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Carlos Emilio García Duque
..... ..................................... . -- ? . . . • * I
Profesor Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Caldas, 
profesor Universidad de Manizales.
EL PENSAMIENTO FILOSOFICO 
EN LA EDAD MEDIA Y 
EN EL RENACIMIENTO
Vale la pena bosquejar aquí los elementos 
fundamentales de la filosofía medieval, tanto por el 
hecho de que las fuentes del pensamiento renacentista 
se encuentran en los grandes temas y problemas 
discutidos por los medievales, como también porque es 
preciso relacionar las dos épocas, a fin de mostrar cierta 
continuidad entre ellas (pese a que en algunos casos se 
diga que el renacimiento es una reacción al medioevo). 
He de aclarar, además, que la filosofía de ese período, 
que a veces nos ha sido presentado como "una época 
oscura, alumbrada únicamente por el fuego de las 
hogueras de la inquisición", es en realidad de una 
riqueza formidable, y que el descubrimiento de su 
dimensión es de data reciente, tanto que los eruditos del 
siglo XIX creían que no había cosa distinta a posiciones 
dogmáticas en asuntos de fé, inútiles polémicas en 
filosofía o discusiones infantiles sobre temas de una 
ciencia contaminada por la magia, en los escritos de sus 
autores más representantivos. Esta idea inadecuada 
sobre el pensamiento medieval, es algo definitivamente 
superado gracias a las contribuciones de investigadores 
como Crombie, Duhem, Grant, y Jolivet entre otros.
1. LA RUPTURA CON LA SABIDURIA CLASICA
Los logros filosóficos y científicos alcanzados por los 
pensadores antiguos (los presocráticos, Platón y 
Aristóteles) habían sido complementados por aportes 
en la geometría (Euclides, Apolonio), la astronomía 
(Aristarco, Eratóstenes, Hiparco) y la medicina 
(Herófilo, Celso). Por ejemplo, la medicina científica, 
fundada por H ipócrates de Cos (quien vivió 
posiblemente entre los años 460-380 a.C.), cuyos 
fundamentos habían aprendido los padres de 
Aristóteles, al igual que un buen número de médicos 
pertenecientes a la casta de los asclepíades (que se 
reputaban descendientes del legendario dios), se 
encontraba recogida en el libro 'De la Medicina Antigua" 
y en diversos tratados que fueron bien conocidos por los 
médicos griegos y romanos en los siglos finales del 
milenio anterior. Las características principales de los
La "Madona" de la Leche (Museo Nacional de San Mateo, (Pisa).
Novnm Año 5 N o.ll
escritos hipocráticos eran el acento sobre la dignidad 
del cuerpo humano, al cual el médico debía acercarse 
con respeto, la búsqueda prioritaria del bienestar y 
pronta curación del paciente, y un enfoque naturalista 
para llevar a cabo el diagnóstico y tratamiento de las 
enfermedades.
Pero la filosofía de orientación religiosa, tal y como se 
la puede encontrar en los tratados pitagóricos, modificó 
la vocación naturalista de la medicina. En lugar de 
procurar el descubrimiento de los secretos de las 
enfermedades por medio de la inspección directa del 
paciente o del análisis de sus síntom as, el 
médico-filósofo concentrará su atención en los 
principios de una teoría de la enfermedad basada en la 
doctrina de los cuatro elementos, y una terapéutica que 
concuerda con ella. Como bien se sabe, los presocráticos 
habían atribuido a los cuatro elementos propiedades 
distintas. La tierra era fría y seca; el aire, caliente y 
húmedo; el agua, fría y húmeda; el fuego, caliente y seco. 
Es un sorprendente paralelismo entre el mundo natural 
y el cuerpo humano, la nueva ciencia médica explica que 
hay enfermedades húmedas, secas, calientes y 
semisecas. Bajo el presupuesto de que es posible 
neutralizar los estados mórbidos controlando los 
excesos o desequilibrios (de calor o de frío), los médicos 
prescriben tratamientos en los cuales se ataca la 
enfermedad con su contrario. Un estado febril (exceso 
de calor) se controla con baños de agua fría, a fin de 
restablecer la armonía perdida. Un estado de escalofrío 
se combate con calor.
La física y la astronomía también van a sufrir la 
influencia de la filosofía religiosa. Aunque científicos 
como Aristarco de Samos (c.310-c.230 a C.) habían 
propuesto un modelo astronómico heliocéntrico, 
afirmando que el movimiento aparente de las estrellas 
podría corresponder a una proyección del movimiento 
real de la Tierra alrededor del Sol, prejuicios de índole 
estética en favor del movimiento circular y de la 
organización del cosmos impiden la aceptación de esta 
teoría. Por lo que respecta a la filosofía, puede notarse 
un gradual estancamiento de su desarrollo, pese a que 
Platón y Aristóteles continúan inspirando las 
actividades de sus seguidores agrupados en la Academia 
y el Liceo, hacia el siglo II a. C. la febril actividad que 
caracerizó el siglo de Pericles ya había comenzado a 
declinar. Con justicia puede afirmarse que ni en la 
Academia ni el Liceo hubo un sucesor que gozara del 
prestigio e influencia de los maestros fundadores de 
estas dos escuelas. La Academia sobrevivió como 
institución educativa hasta el siglo cuarto de nuestra era, 
pero sus temas siguieron siendo los temas clásicos 
discutidos hasta la saciedad en los diálogos socráticos. 
Algo similar ocurría en el Liceo, donde no se renovó el 
material necesario para mantener una actividad 
filosófica y científica de interés. Tal vez el mayor logro
de estas escuelas haya sido la conservación de una parte 
sustancial de la obra de sus iniciadores.
La situación política griega, que llevó a la desaparición 
del gran imperio consolidado por Alejandro, y 
posteriormente al sometimiento de los pueblos griegos 
ante el impetuoso avance militar de los romanos acabó 
de dar el golpe de gracia al saber antiguo. Una serie de 
acontecimientos de índole social y política consiguió 
adormecer el lento pero seguro desarrollo que había 
experimentado el pensamiento en la antigüedad clásica 
griega. Se han propuesto como causas asociadas a este 
fenómeno básicamente dos aspectos: las características 
y necesidades de la cultura latina y el surgimiento del 
cristianismo. Veamos cada uno de estos elementos por 
separado.
La civilización romana descolló fundamentalmente en 
determinados aspectos de la vida práctica (la política, el 
derecho, la moral, el campo militar) y no fue nunca una 
continuadora de los logros griegos. En efecto, no se 
encuentra entre los romanos ningún autor de la talla de 
los sabios griegos, no se tradujeron las obras científicas 
y filosóficas importantes y, definitivamente, ninguno de 
los grandes literatos latinos logra siquiera parecerse a 
un Filósofo. Koyré ha examinado esta situación de 
manera muy clara (1), demostrando que, por diversos 
motivos, el romano no posee interés en la ciencia ni en 
la filosofía. Entre las razones para justificar esta 
peculiaridad de la civilización latina, se destacan las 
siguientes. Los romanos cultos de los primeros siglos del 
Imperio podían leer en griego lo suficientemente bien, 
como para que las traducciones resultaran superfluas; 
los intelectuales estaban más inclinados a las cosas 
prácticas que habían convertido su nación en la más 
poderosa del mundo, que a las especulaciones 
racionales de una filosofía a la que no veían un fin 
pragmático claro. El romano se contenta con la 
información existente en la literatura científica 
disponible, y en el mejor de los casos se limita a 
recopilarla mediante enciclopedias para cuya redacción 
prima el orden de los temas sobre la profundidad o 
claridad que alcanza el autor al realizarla.
Por otra parte, la religión cristiana introduce nuevos 
esquemas de pensamiento que influirán negativamente 
sobre el desarrollo de la ciencia. La fé cristiana, 
inicialmente una doctrina de salvación para las clases 
populares, compuestas por personas pobres, ignorantes 
y explotadas por los poderosos, pone el acento sobre 
aspectos muy individuales de la vida del hombre. Se 
proclama la existencia de un solo Dios, un Dios creador 
de todas las cosas existentes (el hombre y el mundo), que 
cuida de sus criaturas como un padrede su prole, pero 
que quiere más a sus hijos menesterosos, torpes, y 
desposeídos, que a quienes han alcanzado riquezas u 
honor en la vida mundana. Esta religión recomienda el 
sufrimiento (como un medio de purificación), estimula
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Novum Año 5 No.ll
el conformismo y establece una nueva jerarquía de 
virtudes centrada en el individuo en tanto ser aislado, 
porque en última instancia la relación entre el hombre 
y su creador es una relación de tipo personal en la que 
el primero debe rendir cuentas a su Dios por los actos 
que ha realizado durante su vida.
