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1 Tesis Doctoral Las herencias de la colonialidad: una mirada a la escuela en la Isla de San Andrés Autora Olga Camila Hernández Morales Directora Anne-Marie Truscott de Mejía Codirectora Raquel Sanmiguel Ardila Universidad de los Andes Facultad de Educación Doctora en Educación Bogotá 2021 2 Contenido CAPITULO I ....................................................................................................................................... 4 Introducción ........................................................................................................................................ 4 Problema de investigación ................................................................................................................ 10 Justificación ....................................................................................................................................... 17 CAPITULO II ................................................................................................................................... 20 Referentes teóricos ............................................................................................................................ 20 Colonialismo, poscolonialidad, colonialidad y decolonialidad ..................................................... 20 Colonialidad del poder .................................................................................................................. 29 Colonialidad del género ................................................................................................................ 32 Colonialidad del ser ....................................................................................................................... 33 Colonialidad del saber ................................................................................................................... 38 CAPITULO III .................................................................................................................................. 43 Diseño metodológico ........................................................................................................................ 43 Los “lugares otros” para narrar el pasado: configuración de una epistemología de frontera. ....... 46 Aproximación metodológica ......................................................................................................... 51 Técnicas e instrumentos de recolección de datos .......................................................................... 56 Dispositivos pedagógicos .......................................................................................................... 56 Entrevistas semiestructuradas ................................................................................................... 57 Observación participante .......................................................................................................... 58 Grupos focales .......................................................................................................................... 59 Procedimientos para asegurar la validez de los datos ................................................................... 60 Un posicionamiento ético en clave decolonial .............................................................................. 64 Análisis de datos ........................................................................................................................... 68 CAPITULO IV .................................................................................................................................. 75 Discusión de los datos ................................................................................................................... 75 Categoría 1: Discursos de fronterización ...................................................................................... 75 Categoría 2: Discursos de disciplinamiento .................................................................................. 85 3 Categoría 3: Discursos del cuerpo ................................................................................................. 96 Categoría 4: Discursos de la racionalidad ................................................................................... 113 CAPITULO V ................................................................................................................................. 128 Discusión de los resultados ............................................................................................................. 128 La colonialidad del poder y los discursos de fronterización ....................................................... 128 La colonialidad del ser y los discursos del disciplinamiento del cuerpo ..................................... 130 La colonialidad del saber y los discursos de la racionalidad ....................................................... 131 Conclusiones y recomendaciones .................................................................................................... 134 Retos al desarrollar etnografías críticas en contextos multilingües poscoloniales ...................... 137 Listado de referencias...................................................................................................................... 143 Anexos............................................................................................................................................. 163 Ilustración 1. Desarrollo de propuesta epistemológica en espiral a partir de referentes teóricos. ................................................................................................................................ 51 Ilustración 2. Árbol de códigos momento descriptivo .......................................................... 73 4 CAPITULO I Introducción Esta tesis se ubica en el campo de la antropología de la educación y presenta desde su concepción un interés marcado por la comprensión de fenómenos socioculturales relacionados con prácticas discursivas. La motivación inicial ha sido el abordaje de la comunidad raizal1 de la Isla de San Andrés con una lengua nativa, el creole2 sanandresano que se desarrolló en un proceso histórico de migraciones y colonizaciones de este territorio caribeño, con grandes implicaciones en las políticas educativas de la Isla por ser un elemento que hace parte de la identidad étnica y cultural de sus habitantes. La costa oriental de América Central se une con el Mar Caribe para formar la región Caribe Occidental. Estos territorios, pertenecientes a diferentes países, son habitados por personas que tienen unas historias comunes y lenguas con orígenes similares, La región sur occidental del Gran Caribe (la cual incluye tanto las islas como las zonas costeras de Centroamérica) conforma una unidad cultural alrededor de los aquí denominados pueblos Creole1 (afro-anglo descendientes, mayoritariamente protestantes, hablantes de inglés y de lengua criolla de base inglesa), cuyos ancestros fueron tanto africanos/as esclavizados/as, como europeos, y en algunos casos grupos indígenas del llamado “nuevo” continente. Tales pueblos han resistido la arremetida cultural tipo neocolonial de los grupos dominantes de los países que se conformaron tras las independencias latinoamericanas del siglo XIX, manteniendo sus lenguas, creencias y organizaciones sociales, en un acto de resistencia cultural que genera preguntas e invita a la investigación” (San Miguel, 2012, p. 1). 1 Descendientes de los pobladores nativos de la Isla (Vollmer, 1997). 2 Lengua nativa de los raizales de la Isla de San Andrés (Moya, 2014). 5 El creole y las personas que lo hablan cuentanuna historia sobre la esclavitud, las migraciones y diversos momentos de colonización que aún están presentes en sus prácticas culturales y en sus instituciones. Su diversidad cultural está relacionada con herencias de indígenas Miskitos que utilizaron la Isla como sitio de paso, migraciones de comunidades de puritanos ingleses (protestantes, bautistas y adventistas) y luego largos periodos de luchas imperiales entre españoles e ingleses que traerían consigo esclavos africanos. Además, esta historia sería recontada en el siglo XIX y XX con la incorporación de la Isla de San Andrés al Estado Colombiano y la imposición de los sistemas institucionales que ya regían esta nación. De acuerdo con Vollmer (1997) citado por San Miguel (2006a), Al igual que las islas mayores y menores del Gran Caribe, el Archipiélago fue sujeto de colonización en épocas del expansionismo europeo entre los años 1500 y 1900, con una larga historia de disputas entre Inglaterra y España, acciones de piratería y contrabando; y hacia principios del siglo XVIII, el desarrollo de plantaciones de algodón por ingleses provenientes de Jamaica y de otras islas anglófonas del Caribe , sentó las bases para la formación del grupo étnico actual , quien tras la abolición de la esclavitud (en 1851 para Colombia), heredaría las tierras de sus amos, sus nombres, su lengua y la importancia cultural de un pasado inglés y un puritanismo, que vino a ser reforzado posteriormente por la presencia de la iglesia Bautista asentada en la Isla desde 1845 (p.77). Estos elementos históricos son clave en la configuración de un sistema educativo que perpetúa las desigualdades. La autora Aline Helg en su obra “La educación en Colombia: 1918-1957” (2001) construye una génesis del sistema educativo en donde presenta el proceso vivido en la Isla y en otras periferias del país como un rasgo de la centralización política y la jerarquización de clases (San Miguel, 2006a). Esta autora, a lo