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Claves para entender y mejorar el mundo
 
Mares y océanos, valores más allá del azul
Miquel Ventura Monsó
El mar ha sido siempre un espacio vital para la expansión de la humanidad y 
una fuente ilimitada de recursos. Hoy, este magnífico ecosistema planetario 
sufre una implacable transformación como resultado de los impactos deri-
vados de nuestro patrón de desarrollo. La sobreexplotación de los mares, la 
pérdida de biodiversidad, la contaminación y el deshielo en los polos son 
algunos de los principales indicadores de este acelerado y adverso proceso. 
Podemos lamentarnos de que hasta ahora no hemos hecho bien las cosas, 
pero en realidad estaríamos perdiendo un precioso tiempo del que no dispo-
nemos y que deberíamos invertir en la acción. Hemos conseguido avanzar 
mucho en el conocimiento sobre las ciencias marinas, de su importante in-
terdependencia con la biosfera planetaria y también de cómo legislar mejor 
para proteger nuestros océanos; un valioso saber para actuar en positivo y 
sin dilación contribuyendo con celeridad a revertir la situación. 
El presente capítulo pretende reflexionar sobre el estado crítico de los mares 
del mundo, dar a conocer las fortalezas y las oportunidades que existen fru-
to de la sinergia entre el ecosistema oceánico y la humanidad, integrando 
estrategias que contribuyan a una sutil relación de equilibrio. Frente a este 
colosal desafío tendríamos que recapacitar sobre nuestro papel: nada in-
significante y muy valioso. Es nuestra actitud y firme propósito de reducir la 
huella ecológica lo que influirá positivamente en nuestro maltrecho entorno 
ecosocial y con la esperanza de creer que con la colaboración de todos 
Mares y océanos, 
valores más allá del azul
Miquel Ventura Monsó
Ecólogo marino, divulgador científico y fotógrafo.
Director de Proyectos de la Fundación Pro RAED.
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seremos capaces de proteger los bienes que el planeta océano nos ofrece, 
regenerarnos mutuamente y progresar como especie inteligente. 
INTRODUCCIÓN
Con el objetivo de ofrecer una visión sistémica y concisa sobre el estado eco-
lógico del medio oceánico a escala global y de las dificultades que debe 
afrontar para superar los múltiples impactos que le inducimos, hemos orienta-
do la primera parte del capítulo con un enfoque más emotivo y reflexivo para 
despertar la sensibilidad del lector. La segunda parte nos conducirá, a través 
de planteamientos más científicos, a evaluar datos recientes e información de 
referencia que unida a mi conexión con el medio marino nos ayudará a esta-
blecer una relación más responsable y respetuosa con el océano planetario.
Planeta agua
Nuestro planeta es excepcional y es el resultado de la azarosa evolución 
del universo que aún hoy no alcanzamos comprender. Fruto de complejos 
procesos cósmicos, la creación de los sistemas estelares son el principio mo-
tor para la transformación de energía y materia en complejas moléculas 
orgánicas que originan la vida tal como hoy la conocemos. La Tierra, nuestro 
hogar, es hoy por hoy única en el universo conocido pero seguramente en el 
lejano firmamento, más allá de nuestra capacidad de observación, existen 
otras formas de vida parecidas que aguardan a ser descubiertas. Nuestro 
excepcional planeta azul es predominantemente acuoso, efecto de la ac-
ción de las leyes de la física fundamental y la cuántica que han jugado a 
favor de la creación de la vida a partir de la combinación del carbono, el 
agua y de otros elementos esenciales. 
La ciencia evolutiva defiende que la vida se originó hace miles de años en el 
mar, en los húmedos volcanes sumergidos a cientos de metros de profundi-
dad y en unas condiciones de presión y temperatura parecidas a las que se 
pueden encontrar en otras partes del cosmos, producto de la combinación 
de los mismos elementos universales (Russell, 2014). 
Mares y océanos, valores más allá del azul
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Nuestro cuerpo está formado en un 78 % de agua y nuestro plasma tiene 
un porcentaje de sales muy parecido al agua de mar (Quinton, 1904), lo 
que nos remonta a un origen mineral común en los pilares que constituyen 
la vida en su origen, el mar, al cual estamos intrínsecamente unidos. El éxi-
to de la evolución de la vida en la Tierra se manifiesta en cada uno de los 
seres que la pueblan y el ser humano es, en gran parte, la mejor prueba de 
ello. Hoy la Tierra es un planeta eminentemente humano y eso es excelente, 
aunque con graves e incómodas consecuencias. Por un lado, somos seres 
inteligentes, creativos y versátiles, con un nivel de conciencia que traspasa 
sus propios límites y que nos ha permitido dominar el mundo; por otro, el de-
sarrollo mal entendido y la superpoblación nos están arrastrando al colapso 
de nuestra propia civilización. Los grandes desafíos que se plantean indican 
que estamos viviendo al filo de lo imposible. Hoy, el quebradizo estado eco-
lógico de nuestros mares y océanos es una prueba fehaciente y manifiesta 
de nuestra inconsistente y equivocada percepción de la realidad que nos 
acecha. 
Superación y desarrollo frente al mar 
En todas las costas del mundo las distintas culturas humanas han aprovecha-
do los vastos recursos naturales existentes para sobrevivir y evolucionar con 
éxito: los aborígenes en Australia, los polinesios en el Pacífico; los mapuches 
en América del Sur y, entre otros, los inuits que aún resisten en el gélido y 
lejano Ártico. En el Mediterráneo, hace 90.000 años, en la costa norte de la 
actual Argelia, pequeñas poblaciones de humanos prosperaban gracias al 
mar y empezaban a transformar su entorno para sobrevivir. 
Las antiguas culturas mediterráneas, desde los nagadas (antiguos preegip-
cios), pasando por los fenicios, griegos, persas y romanos, todas esas civiliza-
ciones han utilizado el mar para obtener recursos naturales y desarrollarse: 
sal, algas y proteína marina, pero también utensilios, medicinas y otros pro-
ductos que junto con los productos agrícolas se han utilizado para merca-
dear navegando a través del mar. Así empezó el comercio y la expansión 
a otros territorios, contribuyendo a la hibridación de las culturas y de la raza 
humana en esta zona del mundo (Cavalli-Sforza, 1994). 
274
Este interesante fragmento de nuestra historia puede considerarse el inicio 
de la globalización de la humanidad, un proceso que, a pesar de los innu-
merables conflictos bélicos que se han sucedido a lo largo de la historia, no 
ha dejado de crecer. El Mediterráneo, cuna de la civilización occidental y 
el lugar de nacimiento de las tres religiones más influyentes del mundo, es un 
excelente laboratorio para estudiar y entender la convulsa conducta huma-
na entre los pueblos y frente a su interacción con el entorno litoral y marino. 
Actualmente, el paisaje litoral de la cuenca Mediterránea está profundamente 
transformado y si navegáramos en velero por sus 46.000 kilómetros de costa no 
dejaríamos de observar la presencia humana. Ciudades, puertos, carreteras, 
urbanizaciones, zonas industriales, refinerías, hoteles, complejos turísticos, pa-
seos marítimos, caminos de ronda, casas y relictos pueblos pesqueros que hoy 
son importantes polos de atracción turística. En 2019, la Organización Mundial 
del Turismo calculó que el Mediterráneo acogería unos 420 millones de turistas, 
manteniendo así su condición de principal área turística del mundo que, unido 
a la población actual residente de 560 millones de personas, provocan una 
huella ecológica media de 3,5 ha por persona y año (Baabou et al., 2016).
Si navegáramos en velero a 
lo largo de todo el perímetro 
de la cuenca mediterránea 
no dejaríamos de ver la 
huella de la presencia hu-
mana. Costa del Maresme
(Barcelona, España) a la 
altura de los municipios de 
Malgrat de Mar y Blanes 
con la desembocadura del 
río Tordera. 
Imagen cortesía de Miquel 
Ventura (Proyecto Mar y 
Agentes).
Mares y océanos, valores más allá del azul
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Hoy el 65 % de la población mundial (5,1 mil millones) vive a menos de cien 
kilómetros de las costasde algún mar u océano del planeta (Ventura et al.,
2009), una tendencia que, según Naciones Unidas, se verá incrementada en 
el futuro. Este dato confirma la enorme presión que ejercemos en los ecosis-
temas litorales, sobre sus recursos naturales y sobre el mar y que se manifies-
ta en los importantes desafíos que debemos afrontar, como son la pérdida 
de biodiversidad de la cual dependemos, la contaminación de la cadena 
alimentaria de la que nos nutrimos, el calentamiento global que nos influye 
y condiciona o la pérdida de capital natural que necesitamos para seguir 
recibiendo beneficios de la naturaleza. Externalidades positivas que nos dan 
salud y bienestar y posibilitan el funcionamiento de gran parte de nuestra 
economía. Desafíos que hemos generado resultado de nuestra incapaci-
dad de proceder de manera inteligente frente al uso ético y responsable 
del entorno natural, hoy transformado casi de forma irreversible. Esta incó-
moda realidad solo la podremos afrontar con éxito y esperanza si todas las 
naciones del mundo y sus líderes trabajan unidos, aportando recursos y a 
sus agentes más competentes para innovar, motivarnos y crear las sinergias 
necesarias y el impulso suficiente para superarnos. 
Mirando al océano 
La actual realidad de nuestra civilización en el mundo deja pocas alterna-
tivas de reacción si queremos seguir viviendo en paz y prosperidad en un 
planeta finito, superpoblado y con afán de desarrollo a cualquier precio. 
Esto significa, sin dudarlo, que debemos transformarnos en una civilización 
sostenible utilizando de forma responsable los recursos limitados que alber-
ga la Tierra y facilitando el uso de los recursos renovables de forma ética 
y solidaria. Para ello es inevitable tener que mirar hacia el vasto océano 
como una alternativa viable para corregir algunos de los desafíos más im-
portantes a los que la humanidad se enfrenta, como son la falta o el des-
perdicio de alimentos, el calentamiento global, la generación de energía, 
la salud y el bienestar. Es necesario ver al medio marino, del cual proveni-
mos, como parte de nuestro destino para asegurar nuestra supervivencia 
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como especie y para ello debemos ser capaces de seguir generando co-
nocimiento útil a través de la ciencia para avanzar y adaptarnos mejor al 
devenir. 
Mi experiencia en el diseño de proyectos y acciones de conservación del 
medio litoral y marino, con más de tres mil inmersiones realizadas, me otor-
gan el conocimiento suficiente para comprender el funcionamiento de los 
ecosistemas marinos que básicamente se rigen por cinco parámetros físicos 
que son la salinidad, el gradiente de luz, la humectación, la temperatura y la 
presión hidrostática. Más allá del trabajo profesional como científico y obser-
vador de la naturaleza sumergida, existen otros factores de importancia que 
surgen del continuo contacto con el mar y que condicionan la percepción 
humana de la realidad con este entorno líquido y son la admiración por su 
belleza y el respeto por su inconmensurable sabiduría y equilibrio que aún no 
alcanzamos a comprender.
Una vez conocí a Juan el pescador, un hombre bueno que vivía en una pe-
queña barraca frente al mar. Él me transmitió, con su saber, el conocimiento 
necesario para relacionarme con el mar y obtener todo aquello que desea-
ra si lo hacía con noción y respeto. Esta bella experiencia es, en definitiva, 
una gran lección para la sociedad, pues cuando te sensibilizas y compren-
des el lenguaje de la naturaleza, del mar en particular, entiendes muchas 
cosas, sobre todo que nuestros futuros están entrelazados, pues los mares y 
océanos del planeta, a pesar del deterioro que les hemos causado, siguen 
albergando recursos y generando servicios ecosistémicos que, utilizados con 
responsabilidad, permitirán nuestra permanencia como especie inteligente 
en este planeta azul. 
LOS DESAFÍOS
Esta breve introducción nos ha permitido recordar y poner en valor la rela-
ción existente entre el agua y el origen de la vida, entre el mar y las culturas 
humanas, así como de nuestra beligerante relación con este entorno mari-
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no. A continuación expondré, desde una visión más científica, los principa-
les desafíos a los que nos enfrentamos que perturban a los mares y océanos 
del mundo, poniendo en grave riesgo su capacidad de resiliencia y como 
consecuencia nuestra propia supervivencia. 
Superpoblación y huella ecológica
La mayoría de los problemas del mundo tienen un origen común, la su-
perpoblación. Entre 1950 y 2010 el número total de habitantes del mundo 
se ha triplicado y llegará a cuadriplicarse en el año 2050, lo que afectará 
especialmente a las grandes ciudades costeras y a los territorios de sus 
conurbaciones. Durante las horas dedicadas a escribir este documento 
se han incorporado al mundo unas 180.000 personas más, una progresión 
que nos llevará a alcanzar los 8.600 millones de habitantes en 2030 (World 
Bank, 2019). Históricamente, el crecimiento de la población del mundo 
ha ido asociada a un crecimiento productivo y económico y, por lo ge-
neral, también a un aumento de la renta per cápita. Por ejemplo, entre 
el período de 1971 y 2017, la población mundial se duplicó y la economía 
mundial se cuadruplicó pasando de 19,9 a 80,1 mil millones de dólares 
(FAO, 2018). 
Para entender el enorme impacto ambiental que genera la superpoblación 
humana y, de forma específica, sobre los mares y océanos del mundo, va-
mos a recurrir al concepto de huella ecológica, un indicador que expresa 
la demanda humana sobre los recursos existentes en el planeta frente a su 
capacidad de regenerar dichos recursos y absorber los desechos resultantes 
del consumo (la biocapacidad). Así, cuando la huella ecológica de una re-
gión supera su biocapacidad, significa que se está usando el capital natural 
de manera no sostenible induciendo al colapso del ecosistema, el cual es 
incapaz de ofrecer los bienes y servicios suficientes para nuestra superviven-
cia. Actualmente, la huella ecológica de la humanidad se acerca a las 2,9 
ha. por persona y año, lo que significa que necesitamos el equivalente a 
1,75 planetas para mantener las tasas de crecimiento y consumo de toda la 
población mundial (GFN, 2018).
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Ecological Footprint Biocapacity Ecological Deficit Ecological Reserve
Global Footprint Network, 2019 National Footprint Accounts
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Huella ecológica, biocapacidad y déficit ecológico a escala mundial. Cuando la huella eco-
lógica de una región supera su biocapacidad, significa que se está usando el capital natural 
de manera no sostenible induciendo al colapso del ecosistema. Fuente: Global Footprint 
Network (GPN, 2019). 
Pescar sin sembrar
La diferencia conceptual entre un agricultor y un pescador es que el primero 
debe sembrar la tierra para obtener sus frutos. El pescador, hasta ahora, ha 
recogido, no sin esfuerzo, lo que el mar le ha dado. El concepto de siem-
bra no encaja en sus planteamientos, llevando a las pesquerías del planeta 
al borde de un colapso irreversible. Durante el período comprendido entre 
1970 y 2018, el consumo humano de recursos naturales se triplicó, afectando 
muy directamente a la biomasa y productividad de las pesquerías más im-
portantes del mundo donde el 40 % están sobreexplotadas y el 13 % colap-
sadas (Branch, 2011; FAO, 2018). 
La fuerza de trabajo pesquero, en la mayoría de las economías desarrolla-
das, está envejeciendo rápidamente (el 60 % de sus miembros son mayores 
Mares y océanos, valores más allá del azul
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de 62 años) a razón de un 8 % anual en los últimos veinticinco años, un factor 
debido principalmente a la pérdida de atractivo de esta profesión para las 
generaciones más jóvenes. Pero la economíay el consumo todavía hacen 
de la pesca una profesión atractiva para muchas personas en distintas regio-
nes del mundo. En China, donde se estima que más de 25 millones de perso-
nas trabajan en la captura de pescado, en la piscicultura y en las industrias 
de procesamiento asociadas, el atractivo económico se demuestra por el 
hecho de que un gran porcentaje de los pescadores no son habitantes loca-
les, sino trabajadores migrantes del interior que tienen ingresos medios más 
altos que los que les ofrece la agricultura. La FAO establece proyecciones de 
consumo de pescado en distintas zonas del mundo que varían en función 
de la disponibilidad del recurso, los precios de mercado, la cultura social y 
el marketing. Por ejemplo, el Mediterráneo, representa aproximadamente el 
1 % del volumen de capturas mundiales, pero el 6% del volumen de factura-
ción mundial. Esto se debe a que, al igual que Japón, la proteína de origen 
marino está culturalmente muy bien valorada y forma parte de una dieta 
sana y equilibrada. En este contexto en el Mediterráneo, el esfuerzo pesque-
ro es seis veces superior del que debería ser para hacerlo de forma sostenible 
(Ventura et al., 2009). Teniendo en cuenta que el consumo de pescado y de 
productos marinos ha aumentado en Europa en las últimas tres décadas en 
un 12 %, respecto a los años 80 y sabiendo que las proyecciones de la UE y la 
FAO (Failler et al., 2018), predicen que seguirán al alza, nuestro gran desafío 
es cómo vamos a obtener esa materia prima sin estresar más al ya debilitado 
ecosistema marino.
Incluso aplicando bien la legislación que regula el esfuerzo pesquero en for-
ma de directivas, convenios internacionales, etc., es ineludible erradicar la 
pesca ilegal si queremos conseguir una reducción neta del esfuerzo pesque-
ro y recuperar los stocks naturales que nos van a permitir seguir faenando en 
el mar. Hoy, