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La historia de la ciencia en Argentina y el proceso de desarrollo latinoamericano Paredes Claudia - UNPA (Universidad Nacional de la Patagonia Austral) - CPE (Consejo Provincial de Educación- Dirección Provincial de Educación Superior) gestion_investigacion@unpa.edu.ar Resumen El subdesarrollo trastoca todas las dimensiones de la sociedad, por lo que debe integrar un eje fundamental en la revalorización de la historia de la ciencia. El objetivo del trabajo reside en la aceptación de las formas de este campo disciplinar en Argentina y caracterizar una realidad, donde los factores externos siempre gravitaron, en mayor o menor medida, favoreciendo un modelo de desarrollo dependiente y altamente vulnerable, sostenido en el discurso del poder hegemónico. Se realizará un repaso de los procesos históricos, para reconocer en ellos las debilidades para intentar superar ese círculo vicioso que incidió e incide en las formas de escribir la historia de la ciencia. Se pretende identificar las relaciones en el campo de la producción científica, entendida como un espacio de poder, y poner en evidencia los principales inconvenientes de las acciones de cooperación en tanto se constituyen en medios de “transplante”. Toma fuerza, la idea de construir un “nosotros”, desde el presente, con toda la heterogeneidad caracteriza a Argentina y a América Latina, para poder iniciar un “propio rumbo” en una historia de la ciencia y un desarrollo entendido como ampliación de las libertades (SEN, 2002). Palabras claves: Historia - Ciencia – Tecnología – Desarrollo La historia de la ciencia en Argentina y el proceso de desarrollo latinoamericano Paredes Claudia - UNPA (Universidad Nacional de la Patagonia Austral) - CPE (Consejo Provincial de Educación- Dirección Provincial de Educación Superior) gestion_investigacion@unpa.edu.ar “Hay quienes piensan que la investigación científica es un lujo o entretenimiento interesante pero dispensable. Grave error, es una necesidad urgente, inmediata e ineludible para adelantar. la disyuntiva es clara, o bien se cultiva la ciencia, la técnica y la investigación y el país es próspero, poderoso y adelanta. O bien no se la practica debidamente y el país se estanca y retrocede, vive en la pobreza o la mediocridad” Bernardo Houssay1 Introducción: La historia de la ciencia en el contexto latinoamericano El subdesarrollo, los emergentes asociados al imaginario instalada como efecto de la globalización, trastoca todas las dimensiones de la sociedad. Por ello, el desarrollo en sí debe formar parte de la agenda política, pero también debe integrar un eje fundamental en la formación de los recursos humanos y la revalorización de la historia de la ciencia como medio 1 Barrios Medina y Paladín (comp). Escritos y discursos del Dr. Bernardo Houssay, EUDEBA, Buenos Aires. 1989. p.589.- de “re-encantamiento” por ella. Refutar ideas facilistas de encubrir bajo la asociación de los términos de “globalización, desarrollo y pobreza” la justificación de un “transplante ideológico” que garantiza el orden existente, refleja la posibilidad de generar alternativas posibles para la construcción de un “desarrollo propio” sobre la base de las libertades. Esta visión implica pensar “otro desarrollo”, que sea pensado como la “puesta en marcha de n proceso dinámico de ampliación de las capacidades locales para desarrollar la mejoría intergeneracional sostenida de la calidad de vida de todos los integrantes de una población” (Coraggio, 2006), que incluye componentes, sociales, políticos, culturales, económicos, entre otros. Desde este lugar toma fuerza la idea de “apropiación” de una historia de la ciencia, si se quiere “revisionista”, para sentar bases de una construcción diferente, que resulte dialéctica y transversal a todas las dimensiones. El eje fundamental del presente trabajo reside en la aceptación de las formas pasadas de reconstruir la Historia de la ciencia en Argentina, que se entremezcla con la realidad actual de los países latinoamericanos. Una realidad que resulta de una construcción histórica y dialéctica, donde los factores externos siempre gravitaron, en mayor o menor medida, favoreciendo un modelo de desarrollo dependiente y altamente vulnerable. Sobre este principio reconocido como válido, se intentará visualizar alternativas de desarrollo para América Latina sobre la de-construcción de una Historia de la Ciencia que le sea propia. Para ello es preciso en primer lugar, hacer un repaso de los procesos históricos y reconocer en ellos las debilidades para intentar superar, con un modelo de desarrollo como extensión de las libertades (SEN, 2000), ese círculo vicioso que incidió e incide en las formas de escribir esta historia. En el ultimo apartado, y teniendo en cuenta las ideas mencionadas, se pretende identificar las relaciones en el campo de la producción científica, entendida como un espacio de poder, y poner en evidencia los principales inconvenientes de las acciones de cooperación en tanto se constituyen en medios de “transplante” de “modelos de desarrollo” externos. Para ello, no se limitará a la tipificación de períodos históricos de Argentina en relación a la identificación de los hitos de producciones en el campo disciplinar de Historia de Ciencia, sino indicar aunque someramente algunas líneas posibles de análisis para colaborar a un marco de desarrollo de América Latina. Toma fuerza, a medida que avanza el análisis, la idea de construir un “nosotros”, una trayectoria propia, desde el presente, con toda la heterogeneidad que caracteriza a Argentina y a América Latina, para poder iniciar un “propio rumbo” en una historia de la ciencia que nos sea propia. La ciencia y la historia, para pensar la Historia de la ciencia Analizar el impacto de la historia nacional de la ciencia en Argentina, exige plantearse como primer interrogante cuáles son las dimensiones que involucran la “historia de la ciencia” como disciplina. Desde este lugar, se puede afirmar que es importante comprender una historia cultural de la ciencia, donde el contexto y sus actores, condicionan el desarrollo de la ciencia, de la cual no queda alejada la historia de la ciencia como campo disciplinar. Debe incluirse el análisis de las relaciones sociales y los agentes involucrados, así como de las ideas, los objetos y los instrumentos, que se imbrican en un escenario sociopolítico que cambia permanentemente. La historia de la ciencia, requiere por su naturaleza, no sólo conocimientos de las disciplinas que se estudian, sino también del contexto histórico en el que se desarrollan