En la medida en que el cristianismo consigue atender 
las necesidades espirituales de sus adeptos, comienza a 
ser interpretado también como capaz de satisfacer las 
carencias intelectuales de la época. Por ejemplo, 
Cosmas Indicopleustes, autor cristiano del siglo VI, cree 
poder resolver las limitaciones de la ciencia pagana, en 
lo concerniente a brindar una explicación adecuada de 
las causas de los movimientos planetarios. Para Cosmas, 
el mundo está hecho a semejanza del tabernáculo de 
Moisés, es decir, como una extensa llanura limitada por 
cuatro altas paredes de montañas. La fuerza que hace 
mover a la Luna, el Sol, las Estrellas y los Planetas, no 
es otra que el poder de Dios, quien ha designado a 
algunos ángeles para que transporten los planetas a lo 
largo de su recorrido de rotación. Un serio problema de 
dinámica celeste recibe así una solución teológica.(2) 
Pero el autor de la Topografía Cristiana no es el único 
que tiene un concepto tan alto sobre la ciencia que 
puede entresacarse de las Sagradas Escrituras, San 
Agustín (354-430), Obispo de Hipona, no escatima 
esfuerzos para contrastar el carácter despreciable de la 
ciencia pagana frente a la sabiduría eterna de la palabra 
divina.
San Agustín no era precisamente un ignorante. Había 
estudiado la filosofía de los autores griegos y reconocía 
a Platón y sus seguidores la cualidad de aproximarse al 
concepto de verdad propio de la fe cristiana. En el 
Capítulo VII del libro 2 de las Confesiones se declara 
deudor de los platónicos, quienes al persuadirlo del 
ínfimo valor de lo sensible y lo material; al mostrarle el 
sentido de lo invisible; al despertarle "el amor a lo que 
no se vé con los ojos del cuerpo(...) le habían dado el 
impulso, le habían revelado la filosofía, le habían 
introducido en el umbral de la Verdad, designándole, 
con el nombre de "mundo inteligible", la razón inmutable 
y eterna por la que Dios hizo el mundo". Pero no hay que 
llamarse a engaño, pues aunque los platónicos puedan 
acertar en algunos casos y llegar, por azar, a la verdad, 
las doctrinas filosóficas "no son preceptos y documentos 
de los dioses, sino invenciones de los hombres, quienes, 
poseyendo naturalm ente sutilísimos ingenios, 
procuraron con la fecundidad de su discurso descubrir 
lo que estaba encubierto en los arcanos de la naturaleza 
(...) Algunos de estos célebres filósofos hallaron y 
conocieron, con el auxilio divino, cosas grandes, así 
como erraron en otras que no podían alcanzar por la 
debilidad de conocimientos que por sí posee la humana 
naturaleza, especialmente cuando a su altanería y 
caprichos se oponía la Divina Providencia".(3)
La oposición de San Agustín a la ciencia pagana alcanza 
también a la astrología. En una crítica aguda a la 
tendencia irracional a creer en la influencia de los astros 
sobre las cosas del mundo, el Santo afirma que la 
prosperidad del imperio romano y de todos los reinos 
no es casual, no ocurre en contra de la voluntad humana
o divina y no puede atribuirse a la posición de las 
estrellas. Pero veamos sus razones in extenso:
"Porque cuando lo oyen los hombres, según el 
común modo de hablar, no entienden por esta voz 
sino la fuerza de la constitución de las estrellas, 
calculada según el estado en que se hallan cuando 
uno nace o es concebido; cuya operación intentan 
varios eximir de la voluntad de Dios, aunque otros 
quieren que este efecto dependa asimismo de ella; 
pero a los que son de opinión que sin la voluntad de 
Dios las estrellas decretan lo que hemos de 
practicar, o lo que tenemos de bueno o padecemos 
de malo, no hay motivo para que les den oídos ni 
crédito, no sólo los que profesan la verdadera 
religión, sino los que signen el culto de cualesquiera 
dioses aunque falsos; porque esta opinión errónea 
qué otra cosa hace que persuadir que de ningún 
modo se adore a dios alguno ni se le haga 
oración?” (4).
Es claro, pues, que la astrología conduce al ateismo, 
aunque en rigor debería concluirse también que lleva a 
la divinización de las estrellas. De cualquier manera, 
creer en la astrología conlleva grandes riesgos. Si se 
acepta que el poder de las estrellas proviene del poder 
divino, entonces los defensores de la astrología "hacen 
grande injuria al cielo, en cuyo clarísimo consejo 
(digámoslo así) e ilustrísima corte, piensan que se 
decretan las maldades que han de perpetrar los 
malvados"; si se supone que el poder de las estrellas es 
independiente del poder divino y que es el cielo el que 
decreta las acciones de los seres humanos, entonces no 
le quedaría a Dios ningún "imperio y jurisdicción" sobre 
éstas; y si se plantea que el mismo Dios, sin 
intermediación de las estrellas, decide lo que cada uno 
ha de hacer, no podría EL juzgar a los hombres por 
realizar acciones que han sido decretadas por su 
supremo poder. Pero si estas pruebas no nos convencen 
de la falsedad de la astrología, basta con considerar la 
vida, acción y obras de los mellizos, "en la cual hay tanta 
diferencia, que les son más parecidos y semejantes en 
cuanto a estas cualidades muchos extraños que los 
mismos mellizos entre s f , quienes, al haber nacido bajo 
un horóscopo común, deberían padecer y gozar 
exactamente los mismos avatares.
En una extraña mezcla de teología y física Agustín refuta 
a quienes contraponen objeciones al poder de Dios para 
hacer que los hombres puedan residir en el cielo 
después del juicio final. Los argumentos de los
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Novum Año 5 N o.ll
opositores a la doctrina de la salvación se fundamentan 
en el hecho de que un cuerpo humano, al ser en gran 
parte compuesto de materia terrena (pesada) no puede 
elevarse atravesando todos los elementos (incluyendo 
los más livianos como el aire) para llegar hasta el cielo, 
puesto que ello contradice lo que establece la ciencia de 
la naturaleza. Con gran habilidad discursiva Agustin 
responde: "Ved aquí con que argumento contradice a la 
divina omnipotencia la flaqueza humana, en quien 
domina la vanidad. Pues qué hacen en el aire tantos 
cuerpos terrenos, siendo el aire el tercero en orden a la 
tierra? A no ser (que) el que 
pudo dar a los cuerpos 
terrenos de las aves, por 
medio de la ligereza de sus 
plumas, facultad para que 
pudiesen andar por el aire, no 
(pueda^dar a los cuerpos de 
los hombres ya inmortales, 
virtud con que puedan 
habitar tam bién este 
supremo cielo". (La ciudad de 
Dios. L. XXII, Cap. XI, 
pp. 735-736). Y como 
si el argumento del poder 
infinito de Dios no bastara,
Agustín reduce al absurdo las 
objeciones de sus 
contrincantes. En efecto, si 
los elementos hubieran de 
disponerse en orden según el 
peso, y no pudiesen entre­
mezclarse, entonces ¿porqué 
razón los hombres y los 
animales terrestres pueden 
vivir en el tercer elemento 
(aire) pero se ahogarían en el 
segundo (agua)? Además, si 
damos crédito a las historias 
fantásticas de la mitología 
pagana y reconocemos poder 
a los dioses del Olimpo (que 
son falsos) ¿por qué hemos 
de lim itar el poder del 
verdadero Dios? Pues si los 
milagros de los dioses 
paganos, de cuya 
autenticidad cabe dudar; o el 
poder de los demonios, 
represen tan tes del mal, 
logran alterar el orden de la 
naturaleza, con mayor razón 
podría alterarlo, a voluntad, 
su supremo creador.
