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LA APORTACIÓN SOCIAL DE LAS TRADICIONES RELIGIOSAS EN LAS SOCIEDADES ABIERTAS LAS RELIGIONES COMO CAPITAL SOCIOCULTURAL D O C U M E N T O 2 LA APORTACIÓN SOCIAL DE LAS TRADICIONES RELIGIOSAS EN LAS SOCIEDADES ABIERTAS LAS RELIGIONES COMO CAPITAL SOCIOCULTURAL CONSEJO ASESOR PARA LA DIVERSIDAD RELIGIOSA Documento 2 Documento del Consejo Asesor para la Diversidad Religiosa, 2 La aportación social de las tradiciones religiosas en las sociedades abiertas. Las religiones como capital sociocultural Barcelona, abril de 2015 Coordinación y redacción: Consejo Asesor para la Diversidad Religiosa © Generalitat de Catalunya Departamento de Gobernación y Relaciones Institucionales Dirección General de Asuntos Religiosos Calle de Rivadeneyra, 6, 2º - 08002 Barcelona www.gencat.cat/afersreligiosos @afersreligiosos Maquetación e impresión: Argra Trading S.L. - Tordera 38, 08012 Barcelona Depósito Legal: B-16505-2015 www.gencat.cat/afersreligiosos ÍNDICE INTRODUCCIÓN _________________________________________________________________________ 5 1. EL CONTEXTO SOCIOCULTURAL Y LA CRISIS DE NUESTRO MUNDO ___ 7 1.1. El carácter polivalente de la crisis y sus consecuencias 1.2. La crisis contemporánea como oportunidad 2. LAS TRADICIONES RELIGIOSAS COMO PARTE DEL TEJIDO SOCIOCULTURAL ______________________________________________________________________ 9 2.1. La relación entre tradición religiosa y cultura 2.2. La relación entre tradición religiosa y sociedad 3. LAS TRADICIONES RELIGIOSAS COMO APORTACIÓN SOCIOCULTURAL ___________________________________________________________________________ 11 3.1. Religiones, aportación sociocultural y desarrollo 3.2. La aportación sociocultural y las diversas tradiciones religiosas 3.2.1. Tradición hinduista 3.2.2. Tradición budista 3.2.3. Tradición taoísta 3.2.4. Tradición judía 3.2.5. Tradición cristiana 3.2.6. Tradición islámica 3.2.7. Tradición sikh 3.2.8. Tradición bahá’í 3 4. LA EXPLICITACIÓN DE LA APORTACIÓN SOCIAL DE LAS TRADICIONES RELIGIOSAS _____________________________________________________________________________ 29 4.1. Ámbito de las artes 4.2. Ámbito económico 4.3. Ámbito educativo 4.4. Ámbito de la salud 4.5. Ámbito de la inmigración 4.6. Ámbito del diálogo ecuménico e interreligioso 4.7. Ámbito espiritual 5. LA COLABORACIÓN ENTRE LAS TRADICIONES RELIGIOSAS Y LAS INSTITUCIONES ESTATALES ______________________________________________ 51 6. CONCLUSIÓN __________________________________________________________________________ 53 CONSEJO ASESOR PARA LA DIVERSIDAD RELIGIOSA ________________________ 55 Funciones del Consejo Asesor Composición del Consejo Asesor 4 INTRODUCCIÓN El Consejo Asesor para la Diversidad Religiosa nos ofrece un nuevo documento de reflexiones y de conocimiento, donde describe las aporta- ciones de las diferentes confesiones religiosas a nuestra sociedad actual. La conclusión es evidente: sin estas aportaciones, no existiría ninguna de las culturas actuales tal como son, porque, como afirma el mismo documen- to, “las religiones son las entrañas trascendentes de cada cultura”. Pero si antiguamente cada una de las culturas vivía su propia historia, hoy tenemos que hablar de una sociedad global, tecnificada y diversa, que incluso en algunas ocasiones parece haber dado la espalda al hecho religioso. Es bueno, pues, reflexionar sobre este proceso y, al mismo tiem- po, captar la importancia de las diferentes tradiciones religiosas, que nos han hecho llegar donde estamos y que aportan trascendencia y sentido a nuestras existencias. La sociedad global no se puede convertir en contra- ria al hecho religioso ni olvidarlo, porque las religiones son un elemento esencial para miles de millones de personas y porque siempre han sido, son y serán fundamentales para el conjunto de la humanidad. Tenemos que afrontar todos estos cambios que nos llegan desde la modestia de sabernos herederos y deudores de largas tradiciones cultu- rales y religiosas, y también con el deber de hacer que esta nueva cultura global no sólo sea capaz de transmitir todo este legado humanista sino que, además, lo respete y lo fomente. Porque, como también nos recuer- da el Consejo Asesor, las religiones, además de su dimensión espiritual y de cumplir un papel de primer orden como suministradoras de valores, también desarrollan una tarea esencial, entre otros, en el ámbito cultural, social, económico, educativo, sanitario o migratorio. Si en el siglo XIX se dijo que Dios había muerto, y en el siglo XX parecía que se le hubiera 5 olvidado, el siglo XXI nos demuestra que todo aquello que forma parte del ser humano, por mucho que se quiera esconder, se impone siempre con una fuerza imparable. La globalización y la diversidad también son una fuente de oportuni- dades, y nos corresponde a todos adentrarnos en estos nuevos espacios de encuentro y de diálogo. Eso es lo que ha hecho y nos propone el Consejo Asesor para la Diversidad Religiosa, a quien quiero agradecer otra vez todo el trabajo que hace y su constante contribución al diálogo y al co- nocimiento. Joana Ortega i Alemany Vicepresidenta del Gobierno y consejera de Gobernación y Relaciones Institucionales 6 1. EL CONTEXTO SOCIOCULTURAL Y LA CRISIS DE NUESTRO MUNDO El rápido desarrollo de las sociedades en el ámbito mundial y la inter- conexión que se deriva, junto con la repercusión cada vez más significa- tiva de las acciones económicas en el ámbito tanto local como mundial, han generado una situación de cambio y crecimiento normalmente de- nominada crisis. Esta situación la identificamos a menudo con el aspecto económico y con las carencias y diferencias sociales que provoca, rasgos bien evidentes en nuestra sociedad hoy. La situación de crisis, sin embargo, no se limita sólo a los aspectos económicos, y la contribución a su resolución no corresponde sólo a las instituciones políticas y sociales. A lo largo de los siglos, las diversas tra- diciones religiosas han contribuido y contribuyen a la mejora de diversos aspectos de las sociedades en las que se encuentran insertadas, más allá del contexto cultural específico donde han nacido. Esta contribución hace de las tradiciones religiosas un capital social a menudo olvidado en el contexto secularizado, pero que continúa actuando de forma efectiva e influyendo en el desarrollo de nuestra sociedad bajo diversos aspectos. 1.1. El carácter polivalente de la crisis y sus consecuencias Si la dimensión económica parece que es el aspecto más relevante de la crisis contemporánea, esta crisis no es sólo consecuencia de una gestión económica equivocada. La crisis económica responde en gran parte a una crisis institucional que va ligada a la gestión política y a una reformu- lación de las identidades culturales y, más profundamente, a una crisis de los valores que se encuentran en la base del funcionamiento de toda sociedad humana. La situación de crisis afecta también a la esfera religiosa, que a menu- do se ve reducida al ámbito subjetivo y se confunde con una selección 7 ecléctica de prácticas destinadas a alcanzar una satisfacción emocional. En otros casos, la crisis en el ámbito religioso genera actitudes defensivas e intransigentes por parte de fracciones de los grupos religiosos que inten- tan proteger aquello que consideran más importante de sus tradiciones, más allá de las exigencias de la convivencia, el diálogo y la tolerancia. La polivalencia de la situación actual requiere, pues, una comprensión amplia del mapa del tejido social y cultural de nuestra sociedad, y una revisión de los valores que motivan tanto la gestión de la sociedad civil como las opciones personales de los ciudadanos en la esfera individual. 1.2. La crisis contemporánea como oportunidad La crisis contemporánea presenta una oportunidad para repensar loscimientos y los principios que mueven nuestra sociedad y los objetivos que se propone. Este esfuerzo de comprensión implica también un reco- nocimiento de los valores ya existentes dentro del tejido social que apor- tan una respuesta positiva, no sólo a las carencias materiales que provoca la crisis económica, sino también a la búsqueda del sentido inherente a todo ser humano como elemento esencial de la sociedad. Dentro de estas aportaciones se encuentran las diversas tradiciones religiosas que, a lo largo de los siglos, han ido desarrollando iniciativas so- ciales a favor de sus fieles y de los miembros de otras tradiciones religiosas y de la sociedad civil en general. La situación de crisis moderna se plantea también como una opor- tunidad para descubrir esta aportación social por parte de las diversas tradiciones religiosas con vistas a reconocer su valor y abrir oportunidades de colaboración a favor de nuestra sociedad. 8 2. LAS TRADICIONES RELIGIOSAS COMO PARTE DEL TEJIDO SOCIOCULTURAL Como ya se ha indicado en otro documento,1 1Cfr. Generalitat de Catalunya - Consejo Asesor para la Diversidad Religiosa, La diversidad religiosa en las sociedades abiertas. Criterios de discernimiento, Barcelona, Dirección General de Asuntos Religiosos, 2013. la sociedad catalana presen- ta una notable pluralidad que incluye la variedad de adhesiones a diversas tra- diciones religiosas. Esta pluralidad implica también una participación de los ciudadanos que se adhieren a las diversas religiones en las cuestiones sociales y culturales que afectan a nuestro país, como la crisis descrita más arriba. 