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La historia de la ciencia en Argentina y el proceso de desarrollo latinoamericano 
Paredes Claudia - UNPA (Universidad Nacional de la Patagonia Austral) - CPE (Consejo Provincial de Educación- 
Dirección Provincial de Educación Superior) gestion_investigacion@unpa.edu.ar 
 
 
Resumen 
El subdesarrollo trastoca todas las dimensiones de la sociedad, por lo que debe 
integrar un eje fundamental en la revalorización de la historia de la ciencia. El objetivo del 
trabajo reside en la aceptación de las formas de este campo disciplinar en Argentina y 
caracterizar una realidad, donde los factores externos siempre gravitaron, en mayor o menor 
medida, favoreciendo un modelo de desarrollo dependiente y altamente vulnerable, sostenido en 
el discurso del poder hegemónico. Se realizará un repaso de los procesos históricos, para 
reconocer en ellos las debilidades para intentar superar ese círculo vicioso que incidió e incide 
en las formas de escribir la historia de la ciencia. 
Se pretende identificar las relaciones en el campo de la producción científica, 
entendida como un espacio de poder, y poner en evidencia los principales inconvenientes de las 
acciones de cooperación en tanto se constituyen en medios de “transplante”. Toma fuerza, la 
idea de construir un “nosotros”, desde el presente, con toda la heterogeneidad caracteriza a 
Argentina y a América Latina, para poder iniciar un “propio rumbo” en una historia de la 
ciencia y un desarrollo entendido como ampliación de las libertades (SEN, 2002). 
Palabras claves: 
Historia - Ciencia – Tecnología – Desarrollo 
 
La historia de la ciencia en Argentina y el proceso de desarrollo latinoamericano 
Paredes Claudia - UNPA (Universidad Nacional de la Patagonia Austral) - CPE (Consejo Provincial de Educación- 
Dirección Provincial de Educación Superior) gestion_investigacion@unpa.edu.ar 
 
 
“Hay quienes piensan que la investigación científica es un lujo o entretenimiento 
interesante pero dispensable. Grave error, es una necesidad urgente, inmediata e 
ineludible para adelantar. la disyuntiva es clara, o bien se cultiva la ciencia, la 
técnica y la investigación y el país es próspero, poderoso y adelanta. O bien no se la 
practica debidamente y el país se estanca y retrocede, vive en la pobreza o la 
mediocridad” 
Bernardo Houssay1
 
 
Introducción: La historia de la ciencia en el contexto latinoamericano 
El subdesarrollo, los emergentes asociados al imaginario instalada como efecto de la 
globalización, trastoca todas las dimensiones de la sociedad. Por ello, el desarrollo en sí debe 
formar parte de la agenda política, pero también debe integrar un eje fundamental en la 
formación de los recursos humanos y la revalorización de la historia de la ciencia como medio 
 
1 Barrios Medina y Paladín (comp). Escritos y discursos del Dr. Bernardo Houssay, EUDEBA, Buenos Aires. 1989. 
p.589.- 
 
de “re-encantamiento” por ella. Refutar ideas facilistas de encubrir bajo la asociación de los 
términos de “globalización, desarrollo y pobreza” la justificación de un “transplante ideológico” 
que garantiza el orden existente, refleja la posibilidad de generar alternativas posibles para la 
construcción de un “desarrollo propio” sobre la base de las libertades. Esta visión implica 
pensar “otro desarrollo”, que sea pensado como la “puesta en marcha de n proceso dinámico de 
ampliación de las capacidades locales para desarrollar la mejoría intergeneracional sostenida de 
la calidad de vida de todos los integrantes de una población” (Coraggio, 2006), que incluye 
componentes, sociales, políticos, culturales, económicos, entre otros. Desde este lugar toma 
fuerza la idea de “apropiación” de una historia de la ciencia, si se quiere “revisionista”, para 
sentar bases de una construcción diferente, que resulte dialéctica y transversal a todas las 
dimensiones. 
El eje fundamental del presente trabajo reside en la aceptación de las formas pasadas 
de reconstruir la Historia de la ciencia en Argentina, que se entremezcla con la realidad actual 
de los países latinoamericanos. Una realidad que resulta de una construcción histórica y 
dialéctica, donde los factores externos siempre gravitaron, en mayor o menor medida, 
favoreciendo un modelo de desarrollo dependiente y altamente vulnerable. Sobre este principio 
reconocido como válido, se intentará visualizar alternativas de desarrollo para América Latina 
sobre la de-construcción de una Historia de la Ciencia que le sea propia. Para ello es preciso en 
primer lugar, hacer un repaso de los procesos históricos y reconocer en ellos las debilidades para 
intentar superar, con un modelo de desarrollo como extensión de las libertades (SEN, 2000), ese 
círculo vicioso que incidió e incide en las formas de escribir esta historia. 
En el ultimo apartado, y teniendo en cuenta las ideas mencionadas, se pretende 
identificar las relaciones en el campo de la producción científica, entendida como un espacio de 
poder, y poner en evidencia los principales inconvenientes de las acciones de cooperación en 
tanto se constituyen en medios de “transplante” de “modelos de desarrollo” externos. Para ello, 
no se limitará a la tipificación de períodos históricos de Argentina en relación a la identificación 
de los hitos de producciones en el campo disciplinar de Historia de Ciencia, sino indicar aunque 
someramente algunas líneas posibles de análisis para colaborar a un marco de desarrollo de 
América Latina. Toma fuerza, a medida que avanza el análisis, la idea de construir un 
“nosotros”, una trayectoria propia, desde el presente, con toda la heterogeneidad que caracteriza 
a Argentina y a América Latina, para poder iniciar un “propio rumbo” en una historia de la 
ciencia que nos sea propia. 
 
