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Palabras con Estrutura Externa

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PALABRAS CON ESTRUCTURA EXTERNA 
 
 
JOSÉ LUIS MENDÍVIL GIRÓ 
Universidad de Zaragoza 
 
1. Introducción: qué son las palabras con estructura externa 
 
Según una concepción simplificada (aunque adecuada) de las lenguas humanas, éstas 
consisten en un conjunto de unidades almacenadas (un léxico) y un conjunto de reglas 
para combinarlas entre sí (una gramática). En la formulación clásica de Roman 
Jakobson esta visión se refleja en términos de un eje paradigmático y un eje 
sintagmático. En el caso ideal el eje paradigmático estaría formado por unidades 
simples (palabras) que por medio de reglas gramaticales se combinan en el eje 
sintagmático para producir secuencias complejas (sintagmas, oraciones, textos). Así, la 
cadena sintagmática de (1) podría dar lugar a tantas oraciones como elementos 
paradigmáticos del léxico se elijan para sustituir a las categorías, como se observa en (2) 
para el español: 
 
(1) D + N + A + A + V + Adv 
(2) a. Las ideas verdes incoloras duermen furiosamente 
 b. Los obreros extranjeros cualificados trabajan afanosamente 
 etc. 
 
Ya hemos visto (capítulo 2) que es muy frecuente en las lenguas que las unidades del 
léxico (en esencia las palabras, véase el capítulo 1) tengan también estructura interna, 
esto es, que en cierta medida las reglas o principios sintácticos que sirven para combinar 
unidades paradigmáticas en cadenas sintagmáticas como las de (1) también se usen para 
formar las propias palabras que, a su vez, serán objeto de elecciones posteriores en la 
formación de cadenas más complejas. Así, en la oración de (2a) todas las palabras son 
susceptibles de análisis interno (las estaría formado de la y s, ideas de idea y s, etc.). No 
obstante, desde el punto de vista sintáctico, las palabras complejas que forman las 
oraciones de (2) son en cierto modo simples, como se refleja en la representación 
categorial de (1) (así, tanto árbol como extralimitación son N a efectos de las reglas 
para formar un SN). Pero la desviación con respecto al caso idealizado va más lejos 
todavía, puesto que las lenguas aún presentan una característica sorprendente y, hasta 
cierto punto, inesperada, como es el hecho de que en ocasiones los grupos de palabras 
se comporten como si fueran palabras en vez de comportarse como las frases o 
sintagmas. A estos grupos de palabras que se comportan como si fueran palabras es a lo 
que denominaremos descriptivamente como palabras con estructura externa (PPEE en 
lo sucesivo). 
Las PPEE son pues unidades que respecto de ciertas propiedades pertenecen al eje 
paradigmático -esto es, que en cierto sentido son el resultado de una “única elección” en 
dicho eje-, pero que formalmente representan en realidad “trozos” de estructura 
sintagmática, normalmente sintagmas o frases. En términos intuitivos, una PEE es un 
sintagma que funciona a ciertos efectos semánticos y formales como una palabra única.1 
 
2. Definición y propiedades fundamentales de las locuciones 
 
Las PPEE prototípicas son las unidades fraseológicas del tipo de las locuciones 
españolas estirar la pata (con el sentido de ‘morir’) u ojo de buey (con el sentido de 
‘ventana de un barco’).2 Las propiedades de estos dos tipos de locuciones nos servirán 
para ensayar una definición del prototipo de PEE y para establecer a partir de ella una 
tipología adecuada de este tipo de unidades. 
Una definición de locución de gran influencia en la tradición hispánica es la del 
lexicógrafo Julio Casares: 
 
“combinación estable de dos o más términos que funciona como elemento oracional y 
cuyo sentido unitario consabido no se justifica, sin más, como una suma del 
significado normal de sus componentes” (Casares 1950: 170) 
 
En tal definición se reúnen de manera sucinta las propiedades fundamentales que han 
hecho que dichas unidades se hayan considerado como en cierto sentido a medio 
camino entre la palabra y el sintagma3. Así “combinación de dos o más términos” alude 
al carácter sintagmático de las locuciones (por lo que son como sintagmas y no como 
palabras), pero esa combinación es “estable”, lo que alude a la propiedad de fijación. La 
fijación se debe entender como una limitación en la configuración formal de la locución 
(meter la pata, pero no meter las patas) y como una merma del potencial combinatorio 
de los elementos que la integran (así, no tienen valor idiomático introducir la pata ni 
meter la pierna). Así, la opacidad que presentan a la inserción de modificadores 
adjetivales de sus componentes nominales (*meter la pata izquierda, *ojo de buey 
macho), como si su estructura interna no fuera visible a las reglas de configuración 
sintáctica, es una propiedad que atenúa el carácter sintagmático de estas unidades y las 
aproxima a la noción de palabra. No obstante, como veremos, las locuciones no se 
comportan exactamente como palabras en lo que respecta a ciertos procesos 
morfológicos y fonológicos. 
Por otra parte, Casares habla del “sentido unitario consabido” y de que éste no es “una 
suma del significado normal de sus componentes”, con lo que alude a que dicho 
significado es idiomático y no composicional, esto es, se refiere al hecho notable de que 
el significado de, por ejemplo, la locución verbal tomar el pelo a alguien (i.e. ‘burlarse 
de alguien’) o de la locución nominal talón de Aquiles (‘punto débil’) no es una función 
del significado de sus componentes computada a través de las relaciones formales entre 
 
1 Esta noción se corresponde en general con el concepto de frasema del modelo Sentido-Texto de Igor 
Mel’chuk: “Un sintagma [...] es no libre o un frasema si, y sólo si, no puede construirse, a partir de un 
contenido informativo dado, de manera regular y no restringida” (Mel’chuk, 2006: 14). 
2 La tradición del español ha empleado una variada terminología para denominar este tipo de unidades: 
frases hechas, locuciones, modismos, idiomatismos, expresiones fijas, fraseologismos, unidades 
pluriverbales lexicalizadas, expresiones idiomáticas o unidades fraseológicas. Hemos escogido la última 
de las mencionadas por ser una de las más frecuentes en la bibliografía actual y por su relación con la 
disciplina que las estudia, la fraseología, de gran vitalidad en la lingüística hispánica actual (Zuluaga, 
1980 y Corpas, 1996 son las obras fundamentales en esa tradición). Por abreviar y, también siguiendo la 
tradición hispánica, denominaremos las expresiones mencionadas en el texto como locuciones, bien sean 
verbales (estirar la pata) bien sean nominales (ojo de buey), bien sean de otros tipos. 
3 Véase Mendívil (1990) para una revisión de definiciones en otras tradiciones lingüísticas, así como 
Montoro (2006: 111) para una definición más sofisticada 
ellos, como sería esperable en un sintagma libre -o como sucede en la versión literal de 
nuestras locuciones (i.e. ‘agarrar el cabello de alguien’ o ‘parte posterior del pie de 
cierto héroe griego’)-, sino que es un significado relativamente arbitrario, ya dado, que 
se aprende de memoria. Esta es la característica más típicamente léxica de las 
locuciones. 
Por último, Casares también observa que dicha combinación estable de palabras 
“funciona como elemento oracional”, con lo que alude a otra propiedad léxica de las 
locuciones: su reevaluación funcional como palabras simples. Así, estirar la pata parece 
funcionar como el verbo principal de una oración de sentido intransitivo (Juan estiró la 
pata ayer) y ojo de buey parece ser el núcleo de un sintagma nominal (Se colaron por 
los ojos de buey del barco). A pesar de que esto resulta intuitivamente adecuado, debe 
observarse que en ambos casos, formalmente, estamos ante sintagmas y no ante 
palabras, en tanto en cuanto la flexión verbal -en el primer caso- y la flexión de número 
-en el segundo- (ambas señaladas con negrita en los ejemplos anteriores) no van al final 
de la expresión (como sería de esperar si fueran auténticas palabras: *estirar-la-pateó, 
*ojo- de-bueyes), sino en susnúcleos formales. Esto es, aunque a efectos semánticos y 
de ciertos procesos sintácticos las locuciones se tratan en bloque (como si fueran 
palabras), a efectos de otros procesos morfológicos y fonológicos se tratan como 
auténticos sintagmas. Así pues, lo que realmente significa la afirmación intuitiva de que 
las locuciones (y en general las PPEE) están a medio camino entre la palabra y el 
sintagma es que para ciertos componentes de la gramática mental de los hablantes las 
locuciones cualifican como palabras, mientras que para otros lo hacen como sintagmas. 
Determinar si son lo uno o lo otro se convierte entonces en una tarea hasta cierto punto 
arbitraria y que obliga a especificar qué tipo de componentes de la gramática están 
implicados y qué jerarquía vamos a establecer entre ellos para hacer una elección, una 
tarea que constituye uno de los focos fundamentales del interés teórico que despiertan 
este tipo de unidades. 
Por otra parte, esa acotación de la definición de Casares también implica la exclusión de 
la noción de locución (así como de la más amplia de PEE) de otros fragmentos de 
lengua de sentido idiomático y que también constituyen grupos de palabras estables, 
tales como los refranes, dichos, enunciados fraseológicos, etc., que en general, aunque 
comparten con las locuciones cierto carácter de discurso repetido (Coseriu, 1986) o de 
mensaje literal (Lázaro, 1980), en modo alguno se pueden considerar PPEE en el 
sentido de que no son unidades gramaticales que entren en la derivación de oraciones, 
sino fragmentos de discurso ajeno. 
 