los procesos, para dar inteligibilidad a las formas de “presentar la historia de la ciencias”. Al hablar de una “historia nacional”, es ineludible exponer las posiciones que emergen de utilizar este concepto como unidad de análisis, para justificar las ideas que se expresan en el presente trabajo. No es intención ofrecer un acabado estudio respecto a la posiciones teóricas al respecto, sino por el contrario posicionar las relaciones que se exponen, para ofrecer un punto de partida que ayude a pensar sobre “La historia de la ciencia en Argentina y el proceso de desarrollo latinoamericano”. En primer lugar, parece importante reconocer que “la ciencia realmente se diferencia de país en país; hay diferencias en el grado de importancia, en la dirección, en la orientación, en el uso” (JAMINSON A, citado por PYENSON, 2002), aunque algunos permanezcan conectados con la noción de universalismo del S.XVIII en los términos de Merton; sin embargo cuando la ciencia se presume como recurso nacional, se convenirte en un campo de poder, idea fuerza que resulta mas que importante para el presente trabajo. Exponer el contexto histórico, para comprender el proceso e identificar los cambios y las continuidades,en el campo del desarrollo de la ciencia y tecnología en sí, requiere también el tratamiento a nivel institucional para distinguir las relaciones de poder y acciones políticas que marcaron el rumbo de la “Historia de la ciencia” como disciplina en Argentina. Este análisis permitirá repensar el rol de este campo en el proceso de desarrollo de América Latina, como pilar para la planificación en Ciencia y Tecnología. Por que, como sostenía Kuhn (1995) al referirse a las implicaciones de la naturaleza y desarrollo de la ciencia, “quizá la ciencia no se desarrolla por medio de la acumulación de descubrimientos e inventos individuales”. De la misma forma, hay que reconocer el impacto de las “nuevas tecnologías de la información y la comunicación” en la actualidad en este proceso de “construcción del campo de la historia de la ciencia”, abriendo camino a dinámicas de cambio que tienden a reforzarse a sí mismas y generar nuevas formas de poder en un contexto de contraposiciones y luchas sociales. La “Historia de la Ciencia” no escapa a los vaivenes de otras disciplinas, en un contexto dinámico, cambiante e inestable como el de Argentina. Las transformaciones y continuidades del contexto histórico global, generaron “agujeros negros” en la historia de la ciencia, principalmente en países donde era marcado e incidente el nivel de dependencia del criterio de universalización de la ciencia, e hicieron que el despegue en argentina resulte de un “transplante disciplinar” (BABINI y ASUA, 2003). Ciertamente la base material que fue dando forma a las relaciones sociales de producción, modificaron y justificaron las nuevas relaciones de poder en todas las dimensiones de la sociedad. Para este período estas relaciones estaban constituidas alrededor de la “maximización del beneficio”, reflejando la base del capitalismo financiero. En este contexto, las relaciones entre los científicos se configurarán entre los componentes del binomio centro-periferia, en términos de intercambio totalmente asimétricos, que llevará mas tarde o más temprano a los Estados y economías latinoamericanas a una dependencia de las líneas de investigación marcadas en el extranjero, volviéndose “vulnerables” en su condición de “periferia”. Esta condición, marcó el rumbo de la historia de la ciencia en nuestro país, que se hacía palpable en el marco del colonialismo político, quedaba ensombrecido por el imperialismo cultural, y atravesado por la alienación económica. Como señalaba John D. Bernal, referente de la escuela inglesa de historia de la ciencia, en su obra más importante Historia Social de la Ciencia, la importancia del desarrollo de la ciencia está en su capacidad para la resolución de los problemas sociales (HORMIGON, 1995). El idioma también toma relevancia como forma de dominio del campo de la historia de la ciencia, desde sus orígenes y hasta los tiempos contemporáneos, por lo que no puede pasar desapercibido en este análisis. Desde una de las líneas de desarrollo de la historia de la ciencia, aquella que surgiera centrada en la historia de la medicina, la historia de la ciencia “tuvo su origen en el mundo centroeuropeo de habla alemana o que utilizaba este idioma como lengua franca” (LOPEZ PIÑERO, 1993). Si bien en la actualidad, parece pasar desapercibida por la misma práctica y los imaginarios instalados en la comunidad científica, como afirma Podgorny (2001) “sólo crea problemas para aquellos que no tenemos el inglés como lengua materna y que reconocemos la necesidad de incorporar los resultados de nuestro trabajo en un marco que traspase las fronteras puestas por la misma”. Es importante desde este lugar, señalar la importancia de los marcos que se identifican como “legítimos” en la pretendida universalidad y neutralidad de la ciencia. Es así que la misma autora agrega “de esta manera, los científicos hablamos, escribimos y leemos en la paradojas planteada por la no reflexión sobre la lengua materna y por una pretendida búsqueda de un lenguaje neutral y común, comprensible para la comunidad científica internacional”. No menos importante, es cuestionarse las consecuencias de este dominio lingüístico en las ciencias, cualesquiera sea el campo disciplinar, donde “la lengua se vuelve tan invisible como la misma cultura y como las categorías que preexisten y condicionan cualquier acto de escritura o de comunicación (PODGORNY, 2001). El problema del monolingüismo científico que permanece en las producciones científicas actuales, pareciera convertirse en una situación cada vez mas reconocida y aceptada entre la comunidad científica. Pero igual de válido es reflexionar sobre el impacto de este fenómeno e el campo de la producción científica de los campos disciplinares. En efecto, preguntarnos por las repercusiones que ha tenido el dominio del inglés durante los últimos decenios, recae en el igual dominio en los espacios de comunicación científica. Es tal así que la lengua y la comunicación se han convertido en problemas de investigación, planteado incluso en el coloquio europeo Sciences et Langues en Europe, que en su presentación, el director del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, Pere Alberch (citado por NAVARRO, 2002) afirmaba: “had never thought that the language used in [international scientific] exchanges would be a possible matter for debate. Certainly, it is a subject for historical analysis [...]