illas com ienzan a tener presencia en algunas zonas rurales de la región desde finales de los años 70 fundam entalmente com o puntos de t ránsito y de reposo. La poca, o en algunos casos ninguna presencia del Estado hizo de la guerr illa un regulador de las relaciones sociales al cual se habituaron los pobladores. Este fenóm eno se presenta fundam entalm ente en la parte norte del departamento del Chocó conocido como el Urabá19 chocoano (V frente de las FARC) , en los m unicipios de Tim biquí y Lopez de Micay en el departamento del Cauca y en el sur las zonas aledañas al municipio de Barbacoas, I scuandé y Ricaurte en el departamento de Nariño ( frentes VI y VI I I de las FARC y algunos grupos del ELN) . La presencia de la guerr illa en estas áreas de la región obedeció a la extensión terr itor ial desde el interior del país. En el norte corresponde al desplazam iento de frentes guerr illeros desde el Urabá ant ioqueño y en el sur y cent ro a grupos provenientes de la cordillera occidental y el interior de los departamentos del Valle, Cauca, Nariño y Putum ayo. En los estudios sobre la ubicación de la guerr illa en el terr itor io nacional y la cartografía del conflicto armado cruzada con los niveles de violencia se puede observar que si de una parte se detecta la presencia guerr illera en las áreas de la región anotadas, de ot ra parte en lo que concierne a acciones armadas y ot ros hechos de violencia (m uertes violentas, secuest ros) los mapas y estadíst icas ubican la totalidad de la región como zona no violenta (Echandía, 1998) . A part ir de inicios de los años 90, cambios en la est rategia de cont rol terr itor ial de parte de las guerr illas hacen que el aumento de su presencia en la región asuma nuevas dim ensiones. Surgen nuevos frentes de implantación como la región de la carretera al mar que comunica Buenaventura con el interior del país en la que la guerr illa de las FARC 18 Apartes de com unicado de las Farc sobre su cam paña de “ dignidad guerr illera ” cont ra los param ilitares en la que señala como “ objet ivo m ilitar ” : “ 1- A los sapos y colaboradores de los param ilitares ; 2- Comerciantes que venden los productos a los sicar ios ; 3- Obreros de las fincas donde hay bases del param ilitar ismo. … 5- Cam pesinos que reciban ganado a ut ilidades de propiedad de reconocidos param ilitares ; 6- Campesinos que vendan sus productos a las cooperat ivas de fachada del param ilitar ismo…9- Toda persona que sepa algo de este fenómeno y no lo divulgue a las com isiones disciplinar ias de las Farc ; 10- En general todo lo que huela a param ilitar, incluyendo ganaderos, polít icos, m ilitares, que apoyan dicho fenómeno ” Comunicado de las FARC, Diciem bre 1994. Tom ado de “ I nform e sobre el desplazam iento forzado en Colom bia. GAD – Grupo de apoyo a desplazados, Marzo, 1999. 19 La región de Urabá com prende las áreas de los departam entos Chocó, Ant ioquia y Córdoba conectados con el océano At lánt ico en el llamado Golfo de Urabá. Zona de colonización de poblaciones de estos t res departam entos con predom inancia de los Ant ioqueños. Urabá ha sido histór icam ente uno de los frentes de colonización y zona de producción de banano con mas altos índices de violencia en el país. Se subdivide en t res subregiones de las cuales la perteneciente a Ant ioquia concent ra los puntos de producción y comercialización del banano. La subregión correspondiente al Urabá del departam ento del Chocó t iene las m ismas característ icas biogeográficas del conjunto del Pacífico. 8 ( frentes VI y 30) realiza acciones armadas ( retenes, “ tom as ” de caserios, asaltos a puestos de policia y ejército). En Lopez de Micay y Tim biquí el ELN y las FARC ( frentes VI y 30) obligan a los candidatos a elecciones m unicipales a renunciar a sus candidaturas y manifiestan publicamente su disposición a ejercer un cont rol sobre la gest ión municipal. En el sur, con el aumento de los cult ivos de coca en la parte alta de los ríos, las FARC aum enta tam bién su presencia y cont rol sobre la población y los cult ivos de coca ( frentes VI I I , 29 y 48) . En el Chocó, en el r io San Juan llega un grupo del ELN. En el Alto Baudó aparece en 1994 un frente del EPL cuyo accionar en la región provoca los primeros desplazam ientos de pobladores hacia Quibdó (extorsiones, asesinatos, secuest ros) . Este grupo desaparece a m ediados de 1995, (Arocha, 1998) . En 1996 surge en el área del r ío San Juan el grupo armado “ Benkos Biojó ” 20, ident ificándose com o una guerr illa étnica negra que lucharía por conquistar las reivindicaciones de las poblaciones negras de Colombia y cont ra la discrim inación racial. En realidad se t rataba de una disidencia del ELN comandada y compuesta fundamentalmente por guerr illeros negros que es diezmada por el ejército al cabo de unos meses. Más recientemente aparece en el departamento del Chocó, área del Carmen del At rato el Ejército Revolucionario Guevarista - ERG, ot ra disidencia del ELN. En cuanto a la zona norte de la región, el Urabá chocoano y el llamado tapón del Darién – la zona lim ít rofe con Panamá – las FARC han desdoblado su V frente y en estos m om entos t iene presencia en la zona con los frentes 30, 34 y 57. La experiencia del “ Benkos Bioho ”así como la de algunos de los frentes guerr illeros de las FARC del ELN que han tenido una presencia más estable en la región muest ra un intento de parte de los grupos armados de inst rumentalizar las reivindicaciones de las poblaciones negras art iculando su discurso polít ico general ( lucha de clase, revolución por el socialismo, etc) con uno más part icularista referido a la lucha cont ra la discrim inación racial, la recuperación de la memoria de las luchas de los negros cont ra el esclavismo, la valoración de la cultura propia, el derecho a la propiedad de la t ierra, etc. pero sin llegar hasta los planteam ientos sobre autonom ía, diferencia cultural y étnica de algunos m ovim ientos negros que surgen en el marco de la nueva Const itución y la ley 70 sobre terr itor ios colect ivos (Agudelo, 1999) . Sin em bargo, com o anotábam os en referencia al conflicto armado a nivel nacional, las est rategias de reclutam iento y cont rol terr itor ial desarrolladas por los movim ientos guerrilleros en los últ imos años se apoyan