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Enseñanza de la Ingeniería Civil

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ENSEÑANZA DE LA INGENIERÍA CIVIL 
 
Juan Casillas G. de L. y Oscar M. González Cuevas 
Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco 
 
 INTRODUCCIÓN 
 
En este capítulo se presenta una reseña histórica de la enseñanza de la ingeniería 
civil en México. Los autores consideraron que la etapa de más interés, dentro del 
contexto del libro, es la que comprende desde el inicio de la ingeniería mexicana 
moderna hasta la actualidad. Decidieron entonces que la reseña debería iniciar 
con el momento en que se crearon las instituciones nacionales encargadas de la 
construcción de las obras de infraestructura requeridas para el desarrollo del País 
y finalizar con la situación que priva en la enseñanza de la ingeniería al momento 
de escribir este texto. 
 
El lapso total incluido en esta reseña ha sido dividido en tres periodos, 
establecidos sobre la base de cambios significativos en la enseñanza de la 
ingeniería, en el desarrollo de la ingeniería civil en México y en su situación social 
y económica. Toda división de un proceso histórico en etapas es necesariamente 
convencional, pero también es necesaria para una presentación ordenada y 
comprensible del tema en cuestión. A continuación se presentan los periodos 
seleccionados y la justificación correspondiente. 
 
El primer periodo abarca de 1924 a 1957. En el primer año asumió la presidencia 
de la República Plutarco Elías Calles, quien poco después decretó la creación de 
la Comisión Nacional de Irrigación y de la Comisión Nacional de Caminos, 
primeras instituciones oficiales encargadas de la construcción de obras de 
infraestructura a cargo de ingenieros mexicanos. El País empezaba a recuperarse 
de los conflictos internos posteriores a la Revolución de 1910 y se iniciaba una 
etapa de paz social y crecimiento económico sostenido. Las escuelas de 
ingeniería civil se preparaban para formar los cuadros profesionales que se 
requerirían. 
 
El segundo periodo, de 1957 a 1982, inicia con el establecimiento de los primeros 
cursos de posgrado en ingeniería en el País, lo que constituye un hito en la 
historia de la enseñanza de la ingeniería civil. El ejercicio de la ingeniería civil 
empezó a requerir profesionales con conocimientos técnicos y científicos más 
avanzados, como los obtenidos en cursos de especialización, maestría y 
doctorado. La investigación recibe un fuerte impulso con la fundación del Instituto 
de Ingeniería. 
 
El arranque del tercer periodo, de 1982 a 2007, coincide con la crisis financiera de 
finales del periodo del Presidente López Portillo que, entre otros efectos 
 2 
importantes, representó el inicio de la etapa de una reducción significativa en el 
ritmo de construcción de infraestructura en el país y el inicio, también, del 
desmantelamiento de las plantas técnicas de las organizaciones estatales y 
paraestatales ligadas a este sector. Este momento es considerado por muchos 
como el término de la época dorada de la Ingeniería Civil Mexicana, en la que 
todas las obras, incluyendo obras muy complejas y de gran magnitud, fueron 
planeadas, diseñadas y construidas por ingenieros mexicanos. En otro orden, 
también hubo un cambio profundo en las políticas estatales para la educación 
superior, que repercutieron desde luego en la enseñanza de la ingeniería. Y por 
último, en estos inicios se popularizaron las computadoras personales y las 
tecnologías de la información que impactaron a la educación superior y a todos los 
ámbitos de la vida cotidiana de los países desarrollados o en vías de desarrollo. 
 
La reseña de cada periodo inicia con una breve descripción de la situación política, 
social y económica del País, la cual es necesaria para analizar las características 
tanto del ejercicio profesional como de la enseñanza de la ingeniería civil. Este 
apartado se ha denominado “Situación socioeconómica” dentro de cada periodo. 
Se continúa con una descripción de las principales características del ejercicio 
profesional de la ingeniería civil y de las obras más importantes construidas en el 
periodo; los apartados se denominan “Situación de la ingeniería civil”. También se 
presenta alguna información sobre las circunstancias prevalecientes en el sistema 
de educación superior. Los apartados correspondientes se han denominado 
“Situación de la educación superior”. Este último punto adquirió mayor relevancia 
en el último periodo, en el que se implantaron numerosas políticas públicas sobre 
educación superior por parte del Estado, que han influido en la enseñanza de 
todas las carreras. 
 
En los apartados que se refieren a la “Enseñanza de la ingeniería civil”, dentro de 
cada periodo, se ha tratado de cubrir los mismos temas, como son las 
instituciones que ofrecen la carrera, los planes de estudio, el número y 
características de los alumnos, el personal académico, las instalaciones y las 
oportunidades de trabajo para los egresados. Desde luego que no todos los temas 
tienen siempre la misma relevancia. 
 3 
 
 
PERIODO 1924-1957 
 
La situación socioeconómica 
 
Al principio de este periodo ocupa la presidencia de México Plutarco Elías Calles y 
el País empieza a recuperarse de la destrucción que dejó la Revolución y de las 
luchas internas que le prosiguieron. “México vivía sin duda una época de 
transformaciones inusitadas. Su rostro moderno comenzaba a perfilarse. … Al 
construirse las obras complementarias para la transformación de la economía 
agraria, de los servicios públicos, de la salubridad y la educación, una derrama de 
bienes empezó a generar una clase nacional económicamente fuerte fuera y 
dentro del poder público”.1 
 
En el año de 1928 se creó el partido oficial, Partido Nacional Revolucionario, PNR, 
precursor del Partido Revolucionario Institucional, PRI, con el objetivo de frenar las 
pugnas entre facciones que surgían en todos los procesos electorales. La eficacia 
del nuevo partido quedó demostrada en las elecciones del año siguiente en las 
que ganó por un margen amplísimo el candidato oficial, Pascual Ortiz Rubio, pese 
a la presencia de un candidato opositor de una gran personalidad y prestigio, José 
Vasconcelos. El País empezó a recuperar la calma. 
 
México era una nación pequeña. En el censo de 1930 se contaron 16.5 millones 
de habitantes. En los primeros años de los cuarenta, se popularizó un anuncio de 
una firma cervecera que decía que 20 millones de mexicanos no podían estar 
equivocados. 
 
Con el restablecimiento del orden interno, la economía también inició su 
recuperación. En el periodo 1925-1929, el crecimiento del Producto Interno Bruto 
(PIB) fue de 5.8%, cinco veces más que en el quinquenio anterior2. La Gran 
Depresión de 1929 afectó temporalmente este crecimiento, pero para 1935 ya se 
había recuperado nuevamente y a partir de este año tuvo un desarrollo estable 
que duró un buen número de años. La población urbana del País empezó a 
aumentar porcentualmente mientras que la rural empezaba a disminuir; y el sector 
terciario de la economía aumentaba con mayor rapidez. 
 
El 18 de marzo de 1938 el Presidente Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de 
la industria petrolera después de un conflicto laboral entre una empresa extranjera 
y sus trabajadores, que había comenzado dos años antes, y cuando la empresa 
se negaba a acatar un fallo judicial favorable a los trabajadores. De un día para 
otro, y sin ninguna experiencia, el Gobierno se volvió el administrador de la 
industria petrolera, con el apoyo de un pequeño número de técnicos mexicanos, 
 
1 El Colegio de México. “Historia Mínima de México”.1974. 
2 Meyer, Lorenzo,”La Institucionalización del Nuevo Régimen” en “Historia General de México, 
Versión 2000”, El Colegio de México, p. 835 
 4 
entre los cuales había ingenieros civiles, que reemplazaron a los extranjeros. La 
tarea no fue fácil, pues se decretó un boicot a la compra de petróleo mexicano en 
los países extranjeros más poderosos y había escasez de equipo y materias 
primas que nose producían en México. Sin embargo, la guerra mundial hizo que 
la necesidad de petróleo por los países aliados terminara con el boicot. Para 
finales de la década de los cuarenta ya se pudo normalizar la producción y el 
mercado externo había vuelto a crecer. Desde entonces la exportación de petróleo 
ha sido una de las principales fuentes de ingreso del País y una de las industrias 
que ocupa a más ingenieros de todas las especialidades. 
 
Aunque la expropiación petrolera, y la Reforma Agraria, fueron los cambios más 
espectaculares en la gestión del Presidente Cárdenas, la industria manufacturera 
en general tuvo un crecimiento notable. Esta industria había sido protegida 
principalmente a través de decretos presidenciales referentes a estímulos fiscales 
y tarifas preferenciales desde la época porfirista. La tendencia proteccionista se 
formalizó en 1941 cuando se expidió una Ley de Industrias de Transformación que 
protegía aún más a la industria nacional de la competencia extranjera. Esta 
protección y la demanda externa originada por la Segunda Guerra Mundial 
ayudaron a que en el decenio de 1940 a 1950 se duplicara la producción 
manufacturera.3 
 
Al terminar el periodo del Presidente Ávila Camacho, en 1946, México ya 
presentaba los rasgos iniciales de una sociedad moderna, urbana e industrial. Se 
pudo invertir de manera sostenida más del 12% del PIB, y de esa inversión más 
del 40% correspondió al sector público, principalmente en áreas de infraestructura 
y producción. Sin embargo, este crecimiento no estuvo exento de problemas. Uno 
de ellos fue el de la balanza de pagos que obligó a la primera devaluación de la 
época posrevolucionaria; el dólar pasó de una cotización de $4.85, que se había 
sostenido durante muchos años, a otra de $6.88 que muy pronto se modificó a 
$8.65. 
 