. But, languages? There is no plural in contemporary, top level, basic science: English is THE language of communication and it never occurred to me that anybody who knows anything about the dynamics of science today would even question the issue” La mayor parte de las publicaciones y revistas indexadas de la comunidad científica internacional, son publicadas en inglés e incluso los comités académicos o referís tienen a este idioma como lengua materna, por lo que mas allá de la pretendida objetividad tienden e elegir o priorizar temas, conceptos, métodos o líneas que se investigan en sus países. De esta forma, indirectamente la lengua, se convierte en un bien intangible cuyo dominio otorga el acceso diferenciado a determinados beneficios, ya que las publicaciones y comunicaciones en congresos internacionales, se convierten en criterios de evaluación al momento de ponderar muchos instrumentos de financiamiento de las actividades de I+D+i, que se replicará en publicaciones. Por esto, no hay que restar importancia a las asimetrías que marca y consolida la lengua, donde una actitud pasiva e imitadora de los países en vías de desarrollo, puede acarrear la “desviación” hacia temas prioritarios definidos por la comunidad científica como tales, sin serlo para la realidad regional, corriendo el riesgo de caer en el monopolitismo intelectual. La historia de la ciencia en el proceso de desarrollo endógeno Los estudios de la historia de la ciencia en Argentina, en sus inicios con trabajos de tipo monográficos2 en las publicaciones de la Sociedad Científica Argentina, permitió la difusión en ámbitos académicos y educativos con una nueva percepción de la relación entre la ciencia y sociedad. El desencantamiento sin embargo vendría de la mano del contexto latinoamericano en la segunda parte del Siglo XX, donde los primeros desarrollos científicos debieron enfrentar condiciones adversas, marginalidades, prevalencia de los valores tradicionales, la escasa demanda de las industrias locales y la dependencia extranjera. El precio de tener una historia de la ciencia “desencantada” fue la adopción de modelos foráneos en este campo, naturalizando el “transplante” en los términos presentados por Asúa (2000), evidenciada en la combinación de perspectivas provenientes de campos disciplinares como la medicina, la matemática y la física. Sin embargo no fue un fenómeno privativo de la historia de la ciencia en particular, sino que otros campos científicostambién siguieron modelos extranjeros, pero su incidencia era aceptada bajo la denominación de una necesaria universalización. Cabe preguntarse entonces ¿Cuál es la relevancia de hacer inteligible la historia de la ciencia en Argentina en relación a un desarrollo endógeno? La respuesta no es simple, unilateral, y tal vez no pueda ser en el presente trabajo representativa de todos los matices y aspectos singulares que cruzan la vida académica y social, y por ende a la organización política y económica de los países latinoamericanos alrededor del campo de historia de la ciencia. Básicamente intentar buscar alternativas de desarrollo para América Latina basado en la ciencia y la tecnología, requiere identificar los procesos que mayor gravitación tuvieron en la configuración de la ciencia actual en los países que la integran, relacionados de manera dinámica en un contexto mundial heterogéneo, desigual, que no favorece la equidad. Es importante radicar la mirada no sólo en el ritmo de los cambios técnicos, que modificaron las relaciones técnicas de producción y el desarrollo científico, sino también las relaciones de poder que subyacen en la comunidad científica. Estos procesos demandan ser analizados en términos de proceso histórico y capitalización de cambios y permanencias, ya que debe entenderse como una compleja red de relaciones de científicos, instituciones y realidades. La historia de la ciencia en Argentina nos puede ayudar a explicar la marcha de las instituciones ancladas en el conocimiento científico, para repensar los modelos de difusión de las ciencias. Si bien, Elena y Ordoñez (1998) analizan los canales alternativos de difusión del conocimiento el período de la revolución científica y la revolución Industrial, es importante el aporte de la obra en tanto puntualizan como principal argumento para una respuesta a la transmisión de los conocimientos de la ciencia, a la aparición de sociedades científicas en las 2 La evolución de las ciencias en la República Argentina. 1872-1922. Reunía las producciones de varios destacados científicos. provincias. A esto se debe sumar las actividades como las conferencias públicas en el siglo XIX, que promovieron el vínculo entre la ciencia newtoniana y la aplicación tecnológica de la misma. Las demostraciones prácticas que caracterizaron este tipo de conferencias públicas, contribuyeron a la divulgación científica con un carácter marcadamente popular y democrático, aún cuando estaba basada en la convergencia de intereses de científicos y empresarios principalmente. Las conferencias se volvieron de esta forma los nuevos espacios del saber. Aun hoy la Sociedad Científica Argentina, fundada en 1872 y dominada durante los primeros años por los ingenieros, conserva como objetivo fundamental “abarcar todas las disciplinas científicas y promover la difusión de la ciencia en sus más variados aspectos prácticos y teórico”. En relación a las conferencias realizadas por las sociedades de científicos, utilizadas como mecanismo de difusión y legitimación social del conocimiento, cumplían la función de impartir conocimiento generosamente a una audiencia pasiva de personas no entendidas, pero también implicarlos en un razonar colectivo acerca de cuestiones científica (Fèher, 1990). El modelo de crecimiento del país de la segunda parte del Siglo XX, encontrará más tarde o más temprano sus propios límites en los mercados nacionales de carácter reducido, sistemas de ahorros internos poco flexibles, escasa inversión en recursos humanos y los conflictos sociales que exigían la redistribución de la riqueza3. No fue acompañada esta etapa con un verdadero rol protagónico del Estado, en los términos planteados por CASTELLS (2000), de tal forma de desatar o dirigir la innovación tecnológica, organizando las fuerzas sociales y culturales, por el contrario se dio un retroceso de la capacidad de creatividad y aprendizaje. Estas capacidades tienen fuerte relación con los procesos de difusión del conocimiento, a través de los canales institucionales u otros alternativos. Para pensar en un cambio en la sociedad latinoamericana, que involucre todas las dimensiones del desarrollo, es