La ciencia y la historia, para pensar la Historia de la ciencia 
 
Analizar el impacto de la historia nacional de la ciencia en Argentina, exige plantearse 
como primer interrogante cuáles son las dimensiones que involucran la “historia de la ciencia” 
como disciplina. Desde este lugar, se puede afirmar que es importante comprender una historia 
cultural de la ciencia, donde el contexto y sus actores, condicionan el desarrollo de la ciencia, de 
la cual no queda alejada la historia de la ciencia como campo disciplinar. Debe incluirse el 
análisis de las relaciones sociales y los agentes involucrados, así como de las ideas, los objetos y 
los instrumentos, que se imbrican en un escenario sociopolítico que cambia permanentemente. 
La historia de la ciencia, requiere por su naturaleza, no sólo conocimientos de las disciplinas 
que se estudian, sino también del contexto histórico en el que se desarrollan los procesos, para 
dar inteligibilidad a las formas de “presentar la historia de la ciencias”. 
Al hablar de una “historia nacional”, es ineludible exponer las posiciones que emergen 
de utilizar este concepto como unidad de análisis, para justificar las ideas que se expresan en el 
presente trabajo. No es intención ofrecer un acabado estudio respecto a la posiciones teóricas al 
respecto, sino por el contrario posicionar las relaciones que se exponen, para ofrecer un punto 
de partida que ayude a pensar sobre “La historia de la ciencia en Argentina y el proceso de 
desarrollo latinoamericano”. En primer lugar, parece importante reconocer que “la ciencia 
realmente se diferencia de país en país; hay diferencias en el grado de importancia, en la 
dirección, en la orientación, en el uso” (JAMINSON A, citado por PYENSON, 2002), aunque 
algunos permanezcan conectados con la noción de universalismo del S.XVIII en los términos de 
Merton; sin embargo cuando la ciencia se presume como recurso nacional, se convenirte en un 
campo de poder, idea fuerza que resulta mas que importante para el presente trabajo. 
Exponer el contexto histórico, para comprender el proceso e identificar los cambios y 
las continuidades,en el campo del desarrollo de la ciencia y tecnología en sí, requiere también 
el tratamiento a nivel institucional para distinguir las relaciones de poder y acciones políticas 
que marcaron el rumbo de la “Historia de la ciencia” como disciplina en Argentina. Este análisis 
permitirá repensar el rol de este campo en el proceso de desarrollo de América Latina, como 
pilar para la planificación en Ciencia y Tecnología. Por que, como sostenía Kuhn (1995) al 
referirse a las implicaciones de la naturaleza y desarrollo de la ciencia, “quizá la ciencia no se 
desarrolla por medio de la acumulación de descubrimientos e inventos individuales”. De la 
misma forma, hay que reconocer el impacto de las “nuevas tecnologías de la información y la 
comunicación” en la actualidad en este proceso de “construcción del campo de la historia de la 
ciencia”, abriendo camino a dinámicas de cambio que tienden a reforzarse a sí mismas y generar 
nuevas formas de poder en un contexto de contraposiciones y luchas sociales. La “Historia de la 
Ciencia” no escapa a los vaivenes de otras disciplinas, en un contexto dinámico, cambiante e 
inestable como el de Argentina. 
 
Las transformaciones y continuidades del contexto histórico global, generaron 
“agujeros negros” en la historia de la ciencia, principalmente en países donde era marcado e 
incidente el nivel de dependencia del criterio de universalización de la ciencia, e hicieron que el 
despegue en argentina resulte de un “transplante disciplinar” (BABINI y ASUA, 2003). 
Ciertamente la base material que fue dando forma a las relaciones sociales de producción, 
modificaron y justificaron las nuevas relaciones de poder en todas las dimensiones de la 
sociedad. Para este período estas relaciones estaban constituidas alrededor de la “maximización 
del beneficio”, reflejando la base del capitalismo financiero. 
En este contexto, las relaciones entre los científicos se configurarán entre los 
componentes del binomio centro-periferia, en términos de intercambio totalmente asimétricos, 
que llevará mas tarde o más temprano a los Estados y economías latinoamericanas a una 
dependencia de las líneas de investigación marcadas en el extranjero, volviéndose “vulnerables” 
en su condición de “periferia”. Esta condición, marcó el rumbo de la historia de la ciencia en 
nuestro país, que se hacía palpable en el marco del colonialismo político, quedaba ensombrecido 
por el imperialismo cultural, y atravesado por la alienación económica. Como señalaba John D. 
Bernal, referente de la escuela inglesa de historia de la ciencia, en su obra más importante 
Historia Social de la Ciencia, la importancia del desarrollo de la ciencia está en su capacidad 
para la resolución de los problemas sociales (HORMIGON, 1995). 
El idioma también toma relevancia como forma de dominio del campo de la historia de 
la ciencia, desde sus orígenes y hasta los tiempos contemporáneos, por lo que no puede pasar 
desapercibido en este análisis. Desde una de las líneas de desarrollo de la historia de la ciencia, 
aquella que surgiera centrada en la historia de la medicina, la historia de la ciencia “tuvo su 
origen en el mundo centroeuropeo de habla alemana o que utilizaba este idioma como lengua 
franca” (LOPEZ PIÑERO, 1993). Si bien en la actualidad, parece pasar desapercibida por la 
misma práctica y los imaginarios instalados en la comunidad científica, como afirma Podgorny 
(2001) “sólo crea problemas para aquellos que no tenemos el inglés como lengua materna y que 
reconocemos la necesidad de incorporar los resultados de nuestro trabajo en un marco que 
traspase las fronteras puestas por la misma”. 
Es importante desde este lugar, señalar la importancia de los marcos que se identifican 
como “legítimos” en la pretendida universalidad y neutralidad de la ciencia. Es así que la misma 
autora agrega “de esta manera, los científicos hablamos, escribimos y leemos en la paradojas 
planteada por la no reflexión sobre la lengua materna y por una pretendida búsqueda de un 
lenguaje neutral y común, comprensible para la comunidad científica internacional”. No menos 
importante, es cuestionarse las consecuencias de este dominio lingüístico en las ciencias, 
cualesquiera sea el campo disciplinar, donde “la lengua se vuelve tan invisible como la misma 
 