más en una lógica de cont rol m ilitar y la obligación de plegarse a los intereses de dichos grupos, que de t rabajo polít ico proselit ista y de acompañam iento de las reivindicaciones de la población. Para la guerr illa, se t rata de consolidar el cont rol de zonas de t ránsito est ratégico como la región del Darién y el Urabá chocoano, espacios de ent rada de armamento procedentes de Panamá y llegada por vía marít ima al golfo de Urabá. La perspect iva de los megaproyectos como el canal At rato – Truandó, las nuevas rutas de acceso al inter ior y la term inación de la carretera Panamericana, la creación de nuevos puertos y la ampliación de los existentes, el aumento de cult ivos ilegales con los grandes beneficios económ icos que les genera su cont rol, todos estos elem entos serían factores que han mot ivado el incremento de la presencia guerr illera en la zona. Según algunos analistas la perspect iva de la guerr illa en la región es la de consolidar un “ corredor de t ránsito ” a lo largo de toda la región, desde el Urabá hasta Tum aco, pasando por los puertos de Buenaventura y Guapi en el Cauca. Corredor que se conectaría t ransversalmente con el inter ior del país en diversos puntos21. I gualmente, el com andante general de las FARC reconocía publicamente el interés est ratégico de este grupo por cont rolar la zona marít ima en el sur del país22. 20 Nombre del jefe cimarrón del Palenque de San Basilio (ubicado en la costa Caribe, cerca de la ciudad de Cartagena) , uno de los pr im eros palenques de esclavos rebeldes que se establecieron en América en el siglo XVI I I . 21 “ Los teat ros de la guerra ” en SEMANA, N° 962, Oc tubre 2000. 22 Ent revista de Manuel Marulanda, comandante de las FARC, mayo 1999, citada en I nforme final a Colciencias del proyecto CI DSE Univalle – I RD “ Mobilité, I dent ité et urbanisat ion des populat ions noires dans le sud-ouest colombien ” , Cali, Junio 2000. 9 A la expansión de la guerr illa le ha correspondido un fortalecim iento del pie de fuerza m ilitar del Estado, part icularmente en puntos considerados como est ratégicos por los actores armados que se disputan el cont rol terr itor ial. Los puertos de Tum aco, Guapi y Buenaventura han aum entado su cont ingentes y se han creado unidades navales especiales con asesoria estadounidense. Pero, es la llegada de los grupos param ilitares a la región, part icularmente a las zonas de mayor presencia guerr illera el factor que ha desencadenado con gran fuerza la confrontación armada y la violencia cont ra la población civil. I nicialmente la guerr illa que tenía presencia en la zona estaba integrada fundam entalm ente por personas provenientes de ot ras regiones. En la m edida que se fueron asentando sobre ciertas zonas de la región comenzaron a incorporar pobladores nat ivos y esto se ha incremetado en la medida en que se agudiza el conflicto. I gual situación se presenta en el caso de los grupos param ilitares23. Sin embargo, la mayoría de la población cont inua oscilando ent re plegarse por la fuerza de las circunstancias a las ordenes de uno de los actores arm ados y exponerse a las retaliaciones del bando cont rario o huir buscando la sobrevivencia. La situación se complica para los pobladores cuando ant iguos guerr illeros que estuvieron asentados en la región y con los cuales la población tuvo forzosamente relaciones, llegan después en las filas de los param ilitares o com o inform antes de las fuerzas arm adas señalando a los que deben ser asesinados por su “ colaboración ” con la guerr illa. Esta situación se ha presentado frecuentemente en la región Pacífica24 pero es común a ot ras áreas del país con presencia de guerr illas y de grupos param ilitares. La explosión del dram a El departam ento del Chocó En 1996, la acción param ilitar combinada con la de las fuerzas armadas, logra un repliegue importante de la guerr illa del Urabá ant ioqueño. Las acciones prosiguen hacia la parte chocoana de Urabá y el Bajo At rato, extendiéndose luego hasta el Medio At rato. En el m arco de esta ofensiva cont rainsurgente se va a producir ent re diciembre de 1996 y febrero de 1997, el desplazam iento forzado de aproximadamente 15000 personas en el área del Bajo At rato25. Varios informes de ONG de derechos hum anos nacionales e internacionales e inst ituciones como la I glesia han regist rado los hechos sucedidos en el norte de Chocó y el Medio At rato26. Para la parte norte, el desplazam iento forzado fue antecedido de 23 “ La situación se nos está complicando cada vez m ás y se está volviendo dificil que los jóvenes se organicen para luchar por nuest ros terr itor ios y nuest ra cultura negra. Algunos muchachos se están met iendo a la guerr illa y ot ros con los param ilitares. Ellos dicen que prefieren eso a morirse de hambre o a que les peguen un t iro sin tener nada que ver com o le ha pasado a m uchos de por aquí….. ” Ent revista con lider de organización étnica negra. Quibdó, Noviembre 1999. 24 EXODO N° 5 Bolet ín sobre despl azam iento interno. La Guerra en el norte del Chocó : Más de 10000 desplazados. 25 Diferentes cifras de ong de derechos hum anos oscilan ent re 10000 (GAD– Grupo de Apoyo a Desplazados) y 20000 (AI – Am nist ía I nteracional) , en todo caso ha sido declarado com o el desplazam iento forzado m asivo m ás grande que se ha producido en el país desde 1985. Colombia presenta una de las cifras mas altas de desplazam ientos forzados debido a situaciones de violencia. 1823637 desplazados ent re 1985 y 1999. Codhes – Consultoría para los derechos hum anos y el desplazam iento. 26 Para ver en detalle la referencia de los hechos de violencia, las violaciones al derecho internacional humanitar io comet idas por los actores armados en conflicto en la región ( fuerzas armadas, param ilitares y guerr illa) y los impactos sobre la población, ver ent re ot ros informes de derechos humanos : “ Retorno a la esperanza. Las com unidades desplazadas de Urabá y Medio At rato ” , Am nist ía I nternacional. Junio 2000 ; “ Con la esperanza intacta. Experiencias comunitar ias de Resistencia Civil no violenta ” , OXFAM, Bogotá, 1999 ; “ Com unidades en retorno a Cacarica. El aporte de Com isión m ixta de Verificación ” , en I nvest igaciones DI AL, DI AL- Diálogo I nteragencial en Colom bia, 1999 ; “ I nform e sobre el desplazam iento forzado en Colom bia. GAD – Grupo de apoyo a desplazados, Marzo, 1999. 