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Claves para entender y mejorar el mundo Mares y océanos, valores más allá del azul Miquel Ventura Monsó El mar ha sido siempre un espacio vital para la expansión de la humanidad y una fuente ilimitada de recursos. Hoy, este magnífico ecosistema planetario sufre una implacable transformación como resultado de los impactos deri- vados de nuestro patrón de desarrollo. La sobreexplotación de los mares, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y el deshielo en los polos son algunos de los principales indicadores de este acelerado y adverso proceso. Podemos lamentarnos de que hasta ahora no hemos hecho bien las cosas, pero en realidad estaríamos perdiendo un precioso tiempo del que no dispo- nemos y que deberíamos invertir en la acción. Hemos conseguido avanzar mucho en el conocimiento sobre las ciencias marinas, de su importante in- terdependencia con la biosfera planetaria y también de cómo legislar mejor para proteger nuestros océanos; un valioso saber para actuar en positivo y sin dilación contribuyendo con celeridad a revertir la situación. El presente capítulo pretende reflexionar sobre el estado crítico de los mares del mundo, dar a conocer las fortalezas y las oportunidades que existen fru- to de la sinergia entre el ecosistema oceánico y la humanidad, integrando estrategias que contribuyan a una sutil relación de equilibrio. Frente a este colosal desafío tendríamos que recapacitar sobre nuestro papel: nada in- significante y muy valioso. Es nuestra actitud y firme propósito de reducir la huella ecológica lo que influirá positivamente en nuestro maltrecho entorno ecosocial y con la esperanza de creer que con la colaboración de todos Mares y océanos, valores más allá del azul Miquel Ventura Monsó Ecólogo marino, divulgador científico y fotógrafo. Director de Proyectos de la Fundación Pro RAED. 272 seremos capaces de proteger los bienes que el planeta océano nos ofrece, regenerarnos mutuamente y progresar como especie inteligente. INTRODUCCIÓN Con el objetivo de ofrecer una visión sistémica y concisa sobre el estado eco- lógico del medio oceánico a escala global y de las dificultades que debe afrontar para superar los múltiples impactos que le inducimos, hemos orienta- do la primera parte del capítulo con un enfoque más emotivo y reflexivo para despertar la sensibilidad del lector. La segunda parte nos conducirá, a través de planteamientos más científicos, a evaluar datos recientes e información de referencia que unida a mi conexión con el medio marino nos ayudará a esta- blecer una relación más responsable y respetuosa con el océano planetario. Planeta agua Nuestro planeta es excepcional y es el resultado de la azarosa evolución del universo que aún hoy no alcanzamos comprender. Fruto de complejos procesos cósmicos, la creación de los sistemas estelares son el principio mo- tor para la transformación de energía y materia en complejas moléculas orgánicas que originan la vida tal como hoy la conocemos. La Tierra, nuestro hogar, es hoy por hoy única en el universo conocido pero seguramente en el lejano firmamento, más allá de nuestra capacidad de observación, existen otras formas de vida parecidas que aguardan a ser descubiertas. Nuestro excepcional planeta azul es predominantemente acuoso, efecto de la ac- ción de las leyes de la física fundamental y la cuántica que han jugado a favor de la creación de la vida a partir de la combinación del carbono, el agua y de otros elementos esenciales. La ciencia evolutiva defiende que la vida se originó hace miles de años en el mar, en los húmedos volcanes sumergidos a cientos de metros de profundi- dad y en unas condiciones de presión y temperatura parecidas a las que se pueden encontrar en otras partes del cosmos, producto de la combinación de los mismos elementos universales (Russell, 2014). Mares y océanos, valores más allá del azul 273 Nuestro cuerpo está formado en un 78 % de agua y nuestro plasma tiene un porcentaje de sales muy parecido al agua de mar (Quinton, 1904), lo que nos remonta a un origen mineral común en los pilares que constituyen la vida en su origen, el mar, al cual estamos intrínsecamente unidos. El éxi- to de la evolución de la vida en la Tierra se manifiesta en cada uno de los seres que la pueblan y el ser humano es, en gran parte, la mejor prueba de ello. Hoy la Tierra es un planeta eminentemente humano y eso es excelente, aunque con graves e incómodas consecuencias. Por un lado, somos seres inteligentes, creativos y versátiles, con un nivel de conciencia que traspasa sus propios límites y que nos ha permitido dominar el mundo; por otro, el de- sarrollo mal entendido y la superpoblación nos están arrastrando al colapso de nuestra propia civilización. Los grandes desafíos que se plantean indican que estamos viviendo al filo de lo imposible. Hoy, el quebradizo estado eco- lógico de nuestros mares y océanos es una prueba fehaciente y manifiesta de nuestra inconsistente y equivocada percepción de la realidad que nos acecha. Superación y desarrollo frente al mar En todas las costas del mundo las distintas culturas humanas han aprovecha- do los vastos recursos naturales existentes para sobrevivir y evolucionar con éxito: los aborígenes en Australia, los polinesios en el Pacífico; los mapuches en América del Sur y, entre otros, los inuits que aún resisten en el gélido y lejano Ártico. En el Mediterráneo, hace 90.000 años, en la costa norte de la actual Argelia, pequeñas poblaciones de humanos prosperaban gracias al mar y empezaban a transformar su entorno para sobrevivir. Las antiguas culturas mediterráneas, desde los nagadas (antiguos preegip- cios), pasando por los fenicios, griegos, persas y romanos, todas esas civiliza- ciones han utilizado el mar para obtener recursos naturales y desarrollarse: sal, algas y proteína marina, pero también utensilios, medicinas y otros pro- ductos que junto con los productos agrícolas se han utilizado para merca- dear navegando a través del mar. Así empezó el comercio y la expansión a otros territorios, contribuyendo a la hibridación de las culturas y de la raza humana en esta zona del mundo (Cavalli-Sforza, 1994). 274 Este interesante fragmento de nuestra historia puede considerarse el inicio de la globalización de la humanidad, un proceso que, a pesar de los innu- merables conflictos bélicos que se han sucedido a lo largo de la historia, no ha dejado de crecer. El Mediterráneo, cuna de la civilización occidental y el lugar de nacimiento de las tres religiones más influyentes del mundo, es un excelente laboratorio para estudiar y entender la convulsa conducta huma- na entre los pueblos y frente a su interacción con el entorno litoral y marino. Actualmente, el paisaje litoral de la cuenca Mediterránea está profundamente transformado y si navegáramos en velero por sus 46.000 kilómetros de costa no dejaríamos de observar la presencia humana. Ciudades, puertos, carreteras, urbanizaciones, zonas industriales, refinerías, hoteles, complejos turísticos, pa- seos marítimos, caminos de ronda, casas y relictos pueblos pesqueros que hoy son importantes polos de atracción turística. En 2019, la Organización Mundial del Turismo calculó que el Mediterráneo acogería unos 420 millones de turistas, manteniendo así su condición de principal área turística del mundo que, unido a la población actual residente de 560 millones de personas, provocan una huella ecológica media de 3,5 ha por persona y año (Baabou et al., 2016). Si navegáramos en velero a lo largo de todo el perímetro de la cuenca mediterránea no dejaríamos de ver la huella de la presencia hu- mana. Costa del Maresme (Barcelona, España) a la altura de los municipios de Malgrat de Mar y Blanes con la desembocadura del río Tordera. Imagen cortesía de Miquel Ventura (Proyecto Mar y Agentes). Mares y océanos, valores más allá del azul 275 Hoy el 65 % de la población mundial (5,1 mil millones) vive a menos de cien kilómetros de las costasde algún mar u océano del planeta (Ventura et al., 2009), una tendencia que, según Naciones Unidas, se verá incrementada en el futuro. Este dato confirma la enorme presión que ejercemos en los ecosis- temas litorales, sobre sus recursos naturales y sobre el mar y que se manifies- ta en los importantes desafíos que debemos afrontar, como son la pérdida de biodiversidad de la cual dependemos, la contaminación de la cadena alimentaria de la que nos nutrimos, el calentamiento global que nos influye y condiciona o la pérdida de capital natural que necesitamos para seguir recibiendo beneficios de la