cultura y como las categorías que preexisten y condicionan cualquier acto de escritura o de 
comunicación (PODGORNY, 2001). 
El problema del monolingüismo científico que permanece en las producciones 
científicas actuales, pareciera convertirse en una situación cada vez mas reconocida y aceptada 
entre la comunidad científica. Pero igual de válido es reflexionar sobre el impacto de este 
fenómeno e el campo de la producción científica de los campos disciplinares. En efecto, 
preguntarnos por las repercusiones que ha tenido el dominio del inglés durante los últimos 
decenios, recae en el igual dominio en los espacios de comunicación científica. Es tal así que la 
lengua y la comunicación se han convertido en problemas de investigación, planteado incluso en 
el coloquio europeo Sciences et Langues en Europe, que en su presentación, el director del 
Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, Pere Alberch (citado por NAVARRO, 2002) 
afirmaba: 
“had never thought that the language used in [international scientific] exchanges 
would be a possible matter for debate. Certainly, it is a subject for historical analysis [...]. But, 
languages? There is no plural in contemporary, top level, basic science: English is THE 
language of communication and it never occurred to me that anybody who knows anything 
about the dynamics of science today would even question the issue” 
La mayor parte de las publicaciones y revistas indexadas de la comunidad científica 
internacional, son publicadas en inglés e incluso los comités académicos o referís tienen a este 
idioma como lengua materna, por lo que mas allá de la pretendida objetividad tienden e elegir o 
priorizar temas, conceptos, métodos o líneas que se investigan en sus países. De esta forma, 
indirectamente la lengua, se convierte en un bien intangible cuyo dominio otorga el acceso 
diferenciado a determinados beneficios, ya que las publicaciones y comunicaciones en 
congresos internacionales, se convierten en criterios de evaluación al momento de ponderar 
muchos instrumentos de financiamiento de las actividades de I+D+i, que se replicará en 
publicaciones. Por esto, no hay que restar importancia a las asimetrías que marca y consolida la 
lengua, donde una actitud pasiva e imitadora de los países en vías de desarrollo, puede acarrear 
la “desviación” hacia temas prioritarios definidos por la comunidad científica como tales, sin 
serlo para la realidad regional, corriendo el riesgo de caer en el monopolitismo intelectual. 
 
La historia de la ciencia en el proceso de desarrollo endógeno 
 
Los estudios de la historia de la ciencia en Argentina, en sus inicios con trabajos de 
tipo monográficos2 en las publicaciones de la Sociedad Científica Argentina, permitió la 
difusión en ámbitos académicos y educativos con una nueva percepción de la relación entre la 
ciencia y sociedad. El desencantamiento sin embargo vendría de la mano del contexto 
latinoamericano en la segunda parte del Siglo XX, donde los primeros desarrollos científicos 
debieron enfrentar condiciones adversas, marginalidades, prevalencia de los valores 
tradicionales, la escasa demanda de las industrias locales y la dependencia extranjera. El precio 
de tener una historia de la ciencia “desencantada” fue la adopción de modelos foráneos en este 
campo, naturalizando el “transplante” en los términos presentados por Asúa (2000), evidenciada 
en la combinación de perspectivas provenientes de campos disciplinares como la medicina, la 
matemática y la física. Sin embargo no fue un fenómeno privativo de la historia de la ciencia en 
particular, sino que otros campos científicostambién siguieron modelos extranjeros, pero su 
incidencia era aceptada bajo la denominación de una necesaria universalización. 
Cabe preguntarse entonces ¿Cuál es la relevancia de hacer inteligible la historia de la 
ciencia en Argentina en relación a un desarrollo endógeno? La respuesta no es simple, 
unilateral, y tal vez no pueda ser en el presente trabajo representativa de todos los matices y 
aspectos singulares que cruzan la vida académica y social, y por ende a la organización política 
y económica de los países latinoamericanos alrededor del campo de historia de la ciencia. 
Básicamente intentar buscar alternativas de desarrollo para América Latina basado en la ciencia 
y la tecnología, requiere identificar los procesos que mayor gravitación tuvieron en la 
configuración de la ciencia actual en los países que la integran, relacionados de manera 
dinámica en un contexto mundial heterogéneo, desigual, que no favorece la equidad. Es 
importante radicar la mirada no sólo en el ritmo de los cambios técnicos, que modificaron las 
relaciones técnicas de producción y el desarrollo científico, sino también las relaciones de poder 
que subyacen en la comunidad científica. Estos procesos demandan ser analizados en términos 
de proceso histórico y capitalización de cambios y permanencias, ya que debe entenderse como 
una compleja red de relaciones de científicos, instituciones y realidades. La historia de la ciencia 
en Argentina nos puede ayudar a explicar la marcha de las instituciones ancladas en el 
conocimiento científico, para repensar los modelos de difusión de las ciencias. 
Si bien, Elena y Ordoñez (1998) analizan los canales alternativos de difusión del 
conocimiento el período de la revolución científica y la revolución Industrial, es importante el 
aporte de la obra en tanto puntualizan como principal argumento para una respuesta a la 
transmisión de los conocimientos de la ciencia, a la aparición de sociedades científicas en las 
 
2 La evolución de las ciencias en la República Argentina. 1872-1922. Reunía las producciones de varios destacados 
científicos. 
 
provincias. A esto se debe sumar las actividades como las conferencias públicas en el siglo XIX, 
que promovieron el vínculo entre la ciencia newtoniana y la aplicación tecnológica de la misma. 
Las demostraciones prácticas que caracterizaron este tipo de conferencias públicas, 
contribuyeron a la divulgación científica con un carácter marcadamente popular y democrático, 
aún cuando estaba basada en la convergencia de intereses de científicos y empresarios 
principalmente. Las conferencias se volvieron de esta forma los nuevos espacios del saber. Aun 
hoy la Sociedad Científica Argentina, fundada en 1872 y dominada durante los primeros años 
por los ingenieros, conserva como objetivo fundamental “abarcar todas las disciplinas 
científicas y promover la difusión de la ciencia en sus más variados aspectos prácticos y 
teórico”. En relación a las conferencias realizadas por las sociedades de científicos, utilizadas 
como mecanismo de difusión y legitimación social del conocimiento, cumplían la función de 
impartir conocimiento generosamente a una audiencia pasiva de personas no entendidas, pero 
también implicarlos en un razonar colectivo acerca de cuestiones científica (Fèher, 1990). 
El modelo de crecimiento del país de la segunda parte del Siglo XX, encontrará más 
tarde o más temprano sus propios límites en los mercados nacionales de carácter reducido, 
sistemas de ahorros internos poco flexibles, escasa inversión en recursos humanos y los 
conflictos sociales que exigían la redistribución de la riqueza3. No fue acompañada esta etapa 
con un verdadero rol protagónico del Estado, en los términos planteados por CASTELLS 
(2000), de tal forma de desatar o dirigir la innovación tecnológica, organizando las fuerzas 
sociales y culturales, por el contrario se dio un retroceso de la capacidad de creatividad y 
aprendizaje. Estas capacidades tienen fuerte relación con los procesos de difusión del 
conocimiento, a través de los canales institucionales u otros alternativos. 
Para pensar en un cambio en la sociedad latinoamericana, que involucre todas las 
dimensiones del desarrollo, es necesario intervenir en el campo de la investigación científica 
tecnológica y sus instrumentos de promoción y difusión para lograr un impacto, porque ésta la 
herramienta de transformación estratégica para dinamizar e impulsar el desarrollo estratégico. 
Sin embargo no solo debe pensarse desde este lugar a la ciencia y la tecnología sino también 
romper con estructuras mentales instaladas socialmente y reconocidas como válidas por grupos 
de poder, que inciden en la comunidad científica, definiendo y justificando líneas o áreas 
problema de investigación. Es preciso romper con la idea que “la investigación es un lujo para 
 