necesario intervenir en el campo de la investigación científica tecnológica y sus instrumentos de promoción y difusión para lograr un impacto, porque ésta la herramienta de transformación estratégica para dinamizar e impulsar el desarrollo estratégico. Sin embargo no solo debe pensarse desde este lugar a la ciencia y la tecnología sino también romper con estructuras mentales instaladas socialmente y reconocidas como válidas por grupos de poder, que inciden en la comunidad científica, definiendo y justificando líneas o áreas problema de investigación. Es preciso romper con la idea que “la investigación es un lujo para 3 La transformación en el rendimiento y en las instituciones durante el siglo XX, fueron analizadas desde una perspectiva histórico social por Thorp Rosemary, Progreso, pobreza y exclusión. Una historia económica de América Latina. En su obra se reconocen nuevos actores como fuerzas de crecimiento: pequeñas empresas, las empresas del estado y las grandes empresas generalmente de capitales internacionales. Incorpora la variable medioambiental como criterio de análisis en la calidad del crecimiento económico, actuando recíprocamente con los tres aspectos fundamentales para comprender el proceso de crecimiento: la inestabilidad del crecimiento y de los precios y la vulnerabilidad externa. Para Thorp, estas relaciones fueron configurando grados de pobreza y desigualdad que se profundizaban en diversas áreas geográficas, segmentando el mercado del trabajo. los países desarrollados” (SABATO y BOTANA, 1970). Para ello es un deber salir de una actitud pasiva y tomar un rol activo en la ciencia y la tecnología, lo que favorecerá generar acciones de carácter inclusivo sin ignorar el lenguaje de los países mas avanzados. Esto implica redefinir las relaciones entre los actores, y para ello es importante identificar claramente el escenario de intervención, y comprender sus orígenes. Las debilidades del contexto argentino era señalado por Bunge (citado por BERNAOLA, 2001), cuando afirmaba que “Todos comprendimos que a) no hay desarrollo nacional sin desarrollo científico y b) éste requiere inversión no solo en instalaciones, sino también, y sobre todo, en estudiantes e investigadores de tiempo completo (lujo que en Argentina estuvo casi siempre reservado a personas con recursos propios). Sin embargo, a la vuelta de los años he comprendido que esos principios, aunque necesarios, son insuficientes: que no puede haber política científica realista en un vacío económico, político y cultural. He llegado a la convicción de que, para ser factible, una política científica (y con mayor razón científico – técnica) debe inscribirse en un amplio proyecto nacional de desarrollo integral”. Desde estas palabras toma sentido la necesidad de comprender la historia de la ciencia para promover un aprendizaje que dé significado al rol que actualmente ocupa la ciencia y la tecnología en América Latina. Es importante posicionarnos desde un lugar que reconozca su doble “estatus periférico”, denominación que le da Vacarezza (1998) a la situación vivida por los científicos en los países latinoamericanos. Esto implica partir de la objetivación de la posición marginal de los científicos frente a la “legitimación”, por un lado, de la comunidad científica internacional, y por el otro la dependencia de los marcos impuestos por la corriente de innovación y producción del capital internacional, fuertemente académicos y podríamos afirmar muy vinculados a los “modelos” de organismos internacionales. Esto, sin incluir en el proceso de reconocimiento de los puntos departida, la heterogeneidad cultural y geográfica que caracteriza a América Latina, donde hoy hasta el mismo concepto pierde fuerza dejando la “Ciencia, Tecnología y Sociedad” al status de campo y perdiendo principalmente su carácter social. Este factor ha obstruido y obstruye el crecimiento y “despegue” de los países latinoamericanos, y a partir de asumir esa realidad como parte de nuestra historia se podrá diseñar estrategias que respondan a un crecimiento “hacia adentro”4. Esta característica, producto de la configuración de la ciencia y la tecnología en el contexto de una economía globalizada, lleva al cuestionamiento de la “existencia real” de la CTS, ausencia que se evidencia en las publicaciones vinculadas a la historia de la ciencia, una 4 El crecimiento “hacia adentro” no implica un desarrollo fuera del marco de la globalización sino potenciar las capacidades instaladas para favorecer el crecimiento que favorezca a la estructura económica del país o la región: un crecimiento endógeno. ciencia alejada del contexto y relacionada con “figuras importantes”, “descubrimientos” o “instituciones”. Esto lleva a posicionar a la producción en ciencia y tecnología en los niveles más bajos en cuanto a magnitud, alejándose, por su carácter fuertemente académico, de la sociedad de la que debiera ser parte. En este aspecto pareciera acertada la asociación de la posibilidad de desarrollo de la Ciencia y la Tecnología a la percepción que tiene la gente y la comprensión social de lo que es la innovación y la tecnología como factor de competitividad y posicionamiento mundial, caracterizada por un fuerte elitismo hasta mediados del S. XX. Las instituciones científicas, ¿un transplante europeo? Hasta la primera mitad del siglo XX, la historia de la ciencia en Argentina se caracterizó por una un inestable crecimiento, marcado por una corta vida del “Círculo Médico Argentino”, el “Instituto Histórico-Geográfico del Río de la Plata”, el “Liceo”, el núcleo “Estímulo y Porvenir Literario” y el “Instituto Bonaerense de Numismática”, que a su vez dieron señales que las condiciones objetivas de la sociedad argentina no eran favorables para la instalación de estas instituciones. La aparición de la Sociedad Científica Argentina en 1872, tuvo un impacto diferente en el escenario de la ciencia en nuestro país, con los primeros trabajos monográficos compilados en la publicación “La evolución de las ciencias en la República Argentina. 