largo de su 6 análisis, nos permite ver cómo los hechos sociales ocurridos en el territorio son clave para entender la evolución de la educación en el país y las discontinuidades en las políticas educativas, …el proceso de independencia por el que pasó Colombia perpetuó la dominación de los criollos sobre el resto de la población. Hasta mediados del siglo XX los debates sobre la raza colombiana y la violencia muestran que los componentes étnicos no blancos y aún la inmensa mayoría constituida por los mestizos, son percibidos por la élites intelectuales y dirigentes como inferiores, incultos y peligrosos…Culturalmente, la Independencia no significa una rehabilitación del pasado precolonial sino un desplazamiento de las influencias extranjeras de España hacía Inglaterra, Francia y los Estados Unidos… (San Miguel, 2006a, p. 79-80). Con base en los argumentos ya presentados, esta tesis se ubica en el terreno de los estudios decoloniales, perspectiva epistemológica que ha sido abordada por diferentes exponentes de la filosofía latinoamericana pertenecientes al grupo Modernidad/Colonialidad3, y que tiene como argumento central de sus reflexiones la mirada crítica de las diferentes dimensiones que implican la colonialidad como fenómeno que perdura en la actualidad. Como argumentan Castro-Gómez & Grosfoguel (2007), El concepto decolonialidad que presentamos en este libro, resulta útil para trascender la suposición de ciertos discursos académicos y políticos, según la cual, con el fin de las administraciones coloniales y la formación de los Estado-nación en la periferia, vivimos ahora en un mundo descolonizado y poscolonial. Nosotros partimos, en cambio, del supuesto de que la división internacional del trabajo entre centros y periferias, así como la 3 Nombre dado al grupo de pensadores latinoamericanos y caribeños que iniciarían la discusión académica sobre la perspectiva decolonial en diferentes contextos académicos del mundo. Entre ellos se encuentra Walter Mignolo, Anilab Quijano, Nelsón Maldonado-Torres, Ramón Grosfoguel, Immanuel Wallerstein, Catherine Walsh, entre otros (Castro; Grosfoguel, 2007). 7 jerarquización étnico-racial de las poblaciones, formada durante varios siglos de expansión colonial europea, no se transformó significativamente con el fin del colonialismo y la formación de los Estado-nación en la periferia (p. 13). En esta línea de pensamiento, pensar las relaciones coloniales de dominación establecidas entre algunos territorios de Europa y América más allá de la dominación política, y posicionándose en los fundamentos epistémicos que sustentaron la hegemonía de los modelos europeos de producción de conocimientos y de sujetos, nos deja de cara con tres categorías centrales abordadas por el grupo Modernidad/Colonialidad, que dan cuenta de las herencias coloniales en América, las cuales son: la colonialidad del poder, la colonialidad del saber y la colonialidad del ser. La propuesta de los autores del grupo Modernidad/Colonialidad (Castro-Gómez & Grosfoguel; Mignolo; Walsh; Quijano, 2007) se sustenta en conceptos como transmodernidad, diferencia colonial, hybris del punto cero, interculturalidad, pensamiento fronterizo, paradigma otro y decolonialidad. Estos categóricos son utilizados para referirse a la introducción de América en el sistema mundo colonial4; este proceso inicia con el descubrimiento de América en 1942, puesto que “para Wallerstein la constitución del sistema mundo moderno tiene sus orígenes en la invasión europea de los territorios que hoy conocemos como América” (Restrepo & Rojas, 2010, p. 70). Este proceso que le permitió algunos países de Europa iniciar un proceso de imposición político, económico y epistemológico. 4 El sistema mundo es una teoría creada por Immanuel Wallerstein (1979), especialista en estudios postcoloniales de África, para analizar las relaciones sociales en relación con la política y la economía a través de la historia. 8 La conceptualización abordada por estos autores posibilita la reflexión sobre formas de construcción de pensamiento, saberes, prácticas, relaciones de poder que proponen una decolonización, es decir, ofrecen una mirada alternativa sobre categorías de análisis que han adquirido su carácter universal bajo estándares históricos descriptivos y referenciales, evocando elementos ideológicos y negando la historia en que el mismo concepto ha emergido. Sin embargo, más allá de una construcción conceptual, los aportes más significativos del grupo modernidad/colonialidad para esta investigación se orientan en el cuestionamiento de algunos elementos naturalizados en el sistema educativo colombiano, al poner en el centro de la discusión “el ser, el poder y el saber”, no para tratar de ajustarlo a unas categorías ya predeterminadas o agenciarlo, sino para facilitar la emergencia de caminos alternos para su comprensión. Esta investigación parte del desafío de abarcar campos de indagación que no han sido ampliamente explorados, como son la educación en relación con los estudios decoloniales. Por esta razón tiene gran incidencia en este estudio el rol de la reflexión sobre epistemologías de frontera en diálogo con la antropología, la etnografía y estudios sobre lenguas nativas. La premisa sobre la que se desarrolla la argumentación de esta investigación es entonces que el sistema educativo en la actualidad, la escuela, al ser analizada en términos de los saberes, las relaciones de poder y las subjetividades que se emergen en la misma, devela algunas herencias de la colonialidad. Para comprender estas herencias coloniales, podemos analizar algunos dispositivos (PEIs, Manuales de Convivencia y libros de texto), conocer experiencias de vida de los sujetos que hacen parte de este contextoescolar a partir de entrevistas semiestructuradas, y observar prácticas discursivas en dos instituciones 9 educativas públicas de la Isla de San Andrés, que permitan comprender las maneras en que operan estas herencias de la colonialidad en términos de raza, saberes e identidad étnica. Esta investigación presenta cinco capítulos. El primero desarrolla el problema de investigación, la pregunta, los objetivos y las razones que motivaron el desarrollo de la propuesta, así como su relevancia tanto para el contexto seleccionado como para el campo de estudio. El segundo capítulo tiene como propósito presentar las principales lecturas en torno a estudios de la colonialidad en el caribe, y estudios sobre identidad y lenguaje desarrollados en la Isla de San Andrés. Además, propone una revisión teórica mostrando algunos debates en torno a conceptos clave para entender la investigación, como son el colonialismo, las poscolonialidad, la decolonialidad, y la colonialidad. En el tercer capítulo se presenta la propuesta metodológica. El capítulo cuatro presenta el análisis de los datos, y finalmente el capítulo cinco recoge la discusión de resultados, las conclusiones y recomendaciones del estudio. 10 Problema de investigación Intentar comprender cómo la colonialidad permanece en nuestros días y más aún, cómo podemos ver rastros de esta en el sistema escolar no solo implica cuestionarse por los efectos del colonialismo en territorios que fueron colonias desde el punto de vista económico, social, político y cultural, sino que también implica una reflexión más profunda acerca de la negociación de identidades emergentes en estos contextos. Este cuestionamiento se fundamenta en una premisa que admite que en América Latina y el Caribe, los sistemas educativos no han sido ajenos a las dinámicas económicas, políticas, sociales y culturales, y además, que entiende la colonialidad como una conciencia extendida desde donde se leen todos los aspectos fundamentales de la existencia, como son la organización social, la distribución de roles y el dominio de ciertos saberes, y que se ven reflejadas en lo que podríamos llamar la dimensión colonial de los sistemas educativos (Bourdieu & Passeron, 1996; Giroux, 2005; Ashcroft, Griffiths & Tiffin, 2006; Gimeno, 2008; Apple, 2008; Illich, año; Luning, 1979; Altbach & Kelly, 1984). Pero, además, esta premisa también entiende fenómenos actuales de la escuela en relación directa con los procesos de colonización, y asume que, para su comprensión profunda, es necesario volver sobre estas herencias coloniales. Según Grosfoguel (2007), Uno de los mitos más poderosos del siglo XX es la idea de que la eliminación de las administraciones coloniales llevó a la decolonización del mundo. Esto nos lleva a un mito sobre un mundo postcolonial. Las múltiples y heterogéneas estructuras globales que fueron creadas por un periodo de 450 años no se evaporaron con la decolonización jurídica y política de las periferias en los últimos 50 años. Seguimos viviendo bajo la misma matriz de poder colonial. Nos movimos de un periodo de colonialismo a un periodo de colonialidad global (citado en Mignolo & Escobar, 2010, p. 219, traducción propia.) 