3 La transformación en el rendimiento y en las instituciones durante el siglo XX, fueron analizadas desde una 
perspectiva histórico social por Thorp Rosemary, Progreso, pobreza y exclusión. Una historia económica de 
América Latina. En su obra se reconocen nuevos actores como fuerzas de crecimiento: pequeñas empresas, las 
empresas del estado y las grandes empresas generalmente de capitales internacionales. Incorpora la variable 
medioambiental como criterio de análisis en la calidad del crecimiento económico, actuando recíprocamente con 
los tres aspectos fundamentales para comprender el proceso de crecimiento: la inestabilidad del crecimiento y de 
los precios y la vulnerabilidad externa. Para Thorp, estas relaciones fueron configurando grados de pobreza y 
desigualdad que se profundizaban en diversas áreas geográficas, segmentando el mercado del trabajo. 
 
los países desarrollados” (SABATO y BOTANA, 1970). Para ello es un deber salir de una 
actitud pasiva y tomar un rol activo en la ciencia y la tecnología, lo que favorecerá generar 
acciones de carácter inclusivo sin ignorar el lenguaje de los países mas avanzados. Esto implica 
redefinir las relaciones entre los actores, y para ello es importante identificar claramente el 
escenario de intervención, y comprender sus orígenes. 
Las debilidades del contexto argentino era señalado por Bunge (citado por 
BERNAOLA, 2001), cuando afirmaba que “Todos comprendimos que a) no hay desarrollo 
nacional sin desarrollo científico y b) éste requiere inversión no solo en instalaciones, sino 
también, y sobre todo, en estudiantes e investigadores de tiempo completo (lujo que en 
Argentina estuvo casi siempre reservado a personas con recursos propios). Sin embargo, a la 
vuelta de los años he comprendido que esos principios, aunque necesarios, son insuficientes: 
que no puede haber política científica realista en un vacío económico, político y cultural. He 
llegado a la convicción de que, para ser factible, una política científica (y con mayor razón 
científico – técnica) debe inscribirse en un amplio proyecto nacional de desarrollo integral”. 
Desde estas palabras toma sentido la necesidad de comprender la historia de la ciencia para 
promover un aprendizaje que dé significado al rol que actualmente ocupa la ciencia y la 
tecnología en América Latina. 
Es importante posicionarnos desde un lugar que reconozca su doble “estatus 
periférico”, denominación que le da Vacarezza (1998) a la situación vivida por los científicos en 
los países latinoamericanos. Esto implica partir de la objetivación de la posición marginal de los 
científicos frente a la “legitimación”, por un lado, de la comunidad científica internacional, y 
por el otro la dependencia de los marcos impuestos por la corriente de innovación y producción 
del capital internacional, fuertemente académicos y podríamos afirmar muy vinculados a los 
“modelos” de organismos internacionales. Esto, sin incluir en el proceso de reconocimiento de 
los puntos departida, la heterogeneidad cultural y geográfica que caracteriza a América Latina, 
donde hoy hasta el mismo concepto pierde fuerza dejando la “Ciencia, Tecnología y Sociedad” 
al status de campo y perdiendo principalmente su carácter social. Este factor ha obstruido y 
obstruye el crecimiento y “despegue” de los países latinoamericanos, y a partir de asumir esa 
realidad como parte de nuestra historia se podrá diseñar estrategias que respondan a un 
crecimiento “hacia adentro”4. 
Esta característica, producto de la configuración de la ciencia y la tecnología en el 
contexto de una economía globalizada, lleva al cuestionamiento de la “existencia real” de la 
CTS, ausencia que se evidencia en las publicaciones vinculadas a la historia de la ciencia, una 
 
4 El crecimiento “hacia adentro” no implica un desarrollo fuera del marco de la globalización sino potenciar las 
capacidades instaladas para favorecer el crecimiento que favorezca a la estructura económica del país o la región: 
un crecimiento endógeno. 
 
ciencia alejada del contexto y relacionada con “figuras importantes”, “descubrimientos” o 
“instituciones”. Esto lleva a posicionar a la producción en ciencia y tecnología en los niveles 
más bajos en cuanto a magnitud, alejándose, por su carácter fuertemente académico, de la 
sociedad de la que debiera ser parte. En este aspecto pareciera acertada la asociación de la 
posibilidad de desarrollo de la Ciencia y la Tecnología a la percepción que tiene la gente y la 
comprensión social de lo que es la innovación y la tecnología como factor de competitividad y 
posicionamiento mundial, caracterizada por un fuerte elitismo hasta mediados del S. XX. 
 
Las instituciones científicas, ¿un transplante europeo? 
Hasta la primera mitad del siglo XX, la historia de la ciencia en Argentina se 
caracterizó por una un inestable crecimiento, marcado por una corta vida del “Círculo Médico 
Argentino”, el “Instituto Histórico-Geográfico del Río de la Plata”, el “Liceo”, el núcleo 
“Estímulo y Porvenir Literario” y el “Instituto Bonaerense de Numismática”, que a su vez 
dieron señales que las condiciones objetivas de la sociedad argentina no eran favorables para la 
instalación de estas instituciones. La aparición de la Sociedad Científica Argentina en 1872, 
tuvo un impacto diferente en el escenario de la ciencia en nuestro país, con los primeros trabajos 
monográficos compilados en la publicación “La evolución de las ciencias en la República 
Argentina. 1872-1922”. Esta obra y la Sociedad, cumplieron un rol importante en la difusión de 
la ciencia en Argentina. 
En el período de consolidación del Estado Nacional, también surge la Unión Industrial 
Argentina en 1887 y se incrementan fuertemente las obras públicas con, principalmente, los 
ferrocarriles y los puertos. Como consecuencia también se incrementan las instituciones y 
publicaciones de índole técnica, como por ejemplo la Revista Técnica, fundada en 1895, 
periódico que por 22 años se mantuvo asociado a grandes problemas nacionales, siempre de 
carácter técnico. Se crea igualmente el Centro Nacional de Ingenieros y hacia fin de siglo la 
llamada Revista Politécnica publicada por el centro estudiantil La Línea Recta de la facultad de 
Ingeniería de Buenos Aires, que contribuyó en gran medida al progreso intelectual. 
Así, en América Latina, los jardines botánicos, las bibliotecas especializadas, los 
museos de historia natural, los laboratorios de fisiología, y las comunidades científicas por 
disciplina, florecieron bajo la sombra de los modelos europeos, amparados bajo redes de 
cooperación y expediciones científicas a Latinoamérica. El efecto mas visible, que aun 
sobrevive en algunas currículas, mas allá de las instituciones mencionadas, resultó en los 
“transplantes” de las formas de organización de las universidades que siguen el modelo francés 
 