10 accciones de las fuerzas armadas (cont roles de vías de acceso y lim itación de circulación de personas y productos aliment icios, operaciones “ rast r illo ” , bombardeos) . Estas acciones fueron combinadas con las incursiones param ilitares que empiezan con asesinatos y masacres a pobladores señalados como colaboradores o integrantes de los grupos guerr illeros hasta llegar a la ocupación m ilitar de la cabecera municipal de Riosucio y la orden a sus pobladores de abandonar inmediatamente la región. Se inicia un éxodo disperso de los pobladores hacia diversos puntos , algunos se ubican en poblaciones cercanas, ot ros at raviezan la frontera con Panam á, algunos llegan hasta la capital del departamento, Quibdó. Ot ros, de forma más individual o por grupos fam iliares llegan hasta capitales departamentales en la costa Caribe (Cartagena, Barranquilla) y del interior del país (Cali, Bogotá, Medellín) . En general las condiciones de ubicación de los desplazados son ext remamente precarias, sobre todo en el caso de los refugios masivos improvisados en algunas de las poblaciones a las que han llegado los pobladores expulsados de sus t ierras. En el Medio At rato han sido menores los casos de desplazam iento. A pesar de repet irse los asesinatos individuales y masacres de población comet idos por los diferentes actores armados, los enfrentam ientos, los cont roles de circulación y productos, el robo de medios de t ransporte (embarcaciones, combust ible,etc) , allí se ha dado la confrontación por el cont rol terr itor ial con menos intensidad pues la presencia de la guerr illa ha sido más débil e it inerante que en la parte norte. En toda el área (Urabá chocoano, Bajo y Medio At rato) , la réplica de la guerr illa ha consist ido en ataques a posiciones param ilitares , toma y dest rucción de poblados en zonas aledañas, cont roles de circulación en los ríos y también el asesinato de pobladores considerados como colaboradores del param ilitar ismo y las fuerzas armadas. Además del cont rol del terr itor io con fines m ilitares y el interés en los grandes proyectos que se preveen en la región, se t rata de desbloquear las posibilidades de explotación de los recursos naturales ( la madera) rest r ingidos por las disposiciones de protección ecológica del área y por la ley de t itulación colect iva de terr itor ios para las comunidades negras27. El desencadenam iento de la cr isis de derechos hum anos que provoca los enfrentam ientos se da en medio del proceso de t itulación colect iva de t ierras para las com unidades negras establecidos por la ley 70 de 1993. En la parte norte correspondiente al r io Truandó ya se había ent regado a las comunidades el t ítulo colect ivo de 70000 hectáreas. Pero para este momento (marzo de 1997) buena parte de la población de esta zona se encont raba desplazada y algunos de los líderes de la organización que dir igió el proceso organizat ivo de las comunidades para recibir la t itulación, habían sido asesinados por los param ilitares, sindicados de pertenecer a las FARC28. Las poblaciones desplazadas de Cacarica, también en el Bajo Atrato, no habían obtenido aún la t itulación pero el proceso organizat ivo (creación de un “ consejo comunitario ” ) exigido por la ley como requisito para reclamar el t ítulo ya se había iniciado. Finalmente también se da el caso de poblaciones que aún no habían conform ado su “ concejo com unitar io ” pero que igualmente ocupaban terr itor ios del Bajo At rato sucept ibles de t itulación colect iva. En cuanto al Medio At rato, el proceso de organización y t itulación colect iva de terr itor ios se encont raba en un grado m ayor de consolidación. Las comunidades que pueblan el Medio At rato (45000 habitantes) están organizados en 120 consejos comunitar ios e integran la ACI A – Asociación Campesina I ntegral del At rato, organización creada desde mediados de los 80. La ACI A es la primera organización de pobladores negros que plantea las reivindicaciones terr itor iales a part ir de ident ificarse com o grupo étnico. En febrero de 1998, cuando ya había com enzado el host igam iento a las poblaciones de la 27 Ver sobre este aspecto, ent re ot ros : I nform e del Representante del Secretario General sobre los desplazados internos de la ONU. Misión de seguim iento en Colombia. Enero 2000 ; Colombia – Retorno a la esperanza. Las com unidades desplazadas de Urabá y Medio At rato, Amnist ía I nternacional. Junio 2000 ; Arocha (1998) ; Wouters (1999) ; Declaración a la opinión pública de la ACI A . Noviem bre 1998. Estas denuncias señalan a los grupos param ilitares como responsables de los hechos señalados en ellas. 28 (Wouters, 1999) 11 zona en medio del conflicto por el cont rol terr itor ial de parte de los actores armados, la ACI A recibe el t ítulo colect ivo de propiedad de sus terr itor ios (700000 hectáreas aprox) . El resto del Pacífico Si bien es cierto que es en el departamento del Chocó y part icularmente en su parte norte y m edia, es donde se ha vivido con mayor intensidad el impacto del conflicto arm ado para sus pobladores , los hechos que se vienen sucediendo en ot ros puntos del Pacífico dejan ent rever que la perspect iva es la de una cierta uniform ización de la confrontación en el conjunto de la región. En el área rural del municipio de Buenaventura29, departamento del Valle, desde 1998 se com ienzan a presentar casos de desplazam ientos de población hacia la cabecera municipal y hacia la capital del departamento del Valle, Cali. I nicialmente la causa de los desplazam ientos son los enfrentam ientos ent re guerrilla (FARC y ELN) y las fuerzas armadas en la zona de la carretera al mar y el r ío Dagua (com unicación de Buenaventura con Cali) y en el r ío Anchicayá (part icularmente en el área de la represa hidroeléct r ica de Anchicayá) . Para el año 1999, los grupos paramilitares reivindican su llegada a la zona de Buenaventura anunciando “ lim piar ” la región de guerr illeros. En mayo del 2000 se producen masacres de campesinos reivindicadas por los param ilitares en las verdas de Sabaletas, Aguaclara y Llano Grande. Simultaneamente prosiguen los combates ent re guerr illa y fuerzas armadas. Se producen nuevos desplazam ientos masivos de población hacia el casco urbano de Buenaventura que, para este momento llegaban a la cifra de 2500 personas. En Junio del 2000 el CODHES declara en “ alerta temprana ” 30 37 veredas de los 5 principales ríos del municipio de Buenaventura. Según organism os de derechos humanos e informes de prensa, el 60% (aproxim adam ente unas 20000 personas) de la población ruralde Buenaventura se enfrenta a un alto r iesgo de desplazam iento forzado a causa del conflicto arm ado. En Agosto del 2000 los grupos param ilitares ( las AUC) reivindican mediante comunicado de prensa que han logrado expulsar a los guerr illeros del municipio de Buenaventura31. En realidad si bien es cierto que la ofensiva param ilitar y de las fuerzas armadas debilita la presencia de la guerr illa en la zona, esta no desaparece del área. En la zona correspondiente al Pacífico del departamento de Nariño (12 m unicipios) los grupos param ilitares tam bién anuncian a principios de 1999 su llegada con la difusión de “ listas negras ” de supuestos colaboradores de la guerr illa seguidos de algunas acciones de “ limpieza social ” (asesinatos de indigentes y jóvenes señalados como delincuentes en Tumaco) . En la zona rural de Barbacoas se producen algunos desplazam ientos de población hacia la cabecera municipal como producto de enfrentam ientos ent re guerr illa y fuerzas arm adas. Tanto para el caso de Buenaventura como el del Pacífico del departam ento de Nariño, se produce la huída de la región de varios líderes comunitar ios y dir igentes de organizaciones étnicas quienes con los antecedentes de lo sucedido en el Chocó deciden abandonar la región por temor a ser asesinados. Finalmente, en el caso de la parte del Pacífico en el departamento del Cauca (m unicipios de Guapi, Tim biquí y López de Micay) , aunque se const ituye en la parte m enos afectada por el conflicto hasta el momento en que se elabora este t rabajo, ya mencionabamos cómo se van conjugando en el área todos los elementos que antecedieron su agudización en el resto de la región. Allí no se han presentado aún casos de asesinatos y masacres de pobladores ni enfrentam ientos importantes ent re la guerr illa y las fuerzas armadas pero 29 Los datos referentes a la situación de Buenaventura y la parte del Pacífico de Nariño son tom ados del regist ro de prensa y los bolet ines del CODHES – Consultoría para los derechos hum anos y el desplazam iento. 30 La “ alerta tem prana ” es una especie de categoría de alarm a para prevenir las poblaciones que se encuent ran en peligro inm inente de sufr ir el impacto del conflicto y adelantar acciones de diverso t ipo (denuncia, movilización, etc.) que intentan contener los hechos atentatorios cont ra los derechos hum anos de dichas poblaciones. 31 I nformación del diar io El Colombiano, Agosto 2/ 2000. 12 el aumento de la presencia guerr illera, el incremento de cult ivos de coca en las partes altas de los ríos y la implantación de un puesto m ilitar est ratégico (const ruido con asesoría de m ilitares estadounidenses) en Guapi hace que solo falte la reivindicación de la presencia param ilitar y el incremento de hechos de violencia ent re los actores armados y cont ra los pobladores para completar un cuadro sim ilar al del resto de la región. Como en el Chocó, las poblaciones negras rurales del Pacífico en los departamentos del Valle, Nariño y Cauca, se encuent ran en grados diferentes de organización con respecto a la ley de t itulación colect iva. En algunos casos, las poblaciones afectadas por las m asacres y desplazam ientos ya contaban con sus t ítulos colect ivos, en ot ros el proceso organizat ivo se encuent ra en curso. Tam bién se presenta el que las poblaciones afectadas estén ubicadas en zonas no sucept ibles de t itulación colect iva al no llenar los requisitos que plantea la ley, o simplemente porque los pobladores no están interesados en el proceso. Efectos y Respuestas Los estudios, denuncias e inform es que se han ocupado de regist rar los efectos de la agudización de la violencia sobre las poblaciones de las regiones donde este fenóm eno se ha presentado con m ayor intensidad, nos m uest ran un cuadro de rupturas en las dinám icas sociales a nivel individual, fam iliar y colect ivo. Los impactos varían en función del nivel de afectación de los hechos de violencia a los pobladores, de las condiciones de contexto en que se producen dichos actos y de sus característ icas. Se habla de quiebre de proyectos de vida, de dest rucción del tej ido social, de desarraigo y pérdida de ident idades, de ruptura en las form as de inserción social, de negación de derechos ciudadanos32. Algunos de estos t rabajos se refieren específicam ente en algún m om ento a la situación de los pobladores del Pacífico,33 la mayoría plantean los efectos de la violencia apuntando a una generalización de los m ismos sobre las poblaciones víct imas34. Además del drama individual que representa el somet im iento a las situaciones de violencia (amenazas, asesinatos en masacres o individualmente de fam iliares o am igos, orden de desalojo de viviendas y terr itor ios, huída por tem or, abandono de pertenencias, dispersión del nucleo fam iliar o de vecindad, obligación de colaborar con uno de los actores arm ados, etc.) se encuent ra la afectación de estos hechos en las dinám icas colect ivas de sociabilidad. En el caso de la región del Pacífico, uno de los efectos visibles de la violencia ha sido su impacto sobre poblaciones negras que se encont raban en el proceso referente a la t itulación colect iva de terr itor ios y a su reconocim iento com o grupo étnico. El drama de la violencia genera respuestas de sobrevivencia y o resistencia que también pueden ser individuales y o colect ivas. Nos interesa ocuparnos de algunos ejemplos de respuesta colect iva que se han presentado ent re algunos sectores de las poblaciones negras del Pacífico, part icularm ente aquellos en que la ident idad étnica negra y los derechos terr itor iales adquir idos en el marco de la ley 70 de 1993 se han convert ido en un inst rumento movilizador de la dinám ica organizat iva. Respuestas al desplazam iento forzado de poblaciones en el Urabá chocoano o zona del Bajo At rato. 32 Ver los informes de derechos humanos ya citados. En cuanto a estudios sobre el tema ver Meertens (1998) ; Osorio (1995) ; Osorio, Lozano (1996) ; García Durán (1999) ; Pécaut (1999) ; Agier (1999) . 