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Medicina Sexual

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LA MEDICINA SEXUAL
Conference Paper · November 2020
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Cecilia Mercado Fernández
Universidad Iberoamericana Ciudad de México
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TEMAS SELECTOS EN PSICOLOGÍA 
DOCTORADO EN INVESTIGACIÓN PSICOLÓGICA 
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA 
CECILIA MERCADO FERNÁNDEZ 
18 DE NOVIEMBRE DE 2020 
 
 
LA MEDICINA SEXUAL 
 
 
INTRODUCCIÓN 
 
Foucault (2009b) y Giddens (2000) nos recuerdan que la familia tradicional tenía la finalidad 
de unir los de bienes y fortificar las alianzas entre grupos. La sexualidad permitida era la que 
se daba dentro del matrimonio, tenía el objetivo de producir fuerza de trabajo y herencia 
legítima. No había una distribución simétrica de poder entre hombres y mujeres, el hombre 
podía tener relaciones sexuales placenteras con otras personas fuera del matrimonio, de la 
mujer se esperaba fuera pudorosa, recatada, fiel y virginal. Sin embargo, el mundo completo 
ha cambiado sus sistemas sociales, económicos, tecnológicos y políticos, de ahí que la familia 
y la sexualidad hayan sufrido grandes transformaciones hasta llegar a la fecha de hoy, donde 
fundamentalistas y cosmopolitas revisan de nueva cuenta la institución familiar y la 
sexualidad. Desde una perspectiva cosmopolita, la sexualidad trasciende la función 
reproductiva, es algo que puede moldearse y pensarse más allá del matrimonio. 
Para Giddens el ideal de pareja es ahora la intimidad y el amor construido a partir de 
la comunicación emocional. Esta comunicación depende de la confianza, de abrirse al otro, 
de mostrarse en intimidad y es democrática. Con democrático se refiere a que los miembros 
de una pareja o familia comparten derechos y obligaciones de manera equitativa, negocian 
las normas de su relación, el consentimiento y la toma de decisiones, como todo en la pareja, 
está fundado en el diálogo y el consenso. Bajo este ideal no hay violencia ni coerción, no hay 
dominación de un sexo sobre otro y el poder se distribuye justamente. Es una democracia de 
emociones. 
Sin embargo, ¿vivimos hoy relaciones democráticas? ¿Pensamos la sexualidad como 
una forma de fortalecer los vínculos? ¿Tenemos el control de nuestra sexualidad? Es 
necesario descubrir cómo podemos moldear realmente nuestra sexualidad concorde a 
nuestras necesidades y al mundo en el que vivimos. Personalmente pienso que necesitamos 
trabajar arduamente sobre la corporalidad, el poder y el placer, pues hay muchas limitaciones 
para encontrarse con el placer y el otro cuando se tiene un cuerpo automatizado, 
desensibilizado, en severos regímenes, aterrorizado del intercambio con el entorno y lleno de 
ansiedad; cuando en el cuerpo se resienten las estrategias asimétricas de poder y las 
diferencias sociales. 
Es por esto por lo que pensé en hablar de medicina sexual. La medicina es una 
tecnología y conocimiento que se ejerce sobre el cuerpo y para su bienestar. En su modo 
tradicional la práctica médica poco tiene que ver con el placer, los vínculos, el sentido de 
 