de ciencia experimental, junto a la promoción de las escuelas técnicas (CUETO y 
CAZIÑARES, 1999). 
De la misma forma se conformó en 1933, el grupo “Argentino de Historia de la 
ciencia”, por iniciativa del matemático Julio Rey Pastor y el químico Humberto Giulio Paoli, 
cuya acción mas importante tal vez fue la colaboración para la residencia del historiador de la 
ciencia de origen italiano, Aldo Mieli, que marcaría un hito en la historia de la ciencia, ya que 
era el fundador de la Académie Internationale d´Histoire des Sciences. Treinta años mas tarde 
las pocas instituciones científicas y universitarias se estancan, se redujeron las publicaciones y 
no se evidenciaron mejoras en las instalaciones. Esta situación, que se presenta en relación a las 
ciencias, se enfrentó con la promoción y difusión de las instituciones mas vinculadas a la 
economía y la técnica, postergando el desarrollo de la ciencia “básica”. En esta primera parte de 
la historia argentina, la historia de la ciencia debió enfrentar la imagen de una ciencia al servicio 
del Estado, para obtener beneficios económicos y como medio de formación de profesionales, lo 
que dio cierta fragilidad a las comunidades científicas locales. Se puede ver como las 
instituciones de ciencia y tecnología, eran las “pretendidas” herramientas para el desarrollo, en 
un contexto de mercado mundial que parecía ser favorable para los países de América Latina. 
Sin embargo, no se puede desconocer los grandes avances locales en relación a la 
ciencia, sobre la base de trabajos experimentales, que alcanzarían gran notoriedad a nivel 
internacional en la primera mitad del siglo XIX. Este período estuvo ceñido por un contexto en 
América Latina movido por el nacionalismo, el crecimiento económico y renació el apoyo 
gubernamental en la reorganización de las actividades culturales. En muchos casos, los 
conflictos mundiales colaboraron en la llegada a algunos países latinoamericanos de científicos 
exiliados, aunque las condiciones de escasos recursos y la baja percepción pública de la ciencia 
siguieron siendo el contexto común. Este escenario, fue acompañado en las décadas del `20 y 
`30, por la irrupción en América Latina de los gobiernos democráticos, con la influencia de los 
Estados Unidos y Europa que marcaban “el” rumbo de los países en desarrollo a través de la 
difusión de los “valores científicos” y la presencia de los capitales multinacionales. Las 
instituciones continúan, más que nunca, siendo reflejo del “transplante extranjero”, generando 
una “dependencia científica neocolonial” (CUETO y CAZIÑARES, 1999). Esta influencia, más 
o menos explícita, se mantiene en la actualidad con los fondos de los Programas de 
Modernización Tecnológica (PMT), interrogante que resulta importante responder en torno al 
impacto en la historia de la ciencia. 
Ya en la segunda etapa del Siglo XX, comienzan a aparecer las instituciones que 
integran el Sistema Científico Nacional (INTA, INTI, CONICET, entre otras) aun a pesar de 
seguir la ciencia en la marginalidad, los valores tradicionales y una escasa demanda de las 
 
fuerzas económicas locales. En el caso de Argentina, alcanzaría gran importancia la energía 
nuclear haciendo visible a América Latina en el mundo. Con la reorganización de la 
Universidad de Buenos Aires, entre 1945 y 1955, comienza a desaparecer la historia de la 
ciencia en la vida académica. En esta circunstancia, quienes habían sido sus propulsores, 
asumieron el rol de difusores a través de escritos y traducciones de obras clásicas y nuevas 
relacionadas a la Historia de la Ciencia, iniciando un proceso de crecimiento en la edición de 
obras. Varias editoriales se sumaron a este fenómeno: entre ellas, Losada, con la “Biblioteca de 
teoría e historia de la ciencia” o “Historia de la ciencia” de Taylor, Emecé con una serie de 
fuentes, o el sello Ediar, con la publicación de “Historia de la cultura científica” de Francisco 
vera. Se sumaron luego las editoriales universitarias se hicieron eco delproceso de difusión de 
la historia de ciencia, publicando Eudeba “Seis Alas” e “Historia de la ciencia” de Sarton, y “La 
ciencia en la Argentina” de José Babini, que es la principal obra hasta la actualidad que ofrece el 
panorama históricos de la ciencia en nuestro país. Tal fue el impacto de este fenómeno que 
reaparecieron las cátedras dedicadas a este campo disciplinar. Se crea igualmente el Instituto de 
Historia de la ciencia de la UBA, dependiente del rectorado de ésta, pero de corta tras la 
intervención del año 1966. De la misma forma, y no por ello menos importante, se crea en una 
trama mas adversa, el Centro Editor de América Latina, que entra al campo académico con 
varias publicaciones. 
En la actualidad, se ha recuperado el espacio en las cátedras universitarias dedicado a 
la historia de la ciencia, en general en cursos de postgrado, algunos de ellos que articulan la 
ciencia y la tecnología a la gestión o la sociedad. Universidades nuevas, como Quilmes, Lanús, 
Tres de Febrero, General Sarmiento o San Martín, tienen entre sus ofertas alguna asignatura 
vinculadas a estas dimensiones, especialmente posicionadas desde la política científica y 
sociología o filosofía de la ciencia. Sin embargo, esta nueva posición académica de la disciplina 
no se evidencia en las políticas editoriales. De la misma forma, se dio un retroceso en lo que a 
publicaciones de artículos de autores argentinos se trata. La historia de la ciencia no ocupa un 
lugar prioritario en subsidios, premios o indicadores bibliométricos, por lo que no puede 
encontrar “su lugar” en el sentido institucionalizado. Solo a partir de este año, se han diseñado 
instrumentos de formación de recursos humanos en ciencia y tecnología, promoviendo incluso 
la conformación de consorcios universitarios orientados a la oferta de especializaciones en 
administración tecnológica. 
A pesar de los avances institucionales y científicos, los países en vías de desarrollo, 
mantienen las instituciones en un contexto desfavorable para un impulso continuo de la ciencia. 
La percepción del público respecto a la ciencia no fue mejor que la de las etapas anteriores, 
principalmente porque la ciencia estaba asociada a un “desarrollo visible”. Estas relaciones no 
 