1872-1922”. Esta obra y la Sociedad, cumplieron un rol importante en la difusión de la ciencia en Argentina. En el período de consolidación del Estado Nacional, también surge la Unión Industrial Argentina en 1887 y se incrementan fuertemente las obras públicas con, principalmente, los ferrocarriles y los puertos. Como consecuencia también se incrementan las instituciones y publicaciones de índole técnica, como por ejemplo la Revista Técnica, fundada en 1895, periódico que por 22 años se mantuvo asociado a grandes problemas nacionales, siempre de carácter técnico. Se crea igualmente el Centro Nacional de Ingenieros y hacia fin de siglo la llamada Revista Politécnica publicada por el centro estudiantil La Línea Recta de la facultad de Ingeniería de Buenos Aires, que contribuyó en gran medida al progreso intelectual. Así, en América Latina, los jardines botánicos, las bibliotecas especializadas, los museos de historia natural, los laboratorios de fisiología, y las comunidades científicas por disciplina, florecieron bajo la sombra de los modelos europeos, amparados bajo redes de cooperación y expediciones científicas a Latinoamérica. El efecto mas visible, que aun sobrevive en algunas currículas, mas allá de las instituciones mencionadas, resultó en los “transplantes” de las formas de organización de las universidades que siguen el modelo francés de ciencia experimental, junto a la promoción de las escuelas técnicas (CUETO y CAZIÑARES, 1999). De la misma forma se conformó en 1933, el grupo “Argentino de Historia de la ciencia”, por iniciativa del matemático Julio Rey Pastor y el químico Humberto Giulio Paoli, cuya acción mas importante tal vez fue la colaboración para la residencia del historiador de la ciencia de origen italiano, Aldo Mieli, que marcaría un hito en la historia de la ciencia, ya que era el fundador de la Académie Internationale d´Histoire des Sciences. Treinta años mas tarde las pocas instituciones científicas y universitarias se estancan, se redujeron las publicaciones y no se evidenciaron mejoras en las instalaciones. Esta situación, que se presenta en relación a las ciencias, se enfrentó con la promoción y difusión de las instituciones mas vinculadas a la economía y la técnica, postergando el desarrollo de la ciencia “básica”. En esta primera parte de la historia argentina, la historia de la ciencia debió enfrentar la imagen de una ciencia al servicio del Estado, para obtener beneficios económicos y como medio de formación de profesionales, lo que dio cierta fragilidad a las comunidades científicas locales. Se puede ver como las instituciones de ciencia y tecnología, eran las “pretendidas” herramientas para el desarrollo, en un contexto de mercado mundial que parecía ser favorable para los países de América Latina. Sin embargo, no se puede desconocer los grandes avances locales en relación a la ciencia, sobre la base de trabajos experimentales, que alcanzarían gran notoriedad a nivel internacional en la primera mitad del siglo XIX. Este período estuvo ceñido por un contexto en América Latina movido por el nacionalismo, el crecimiento económico y renació el apoyo gubernamental en la reorganización de las actividades culturales. En muchos casos, los conflictos mundiales colaboraron en la llegada a algunos países latinoamericanos de científicos exiliados, aunque las condiciones de escasos recursos y la baja percepción pública de la ciencia siguieron siendo el contexto común. Este escenario, fue acompañado en las décadas del `20 y `30, por la irrupción en América Latina de los gobiernos democráticos, con la influencia de los Estados Unidos y Europa que marcaban “el” rumbo de los países en desarrollo a través de la difusión de los “valores científicos” y la presencia de los capitales multinacionales. Las instituciones continúan, más que nunca, siendo reflejo del “transplante extranjero”, generando una “dependencia científica neocolonial” (CUETO y CAZIÑARES, 1999). Esta influencia, más o menos explícita, se mantiene en la actualidad con los fondos de los Programas de Modernización Tecnológica (PMT), interrogante que resulta importante responder en torno al impacto en la historia de la ciencia. Ya en la segunda etapa del Siglo XX, comienzan a aparecer las instituciones que integran el Sistema Científico Nacional (INTA, INTI, CONICET, entre otras) aun a pesar de seguir la ciencia en la marginalidad, los valores tradicionales y una escasa demanda de las fuerzas económicas locales. En el caso de Argentina, alcanzaría gran importancia la energía nuclear haciendo visible a América Latina en el mundo. Con la reorganización de la Universidad de Buenos Aires, entre 1945 y 1955, comienza a desaparecer la historia de la ciencia en la vida académica. En esta circunstancia, quienes habían sido sus propulsores, asumieron el rol de difusores a través de escritos y traducciones de obras clásicas y nuevas relacionadas a la Historia de la Ciencia, iniciando un proceso de crecimiento en la edición de obras. Varias editoriales se sumaron a este fenómeno: entre ellas, Losada, con la “Biblioteca de teoría e historia de la ciencia” o “Historia de la ciencia” de Taylor, Emecé con una serie de fuentes, o el sello Ediar, con la publicación de “Historia de la cultura científica” de Francisco vera. Se sumaron luego las editoriales universitarias se hicieron eco delproceso de difusión de la historia de ciencia, publicando Eudeba “Seis Alas” e “Historia de la ciencia” de Sarton, y “La ciencia en la Argentina” de José Babini, que es la principal obra hasta la actualidad que ofrece el panorama históricos de la ciencia en nuestro país. Tal fue el impacto de este fenómeno que reaparecieron las cátedras dedicadas a este campo disciplinar. Se crea igualmente el Instituto de Historia de la ciencia de la UBA, dependiente del rectorado de ésta, pero de corta tras la intervención del año 1966. De la misma forma, y no por ello menos importante, se crea en una trama mas adversa, el Centro Editor de América Latina, que entra al campo académico con varias publicaciones. En la actualidad, se ha recuperado el espacio en las cátedras universitarias dedicado a la historia de la ciencia, en general en cursos de postgrado, algunos de ellos que articulan la ciencia y la tecnología a la gestión o la sociedad. Universidades nuevas, como Quilmes, Lanús, Tres de Febrero, General Sarmiento o San Martín, tienen entre sus ofertas alguna asignatura vinculadas a estas dimensiones, especialmente posicionadas desde la política científica y sociología o filosofía de la ciencia. Sin embargo, esta nueva posición académica de la disciplina no se evidencia en las políticas editoriales. De la misma forma, se dio un retroceso en lo que a publicaciones de artículos de autores argentinos se trata. La historia de la ciencia no ocupa un lugar prioritario en subsidios, premios o indicadores bibliométricos, por lo que no puede encontrar “su lugar” en el sentido institucionalizado. Solo a partir de este año, se han diseñado instrumentos de formación de recursos humanos en ciencia y tecnología, promoviendo incluso la conformación de consorcios universitarios orientados a la oferta de especializaciones en administración tecnológica. A pesar de los avances institucionales y científicos, los países en vías de desarrollo, mantienen las instituciones en un contexto desfavorable para un impulso continuo de la ciencia. La percepción del público respecto a la ciencia no fue mejor que la de las etapas anteriores, principalmente porque la ciencia estaba asociada a un “desarrollo visible”. Estas relaciones no están tan alejadas del concepto de desarrollo propuesto por SEN (2000) en tanto es entendido como el “proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos”, en lugar de enfocarlos como crecimiento económico (SEN, 2000). Porque el empobrecimiento de la economía, se debe sustancialmente a la continua separación entre la economía y la ética (SEN, citado por CHAVEZ Jorge). Esto se revertiría si se diera mayor relevancia a las consideraciones éticas, que modelan el juicio y el comportamiento humano, haciendo la economía más productiva en beneficio del bien común. Estas conexiones empíricas que establece Sen, se refieren a comprender al desarrollo como resultado de la combinación de las capacidades de las personas con las oportunidades que les brinda el medio, situación que les permite a los individuos realizar las acciones propias de un determinado proyecto de vida, asociado a la calidad de vida. Esto no significa otra cosa que reconocernos como una “unidad” en la más diversa “heterogeneidad”, que puede ser el inicio de un camino de consolidación de la unidad Latinoamericana. Para Freeman (2002) las crecientes desigualdades y el desplazamiento de la agenda política de este problema, se deben a la expansión de la tecnología de la comunicación por el sistema económico desvirtuando su importancia. Esto significa que como efecto de la centralidad de las nuevas tecnologías se incrementa la desigualdad, pero en la medida en que la primera madura, la segunda vuelve a formar parte principal de las agendas políticas como un efecto péndulo (FREEMAN, citado por AROCENA Y SUTZ, 2001). ¿Cuál es la relación de esta afirmación con la historia de la ciencia? En este sentido, queda en evidencia el carácter esencialmente social e histórico de la ciencia y por ello, la historia de la ciencia debe estar asociada a reflejar esa complejidad, demostrando que nada el proceso es estático o predecible en el sentido de un análisis “nomotético”. El desarrollo, está estrechamente ligado a la inteligibilidad que ofrece la Historia de la Ciencia, porque de ella derivan matrices de aprendizaje que necesariamente deben ser comprensibles desde el presente. Como secuela, parece perder fuerza el cuestionamiento frecuente de “en qué medida y como las cosas pudieron ser diferentes”, porque se corre el riesgo de desconocer el entramado ofreciendo respuesta simplistas, desde el lugar del “como sí”. Es preciso dar inteligibilidad al entramado estructural y coyuntural para encontrar relaciones explicativas. Es preciso plantearse cómo el cambio técnico, el deterioro ambiental, el crecimiento poblacional, en un contexto socioeconómico cargado de desigualdades, reproduce los condicionamientos que retroalimentan el círculo vicioso del subdesarrollo, para superarlo desde propuestas de carácter participativo, integrales y que permitan diseñar estrategias que vayan más allá de la coyuntura. No debe pensarse sólo en evitar que siga “pasando la tecnología” por delante de nuestros ojos, que se lleva a países en donde “se deja perder”, porque no existen recursos humanos calificados para mantenerla, sino aspirar a alcanzar las transformaciones en la estructura productiva que lleven al liderazgo del sector industrial, su acercamiento e integración con las actividades agrícolas y la intermediación financiera (FAJNZILBERG, 1983). Este proceso, debe necesariamente estar acompañado de un proceso de cambio del contexto social, con un obligatorio cambio en la distribución de la riqueza, capaz de crear condiciones favorables para sustentar el desarrollo. Este escenario no vendrá precisamente de organismos internacionales o de los países que hoy ocupan el centro del orden mundial, sino que tiene que surgir desde la propia América Latina, tomar conciencia de la necesidad de buscar soluciones propias, pensar en escenarios posibles donde el bien común y la equidad constituyan el eje central de la acción. La historia de la ciencia, puede darnos las pistas para identificar estas “influencias”, aprender de ello y cambiar el rumbo para romper con las estructuras administrativas y políticas que animan a los científicos a una producción alienada a los modelos extranjeros. Es más, la formación específica de algunos científicos sigue siendo alentada en el extranjero, por lo que es recurrente la “fuga de cerebros”, rompiendo la continuidad de la investigación (CUETO y CAZIÑARES, 1999). La cooperación y la ciencia en la historia En América Latina, como afirmo en el apartado anterior, la aparición de los jardines botánicos, las bibliotecas especializadas, los museos de historia natural, los laboratorios de fisiología, y las comunidades científicas por disciplina, debieron su origen al “transplante” de modelos europeos, donde cumplieron un lugar muy importante las redes de cooperación. Hoy, en el marco de un proceso de recuperación de la idea de una historia de la ciencia, es importante incorporar el rol de la cooperación en I+D que se vino desarrollando. Éste componente de la ciencia, estuvo marcado por una fuerte dependencia económica, por lo que estuvo asociada a una limitada acción para el cambio y un sistema científico y tecnológico para el desarrollo de la I+D débil y en algunos casos casi inexistentes. Esta situación es también reconocida en el diagnóstico elaborado por Lemarchand (2005), cuando rescata e incorpora el rol de la gestión política en cooperación, como instrumento de desarrollo, pero que supere aquella de carácter técnico, porque si no están directamente relacionados con las principales problemáticas y necesidades regionales se produce una “no resolución”,un “estancamiento”, “un incremento de la deuda interna”. La colaboración científica, como explica Velho (1998), se dio en Latinoamérica en torno a factores e intereses económicos y cognitivos y sociales, variando su naturaleza y áreas de conocimiento, alrededor de la idea de “neutralidad” de la ciencia, como herramienta diplomática, para desterrar la idea de “colonialismo” o “imperialismo”. En un estudio de la cooperación, desde la historia de la ciencia, se pueden identificar los lineamientos que emergen de las obras difundidas en nuestro país. Si comparamos los resultados de la cooperación (áreas