Como se vé, San Agustín 
opone a las imperfecciones 
de la ciencia pagana el poder
infinito de Dios, y al subvalorar la sabiduría antigua 
prepara el camino para justificar su sustitución con elconocimiento de las cosas sagradas. Es posible 
comprender mejor esta actitud peyorativa hada la 
ciencia, si se tiene en cuenta que hay notables 
discrepancias entre ésta y la verdad revelada. No se debe 
olvidar que la doctrina bíblica resuelve de manera 
definitiva algunos interrogantes que habían sido 
planteados por la sabiduría pagana. Los viejos dilemas 
pierden vigencia: Por ejemplo, ya no tiene sentido 
discutir sí el mundo es eterno o tuvo un prindpio en el
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Novum Año 5 No.11
tiempo, pues la Biblia establece que éste ha sido creado; 
ya no hay confusiones sobre la naturaleza humana, pues 
el buen cristiano sabe que el hombre es esencialmente 
un alma, alma inmortal creada para una vida eterna de 
premio o de castigo conforme a la clase de vida que haya 
llevado su dueño en el mundo; ya no es necesario tomar 
en consideración la existencia plural de dioses, pues se 
sabe que Dios sólo puede ser uno. Además, el 
cristianismo propone una motivación distinta a la vida 
humana; su valor dejará de asociarse a la búsqueda del 
saber y se hará dependiente del servicio a la causa de la 
religión.
Considerando la situación desde esta perspectiva, es 
comprensible la actitud de recelo y sospecha con que los 
cristianos miran la sabiduría pagana, pues en la mayor 
parte de los casos ni siquiera cuentan con los elementos 
mínimos necesarios para leer y comprender los libros de 
los antiguos. Hay casos aislados en los que se acepta una 
especie de anticipación a la verdad en las obras de los 
filósofos, pero en general basta con mencionar su 
carácter de autores gentiles y descreídos para que se 
produzca un rechazo de sus tesis. Dicho de manera 
sencilla, la sabiduría pagana no se considera una digna 
rival del saber revelado, como lo sentía Tertuliano, 
quien ya en el siglo III había calificado a los filósofos de 
herejes. A esta actitud hay que agregar una disminución 
progresiva del dominio del griego y de la filosofía y la 
aparición de una tradición enciclopedista donde se 
copian, resumen y compilan los libros de ciencia 
ofreciendo un producto cada vez de menor calidad y más 
alejado de su original. La situación va a permanecer así 
hasta el siglo IX, época en la cual, en un intento por 
volver a la senda perdida, Santos, Papas, Cardenales, 
Obispos y Clérigos tratarán de recuperar y conservar los 
pocos fragmentos de la cultura pagana que conocerá el 
occidente cristiano.
2. SE REINICIA EL CONTACTO
Durante la baja edad media, entre el denominado 
"renacimiento" carolingio del siglo IX y mediados del 
siglo XTV, tiene lugar el reencuentro de occidente con 
una buena parte del saber perdido. Gracias a ciertos 
cristianos revolucionarios, que traducirán a los sabios 
paganos y harán las veces de interpretes y mediadores 
entre éstos y la nueva ciencia cristiana, nacen las 
universidades y se crea la filosofía escolástica. Hacia el 
siglo VID la educación había llegado a ser algo tan 
exótico, que muchos religiosos desconocían incluso el 
Latín litúrgico y a duras penas podían leer y escribir. 
Alentado por el deseo de restaurar el prestigio 
intelectual de los sacerdotes, y convencido de que lá 
educación de clérigos y laicos no hacía más que servir a 
los intereses de Dios y del reino, el emperador franco 
Cario Magno ordenará, en el año 789, la creación de 
escuelas para enseñar principios de lectoescritura, 
aritmética y gramática. Inicialmente, el currículo no se
destaca por su profundidad; se dispone la enseñanza de 
los salmos, la notación musical, el canto, la computación 
del calendario, y la gramática. Pero a medida que 
aparecen escuelas especializadas para la enseñanza de 
monjes y funcionarios de la religión, el espectro se 
amplía y cualifica dando lugar a actividades de copia de 
libros, búsqueda e intercambio de manuscritos de obras 
importantes y a la recuperación del trivium y el 
quadrivium de la educación clásica.
Este plan de estudios constituía una modificación de las 
nueve artes liberales descritas de manera poética desde 
el siglo I a. C. por el gramático romano Varron. Las artes 
eran: gramática, lógica, retórica, geometría, aritmética, 
astronomía, música, medicina y arquitectura. La 
profesionalización de las dos últimas hizo que se las 
excluyera del grupo y con las siete restantes se conformó 
el Trivium y el Quadrivium, que llegaría a ser el núcleo 
de los estudios generales que estaba obligado a realizar 
todo estudiante universitario durante cerca de cuatro 
años para obtener el título de Licenciado en Artes.
La Universidad primigenia se parece poco a nuestra 
idea de esa institución. La autonomía y el estatus 
corporativo de sus miembros, provenientes de distintos 
países de Europa, son sus elementos definitorios. Las 
primeras universidades europeas de renombre fueron 
las de Bolonia y París, y a partir del año 1200 la validez 
universal de la licencia para enseñar (jus ubique 
docendi) se convirtió en la nota más importante de una 
nueva universidad. Sólo el papa o sus delegados podían 
otorgar este permiso. Las ramas de estudios superiores 
eran inicialmente derecho, medicina y teología. Los 
centros de estudios más importantes en el siglo XIII eran 
Salerao, en Italia, que descollaba por su facultad de 
Medicina, Bolonia que sobresalía en los estudios de 
Derecho (romano y canónico) y la Universidad de París, 
originada en la escuela catedralicia de Notre Dame, 
cuya facultad de Teología gozaba de gran 
reconocimiento. Las clases transcurrían en un ambiente 
que se parece poco a la idea "escolática" que nos hemos 
formado de la enseñanza. A menudo, destacados 
profesores atraían estudiantes de todos los países 
europeos y mediante el empleo del método de las 
Questiones Disputatas se mantenía el interés por los 
resultados de vivas discusiones. Este método consistía 
en exponer el pensamiento de un autor, presentar un 
comentario del profesor y plantear una serie de 
preguntas alternativas al texto comentado. Por medio de 
esos interrogantes se procuraba explorar las 
consecuencias de un principio filosófico o una teoría 
científica, pero además se ejercitaba el arte de la lógica 
aportando razones a favor y en contra y sopesando su 
validez de acuerdo con las enseñanzas de Aristóteles.(5)
Durante el siglo XII y de manera paralela al desarrollo 
de las universidades, el medioevo occidental se 
reencontró con el saber antiguo. Con el incremento de
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Novom Año 5 N o.ll
los viajes y el establecimiento de relaciones comerciales 
más estrechas entre oriente y occidente, los maestros 
europeos que hasta comienzos del segundo milenio 
tenían que contentarse con versiones de segunda y 
tercera mano sobre la filosofía griega, o con noticias 
aparecidas en los tratados enciclopédicos, veían ahora 
la posibilidad real de beber directamente de las fuentes 
de la sabiduría. La civilización árabe desempeña 
también un papel preponderante en esta tarea, en la 
medida en que después de sus conquistas políticas en el 
cercano oriente, en Africa y en el sur de España, inicia 
con fervor la conquista del tesoro cultural de los pueblos 
recién sometidos. Así, autores como Aristóteles, 
Ptolomeo, Galeno, Eucüdes y el mismo Platón serán 
bien conocidos por los árabes, quienes no solamente 
leen sus tratados sino que los explican trabajan en los 
problemas por ellos planteados y realizan traducciones 
de las obras capitales. De hecho, las primeras 
traducciones de los textos filosóficos de Aristóteles al 
Latín se hacen a través del Arabe. Koyré ha explicado 
el papel dinamizador de la civilización árabe llamando 
a sus eruditos "maestros y educadores del occidente 
latino" y ha insistido en que nuestro conocimiento de los 
textos claves de la ciencia y la filosofía antigua se debe, 
ante todo, a la mediación de los árabes, pues no sólo no 
había quien supiera griego en Europa, sino que tampoco 
había quien supiera filosofía.
3. LA RECEPCION DEL PENSAMIENTO 
ARISTOTELICO
Gracias a las traducciones fué posible para los eruditos 
medievales tener acceso a unenorme tesoro 
desconocido. Durante la alta edad media, sólo se 
conoció una versión (no muy fiel) de la llamada lógica 
vetus de A ristóteles (las Categorías y el Peri 
Hermeneias) y de algunos fragmentos de la Metafísica. 
Pero una vez iniciado el trabajo de las escuelas de 
traductores será posible estudiar las obras básicas del 
filósofo (La Física, el Tratado Del Cielo, De la 
Generación y la Corrupción, la Meteorología y la 
Analítica Posterior). El progreso fué tan rápido que a 
un solo traductor, Guillermo de Moerbeke (ca. 1215,ca. 
1286), se acreditan versiones directas del griego de casi 
todas las obras de Aristóteles y de sus comentaristas más 
importantes (como Alejandro de Afrodisías, Juan 
Filipón y Simplicio).