naturaleza. Externalidades positivas que nos dan salud y bienestar y posibilitan el funcionamiento de gran parte de nuestra economía. Desafíos que hemos generado resultado de nuestra incapaci- dad de proceder de manera inteligente frente al uso ético y responsable del entorno natural, hoy transformado casi de forma irreversible. Esta incó- moda realidad solo la podremos afrontar con éxito y esperanza si todas las naciones del mundo y sus líderes trabajan unidos, aportando recursos y a sus agentes más competentes para innovar, motivarnos y crear las sinergias necesarias y el impulso suficiente para superarnos. Mirando al océano La actual realidad de nuestra civilización en el mundo deja pocas alterna- tivas de reacción si queremos seguir viviendo en paz y prosperidad en un planeta finito, superpoblado y con afán de desarrollo a cualquier precio. Esto significa, sin dudarlo, que debemos transformarnos en una civilización sostenible utilizando de forma responsable los recursos limitados que alber- ga la Tierra y facilitando el uso de los recursos renovables de forma ética y solidaria. Para ello es inevitable tener que mirar hacia el vasto océano como una alternativa viable para corregir algunos de los desafíos más im- portantes a los que la humanidad se enfrenta, como son la falta o el des- perdicio de alimentos, el calentamiento global, la generación de energía, la salud y el bienestar. Es necesario ver al medio marino, del cual proveni- mos, como parte de nuestro destino para asegurar nuestra supervivencia 276 como especie y para ello debemos ser capaces de seguir generando co- nocimiento útil a través de la ciencia para avanzar y adaptarnos mejor al devenir. Mi experiencia en el diseño de proyectos y acciones de conservación del medio litoral y marino, con más de tres mil inmersiones realizadas, me otor- gan el conocimiento suficiente para comprender el funcionamiento de los ecosistemas marinos que básicamente se rigen por cinco parámetros físicos que son la salinidad, el gradiente de luz, la humectación, la temperatura y la presión hidrostática. Más allá del trabajo profesional como científico y obser- vador de la naturaleza sumergida, existen otros factores de importancia que surgen del continuo contacto con el mar y que condicionan la percepción humana de la realidad con este entorno líquido y son la admiración por su belleza y el respeto por su inconmensurable sabiduría y equilibrio que aún no alcanzamos a comprender. Una vez conocí a Juan el pescador, un hombre bueno que vivía en una pe- queña barraca frente al mar. Él me transmitió, con su saber, el conocimiento necesario para relacionarme con el mar y obtener todo aquello que desea- ra si lo hacía con noción y respeto. Esta bella experiencia es, en definitiva, una gran lección para la sociedad, pues cuando te sensibilizas y compren- des el lenguaje de la naturaleza, del mar en particular, entiendes muchas cosas, sobre todo que nuestros futuros están entrelazados, pues los mares y océanos del planeta, a pesar del deterioro que les hemos causado, siguen albergando recursos y generando servicios ecosistémicos que, utilizados con responsabilidad, permitirán nuestra permanencia como especie inteligente en este planeta azul. LOS DESAFÍOS Esta breve introducción nos ha permitido recordar y poner en valor la rela- ción existente entre el agua y el origen de la vida, entre el mar y las culturas humanas, así como de nuestra beligerante relación con este entorno mari- Mares y océanos, valores más allá del azul 277 no. A continuación expondré, desde una visión más científica, los principa- les desafíos a los que nos enfrentamos que perturban a los mares y océanos del mundo, poniendo en grave riesgo su capacidad de resiliencia y como consecuencia nuestra propia supervivencia. Superpoblación y huella ecológica La mayoría de los problemas del mundo tienen un origen común, la su- perpoblación. Entre 1950 y 2010 el número total de habitantes del mundo se ha triplicado y llegará a cuadriplicarse en el año 2050, lo que afectará especialmente a las grandes ciudades costeras y a los territorios de sus conurbaciones. Durante las horas dedicadas a escribir este documento se han incorporado al mundo unas 180.000 personas más, una progresión que nos llevará a alcanzar los 8.600 millones de habitantes en 2030 (World Bank, 2019). Históricamente, el crecimiento de la población del mundo ha ido asociada a un crecimiento productivo y económico y, por lo ge- neral, también a un aumento de la renta per cápita. Por ejemplo, entre el período de 1971 y 2017, la población mundial se duplicó y la economía mundial se cuadruplicó pasando de 19,9 a 80,1 mil millones de dólares (FAO, 2018). Para entender el enorme impacto ambiental que genera la superpoblación humana y, de forma específica, sobre los mares y océanos del mundo, va- mos a recurrir al concepto de huella ecológica, un indicador que expresa la demanda humana sobre los recursos existentes en el planeta frente a su capacidad de regenerar dichos recursos y absorber los desechos resultantes del consumo (la biocapacidad). Así, cuando la huella ecológica de una re- gión supera su biocapacidad, significa que se está usando el capital natural de manera no sostenible induciendo al colapso del ecosistema, el cual es incapaz de ofrecer los bienes y servicios suficientes para nuestra superviven- cia. Actualmente, la huella ecológica de la humanidad se acerca a las 2,9 ha. por persona y año, lo que significa que necesitamos el equivalente a 1,75 planetas para mantener las tasas de crecimiento y consumo de toda la población mundial (GFN, 2018). 278 Ecological Footprint Biocapacity Ecological Deficit Ecological Reserve Global Footprint Network, 2019 National Footprint Accounts gl ob al h ec ta re s World 25B 20B 15B 10B 5B 0B 196 1 196 3 196 5 196 7 196 9 197 1 197 3 197 5 197 7 197 9 198 1 198 3 198 5 198 7 198 9 199 1 199 3 199 5 199 7 199 9 20 01 20 03 20 05 20 07 20 09 20 11 20 13 20 15 20 16 Huella ecológica, biocapacidad y déficit ecológico a escala mundial. Cuando la huella eco- lógica de una región supera su biocapacidad, significa que se está usando el capital natural de manera no sostenible induciendo al colapso del ecosistema. Fuente: Global Footprint Network (GPN, 2019). Pescar sin sembrar La diferencia conceptual entre un agricultor y un pescador es que el primero debe sembrar la tierra para obtener sus frutos. El pescador, hasta ahora, ha recogido, no sin esfuerzo, lo que el mar le ha dado. El concepto de siem- bra no encaja en sus planteamientos, llevando a las pesquerías del planeta al borde de un colapso irreversible. Durante el período comprendido entre 1970 y 2018, el consumo humano de recursos naturales se triplicó, afectando muy directamente a la biomasa y productividad de las pesquerías más im- portantes del mundo donde el 40 % están sobreexplotadas y el 13 % colap- sadas (Branch, 2011; FAO, 2018). La fuerza de trabajo pesquero, en la mayoría de las economías desarrolla- das, está envejeciendo rápidamente (el 60 % de sus miembros son mayores Mares y océanos, valores más allá del azul 279 de 62 años) a razón de un 8 % anual en los últimos veinticinco años, un factor debido principalmente a la pérdida de atractivo de esta profesión para las generaciones más jóvenes. Pero la economíay el consumo todavía hacen de la pesca una profesión atractiva para muchas personas en distintas regio- nes del mundo. En China, donde se estima que más de 25 millones de perso- nas trabajan en la captura de pescado, en la piscicultura y en las industrias de procesamiento asociadas, el atractivo económico se demuestra por el hecho de que un gran porcentaje de los pescadores no son habitantes loca- les, sino trabajadores migrantes del interior que tienen ingresos medios más altos que los que les ofrece la agricultura. La FAO establece proyecciones de consumo de pescado en distintas zonas del mundo que varían en función de la disponibilidad del recurso, los precios de mercado, la cultura social y el marketing. Por ejemplo, el Mediterráneo, representa aproximadamente el 1 % del volumen de capturas mundiales, pero el 6% del volumen de factura- ción mundial. Esto se debe a que, al igual que Japón, la proteína de origen marino está culturalmente muy bien valorada y forma parte de una dieta sana y equilibrada. En este contexto en el Mediterráneo, el esfuerzo pesque- ro es seis veces superior del que debería ser para hacerlo de forma sostenible (Ventura et al., 2009). Teniendo en cuenta que el consumo de pescado y de productos marinos ha aumentado en Europa en las últimas tres décadas en un 12 %, respecto a los años 80 y sabiendo que las proyecciones de la UE y la FAO (Failler et al., 2018), predicen que seguirán al alza, nuestro gran desafío es cómo vamos a obtener esa materia prima sin estresar más al ya debilitado ecosistema marino. Incluso aplicando bien la legislación que regula el esfuerzo pesquero en for- ma de directivas, convenios internacionales, etc., es ineludible erradicar la pesca ilegal si queremos conseguir una reducción neta del esfuerzo pesque- ro y recuperar los stocks naturales que nos van a permitir seguir faenando en el mar. Hoy, Europa no alcanza a cumplir los objetivos de la política pesquera común (PPC) que busca su sostenibilidad ecológica, medioambiental y eco- nómica; unos objetivos que no se han conseguido alcanzar en casi ninguna zona marina del planeta. 