Durante las gestiones de los Presidentes Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz 
Cortines el País continuó su consolidación económica y la construcción de su 
infraestructura. Se construyó la primera autopista de cuota, la México-Cuernavaca, 
y la Ciudad Universitaria en la ciudad de México; se apoyó el establecimiento de 
nuevas industrias, y la población urbana siguió creciendo. La industria de la 
construcción vivió una de sus mejores épocas, pero también se empezaron a 
escuchar opiniones en el sentido de que el modelo económico que se estaba 
siguiendo, básicamente de sustitución de importaciones, no podría prolongarse 
por mucho más tiempo. Una nueva devaluación, en la Semana Santa de 1953, 
esta vez a $12.50 por dólar, causó cierta alarma. La población se acercaba a los 
30 millones de habitantes. 
 
 
3 Meyer, Lorenzo,”De la Estabilidad al Cambio” en “Historia General de México, Versión 2000”, El 
Colegio de México, p. 885. 
 
 5 
La situación de la ingeniería civil 
 
Algunas de las obras principales construidas en la gestión de Elías Calles, inicio 
del periodo tratado en esta sección, fueron la carretera México-Puebla, la México-
Pachuca, y el inicio de su prolongación hasta Nuevo Laredo, el inicio de la México-
Acapulco y la terminación del ferrocarril del Sudpacífico (Diccionario Enciclopédico 
de México). Pero el impulso más importante a la construcción y a la ingeniería civil 
consistió en la creación de instituciones que se ocuparon de la planeación, el 
diseño y la construcción de las grandes obras requeridas por el País, y la decisión 
presidencial de que fueran los ingenieros mexicanos quienes las llevasen a cabo. 
Así, en su gestión se establecieron la Comisión Nacional de Irrigación, “para que 
procure agua al sediento campo mexicano y produzca los alimentos que el pueblo 
necesita”; la Comisión Nacional de Caminos, “que buscará la integración de los 
mexicanos con todo lo que esto significa”. Y sentenció: “serán los ingenieros 
mexicanos los encargados de proyectar, construir y operar las obras que el pueblo 
necesite” (Citado por Martín del Castillo4). Más adelante, en 1937 se creó la 
Comisión Federal de Electricidad, y luego la Comisión Nacional de Irrigación se 
transformó en la Secretaría de Recursos Hidráulicos y la Comisión Nacional de 
Caminos en la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. 
 
Con la creación de estas instituciones, los ingenieros civiles mexicanos se 
responsabilizaron del diseño y la construcción de la infraestructura. Anteriormente 
estas actividades las llevaban a cabo compañías extranjeras las cuales se fueron 
retirando del País. Más adelante, alrededor de 1950, el gobierno empezó a 
contratar la construcción de las obras con compañías mexicanas, mientras que el 
diseño y la supervisión se siguieron haciendo en oficinas del Gobierno. En esta 
época surgieron algunas constructoras que crecieron notablemente y alcanzaron 
un desarrollo tecnológico de primer nivel en la construcción de caminos, presas, 
puentes, infraestructura hidráulica, etc. Algunos ejemplos son Ingenieros Civiles 
Asociados (ICA), fundada en 1947, y la Compañía Constructora Nacional 
(COCONAL), fundada en 1950. 
 
Al crearse la Secretaría de Recursos Hidráulicos, en 1946, se dio un paso 
importante en la participación de los ingenieros civiles en la planeación de la 
infraestructura del País. Se inició la denominada planeación por cuencas, cuyo 
logro más importante fue poner cinco millones de hectáreas bajo riego y generar 
25 por ciento de la capacidad instalada de energía eléctrica con centrales 
hidroeléctricas. Cada cuenca tenía una comisión, siendo las más importantes las 
del Río Fuerte, del Río Balsas, del Río Papaloapan y del Río Grijalva (Martín del 
Castillo, 2005). 
 
Al final de este periodo, el Gobierno empezó a contratar no sólo la construcción de 
obras, sino también el diseño y la construcción. Surgieron así empresas de 
consultoría, que no eran exclusivamente de ingeniería civil, pero que tenían un 
 
4 Martín del Castillo, Carlos (2005). “Los ingenieros civiles y la planeación”. En “¿Creceremos sin 
ingeniería civl?” C. Martín del Castillo, Coordinador. Universidad Iberoamericana. México. 
 6 
componente muy fuerte de esta disciplina. Algunas de estas empresas alcanzaron 
también un alto grado de desarrollo tecnológico y llevaban a cabo proyectos de 
gran envergadura como el diseño de plantas industriales de alta complejidad, 
puentes importantes, presas, etc. Un ejemplo fue Bufete Industrial que diseñaba y 
construía plantas industriales, incluyendo la ingeniería básica y de detalle, y 
también realizaba o supervisaba su construcción. 
 
La situación de la educación superior 
 
Aunque la primera universidad en México, la Real y Pontificia Universidad de 
México, se fundó en el año de 1551, no fue sino hasta 1910 cuando se estableció 
la primera universidad de los tiempos modernos. A iniciativa de Justo Sierra, se 
creó la Universidad Nacional de México que se organizó, según su propia 
concepción, “… como la cumbre de la educación mexicana para la enseñanza 
profesional, grados académicos e investigación. Allí deberían formarse los 
mexicanos que condujeran, en los niveles directivos, un conocimiento al servicio 
de toda la nación”. 
 
Durante varios años, la Universidad Nacional de México fue la única institución de 
nivel superior en el País; pero en 1917 se fundó la Universidad Michoacana de 
San Nicolás de Hidalgo, en 1922 la Universidad de Yucatán, en 1923 la 
Universidad de San Luis Potosí y en 1925 la Universidad de Guadalajara. Entre 
1930 y 1948 se crearon las Universidades de Nuevo León, Puebla, Sonora, 
Sinaloa, Guanajuato, Colima y Veracruz. El resto de las universidades públicas del 
País surgen después de 1950. 
 
A partir de 1916 se establecieron varias escuelas de educación técnica 
dependientes de la Secretaría de Educación Pública, las cuales se unieron para 
crear, en 1937, el Instituto Politécnico Nacional. A partir de 1948, se empezaron a 
fundar los Institutos Tecnológicos Regionales, de los cuales ya existían ¿¿¿ en 
1957. 
 
La Escuela Librede Derecho, fundada en 1912, fue la primera institución privada 
de educación superior. Le siguieron la Universidad Autónoma de Guadalajara, en 
1935, y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey y la 
Universidad Iberoamericana en 1943. 
 
Un suceso importante en la situación de las universidades, iniciado un poco antes 
de este periodo y que continuó durante sus primeros años, fue el otorgamiento de 
la autonomía a las universidades públicas. La primera universidad autónoma fue la 
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, que se fundó con ese estatuto en 1917. El 
Gobernador del Estado era un ingeniero civil que había estudiado en la Escuela 
Nacional de Ingenieros, Pascual Ortiz Rubio. La primera idea de Ortiz Rubio era 
crear una institución que tuviese como modelo la universidad norteamericana, y la 
concibió como una sociedad anónima en la que el gobierno estatal fuese el 
principal accionista. Pronto desechó esta idea y pensó en una institución que 
fuese laica, pero desligada del gobierno, para que no estuviese sujeta a los 
 7 
vaivenes de la política. Entonces propuso que la institución estuviese encabezada 
por una Junta Directiva de Instrucción Pública con tres miembros que serían 
designados la primera vez por el Ejecutivo del Estado y que después se renovaría 
a sí misma. El Gobierno entregaría a esta Junta los recursos necesarios 
incluyendo edificios, laboratorios y bibliotecas.5 En la discusión del proyecto de 
Ortiz Rubio en el Congreso del Estado se le hicieron algunos cambios de forma, 
como designar un Consejo Universitario en lugar de la Junta Directiva, con un 
mayor número de miembros, y nombrar a un Rector como máxima autoridad. 
También se aprobó que la institución tuviese el nombre que conserva hasta la 
fecha. Puede verse que la estructura de organización es semejante a la existente 
actualmente en muchas universidades. 
 
 La Universidad Nacional de México se convirtió en autónoma en 1929, y cambió 
su nombre al actual de Universidad Nacional Autónoma de México. Después de 
esta fecha, otras universidades fueron obteniendo su autonomía y en este 
momento, prácticamente todas las universidades públicas son autónomas por Ley. 
 
Al terminar el periodo correspondiente a esta sección el sistema de educación 
superior del País era todavía pequeño. Existían la UNAM y el IPN como 
instituciones federales, 26 universidades estatales, unas cuantas universidades 
privadas y cinco institutos tecnológicos regionales. El sistema se completaba con 
las escuelas normales, y algunas otras instituciones como El Colegio de México, 
fundado en 1940. La matrícula en educación superior se estimaba en 
aproximadamente 60,000 alumnos. 
 
Enseñanza de la Ingeniería civil 
 
La enseñanza de la ingeniería civil en México tiene sus antecedentes en el 
Colegio de Minería, sucesor del Real Seminario de Minas fundado en 1792 y que 
funcionaba en el Palacio de Minería. El 2 de diciembre de 1867 el Presidente 
Benito Juárez expide la Ley Orgánica de Instrucción Pública en el Distrito Federal 
en la que el Colegio de Minería se convierte en la Escuela Nacional de Ingenieros. 
El Artículo 12 de esta Ley menciona que en la Escuela se reunirán las ramas de 
ingenieros de Minas, Mecánico, Civil, Topógrafo e Hidromensor, y Geógrafo e 
Hidrógrafo. Al frente de la escuela quedó el Ing. Blas Balcárcel, quien había sido 
varias veces Director del Colegio de Minería. Este año de 1867 es el que se 
considera como el de la fundación de la primera escuela de ingeniería en México. 
 