3. Sintaxis libre, sintaxis fijada y restricciones léxicas 
 
Hemos visto que una característica esencial de las locuciones verbales, como ejemplos 
prototípicos de PPEE, es que tienen drásticamente limitado su potencial combinatorio. 
Así, la diferencia esencial entre un sintagma libre y un sintagma fijado es precisamente 
que en este último los elementos son fijos y no resultan del resultado de la combinación 
espontánea por parte del hablante, que tampoco puede alterarlos sin destruir el sentido 
idiomático.4 
 
4 Por supuesto que los hablantes sí pueden “jugar” con las expresiones idiomáticas y adaptarlas a su 
discurso manteniendo la evocación del sentido idiomático. Este fenómeno se denomina 
desautomatización. Así, en la oración Le pedí a mi vecino que arrimara sus anchos hombros y me echara 
una mano salvadora observamos que se han desautomatizado las locuciones arrimar el hombro y echar 
una mano sin que necesariamente se pierda la evocación del sentido idiomático que ambas aportan (para 
un análisis de este fenómeno véanse García-Page 1989, Wotjak 1992 o Mendívil 1998). Debe distinguirse 
En la visión idealizada de cómo funciona una lengua humana bosquejada al inicio de 
este capítulo, el único factor que debería limitar la combinación de los elementos 
paradigmáticos en el eje sintagmático, más allá de las restricciones inherentes al propio 
sistema gramatical, debería ser la voluntad comunicativa del usuario de la lengua. 
Las locuciones representan una limitación inesperada y drástica de esa libertad 
combinatoria, en el sentido de que ciertos significados sólo se obtienen con 
determinadas combinaciones fijas. Pero las locuciones no son únicamente excepciones 
que empañan esa teórica libertad combinatoria irrestricta, sino que más bien habríamos 
de verlas como casos extremos de toda una continuidad de restricciones combinatorias 
que afectan, normalmente de manera inconsciente, a la capacidad de elección de 
elementos paradigmáticos por parte del hablante, lo que representa un reto adicional 
para la lexicología. 
Como ha observado Bosque en el estudio que acompaña a su relevante Diccionario 
combinatorio del español contemporáneo: 
 
“No puede decirse que por encima de [las] unidades fraseológicas la lengua admita cualquier 
combinación de palabras, sin más restricciones que las leyes de la sintaxis (tradicionalmente 
entendidas), nuestro sentido común y nuestras apetencias individuales. [...] cuando se 
examinan las conexiones entre las palabras con cierta atención, se comprueba que el sistema 
lingüístico fija muchas más opciones de las que solemos reconocer explícitamente” (2004: 
LXXIX) 
 
Por supuesto, ello no implica que el uso del lenguaje siempre consista en la repetición 
automática de combinaciones preestablecidas, pues es evidente que toda lengua humana 
presenta la propiedad de la infinitud discreta, esto es, la productividad que permite 
generar un número infinito de unidades distintas a partir de medios finitos (lo que un 
autor como Chomsky, 1988, ha destacado como una de las propiedades esenciales del 
lenguaje humano), sino que una parte crucial del conocimiento de una lengua, al margen 
ahora de las propias reglas y principios gramaticales y de los emparejamientos 
arbitrarios de sentido y sonido (incluyendo aquí buena parte de las locuciones), es la 
frecuencia de aparición de ciertas palabras junto a otras. Lo que esto significa es que la 
elección de un determinado término del eje paradigmático ya sesga críticamente el 
elenco de sus posibles acompañantes en la construcción (aunque no de manera 
determinista, como muestra de manera algo extremada el célebre ejemplo de (2a)). 
Claro que afirmar que el conocimiento de una lengua incluye la frecuencia de 
combinación de unas palabras con otras es algo sumamente impreciso. La frecuencia de 
coaparición de dos términos bien puede responder a simples rutinas o clichés, pero 
también, quizá con mucha más frecuencia que en el primer caso, a factores sistemáticos. 
El problema está en diferenciar estos dos tipos de conocimiento del lenguaje por parte 
del hablante. Para hacernos una idea de la dificultad podemos considerar un ejemplo 
tomado del citado Diccionario combinatorio y que el propio Bosque comenta. Si 
reparamos en el adverbio profundamente, observaremos que cualquier hispanohablante 
admitirá que modifica de forma natural a verbos como los de (3), pero que muy rara vez 
lo hace con verbos como los de (4): 
 
(3) adentrarse, influir, lamentar, calar, cambiar, comprender, dormir, reflexionar 
(4) notar, caber, encontrar, salir, esperar, merecer, preguntar 
 
 
este fenómeno de alteraciones que no violan la fijación (por ejemplo en expresiones con variables libres: 
Juan besa el terreno que piso frente a Juan besa el terreno que pisas) y de las aparentes recombinaciones 
que no son sino la alternancia de variantes léxicas (p.e. Vete a freír churros / espárragos). 
¿Por qué alguien puede dormir profundamente pero no suele merecer algo 
profundamente? ¿Por qué las cosas pueden cambiar profundamente pero no suelen 
desarrollarse profundamente, sino que se desarrollan extensamente o ampliamente? No 
está claro, pero lo que sí parece claro es que el hecho de que profundamente se combine 
mucho más frecuentemente con los verbos de (3), en su diversidad, que con los de (4), 
también heterogéneos, no parece que pueda explicarse como una preferencia rutinaria 
que, casualmente, compartiríamos todos los hablantes nativos del español. 
El mérito fundamental del diccionario dirigido por Bosque es que es un primer intento 
extenso de recoger sistemáticamente las restricciones léxicas, esto es, los lazos 
combinatorios que las palabras de una lengua tejen entre sí y que forman una parte 
esencial y normalmente desatendida del conocimiento del lenguaje, más allá de los 
casos extremos que llamamos locuciones. 
Puede objetarse que muchas de estas restricciones combinatorias son producto de 
nuestro conocimiento del mundo y no de nuestro conocimiento de la lengua. Así, por 
ejemplo, el hecho de que pájaro sea un sujeto más probable para el verbo volar que el 
nombre armario no parece que invoque propiedades lingüísticas de los elementos 
implicados, sino nuestro conocimientodel mundo en el que vivimos. Y eso es correcto. 
Sin embargo, como el mismo Bosque ha puesto de manifiesto en la obra citada, eso no 
siempre basta. Así, observa que la preposición entre parece seleccionar en español 
nombres plurales (entre los árboles), colectivos (entre el gentío) y no contables (entre 
la maleza), lo que ya constituye un reseñable hecho léxico, pero para explicar los 
contrastes que se presentan en (5) deberíamos quizá acudir a rasgos todavía más 
afinados desde el punto de vista semántico: 
 
(5) entre el barro pero *entre el agua 
 entre el humo pero *entre el aire 
 
Comoquiera que todas estas restricciones son específicas de las lenguas y además están 
sometidas a cambio histórico y a variación dialectal, no queda más remedio que admitir 
que son restricciones lingüísticamente relevantes (esto es, que proceden de nuestro 
conocimiento de la lengua y no de nuestro conocimiento del mundo). Además, si esas 
vinculaciones (o esas restricciones) no parten del conocimiento de la realidad y no se 
pueden predecir a partir de la definición del término, en cierto modo se deben aprender 
de memoria. No, claro está, de la misma manera que nos aprendemos la lista de los 
emperadores romanos (con dedicación específica), sino a la vez y de la misma manera 
en que se adquiere el propio léxico de la lengua, una tarea cognitiva muy diferente a la 
memorización de listas de nombres. 
La conclusión más relevante es que deberíamos descartar la simplificación de establecer 
una frontera cualitativa entre sintaxis libre y la sintaxis fijada, pero no para concluir que 
la sintaxis libre no existe (una tentación que algunas tradiciones han seguido, sin 
resultados interesantes5), sino para reconocer que la sintaxis fijada va mucho más allá de 
las unidades fraseológicas o, en otras palabras, que las PPEE no se pueden describir 
confeccionado una lista de excepciones, sino que caracterizan de manera crucial el 
léxico normal de las lenguas humanas. 
Volvamos a otro ejemplo de Bosque: el verbo planear puede tener como sujeto objetos 
con alas (planos). Así, planean los aviones, las gaviotas o las alas delta, pero no las 
balas o las lanzas. Este paradigma no es especialmente interesante (desde el punto de 
vista lingüístico) y podría ser deducido de la denotación del verbo planear. De hecho, es 
 
5 Nos referimos concretamente al llamado modelo lexique-grammaire de M. Gross (1984). Véase 
Mendívil (1994) para una reseña crítica. 
posible predecir que el conjunto de sujetos típicos de verbos equivalentes en otras 
lenguas será similar. Pero en español, a diferencia de lo que sucede en otras lenguas, 
también planean las sombras, las sospechas, las amenazas, las dudas, las incógnitas, los 
peligros, los riesgos, los temores, los miedos y, como observa Bosque, pocas cosas más. 
Se puede aducir que esos son usos figurados o metafóricos y, en efecto, lo son, pero ello 
no implica que no formen parte del conocimiento del lenguaje compartido por los 
hablantes (como conocen el significado idiomático compartido de la expresión arrimar 
el hombro) ni implica que no sean, por tanto, tarea del lingüista y, más concretamente, 
del lexicólogo. 
Además, los llamados usos figurados no agotan el caudal de restricciones léxicas 
idiomáticas. En español (otro ejemplo de Bosque) se puede decir que a alguien lo 
mataron a golpes, pero no que lo hirieron a golpes (aunque sí nos pueden moler a 
golpes), lo que no quiere decir que matar a golpes sea una locución (pasa lo mismo si 
decimos a patadas, a tiros o a puñaladas), pero sí pone claramente de manifiesto que la 
supuesta combinatoria libre está mucho más restringida y encauzada por las relaciones 
léxicas paradigmáticas de lo que se ha reconocido habitualmente en la lingüística 
moderna.6 
Puede objetarse que este tipo de conocimiento lingüístico es distinto del estrictamente 
gramatical (incluyendo el léxico) y que se trataría de hechos de norma y no de sistema 
(según la afortunada diferenciación de Coseriu, 1952). Y, en efecto, es indudable que 
algunas de estas asociaciones, especialmente algunos tipos de las denominadas 
colocaciones en la tradición anglosajona7, se pueden interpretar como el resultado de la 
repetición de hallazgos afortunados que acaban especializando el sentido de uno o de 
más de uno de los términos (muchas locuciones tienen sin duda ese origen), pero eso no 
sirve para todos los casos (de hecho, no sirve para la mayoría de los miles recogidos en 
el Diccionario combinatorio de Bosque). Realmente sería sorprendente que la inmensa 
mayoría de los hablantes de una lengua considerara afortunadas las mismas 
combinaciones. No es así habitualmente, lo que explica que determinados poetas gusten 
más a unas personas que a otras. La explicación de estas preferencias usuales apelando a 
la frecuencia de uso no deja de ser circular, puesto que si decimos que ciertas 
combinaciones se fijan y se extienden porque se usan más que otras, aún tenemos que 
explicar por qué se empezaron a usar más que otras, esto es, por qué uno se puede 
involucrar de lleno en una tarea pero no amar de lleno esa tarea o cualquier otra cosa. 
 