2.1. La relación entre tradición religiosa y cultura En el trasfondo de la inmensa mayoría de culturas del mundo hay una o más de una tradición espiritual y religiosa que actúa como foco de inspiración. Las intuiciones de estas tradiciones, sus textos, los valores y los símbolos que las caracterizan se expresan de manera poliédrica en las diversas manifestaciones culturales. Estas obras culturales enriquecen sustancialmente el patrimonio de la humanidad, lo hacen más complejo y más bello y son una fuente de reflexión y de placer estético para los ciudadanos. Las mismas producciones culturales suscitan, en muchos ca- sos, una experiencia de trascendencia, en la medida en que son causa de interrogación y de búsqueda espiritual. Podemos decir que las religiones son las entrañas trascendentes de cada cultura. Eso implica dos cosas: por una parte, que nacen en su ma- triz y participan del lenguaje, los símbolos y los valores circundantes; por otra parte, las religiones aparecen para ultrapasar la cultura donde nacen, hacerla crecer y llevarla más allá de sí misma. Todas las religiones tienen un carácter profético. Establecen una relación de tensa fecundidad con la comunidad donde nacen: consagran a la vez que ponen en cuestión los elementos sociales y culturales donde han surgido. Este elemento inter- 9 pelador pertenece a la raíz misma de la religión: se trata de la “reserva es- catológica”, un permanente decir a la sociedad circundante “no es todavía eso”, atravesadas como están de una insobornable utopía. Para conocer a fondo el patrimonio cultural humano es, pues, del todo necesario conocer estas tradiciones espirituales y religiosas que, de manera invisible, alimentan gran parte de las culturas. Por este motivo, considera- mos que es fundamental cuidarlas y preservarlas como un bien de interés general, tanto en el presente como en el futuro, para que puedan continuar siendo una fuente de inspiración, de creatividad y de búsqueda espiritual. La religión forma parte de la cultura humana, al margen de los juicios –positivos o negativos– que se puedan tener de los fenómenos religiosos. 2.2. La relación entre tradición religiosa y sociedad Las diversas tradiciones religiosas han contribuido activamente a lo largo de la historia a la creación de vínculos de cohesión, colaboración y crecimiento tanto entre los miembros de sus comunidades específicas como con los diversos grupos de otras tradiciones religiosas y con la so- ciedad civil en general. Si bien la actitud de los creyentes de las diversas religiones también ha contribuido a crear conflictos a lo largo de la his- toria –conflictos que, todavía hoy, se perpetúan en diversas regiones del mundo–, la aportación positiva de los fieles de las diversas religiones al desarrollo de las culturas y a la mejora del bienestar social es innegable. Esta aportación se centra primeramente en el desarrollo interior de los individuos que conforman los grupos religiosos específicos mediante el culto y el crecimiento espiritual que permite a sus seguidores afrontar los momentos de crisis (sean personales o colectivos) y alcanzar un cre- cimiento personal siguiendo unos valores que apuntan hacia la consecu- ción de un nivel de equilibrio y de plenitud personales que se irradian mediante las relaciones personales, familiares y sociales de los miembros de una determinada tradición religiosa. 10 3. LAS TRADICIONES RELIGIOSAS COMO APORTACIÓN SOCIOCULTURAL Toda tradición religiosa, como toda forma de ver el mundo, apunta hacia unos ideales de carácter espiritual que pretenden transformar a los creyentes según el talante propio de cada religión. La fuerza motriz para la consecución de estos objetivos son los valores. Los valores constituyen, pues, aquello que empuja a las personas a hacer cosas, a realizar acciones, a actuar más allá de la resolución de sus necesidades, a implicarse, a com- prometerse. En la medida en que las religiones apuntan hacia un ideal o arquetipo de realización humana y social, prefiguran unos valores en el horizonte que, en mayor o menor grado, se convierten en horizontes de referencia para los fieles. Pero las consecuencias de estos valores en la vida práctica no se limitan a las comunidades religiosas, sino que tienen un impacto directo en las sociedades donde se encuentra implantada cada comunidad de creyentes específica, al modelar su cultura y transformar las socieda- des. La aportación que hacen las tradiciones religiosas se transforma así en capital social, es decir, en una aportación positiva que contribuye al crecimiento humano, material y cultural de cada sociedad, más allá del contexto confesional. 3.1. Religiones, aportación sociocultural y desarrollo En tanto que capital social, las tradiciones religiosas son generadoras de valores, no sólo de carácter individual, sino también comunitario. Eso es posible porque mueven a los fieles a la acción y les impelen a practicar la benevolencia y la compasión, y a realizar obras de caridad. Buena parte de las obras sociales, sanitarias y educativas que hay por todo el mundo son fruto de esta fuerza motriz. El valor de la compasión, de la solidaridad, de la justicia, de la caridad, el sentimiento de proximi- 11 dad con el padecimiento del otro, a lo largo de la historia, han movido a miles de personas a generar ámbitos de acogida y estructuras destinadas a paliar, tanto como sea posible, el sufrimiento del mundo. Las tradiciones religiosas son generadoras de valores y los valores que generan, cuando son vividos con autenticidad, mueven a la acción, pero también a la crea- ción de obras que contribuyen a humanizar la tierra y a transformar las sociedades humanas. Esta fuerza transformadora, más allá de las convic- ciones religiosas específicas que la motivan, redunda en el desarrollo y mejora de diversos aspectos sociales de las sociedades específicas. 3.2. La aportación sociocultural y las diversas tradiciones religiosas Las tradiciones religiosas se han desarrollado en contextos culturales diversos que han influido en la manera como cada tradición entiende al ser humano, su entorno natural y social, y el ideal de ser humano y de comunidad humana al que aspiran. Al mismo tiempo, su desarrollo histó- rico y el contacto con otras culturas a lo largo de la historia han generado nuevas manerasde explicitar estos ideales y valores, y la manera de llevar- los a cabo, ya sea por una situación de diáspora, de minoría o de tradición religiosa prevalente dentro de un territorio determinado. Esta manera de explicitar sus ideales en relación con los principios que se consideran esenciales en cada tradición religiosa ha generado también tendencias diversas dentro de cada religión y ha constituido así una riqueza con respecto a las propuestas de sentido que ofrecen las diversas religiones. En el contexto de este desarrollo y esta diversificación, podemos re- conocer dentro de las grandes tradiciones religiosas unas características fundamentales que definen sus valores y que orientan sus aportaciones tanto a las culturas y a las sociedades propias de los territorios donde se han desarrollado estas tradiciones como a las nuevas regiones donde se han implantado, y que forman parte del tapiz multicultural de las socie- dades abiertas. 12 Con un propósito no exhaustivo sino didáctico, definimos a continua- ción las características principales de los valores sociales propuestos por las grandes tradiciones religiosas que hay actualmente en el territorio catalán. Con esta síntesis no pretendemos agotar la riqueza inherente a estas tra- diciones religiosas, sino hacer accesible a un público no especializado las principales características de las tradiciones religiosas tratadas y su aporta- ción específica como capital social. 3.2.1. Tradición hinduista El hinduismo constituye una tradición extraordinariamente diver- sa, heterogeneidad que se ve reflejada en los diversos grupos implan- tados en Cataluña. El origen del hinduismo se sitúa en torno al año 2500 aC, razón por la cual constituye la más antigua de las tradiciones religiosas actualmente existentes. A diferencia de otras tradiciones religiosas, el hinduismo no tiene un único texto o libro sagrado. La literatura sagrada hinduista reúne todo un conjunto de textos, redactados a lo largo de muchos siglos, y que varían tanto con respecto a la forma como a la propia temática. Entre las obras sagradas más importantes encontramos los libros de los Veda, los Upanishad, el Brahmana y los Aranyaka. Comprende también un conjunto de textos que tienen una autoría humana, pero bajo inspiración divina. Estos textos suelen ser los más conocidos en el mundo occidental, con un gran valor literario, como el Mahabharata (que incluye el poema llamado Bhagavad Gita, considerado la síntesis de la mística hindú), el Ramayana y los Purana. La tradición hindú se puede comprender como una manera de vida que intenta poner en el centro de atención el deber supremo del hombre de alcanzar la plenitud. La enseñanza de una realidad única (Brahma) ha sido uno de los puntos primordiales de la tradición hin- duista desde los tiempos de los Veda hasta hoy. 13 Esta enseñanza se basa en la idea de que la condición humana no sólo está intrínsecamente relacionada con su entorno natural, sino que también tiene la potencialidad de trascender el orden natural. El principio espiritual que hay en todo ser vivo (atman) es una huella del Brahma omnipresente. El yo humano tiene que reconocer este princi- pio espiritual y orientarse hacia la liberación. Este sentido de unidad es la raíz de la no-violencia y genera valores como la reconciliación y la compasión. Al mismo tiempo, una sociedad que parte de la creencia de que hay una única realidad fundamental no puede inclinarse hacia las posesio- nes mundanas ni hacia los placeres temporales. Tiene que potenciar los puentes de diálogo y de entendimiento entre culturas, pueblos y religiones. Basándose en estos principios, la tradición hinduista ofrece un có- digo de comportamiento complejo, que apunta hacia el crecimiento interior del individuo orientado hacia su liberación y posterior unión con el absoluto. Su código ético se resume en las veinte prohibiciones (yamas) y observancias (niyamas) ya presentes en los libros de los Veda y glosadas a lo largo de toda la literatura sagrada hinduista. Constitu- yen la base del comportamiento de todos los miembros de la sociedad (incluidos los no hindúes) y la base para todos aquéllos que quieren llegar a la liberación interior. La tradición hinduista subraya la generosidad o dana como uno de los actos que ayudan al creyente a alcanzar una plenitud y que con- tribuyen a la mejora de la sociedad y al progreso material y espiritual del prójimo. El pensamiento de Mahatma Gandhi influyó en la com- prensión de este concepto en el contexto del mundo contemporáneo, al subrayar su importancia como contribución generosa por parte del creyente hinduista al bienestar de su prójimo y de la sociedad en ge- neral, ya sea mediante la ayuda a las personas más necesitadas, con la 14 donación de bienes materiales o con la dedicación del propio tiempo y esfuerzo a la consecución de un bien común para la sociedad en el ámbito de la educación, la salud y el desarrollo integral de los núcleos humanos. La doctrina y la práctica de la no-violencia (ahimsa) es otro con- cepto hindú desarrollado por Gandhi con una notable repercusión social. Según este principio, aquello que une es más fuerte que aquello que separa, porque todo proviene de Brahma, todo está sostenido por Brahma y todo vuelve a Brahma. Gandhi se inspiró en este principio de la no-violencia con vistas a alcanzar la independencia de la India del colonialismo británico. 