Para 1883 ya se impartían en la Escuela Nacional de Ingenieros las carreras de 
Telegrafista, Ensayador y Apartador, Ingeniero Topógrafo e Hidrógrafo, Ingeniero 
Industrial, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Ingeniero de Minas y 
Metalurgista e Ingeniero Geógrafo. El 15 de septiembre de 1897, se designa a la 
carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, nombre usado hasta la fecha 
 
5 Arreola Cortés, Raúl. “Historia de la Universidad Michoacana”, Universidad Michoacana de San 
Nicolás de Hidalgo. Morelia, 1984 
 8 
en España, con el nombre de Ingeniería Civil6.. Cuando se creó la Universidad 
Nacional de México, en 1910, la Escuela Nacional de Ingenieros pasó a formar 
parte de la Universidad, y siguió funcionando en el Palacio de Minería hasta 1954. 
En este año, empezaron a trasladarse los grupos de los primeros años de las 
carreras de ingeniería a la nueva Ciudad Universitaria. 
 
Se ha mencionado que la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo fue 
la primera universidad pública a la que se concedió la autonomía, en 1917. Al 
crearse, se dijo que la enseñanza no sería gratuita, excepto en algunas carreras 
que se consideraban de utilidad social y que debían ser establecidas de inmediato, 
ya que algunas no existían. Entre éstas estaba la de ingeniería civil. Sin embargo, 
aunque se anunció la apertura de la carrera y se le asignó como sede el hermoso 
Palacio de Clavijero, no se inscribió ningún alumno, y su apertura tuvo que 
posponerse hasta 1930, año en que empezó a funcionar como carrera de 
ingeniero topógrafo e hidrógrafo. En 1933 ya se ofreció la carrera como ingeniería 
civil. 
 
Algo semejante sucedió en la Universidad de Yucatán. En 1922 el Gobernador 
Felipe Carrillo Puerto decretó la fundación de la Universidad Nacional del Sureste 
(después Universidad de Yucatán), para apoyar la iniciativa del Ministro de 
Educación Pública, José Vasconcelos, de crear universidades en diferentes 
regiones del País. Entre esta fecha y 1937, la Facultad de Ingeniería de la 
Universidad funcionó en forma un tanto irregular, ofreciendo el título de ingeniero 
topógrafo e ingeniero constructor. No es sino hasta 1939 que se empezó a impartir 
la carrera de ingeniero civil con nueve alumnos inscritos. A partir de entonces, la 
Facultad de Ingeniería funcionó de manera regular hasta la fecha.7 
 
La carrera de ingeniería civil se cursaba en cinco años en la mayoría de las 
escuelas o facultades durante el periodo en cuestión. Los cursos eran anuales y 
en casi todas las escuelas estatales se seguía de cerca el plan de estudios de la 
Escuela Nacional de Ingenieros de la UNAM. En el anexo 1 se reproduce el Plan 
de Estudios del año 1928 de esta escuela 8 (los números que aparecen en las 
columnas de primer periodo y segundo periodo corresponden al número de clases 
por semana) . Estos planes eran revisados con frecuencia. Versiones similares se 
conservan de los correspondientes a 1935 y 1937, con pocos cambios respecto al 
de 1928. Llama la atención en estos programas el elevado número de cursos que 
integran los planes de estudio. Era común cursar del orden de diez asignaturas 
simultáneamente en cada periodo, cada una con dos o tres sesiones semanales. 
No se indica el número de horas de clase por semana de cada una, pero 
suponiendo que fuesen de una hora, lo cual era frecuente en esa época, la carga 
horaria de clases resulta mucho mayor que en la actualidad. 
 
6 Félix Valdés, Rodolfo, 1988. El Palacio de Minería, Utilización del Palacio de Minería. 
7Moreno P., Luis et al. “Facultad de Ingeniería: Remembranzas, Actualidad y Futuro”. Universidad 
Autónoma de Yucatán, 1997. 
8 Moles Batllevell, Alberto et al. “La Enseñanza de la Ingeniería Mexicana, 1792-1990”. Sociedad 
de Exalumnos de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. México, 1991. pp 352-355. 
 9 
 
Ya que eran pocas las escuelas de ingeniería que funcionaban en este periodo, 
que algunas de ellas lo hacían con frecuentes interrupciones y que las poblaciones 
escolares eran reducidas, gran parte de la matrícula de alumnos de ingeniería civil 
en el País se concentraba en las escuelas de la Capital: la Escuela Nacional de 
Ingenieros de la UNAM y la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del IPN. 
Era también frecuente que algunos alumnos iniciasen sus estudios en la escuela 
de su estado natal y viniesen después a la ciudad deMéxico a terminarlos. El 
mayor prestigio de las instituciones capitalinas y la gran centralización de las 
actividades económicas y políticas en esa época, hacía pensar a los jóvenes 
estudiantes que encontrarían mejores oportunidades de trabajo si estudiaban, por 
lo menos el final de sus carreras, en la UNAM o en el IPN. 
 
Los planes de estudios anuales, casi sin ninguna flexibilidad ni posibilidad de 
cursar asignaturas optativas, y el tamaño reducido de los grupos permitía una gran 
integración entre los alumnos. El hecho de tener en todos los cursos a los mismos 
compañeros, por lo menos durante un año, el que en ciudades pequeñas 
continuara la convivencia fuera de las universidades, los viajes de prácticas, que 
se consideraban importantes para la formación de los futuros ingenieros, fueron 
factores que contribuyeron a constituir fuertes lazos de amistad y camaradería 
entre los ingenieros civiles de esa época. Los alumnos se organizaron en 
generaciones que en algunos casos continúan reuniéndose periódicamente hasta 
la fecha. Se formaron también sociedades de exalumnos que en ocasiones han 
apoyado moralmente y económicamente a sus escuelas; destaca en este sentido 
la Sociedad de Exalumnos de la Facultad de Ingeniería de la UNAM (SEFI). 
 
El personal académico de tiempo completo era prácticamente inexistente en este 
periodo. Los profesores eran ingenieros que ejercían la práctica profesional como 
actividad principal y que acudían a impartir una o dos clases a sus escuelas, en 
temas vinculados a su ejercicio, más con el ánimo de ayudar a su alma máter y a 
la profesión, que con el de obtener ingresos adicionales, ya que los salarios eran 
casi simbólicos. Un aspecto positivo de este sistema era que en las clases se 
analizaban problemas reales de la ingeniería, con métodos usados en la práctica 
en esos momentos. 
 
Los libros de texto escritos por profesores de las escuelas de ingeniería fueron 
muy escasos en este periodo. Desde luego que hubo casos excepcionales, entre 
los que se pueden mencionar el libro de Introducción al Cálculo Diferencial e 
Integral de Javier Barros Sierra y Roberto Vázquez García, el texto de Hidráulica 
General de Samuel Trueba Coronel, o los textos de Topografía de Brambila y de 
Toscano. Pero en general se estudiaba en traducciones de algunos libros 
americanos, y sobre todo, en notas que algunos alumnos tomaban de las 
exposiciones de sus profesores, y que después de algún trabajo de edición, se 
reproducían en forma limitada con los medios rudimentarios entonces disponibles, 
como el mimeógrafo. Algunas de estas ediciones caseras llegaban a las escuelas 
de los estados, a través de ingenieros que habían estudiado en la Capital. 
 
 10 
Las instalaciones de laboratorios para la docencia eran rudimentarias. Un equipo 
de los más importantes y llamativos fue una máquina universal de la Escuela 
Nacional de Ingenieros. Era de funcionamiento mecánico y operaba en forma 
horizontal. Estuvo instalada, hasta mediados de los setenta, en una sala que al 
restaurarse el Palacio de Minería se convirtió en la biblioteca histórica. 
 
Al final de este periodo empezaron a aparecer algunos medios de apoyo para las 
clases, como el proyector de cuerpos opacos o el de transparencias. El primero 
era relativamente fácil de usar, pero resultaba muy difícil distinguir las imágenes 
que se proyectaban, especialmente si el salón de clases no estaba en total 
oscuridad. El proyector de transparencias requería un trabajo complicado de 
preparación previa y de elaboración de las diapositivas en un laboratorio 
fotográfico. Por eso sólo se usaba en conferencias especiales y no en las clases 
cotidianas. Las presentaciones de los profesores eran casi exclusivamente con gis 
y pizarrón. A muchos de los profesores de esa época se les recuerda todavía por 
sus dotes oratorias, por la amenidad de sus exposiciones y, en algunos casos, por 
su sentido del humor 
 
Al final del periodo, las oportunidades de trabajo para los ingenieros civiles recién 
egresados eran relativamente abundantes. No les era difícil encontrar alguna 
posición en actividades idóneas a los temas que más les habían interesado en la 
escuela o a sus inclinaciones personales. La gran mayoría de estos egresados 
provenía de familias de clase media alta o alta, lo cual les facilitaba encontrar 
buenos empleos o establecer sus propias empresas. Terminaba así una época 
que se podría calificar como romántica en la enseñanza de la ingeniería, añorada 
por muchos de aquellos a quienes tocó vivirla. 
 
 
 11 
PERIODO 1957-1982 
 
 
Según se mencionó en la Introducción, se ha elegido como punto de arranque de 
esta segunda etapa la iniciación formal de estudios de posgrado en Ingeniería Civil 
en México, en el año de 1957 en la entonces Escuela Nacional de Ingenieros de la 
UNAM, la que, por este paso, se transformó en Facultad de Ingeniería, como 
ahora se le conoce. 
 
La creación del posgrado en Ingeniería Civil no puede considerarse como un 
hecho aislado, resultante únicamente de la visión de algunos ingenieros que 
percibieron esta necesidad cuando muchos los consideraban innecesarios y 
propios de otras culturas. Podría afirmarse que el desarrollo amplio de la 
Ingeniería Civil que se dio en la primera etapa, con la decisión del gobierno 
mexicano de encargar a los profesionales mexicanos el desarrollo de la 
infraestructura que el país necesitaba, llegó en estos años a requerir el diseño y la 
construcción de obras más complejas y de mayor magnitud. Éstas requerían de 
estudios más profundos y, con frecuencia, de investigaciones específicas para 
enfrentar problemas cuyas características no se habían presentado antes en 
nuestro medio. 
 
