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190 191 INGENIERÍA CIVIL Y SABER TÉCNICO EN LAS CORTES DEL RENACIMIENTO EUROPEO Cristiano Zanetti 192 193 INGENIERÍA CIVIL Y SABER TÉCNICO EN LAS CORTES DEL RENACIMIENTO EUROPEO Cristiano Zanetti Università Degli Studi Di Milano En 1482, Leonardo da Vinci, con el fin de buscar empleo en la corte milanesa de Ludovico Sforza, escribió una carta de presentación de la cual quedó una copia entre las páginas del Codex Atlanticus. En ella, Leonardo enumeró todas las cosas que él hubiera podido hacer por el príncipe. Lo que sorprende al lector contemporá- neo es que Leonardo, un pintor certificado por el siste- ma corporativo florentino, comenzase la lista de sus habilidades profesionales con la de inventor de armas bélicas. Llegando al final, continúa con las obras útiles que podría desarrollar en tiempos de paz: la cons- trucción de edificios y la gestión del agua. Por último, encontramos sus habilidades curriculares adquiridas en el taller de Verrocchio: pintura, escultura en mármol y terracota o fundición de esculturas de bronce1. En los años siguientes, Leonardo fue contratado por Ludovi- co Sforza con el título de pictor et ingeniarius ducalis («pintor e ingeniero ducal»)2; en el 1502, por el duque César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, con el título de architecto et ingegnero generale («arquitecto e inge- niero general»)3 y, por último, de meschanicien d’estat («mecánico del Estado») en la corte de Francia4. Vere- mos cómo la aparente excepcionalidad y la intrinca- da habilidad profesional de Leonardo era, en cambio, típica del Renacimiento. 1 Leonardo da Vinci, 1482, f. 1082. 2 Heydenreich, 2019. 3 Starnazzi, 2003, p. 41. 4 Garai, 2007, p. 12. helenística y romana. El motor principal del proceso de reapropiación del pasado romano fue el humanismo, entendido como un movimiento dedicado al estudio sistemático del hombre desde una perspectiva histó- rico-arqueológica y filológica latina y griega, del cual Francesco Petrarca (1304-1374) fue quizá el ejemplo más influyente7. La cultura humanística nació en las 7 Petrarca, un intelectual muy reputado en los tribunales del norte de Italia, fue una figu- ra clave del humanismo. Fue quien acuñó el concepto de Edad Media como un periodo oscuro que, con sus connotaciones injustamente negativas, ha llegado hasta nosotros: Petrarca admitía que, en su época, tras un largo periodo de decadencia, el esplendor del clasicismo estaba resurgiendo. Sin embargo, él solamente pensaba en la poesía (Mom- msen, 1942). Aunque algunos de sus coetáneos empezaron a interesarse por las obras de ingeniería antiguas, hicieron falta unas cuantas generaciones más para que este deseo de resucitar la grandeza del pasado romano se tradujese en programas de ingeniería dedicados claramente a la emulación de Roma. Un presagio de este futuro desarrollo fue la actividad de algunos humanistas, que trabajaban, como Petrarca, en las cortes de la época. Instruidos principalmente en las facultades de medicina de las universidades de Bolonia y Padua, escribieron una serie de tratados ilustrados sobre las máquinas. No es de extrañar que fuesen los médicos los mayores expertos en matemáticas prácticas de la época. A nivel universitario tenían, de hecho, que estudiar con precisión el quadrivium, es decir, el conjunto de disciplinas que constituían el currículo matemático: aritmética, geometría, música y astrología. Incluso la astrología era una parte central de la práctica médica tardomedieval, basada en la teoría de los cuatro humores, cuyo desequilibrio, ge- nerado por las influencias astrales, se consideraba la causa de todas las patologías. Por lo tanto, para un médico era fundamental conocer las virtudes de los cuerpos celestes y su ubicación precisa en el cinturón del zodiaco. Los instrumentos científicos astronómicos como cuadrantes, astrolabios, esferas armilares y, sobre todo, los relojes astronómicos y planetarios, con todos sus engranajes y mecanismos meticulosamente ensamblados, eran el centro de sus estudios y prácticas. Pasar de los complicadísimos mecanismos planetarios a aquellos más simples presentes en las máquinas hidráulicas, grúas e instru- mentos bélicos requería poco tiempo (White, 1975). Algunos textos de referencia sobre la relación entre filósofos, artesanos y máquinas en el Renacimiento son Rossi, 1967; Garin, 1989; Clericuzio, 2005. El problema es que la propia categoría de «ingeniería civil», el tema de este ensayo, no existía en el Renaci- miento: aquellos que, como Leonardo, se dedicaban a lo que hoy reconocemos como tal, al mismo tiempo se ocupaban de fortificaciones, máquinas de guerra, relojes y autómatas, es decir, de la mecánica, una de las disciplinas matemáticas prácticas5. Incluso el propio concepto de Renacimiento se encuentra entre las categorías historiográficas y cronológicas más controvertidas y debatidas del pasado siglo6. A efec- tos de síntesis, aquí lo consideramos como un proce- so cultural basado fundamentalmente en el enamo- ramiento de una mítica edad de oro: la Antigüedad 5 A finales del siglo XV, Leonardo escribió: «La mecánica es el paraíso de las ciencias matemáticas, porque con ella se alcanza el fruto matemático» (Vecce, 2017, p. 86). La ingeniería civil era una parte integral de ese conocimiento matemático práctico, que más allá de la mecánica incluía la perspectiva u óptica, la cosmografía y la astronomía. 