están tan alejadas del concepto de desarrollo propuesto por SEN (2000) en tanto es entendido 
como el “proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos”, en lugar 
de enfocarlos como crecimiento económico (SEN, 2000). Porque el empobrecimiento de la 
economía, se debe sustancialmente a la continua separación entre la economía y la ética (SEN, 
citado por CHAVEZ Jorge). Esto se revertiría si se diera mayor relevancia a las consideraciones 
éticas, que modelan el juicio y el comportamiento humano, haciendo la economía más 
productiva en beneficio del bien común. Estas conexiones empíricas que establece Sen, se 
refieren a comprender al desarrollo como resultado de la combinación de las capacidades de las 
personas con las oportunidades que les brinda el medio, situación que les permite a los 
individuos realizar las acciones propias de un determinado proyecto de vida, asociado a la 
calidad de vida. Esto no significa otra cosa que reconocernos como una “unidad” en la más 
diversa “heterogeneidad”, que puede ser el inicio de un camino de consolidación de la unidad 
Latinoamericana. 
Para Freeman (2002) las crecientes desigualdades y el desplazamiento de la agenda 
política de este problema, se deben a la expansión de la tecnología de la comunicación por el 
sistema económico desvirtuando su importancia. Esto significa que como efecto de la 
centralidad de las nuevas tecnologías se incrementa la desigualdad, pero en la medida en que la 
primera madura, la segunda vuelve a formar parte principal de las agendas políticas como un 
efecto péndulo (FREEMAN, citado por AROCENA Y SUTZ, 2001). ¿Cuál es la relación de 
esta afirmación con la historia de la ciencia? En este sentido, queda en evidencia el carácter 
esencialmente social e histórico de la ciencia y por ello, la historia de la ciencia debe estar 
asociada a reflejar esa complejidad, demostrando que nada el proceso es estático o predecible en 
el sentido de un análisis “nomotético”. El desarrollo, está estrechamente ligado a la 
inteligibilidad que ofrece la Historia de la Ciencia, porque de ella derivan matrices de 
aprendizaje que necesariamente deben ser comprensibles desde el presente. Como secuela, 
parece perder fuerza el cuestionamiento frecuente de “en qué medida y como las cosas pudieron 
ser diferentes”, porque se corre el riesgo de desconocer el entramado ofreciendo respuesta 
simplistas, desde el lugar del “como sí”. Es preciso dar inteligibilidad al entramado estructural y 
coyuntural para encontrar relaciones explicativas. Es preciso plantearse cómo el cambio técnico, 
el deterioro ambiental, el crecimiento poblacional, en un contexto socioeconómico cargado de 
desigualdades, reproduce los condicionamientos que retroalimentan el círculo vicioso del 
subdesarrollo, para superarlo desde propuestas de carácter participativo, integrales y que 
permitan diseñar estrategias que vayan más allá de la coyuntura. 
No debe pensarse sólo en evitar que siga “pasando la tecnología” por delante de 
nuestros ojos, que se lleva a países en donde “se deja perder”, porque no existen recursos 
 
humanos calificados para mantenerla, sino aspirar a alcanzar las transformaciones en la 
estructura productiva que lleven al liderazgo del sector industrial, su acercamiento e integración 
con las actividades agrícolas y la intermediación financiera (FAJNZILBERG, 1983). Este 
proceso, debe necesariamente estar acompañado de un proceso de cambio del contexto social, 
con un obligatorio cambio en la distribución de la riqueza, capaz de crear condiciones 
favorables para sustentar el desarrollo. Este escenario no vendrá precisamente de organismos 
internacionales o de los países que hoy ocupan el centro del orden mundial, sino que tiene que 
surgir desde la propia América Latina, tomar conciencia de la necesidad de buscar soluciones 
propias, pensar en escenarios posibles donde el bien común y la equidad constituyan el eje 
central de la acción. La historia de la ciencia, puede darnos las pistas para identificar estas 
“influencias”, aprender de ello y cambiar el rumbo para romper con las estructuras 
administrativas y políticas que animan a los científicos a una producción alienada a los modelos 
extranjeros. Es más, la formación específica de algunos científicos sigue siendo alentada en el 
extranjero, por lo que es recurrente la “fuga de cerebros”, rompiendo la continuidad de la 
investigación (CUETO y CAZIÑARES, 1999). 
 
La cooperación y la ciencia en la historia 
En América Latina, como afirmo en el apartado anterior, la aparición de los jardines 
botánicos, las bibliotecas especializadas, los museos de historia natural, los laboratorios de 
fisiología, y las comunidades científicas por disciplina, debieron su origen al “transplante” de 
modelos europeos, donde cumplieron un lugar muy importante las redes de cooperación. Hoy, 
en el marco de un proceso de recuperación de la idea de una historia de la ciencia, es importante 
incorporar el rol de la cooperación en I+D que se vino desarrollando. Éste componente de la 
ciencia, estuvo marcado por una fuerte dependencia económica, por lo que estuvo asociada a 
una limitada acción para el cambio y un sistema científico y tecnológico para el desarrollo de la 
I+D débil y en algunos casos casi inexistentes. Esta situación es también reconocida en el 
diagnóstico elaborado por Lemarchand (2005), cuando rescata e incorpora el rol de la gestión 
política en cooperación, como instrumento de desarrollo, pero que supere aquella de carácter 
técnico, porque si no están directamente relacionados con las principales problemáticas y 
necesidades regionales se produce una “no resolución”,un “estancamiento”, “un incremento de 
la deuda interna”. La colaboración científica, como explica Velho (1998), se dio en 
Latinoamérica en torno a factores e intereses económicos y cognitivos y sociales, variando su 
naturaleza y áreas de conocimiento, alrededor de la idea de “neutralidad” de la ciencia, como 
herramienta diplomática, para desterrar la idea de “colonialismo” o “imperialismo”. En un 
 
