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121“Un	país	se	construye	con	hombres	y	libros”				
Língua	Estrangeira	Moderna	-	Espanhol
accidente cayó y murió cuando tenía cumplida su prueba y estaba por aterrizar en Domodosola. El 
pueblo peruano de las ciudades, que estaba en aptitud de considerar, expresó en estos versos su dolor 
y su admiración. 
Solito en su aeroplano los Alpes atravesó y al universo asombró el valor de este peruano. A su patria 
ha engrandecido este aviador valeroso y el peruano lo recuerda con espíritu orgulloso. 
Los comuneros estaban un poco ausentes de la letra y no llegaban a entenderla del todo. - ¿Oyen? 
- les dijo Bismarck Ruiz -, es el gran Jorge Chávez. Cruzó los Alpes volando, ¿entienden?, el 23 de 
septiembre de 1910; no han pasado dos años todavía. ¡Esos son los hombres que hacen patria! Así 
debía ser, pues, cuando Bismarck lo decía. Ellos - pensaban - eran muy ignorantes y, en su humildad, 
no sabían servir de otro modo que cultivando la tierra, en la faena de todos los días. Cumplían con 
su deber y personalmente sentían que ésa era la mejor forma de cumplirlo, pero quién sabe, quién 
sabe había, pues, que saber volar, había, pues que pasar por los Alpes ... - ¡Traigan cerveza para mis 
clientes! - gritó el tinterillo. El alcalde (de los comuneros) demandó que abordaran el asunto del juicio. 
Ruiz los llevó a una habitación cercana, diciendo: - Lástima que ahora ... este compromiso de la fiesta... 
no es lo más adecuado para tratar asuntos de tanto peso ... Sus ojos estaban nublados por el alcohol 
y todo él olía a aguardiente. 
 En dos palabras, el tal Amenábar (un hacendado) reclama las tierras de la comunidad hasta la 
quebrada de Rumi; dice que son de él, ¿han visto insolencia? Pero he presentado los títulos 
acompañados de un buen recurso y lo he dejado realmente sin saber qué decir. Su defensor es 
ese inútil del Araña y hasta ahora no se ha atrevido a contestar. Yo soy Bismar, como el gran hombre, 
¿no saben ustedes quién fue Bismar? Los comuneros dijeron que no sabían y entre sí pensaron que 
acaso habría volado también. (...) - Sí, dijo a Rosendo Maqui (el alcalde) , no hay que alarmarse. 
Váyanse tranquilos y vuelvan dentro de un mes, pues ellos seguramente esperan el cumplimiento 
del término para contestar ... Bueno; Maqui, ¿no me puedes dejar unos cincuenta soles? Rosendo 
entregó el dinero y Ruiz los acompañó hasta los caballos. Antes de que partieran les dijo aún: - Les 
repito que se vayan tranquilos. No hay por qué preocuparse. El asunto es claro, de su parte está la 
justicia. ¿Quién no sabe que es de ustedes la comunidad? Váyanse tranquilos, pues.
Disponible en: <http://www.zum.de/Faecher/Sp/NI/Txt5.htm>. Acceso en: 29 nov. 2007.
“ALFABETO”
Eugenio Montejo - Venezuela
En vano me demoro deletreando 
el alfabeto del mundo. 
Leo en las piedras un oscuro sollozo, 
ecos ahogados en torres y edificios, 
indago la tierra por el tacto 
122 Discurso
Ensino	Médio
llena de ríos, paisajes y colores, 
pero al copiarlos siempre me equivoco. 
Necesito escribir ciñéndome a una raya 
sobre el hilo del horizonte. 
Dibujar el milagro de esos días 
que flotan envueltos en la luz 
y se desprenden en cantos de pájaros. 
Cuando en la calle los hombres que deambulan 
de su rencor a su fatiga, cavilando, 
se me revelan más que nunca inocentes. 
Cuando el tahúr, el pícaro, la adúltera, 
los mártires del oro o del amor 
son sólo signos que no he leído bien, 
que aún no logro anotar en mi cuaderno. 
Cuánto quisiera, al menos un instante 
que esta plana febril de poesía 
grabe en su transparencia cada letra: 
la o del ladrón, la t del santo 
el gótico diptongo del cuerpo y su deseo, 
con la misma escritura del mar en las arenas, 
la misma cósmica piedad 
que la vida despliega ante mis ojos.
Disponible en: <http://www.enfocarte.com/poesiasemanal/montejo.html>. Acceso en: 29 nov. 
2007.
“EL TRUENO ENTRE LAS HOJAS”
Augusto Roa Bastos – Paraguay
(..) Tras el sumario castigo del Buey-Rojo, 
sucedió un episodio breve, indescriptible, 
maravilloso. No podía durar. Después de la 
pesadilla del miedo, la borrachera de la esperanza 
iba a ser sólo como un soplo. 
Los trabajadores del ingenio recomenzaron 
la zafra por su cuenta después de haber hecho 
justicia por sus manos. La habían pagado con 
su dolor, con su sacrificio, con su sangre. Y la 
habían pagado por adelantado. Las cuentas eran 
justas. 
Formaron una comisión de administración en 
la que se incluyó a los técnicos. Y cada uno se 
alineó en lo suyo; los peones en la fábrica, los plantadores en los plantíos, los hacheros en el monte, los 
carreros en los carros, los cuadrilleros en los caminos. Todos arrimaron el hombro y hasta las mujeres, 
los viejos y la mitá-í. 
Se pusieron a trabajar noche y día sin descanso. Lo hacían con gusto, porque al fin sabían, sentían 
que el trabajo es una cosa buena y alegre cuando no lo mancha el miedo ni el odio. El trabajo hecho en 
amistad y camaradería. 
No pensaban, por otra parte, quedarse con el ingenio para siempre. Sabían que eso era imposible. 
Pero querían entregarlo por lo menos limpio y purificado de sus taras; lugar de trabajo digno de los 
hombres que viven de su trabajo, y no lugar de torturas y de injusticias bestiales.

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