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El_Pacifico_colombiano_de_remanso_de_paz

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Publié dans « Cuadernos de Desarrollo Rural » No. 46 2001. pp. 7-39. 
EL PACI FI CO COLOMBI ANO : DE “ REMANSO DE PAZ ” A ES CENARI O 
ESTRATEGI CO DEL CONFLI CTO ARMADO 1 . 
 
Las t ransform aciones de la región y a lgunas respues tas de sus poblaciones 
frente a la violencia . 
 
Carlos Efrén AGUDELO 
 
I nt roducción 
 
Hasta hace poco t iempo todavía se hablaba del Pacífico colombiano como un ejemplo de 
paz para el resto del país, tan convulsionado por la violencia. Esta región era considerada 
com o un verdadero “ laboratorio de convivencia pacífica ” 2. En efecto, lo que hoy 
conocemos como región del Pacífico colombiano, el andén const ituido fundam entalmente 
por bosques y selvas húm edas t ropicales, habitado mayoritar iamente por poblaciones 
negras y uno de los sit ios con m ayor biodiversidad del planeta que se ext iende desde la 
cordillera occidental colombiana hasta la costa sobre el océano Pacífico3, estaba 
práct icam ente ausente en los innum erables estudios sobre la violencia en Colom bia. 
En los t rabajos que se han ocupado de lo que podemos llamar “ la geografía de la 
guerra ” en Colombia, los mapas y estadíst icas que muest ran la expansión terr itor ial del 
conflicto armado y los índices de violencia dejan ver cómo toda la franja costera pacífica 
colombiana se encont raba hasta los años 1990 al margen de la dinám ica del conflicto 
arm ado y con niveles m ínim os de impacto de las múlt iples violencias que afectan la 
sociedad colombiana4. 
La marginalidad de la región con respecto al interior andino (cent ro del poder polít ico y 
económ ico) es una realidad const ruida histór icamente que lógicamente no ha estado 
exim ida de despojos, violencias, conflictos y tensiones pero que nunca adquir ieron las 
dim ensiones de la confrontación de ot ras regiones del país. 
Algunos pobladores de la región nos decían que el Pacífico colom biano ha estado tan 
olvidado por el resto del país que ni la violencia le había llegado y consideraban que esa 
era una de las únicas ventajas de la segregación de la región5. 
En los años 1980 y 1990 la región ha vivido importantes procesos de t ransform ación de 
su dinám ica social y económica. Se producen cam bios que com prom eten al Estado, las 
poblaciones negras e indígenas - sus pobladores ancest rales y m ayoritar ios - y a los 
demás actores que t ienen presencia en la región. Ahora el Pacífico es terr itor io de grupos 
 
1 Ponencia para el coloquio internacional “ La société pr ise en otage. St ratégies individuelles et collect ives face à 
la violence - autour de cas colombien. ” Marsella, SHADYC-EHESS. Este t rabajo se produce en el m arco de la 
invest igación doctoral sobre ident idades y polít ica en poblaciones negras del Pacífico colom biano dir igido por M. 
C. GROS Universidad Paris I I I – I HEAL y el Proyecto “ Mobilité, ident ité et urbanisat ion des populat ions noires 
dans le Pacifique sud colom bien ” de CI DSE-UNI VALLE – I RD. 
2 Este planteam iento es desarrollado part icularmente en los t rabajos sobre la región Pacífica y las poblaciones 
negras en Colombia de los ant ropólogos Jaime Arocha (1996) (1998) (1999) , Nina de Friedemann (1989) y Anne 
Marie Losonczy (1996) (1997) . Se citan sólo algunos de sus t rabajos sobre el tema. 
3 El Pacífico colom biano ha tenido diferentes m odalidades de pertenencia a las instancias de división polít ica 
adm inist rat iva del país. Actualmente comprende la totalidad del departam ento de Chocó, y las partes bajas 
(ent re la cordillera occidental y la costa de los departamentos de Valle, Cauca y Nariño más dos municipios del 
departam ento de Ant ioquia. 
4 Echandía (1998) , Cubides, Olaya, Ort iz (1998) , Reyes (2000) y para los índices de violencia en el Pacífico ver 
(Hoffmann, Pissoat , 1999) 
5 Ent revista con pobladores de Guapi (1998) en el Pacífico, a propósito de la ausencia de comunicación terrest re 
ent re la mayoría de las poblaciones de la región y el inter ior del país. Solo hay t res vías de comunicación 
carreteable que unen Tum aco, Buenaventura y Quibdó con el inter ior. 
 2
étnicos6 y un área especial de protección debido a su gran biodiversidad (una de la más 
altas del mundo) y al t iempo la puerta de Colombia con el “ mar del siglo XXI ” , el 
océano Pacífico. 
La visión del Pacífico colombiano como región pobre y m arginada pero con una gran 
biodiversidad y con los índices más bajos de violencia en el país, hoy es cosa del pasado. 
En efecto, la extensión del conflicto armado a varias zonas de la región y su impacto más 
explícito, los desplazam ientos forzados de población, han incorporado el Pacífico de lleno 
en la cartografía de las violencias en Colombia. 
Nuest ro propósito es presentar una síntesis del proceso de const rucción histór ica y de las 
t ransformaciones de la región como contexto en el que se regist ra la ausencia inicial de 
los altos niveles de violencia comunes a ot ras áreas del país. Pasaremos luego a most rar 
los elementos que configuran la ent rada gradual de la región en la dinám ica del conflicto 
arm ado y sus im pactos en la población. Finalmente presentaremos algunos elementos de 
análisis sobre el t ipo de respuesta a las violencias que dan algunos sectores de la 
población acom pañados por ot ros actores sociales. Part icularm ente nos interesa m ost rar 
cómo la ident idad étnica y las reivindicaciones terr itor iales a ella asociada recientemente 
devienen una est rategía eficaz (aunque lim itada) de resistencia y sobrevivencia a la 
lógica cada vez más envolvente del conflicto armado. 
 
Una m irada a la h istor ia 7 
 
Lo que aquí llamaremos el Pacífico, región Pacífica o Pacífico colombiano son Las t ierras 
bajas de selva t ropical húmeda que const ituyen el andén comprendido ent re la cordillera 
occidental colombiana ( ram ificación ext rema occidental de los Andes) y las costas sobre 
el océano Pacífico extendiéndose hacia Panam á y Ecuador. La región es una de las zonas 
más lluviosas y húmedas del planeta. At ravezada por numerosos ríos, algunos de ellos 
r icos en yacim ientos auriferos y de plat ino, el Pacífico, poblado inicialmente por algunas 
t r ibus indígenas fue sólo parcialmente ocupado por la colonización española que, at raida 
por sus r iquezas m inerales estableció un modelo de economía ext ract iva ausent ista 
debido a las difíciles condiciones de habitabilidad. 
La implementación de los enclaves m ineros con mano de obra esclava8 y algunos pocos 
cent ros urbanos explican hoy el poblam iento mayoritar io de poblaciones negras 
descendientes de los esclavos afr icanos implantados en la región desde el siglo XVI . La 
presencia indígena originaria devino m inoritar ia al lado de algunos pocos blancos y 
mest izos. Con la abolición de la esclavitud a mediados del siglo XI X se produjo un 
proceso de m igración de ant iguos esclavos del interior del país que incrementó aún más 
el poblam iento negro. De las m inas en el periodo colonial, en los siglos XI X y XX la 
pr ior idad en explotación de recursos pasó a otros productos com o la tagua, el caucho y la 
madera. La lógica del ext ract ivismo se mantuvo y la región se fue integrando aunque de 
manera marginal o perifér ica a la dinám ica de modernización del país. 
Las extensas áreas rurales habían sido cohabitadas por las poblaciones negras 
m ayoritar ias que ocupaban asentam ientos dispersos a lo largo de los numerosos ríos de 
la región y los indígenas localizados básicam ente en las cabeceras y partes altas. Los 
 