temáticas, métodos, técnicas, regiones, etc), podemos afirmar que la relación norte-sur no es por el interés científico, sino por el dominio de los recursos naturales, ejerciendo el “norte” su dominio “científico y tecnológico”, lo que no tiene porque ser diferente en relación a países desarrollados y en desarrollo. Situación que no mejorará en tanto no se planteen alternativas para salir del sistema de dependencia, ya que nuestros países se encuentran despojados de los medios de producción del conocimiento en un estado de relaciones desventajosas, que no puede hacer otra cosa que agrandar la brecha tecnológica y científica. Pensar el proceso de desarrollo de la historia de la ciencia desde modelos que resulten más propios, será posible sólo con una estructura científico tecnológica sólida que permite generar capacidad de incorporar la ciencia y la tecnología en el mismo proceso de desarrollo. En el primero de los casos hablar de una estructura firme es pensar en un sistema de relaciones activo del sistema educativo que forme investigadores, las condiciones materiales, el sistema institucional, los mecanismos jurídicos y los recursos económicos aplicados a la ciencia y la tecnología. Este sistema se fue consolidando en el proceso de institucionalización de la ciencia y tecnología, que acoplada al fenómeno de globalización generó condiciones de inserción diferenciada en la producción científica. No obstante, el problema de la infraestructura así planteada, es su debilidad por la combinación de diferentes factores que actúan negativamente: la desigual distribución de los recursos que ya de por si son escasos, la escasa planificación, las acciones de promoción por favoritismos políticos, la presencia de mecanismos jurídicos-administrativos burocráticos, un sistema educativo que no promueve la creatividad, bajos salarios a los investigadores, la desvalorización de la investigación como función principal en las universidades, la escasa participación del sector privado en la inversión en investigación, por citar algunos. Todos estos factores, inciden en una limitación para el anclaje de una historia de la ciencia, que colabore con el desarrollo de América Latina. Así como el desarrollo de la ciencia y la tecnología encuentra sus obstáculos en todos los ámbitos de la sociedad, la Historia de la Ciencia también encuentra los suyos en un esquema mayor: los monopolios ejercidos por las multinacionales, la competencia desleal de las empresas, la escasez de capitales para invertir, un contexto político jurídico rígido que inhibe la producción científica y la presencia de una estructura científico tecnológica inexistentes en algunos casos. Superar estos obstáculos implica generar conflicto de intereses y que como tales involucra una lucha en un campo complejo. De esta forma se manifiesta la relación entre ciencia y poder, en tanto es cada vez mayor la presencia de la ciencia, la tecnología y la innovación en la arena de la política. Frente a ello, las instituciones públicas de I+D deben orientarse a una legitimación con tres vértices: por un lado la legitimación social, para establecer un nuevo contrato social con la comunidad de la que forma parte, la legitimación política, que no significa otra cosa que definir líneas conjuntas con el poder político, y la legitimación científico- académica, que es la mas difícil de alcanzar, que permita su inserción en el mismo nivel de reconocimiento a nivel mundial (tanto de sus científicos como de sus producciones). Esto podrá posicionar desde un lugar diferente a la Historia de la ciencia y a América Latina en el concierto mundial. Desde el lugar planteado, es necesaria la relación entre las universidades y el sector privado, sin caer en el “ofertismo” ni en la sola “producción de conocimiento”. La universidad, y todo el sistema científico nacional5, deben asumir el papel de actores principales de los procesos de desarrollo social y económico de la región, promotoras de la producción científica. Pero un nuevo modelo de universidad orientado a fortalecer las ACTI, precisa identificar los roles, el desempeño y las potencialidades de las distintas disciplinas en el proceso de innovación y orientarse a un trabajo interdisciplinar. Igualmente las estructuras curriculares deben incorporar la investigación y la innovación como espacios de formación, capacitar a la planta docente para la transferencia de I+D, orientar los programas institucionales hacia el vinculo Universidad - sector productivo y detectar e identificar Investigaciones con potenciales de transferencia6. La “universidad posible” de Darcy Ribeiro (1970) debe potenciar el sector de CyT e instalarse en un lugar estratégico en la definición de las políticas científicas y asumir el rol de articuladora entre los actores del proceso de innovación, aprovechando las potencialidades y superando las carencias en un contexto de desarrollo. Esto, significa preocuparse en apuntalar la compatibilidad de las posibilidades nacionales con las opciones sectoriales estratégicas. En este orden de ideas, es importante examinar que en la sociedad del conocimiento existen dos caras de una misma moneda, que es conveniente tener en cuenta cuando se pretende esbozar alternativas de desarrollo para América Latina. Por un lado, las exigencias competitivas del mercado global, posicionan a las instituciones en una necesaria producción de conocimiento (científico y tecnológico) e innovación, presentando como positivo los beneficios económicos y de desarrollo social y cultural como promesa para los países. La otra cara de la sociedad del 5 Coincidente con el estudio presentado por Jorge Sábato y Natalio Botana (1970). 