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vida y la voluntad de los individuos. Esta técnica de cuidado de los cuerpos tiene más bien la 
finalidad de prolongar y mantener las funciones vitales, cuidar y proteger la vida biológica 
por sobre todas las cosas. Nuestros cuerpos hoy tienen muchas herramientas para estar 
saludables, pero estas técnicas de cuidado corporal no han hecho mucho por hacer del cuerpo 
un espacio habitable y listo para el contacto con el mundo. 
La sexualidad humana, como desarrolla Foucault (2009a), ha sido mirada desde una 
perspectiva muy similar a la médica, donde se procura el cuidado del cuerpo, el control de la 
reproducción, el cálculo de riesgos, la unidad familiar, económica y política, entre otras 
cosas. La medicina ha evolucionado de manera impresionante para aumentar nuestra 
esperanza de vida sin que esto contribuya a enriquecer la existencia de las personas y su 
capacidad de vincularse y sentir satisfechas. La ansiedad, la depresión y los vínculos rotos 
son las enfermedades de nuestros tiempos y se deja fuera la sexualidad como si este fuera un 
tema aparte, una banalidad o la posibilidad de contagio cuando se separa de la función 
reproductiva. La sexualidad no sé ve como relacionada con el bienestar emocional, la 
restricción de la misma es la receta médica que se hace desde antiguo en favor de la salud y 
la conservación de la especie. 
Hablamos de sexualidad y sexo constantemente sin que esa “libertad” lleve al placer 
o la unión, porque nuestros cuerpos están desensibilizados, nuestras energías, disociadas. 
Estamos lejos de justificar el sexo desde el bienestar y la salud y no sólo desde el riesgo. El 
placer sigue siendo muy castigado, ha sido perseguido por la cultura occidental 
incansablemente. Ranke-Heinemann (1994) hace un análisis histórico y crítico de la historia 
del placer en la Iglesia Católica subrayando su enemistad. Este conflicto permanece hasta 
nuestros días, el mismo Juan Pablo II ordenó en una carta “No hacer nada por placer” (Cartas 
88,29 en Ranke, 15 p.). 
No hay duda que la sexualidad es un tema complejo y responde a la infraestructura 
cultural, pero es necesario hacernos la pregunta que propone Harris (2007) ¿a quién beneficia 
nuestras prácticas sexuales? ¿A nosotros, al sistema económico, a nuestras parejas, a otras 
generaciones?... y también preguntarnos cuáles son nuestras necesidades actuales 
biopsicológicas y emocionales y si están siendo satisfechas. 
Para este ensayo, presupongo la importancia de la sexualidad y el placer para el 
bienestar social, aunque dicha apología de la sexualidad fundada en el placer y el vínculo 
tendrá que quedar para otro momento. Por ahora quisiera mostrar el efecto de tener un cuerpo 
sano fisiológicamentepero enfermo para el contacto pleno con otros, así como nombrar 
algunos medicamentos posibles a la enfermedad como la agresión en la psicoterapia Gestalt 
y el ejercicio dialógico que propone Foucault desde la teoría crítica. Empezaré hablando del 
enfoque médico sobre la sexualidad y concluiré de nueva vez con la pregunta abierta de 
Harris que invita a sopesar costos y beneficios de nuestras maneras de ser. 
 
 
LO QUE MANDA EL DOCTOR 
 
Muchas culturas han regulado el acto sexual con fines de salud y bienestar social. Foucault 
(2009a) nos narra como en la antigua Grecia la sexualidad se veía con sospecha. Ésta debía 
 