11 El proceso de “colonización” tiene como consecuencia unas relaciones de asimetría y hegemonía, tanto a nivel social como en las instituciones que desarrolla para soportar su proyecto civilizatorio. Como lo expone Grosfoguel (2006b), lo que tenemos de fondo es un problema unido a los modos de vida de los sujetos coloniales, cuya comprensión nos permite entender cómo se han formado los sistemas de socialización como la escuela, y, sobre todo, el modo particular en que ser sujetos marcados por la diferencia colonial contribuye a responder preguntas en ámbitos donde se cuestiona el poder y el saber. (p. 17). De la misma manera, como los mostraba Freire (2007), “los sistemas educativos no existen en el aire, sino en el tiempo y el espacio, no pueden escapar a las influencias de las condiciones estructurales objetivas” (citado por Barroso, 2017, p. 1). En esta reflexión Freire nos propone que no es posible pensar en sistemas educativos que se desarrollen de manera separada al resto de instituciones de la sociedad, sino que existe una lógica de acción bajo la cual se desarrollan todas estas instituciones. Si hacemos una revisión histórica del desarrollo del sistema educativo colombiano, y de manera más precisa, sobre su institucionalización en la Isla de San Andrés, podemos observar que desde las épocas coloniales se heredaría elementos particulares. De acuerdo con Clemente (1992) citado en San Miguel (2006a), en la época colonial, las misiones eran las encargadas de difundir patrones de comportamiento social que se arraigaría en la cultura popular, San Andrés y Providencia no han sido ajenas a estas dinámicas. Al igual que sucedió en las diversas colonias españolas del Gran Caribe, y podría decirse que, con el objetivo de desarrollar obediencia y sometimiento, fueron misiones religiosas las que se encargarían de la educación durante un largo período; y, posteriormente, en ausencia de un sistema de instrucción pública, la educación privada al abrigo de las iglesias y misiones, sería la que 12 respondería a las expectativas del grupo étnico para quienes la educación era la virtud que daba fundamento a la respetabilidad (p. 78). Este primer momento le heredaría a la Isla una fuerte filiación con las iglesias (Bautista, Adventista y Católica), pero de manera especial la vincularía con la doctrina protestante. Es además clave resaltar que “la iglesia Bautista, en particular, ha sido la institución desde la cual se ha promovido y mantenido un inglés estándar relacionado con el lenguaje bíblico, la oración, los cantos y los salmos “(San Miguel, 2006, p. 81). Guerrero (2006) afirma también que, …los pastores y sus iglesias han incidido en forma decisiva sobre áreas como la educación, la cultura y la política. Ha ejercido la iglesia función de ente aglutinador alrededor de la firme creencia en una vida fundamentada en los valores cristianos hacia la trascendencia, enfatizando la soberanía y los designios de Dios, promoviendo una vida “en concordancia con las demandas y valores del evangelio”, infiltrándose así el elemento religioso a casi todas las actividades de su vida (en San Miguel, 2006, p. 81). El proceso de independencia y sus ideales libertarios no serían suficientes para consolidar un sistema educativo autónomo, por lo tanto, en los siguientes años la Iglesia Católica seguiría estando a cargo de la educación. Esto se puede ver claramente en la Constitución de 1886 donde se define que “la educación pública será organizada en concordancia con la Religión Católica”, (Artículo 41), reafirmando así el papel de la Iglesia en la formación de la identidad nacional incluyendo los territorios de periferia. A partir de 1970, diferentes movimientos sociales Indígenas y Afro han desarrollado iniciativas para visibilizar la exclusión sistemática a la que han sido sometidos (Botero, 13 2007; Guerrero, 2009). A pesar de que algunas comunidades, como las del Caribe, han logrado un cierto grado de autonomía para mantener sus lenguas y prácticas culturales, y para establecer modelos educativos que reconocen las particularidades culturales, esto está lejos de ser una política de Estado. La educación formal es una de las instituciones que ha tenido un rol fundamental en el proceso de aculturación a través de la difusión de discursos que tratan de eliminar las diferencias (Apple, 2008; Bordieu y Passeron, 1996; Illich, 2011). Las prácticas pedagógicas descontextualizadas en la escuela tienden a la discriminación, la inequidad, y el refuerzo de estereotipos frente a grupos minoritarios. Los grupos dominantes, dado los procesos de internacionalizacióny globalización, se han visto abocados a diseminar sus ideologías bajo el riesgo de perder su poder, desencadenando prácticas discriminatorias frente a la raza, el género y la etnia que han sido resistidos por algunos movimientos sociales. Según Medina & Ruiz (2014) Estos movimientos sociales, asumen una posición crítica frente al papel que juega la escuela en la desintegración de sus culturas dado que hasta ese momento, a pesar de la multiculturalidad presente en el país, las respuestas educativas a esta realidad eran concebidas y basadas, de una parte, en el modelo que Forquin (2001) denomina neutralismo cultural el cual supone reducir el curriculum a un conjunto de valores instrumentales, de herramientas cognitivas generales que valen para todo el mundo en la medida en que excluyen toda idea de valor, toda referencia axiológica e intelectual, cultural e histórica particular; y de otra parte, el modelo etnocentrista asimilacionista que impone a todos los alumnos las referencias y postulados característicos de la tradición cultural dominante (p. 8). 14 La Constitución Política de Colombia de 1991 estableció un gobierno unitario, democrático, pluriétnico, representativo y descentralizado, afirmando que, Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general” (Artículo 1). Además, reconoció la existencia de diferentes lenguas y dialectos que interactúan con la lengua oficial, español, "el castellano es el idioma oficial de Colombia. Las lenguas y dialectos de los grupos étnicos son también oficiales en sus territorios. La enseñanza que se imparta en las comunidades con tradiciones lingüísticas propias será bilingüe” (Constitución Política de Colombia, 1991, Artículo 10). Sin embargo, aunque se sentaron las bases para la construcción de una nación pluricultural, el modelo educativo nacional está construido de manera que prioriza una formación disciplinar, diseñada alrededor de estándares (por ejemplo, los Estándares Básicos de Competencias en Lenguas Extranjeras: inglés, 2006), que permitan la inclusión del país en procesos de globalización y apertura comercial que desconocen los elementos contextuales y socio culturales de las regiones. Es por esta razón que se han generado tensiones en la Isla que critican la pertinencia de este modelo El ‘Pueblo Raizal’ no se siente cobijado por tal modelo educativo, por cuanto consideran que no responde a su cosmovisión, como lo manifiestan algunos de sus líderes más radicales. Habiendo habitado las islas por largos tres siglos, es un hecho que mantienen, hoy por hoy, creencias, valores, prácticas, ritos, dinámicas sociales y familiares, lengua, e inclusive rasgos, que los distingue de otros grupos humanos que han migrado hacia las islas, con quienes comparten su territorio y su cotidianidad (San Miguel, 2006a, p. 80-81). 15 Bajo esta lógica planteada, algunos autores como Lerena (1989) presentan fuertes críticas frente al sistema escolar, poniendo en discusión que “la función primaria del sistema de enseñanza, base de todas las demás funciones, parece ser la de imponer la legitimidad de una determinada cultura, lo que lleva implícito la de declarar al resto de las culturas ilegítimas, inferiores, artificiales, indignas” (citado por Barroso, 2017, p. 1). Si tratamos de comprender el sistema educativo nacional actual teniendo en cuenta estas afirmaciones, podemos decir que a pesar de los esfuerzos realizados por construir una política más incluyente en el país, hay numerosos factores que nos mantienen atados a un sistema que pareciera anacrónico, un sistema en el que aún se pueden ver algunos legados coloniales, no solamente en la organización centralizada misma del sistema, sino también en los saberes que se socializan, y los códigos de comportamiento que configuran las identidades. Las herencias de la colonialidad no se limitan a la organización hegemónica y excluyente del sistema educativo, pues también tienen incidencia en la forma en la que las identidades coloniales son interiorizadas por los actores educativos, puesto que dichos discursos presentan estereotipos, idealizaciones del deber ser, normas de comportamiento y de vestir, entre otros aspectos que moldean la subjetividad, y que debe ser comprendidas desde la voz de estos agentes educativos. De igual forma, los dispositivos pedagógicos, entendidos como como una serie de elementos heterogéneos que componen la realidad educativa en un momento histórico particular (Grinberg y Levy, 2009), nos ayudan a comprender cómo se desarrollan las relaciones de poder al interior de las instituciones y fuera de ellas (al vincularse con entidades externas), cuáles son los saberes que circula, y como se construyen las subjetividades. Las 16 prácticas de aula y discursos de algunos actores escolares, entendiendo así de manera más profunda como estas herencias, también tienen injerencia en los procesos de negociación de identidades en este escenario. Partiendo de esta descripción del problema de investigación he formulado la siguiente pregunta de investigación: ¿Cuáles son los discursos en relación con raza, saberes, e identidades presentes en dispositivos pedagógicos vivos y no vivos en colegios de la Isla de San Andrés? De la cual se deriva una sub pregunta: ¿Cuál es el rol que tienen los dispositivos pedagógicos en el proceso de negociación de las identidades en la Isla de San Andrés? El objetivo general y específicos de la investigación se listan a continuación: Describir y comprender los discursos en relación con raza, saberes, e identidades presentes en dispositivos pedagógicos vivos y no vivos en colegios de la Isla de San Andrés. *Identificar formas discursivas de la colonialidad en el sistema educativo actual. *Analizar el rol que tienen los dispositivos pedagógicos vivos y no vivos en el proceso de negociación de las identidades en la Isla de San Andrés. 