280 Biológicamente sostenible Biológicamente insostenible Po rc en ta je Año 0 20 40 60 80 100 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010 2015 Sobreexplotadas Subexplotadas Explotadas a un nivel de sostenibilidad máximo Representación gráfica del nivel de explotación de las principales zonas de pesca del mun- do (FAO, 2018, pág. 40). La diferencia conceptual entre un agricultor y un pescador es que el primero debe sembrar la tierra para obtener sus frutos. El pescador, hasta ahora, ha recogido, no sin esfuerzo, lo que el mar le ha dado. La organización WWF internacional, en un informe del año 2019 sobre la pes- ca ilegal, estimó que el uso de las redes de pesca no declaradas y no re- glamentadas generan más de 36,4 mil millones de dólares cada año. Estas capturas ilegales se mueven a través de cadenas de suministro opacas de- bido a la falta de sistemas para rastrear el pescado desde el lugar de su cap- tura hasta el consumidor, la trazabilidad del producto pesquero no existe. En 2020, la FAO dio a conocer el Informe sobre el Estado Mundial de la Pesca y la Acuicultura (informes SOFIA), una radiografía bastante precisa sobre la situación y estado de la pesca y la acuicultura en el mundo. Un dato alar- mante del informe es el nivel de sobreexplotación y el número de especies marinas amenazadas, siendo el mar Mediterráneo y el mar Negro, las áreas que más sobrepesca soportan de todo el mundo. En la misma línea, la disminución de las barreras comerciales tanto en la zona europea como en el marco internacional, así como las mejoras en la calidad de los productos pesqueros procesados de los países en desarrollo, conducirá a una mayor presión pesquera sobre los ya extenuados caladeros Mares y océanos, valores más allá del azul 281 del mundo. Aunque la acuicultura sea una actividad productiva de pesca- do y marisco en auge a escala mundial y pueda reducir la presión de la pes- ca de productos salvajes, la dependencia de las piscifactorías de la harina de pescado proveniente de la pesca natural a gran escala, la hacen poco sostenible. Esta compleja situación entre productividad pesquera y bioca- pacidad de los ecosistemas marinos, frente a la extracción insostenible e impactos ecológicos derivados del uso y/o abandono de artes de pesca (redes de deriva, palangres, etc.), implica una ineludible reestructuración de la industria pesquera a escala mundial. Necesitamos una pesca responsable que invierta en la conservación activa de los recursos marinos desde una vi- sión holística e integrada. Este sector ocupa en el mundo aproximadamente a 37 millones de personas y solo China alberga el 32 %, un colectivo social que genera un gran impacto ecológico y medioambiental que solo podrá sobrevivir si son capaces de innovar y de proteger de manera responsable y coordinada el medio marino en su totalidad y desde una visión ecosistémica e interdependiente. Además, hay que tener en cuenta que el cambio climático, la contami- nación y la presencia de especies invasoras son también desafíos que hay que afrontar si queremos establecer una gestión adaptativa y eficiente del océano en su conjunto. Ello requerirá además la implementación de políti- cas activas, la formación de los colectivos y el uso de nuevas tecnologías que prioricen la conservación del vigor biológico de las especies objetivo y la capacidad de resiliencia de los ecosistemas marinos y oceánicos del planeta. Autopistas sobre el mar Actualmente el censo del número de buques que surcan las aguas de los mares y océanos del mundo supera las 1.806.700 unidades. El 90 % del co- mercio mundial se transporta diariamente por mar y en 2018 los volúmenes estimados del comercio marítimo mundial superaron los 10 mil millones de toneladas. Estos datos definen nuestra dependencia socioeconómica de los productos que provienen de ultramar. Curiosamente, si determinamos el 282 número de buques en función de la carga que transportan, podremos co- nocer sobre qué tipo de productos principales se comercia en el mundo. En este sentido, derivado del censo que la Organización Marítima Internacio- nal (OMI) realizó en 2018, tenemos que el 43 % son buques que transportan productos agrícolas a granel, un 28 % (503.343) son buques petroleros, un 13,5 % (244.274) son portacontenedores, un 3 % son buques de productos químicos y gas natural licuado (GNL) y un 4,1 % son los llamados buques multipropósito. A razón de estos porcentajes podemos determinar que los productos más importantes que se transportan son productos agrícolas para la alimentación, seguidos de hidrocarburos, principalmente petróleo y gas, también carbón y le siguen los productos manufacturados, concretamente vehículos, componentes electrónicos, ropa, maquinaria, etc. Esta ingente cantidad de bienes y productos son transportados a través de grandes autopistas marinas que recorren el planeta sin descanso día y no- che; una actividad que lleva asociada unos efectos colaterales negativos sobre los ecosistemas marinos como son la polución del aire con partículas nocivas por el uso de combustibles de baja calidad con altos contenidos de azufre, óxidos de nitrógeno y gases de efecto invernadero (GEI). Estos gases emitidos reducen significativamente la calidad de aire en zonas portuarias y grandes urbes costeras generando contaminación ambiental, formación de lluvia ácida y gases que favorecen el calentamiento global. El transporte marítimo también conlleva un alto riesgo de contaminación de las aguas marinas por introducción de especies foráneas e invasoras que son transportadas en los cascos de los barcos y en los tanques de aguas de lastre de los buques. El Centro Europeo para la Prevención de Patógenos (ECDC) y su homólogo americano, el CDC, descubrieron en 2013 que a través de las aguas de lastre de los buques se trasladan cepas de bacteriasinfeccionas entre puertos a miles de kilómetros de distancia. En los últimos 50 años la contaminación por organismos foráneos ha desencadenado graves infec- ciones sanitarias en ciudades, además de la proliferación de especies inva- soras muy agresivas que han generado un elevado impacto ecológico de consecuencias desastrosas para la biodiversidad autóctona y la producción pesquera. Por otro lado, la generación de residuos de la propia actividad Mares y océanos, valores más allá del azul 283 del barco y de su mantenimiento, así como del plástico y de los embalajes derivados de la logística y de la carga y descarga, aumentan el impacto medioambiental de estas zonas costeras e incrementan su huella ecológica. Otro efecto negativo son los incontables y persistentes derrames de crudo de los buques petroleros durante las tareas de llenado y vaciado de sus tan- ques y al navegar desde los pozos en alta mar hasta las refinerías que están a miles de millas marinas de distancia. Esta contaminación atomizada con- tamina el agua marina y afecta profundamente a la biodiversidad durante largos períodos. También el propio funcionamiento de los grandes motores de los buques genera un atronador, permanente y profundo ruido submarino que llega a cientos de millas marinas. Esta perturbación acústica afecta a la mayoría de las especies marinas que quedan aturdidas por las fuertes on- das de presión que se desplazan a gran velocidad por el agua, reduciendo la capacidad de comunicación entre los animales y desorientándolos. Por otro lado, los accidentes entre buques y embarcaciones náuticas sobre la fauna marina son también frecuentes, y afectan principalmente a grandes y pequeños cetáceos, tortugas marinas y a tiburones pelágicos, quedando heridos o mutilados, muchos de los cuales perecen. Red de transporte marítimo mundial que muestra los impactos acumulativos en el océano. La escala de colores y los números indican cambios en el impacto acumulativo de 2008 a 2014 (Halpern et al., 2015). Las perturbaciones acústicas submarinas generadas por los buques mercantes afectan a la mayoría de las especies marinas que aturdidas por las fuertes ondas de presión reducen su capacidad de comuni- cación y se desorientan. Imagen cedida por Pixabay. 284 Es necesario considerar también los accidentes marítimos, los cuales gene- ran varamientos y hundimientos de barcos y contaminación generalizada del mar y en puertos durante las actividades de transbordo, mantenimiento o desguace de buques. La OMI intenta prevenir y actuar de forma coordi- nada en la mejora del transporte marítimo e impulsa, junto con otros instru- mentos jurídicos regionales e internacionales, acciones e iniciativas en forma de convenios como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS), ratificado en 1994; el MARPOL de 1983 para la gestión efi- caz de los residuos generados en los buques, o el Convenio Internacional de Aguas de lastre. A escala regional, el Convenio de Barcelona de 1976 para el Mediterráneo tiene el objetivo de prevenir y actuar de forma sistemati- zada en caso de accidentes y establecer una navegación y una gestión portuaria más ecológica y sostenible. Muchos países europeos, y empresas portuarias y de transporte marítimo y del mundo de la náutica, están adop- tando importantes acuerdos destinados a mejorar la gestión portuaria y la navegación sostenible a través de acciones concretas como la creación de la European Sea Ports Organization (ESPO), que integra el proyecto EcoPorts (1997), el Port Environmental Review System (PERS) o el Green Marine Environ- mental Program (GMEP), un sistema de certificación voluntario que impulsa la industria marina norteamericana. La contaminación del mar desde ríos y costas La creciente polución de ríos, lagos y estuarios del mundo está contribuyen- do a la contaminación masiva del mar y eso es motivo de alarma porque el 80 % de los residuos que se encuentran en el medio marino provienen de los ríos y las costas humanizadas. Debemos tener en cuenta que gran parte de la contaminación de las aguas costeras del mundo y, específicamente en mares cerrados como el Mediterráneo o el mar Negro, proviene de la contaminación orgánica de las aguas residuales de los pueblos y ciudades que hay en sus cuencas. Aguas que también aportan residuos de alimen- tos, aceites, microfibras («una prenda de ropa puede llegar a liberar más de 1.900 partículas por lavado», según la EPA), microplásticos, subproductos de higiene e infinidad de compuestos químicos como detergentes, ceras, Mares y océanos, valores más allá del azul 285 siliconas, micropartículas de caucho, mezclado con bacterias, virus y otros microorganismos insalubres, además de efluentes de origen agrícola conta- minados. Toda esta materia orgánica de origen antropogénico que llega a las aguas costeras es un caldo de cultivo excelente para la proliferación de bacterias, microorganismos y algas que consumen el oxígeno disuelto en la columna de agua marina, empobreciendo hábitats y ecosistemas y favoreciendo la aparición de especies oportunistas e invasoras. Una prenda de ropa puede liberar más de 1.900 partículas por lavado (EPA, 2016). El gráfico expresa en porcentajes el origen de los contaminantes químicos que llegan anualmen- te al mar. Fuente: Fundación RAED a partir de datos obtenidos en UNEP, 2018; UICN, 2017; Greenpeace 2019. La ruta por la cual el plástico llega a los océanos es bien conocida y se ini- cia con la producción de plástico a escala mundial que en 2017 tuvo una estimación de 270 millones de toneladas. Esta producción genera unos 275 millones de toneladas de residuos plásticos/año, un volumen superior a la producción anual, dado que se incorporan estocs producidos de años ante- riores más el cómputo del reciclaje. En las ciudades costeras del planeta que están a menos de 50 km de la costa (unos 2 mil millones de personas viven en esta franja litoral) se generan unos 99,5 millones de residuos plásticos/año y en estas zonas la mala gestión de los residuos plásticos genera 31,9 millones de toneladas/año de los cuales llegan al mar unos 8 millones de toneladas/ año, el 20 % de los cuales queda flotando en superficie y el resto se hun- de. Datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) de 2018 corroboran que los desechos plásticos causan la muerte de Transporte Marítimo Aguas residuales industriales Petróleo en alta Mar Basura Aguas residuales Urbanas Aguas de escorrentia agrícola Contaminación Atmosférica 20% 10% 10% 5%30%20% 286 más de un millón de aves marinas cada año, así como de más de 100.000 mamíferos marinos. China es el principal vertedero de plástico, al arrojar al- rededor de un millón de toneladas de basura al mar, debido en gran parte a su enorme población que vive cerca de las cuencas de los grandes ríos y también a lo largo de su extensa costa. Le siguen Indonesia, África, América Latina y la zona del Caribe, América del Norte, el Mediterráneo oriental y Europa. En el atolón de Midway, una de las zonas de ultramar más re- motas del mundo, los albatros y sus crías mueren por miles cada temporada por la inges- ta accidental de plásticos. La imagen pone en evidencia la paradoja del consumismo des- enfrenado frente a los impactos sobre el medio ambiente y la biodiversidad del planeta. Imagen cortesía de Cris Jordan. El plástico, una vez se ha producido, no se descompone, eso significa que todo el plástico que se ha fabricado desde sus inicios (1860) aún existe en nuestro planeta. Cuando el plástico está en contacto con el agua marina el proceso de oxidación y la radiación solar contribuyen a su gradual des- composición en fragmentos cada vez más pequeños, pero no desaparece. En 2017 la UICN estimó que los océanos del mundo contenían una media de 17.760 fragmentos de plástico por kilómetro cuadrado. Las grandes co- rrientes marinas hacen que el plástico flotante haya formadocinco grandes áreas de basura en lugares específicos (vórtices marinos) de los océanos del mundo. La mancha de basura plástica más extensa está en el Pacífico Norte y cubre un área oceánica que es aproximadamente el doble de la superficie de Francia, una masa flotante que en algunas zonas alcanza los 10 metros de profundidad. Mares y océanos, valores más allá del azul 287 Es incuestionable tener que reflexionar sobre nuestro modelo cultural de producción y consumo sin límite. Un estilo de vida que nos llevará inequí- vocamente al colapso de la naturaleza, de nuestra salud y a vivir forzosa- mente en ambientes degradados, una consecuencia más de nuestra falta de visión sobre lo que es realmente importante y esencial en nuestra exis- tencia y como usufructuarios de los recursos finitos que alberga el planeta océano. Polvo, arena y polución atmosférica sobre el mar Para tener una percepción del impacto global que la humanidad genera sobre el mar es necesario comprender cómo la atmósfera interacciona a es- cala oceanográfica con el ecosistema marino y su red trófica. La atmósfera planetaria está intrínsecamente interconectada y las emisiones de gases y partículas volátiles que se generan en un volcán de una remota isla de Indo- nesia influyen en la nieve que cae en un glaciar de Alaska. Las perturbaciones atmosféricas del norte de África generan colosales tor- mentas de polvo y arena que contienen minerales que son una fuente de nutrientes para el fitoplancton que crece en el Atlántico que, a su vez, pro- porcionará alimento a otras especies marinas activando la productividad de la cadena alimentaria marina, el funcionamiento del ecosistema vital oceánico y, entre otras muchas cosas, posibilitando la pesca. Ese polvo at- mosférico también es esencial para la vida en la Amazonía, pues provee de nutrientes a los empobrecidos suelos de la selva, lavados una y otra vez por las frecuentes lluvias que existen en esta región tropical. Hoy podemos comprender la interconexión planetaria a través de la atmósfera y en este sentido, las actividades humanas generadas desde las ciudades, las indus- trias, las centrales térmicas y el transporte liberan en la atmósfera ingentes cantidades de gases y partículas contaminantes que tarde o temprano lle- gan al mar donde se acumulan. 