El ingreso del saber aristotélico a las universidades dió 
lugar a consecuencias contradictorias. Por un lado, 
sirvió para reavivar un sinnúmero de investigaciones 
tanto en el ámbito de la ciencia como en el de la filosofía. 
Por otro, y en cuanto llegó a ser la respuesta oficial para 
la mayor parte de las cuestiones discutidas en las 
escuelas, originó una actitud de total aceptación que 
convirtió a sus adeptos en meros repetidores de una 
doctrina, y suscitó una violenta reacción en contra del 
dogmatismo y de las consecuencias de su filosofía. La
reacción contra el aristotelismo tuvo su génesis en la 
incompatibilidad entre sus principios y algunas 
verdades de la fé (5), conflicto que nunca pudo 
resolverse satisfactoriamente ni siquiera después de que 
autores cristianos de tanta reputación como Santo 
Tomás (1225-1274) se hubieran esforzado por mostrar 
un Aristóteles más cercano a la fé de lo que era posible 
en una sana lectura de sus obras. La filosofía aristotélica 
fué objeto de varias prohibiciones en el siglo XIII, entre 
las cuales la más contundente fué la condena de 1277. 
Esta condena abarcaba 219 postulados provenientes de 
diversos filósofos, entre ellos Aristóteles y algunos de 
sus comentaristas, incluyendo a Tomas de Aquino. Se 
prohibió, bajo pena de excomunión, la aceptación de 
uno cualquiera de los errores censurados y, 
naturalmente, se proscribió la enseñanza de Aristóteles. 
Veamos una pequeña muestra de las "falsedades" que 
preocupaban a la Iglesia en ese inomento'.
Que las discusiones teológicas se basan en fábulas.
Que la teología cognoscitiva no aporta nuevos
conocimientos.
Que los únicos sabios del mundo son los
filósofos.(7)
Es evidente que este tipo de postulados debió haber 
creado gran malestar entre eruditos para quienes la 
filosofía no constituía mas que un saber de segunda 
línea. Al analizar los efectos de largo plazo de la 
condena de 1277, podemos concordar con la evaluación 
de Koyré. Fué una prohibición inane, porque 
Aristóteles nunca abandonó las universidades (no había 
nada semejante con que reemplazarlo). De hecho, como 
la prohibición se refería a París, los profesores de las 
universidades de Italia continuaron promoviendo el 
estudio de Aristóteles, si bien se concentraban más en 
sus obras científicas y evitaban en lo posible, ocuparse 
de asuntos que pudieran ser controvertibles. El 
surgimiento de los nuevos tiempos, va a estar 
parcialmente signado por los esfuerzos para buscar una 
alternativa válida al saber filosófico y científico que 
acababa de recuperarse y se veía ahora cuestionado.
4. EL RENACIMIENTO
Si hemos de aceptar las determinaciones históricas 
convencionales, el Renacimiento inicia exactamente en 
el año 1453, cuando la ciudad de Constantinopla cae 
bajo la presión de los turcos.(8) Infortunadamente, este 
tipo de demarcaciones tiende a mostrar una imagen que 
en nada corresponde con la realidad. Primero, porque 
se trata de un fenómeno tan esencialmente europeo, que 
a veces se ha preferido hablar con exclusividad de 
Renacim iento italiano. Segundo, porque sus 
características son tan complejas que mal puede 
reducírselas a un acontecimiento bélico o político, y 
tercero porque lo más destacable de este período es una 
recuperación de los patrones estéticos y artísticos de la
Novum Año 5 No.l 1
antigüedad, aunados a un cambio de actitud en el 
erudito y a una vuelta a la cultura pagana. Poco 
importan, por lo tanto, los hechos históricos que 
elijamos como punto de referencia, pues lo que 
singulariza y diferencia la "nueva época" es su espíritu 
de Renovación: renovación en las artes, la literatura, y 
el panorama de los objetos de interés para el hombre.
Los manuales de historia a veces subrayan la aparición 
del "Humanismo" como un elemento central en el 
Renacimiento. Para dar continuidad a la tradición, voy 
a referirme de manera resumida al tema. En muchas 
obras se ha planteado el problema del humanismo bajo 
el significado de una reasignación del valor que se otorga 
a las cosas del hombre. Se nos sugiere que en el 
Renacimiento habrá una transformación en la escala de 
valores propia del período medieval (en la cual se 
encontraba en primer lugar Dios y en último el ser 
humano) que invierte la jerarquía de las cosas centrando 
su atención en el hombre. A esto se añade una 
hipervaloración de las obras humanas y una confianza 
desmedida en el talento y la inteligencia como armas 
para enfrentar las más disímiles dificultades.
Esta historia es inexacta. Para el pensador renacentista 
el humanismo no tema una connotación distinta a la 
académica. Servía para designar a los eruditos en los 
studia humanitatis (esencialmente gramática, literatura 
y poesía). "Un humanista era un profesor o estudioso de 
los autores clásicos. La gramática latina era su disciplina 
fundamental. El conocimiento del Latín resultaba 
imprescindible en el mundo de la política, de la 
jurisprudencia y del comercio, pues en esta lengua se 
escribían las cartas, los discursos y los contratos 
comerciales"(9). Además, como lo han señalado entre 
otros Kristeller y Koyré, no hay ningún período de la 
historia donde se hubiera dado una creencia más 
extendida en la magia, en los poderes ocultos de la 
naturaleza, en la existencia de brujas y demonios que en 
el Renacimiento. Por eso no puede hablarse de la fe en 
la razón como su nota característica. Todo lo contrario, 
hubo un grado mayor de confianza (al menos más 
amplio) en lo irracional. Por último, debe insistirse en 
que el espíritu de la época es más el de un renacer en las 
artes y en la literatura, que en la filosofía y la ciencia. 
Recuérdese que uno de sus grandes autores, Petrarca, 
fué coronado como poeta en el capitolio romano, y a la 
manera tradicional latina en 1341.
Sin embargo, el Renacimiento constituye un período 
fascinante de la historia donde vamos a ver coincidir 
junto con la más burda e ignorante superstición, las 
obras más sublimes del arte pictórico y escultórico y las 
más provocativas ficciones literarias que jamás se 
hubieran escrito. La actividad literaria es febril. Por 
doquier encontraremos los pensadores más dotados del 
momento escribiendo sobre filosofía, con resultados 
discutibles; sobre ciencia, con pueriles equivocaciones 
pero inmensa intuición; sobre arte, con un nivel teórico
nunca antes visto; sobre el hombre, con un lirismo que 
conmueve. Comencemos por el final de la lista. Un texto 
muy conocido de la edad media, escrito por el Papa 
Inocencio III, había sintetizado con singular claridad la 
actitud del cristianismo hacia el hombre. El hombre se 
consideraba como una criatura inferior que "Nace 
desnudo, desnudo retorna. Viene pobre, pobre se va". 
Pero esto por sí solo no demuestra la vileza humana; el 
Papa contaba con otros defectos para añadir:
"Tú, hombre, andas investigando hierbas y árboles; 
pero estos producen flores, hojas y frutos, y tu 
produces liendres, piojos y gusanos; de ellos brota 
aceite, vino y bálsamo; y de tu cuerpo esputos, orina 
y excrementos"(10).
Este fragmento sobre la miseria de la condición humana, 
traduce muy bien la subvaloración medieval hacia los 
hijos de Dios. Pero los tiempos están maduros para una 
visión diferente. Los humanistas del renacimiento 
contemplanal hombre desde una perspectiva distinta y 
henchidos de orgullo levantan la cabeza ante el texto 
papal, Manetti, en su Tratado sobre la excelencia del 
hombre (1452) responde a la primera acusación de 
miseria: "Es preciso que naciera así, justamente por su 
gracia y por su belleza. La naturaleza no habría 
permitido jamás que el cuerpo humano, la mas hermosa 
de todas sus obras y, sin duda la más maravillosamente 
ejecutada por ella, apareciese escondida bajo una 
indumentaria extraña que ocultase sus bellezas con velos 
deformes e inapropiados". (De Dignitate, Libro IV).
A fin de desestimar la lista de quejas acerca de lo que 
proviene del género humano, Manetti aclara que sus 
productos no son los desechos ni los parásitos del 
cuerpo. Por lo tanto, carece de sentido mencionar el 
carácter despreciable de los excrementos, pues los 
verdaderos frutos del hombre se hallan entre las 
creaciones de su intelecto o las de su destreza manual:
"Nuestras, vale decir, humanas, son todas las cosas, 
los castillos, las ciudades, los edificios de la tierra 
(...) Nuestras las pinturas, nuestras las esculturas, 
nuestras las artes, nuestras las ciencias, nuestra la 
sabiduría. Nuestros (...) en su número casi infinito, 
todos los inventos, nuestros todos los géneros de 
lenguas y literaturas (...) nuestros, finalmente, todos 
los mecanismos admirables y casi increíbles que la 
energía y el esfuerzo del ingenio humano ( o diríase 
más bien divino) ha logrado producir y construir por 
su singular y extraordinaria industria".(11)
La grandeza del hombre se encuentra, pues, en la 
magnitud de su talento y en su capacidad para realizar 
obras admirables, en la belleza y armonía de las 
construcciones arquitectónicas, en el arte sublime de la 
pintura o la escultura, en el ingenio de los inventos
41
Novum Año 5 N o.ll
mecánicos, en la sabiduría de las ciencias y en la 
creatividad ilimitada de la literatura. Es bien curioso 
notar, que mientras los autores medievales sospechaban 
del hombre creador, y acusaban del pecado de soberbia 
a quienes se enorgullecían de las creaciones obtenidas 
gracias a la inventiva del arte, Manetti ve en todo ello el 
signo más claro de perfección y un motivo legítimo de 
honra.
La exaltación de la dignidad humana será un tema 
recurrente en los trabajos de muchos autores 
renacentistas. Entre ellos merece especial atención 
Giovanni Pico della Mirándola (1463-1494), conde de la 
Concordancia. Pico fue un caso poco común en la 
historia del pensamiento; dotado de una inteligencia 
prodigiosa, aprendió el griego, el árabe y el hebreo a fm 
de investigar con profundidad los temas que más le 
interesaban (la filosofía griega, la cábala judía y la 
religión islámica). Estudió la filosofía de Platón en la 
Academia Florentina de Ficino, pero sus ambiciones 
iban mucho más lejos. Admirando por igual a Platón y 
a Aristóteles soñó con unificar su pensamiento en una 
grandiosa síntesis que recogiera lo mejor de ambos. A 
pesar de haber vivido tan sólo treinta y un años, Pico tuvo 
tiempo de legarnos obras como el Heptaplus, 
comentario sobre los libros del Génesis en que trató de 
desarrollar una doctrina cosmológica de corte 
emanan tista.
Pico fue, además, amigo de las controversias. Con la 
intención de poner a prueba su sistema redactó 
Novecientas conclusiones de todas las ciencias. 
Conclusiones filosóficas, cabalísticas y teológicas 
(1486),e invitó a todos los sabios y filósofos de la Europa 
de su tiempo a discutir sus tesis publicamente en Roma. 
Pero por esos días, cuando ya la intolerancia comenzaba 
a oscurecer el panorama de las libertades intelectuales, 
las tesis de Pico despertaron sospecha. El Papa 
Inocencio VIII nombró una comisión para examinarlas. 
Los censores calificaron siete de las tesis como no 
ortodoxas, y consideraron otras seis "dudosas". En una 
demostración de eficiencia inusitada, el Papa se 
apresuró a condenar todo el conjunto como herético, 
haciendo caso omiso de las explicaciones de Pico y 
prohibiendo la celebración del evento académico en que 
el filósofo pensaba defenderlas. Pico fué encarcelado, y 
aunque abjuró sólo recobró la libertad después de la 
mediación del Rey Carlos VIII. Como introducción a 
estas tesis, Pico había escrito un discurso sobre la 
dignidad humana, cuya fuerza ha impresionado a todos 
sus lectores a través de los siglos. Creo que muy pocos 
podrían escapar al embrujo arrebatador de sus palabras, 
y por eso haré un comentario sobre ellas a continuación.
El texto recalca que en los escritos árabes se reconoce 
la majestad del hombre, a quien se llama el "gran 
milagro". Para avalar este calificativo tenemos la 
penetración de los sentidos, la inteligencia, la razón y el 
lugar que éste ocupa en la escala de la creación. Pero la
condición que hace al hombre "el más dichoso de los 
seres vivos y el más digno de admiración" radica en los 
dones que recibió de su creador. En una adaptación 
libre del génesis Pico nos lleva al momento en que Dios, 
luego de haber creado y ordenado el universo, y de haber 
dado vida a los animales y seres espirituales que 
habitarían las distintas regiones del mundo, decide crear 
al hombre. Según el relato, Dios quiso crear un ser que 
pudiera, apreciar y admirar "el plan de tan grande obra" 
y que al hacerlo, la amara y honrara a su artífice. Pero 
he aquí, que al tomar esta decisión Dios se encuentra 
con que "ya no quedaba en los modelos ejemplares una 
nueva raza que formar, ni en las arcas más tesoros como 
herencia que legar al nuevo hijo, ni en los escaños del 
orbe entero un sitial donde asentarse el contemplador 
del universo". Por eso, y debido a que la potencia 
creadora y la sabiduría del hacedor son infinitas, decidió 
hacerlo partícipe de todos los dones sin darle ninguno 
en especial, y lo convirtió en epitome de toda la creación, 
concediéndole la libertad absoluta para que llegara a ser 
lo que a bien tuviera:
"No te dimos ningún puesto fijo, ni una faz propia, 
ni un oficio peculiar, ¡oh Adán!, para que el puesto, 
la imagen, y los empleos que desees para tí, esos los 
tengas y poseas por tu propia decisión y elección. 
Para los demás, una naturaleza contraída dentro de 
ciertas leyes que les hemos prescrito. Tú, no 
sometido a cauces algunos angostos, te la definirás 
según tu arbitrio al que te entregué. Te coloqué en el 
centro del mundo, para que volvieras más 
cómodamente la vista a tu alrededor y miraras todo 
lo que hay en ese mundo. Ni celeste, ni terrestre te 
hicimos, ni mortal, ni inmortal, para que tú mismo, 
como modelador y escultor de tí mismo, más a tú 
gusto y honra, te forjes la forma que prefieras para 
tí- Podrás degenerar a lo inferior, con los brutos; 
podrás realzarte a la par de las cosas divinas, por tu 
misma decisión"(12).
La excelencia y la dignidad humanas están pues en la 
ilimitada gama de posibilidades que se abren ante la 
voluntad del hombre. Desde esta especial concepción 
del libre albedrío, cabe entender mejor el rotundo 
rechazo que hace Pico de la astrología, pues ella no 
permite que el hombre, de acuerdo con lo decretado por 
Dios, se foije su propio destino.
Otro aspecto que muestra la riqueza regia del 
renacimiento puede hallarse en sus grandes utopías. Las 
utopías pertenecen al grupo de esas obras sobre las que 
todo el mundo habla aunque muy pocos las hayan leído. 
Pero quien aborda los libros de Moro, Campanella y 
Bacón no sólo descubre una ficción donde la felicidad 
humana y la convivencia pacífica son posibles, sino que 
también puede percibir una muestra del vigor con que 
la filosofía y la ciencia medieval se están transformando.
42
Noyum Año 5 No.l I
No pretendo exponer aquí el contenido de estas obras, 
pero no podría hacer una presentación -por 
esquemática que fuera- del pensamiento renacentista 
sin mencionarlas. Las utopías crepitan de análisis 
agudos sobre la naturaleza de la sociedad y en ellas 
abundan las enseñanzas sobre como mejorar la vida de 
sus miembros: se identifica la propiedad privadacomo 
fuente de miseria; se fustiga el ocio de las clases 
privilegiadas, se propone el ascenso social basado en 
méritos, se confiere especial valor a la filosofía y al saber, 
se reclama la obligación y el derecho de cada miembro
de la sociedad a hacer algo útil, se rescata la dignidad 
de toda clase de trabajo, censurando la costumbre 
griega de menospreciar las actividades manuales, st 
propone una moral sexual pragmática, se critica la 
intolerancia mientras se defiende el derecho al 
pluralismo y al libre pensamiento (incluso en materia 
religiosa), se denuncia el poder corruptor del dinero y 
se sugieren sociedades autoabastecidas en las que los 
metales y las piedras preciosas no poseen ningún valor 
(la utopía de Bacon es la excepción, pues en Bensalem 
el oro conserva su poder de encantamiento v de 
compra)
Koyré ha señalado que el gran 
enemigo del Renacimiento fue 
la síntesis aristotélica y que su 
gran labor consistió en la 
destrucción de esa síntesis 
Hay que complementar esta 
atinada sugerencia recor 
dando que el renacimiento 
también se caracterizó por 
reconocer importancia, como 
no se había hecho antes, ai 
trabajo de los ingenieros y 
artesanos a quienes se había 
considerado como ciudadanos 
de segunda clase (herencia de 
los viejos prejuicios griegos 
que tan bien encajaban en ci 
feudalismo medieval) y que 
pese a buscar el regreso a la 
sabiduría antigua, también 
supo controlar el culto a la 
au to ridad Es tentador 
considerar el renacimiento 
como un período en que, tanto 
la relación del hombre con la 
naturaleza, como su imagen de 
ésta, se modifican; sobre todo 
cuando pensamos que sus más 
connotados autores dieron 
inicio a profundas transfor 
maciones en la cosmovisión 
No obstante, al estudiar las 
motivaciones en las obras de 
los precursores de la ciencia 
moderna nos vemos forzados a 
reconocer que la explicación 
no es tan simple.