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respetar la dietética y las ordenanzas médicas del cuidado del cuerpo de la misma manera en 
que se procuraba el ejercicio y la adecuada alimentación. 
Todo el pensamiento clásico promovió una economía sexual restrictiva. Platón, 
Aristóteles, Hipócrates, Pitágoras, Diócles, etc. advertían que el sexo debía ser usado sólo 
cuando fuera estrictamente necesario, cuando el invierno apremiara y para los de 
temperamento seco y frío. Diógenes Laercio mencionaba burlonamente que el momento para 
hacer el amor era cuando uno quería debilitarse (Foucault, 2009a, 131 p.). Para los griegos, 
los excesos de placeres y en especial, el sexual, tenía terribles consecuencias para el cuerpo 
y la mente de los ciudadanos, sin embargo, la abstinencia se encontraba fuera de la 
advertencia médica. Las mujeres, al contrario, se pensaba requerían para su propio 
funcionamiento del sexo, es así como el hombre garantizaba la salud de su esposa por medio 
de la penetración y la excreción del esperma dentro de su matriz. Esto permitía que la mujer 
pudiera, con ese elemento húmedo, dejar fluir su sangre con mayor facilidad y evitar los 
dolores menstruales. 
De acuerdo con Hipócrates el coito adelgaza, humedece y acalora. Según éste, el acto 
sexual era una pequeña epilepsia, haciendo alusión a su violencia natural. Desde entonces el 
acto sexual se mencionaba como una justa entre hombre y mujer, como un esfuerzo continuo 
de dominación de uno sobre otro. Era visto como una mecánica violenta para lograr la 
expulsión del esperma y poder continuar la especie, objetivo principal de ese acto salvaje. 
Era el hombre el campeón de la contienda, además de ser el que determinaba el placer, de él 
dependía el comienzo y el final del acto sexual. 
Sobre el acto sexual, “la reflexión médica y filosófica lo describe como amenazador, 
por su violencia, ante el control y el dominio que conviene ejercer sobre uno mismo” 
(Foucault, 2009, 136 p.) El sexo estaba ligado íntimamente con la muerte, en primer lugar, 
porque debilitaba al hombre, lo enceguecía, entorpecía y acababa con sus energías, por lo 
mismo, el hombre debía controlar su sexualidad. El segundo aspecto que ligaba la sexualidad 
con la muerte era su finalidad de procreación. La procreación de los hijos marcaba el declive 
de los hombres y su fuerza. El hombre daría su vida en el acto sexual para dar vida a otros, 
pues el semen era visto como parte necesaria y fundamental suya. Utilizaría el sexo para crear 
vida, pero con ello aceptaría su propia muerte. 
Esta economía sexual restrictiva estuvo presente en muchas culturas. En la teoría 
Ayurveda de los doshas, en la India, la frecuencia sexual estaba relacionada con el 
temperamento, y las recomendaciones de salud obedecían a una economía energética que en 
muchas ocasiones promovía la restricción. En la cultura China menciona Foucault que la 
preocupación era semejante, se buscaba regular la sexualidad para poder dar vida a una 
decendencia fuerte, algunas técnicas sexuales quitaban lo riesgoso del sexo y daban acceso a 
un arte erótico de placer. Como sabemos, la pastoral cristiana, quién instauró el matrimonio 
y la familia, también buscó regular el acto sexual haciéndolo legítimo dentro del matrimonio 
e imponiendo un calendario que daba fechas permitidas y prohibidas para el coito. Como nos 
recuerda continuamente Foucault, las prácticas sexuales son reguladas de acuerdo con el 
pensamiento y la economía de las sociedades. Es decir, la represión y la incitación a los 
sexual obedece a una economía política del cuerpo. 
De acuerdo con esto, la teoría del materialismo cultural de Harris (2007) pretende dar 
sentido a la cultura y sus efectos a partir de la infraestructura de producción y reproducción 
 
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desde una perspectiva etics que obedece a una cantidad de variables económicas, 
demográficas, tecnológicas y ambientales. El sector simbólico e ideacional, se asienta sobre 
la economía y política de los pueblos. Es decir, para Harris, hay una prevalencia de la 
materialidad sobre la representación mental. 
Bajo esta perspectiva, la infraestructura social “potencia la eficiencia de los procesos 
productivos y reproductivos que sustentan la salud y el bienestar y que satisfacen necesidades 
y pulsiones biopsicológicas básicas en el hombre” (143 p.) Dicho de otra manera, las 
estructuras culturales sirven al bienestar de las personas. Los cambios en las sociedades se 
deben a que el costo de una infraestructura es mayor a su beneficio, y por tanto, hay una 
considerable reducción de la salud, el bienestar y la satisfacción de necesidad y pulsiones 
psicobiológicas. 
Para Harris, como también en Foucault, Giddens y Bauman (2005), las sociedades 
no son homogéneas, y frecuentemente no todos los miembros de un grupo se benefician de 
la misma forma de la estructura económica y política, unos obtienen más que otros. Las elites 
dominantes que controlan los medios de producción y fuerzas de trabajo mantienen los 
sistemas que salvaguardan sus intereses. Cuando estudiamos una sociedad y su cultura, es 
necesario preguntarnos a quién beneficia su estructura, y cuáles son los costos y beneficios 
para todos los integrantes de dicha cultura. Por ello, para Foucault (2019) lo más importante 
es revisar los discursos sobre la sexualidad e identificar quiénes los enuncian, en qué lugares, 
desde qué puntos de vista, qué se dice y qué se calla del sexo. 
La dietética griega crea una tradición de la sexualidad como cuidado del cuerpo y 
reverencia a la procreación que se sigue reproduciendo como discurso, aunque con 
modificaciones. Foucault muestra como la era victoriana no inauguró la restricción sexual, 
esa se ha presentado en múltiples civilizaciones durante el tiempo, lo que nos resulta nuevo 
de la era victoriana fue el cambio del discurso sexual. El autor nos dice que la forma en que 
se ha dominado las prácticas sexuales ha sido a través de la reducción del lenguaje. El control 
del discurso permitió regular la intensidad sexual. Por medio de las metáforas, las alusiones 
retóricas y el lenguaje cientificista que lo disecciona y esteriliza se controla el cuerpo y su 
sexualidad. 
Cuando el sexo es planteado como el más violento de los placeres, el más costoso 
energéticamente y el que pone en marcha el juego de la vida de la vida y la muerte, se justifica 
la restricción y se diciplina el acto sexual. Los hombres civilizados y modernos deben rehuir 
de las pasiones violentas y mirar sólo a la razón. Así, en nuestros días, el ejercicio de la 
sexualidad está vinculado con la ética de los sujetos, con su capacidad moral, su capacidad 
de dominar las fuerzas que se desencadenan en él, y tiene que ver con su perspectiva 
existencial, aunque la receta restrictiva desde esta perspectiva no parece ajustarse a los 
sujetos y necesidades de hoy. Este es un discurso democrático a la manera griega, que no 
considera a los niños, a los no ciudadanos y a las mujeres. Por poner un ejemplo, si las 
mujeres hubieran participado del discurso sexual, quizás éste no enunciaría el sexo como 
algo que drena la energía, sino que la renueva y fortalece. 
 