33 Los informes de derechos humanos ya citados, Agier(1999) . 34 Ver para el caso de los desplazam ientos forzados la reseña bibliográfica de Osorio, Lozano, Orjuela, Pérez (1998) . 13 Si bien es cierto que una parte importante de los pobladores desplazados se dispersan individualmente en los lugares de llegada luego del abandono de sus sit ios de vivienda,35 en el caso del norte del Pacífico se presentaron mayoritar iamente desplazam ientos masivos con ubicación de las poblaciones en lugares cercanos de la zona de expulsión36. De un primer momento de dispersión y descont rol propios de las circunstancias en que se producen los desplazam ientos, se sucede luego un proceso de organización en el que jugaron un papel determ inante tanto organism os no gubernam entales de derechos humanos, la I glesia católica y agencias internacionales de cooperación. Algunos de estos organismos ya estaban presentes en la región asist iendo ot ros procesos organizat ivos de desplazados del Urabá ant ioqueño. A part ir de algunas experiencias desarrolladas en Ant ioquia37, los organism os de derechos hum anos estaban im pulsando la propuesta de conform ar con los grupos de poblaciones afectados por la violencia, las llamadas “ com unidades de paz ” . Estas son entendidas com o una forma pacífica de resist ir a la violencia y en el caso de poblaciones desplazadas plantear propuestas de “ retorno digno ” a los sit ios de donde habían sido expulsados. Se t rataba de exigir le al Estado la asistencia durante el t iempo de su asentam iento en los sit ios de recepción de los deplazados, garant ías para retornar en condiciones de seguridad o una reubicación apropiada en caso de no ser posible el retorno38. Estas reivindicaciones, que podían sercom unes a todos los grupos de desplazados organizados en el país, en el caso del Pacífico contaban con algunos elem entos part iculares que facilitaron la concresión del proceso organizat ivo y algunos resultados favorables en térm inos de los objet ivos propuestos. El marco de reivindicaciones terr itor iales que generó la ley 70 y el proceso de const rucción organizat iva y del discurso sobre la ident idad étnica se coinvirt ieron en un factor clave alrededor del cual giraron buena parte de las propuestas de movilización que coordinaron los grupos de apoyo (ongs e I glesia especialmente) . La t itulación colect iva de terr itor ios de acuerdo a la ley 70 ocupa un lugar cent ral en la lista de exigencias al Estado que han elaborado las “ com unidades de paz ” . La defensa de la cultura, la autonomía también es ot ros aspecto destacado. El respeto del medio ambiente y las formas t radicionales de producción también figuran ent re los preceptos o “ norm as de vida ” con las que se com prom eten las com unidades encuadradas en estos procesos39. Este proceso hubiera sido imposible sin la part icipación de los agentes no gubernamentales y la I glesia. De una parte por la infraest ructura que posibilitó la organización de las poblaciones. I gualmente por la posibilidad de interlocución con el Estado e incluso con los actores armados como las guerr illas y los param ilitares convirténdose en intermediarios imprescindibles40. El acom pañam iento de estos 35 Según inform e de CODHES el 13.8% de los deplazam ientos son individuales, el 59.5% es unifam iliar, el 13.8% es colect ivo disperso, el 1 0 .2 % es colect ivo organizado y el 2.7 sin información. Bolet in de CODHES N° 30 especial. Agosto 2000. 36 De los 20000 desplazados que se presentaron en el norte del departam ento del Chocó ent re diciem bre de 1996 y febrero de 1997 unos 16000 se ubicaron en poblados circundantes a las áreas de expulsión. Unos 6000 en Quibdó ; 4000 en Turbo, Bahía Cupica y Bocas del At rato, 6500 en Pavarandó, (Amnist ía, 2000) . 37 En San José de Apartado (Urabá ant ioqueño) se const ituyó la pr im era “ com unidad de paz ” en el país con el acom pañam iento de la I glesia. En el caso de la OIA – Organización I ndígena de Ant ioquía se t rata de la elaboración de una postura de “ neut ralidad act iva ” que desde la condición de grupo étnico exigen el respeto a su terr itor io, su cultura y su autonom ía de parte de los actores arm ados que han hecho presencia en t ierras de sus com unidades y han causado graves violaciones de sus derechos. (Salazar, Hernández, 1999) . 38 El gobierno colom biano reconoce la problem át ica del desplazam iento interno a part ir de 1995 adoptando program as especiales de atención a la población desplazada. En 1997 llega hasta a crear una ley sobre el tem a ( ley 387 o Plan de acción) que se encuent ra aún sin reglamentación clara y tanto las poblaciones afectadas como las organizaciones humanitar ias se quejan de la falta de eficacia en la aplicación de los comprom isos que el Estado ha adquir ido frente al problem a. 39 Ver los t rabajos Salazar, op. cit , Am nist ía (2000) , I nform es de Revista UTOPI AS. 40 “ Los lugares donde hoy hay asentam ientos, fueron el fruto de discusiones muy fuertes con la guerr illa, de discusiones m uy serias con los paramilitares y de discusiones muy fuertes con los m ilitares en Bogotá ……… Yo creo que en buena parte, el hecho de que ellos estén hoy en sus t ierras, es esto, la Com unidad de Paz, que generó unas condiciones de respeto ….. ” Declaraciones de m iembro de una ONG que acom pañó la organización de una de las com unidades de paz en el Bajo At rato, en (Salazar, Hernández, 1999 p. 129) . “ La verdad es que 14 organismos en los procesos de retorno han posibilitado que estas experiencias se realicen al menos parcialmente. Paradógicam ente, ha sido en este contexto provocado por la violencia ext rema que condujo a los desplazam ientos forzados, que se lograron obtener de parte del Estado la agilización de ent rega de la t itulación colect iva de terr itor ios en el caso de las com unidades que retornaron a Cacarica41. En ot ros casos es tam bién en este contexto, en principio desest ructurante, causante de rupturas y t raum as, que algunos grupos de población han encont rado justam ente la oportunidad de organizarse, de hallar formas autónom as de autovaloración de sus referentes culturales y terr