Acabo de mencionar que la 
gran labor del Renacimiento 
fue la destrucción de la síntesis 
aristotélica. Pero los primeros 
ataques a esta ciencia 
cualitativa se hacen desde la
43
Novmn Año 5 No.ll
filosofía (13) y provienen de autores que no poseen una 
estricta formación científica. Aristóteles había 
enseñado en Del Cielo, que la tierra se encontraba en el 
centro de un universo finito y que había una diferencia 
cualitativa entre el mundo supralunar y el mundo 
sublunar, con base en la cual se establecía la categoría 
inferior de la Tierra en comparación con la región 
celeste. Nicolás de Cusa (1401-1464), en obras de 
elaborada complejidad, como La Cena de las Cenizas y 
la Docta Ignorancia, rechazara enfáticamente estas 
concepciones: para él, la Tierra no ocupa el centro, por 
la sencilla razón de que el universo tiene su centro en 
todas partes y en ninguna, siendo además un universo 
interminado; lo que vale tanto como decir, ilimitado. 
Tampoco comparte la idea de que la Tierra, por hallarse 
en la región sublunar posea una naturaleza inferior a la 
de los planetas; no, en su opinión, la Tierra es una Stella 
Nobilis,es decir, una estrella tan noble como la más 
perfecta de las esferas del incorruptible mundo celeste
(14). Partidario del movimiento de la Tierra, prefigura 
en su obra los argumentos de relatividad óptica que 
empleará Copérnico para defender su sistema. Cusa no 
se atrevió a afirmar explícitamente la infinitud el mundo, 
pero un nativo de Ñola, Giordano Bruno, no dudará en 
llevar a la máxima expresión esa exaltación cósmica del 
infinito que sólo es una tímida sugerencia en la obra del 
cardenal de Cusa.
Bruno (1548-1600) no es un astrónomo sensu stricto: sus 
conocimientos de matemáticas son insuficientes, pero 
como filósofo se muestra atrevido, valiente y profundo. 
No concibe a Dios como un ser personal, ni como un 
simple creador, no acepta como explicaciones válidas 
las enrevesadas fórmulas de la alquimia y su cosmología 
rebate los modelos astronómicos de sus predecesores. 
Concibe una idea acerca de los límites del mundo 
enteramente opuesta a la de la tradición, no sólo el 
Universo es infinito sino que Dios no podría haberlo 
creado de otra manera; la Tierra no ocupa el centro de 
todos los cuerpos celestes, y plantea la existencia de 
muchos otros mundos semejantes al nuestro. Hay, por 
lo tanto, un único universo e infinitos mundos dentro de 
él. Bruno lo explica de la siguiente manera: "...todos 
aquellos que establecen un cuerpo y una magnitud 
infinita, no establecen en ella medio ni extremo, y quien 
habla de la carencia, del vacío del éter infinito, no le 
atribuye peso ni ligereza ni movimiento ni razón 
superior, inferior o intermedia, y como sitúan además, 
en dicho espacio, infinitos cuerpos como esta, aquella y 
aquella otra Tierra, este, aquel y aquel otro Sol, todos 
ellos cumplen sus circuitos dentro de tal espacio infinito 
a través de espacios finitos y determinados, o bien en 
torno a los propios centros. Así, nosotros, que estamos 
en la Tierra, decimos que la Tierra está en el 
medio..."(15)> pero los habitantes imaginarios de otros 
mundos también se considerarán en el centro de la 
esfera estelar. Bruno, quien era un estusiasta 
copemicano, defendía el movimiento de la Tierra
alrededor del Sol y afirmaba que nuestro planeta no se 
encontraba en el centro del universo sino en el centro 
de la región celeste más próxima. Bruno divulgó sus 
opiniones, poco acordes con la ortodoxia religiosa y 
científica, hasta que fué silenciado por el Santo Oficio 
que le condenó a morir en la hoguera en el año de 1600.
Será necesario esperar hasta que un astrónomo 
profesional, conocedor de las teorías de los antiguos y 
dotado de la cultura matemática requerida para 
comprender los problemas teóricos de esta ciencia, 
aplique su ingenio a la solución de los grandes desafíos 
de la astronomía. No es fácil expresar con claridad la 
importancia del cambio introducido por la hipótesis 
heliocéntrica, propuesta por Nicolás Copérnico 
(1473-1543) en su obra: De Revolutionibus Orbium 
Coelestium. Todos sabemos que se trata de trasladar el 
Sol al lugar central y convertir la Tierra en un planeta 
más, pero el significado de su aporte excede, con mucho, 
esta simplificación. Al invertir el rol astronómico del Sol 
y de la Tierra, se minan los fundamentos de la 
astronomía tradicional posibilitando la destrucción de 
la noción misma de cosmos ordenado, cerrado y 
jerarquizado. Es claro que Copérnico, conocedor de 
Tolomeo y Aristarco, de Hiparco y Eucüdes, tenía otras 
razones además de las científicas para postular el 
heliocentrismo. El cree, por ejemplo, que es mucho más 
fácil que se mueva lo contenido y no aquello que 
contiene; lo más pequeño y no lo más grande; así como 
piensa que el Sol, por ser fuente de luz y calor, debe 
ocupar el mejor lugar, esto es, el lugar central, ya que 
desde allí puede alumbrar con mayor facilidad a los 
otros planetas, e irradiar su benéfico calor.
Su obra máxima, que según los biógrafos salió de la 
imprenta exactamente el día de su muerte, nos muestra 
las paradojas de un pensamiento genial que después de 
dar el paso fundamental, se ve obligado a aceptar 
algunas otras nociones de la vieja astronomía. 
Copérnico, es cierto, propone un modelo heliocéntrico, 
el cual es mas simple geométricamente (requiere un 
menor número de círculos y epiciclos para representar 
el sistema del mundo) y también epistemológicamente; 
un modelo que encierra una característica de 
relatividad, pues se demuestra que para algunos 
propósitos no importa si se considera como centro al Sol 
ó a la Tierra; pero conserva el movimiento circular, 
conserva las esferas cristalinas de los antiguos (las 
necesita para explicar el movimiento de los planetas) y 
su mundo a pesar de ser grande, a pesar de ser 
inmensum, no es en modo alguno infinito. Así son las 
obras de los pensadores renacentistas; en ellas, la 
intuición científica se codea con la aventura filosófica 
bajo el común denominador de la imprecisión. Por eso, 
aunque no hicieron una ciencia nueva, debemosacreditarles el haber gestado y preparado la gran 
revolución científica del siglo XVII de la cual somos 
herederos y continuadores.
44
Novnm Año 5 No. 11
5. LOS APORTES DE GALILEO
Galileo Galilei ^1564-1642), profesor de matemáticas 
en la Universidad de Pisa y en la de Padua, matemático 
oficial de los duques de Toscana, filósofo perspicaz, 
científico riguroso y escritor polémico será el llamado a 
establecer los fundamentos teóricos de la nueva filosofía 
y de la nueva ciencia. Su contribución puede 
interpretarse como un rechazo a la escolástica y una 
crítica al aristotelismo. A la primera, objeta el estilo 
dogmático y autoritario con que recibe ideas 
discrepantes; al segundo, refuta sus errores en la ciencia 
de la naturaleza. Según la física aristotélica, la estructura 
del espacio real y la naturaleza de los cuerpos son los 
factores que determinan el lugar que ocupan los objetos 
en el espacio. Los cuerpos permanecen en sus lugares 
naturales, mientras no sean expulsados de allí por un 
movimiento violento; y después de que éste cesa, el 
cuerpo tiende a regresar a su lugar a la acción de la 
"naturaleza"; el movimiento es, por lo tanto, un proceso 
mediante el cual (en el caso del movimiento natural) los 
cuerpos no hacen otra cosa que buscar sus lugares 
propios, es decir, mantener en orden el cosmos 
jerarquizado. Es esta noción de jerarquía la que hace 
imposible, tanto la traslación en el vacío, como el 
movimiento perpetuo. Aristóteles piensa (y bajo sus 
presupuestos está en lo cierto), que, en el vado, un móvil 
tendería a viajar con una veloddad infinita y, por otra 
parte, que allí no podría existir un motor que pusiera en 
movimiento al cuerpo. Pero lo más difícil de controvertir 
es que, no habiendo lugar alguno en el vacío; es decir, 
siendo éste la ausenda de todo, el cuerpo no tendría a 
donde ir. Suponiendo que logrará ponerse en 
movimiento, no tendría razones para moverse o 
quedarse inmóvil.