4. Clasificación de las palabras con estructura externa. Principios y problemas. 
 
El espacio que media entre la palabra prototípica (la simple) y el sintagma libre (aquel 
condicionado únicamente por la gramática) no está poblado únicamente por las 
unidades fraseológicas que hemos definido como locuciones, sino que es un espacio 
complejo y abigarrado en el que se expresa centralmente la textura propia de una 
lengua. 
 
6 Como dice muy acertadamente Bosque, si alguien intentara hablar español evitando todas las 
combinaciones que se describen en su diccionario no podría decir gran cosa. Quizá sea así porque, como 
ha señalado Mel’chuk “un nativo habla en frasemas” (2006: 15). 
7 Una definición de este controvertido concepto es la de Haensch et alii: “la tendencia sintáctico-
semántica de las palabras aisladas de una lengua a adoptar tan sólo un número limitado de combinaciones 
con otras palabras entre una gran cantidad de posibles combinaciones” (1982: 251). Para una 
consideración más detallada veáse Corpas (1996). Koike (2001) es un estudio detallado de las 
colocaciones en español. 
Desde un punto de vista descriptivo se podría presentar este espacio como un contiuum 
de diversos tipos de expresiones complejas que de alguna manera gravitan entre esos 
dos núcleos prototípicos. 
Considérese el siguiente esquema: 
 
 
 
 1 2 3 4 5 6 7 
 
 
 
 
La elipse izquierda representa lo paradigmático, esto es, esencialmente lo inventariable 
en las lenguas (típicamente, el léxico, en sentido amplio). La elipse derecha representa 
lo sintagmático, esto es, el resultado de la combinación de las unidades léxicas por 
medio de las reglas y principios de la gramática. La intersección de ambas pretende 
representar ese vasto territorio en el que el las lenguas se desvían del funcionamiento 
idealizado del lenguaje humano (aquel en el que las dos elipses no se intersecarían). 
Los números 1 y 7 representan, respectivamente, las palabras prototípicas (esto es, las 
simples) y los sintagmas prototípicos (esto es, los libres, aquellos únicamente 
condicionados por las reglas de la sintaxis y la voluntad y conocimiento del mundo de 
los hablantes). 
Dentro ya de la intersección, junto a 1, aparece 2, que representa a las palabras con 
estructura interna estudiadas en el capítulo anterior. La razón de situarlas en ese lugar, 
esto es, dentro de la intersección pero justo al límite de ésta -y junto al prototipo 1-, 
estriba en que dichas palabras, aun siendo inequívocamente palabras, son el resultado de 
una combinación con resultado de composicionalidad (al margen de que la conserven en 
diversos grados). 
Si nos desplazamos al otro lado de la zona de intersección encontramos en una situación 
simétrica el número 6, que pretende representarlos diversos tipos de selecciones léxicas 
o colocaciones que hemos considerado en el apartado anterior (del tipo de librar una 
batalla o cierre hermético). Como hemos visto, son auténticos sintagmas y no palabras; 
son además composicionales, pero no son prototipos de sintagma libre en el sentido de 
que requieren de información de tipo léxico para su explicación (tanto en lo que 
respecta a la propia selección como en lo que respecta a la tendencia que muchas de 
ellas tienen a la idiomaticidad, esto es, a la especialización semántica de alguno de los 
términos cuando se halla en la construcción). Por ello las podemos situar justo en el 
extremo derecho o periferia de la intersección y adyacentes, cercanas, al prototipo 7. 
En el centro de la intersección, en el número 4, encontraríamos las PPEE prototípicas, 
las locuciones o unidades fraseológicas por excelencia. 
Antes de considerar con más detalle qué tipo de expresiones estarían representadas por 
los números 3 y 5 de nuestro esquema, quizá sea conveniente justificar la propia licitud 
de hacer proliferar las clases. 
Asumiendo que estamos haciendo una aproximación esencialmente descriptiva, no 
habría en principio límites para el número de entidades que se podrían situar entre 1 y 7. 
La heterogeneidad característica de las unidades fraseológicas, así como, sobre todo, la 
inevitable indeterminación en la evaluación o medición de las propiedades esenciales 
que las definen (la idiomaticidad y la fijación) estimulan este tipo de clasificaciones de 
tipo escalar, por lo que las diversas clases de PPEE (3, 4, 5 y 6) que hemos sugerido en 
nuestro esquema podrían convertirse en muchas más. Una propuesta que se orienta en 
esta línea es la de Ruiz Gurillo (1997: 121-122), quien propone las siguientes 
clasificaciones para las que denomina unidades fraseológicas:8 
 
Sintagmas nominales fraseológicos: 
• Locuciones totalmente fijas e idiomáticas con palabras diacríticas y/o anomalías estructurales: 
agua de borrajas. 
• Locuciones idiomáticas en diversos grados: caballo de batalla. 
• Locuciones mixtas: dinero negro. 
• Colocaciones: agua de colonia. 
Sintagmas verbales fraseológicos: 
• Locuciones con palabras diacríticas y/o anomalías estructurales con un grado alto de fijación e 
idiomaticidad: tomar las de villadiego. 
• Locuciones totalmente fijas e idiomáticas: dorar la píldora. 
• Locuciones semiidiomáticas: echar raíces. 
• Locuciones escasamente idiomáticas: perder el tiempo. 
• Locuciones mixtas: vivir del cuento. 
• Locuciones meramente fijas: correr mundo 
• Locuciones con variantes: no importar un pimiento / un bledo 
• Unidades sintagmáticas verbales: hacer uso, tomar un baño 
• Otras colocaciones: guiñar un ojo 
Sintagmas prepositivos fraseológicos: 
• Locuciones totalmente fijas e idiomáticas con palabras diacríticas y/o anomalías estructurales: a 
la virulé. 
• Locuciones totalmente fijas e idiomáticas: a menudo. 
• Locuciones parcialmente fijas e idiomáticas, en diversos grados: a mano. 
• Locuciones meramente fijas: en público. 
• Locuciones con variantes: de (muy) buen grado. 
• Locuciones con casillas vacías: a mi (tu, su, etc.) juicio. 
• Creaciones locucionales analógicas: a gritos, a golpes. 
• Esquemas fraseológicos: cara a cara. 
 
Es relativamente fácil encontrar objeciones a estas tres clasificaciones, e incluso al 
hecho de que sean tres. Pero no se trata ahora de encontrar problemas (especialmente 
sin entrar en el detalle de la argumentación de la autora para cada clase), sino de que se 
aprecie la naturaleza heterogénea de las entidades que pueblan esa zona periférica.9 
Sin embargo, es evidente que una clasificación detallada, por correcta que sea, no es 
necesariamente el punto final de una aproximación científica a un fenómeno. Hasta 
podría decirse que en realidad es la culminación de la etapa inicial de la misma. En este 
sentido se puede considerar deseable el intento de reducir las clases de las tipologías 
propuestas y, si es posible, predecirlas. Nótese que una clasificación escalar plantea el 
problema de que las clases pueden proliferar libremente en función de qué grado de 
detalle y de importancia demos a las propiedades consideradas para su establecimiento. 
Por otra parte, está claro que cualquier intento de reducción de los tipos de una 
clasificación detallada y empíricamente justificada (como las presentadas arriba) no 
puede hacerse a expensas de la adecuación descriptiva, esto es, no debe dejar sin 
acomodar la variedad de fenómenos recogidos en la clasificación original. Con esa 
condición presente, vamos a considerar si es posible dar cuenta de esos diversos grados 
de “lexicalización” de sintagmas sin asumir una gradualidad irrestricta de tipos posibles. 
 
8 Respetamos literalmente las denominaciones de las clases de la autora, así como los ejemplos. Cabe 
insistir en que Ruiz Gurillo considera que esas clasificaciones son particiones arbitrarias de un continuum 
“de difícil segmentación” (Ruiz Gurillo 1997: 122). 
9 En las secciones siguientes vamos a emplear la misma estrategia de Ruiz Gurillo de clasificar las PPEE 
en tres grandes grupos (verbales, nominales y preposicionales) en función de su núcleo puramente formal. 
Pero nótese ya que existen también locuciones adjetivales (sano y salvo) que no encajan en ninguna de las 
tres. 
 