itor iales, de asum ir un discurso independiente frente a los actores armados a los cuales antes debían plegarse sin mayores opciones de escogencia. De un discurso que inicialmente solo hablaba de la necesidad de desm ilitalizar sus terr itor ios haciéndo alusión a los grupos param ilitares y a las fuerzas armadas sin cuest ionar la presencia de la guerr illa se pasa a ot ro más independiente y que exigía también a la guerr illa ret irarse del terr itor io. La postura inicial denotaba dos realidades : una, que efect ivam ente los desplazam ientos forzados se debían en lo fundamental a la acción de estos dos actores armados (param ilitares y fuerzas armadas) ; la ot ra tenía que ver con el hecho de que la presencia de t iempo at rás de la guerr illa en estas regiones generó una ident ificación ent re éstas y la población. La nueva posición de neut ralidad t iene que ver con la agudización del conflicto y las consecuencias que ha tenido sobre la población y el cambio de conducta de la guerr illa hacia ella. De una parte las gentes piensan que las guerr illas los abandonaron frente a la arremet ida param ilitar42, de ot ra parte está la ut ilización por la guerr illa de métodos arbit rar ios de reclutam iento y cont rol. A estos hechos se sum a el proceso de organización y concient ización que se impulsa con las “ comunidades de Paz ” aldededor de la idea de asum ir una posición de verdadera neut ralidad frente al conflicto. Las característ icas de la confrontación por el cont rol terr itor ial en la que los diferentes actores armados se alternan en su somet im iento a la población, convierte a veces la opción de la neut ralidad com o una verdadera alternat iva de sobrevivencia43. El discurso sobre la neut ralidad y las “ comunidades de paz ” han posibilitado en algunos casos resist ir al desplazam liento, en ot ros ha perm it ido el retorno a los terr itor ios de las poblaciones desplazadas o al menos un reasentam iento en un área cercana. Pero estas experiencias han seguido siendo objeto de acciones de los diferentes actores armados para quienes la práct ica de la neut ralidad no sirve a sus intereses de polarización del conflicto para inclinar la correlación de fuerzas a su favor. En cuanto al com portam iento de la población el resultado tampoco ha sido tan claro. Ent re el discurso de la neut ralidad y la realidad que deben enfrentar cot idianamente las poblaciones, algunos no pueden sin la ayuda de la I glesia nos hubiera quedado muy difícil j untarnos para resist ir la arrem et ida de la violencia que se nos vino encima de un momento a ot ro….. ” Ent revista a lider de organizaciones negras, Quibdó, 1999. 41 En diciembre de 1999 se ent regó formalmente el t ítulo de propiedad colect ivo de 103024 hectáreas a las com unidades de Cacarica que en ese m om ento se encont raban desplazadas. El acto público de ent rega del t ítulo se hizo en Turbo, uno de los sit ios de asentam iento de los desplazados. 42 “ …hoy no sabemos de que lado está la guerr illa, ni lo que quiere. Porque antes podríamos decir , y conociendo la histor ia de Colombia, que la guerr illa estaría del lado del pueblo pobre, porque así fue como se formó, por toda la injust icia de los gobiernos… Ya hoy vemos que la guerr illa no está atacando realmente a los param ilitares,sino a los pobres, si ? Porque en el At rato por todos lados andan la guerr illa y los param ilitares y nunca se consiguen. Cuando pasa el uno el ot ro se esconde, despues que ese pasa, regresa el ot ro…..Quienes están en m edio del fuego es la población desarm ada y pobre, no ? porque aún ambos grupos am enazan gente, torturan gente, asesinan, montan retenes….. ” declaraciones de dir igente de la ACI A en Wouters (1999) . 43 “ … ya nos cansam os de tener que colaborarle a la fuerza hoy a unos y m añana a ot ros. Si antes apoyabamos a las guerr illas porque no teniamos de ot ra y luego nos ha tocado colaborar le al ejército y a los paras y luego vuelve y viene la guerr illa y cada vez los unos nos acusan y nos matan por estar con el enem igo entonces creem os que lo m ejor es de una vez por todas decidirnos a no apoyar a nadie aunque no sea facil. Si la iglesia y los dem as gentes que han venido a ayudarnos de ot ras partes y hasta del exter ior nos colaboran creo que lo de la neut ralidad nos ayude a salvarnos y a poder vivir en nuest ra t ierra, así la guerra no se haya acabado todavía… ” ent revista con un desplazado del norte del Chocó en Quibdó. Noviem bre 1999. 15 m antener su consecuencia con el com prom iso de no colaboración con alguno de los actores arm ados. En algunos casos, la búsqueda de sobrevivencia lleva a que la población term ine de nuevo por plegarse a las exigencias de colaboración de los actores armados.44 En terr itor io de la ACI A En el caso del Medio At rato, área correspondiente a la ACI A, cuyo t ítulo de propiedad colect ivo fue otorgado desde 1997, el t rabajo de esta organización acompañada igualmente por la I glesia así como de algunas ong nacionales e internacionales, ha consist ido en crear mecanismos para que las comunidades logren resist ir al desplazam iento y para que los actores armados respeten su disposición a la neut ralidad. La ACI A apela en las denuncias ante la opinión publica a enfat izar que los aspectos que m ás afectan esta situación de violencia en la región son los derechos terr itor iales y étnicos de las com unidades asentadas en la zona. Adem ás de buscar el acom pañam iento en el terreno de m iembros de la I glesia y de las ong com o una garant ía de que los actores arm ados no atentaran cont ra las comunidades por temor a una deslegit imación mayor ante la opinión pública nacional e internacional45. Aunque se ha logrado contener los desplazam ienrtos masivos los cont roles param ilitares cont inuan rest r ingiendo la circulación de productos básicos para la subsistencia de las poblaciones o decom isando los medios de t ransporte fluvial. Uno de los elementos de contención del conflicto, ha sido para la ACI A la profusión a nivel nacional e internacional por intermedio de las redes de organizaciones humanitarias y la I glesia de denuncias sobre la situación en la región haciéndo énfasis en la m anera como el conflico afecta los derechos culturales y terr itor iales de la población46. En su t