3.2.2. Tradición budista El budismo presenta también una gran heterogeneidad con respecto a su implantación en Cataluña. Nació en el contexto filosófico y cultu- ral del hinduismo en el subcontinente indio en el siglo VI aC, en torno a la figura y las enseñanzas de Siddharta Gautama, conocido como el Iluminado o Buda, quien predicó durante aproximadamente cuarenta y cinco años de existencia con sus palabras y su ejemplo. Buda proponía un camino de liberación más allá de los sacrificios y rituales, que se centraba en el crecimiento interior y el despojo de las cosas materiales y los deseos, entendidos como fuente de padecimiento. La doctrina de Buda no se pronunció nunca sobre la existencia o no de las divinidades, y no cae en la especulación filosófica. El conjunto de sus prédicas, recogidas en la obra denominada Tripitaka, insiste en el seguimiento de cinco preceptos fundamentales que orientan a los fieles en la vida cotidiana, con la obligación de abstenerse de privar a los seres vivientes de la vida, de tomar cosas que no son propias, de cualquier tipo de actividad sexual incorrecta, de decir mentiras y de tomar productos que puedan intoxicar el propio cuerpo. 15 A lo largo del desarrollo histórico del budismo mediante diversas ra- mas y en regiones geográficas diferentes, el pensamiento budista ha ido experimentando una síntesis con diversas tradiciones religiosas de Asia. En el budismo, la virtud fundamental es la compasión (karuna). Me- diante una profundización de la conciencia, se alcanza la aceptación y, mediante la aceptación, se alcanza la generosidad de espíritu y la energía necesaria para realizar la obra que la compasión exige a cada ser huma- no. Este valor budista también fue adquiriendo un cariz social, donde la generosidad y el interés por el otro asumen una gran importancia. El principio del dana o generosidad ocupa un lugar preeminente, como una de las diez prácticas necesarias para conseguir la iluminación, junto con el servicio a los otros y el trato justo de las personas. Todo eso contribuye a la consecución del ideal budista del bienestar social. La aportación de los creyentes budistas a favor de una sociedad más justa se hace particularmente evidente con el movimiento denominado budismo comprometido, que promulga el crecimiento interior de los fieles y pone el acento en las prácticas de compasión y de generosidad hacia los otros mediante la educación, la ayuda material y el cuidado del medio ambiente. 3.2.3. Tradición taoísta Aunque poco institucionalizadoy extendido sobre todo en el ámbito privado, el taoísmo se encuentra también presente entre las tradiciones religiosas implantadas en Cataluña, particularmente entre la población de origen chino. Constituye una de las tres vías de la tradición religiosa china, junto con el confucianismo y el budismo. Este sistema filosófico nació en la China en torno al siglo IV aC y se basa en la obra del sabio Lao Tse denominada Daodejing («el libro del camino y su virtud»). El pensamiento taoísta, que ha vivido una rica evolución, se centra en la naturaleza, en la relación armoniosa entre la 16 humanidad y el cosmos, y en la consecución de la salud y la longevidad mediante la purificación interior y exterior. La ética taoísta pone el énfasis en la relación entre el obrar moralmente recto y el bienestar físico y espiritual de la persona. La virtud va ligada a la longevidad, razón por la cual los maestros taoístas son vistos como personas que han perfeccionado las cualidades morales y disfrutan de una vida larga. El comportamiento ético del taoísta va ligado a las llamadas tres joyas del Dao, que son la moderación, la compasión y la humildad, y que fundamentan una ética social que implica la eliminación de los deseos egoístas y la consecución de la armonía, particularmente con el entorno natural. La tradición taoísta ha contribuido particularmente al desarrollo de la sensibilidad ecologista y feminista, y ha dado un valor especial a la figura femenina como elemento clave del crecimiento humano y espiritual. 3.2.4. Tradición judía La historia de la cultura occidental y, en concreto, de la cultura cata- lana está ligada al desarrollo del judaísmo. A diferencia de lo que sucede con otras tradiciones religiosas, que ahora empiezan a formar parte de nuestro mundo cultural, el judaísmo no solamente está desde siempre, sino que ha contribuido notablemente a forjar nuestra historia. En este sentido, podemos decir que el judaísmo es una forma de vida donde no se manifiesta una división entre la esfera religiosa y la personal. El judaísmo presenta diversas tendencias, que se suelen llamar ortodo- xas, conservadoras y reformadas. Las tres encuentran sus raíces en la figura de Abraham (hacia el año 2000 aC), padre del pueblo judío, y Moisés (hacia el año 1200 aC), receptor y transmisor de la ley judía. La tradición judía da un particular relieve a la Torá como ley escrita, y a la Mishná y el Talmud como recopilaciones de la tradición oral. De la Torá y el Talmud se derivan un total de seiscientos trece preceptos (mit- 17 zvot), que son los que todo judío ortodoxo tiene que cumplir en su vida de cada día. La interpretación de estas escrituras dentro del mundo judío es, sin embargo, diversa y plural, y ha acompañado al pueblo judío en su vida de diáspora durante muchos siglos. Sin embargo, siempre ha tenido un carácter profundamente ético. En el judaísmo se afirma que a todo ser humano le es inherente una dignidad inalienable, con la convicción de que Dios quiere que los seres humanos participen de su obra en la medida en que están dotados de la semblanza en Dios, que los impele a preocuparse por el bienestar de los otros, pero con la libertad de poder responder o no a este llamamiento a la corresponsabilidad. Dentro del judaísmo, toda persona simboliza a Dios y por eso merece nuestro amor y nuestra consideración. De aquí surge el compromiso y el deber de dar a las personas la opor- tunidad de desarrollar su humanidad mediante el respeto, el honor, las facilidades para la educación, el disfrute del tiempo libre, la oportunidad de trabajar y de recibir una compensación, de adquirir una propiedad, de fundar una familia y de muchas otras cosas. La aportación del judaísmo en el ámbito social se puede encontrar en la estructuración histórica de las comunidades judías en torno al ejercicio de la caridad (tzedaká), que, a causa de la situación de diáspora de mu- chas comunidades, ha llevado a una estrecha relación entre judíos ricos y pobres. El respeto y la ayuda a los más pobres se entiende, no solamen- te como un ejercicio paliativo con vistas a promover la independencia económica de los más necesitados, sino también como la necesidad de profundizar en un espíritu compasivo, generoso e inspirado en la solida- ridad comunitaria. Este espíritu motivó la creación de diversas iniciativas sociales, como orfanatos, hospitales y centros educativos. Al mismo tiem- po inspiró la cohesión social, que ha permitido a muchas comunidades judías, como los Hassidim, sobrevivir a situaciones de persecución y de pobreza. 18 Aunque los prejuicios históricos y diversas tendencias ideológicas construyeron una imagen del pueblo judío asociado a la codicia, buena parte del pueblo judío se ha visto sometido históricamente a las perse- cuciones, la discriminación y la segregación. Esto hace que su presencia pública sea de una suma discreción, y que su acción social pase a menudo desapercibida. Sin embargo, su aportación al desarrollo social y a diver- sas áreas de la cultura queda como testimonio notable de una tradición religiosa muy coherente con sus raíces. Más allá de su desarrollo histórico concreto, sin embargo, el valor de su aportación radica en el estableci- miento de los principios de la dignidad de la persona, principios que han influido de forma muy significativa en la construcción de las sociedades abiertas. 3.2.5. Tradición cristiana El cristianismo es la tradición religiosa históricamente más arraigada en el continente europeo y, en concreto, en las tierras catalanas. La historia de Cataluña se ha visto impregnada e influenciada por esta tradición religiosa hasta el punto de que su geografía, su arte y su literatura evolucionan muy próximas al desarrollo cultural del cristianismo. El cristianismo nace en torno a la figura histórica de Jesús de Nazaret y sus discípulos, que vivieron y murieron a inicios del siglo I. Las enseñanzas de Jesús, así como su vida y su significado, se encuentran recogidas en los cuatro Evangelios, que, junto con los textos que comentan la experiencia y la historia de los primeros cristianos, conforman el Nuevo Testamento. A lo largo de su expansión geográfica y temporal, el cristianismo ha conocido diversas divisiones debidas a diferencias doctrinales, culturales y/o políticas. Encontramos así el conjunto de las diversas iglesias orienta- les (las iglesias ortodoxas), las diversas confesiones protestantes y la Iglesia católica. Todas ellas están representadas en el territorio catalán mediante creyentes pertenecientes a las comunidades cristianas específicas. 