5. Tipología de las palabras con estructura externa de naturaleza verbal 
 
En anteriores ocasiones (Mendívil 1993, 1999) hemos propuesto que todos los tipos de 
PPEE verbales se podrían reducir a dos clases sintácticamente relevantes: las 
expresiones reanalizadas sintácticamente y las que no lo están. 
En términos muy simplificados, el reanálisis sintáctico es el fenómeno según el cual un 
argumento del verbo se reanaliza como parte del predicado y deja, por tanto, de ser un 
argumento sintáctico del mismo. 
Consideremos la locución meter la pata. Según la hipótesis del reanálisis sintáctico la 
estructura del sintagma verbal de la oración de (5a) sería la representada en (5b), 
mientras que la estructura de ese sintagma verbal en un uso no idiomático, como el de 
(6a), sería la de (6b): 
 
(5) a. Al mencionar que Felipito era adoptado, Luis metió la pata 
 b. [[metió la pata]V]SV 
(6) a. El caballo metió la pata en la zanja y se la rompió 
 b. [[[metió]V [la pata]SN]]SV 
 
La diferencia esencial entre la estructura reanalizada de (5b) y la no reanalizada de (6b) 
consiste en que en (5b) el SN la pata no es el complemento directo del verbo, sino que 
se ha reanalizado con éste. La hipótesis de que el complemento de una locución verbal 
está reanalizado no es una propuesta ad hoc para explicar su comportamiento, sino que 
se puede interpretar como una consecuencia natural del carácter no referencial del 
componente idiomático la pata. Nuestra hipótesis consiste en que al no tener capacidad 
referencial se comporta a efectos de proyección sintáctica como los nombres que se 
incorporan en algunas lenguas (véase Baker 1988), en otros tipos de predicados 
complejos, tales como las construcciones con verbo soporte que luego se discuten 
(hacer copia, equivalente a copiar) o en ciertos sintagmas preposicionales (como lata 
en guardar en lata).10 
La consecuencia esencial es que dicho constituyente reanalizado no será accesible para 
ciertas operaciones sintácticas que necesitan ver los argumentos (de donde se sigue la 
fijación), ni será visible para el componente interpretativo que debe asignar un papel 
semántico (agente, paciente, etc.) a los argumentos del verbo, lo que encaja bien con la 
interpretación no composicional que caracteriza a estas expresiones (idiomaticidad). 
Nada de eso sucede en la interpretación literal de la expresión, dado que el SN la pata sí 
tiene independencia referencial y es un argumento sintáctico del verbo. 
El análisis de (5b) captura bien el carácter léxico que tienen las locuciones verbales al 
estipular que desde el punto de vista de la computación sintácticala expresión es V y no 
SV. Este es, de hecho, un sentido profundo y no meramente metafórico en el que se 
puede atribuir a la expresión meter la pata carácter léxico. 
Claro que este análisis predice cosas no deseables, como que no se podrá insertar un 
adverbio entre meter y la pata (algo que sucede con cierta naturalidad: Juan es un 
bocazas y mete mucho la pata) o que la flexión verbal debería ir al final, y no en medio 
del “verbo complejo”, como hemos visto que sucede. Pero debe observarse que hemos 
afirmado que el reanálisis es sintáctico, no morfológico. El reanálisis sintáctico debe 
distinguirse pues de la incorporación morfológica, en la que los nombres se insertan en 
la estructura de los verbos. 
 
10 Véase Moreno (1991: 494 y ss.) para la noción de incorporación sintáctica con la que estamos 
operando, así como Mendívil (1999, capítulo 4) para una revisión de propuestas similares. 
En términos algo simplificados (véase Mendívil 1999: capítulos 9-11 para una 
justificación detallada) podría decirse que el comportamiento de las locuciones verbales 
se sigue de la consideración de dos tipos de información con los que opera la gramática 
en la derivación de una oración: la estructura sintáctica y la información léxica. La idea 
clave es que en las expresiones idiomáticas esta información no coincide en el mismo 
grado en el que lo hace en expresiones no reanalizadas. Esquemáticamente podríamos 
representarlo así (para la expresión idiomática estirar la pata ‘morir’): 
 
(7) Mi perro estiró la pata 
 a. [Mi perro]SN [[estiró la pata]V]SV (estructura sintáctica real) 
 b. [Mi perro]SN [estiró]V [la pata]SN (estructura sintáctica lineal) 
 
Sin entrar ahora en consideraciones más profundas sobre el estatuto de esos dos tipos de 
representaciones (ni sobre su denominación, puramente descriptiva), baste considerar 
que la estructura sintáctica real es la derivada del reanálisis del objeto como parte del 
predicado y que será la que la gramática use para producir una representación accesible 
al interfaz con los sistemas de interpretación. Es esa representación sintáctica la que 
determina que la interpretación no será composicional y la que restringe todas aquellas 
operaciones sintácticas que deben acceder a los rasgos o propiedades de los argumentos 
sintácticos, tales como las siguientes: 
 
(8) a. Mi perro ha estirado la pata y el rabo 
b. La pata que estiró mi perro era la derecha 
c. Mi perro ha estirado la pata izquierda 
d. ¿Qué ha estirado tu perro? – La pata 
e. Dime si fue la pata lo que estiró tu perro 
f. La pata es lo que estira mi perro con facilidad 
g. La pata se estira fácilmente 
h. La pata había sido estirada por mi perro 
 
En todos los ejemplos de (8) se han producido operaciones sintácticas que requieren la 
visibilidad del complemento del verbo o de sus componentes (desde la coordinación 
hasta la formación de pasivas, pasando por dislocaciones, etc.) y en todas ellas ha 
desaparecido el sentido idiomático.11 
Sin embargo, como se ha señalado, hay otras propiedades de variación que parecen 
exigir el acceso de la gramática a la estructura interna de la expresión idiomática, tales 
como las siguientes: 
 
(9) a. Mi perro estiró pronto la pata 
 b. Mi perro estiró / había estirado / la pata 
 
Observamos en (9a) que se puede insertar un sintagma adverbial entre los dos 
componentes de la locución y en (9b) que la asignación de rasgos flexivos se hace sobre 
el verbo ignorando el reanálisis. Parece pues que en lo que respecta a estas operaciones 
 
11 El lector familiarizado con la diferencia entre sintagmas nominales y sintagmas determinantes debe 
interpretar que cuando en el texto se incluyen en los ejemplos determinantes activos (no los idiomáticos) 
estamos hablando de SSDD, aunque empleemos la notación más tradicional de SSNN. En términos algo 
simplificados un SD tiene por definición capacidad referencial, pero no un N. La hipótesis del reanálisis 
implica que los complementos de los verbos de las locuciones no son, pese a su apariencia, auténticos 
SSDD. 
la estructura empleada no es la de (7a), sino alguna parecida a la de (7b). Claro que esto 
puede parecer una incongruencia. Sin embargo, ninguna de las operaciones implicadas 
en la obtención de los ejemplos de (9) es estrictamente derivacional desde el punto de 
vista sintáctico, por lo que los dos casos de (9) son compatibles con una estructura 
sintáctica real como la de (7a). Nótese que pronto, a pesar de su posición, no modifica a 
estiró, sino a todo el conjunto (en realidad podría decirse que modifica al sentido 
idiomático del complejo reanalizado). Ello implica que cualquiera que haya sido la regla 
o proceso que ha situado pronto en la posición en la que la encontramos en (9a) lo ha 
hecho basándose en información morfológica y/o fonológica (quizá por factores 
rítmicos o estilísticos), pero no en la estructura sintáctica real. La estructura de (7b), la 
necesaria para la obtención de los ejemplos de (9) -y de todas las oraciones en realidad- 
aporta información relevante para el componente morfológico y fonológico de la 
gramática, no para el interpretativo. Es lógico suponer que esa estructura de (7b) deriva 
directamente de las entradas léxicas que forman la oración, en alguna de las cuales 
consta la información de que estirar, cuando aparece con la pata, puede no ser literal y 
exigir una habilitación alternativa del complemento, esto es, el reanálisis sintáctico. 
Nótese que es esa información léxica imprescindible la que explica otros síntomas de la 
propiedad de la fijación, como es la imposibilidad de conmutación de los componentes. 
Así, hemos de asumir que en algún lugar del léxico mental de los hablantes se 
especifica que la interpretación idiomática aparecerá cuando se vincula estirar a la pata, 
pero no en los siguientes casos en los que uno de los dos elementos se sustituye por un 
sinónimo o un término semánticamente cercano: 
 
(11) *Desdoblar la pata, *Estirar la pierna 
 
Este comportamiento evidencia que estamos ante un caso extremo de selección léxica. 
De hecho, se podría decir que las locuciones son casos de interdependencia exclusiva. 
El sentido de esta noción se comprenderá mejor si atendemos a uno de los tipos de 
locuciones verbales que suelen aparecer en las clasificaciones y que denominaremos 
especializaciones dependientes. Consideremos la expresión destacada en el ejemplo de 
(12): 
 
(12) Juan se levantó, se lavó, hizo la cama y salió de casa 
 
La secuencia hizo la cama es idiomática, en el sentido de que no significa, en ese 
contexto, que Juan fabricó la cama, sino que hizo algo parecido a sacudir y arreglar la 
ropa de la misma. Pero aún así, el ejemplo es composicional. No hay pues ningún 
indicio para postular el reanálisis en estos casos (de hecho, se pueden hacer dos camas, 
o se puede preguntar sobre ellas: ¿Cuántas camas has hecho esta mañana?). La otra 
diferencia esencial con las locuciones verbales es que en éstas el sentido idiomático 
emerge únicamente si coaparecen los dos elementos, como hemos visto en (11). En (12) 
lo que resulta más notable aún es que el significado idiomático de hacer (‘estirar y 
remeter las sábanas, etc.’) está condicionado en este caso a su coaparición con el 
nombre cama. Por ello los ejemplos de (12) son especializaciones dependientes, porque 
la especialización semántica de hacer depende de la selección de su argumento, la 
cama. Por el contrario, en las locuciones la dependencia es de doble dirección y, 
además, exclusiva, en el sentido de que ninguno de los elementos de la locución 
mantiene el sentido idiomático si no aparece el otro. 
En cierto modo se puede decir que tanto en el caso de las locuciones como en el de las 
especializaciones dependientes nos hallamos ante casos extremos de selección léxica 
(bidireccional en un caso, unidireccional en el otro). 
Algo similar, aunque no idéntico, sucede con expresionesdel tipo de luchar contra 
viento y marea o costar un ojo de la cara, ejemplos de Zuluaga (1980: 128) de lo que 
denomina expresiones semiidiomáticas, un término que también emplea Ruiz Gurillo, 
como hemos visto. Como se observa en (13) estos casos no parecen locuciones 
prototípicas en el sentido de que, aunque requieren de una interpretación idiomática, son 
composicionales, como pone de manifiesto el hecho de que los verbos mantienen el 
mismo sentido aunque el complemento (entre corchetes) se sustituya por un elemento 
equivalente, a diferencia de lo que sucede con las locuciones: 
 
(13) Juan luchó [contra viento y marea] = Juan luchó denodadamente 
 El coche me costó [un ojo de la cara] = El coche me costó mucho 
 
Una solución inmediata es considerar que en realidad no estaríamos ante locuciones 
verbales, sino ante locuciones adverbiales o de otro tipo, esto es, que las expresiones 
idiomáticas serían lo que está entre corchetes, excluyendo al verbo. Sin embargo, es 
cierto que, como han señalado Piera y Varela (1999: 4407), este tipo de constituyentes 
idiomáticos suelen seleccionar sólo un verbo (o un número muy limitado de ellos), lo 
que en cierto modo los hace muy semejantes a las locuciones, o al menos explica que se 
consideren como tales en muchas aproximaciones. 
En cualquier caso, lo que resulta ahora relevante es que en ninguno de estos dos tipos de 
expresiones idiomáticas tenemos que postular el reanálisis sintáctico, sino que, con sus 
diferencias, se trataría de expresiones idiomáticas que seleccionan léxicamente su 
colocativo, por emplear el término de la tradición anglosajona. 
Sin embargo, otros tipos de predicados complejos, aunque no tienen 
interpretación idiomática, sí exigen el proceso de reanálisis. Se trata de las que se han 
denominado unidades sintagmáticas verbales (como figuran en la clasificación de Ruiz 
Gurillo) o construcciones con verbo soporte, entre muchas otras denominaciones, del 
tipo de tomar nota, hacer mención o dar apoyo. 
Lo más característico de estas expresiones (véase Mendívil 1999: capítulos 3-8, para 
una justificación más argumentada) es que constituyen predicados complejos que se 
forman con un verbo soporte (sin contenido léxico sustantivo) que funciona como un 
operador (en español típicamente los verbos hacer, dar, tener, poner y tomar) y un 
nombre eventivo que constituye el núcleo semántico y que aporta parte de la estructura 
argumental del conjunto del predicado. Así, es muy frecuente, aunque no necesario, que 
coexistan en la lengua con verbos simples derivados morfológicamente: 
 
(14) a. Hacer mención – mencionar 
b. Dar aviso – avisar 
c. Poner en orden – ordenar 
d. Tomar nota – anotar 
 
Este tipo de predicados complejos con verbo soporte no debe confundirse con las 
expresiones idiomáticas que se han lexicalizado a partir de ellos o que simplemente se 
forman, como las de (15), con un nombre desnudo, tales como las siguientes: 
 
(15) a. Juan hace pie en la piscina de mayores 
 b. Me fui a Valencia haciendo dedo 
 c. No hace falta que vengas 
 
La diferencia esencial entre (14) y (15) es, además de la composicionalidad, la 
productividad, puesto que en el caso de (14) estamos ante procesos potencialmente 
abiertos de verbalización nominal, mientras que en el segundo estamos ante expresiones 
fijadas, por mucho que tengan cierta motivación semántica. Otra diferencia relevante es 
que los nombres incorporados en (15) no tienen estructura argumental que proyectar en 
el predicado complejo, a diferencia de lo que sucede con los de (14). 
En todo caso, según la teoría del reanálisis antes bosquejada, los complementos de 
hacer en los ejemplos de (15) también estarían reanalizados, al igual que en las 
locuciones verbales (de hecho, los ejemplos de (15) son locuciones verbales). 
Del mismo modo, también los complementos de los verbos de los predicados complejos 
con verbo soporte del tipo de los de (14) estarían reanalizados, esto es, no serían 
realmente complementos directos de los verbos. Nótese que en este caso la justificación 
del reanálisis sintáctico es más directa que en el caso de las locuciones verbales, al 
tratarse de auténticos falsos SSNN (si vale la manera de expresarlo), puesto que son 
nombres desnudos, esto es, predicados y, por tanto, carentes de capacidad referencial. 
Salvo circunstancias especiales, los nombres sin determinación no pueden ser 
argumentos de los verbos en la sintaxis, lo que constituye una causa para su 
incorporación sintáctica al predicado verbal no léxico. 
A pesar de ello, en este caso no estamos ante locuciones verbales, dada la 
composicionalidad. Lo que no debería resultar ya sorprendente es que este tipo de 
predicados complejos (PPEE de pleno derecho) tenga un comportamiento sintáctico 
semejante al de las locuciones verbales, puesto que en ambos casos el comportamiento 
sintáctico viene determinado por el proceso de reanálisis sintáctico del objeto. 
La determinación de las propiedades sintácticas de los predicados con verbo soporte 
presenta, sin embargo, algunas dificultades que sólo parcialmente se presentan en el 
caso de las locuciones. Se trata del hecho de que los predicados complejos del tipo de 
los de (14) coexisten generalmente con versiones no reanalizadas, esto es, predicaciones 
complejas en las que el mismo verbo y el mismo nombre aparecen en auténtica 
construcción sintáctica, como observamos en el contraste entre los ejemplos de (16a) y 
(16b): 
 
(16) a. Juan hace colección de sellos 
b. Juan hace una colección de sellos 
 
La presencia del determinante en (16b) pondría en serios aprietos la teoría del reanálisis 
sintáctico mencionada, así como el hecho de que ese SN sea susceptible de ser elegido 
por procesos sintácticos que afectan a argumentos de los verbos, como por ejemplo la 
pasiva: Aquella colección de sellos fue hecha por Juan. 
Sin embargo esto es una falsa apariencia (no siempre destacada en los estudios al 
respecto). La diferencia entre (16a) y (16b) no es simplemente que en el primer caso no 
hay determinante y en el segundo sí, esto es, no son variantes en ningún sentido 
relevante de ese término, sino que son estructuras distintas: en el primer caso el nombre 
colección no es un objeto directo del verbo, sino que está reanalizado con el verbo, 
según el esquema de (17a), mientras que en el segundo caso una colección de sellos es 
el complemento del verbo, según el esquema de (17b): 
 
(17) a. Juan [[hace colección]V [de sellos]SP]SV 
b. Juan [[hace]V [una colección [de sellos]SP]SN]SV 
 
Nótese que en el primer caso estamos asumiendo que de sellos es el argumento 
(preposicional en este caso) regido por el predicado complejo reanalizado (hacer 
colección), mientras que en el segundo de sellos es un argumento de colección y ambos 
forman el objeto directo del verbo hacer. 
La prueba más clara a favor de esta hipótesis es que en el primer caso el complemento 
preposicional es obligatorio, mientras que en el segundo es opcional: 
 
(18) a. *Juan hace colección 
 b. Juan hace una colección 
 
La inaceptabilidad de (18a) pone de manifiesto que el SP de sellos ha pasado a ser el 
argumento que satura la valencia objetiva del nuevo predicado complejo, papel que no 
tiene en (18b). Por su parte, tampoco el verbo hacer tiene el mismo valor en los dos 
casos de (16). Así, si en (19a) sustituimos el verbo hacer de (16a) por un verbo con 
contenido léxico obtenemos una secuencia inaceptable, a diferencia de lo que sucede en 
(19b): 
 
(19) a. *Juan completó colección de sellos 
 b. Juan completó una colección de sellos 
 
Este comportamiento pone de manifiesto que sólo un verbo que funciona como un 
operador, esto es, que carece de contenido léxico sustantivo, puede admitir un nombre 
eventivo desnudo, precisamente porque la incorporación del predicado nominal será la 
que proporcione al complejo los papeles semánticos que asignar a los argumentos. La 
aceptación de sustitución de (19b) pone de manifiesto, por su parte, que el verbo hacerde (16b), aunque semánticamente debilitado, sigue siendo léxico, por lo que se puede 
sustituir por otro. 
Se entenderá ahora mejor la dificultad de evaluar la “flexibilidad sintáctica” de los 
predicados complejos con verbo soporte. Si hacemos con hacer mención lo mismo que 
hemos hecho con meter la pata en (8) obtenemos ejemplos agramaticales, como puede 
verse en (20): 
 
(20) a. *Juan ha hecho mención y crítica del libro 
 b. *Mención que Juan hizo del libro era afortunada 
 c. ?* Juan ha hecho mención breve del libro 
 d. *¿Qué ha hecho Juan del libro? – Mención 
 e. *Dime si fue mención lo que Juan hizo del libro 
 f. *Mención es lo que hizo Juan del libro con elegancia 
 g. *Mención del libro se hace fácilmente 
 h. *Mención del libro había sido hecha por Juan 
 
Pero se puede objetar que esos ejemplos no son prueba del reanálisis de mención porque 
la agramaticalidad de la mayoría de ellos podría derivarse del hecho de que en español 
los nombres desnudos no pueden ponerse en pasiva, etc., y la objeción sería en parte 
razonable, aunque todavía habría que explicar el propio hecho, lo que al final nos lleva a 
una hipótesis similar: que los nombres sin determinación se reanalizan con los verbos en 
las circunstancias adecuadas. 
Una razón de que se haya pasado por alto en buena parte de la bibliografía la posibilidad 
de que la explicación de los predicados soporte esté en la incorporación sintáctica o 
reanálisis, es que las contrapartes no reanalizadas de los predicados con verbo soporte sí 
admiten con naturalidad las pruebas de (20) y (8), como puede observarse en (21): 
 
(21) a. Juan ha hecho una mención y una crítica del libro 
 b. La mención que Juan hizo del libro era afortunada 
 c. Juan ha hecho una mención breve del libro 
 d. ¿Qué ha hecho Juan del libro? – Una mención 
 e. Dime si fue una mención lo que Juan hizo del libro 
 f. Una mención es lo que hizo Juan del libro con elegancia 
 g. Una mención del libro se hace fácilmente 
 h. Una mención del libro había sido hecha por Juan 
 
Esto no es de extrañar puesto que las expresiones con determinación en el nombre no 
están reanalizadas. Sin embargo, hemos mostrado que no sería lícito alegar los ejemplos 
de (21) como argumentos en contra de la hipótesis del reanálisis de mención en la 
expresión hacer mención de, puesto que es una estructura distinta. 
Por otra parte, como se ha apuntado, las locuciones, en función de su grado de 
motivación semántica, pueden ser objeto de manipulación sintáctica. El resultado de 
esos procesos, pongamos por caso los ejemplos de (22) a partir de la locución tomar el 
pelo, presenta un patrón similar a de las expresiones de (21), en el sentido de que en 
ambos casos se mantiene una evocación de un predicado complejo (idiomático en un 
caso, composicional en el otro) pero con la sintaxis de un predicado no reanalizado: 
 
(22) a. Los operadores de telefonía móvil me han tomado el poco pelo que me quedaba 
 b. ¿El pulso? ¡El pelo es lo que me han tomado en el Centro de Salud! 
 