He mendonado las explicadones aristotélicas para que 
juzguemos mejor la magnitud del cambio implídto en 
los postulados de la física de Galileo, quien en su 
juventud compartió las objedones de los medievales 
tardíos al estagirita. Ha llegado el momento de hacer 
justida a Aristóteles; se ha criticado su física, pero 
también es necesario recalcar su status; se trata de una 
cienda en el sentido lato de la palabra, esto es, de un 
cuerpo teórico, sistemático y estructurado, que recoge 
admirablemente en una teoría coherente la mayor parte 
de las observaciones del sentido común. Su único 
defecto, aparte del de ser falsa, es que sólo explica la 
mayor parte de las observadones. Un hecho cotidiano 
la contradice: el lanzamiento. La flecha que vuela, la 
piedra que sube, son anomalías recaldtrantes. Como se 
recordará, todo queda aclarado con el comportamiento 
del aire, que al tratar de llenar rápidamente el vacío 
sucesivo que forma el cambio de lugar de un cuerpo lo 
sigue impulsando, pues "la naturaleza aborrece el 
vacío". A los seguidores de Aristóteles nunca les importó 
que esta hipótesis asignara al aire el doble papel de 
servir de medio en el cual se daba el movimiento y de
motor, como tampoco los impresionó el caso de la flecha 
que vuela en direcdón contraria al viento.
Los críticos, por el contrario, no vieron con muy buenos 
ojos que se confiriera al aire precisamente lo que se 
negaba a otros cuerpos, y prefirieron suponer que cierta 
virtud o dinamismo explicaba el fenómeno; si hacemos 
un esfuerzo para arrojar una piedra o tensar un arco, es 
razonable pensar que parte de esta fuerza se comunica 
al cuerpo y lo pone en movimiento; ahora bien, ¿cómo 
soludonar el interrogante que surge del hecho, tantas 
veces observado, de que un cuerpo va más aprisa unos 
momentos después de que ha comenzado a 
moverse?(16). La respuesta es sencilla: el ímpetus 
necesita algo de tiempo para adueñarse del móvil, y 
transferirle todo su impulso. Galileo, como hemos 
dicho, compartió en su juventud estas tesis, pero sólo 
hasta que descubrió que conducían a un callejón sin 
salida puesto que no podían matematizarse, dado que 
ninguna fórmula conseguía expresar el Ímpetus. La 
física de Galileo no es una denda del sentido común, no 
se basa en la contemplación pasiva de la naturaleza, 
propia de los seguidores de Aristóteles. Al interesarse 
por explicar el comportamiento de la realidad mediante 
razones, su física no apela a la experiencia sino al 
experimento. Ahora bien, el experimentum no sólo 
representa una actitud epistemológicamente activa ante 
el mundo, sino que implica la formuladón de una 
pregunta inteligente a la naturaleza, una pregunta que 
al ejercer cierto dominio sobre ella la pone en cuestión; 
y que debe hacerse en un código especial, en un lenguaje 
determinado, que en este caso es el de la física 
matemática.(17) t
La física galileana está fundada implídtamente en el 
principio de la inercia: quizá no sea ocioso decirlo, la 
inerda implica el reconocimiento de un movimiento que 
se perpetúa (en ausenda de fuerzas exteriores, claro 
está). Por consiguiente, el movimiento deja de ser un 
proceso para convertirse en un estado, y un estado de la 
misma categoría que el reposo, puesto que también éste 
se puede conservar inercialmente. El movimiento 
rectilíneo perpetuo, imposible dentro del marco de 
referencia aristotélico, sólo puede concebirse si se 
aceptan el movimiento en el vacío y el espacio infinito, 
ambas premisas presentes en la nueva física matemática. 
Por lo que respecta al viejo problema de la caída de los 
cuerpos, Galileo refuta la prediedón aristotélica, según 
la cual los cuerpos caen a velocidades proporcionales a 
sus pesos, debido a una aceleración continua del peso 
del móvil que debe luchar contra la resistencia creciente 
del medio:
"...El incremento de la resistencia del medio no tiene 
pues por causa un cambio de su esencia, sino la 
aceleración de la velocidad con que debe abrirse y 
apartarse lateralmente para ceder el paso al cuerpo
45
Novum Año 5 N o.ll
grave cuya caída progresivamente se acelera. 
Cuando veo, por otra parte, man grande es la 
resistencia del aire al débil esfuerzo de la vejiga y 
cuan pequeña es ante el peso considerable del 
plomo, adquiero la certeza de que si se suprimiera 
completamente esta resistencia -lo cual sería dar a 
la vejiga una facilidad muy grande y al plomo una 
muy mediocre ventaja- los dos cuerpos caerían a la 
misma velocidad"(18).
Galileo también hizo aportes definitivos a la astronomía. 
La crónica se halla completa, con un lenguaje florido 
que no oculta el sentimiento de orgullo de su autor, en 
El Mensaje de los Astros. Galileo publicó esta obra en
1610 para referir a los filósofos y astrónomos las 
"grandes y muy admirables maravillas" que descubrió 
con ayuda de su invento el perspicilium. Pero veamos, 
por nosotros mismos el tono con que está redactado el 
informe:
"Grandes sin duda son las cosas que en este breve 
tratado propongo a la contemplación de los 
estudiosos de la naturaleza. Grandes, digo, por la 
excelencia de la materia misma, sea por su inaudita 
novedad, sea, en fin, por el instrumento en virtud del 
cual esas cosas se ha desvelado a nuestros 
sentidos" (19)
46
Novum Año 5 No.l 1
No hay exageración alguna en este preámbulo. Los 
descubrimientos que Galileo da a conocer en su 
opúsculo son la existencia de nuevas e innumerables 
estrellas; el relieve lunar, es decir, la presencia de 
montañas en la luna; una explicación científica sobre la 
naturaleza de la vía láctea y de las nebulosas, y la 
existencia de cuatro "nuevos planetas" que giran 
alrededor de una "estrella insigne" (Júpiter) sin alejarse 
de ella más allá de ciertos límites, cosas estas nunca 
antes observadas o conocidas por nadie. Las 
implicaciones de estas novedades son suficientes para 
conmover los últimos rescoldos de la antigua imagen del 
cosmos, y para destruir de una vez por todas la supuesta 
oposición entre el mundo sublunar y el supralunar. 
Montañas en la luna; ¿de modoque las esferas y los 
planetas no son perfectos? Innumerables estrellas 
nuevas; ¿así que hay estrellas tan alejadas que no son 
visibles a simple vista? Nuevos planetas que giran en 
torno a una "estrella insigne"; entonces, ¿hay una 
confirmación empírica del copernicanismo, es decir, un 
sistema solar en miniatura? Como puede concluirse con 
facilidad, los hallazgos descritos por Galileo 
demuestran la falsedad de la astronomía aristotélica y 
ponen al orden del día la discusión sobre la posibilidad 
física de las tesis de Copérnico.
La obra de Copérnico no había causado el efecto 
revolucionario que era de esperar. Aunque en ella se 
planteaba una imagen radicalmente distinta del mundo, 
había sido aceptada en los círculos académicos como 
una hipótesis matemática más para explicar los 
movimientos de los planetas. Inclusive la Iglesia, 
aferrada a esta interpretación, no la había considerado 
peligrosa y su lectura y estudio eran permitidos. Pero los 
descubrimientos de Galileo cambiaron el rumbo de la 
discusión. Ya no se examinaba si el heliocentrismo podía 
ser una ficción útil (una teoría) para explicar el sistema 
del mundo, sino que se planteaba su posibilidad física, 
lo cual no podía ser de buen recibo por mentes 
dogmáticas que veían grandes peligros en todo aquello 
que contradijera la tradición filosófica y religiosa. Con 
motivo de la publicación del Mensaje, Galileo hizo la 
primera confesión pública de copernicanismo y tan 
pronto se conoció su obra, las dificultades empezaron. 
Se alegó que las nuevas estrellas y planetas no existían 
más que en la mente de su descubridor, que se debíati a 
aberraciones ópticas producidas por los lentes del 
telescopio, que eran fenómenos metereológicos (es 
decir, que ocurrían por debajo de la esfera de la Luna) 
y que sus sugerencias eran contrarias a las sagradas 
escrituras.
Aunque Galileo no rehuyó el debate académico, bien 
pronto se encontró en dificultades con algunos jerarcas 
de la Iglesia que habían simpatizado con sus primeras 
obras. Para aclarar su situación escribió una 
hermosísima carta dirigida a la Gran Duquesa de
Toscana, en la que explica su punto de vista sobre el 
problema de la relación entre la ciencia natural y las 
sagradas escrituras. Por razones de espacio no voy a 
comentar detalladamente este texto, me limitaré a 
señalar que se trata de una pieza magistral en la que el 
filósofo demuestra, basándose en la opinión de San 
Agustín y otros padres de la iglesia, que las Sagradas 
Escrituras no tienen como fin enseñar astronomía, sino 
difundir la doctrina de la salvación, por lo cual hay que 
ser cautos en la interpretación literal de su mensaje. El 
climax se alcanza cuando Galileo explica que el 
conocido pasaje en que Josué ordena al carro del sol que 
se detenga (piedra angular de la verificación teológica 
del geocentrismo) recibiría una interpretación más 
acorde a su sentido literal desde el marco copernicano 
que desde el ptolemaíco.
Espero haber insinuado la riqueza y complejidad del 
pensamiento renacentista. En él florecen la brujería, el 
cultivo sistemático de los horóscopos, y la completa 
credulidad del hombre común (20), junto a un genuino 
interés por dominar y comprender la naturaleza, y a una 
curiosidad insaciable por los viajes y los 
descubrimientos geográficos; por los libros recién 
salidos de la imprenta, por construir aparatos u 
instrumentos de observación y por aprender más sobre 
el mundo, empleando los conocimientos provenientes 
del contacto directo y activo con él. Como resultado de 
ello recibiremos un universo ilimitado, cada vez más 
grande, que hinchándose progresivamente estallará 
arrojando lejos de sí las esferas celestes, el séptimo cielo 
y el cosmos cerrado y jerarquizado de la vieja ciencia.
NOTAS:
1) Ver el artículo "Aristotelismo y Platonismo en la 
filosofía de la Edad Median In. Koyré, Alexander. 
Estudios de Historia del Pensamiento Científico. 
Madrid, Siglo XXI, 1982.
2) Para el análisis de la significancia científica de la obra 
de Cosmas ver: Farrington, Benjamín. Ciencia y 
Política en el mundo antiguo. Madrid, Ayusot 1979. 
Pági 17 y s.s.
3) San Agustín. La Ciudad de Dios. Libro 2. Capítulo 
Vil (p.87-88) Buenos Aires, Poblet. 1945
4) Ibidem. Libro 5 Capítulo I (p.274-5). Los argumentos 
en contra de la astrologia se van a repetir durante todo 
el medioevo. La aceptación de la astrologia se 
considera herética e insensata, y se atribuye a los 
errores de la filosofía, pues ella implica una cierta
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Novum Año 5 No. 11
doctrina de la predestinación que pone en tela de 
juicio el principio del libre albedrío.
5) Puede encontrarse una historia detallada de la 
Universidad medieval en el libro de David Knowles: 
The evolution o f medieval thought. New York. 
Vintage Books, 1962.
6) Como ejemplo pueden citarse los siguientes puntos: 
Según Aristóteles el mundo es eterno, pero el buen 
cristiano sabe que esto es falso, pues el universo tuvo 
un comienzo en el tiempo (en los días de creación 
narrados en el génesis) y definitivamente tendrá un 
final horrendo, como lo anticipa el apocalipsis. 
Aristóteles parece insinuar que el alma humana es 
mortal, pero el buen cristiano sabe que es inmortal. 
Según la doctrina de la substancia es imposible que 
los accidentes continúen existiendo sin la substancia 
que les sirve de sostén, pero en el dogma de la 
transubstanciación se vé claro cómo los accidentes 
del vino y el pan (su color, olor y sabor) continúan 
existiendo luego de haberse operado la 
transformación de estos alimentos ordinarios en las 
materias más nobles del cuerpo y la sangre de Cristo.
7) Cuestiones 152,153y 154. Citadopor Grant, Edward. 
La Ciencia Física en la Edad Media. México, F.C.E. 
1983. págjna 61.
8) Habría que atribuir mayor importancia a hechos 
como el descubrimiento de América que plantea 
nuevos problemas a la ciencia de la época, la 
invención de la imprenta y sus implicaciones para la 
democratización de la cultura, la reforma protestante 
y la contrarreforma, movimientos que inspirarán a 
filósofos y teólogos.
9) García Estebanez, Emilio. El Renacimiento: 
Humanismo y Sociedad. Bogotá. Cincel, 1986. P.33.
10) Inocencio III. De Miseria Humanae Vitae. Citado 
por Mondolfo, Rodolfo. Leonardo, Teórico del Arte 
y de la Ciencia. In: Cuatro pensadores renacentistas, 
Buenos Aires, Losada, 1963. Pág.ll
11) Manetti. De Dignitate et excellentia hominis. Citado 
por Mondolfo (referencia anterior) Pág.12
12) Pico de la Mirándola. Oración sobre la Dignidad del 
Hombre. Citada por García (Op.cit) P.191.
13) Por lo menos, los primeros ataques sistemáticos; 
puesto que ya desde la antigüedad es corriente la
crítica de algunas de las tesis aristotélicas; sobre todo 
de las referentes al problema del movimiento.
14) "La Tierra es, pues, una estrella noble, que tiene una 
luz, un calor y una influencia distinta y diversa de 
todas las demás estrellas, lo mismo que cualquiera 
de ellas difiere de otras en luz, naturaleza e 
influencia." Cusa, La Docta Ignorancia, Capítulo 
XII, p.132. Barcelona, Orbis, 1985.
15) Bruno, Giordano, Sobre el Infinito universo y los 
mundos. Diálogo Segundo, Página 91. Barcelona, 
Orbis, 1984.
16) Fenómeno que, como bien sabemos, se explica por 
la inercia.
17) "El pensamiento, o si se prefiere, la actitud mental 
de Galileo difiere sensiblemente de la de Descartes. 
No es puramente m atem ática, es físico - 
matemática...Galileo parte de la idea -preconcebida 
sin duda -de que las leyes de la naturaleza son leyes 
matemáticas. Lo real encama lo matemático" Koyré. 
Alexander. Estudios Galileanos. P.47.
18) Galilea. Diálogo sobre los dos máximos sistemas 
del mundo. Primera Jomada. Citado por Blanché en: 
El Método Experimental y la Filosofía de la Física. 
México, F.C.E. 1978. Pp.84-85.
19) Galileo. El Mensaje Sideral. Madrid, Alianza, 1984. 
Página 36. Conviene aclarar que el telescopio de 
Galileo es el primer instrumento verdaderamente 
científico. Es verdad que antes de él, se construyeronnumerosos instrumentos de medición y observación 
(los de Tycho Brahe, por ejemplo) pero éstos se 
diseñaron exclusivamente con el ánimo de observar y 
medir lo que es observable. El telescopio galileano, 
por el contrario, se construye para observar lo 
inobservable a simple vista y está fundamentado por 
completo en una teoría científica, su física.
20) Es tal la credulidad vigente en este período, que 
Koyré propone como fórmula para resumir el espíritu 
renacentista:"Todo es posibleEsta credulidad, sin 
embargo, puede explicarse como un resultado de la 
destrucción de la síntesis aristotélica a la que ya se 
ha aludido. En efecto, al hallarse el renacimiento sin 
física y sin ontología; es decir, sin la posibilidad de 
decidir con anticipación si algo es posible o nó, no 
encuentra más salida que aceptar la posibilidad de 
cualquier cosa.
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	Carlos Emilio García Duque
	EL PENSAMIENTO FILOSOFICO EN LA EDAD MEDIA Y EN EL RENACIMIENTO
	5.	LOS APORTES DE GALILEO

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