6 El trabajo de la Universidades en los encuentros realizados sobre Indicadores de C&T ha permitido desde la perspectiva del pensamiento latinoamericano, plantear como conclusión la urgente necesidad de articulación con el Estado y los sectores productivos. Cfr. conclusiones “Curso Sobre Diseño y Evaluación De Políticas De Innovación Para América Latina” (UNQ), presentaciones de las UUNN en el XII Seminario Latino Iberoamericano De Gestión Tecnológica 2007, conclusiones del Plenario de la VII Reunión de la Red Vitec. conocimiento, está constituida por los “factores de riesgo, exclusión, imposición e inequidad que están presentes junto con el avance de los conocimientos científicos y tecnológicos” (SANDOVAL, 2006). Ciertamente la sociedad del conocimiento, que parecía ser la alternativa al capitalismo salvaje globalizado, puso en evidencia sus aspectos paradójicos: reunió en una misma estructura los beneficios económicos y sociales con la exclusión, la violencia simbólica y los mecanismos ideológicos que fomentan las relaciones asimétricas en la sociedad y entre los países. Se trunca así nuevamente el desarrollo de América Latina, generando tensiones e inequidades que impiden, de la misma forma, observar en los hechos los beneficios equitativos que ofrecen en teoría de los modelos de la sociedad del conocimiento. A las desigualdades de punto de partida, se suman los cambios acelerados en la transformación del mundo que se vive en el mundo actual, el paisaje de la vida humana se ha trasformado comoefecto de la globalización y los cambios asociados a ésta: la integración global de los mercados financieros, el ascenso del pacífico como nuevo centro industrial, la unificación económica de Europa, el surgimiento de una economía regional norteamericana, la desintegración progresiva del antiguo “tercer mundo”, crisis de legitimidad de los sistemas políticos, y la integración de los ex territorios de la unión soviética al modelo capitalista. En palabras de Castells (2000) “la revolución tecnológica, centrada en torno a las tecnologías de la información, está modificando la base material de la sociedad a un ritmo acelerado”, como una acentuación del desarrollo desigual entre sectores y segmentos dinámicos de las sociedades. La Historia de la ciencia debe reflejar estas “realidades” en todas sus dimensiones, evitando el “transplante” de modelos externos en este campo disciplinar. Esta conjugación, implica no solo partir de la objetivación de la posición marginal de los científicos frente a la “legitimación”, por un lado, de la comunidad científica internacional, y por el otro la dependencia de los marcos impuestos por la corriente de innovación y producción del capital internacional, sino también reconocer el peso que ha tenido la inequidad en la configuración de los procesos de crecimiento de América Latina y reposicionarla para superar el estado de pobreza y miseria de su población. No se trata sólo de desigualdad en términos económicos, sino cómo este nuevo modo de desarrollo consolida la desigualdad en el acceso a formas de bienestar (social, económico, político, etc) y de libertades. Esto, sin incluir en el proceso de reconocimiento de los puntos de partida, la heterogeneidad cultural y geográfica que caracteriza a América Latina. Así, la desigualdad debe reconocerse como un factor que ha obstruido y obstruye el crecimiento y “despegue” de los países latinoamericanos; y a partir de asumir esa realidad como parte de nuestra historia se podrá diseñar estrategias que respondan a un verdadero crecimiento “hacia adentro”7. Las oportunidades son desiguales, el potencial no se distribuye de manera más o menos pareja en todo el mundo, sino todo lo contrario, se consolida la tendencia de concentración y desposeimiento, por darle un nombre a la pérdida continua. Frente a este estado de cosas, es imperioso ver la realidad y reaccionar frente a ella, porque “hemos estado sometidos y sumergidos en un baño ideológico de gran intensidad que nos ha impedido distinguir entre lo que es y lo que algunos quisieran que fuera” (SUNKEL, 2007). Conclusión: abriendo posibilidades El proceso de globalización, vinculado fuertemente al subdesarrollo y la perdida de libertades, impacta en todas las dimensiones de la sociedad, por lo que es inexcusable proponer cambios desde cualquiera de ellas, para provocar una cambio a nivel coyuntural en los países latinoamericanos. Integrar en propuestas flexibles, a largo plazo y efectivas, implica pensar toda estrategia de intervención desde la asociación de “desarrollo y libertad”, y la consecuente equidad que deriva de este binomio. Reconocer el rol de la Historia de la Ciencia, para romper la imagen de la desigualad que emerge del proceso de inserción periférica de América Latina, involucra hacer inteligible la coyuntura de la globalización en el que se da este proceso. La sustentabilidad de las estrategias de desarrollo, debe estar dado por un contexto de transformación real, porque solo así se podrá cerrar el círculo vicioso de la dependencia, aun condicionado por el impacto de la globalización. Porque ésta actúa, desde su efecto “inequitativo”, como limitante para el desarrollo de la ciencia en Argentina y la mayor parte de los países de Latinoamérica, condicionando la permanencia de una Historia de la Ciencia producto del transplante foráneo. Con la descripción del proceso histórico de inserción periférica de nuestro país y de América Latina en el orden mundial, asociando los modelos del campo disciplinar que hace a la historia de la ciencia, se trató de esbozar una imagen de la realidad latinoamericana como construcción histórica y dialéctica, donde los factores externos gravitaron continuamente en su desarrollo dependiente. La incidencia de estos factores, constituyó modelos de “hacer ciencia”, de “escribir esa ciencia” y de “utilidad de la ciencia”, altamente vulnerables, condicionando frente a los avances científicos extranjeros y los cambios en las relaciones de poder de los “grandes centros científicos mundiales”. Continuamente, las relaciones de poder que se establecen en este sentido, justifican el orden existente, vulnerando, indirectamente, pero no por ello menos importante, el principio de libertad. 7 El crecimiento “hacia adentro” no implica un desarrollo fuera del marco de la globalización sino potenciar las capacidades instaladas para favorecer el crecimiento que favorezca a la estructura económica, social y política del país o la región: un crecimiento verdaderamente endógeno. Aparecen diversos factores que condicionan las alternativas de desarrollo para América Latina, desde mecanismos ideológicos e inmateriales, hasta la dependencia en ciencia, tecnología e innovación, coartando la posibilidad de transformar el “circulo vicioso del subdesarrollo” en un “circulo virtuoso de desarrollo y libertad”. Es imperioso que todos los actores construyamos un “rumbo propio”, sobre la base de reconocer los errores, de aceptar la “deuda interna” y de admitir la heterogeneidad como el principio unificador. Después de la Revolución industrial, el mundo nunca volvería a ser el mismo, pero tampoco cerró las puertas para potenciar la construcción de la libertad, en cualquiera de las dimensiones de la sociedad, como el camino para el desarrollo integral de los países, como un camino posible en un marco del desarrollo local. Bibliografía AROCENA, R. Y SUTZ, J. (2001). Cap. 4. América Latina en la sociedad del conocimiento, En La universidad Latinoamérica del futuro. 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