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1 Tema 4: La literatura del Renacimiento y del Barroco (siglos XVI y XVII) 1. LA POESÍA PETRARQUISTA EUROPEA 1.1. El petrarquismo A partir del Cancionero de Petrarca, donde, como vimos, recorre su propia historia amorosa siguiendo los moldes del amor cortés trovadoresco y del dolce stil novo depurado por Dante Alighieri, surge en Italia la concepción poética del Renacimiento, establecida en gran medida por Pietro Bembo (1470-1547), quien fija la forma en que se elaborará la poesía amorosa durante el siglo XVI. Esta nueva lírica, llamada petrarquista, se centrará en la renovación formal y temática. Algunos aspectos formales son: Predominio del soneto y de la estancia, tipo de estrofa que combina endecasílabos y heptasílabos rimados al gusto del poeta. Los poemas se agrupan en cancioneros que relatan una historia amorosa unitaria. Se emplea un lenguaje que tiende a la sencillez, lejos de los juegos verbales y conceptuales. La temática es fundamentalmente amorosa y se nutre de distintas fuentes, entre las que destacan Platón, Ovidio, el amor cortés y, por supuesto, Petrarca. Estos son algunos aspectos del tratamiento del tema amoroso: Concepción del amor como un enfrentamiento entre una idea espiritual y purificadora y otra impura y carnal, que lleva al poeta a debatirse entre sentimientos contradictorios. El amor se genera en la belleza de la amada, que produce en el poeta una herida agradable (“el dolorido sentir”, lo llamaba Garcilaso), pues la pasión amorosa da sentido a su vida. El enamoramiento puede producirse por voluntad propia o a causa del destino. El amor tiene efectos físicos en el poeta (palidez, debilidad, timidez) y anímicos, entre los que destaca el dolor provocado por la indiferencia de la amada o por su ausencia. La amada se caracteriza por su belleza y virtud. Sin embargo, encierra el defecto de la falta de piedad hacia el enamorado, lo que la convierte en «dulce enemiga», tan cruel como idealizada. El poeta enamorado vive sometido a la amada y padece el sufrimiento por los desdenes de esta o por su ausencia. Otros temas: La naturaleza, considerada en el Renacimiento como el reflejo de la perfección divina, se convierte en el escenario de las historias amorosas, ajustándose al tópico clásico del locus amoenus. La mitología grecorromana, que recrea perfectamente la vuelta al mundo clásico y que tiene una doble finalidad, por un lado estética y por otro como representación del estado espiritual que el poeta quiere comunicar o de la situación amorosa que vive. El petrarquismo se desarrollará por toda la Europa occidental a lo largo del siglo XVI. En España triunfó en los primeros años del siglo con Garcilaso de la Vega (c. 2 1499-1536) y Juan Boscán (¿1487?-¿1542?), casi al mismo tiempo que en Portugal destacaban Francisco Sá de Miranda (1481-1558) y Antonio Ferreira (1528-1569). Algo más tarde llegará a Francia, donde aparece el primer cancionero de estilo petrarquista en 1545, obra de Maurice Scéve (1500-1564). En la literatura inglesa, el petrarquismo no se incorpora plenamente hasta el último tercio del siglo XVI con Edmund Spenser y Philip Sidney. 1.2. Más allá del petrarquismo En la segunda mitad del siglo XVI comienza la transformación del petrarquismo, que se produce, sobre todo, en la modificación de los temas. Si bien el amor sigue siendo el tema principal de la poesía, a partir de ahora aparece también unido a otros asuntos: El paso del tiempo (ya tratado, no obstante, por Garcilaso en la primera mitad). Un ejemplo lo tenemos en el francés Pierre Ronsard (1524-1585), que formó parte del grupo de La Pléyade, llamado así porque estaba formado por siete jóvenes poetas, igual que la constelación de las Pléyades tiene siete estrellas. Entre sus obras cabe destacar los Sonetos para Helena, dedicados a una dama de honor de Catalina de Médicis. El sentimiento religioso. Poetas como San Juan de la Cruz (1542-1591) o Fray Luis de León (1527-1591) utilizaron el lenguaje y los motivos temáticos petrarquistas para expresar sus experiencias místicas o ascéticas. Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) compone al final de su vida poemas de contenido religioso en los que expresa el arrepentimiento por sus pecados y pide a Dios que entre en su alma. La reflexión moral sobre el sentido de la vida, el comportamiento humano y los efectos del tiempo. Este último asunto se puede encontrar en algunos poemas de Las antigüedades de Roma, de Joachim du Bellay (1525-1560), otro de los miembros de La Pléyade. 1.3. La poesía del siglo XVII: el Barroco La lírica del siglo XVII estará marcada por el desengaño y por la ruptura de ideales tan propia de esta centuria. Los poetas de este siglo continuaron los temas ya existentes (amor, moral, religión); pero también recuperaron la poesía satírica y de crítica social tan habitual en los últimos tiempos de la Edad Media y que se había mantenido como tema menor. Señalaremos dos tendencias poéticas formalmente bien diferenciadas: la poesía clasicista francesa y la poesía escrita en España e Inglaterra. A finales del siglo XVI, François de Malherbe (1555-1628) establece las bases de lo que será el Clasicismo francés, teorizado a mediados del siglo siguiente por Nicolás Boileau (1636-1711). Su forma de entender la poesía se define por el predominio de la técnica sobre la inspiración del autor, la expresión contenida de los sentimientos, la claridad en la expresión poética y el uso del verso alejandrino. Esta tendencia no triunfó inmediatamente, y algunos autores de principios del XVII, a los que se ha llamado «poetas libertinos», componen una poesía en la que expresan libre- mente sus sentimientos. Incluso cuando el Clasicismo es la tendencia dominante, Jean de La Fontaine (1621-1695) escribe una poesía que respeta las normas formales (claridad, cuidado técnico, sentimiento moderado), pero que se aparta en los temas, al prevalecer su sentido del humor y la crítica de costumbres. 3 Frente al Clasicismo francés, la lírica que se compuso en España e Inglaterra es bastante diferente. Desde el punto de vista técnico, destaca la expresión libre que no se somete a reglas férreas. Esto permite una mayor variedad métrica y convertir el trabajo sobre el lenguaje en elemento poético principal. En el aspecto temático, la poesía inglesa y española se centra en lo amoroso, lo moral y lo religioso. Los poetas se debaten entre sentimientos contradictorios que oscilan entre el hedonismo y el arrepentimiento, entre el goce del presente y la reflexión sobre el tiempo y la muerte. En España tenemos que hablar, sobre todo, de Luis de Góngora (1561-1627), Francisco de Quevedo (1580-1645) y Lope de Vega (1562-1635), poetas de gran talla que, con los moldes del petrarquismo y del garcilasismo, elevan la poesía española a una de sus más altas cotas. La poesía culterana de Góngora, a veces de tipo narrativo (Soledades, Fábula de Polifemo y Galatea, los romances), tiene también su contrapunto lírico con los sonetos, mientras que la de Lope de Vega se desarrolla entre la temática amorosa y la religiosa. Quevedo será el gran cultivadir de los temas barrocos, cultivando una poesía amorosa de gran intensidad, junto a otros temas más propios del periodo, como el desengaño, la fugacidad de la vida y la sátira feroz y amarga de la sociedad de su tiempo. Aparte de la española, la lírica más interesante del siglo XVII es la compuesta en Inglaterra. El triunfo del soneto se produce de la mano de Edmund Spenser (1552- 1586), pero será William Shakespeare (1564-1616) quien logre las más altas cotas poéticas en Inglaterra, gracias al libro de sonetos que publica en 1609, según la forma inglesa (tres serventesios y un pareado final de rima consonante). Esta colección de poemas se divide en dos bloquestemáticos: En los primeros sonetos incita a un desconocido W. H. a perpetuar su belleza casándose y teniendo hijos. El segundo bloque se centra en la expresión del sentimiento amoroso, dirigido a una amada desconocida que ya nada tiene que ver con el ideal de belleza renacentista. Tras Shakespeare, encontramos la importante figura de John Donne (1572- 1631), cuya obra oscila entre dos núcleos temáticos: sus experiencias amorosas, expuestas desde una perspectiva muy realista; y la preocupación moral y religiosa, que le lleva a reflexionar sobre el discurrir del tiempo, la muerte y el arrepentimiento por sus pecados juveniles. La suya es una lírica caracterizada por el coloquialismo y la ironía. 2. LA POESÍA NARRATIVA DE LOS SIGLOS XVI Y XVII: LA ÉPICA CULTA A lo largo del siglo XVI comenzó a desarrollarse un tipo de poesía culta, de carácter épico (narrativo), que tuvo sus orígenes en los grandes poemas italianos sobre la materia carolingia, centrados en la figura de Roldán, Orlando en Italia. Esto trajo consigo un primer momento de este género, de tono marcadamente novelesco. La manipulación de la historia de Roldán dio origen a un gran número de cantos populares que en el siglo XV se pusieron de moda con dos peculiaridades: se omite la muerte del héroe y se incluyen elementos fantásticos inventados, hasta el punto de que desaparece toda referencia histórica. En esta línea, Matteo Maria Boiardo compuso el poema Orlando enamorado, en el que mezcló la materia carolingia con la materia de Bretaña. La historia de Roldán se transforma: Orlando se enamora de la princesa pagana Angélica y por ella se lanza a vivir una sucesión de combates y aventuras maravillosas. 4 El éxito de la historia fue tan grande que, en los primeros años del siglo XVI, se escribieron numerosas continuaciones y revisiones del relato de Boiardo, entre las que destacó sobre todas el Orlando furioso de Ludovico Ariosto (1474-1533). El asunto principal del Orlando furioso es la locura de Orlando, quien, enamorado de la hermosa Angélica, la persigue en medio de peligrosas aventuras. Al enterarse de que ella está enamorada de Medoro, un soldado sarraceno al que ha curado, Orlando pierde la razón, tira sus armas y avanza destrozando todo lo que encuentra a su paso (mueve montañas, mata dragones...). Para que recupere la normalidad, su amigo Astolfo, montado en su hipogrifo, marcha a la Luna, donde encuentra, en una botella, la razón de Orlando. Este, tras beber de la botella, recupera el juicio. Al lado de este argumento principal aparecen numerosos episodios novelescos, cuentos, breves narraciones llenas de elementos mágicos, etc. Entre los aspectos más característicos del Orlando furioso podemos destacar: Su composición en octavas reales (estrofa de ocho versos endecasílabos con rima ABABABCC), que será empleada luego por todos los demás autores que cultivan el género. Sigue en gran parte el modelo de la epopeya clásica: el poema se divide en cantos, hay una invocación inicial a las musas, los protagonistas son presentados como héroes, el peso de la historia recae en los episodios bélicos y caballerescos. Destaca la intención burlesca del autor. El propio Ariosto dice en el prólogo que escribió la obra «para broma y recreo de los señores y personas de ánimo gentil y señoras». Predominio de la fantasía, la imaginación y la desmesura. 