19 Para el cristianismo, el hecho de vivir una vida buena o de hacer el bien no es simplemente una manera de ganarse la aprobación divina. Uno de los principios primordiales del cristianismo es que Dios ama a las personas de forma incondicional, tal y como son. Este amor de Dios (agapé) se ma- nifiesta y demuestra mediante la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, que los cristianos confiesan como hijo de Dios, enviado al mundo como ejemplo y como redentor. La vida, muerte y resurrección de Jesús sobrepasa la condición humana que, según la tradición cristiana, había caído de la condición de relación armoniosa con Dios al estado de pecado de alejamiento de Dios y de ig- norancia. Una vez los seres humanos reconocen el amor que Dios les tiene, pueden responder con gratitud y entonces obrar según la voluntad de Dios, que se manifiesta en sus mandamientos (comunes con la tradición judía) y en la doctrina y el ejemplo de Jesús. Esta experiencia del amor de Dios en sus vidas impele a los cristianos a amar a Dios y al prójimo y a rea- lizar obras de caridad que ponen de manifiesto tanto la virtud del cristiano como el don divino que obra en todo creyente. La importancia del reconocimiento personal del amor de Dios se ma- nifiesta de maneras diferentes en las diversas confesiones cristianas. Al- gunas ponen el acento en la comprensiónpersonal de la palabra de Dios (la Biblia, y en particular el Nuevo Testamento, como pasa en muchas confesiones protestantes), mientras que otras ponen el acento en la guía de la tradición de la Iglesia a lo largo de la historia, como pasa en la Iglesia católica y las iglesias orientales. En esencia, sin embargo, todas las con- fesiones cristianas aceptan el principio de amar al prójimo como a uno mismo, y que este amor no es fruto de un esfuerzo personal, sino de un don que viene de Dios. El cristianismo oriental, que se desarrolló particularmente en muchos países del Oriente Medio y en Europa del Este, subraya de forma particu- lar el aspecto litúrgico de la vida del cristiano como modelo del ideal de 20 vida sobrenatural de todo creyente que, a la vez, transforma este mundo. La tarea educativa y caritativa llevada a cabo por los monasterios y las ins- tituciones ortodoxas, así como su aportación al desarrollo del arte, son un ejemplo claro de la contribución de esta tradición cristiana en el ámbito social. El catolicismo, la tradición cristiana que ha conocido una expansión más significativa, subraya la importancia tanto de la vida sacramental (es decir, la participación en la celebración de los sacramentos) como de la conducta moral del creyente que se manifiesta en las buenas obras y en la acción social a favor de una sociedad más justa. El desarrollo de diversas órdenes religiosas y de numerosas iniciativas sociales es testimonio de la implicación social de esta rama del cristianismo. El protestantismo, que se desarrolla a partir del siglo XVI en torno a Martín Lutero (1483-1546), Juan Calvino (1509-1564) y Ulrich Zwingli (1484-1531), constituye la tendencia más plural de la tradición cristiana. A partir del primer protestantismo se desarrollaron diversas tendencias que subrayan aspectos diversos de la vida del cristiano, como la centrali- dad de la Biblia y de la vida interior y moral. A lo largo de la historia del protestantismo abundan los ejemplos de iniciativas de carácter social. El protestantismo radical o anabaptismo subraya la importancia de la vida comunitaria y la solidaridad que comporta como elementos esenciales de la vida del cristiano. John Wesley (1703-1791) y el metodismo proponen una reforma social basada en acciones sociales, entre las cuales encontra- mos las raíces del movimiento para la abolición de la esclavitud. La acción social llevada a cabo por el Ejército de Salvación, fundado por William Booth (1829-1912), busca ofrecer una respuesta concreta a la pobreza y a la ignorancia. En general, hay que recordar la contribución del protestan- tismo a favor de la alfabetización y de la educación, así como la promoción de una ética del trabajo basada en la austeridad y el uso equilibrado de los bienes materiales. 21 3.2.6. Tradición islámica La presencia de comunidades islámicas en el territorio catalán es hoy muy significativa e incluye a personas de procedencias muy diversas, así como son diversas las características de los musulmanes por todo el mundo. La presencia de los creyentes de esta tradición religiosa empezó a hacerse patente hacia los años sesenta y no ha dejado de crecer, por lo que hoy inspira a diversas entidades y grupos a menudo muy activos en la vida social y económica. El islam surge en torno a la figura de Muhammad, que nació hacia el año 570 dC en la Meca y que transmitió las revelaciones divinas que recibió mediante el ángel Gabriel, centradas en la sumisión a un único dios, Alá, en oposición a la tradición politeísta propia de las tri- bus árabes de la época. Al mismo tiempo, Muhammad constituyó una comunidad de creyentes, la umma, con una clara orientación social que cambió el poder de las oligarquías locales de su tiempo. Así, el islam y la fe islámica se convirtieron en una religión y en una civilización, y también en una comunidad, la umma, con vocación de convertirse en universal. Su influencia cultural y religiosa hoy es evidente, y constituye la segunda religión en número de fieles en el mundo, entre los que un 20% son de origen árabe. El texto primordial y primera fuente de enseñanza e inspiración del islam es el Corán, considerado como la revelación que llega al profeta Muhammad gradualmente. La segunda fuente textual (ciencia del ha- diz) es la tradición recogida y transmitida por compañeros y compa- ñeras de Muhammad, que fueron testimonios de dichos y hechos del profeta y que pusieron por escrito. Según el islam, el orden cósmico que rige el universo es la sharia o ley divina. Pero este concepto de ley divina no se puede confundir con las normas y leyes humanas inspiradas en las diversas escuelas tradicio- nales de jurisprudencia islámica (fiqh). 22 Detrás de esta diversidad, la ética islámica presenta unos principios comunes fundamentados en el Corán, donde la exhortación a obrar con justicia (adl, qist, mizan) toma un relieve particular. El principio del diezmo (zakat) y la práctica de la generosidad se encuentran en la base de la proyección social de la tradición islámica en tanto que acción que trasciende la obligación religiosa personal y contribuye al bienestar social de la comunidad de fieles y no fieles. El interés por el bienestar social también se fue traduciendo en la lucha contra la esclavitud, la pobreza y la ignorancia, como se refleja en las iniciativas sociales de la historia de la civilización islámica. A lo largo de la expansión del islam, sin embargo, este principio se vio a menudo debilitado a favor de la defensa de la autoridad y su legitimación. Sin embargo, la práctica de la justicia social y de la solidaridad se mantuvo en las capas populares, como en las numerosas cofradías sufís extendi- das por todos los países islámicos. A partir del siglo XIX, diversos intelectuales y activistas musulmanes volvieron a subrayar la importancia de la justicia y de la acción social y propusieron reformas sociales sustanciales en sus países de origen. Estos movimientos de renovación fueron dando pie a numerosas iniciativas culturales y sociales independientes o de carácter político que contri- buyen al capital social tanto de los países de mayoría islámica como de los países con presencia de inmigrantes provenientes del mundo islámi- co. La acción de estas iniciativas también llega a los grupos islámicos extendidos en los países sin una tradición islámica histórica, como los grupos de inmigrantes. 3.2.7. Tradición sikh La presencia de la tradición religiosa de los sikhs en Cataluña es muy reciente y tiene lugar como consecuencia de la llegada de inmigrantes procedentes del norte de la India. El término sikh significa ‘alumno’, 23 ‘aprendiz’. De hecho, los sikhs son discípulos del gurú Nanak Dev Ji, fundador de la corriente religiosa que apareció en la región india del Pan- jab en el siglo XV. La doctrina de los sikhs fue fijada por un conjunto de diez profetas o gurús, que vivieron entre el siglo XV y comienzos del siglo XVIII, entre los cuales destaca el gurú Nanak Dev Ji (1469-1539), considerado el fun- dador de la religión sikh. Educado en la tradición hinduista en el actual Pakistán, y testigo de las tensiones existentes entre hinduistas y musulma- nes en su región, vivió una profunda experiencia espiritual donde recibió la revelación divina del único Dios, denominada Mul Mantar. Así, Nanak Dev Ji inició la tarea de difusión del mensaje que recibió de Dios, y du- rante catorce años viajó por buena parte de Asia, desde Sri Lanka hasta el Tíbet, y desde la Meca hasta Dakka, sin encontrar grandes enemigos. Por eso, sus seguidores dicen de él que ha sido el único profeta de la historia que no ha tenido que hacer frente a ningún tipo de oposición violenta. Nanak fue sucedido por diez gurús, que fueron definiendo y propagando la religión sikh. Los sikhs creen que los diez gurús estaban inspirados por un mismo espíritu de origen divino, llamado Shabad Guru. Después de la muerte del último gurú el año 1708,la referencia de autoridad suprema la constituye el Gurú Granth Sahib, el libro sagrado de