17 Justificación Partiendo de la anterior contextualización del problema de investigación, que nos muestra la relación entre la historia colonial y la conformación del sistema educativo en la Isla de San Andrés mediado por fenómenos de alternancia lingüística (creole, español, inglés), ésta investigación plantea indagar sobre: 1. Las principales lecturas sobre el sistema educativo en la Isla de San Andrés en relación con el desarrollo de las lenguas, 2. La relación que tienen algunos dispositivos pedagógicos seleccionados en la transmisión de ciertas herencias coloniales, y 3. Algunos fenómenos de la colonialidad en relación con la negociación de la identidad étnica y nacional en el contexto escolar de la Isla de San Andrés. Teniendo en cuenta estos objetivos propuestos, la primera justificación de mi investigación reside en el convencimiento de que el sistema educativo de la Isla de San Andrés debe ser comprendido desde su relación con los hechos históricos que lo han configurado. Esta afirmación se soporta en los estudios sobre la Isla presentados en los antecedentes de este estudio, y, de manera más particular, desde la historia colonial que ha constituido la identidad de la Isla. Este abordaje se vincula de manera coherente con la perspectiva epistemológica de los estudios decoloniales y propone otro reto que es el abordaje de un problema educativo desde la perspectiva de otras disciplinas. Es posible hallar autores que retoman la teoría decolonial para entender diferentes fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales en el Gran Caribe, pero la revisión teórica que he realizado nos deja con pocos elementos de apoyo para llevar estareflexión al contexto educativo, en donde se han hecho diversas investigaciones en relación con la lengua Kriol, pero no desde esta perspectiva de los estudios decoloniales. 18 Existe una segunda y una tercera justificación para el desarrollo de esta propuesta. La segunda se concentra en el hecho de que la reflexión decolonial no se ha trabajado de manera amplia en relación con el sistema educativo de la Isla de San Andrés. Esto es claro cuando consultamos los estudios que se han realizado sobre la educación en la Isla. Este abordaje me permitirá hacer nuevas lecturas de este fenómeno entendidas desde tres categorías centrales de análisis: la colonialidad del saber, del poder y del ser, retomando así elementos variados dentro del sistema escolar como son las relaciones entre sujetos, los conocimientos que circulan y las identidades que se negocian. Una tercera razón surge de los antecedentes revisados para este estudio que nos muestra un interés creciente en investigar el contexto de la Isla, pero aun con una tendencia marcada hacia el desarrollo de estudios sociolingüísticos (Cupples & Glynn, 2014; Nemogá-Soto, 2018; Telecheab & Caniguanc, 2018; Falkenberg, 2006, San Miguel, 2006a, 2006b, 2012; Andrade, 2006; Moya, 2006, 2014; Aldana, 2006; Valencia, 2008; Gareis, 2005; Mota, 2016; Fazal, Lingardb & Laviac, 2016; Murillo, 2009, 2013;Veronelli, 2015). Es evidente que un elemento clave para la comprensión de este territorio y sus dinámicas sociales son las lenguas (creole, español e inglés), pero mi propuesta buscar entenderlo como un fenómeno que nos evidencia unas categorías diferentes a las de análisis de la lengua. Estas son categorías sociológicas, antropológicas e históricas que nos permitan comprender de manera más integral el sistema educativo. Por último, al ser esta propuesta una reflexión sobre el sistema educativo desde su relación con la historia colonial, abordada desde sus relaciones con la lengua creole y la negociación de identidades, considero que podría hacer grandes aportes al campo de la educación, puesto que busca romper con la idea de la disciplinariedad a favor del desarrollo de análisis situados en donde el interés sea lo que se estudia, y no el abordaje disciplinar. Espero, 19 además, que el esfuerzo por construir una aproximación metodológica que reconozca los aportes de diferentes campos disciplinares sin perder el foco en el fenómeno de estudio sirva como base para pensar otras investigaciones en el campo educativo que sigan enriqueciendo la discusión sobre la importancia de repensar las disciplinas mismas como un acto de descolonización. 20 CAPITULO II Referentes teóricos Este apartado de la investigación responde algunas preguntas clave para la conceptualización teórica de la misma. Partiendo de un acercamiento a diferentes autores e investigaciones relacionadas, busca dar comprender las siguientes interrogantes: ¿Cuál es la diferencia entre colonialismo y colonialidad?, ¿Cómo emerge la categoría de raza al referirnos a la relación colonialidad/modernidad?, ¿Qué es la colonialidad del poder, del saber y del ser?, ¿Cuál es la relación entre colonialidad y lengua? y ¿Cómo se pueden entender la negociación de identidades en territorios coloniales? ¿Cómo se desarrollan las relaciones de poder en contextos educativos? ¿Qué características tiene un sistema educativo colonial? ¿Qué tipo de conocimientos se privilegian en un sistema educativo colonial? ¿Cómo se construyen subjetividades desde referentes coloniales? Colonialismo, poscolonialidad, colonialidad y decolonialidad Las nociones de colonialidad y colonialismo son conceptos diferentes, aunque estrechamente vinculados. El último se refiere a una estructura de dominación y explotación, donde todo el control político, de recursos y del trabajo de una población está en manos de otra entidad con diferente jurisdicción territorial; sin embargo, este no implica siempre relaciones racistas de poder. El colonialismo es un fenómeno complejo dado la eficacia de permanencia de su episteme, es decir dado que a pesar de que históricamente es un fenómeno superado, las herencias de su lógica están presentes en diferentes esferas sociales. De acuerdo con Machado (2010), “la conquista militar, la subyugación política y la explotación económica 21 de los pueblos (cuerpos y territorios) subalternizados, no ha sido sino efecto y condición de la conquista semiótica de la naturaleza, aún de la naturaleza humana” (p. 2). De manera consecuente podemos decir, siguiendo a Foucault (2007), que “el colonialismo no es sino la propia configuración del suelo de positividad resultante de la fuerza instituyente del régimen de poder-saber moderno, en tanto régimen de producción de lo real” (p. 37). Es por tanto que podemos concluir que el acto colonial tiene que ver más con una creación que con una conquista. La teoría del colonialismo denota el establecimiento y control de un territorio, durante un largo periodo de tiempo, por un poder que subordina a las personas “otras”, alejándolas del poder. Las características del colonialismo incluyen dominación sobre el “otro”, relaciones económicas y políticas de dependencia, e inequidades culturales racializadas institucionalizadas. Para imponer su dominio se emplea la expropiación del trabajo y de los recursos, privación de las libertades, asesinatos, esclavitud y posesión forzada de la tierra (Santos, 2010; Walsh, 2007; Quijano, 2000). Es en este sentido que el acto colonial tiene que ver más con una creación que con una conquista, y esa creación misma es la que da origen concepto de colonialidad. Se puede entender, entonces, que el colonialismo es más antiguo que la colonialidad, esta, por otro lado, se muestra más profunda y duradera, dado que sus lógicas y dinámicas de organización social sobreviven al paso del tiempo. Pero no cabe duda de que la colonialidad nació durante el periodo colonial, y más aún que sin él no habría sido posible imponer una intersubjetividad particular en el mundo, de modo tan arraigado y prolongado. Con relación a este concepto, diferentes investigaciones muestran la vigencia de estos postulados, como es el caso de Cabrera (2016), quien en su trabajo “Complejidades 22 conceptuales sobre el colonialismo y lo postcolonial, aproximaciones desde el caso del Pueblo Mapuche”, reflexiona acerca de la continuidad colonial en la historia del Pueblo Mapuche, esta entendida desde un proceso de reconfiguraciones del mismo en el contexto chileno, lo que permite entender que cada proceso de colonización puede ser diferente aunque comparta características con otros procesos, y de ahí la importancia de estudiar las particularidades con que se presenta. Por otro lado, San Miguel (2012) y Mora (2013) identifican herencias de los procesos de colonización en contextos educativos. El primer caso es un estudio comparativo sobre los sistemas educativos nacionales y sus implicaciones ideológicas para las comunidades nativas de Puerto Limón, Costa Rica; Bluefields en Nicaragua, y Providencia en Colombia, y en el segundo caso fue desarrollado en instituciones educativas de la ciudad de Bogotá, Colombia. En ambos casos se encuentra que las relaciones de poder, las subjetividades y los saberes en la escuela se condicionan a metas nacionales, dinámicas de globalización e ideales de ciudadanos educados en un sistema donde otros saberes y otras formas de conocer deben invisibilizarse de nuevo. El segundo concepto a discutir emerge bajo las nuevas realidades políticas de los contextos que fueron colonias. La postcolonialidad tiene su origen entre los pensadores de la India (Ranajit Guha, Gayatri Spivak, Partha Chatterjee, Dipesh Chakrabarty), para caracterizar la situación de su país después del colonialismo británico (Pinedo, 2015) planteabala reflexión no solamente sobre la liberación de las colonias, sino también sobre la integración al denominado “sistema mundo”, reflexión que se extendería a otros contextos con historias similares a mediados de los años 90 (Pinedo, 2015). 