estudio de la cooperación, desde la historia de la ciencia, se pueden identificar los lineamientos 
que emergen de las obras difundidas en nuestro país. 
Si comparamos los resultados de la cooperación (áreas temáticas, métodos, técnicas, 
regiones, etc), podemos afirmar que la relación norte-sur no es por el interés científico, sino por 
el dominio de los recursos naturales, ejerciendo el “norte” su dominio “científico y 
tecnológico”, lo que no tiene porque ser diferente en relación a países desarrollados y en 
desarrollo. Situación que no mejorará en tanto no se planteen alternativas para salir del sistema 
de dependencia, ya que nuestros países se encuentran despojados de los medios de producción 
del conocimiento en un estado de relaciones desventajosas, que no puede hacer otra cosa que 
agrandar la brecha tecnológica y científica. 
Pensar el proceso de desarrollo de la historia de la ciencia desde modelos que resulten 
más propios, será posible sólo con una estructura científico tecnológica sólida que permite 
generar capacidad de incorporar la ciencia y la tecnología en el mismo proceso de desarrollo. En 
el primero de los casos hablar de una estructura firme es pensar en un sistema de relaciones 
activo del sistema educativo que forme investigadores, las condiciones materiales, el sistema 
institucional, los mecanismos jurídicos y los recursos económicos aplicados a la ciencia y la 
tecnología. Este sistema se fue consolidando en el proceso de institucionalización de la ciencia y 
tecnología, que acoplada al fenómeno de globalización generó condiciones de inserción 
diferenciada en la producción científica. 
No obstante, el problema de la infraestructura así planteada, es su debilidad por la 
combinación de diferentes factores que actúan negativamente: la desigual distribución de los 
recursos que ya de por si son escasos, la escasa planificación, las acciones de promoción por 
favoritismos políticos, la presencia de mecanismos jurídicos-administrativos burocráticos, un 
sistema educativo que no promueve la creatividad, bajos salarios a los investigadores, la 
desvalorización de la investigación como función principal en las universidades, la escasa 
participación del sector privado en la inversión en investigación, por citar algunos. Todos estos 
factores, inciden en una limitación para el anclaje de una historia de la ciencia, que colabore con 
el desarrollo de América Latina. 
Así como el desarrollo de la ciencia y la tecnología encuentra sus obstáculos en todos 
los ámbitos de la sociedad, la Historia de la Ciencia también encuentra los suyos en un esquema 
mayor: los monopolios ejercidos por las multinacionales, la competencia desleal de las 
empresas, la escasez de capitales para invertir, un contexto político jurídico rígido que inhibe la 
producción científica y la presencia de una estructura científico tecnológica inexistentes en 
algunos casos. Superar estos obstáculos implica generar conflicto de intereses y que como tales 
involucra una lucha en un campo complejo. De esta forma se manifiesta la relación entre ciencia 
 
y poder, en tanto es cada vez mayor la presencia de la ciencia, la tecnología y la innovación en 
la arena de la política. Frente a ello, las instituciones públicas de I+D deben orientarse a una 
legitimación con tres vértices: por un lado la legitimación social, para establecer un nuevo 
contrato social con la comunidad de la que forma parte, la legitimación política, que no significa 
otra cosa que definir líneas conjuntas con el poder político, y la legitimación científico-
académica, que es la mas difícil de alcanzar, que permita su inserción en el mismo nivel de 
reconocimiento a nivel mundial (tanto de sus científicos como de sus producciones). Esto podrá 
posicionar desde un lugar diferente a la Historia de la ciencia y a América Latina en el concierto 
mundial. 
Desde el lugar planteado, es necesaria la relación entre las universidades y el sector 
privado, sin caer en el “ofertismo” ni en la sola “producción de conocimiento”. La universidad, 
y todo el sistema científico nacional5, deben asumir el papel de actores principales de los 
procesos de desarrollo social y económico de la región, promotoras de la producción científica. 
Pero un nuevo modelo de universidad orientado a fortalecer las ACTI, precisa identificar los 
roles, el desempeño y las potencialidades de las distintas disciplinas en el proceso de innovación 
y orientarse a un trabajo interdisciplinar. Igualmente las estructuras curriculares deben 
incorporar la investigación y la innovación como espacios de formación, capacitar a la planta 
docente para la transferencia de I+D, orientar los programas institucionales hacia el vinculo 
Universidad - sector productivo y detectar e identificar Investigaciones con potenciales de 
transferencia6. La “universidad posible” de Darcy Ribeiro (1970) debe potenciar el sector de 
CyT e instalarse en un lugar estratégico en la definición de las políticas científicas y asumir el 
rol de articuladora entre los actores del proceso de innovación, aprovechando las 
potencialidades y superando las carencias en un contexto de desarrollo. Esto, significa 
preocuparse en apuntalar la compatibilidad de las posibilidades nacionales con las opciones 
sectoriales estratégicas. 
En este orden de ideas, es importante examinar que en la sociedad del conocimiento 
existen dos caras de una misma moneda, que es conveniente tener en cuenta cuando se pretende 
esbozar alternativas de desarrollo para América Latina. Por un lado, las exigencias competitivas 
del mercado global, posicionan a las instituciones en una necesaria producción de conocimiento 
(científico y tecnológico) e innovación, presentando como positivo los beneficios económicos y 
de desarrollo social y cultural como promesa para los países. La otra cara de la sociedad del 
 
5 Coincidente con el estudio presentado por Jorge Sábato y Natalio Botana (1970). 
6 El trabajo de la Universidades en los encuentros realizados sobre Indicadores de C&T ha permitido desde la 
perspectiva del pensamiento latinoamericano, plantear como conclusión la urgente necesidad de articulación con el 
Estado y los sectores productivos. Cfr. conclusiones “Curso Sobre Diseño y Evaluación De Políticas De Innovación 
Para América Latina” (UNQ), presentaciones de las UUNN en el XII Seminario Latino Iberoamericano De Gestión 
Tecnológica 2007, conclusiones del Plenario de la VII Reunión de la Red Vitec. 
 
conocimiento, está constituida por los “factores de riesgo, exclusión, imposición e inequidad 
que están presentes junto con el avance de los conocimientos científicos y tecnológicos” 
(SANDOVAL, 2006). Ciertamente la sociedad del conocimiento, que parecía ser la alternativa 
al capitalismo salvaje globalizado, puso en evidencia sus aspectos paradójicos: reunió en una 
misma estructura los beneficios económicos y sociales con la exclusión, la violencia simbólica y 
los mecanismos ideológicos que fomentan las relaciones asimétricas en la sociedad y entre los 
países. Se trunca así nuevamente el desarrollo de América Latina, generando tensiones e 
inequidades que impiden, de la misma forma, observar en los hechos los beneficios equitativos 
que ofrecen en teoría de los modelos de la sociedad del conocimiento. 
A las desigualdades de punto de partida, se suman los cambios acelerados en la 
transformación del mundo que se vive en el mundo actual, el paisaje de la vida humana se ha 
trasformado comoefecto de la globalización y los cambios asociados a ésta: la integración 
global de los mercados financieros, el ascenso del pacífico como nuevo centro industrial, la 
unificación económica de Europa, el surgimiento de una economía regional norteamericana, la 
desintegración progresiva del antiguo “tercer mundo”, crisis de legitimidad de los sistemas 
políticos, y la integración de los ex territorios de la unión soviética al modelo capitalista. En 
palabras de Castells (2000) “la revolución tecnológica, centrada en torno a las tecnologías de la 
información, está modificando la base material de la sociedad a un ritmo acelerado”, como una 
acentuación del desarrollo desigual entre sectores y segmentos dinámicos de las sociedades. La 
Historia de la ciencia debe reflejar estas “realidades” en todas sus dimensiones, evitando el 
“transplante” de modelos externos en este campo disciplinar. 
Esta conjugación, implica no solo partir de la objetivación de la posición marginal de 
los científicos frente a la “legitimación”, por un lado, de la comunidad científica internacional, y 
por el otro la dependencia de los marcos impuestos por la corriente de innovación y producción 
del capital internacional, sino también reconocer el peso que ha tenido la inequidad en la 
configuración de los procesos de crecimiento de América Latina y reposicionarla para superar el 
estado de pobreza y miseria de su población. No se trata sólo de desigualdad en términos 
económicos, sino cómo este nuevo modo de desarrollo consolida la desigualdad en el acceso a 
formas de bienestar (social, económico, político, etc) y de libertades. Esto, sin incluir en el 
proceso de reconocimiento de los puntos de partida, la heterogeneidad cultural y geográfica que 
caracteriza a América Latina. 
Así, la desigualdad debe reconocerse como un factor que ha obstruido y obstruye el 
crecimiento y “despegue” de los países latinoamericanos; y a partir de asumir esa realidad como 
parte de nuestra historia se podrá diseñar estrategias que respondan a un verdadero crecimiento 
 
“hacia adentro”7. Las oportunidades son desiguales, el potencial no se distribuye de manera más 
o menos pareja en todo el mundo, sino todo lo contrario, se consolida la tendencia de 
concentración y desposeimiento, por darle un nombre a la pérdida continua. Frente a este estado 
de cosas, es imperioso ver la realidad y reaccionar frente a ella, porque “hemos estado 
sometidos y sumergidos en un baño ideológico de gran intensidad que nos ha impedido 
distinguir entre lo que es y lo que algunos quisieran que fuera” (SUNKEL, 2007). 
 
Conclusión: abriendo posibilidades 
El proceso de globalización, vinculado fuertemente al subdesarrollo y la perdida de 
libertades, impacta en todas las dimensiones de la sociedad, por lo que es inexcusable proponer 
cambios desde cualquiera de ellas, para provocar una cambio a nivel coyuntural en los países 
latinoamericanos. Integrar en propuestas flexibles, a largo plazo y efectivas, implica pensar toda 
estrategia de intervención desde la asociación de “desarrollo y libertad”, y la consecuente 
equidad que deriva de este binomio. Reconocer el rol de la Historia de la Ciencia, para romper 
la imagen de la desigualad que emerge del proceso de inserción periférica de América Latina, 
involucra hacer inteligible la coyuntura de la globalización en el que se da este proceso. 
La sustentabilidad de las estrategias de desarrollo, debe estar dado por un contexto 
de transformación real, porque solo así se podrá cerrar el círculo vicioso de la dependencia, aun 
condicionado por el impacto de la globalización. Porque ésta actúa, desde su efecto 
“inequitativo”, como limitante para el desarrollo de la ciencia en Argentina y la mayor parte de 
los países de Latinoamérica, condicionando la permanencia de una Historia de la Ciencia 
producto del transplante foráneo. Con la descripción del proceso histórico de inserción 
periférica de nuestro país y de América Latina en el orden mundial, asociando los modelos del 
campo disciplinar que hace a la historia de la ciencia, se trató de esbozar una imagen de la 
realidad latinoamericana como construcción histórica y dialéctica, donde los factores externos 
gravitaron continuamente en su desarrollo dependiente. La incidencia de estos factores, 
constituyó modelos de “hacer ciencia”, de “escribir esa ciencia” y de “utilidad de la ciencia”, 
altamente vulnerables, condicionando frente a los avances científicos extranjeros y los cambios 
en las relaciones de poder de los “grandes centros científicos mundiales”. Continuamente, las 
relaciones de poder que se establecen en este sentido, justifican el orden existente, vulnerando, 
indirectamente, pero no por ello menos importante, el principio de libertad. 
 
7 El crecimiento “hacia adentro” no implica un desarrollo fuera del marco de la globalización sino potenciar las 
capacidades instaladas para favorecer el crecimiento que favorezca a la estructura económica, social y política del 
país o la región: un crecimiento verdaderamente endógeno. 
 
Aparecen diversos factores que condicionan las alternativas de desarrollo para 
América Latina, desde mecanismos ideológicos e inmateriales, hasta la dependencia en ciencia, 
tecnología e innovación, coartando la posibilidad de transformar el “circulo vicioso del 
subdesarrollo” en un “circulo virtuoso de desarrollo y libertad”. Es imperioso que todos los 
actores construyamos un “rumbo propio”, sobre la base de reconocer los errores, de aceptar la 
“deuda interna” y de admitir la heterogeneidad como el principio unificador. 
Después de la Revolución industrial, el mundo nunca volvería a ser el mismo, pero 
tampoco cerró las puertas para potenciar la construcción de la libertad, en cualquiera de las 
dimensiones de la sociedad, como el camino para el desarrollo integral de los países, como un 
camino posible en un marco del desarrollo local. 
 
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