6 La Const itución nacional de 1991 definió el carácter mult iétnico y plur icultural de la Nación, incluyendo como 
m inoría étnica a las “ com unidades negras ” y legit im ando el reconocim iento que ya exist ía de las poblaciones 
indígenas. Las poblaciones negras representan el 90% del total de los habitantes de la región. El 10% restante 
corresponde a laspoblaciones indígenas y blancos-mest izas, 5.8% y 4.2% respect ivamente según información 
del departamento de Planeación nacional, en Rueda (1993) . 
7 La bibliografía sobre la histor ia del poblam iento del Pacífico es extensa. Para una visión sitem át ica sobre 
terr itor io, poblam iento y sociedades en el Pacífico colombiano se pueden consultar ent re ot ros, los t rabajos de 
Alm ario (1996) , Aprile-Gniset (1993) , Hoffm ann (1999) , Losonczy (1992) , Olinto (1993) , Rom ero (1995) , Villa 
(1994) , West (1957) , Whit ten, Fr iedemann (1974) , Zuluaga (1994) . 
8 Aunque inicialmente los españoles intentaron la ut ilizacion de los indígenas para el t rabajo en las m inas, 
rapidam ente se vieron en la necesidad de llevar esclavos de or igen afr icano para poder explotar de m anera m ás 
eficaz los yacim ientos de oro. 
 3
asentam ientos de estas poblaciones se adaptan a las condiciones product ivas de la 
región lo que implica una alta movilidad para art icular las act ividades de pesca, 
agricultura y m inería de acuerdo a la época del año y a las condiciones climát icas de las 
áreas de habitat . 
De acuerdo a estudios etnográficos (en la zona norte de la región) , la dinám ica de 
ocupación del terr itor io de parte de las poblaciones negras e indígenas dio lugar a un 
sistem a de const rucción cultural y de convivencia interétnica fluído que, aunque no 
excento de tensiones y conflictos, tuvo un carácter no violento canalizado por diversos 
mecanismos de intercambio simbólico y social9. 
Este proceso de ocupación del terr itor io se desarrolla ante la casi indiferencia y una 
presencia precaria del Estado cent ral. La desidia estatal frente a las zonas perifér icas 
t iene además en el caso del Pacífico (caracter izado com o una región « negra ») , una 
connotación de segregación socio- racial. Dicha discrim inación corresponde al modelo de 
Estado que se const ruyó desde los inicios de la República (principios del siglo XI X) , 
heredando de la adm inist ración colonial los prejuicios raciales que subsist ieron aun 
después de la abolición total de la esclavitud y que se alimentó también de las teorias 
racistas que surgieron durante el siglo XI X en Europa (Wade, 1997) . 
Cambios en la forma de poblam iento se producen con mayor intensidad hacia los años 
1950 cuando buena parte de las poblaciones negras se concent ran en poblados 
pequeños. En los pocos cent ros urbanos se encuent ran las poblaciones blancas y 
mest izas ( fundamentalmente comerciantes y empresarios pequeños de la m ineria o la 
madera, adm inist radores de grandes compañías m ineras o m adereras) aunque tam bién 
allí term ina siendo mayoritar ia la población negra. La búsqueda de oportunidades 
laborales, de educación y de mejor acceso a servicios de salud at rae una parte 
importante de la poblacion rural hacia los polos urbanos de la región (Buenaventura, 
Quibdó, Tumaco y Guapi) . Este proceso de movilidad expresa ya cierto agotam iento de 
las formas t radicionales de producción y poblam iento (Villa, 1998) . 
Terr itor io de débil densidad de población, la presión por la propiedad de la t ierra y los 
procesos de acumulación capitalista ligados a ella que acompañaron casi siempre los 
conflictos armados en Colombia desde el siglo XI X y la primera m itad del siglo XX (Fals 
Borda, 1982) , (Le Grand, 1988) , no tuvo las m ismas expresiones en el Pacífico. La región 
fue escenario episódico de pocas batallas durante la gesta independent ista y las guerras 
civiles del siglo XI X. Aunque el conjunto de la población estaba adscrita a los part idos 
polít icos liberal (mayoritar iamente) y conservador, hubo pocas manifestaciones de 
violencia ent re 1940 y 1960, periodo conocido como “ La Violencia ” , últ ima guerra civil 
que enfrentó liberales y conservadores que causó más de 200000 muertes en todo el 
país. (Agudelo, 1999) . 
En 1959 el gobierno colombiano establece una ley10 que desconoce el poblam iento rural 
desarrollado hasta el momento por las poblaciones negras y la m inoría indígena que 
ocupa la región al considerar los terr itor ios del Pacífico como t ierras baldías o zonas de 
colonización11. Esta ley será aprovechada por grandes compañías madereras para 
consolidar su presencia en la región a t ravés de la obtención de perm isos de explotación 
y en m uchos casos para apropiarse de terr itor ios, hasta ese momento ocupados por 
poblaciones negras (Rest repo, 1996) . 
En los años 70’ se produce una aceleración de la presencia de proyectos indust r iales en 
la región. Llegan las camaroneras y los empresarios del aceite de palma a la parte sur 
(Escobar, 1996) y ot ros proyectos pesqueros y m ineros penet ran la región. El terr itor io 
del Pacífico que años at rás parecía no tener lím ites para sus pobladores com ienza a 
“ reducirse ” a grandes pasos. 
 
9 Ver los t rabajos de Losonczy, Arocha y Friedem ann citados anteriorm ente. 
10 “ Ley 2da sobre econom ía forestal de la Nación y de recursos naturales favorables ” . 
11 Por las formas de ocupación del espacio con alta movilidad, debido ent re ot ros factores, a la poca 
product ividad agrícola, la inm ensa m ayoría de pobladores carece de t ítulos de propiedad que son otorgados por 
el Estado bajo el esquem a de ocupación propio de las zonas andinas del inter ior del país. 
 4
La violencia que implica el despojo terr itor ial y la sobreexplotación no está ausente en las 
relaciones que se establecen ent re los pobladores negros y los grandes madereros, 
palm icultores, camaroneros, comerciantes y demás empresarios ávidos de terr itor ios y 
m ano de obra barata. Pero, com parado con los índices de muertes violentas que 
alcanzan estos procesos en ot ras regiones de frontera o del interior del país, la región del 
Pacífico sigue siendo una excepción. 
Ot ro factor de conflicto en la región, es el establecim iento, a part ir de finales de los años 
70’, de los pr im eros “ resguardos ” 12 en el Pacífico (Villa, 1998) . El proceso de luchas y 
organización de los indígenas a nivel nacional y regional logra del Estado el derecho a 
que les sean reconocidas la propiedad sobre la ocupación ancest ral de terr itor ios. De esta 
manera los indígenas obt ienen derechos sobre t ierras que hasta ese momento venían 
siendo ocupadas conjuntam ente por negros e indios. En m uchos casos poblaciones 
negras enteras quedan englobadas por resguardos indígenas, (Pineda, 1999) . Esta 
situación es fuente de nuevas tensiones ent re indígenas y pobladores negros pero, 
aunque se presentan algunos casos aislados de enfrentam ientos que llegan a la violencia, 
todavía los sistemas dialogales de concertación se const ituyen en la base de resolución o 
m oderación de los conflictos (Arocha, 1998) . 
Las guerr illas de izquierda que aparecen en Colombia a principios de los años 60’ hacen 
presencia en algunas zonas de la región a mediados de los años 70’ pero lim itada al 
t ránsito o al refugio tem poral, o com o zona de reposo de algunos núcleos sin que esto 
alterara la calma en materia de orden público de la región (Echandía, 1998) . 
I gualmente como producto del “ boom ” del fenóm eno del narcot ráfico de los años 80’, 
en algunas partes altas del sur y el norte se presentan cult ivos de coca así com o algunas 
inversiones de narcot raficantes en proyectos m ineros, pesqueros y turíst icos hacia la 
zona cent ral (Vargas, 1994) . 
El final de la década del 70 es también el periodo de llegada a la región de las polít icas 
de desarrollo específicas para el Pacífico. Esta nueva situación es producto, ent re ot ros 
factores, de la presión de algunos actores locales, de un nuevo discurso de parte del 
Estado sobre la importancia est ratégica de la región com o punto de contacto con la 
“ cuenca del Pacífico ” y de una mayor visibilización en el interior del país de las 
condiciones de marginalidad en el acceso a servicios básicos en que viven la mayor parte 
de los pobladoresde la región. Se diseñan planes agrícolas y de ampliación de la 
cobertura en servicios. Se plantean grandes proyectos de infraest ructura que aum enten 
y mejoren las formas de comunicación de la región hacia el interior del país y también su 
conexión marít ima con la cuenca del Pacífico. Se vuelven a plantear viejos proyectos 
como la term inación de la vía panamericana en la región del Darién que uniría a 
Colombia con Panamá y el canal At rato – Truando ( ríos del departamento del Chocó) que 
conectaría el Oceáno At lánt ico con el Pacífico. A esto se agrega el reconocim iento de la 
región del Pacífico como una de las áreas de mayor biodiversidad del planeta, en el 
marco de la discusión mundial sobre medio ambiente y el desarrollo sostenible (Escobar, 
Pedrosa, 1996) . 
 
El Pacíf ico, ter r itor io étnico y biodiverso 
 
En el contexto de modernización acelerada de la región Pacífica y de las múlt iples 
modificaciones a que son somet idas las formas de vida de sus habitantes ancest rales, va 
a surgir una nueva concepción de terr itor io13. De una noción flexible de terr itor ialidad 
ligada a la alta movilidad necesaria para la subsistencia product iva los pobladores negros 
 