EL CUERPO ES LA PERRA DE LA CULTURA 
 
 
5 
 
Revisaremos en este apartado la relación de poder entre cuerpo y cultura que se presenta 
comoasimétrica. Las estructuras de la cultura han sometido al cuerpo como un perro fiel y 
obediente. Se entrena al cuerpo con diciplina y régimen, de manera sutil pero contundente. 
Ciertamente la percepción del cuerpo es cultura y su vivencia está dictaminada por ella, pero 
también la cultura misma sirve a los medios de producción y por tanto, el cuerpo es esclavo 
de las estructuras económicas, políticas y técnicas. 
Foucault (2002) nos habla de los mecanismos de poder sobre el cuerpo y cómo han 
cambiado en la historia perfeccionándose continuamente. El estudio concluye con los 
mecanismos observados en la sociedad capitalista donde el cuerpo sufre un proceso 
disciplinar desde sus más tiernos años, de esta forma “aumenta las fuerzas del cuerpo (en 
términos económicos de utilidad) y disminuye esas mismas fuerzas (en términos políticos de 
obediencia).” (135 p.) El objetivo de estas estrategias es que los cuerpos sean máquinas 
eficientes y obedientes, instrumentos útiles y fuertes para el trabajo, pero débiles en voluntad. 
 Las estrategias de control y poder implican la distribución del espacio. El espacio 
debe aislar a los sujetos para aumentar su eficiencia al hacer una tarea, los coloca 
estratégicamente para que no haya interacción ni interrupción y los jerarquiza para la 
continua vigilancia de unos a otros. Se asignan lugares según las capacidades para fomentar 
en los individuos la competencia y estar en continua alerta de los movimientos y acciones de 
otros, así como los propios. Se automatizan los movimientos, como las maquinas o los 
soldados, a los cuales se les adiestra el cuerpo para obtener la sumisión de la mente. 
 Se controla también el tiempo, se busca que cada minuto sea empleado para realizar 
una tarea y produzca algo, que todo momento sea de utilidad. Los horarios, los reglamentos, 
los uniformes, los programas y los códigos son medidas diciplinares. Todas las acciones del 
cuerpo deben tener una función y sentido, todo está calculado y controlado. 
 Los procesos disciplinares hacen creer que el tiempo es lineal, que cada momento se 
conecta con el siguiente y que hay un objetivo y fin de cada secuencia. Seguir los 
procedimientos fijados lleva a una continua evolución o perfeccionamiento. Como menciona 
Harris, la idea de progreso en el análisis de las sociedades y las historias es parte del 
funcionamiento del poder. Obedece también a un mecanismo de poder que establece 
relaciones de dominación y sumisión la forma en que narramos la historia y justificamos las 
civilizaciones desde el progreso. 
El cuerpo mecánico, objeto de la disciplina es un cuerpo jerarquizado, normalizado y 
desensibilizado, e incluso cuando trasgrede la ley, no es tomado en cuenta más que en su 
valor simbólico. El castigo no es como en tiempos remotos, público y sobre el cuerpo, una 
batalla encarnada con las fuerzas del soberano, un castigo cuerpo a cuerpo y actuado, sino un 
instrumento sutil de doblegamiento en los aislamientos anestesiados de las cárceles actuales. 
Se evita el dolor, los castigos emulan al crimen e imponen una carga semejante pero 
simbólica, no corporal. Las sentencias intentan influir en la mente y corazón de los criminales 
trasgresores, se castiga el alma más que el cuerpo. La justicia es una entidad abstracta, 
incorpórea, la vigilancia la ejercen todos desde el panóptico. 
Para Foucault el poder siempre va a pasar por el cuerpo, puede ser de manera violenta 
o sutil, pero es innegable el campo político que lo circunda. Incluso cuando se intenta 
minimizar sus fuerzas para anularlo material y simbólicamente y para arrebatarlo del control 
de las personas. Hay una intención de control, de poder que encuentra en esto una utilidad. 
 