6 En 1860 el historiador suizo Jakob Burckhardt, en su obra Die Kultur der Renaissance in Italien (es decir, La cultura del Renacimiento en Italia), estructuró por primera vez el concepto historiográfico del Renacimiento para explicar lo que para él fue el tiempo y el lugar del nacimiento del hombre moderno: la Italia del cuatrocientos y del quinientos. Esta presunta modernidad se podía rastrear, según Burckhardt, en múltiples aspectos culturales, entre los cuales señaló la manifestación de la individualidad. El individuo mo- derno, según su lectura hegeliana y, por lo tanto, evolutivo-progresiva, empieza a mani- festar su singularidad en la Italia del siglo XV, distanciándose de la identidad colectiva medieval. La tesis del historiador suizo ha sido cuestionada, reconsiderada, readaptada y replanteada innumerables veces en los últimos ciento cincuenta años. Mientras que algunos historiadores niegan incluso hasta la existencia misma de un Renacimiento, otros lo consideran un proceso histórico recurrente: de hecho, el redescubrimiento y el reavivamiento de los modelos culturales clásicos tiene lugar no solo en el siglo XV, sino también en el llamado Renacimiento carolingio del siglo IX. Incluso entre los partidarios de la existencia de un Renacimiento con base en la Italia del siglo XV no hay consenso: para algunos se trata de un periodo cronológico, para otros de un movimiento cultural y para otros es solamente un estilo estético. La geografía y la cronología de este proceso cultural, por tanto, varían según los estudios; se pueden ubicar topográficamente en diversos centros y extenderse temporalmente durante muchos siglos o durante algunas décadas (King, 2003, pp. VIII-XII; Molà, 2008). grandes universidades medievales que educaban a las clases dirigentes de los municipios de la Italia central y septentrional y a las cortes europeas. La recuperación del derecho romano había sido una de las causas prin- cipales del desplazamiento de los intereses culturales de los administradores de la época hacia una produc- ción textual clásica, regenerando, junto con el esplen- dor filosófico y literario de la Antigüedad, los sistemas administrativos relativos a las infraestructuras8. Como ha señalado acertadamente Daniel Crespo Delgado en su ensayo presente en este catálogo, la Edad Media había presenciado en la Europa latina un gran aumento de los proyectos de ingeniería. Basta 8 Ya desde finales del siglo XI, los municipiosde la Italia septentrional habían empezado a presumir del título latino de cónsules para sus gobernantes electos. Al mismo tiempo, las instituciones del Imperio y el papado, en tensión entre sí, buscaban en el derecho romano y en la tradición clásica elementos que apoyaran sus respectivas causas. INGENIERÍA CIVIL Y SABER TÉCNICO EN LAS CORTES DEL RENACIMIENTO EUROPEOel ingenio al servicio de poder 2. Antonio Averlino, Tratado de arquitectura, c. 1460, Biblioteca Nazionale Marciana, Lat. VIII, 2, 2796, f. 5r. 1. Hans Burgkmair, Triumph of the Emperor Maximilian I, Victoria and Albert Museum, inv. 13079:93 194 195 pensar en las grandes catedrales y fortificaciones que todavía hoy son características de la panorámica de muchas de nuestras ciudades. A estas se añadieron las infraestructuras administrativas, de comunicación e hidráulicas, tales como puentes, acueductos, cana- les, presas y molinos. Por tanto, para comprender la ingeniería civil renacentista hay que considerar que se basaba en dos pilares: por un lado, la sólida tradición constructiva medieval y, por otro, los modelos clásicos cultos que evocaban progresivamente los humanistas. Así pues, en las cancillerías municipales y en las cortes se recurría a humanistas cultos que, a través de refi- nados programas de propaganda, eran capaces de aumentar el prestigio de la institución y de justificar sus aspiraciones según modelos políticos y morales rescatados de la tradición clásica. Estos modelos se articulaban principalmente en tres vertientes: la Roma de la época de la res publica, utilizadísima por los regímenes municipales o republicanos; la Roma impe- rial de los césares, fuente constante de legitimación simbólica de cada monarca y tirano renacentista, y finalmente el modelo transversal de la Roma del cris- tianismo puro de los orígenes y de la conversión cons- tantino-teodosiana. A diferencia de los ámbitos urbanos de tradición repu- blicana, donde normas electorales y administrativas complejas tenían la función de limitar la iniciativa y el arraigo individual frente a las instituciones, a favor del mantenimiento de un equilibrio entre las partes, las cortes expresaban una mayor falta de escrúpulos en la empresa propagandística de autolegitimación y de promoción dinástica. La magnificencia del príncipe se expresaba a través del mecenazgo de programas culturales basados en los símbolos del poder princi- pesco clásico, a través de las artes, el poder militar, la construcción y las infraestructuras9. Del mismo modo que los reyes helenísticos y los emperadores roma- nos habían tenido a su servicio a célebres expertos en ingeniería civil y militar, el príncipe renacentista, para lograr un aura augustal, tenía que dotar a su propia corte de tales hombres. Por ejemplo, en uno de sus 9 Por ejemplo, los príncipes, a través de sus ingenieros, se apropiaban a menudo de bienes públicos como el agua, para luego redistribuir una pequeña parte por medio de acueductos y fuentes, impulsando a las comunidades robadas a reconocerlos con grati- tud como benefactores (Edelstein, 2004, pp. 187-220). les («artes»). La redacción y la ilustración de tratados sobre máquinas y grandes obras se ofrecían como «zonas de interacción» privilegiadas para humanistas teóricos y artesanos ambiciosos. En nombre del univer- salismo de la investigación, bajo el patrocinio de las cortes renacentistas, a partir del siglo XV, surge la crea- ción de las bibliotecas humanístico-monásticas11 y de academias que fomentaban el enciclopedismo y que con frecuencia velaban también por unificar los cono- cimientos teóricos y prácticos. De hecho, la experiencia iba demostrando que este enfoque mixto, práctico y teórico a la vez, permitía obtener grandes resultados inspirados en los avances mecánicos anteriores. Erudi- tos ambiciosos, deseosos de poder entregarse a sus pasiones intelectuales, encontraron en las cortes seño- riales entornos capaces de liberarlos de sus compromi- sos profesionales, elevándolos al mismo tiempo a nive- les de dignidad y riqueza insólitos. Ingenieros como Aristóteles de Bolonia y Leonardo da Vinci, artesanos de formación, pudieron alcanzar el estatus de gentil- hombres gracias a sus trabajos en la corte. Su ascenso social se basaba en el prestigio de los clásicos. La Antigüedad romana había dejado el paisa- je colmado de imponentes vestigios como puentes, acueductos, templos y teatros. Además, tanto la lite- ratura mitológica como la historiográfica y los trata- dos técnicos de la tradición clásica ofrecían retratos de teóricos y constructores de mecánica muy cono- cidos. Los míticos Dédalo y Hefesto representaban el arquetipo de la ingeniosa capacidad creativa de la ingeniería. Las figuras de referencia histórica más importantes eran, en cambio, Aristóteles (a quien se le atribuyó el tratado llamado Quaestiones mechni- cae), Dinócrates de Rodas, Arquímedes de Siracusa, Euclides, Arquitas de Tarento, los alejandrinos Ctesi- bio, Herón y Papo, Vitruvio, Frontino, Apolodoro de Damasco y Filón de Bizancio. Muchos de ellos habían sido tanto técnicos muy admirados como autores de tratados. En el caso de Arquímedes, sus tratados sobre hidrostática y mecánica (y los relatos épicos frecuentes de la época romana sobre sus máquinas) tuvieron una influencia especial a la hora de crear un espacio social respetable para el ingeniero renacentista. 11 Dos ejemplos importantes que tenemos hoy en día son el arquetipo florentino de la Biblioteca Dominicana de San Marcos y la Biblioteca Malatestiana, perfectamente con- servada, del monasterio franciscano de Cesena. manuscritos relativos a los diseños de las máquinas, el Opusculum de architectura10, Francesco di Gior- gio Martini, al dedicárselo a Federico da Montefeltro, duque de Urbino, subrayó que debía, como hicieron Alejandro Magno y César Augusto antes que él, dotar- se de un arquitecto conocedor de máquinas como Dinócrates de Rodas (siglos IV-III a. C.) o Marco Vitru- vio Polión (ca. 80 a. C.-post. 15 d. C.). Cabe además señalar que en las cortes era más fácil derribar ciertas barreras epistemológicas que acom- pañaban a la división tradicional de los conocimientos profesionales urbanos, donde por un lado estaban los teóricos (instruidos en las universidades en las lenguas científicas de la época —latín y griego antiguo—, y que se dedicaban a la medicina, el derecho, la filosofía o la teología) y por otro, en un escalón social inferior, se encontraban los artesanos, instruidos en un taller a través de un sistema corporativo de oficios manua- 10 Di Giorgio Martini, 1474-1482, f. I. La falta, por lo general, de ilustraciones en los trata- dos clásicos sobre máquinas se presentaba entonces como un desafío filológico. Diversos médicos de la Universidad de Padua escri- bieron tratados ilustrados sobre máquinas12, a veces incluso aventurándose en su construcción: con base en un modelo de una máquina perdida de Arquíme- des, el doctor Giovanni Dondi (1318-1388), amigo de Petrarca (y, como él, vinculado a la corte de los Viscon- ti de Milán), fue el primero en construir un autómata que funcionaba plenamente, capaz de mostrar todos los movimientos