2.1. Poemas de tipo histórico El éxito del Orlando furioso de Ariosto provocó que, en la segunda mitad del siglo XVI, se escribiesen muchos poemas épicos que, por lo general, dejaron de lado la intención burlesca y volvieron la vista a la seriedad de los poemas clásicos. Lo más característico de estos poemas es el intento de reflejar asuntos históricos verdaderos para convertirlos en señas de identidad de sus naciones. En definitiva, pretendieron recuperar la función nacionalista de la epopeya clásica y de los cantares de gesta medievales, aunque dirigiendo sus obras a un público culto que exigía una literatura trabajada y erudita. En España este género tuvo una enorme difusión, a partir de las traducciones, versiones y continuaciones del poema de Ariosto que se llevaron a cabo, pero también con la profusión de textos de corte histórico, entre los que ocupa un lugar principal La Araucana (1569) de Alonso de Ercilla, que relata la guerra entre españoles y araucanos en Chile, sin dejar de lado la presencia de algunos episodios en los que está presente el elemento fantástico de procedencia ariostesca. En Italia, destacó Torquato Tasso (1544-1595), el último gran poeta del siglo XVI. Su obra principal es Jerusalén libertada, poema que le costó diez años de trabajo, y cuyo asunto principal es la conquista de Jerusalén por Godofredo de Bouillon durante la primera cruzada (1099). A la acción central se acumulan infinidad de episodios no- velescos e historias de amor que otorgan a la obra una gran fantasía. En Portugal, el gran poema épico de la época es Os Lusíadas (1572), de Luis de Camoens, que relata el primer viaje de Vasco de Gama, con el que se abrió la ruta marítima que permitía comunicar Europa y la India. Camoens recorre la ruta completa de los marinos portugueses desde Lisboa hasta Calcuta y su regreso a la patria. Los 5 rasgos más significativos son: el deseo de realismo, con el que se opone a Ariosto (a pesar de la presencia de algunos elementos mitológicos de procedencia grecorromana); el carácter de epopeya colectiva de todo el pueblo portugués; el reto de dominar a una naturaleza salvaje o la presencia de pasajes líricos, descriptivos y simbólicos. 2.2. Poemas de asunto religioso El siglo XVII supone un nuevo cambio de dirección en la poesía épica culta con el giro hacia el tema religioso. En este cambio desempeña un papel importante el inglés John Milton (1608-1674) con su epopeya Paraíso perdido (1667), que narra la desobediencia de Adán y Eva a través de cuatro episodios: En el primero, Milton relata la rebelión de Satanás y su expulsión del Cielo. Como consecuencia, el Diablo decide vengarse de Dios utilizando al hombre como instrumento. El segundo episodio cuenta cómo Satanás averigua cuál es la morada del hombre y la prohibición de comer la fruta del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. También se expone en él cómo Cristo decide bajar a la tierra para purgar los pecados humanos. El tercero se centra en la tentación de Satanás a Eva, a quien acaba convenciendo para que coma el fruto prohibido del Árbol. El último episodio muestra cómo Eva ofrece la fruta a Adán y este la come. Tras la consumación del pecado de desobediencia, Dios envía al arcángel Miguel para que expulse a la pareja del paraíso. Este les muestra también el futuro que espera a la humanidad a causa de su pecado. Algunos años después, Milton compuso el Paraíso recobrado (1671), poema que funciona como cierre de la historia anterior. En él se narran las tentaciones sufridas por Jesús en el desierto y cómo fue capaz de vencerlas. En España encontramos también una gran cantidad de textos de tipo religioso, como La Cristiada (1611) de Fray Diego de Hojeda, sobre la pasión de Cristo. 3. TEATRO CLÁSICO EUROPEO: SKAKESPEARE Y MOLIÈRE 3.1. Teatro europeo del siglo XVII 6 PANORAMA DEL TEATRO EUROPEO EN EL SIGLO XVII ITALIA INGLATERRA FRANCIA ESPAÑA TIPO DE TEATRO Y GÉNEROS -Teatro culto, con base en los clásicos de la antigüedad. -Comedia de enredo (imbroglio). Influencias clásicas (Plauto y Terencio) y de los novelieri. -“Commedia dell’arte”: popular, basada en gran parte en la improvisación. Personajes invariables (Arlequín, Pantalón, Colombina...) -Teatro isabelino (c. 1580-1642) [Isabel I, 1559- 1603]: a) Influencia italiana (comedia, novelieri...). b) Inspiración en la historia y las tradi-ciones nacionales. c) Popular. -Géneros: comedia, tragicomedia, obras de tema histórico. -No es fiel a la