6 
 
Bauman (2005) suma a esta perspectiva otra manera de dominación y control, la del 
régimen y el miedo. Menciona el contraste entre el cuerpo del productor y el cuerpo del 
consumidor. El cuerpo del productor es una fuerza útil para la economía, mientras que el del 
consumidor tiene valor y finalidad en sí mismo. Es un fin y una moneda de cambio 
simultáneamente. En la sociedad de consumo todo es una mercancía y por tanto todo es 
desechable. 
Para entender cómo subyuga la cultura al cuerpo desde esta perspectiva, es necesario 
entender que una sociedad de consumo como la nuestra 
justifica su existencia con la promesa de satisfacer los deseos humanos como ninguna 
otra sociedad pasada logró hacerlo o pudo siquiera soñar con hacerlo. Sin embargo, 
esa promesa de satisfacción sólo puede resultar seductora en la medida en que el deseo 
permanece insatisfecho o, lo que aún es más importante, en la medida en que se 
sospecha que ese deseo no ha quedado plena y verdaderamente satisfecho. (Bauman, 
84 p.) 
 El objetivo de la sociedad de consumo es la placidez, los placeres y los goces 
fisiológicos, por tanto, en el cuerpo llegan a estacionarse las dinámicas de consumo que 
buscan perpetuar el deseo y mantenerlo, a la vez, insatisfecho. De esta manera se explica 
como el cuerpo del consumidor vive en ansiedad perpetua, deseando sin límite, tratando de 
encontrar placer, pero sin que este sea suficiente. En cuanto a lo sexual, los vínculos son 
desechables y las relaciones se encuentran con este placer efímero teñido de ansiedad y miedo 
que quizá no responde a necesidades auténticas. 
La publicidad y el marketing asechan a la población vendiendo la idea de un cuerpo 
perfecto, se nutren de la ansiedad recordándoles su insuficiencia y su necesidad de 
perfeccionar su apariencia y salud. La estrategia es mantener siempre prendida la máquina 
deseante, a las personas siempre un poco insatisfechas, o muy insatisfechas con el propio 
cuerpo, con el placer presente, y deseando un bienestar y placer mayor. 
La exigencia sobre el cuerpo es gozar el mismo cuerpo y lo que consume, así como 
producir placer en otros para ser seleccionados, vistos o tomados en cuenta, y tener acceso 
de esa manera a más placer. El cuerpo de las personas se vuelve al mismo tiempo emisor, 
receptor e instrumento de placer. Mas es una tarea destinada al fracaso. Encontramos el 
ejemplo común de las dietas y el fitness: El cuerpo se somete a un régimen de dietas y fitness 
que lo desensibiliza y lo atormenta para poder pertenecer y valer ante los otros, y poder así 
pedir y acceder a otros placeres, sin embargo, moldear el cuerpo con un régimen estricto de 
dietas y ejercicios es incompatible muchas veces con la propia recepción jovial del placer. 
Tener un cuerpo de acuerdo con la estética hegemónica es un certificado de 
pertenencia, una exigencia para no quedarse atrás en la carrera social donde uno se vuelve 
obsoleto. Sin embargo, Bauman nos menciona que no hay un límite en la corrección y 
adaptabilidad de la forma física, siempre se puede estar más en forma y, por tanto, siempre 
hay algo más que consumir y hacer. Esto genera enorme ansiedad, además de un 
comportamiento compulsivo que no se detiene hasta lograr algo que cree posible, y cuando 
se detienen no lo hace sin culpa. Nunca se alcanzará el cuerpo que se desea bajo esta lógica, 
de perseguirlo sólo acabaremos agotados. Además, los placeres que se obtienen de él siempre 
palidecerán en comparación con lo que otras personas dicen vivir. 
 