La explicación de los procesos inferenciales implicados en la interpretación de estos 
enunciados (como en el de todos los llamados “juegos de palabras”) es compleja (véase 
Mendívil 1998 para una aproximación), pero no parece que la existencia de esa 
posibilidad, siempre dependiente en su evaluación de aceptabilidad de factores 
estilísticos, de gusto personal o de talento literario, sean una objeción al carácter 
esencialmente fijado de su sintaxis. 
Una vez que hemos hecho una propuesta explícita sobre la estructura de los diversos 
tipos de expresiones verbales, podemos intentar completar la clasificación propuesta en 
el esquema de la sección anterior. Recuérdese que nos faltaban por concretar 3 (a la 
izquierda de 4, esto es, con orientación hacia la palabra) y 5 (a la derecha de 4 y, por 
tanto, con orientación a la sintaxis libre). 
La propuesta que cabe hacer es que 3 representará a los predicados complejos con verbo 
soporte (tipo hacer mención) y que 5 representará a las especializaciones dependientes 
(tipo hacer la cama) y a las expresiones semiidiomáticas (tipo aguantar carros y 
carretas). Hemos visto que las propiedades esenciales de las locuciones verbales (4 en 
el esquema) son la fijación y la idiomaticidad. La fijación es el resultado de dos factores 
relativamente independientes: (i) el reanálisis sintáctico de complementos no 
argumentales y (ii) la información léxica, esto es, las restricciones léxicas discutidas en 
la sección 3. Por tanto, es posible predecir las clases de PPEE por medio de la 
combinación de los dos factores esenciales que restan: el reanálisis sintáctico y la 
composicionalidad. Si nos centramos en esos dos factores y asumimos que son discretos 
y no graduales tendremos en principio cuatro posibilidades, que expresamos en 
términos de rasgos binarios por simplificar la exposición: 
 
• Expresiones reanalizadas y no composicionales [+R –C] 
• Expresiones reanalizadas y composicionales [+R +C] 
• Expresiones no reanalizadas y composicionales [–R +C] 
• Expresiones no reanalizadas y no composicionales [–R –C] 
 
La combinación [+R –C] corresponde a las locuciones verbales, pues están reanalizadas 
y tienen sentido idiomático por definición. La combinación [+R +C] correspondería a 
los predicados complejos con verbo soporte, pues también están reanalizados y, sin 
embargo, son composicionales, mientras que la combinación [–R +C] apunta 
claramente a la sintaxis libre, esto es, a las combinaciones no reanalizadas (sin fijación 
sintáctica) y composicionales. Dado que, como hemos visto, la sintaxis realmente libre 
es sólo la que está exenta de selecciones léxicas, deberíamos considerar este tipo como 
el que acogería a las llamadas colocaciones, esto es, expresiones como las discutidas en 
la sección 3, del tipo de las siguientes: descargar la conciencia, refrescar la memoria, 
trabar amistad o librar una batalla. 
Por último resta la combinación [–R –C], aparentemente contradictoria, ya que la 
ausencia de reanálisis sintáctico debería corresponderse con una interpretación 
composicional. Y así es en efecto. Sin embargo, las especializaciones dependientes (del 
tipo de hacer la cama) y las expresiones semiidiomáticas (del tipo de aguantar carros y 
carretas) podrían caracterizarse con estos rasgos, en tanto en cuanto que aunque no 
están reanalizadas y tienen cierta composicionalidad, uno de sus componentes es 
idiomático y selecciona léxicamente al otro. Si ese componente selecciona o es 
seleccionado por un término único (o un paradigma muy reducido de ellos, a diferencia 
de lo que sucede con las locuciones preposicionales y adverbiales), también se pueden 
considerar estas expresiones como expresiones complejas idiomáticas. Aunque no son 
fenómenos idénticos, podrían englobarse en una etiqueta común que reúna las 
propiedades que comparten, como podría ser la expresión colocaciones idiomáticas, 
esto es, colocaciones en las que un término es idiomático y selecciona (o es 
seleccionado por) el término literal. 
El siguiente esquema (en el que LV está por locución verbal, PC por predicado 
complejo con verbo soporte, CN por colocación no idiomática y CI por colocación 
idiomática) recapitula la propuesta: 
 
 Reanálisis Composicionalidad 
LV (tomar el pelo) + – 
PC (hacer mención) + + 
CN (librar una batalla) – + 
CI (hacer la cama) – – 
 
En consecuencia, la tipología completa en el esquema presentado en la sección anterior 
quedaría, en lo que respecta a las PPEE de naturaleza verbal, como sigue: 
 
1 verbos simples (ver) 
2 verbos derivados y compuestos (reconstruir / maldecir) 
3 predicados complejos con verbo soporte (hacer copia) 
4 locuciones verbales (dar tres cuartos al pregonero) 
5 colocaciones idiomáticas (hacer la cama, aguantar carros y carretas) 
6 colocaciones no idiomáticas (restricciones léxicas) (libar una batalla) 
7 sintagmas verbales libres (comer un filete) 
 
Nótese que 1 y 2 son palabras (simples o con estructura interna)y que 7 son sintagmas 
totalmente libres de restricciones léxicas, luego el ámbito de las PPEE (o lo que es lo 
mismo, sintagmas con condicionamiento léxico) se limita a las cuatro clases predichas 
por la combinación de factores propuesta. Si conferimos validez empírica a la hipótesis 
del reanálisis, entonces quizá sería más adecuado concebir como auténticas PPEE 
únicamente los grupos 3 y 4, que es la opción que proponemos. 
Partiendo de este modelo para el paradigma más complejo (o al menos el más 
profusamente estudiado) como es el de las expresiones verbales, pasaremos ahora a 
considerar cómo se podría aplicar al ámbito de las PPEE de naturaleza nominal y 
dejaremos para el final las que hemos agrupado provisionalmente como preposicionales. 
 
6. Tipología de las palabras con estructura externa de naturaleza nominal 
 
La tradición lingüística hispánica presenta una marcada asimetría en la aproximación a 
los dos tipos fundamentales de PPEE. Se trata de la tendencia a que el estudio de las 
verbales se halle esencialmente en los tratados de fraseología, mientras que el estudio de 
las nominales se halle fundamentalmente en los estudios dedicados a la formación de 
palabras (normalmente bajo la etiqueta de composición; véase el capítulo 2). 
Una de las razones de este sesgo estriba en la diferente naturaleza semántica de ambos 
tipos de categorías y de sus proyecciones sintácticas. Simplificadamente se puede decir 
que los SSNN típicamente denotan entidades y que los SSVV típicamente denotan 
eventos. En el momento en el que un SN adquiere valor denominativo, automáticamente 
pierde composicionalidad, por lo que sería esa función denominativa la que haría más 
tolerable, a ojos de los estudiosos, la ausencia de composicionalidad -e incluso la 
idiomaticidad- como parte de la noción de composición (y al margen pues de la 
fraseología). 
Consideremos la secuencia leche condensada. Si la analizamos literalmente sólo 
podremos decir que se trata de leche que es más densa que la leche natural. Sin 
embargo, la misma expresión analizada como compuesto denominativo incluye más 
información: tiene un determinado grado de condensación, es muy dulce (pues se añade 
azúcar al producto), se vende enlatada, etc. El sentido del compuesto leche condensada 
no es figurado ni idiomático en el sentido habitual del término, pero tampoco es 
puramente composicional. Por tanto, en rigor, leche condensada no es un sintagma libre 
(y, por tanto, debería considerarse una PEE).12 
Este hecho tiene como consecuencia que el número de SSNN no composicionales sea 
inmenso. El propio Casares (1950), aunque reconocía que expresiones como pavo real o 
ave fría son locuciones nominales, añadía que no se podían considerar modismos: 
 
“los casos en los que esto sucede son incontables y no creemos que a nadie se le ocurra 
incluir entre los modismos expresiones compuestas del tipo de ‘pavo real’, ‘higo chumbo’ 
[...] ‘tos ferina´, etc.” (Casares 1950: 214). 
 
Hasta cierto punto la actitud de Casares es comprensible, pero no debería ocultarse que 
no hay razones objetivas para considerar que, por ejemplo, tos ferina (‘enfermedad 
infecciosa’) no es una expresión idiomática y que arrimar el hombro (‘ayudar’) sí lo es. 
Si decimos que tos ferina es un compuesto, también habremos de decirlo de arrimar el 
hombro, algo no deseable, salvo que queramos vaciar de sentido el término. 
 