los sikhs, considerado también como un gurú (‘guía’) eterno e infalible de la comunidad sikh. Constituye básicamente un conjunto de himnos y pregarias, obra de los diez gurús. Este texto sagrado no es únicamente de carácter doctrinal, sino que también es una guía de meditación: según la creencia de los sikhs, la repetición de los versos escritos en este estilo pro- duce una vibración que introduce a los fieles en el estado de meditación. La fe de los sikhs se basa en la creencia en un dios único, creador de todo aquello que existe en el universo. Este dios puede ser designado con una infinidad de nombres, los más frecuentes de los cuales son Waheguru (‘sabiduría indescriptible’) y Sanam (‘identidad verdadera’). Es también 24 un dios sin imagen posible, porque los sikhs niegan la posibilidad de que el hombre pueda conocer y representar la fisonomía divina. Consideran la existencia humana como último estadio de un ciclo de reencarnacio- nes, del cual el creyente se puede liberar comportándose de una manera correcta mediante el Jiwan Mukta o ‘unión con Dios’. Creen que se pue- de alcanzar la unión con Dios en una sola vida, independientemente de cómo haya sido el comportamiento durante las vidas anteriores, siempre que se observe un comportamiento adecuado a la doctrina sikh. Este comportamiento correcto constituye la base de los principios éti- cos del sikhismo, que se pueden resumir en tres. En primer lugar, hace falta que el individuo abandone su ego y centre todos sus pensamientos en Dios (Naam Japna), de manera tal que las virtudes divinas acaben re- flejándose en su propio comportamiento. En segundo lugar, debe seguir las prácticas religiosas propias de la tradición sikh, que se comporte de una manera honrada (Dharam di Kirat Karni) y que insista en la nece- sidad de realizar un trabajo lícito con vistas a ganarse la subsistencia. En último lugar, tiene que adoptar una buena conducta, respetuosa con las normas establecidas por el Gurú Granth Sahib. En este sentido, hay que remarcar que el sikhismo ve el mundo ma- terial no como una ilusión a la que hay que prestar la menor atención posible, sino como algo real, donde también es posible captar la presencia de Dios y obrar según sus preceptos. Así, el sikhismo sostiene que todas las personas forman parte de una comunidad universal (Vand Ke Chakna), razón por la cual tienen la obligación de compartir los frutos de su trabajo con los otros, particularmente con aquéllos que se encuentran más nece- sitados. Esta voluntad se manifiesta particularmente cediendo el diez por ciento de los ingresos propios a la comunidad, y mediante la práctica del langar, o elaboración comunitaria de una comida que posteriormente con- sume no sólo la comunidad reunida, sino también todo aquél que quiera añadirse, independientemente de su religión, origen o condición social. 25 Este principio de igualdad ha promovido a lo largo de la historia del sikhismo una filosofía igualitaria. En el origen, fue pionero en la libera- ción de las viudas de la culpabilización por la defunción del marido. En la actualidad, la igualdad se manifiesta en el trato igualitario entre hom- bres y mujeres (ambos pueden llegar a ejercer las funciones religiosas) y el rechazo de todo tipo de castas o discriminación por motivos de raza o de clases sociales. También se refleja en las pregarias que los sikhs dirigen diariamente, no solamente a la comunidad propia sino a todo el mundo, independientemente de su pertenencia religiosa. Actualmente se calcula que el número de sikhs bordea los veintisiete millones de fieles, la mayoría de los cuales viven en el estado del Panjab en la India. La presencia de comunidades sikhs por todo el mundo se caracteriza por su carácter comunitario y socialmente activo. 3.2.8. Tradición bahá’í La Fe bahá’í es una religión que nace en Persia en el siglo XIX, funda- da por Mírzá Husayn ‘Ali Nuri (1817-1892), conocido por sus seguido- res como Bahá’u’lláh (‘la gloria de Dios’), considerado el último mensa- jero o profeta. Contrariamente a otras religiones que defienden la propia fe como única religión verdadera, los miembros de la Fe bahá’í subrayan en cambio la unidad básica de todas las religiones, al afirmar que es el hombre quien, a lo largo de la historia, ha dado a Dios nombres diferen- tes. Así, los bahá’ís reconocen como profetas o manifestaciones de Dios tanto a Abraham y Moisés como a Buda, Zoroastro, Jesús o Muhammad. La historia de la religión bahá’í está ligada a un movimiento prece- dente, el babismo, nacido en Persia en torno a Mírzá Ali Muhammad (1819-1850), más conocido con el sobrenombre de Báb (‘la puerta’), que se proclamó encargado de preparar la llegada del próximo mensajero de Dios. A causa de ello, él y sus seguidores fueron perseguidos por parte del clero musulmán dominante en Persia, hasta que finalmente lo ejecutaron 26 públicamente. Bahá’u’lláh, que provenía de una acomodada familia de Teherán, se hizo seguidor del movimiento babí el año 1844 y se dedicó al servicio de los pobres. Fue arrestado y desterrado en Bagdad junto con su esposa y sus tres hijos. Durante el exilio empezó a vivir una profunda experiencia espiritual, hasta el punto de que, el año 1863, proclamó que él era la manifestación de Dios que había sido anunciado por el Báb. A partir de este momento se dedicó a la difusión de la Fe bahá’í, y escribió el libro de las leyes bahá’ís, denominado Kitáb-i-Aqdas o ‘Libro más sagrado’. En el momento de su muerte había aproximadamente cincuenta mil bahá’ís en diversos países del Oriente Medio. Antes de morir, Bahá’u’lláh nombró a su hijo mayor, Abbas Effendi (1844-1921), sucesor, considerado por muchos como intérprete autorizado de la doctrina de su padre y propaga- dor de la Fe bahá’í a Europa y América. Además de las prácticas religiosas propias de esta tradición, la ética bahá’í promueve el esfuerzo personal en bien del servicio de los otros y afirma que las obras en bien de la huma- nidad tienen el mismo valor que la pregaria y la alabanza ante Dios. De aquí el compromiso de los fieles bahá’ís en el desarrollo social de los pue- blos, mediante la creación de escuelas, de clínicas y centros de formación agrícola. El año 1983, este compromiso social se vio aumentado cuando la Casa Universal de Justicia Bahá’í (institución legislativa suprema del movimiento) animó a los fieles a promover iniciativas coherentes con su fe con vistas a favorecer el desarrollo social y económico de las regiones donde estaban. Eso hizo que, el año 1987, se pasará de 129 a 1.482 orga- nizaciones altruistas bahá’ís reconocidas, número que crece todavía hoy. Actualmente, la Fe bahá’í cuenta con más de cinco millones de segui- dores en más de doscientos treinta países de todos los continentes, con un fuerte compromiso de carácter social. Están presentes en Cataluña desde hace unos sesenta años, con centros administrativos en Girona, Barcelona, Terrassa, Reus y Tarragona. Los recursos limitados de la co- 27 munidad bahá’í de Cataluña no han sido un impedimento para que estos últimos años se emprendan diferentes acciones sociales destinadas a todo el mundo. En coherencia con sus creencias, los bahá’ís trabajan al mismo tiempo en la transformación de la persona y la mejora de la sociedad. Con diferentes programas globales desarrollados en barrios y dirigidos tanto a adultos como a niños y jóvenes, los bahá’ís trabajan en la capacitación para la transformación social y personal, con la promoción de conoci- mientos y habilidades sociales, y en el desarrollo del entendimiento de la realidad espiritual. Así, pueden actuar como recursos humanos eficaces para la transformación personal y social. Este aprendizaje continuo y co- lectivo toma la forma de círculos de estudio interactivos que desembocan en acciones concretas a pequeña escala de servicio comunitario en dife-rentes localidades de Cataluña. 28 4. LA EXPLICITACIÓN DE LA APORTACIÓN SOCIAL DE LAS TRADICIONES RELIGIOSAS La presentación que hemos ofrecido del valor de las principales tra- diciones religiosas como capital social permite comprender mejor los principios y valores que sostiene y promueve cada religión. Estos va- lores se hacen todavía más explícitos a partir de los siete ámbitos que especificamos a continuación: el cultural, el económico, el educativo, la salud, la inmigración, el diálogo ecuménico e interreligioso, y el ámbito espiritual. 4.1. Ámbito de las artes Todas las tradiciones religiosas están ligadas a una cultura específica y a un momento histórico determinado, y adquieren así un carácter inma- nente que se manifiesta en diversos aspectos de las artes, como la literatu- ra, la arquitectura, el arte y la música. La literatura religiosa tiene un carácter narrativo que pretende explicar el sentido de las cosas de acuerdo con los principios trascendentes de cada religión, pero en un lenguaje accesible. De aquí que las grandes obras de la literatura religiosa (como por ejemplo la Biblia, el Corán o el Bhagavad Gita, entre otros) constituyan un legado literario que supera su significa- do religioso y que ha ido penetrando las diversas culturas hasta el punto de constituir referentes que, a veces, afectan directamente a la manera como una cultura se expresa. Las narraciones de las grandes tradiciones religiosas han marcado también el desarrollo de la literatura y la lengua de los pueblos, y han ofrecido los esquemas de narraciones que, con el tiempo, se han convertido en formas de entender la naturaleza humana en su riqueza y complejidad. La aportación de la literatura religiosa, pues, supera el carácter pedagógico de sus orígenes para convertirse en una ex- presión de la capacidad humana de dar sentido a la propia existencia, 29 para constituir un instrumento de la posibilidad humana de expresarse mediante las palabras y las narraciones. Los espacios religiosos y la representación artística también forman parte de la