7 
 
Por otro lado, sucumbir al consumo desmedido de placer no es sin costo, la grasa es 
una forma en la que se presenta el riesgo del entorno ya que al consumir algún alimento 
“prohibido” este puede llegar a engordarnos. La grasa corporal es la pesadilla de los que se 
esfuerzan por establecer una vigilante frontera con el mundo, el enemigo, la tentación, la 
corrupción, el daño, entra en el cuerpo como un terrorista a pesar de todo el esfuerzo por 
mantenerlo fuera. 
Para Bauman “la superficie y los orificios del cuerpo –es decir, todos los puntos 
vulnerables en la frontera/interfaz que separa/vincula el cuerpo de/con el mundo exterior– 
están condenadosa ser depositarios de una ambivalencia profunda e imposible de erradicar.” 
(100 p.) El entorno provee los placeres, pero está fuera del control de las personas, ya que el 
cuerpo no puede, por más que fortifique sus fronteras, estar sellado herméticamente. 
Las estrategias de poder han diciplinado al cuerpo ordenando cada uno de sus 
movimientos, el lugar que ocupa en el espacio y la finalidad de cada una de sus acciones. 
También han activado la máquina deseante y le han hecho creer que su cuerpo es un objeto 
de consumo, que debe tener experiencias excitantes y nuevas todo el tiempo. Lo primero lo 
ha desensibilizado, lo ha castigado por ser diferente y la fuerza que alcanza es en beneficio 
de alguien o algo más. Su voluntad está doblegada, es un perro manso y fiel que no enseña 
los dientes. Lo segundo lo hace sentir enorme ansiedad, como si fuera un extraño en su propio 
cuerpo del que no tiene control. Le hace creer que el entorno puede asediarlo y es un 
pensamiento que aborrece y lo atemoriza. Está en un proceso de desear y fracasar que lo deja 
exhausto, insatisfecho y frustrado. No se detiene a preguntarse quién lo somete y por qué, 
tiene demasiada prisa y todos le llevan la ventaja en esa carrera de perfeccionamiento que lo 
hace sentir inadecuado. El cuerpo está enfermo de sumisión a un amo que no le interesan sus 
necesidades. Por eso no hay gozo puro, no hay alegría sin horror, sin contaminación, sin 
régimen, sin castigo. 
 
 
UNA DOSIS DE AGRESIÓN 
 
Ante todo esto, Foucault (2019) menciona que quién se atreve a nombrar lo sexual resquiebra 
en sí mismo las fuerzas de control: “Si el sexo está reprimido, es decir, destinado a la 
prohibición, posee como un aire de trasgresión deliberada. Quien usa ese lenguaje hasta cierto 
punto se coloca fuera del poder; hace tambalearse la ley; anticipa aunque sea poco, la libertad 
futura” (13 p.) 
Para el autor, hablar de sexo es subversivo, es revelarse contra un amo cruel cuando 
este ya no regula la sociedad, sino que oprime a los sujetos. Adueñarse del discurso sexual, 
nombrar el placer, es hablar contra los poderes y tomar un camino de liberación del cuerpo. 
Se ha intentado tomar una actitud científica, sensata y educativa con respecto a la 
sexualidad para combatir lo que se piensa como represión del pasado, pero esta perspectiva 
trata de nombrar la sexualidad sólo con nombres angelicales y amables, evitando hablar de 
lo sucio, de lo agresivo, de lo salvaje. La agresión se mantiene escondida debajo de la 
civilidad: “La propia historia del psicoanálisis es un estudio de cómo se esconden los dientes 
por medio de la respetabilidad” (Perls et. Al. 2006, 149 p.). 
 