conocidos de la teoría de los plane- 12 Entre estos médicos-mecánicos recordamos algunos ejemplos: Guido da Vigevano (ca. 1280-ca. 1349), empleado de la corte imperial y de la corte del rey de Francia, escri- bió un tratado ilustrado de poliorcética, el Texaurus regis Francie, inspirado en el De re militari de Sexto Julio Frontino (ca. 40-104), en el Epitoma rei militaris de Publio Vegezio Renato (siglos IV-V) y en el Parangelmata poliorcetica de Herón de Bizancio (siglos X-XI), a su vez inspirado en el Πολιορκητικά de Apolodoro de Damasco (ca. 50-105), el gran inge- niero del emperador Trajano. Otro médico que estudió en la Universidad de Padua, famo- so porsu tratado ilustrado sobre máquinas bélicas, el Bellifortis, que se nos ha transmiti- do en muchísimas copias, y que data de alrededor de 1405, fue el alemán Konrad Kyeser (1366-post. 1405). Concebido para un gran señor, primero se dedicó al rey de Bohemia, Wenceslao, y luego al rey Roberto III de Alemania (Da Vigevano, 1335; Frontino, 1574; Allmand, 2011; Herón de Bizancio, siglo XI; Apollodorus Mechanicus, 2012; Kyeser, 1967). INGENIERÍA CIVIL Y SABER TÉCNICO EN LAS CORTES DEL RENACIMIENTO EUROPEOel ingenio al servicio de poder 3. Francesco di Giorgio Martini, Trattato di architettura civile e militare, Biblioteca Medicea Laurenziana, Ms. Ashb. 361, c. 43v 4. Giovanni de Dondi, Astrario, 1961 – 1963, inv. 5869, Museo Nazionale della Scienza e della Tecnologia Leonardo da Vinci. 196 197 tas13. Para ilustrar la construcción de esta maravillosa máquina, escribió un manual ilustrado: el Tractatus astrarii14. Otro médico, Giovanni Fontana (1395-1455), escribió obras ilustradas de máquinas de diferentes tipos, como vehículos autopropulsados, autómatas, fuentes, cerraduras con combinación y demás curio- sidades mecánicas15. No solo los médicos se ocupaban del estudio de las máquinas: el escultor y notario sienés Mariano di Jacopo, alias el Taccola (1381-1453), considerado el Arquímedes de Siena, se dedicaba a la recopilación de compendios ilustrados de máquinas ingeniosas bélicas y civiles. Entró en el séquito del emperador Segismundo, y quizá incluso interactuó con la corte papal. Parece que el Taccola (al igual que el Fontana o el Dondi) se movía con una soltura inusual de la teoría a la práctica. Sin embargo, no sabemos hasta qué punto estos eruditos eran también artesanos cualifica- dos o simplemente inventores teóricos o diseñadores con hombres dedicados a su labor como ejecutores. Los dos tratados del Taccola, el De ingegneis y el De machinis, tuvieron una gran influencia sobre la cultura de las máquinas del Renacimiento16. Recientemente se ha descubierto otro interesante tratado ilustrado sobre maquinaria hidráulica que se puede encuadrar en esta tradición. Se trata de la obra del alemán Konrad Gruter von Werden (ca. 1370-post. 1424) titulada De aquarum conductibus, molendi- nis aliisque machinis et aedificiis (1424). Gruter había estudiado en la Universidad de Colonia, entre 1391 y 1393, y se había mudado después a Italia, donde pasó muchos años trabajando para varios nobles. Sabe- mos que en la corte del papa Bonifacio IX se ocupa- ba de la experimentación con diferentes máquinas. Su libro, escrito en 1424 en Venecia (a pocos kilómetros del centro universitario de Padua), se lo dedicó al rey escandinavo Erik VII, y describe muchas máquinas 13 La construcción del astrarium, así se llamaba la máquina, se prolongó durante un total de dieciséis años (1348-1364 o 1365-1381). La labor de sustituir el astrarium, ya estropea- do por la oxidación y el desgaste, fue entonces del microcosmos de Juanelo Turriano, elaborado a mediados del siglo XVI para el emperador Carlos V, el nuevo soberano de Milán (Pesenti, 1992; Zanetti, 2017). 14 Dondi, 2003. 15 Fontana, 1984. 16 Doti, 2008. Si se piensa, por ejemplo, en la obra de Los veintiún libros de los ingenios y máquinas de Juanelo. hombres que accedían a estos oficios eran artesa- nos capaces de escribir y leer (normalmente solo en lengua vulgar) y hacer cálculos, que procedían de gremios de orfebres, herreros, carpinteros, pintores, escultores y picapedreros. Por lo tanto, ocupaban una posición social inferior a la de los profesionales formados en las universidades, como los humanis- tas a los que hemos mencionado. Fue gracias a los humanistas que el término «ingeg- nator/ingegnarius» se fue imponiendo progre- sivamente a expresiones de matiz clásico como «mechanicus» y «architectus», y se convirtieron así en términos perfectamente intercambiables duran- te el Renacimiento23. Ello, en línea con la tesis de Burckhardt, hizo que progresivamente surgieran, de las clases tradicionalmente subordinadas, persona- 23 Arquímedes, en los textos clásicos romanos, no era citado como «ingeniero», sino como «mecánico» (en las variantes latinas de «machinator» o «mechanicus»), un término ambiguo en la Edad Media, dado que se usaba para definir cualquier profesión manual y, por lo tanto, jerárquicamente inferior a las ciencias especulativas. No