23 En su investigación Pinedo (2015) muestra las principales contribuciones de los pensadores poscoloniales a la reflexión sobre el colonialismo, entre las que se encuentra la construcción del pensamiento periférico y la denuncia acerca de las formas de colonialismo sobrevivientes. Esto con el propósito de hallar nuevos lugares de enunciación para pensarse sus contextos y relativizar la mirada eurocéntrica. Estos pensadores postcoloniales buscaban recuperar la figura del “subalterno” como un sujeto social sin voz que no se encuentra representado ni política ni históricamente por los discursos dominantes (Pinedo, 2015). Esto quiere decir que el colonialismo permanece aun cuando el colonizador ya no se encuentra en su territorio geográfico, dado que se conservan códigos de la dominación, pero al mismo tiempo, y casi de manera paradójica, se resalta la idea de que esta dominación no es absoluta, puesto que el dominado conserva siempre una posibilidad de agenciamiento que le permite movilizarse en las jerarquías de las relaciones de poder impuestas (Guha, 1996, en Pinedo, 2015). Algunas investigaciones recientes muestran que las prácticas culturales y las políticas están conectadas con formaciones coloniales y poscoloniales. Como ejemplo proponen el estudio de los sistemas escolares (Chimbutane, 2011; Fazal, Lingard & Laviac, 2016; During, 2000; Lingard, 2006). Estos autores discuten, desde una perspectiva política, la manera en la que las desigualdades globales se perpetúan no solo a través de la distribución de recursos, sino también a través de los modos de representación colonial, y de esta manera se sugieren formas de resistencia frente al poder colonial como una forma de alcanzar un mundo más justo. Entre sus conclusiones se resalta que el sistema educativo actúa como la institución donde las personas aprenden las formas hegemónicas de conocimiento, pero al mismo tiempo, como el lugar donde es posible resistir a las practica 24 discursivas dominantes. En este sentido la educación tiene una relación sistemáticamente ambivalente con el postcolonialismo. Por un lado, es objeto de la crítica postcolonial, dado su complicidad con los discursos y las prácticas eurocéntrica. Por otro lado, es solo a través de la educación que es posible revelar y resistir a las formas de colonialismo que subsisten en nuestros imaginarios. Otros autores postcoloniales relevantes para esta reflexión son los pensadores caribeños como Cessaire (1955) y Fanon (1967) quienes desde la literatura reflexionan acerca del colonialismo en el Caribe, haciendo una ruptura con la teoría marxista y posicionando la raza como una categoría de jerarquización social. “Piel negra, máscaras blancas” (1967) constituyó una denuncia de Fanon al colonialismo racista y sus consecuencias en los sujetos negros colonizados por Francia en Martinica. En este texto Fanon subvierte algunos presupuestos tales como el rol de los subalternos, al poner sus conocimientos de psicología y lenguaje al servicio de los negros y asume una posición cuestionadora del poder colonial, al indagar en las causas de la alienación de ese sujeto colectivo, colonizado, víctima de manipulaciones históricas, culturales y racistas en diálogo con propuestas como la de Cessaire (1955) y las de otros autores como Spivak (2008). La reflexión de estos autores caribeños sobre la raza como el eje que organiza la diferencia colonial y sobre el colonialismo como la matriz en la que opera el racismo no solo en una dimensión discursiva, sino también en la trasformación de subjetividades, serían profundizadas en el pensamiento crítico latinoamericano y servirían como punto de partida para los estudios decoloniales. El tercer concepto, la decolonialidad representa para Latinoamérica el desprendimiento de las bases eurocentradas del poder, es decir un posicionamiento 25 epistémico otro desde lugares que no expliquen a partir de la modernidad (Rincón, Millán, & Rincón, 2014). De acuerdo con Mignolo (2007), el pensamiento decolonial surge de fundación misma del binomio modernidad-colonialidad en el territorio americano, y en contrapartida de la reorganización de las potencias imperiales al terminar el colonialismo en los territorios (Mignolo, 2007). El proyecto decolonial se convierte en una nueva episteme que critica la idea de las cronologías, de la racionalidad única del pensamiento modelo moderno/colonial. En cambio, propone una perspectiva situada, diversa y desprendida de la visión eurocéntrica (Mignolo, 2010). Para consolidar esta perspectiva de pensamiento los autores del llamado “Giro Decolonial”5 reflexionan sobre la colonialidad y conceptos que explican el comportamiento, las intenciones y los prejuicios del poder colonial. La colonialidad es un elemento constitutivo del patrón mundial de poder capitalista que se soporta en la imposición de una clasificación racial y étnica de la población para soportar dicho poder. De acuerdo con Quijano (2007) la colonialidad se origina y se difunde a partir de la conquista de América Latina …con la constitución de América (Latina), en el mismo momento y en el mismo movimiento histórico, el emergente poder capitalista se hace mundial, sus centros hegemónicos se localizan en las zonas situadas sobre el Atlántico —que después se identificarán como Europa—, y como ejes centrales de su nuevo patrón de dominación se establecen también la colonialidad y la modernidad… (p. 93). 5 Los pensadores del giro decolonial, también conocido como el proyecto modernidad/colonialidad, provienen de ámbitos de producción intelectual de conocimiento crítico en América Latina; entre ellos se encuentran Aníbal Quijano (Perú), Enrique Dussel (Argentina), Edgardo Lander, (Venezuela), Arturo Escobar (Colombia), Catherine Walsh (Ecuador), Nelson Maldonado-Torres (Puerto Rico), Zulma Palermo (Argentina), Santiago Castro-Gómez (Colombia), Fernando Coroni (Venezuela) y Walter Mignolo (Argentina), entre otros. (Castro-Gómez & Grosfoguel, 2007) 26 En otras palabras, con el surgimiento de América Latina se globaliza el capitalismo, además de la visión eurocentrada de la historia del mundo, y se instala lo que conocemos como la modernidad que implica siempre relaciones racistas de poder. En su artículo “Colonialidad del poder y clasificación social", Quijano explica que el patrón del poder capitalista está articulado en dos ejes: la modernidad y la colonialidad (2007). Estos ejes organizan el sentido y las formas de control y dominación en la experiencia social. La colonialidad introduce una clasificación básica y universal de la población global en términos de raza como lo muestran en sus investigaciones Mulcahy, (2017) y De Oto, (2019). La relación modernidad/colonialidad es utilizada por los pensadores decoloniales para dar sentido a las relaciones de poder establecidas por los sistemas coloniales en torno a las diferencias biológicas de los sujetos, es decir la idea de raza. De esta manera se entiende que la colonialidad es constitutiva de la modernidad y no puede existir la modernidad sin la colonialidad. Como es en doble vía, se entiende que la modernidad es el lado resaltable de la historia del capitalismo global, esto dado que dentro de la modernidad se ubican procesos de industrialización, desarrollo tecnológico, entre otros, mientras que la colonialidad es el lado oscuro, escindida e invisible. Según Mignolo (2007), “así, para comprender la colonialidad es esencial referirse al proyecto de modernidad, porque la colonialidad señala las ausencias que ocurrieronpor cuenta de la modernidad” (p. 17). Podemos pensar la articulación colonialidad/modernidad como un paradigma, un marco referencial que es constitutivo de le percepción colonizado-colonizador (Noboa, 2005), y como la estructura de poder que permite que esa percepción exista cuando leemos y navegamos la realidad. Entender a las poblaciones como no-humanas o menos que 27 humanas, constituye la base de este paradigma. Cuando nos referimos a un paradigma, estamos reconociéndolo como una poderosa construcción de la realidad que ha sido impuesta en personas que se convirtieron en “colonizados” (al llevarlo interiorizado), y por los “colonizadores” (quienes siguen llevando el privilegio). En este binomio modernidad/colonialidad la invención del concepto de la raza es fundamental porque transforma las relaciones de superioridad e inferioridad que antes se habían entendido como el producto de la guerra, la dominación y el poder como un fenómeno natural. Quijano (2000) argumenta que “la introducción de esta clasificación racial permitía el reconocimiento de todas las relaciones en la sociedad colonial, creando nuevas identidades sociales y geoculturales y redefiniendo otras. Estas identidades raciales fueron constituyentes de múltiples jerarquías del orden colonial en el siglo XVI como la idea de Oriente, Occidente, Norte y Sur” (en Veronelli, 2015, p. 38). Mantiene que, Las empresas coloniales de los siglos siguientes (Holanda siglo XVII, Francia e Inglaterra siglo XVIII; Estados Unidos siglo XX), expandieron la clasificación racial a la población del mundo entero (Quijano, 2007). En este sentido, la colonialidad no solo se refiere a la clasificación racial, sino a un fenómeno global, integral, que penetró en cada uno de los aspectos y situaciones de la existencia social, tales como la distribución de jerarquías, lugares, roles sociales y geografías de los territorios (Quijano (2000), en Veronelli, 2015, p. 39). Por ejemplo, según Grosfóguel (2006), “en el campo económico la fuerza de trabajo más económica es provista por población no blanca, no europea, de las periferias, mientras que el trabajo asalariado está concentrado en los países centrales, europeos y blancos” (p. 20). En este ejemplo, la colonialidad del trabajo es evidenciada como una articulación 28 fundamental entre la racialización y la explotación con una mirada hacia el lucro y la acumulación de capital, como se explica en la siguiente cita, La modernidad es otro eje del capitalismo europeo global que se refiere a un universo específico de dominación intersubjetiva bajo la dominación de instituciones europeas blancas. Para caracterizar la modernidad, Quijano se enfoca en la producción de un tipo de conocimiento apropiado para las necesidades del capitalismo. Cuando este autor piensa en el poder social del capitalismo, lo hace en términos de colonialidad y modernidad, de racialización del trabajo y de objetivación y cuantificación del trabajo, y también lo hace en términos de intersubjetividad. La relación intrínseca entre los dos ejes de poder, la colonialidad y la modernidad, naturalizan las experiencias de las personas bajo este modelo de poder (Quijano, 2007, en Veronelli, 2015, p. 39). Por otra parte, una noción que emerge como clave en este contexto es la de naturalización, que pone en evidencia la existencia de un proceso de construcción intersubjetivo ligado a la experiencia colonial. “Decir que algo es “natural”, sugiere que no es algo producido, y la producción está constituida por un marco cognitivo particular, de esta manera se presenta como algo ya dado, algo que no es artificial” (Veronelli, 2015, p. 40). En relación con la teorización sobre raza, el enfoque decolonial hace una diferencia (y al mismo tiempo una relación complementaria), entre la raza como una categoría de clasificación de la población mundial, y la racialización como un proceso interminable de deshumanización. Según Veronelli (2015), “La raza es un constructo mental que prescribe una desigualdad natural entre poblaciones y sociedades, transformando las diferencias en valores y atribuyendo estatus a ciertas poblaciones mientras marginaliza a otras” (p. 41). En 29 este sentido, la raza es una construcción ficticia. La clasificación racial no es un hecho histórico sino una construcción, porque a pesar de haber quedado registrado en la historia, no tiene antecedentes históricos (Quijano, 2007). De acuerdo con Quijano (en Veronelli, 2015), la racialización es un proceso a largo plazo que hace realidad una ficción. Es el proceso de configuración estructural de una clasificación racial a través de las instituciones, leyes, prácticas, y deseos que distribuyen a la población mundial en rangos, lugares y roles bajo una estructura de poder, localizando a los que tienen privilegios por encima de otros que son considerados naturalmente inferiores. En otras palabras, mientras la raza se refiere a la clasificación social, la racialización es el proceso de deshumanización, que reduce a las personas y las sociedades a jerarquías determinadas por raza. Colonialidad del poder He argumentado anteriormente que la colonialidad es uno de los elementos que constituyen el patrón mundial del poder capitalista. La colonialidad del poder es definida como la prolongación en la actualidad de patrones coloniales que sustentaron la formación del orden capitalista como un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuestas por la conquista (Quijano, 2001). Este patrón se fundamenta en la clasificación racial de la población del mundo, y opera en todas las dimensiones de la interacción humana. El racismo, según Mignolo (2007), “fundamentalmente, emerge cuando un determinado grupo, autodefinido en términos «de sangre y piel», se atribuye el privilegio de clasificar jerárquicamente a todos los otros grupos, o en este caso, a todas las otras «razas»” (p. 26). 30 Esta clasificación jerárquica en el proceso colonizador en América Latina no solo se mantuvo en un plano discursivo para señalar diferencias, sino que también llegó a la acción física que pretendía eliminar poblaciones diferentes para establecer el control de los territorios, determinando fronteras y estableciendo una dinámica de relaciones entre los centros de poder y las periferias, como afirma Carballo (2012), En efecto, y para el caso concreto de lo que luego se conocería como América Latina, la colonización adoptó primero la forma de la evangelización, es decir, de la imposición a las religiosidades indígenas de la comunidad de fe occidental. En un segundo momento, a su vez, la colonización mutó hacia el proceso de construcción de estados-nacionales, es decir, hacia la imposición a las culturas indígenas de la cultura occidental. Como explica el autor, esta mutación implicó el pasaje de la colonización de las almas a la colonización de los cuerpos; pero lo cierto es que en ambos momentos se deja ver el lado excluyente y violento de la conformación de las comunidades, especialmente cuando éstas son impuestas «desde arriba» (p. 237). Ahora bien, lo fronterizo enuncia un lugar-límite en una dinámica discursiva, suponiendo un espacio distante de la centralidad, pero que conforma la realidad. En este sentido es claro que la demarcación de fronteras es eminentemente epistémica (Moreno, 2013), y que corresponde al “interés de generar un ente dominador, por medio de representaciones de su propio espacio a partir de dicotomías como la de centro-periferia” (Useche & Aponte, 2020, p. 111). Este discurso, establecido desde la colonialidad del poder, legitimó, por lo tanto, una historia contada desde la civilización con el objetivo de superar un estado natural primitivo, como se hizo en Europa. La referencia a Europa como centro de producción del conocimiento, conocida como eurocentrismo, altera la comprensión delotro, así que, “la 31 sociedad liberal se convierte, así, no sólo en el modelo al que deben aspirar el resto de las sociedades, sino en el único futuro posible para todas las otras culturas o pueblos (Castro- Gómez, 2000, p. 154). Precisamente, “por el carácter universal de la experiencia histórica europea, las formas de conocimiento desarrolladas para la comprensión de esa sociedad se convierten en las únicas formas válidas, objetivas, universales de conocimiento” (Lander, 2000, p. 23). El eurocentrismo y la dialéctica centro-periferia establecen a su vez unos regímenes de representación de modelos civilizatorios bajos unos supuestos como el progreso, la competitividad, la calidad y la acumulación de capital como formas de desarrollo. Escobar (2014) denomina a este discurso como desarrollista, y a su vez Lozada (2010) menciona que “…dicho discurso, el del desarrollo, se basa en una experiencia históricamente singular, la creación de un dominio de pensamiento y la acción desde el referente europeo” (p. 256). Es decir, que ésta idea de progreso y desarrollo que busca ser aplicada a todas las realidades, cumple la función de legitimar unas formas de poder particulares, las hegemónicas. Estas ideas de la estructura centro-periferia son también desarrolladas por Martínez (2011) y Moreno (2013), quienes, en sus investigaciones sobre la globalización entendida como la centralidad de ideas, y la periferia como los márgenes especulativos, refieren a estos conceptos como soportes de una estructura económica mundial esencialmente asimétrica. Dicha estructura configura a su vez un imaginario de lo político, lo social y lo cultural bajo un referente de frontera, es decir que configura unos discursos de las relaciones humanas basadas en un posicionamiento que se genera en contra posición con el otro, con lo desconocido, con el que se encuentra en la periferia. 32 Con base en lo anteriormente expuesto puedo concluir que la colonialidad del poder como patrón de dominación se configuró sobre una organización racial del trabajo que permite soportar el sistema capitalista. Su incidencia también es evidente en las clasificaciones raciales que se desarrollaron durante las épocas coloniales y que establecieron relaciones de poder basadas en la dominación, el control y la explotación étnico-social, que podemos aún rastrear en los sistemas contemporáneos de interacción humana. Colonialidad del género Como ya lo he mencionado antes, “Quijano entiende que el poder está estructurado en relaciones de dominación, explotación, y conflicto entre actores sociales que se disputan el control de «los cuatro ámbitos básicos de la existencia humana: sexo, trabajo, autoridad colectiva y subjetividad/intersubjetividad, sus recursos y productos” (Lugones, 2008, p. 82). Sin embargo, este análisis de Quijano no considera que “la lógica de los ejes estructurales de la colonialidad muestra al género como constituido por y constituyendo a la colonialidad del poder” (Lugones, 2008, p. 82). La colonialidad del género reflexiona acerca de la forma en que este “se describe desde preceptos hiper-biologizados, que presuponen el dimorfismo sexual, la heterosexualidad, la distribución patriarcal del poder y presuposiciones de este tipo” (Lugones, 2008, p. 82). En este sentido destaco que las relaciones de poder coloniales, si bien se organizaron inicialmente alrededor de la idea de raza, también se soportaron en la generación de otras categorías biológicas que permitían profundizar las diferencias entre los individuos y localizarlos en una jerarquía de poder dado su color de piel y su sexo, y de 33 manera correspondiente asociados a roles, y formas del habitar el cuerpo específicas (Crenshaw, 1995; Oyeronke, 1997). Estas nociones son abordadas por diferentes autoras feministas para problematizar la manera en que el sistema racial de diferenciación se intersecta con el sistema patriarcal, que también se impuso durante los periodos de colonización (Gutiérrez, 2018). Autoras como Bidaseca (2015) en su texto “Escritos en los cuerpos racializados” y Gutiérrez (2018) en su artículo “The Coloniality of Migration and the “Refugee Crisis”: On the Asylum- Migration Nexus, the Transatlantic White European Settler Colonialism-Migration and Racial Capitalism”, destacan la forma en que la colonialidad del genero define la universalización de una dicotomía de género que produce la posiciones femenino y masculino-superior/femenino-inferior, cuya negociación configura las sociedades modernas. Russell (…. en Bidaseca, 2015) mantiene que “la supremacía patriarcal de genero de los hombres, sitúa la violencia contra las mujeres como un mecanismo de control, sujeción, opresión, castigo y agresión dañina que a su vez genera poder para los hombres” (p. 20) Colonialidad del ser La colonialidad del ser se nutre de la subordinación de las poblaciones dominadas, de sus prácticas, sus lenguas y hasta su humanidad. De la misma manera, se justifica en la raza para violentar a los sujetos racializados tanto en la construcción de sus subjetividades como en sus cuerpos (Rincón, Millán, & Rincón, 2014). La violencia en la construcción de las subjetividades toma forma en la dinámica de negación y subordinación de las diferencias que van configurando estereotipos del deber ser 34 y del buen ciudadano, y que tienen incidencia en los procesos de subjetivación y de negociación de las identidades, de la mano de saberes que han servido para enraizar la mirada eurocéntrica como patrón de desarrollo universal, dejando de lado las cosmovisiones locales por considerarse atrasadas y no modernas (Rincón, Millán, & Rincón, 2014). Una construcción hegemónica de identidades se basa en el establecimiento de un origen predeterminado y unos ideales que acompañan ese origen. Estos ideales incluyen expectativas sobre la lengua, competencias, acceso, y habilidades que se determinan como fundamentales. Esta construcción se da en un proceso de confrontaciones simbólicas que atribuyen valores negativos y atributos positivos que reproducen privilegios y jerarquías. Durante muchos años, el concepto de identidad ha sido definido desde diferentes posturas epistemológicas y disciplinares, sin embargo, estos acercamientos diversos tienen un punto de encuentro al ubicar la identidad como un proyecto moderno. Para algunos autores, (Giddens, 2002), la construcción del “yo” es una intención individual por construir de manera reflexiva una narrativa personal sobre el mundo. De acuerdo con Giménez (1997, 2004) el concepto de identidad no puede entenderse separado de la noción de cultura, ya que las identidades sólo pueden formarse a partir de las diferentes culturas y subculturas a las que se pertenece o en las que se participa. Castells (2003), por su parte, afirma que como actores sociales construimos sentido, es decir que la identidad es la autodefinición del sujeto. Además, Colhoun, propone que “…el conocimiento de uno mismo –una construcción y no un descubrimiento- nunca es completamente separable de las exigencias de ser conocido por los otros de modos específicos” (Colhoun, 1994, citado por Castells, 2003, p. 28). 35 Desde la sociología, algunos autores como Jenkins han propuesto que en el proceso de comprensión de quiénes somos y quiénes son los demás se forma la identidad, es decir que la identidad es un proceso de negociación cambiante. Por otro lado, Bruebaker & Cooper (2000) señalan que el término ´identidad´ en Ciencias Sociales se ha utilizado de dos maneras: en un sentido ‘fuerte’ –esencialismo- y en una versión ‘suave’ - construccionismo. Esta afirmación es apoyada por MacInnes (2004) al referir la dimensión singular y, a veces, compartida de la identidad. Es claro, entonces, que una de las grandes dificultades para definir el concepto de identidad es su carácter individualo social, y, por otro lado, su carácter biológico o socialmente construido. Para este estudio se entiende las identidades en términos de Hall (2010) como negociadas y fragmentadas, que implican lo local y, al mismo tiempo, lo global, que jerarquizan y determinan los roles sociales, como notamos en la siguiente apreciación, Durante mucho tiempo la aventura entera de lo que era el mundo moderno, bosquejó los términos de estas grandes identidades colectivas. En tanto uno sabía de qué clase era, sabía su lugar en el universo social. En tanto uno sabía de qué raza era, comprendía su posición racial dentro de las grandes razas del mundo en la relación jerárquica de unas respecto a otras. En tanto uno sabía a qué género pertenecía, podía localizarse en las vastas divisiones sociales entre hombres y mujeres. En tanto uno conocía su identidad nacional, sabía el orden que puntuaba el universo. Estas identidades colectivas estabilizaron y prepararon nuestro sentido de nosotros mismos (p. 342). Esta definición es apropiada para esta investigación, puesto que entiende la tensión que surge entre lo local y lo global en los procesos de subjetivación, como lo han propuesto 36 algunos estudios sobre el tema, como los de Pavlenko & Blackledge (2004), pero, además, porque permite entender la identidad como un proceso de construcción de la diferencia, del “otro”, como explica el autor a continuación, La noción de que la identidad está por fuera de la representación —que hay un sí mismo en cada uno de nosotros y que sólo luego se agrega el lenguaje en el cual nos describimos— es insostenible. La identidad está dentro de discurso, dentro de la representación. Es constituida en parte por la representación. La identidad es una narrativa del sí mismo, es la historia que nos contamos de nosotros mismos para saber quiénes somos. El efecto más importante de esta reconceptualización de la identidad es el subrepticio regreso de la diferencia (Hall, 2010, p. 245). La violencia sobre los cuerpos racializados da cuenta de una relación directa entre cuerpo y colonialismo, que a su vez está mediada por distintas estrategias, usos y ejercicios del poder “La racialización de los cuerpos cumple una función ideológica alienante en las sociedades coloniales, ubica a los sujetos en los ojos de la civilización metropolitana, los traza y los contrapone unos con otros” (Meriño, 2018, p. 126). Para Fanon (1952), “el colonialismo es el encargado de producir subjetividades en los cuerpos, de generar técnicas de clasificación y diferenciación etnoracial, ejerciendo de este modo un tipo específico de poder, distribución y ordenación social en un espacio y tiempo concretos” (en Meriño, 2018, p. 123). En este sentido, tanto el cuerpo como la piel toman forma a la luz del racismo y denota que la marca corporal no se relaciona tan sólo con el color de la piel, sino además con el prejuicio permanente de ser diferente a la hegemonía blanca. En este contexto, la colonialidad del ser se expresa no solamente en la racialización de los cuerpos, sino también en la cultura e historia de los mismos, que reproduce y mantiene 37 prácticas de dominación coloniales, “…un cuerpo colonial es un cuerpo inscripto, marcado y organizado por una escritura que le es anterior, como lo es el lenguaje que lo habita, y exterior en tanto lo produce ausente, monstruoso, incorregible y paradójicamente pasible de una intervención que puede rectificarlo” (Meriño, 2018, p. 123). Dado que el colonialismo incide en todas las relaciones cotidianas, su reproducción se da por medio de complejas tramas ideológicas y culturales que organizan y regulan el comportamiento y la apariencia de los cuerpos. Por ejemplo, en el caso de la educación, la regulación de la apariencia del sujeto escolar y el cultivo de los buenos modales se da al uniformar el cuerpo (Aldana, 2017). La escuela configura un conjunto de políticas del vestir y unos regímenes de las apariencias (Foucault, 2009), posicionando al cuerpo como un elemento fundamental en el tejido del proyecto moderno. Sobre este tema habla la investigación de Aldana (2017), que desarrolla reflexiones en torno al cuerpo en los entornos escolares, entendiéndolo como un campo de disputa, un escenario de luchas por su producción control, en el operan discursos civilizatorios que se expresan través de políticas del vestir, del uniforme escolar y de un conjunto amplio de tecnologías estetizantes. De la misma manera, la colonialidad nos habla de una necesidad de cuerpos dóciles y manipulables que puedan ser al máximo eficaces (Acosta, 2016). Para lograr esto, se utilizan mecanismos de dominación como la disciplina que intenta modelar un tipo de subjetividad, bajo el pretexto de mejorar las virtudes del individuo, al tiempo que corrige su relación con su propio cuerpo (Foucault, 2009). Es claro, entonces, que la colonialidad del ser establece una serie de estrategias que permiten el control de los cuerpos para una finalidad asociada a los intereses del sistema económico dominante, y también trasmite unos imaginarios sociales que juegan un papel 38 clave en el proceso de subjetivación y negociación de las identidades. Dado que la colonialidad del ser toma la forma de prácticas, imaginarios, estereotipos, y hasta principios que rigen tanto en el individuo como en las relaciones entre grupos, es un rasgo de la colonialidad que se naturaliza fácilmente, pues se considera como un elemento constitutivo del proceso de subjetivación. Colonialidad del saber El colonialismo marca la constitución de los saberes coloniales, de las memorias, de los lenguajes e imaginarios (Lander, 2000). A partir de este punto se empieza a construir una historia universal narrada desde la perspectiva europea y que niega la existencia de otras formas de ser, de relacionarse y de conocer. La colonialidad del saber puede entenderse entonces como, “una de las expresiones del fenómeno de la modernidad en el cual se presenta la narrativa