12 Form a de propiedad colect iva de la t ierra para las poblaciones indígenas que t iene su or igen en la legislación 
colonial (Pineda, 1999) . 
13 Aunque no son pocos los casos en que los pobladores negros ya habían adoptado unas form as de propiedad 
de la t ierra sim ilares a aquellas preponderantes en el inter ior del país (Rivas, 1999) , la nueva concepción a que 
aludimos es la que va a determ inar cam bios sustanciales en la situación de la región. 
 5
deben ahora establecer unos lím ites terr itor iales precisos so pena de cont inuar perdiendo 
sus derechos de ocupación sobre t ierras que habitan desde hace m ás de un siglo. Llegar 
a esta nueva concepción de terr itor io es el fruto de una coincidencia de factores y de 
intereses locales, nacionales y globales. Al igual que los indígenas, que conquistan el 
derecho a los “ resguardos ” desde su condición de grupo étnico, algunos núcleos de 
pobladores negros se organizan para reclamar del Estado sus derechos sobre la t ierra 
apoyados en una recién declarada etnicidad14 y reivindicando unas form as de producción 
respetuosas de la naturaleza y por lo tanto consecuentes con el nuevo discurso de 
protección de la biodiversidad y desarrollo sostenible (Escobar, Pedrosa, 1996) . Esta 
movilización por la t ierra que se inicia en el departamento del Chocó va a extenderse a 
todo el Pacífico luego del proceso const itucional de 1991. 
 La nueva Const itución reivindica el carácter mult iénico del país, la prior idad del 
desarrollo sostenible y una polít ica ambiental protectora de la naturaleza. Las poblaciones 
negras son consideradas como parte de esa diversidad cultural y agentes protagónicos 
de las nuevas polít icas ambientalistas. El Estado colombiano en busca de recuperar una 
legit im idad desgastada por el desbordam iento de la violencia y la corrupción polít ica se 
muest ra abierto al reconocim iento de los derechos terr itor iales y culturales de las 
m inorias étnicas. En el concierto internacional la discusión sobre la defensa de la 
biodiversidad y el medio ambiente va de la mano con la reivindicación de los derechos de 
las m inorías étnicas (Agudelo, 2000) . 
Esta confluencia de factores que desem bocan en la inclusión en la Const itución del 
Art ículo Transitor io 55 y posteriormente la ley 70 de 1993 sobre derechos terr itor iales y 
culturales de las poblaciones negras, que si bien no está excenta de am biguedades, 
cont radicciones y m alentendidos, va a generar de todas form as una nueva realidad en la 
región Pacífica colombiana (Hoffm ann, Agier, 1999) ; (Hoffm ann, 1998) . 
La reivindicación de formas de propiedad colect iva de la t ierra asociadas con una 
reivindicación de ident idad étnica y las formas de manejo de las m ismas de parte de 
autoridades comunitar ias creadas con ese propósito, aunque no t ienen la acogida 
unánime de parte de los pobladores rurales negros del Pacífico, sí genera una dinám ica 
polít ica y social sin precedentes ent re estas poblaciones. El proceso inicial de 
organización se ext iende práct icamente a la totalidad de los áreas rurales del Pacífico. 
Con m ás celer idad en unos lugares que en ot ros, dependiendo de los antecedentes 
organizat ivos de la región y de las condiciones de presión sobre el terr itor io, las formas 
de organización llamadas étnico- terr itor iales van a consolidarse. Se pasa luego a la 
organización de los “ consejos com unitar ios ” definidos como las instancia de 
organización de los pobladores que reclaman un área delim itada del terr itor io que han 
ocupado de acuerdo a característ icas culturales y form as de producción determ inadas por 
la ley. 
Si la ley se plantea como el inicio de resolución del problema de la terr itor ialidad y de 
paso de la ident idad cultural de estas poblaciones, ello no implica que las tensiones por 
terr itor ios en disputa vayan a dism inuir. La reivindicación de zonas de resguardo de parte 
de los grupos indígenas cont inua y en m uchos casos se presentan lit igios con los 
pobladores negros por competencia de t itulación sobre la m isma área. También se 
evidencian las tensiones ent re pobladores negros y los propietarios de las grandes 
plantaciones de palma en el sur . Apoyados en la ley 70, las organizaciones negras de la 
región aspiran a recuperar t ierras perdidas desde los años 70’. Hace rato se habla de la 
presencia en la región de m ilicias armadas al servicio de los palm icultores y el asesinato 
de un lider cam pesino negro de la zona en 1998, está sin esclarecerse. El avance de los 
cult ivos de coca en las partes altas de los ríos de la región compromete a cada vez más 
cam pesinos negros que en m uchos casos se encuent ran part icipando en concejos 
 
14 Aquí juegan un papel im portante los grupos de asesores ong, I glesia, ant ropólogos estudiosos de grupos 
negros y algunos act ivistas negros de origen urbano universitar io que desde los años 70 se const ituyen en 
grupos de t rabajo sobre la problem át ica negra y se inspiran en las luchas del movim iento negro mundial 
(Agudelo,1999) . 
 6
com unitar ios y que ya t ienen sus terr itor ios t itulados o están esperando una próxima 
t itulación. Para los narcot raficantes que com pran las cosechas, el proceso de t itulación 
colect iva no ha ent rado hasta el m om ento en conflicto con sus intereses. Hasta m ediados 
de los años 90, las guerr illas que aumentan gradualmente su presencia en la región 
tam poco se han pronunciado por o cont ra el proceso de t itulación colect iva de terr itor ios 
(Agier, Hoffm ann, 1998) . 
La región del Pacífico cont inua su proceso de modernización acelerado y todos los 
ingredientes de la dinám ica polít ica, económ ica y social nacional se encuent ran 
presentes, aunque con diferentes intensidades. Pero, las interacciones sociales ent re los 
diversos actores que t ienen presencia en la región no desem bocan aún en los niveles de 
violencia de ot ras regiones del país. Hasta mediados de la década de los 90, todavía se 
seguía reivindicando el Pacífico com o un “ oasis de paz ” . El argum ento m ás fuerte para 
explicar esta realidad seguía siendo las formas de convivencia pacífica const ruidas 
histór icamente por sus principales pobladores, las comunidades negras e indígenas15. 
Sin negar el papel que han jugado factores socio-econom icos en el increm ento de hechos 
de violencia, part icularmente en las principales concent raciones urbanas de la región 
(Buenaventura, Tum aco y Quibdó) , si podemos afirmar que es el cambio en la actuación 
de actores con presencia en la región ( las guerr illas y las fuerzas armadas del Estado) y 
la presencia de nuevos actores violentos ( los grupos param ilitares) el factordeterm inante 
para el salto que se produce hacia 1995 en térm inos de agudización del conflicto armado 
y de violencia. 
 
El m arco genera l de la agudización del conflicto 
 
El conflicto armado en Colombia subsiste desde mediados de los años 60 – en referencia 
al surgim iento de organizaciones armadas de izquierda - , pero es a part ir de finales de 
los años 70 que su impacto nacional com ienza a ser más obstensible. De la implantación 
inicial de las guerr illas en zonas de colonización y en áreas rurales con débil o ninguna 
presencia del Estado, se da paso a una expansión gradual y por saltos hacia zonas de 
mayor desarrollo económ ico y demográfico, incluida la presencia en áreas urbanas16. 
El aumento de la capacidad m ilitar y el objet ivo est ratégico del cont rol terr itor ial de parte 
de las fuerzas guerr illeras parece desbordar la capacidad de respuesta del Estado y desde 
la segunda m itad de los años 80 toma fuerza como parte de la est rategia 
cont rainsurgente el papel de grupos param ilitares17. 
Un nuevo salto en la confrontación se presenta hacia 1995, cuando la guerr illa ocasiona 
golpes sin precedentes a las fuerzas m ilitares del Estado (dest rucción de cuarteles y 
captura masiva de soldados y policias. Actualm ente las FARC m ant ienen retenidos a m ás 
de 500 m ilitares) . Las fuerzas param ilitares, por su parte se presentan com o una fuerza 
unificada a nivel nacional con el nom bre de Autodefensas Unidas de Colombia AUC e 
inician (con diversos niveles de coordinación no explicitados, con las fuerzas armadas) 
una ofensiva sobre terr itor ios en los que las guerrillas t ienen una presencia importante. 
En la disputa terr itor ial ent re guerr illas y fuerzas param ilitares y m ilitares las poblaciones 
que habitan dichos terr itor ios se convierten en las primeras víct imas del conflicto. En 
principio es el terror que producen las acciones m ilitares de los actores armados y el 
 
15 Arocha, Friedem ann, Losonczy, op. cit . 
16 Sobre la evolución del conflicto armado ver Arocha, Cubides, Jimeno (1998) . Los grupos guerr illeros que 
surgen en los años 60’ son las Fuerzas Arm adas Revolucionrias de Colom bia - FARC, el Ejército de Liberación 
Nacional - ELN y el Ejército Popular de Liberación - EPL. A m ediados de los 70 aparece el Movim iento 19 de Abril 
- M-19. Posteriorm ente han aparecido y desaparecido grupos m enores de incidencia regional. A principios de los 
años 90, luego de acuerdos de paz el M-19 y el EPL se convierten en part idos polít icos civiles. Actualmente 
cont inuan act ivos las FARC el ELN con aproxim adam ente unos 15000 y 5000 guerr illeros respect ivam ente y 
unas pequeñas fracciones del M-19 y el EPL y ha surgido una disidencia del ELN llamada Ejército Revolucionario 
Guevarista - ERG. 
17 Sobre los grupos param ilitares ver (Cubides, 1998) . 
 7
hecho de encont rarse en el fuego cruzado de los enfrentam ientos, el drama que provoca 
m uertes y desplazam ientos forzados. Luego, los pobladores de las áreas en que la 
guerr illa se ha implantado o simplemente circula son considerados por los grupos 
param ilitares y las fuerzas armadas como parte del enem igo a elim inar o neut ralizar. La 
est rategia param ilitar frente a las poblaciones señaladas como aliadas de la guerr illa 
oscilan ent re el asesinato select ivo, la masacre, la expulsión de la región o la exigencia 
de colaboración con las fuerzas armadas y o los param ilitares. Con una lógica sim ilar 
responde la guerr illa en las zonas donde los param ilitares hacen presencia18. 
Si al pr incipio se asesinan a los presum idos integrant res y colaboradores del bando 
cont rario luego se pasa a elim inar a los abiertamente neut rales pues la lógica de la 
polar ización de los bandos enfrentados no da lugar a terceras alternat ivas neut rales, o se 
está con un sector o se está con el ot ro. Más que la lógica de ganar el respaldo de la 
población por convicción o ident idad ideológica o polít ica com ienzan a primar la fuerza y 
el terror como mecanismos de cont rol de poblaciones y terr itor ios (Pécaut , 1996, 1999) . 
 
El Pacíf ico : nuevo escenar io de la guerra 
 
Se mencionaba at rás que las guerr illas com ienzan a tener presencia en algunas zonas 
rurales de la región desde finales de los años 70 fundam entalmente com o puntos de 
t ránsito y de reposo. La poca, o en algunos casos ninguna presencia del Estado hizo de la 
guerr illa un regulador de las relaciones sociales al cual se habituaron los pobladores. Este 
fenóm eno se presenta fundam entalm ente en la parte norte del departamento del Chocó 
conocido como el Urabá19 chocoano (V frente de las FARC) , en los m unicipios de Tim biquí 
y Lopez de Micay en el departamento del Cauca y en el sur las zonas aledañas al 
municipio de Barbacoas, I scuandé y Ricaurte en el departamento de Nariño ( frentes VI y 
VI I I de las FARC y algunos grupos del ELN) . La presencia de la guerr illa en estas áreas 
de la región obedeció a la extensión terr itor ial desde el interior del país. En el norte 
corresponde al desplazam iento de frentes guerr illeros desde el Urabá ant ioqueño y en el 
sur y cent ro a grupos provenientes de la cordillera occidental y el interior de los 
departamentos del Valle, Cauca, Nariño y Putum ayo. 
En los estudios sobre la ubicación de la guerr illa en el terr itor io nacional y la cartografía 
del conflicto armado cruzada con los niveles de violencia se puede observar que si de una 
parte se detecta la presencia guerr illera en las áreas de la región anotadas, de ot ra parte 
en lo que concierne a acciones armadas y ot ros hechos de violencia (m uertes violentas, 
secuest ros) los mapas y estadíst icas ubican la totalidad de la región como zona no 
violenta (Echandía, 1998) . 
A part ir de inicios de los años 90, cambios en la est rategia de cont rol terr itor ial de parte 
de las guerr illas hacen que el aumento de su presencia en la región asuma nuevas 
dim ensiones. Surgen nuevos frentes de implantación como la región de la carretera al 
mar que comunica Buenaventura con el interior del país en la que la guerr illa de las FARC 
 
18 Apartes de com unicado de las Farc sobre su cam paña de “ dignidad guerr illera ” cont ra los param ilitares en la 
que señala como “ objet ivo m ilitar ” : “ 1- A los sapos y colaboradores de los param ilitares ; 2- Comerciantes 
que venden los productos a los sicar ios ; 3- Obreros de las fincas donde hay bases del param ilitar ismo. … 5- 
Cam pesinos que reciban ganado a ut ilidades de propiedad de reconocidos param ilitares ; 6- Campesinos que 
vendan sus productos a las cooperat ivas de fachada del param ilitar ismo…9- Toda persona que sepa algo de este 
fenómeno y no lo divulgue a las com isiones disciplinar ias de las Farc ; 10- En general todo lo que huela a 
param ilitar, incluyendo ganaderos, polít icos, m ilitares, que apoyan dicho fenómeno ” Comunicado de las FARC, 
Diciem bre 1994. Tom ado de “ I nform e sobre el desplazam iento forzado en Colom bia. GAD – Grupo de apoyo a 
desplazados, Marzo, 1999. 
19 La región de Urabá com prende las áreas de los departam entos Chocó, Ant ioquia y Córdoba conectados con el 
océano At lánt ico en el llamado Golfo de Urabá. Zona de colonización de poblaciones de estos t res 
departam entos con predom inancia de los Ant ioqueños. Urabá ha sido histór icam ente uno de los frentes de 
colonización y zona de producción de banano con mas altos índices de violencia en el país. Se subdivide en t res 
subregiones de las cuales la perteneciente a Ant ioquia concent ra los puntos de producción y comercialización 
del banano. La subregión correspondiente al Urabá del departam ento del Chocó t iene las m ismas característ icas 
biogeográficas del conjunto del Pacífico. 
 8
( frentes VI y 30) realiza acciones armadas ( retenes, “ tom as ” de caserios, asaltos a 
puestos de policia y ejército). En Lopez de Micay y Tim biquí el ELN y las FARC ( frentes VI 
y 30) obligan a los candidatos a elecciones m unicipales a renunciar a sus candidaturas y 
manifiestan publicamente su disposición a ejercer un cont rol sobre la gest ión municipal. 
En el sur, con el aumento de los cult ivos de coca en la parte alta de los ríos, las FARC 
aum enta tam bién su presencia y cont rol sobre la población y los cult ivos de coca 
( frentes VI I I , 29 y 48) . En el Chocó, en el r io San Juan llega un grupo del ELN. En el Alto 
Baudó aparece en 1994 un frente del EPL cuyo accionar en la región provoca los 
primeros desplazam ientos de pobladores hacia Quibdó (extorsiones, asesinatos, 
secuest ros) . Este grupo desaparece a m ediados de 1995, (Arocha, 1998) . En 1996 surge 
en el área del r ío San Juan el grupo armado “ Benkos Biojó ” 20, ident ificándose com o una 
guerr illa étnica negra que lucharía por conquistar las reivindicaciones de las poblaciones 
negras de Colombia y cont ra la discrim inación racial. En realidad se t rataba de una 
disidencia del ELN comandada y compuesta fundamentalmente por guerr illeros negros 
que es diezmada por el ejército al cabo de unos meses. Más recientemente aparece en el 
departamento del Chocó, área del Carmen del At rato el Ejército Revolucionario 
Guevarista - ERG, ot ra disidencia del ELN. En cuanto a la zona norte de la región, el 
Urabá chocoano y el llamado tapón del Darién – la zona lim ít rofe con Panamá – las FARC 
han desdoblado su V frente y en estos m om entos t iene presencia en la zona con los 
frentes 30, 34 y 57. 
La experiencia del “ Benkos Bioho ”así como la de algunos de los frentes guerr illeros de 
las FARC del ELN que han tenido una presencia más estable en la región muest ra un 
intento de parte de los grupos armados de inst rumentalizar las reivindicaciones de las 
poblaciones negras art iculando su discurso polít ico general ( lucha de clase, revolución 
por el socialismo, etc) con uno más part icularista referido a la lucha cont ra la 
discrim inación racial, la recuperación de la memoria de las luchas de los negros cont ra el 
esclavismo, la valoración de la cultura propia, el derecho a la propiedad de la t ierra, etc. 
pero sin llegar hasta los planteam ientos sobre autonom ía, diferencia cultural y étnica de 
algunos m ovim ientos negros que surgen en el marco de la nueva Const itución y la ley 70 
sobre terr itor ios colect ivos (Agudelo, 1999) . Sin em bargo, com o anotábam os en 
referencia al conflicto armado a nivel nacional, las est rategias de reclutam iento y cont rol 
terr itor ial desarrolladas por los movim ientos guerrilleros en los últ imos años se apoyan 
más en una lógica de cont rol m ilitar y la obligación de plegarse a los intereses de dichos 
grupos, que de t rabajo polít ico proselit ista y de acompañam iento de las reivindicaciones 
de la población. 
Para la guerr illa, se t rata de consolidar el cont rol de zonas de t ránsito est ratégico como 
la región del Darién y el Urabá chocoano, espacios de ent rada de armamento 
procedentes de Panamá y llegada por vía marít ima al golfo de Urabá. La perspect iva de 
los megaproyectos como el canal At rato – Truandó, las nuevas rutas de acceso al inter ior 
y la term inación de la carretera Panamericana, la creación de nuevos puertos y la 
ampliación de los existentes, el aumento de cult ivos ilegales con los grandes beneficios 
económ icos que les genera su cont rol, todos estos elem entos serían factores que han 
mot ivado el incremento de la presencia guerr illera en la zona. Según algunos analistas la 
perspect iva de la guerr illa en la región es la de consolidar un “ corredor de t ránsito ” a lo 
largo de toda la región, desde el Urabá hasta Tum aco, pasando por los puertos de 
Buenaventura y Guapi en el Cauca. Corredor que se conectaría t ransversalmente con el 
inter ior del país en diversos puntos21. I gualmente, el com andante general de las FARC 
reconocía publicamente el interés est ratégico de este grupo por cont rolar la zona 
marít ima en el sur del país22. 
 
20 Nombre del jefe cimarrón del Palenque de San Basilio (ubicado en la costa Caribe, cerca de la ciudad de 
Cartagena) , uno de los pr im eros palenques de esclavos rebeldes que se establecieron en América en el siglo 
XVI I I . 
21 “ Los teat ros de la guerra ” en SEMANA, N° 962, Oc tubre 2000. 
22 Ent revista de Manuel Marulanda, comandante de las FARC, mayo 1999, citada en I nforme final a Colciencias 
del proyecto CI DSE Univalle – I RD “ Mobilité, I dent ité et urbanisat ion des populat ions noires dans le sud-ouest 
colombien ” , Cali, Junio 2000. 
 9
A la expansión de la guerr illa le ha correspondido un fortalecim iento del pie de fuerza 
m ilitar del Estado, part icularmente en puntos considerados como est ratégicos por los 
actores armados que se disputan el cont rol terr itor ial. Los puertos de Tum aco, Guapi y 
Buenaventura han aum entado su cont ingentes y se han creado unidades navales 
especiales con asesoria estadounidense. 
Pero, es la llegada de los grupos param ilitares a la región, part icularmente a las zonas de 
mayor presencia guerr illera el factor que ha desencadenado con gran fuerza la 
confrontación armada y la violencia cont ra la población civil. 
I nicialmente la guerr illa que tenía presencia en la zona estaba integrada 
fundam entalm ente por personas provenientes de ot ras regiones. En la m edida que se 
fueron asentando sobre ciertas zonas de la región comenzaron a incorporar pobladores 
nat ivos y esto se ha incremetado en la medida en que se agudiza el conflicto. I gual 
situación se presenta en el caso de los grupos param ilitares23. Sin embargo, la mayoría 
de la población cont inua oscilando ent re plegarse por la fuerza de las circunstancias a las 
ordenes de uno de los actores arm ados y exponerse a las retaliaciones del bando 
cont rario o huir buscando la sobrevivencia. La situación se complica para los pobladores 
cuando ant iguos guerr illeros que estuvieron asentados en la región y con los cuales la 
población tuvo forzosamente relaciones, llegan después en las filas de los param ilitares o 
com o inform antes de las fuerzas arm adas señalando a los que deben ser asesinados por 
su “ colaboración ” con la guerr illa. Esta situación se ha presentado frecuentemente en la 
región Pacífica24 pero es común a ot ras áreas del país con presencia de guerr illas y de 
grupos param ilitares. 
 
 
La explosión del dram a 
 
El departam ento del Chocó 
En 1996, la acción param ilitar combinada con la de las fuerzas armadas, logra un 
repliegue importante de la guerr illa del Urabá ant ioqueño. Las acciones prosiguen hacia 
la parte chocoana de Urabá y el Bajo At rato, extendiéndose luego hasta el Medio At rato. 
En el m arco de esta ofensiva cont rainsurgente se va a producir ent re diciembre de 1996 
y febrero de 1997, el desplazam iento forzado de aproximadamente 15000 personas en el 
área del Bajo At rato25. 
Varios informes de ONG de derechos hum anos nacionales e internacionales e 
inst ituciones como la I glesia han regist rado los hechos sucedidos en el norte de Chocó y 
el Medio At rato26. Para la parte norte, el desplazam iento forzado fue antecedido de 
 
23 “ La situación se nos está complicando cada vez m ás y se está volviendo dificil que los jóvenes se organicen 
para luchar por nuest ros terr itor ios y nuest ra cultura negra. Algunos muchachos se están met iendo a la guerr illa 
y ot ros con los param ilitares. Ellos dicen que prefieren eso a morirse de hambre o a que les peguen un t iro sin 
tener nada que ver com o le ha pasado a m uchos de por aquí….. ” Ent revista con lider de organización étnica 
negra. Quibdó, Noviembre 1999. 
24 EXODO N° 5 Bolet ín sobre despl azam iento interno. La Guerra en el norte del Chocó : Más de 10000 
desplazados. 
25 Diferentes cifras de ong de derechos hum anos oscilan ent re 10000 (GAD– Grupo de Apoyo a Desplazados) y 
20000 (AI – Am nist ía I nteracional) , en todo caso ha sido declarado com o el desplazam iento forzado m asivo m ás 
grande que se ha producido en el país desde 1985. Colombia presenta una de las cifras mas altas de 
desplazam ientos forzados debido a situaciones de violencia. 1823637 desplazados ent re 1985 y 1999. Codhes – 
Consultoría para los derechos hum anos y el desplazam iento. 
26 Para ver en detalle la referencia de los hechos de violencia, las violaciones al derecho internacional 
humanitar io comet idas por los actores armados en conflicto en la región ( fuerzas armadas, param ilitares y 
guerr illa) y los impactos sobre la población, ver ent re ot ros informes de derechos humanos : “ Retorno a la 
esperanza. Las com unidades desplazadas de Urabá y Medio At rato ” , Am nist ía I nternacional. Junio 2000 ; “ Con 
la esperanza intacta. Experiencias comunitar ias de Resistencia Civil no violenta ” , OXFAM, Bogotá, 1999 ; 
“ Com unidades en retorno a Cacarica. El aporte de Com isión m ixta de Verificación ” , en I nvest igaciones DI AL, 
DI AL- Diálogo I nteragencial en Colom bia, 1999 ; “ I nform e sobre el desplazam iento forzado en Colom bia. GAD 
– Grupo de apoyo a desplazados, Marzo, 1999. 
 10
accciones de las fuerzas armadas (cont roles de vías de acceso y lim itación de circulación 
de personas y productos aliment icios, operaciones “ rast r illo ” , bombardeos) . Estas 
acciones fueron combinadas con las incursiones param ilitares que empiezan con 
asesinatos y masacres a pobladores señalados como colaboradores o integrantes de los 
grupos guerr illeros hasta llegar a la ocupación m ilitar de la cabecera municipal de 
Riosucio y la orden a sus pobladores de abandonar inmediatamente la región. Se inicia 
un éxodo disperso de los pobladores hacia diversos puntos , algunos se ubican en 
poblaciones cercanas, ot ros at raviezan la frontera con Panam á, algunos llegan hasta la 
capital del departamento, Quibdó. Ot ros, de forma más individual o por grupos fam iliares 
llegan hasta capitales departamentales en la costa Caribe (Cartagena, Barranquilla) y del 
interior del país (Cali, Bogotá, Medellín) . En general las condiciones de ubicación de los 
desplazados son ext remamente precarias, sobre todo en el caso de los refugios masivos 
improvisados en algunas de las poblaciones a las que han llegado los pobladores 
expulsados de sus t ierras. 
En el Medio At rato han sido menores los casos de desplazam iento. A pesar de repet irse 
los asesinatos individuales y masacres de población comet idos por los diferentes actores 
armados, los enfrentam ientos, los cont roles de circulación y productos, el robo de medios 
de t ransporte (embarcaciones, combust ible,etc) , allí se ha dado la confrontación por el 
cont rol terr itor ial con menos intensidad pues la presencia de la guerr illa ha sido más débil 
e it inerante que en la parte norte. 
En toda el área (Urabá chocoano, Bajo y Medio At rato) , la réplica de la guerr illa ha 
consist ido en ataques a posiciones param ilitares , toma y dest rucción de poblados en 
zonas aledañas, cont roles de circulación en los ríos y también el asesinato de pobladores 
considerados como colaboradores del param ilitar ismo y las fuerzas armadas. 
Además del cont rol del terr itor io con fines m ilitares y el interés en los grandes proyectos 
que se preveen en la región, se t rata de desbloquear las posibilidades de explotación de 
los recursos naturales ( la madera) rest r ingidos por las disposiciones de protección 
ecológica del área y por la ley de t itulación colect iva de terr itor ios para las comunidades 
negras27. 
El desencadenam iento de la cr isis de derechos hum anos que provoca los enfrentam ientos 
se da en medio del proceso de t itulación colect iva de t ierras para las com unidades negras 
establecidos por la ley 70 de 1993. En la parte norte correspondiente al r io Truandó ya se 
había ent regado a las comunidades el t ítulo colect ivo de 70000 hectáreas. Pero para este 
momento (marzo de 1997) buena parte de la población de esta zona se encont raba 
desplazada y algunos de los líderes de la organización que dir igió el proceso organizat ivo 
de las comunidades para recibir la t itulación, habían sido asesinados por los 
param ilitares, sindicados de pertenecer a las FARC28. Las poblaciones desplazadas de 
Cacarica, también en el Bajo Atrato, no habían obtenido aún la t itulación pero el proceso 
organizat ivo (creación de un “ consejo comunitario ” ) exigido por la ley como requisito 
para reclamar el t ítulo ya se había iniciado. Finalmente también se da el caso de 
poblaciones que aún no habían conform ado su “ concejo com unitar io ” pero que 
igualmente ocupaban terr itor ios del Bajo At rato sucept ibles de t itulación colect iva. 
En cuanto al Medio At rato, el proceso de organización y t itulación colect iva de terr itor ios 
se encont raba en un grado m ayor de consolidación. Las comunidades que pueblan el 
Medio At rato (45000 habitantes) están organizados en 120 consejos comunitar ios e 
integran la ACI A – Asociación Campesina I ntegral del At rato, organización creada desde 
mediados de los 80. La ACI A es la primera organización de pobladores negros que 
plantea las reivindicaciones terr itor iales a part ir de ident ificarse com o grupo étnico. En 
febrero de 1998, cuando ya había com enzado el host igam iento a las poblaciones de la 
 
27 Ver sobre este aspecto, ent re ot ros : I nform e del Representante del Secretario General sobre los desplazados 
internos de la ONU. Misión de seguim iento en Colombia. Enero 2000 ; Colombia – Retorno a la esperanza. Las 
com unidades desplazadas de Urabá y Medio At rato, Amnist ía I nternacional. Junio 2000 ; Arocha (1998) ; 
Wouters (1999) ; Declaración a la opinión pública de la ACI A . Noviem bre 1998. Estas denuncias señalan a los 
grupos param ilitares como responsables de los hechos señalados en ellas. 
28 (Wouters, 1999) 
 11
zona en medio del conflicto por el cont rol terr itor ial de parte de los actores armados, la 
ACI A recibe el t ítulo colect ivo de propiedad de sus terr itor ios (700000 hectáreas aprox) . 
 
El resto del Pacífico 
Si bien es cierto que es en el departamento del Chocó y part icularmente en su parte 
norte y m edia, es donde se ha vivido con mayor intensidad el impacto del conflicto 
arm ado para sus pobladores , los hechos que se vienen sucediendo en ot ros puntos del 
Pacífico dejan ent rever que la perspect iva es la de una cierta uniform ización de la 
confrontación en el conjunto de la región. 
En el área rural del municipio de Buenaventura29, departamento del Valle, desde 1998 se 
com ienzan a presentar casos de desplazam ientos de población hacia la cabecera 
municipal y hacia la capital del departamento del Valle, Cali. I nicialmente la causa de los 
desplazam ientos son los enfrentam ientos ent re guerrilla (FARC y ELN) y las fuerzas 
armadas en la zona de la carretera al mar y el r ío Dagua (com unicación de Buenaventura 
con Cali) y en el r ío Anchicayá (part icularmente en el área de la represa hidroeléct r ica de 
Anchicayá) . Para el año 1999, los grupos paramilitares reivindican su llegada a la zona de 
Buenaventura anunciando “ lim piar ” la región de guerr illeros. En mayo del 2000 se 
producen masacres de campesinos reivindicadas por los param ilitares en las verdas de 
Sabaletas, Aguaclara y Llano Grande. Simultaneamente prosiguen los combates ent re 
guerr illa y fuerzas armadas. Se producen nuevos desplazam ientos masivos de población 
hacia el casco urbano de Buenaventura que, para este momento llegaban a la cifra de 
2500 personas. En Junio del 2000 el CODHES declara en “ alerta temprana ” 30 37 
veredas de los 5 principales ríos del municipio de Buenaventura. Según organism os de 
derechos humanos e informes de prensa, el 60% (aproxim adam ente unas 20000 
personas) de la población ruralde Buenaventura se enfrenta a un alto r iesgo de 
desplazam iento forzado a causa del conflicto arm ado. En Agosto del 2000 los grupos 
param ilitares ( las AUC) reivindican mediante comunicado de prensa que han logrado 
expulsar a los guerr illeros del municipio de Buenaventura31. En realidad si bien es cierto 
que la ofensiva param ilitar y de las fuerzas armadas debilita la presencia de la guerr illa 
en la zona, esta no desaparece del área. 
En la zona correspondiente al Pacífico del departamento de Nariño (12 m unicipios) los 
grupos param ilitares tam bién anuncian a principios de 1999 su llegada con la difusión de 
“ listas negras ” de supuestos colaboradores de la guerr illa seguidos de algunas acciones 
de “ limpieza social ” (asesinatos de indigentes y jóvenes señalados como delincuentes 
en Tumaco) . En la zona rural de Barbacoas se producen algunos desplazam ientos de 
población hacia la cabecera municipal como producto de enfrentam ientos ent re guerr illa 
y fuerzas arm adas. 
Tanto para el caso de Buenaventura como el del Pacífico del departam ento de Nariño, se 
produce la huída de la región de varios líderes comunitar ios y dir igentes de 
organizaciones étnicas quienes con los antecedentes de lo sucedido en el Chocó deciden 
abandonar la región por temor a ser asesinados. 
Finalmente, en el caso de la parte del Pacífico en el departamento del Cauca (m unicipios 
de Guapi, Tim biquí y López de Micay) , aunque se const ituye en la parte m enos afectada 
por el conflicto hasta el momento en que se elabora este t rabajo, ya mencionabamos 
cómo se van conjugando en el área todos los elementos que antecedieron su agudización 
en el resto de la región. Allí no se han presentado aún casos de asesinatos y masacres de 
pobladores ni enfrentam ientos importantes ent re la guerr illa y las fuerzas armadas pero 
 
29 Los datos referentes a la situación de Buenaventura y la parte del Pacífico de Nariño son tom ados del regist ro 
de prensa y los bolet ines del CODHES – Consultoría para los derechos hum anos y el desplazam iento. 
30 La “ alerta tem prana ” es una especie de categoría de alarm a para prevenir las poblaciones que se 
encuent ran en peligro inm inente de sufr ir el impacto del conflicto y adelantar acciones de diverso t ipo 
(denuncia, movilización, etc.) que intentan contener los hechos atentatorios cont ra los derechos hum anos de 
dichas poblaciones. 
31 I nformación del diar io El Colombiano, Agosto 2/ 2000. 
 12
el aumento de la presencia guerr illera, el incremento de cult ivos de coca en las partes 
altas de los ríos y la implantación de un puesto m ilitar est ratégico (const ruido con 
asesoría de m ilitares estadounidenses) en Guapi hace que solo falte la reivindicación de 
la presencia param ilitar y el incremento de hechos de violencia ent re los actores 
armados y cont ra los pobladores para completar un cuadro sim ilar al del resto de la 
región. 
Como en el Chocó, las poblaciones negras rurales del Pacífico en los departamentos del 
Valle, Nariño y Cauca, se encuent ran en grados diferentes de organización con respecto a 
la ley de t itulación colect iva. En algunos casos, las poblaciones afectadas por las 
m asacres y desplazam ientos ya contaban con sus t ítulos colect ivos, en ot ros el proceso 
organizat ivo se encuent ra en curso. Tam bién se presenta el que las poblaciones 
afectadas estén ubicadas en zonas no sucept ibles de t itulación colect iva al no llenar los 
requisitos que plantea la ley, o simplemente porque los pobladores no están interesados 
en el proceso. 
 
Efectos y Respuestas 
 
Los estudios, denuncias e inform es que se han ocupado de regist rar los efectos de la 
agudización de la violencia sobre las poblaciones de las regiones donde este fenóm eno se 
ha presentado con m ayor intensidad, nos m uest ran un cuadro de rupturas en las 
dinám icas sociales a nivel individual, fam iliar y colect ivo. Los impactos varían en función 
del nivel de afectación de los hechos de violencia a los pobladores, de las condiciones de 
contexto en que se producen dichos actos y de sus característ icas. Se habla de quiebre 
de proyectos de vida, de dest rucción del tej ido social, de desarraigo y pérdida de 
ident idades, de ruptura en las form as de inserción social, de negación de derechos 
ciudadanos32. 
Algunos de estos t rabajos se refieren específicam ente en algún m om ento a la situación 
de los pobladores del Pacífico,33 la mayoría plantean los efectos de la violencia apuntando 
a una generalización de los m ismos sobre las poblaciones víct imas34. 
Además del drama individual que representa el somet im iento a las situaciones de 
violencia (amenazas, asesinatos en masacres o individualmente de fam iliares o am igos, 
orden de desalojo de viviendas y terr itor ios, huída por tem or, abandono de pertenencias, 
dispersión del nucleo fam iliar o de vecindad, obligación de colaborar con uno de los 
actores arm ados, etc.) se encuent ra la afectación de estos hechos en las dinám icas 
colect ivas de sociabilidad. En el caso de la región del Pacífico, uno de los efectos visibles 
de la violencia ha sido su impacto sobre poblaciones negras que se encont raban en el 
proceso referente a la t itulación colect iva de terr itor ios y a su reconocim iento com o grupo 
étnico. 
El drama de la violencia genera respuestas de sobrevivencia y o resistencia que también 
pueden ser individuales y o colect ivas. Nos interesa ocuparnos de algunos ejemplos de 
respuesta colect iva que se han presentado ent re algunos sectores de las poblaciones 
negras del Pacífico, part icularm ente aquellos en que la ident idad étnica negra y los 
derechos terr itor iales adquir idos en el marco de la ley 70 de 1993 se han convert ido en 
un inst rumento movilizador de la dinám ica organizat iva. 
 
Respuestas al desplazam iento forzado de poblaciones en el Urabá chocoano o zona del 
Bajo At rato. 
 
32 Ver los informes de derechos humanos ya citados. En cuanto a estudios sobre el tema ver Meertens (1998) ; 
Osorio (1995) ; Osorio, Lozano (1996) ; García Durán (1999) ; Pécaut (1999) ; Agier (1999) . 
33 Los informes de derechos humanos ya citados, Agier(1999) . 
34 Ver para el caso de los desplazam ientos forzados la reseña bibliográfica de Osorio, Lozano, Orjuela, Pérez 
(1998) . 
 13
Si bien es cierto que una parte importante de los pobladores desplazados se dispersan 
individualmente en los lugares de llegada luego del abandono de sus sit ios de vivienda,35 
en el caso del norte del Pacífico se presentaron mayoritar iamente desplazam ientos 
masivos con ubicación de las poblaciones en lugares cercanos de la zona de expulsión36. 
De un primer momento de dispersión y descont rol propios de las circunstancias en que 
se producen los desplazam ientos, se sucede luego un proceso de organización en el que 
jugaron un papel determ inante tanto organism os no gubernam entales de derechos 
humanos, la I glesia católica y agencias internacionales de cooperación. Algunos de estos 
organismos ya estaban presentes en la región asist iendo ot ros procesos organizat ivos de 
desplazados del Urabá ant ioqueño. A part ir de algunas experiencias desarrolladas en 
Ant ioquia37, los organism os de derechos hum anos estaban im pulsando la propuesta de 
conform ar con los grupos de poblaciones afectados por la violencia, las llamadas 
“ com unidades de paz ” . Estas son entendidas com o una forma pacífica de resist ir a la 
violencia y en el caso de poblaciones desplazadas plantear propuestas de “ retorno 
digno ” a los sit ios de donde habían sido expulsados. Se t rataba de exigir le al Estado la 
asistencia durante el t iempo de su asentam iento en los sit ios de recepción de los 
deplazados, garant ías para retornar en condiciones de seguridad o una reubicación 
apropiada en caso de no ser posible el retorno38. 
Estas reivindicaciones, que podían sercom unes a todos los grupos de desplazados 
organizados en el país, en el caso del Pacífico contaban con algunos elem entos 
part iculares que facilitaron la concresión del proceso organizat ivo y algunos resultados 
favorables en térm inos de los objet ivos propuestos. El marco de reivindicaciones 
terr itor iales que generó la ley 70 y el proceso de const rucción organizat iva y del discurso 
sobre la ident idad étnica se coinvirt ieron en un factor clave alrededor del cual giraron 
buena parte de las propuestas de movilización que coordinaron los grupos de apoyo 
(ongs e I glesia especialmente) . 
La t itulación colect iva de terr itor ios de acuerdo a la ley 70 ocupa un lugar cent ral en la 
lista de exigencias al Estado que han elaborado las “ com unidades de paz ” . La defensa 
de la cultura, la autonomía también es ot ros aspecto destacado. El respeto del medio 
ambiente y las formas t radicionales de producción también figuran ent re los preceptos o 
“ norm as de vida ” con las que se com prom eten las com unidades encuadradas en estos 
procesos39. 
Este proceso hubiera sido imposible sin la part icipación de los agentes no 
gubernamentales y la I glesia. De una parte por la infraest ructura que posibilitó la 
organización de las poblaciones. I gualmente por la posibilidad de interlocución con el 
Estado e incluso con los actores armados como las guerr illas y los param ilitares 
convirténdose en intermediarios imprescindibles40. El acom pañam iento de estos 
 
35 Según inform e de CODHES el 13.8% de los deplazam ientos son individuales, el 59.5% es unifam iliar, el 
13.8% es colect ivo disperso, el 1 0 .2 % es colect ivo organizado y el 2.7 sin información. Bolet in de CODHES 
N° 30 especial. Agosto 2000. 
36 De los 20000 desplazados que se presentaron en el norte del departam ento del Chocó ent re diciem bre de 
1996 y febrero de 1997 unos 16000 se ubicaron en poblados circundantes a las áreas de expulsión. Unos 6000 
en Quibdó ; 4000 en Turbo, Bahía Cupica y Bocas del At rato, 6500 en Pavarandó, (Amnist ía, 2000) . 
37 En San José de Apartado (Urabá ant ioqueño) se const ituyó la pr im era “ com unidad de paz ” en el país con el 
acom pañam iento de la I glesia. En el caso de la OIA – Organización I ndígena de Ant ioquía se t rata de la 
elaboración de una postura de “ neut ralidad act iva ” que desde la condición de grupo étnico exigen el respeto a 
su terr itor io, su cultura y su autonom ía de parte de los actores arm ados que han hecho presencia en t ierras de 
sus com unidades y han causado graves violaciones de sus derechos. (Salazar, Hernández, 1999) . 
38 El gobierno colom biano reconoce la problem át ica del desplazam iento interno a part ir de 1995 adoptando 
program as especiales de atención a la población desplazada. En 1997 llega hasta a crear una ley sobre el tem a 
( ley 387 o Plan de acción) que se encuent ra aún sin reglamentación clara y tanto las poblaciones afectadas 
como las organizaciones humanitar ias se quejan de la falta de eficacia en la aplicación de los comprom isos que 
el Estado ha adquir ido frente al problem a. 
39 Ver los t rabajos Salazar, op. cit , Am nist ía (2000) , I nform es de Revista UTOPI AS. 
40 “ Los lugares donde hoy hay asentam ientos, fueron el fruto de discusiones muy fuertes con la guerr illa, de 
discusiones m uy serias con los paramilitares y de discusiones muy fuertes con los m ilitares en Bogotá ……… Yo 
creo que en buena parte, el hecho de que ellos estén hoy en sus t ierras, es esto, la Com unidad de Paz, que 
generó unas condiciones de respeto ….. ” Declaraciones de m iembro de una ONG que acom pañó la organización 
de una de las com unidades de paz en el Bajo At rato, en (Salazar, Hernández, 1999 p. 129) . “ La verdad es que 
 14
organismos en los procesos de retorno han posibilitado que estas experiencias se realicen 
al menos parcialmente. 
Paradógicam ente, ha sido en este contexto provocado por la violencia ext rema que 
condujo a los desplazam ientos forzados, que se lograron obtener de parte del Estado la 
agilización de ent rega de la t itulación colect iva de terr itor ios en el caso de las 
com unidades que retornaron a Cacarica41. En ot ros casos es tam bién en este contexto, 
en principio desest ructurante, causante de rupturas y t raum as, que algunos grupos de 
población han encont rado justam ente la oportunidad de organizarse, de hallar formas 
autónom as de autovaloración de sus referentes culturales y terr itor iales, de asum ir un 
discurso independiente frente a los actores armados a los cuales antes debían plegarse 
sin mayores opciones de escogencia. 
De un discurso que inicialmente solo hablaba de la necesidad de desm ilitalizar sus 
terr itor ios haciéndo alusión a los grupos param ilitares y a las fuerzas armadas sin 
cuest ionar la presencia de la guerr illa se pasa a ot ro más independiente y que exigía 
también a la guerr illa ret irarse del terr itor io. La postura inicial denotaba dos realidades : 
una, que efect ivam ente los desplazam ientos forzados se debían en lo fundamental a la 
acción de estos dos actores armados (param ilitares y fuerzas armadas) ; la ot ra tenía 
que ver con el hecho de que la presencia de t iempo at rás de la guerr illa en estas 
regiones generó una ident ificación ent re éstas y la población. 
La nueva posición de neut ralidad t iene que ver con la agudización del conflicto y las 
consecuencias que ha tenido sobre la población y el cambio de conducta de la guerr illa 
hacia ella. De una parte las gentes piensan que las guerr illas los abandonaron frente a la 
arremet ida param ilitar42, de ot ra parte está la ut ilización por la guerr illa de métodos 
arbit rar ios de reclutam iento y cont rol. A estos hechos se sum a el proceso de organización 
y concient ización que se impulsa con las “ comunidades de Paz ” aldededor de la idea de 
asum ir una posición de verdadera neut ralidad frente al conflicto. 
Las característ icas de la confrontación por el cont rol terr itor ial en la que los diferentes 
actores armados se alternan en su somet im iento a la población, convierte a veces la 
opción de la neut ralidad com o una verdadera alternat iva de sobrevivencia43. 
El discurso sobre la neut ralidad y las “ comunidades de paz ” han posibilitado en algunos 
casos resist ir al desplazam liento, en ot ros ha perm it ido el retorno a los terr itor ios de las 
poblaciones desplazadas o al menos un reasentam iento en un área cercana. Pero estas 
experiencias han seguido siendo objeto de acciones de los diferentes actores armados 
para quienes la práct ica de la neut ralidad no sirve a sus intereses de polarización del 
conflicto para inclinar la correlación de fuerzas a su favor. En cuanto al com portam iento 
de la población el resultado tampoco ha sido tan claro. Ent re el discurso de la neut ralidad 
y la realidad que deben enfrentar cot idianamente las poblaciones, algunos no pueden 
 
sin la ayuda de la I glesia nos hubiera quedado muy difícil j untarnos para resist ir la arrem et ida de la violencia 
que se nos vino encima de un momento a ot ro….. ” Ent revista a lider de organizaciones negras, Quibdó, 1999. 
41 En diciembre de 1999 se ent regó formalmente el t ítulo de propiedad colect ivo de 103024 hectáreas a las 
com unidades de Cacarica que en ese m om ento se encont raban desplazadas. El acto público de ent rega del t ítulo 
se hizo en Turbo, uno de los sit ios de asentam iento de los desplazados. 
42 “ …hoy no sabemos de que lado está la guerr illa, ni lo que quiere. Porque antes podríamos decir , y 
conociendo la histor ia de Colombia, que la guerr illa estaría del lado del pueblo pobre, porque así fue como se 
formó, por toda la injust icia de los gobiernos… Ya hoy vemos que la guerr illa no está atacando realmente a los 
param ilitares,sino a los pobres, si ? Porque en el At rato por todos lados andan la guerr illa y los param ilitares y 
nunca se consiguen. Cuando pasa el uno el ot ro se esconde, despues que ese pasa, regresa el ot ro…..Quienes 
están en m edio del fuego es la población desarm ada y pobre, no ? porque aún ambos grupos am enazan gente, 
torturan gente, asesinan, montan retenes….. ” declaraciones de dir igente de la ACI A en Wouters (1999) . 
43 “ … ya nos cansam os de tener que colaborarle a la fuerza hoy a unos y m añana a ot ros. Si antes apoyabamos 
a las guerr illas porque no teniamos de ot ra y luego nos ha tocado colaborar le al ejército y a los paras y luego 
vuelve y viene la guerr illa y cada vez los unos nos acusan y nos matan por estar con el enem igo entonces 
creem os que lo m ejor es de una vez por todas decidirnos a no apoyar a nadie aunque no sea facil. Si la iglesia y 
los dem as gentes que han venido a ayudarnos de ot ras partes y hasta del exter ior nos colaboran creo que lo de 
la neut ralidad nos ayude a salvarnos y a poder vivir en nuest ra t ierra, así la guerra no se haya acabado 
todavía… ” ent revista con un desplazado del norte del Chocó en Quibdó. Noviem bre 1999. 
 
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m antener su consecuencia con el com prom iso de no colaboración con alguno de los 
actores arm ados. En algunos casos, la búsqueda de sobrevivencia lleva a que la 
población term ine de nuevo por plegarse a las exigencias de colaboración de los actores 
armados.44 
En terr itor io de la ACI A 
En el caso del Medio At rato, área correspondiente a la ACI A, cuyo t ítulo de propiedad 
colect ivo fue otorgado desde 1997, el t rabajo de esta organización acompañada 
igualmente por la I glesia así como de algunas ong nacionales e internacionales, ha 
consist ido en crear mecanismos para que las comunidades logren resist ir al 
desplazam iento y para que los actores armados respeten su disposición a la neut ralidad. 
La ACI A apela en las denuncias ante la opinión publica a enfat izar que los aspectos que 
m ás afectan esta situación de violencia en la región son los derechos terr itor iales y 
étnicos de las com unidades asentadas en la zona. Adem ás de buscar el acom pañam iento 
en el terreno de m iembros de la I glesia y de las ong com o una garant ía de que los 
actores arm ados no atentaran cont ra las comunidades por temor a una deslegit imación 
mayor ante la opinión pública nacional e internacional45. Aunque se ha logrado contener 
los desplazam ienrtos masivos los cont roles param ilitares cont inuan rest r ingiendo la 
circulación de productos básicos para la subsistencia de las poblaciones o decom isando 
los medios de t ransporte fluvial. 
Uno de los elementos de contención del conflicto, ha sido para la ACI A la profusión a 
nivel nacional e internacional por intermedio de las redes de organizaciones humanitarias 
y la I glesia de denuncias sobre la situación en la región haciéndo énfasis en la m anera 
como el conflico afecta los derechos culturales y terr itor iales de la población46. 
En su t rabajo de organización de la población para neut ralizar el impacto del conflicto se 
ut ilizan también los mecanismos de que se ha servido la organización y sus asesores y 
acom pañantes en este proceso ( I glesia, ongs) por consolidar el t rabajo de apropiación de 
la ident idad étnica y de lucha por el terr itor io. Stefan (1998) nos muest ra como en el 
m arco de un t rabajo de denuncia ante organismos nacionales e internacionales que sirve 
además de incent ivación a las poblaciones sobre la manera de enfrentar la problemát ica 
de derechos humanos, hay una visivilización permanente de los rasgos culturales de la 
población y una explicitación de la memoria y de la historia t ransm it ida a t ravés de 
relatos, coplas, décim as y canciones47. 
El argumento de la diferencia cultural como sustentación de una vocación de neut ralidad 
frente al conflicto de parte de las poblaciones negras e indígenas en el departamento del 
Chocó ha sido invocada también por la propia gobernación del departamento en mensaje 
a la Presidencia de la República de Sept iembre de 1998. Luego de reivindicar el carácter 
pacífico ancest ral de los pobladores del departamento, se propone que el Chocó sea 
declarado “ Terr itor io de Paz ” y que se realicen acuerdos regionales con los actores 
armados y el Estado para que todos los grupos m ilitares (guerr illas, fuerzas armadas y 
param ilitares) salgan de la región y se dé curso a un plan de de reformas 
 