obstante, quienes leían los textos clásicos eran muy conscientes de la dignidad que implicaba esta termi- nología. «Machinator» iba, de hecho, acompañado de «inventor», y presuponía un gran nivel intelectual (Tito Livio, 1814, liber XXIV, cap. XXXIV, p. 147). Un pasaje del matemático griego Papo de Alejandría (ca. 290-ca. 350) nos ayuda a comprender mejor el valor semántico de dicho concepto en la época clásica. Papo escribe que en el campo de la mecánica: «Las artes más necesarias son: la de levantar peso, cuyos propios exponentes según los clásicos se denominaban mecánicos (ya que por medio de máquinas levanta- ban grandes pesos moviéndolos, contra la naturaleza, con fuerzas inferiores); la de los fa- bricantes de instrumentos necesarios para la guerra, también estos llamados mecánicos (de hecho, enviaban a gran distancia proyectiles de piedra, hierro y similares con armas arrojadizas fabricadas por ellos); la de los constructores de máquinas propiamente di- chas (que elevaban fácilmente el agua a grandes profundidades con herramientas espe- ciales fabricadas por ellos). Los clásicos llamaban mecánicos también a los constructores de maravillas […] también llamamos mecánicos a los expertos en construcción de plane- tarios, que hacen modelos del cielo a través del movimiento continuo y circular del agua. De todos estos dicen que fue Arquímedes de Siracusa quien determinó las causas y las leyes: solo este, de hecho, hasta nuestro tiempo, y con una mente versátil e inventiva, las practicó todas» (Russo, 2019, pp. 55-56). Aquí se ve como los grandes mecánicos de la Antigüedad clásica se ocupaban indiscriminadamente de las ya citadas cuatro tipologías de máquinas: las de levantar pesos, las de lanzar proyectiles, las de elevar agua y las de construir autómatas planetarios y relojes hidráulicos. La ambigüedad del valor del término «mecánico» se vio frecuentemente superada por la adopción de otro sinónimo que hoy en día nos resulta difícil de comprender, ya que su esfera semántica se ha re- ducido y cristalizado considerablemente con el tiempo: nos referimos al término griego latinizado «architectus», a veces expresado en la variante morfológica «architector». El texto que más contribuyó a la dignidad de los ingenieros renacentistas lo escribió un constructor de máquinas bélicas que se definía como «architectus»: Vitruvio. Aunque las copias manuscritas del texto de Vitruvio ya circulaban desde hacía siglos, es durante el Renacimiento (gracias también a las obras de divulgación, ilustración e imprenta) cuan- do esta obra se vuelve conocida entre los artesanos, que la estudian y la toman como modelo (Long, 2011, pp. 62-93). Sobre la historia del término «arquitecto», ver Merrill, 2017. Sobre la complicada situación institucional de los arquitecto-ingenieros en Milán, donde surge además su primera asociación en el siglo XVI, ver Repishti, 2007. Sobre la ingeniería hidráulica en el Renacimiento, ver Fiocca, Lamberini y Maffioli, 2003. Este era un machinator de la época de Augusto, primer emperador romano, al cual le dedicó su De architectura. Como en el pasaje de Papo citado, vemos que también en esta obra las máquinas bélicas y civiles, los relojes de agua y los autómatas formaban parte del bagaje de conocimientos del que un architectus debía presumir. De hecho, según Vitruvio, un arquitecto tenía que ser un experto en todas las ciencias teóricas (Marco Vitruvio Polión, 1521, liber I, passim). hidráulicas vistas en diferentes lugaresde Italia17. La riqueza del panorama de las máquinas italianas descritas por Gruter también la advirtió el prelado bizantino Basilio Besarión (1403-1472), quien más tarde se convirtió en cardenal de la Iglesia católica. Al haber viajado a Italia con el emperador de Cons- tantinopla para concluir la unión, en clave antitur- ca, de la Iglesia ortodoxa con la católica, Besarión habría admirado la superioridad de las máquinas utilizadas en Italia frente a aquellas en los territo- rios del Imperio bizantino18. Según Besarión, estos conocimientos avanzados sobre mecánica habrían podido ayudar a contener la expansión turca19. La tradición que Besarión admiraba, no obstante, no era aquella tradición culta y documentalista de los médicos-mecánicos, sino sobre todo la concreta de los ingenieros «iletrados» (como más tarde se declararía Leonardo da Vinci); es decir, sin forma- ción universitaria en latín20. El término «ingeniero» es de tradición latino-medieval, y está etimológi- camente ligado al concepto de la dote intelectual concedida por Dios: «ingenium»21. La utilidad de las profesiones matemáticas prácticas, como la cons- trucción de estructuras, infraestructuras y máquinas bélicas, había empujado a los regímenes medieva- les a implantar espacios administrativos dedicados a las mismas: durante los siglos XII y XIII, los munici- pios de la Italia central y septentrional y los regíme- nes señoriales que les sustituyeron, crearon oficinas públicas para «ingenieros», figuras que anterior- mente estaban vinculadas a campañas militares y a las que además se referían como «mecánicos» o «machinatores»22. No obstante, con la única excep- ción de Milán en el siglo XVI, no existían escuelas o gremios donde se pudiera obtener tal título. Los 17 Gruter, 2006. 