aportación cultural de las diversas tradiciones religiosas. A lo largo de la historia, las religiones han utilizado la arquitectura y el arte para proporcionar una atmósfera propicia para el culto y para representar las realidades trascendentes propias de cada religión. Dentro de cada reli- gión, la arquitectura y el arte adquieren también una carácter pedagógico, ya que pretenden transmitir formas particulares de entender tanto al ser humano como su relación con el trascendente. Gracias al patrocinio de las instituciones religiosas a lo largo de la historia, el arte y la arquitectura han podido llegar a un desarrollo sublime, y han atraído la admiración incluso de aquéllos que no se adhieren a ninguna confesión. En este sen- tido, el arte y la arquitectura constituyen un recordatorio de la capacidad humana de representar y recrear su entorno, de crear objetos llenos de belleza y de representar realidades con significados que van más allá de la pura descripción y/o imitación. Constituyen así memoriales históricos de la cultura religiosa y de la capacidad humana de ordenar y embellecer su entorno. La aportación cultural de las diversas tradiciones religiosas también se hace patente mediante la música. La música ha formado una parte primordial de los actos de culto de las diversas religiones y ha acompa- ñado las celebraciones litúrgicas tanto en la vertiente vocal como en la instrumental. El bagaje de la música religiosa se extiende también a los momentos más importantes de la vida humana, como los nacimientos, las bodas y la muerte. A menudo estas tradiciones musicales han integra- do y se han visto influídas por ritmos y formas populares que, con el paso del tiempo, han adquirido un carácter no confesional y han dado pie a melodías y cantos que hoy reconocemos como parte del legado cultural de la humanidad, más allá de la tradición religiosa de la que provienen. 30 Como otras dimensiones de la creatividad humana, la música es un intento de expresión de sentimientos y realidades que van más allá de las realidades racionales. Intenta glosar el sentido de las cosas supe- rando su significado práctico, de manera que crea una atmósfera que penetra los sentidos y mueve los sentimientos. En el caso de la música religiosa, las melodías y los cantos nos recuerdan la posibilidad huma- na de ir más allá de los asuntos cotidianos y superar el ámbito de la confesionalidad. Al mismo tiempo, la música de las diversas religiones construye un puente para introducirnos en los sentimientos propios, no sólo de una religión específica, sino también de una cultura parti- cular. Sea en su manifestación literaria, plástica y/o musical, las diversas tra- diciones religiosas han aportado y aportan un acercamiento a la realidad que va más allá de su valor histórico, capaz de elevar los sentidos y el in- telecto humanos por encima de sus límites perceptibles con la aportación de espacios, imágenes y sonidos que nos recuerdan la riqueza creativa del ser humano dentro de un ámbito que invita al orden y a la educación de los sentimientos. 4.2. Ámbito económico La relación de las diversas tradiciones religiosas con el ámbito econó- mico es polivalente. Por un lado, para la gran mayoría de las religiones, los bienes materiales representan un obstáculo, ya que a menudo distraen a los creyentes del horizonte trascendente hacia el que apuntan sus idea- les. Por otra parte, la condición humana y sus necesidades contingentes implican un uso mesurado de los recursos materiales con vistas a poder sobrevivir y poder desarrollar los ideales de sociedad y comunidad inhe- rentes a cada tradición religiosa. Todas las religiones coinciden, sin embargo, en un uso moderado de los bienes materiales y en la convicción de que, sin unos medios mínimos 31 para la supervivencia material, la consecución de los valores que propo- nen resulta inviable. A partir de este principio, y de acuerdo con el contexto cultural en el que se ha desarrollado cada religión, las religiones animan a sus creyentes a promover una economía solidaria que vela por la supervivencia de los más desfavorecidos, y donde las ganancias materiales de los unos redun- dan en bien de la subsistencia de los otros. Al mismo tiempo, las religiones insisten en la compartición de los bienes materiales como ejercicio interior que educa a la persona en el cuidado del prójimo y le ayuda a utilizar los recursos económicos con medida, de manera que se establece una corresponsabilidad. Estos principios se han explicitado dentro de las diversas tradiciones religiosas de forma plural y con variantes a lo largo de la historia, pero en su conjunto han ido generando una ética económica de comunión y una valoración progresiva del trabajo como parte de la aportación de los creyentes a la sociedad y como didáctica del uso moderado de los ingre- sos, donde las ganancias materiales se encuentran sometidas a los valores humanos y espirituales. Los principios económicos que presenta la tradición hinduista han su- frido diversas variaciones durante el largo recorrido de esta religión, pero en general la visión de los hinduistas sobre la economía y el poder eco- nómico se ha centrado en una economía comunitaria muy específica. La base económica del hinduismo contemporáneo la desarrolló sobre todo Mahatma Gandhi en torno al principio del swaraj o autosuficiencia, en oposición al consumismo y la discriminación de clases presente en algu- nas regiones de la India. Este principio también se aplica a la innovación tecnológica humanizadora y a la oposición a la tecnocracia. En esta línea, para la tradición budista en general, el deseo humano de poseer y dominar constituye un obstáculo para la consecución de un uso moderado de las cosas materiales. Mientras se acepta esta dimensión de la 32 naturaleza humana, el budismo subraya también la capacidad humana deanhelar un crecimiento personal que va más allá de los bienes materiales y que impele a actuar con bondad. El conocimiento de uno mismo y del valor real de las cosas materiales, que se obtiene mediante la disciplina y los actos de generosidad, adquiere un valor primordial. El reto radica, pues, en la armonización de los intereses y deseos propios con el bien de la sociedad a partir de la compasión y los actos de generosidad. Esta perspectiva conlleva una comprensión de la economía, no como abun- dancia de bienes materiales o como sumisión a las leyes de la oferta y la demanda, sino como uso moderado de los bienes a favor de un bienestar sobrio y equilibrado que vele por el bien de las comunidades humanas y del entorno natural. Según la perspectiva taoísta, que sigue el principio de la «no acción» (wu wei), la acción económica responde, no a la gestión del Estado en sí mismo, sino a la libertad individual que busca la armonía entre el mundo espiritual y el mundo material. La responsabilidad del Estado en relación con la gestión económica radica en la formulación y aplicación de leyes que hagan desaparecer la corrupción y la inmoralidad, con el objetivo de promover una mayor responsabilidad por parte del ciudadano a favor de una armonía entre los mercados y la búsqueda de la felicidad. Se trata de una perspectiva económica que va acompañada de una vida simple y armoniosa. La Torá, el libro sagrado del judaísmo, ofrece numerosas prescripcio- nes relacionadas con la ética económica, entre las que destaca la celebra- ción del Año Jubilar como hito temporal para el perdón de las deudas y la redistribución de los recursos materiales. También encontramos una valo- ración del trabajo como forma de subsistencia. La tradición judía no pre- senta ninguna prohibición con respecto a la acumulación de bienes, pero sí que subraya el deber de asistir a los más necesitados y la responsabilidad de los más ricos de ayudar con sus recursos a las comunidades a las que 33 pertenecen. En este sentido, a lo largo de su historia, el judaísmo ha de- sarrollado una rica reflexión sobre la convivencia, la relación responsable entre ricos y pobres y la necesidad de promover la capacitación individual para encontrar los medios de subsistencia. Esta dimensión comunitaria ha encontrado su expresión más característica en el comunitarismo (ki- butz), que se impuso con motivo de la creación del Estado de Israel, con la idea de alcanzar un desarrollo cooperativista. Aunque su inspiración formal es de carácter secular, los kibutz más importantes hoy en Israel son de carácter religioso. El cristianismo es la religión que ha tenido más relación con el desa- rrollo de los sistemas económicos contemporáneos, no porque la doctrina de sus diversas tradiciones lo favorezcan explícitamente, sino porque el desarrollo de estos sistemas se ha efectuado en un contexto culturalmen- te cristiano. Aun así, hoy en día las diversas tendencias del cristianismo coinciden en la valoración del uso mesurado de los capitales, la responsa- bilidad hacia los más necesitados y la necesidad de un desarrollo econó- mico de acuerdo con los principios éticos. La tradición ortodoxa no propone una doctrina económica específica ya que considera la realidad humana a la luz de su vocación trascendente y sobrenatural. Aun así, no han faltado autores ortodoxos que han pro- puesto los principios basilares del acercamiento ortodoxo a la economía, como el teólogo ruso Sergei Bulgakov (1871-1944), que subraya que ni el sistema comunista ni el capitalista satisfacen la vocación humana de trascendencia, y que únicamente un verdadero crecimiento espiritual es capaz de llevar al ser humano hacia un uso razonable de los bienes mate- riales a favor del crecimiento humano y espiritual. La tradición católica ha desarrollado, dentro de su doctrina social, una actitud parecida, pero acentuando el papel activo por parte del católico con respecto a la lucha por la justicia social y por una ética económica centrada en las personas y no en el capital, y ha insistido en la correspon- 34 sabilidad humana en la distribución justa de las oportunidades y de las ri- quezas. En este contexto, las iniciativas solidarias católicas son abundan- tes, y la propuesta de sistemas económicos alternativos no faltan, como la llamada economía de comunión, que plantea un crecimiento económico basado en iniciativas emprendedoras marcadas por una justa distribución de los ingresos y una retribución ecuánime del trabajo. Históricamente, el protestantismo ha defendido una ética del trabajo y de sobriedad como testimonio de la fe propia de cada creyente, principios que han dado pie a diversas aproximaciones a la economía según las di- versas confesiones protestantes. Toma un particular relieve el movimiento llamado Social Gospel (‘evangelio social’), que se desarrolló en el ámbito anglosajón a lo largo del siglo XX y que pone el acento no sólo en la lucha contra la pobreza, sino también en la defensa proactiva de los derechos civiles y la reforma social. Este espíritu perdura en muchas comunidades protestantes mediante su acción a favor de la justicia y de un desarrollo económico basado en la responsabilidad individual y social. Este movi- miento es también la consecuencia histórica de diversas iniciativas que, a lo largo de la historia del protestantismo, han puesto el acento en la importancia de la acción social del cristiano, como afirma todavía hoy el metodismo. El protestantismo anabaptista, y en particular las confesiones menonitas, promueven con el ejemplo de sus comunidades un desarrollo económico equitativo y comunitario ajeno a los lujos, al acaparamiento de bienes materiales y a las diferencias sociales. El islam, a lo largo de su desarrollo como civilización, ha profundi- zado en los principios económicos (tabir al-mazil) desde diversas pers- pectivas. A lo largo de las últimas décadas se ha ido construyendo una teoría económica basada principalmente en las enseñanzas del Corán y la ley islámica (sunna), con el objetivo de redescubrir los principios eco- nómicos del islam y de las comunidades islámicas. En este contexto, la economía con perspectiva islámica insiste en las connotaciones altruistas 35 de la gestión económica y la importancia de los sistemas de redistribución económica de las riquezas propias del islam (zakat o diezmo). De aquí ha nacido también la institucionalización de la banca islámica, que, como sistema de gestión bancaria, busca eliminar la usura y los intereses sobre los préstamos y promueve las gestiones a favor de un uso apropiado de los recursos. La tradición sikh, a partir de su ética igualitaria, ha estado históri- camente implicada en el desarrollo económico de las regiones donde se encuentran las comunidades de esta tradición religiosa, particularmente en la zona del Panjab, donde los modelos de negocios de los sikhs han sido objeto de estudio como ejemplo de economía solidaria, particular- mente en el ámbito agrícola. Esta aproximación positiva ve el desarrollo económico a partir de la necesidad de ganarse la vida de forma honesta (ejemplo ejercido por los mismos diez gurús del sikhismo que trabajaban por su subsistencia), así como de la percepción positiva que profesa con respecto a las realidades materiales, que tienen que ser utilizadas en bien del crecimiento espiritual y del bienestar social de la humanidad median- te el esfuerzo compartido y un espíritu solidario. No se ve la adquisición de bienes materiales para la subsistencia como un mal en sí mismo, pero condena el uso indebido de estos bienes, sobre todo si va en detrimento de otras personas, animales o plantas. Por su parte, la tradición bahá’í concibe el desarrollo económico como un reto global que tiene como propósito favorecer el desarrollo material y espiritual de todo el mundo. En este sentido, sostiene que la humani- dad está experimentando una época de transformación descrita como el pasode la infancia a la madurez. La promoción del desarrollo económico y social, realizado mediante los esfuerzos comunes de los fieles bahá’ís local y globalmente, no tiene como objetivo el proselitismo, práctica que esta tradición prohíbe. Busca instaurar las estructuras de madurez en el ámbito de la vida comunitaria, promoviendo la justicia y el crecimiento 36 interior mediante numerosas iniciativas coordinadas por una organiza- ción central. Aunque plurales, las visiones de las tradiciones religiosas sobre la eco- nomía y la gestión económica insisten en la importancia de la justicia y en la centralidad del ser humano por encima de los bienes materiales y la codicia. Insisten también –y a menudo ponen en práctica– en un uso austero de las cosas, a favor de una libertad interior que vela por los más desfavorecidos. 4.3. Ámbito educativo Las tradiciones religiosas han favorecido también la educación, particu- larmente la religiosa, como forma de transmisión privilegiada de los valores y principios propios de cada religión, y como vehículo para la profundi- zación del significado de los textos sagrados para la vida de las personas y para la realización de los ideales sociales a los cuales aspira cada religión. Consiguientemente, esta profundización ha dado pie al conocimiento de otras áreas del saber como formas de comprender el mundo y su riqueza. La relación entre las religiones y el conocimiento, junto con la di- vulgación de este conocimiento dentro de las sociedades específicas, se asocia en busca de la sabiduría entendida como una concepción del saber ordenado hacia una comprensión más completa de las verdades que se tienen como absolutas. A lo largo del tiempo, las grandes tradiciones religiosas han ido ins- titucionalizando los centros de formación, y han constituido así centros de alfabetización y, posteriormente, instituciones educativas centradas en áreas que van más allá de la divulgación del conocimiento puramente espiritual. En algunas regiones del mundo, estos centros constituyen la única forma de educación disponible. En la historia de Occidente, estas instituciones dieron pie a las escuelas y, posteriormente, a las universida- des, que gradualmente pasaron a formar parte del tejido social civil. 37 Con el proceso de industrialización y la consiguiente transformación de las ciudades a raíz de la inmigración del campo a los centros urbanos, la alfabetización y la educación de la juventud adquirieron una importan- cia primordial. La acción de las instituciones religiosas con vistas a suplir esta necesidad fue notable y dio pie a una progresiva colaboración entre la autoridad civil y las entidades religiosas que perdura hasta hoy. Las diversas tradiciones religiosas en el contexto multicultural contem- poráneo aportan también formas diversas y enriquecedoras con respecto a la manera de entender el conocimiento y la educación. La tradición hin- duista ha centrado la educación dentro de un contexto más bien informal y personalizado que tiene lugar dentro del ámbito familiar o dentro de las comunidades locales de creyentes, donde las narraciones didácticas y, recientemente, los recursos audiovisuales tienen un papel importante. En este proceso de aprendizaje, la relación entre el maestro y el discípulo tiene una importancia primordial como uno de los primeros estadios de la vida del creyente hinduista. El budismo, ya desde sus orígenes, desarrolló técnicas pedagógicas uti- lizadas por su fundador, como el uso de las analogías, la abundancia de ejemplos didácticos, las narraciones y los soportes visuales. Los textos bu- distas subrayan la importancia de las cualidades pedagógicas de los maes- tros, al mismo tiempo que emfatizan la meditación y la autodisciplina como parte del proceso de aprendizaje. Si bien los monasterios budistas han tenido un papel muy importante en la alfabetización y la educación de la juventud en los países de tradición budista, hoy estas técnicas atraen el interés de la pedagogía mundialmente. La educación es también un requisito formal dentro de la tradición ju- día, que ha promulgado la educación básica de sus seguidores durante dos mil años. Si bien esta formación ha sido sustancialmente religiosa, el de- sarrollo histórico de muchas comunidades judías ha llevado a la inserción de una educación diversificada y de gran calidad, que ha insistido en la 38 importancia del análisis continuo de los principios del conocimiento y su relación con el conjunto del conocimiento tanto humano como religioso. El cristianismo ha contribuido de manera particular al desarrollo de la educación y de las instituciones educativas en Europa. Desde las escuelas monásticas a las catedralicias, y posteriormente con las universidades, el cristianismo ha colaborado en la formación integral de los individuos durante siglos. En este proceso tuvo un papel particularmente importante la reforma protestante, con la propagación de la alfabetización para las personas de todas las clases sociales. Fue también en el ámbito protestante donde se promovió de manera particular el conocimiento científico uni- versitario, independientemente de la formación religiosa. El islam ha contribuido también de forma notable al desarrollo histó- rico de las instituciones educativas, a partir del precepto de la búsqueda del conocimiento ya presente en el Corán, en relación tanto con el creci- miento moral y social como con el conocimiento del ser humano y de la naturaleza a la luz de la fe. La historia de los países musulmanes abunda en instituciones educativas en un ámbito básico, en el ámbito de la for- mación religiosa, de la instrucción pública y de la educación universitaria. El concepto de educación (vidiaa) dentro del sikhismo está ligado al texto sagrado de esta religión, el Gurú Granth Sahib, que subraya la im- portancia del conocimiento para poder distinguir el bien del mal y la ne- cesidad de adquirir conocimientos para poder enseñarlos y así liberar a los otros de la esclavitud de la ignorancia. Entendida así, la