rabajo de organización de la población para neut ralizar el impacto del conflicto se ut ilizan también los mecanismos de que se ha servido la organización y sus asesores y acom pañantes en este proceso ( I glesia, ongs) por consolidar el t rabajo de apropiación de la ident idad étnica y de lucha por el terr itor io. Stefan (1998) nos muest ra como en el m arco de un t rabajo de denuncia ante organismos nacionales e internacionales que sirve además de incent ivación a las poblaciones sobre la manera de enfrentar la problemát ica de derechos humanos, hay una visivilización permanente de los rasgos culturales de la población y una explicitación de la memoria y de la historia t ransm it ida a t ravés de relatos, coplas, décim as y canciones47. El argumento de la diferencia cultural como sustentación de una vocación de neut ralidad frente al conflicto de parte de las poblaciones negras e indígenas en el departamento del Chocó ha sido invocada también por la propia gobernación del departamento en mensaje a la Presidencia de la República de Sept iembre de 1998. Luego de reivindicar el carácter pacífico ancest ral de los pobladores del departamento, se propone que el Chocó sea declarado “ Terr itor io de Paz ” y que se realicen acuerdos regionales con los actores armados y el Estado para que todos los grupos m ilitares (guerr illas, fuerzas armadas y param ilitares) salgan de la región y se dé curso a un plan de de reformas 44 Sobre las dificultades de la experiencia de las “ com unidades de paz ” en el Bajo At rato, ver (Salazar, Hernández, 1999) , (Salazar, 1999) , (Am nist ia I nternacional, 2000) . 45 Este m ecanism o de acom pañam iento ha m ost rado su eficacia en muchos casos pero también t iene sus excepciones como el asesinato de parte de los param ilitares de un sacerdote y un m iembro de una ong europea en el r ío At rato. (Amnist ía I nternacional, 2000) . 46 Comunicado a la opinión pública nacional e internacional que circula en internet : aparte sobre los hechos que genera la violencia en la región : ”1- El desalojo de los terr itor ios ancest rales del Pacífico de las comunidades negras e indígenas. 2- La elim inación metódica y sistemát ica de los procesos organizat ivos de las com unidades indígenas y negras que buscan reivindicar los derechos de nuest ros pueblos en form a polít ica y pacífica. 3- el incumplim iento oportunista del Estado con la ley 70 en lo relacionado a la t itulación de los terr itor ios de las com unidades negras. 4- La desaparición total de las étnias y culturas t radicionales del Pacífico y sus organizaciones … 5- Un atentado contra la biodiversidad y los recursos naturales y sobrenaturales de estos terr itor ios vitales para el planeta ” . 47Canción de un grupo de desplazados del Bajo At rato : Venim os, venim os / De diferente lugar / A rescatar la cultura / Sacram ento de unidad. / Com o afro que som os todos / Sent im os la ident idad / Perdida por un pasado / Que hoy querem os rescatar. / Esta ident idad nos une / Para poder cont inuar, / Luchando por esta vida / Garant ía de verdad. 16 socioeconóm icas y polít icas en las que se destacan la culm inación de la t itulación colect iva de terr itor ios para las comunidades negras, el reconocim iento de las “ autoridades t radicionales ” negras e indígenas, la implementación de un plan de desarrollo “ etnoambiental ” y la observación internacional de este proceso a t ravés de la ONU. El efecto de esta propuesta no t rascendió más allá de lo mediát ico pero reflejaba com o aún en las instancias regionales oficiales la búsqueda de superación de los problemas de violencia pasaba por la ut ilización de la ident idad étnica como inst rum ento48. Ot ras alternat ivas En el caso de los desplazados y demás víct imas ent re las poblaciones negras de la violencia derivada de la intensificación del conflicto en la parte del Pacífico correspondiente a los departamentos de Valle y Nariño, está en curso la elaboración de una propuesta de resistencia de parte del PCN – Proceso de Com unidades Negras, organización que ejerce su influencia en estos dos departam entos. Se t rata de crear una especie de “ terr itor ios de protección ” para que tanto las poblaciones negras que han sido desplazadas o algunas sobre las cuales haya un peligro em inente de expulsión encuent ren áreas en la región, que bajo la protección y el apoyo de la comunidad internacional se conviertan en espacios de reubicación en los cuales las poblaciones puedan reconst ruir sus procesos de sociabilidad, sus formas de producción y cont inuar su proceso de apropiación de la ident idad étnica y terr itor ial. El presupuesto de esta iniciat iva es la concepción del Pacífico como un solo “ terr itor io región ” que pertenece al conjunto de las com unidades negras del Pacífico. De esta m anera, com unidades negras decualquier parte del Pacífico podrían encont rar unas m ejores condiciones de reasentam iento estable m ient ras dura el conflicto arm ado. Esta propuesta incluye la negociación con los actores arm ados para t ratar de comprometerlos a respetar los terr itor ios de protección que se declararían com o zonas neutrales. Se t rata de generar una alternat iva al desplazam iento y una respuesta a la violencia en la que el elemento cent ral sea la ident idad étnica y terr itor ial y en la que las organizaciones negras tengan más autonomía frente a los actores que podrían apoyar el proceso como las ong, la I glesia y los sectores de la comunidad internacional. Al momento de realización de este t rabajo, esta propuesta está aún en curso de elaboración49. En cuanto al Pacífico caucano, se están desarrollando acciones prevent ivas conjuntam ente ent re algunas organizaciones étnicas y la I glesia, quienes con el apoyo de ong internacionales han realizado cursos de capacitación en derechos hum anos a las poblaciones rurales que pueden eventualm ente ser afectadas por una agudización del conflicto en la zona. En este caso también se conserva el elemento de las reivindicaciones terr itor iales y el carácter de comunidades étnicas com o un factor de cohesión de los pobladores que posibilitará una respuesta organizada de resistencia frente a la agudizacion del conflicto50. Conclusiones La convivencia pacífica interétnica y su influencia en el contexto no violento que caracterizó el Pacífico colombiano hasta hace pocos años fueron arrolladas por la espiral de violencia que generó la agudización del conflicto armado a nivel nacional y su extensión geográfica hacia esta región. No fue pues el desbordam iento de las tensiones y conflictos locales ent re los diferentes actores sociales con intereses opuestos en la 48 “ Chocó : terr itor io de paz. Propuesta presentada a consideración del señor Presidente de la República y el Alto com isionado para la paz. ” Gobernación del Chocó, Quibdó, Sept iembre de 1998. 