8 
 
Perls et. al. justamente dicen que falta trabajar con la agresividad que ha quedado 
relegada en nuestra sociedad moderna y civilizada. Este bloqueo ha inhibido una función 
importante para el contacto y el placer. Para los autores, la agresión es la forma de romper 
las represiones y mecanismos de control sobre el cuerpo. 
 El contacto con el mundo comienza desde la capacidad de sentir, la sensibilidad es el 
requisito innegociable para reconocer nuestras propias necesidades y poder tomar del entorno 
lo que necesitamos y queremos quedando totalmente satisfechos. La insatisfacción se liga 
con buscar cosas que no responden a nuestras auténticas necesidades o carecer de la fuerza y 
voluntad para tomar lo que sabemos nos pertenece. 
Los autores nos dicen que, si la sociedad pudiera tener un contacto pleno, comenzando 
por un cuerpo sensibilizado, no habría necesidad de usar un elemento externo, la represión, 
para regular el deseo y el placer, pero a falta de sensibilidad y represión, la sociedad actual 
se caracteriza por consumir las relaciones sexuales de manera compulsiva y superficial. 
Concordando con Bauman, Perls et. Al. mencionan que nuestra sociedad abierta a los temas 
sexuales se encuentra con la ansiedad descarnada. En sus palabras, 
La relajación sexual ha tropezado con lo que no estaba relajado, y ha surgido la 
ansiedad […] Las acciones se realizan, pero están desprovistas de significación y de 
sentimiento. No se completan plenamente, las acciones se repiten. La ansiedad y la 
falta de satisfacción generan la culpabilidad. Y así sucesivamente (146 p.) 
La Gestalt mira la herencia del psicoanálisis entre Thanatos y Eros y hace una 
interpretación ligeramente distinta. Para esta corriente el organismo siempre tiende a 
completar una figura, que puede ser una necesidad. La repetición que Freud atribuía al 
trauma, se ve como un intento de completar una situación inacabada en tiempo presente. Se 
mira los círculos viciosos necesitando una pulsión de muerte, pero para la Gestalt no es 
muerte del organismo, sino el anhelo de completar la figura, de matar la situación que 
continúa repitiéndose para tener finalmente una vida más plena. 
Bataille (2005), en su tratado del erotismo concilia la agresión con la sacralidad, con 
el vínculo y el anhelo de unión: “El terreno del erotismo es esencialmente el terreno de la 
violencia” (2005; 21). Ahí, en el encuentro, en el cruce de abismos que nos separan, se 
pulveriza de súbito nuestra individualidad discontinua. El autor también toca el tema del 
Marqués, habla del anhelo por destruir los límites, por cruzar las fronteras, de la angustia que 
levanta el deseo y la pasión, la necesidad sagrada de destruirlo todo, de morir y de asesinar. 
Éste relaciona el erotismo con la aniquilación, el caos y el afán de muerte como instrumentos 
para tocar una realidad más profunda: “Toda operación del erotismo tiene como fin alcanzar 
al ser en lo más íntimo, hasta el punto de desfallecimiento” (Bataille, 2005: 22). 
El instinto de muerte es la necesidad de liberar la tensión y llegar a un equilibrio, lo 
que muchas veces requiere retroceder a un nivel estructural inferior. Por otro lado, eros, 
moviliza hacia estructuras más complejas. Así, la agresión despierta al cuerpo, moviliza el 
deseo, moviliza la energía corporal, une la voluntad con la fuerza del cuerpo y cuando el 
cuerpo está sensibilizado, se abre un margen de posibilidades para entrar en estructuras más 
complejas. 
Para la psicoterapia Gestalt, la agresión es función de un buen contacto, es necesaria 
para “la supervivencia, el placer y la proyección de cualquier organismo, en un campo difícil” 
(Perls et. al., 156 p.) La agresión es la capacidad de buscar y obtener del entorno lo que 
 
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necesitamos y queremos, es la habilidad de destruir lo que consumimos para nutrirnos de ello 
y sentirnos satisfechos y, sobre todo, destruir los bloqueos de contacto. Desde esta 
perspectiva, los autores mencionan que el trabajo con la agresión llevará a normas más felices 
y liberará a las personas de los mecanismos de control. 
Es difícil es nombrar la agresión y la sexualidad si desde los médicos antiguos se 
miraba toda circunstancia que evocara violencia como algo reprobable. Siglos después y el 
pensamiento moderno que enarbola la razón considera la agresión del cuerpo como algo que 
debe ser superado. En nuestros días más que nunca, se vigila que no haya señales de agresión 
en nuestra sociedad por el miedo al abuso, a pesar de que las estrategias que nos dominan 
son sutiles y no usan la fuerza directa sobre nuestros cuerpos. Es difícil adueñarnos de un 
lenguaje así, pero “sin agresividad, el amor se estanca y el contacto se pierde, ya que la 
destrucción es un medio de renovación” (Perls et al. 2006, 156 p.) 
Para la Gestalt, el acto sexual es el momento arquetípico del contacto, es agresivo, es 
el terreno del deseo y la satisfacción plena y sin la implicación total de la persona, incluida 
su cuerpo sensibilizado, sólo hay vacío. Un contacto sexual encarnado sería buena medicina 
ante la ansiedad y la desensibilización, sería una buena manera de empoderarnos y liberarnos, 
de construir relaciones más emocionalmente democráticas y lograr laautodeterminación 
foucaultiana. 
 Por esto se vuelve trasgresor hablar de la sexualidad como una experiencia corporal 
que no sólo es angelical, que no sólo tiene una utilidad reproductiva, que no necesariamente 
puede ser limitada a un espacio y a un tiempo y que es diversa, es decir, no normalizable, 
jerarquizada, mecánica ni ordenada, más bien caótica y lejos de la comparación. La agresión 
ayuda a enunciar dicho discurso y a encarnarlo recordándole al cuerpo su fuerza, fuerza que 
puede usar para su placer y sus intereses. 
 