De una manera un tanto simplista, pero que intenta señalar le esencia del cambio 
ocurrido de una a otra etapa, podría expresarse que las obras de la primera se 
realizaron por brillantes ingenieros que, con un claro entendimiento de los 
aspectos físicos fundamentales de los problemas a enfrentar, con una gran 
intuición de cómo podrían resolverse y, sobre todo, con la confianza en sus 
capacidades y la conciencia de que era su deber enfrentarlos, llevaron a cabo 
obras cuya calidad convenció a todos de que los ingenieros mexicanos estaban 
capacitados para planear y construir las obras que necesitaba el País. Pero las 
obras a emprender eran cada vez más numerosas, de mayor tamaño, de mayor 
capacidad y, con frecuencia, en condiciones más difíciles. Eso hizo clara la 
necesidad de preparar ingenieros con bases científicas y técnicas más robustas y 
con un conocimiento actualizado de lo que se realizaba en el mundo en esos días. 
Y fue esta conciencia la que justificó la necesidad de establecer estudios de 
posgrado en el medio nacional.. 
 
Situación socioeconómica 
 
La etapa que aquí se describe comprende el final del sexenio de Adolfo Ruiz 
Cortines y los cuatro sexenios correspondientes a Adolfo López Mateos, Gustavo 
Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo. Aún en una descripción 
breve de la situación del país en esta etapa, conviene hacer una división de la 
misma en tres períodos diferentes, debido a que las condiciones socio-
económicas se modificaron en ellos radicalmente. Estos períodos son, el inicial, de 
Ruiz Cortines, López Mateos y Díaz Ordaz, llamado con frecuencia del “desarrollo 
estabilizador”, el intermedio de Echeverría y los años iniciales de López Portillo, de 
 12 
crecimiento del Estado Benefactor, con una dosis muy importante de “populismo”, 
y el final, del auge petrolero y la posterior crisis del sistema financiero nacional 
 
En el período inicial, con base en la política de sustitución de importaciones y el 
impulso a la industrialización del país, que había sido iniciada por Miguel Alemán y 
consolidada por Ruiz Cortines, el crecimiento de la economía se dio con base en 
el crecimiento del mercado interno. La política de sustitución de importaciones 
proporcionó una clara protección a la industria nacional,mediante los mecanismos 
de permisos de importación y altas tarifas aduanales para productos que 
compitieran con los fabricados en el país, lo que le permitió crecer 
significativamente, generando empleos mejor remunerados e impulsando la 
conversión de muchos campesinos en obreros. Esta política fue muy efectiva para 
promover la economía del país, lo que se tradujo en un creciente poder adquisitivo 
de la población, con incrementos pequeños, pero reales, en los salarios y con la 
consiguiente expansión de la clase media. Puede decirse que en este período 
hubo un importante crecimiento económico, del orden del 6% anual, con tasas 
muy bajas de inflación, lo que dio pié a que en el mundo se hablara “del milagro 
mexicano”. 
 
Desde otro punto de vista, se tuvo una relativa paz social, sin estallidos 
significativos, a pesar de las huelgas de los ferrocarrileros y de los médicos, hasta 
que se presentó el problema estudiantil de 1968. Este último, a pesar de que fue el 
detonador inicial de muchas transformaciones posteriores en el país, tuvo, en su 
tiempo, un claro carácter local, limitado a la Ciudad de México y con repercusiones 
menores en algunas de las universidades públicas del interior. Gran parte de la 
población del país no entendió entonces las peticiones de democratización de la 
vida política nacional que estaban en el fondo de las demandas presentadas por el 
movimiento estudiantil, por lo que la represión del 2 de octubre fue tomada sólo 
como un episodio lamentable. Muestra de ello es el éxito público con el que se 
celebraron, tan sólo dos semanas después, los Juegos Olímpicos de 1968, 
señalados en esos tiempos como los mejores que se habían celebrado y en los 
que la participación de los espectadores y de la población en general había sido la 
más entusiasta. 
 
El segundo período, de 1970 a 1978, fue uno de crecimiento significativo del rol 
del Estado en la economía del país, como consecuencia del agotamiento del 
modelo proteccionista anterior. La industria nacional, protegida, se había tornado 
demasiado ineficiente y con muy pocos incentivos para la innovación y el 
desarrollo tecnológico, por lo que sus precios eran muy superiores a los de 
productos similares, y aún mejores, del extranjero. Por ello la posibilidad de 
crecimiento apoyado en el mercado externo era nula. En vista de esta situación, 
Luis Echeverría tomó la decisión de que el Estado debía ser el motor del 
desarrollo, con el gasto público como el detonador de un crecimiento en la 
economía. En base a esta política, el Gobierno impulsó el desarrollo de industrias, 
como la siderúrgica con SICARSA y tomó a su cargo gran número de empresas, 
de distinta índole, en proceso de quiebra, para evitar su cierre y proteger el 
empleo de sus trabajadores. Así, el gobierno federal fue dueño desde cadenas 
 13 
hoteleras hasta fábricas de bicicletas, manejando empresas en prácticamente 
todos los rubros de la actividad económica. 
 
El gasto del Estado fue financiado en buena parte con préstamos del exterior -la 
deuda pública externa creció significativamente en este período, de 4593 millones 
de dólares en 1971 a 19600 millones en 1976- y con la aceptación de una inflación 
muy superior a la existente en el período anterior, en el que los precios se 
mantuvieron prácticamente estables. La inflación se salió de control y la situación 
hizo crisis en 1976, con la devaluación ocurrida en la Semana Santa de dicho año, 
en la que el peso se devaluó de 12.50 pesos por dólar, cambio establecido desde 
1953, hasta 22 o 23 pesos por dólar hacia el fin de ese año. 
 
El País vivió un período de aparente bonanza, sin una plena conciencia de que se 
estaba hipotecando el futuro, con un gasto social excesivo y desordenado, sin 
disciplina financiera, lo que no propició la creación de bases sólidas para un 
desarrollo firme posterior. La bonanza aparente y la participación del Estado en el 
rescate de empresas en quiebra contribuyeron a mantener la paz social, aún 
cuando el problema del 68, reforzado por otro acto de represión disfrazada, 
ocurrido el Jueves de Corpus de 1971, contribuyeron a fomentar la aparición de 
grupos de guerrilleros y de secuestradores por motivos políticos. 
 
La crisis que había aflorado al término del sexenio de Luis Echeverría fue detenida 
súbitamente por el descubrimiento de nuevas y muy abundantes reservas 
petroleras en el Sureste del país, las que, aunadas a precios crecientes del crudo 
como consecuencia de medidas adoptadas por la OPEP, trajeron una etapa de 
abundancia en el país, con expectativas de un fuerte crecimiento en los años 
siguientes. Una muestra clara del optimismo reinante en ese tiempo se tiene en 
las frecuentes expresiones de López Portillo en distintos foros, uno de ellos el 
propio Colegio de Ingenieros Civiles de México, de que la situación de los 
mexicanos había cambiado, radicalmente, para bien: de estar acostumbrados a 
tratar siempre de paliar nuestras carencias teníamos que aprender ahora a 
administrar la abundancia. Ya no pensar más en proyectos pequeños para 
resolver problemas urgentes o inmediatos, sino pensar en grande para sentar las 
bases de un México de primer mundo. 
 
Con la abundancia de reservas petroleras fue muy fácil conseguir préstamos del 
extranjero para financiar nuevos proyectos, tanto de expansión de PEMEX como 
para otros sectores. Y como se buscaba borrar de la mente de los inversionistas el 
recuerdo de la devaluación de Echeverría, se aceptaron inversiones en el sistema 
bancario nacional en dólares, a ser pagadas con posterioridad también en esa 
moneda. 
 
Una muestra del tipo de proyectos que entonces se impulsaron fue el del 
gasoducto del Golfo, de Cactus a Reynosa, diseñado para exportar el gas 
asociado a la explotación petrolera de la cuenca de Tabasco y Chiapas hasta la 
frontera con los Estados Unidos. La premura para desarrollar este proyecto hizo 
que el tubo del gasoducto, de un diámetro mucho mayor que los producidos 
 14 
entonces en México, fuese importado, con base en uno de los múltiples préstamos 
que se aceptaron en ese tiempo. Curiosamente, o más bien, penosamente, el 
gasoducto acabó siendo utilizado posteriormente para importar gas de los 
campos de Texas para abastecer a la industria nacional que, por presiones del 
gobierno federal, había cambiado de quemar combustóleo (combustible nacional) 
para usar gas natural (presumiblemente más limpio y más eficiente, pero que tuvo 
que ser importado). 
 
La abundancia no duró mucho y llegó el tiempo para empezar a pagar los 
préstamos adquiridos. En los últimos meses del periodo de José López Portillo 
como Presidente de México la situación económica del País se deterioró 
notablemente. La deuda externa había crecido de manera exorbitante llegando a 
alcanzar la cifra de 86,000 millones de dólares en el mes de julio, cuando se 
efectuaron las elecciones presidenciales y se eligió a Miguel de la Madrid Hurtado. 
La inminencia de una devaluación de la moneda impulsó la salida de capitales 
hacia el extranjero, ya que los ahorradores veían el peligro de que su dinero se 
esfumase o que por lo menos se redujese drásticamente en su poder adquisitivo. 
Los problemas económicos del País fueron sin duda el rasgo característico del 
final de este periodo. 
 
El primero de septiembre de 1982, López Portillo presentó su último informe de 
gobierno y anunció medidas drásticas que polarizaron a la sociedad. Las de mayor 
impacto fueron la nacionalización de la banca y el establecimiento de limitaciones 
a la convertibilidad de dólares a pesos y a la compra de divisas extranjeras. En su 
informe de gobierno, el Presidente acusó a los bancos de alentar a sus clientes a 
sacar sus ahorros del País y llevarlos a otros países, especialmente a Estados 
Unidos. Para que esto no siguiese sucediendo, decretó que la banca pasase a ser 
administrada por el Gobierno. Por otra parte, mucha gente tenía cuentas en 
dólares en los bancos mexicanos, lo cual estaba permitido legalmente,eran los 
llamados mexdólares. López Portillo anunció la libre flotación de la moneda que 
pasó de $48 por dólar a $ 70 por dólar, valor que rápidamente subió a $100 y 
hasta $110 por dólar. Pero los mexdólares no se pagarían a este tipo de cotización 
sino a $ 70 por dólar, o sea, a un valor de cambio intermedio entre el nuevo y el 
anterior. Hubo muchas manifestaciones de apoyo al Presidente por estas 
medidas, pero también fuertes expresiones de rechazo de quienes consideraron 
injusto culpar a los bancos y afectar a la gente que había ahorrado en dólares 
previendo precisamente una devaluación. 
 
Un aspecto importante, que influyó en forma notable en la generación de buena 
parte de los problemas sociales que ha enfrentado el país desde esos tiempos, es 
el de las altas tasas de crecimiento demográfico que se tuvieron en toda esta 
etapa. La tasa media anual en la década de los sesentas fue de 3.4%, una de las 
más elevadas en el mundo y el país pasó de una población total de 35 millones en 
1960 a 67 millones en 1980, tan sólo en 20 años. 
 
Por otra parte, debe señalarse que la mayor parte de ese crecimiento explosivo se 
dio en el medio urbano y que el ritmo de crecimiento de la población en las 
 15 
grandes ciudades llegó a ser de 5%, en tanto que en el campo, a pesar del 
crecimiento de la tasa demográfica la población permaneció relativamente 
constante. 
 
Situación de la ingeniería civil 
 
Es conveniente analizar la situación de la ingeniería civil mexicana en los tres 
períodos en que se ha dividido esta etapa en el inciso anterior. 
 
 El primero puede decirse que fue el del crecimiento más firme, tanto de la 
ingeniería civil del País como de la industria de la construcción. El crecimiento 
ordenado del País, con estabilidad de precios y con el impulso al mercado interno, 
demandó la construcción de infraestructura para atender las crecientes 
necesidades de una sociedad en crecimiento. Fue la época en la que las 
Secretarías de Comunicaciones y Obras Públicas, de Recursos Hidráulicos, la 
Comisión Federal de Electricidad y Petróleos Mexicanos llevaron a cabo obras de 
mayor magnitud y complejidad que las construidas en épocas anteriores. Estas 
dependencias contaban con cuerpos técnicos de primera línea, con experiencia 
creciente por la permanencia en ellas de sus principales grupos de trabajo, 
quienes llevaban a cabo el diseño y la supervisión de las obras proyectadas, en 
tanto que la construcción quedaba a cargo de empresas constructoras nacionales, 
organizadas por ingenieros civiles mexicanos. 
 
Una característica importante de toda la etapa fue la de que las obras mayores se 
otorgaban por concursos de invitación a empresas que, por sus recursos 
financieros, su personal técnico y su experiencia en ese tipo de obra, podían 
garantizar un trabajo satisfactorio en tiempo y costo. Al mismo tiempo, para obras 
menores o de menor complejidad, se daba la oportunidad a nuevas empresas, que 
así iban adquiriendo experiencia para ser invitadas en obras mayores, Aún cuando 
el esquema puede ser tildado de uno que favoreció a ciertas empresas, la 
experiencia general fue de que se realizaron obras importantes, con calidad 
comparable a la de obras similares en el extranjero y a precios razonables. 
 
De esa época son las construcciones de obras muy importantes, como el metro de 
la Ciudad de México, la primera etapa del drenaje profundo, las carreteras de 
cuota a Puebla y Querétaro, las presas de Malpaso, la Angostura, Chicoasén y 
Peñitas, los puentes Antonio Dovalí Jaime (Coatzacoalcos II) y Tampico, la Central 
Nucleoeléctrica de Laguna Verde, un número muy importante de aeropuertos en 
todo el país, muchos de ellos con carácter internacional y un sin número de obras 
de infraestructura que han sido fundamentales para el desarrollo posterior del 
país. 
 
En el período del Estado Benefactor se continuó la inversión en obras de 
infraestructura, aún cuando, siguiendo la política equivocada de no continuar lo 
realizado por el gobierno anterior para impulsar nuevas obras u obras de otro tipo, 
algunas obras importantes, como el citado metro de la ciudad de México, ya no se 
continuaron. La ingeniería civil mexicana siguió colaborando en forma primordial 
 16 
en este período, aún cuando empezó a tener problemas con el financiamiento en 
moneda extranjera. PEMEX inició un período de gran inversión, con lo que en 
1974 alcanzó la autosuficiencia en hidrocarburos. 
 
El auge petrolero generó una explosión de trabajo en infraestructura, en gran 
medida asociado al crecimiento de la industria petrolera nacional, por lo que se 
“petrolizó” la economía nacional, por su gran dependencia de este sector. El auge 
fue tal y el optimismo por un crecimiento acelerado del país fue tan grande que se 
empezó a cuestionar si el sistema educativo del país podría preparar los números 
de ingenieros que se estimaba serían requeridos en los próximos años. 
 
Situación de la educación superior 
 
Puede decirse que ésta fue la etapa de expansión más importante del sistema de 
educación superior que ha tenido el país. No solamente la matrícula creció 
aceleradamente, sino que el número de instituciones de este nivel aumentó 
significativamente, creándose muchas de ellas en estados que hasta entonces no 
tenían ninguna institución de este tipo. Más significativo aún que el simple 
incremento en la matrícula, que sería esperado por el incremento en la población, 
fue que el porcentaje de jóvenes que tuvieron acceso a la educación superior en 
relación con toda la población en edad de hacerlo - que comúnmente se considera 
como aquella entre 20 y 24años de edad -se fue incrementando, a pesar de la 
explosión demográfica ocurrida en esos tiempos. 
 
Este fue un logro notable, ya que permitió y estimuló el ingreso a la educación 
superior de jóvenes provenientes de grupos sociales que hasta entonces ni 
siquiera contemplaban cursar una carrera de tipo profesional. La educación 
superior se convirtió en un verdadero instrumento de movilidad social. Esto no fue 
solamente un elemento de equidad social, lo que en sí mismo justificaba la nueva 
política, sino que sirvió para llevar a las instituciones de educación superior los 
problemas y las preocupaciones de grandes segmentos de la población que, hasta 
entonces, eran tan sólo “conocidos de lejos” por sus integrantes. La presencia de 
jóvenes con estos orígenes trajo al frente muchos de los problemas que 
enfrentaban en su vida diaria. 
 
El crecimiento en el número de instituciones de educación superior y su dispersión 
por todo el país hizo clara la conveniencia de asociarse para dialogar entre sí y 
conocer cómo atendía cada una problemas que eran comunes,.para colaborar en 
programas académicos, para establecer normas mínimas comunes para todo el 
sistema (buscando con ello garantizar que los egresados de una misma carrera de 
distintas instituciones tuviesen una preparación equivalente) y para plantear al 
Estado, en forma conjunta, problemas comunes, entre ellos, el del financiamiento. 
Surgió así la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza 
Superior, la ANUIES, que fue un instrumento muy importante para lograr una 
cierta coordinación entre ellas y para impulsar el desarrollo de acciones de 
mejoramiento de la educación superior. Pero tal vez su papel más importante fue 
 17 
el de servir de interlocutor de las instituciones de educación superior con el 
Estado. 
 
En forma similar, se fueron generando asociaciones de escuelas y facultades 
ligadas a una cierta disciplina, como las de Medicina, de Contaduría y, en el caso 
de la Ingeniería, la ANFEI, la Asociación Nacional de Facultades y Escuelas de 
Ingeniería, la que surgió de una Conferencia Nacional organizada por el Ingeniero 
Javier Barros Sierra, en ese tiempo Director de la Facultad de Ingeniería de la 
UNAM. Esta organización ha jugado un papel importante en el desarrollo de la 
educación en ingeniería, sobre todo al servir de foro donde se expone ycomenta 
lo que cada una realiza o propone para mejorar sus servicios académicos. 
 
El objetivo primordial del Estado en el periodo fue el de incrementar la matrícula, 
haciendo posible el acceso a la educación superior a jóvenes de regiones del país, 
o de clases socio-económicas desfavorecidas, que hasta entonces no habían 
tenido esta oportunidad. Sin embargo, no hubo una preocupación específica por 
mantener, o aún incrementar, la calidad de estos servicios educativos. De alguna 
manera, no se consideraba que éste era un problema a atender en ese tiempo. 
 
En esta etapa se iniciaron los estudios de posgrado en el país en varias 
disciplinas, sobre todo en aquellas ligadas a las Ciencias Naturales, a las 
Ingenierías y a la Medicina. Estos programas se establecieron con la participación 
muy importante de profesionales que habían cursado estudios similares en el 
extranjero y que, en esos tiempos, regresaban casi todos a México. 
Simultáneamente se inició la etapa de investigación científica y tecnológica en el 
país para atender los problemas de creciente complejidad que se estaban 
presentando y los que se estimaba se presentarían en el futuro. 
 
Para impulsar ambas actividades en forma directa, Luis Echeverría creó el 
CONACYT, el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología, el que, a través 
de programas muy amplios de becas para cursar estudios de posgrado en el 
extranjero y en el país y de fondos específicos para apoyar investigaciones 
avaladas por comités de académicos del área respectiva, ha sido un instrumento 
fundamental para el impulso de estas actividades. Puede afirmarse que, gracias al 
CONACYT y a los programas en él establecidos, la actividad de investigación se 
volvió una actividad profesional reconocida, no solamente desde el punto de vista 
académico sino también del relacionado con la remuneración económica. 
 
Otros aspectos relacionados con el desarrollo de la educación superior se 
presentan más adelante, al analizar aspectos específicos de la evolución de la 
enseñanza de la ingeniería civil en este período. 
 
Enseñanza de la ingeniería civil 
 
Vale la pena señalar que en esta parte del trabajo se hace referencia especial a lo 
sucedido en las instituciones educativas del área metropolitana de la Ciudad de 
México. Primero, por que los autores han estado más familiarizados con ellas y 
 18 
segundo, y más importante, porque en el período que se reseña la UNAM y el IPN 
eran las instituciones modelo, de las cuales las demás instituciones del País 
tomaban los aspectos fundamentales para establecer sus propios modelos 
educativos, por lo que lo sucedido en ellas es indicativo de lo ocurrido en todo el 
sistema nacional de educación superior. 
 
En lo que se refiere al aspecto formal, se puede señalar que en este período se 
inició el cambio de un modelo único, rígido, con un gran número de asignaturas 
anuales con carácter obligatorio y un número mínimo de asignaturas optativas, en 
programas de cinco años de duración (con la elaboración posterior de una tesis 
profesional) a otro modelo, mucho más flexible, basado en alcanzar un cierto 
número de créditos académicos, con un núcleo importante de asignaturas 
obligatorias pero con un número creciente de asignaturas de carácter optativo, 
cursadas en periodos lectivos más cortos, generalmente de dos semestres por 
año (aun cuando varias instituciones operaban con períodos trimestrales y 
cuatrimestrales) y que, en varios programas, estaban diseñados para poder 
cursarse en 4 años (aún cuando, por razones de política universitaria, se seguían 
presentando formalmente como de 5 años) y sin la elaboración de una tesis 
formal. 
 
Una de las transformaciones más importantes ocurridas en el período reseñado 
fue el inicio de un cambio de enfoque en el proceso educativo. Puede decirse que 
originalmente éste estaba basado, fundamentalmente, en “la enseñanza”, en la 
que el profesor era el actor principal y en la que el alumno, con una actitud un 
tanto pasiva, recibía los conocimientos necesarios a través de las clases. En los 
años setentas se empezó a hacer énfasis en que el alumno debía ser un agente 
activo en su propia formación, que el proceso debiera ser uno de “enseñanza-
aprendizaje” y que el alumno debía entrenarse en el estudio individual, por su 
cuenta, con el auxilio oportuno del profesor, pero con una mayor responsabilidad 
de su parte en el proceso. Esta modificación se reflejó en una disminución 
significativa de las horas de clase semanales que el alumno debía atender frente a 
un profesor, a cambio de la exigencia de un mayor número de horas de trabajo 
individual del estudiante. Esta política tuvo su expresión más visible con la 
adopción generalizada de un sistema de créditos académicos, donde el valor en 
créditos de una asignatura tomaba en cuenta, en adición al tiempo de clase, el 
tiempo que un estudiante “normal” debía dedicar, en forma individual, para cursar 
satisfactoriamente dicha asignatura. De ahí la adopción de la regla general de que 
una hora de clase teórica por semana valía dos créditos, en tanto que una horas 
de laboratorio o taller solamente uno. 
 
Varias modificaciones importantes ocurrieron en el contenido de los planes de 
estudio. Al inicio de la etapa aquí considerada el plan de estudios contenía 
exclusivamente asignaturas relacionadas directamente con el trabajo profesional 
que debía realizar el egresado, cimentadas en cursos básicos de matemáticas y 
física. Pero hacia el fin de la misma se hacía hincapié en que el ingeniero debía 
tener también una preparación en aspectos sociales, que le permitieran entender 
de una manera integral los problemas que debía resolver. Así, se fueron 
 19 
introduciendo asignaturas de ciencias sociales y de humanidades que ahora se 
consideran parte esencial de la formación de un ingeniero civil. No es ocioso 
señalar que la introducción de este tipo de asignaturas tuvo la oposición de 
muchos y distinguidos profesionales, quienes opinaban que estos cursos debían 
impartirse en el bachillerato y que en el nivel profesional la atención debiera 
concentrarse en cursos ligados directamente a la actividad profesional, dada la 
gran amplitud de sus campos de acción. 
 
Sería tedioso reseñar los cambios puntuales que se fueron dando en los planes 
de estudio pero sí es posible señalar algunas otras transformaciones importantes 
en el enfoque de los mismos. Antes de este período se estimaba que el ingeniero 
debía recibir en las aulas las bases del conocimiento correspondientes a todas las 
posibles actividades que como profesional podría enfrentar en su vida activa. No 
se contemplaba la necesidad de recibir preparación formal adicional, sino que la 
práctica y el contacto con ingenieros de mayor experiencia darían las armas 
adicionales que fueran requiriéndose. Ello hacía que en los últimos años del plan 
se cubriera de una manera muy amplia, y frecuentemente superficial, un gran 
número de cursos sobre áreas específicas: estructuras, caminos, presas y 
canales, ingeniería sanitaria, puentes, ferrocarriles, pavimentos, etc. 
 
En el transcurso de esta etapa se fue afirmando la idea de que los estudios de 
licenciatura deben enfocarse a proporcionar los conocimientos básicos sobre los 
que se pueden cimentar los aspectos específicos de las distintas áreas de trabajo 
y los avances que la tecnología va proporcionando a la profesión. Se impulsó la 
idea de que el estudio debía ser una actividad permanente del profesional, so 
pena de volverse obsoleto en un tiempo muy corto. Esto generó la introducción de 
cursos adicionales de matemáticas, como álgebra lineal, ecuaciones diferenciales 
y probabilidades y estadística. 
 
Este cambio de paradigma, a uno en el que la educación del profesional debía 
tener un carácter permanente, fue apoyado con la creación de los estudios de 
posgrado, de maestría y doctorado en áreas específicas de la ingeniería civil, pero 
también de cursos de especialización para actividades especialesde interés en el 
país, como los patrocinados por las secretarías de Obras Públicas y de Recursos 
Hidráulicos en la Facultad de Ingeniería de la UNAM y con la creación en dicha 
Facultad de los cursos de Educación Continua en 1970. Estos cursos, de corta 
duración y orientados a los profesionales en ejercicio, ayudaron en la preparación 
rápida de ingenieros ya formados, en los aspectos específicos de un nuevo campo 
de trabajo o en la introducción de avances en determinado campo que los 
profesionales en el mismo debían conocer y utilizar. Es conveniente subrayar este 
cambio de paradigma. De pensar que la licenciatura debía otorgar todas las bases 
necesarias para la actividad profesional del ingeniero durante toda su vida útil se 
fue pasando a la consideración de que esta etapa de la licenciatura, de carácter 
fundamental, debía ser una en la que, además de aprender los conocimientos 
básicos se adquiriera la conciencia de que el proceso de aprendizaje no termina al 
egresar de las aulas, sino que debe continuarse, en forma personal y con el auxilio 
 20 
de cursillos formales cuando esto fuera posible, durante toda la vida profesional 
del ingeniero. 
 
Otro aspecto de cambio, que no ha terminado aún y que, con los avances 
enormes de la tecnología de la información, se está todavía procesando, es el 
generado con la aparición de las computadoras como herramientas de uso común 
para la solución de gran número de problemas. Cabe señalar que aún cuando 
ahora estos equipos son de uso diario y personal, hasta el fin del período aquí 
analizado su uso estaba prácticamente restringido a las grandes organizaciones o 
empresas y los usuarios dependían, en su número y forma de operación, de las 
características de los centros de cómputo. Sin embargo, en esta etapa y con el 
impulso de quienes tuvieron la visión de que esta herramienta transformaría la 
actividad profesional en forma importante, se empezaron a introducir tanto 
asignaturas de programación como el uso de las computadoras en la solución de 
distinto tipo de problemas, muchos de ellos asociados a la solución de ecuaciones 
simultáneas con gran número de variables. 
 
El modelo de estudios de posgrado que se mencionó en la introducción de esta 
etapa se adoptó esencialmente del modelo americano, el cual ha estado basado 
desde hace mucho tiempo en el concepto del “profesor de tiempo completo”, 
dedicado simultáneamente a labores académicas de docencia e investigación. 
 
La inclusión del profesorado de carrera, que se inició en México en los estudios de 
posgrado, poco a poco fue permeando a los estudios de licenciatura, los que de 
manera creciente fueron sustituyendo al profesor de horas, que tenía una actividad 
profesional primordial y para quien la actividad académica era de índole 
complementaria, por el “académico” cuya actividad profesional se realiza en la 
propia institución educativa. 
 
Esta transformación del profesorado se originó también por la construcción de 
instalaciones educativas, como Ciudad Universitaria y Zacatenco, alejadas del 
centro de las ciudades y, por tanto, de los sitios donde se realizaba la actividad 
profesional de la disciplina. Esta política fue reforzada con la creación de la UAM, 
cuyos tres campi originales fueron construidos alejados también de las zonas de 
mayor actividad económica. 
 
Ese alejamiento, y los problemas de tiempo de acceso a dichas instalaciones, 
generados por la distancia y el tráfico creciente consecuentes, alejaron a muchos 
profesionales de las actividades docentes y forzaron su sustitución por profesores 
de carrera, de tiempo completo o, al menos, de medio tiempo. De hecho, una de 
las instituciones de educación superior creadas por el gobierno federal en la última 
década de esta etapa, la Universidad Autónoma Metropolitana, basa su operación, 
desde su inicio, en un muy alto porcentaje de profesores de tiempo completo 
(alrededor del 80% en las ingenierías). 
 
Este proceso de cambio del “profesor de horas”, asociado a la impartición de una 
asignatura específica, presumiblemente ligada en forma directa a su actividad 
 21 
profesional fuera de las aulas, por un profesor de carrera, ligado a un campo de 
trabajo académico determinado, ha sido gradual, con diversos grados de avance 
en las distintas instituciones, dependiendo de sus condiciones específicas y de sus 
tradiciones. Puede decirse que al inicio de esta etapa, cuando se iniciaron los 
estudios de posgrado, el número de doctores en ingeniería civil en el País no 
llegaba a una decena y su participación en la licenciatura era mínima. Pero esta 
situación fue cambiando poco a poco. El creciente número de maestros y doctores 
preparados en las instituciones nacionales y, en forma muy importante, en el 
extranjero, se fue incorporando también en el nivel de licenciatura, parte como 
resultado de políticas institucionales que veían éste como un mecanismo efectivo 
de modernización de la enseñanza en ese nivel, como por el propio interés de los 
profesores, que consideraban que este era el mejor camino para detectar 
estudiantes brillantes para estimularlos a cursar estudios de posgrado. 
 
Esta transformación fue, sin embargo, muy lenta en el período reseñado, en parte 
por la gran diferencia en el número de alumnos en los dos niveles: muy grande en 
el nivel de licenciatura y relativamente pequeño en el de posgrado, por lo que no 
había el número suficiente de ingenieros con grados académicos superiores 
disponibles para enseñar en licenciatura, de manera que se generara un cambio 
en su composición significativo. Aún cuando es innegable que tuvieron un impacto 
cualitativo muy importante. 
 
Dos aspectos importantes deben analizarse en relación con los alumnos. El 
primero tiene que ver con un incremento muy importante en la matrícula de 
estudiantes en educación superior, coincidente con el aumento significativo de 
instituciones de educación superior en todo el país y el segundo, como 
consecuencia del primero, un cambio significativo en algunas de las 
características de los estudiantes. 
 
En los primeros años de este período, entre 1957 y 1970, el crecimiento de la 
matrícula acompañó al crecimiento de la población del país, pero sin incrementar 
significativamente el porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que cursaban este 
tipo de estudios. Éstos estaban concentrados en instituciones localizadas en las 
grandes ciudades del país, las que en algunos casos tenían formalmente el 
carácter de instituciones nacionales, como la UNAM y el IPN y en otras que, sin 
serlo formalmente, actuaban como verdaderas instituciones regionales, como las 
universidades de Guadalajara , Nuevo León y Puebla. 
 
A partir de 1970, el Gobierno Federal impulsó la creación de universidades 
públicas en todos los estados del país, frecuentemente mediante la transformación 
de institutos científicos y literarios ya existentes, que ofrecían solamente estudios 
a nivel bachillerato, en instituciones que añadían a sus trabajos anteriores estudios 
de licenciatura, convirtiéndose en universidades. Simultáneamente, el sistema 
existente en la SEP de Institutos Tecnológicos Regionales se amplió 
significativamente, estableciendo al menos un instituto en cada una de las 
entidades federativas y, en varios estados, creando un instituto tecnológico en las 
ciudades más importantes del estado. 
 22 
 
Con la idea de que el desarrollo del país requería de un impulso importante en su 
planta productiva y, por consecuencia, en la infraestructura básica para el 
desarrollo, se crearon carreras de ingeniería en prácticamente todos los estados 
del país. Y como, por una parte, la construcción de infraestructura es el primer 
paso para el desarrollo y como, por otra, la ingeniería civil era la profesión de 
ingeniería con mayor grado de desarrollo, fue natural la proliferación de programas 
de licenciatura en esta disciplina. 
 
Esta política oficial tuvo muchos aspectos positivos; el principal la 
descentralización de la educaciónsuperior. No sólo se amplió efectivamente la 
posibilidad de cursar este tipo de estudios, al no estar limitado su acceso 
únicamente a quienes podían resolver el problema de trasladarse a una ciudad 
importante para cursarlos, sino que también se promovió el arraigo en su estado 
de quienes cursaban estos estudios. Anteriormente, muchos de quienes se 
trasladaban a otra entidad para estudiar una carrera permanecían en ella al 
término de sus estudios, ya que sus posibilidades de empleo ahí eran mucho 
mejores que en su lugar de origen. Esto ocasionaba una migración permanente de 
los mejores recursos humanos de los estados hacia las grandes ciudades. 
 
Pero este crecimiento acelerado no estuvo exento de problemas. El principal fue, 
seguramente, el de la improvisación: de instituciones, de programas, de 
profesores, de instalaciones, etc. Esta improvisación fue el origen de un problema 
que, hasta la fecha, sigue afectando a muchas instituciones: el de la baja calidad 
académica. No fue sino hasta hace como 20 años que el problema de mejorar la 
calidad de las instituciones de educación superior y sus productos (egresados y 
titulados, trabajos de investigación y de difusión, etc) se empezó a atender en 
forma seria y sistemática. 
 
En la primera parte de esta etapa, la del “desarrollo estabilizador,” basada en la 
premisa de sustitución de importaciones, se fue modificando la composición de la 
matrícula de las carreras de ingeniería, disminuyendo porcentualmente la de 
ingeniería civil, que hasta entonces era la más importante, e incrementándose 
significativamente la de ingeniería mecánica y eléctrica. Esto es congruente con lo 
ocurrido en otros países al entrar en la etapa de plena industrialización. 
 
En la segunda parte del período, la de la expansión del Estado en la economía del 
país, ocurrió la gran expansión del sistema educativo que ya se ha mencionado. Y 
en la tercera, la del auge petrolero, en la que se llegó a plantear el problema de 
“cómo administrar la riqueza”, la demanda de ingenieros civiles llegó a tales 
extremos que muchas empresas empezaron a contratar a los alumnos cuando aún 
estaban en las aulas cursando los últimos semestres de su licenciatura, tanto para 
emplearlos en los trabajos ya contratados como para asegurarse de que tendrían 
personal técnico con preparación básica cuando la expansión económica prevista 
se presentara. Estadísticas de esos años muestran una disminución significativa 
en el número de egresados y titulados, como resultado de su incorporación previa 
al sector productivo 
 23 
 
Vale la pena recordar que en ese tiempo se elaboró un estudio para determinar si 
las escuelas de ingeniería tenían la capacidad para preparar el número de 
ingenieros que se requerirían para el crecimiento económico que se avisoraba. El 
estudio, basado fundamentalmente en las inversiones que se estimaba se tendrían 
en los distintos sectores de la actividad económica del país, asociado a una 
estimación del número de ingenieros requeridos por cada millón de dólares de 
inversión en cada sector, daba números muy superiores a los que se estimaba 
podría preparar el sector educativo, por lo que concluía que no sería posible 
hacerlo con las condiciones existentes en ese tiempo. Curiosamente, hoy en día 
se plantea, nuevamente, la falta de capacidad de la Ingeniería Civil nacional para 
enfrentar el reto de construcción de infraestructura que hoy se presenta, 
señalando que no existen ni las empresas ni los ingenieros requeridos para 
hacerlo. Ojalá la solución ahora sea diferente a la de esos años: una crisis 
financiera que detuvo el crecimiento del país por décadas y eliminó el problema. 
 
La gran ampliación de la matrícula ocurrida en el período inició un cambio 
importante en las características de quienes ahora ingresaban a estudios 
superiores. No es una exageración mencionar que, al inicio del período, la 
matrícula en educación superior estaba constituida mayoritariamente por jóvenes 
de las clases alta y media alta del país, hijos de padres que habían alcanzado 
niveles de estudio equivalentes al bachillerato. Al término del período, había ya en 
educación superior porcentajes importantes de hijos de obreros y de miembros de 
la clase media baja, cuyos padres, si acaso, habían terminado la primaria. 
 
Este cambio en el nivel socioeconómico de muchos estudiantes de educación 
superior introdujo en el sistema a estudiantes con características diferentes a las 
de los anteriores: sin hábitos de estudio, con mayores deficiencias en sus estudios 
previos, sin posibilidades reales de trabajo académico en casa, frecuentemente 
con necesidad de contribuir al sustento familiar, sin el bagaje cultural que se 
esperaba de ellos, etc. Desafortunadamente, este cambio coincidió con el ya 
mencionado en el inciso relativo a Planes de Estudio, en el que se buscó reducir el 
número excesivo de horas semanales que se requería que el alumno estuviese 
frente a un profesor para buscar que trabajara académicamente en forma 
personal en mayor medida. De esta manera, estudiantes que requerían de una 
mayor atención por parte de sus profesores se incorporaron a un sistema que 
buscaba reducir dichas horas de contacto, a cambio de incrementar el trabajo 
individual del alumno, condición para la que los nuevos estudiantes no estaban 
preparados. Puede afirmarse que las instituciones no fueron conscientes de esta 
transformación y que, por lo tanto, no instrumentaron acciones para subsanar las 
deficiencias o remediar las carencias, sino que siguieron utilizando los mismos 
medios y mecanismos tradicionales. 
 
En el aspecto de instalaciones y laboratorios puede mencionarse que la 
transformación fue muy importante en el período que aquí se analiza. En los 
primeros años, en los que la docencia era la función primordial de las escuelas de 
ingeniería, las instalaciones eran simplemente edificios con salones grandes 
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adaptados como aulas, con patios interiores o exteriores utilizados como campos 
de juego, con bibliotecas mínimas -en las que la norma era una gran restricción en 
el préstamo de libros con el fin de asegurar el inventario- y con escasos 
laboratorios. Era común tan sólo el equipo para realizar prácticas de topografía, 
una máquina de ensaye para pruebas en tensión y compresión y poco más. 
 
La construcción de Ciudad Universitaria primero y de Zacatenco posteriormente, 
modificaron radicalmente esta situación, al construirse instalaciones 
específicamente diseñadas para albergar las distintas actividades académicas de 
una institución de educación superior y en las que los laboratorios fueron tomados 
muy en cuenta. Se crearon espacios adecuados para bibliotecas y se empezó a 
impulsar su uso cotidiano por los alumnos. En el caso de los laboratorios, sin 
embargo, con frecuencia los espacios existían pero los equipos, por su costo y por 
la escasa tradición de su uso real en nuestro medio, no eran tan abundantes. El 
laboratorio tenía como función esencial ilustrar los fenómenos que se 
mencionaban en las clases teóricas y, cuando mucho, iniciar a los alumnos en las 
técnicas de medición más elementales. Las prácticas de laboratorio de los cursos 
respectivos estaban claramente definidas y eran las mismas, grupo por grupo y 
semestre por semestre. 
 
El inicio de actividades de investigación en Ingeniería Civil de manera formal y el 
establecimiento de programas de posgrado fuertemente conectados con ella, que 
ocurrieron al final de los años cincuentas con la creación del Instituto de Ingeniería 
y de la División de Estudios de Posgrado en la UNAM, empezaron a modificar esta 
situación, al utilizar los laboratorios para estudiar problemas reales, ya sea 
directamente o a través de modelos. Un aspecto relevante de esta nueva situación 
fue la incorporación de estudiantes de licenciatura como ayudantes en estas 
tareas, lo que generó que un buen número de ellos decidieran cursar estudios de 
posgrado. Y, al término de dichos estudios, muchos se incorporaroncomo 
profesores en la UNAM o en otras instituciones de educación superior, en las que 
contribuyeron a impulsar los trabajos de investigación de carácter experimental. 
 
Estas actividades fueron permeando al nivel de licenciatura con la creación de 
plazas de profesor de tiempo completo, que hacían posible que profesores 
interesados trabajaran en los laboratorios y ampliaran el tipo y las características 
de las pruebas que en ellos se llevaban a cabo y que se iniciaran trabajos de 
investigación en este nivel. 
 
No es éste el lugar para describir en detalle los cambios efectuados en los 
laboratorios. Pero sí puede afirmarse que en este período se dio una 
transformación fundamental en la importancia que se les atribuía en la formación 
de profesionales: de ser una simple ilustración de los fenómenos físicos que se 
estudian en las clases teóricas a su empleo como método para estudiar problemas 
reales y para comprobar la validez de muchas de las hipótesis que con frecuencia 
se tienen que hacer en los métodos teóricos. 
 
 25 
La inclusión del tema del desarrollo inicial de los egresados podrá parecer a 
muchos de poca relevancia. Pero mencionarlo permite traer al frente un problema 
que cada vez se menciona con más frecuencia en los tiempos actuales: el 
alejamiento de la formación académica de los alumnos de las necesidades 
urgentes en el mundo real de la actividad profesional de los ingenieros civiles. Y 
se incluye este tema en el análisis de lo ocurrido en este período porque fue en él 
donde se inició el cambio que más adelante se detalla. 
 
Ya se ha mencionado, al tratar el tema del profesorado, una de las razones para 
esta separación: el crecimiento en el porcentaje de profesores que son 
académicos de carrera, muchos de ellos con un escaso conocimiento de las 
actividades profesionales cotidianas. Este problema, si así se considera, puede 
aliviarse con la participación, cada vez más estimulada, de estos profesores en 
trabajos vinculados con el mundo exterior, en colaboración con organizaciones y 
empresas dedicadas a la solución de problemas específicos. 
 
Pero queda otro aspecto por atender. Al inicio de este período, la mayoría de los 
estudiantes de ingeniería civil empezaban a trabajar en actividades relacionadas 
con la profesión cuando aún estaban en las aulas. Esto era facilitado por dos 
factores principales: uno, que los profesores tenían actividad profesional diaria y 
otro, que las escuelas estaban en el centro de la ciudad, minimizando el problema 
de tiempo de transporte de una a otra actividad. Además, y este es un aspecto 
muy importante, una gran parte de la ingeniería civil estaba ligada a la 
construcción de infraestructura, para la cual el Estado tenía, en sus distintas 
dependencias, cuerpos técnicos importantes encargados del diseño y la 
supervisión de las obras respectivas. Y era en estas dependencias donde buen 
número de los estudiantes iniciaban sus trabajos como ayudantes, lo que les 
permitía familiarizarse con muchos aspectos prácticos de la actividad profesional, 
con lo que, al graduarse, tenían cierta “experiencia profesional” que les permitía 
buscar trabajos mejor remunerados. Las dependencias oficiales eran, 
probablemente sin proponérselo, verdaderos centros de complementación en la 
formación de ingenieros, al acercarlos, en forma muy efectiva, a los problemas 
reales a los que se enfrentaba la ingeniería civil en el país. 
 
Algunas empresas privadas, con gran visión de sus dirigentes, llevaron a cabo una 
función similar, atrayendo a los mejores estudiantes, a través del contacto con sus 
ingenieros que eran, simultáneamente, profesores de horas en la escuela, pero 
estimulando a dichos estudiantes a no abandonar la escuela y a terminar sus 
estudios. 
 
Esta situación se fue modificando poco a poco, a medida que el tránsito citadino 
fue alejando las escuelas de los centros de trabajo y a medida que los ingenieros 
de estas dependencias o empresas fueron abandonando la docencia por razones 
similares. Puede considerarse que al término de esta etapa se empezó a 
presentar el problema generalizado de quejas de los empleadores, de que sus 
nuevos ingenieros carecen de la más elemental experiencia profesional. Y éste es 
un problema vigente en la actualidad. 
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Se ha mencionado en este trabajo que la creación de los estudios de posgrado fue 
de tal importancia que se ha tomado como el hito inicial de esta etapa. Esto no es 
tanto por el impacto directo que su creación hubiese generado en la práctica 
profesional de los primeros años de la etapa, sino por el reconocimiento formal, 
tangible, institucional, de que el desarrollo del país requeriría de ingenieros con 
una mayor preparación académica para enfrentar problemas más complejos. 
Además, se estimaba que dicha complejidad requeriría de conocimientos 
adicionales, generados por las actividades de investigación que normalmente se 
asocian a ellos. 
 
Así se crearon en la UNAM inicialmente programas académicos de maestría en 
las ramas principales de la ingeniería civil: Estructuras, Hidráulica, Mecánica de 
Suelos e Ingeniería Sanitaria. Este último surgió de la transformación de un 
programa de especialización en esa disciplina que la Oficina Sanitaria 
Panamericana había impulsado en México para formar el personal técnico que 
hiciera posible el diseño y la construcción de las obras de abastecimiento de agua 
potable en todas las poblaciones del país y las consecuentes obras de drenaje. Y 
dado que se contaba con el número suficiente de doctores preparados en el 
extranjero y de profesionales que, sin dicho grado pero con una reconocida alta 
capacidad académica, lograda por el muy valioso método del autoaprendizaje, se 
establecieron los programas de doctorado en Estructuras, Hidráulica y Mecánica 
de Suelos. 
 
A estos programas se añadieron pronto los de maestría en Planeación Económica, 
para formar los especialistas en Planeación que requerían las dependencias 
gubernamentales para evaluar sus proyectos, y que no egresaban de las escuelas 
de Economía, enredadas en ese tiempo en discusiones teóricas de Economía 
Política, y de maestría y doctorado en Investigación de Operaciones. 
 
Los números de estudiantes de posgrado no eran muy importantes, parte por la 
falta de tradición en el medio y parte por que eran absorbidos por las propias 
instituciones educativas para sus plantas académicas. Pero también, y esto 
permanece como un problema hoy en día, porque su trabajo estaba muy ligado a 
las actividades de diseño, las que por una u otra causa, no se han caracterizado 
por remuneraciones adecuadas a los profesionales que a ellas se dedican. 
 
Para terminar este tema, dado que no se han mencionado específicamente, debe 
reconocerse la valiosa colaboración que en la formación de ingenieros civiles han 
dado varias instituciones de carácter privado, entre ellas las universidades 
Iberoamericana, LaSalle, Anáhuac, el Tecnológico de Monterrey y algunas más de 
Guadalajara, Monterrey y Puebla. 
 
 
 
 
 
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PERIODO 1982-2007 
 
Situación socioeconómica 
 
Ya se ha mencionado que al final del periodo 1957-1982 la situación económica 
del País se había deteriorado notablemente. Al tomar posesión Miguel de la 
Madrid Hurtado de la presidencia de la República, se tomaron medidas drásticas 
para evitar que continuase este deterioro y para que el País pudiese resolver el 
grave problema de la deuda externa. Una de estas medidas, quizá la principal, fue 
la de implantar una fuerte reducción del gasto público, ya que el pago de la deuda 
absorbía una buena parte del presupuesto federal. Inclusive había muchas 
opiniones en el sentido de desconocer la deuda con el argumento de que era 
impagable y de que tarde o temprano habría que tomar esta decisión. Se presentó 
lo que se llamaba “la crisis de la deuda externa” que amenazaba con trastornar el 
sistema financiero internacional, ya que se temía que muchos países siguiesen el 
ejemplo de México si se declaraba insolvente.

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