18 La ceremonia de unificación de las dos iglesias se celebró bajo la cúpula de Santa María del Fiore, en Florencia, recién terminada gracias a los conocimientos de ingeniería de Filippo Brunelleschi y sus ayudantes. La cúpula florentina superó a sus modelos: el Panteón y Santa Sofía (Haines, 2012). 19 Keller, 1955. 20 Giorgione, 2019, p. 15. 21 Vérin, 1993, pp. 19-36. Por ejemplo, en el cenotafio cuatrocentista de Filippo Bru- nelleschi en la Catedral de Florencia se lee que este inventó sus máquinas con ingenio divino: «Quantum Philippus architectus arte dedalea aluerit cum huius celeberrimi templi mira testudo tum plures machinae divino ingenio ab eo adinventae documento esse possunt. Quapropter ob eximias sui animi dotes singulares que virtutes […]» (Zanetti, 2017, p. 334). 22 Zanetti, 2017, p. 331. lidades hasta entonces invisibles24. El mensaje que llegaba de autores clásicos como Horacio, Séneca y Juvenal era que la virtud, entendida como fuerza interior, era la verdadera fuente de la nobleza: virtus vera nobilitas est25. Estas palabras, reforzadas por el mensaje cristiano de que el talento había que cultivarlo, abrieron vías interesantes para artesanos ambiciosos de gran habilidad e ingenium. Al igual que «machinator/mechanicus», «architec- tor/architectus» también es un nombre en latín de raíz helenística. A diferencia del primero, sin embar- go, el segundo tenía una connotación extra de prestigio: el prefijo «����-» («arkhi-», «jefe»), unido a «������» («tékt�n», «constructor») indicaba, de hecho, una supremacía en una obra. Al principio de su tratado, Vitruvio esboza el perfil profesional del architectus, para el cual no bastaba con ser un teórico puro, ya que así sería incapaz de poner en práctica sus propios inventos, ni tampoco con ser un práctico puro, ya que sin conocimientos teóricos se vería reducido a ser el mero ejecutor material de proyectos ajenos. Un arquitecto debía, por lo tanto, formarse en varios campos del conocimiento, tanto prácticos como teóricos. De hecho, para Vitruvio, la «ciencia» (o el conocimiento sistemático) era hija de la práctica y de la teoría26. Autoridades clásicas importantísimas como Platón, Aristóteles y Plinio el Viejo ratificaban la dignidad intelectual del arquitec- to clásico. Filippo Brunelleschi (1377-1446), que representa el arquetipo del ingeniero renacentista, era orfebre de formación; lleno de admiración por la Antigüedad clásica, se hizo famoso sobre todo por resucitar un estilo arquitectónico que se inspiraba profundamen- te en el arte clásico, por dirigir la obra que supuso la elevación de la mayor cúpula conocida hasta enton- ces (tras haber diseñado nuevas máquinas para ello) 24 La heterogeneidad de la formación técnica de los ingenieros renacentistas es quizá la prueba más evidente de la importancia de las dotes individuales, y no profesionales, para resolver problemas prácticos a través de las matemáticas aplicadas, una característica que sugiere una cierta ambición y orgullo individual. 25 Skinner, 2002, pp. 132-133. 26 Marco Vitruvio Polión, 1521, liber I, f. IIv. Entre finales del siglo XIV y finales del XV, el análisis de esta unión entre práctica y teoría se hizo cada vez más importante para los ingenieros-arquitectos de la Italia centroseptentrional; por ejemplo, son célebres los debates que se produjeron en la obra de la Catedral de Milán en Ars y Scientia (Acker- man, 1949). INGENIERÍA CIVIL Y SABER TÉCNICO EN LAS CORTES DEL RENACIMIENTO EUROPEOel ingenio al servicio de poder 198 199 y por inventar el sistema matemático de represen- tación tridimensional de los cuerpos (perspectiva matemática con un punto central de fuga). Siguien- do la pauta habitual de Vitruvio y Arquímedes, Fili- ppo también se dedicó a la relojería y a proyectos de ingeniería militar y naval27. Las máquinas, ya fuese para uso militar o civil, se convirtieron en este contexto en un símbolo reconoci- ble, y cada vez más necesario, de la magnificencia del príncipe. Federico da Montefeltro, duque de Urbino, que se presentaba como un nuevo césar28, mandó esculpir fuera de palacio, a modo de respaldo para un amplio banco de piedra, una teoría de máquinas en bajorrelieve29. El autor fue el pintor sienés Frances- co di Giorgio Martini (1439), estudioso de los códi- ces del Taccola y experto en el mantenimiento de los acueductos sieneses30. Los ingenieros de su genera- ción empezaron a usar la perspectiva matemática de Brunelleschi para hacer que los diseños de las máqui- nas fueran cada vez más creíbles. El más famoso de todos ellos fue Leonardo, que hizo suyo el modelo de Francesco di Giorgio Martini31. La entrada definitiva de los temas sobre ingeniería en el currículo humanístico llevó a una racionalización 27 Galluzzi, 1998; Fondelli, 2000. Cabe destacar que algunas fuentes nos revelan como el famoso matemático florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli (1397-1482) gozaba de una importancia especial debido a su amistad con figuras clave en el desarrollo de la inge- niería renacentista. Entre 1415 y 1424 Paolo dal Pozzo Toscanelli estudió medicina en la célebre Universidad de Padua. Al volver a Florencia, la familia de Médici lo contrató como «astrólogo judicial». Los Médici, aunque oficialmente eran ciudadanos de una república, tenían un control amplio de la economía y la política florentina. Su entourage puede ser, por lo tanto, considerado al nivel de una corte. Las actividades de Filippo Brunelleschi, Leon Battista Alberti y de los más grandes artistas e intelectuales florentinos de la época estaban a menudo condicionadas, cuando no financiadas, incluso, por los Médici (Mol- ho, 1979). Paolo entabló amistad con Filippo Brunelleschi e hizo de mediador cultural para él, divulgando lo que ya había aprendido de los textos latinos de matemáticas (por ejemplo, sabemos que contaba con un tratado de Arquímedes). Los inventos de Brune- lleschi reflejaron esta interacción, desde las máquinas de Vitruvio y Arquímedes, hasta las historias del propio Vitruvio y de Plinio el Viejo sobre los sistemasde construcción de espacios de realidad virtual en los teatros a través de esquemas geométricos (Mahn-Lot, 1986). Un literato como Leon Battista Alberti (1404-1472) se entusiasmó con los éxitos de su amigo Brunelleschi. En su De re aedificatoria, Alberti se afianzó como nuevo Vitruvio. Él también se formó en el culto mundo humanista de Padua y Bolonia, y más tarde pasó a trabajar para la corte papal, desde donde entabló relaciones de colaboración arquitec- tónica e ingenieril, dejándonos construcciones importantes con los Gonzaga, señores de Mantua, y con Segismundo Pandolfo Malatesta, señor de Rímini (Grafton, 2000). Este último fue el mecenas de Roberto Valturio (1405-1475), autor del primer tratado ilustra- do publicado sobre máquinas, el De re militari, herencia de los manuscritos que hemos considerado previamente. 28 En su maravilloso studiolo de taracea, instaló un retrato al óleo en el que se veía al príncipe de armas concentrado en la lectura para celebrar su doble esencia de noble condotiero y virtuoso hombre de cultura. 29 En parte extraídas de la obra de Valturio. 30 Fiore y Cieri Via, 1997. 31 Vecce, 2017, pp. 8, 93-94. de los proyectos urbanos. Reflexiones cada vez más orgánicas concernían a la organización de las infraes- tructuras de la ciudad. En Milán, un artesano apasio- nado por las antigüedades como el toscano Anto- nio Averlino, alias Filarete, dejó una idea visionaria de reforma urbana y se encargó de la construcción del hospital público32. Continuando en Milán, también son famosos los proyectos urbanísticos desarrollados décadas después por Leonardo. En la corte papal (ya de vuelta a Roma hacia la mitad del siglo XV tras el cisma y los diversos conflictos con la nobleza local), Alberti participó en el proyecto inicial de la renovatio urbis: de hecho, a partir de la mitad del siglo XV, Roma se convirtió en un gran emplazamiento de construc- ción destinado a transformar una ciudad vestigio de la grandeza del pasado en el magnífico centro univer- sal del cristianismo que hoy en día conocemos33. 32 Antonio Averlino, 1972. 33 Gualandi, 2007. 10. Cabestrante, Relieve del friso que representa las máquinas del Palacio Ducal de Urbino de un diseño de Francesco di Giorgio Martini , último cuarto del siglo XV 6. Sierra hidraulica., Relieve del friso que representa las máquinas del Palacio Ducal de Urbino de un diseño de Francesco di Giorgio Martini, último cuarto del siglo XV 7. Martinete, Relieve del friso que representa las máquinas del Palacio Ducal de Urbino de un diseño de Francesco di Giorgio Martini , último cuarto del siglo XV 8. Elevador de agua, Relieve del friso que representa las máquinas del Palacio Ducal de Urbino de un diseño de Francesco di Giorgio Martini , último cuarto del siglo XV INGENIERÍA CIVIL Y SABER TÉCNICO EN LAS CORTES DEL RENACIMIENTO EUROPEOel ingenio al servicio de poder 9. Tornillo de Arquimedes, Relieve del friso que representa las máquinas del Palacio Ducal de Urbino de un diseño de Francesco di Giorgio Martini, último cuarto del siglo XV 5. Jacobus Strada, Kunstliche Abriß allerhand Wasser Wind Roß und Handt Mühlen[…],1618, Museo Nazionale della Scienza e della Tecnologia Leonardo da Vinci 200 201 Se llamaba a ingenieros del centro y del norte de Italia para levantar obeliscos caídos y erigir fábricas como nunca antes se había visto. En la corte papal se promo- vieron obras importantes de traducción de los tratados de Arquímedes34. Pero Roma no había solo una: la segunda Roma era Constantinopla. Caída en manos turcas en 1453, había entrado en competición como la Roma islámica contra la Roma cristiana. El sultán se declaró como autén- tico heredero de los emperadores romanos, y finan- ciaba obras destinadas a demostrar la superioridad del nuevo régimen respecto a los poderes cristianos imperial y papal35. Los sultanes también empezaron a 34 Leeuwen, 2012. 