regla de las tres unidades: enredo, mezcla de géneros y de estilos... -Teatro barroco: transgrede las reglas. Mezcla la influencia de la comedia ita- liana y de las farsas medievales. -Teatro clásico: desde 1630 (aprox.). Reacción contra el barroco: a) Protección real. b) Cartesianismo (se traduce en el gusto por lo ordenado, lo riguroso, lo metó- dico. c) Importancia de los preceptistas. Características: a) Separación de géneros y estilos. b) Cinco actos (mo- delo clásico). c) Predomina el “buen gusto”. d) Respeta las unidades (acción, lugar, tiempo). -Comedia nacional o española: fijada por Lope de Vega hacia 1590 (comedia o tragicomedia): a) Ruptura radical de la regla de las tres unidades. b) Mezcla lo có- mico y lo trágico, personajes nobles y plebeyos. c) División en tres actos o jornadas. d) Variedad métrica. e) Lírica intercalada. f) Patriotismo. RECINTOS TEATRALES Y AMBIENTE -Generalmente la “Commedia dell’arte” se representaba en las plazas de las ciudades y pueblos o en locales improvisados, sin un espacio fijo. -Locales improvi- sados (patios de posadas...). Luego, teatros estables (“El Cisne” y “El Glo- bo”, a las afueras de Londres). -Público heterogéneo, con predominio del ele- mento popular. -Locales improvisados para los cómicos ambulantes. -Teatros fijos (en París), como el “Hô- tel de Bourgogne”. -Teatros Reales. -Salas cubiertas. -Distribución del público: palcos para la nobleza y patio para el pueblo, de pie. -Corrales de Co- medias. Ambiente popular en el patio y “grave” en los aposentos y tertulias. Público heterogéneo. Representaciones muy animadas. 3.2. William Shakespeare (1564-1616) Shakespeare, hijo de un próspero comerciante, nació en Strafford-on-Avon (Inglaterra). Desde joven mostró una gran vocación teatral y en 1592 ya comenzaba a ser grande el éxito de sus actividades como actor y como autor, en Londres. En el año 1599 tiene ya su compañía propia y se instala en el teatro The Globe. Su obra evolucionará desde sus inicios en la comedia (hasta 1600, con obras como El sueño de una noche de verano), hacia un periodo más sombrío en el que 7 predominan las grandes tragedias (entre 1600 y 1607), para volver, hacia el final, a centrarse en la comedia de final feliz, que tendrá su culminación con La tempestad (1611). La produccion teatral de Shakespeare se caracteriza por la ruptura de las reglas clásicas, como hemos visto que es común en el teatro isabelino inglés. En este sentido es destacable la capacidad del autor de mezclar lo trágico y lo cómico de manera magistral, sobre todo a través de la introducción de la figura del clown o del fool (el payaso, el loco, el bufón), que servirá de contrapunto a la tragedia. Este personaje no será solo un elemento cómico, sino que será empleado también para que sirva de vehículo de expresión, a través de sus “gracias”, de sentencias y planteamientos filosóficos con los que se muestra una visión desengañada y cínica de la existencia humana. Podemos dividir las obras de teatro de Shakespeare en tres grupos: a) Las comedias. Con una base sólida en las comedias de enredo italianas y en el teatro de Terencio (además de la influencia de los novelieri italianos), las comedias shakespearianas abundan en celos, malentendidos, enredos, confusiones, etc. Sin dejar de lado la presencia de una gran hondura humana en los personajes, en las comedias de Shakespeare tienen un lugar privilegiado la fantasía y los giros inesperados. Destacamos obras como La comedia de las equivocaciones (con una base en Plauto), Mucho ruido y pocas nueces (comedia de enredos amorosos), La fierecilla domada (tema ya tratado por Don Juan Manuel en El conde Lucanor) y El sueño de una noche de verano, la gran cima de la comedia fantástica shakespeariana. En su época final, destaca La tempestad. b) Los dramas históricos. El punto de partida de este teatro es la revisión de la historia nacional inglesa y la reflexión del autor acerca de los aspectos humanos de los personajes históricos. Principalmente destacan obras sobre historia inglesa, como Enrique VIII o Ricardo III (muy cercanas siempre a la tragedia), pero también escribió Shakespeare dramas sobre personajes históricos de la antigua Roma, como Julio César, una reflexión sobre el tema de la tiranía en contraste con el idealismo, personificados en el propio Julio César y en Bruto. c) Las tragedias. Constituyen la cumbre absoluta del teatro de William Shakespeare y en ellas, la introspección psicológica llevada a cabo por el poeta alcanza cotas universales, al presentar a unos personajes que se convierten en prototipos de caracteres y pasiones humanas, sin perder por eso su individualidad: son arquetipos pero a la vez personas vivas, con sus contradicciones y sus inquietudes individuales. Las principales tragedias son: Romeo y Julieta (1597), basada en una historia italiana, en ella es posible ver la influiencia de La Celestina y de la fábula mitológica de Píramo y Tisbe, amantes desgraciados que mueren por un equívoco absurdo, como les sucede a los protagonistas de la tragedia shakespeariana. El amor, fuerza imparable, se sobrepone a las enemistades familiares y a todo tipo de covencionalismos, abocando a los personajes a un destino trágico. Hamlet (c. 1601) es tal vez la más grandiosa de las tragedias de nuestro autor. En ella se analizan en profundidad las pasiones humanas y las dudas terribles que mueven nuestra existencia. Movido por el deseo de venganza, el protagonista finge estar loco (asimilándose un tanto la figura del fool antes citada) y lleva al lector-espectador a cuestionarse la realidad, la esencia misma del ser. 8 Otelo (1604). Su trama se sustenta en un relato del noveliero italiano Cinthio y trata sobre el tema de los celos, convirtiendo a su protagonista en prototipo de esta pasión destructora. El lector se solidariza con la inocente Desdémona, acusada de infidelidad injustamente por su marido, Otelo, que no es capaz de pensar más allá de lo que le imponen los celos. Destaca el malvado Yago, personaje manipulador y perverso, que se convierte en el motor de la obra. El rey Lear (1604-1605). Tiene su base en una leyenda celta y se convierte en el drama de la ingratitud filial: dos de las hijas del protagonista lo abandonan y la tercera, a la que él había desheredado, es la única que intenta salvar al padre a partir del profundo amor que siente por él. La obra planteará el enfrentamiento entre el Bien y el Mal, con toda la fuerza destructora de este último, logrando una intensidad trágica sin precedentes. Macbeth (c. 1606), cuenta unos hechos de la historia escocesa y se centra en el tema de la ambición, personificada en Lady Macbeth, que instará a su marido a que asesine al rey Duncan con el fin de hacerse con el poder. 3.3. Molière (1622-1673) Jean-Baptiste Poquelin (nombre auténtico de Molière) nació en París, en el seno de una familia burguesa acomodada, en 1622, y tuvo una educación esmerada que le permitió leer a los grandes cómicos latinos (Plauto y Terencio) en su lengua original. Desde joven se sintió atraído por el teatro y, a los veinte años, se hizo actor (la Iglesia francesa había excomulgado esta profesión por considerarla inmoral). En 1643 funda su primera compañía y adopta entonces el nombre de Molière. Se moverá por toda Francia y cultivará la comedia, sin muchas pretensiones al principio, pero cargada de crítica y sátira en su época de plenitud. Así, durante los años 60 escribirá sus más importantes obras, antes de volver, al final de su vida a la comedia más ligera, como esel caso de El enfermo imaginario, que se estrenará en 1673 con el propio Molière en el papel principal. En una de las representaciones, el actor-autor, que estaba enfermo de verdad, sufrirá un ataque y morirá pocas horas después. El teatro de Molière se caracteriza por ser fiel a las reglas, tal y como establece la comedia francesa clásica, pero ello no le resulta al autor una grave atadura, ya que considera que lo importante del teatro es que guste al público, más allá de si se obedecen o no se obedecen los preceptos. Dos rasgos fundamentales marcan la trayectoria teatral de nuestro autor. El primero será el retrato de las costumbres de su época, que se lleva a cabo a través de la sátira social; según él, la comedia debe “corregir a los hombres divirtiéndolos”. Por eso desfilarán por sus obras todos los tipos sociales y todas las profesiones, sin que ninguno se escape de la censura aguda del autor, que retratará magistralmente los vicios y deformidades de la sociedad que le rodea: médicos, comerciantes, profesores, usureros, malhechores... En definitiva, sus contemporáneos, pero tratados con una intrención universalizadora que hará que los personajes de Molière nos parezcan también nuestros contemporáneos. El segundo rasgo que debemos destacar es la pintura de caracteres. Si Shakespeare había creado prototipos universales con sus personajes trágicos, Molière hará lo mismo con los cómicos; ya no serán los caracteres graves propios de la tragedia (celos, ambición...), sino los caracteres ridículos de la humanidad, más propios de la comedia (la avaricia, la hipocresía, la misantropía...). De nuevo, como ocurrió con el 9 gran trágico inglés, estos prototipos transcienden esa categoría simplificadora para mostrar, también, a las personas individualizadas, a las criaturas vivas y complejas que son siempre los seres humanos. Molière emplea magistralmente los procedimientos de caracterización propios del teatro: caracterización a través de lo que hace el personaje, a través de lo que dice y a través de lo que dicen de él. El elemento cómico lo lleva a cabo Poquelin empleando los tres recursos eternos de la comicidad: la de los gestos y movimientos (carreras, muecas, piruetas, bastonazos...), la de la palabra (ironías, repeticiones ridículas, juegos de palabras...) y la de las situaciones (enredos, equívocos, malentendidos, encuentros inesperados...). La producción teatral de Molière podría dividirse en dos grupos: a) Las farsas, de tono ligero, escritas sobre todo en sus primeros años, entre las que podemos destacar Las preciosas ridículas (1658). En su etapa final destacarán también comedias de este mismo tono, aunque de una gran perfección, como es el caso de El médico a palos, El burgués gentilhombre o El enfermo imaginario. b) La alta comedia, donde Molière dignifica el género cómico eliminando la comicidad superficial y vulgar y trabajando, en su lugar, un retrato crítico de su tiempo que nos lleva a pensar después de habernos reído. Podemos destacar: La escuela de las mujeres (1662), que defiende la tolerancia y la libertad en la educación, mostrando los perjuicios que traen consigo una educación hipócrita y los matrimonios impuestos por los padres y las convenciones sociales. Don Juan (1665), que retrata a un libertino sin escrúpulos y descreído, adaptando al ambiente francés la figura de don Juan que creara Tirso de Molina en El burlador de Sevilla. El misántropo (1666), donde nos encontramos con la figura de un personaje que no se siente a gusto en los ambientes mundanos de su tiempo, para él mediocres y superficiales. El avaro (1668), comedia inspirada por la Aulularia de Plauto, donde la condición del protagonista (Harpagón) lo convierte en un ser ridículo y patético que tiene su religión en la avaricia y en el celo por conservar sus riquezas. Tartufo (1669), que nos cuenta las artimañas llevadas a cabo por un despiadado impostor (Tartufo) que, haciéndose pasar por una excelente persona, se aprovecha de la beatería superficial y de la necedad de Orgón, su anfitrión, para intentar quedarse con todo lo suyo, desde la casa y sus propiedades hasta su mujer, Elmira.
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