288 La formación de fenómenos atmosféricos sobre el Sahara genera el desplazamiento de masas de aire con polvo y arena (nutrientes minerales) que influyen en la productividad del océano Atlántico y gran parte de la costa del Brasil, cuenca del Amazonas y el mar Caribe. ESA/Sen- tinel 6 – 2020. Imagen cedida por Pixabay. La contaminación atmosférica es uno de los mayores problemas ambien- tales y desafíos a los que nos enfrentamos. Más del 90 % de la población mundial vive en lugares que sobrepasan los niveles de calidad del aire esta- blecidos por la OMS (Viatte et al., 2019). La contaminación atmosférica es una mezcla compleja de muchos com- puestos químicos y partículas que pueden llegar muy lejos desde su origen, un problema transfronterizo que afecta a cada ecosistema, hábitat e indi- viduo de forma diferente y muy especialmente a los océanos, donde estas sustancias se van integrando en la vida marina por bioacumulación. A continuación exponemos datos de dos contaminantes de referencia a es- cala mundial que utilizan la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA) y la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) para determinar el nivel de impacto ambiental de las principales economías emergentes del mundo sobre los ecosistemas del planeta. Mares y océanos, valores más allá del azul 289 em is si on s (G t/ yr ) time SO2 3.5 x104 3 2.5 2 1.5 1 0.5 0 1990 1995 2000 2005 2010 2015 Europa United-States India China em is si on s (G t/ yr ) time NH3 16000 14000 12000 10000 8000 6000 4000 2000 1995 2000 2005 2010 2015 Europa United-States India China Tendencias de las emisiones de SO2 (panel izquierdo) y NH3 (panel derecho) sobre Europa (negro), Estados Unidos (azul), India (verde) y China (magenta). Fuentes: Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA, 2018), Agencia Estatal de Protección Ambiental (EPA, 2016) y Viatte et al. (2019). El dióxido de azufre (SO2), derivado de la quema de hidrocarburos, es un precursor de la acidificación de los ecosistemas y de las masas de agua continentales. Una vez emitido, reacciona con el vapor de agua y con otros elementos presentes en la atmósfera, de modo que su oxidación en el aire da lugar a la formación de ácido sulfúrico y en consecuencia se genera lluvia ácida que afecta sobre todo a ecosistemas marinos litorales como del- tas, estuarios y manglares. En el caso del amoníaco (NH3), que es un conta- minante reactivo, se emite por el uso masivo de fertilizantes nitrogenados y de estiércol. Actualmente, sus emisiones son cuatro veces más altas que en la era preindustrial; un compuesto que genera la acidificación y la eutrofi- zación de hábitats y ecosistemas costeros y continentales. Mejorar nuestra comprensión sobre el comportamiento de las masas de agua oceánicas y muy especialmente sobre su acoplamiento con la atmósfera es esencial para entender cómo influyen los diferentes tipos de contaminantes sobre el mar y en la vida marina a escala local y regional. 290 Calentamiento global del mar y efectos sobre la biodiversidad Los mares y océanos desempeñan un rol esencial para mantener la vida en la Tierra influyendo en los patrones climáticos del globo y permitiendo el de- sarrollo estable de innumerables ecosistemas de los que dependemos. Esta valiosa función natural está seriamente amenazada por los efectos del ca- lentamiento global del planeta, el aumento de la temperatura del agua de sus mares y océanos, la elevación del nivel del mar y la acidificación oceá- nica. En realidad, el cambio climático afecta a todos los hábitats y ecosiste- mas del planeta, bosques, ríos, lagos, selvas tropicales, sabanas y desiertos, también a las sociedades y a sus economías, pero el medio oceánico sigue siendo el epicentro del calentamiento global. A pesar de la elevada capa- cidad que tienen los océanos de absorber calor y el dióxido de carbono, actualmente están de media 0,17 grados Celsius (0,3 grados Fahrenheit) más cálidos que en el año 2000. Una tendencia que se está acelerando y, aun- que parezca una elevación insignificante de temperatura, no lo es por la cantidad de calor que se acumula a escala global en la gran masa de agua marina y por la inercia térmica asociada que tiene importantes efectos a escala atmosférica que afectan a toda la biosfera. El 90 % del calentamiento del planeta desde la década de los cincuenta del siglo pasado ha sucedido en los océanos, un dato científicamente pre- ocupante por la cantidad de energía acumulada en forma de calor (Fujita, 2017). Las temperaturas cada vez más cálidas afectan a nuestros mares de distintas formas, la más significativa es la migración de los peces que buscan aguas más frías para su supervivencia, generando cambios en los patrones ecológicos de interdependencia entre las distintas especies. Las migracio- nes forzadas atraen a nuevas especies hacia latitudes más frías desplazando a las especies autóctonas, compitiendo por los recursos y afectando severa- mente a las pesquerías. Los océanos desempeñan un rol esencial influyendo en los patrones climáticos del globo al permitir el desarrollo estable de innu- merables ecosistemas de los que dependemos. Mares y océanos, valores más allá del azul 291 Otro efecto derivado del aumento de las temperaturas del agua marina y del deshielo de zonas polares es el rápido incremento del nivel del mar que actualmente ya afecta muy gravemente a zonas insulares del pacífi- co y que en las próximas décadas anegará grandes extensiones litorales, costas bajas, zonas deltaicas, humedales y manglares. Todos ellos espacios litorales y ecosistemas de gran importancia ecológica que están desapare-ciendo o entran en regresión perdiendo su biodiversidad y que dejarán de ser las barreras naturales para la protección de las costas y de sus paisajes más idílicos afectando directamente a las zonas turísticas y a las ciudades más importantes del mundo. Estructuras calcáreas desnudas y sin vida de corales de la gran barre- ra australiana y que en 2017 y en 2018 sufrieron un blanqueamiento masivo abarcando una superficie de 350.000 km², aproximadamen- te la superficie de Alemania. Foto: Brett Monroe Garner / Greenpeace. El blanqueamiento de los corales en todas las aguas tropicales y subtropica- les del mundo fue observado de una forma más significativa a mediados de los años ochenta del siglo pasado por el Dr. Tom Goreau de la Global Coral Reef Alliance, como consecuencia de las temperaturas anormalmente altas relacionadas con el calentamiento global del mar. Actualmente, más del 60% de los arrecifes de coral del mundo, incluida la Gran Barrera australiana, están sufriendo blanqueamientos masivos que provocan la desaparición de hábitats de los que depende la supervivencia de miles de especies marinas. Recientes investigaciones demuestran que los océanos están experimentan- 292 do episodios de calor más largos y severos que podrían llevar a estos ecosis- temas marinos al colapso. Otro factor importante es la acidificación del océano como resultado de la absorción de un tercio del CO2 que el ser humano envía a la atmosfera, aproximadamente 22 millones de toneladas al día. El océano nos brinda un excelente servicio ecosistémico que es amortiguar sustancialmente el calen- tamiento global; esto se ha producido con un elevado coste ecológico. Se ha observado que la tendencia a la acidificación de los océanos es apro- ximadamente 30 veces superior que la variación natural. El pH superficial promedio del océano ha bajado en 0,1 unidades y supone un aumento del 25 % en la acidez, lo cual es muy significativo. La reducción del pH (mayor acidez) está dañando muchas especies marinas que utilizan carbonato de calcio para formar sus esqueletos y conchas y está demostrado que en el proceso natural de su formación (sistema CO2/carbonato) se ralentiza si el agua se vuelve demasiado ácida. La acidificación también está afectando a los arrecifes de coral que dependen de la formación de carbonato de calcio para construir la estructura del arrecife. Diagrama conceptual que compara el estado de los carbonatos en los océanos bajo las condiciones de baja acidez a finales del siglo XIX con las condiciones de mayor acidez esperadas para el año 2100. Fuente: Enciclopedia Británica. Mares y océanos, valores más allá del azul 293 Incluso el vasto océano tiene sus límites y nos enfrentamos a ello con unas consecuencias muy perjudiciales para la biosfera y para nuestras vidas. Para adaptarnos y desarrollar resiliencia frente al cambio climático es imperativo que aprovechemos las fortalezas y las oportunidades de los servicios ecosis- témicos que el océano nos ofrece. Biodiversidad marina, valiosos tesoros La biodiversidad marina abarca todos los niveles de complejidad de formas de vida que contiene, desde las especies más raras de hábitats remotos, hasta los ecosistemas más comunes y globales que incluyen cientos de km2 del lecho oceánico y del mar abierto. En todos los