12 Como observan Piera y Varela: “toda forma denominativa debe hallarse recogida en el diccionario, 
pues su significado debe aprenderse” (1999: 4411). 
No es sencillo resolver el antiguo problema de los límites entre los compuestos y las 
locuciones nominales. La propuesta que vamos a desarrollar brevemente es la de aplicar 
los criterios de definición y clasificación que hemos desarrollado en la sección anterior. 
Antes de ello cabe, no obstante, hacer una distinción terminológica importante. Dentro 
de la categoría de compuestos se incluyen tradicionalmente dos tipos diferenciados: los 
compuestos léxicos (o propios) y los compuestos sintagmáticos (o impropios).13 
En lo sucesivo nos centraremos únicamente en los compuestos sintagmáticos, pues son 
éstos los únicos susceptibles de considerarse PPEE. Los compuestos sintagmáticos se 
diferencian de los léxicos en que los primeros, aunque tienen limitaciones 
combinatorias análogas a las de las expresiones verbales, son sintagmas y no palabras, 
frente a los compuestos léxicos que son el resultado de procesos que forman una nueva 
palabra (como pelirrojo, lavacoches o astifino). Como ha señalado Val (2007), las 
características léxicas esenciales de los compuestos léxicos son, fundamentalmente, la 
presencia de un único acento principal y la flexión marginal. Ninguna de esas dos 
propiedades se da en los llamados compuestos sintagmáticos, por lo que consideraremos 
todos los compuestos nominales que no cumplan esos requisitos (esto es, los 
sintagmáticos) como PPEE.14 
Recordemos ahora que la propuesta que hemos desarrollado en la sección anterior 
predice cuatro clases en función de la combinación de los rasgos esenciales: el reanálisis 
sintáctico y la composicionalidad. 
La primera combinación de rasgos [+R –C] implica compuestos sintagmáticos 
reanalizados sintácticamente y de sentido no composicional, lo que apunta directamente 
a las llamadas tradicionalmente locuciones nominales, esto es, compuestos 
sintagmáticos fijados sintácticamente e idiomáticos. 
Consideremos el comportamiento sintáctico de la expresión fin de semana (pruebas 
adaptadas de Val, 1999: 4764): 
 
(23) a. fines de semana 
 b. *fin de semanas 
 c. *[fin] [de semana de vacaciones] 
 d. *Fin de esa semana 
 e. *Término de semana 
 
Los ejemplos de (23) muestran que desde el punto de vista morfológico fin de semana 
es un sintagma, dada la flexión nuclear del plural (23a) y no marginal (23b), pero 
también que el complemento preposicional de semana no se puede complementar 
individualmente (23c),15 que no puede llevar determinación (23d) y que el nombre fin 
no se puede sustituir con un sinónimo (23e). Todas ellas son propiedades que tienen un 
claro paralelismo con el que hemos hallado al examinar las locuciones verbales del tipo 
de meter la pata. Así pues, pese a su apariencia composicional, fin de semana es una 
locución nominal. Casos más claros serían ejemplos del tipo de lobo de mar, abogado 
del diablo, talón de Aquiles, santo y seña, y un largo etcétera. 
 
13 Véase el capítulo 2 de esta obra para un análisis más detallado y referencias bibliográficas. Como 
señala Val (1999: 4759), tradicionalmente se han considerado compuestos sintagmáticos los procedentes 
de lexicalización de oraciones, como bienmensabe o correveidile. Sin embargo, estos ejemplos deberían 
considerarse propios en tanto en cuanto son léxicos, esto es, son palabras morfológicas aunque tengan 
origen en frases. 
14 Algunas formas actuales tienen variantes en cada nivel. Así guardia civil puede tener doble acento y 
flexión sintagmática (guárdias civíles) o ser ya plenamente léxicos (guardiacivíles). 
15 Nótese que la expresión fin de semana de vacaciones es aceptable únicamente si se interpreta que de 
vacaciones modifica a fin de semana, pero no si sólo modifica a semana. 
Consideremos ahora un ejemplo aparentemente muy similar como huelga de celo 
(también tomado de Val, 1999). Si comparamos sus propiedades con las de (23) 
observaremos un comportamiento relativamente semejante: 
 
(23) a. huelgas de celo 
 b. *huelga de celos 
 c. *[huelga] [de celo extremado] 
 d. *huelga del celo 
 e. *paro de celo 
 
Aparentemente también estaríamos ante una locución nominal, pero no debe ignorarse 
en este caso que el sentido sí es composicional. La resistencia mostrada en (23e) a 
admitir la conmutación por un término semánticamente cercano puede indicar que se 
trata de una locución, pero el contraste entre los dos ejemplos siguientes lo desmiente:(24) a. *El fin de semana y el _ de la reunión 
b. La huelga de celo y la _ de brazos caídos 
 
El comportamiento de (23a y b) nos indica, como antes, que huelga de celo es un 
sintagma, pero en este caso el comportamiento de (23c) y (23d) no apoya la hipótesis de 
que de celo esté reanalizado con huelga, sino más bien que la expresión de celo es una 
expresión fijada en sí misma que selecciona léxicamente al nombre huelga, algo que 
resulta apoyado por el comportamiento observado en (24b), donde se pone de 
manifiesto que huelga está presente en la construcción sin de celo (pues puede ser el 
antecedente de la casilla vacía señalada con _), algo que no sucede en fin de semana, 
donde fin no se puede separar de de semana (24a) de la misma manera. Por tanto, en 
este caso cabría concluir que estamos ante una construcción no reanalizada. 
Excluido que huelga de celo sea un ejemplo de cualquier combinación de rasgos con el 
valor positivo de R, sólo restan dos posibilidades: [–R +C] o [–R –C]. Dado que el 
elemento preposicional no es idiomático (confróntese su regularidad semántica en 
expresiones como exceso de celo o falta de celo, que no obstante son muy limitadas) 
habríamos de concluir que se trata de una colocación no idiomática, esto es, comparable 
a librar una batalla, etc. 
Consideremos a continuación con más detalle el ejemplo que hemos usado para ilustrar 
la especialización semántica de los compuestos sintagmáticos denominativos: leche 
condensada. Obviamente no es una palabra (leches condensadas y no *leche 
condensadas), sino un sintagma, pero no admite alteración con sinónimos (leche densa 
se refiere a otra cosa), aunque sí modificadores del núcleo (la expresión leche de vaca 
condensada puede referirse al mismo producto). Por el contrario, el adjetivo no admite 
complementación (leche condensada por deshidratación) ni gradación, puesto que la 
expresión leche muy condensada tampoco se refiere al producto comercial (nótese que 
sí sería aceptable, en consecuencia, leche condensada muy condensada y que una 
expresión como Esta leche condensada no está condensada no es contradictoria). Todo 
ello pone de manifiesto que el adjetivo condensada es algo análogo a lo que hemos 
descrito arriba como una especialización dependiente, esto es, un término que cuando se 
adjunta al que selecciona léxicamente adquiere una especialización semántica 
denotativa. En otras palabras, la leche condensada es, en efecto, leche y está 
condensada, pero cuando el adjetivo condensada modifica a leche (y no a otros 
términos) añade al complejo propiedades denotativas adicionales (dulzor, textura, color, 
etc.). Por tanto, podemos concluir que se trata de un caso que se caracterizaría 
adecuadamente con la combinación de rasgos [–R –C], esto es, lo que descriptivamente 
hemos denominado colocaciones idiomáticas. Otros ejemplos similares serían oso 
pardo, agua bendita, mesilla de noche, cuchara de postre y otro largo e innumerable 
etcétera. 
Si asumimos que lo presentado hasta ahora es razonablemente correcto, podemos 
sospechar que existirán compuestos sintagmáticos que se puedan caracterizar con la 
combinación de rasgos restante, [+R +C], esto es, compuestos sintagmáticos 
reanalizados pero de sentido composicional, análogos a los predicados complejos con 
verbo soporte del tipo de hacer mención. 
Los candidatos más adecuados de entre los compuestos sintagmáticos son los del tipo de 
camión cisterna, buque escuela, casa cuartel o perro policía. Son compuestos formados 
por dos nombres unidos sin elementos de enlace (apositivos), pero a diferencia de las 
aposiciones sintácticas (del tipo de verde esmeralda o edición pirata), el grado de 
fijación es total. Compárense los ejemplos de (25) basados en aposiciones libres con los 
de (26), basados en los compuestos paquete bomba, buque hospital, hombre anuncio, 
hombre orquesta y café concierto (ejemplos y pruebas adaptados de Val, 1999: 4780): 
 
(25) a. De todos los verdes, quiero el _ esmeralda 
 b. De las ediciones de esta obra, me interesa una _ pirata 
(26) a. *Un paquete bomba de relojería 
 b. *De los buques del puerto, visité el _ hospital 
 c. *Un hombre anuncio engañoso
16 
 d. *No busco al hombre anuncio, sino al _ orquesta 
 e. *De los cafés, ha alquilado el _ concierto 
 
Lo que ponen de manifiesto los ejemplos de (26) es que el nombre atributivo (el 
segundo elemento) no tiene independencia referencial ni puede ser objeto de 
operaciones sintácticas. Nótese que, de manera análoga a lo que apreciamos en los 
predicados complejos verbales, se trata de nombres desnudos. La hipótesis de que 
dichos nombres estarían reanalizados sintácticamente con los nucleares (el primer 
elemento) daría cuenta de tal comportamiento y, además, explicaría cómo se habilitan 
sintácticamente, puesto que carecen de elementos introductores adecuados (como la 
preposición de en los SSNN libres del tipo de el hijo de la portera). El segundo 
elemento de estos compuestos se comporta pues como un predicado nominal que se 
incorporaría sintácticamente al nombre nuclear,17 y es éste el que se proyecta como 
núcleo y el que en consecuencia determina los rasgos de género y número de 
modificadores y determinantes, algo que se aprecia mejor cuando el género del núcleo 
es distinto al del incorporado, como se puede ver en los siguientes ejemplos: 
 
(27) a. Los hombres rana se sumergieron 
 b. La casa cuartel fue destruida por los paquetes bomba 
 
El hecho de que sea un patrón productivo no entra en conflicto con el hecho de que 
estén reanalizados, pero puede ser más controvertido afirmar que son composicionales. 
El problema radica, claro está, en el carácter denominativo característico de todos los 
compuestos sintagmáticos que, al asociarse a objetos y entidades concretas adquieren 
propiedades semánticas añadidas a las de sus constituyentes. 
 
16 Aceptable si lo engañoso es el hombre anuncio, no el anuncio. 
17 La hipótesis de la incorporación sintáctica se podría considerar una variante de la adjunción sintáctica 
que propone Piera (1995) para ejemplos del tipo de perro policía. 
Si se consideran los compuestos de este tipo como no composicionales, entonces 
estaríamos ante locuciones nominales (esa es, de hecho, la conclusión de Val, 2007). 
En todo caso, es relevante tener en cuenta que no se trata de una clase homogénea desde 
el punto de vista semántico. Val (1999) considera que hay compuestos coordinativos 
(del tipo de entrenador jugador o salón comedor) en los que ambos términos 
contribuyen a la denotación por igual (y que, paralelamente, suelen aceptar 
pluralizaciones dobles: entrenadores jugadores), mientras que en otros casos, quizá los 
más característicos, es el primer elemento el que selecciona la denotación (hombre 
anuncio, camión cisterna, coche escoba). No siempre es fácil decidir a qué tipo 
pertenece una forma dada. Así, por ejemplo, no es fácil decidir si una falda pantalón es 
una falda o un pantalón o si una carta bomba es una carta o una bomba (o ambas cosas). 
En otras ocasiones, como en hombre rana, el segundo nombre es claramente idiomático 
(en este caso, pues, estaríamos ante una locución idiomática).18 
Pero aun teniendo en cuenta que todo compuesto sintagmático que designa un objeto 
acaba teniendo rasgos léxicos que no proceden de sus componentes (sino de los objetos 
designados), aún se podría decir que, por ejemplo, la expresión carta bomba es 
composicional, en el sentido de que el objeto designado, además de otras propiedades, 
realmente es una carta y es una bomba (a diferencia del ciempiés, que ni tiene cien ni 
son pies). Del mismo modo, un camión cisterna es un camión y lleva una cisterna o un 
buque hospital es un buque y contiene un hospital. Es cierto que todas esas expresiones, 
cuando se institucionalizan, añaden rasgos derivados de las propiedades de los objetos 
típicos a los que se aplican, pero ello no implica que, desde un punto de vista 
denotativo, no podamosdecir que la expresión camión cisterna es composiconal y que 
ninguno de los nombres tiene interpretación idiomática (a diferencia de hombre rana). 
En fin, podría decirse que la decisión de si se trata de locuciones nominales o no es 
hasta cierto punto arbitraria, pues lo relevante es que se trata de construcciones 
nominales reanalizadas, esto es, PPEE de pleno derecho.19 
En consecuencia, la tabla propuesta, adaptada al ámbito nominal, quedaría como sigue: 
 
1 nombres simples (árbol) 
2 nombres derivados y compuestos (construcción / lavaplatos) 
3 compuestos sintagmáticos reanalizados (camión cisterna) 
4 locuciones nominales (talón de Aquiles) 
5 colocaciones idiomáticas (agua bendita) 
6 colocaciones no idiomáticas (restricciones léxicas) (incendio pavoroso) 
7 sintagmas nominales libres (El hijo del vecino) 
 
7. Otros tipos de palabras con estructura externa (adjetivales, adverbiales y 
particulares) 
 
La estrategia expositiva que hemos adoptado podría sugerir que el resto de PPEE que 
existen en español son preposicionales. Esto es así en buena medida, pero tras esa 
economía categorial se oculta todo un mundo de complejidad gramatical. Si el lector 
 
18 No en vano una mujer también puede ser un hombre rana. 
19 Quizá el paralelismo más estrecho con los predicados con verbo soporte en el ámbito nominal esté en 
las construcciones que Bosque (2001) denomina de nombre ligero (en claro paralelismo con los verbos 
soporte, light verbs en la tradición anglosajona). Se trata de nombres semánticamente vagos que parecen 
servir para nominalizar adjetivos. Así observa este autor que la oración Estamos atravesando 
circunstancias críticas es sorprendentemente agramatical si eliminamos el adjetivo que modifica a 
circunstancias: *Estamos atravesando circunstancias. La idea es que estaríamos antes una especie de 
compuesto (circunstancia crítica = crisis). 
repara en la clasificación de Ruiz Gurillo de los que denomina sintagmas prepositivos 
fraseológicos, observará que, en efecto, todos los ejemplos propuestos (con la 
excepción de cara a cara) tienen la estructura de sintagmas preposicionales (SP).20 Sin 
embargo, si acudimos a criterios distribucionales y funcionales en seguida 
observaremos que buena parte de ellos desempeñan funciones típicas de los adverbios 
(así, a menudo se conmuta de manera casi perfecta con frecuentemente, a veces con 
ocasionalmente, etc.). Esto es, las que en esa clasificación aparecen como expresiones 
preposicionales han sido reflejadas en la tradición gramatical y fraseológica del español 
como un conjunto mucho más complejo desde el punto de vista gramatical.21 De hecho, 
la heterogeneidad de la clase “unidades fraseológicas preposicionales” es tal que 
incluiría tanto una locución adverbial del tipo de a troche y moche, que tiene 
propiedades claramente análogas a las locuciones prototípicas, como una locución 
conjuntiva del tipo de porque. 
Una buena referencia de partida es la influyente clasificación de las locuciones de 
Casares (1950), que ofrecemos a continuación: 
 
Geminadas = tren botijo
Denominativas
Complejas = tocino de cielo
Nominales
Singulares = la carabina de Ambrosio
Infinitivas = coser y cantar
Significantes Adjetivales = de brocha gorda
Verbales = tomar el olivo
Participiales = hecho un brazo de mar
Adverbiales = en un santiamén
Pronominales = cada quisque
Locuciones Exclamativas = ¡Ancha es Castilla!
Conjuntivas = con tal que
Conexivas
Prepositivas = en pos de
 
 
Como puede observarse, en esta propuesta la noción formal de unidad fraseológica 
preposicional aparece distribuida en, al menos, las locuciones adjetivales (de brocha 
gorda), adverbiales (en un santiamén) -ambas dentro de las locuciones significantes- y 
las conjuntivas (con tal que) y prepositivas (en pos de) -estas dentro de las conexivas-. 
 
20 En lo sucesivo empleamos el adjetivo preposicional para designar sintagmas encabezados por una 
preposición y prepositivo para los sintagmas que tienen el uso o las funciones de preposiciones (nótese 
que la denominación mencionada de Ruiz Gurillo no sigue esta convención). 
21 Como ha señalado Montoro del Arco en una monografía esencial sobre este ámbito (2006), el estudio 
de las locuciones particulares (esto es, las que funcionan como partículas en el sentido clásico, 
esencialmente las prepositivas y conjuntivas) no ha sido abordado tradicionalmente por la fraseología y la 
lexicología, sino por la gramática. La razón de ello es evidente y es la causa de que, siendo un campo 
especialmente complejo y abigarrado, reciban un tratamiento menos detallado en esta aportación. Por 
expresarlo en los términos que inspiran la obra citada, las PPEE léxicas representan procesos de 
lexicalización (conversión de sintagmas en unidades léxicas), mientras que las PEE particulares 
representan procesos de gramaticalización (conversión de expresiones léxicas en elementos 
gramaticales). 
De estos cuatro tipos merecen mención aparte las locuciones adjetivales. Nótese que el 
ejemplo de Casares no es puramente adjetival (sino que se clasifica como tal por criterio 
distribucional y/o funcional), aunque sí existen locuciones propiamente adjetivales, tales 
como verde de envidia, loco de remate o sano y salvo, ejemplos a los que también 
cabría añadir el que Casares clasifica como participial (hecho un brazo de mar).22 
El resto de expresiones (esto es, las llamadas locuciones adverbiales, prepositivas y 
conjuntivas) se han tratado tradicionalmente como locuciones formadas sobre partículas 
(en el sentido tradicional de “palabras sin flexión”) a pesar de que, como hemos visto, 
Casares considera las adverbiales como léxicas. Esto último parece correcto desde el 
punto de vista de la semántica moderna que analiza los adverbios como predicados que 
seleccionan eventos. Sin embargo, los estudios más detallados ponen en seguida de 
manifiesto que los criterios de distinción entre las diversas clases son difusos.23 Aunque 
no es descartable que una formulación más precisa de diferenciación entre estas tres 
clases pudiera revelar diferencias en la tipología interna de cada grupo, en lo sucesivo 
vamos a abordarlas, bien que someramente, de manera unitaria. 
Si empleamos como guía la propuesta de clasificación desarrollada para las expresiones 
verbales deberíamos esperar cuatro tipos esenciales, en función de la combinación de 
los dos rasgos (reanálisis sintáctico y composicionalidad). 
Dado el carácter invariable de los elementos nucleares de este tipo de expresiones, el 
análisis de su “flexibilidad sintáctica” proporciona la sensación inicial de que están 
mucho más fijadas que las de tipo léxico consideradas hasta ahora. Sin embargo, la 
hipótesis de que todas las PPEE particulares están reanalizadas podría resultar 
demasiado fuerte. Por ejemplo, Pavón (1999) considera la existencia de locuciones 
prepositivas que no estarían reanalizadas según nuestra definición del fenómeno. 
Respecto de ellas (p.e. a cuenta de, en nombre de, a espaldas de) afirma la autora que 
“no están fuertemente cohesionadas” (1999: 584). Aduce para ello los ejemplos de (30), 
en los que se reflejan propiedades no esperadas en secuencias reanalizadas: 
 
(30) a. Carga todos los gastos a (la) cuenta de la empresa 
 b. La policía debe actuar siempre en (el) nombre de la ley 
 c. Actuó a espaldas de sus padres / a sus espaldas 
 
Respecto de (30a) debe observarse que en realidad se trata de dos expresiones distintas. 
La que lleva determinante corresponde a un sintagma libre, como se observa en (31): 
 
(31) a. *Carga todos sus gastos en cuenta de la empresa 
 b. Carga todos sus gastos en la cuenta de la empresa 
 c. Juan vive a cuenta de los contribuyentes 
 d. *Juan vive a la cuenta de los contribuyentes 
 
Así, en (31a) se muestra que, si cambiamos la preposición, el determinante ya no es 
omisible, en contraste con (31b), lo que indica que el nombre

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