44 Sobre las dificultades de la experiencia de las “ com unidades de paz ” en el Bajo At rato, ver (Salazar, 
Hernández, 1999) , (Salazar, 1999) , (Am nist ia I nternacional, 2000) . 
45 Este m ecanism o de acom pañam iento ha m ost rado su eficacia en muchos casos pero también t iene sus 
excepciones como el asesinato de parte de los param ilitares de un sacerdote y un m iembro de una ong europea 
en el r ío At rato. (Amnist ía I nternacional, 2000) . 
46 Comunicado a la opinión pública nacional e internacional que circula en internet : aparte sobre los hechos que 
genera la violencia en la región : ”1- El desalojo de los terr itor ios ancest rales del Pacífico de las comunidades 
negras e indígenas. 2- La elim inación metódica y sistemát ica de los procesos organizat ivos de las com unidades 
indígenas y negras que buscan reivindicar los derechos de nuest ros pueblos en form a polít ica y pacífica. 3- el 
incumplim iento oportunista del Estado con la ley 70 en lo relacionado a la t itulación de los terr itor ios de las 
com unidades negras. 4- La desaparición total de las étnias y culturas t radicionales del Pacífico y sus 
organizaciones … 5- Un atentado contra la biodiversidad y los recursos naturales y sobrenaturales de estos 
terr itor ios vitales para el planeta ” . 
47Canción de un grupo de desplazados del Bajo At rato : Venim os, venim os / De diferente lugar / A rescatar la 
cultura / Sacram ento de unidad. / Com o afro que som os todos / Sent im os la ident idad / Perdida por un pasado 
/ Que hoy querem os rescatar. / Esta ident idad nos une / Para poder cont inuar, / Luchando por esta vida / 
Garant ía de verdad. 
 16
socioeconóm icas y polít icas en las que se destacan la culm inación de la t itulación 
colect iva de terr itor ios para las comunidades negras, el reconocim iento de las 
“ autoridades t radicionales ” negras e indígenas, la implementación de un plan de 
desarrollo “ etnoambiental ” y la observación internacional de este proceso a t ravés de la 
ONU. El efecto de esta propuesta no t rascendió más allá de lo mediát ico pero reflejaba 
com o aún en las instancias regionales oficiales la búsqueda de superación de los 
problemas de violencia pasaba por la ut ilización de la ident idad étnica como 
inst rum ento48. 
 
Ot ras alternat ivas 
En el caso de los desplazados y demás víct imas ent re las poblaciones negras de la 
violencia derivada de la intensificación del conflicto en la parte del Pacífico 
correspondiente a los departamentos de Valle y Nariño, está en curso la elaboración de 
una propuesta de resistencia de parte del PCN – Proceso de Com unidades Negras, 
organización que ejerce su influencia en estos dos departam entos. Se t rata de crear una 
especie de “ terr itor ios de protección ” para que tanto las poblaciones negras que han 
sido desplazadas o algunas sobre las cuales haya un peligro em inente de expulsión 
encuent ren áreas en la región, que bajo la protección y el apoyo de la comunidad 
internacional se conviertan en espacios de reubicación en los cuales las poblaciones 
puedan reconst ruir sus procesos de sociabilidad, sus formas de producción y cont inuar su 
proceso de apropiación de la ident idad étnica y terr itor ial. El presupuesto de esta 
iniciat iva es la concepción del Pacífico como un solo “ terr itor io región ” que pertenece al 
conjunto de las com unidades negras del Pacífico. De esta m anera, com unidades negras 
decualquier parte del Pacífico podrían encont rar unas m ejores condiciones de 
reasentam iento estable m ient ras dura el conflicto arm ado. Esta propuesta incluye la 
negociación con los actores arm ados para t ratar de comprometerlos a respetar los 
terr itor ios de protección que se declararían com o zonas neutrales. Se t rata de generar 
una alternat iva al desplazam iento y una respuesta a la violencia en la que el elemento 
cent ral sea la ident idad étnica y terr itor ial y en la que las organizaciones negras tengan 
más autonomía frente a los actores que podrían apoyar el proceso como las ong, la 
I glesia y los sectores de la comunidad internacional. Al momento de realización de este 
t rabajo, esta propuesta está aún en curso de elaboración49. 
En cuanto al Pacífico caucano, se están desarrollando acciones prevent ivas 
conjuntam ente ent re algunas organizaciones étnicas y la I glesia, quienes con el apoyo de 
ong internacionales han realizado cursos de capacitación en derechos hum anos a las 
poblaciones rurales que pueden eventualm ente ser afectadas por una agudización del 
conflicto en la zona. En este caso también se conserva el elemento de las 
reivindicaciones terr itor iales y el carácter de comunidades étnicas com o un factor de 
cohesión de los pobladores que posibilitará una respuesta organizada de resistencia 
frente a la agudizacion del conflicto50. 
 
Conclusiones 
 
La convivencia pacífica interétnica y su influencia en el contexto no violento que 
caracterizó el Pacífico colombiano hasta hace pocos años fueron arrolladas por la espiral 
de violencia que generó la agudización del conflicto armado a nivel nacional y su 
extensión geográfica hacia esta región. No fue pues el desbordam iento de las tensiones y 
conflictos locales ent re los diferentes actores sociales con intereses opuestos en la 
 
48 “ Chocó : terr itor io de paz. Propuesta presentada a consideración del señor Presidente de la República y el 
Alto com isionado para la paz. ” Gobernación del Chocó, Quibdó, Sept iembre de 1998. 
49 Ent revistas con dir igentes del PCN, Julio, Sept iembre 2000. 
50 Ent revistas a dir igentes de la Red de m ujeres “ Matam ba y Guasá ” , organización étnica negra de la costa 
caucana. Guapi, Noviembre 1999. 
 17
región, los que causan la cr isis de derechos hum anos que hoy se vive en el Pacífico 
colombiano. 
Pero, aunque son factores exógenos los que alimentan la situación de cr isis hay 
elementos de la situación regional que la inscriben como parte del conflicto. La ubicación 
geográfica est ratégica para los actores armados, las perspect ivas de macroproyectos de 
desarrollo, el potencial de recursos naturales explotables, son ent re ot ros, aspectos que 
explican el por qué de la t ransformación de la región en un escenario principal del 
conflicto. Aunque no haya sido el propósito de este t rabajo hay que decir que, en las 
concent raciones urbanas m ás im portantes sí se m anifiesta un increm ento de hechos de 
violencia en la que los cambios socio-económ icos locales son la parte fundamental de su 
explicación. 
El salto de los niveles de violencia, si bien empezó en lo fundamental a part ir de actores 
externos a la región hoy compromete cada vez más pobladores del Pacífico. En efecto, 
buena parte de los protagonistas de la violencia actual, ya no sólo como víct imas sino 
como vict imarios en las filas de los bandos enfrentados son gentes nat ivas. 
Sin embargo, es desde la reivindicación de la ident idad étnica, definida por algunos 
actores locales (organizaciones negras y organism os asesores) com o pacífica, negra y 
con una ligazón indisoluble al terr itor io, que se está respondiéndo a la violencia. Los 
grupos de población organizados en las “ com unidades de paz ” o los que proyectan la 
creación de “ terr itor ios de protección ” han encont rado en la neut ralidad frente al 
conflicto una est rategía de sobrevivencia. Paradój icamente ha sido también en este 
conexto de violencia que se han logrado procesos de const rucción autónom a de 
organización y hasta la obtención de reivindicaciones terr itor iales que estaban 
estancadas. 
No podemos olvidar sin embargo, que la eficacia de estas acciones que podríamos llamar 
de “ resistencia civil ” es lim itada. La degradación acelerada del conflicto reflejada en la 
violación cot idiana de parte de los actores armados a las normas del Derecho 
I nternacional Humanitar io t rae graves consecuencias para la población civil. Las práct icas 
de los bandos enfrentados m uest ran un gran desprecio de la voluntad expresada por la 
mayoría de población, ya no sólo del Pacífico sino a nivel nacional, de rechazar la 
violencia. Y todo esto en un contexto nacional de cr isis de sent ido de lo que es la 
democracia, la ciudadanía, el Estado de Derecho y las normas más elementales de 
civilidad. Estos factores dificultan el empoderam iento de la sociedad para const ruir un 
proyecto colect ivo de Nación51. El problema de la sociedad colombiana t rasciende el 
conflicto arm ado, aunque éste sea una de las expresiones m ás agudas de su cr isis. 
Pero estas dificultades (específicas y est ructurales) que enfrentan iniciat ivas de 
resistencia a la violencia como las que hemos visto en el caso del Pacífico, no invalidan la 
cont inuación de este ejercicio que de todas maneras ha logrado efectos posit ivos, así 
sean parciales. 
El proceso de const rucción de la ident idad étnica y la inst itucionalización de los derechos 
terr itor iales que se iniciaron en el Pacífico hace ya varios años - a pesar de los problemas 
que enfrentan estas dinám icas - hoy se han convert ido en una herram ienta válida para 
resist ir a la vorágine de la guerra. 
Además, resaltar los mecanismos de convivencia y las formas de resolución de conflictos 
no violenta que han caracterizado en lo fundamental las relaciones ent re poblaciones 
indígenas y negras en el Pacífico, así como la tendencia mayoritar ia de los movim ientos 
de const rucción y reconst rucción de ident idades étnicas o culturales en América lat ina a 
no inclinarse hacia la violencia armada como mecanismo de lucha por sus 
reivindicaciones (Le Bot , 2000) , (Gros, 1998) puede significar ot ro elemento más que 
ut ilicen los actores de la sociedad que hoy quieren encauzar un movim iento masivo de 
resistencia civil a la guerra en Colombia. 
 
51 Esta problem át ica es t ratada por Pécaut , op. cit . 
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BI BLI OGRAFI A 
 
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am ericanistas. Varsovia Julio 10/ 14 2000. 
 
Almario, Oscar, Cast illo, Ricardo, “ Terr itor io, poblam iento y sociedades negras en el 
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