histórica de Europa como la única posible, como universal, objetiva y aséptica” (Rincón, Millán, & Rincón, 2014, p. 84), y que de acuerdo con Pachón Soto (2008), comprende un “conocimiento único, objetivo, imparcial, universal y verdadero producido y agenciado desde Europa” (p. 30). Este concepto está relacionado con la emergencia de la razón universal que se da desde un sujeto epistémico descorporalizado, y deslocalizado, es decir sin un contexto denunciación particular. Nace de un lugar epistémico absoluto” (Pachón Soto, 2008, p.29) En ese orden de ideas, con la implantación de la lógica moderna, todas las ciencias se construyen desde una perspectiva fragmentada que considera la naturaleza como algo separado del hombre. Estas ciencias configuran criterios de validez que reconocen los conocimientos eurocéntricos como legítimos y restan importancia a otras formas del saber 39 que no son impulsadas por los dispositivos coloniales al considerarlas atrasadas, arcaicas, inferiores y pre-modernas (Lander, 2000). Sin embargo, no solo se consolidan las ciencias eurocéntricas como formas de conocer el mundo, sino que también se determinan las lenguas imperiales como las hegemonías lingüísticas para representarlo. La teoría de la colonialidad del poder de Quijano (2001) implica una dificultad para comprender a las poblaciones colonizadas como agentes comunicativos. Esto parte de la imposibilidad de encontrar en los colonizados una habilidad para expresarse, reduciéndolos a salvajes o primitivos. En otras palabras, si la idea de raza, como fue definida anteriormente, construye una percepción en la cual los colonizados deben comprenderse en una categoría inferior a la de seres humanos, sin la habilidad de establecer comunicación, ya que ellos no tienen un lenguaje (Veronelli, 2015). Podemos decir que, en el encuentro colonial, los colonizadorespercibían a las personas nativas como incapaces de expresar su conocimiento. La pregunta acerca de las consecuencias de la colonialidad en el nivel lingüístico, cómo se concibió lo que era un lenguaje, cómo la clasificación de la población del mundo en razas que son superiores e inferiores, está acompañada por la creación de formas de expresión que también se entienden como superiores e inferiores. De esta manera, el punto clave para entender el aspecto lingüístico de la colonialidad parte de los criterios que se ponen en práctica por la racialización al concebir una jerarquía lingüística. En este sentido, las lenguas de los colonizados son entendidas como diferentes en relación con lo que Mignolo (2007) denomina “la diferencia colonial”, representada en la prescripción de superioridad e inferioridad que transforma las diferencias en valores. Lo que se está prescribiendo en el paradigma lingüístico es una relación entre lengua y 40 territorio, lengua y poder político y legal, lengua y escritura, lengua y creencias. De esta manera, la lengua del colonizador es lenguaje, pero los medios de expresión de los colonizados son de alguna manera inferiores. Veronelli (2015) se refiere al concepto de colonialidad del lenguaje como un proceso que acompaña la colonialidad del poder. De acuerdo con esta autora, el problema se radica en la dicotomía raza/lengua. Como la racialización es inseparable de la apropiación y reducción eurocéntrica de las poblaciones colonizadas, la relación raza/lengua se enmarca en una filosofía, en una práctica política y en una política lingüística. El enorme aparato epistemológico e ideológico de la modernidad permite la creación de un presupuesto alrededor del sujeto colonizado como inferior en términos de producción de la lengua. La idea eurocéntrica de la lengua la conecta con la gramática, el alfabeto, el conocimiento escrito, para naturalizar lo que se entiende por lengua. Es por esto que, para revelar como opera la colonialidad del lenguaje como una de las facetas de la deshumanización de las poblaciones colonizadas, se vuelve necesario un cambio paradigmático que entienda al lenguaje como un constructo colonial en sí mismo y que permitirá develar y explorar las relaciones lingüísticas de poder. Frente a la colonialidad del saber, diversos autores han aportado desde sus investigaciones. Por ejemplo, Mora (2013) y Mota (2016) nos hablan desde diferentes niveles educativos, acerca del lugar que ocupan las ciencias, (la matemática en el primer caso y los contenidos temáticos de pregrado de seis universidades en México), en la jerarquía de saberes en la escuela, mientras que Murillo (2009) describe en su estudio como los maestros en una comunidad Arahuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia 41 han incorporado formas locales de conocimiento, y cómo estas formas se han utilizado para entender los discursos coloniales en la escuela. En esta misma línea de pensamiento, los estudios llevados a cabo por López-Gopar, (2016) en México sugieren que las lenguas minoritarias tienden a ser marginalizadas, idea apoyada por San Miguel (2006), Andrade (2006) y Moya (2006) quienes sugieren que, a pesar del reconocimiento constitucional de las lenguas minoritarias, en el caso de San Andrés, el creole no ha logrado tener el mismo reconocimiento que el español, lo que nos habla de una colonialidad del lenguaje. Las autoras resaltan que las propuestas que se han desarrollado en la Isla insisten en un bilingüismo inglés-español, desconociendo de esta manera que las lenguas criollas en el Caribe son características de los pueblos insulares y nos hablan de su pasado histórico y su formación. En resumen, a lo largo de este capítulo hemos visto algunas diferencias entre los conceptos de colonialismo, poscolonialidad, decolonialidad y colonialidad que nos permiten entender cómo un fenómeno histórico puede permear esferas políticas, económicas, sociales y culturales para imponer una ideología. Esta permanencia de los principios sobre los que se construyó el discurso de la colonialidad ha sido fundamental para organizar las sociedades alrededor de unas prácticas racializadas, para jerarquizar los conocimientos que son relevantes en la sociedad y para justificar acciones de discriminación y violencia. Aunque esta colonialidad se puede rastrear en todos los territorios que tuvieron relación con las colonias, en particular los territorios insulares presentan dinámicas de colonización y migración que complejizan su análisis. En estos territorios, la colonización tuvo grandes repercusiones en el desarrollo de las lenguas y en la negociación de las 42 identidades étnicas y culturales. La convergencia de diferentes actores provenientes de contextos diversos tendría como consecuencia la emergencia de unas identidades en constante tensión y la consolidación de discursos de poder hegemónicos. Una vez definidos los conceptos teóricos clave para este estudio, el siguiente capítulo presentará la metodología utilizada para su desarrollo. 43 CAPITULO III Diseño metodológico Mi interés por desarrollar esta investigación siempre ha estado relacionado con la teoría decolonial, esto debido al abordaje histórico, crítico y transdiciplinar que considero permite desarrollar esta postura epistemológica. Sin embargo, cuando empecé a realizar la búsqueda de bibliografía para soportar tanto teóricamente mi estudio, como para guiar el proceso metodológico, me di cuenta de que la mayoría de las investigaciones y publicaciones del grupo Modernidad-Colonialidad (principal referente de las teorías decoloniales), se basan en una fuerte reflexión teórica, sin problematizar las metodologías que se utilizan cuando se desarrollan trabajos de campo (Puentes, 2013, 2014). Esto presenta una limitación para pensarse el proyecto de investigación, puesto que me enfrentó con el dilema de acercarme a otras perspectivas de conocimiento, buscando siempre una coherencia epistemológica que respetara lo más importante, desde mi perspectiva de investigadora, que es mi posición ética frente a la realidad que quiero indagar y mi manera de comprenderla. Ante este panorama, expandí mi lectura para incluir textos de autores poscoloniales y decoloniales como Fanon (1952), Bidaseca (2010, 2015), Gordon (2015), Spivak (2008); Walsh; Escobar; Mignolo, Restrepo & Rojas (2007); y Cusicanqui (2006). También revise algunas reflexiones del pensamiento indígena postulados en los textos de Tuhiwai Smith, (1999) y Kovach (2009). Adicionalmente, fueron clave los aportes de autores de las epistemologías del sur con textos de De Sousa Santos (2010) y Gigena (2013). Por último, algunos textos de antropología crítica, como Rappaport (2007), Rockwell (2009) y Narayan (2012) me permitieron construir una propuesta metodológica coherente con la perspectiva del estudio. Otra de mis preocupaciones constantes era la de no reproducir la violencia 44 epistémica (Spivak, 2008), reduciendo mi investigación a un proceso de traducción de conocimientos desde una perspectiva epistemológica a otra, por lo que constantemente me rondaban cuestionamientos como ¿Tiene algún sentido pensar una metodología decolonial? ¿Es coherente con la propuesta decolonial pensar en una “metodología”? ¿Cómo diseñar procedimientos de investigación que sean decoloniales?, ¿Cuál es el rol de un investigador en un estudio decolonial?, y en definitiva ¿Cómo ser metodológicamente decolonial cuando se es epistémicamente desobediente? (Mignolo, 2010). Al mismo tiempo, era consciente de que, debido a mis intereses investigativos cruzados por los estudios de la lengua, la cultura, la escuela, la historia colonial, la identidad y las relaciones de poder, el proyecto desarrollaría convergencias entre diversas áreas de las ciencias sociales tales como
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