niveles, la biodiversidad marina ha experimentado, desde el principio de los tiempos, un aumento lento y progresivo generalizado, marcado por extinciones masivas a escala evolutiva y de muchas perturbaciones a escala ecológica. El número total de especies marinas que hoy conocemos alcanza aproximadamente unas 270.000. Sin embargo, se estima que pueden existir entre 1,4-1,6 millones de especies marinas en los océanos y mares de la Tierra (Bouchet, 2006), sobre todo den- tro de la gran diversidad de microorganismos en forma de bacterias y otros pequeños organismos que constituyen el plancton marino. Solo en el Medi- terráneo se han llegado a determinar unas 17.000 especies, que representan el 6,4 % del total de especies marinas del mundo. Teniendo en cuenta que el Mediterráneo representa solo el 0,32 % del volumen de los océanos del planeta, significa que, con sus limitadas dimensiones, contiene más del 6 % de las especies marinas de la Tierra. Además, el 20 % de las especies que contiene son endémicas como la fa- nerógama marina de la especie Posidonia oceánica, la foca monje (Mo- nachus monachus) y entre otras la nacra (Pinna nobilis), actualmente en peligro crítico según la lista roja de la UICN. 294 La Posidonia oceanica es una planta marina endémica del Me- diterráneo con raíz, tallo y hojas que forma extensas praderas sub- marinas, un ecosistema que pue- de llegar a albergar a más de mil especies distintas. Foto: Miquel Ventura – Proyecto Silmar/Funda- ción RAED. Estación Silmar, Isla de Formentera, Baleares. En los escasos 100 años que nos han precedido, un conjunto de amenazas humanas, incluida la sobrepesca, el calentamiento global, la introducción de especies foráneas y la contaminación, han provocado un rápido des- censo de la biodiversidad marina a escala mundial. Un declive medido por la elevada extinción de especies, el agotamiento de sus poblaciones, la ma- yor vulnerabilidad de hábitats y ecosistemas y por la pérdida de vigor de los sistemas biológicos. Las consecuencias de esta pérdida de biodiversidad in- cluyen cambios drásticos en la función y productividad de los ecosistemas y una paulatina reducción de los servicios ecosistémicos de los que depende- mos para vivir. A la vista de los grandes desafíos a los que mares y océanos se enfrentan es muy probable que la pérdida de biodiversidad global continúe y, seguramente se acelerará en el futuro, con colapsos ecológicos poten- cialmente más frecuentes y cambios de funcionamiento y en la estructura de las comunidades marinas. Además, el momento y la magnitud de estos eventos catastróficos probablemente sean impredecibles. Analicemos ahora algunos datos que nos pueden ayudar a entender lo lejos que estamos de revertir este proceso. Para ello, pondremos el ejemplo de lo que está sucediendo en el Mediterráneo con el objetivo de preservar su biodiversidad. De las 1.062 áreas marinas protegidas censadas el 72 % de ellas carecen de las regulaciones necesarias para evitar o reducir los impac- Mares y océanos, valores más allá del azul 295 tos sobre su biodiversidad (Claudet et al., 2020) y solo el 0,23% de las áreas marinas poseen niveles efectivos de protección. Con este cómputo solo el 0,1% del Mediterráneo está protegido de forma efectiva y según los expertos se requiere un mínimo del 25% de su superficie protegida de forma efectiva para evitar la pérdida de su biodiversidad (IGS, 2016). Con estos resultados podemos afirmar que el 95% de las áreas marinas protegidas del Mediterrá- neo que están bajo medidas de protección, no son más estrictas que fuera de ellas; una protección más teórica que real que además se distribuye de manera desigual en las difuminadas fronteras jurisdiccionales marinas, en el débil control y aplicación de sus legislaciones de protección y a lo largo de las extensas ecorregiones marinas existentes. Los ecosistemas naturales marinos se reconocen, cada vez más, como fun- damentales para mantener nuestro bienestar. La identificación y conserva- ción de áreas marinas prioritarias para mantener la vida son pasos críticos para preservar la biodiversidad de la que dependen las poblaciones huma- nas. La UICN requiere a los países del mundo para la protección total del 20% de cada hábitat marino a escala mundial y, al menos, del 30% de todos los océanos del planeta. VALORES MÁS ALLÁ DEL AZUL Los ecosistemas marinos sanos son capaces de generar, a partir de elemen- tos y factores bióticos y abióticos, estocs de capital natural y un conjunto de servicios ecosistémicos vitales para el mantenimiento de la vida y el bienestar humano. Servicios ecológicos como: ser el almacénprimordial que permite el ciclo del agua entre mares y continentes, establecer la protección de la línea de costa, modular la estabilidad climática que permite el desarrollo de la vida marina en todas sus formas, la generación de la llamada «proteína perfecta» (Sharpless, 2013); una idea revolucionaria sobre la explotación sos- tenible del pescado azul para alimentar al mundo protegiendo los océanos. El gran océano también mantiene sanas y productivas las pesquerías y con- serva y produce biodiversidad. Genera el 60 % del oxígeno planetario y cap- 296 tura el carbono (carbono azul) sobrante de la atmósfera. Hay que estacar la función ecológica y ambiental de las praderas marinas, las cuales almace- nan en sus sedimentos aproximadamente 83 TC/km2 anuales, demostrando su mayor capacidad de retención de carbono comparado con otros eco- sistemas terrestres (Fourqurean et al., 2012). Además, el proceso natural del sistema marino mantiene el paisaje litoral y las playas, elementos esenciales para nuestro bienestar y para mantener la economía del turismo a escala mundial. Por otro lado, el mar también nos provee de infinidad de principios activos (farmacología azul) de los cuales solo conocemos el 1 % para apli- caciones médicas, farmacológicas y cosméticas y que en un futuro próximo, con el uso de la inteligencia artificial y la biomimética, podremos descubrir y utilizar en todo su potencial. El diagrama muestra algunos ecosistemas marinos (centro) y los servicios que brindan a las comuni- dades humanas (anillo exterior). Los ecosistemas marinos del planeta van desde arrecifes de coral tropicales, praderas submarinas, el medio pelágico oceánico y ecosistemas de hielo ártico. El cambio climático está alterando la estructura y función de los ecosistemas marinos y perturbando los servicios que nos brindan. Fuente: NOAA, 2019. Desde el punto de vista académico, los servicios ecosistémicos se definen como la contribución directa e indirecta de los ecosistemas al bienestar hu- mano. Actualmente, la valoración ambiental del concepto proporciona un valor monetario a estos servicios que, al no ser bienes comercializables en el mercado, no tienen un valor explícito. El mundo académico, sin embargo, Mares y océanos, valores más allá del azul 297 necesita tener una valoración económica de los servicios ecosistémicos y darle valor monetario al capital natural con el objetivo de crear nuevos mo- delos económicos sostenibles y respetuosos con la naturaleza. La publicación de Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (ONU, 2001) facilitó el desarrollo de nuevos enfoques en la clasificación de los servicios ecosistémicos y el mundo científico empezó a interesarse en la valoración económica de esos servicios naturales. En el año 2006, el Dr. Lars Hein publicó Spatial scales, stakeholders and the valuation of ecosystem services y catali- zó la proliferación de estudios científicos que están aportando conocimiento a esta nueva visión de la economía ecológica. Algunas cifras económicas sobre los servicios ecosistémicos que proveen los manglares están valorados en 16 mil millones de euros anuales (The Blue Carbon Initiative, 2016) en los cuales se incluye el soporte a las pesquerías protegiendo las áreas de desove de especies comerciales, mantener la salu- bridad de las aguas costeras, y proteger las infraestructuras y asentamientos humanos contra tormentas, inundaciones y de la erosión. Para los arrecifes coralinos, solo el turismo que se genera en el estado de Florida, genera ga- nancias por valor de 2,5 millardos de dólares anuales y los arrecifes del Cari- be alrededor de 140 millardos de dólares. Los enfoques integrados capaces de combinar aspectos ecológicos y socioeconómicos son muy necesarios para proteger las reservas de capital natural y garantizar la prestación de servicios de los ecosistemas marinos. Los servicios ecosistémicos se han convertido en un modelo dominante para ponerlos en valor y comprender cómo las personas obtienen recursos y bienestar de los ecosistemas. En este sentido, existe el grave riesgo de exaltar demasiado la disponibilidad de servicios ecosistémicos como un sustituto de los beneficios y, por lo tanto, podemos arriesgarnos a perder las formas socialmente establecidas por las que las personas acceden a los servicios ecosistémicos que el mar ofrece de forma gratuita. 