educación en el ámbito sikh tiene un doble objetivo: la consecución de la autorealización del individuo con todo su potencial y la promoción del bienestar material y espiritual de las personas con el objetivo de renovar la humanidad me- diante los valores más profundos, bajo la guía de un maestro (gurú). Eso ha llevado a las comunidades sikhs a promover no sólo la acción educativa en general (alfabetización y formación) de hombres y mujeres (hecho ex- cepcional en la época en que se consolidó el sikhismo), sino también una 39 educación personalizada. La Fe bahá’í, desde sus comienzos, ha dado una gran importancia a la educación, en particular de las mujeres y de los más pobres. Esta tradición religiosa subraya la importancia del desarrollo espiritual, moral y social simultáneo como elemento necesario con vistas a alcanzar la paz en el mundo. Vista la expansión de la Fe bahá’í en la India, África y Suramé- rica, la educación integral ha constituido uno de los puntos primordiales de interés de las obras sociales de esta religión, mediante escuelas y cursos de capacitación adaptados a las necesidades concretas de las diversas re- giones donde tienen lugar, con iniciativas educativas orientadas hacia la paz y la concordia entre todos los miembros de la humanidad. Sea por su contribución pedagógica o por su huella en el desarrollo de los sistemas educativos, las tradiciones religiosas continúan aportando hoy un bagaje significativo a la educación como parte de los derechos bá- sicos del individuo dentro de las sociedades abiertas, sea en la promoción de la alfabetización, en la formación en valores de corresponsabilidad o en la comprensión del entorno natural y social. 4.4. Ámbito de la salud Las diversas tradiciones religiosas presentan una diversidad de acer- camientos a la realidad humana, y en particular al tema del sufrimiento, tanto físico como moral. Todas las religiones coinciden,sin embargo, en diversos puntos: Todo ser humano experimenta el sufrimiento, la decadencia física y la certeza de la muerte. Se reconoce que la dimensión espiritual de la persona puede ayudar a dar sentido a este sufrimiento y puede contribuir al proceso de curación de la enfermedad. Dentro de todas las tradiciones religiosas encontramos una actitud de atención y cuidado de las personas enfermas como parte de los valores 40 éticos propios de cada religión. Esta preocupación común por el dolor y la enfermedad ha llevado a las diversas religiones a desarrollar iniciativas de acogida, atención y cuidado de los enfermos, actitudes que a menudo han derivado en instituciones que contribuyen a subvenir a las necesidades humanas en el campo de la salud y que forman una parte significativa de la aportación de las religio- nes al capital social. Las tradiciones religiosas de origen oriental presentan una compren- sión más holística de la salud, donde los aspectos físicos, mentales y es- pirituales se consideran como un todo, y donde el cuidado del enfermo tiene un carácter más individual, con lo que se da relieve a las caracterís- ticas vitales y espirituales de cada individuo. Así, el hinduismo, a partir de su tradición milenaria, ha desarrollado la medicina Ayurveda, que se presenta como una forma de vida que intenta aumentar el ciclo vital de las personas. Tiene como objetivo crear un es- tado de salud que comprende no sólo el cuerpo, sino también la mente, el comportamiento y el entorno vital. Se trata de un acercamiento a la medicina de carácter preventivo, donde el cuidado del paciente es más importante que la curación misma, y donde la muerte forma parte de un proceso natural que se encuentra en oposición al nacimiento, no a la vida. La religiosidad china centra el tema de la salud humana en el ámbito de la armonía, tanto personal como socialmente, y en el entorno natural. La tradición taoísta en particular –que influye notablemente en la medi- cina popular china– ve al ser humano como un microcosmos. Al mismo tiempo, concibe el universo y sus realidades como algo temporal y sujeto a la decadencia. Por eso, la vida y su prolongación se encuentran en el centro de su interés. De aquí la importancia de llevar un estilo de vida ar- mónico, tanto física como moralmente, mediante unas costumbres sanas y moralmente rectas, donde la virtud se convierte en el vehículo de la vida y de la longevidad. De aquí que la figura del médico, dentro de la cultura 41 china, haya adquirido a lo largo de los siglos una importancia también espiritual, y que la historia nos haya legado la memoria de numerosos maestros dedicados a ayudar a los otros en este proceso de equilibrio fí- sico y moral. La tradición budista subraya la realidad del sufrimiento como elemen- to esencial de la vida humana, y la liberación del sufrimiento como uno de los objetivos de la práctica del budismo. El budismo se aproxima a la salud humana desde una perspectiva también holística, y la concibe como el balance armonioso entre el cuerpo, la mente, las emociones y la dimensión espiritual. La meditación y, particularmente, la práctica de la compasión tienen un papel importante en la consecución de la salud integral del sujeto, incluso con respecto a la inmunidad del cuerpo a las enfermedades. Eso no excluye el uso de la medicina occidental, sino al contrario: todos los recursos son positivos con vistas a mantener la salud, siempre que se tenga presente tanto la salud física como la espiritual. En este contexto, la práctica de la compasión hacia los enfermos adquiere un valor notable, ya que afecta tanto al enfermo y su proceso de curación como al crecimiento interior de quien le cuida. No en vano la historia del budismo abunda en ejemplos de iniciativas sociales dedicadas a la aten- ción a los enfermos, a los invidentes y a los desvalidos con el propósito de contribuir a su curación y supervivencia tanto física como mental. Preci- samente los primeros centros especializados en el cuidado y formación de personas invidentes se encuentran en países budistas, con la transforma- ción social que inició el emperador Ashoka (siglo III aC). Las tradiciones religiosas occidentales presentan un acercamiento a la salud y al cuidado de las enfermedades más ligado a la evolución de las ciencias médicas contemporáneas. El judaísmo ofrece una larga tradición con respecto a la salud y a la cura de las enfermedades. De aquí que la literatura sagrada judía incluya numerosas indicaciones sobre prácticas y valores relacionados con el cuidado de los enfermos y la ética médica. El 42 ethos de salvar vidas a cualquier coste impregna tanto los textos de la Torá como de la literatura legal que se deriva (Mishná, Talmud, etc.). Las obras de los grandes autores judíos como Moisés Maimónides (1138-1204) son también testigo de ello. Este bagaje ha contribuido a la consolidación de una tradición moral y práctica centrada en la santidad de la vida y el respeto por el cuerpo humano. De aquí el gran interés del judaísmo por la medicina y el gran número de judíos que, a lo largo de la historia hasta hoy, se han dedicado a la medicina y a la investigación médica por todas partes donde han florecido las comunidades judías. Los hospitales aparecidos en torno a las comunidades judías también son testimonio de ello. Este mismo interés ha hecho que, a partir de las diversas tendencias del judaísmo, se hayan generado opiniones progresistas con respecto a cuestiones éticas relacionadas con la salud y la medicina. En esta misma perspectiva, y con la insistencia en la alimentación sana y salubre y en la higiene personal, el judaísmo ha contribuido igualmente al desarrollo de la higiene pública, principios que se han ido adoptando en el ámbito civil para evitar las enfermedades y promover una mejor calidad de vida. El cristianismo, dentro de la riqueza de las diversas tendencias, presen- ta unos principios comunes que, a lo largo de la historia, han fundamen- tado su contribución en el ámbito de la salud. En primer lugar, encontra- mos la consideración de los seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios, que fundamenta el principio de la dignidad inviolable de cada ser humano. Así, la vida humana es considerada como sagrada indepen- dientemente de su calidad. Como consecuencia, los seres humanos están llamados a cuidar de la vida y de la salud humanas, dado que la vida es un don del Creador. Pero esta responsabilidad se extiende también al ám- bito social, teniendo en cuenta que el ser humano fue creado social por naturaleza, y las comunidades humanas son el lugar donde los humanos se desarrollan y ponen en práctica la transformación del mundo a partir de las obras de bondad y de generosidad. 43 La tradición bíblica y cristiana abunda en ejemplos de este ideal de curación y cuidado de los enfermos, ejemplos que han inspirado la acción de los cristianos en el ámbito de la salud. Tanto Jesús como las prime- ras comunidades cristianas ponen en evidencia esta exigencia, que pos- teriormente se materializó en los centros de acogida de enfermos en los monasterios tanto católicos como ortodoxos, y el posterior desarrollo de las órdenes religiosas dedicadas al cuidado de los enfermos, en particular de aquéllos sin los recursos materiales esenciales. Las diversas tendencias del protestantismo también subrayan la importancia de la atención a los enfermos y su cuidado tanto físico como espiritual, y acentúan la impor- tancia de la corresponsabilidad del médico y del enfermo en el proceso de curación. Hay que recordar también el testimonio solidario hacia los en- fermos por parte de las comunidades anabaptistas, donde la atención a los enfermos no se limita a acompañarlos y curarlos, sino también a cubrir las necesidades de sus familias por parte de las respectivas comunidades. La acción misionera de las diversas confesiones cristianas ha hecho posible la presencia de servicios
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