49 Ent revistas con dir igentes del PCN, Julio, Sept iembre 2000. 50 Ent revistas a dir igentes de la Red de m ujeres “ Matam ba y Guasá ” , organización étnica negra de la costa caucana. Guapi, Noviembre 1999. 17 región, los que causan la cr isis de derechos hum anos que hoy se vive en el Pacífico colombiano. Pero, aunque son factores exógenos los que alimentan la situación de cr isis hay elementos de la situación regional que la inscriben como parte del conflicto. La ubicación geográfica est ratégica para los actores armados, las perspect ivas de macroproyectos de desarrollo, el potencial de recursos naturales explotables, son ent re ot ros, aspectos que explican el por qué de la t ransformación de la región en un escenario principal del conflicto. Aunque no haya sido el propósito de este t rabajo hay que decir que, en las concent raciones urbanas m ás im portantes sí se m anifiesta un increm ento de hechos de violencia en la que los cambios socio-económ icos locales son la parte fundamental de su explicación. El salto de los niveles de violencia, si bien empezó en lo fundamental a part ir de actores externos a la región hoy compromete cada vez más pobladores del Pacífico. En efecto, buena parte de los protagonistas de la violencia actual, ya no sólo como víct imas sino como vict imarios en las filas de los bandos enfrentados son gentes nat ivas. Sin embargo, es desde la reivindicación de la ident idad étnica, definida por algunos actores locales (organizaciones negras y organism os asesores) com o pacífica, negra y con una ligazón indisoluble al terr itor io, que se está respondiéndo a la violencia. Los grupos de población organizados en las “ com unidades de paz ” o los que proyectan la creación de “ terr itor ios de protección ” han encont rado en la neut ralidad frente al conflicto una est rategía de sobrevivencia. Paradój icamente ha sido también en este conexto de violencia que se han logrado procesos de const rucción autónom a de organización y hasta la obtención de reivindicaciones terr itor iales que estaban estancadas. No podemos olvidar sin embargo, que la eficacia de estas acciones que podríamos llamar de “ resistencia civil ” es lim itada. La degradación acelerada del conflicto reflejada en la violación cot idiana de parte de los actores armados a las normas del Derecho I nternacional Humanitar io t rae graves consecuencias para la población civil. Las práct icas de los bandos enfrentados m uest ran un gran desprecio de la voluntad expresada por la mayoría de población, ya no sólo del Pacífico sino a nivel nacional, de rechazar la violencia. Y todo esto en un contexto nacional de cr isis de sent ido de lo que es la democracia, la ciudadanía, el Estado de Derecho y las normas más elementales de civilidad. Estos factores dificultan el empoderam iento de la sociedad para const ruir un proyecto colect ivo de Nación51. El problema de la sociedad colombiana t rasciende el conflicto arm ado, aunque éste sea una de las expresiones m ás agudas de su cr isis. Pero estas dificultades (específicas y est ructurales) que enfrentan iniciat ivas de resistencia a la violencia como las que hemos visto en el caso del Pacífico, no invalidan la cont inuación de este ejercicio que de todas maneras ha logrado efectos posit ivos, así sean parciales. El proceso de const rucción de la ident idad étnica y la inst itucionalización de los derechos terr itor iales que se iniciaron en el Pacífico hace ya varios años - a pesar de los problemas que enfrentan estas dinám icas - hoy se han convert ido en una herram ienta válida para resist ir a la vorágine de la guerra. Además, resaltar los mecanismos de convivencia y las formas de resolución de conflictos no violenta que han caracterizado en lo fundamental las relaciones ent re poblaciones indígenas y negras en el Pacífico, así como la tendencia mayoritar ia de los movim ientos de const rucción y reconst rucción de ident idades étnicas o culturales en América lat ina a no inclinarse hacia la violencia armada como mecanismo de lucha por sus reivindicaciones (Le Bot , 2000) , (Gros, 1998) puede significar ot ro elemento más que ut ilicen los actores de la sociedad que hoy quieren encauzar un movim iento masivo de resistencia civil a la guerra en Colombia. 51 Esta problem át ica es t ratada por Pécaut , op. cit . 18 BI BLI OGRAFI A ACI A – Asociación campesina integral del At rato, “ Declaración a la opinión pública nacional e internacional ” , Quibdó, Noviem bre 1998. Agier, Michel, “ Pérdida de lugar, despojo y urbanización : un estudio sobre los desplazados en Colom bia ” en Cubides, Fernando, Dom ínguez, Cam ilo (com p.) , Desplazados, m igraciones internas y reest ructuraciones terr itor iales, CES – UN, Minister io del I nter ior, Bogota, 1999. - , Barbary, Olivier, Hoffmann, Odile, Quint ín, Pedro, Ram írez, Héctor, Urrea, Fernando, I nforme final a Colciencias del proyecto CI DSE Univalle – I RD “ Mobilité, I dent ité et urbanisat ion des populat ions noires dans le sud-ouest colom bien ” , Cali, Junio 2000. Agudelo, Carlos, “ Part icipat ion polit ique des populat ions noires en Colombie ” , en Cahiers des Am ériques lat ines 30, I HEAL, 1999. - , Nuevos actores sociales y relegit im ación del Estado. Estado y const rucción del m ovim iento social de comunidades negras en Colom bia. Ponencia preparada para el simposio SOC-8 « Hacia el Estado de Derecho en América Lat ina : globalización, sociedad civil, seguridad ciudadana y gobernabilidad democrát ica ». 50 Congreso I nternacional de am ericanistas. Varsovia Julio 10/ 14 2000. Almario, Oscar, Cast illo, Ricardo, “ Terr itor io, poblam iento y sociedades negras en el Pacífico sur colom biano ” en Rest repo, Eduardo, Del Valle, I gnacio (eds)
Compartir