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143El	artista	y	el	otro
Língua	Estrangeira	Moderna	-	Espanhol
 Niebla
de Miguel de Unamuno – Bilbao
— ¡Bueno, basta!, ¡basta!, ¡basta! ¡Esto no 
se puede tolerar! Vienes a consultarme, a mí, y 
tú empiezas por discutirme mi propia existencia, 
después el derecho que tengo a hacer de ti lo que 
me dé la real gana, sí, así como suena, lo que me 
dé la real gana, lo que me salga de... 
— No sea usted tan español, don Miguel. 
— ¡Y eso más, mentecato! ¡Pues sí, soy español! Español de nacimiento, de educación, de cuerpo, 
de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo, y el españolismo es 
mi religión, y el cielo en que quiero creer es una España celestial y eterna, y mi Dios, un Dios español, 
el de Nuestro Señor Don Quijote, un Dios que piensa en español y en español dijo: «¡Sea la luz!», y su 
verbo fue verbo español... 
— Bien, ¿y qué? —me interrumpió, volviéndome a la realidad. 
— Y luego has insinuado la idea de matarme. ¿Matarme? , ¿a mí?, ¿tú? ¡Morir yo a manos de una 
de mis criaturas! No tolero más. Y para castigar tu osadía y esas doctrinas disolventes, extravagantes, 
anárquicas, con que te me has venido, resuelvo y fallo que te mueras. En cuanto llegues a tu casa te 
morirás. ¡Te morirás, te lo digo, te morirás! 
— Pero... por Dios... 
— No hay pero ni Dios que valgan. ¡Vete! 
— ¿Conque no, eh? —me dijo—, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, 
vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de 
morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, 
y se volverá a la nada de que salió...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque no 
lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos, sin quedar 
uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto 
Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don 
Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que 
Augusto Pérez, que su víctima... 
— ¿Víctima? —exclamé.
— ¡Víctima, sí! ¡Crearme para dejarme morir! ¡Usted también se morirá! El que crea se crea y el que se crea 
se muere. ¡Morirá usted, don Miguel, morirá usted, y morirán todos los que me piensen! ¡A morir, pues! 
Este supremo esfuerzo de pasión de vida, de ansia de inmortalidad, le dejó extenuado al pobre 
Augusto. 
Y le empujé a la puerta, por la cual salió cabizbajo. Luego se tanteó, como si dudase ya de su propia 
existencia. Yo me enjugué una lágrima furtiva.
En efecto, Augusto Pérez vuelve a su casa, se dispone a morir, y muere
Disponible en: <http://www.edu365.cat/eso/muds/castella/literatura/prosa/prosistas/pantalla5.htm>. Acceso en: 29 nov. 2007.
En esta novela, el personaje, cansado de su vida, decide buscar a su creador y autor de la obra pa-
ra que él lo mate (o sea, dejándole suicidarse). Entonces, va a donde vive Unamuno y traba una discu-
sión con este. El personaje al final decide que no quiere más morir, pero el autor ya enojado por la osa-
día de su personaje que piensa poder decidir su destino resuelve matarlo, y…
144 Discurso
Ensino	Médio
A un olmo seco
de Antonio Machado – Pontevedra
Al olmo viejo, hendido por el rayo 
y en su mitad podrido, 
con las lluvias de abril y el sol de mayo 
algunas hojas verdes le han salido. 
¡El olmo centenario en la colina 
que lame el Duero! Un musgo amarillento 
le mancha la corteza blanquecina 
al tronco carcomido y polvoriento. 
No será, cual los álamos cantores 
que guardan el camino y la ribera, 
habitado de pardos ruiseñores. 
Ejército de hormigas en hilera 
va trepando por él, y en sus entrañas 
urden sus telas grises las arañas. 
Antes que te derribe, olmo del Duero, 
con su hacha el leñador, y el carpintero 
te convierta en melena de campana, 
lanza de carro o yugo de carreta; 
antes que rojo en el hogar, mañana, 
ardas en alguna mísera caseta, 
al borde de un camino; 
antes que te descuaje un torbellino 
y tronche el soplo de las sierras blancas; 
antes que el río hasta la mar te empuje 
por valles y barrancas, 
olmo, quiero anotar en mi cartera 
la gracia de tu rama verdecida. 
Mi corazón espera 
también, hacia la luz y hacia la vida, 
otro milagro de la primavera.
Disponible en: <http://www.edu365.cat/eso/muds/castella/literatura/prosa/prosistas/pantalla5.
htm>. Acceso en: 29 nov. 2007.

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