35 Necipoğlu, 2010. de una larga lista de nuevas incorporaciones de inge- nieros milaneses que llevaron adelante las imponentes estructuras de la tercera Roma38. Los modelos de Vitruvio y de Arquímedes empujaron a los ingenieros de la Italia del Renacimiento a presen- tarse como técnicos e intelectuales, promoviendo el mercado de la divulgación de los textos técnicos clási- cos, y presentándose como autores de tratados ilustra- dos: son famosos los bocetos preparatorios con leyendas de los ya mencionados Francesco di Giorgio y Leonardo da Vinci39. La mayoría de los constructores de máquinas conservaban manuales de taller con bocetos y explica- ciones para su uso por parte de los futuros maestros allí destinados, permitiendo así una importante transferencia 38 Labowsky, 1967; Ghisetti Giavarina, 1997. 39 Rivera, 1984, pp. 144-148. invertir en grandes obras arquitectónicas y de ingenie- ría, de las cuales el cristiano renegado Sinan (formado como carpintero y comandante de las catapultas de los jenízaros) fue el arquitecto e ingeniero principal36. Fue entonces cuando surgió una tercera Roma en la lejana Rusia, gracias al compromiso antiturco del ya mencionado cardenal Besarión, que envió al príncipe Iván la insignia imperial, y a Zoe, una esposa de sangre imperial bizantina que pudiese transmitir a los sobera- nos rusos (en el futuro se llamarían «zar», forma abre- viada de «césar») la legitimidad necesaria para dispu- tarle a los turcos el dominio de los territorios de los cristianos ortodoxos. Bajo esta perspectiva estratégi- ca, Besarión también apoyaba la idea de Venecia como heredera de la Roma republicana y una nueva Atenas, el único baluarte antiotomano del Mediterráneo. Le dejó a la República de San Marco su impresionante biblio- teca de manuscritos griegos, fuente de conocimientos técnicos que fueron muy importantes para el desarrollo de la ciencia de la ingeniería: la mecánica37. En el momento de la dolorosa caída de Constantinopla, el cardenal Besarión había sido nombrado gobernador papal de Bolonia. Allí, en 1455, fue testigo del increíble desplazamiento a lo largo de trece metros de una torre de mampostería de veinticinco metros de alto. Esto fue posible gracias a un ingenioso sistema de cabestrantes diseñados e instalados por el ingeniero del municipio, Aristóteles Fioravanti de Bolonia (ca. 1420-ca. 1486). Él, como Brunelleschi, era orfebre de formación, pero luego pasó al gremio de albañiles. Impresionado por esto, Besarión lo premió con una considerable suma de oro. La ciudad de Venecia y las cortes de Roma, Mantua, Nápoles, Milán y Hungría encargaban obras civiles y militares a este ingeniero, hasta que se fue a Rusia. De hecho, en Moscú, la tercera Roma, el conocimiento de la ingeniería no estaba a la altura de las aspiracio- nes imperiales. A Aristóteles lo llamaron para dotar de máquinas y dirigir la obra de la catedral del Kremlin, visto que los trabajadores locales no conseguían llevar a buen puerto tan ambiciosos proyectos. Aristóteles, que ya no pudo regresar a su patria (porque, muy a su pesar, quedó retenido en aquella corte como ingeniero de obras civiles y militares), también fue responsable 36 Necipoğlu, 2005. 37 Rose y Drake, 1971; Rose, 1973; Helbing, 2008. Sobre la política constructiva de la República y sus referencias clásicas, ver Concina, 2006. transgeneracional de conocimientos40. Otros ingenieros, como fray Giocondo, enviado, como Leonardo, a servir al rey Leonardo de Francia, ilustraron el tratado de Vitru- vio y lo enviaron a imprenta en 1511. Diez años después, un discípulo de Leonardo, Cesare Cesariano, publicó la primera edición ilustrada en italiano del mismo libro41. Este humus cultural es la base de la gran ventura que llevó a tantos ingenieros del centro y del norte de Italia a servir en las cortes europeas del siglo XVI. La versati- lidad de su formación mixta, tanto teórica como prác-tica, y su dignidad vitruvio-arquimediana hicieron de la ingeniería un tema de interés para los hombres cultos y poderosos de la época, quienes entendieron bien el poder de la mecánica en sus proyectos de dominio práctico y psicológico. 40 Rivera, 1984, pp. 144-148. 41 Rivera, 1984, pp. 144-148. 11. Domenico Fontana, Della trasportatione dell’obelisco vaticano et delle fabriche di nostro signore Papa Sixto V, 1590-1603, Biblioteca Nacional de España, ER/1959, lámina 8. 12. Hans Burgkmair, Triumph of the Emperor Maximilian I, Victoria and Albert Museum, inv. 13079:98. INGENIERÍA CIVIL Y SABER TÉCNICO EN LAS CORTES DEL RENACIMIENTO EUROPEOel ingenio al servicio de poder 202 203 INGENIERÍA CIVIL Y SABER TÉCNICO EN LAS CORTES DEL RENACIMIENTO EUROPEO Bibliografía Ackerman, James: Ars sine scientia nihil est’ gothic theory of architecture at the Cathedral of Milan. The Art Bulletin, 31(2), 84-111, 1949. 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