 
CONCLUSIÓN 
 
La cultura no es una fuerza misteriosa que se implanta en la mente de las personas, el 
panóptico y las estrategias diciplinares y de régimen no son ajenos a nuestros medios de 
producción y a los intereses de algunos. Bajo la perspectiva del materialismo cultural de 
Harris la sociedad no sigue programas prefijados, no hay una sociedad utópica a la que se 
adivina llegaremos, pero sí se considera que las sociedades están en un movimiento 
progresivo a mejorar y a desarrollarse y que los individuos participan como actores de los 
cambios. Los individuos, en la medida que van sensibilizándose a sus necesidades y 
refinando su percepción y comprensión del mundo, que implica sopesar las restricciones y 
oportunidades del entorno, pueden mejorar las estructuras y con ellas sus condiciones de 
vida. 
La forma en que vivimos nuestra sexualidad está sostenida por principios materiales 
e ideológicos. Las estructuras que hemos creado a partir de ello no estaban predestinadas ni 
son las únicas formas posibles. Hemos revisado que la sexualidad ha cambiado, así como los 
mecanismos de poder que se ejercen sobre el cuerpo, y que, sin embargo, los discursos de 
poder tienen una línea conductora que habla de riesgo y restricción de la sexualidad y poco 
de placer y vínculo. Vimos también el severo control que se ejerce sobre el cuerpo, las 
 
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dificultades que conlleva y cómo el ejercicio sobre el cuerpo es poco democrático al estilo 
de Giddens. 
La creciente ansiedad y depresión como enfermedades de salud mental hablan de los 
conflictos que buscan resolución. Nos enfrentamos a estrategias de control que dificultan que 
todos satisfagan sus necesidades sexuales por igual, que somete a muchos a la explotación y 
a la enajenación corporal por el beneficio de unos pocos en una situación intolerable. Las 
estrategias de poder no regulan el cuerpo ni la sexualidad hacia el beneficio, salud y 
satisfacción de las necesidades, sobre todo cuando hay tanta insatisfacción sexual y de 
muchos tipos. El sistema económico y político en el que vivimos hace del cuerpo un objeto 
de producción y consumo, vivimos en una sociedad que no fomenta la experiencia corporal 
ni le atribuye valor. La ansiedad crece, el contacto se bloquea, las personas están separadas 
por barrancos infranqueables en sus relaciones y el placer se vuelve objeto de consumo, más 
que una experiencia de contacto. Sin embargo, somos libres en la medida que podemos 
sensibilizarnos, comprender el mundo y apropiarnos del lenguaje para hablar del sexo. 
Tenemos herramientas simbólicas en el lenguaje, pero también corporales, como la agresión 
que pueden ayudarnos a construir condiciones de vida distintas para nosotros y para otros. 
No se trata de luchar contra la restricción ni pensar que los médicos del pasado nos 
estropearon con sus recetas, sino observar si los sistemas que tenemos ahora nos curan de los 
males que padecemos, o si nos hacen daño, para destruirlos y crear unos que sirvan a nuestros 
intereses y necesidades de desarrollo. 
 
 
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Harris, M. (2007) Teorías sobre la cultura en la era posmoderna. Crítica. 
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crecimiento de la personalidad humana. Sociedad de Cultura Valle Inclán. (Original 
publicado en 1951) 
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