298 Retos y riesgos La población mundial no deja de crecer, estableciéndose en sociedades cada vez más complejas, interconectadas e interdependientes, con un de- nominador común: la cultura del crecimiento y el consumo donde todo, o casi todo, se compra y se vende y donde la presión sobre el medio marino es cada vez más difícil de frenar. Modular correctamente el crecimiento, so- bre todo a través de la educación, es el primer reto que hay que afrontar sin dilación, si queremos seguir prosperando. Otro reto esencial es conseguir la conciliación del uso sostenible de los mares y océanos (ecología) con la ges- tión responsable de los recursos obtenidos (la economía). Este proceso de concordancia debe servir para romper el histórico aislamiento conceptual y profesional que ha dado lugar a que las políticas económicas y ambienta- les, se anulen mutuamente, en lugar de reforzarse e innovar para asegurar la vida de forma perdurable. Para que esta metamorfosis tenga lugar hace falta incorporar en nuestras culturas un cambio de paradigma sobre los objetivos y visión de la economía que, lejos de la productividad y el beneficio a cualquier precio debe, por encima de todo, proteger el capital natural para que genere los réditos que permitan mantener sano y activo al propio ecosistema oceánico y aportar los servicios ecosistémicos suficientes para permitir la prosperidad humana bien entendida. Los retos que planteo como principales tienen un factor de dependencia desde un punto de vista humano en la economía y concre- tamente en la inversión en capital y recursos que los estados y las corpora- ciones deben realizar para cambiar las cosas. En este sentido, la protección eficaz de los ecosistemas marinos del planeta, tanto en zonas costeras de los continentes, como en los espacios insulares y en gran parte del imponente océano, es un reto fundamental que debemos aceptar para garantizar ma- res sanos, ecológicamente funcionales y productivos. Queda manifiesto que las limitaciones de crecimiento de la humanidad en un planeta finito nos harán volver nuestra mirada al mar, porque nuestro futu- ro será marino o no será. Esto solo será posible si somos capaces de afrontar Mares y océanos, valores más allá del azul 299 otro reto esencial, invertir los esfuerzos necesarios para impulsar la ciencia y mejorar nuestro conocimiento sobre el gran océano planetario. Las nuevas generaciones deben albergar la sabiduría para ver en los mares y océanos una oportunidad para el progreso humano, en el que prevalezcan un pro- fundo respeto y la admiración por su naturaleza. Frente a los retos plantea- dos, el mayor riesgo que puede experimentar la humanidad con el conoci- miento y las herramientas de las que dispone en su periplo hacia el futuro, es no hacer nada y desvanecerse. CONCLUSIONES PARA LA ACCIÓN Si integramos en nuestras mentes la información y el conocimiento relatado en el presente capítulo, le sumamos la experiencia adquirida en gestión y conservación marina y nos organizamos socialmente bien para colaborar, podremos conseguir avanzar al menos en tres propósitos. Primero, lograr la atención de las personas y agentes clave que tienen la capacidad de con- tribuir a cambiar las cosas. Segundo, impulsar los cambios necesarios para establecer una nueva educación social con el fin de mejorar la forma de re- lacionarnos con la naturaleza y el mar. Tercero, diseñar, desde la innovación y la experiencia, estrategias de acción útiles para incidir sobre los factores críticos que influyen en nuestro entorno y actuar sobre ellos de forma orde- nada yefectiva a escala local y regional. Para elaborar propuestas de acción que funcionen es necesario ser creativo y aprender de la historia y los errores del pasado. Con este planteamien- to partiré de dos enfoques esenciales, primero un análisis interno sobre los factores que caracterizan al entorno marino, considerando a la humanidad como parte intrínseca de ese ecosistema. Segundo, realizaré un análisis ex- terno sobre los factores que afectan al mar considerando al ser humano como amenaza y oportunidad. En el análisis interno es necesario poner en valor las fortalezas del ecosistema océano-humanidad que son su valor eco- lógico y su capacidad de resiliencia que aún conserva para recuperar su es- tado natural sano y funcional. Por otro lado, aunque nos queda mucho por 300 aprender sobre los océanos, la humanidad posee el conocimiento científico suficiente para actuar de forma acertada y con poco margen de error. Otra gran fortaleza es la nueva conciencia ecológica de la sociedad civil, cada vez más comprometida e interconectada que demuestra una gran capaci- dad de actuación en la protección del medio ambiente marino, así como su influencia sobre los poderes políticos y las empresas. Por otro lado, a lo largo del último medio siglo, hemos aprendido a legislar y, actualmente, disponemos de un legado jurídico excelente, maduro y bien estructurado a través de leyes, directivas, convenios y otros acuerdos inter- nacionales que comprometen a todos los países del mundo con la gestión y conservación de los espacios marinos. También es cierto que hay que me- jorar mucho en el cumplimiento de esa legislación, especialmente en aguas internacionales y en el Mediterráneo (Ventura, 2018). Estratégicamente, es también una fortaleza el hecho de que exista un reconocimiento social y político generalizado a escala mundial de que tenemos un gran problema con la preservación del gran océano planetario y que es nuestro reto como sociedad actuar sin más demora en su restauración. Continuando con el análisis interno del ecosistema océano-humanidad, es necesario detectar en qué escenarios estamos en una posición desfavora- ble o débil. En este contexto la realidad es que más del 65 % de hábitats y ecosistemas marinos del mundo están, desde hace décadas, en regresión. El hecho de no tener sistemas de información y monitoreo permanentes e interconectados (información imprescindible para tomar decisiones correc- tas) para conocer el estado real de nuestros mares a escala local y regional es una gran debilidad, ya que no permite actuar de forma rápida, coordi- nada, adaptativa y eficaz. Otra debilidad apremiante es el bajo nivel de cumplimiento de las directivas, normas y reglamentos para la protección del medio marino. Además, no existen sistemas independientes que ponderen de forma regular el grado de cumplimiento de las leyes, el nivel de efecti- vidad por países y áreas marinas determinadas, así como de proponer las medidas correctoras necesarias. En este contexto, la falta de compromiso y liderazgo político, así como la baja cohesión estratégica por parte de la mayoría de los países con espacio marítimo y la poca voluntad para destinar Mares y océanos, valores más allá del azul 301 los recursos económicos necesarios, dificulta enormemente la conservación y recuperación de los ecosistemas marinos del mundo. Entrando ya en el análisis externo del ecosistema océano-humanidad, voy a plantear las oportunidades estratégicas necesarias para el cambio, aunque estas deberían ser consideradas a tiempo. Primero, reforzar a las organiza- ciones y plataformas multinacionales públicas y privadas con conocimiento, capacidad de análisis y de gestión para que puedan ejercer sus funciones con éxito en la misión de recuperar y preservar la salud de nuestros mares. En este sentido, es esencial la rigurosidad en el cumplimiento unánime de las normas, leyes, directivas y protocolos, siendo fundamental que las sancio- nes por incumplimiento sean inapelables y ejemplarizantes para garantizar el bien común. También, el uso de las nuevas tecnologías es una oportunidad para implementar proyectos y acciones que integren espacios y regiones marinas con problemas comunes, más allá de las fronteras políticas y cultu- rales preestablecidas, implicando a la sociedad civil, a las universidades, a las empresas y a los medios de comunicación. Siendo sinceros, la capacidad de los Estados para proteger su patrimonio natural es limitada y por eso es necesario innovar implementando nuevos modelos de gobernanza (custodia marina, reservas de la biosfera, áreas ma- rinas protegidas [AMP], parques marinos nacionales e internacionales, etc.) del medio litoral y marino integrando a los agentes sociales más importan- tes que utilizan el mar para su beneficio y corresponsabilizándolos tanto de los éxitos como de los fracasos. Por otro lado, es esencial entender que es una gran oportunidad para las políticas de gobernanza global, promover y facilitar la inversión económica y técnica en los países más pobres con el objetivo de garantizar su bienestar y su desarrollo sostenible en el marco de la economía azul. El caso más evidente lo experimentamos en el propio Me- diterráneo, un entorno común que comparten 23 países con magnas fronte- ras políticas, culturales y de desarrollo que generan una fuerte polarización norte-sur en cuestiones estratégicas sobre la conservación del mar. Lo mismo ocurre entre China, Taiwán, Corea y Japón, entre americanos y rusos o entre Indonesia y Filipinas, cuando se trata de imponer sus potestades en las zonas económicas exclusivas (ZEE). Los conflictos entre países en aguas internacio- 302 nales por derechos de explotación de los recursos marinos o por temas de seguridad nacional son una realidad y afectan directamente la conserva- ción de ecosistemas y especies marinas. La cooperación y la sinergia entre Estados marítimos son siempre muy positivas y repercuten favorablemente en sus economías y en la calidad del entorno común, el mar. En el análisis externo de nuestro ecosistema mar-humanidad aparecen tam- bién amenazas que pueden poner en peligro nuestra supervivencia mutua y que, si son reconocidas a tiempo, pueden evitarse o ser convertidas en oportunidades. En este aspecto la falta de acciones decisivas, determinan- tes y efectivas entre países a corto y medio plazo puede ser catastrófico para la conservación de la biodiversidad marina y más teniendo en cuenta las amenazas que nos afectan como el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad o la superpoblación. En este sentido los efectos del cam- bio climático se prevén más rápidos de lo esperado e influirán en la toma de decisiones y prioridades de los estados, lo cual puede anular o retrasar las acciones pactadas para proteger y recuperar la calidad ecológica de nuestros mares. Finalmente, exponer la importancia de la necesidad de un cambio de paradigma en la realización de los balances macroeconómicos de un país, integrando el valor de su capital natural marino y de las externa- lidades positivas que ofrece para computarlos como activos en los nuevos sistemas de contabilidad y balances en el marco de la economía azul. Por último, propongo una visualización crítica del escenario océano-humanidad para avanzar en la estrategia de conservación del océano planetario, don- de todos somos parte y acción. Esta visualización se plantea sobre distintos escenarios que pueden funcionar por separado o de forma colaborativa entre ellos. Si planteamos una estrategia defensiva, en este escenario, el océano es- taría preparado para enfrentarse a las amenazas que le acechan. Una situación que ya hemos experimentado históricamente gracias a su resi- liencia, pero en la actualidad el medio marino y su entorno está débil y es más vulnerable y a corto, medio y largo plazo será incapaz de afrontar más impactos. Mares y océanos, valores más allá del azul 303 En la estrategia ofensiva, debido ala delicada situación de los mares y océanos del mundo deberíamos adoptar todas las naciones una táctica de acción contundente y eficaz, potenciando las fortalezas, aprovechando las oportunidades y gestionando las amenazas. Es lo que necesitamos y este es el reto que debemos afrontar para garantizar nuestro futuro azul y el de las próximas generaciones. La estrategia ofensiva ya la han adoptado algunos países del mundo como Australia, Nueva Zelanda, Islas Seychelles y otros paí- ses insulares del pacífico, pero para que existan resultados positivos debe ser una estrategia unánime por parte de todos los países del mundo vinculados al océano planetario. Existe la opción de establecer una estrategia de su- pervivencia, donde el mar se enfrenta a las amenazas externas sin las fuerzas internas necesarias para luchar contra los impactos que le estamos generan- do. Esto es en realidad lo que está ocurriendo, el binomio océano-humani- dad sobrevive a duras penas y su vitalidad va remitiendo con rapidez y en silencio. En tal situación es necesario ser consciente de nuestras debilidades para evitar más riesgos y prepararse para reducir las amenazas, valorando los cambios que se producen para potenciar las fortalezas y aprovechar las oportunidades. Finalmente, planteo la estrategia de reorientación, frente a la gestión y con- servación de los mares y océanos del mundo, donde existen grandes oportu- nidades que es necesario aprovechar. Pero la realidad es que el mundo glo- balizado sigue sin verlo, es inmaduro y carece de la preparación adecuada para afrontarlo. Por ello, es absolutamente necesario cambiar la visión de la humanidad sobre los valores del gran océano y de la biosfera a escala glo- bal y establecer nuevas acciones porque las actuales no son las adecuadas y no funcionan. En este sentido, el proyecto Retos Vitales para una nueva era 2021 es un firme propósito en esa dirección. Con este conciso análisis final debemos de ser capaces de plantear un esce- nario óptimo que, desde mi punto de vista, exige necesariamente la combi- nación de las cuatro estrategias, con el fin de actuar sin demora frente a los principales problemas ya descritos y que ahora sintetizo a modo de conclu- siones finales. 304 • El uso sostenible y respetuoso de los mares y océanos es vital para impedir el avance de la degradación de sus hábitats y ecosistemas. Evitar más agravios y lesiones, no puede lograrse únicamente con leyes y estrategias políticas fragmentadas, hay que actuar directamente sobre el medio ma- rino entendiendo que los retos medioambientales deben abordarse des- de una visión ecosistémica y totalmente holística. • Los desafíos a los que nos enfrentamos derivan de los modelos de funcio- namiento de nuestra sociedad globalizada donde prevalece la cultura de la producción y consumo compulsivo sin integrar los costes ambien- tales. Afrontar estos retos requiere de un profundo cambio de cultura y de manera de actuar. Eso solo sucederá si somos capaces de replantear nuestros valores, estilos de vida y de la forma en que interactuamos con la naturaleza y el uso de sus recursos. • La mayoría de los Estados del mundo han entendido este gran desafío, pues observan un futuro incierto frente a la realidad y comprenden que nuestra supervivencia depende en gran medida de la salud del mar. En este proceso es fundamental transformar nuestro modelo de desarrollo hacia una economía azul, que es el eje vertebrador del desarrollo soste- nible y nos facilitará llegar a la deseada conciliación entre la naturaleza y la humanidad. • El océano planetario, del cual somos parte, se enfrenta a importantes desafíos, pero tenemos el conocimiento suficiente y las herramientas para afrontarlos con decisión y reducir la presión humana sobre este maravi- lloso lugar, el océano. Somos usufructuarios y responsables del buen uso del mar. Cambiemos la forma en que vivimos y nos relacionamos con él. Recuperar los ecosistemas marinos para que estén sanos y sean ecológi- camente funcionales es una inversión inteligente para nosotros y es la he- rencia más valiosa que deberíamos transmitir a las futuras generaciones. • Anhelamos un mejor devenir con esperanza, ello requiere una acción comprometida y sinérgica entre los países, las empresas, las instituciones y los ciudadanos. Somos proveedores y gestores de la información y el Mares y océanos, valores más allá del azul 305 conocimiento y hoy, más que nunca, desafiando nuestros límites, tenemos el reto de emprender una nueva «singladura» respetuosa y en paz con nosotros mismos, con el océano y las culturas que lo habitarán en el futuro. REFERENCIAS Baabou W. et al. The Ecological Footprint of Mediterranean cities: Awareness creation and policy implications. Environmental Science & Policy 2017; 69: 94-104. Branch T.A. Contrasting global trends in marine fishery status obtained from catches and from stock assessments. Conservation biology. Seattle: School of Aquatic and Fishery Sciences, University of Washington, 2011. Bouchet P. The magnitude of marine biodiversity, En: C.M. Duarte (Ed.), The exploration of marine biodiversity: scientific and technological challenge (pp. 31-62). Bilbao: Fundación BBVA, 2006. Buades J. 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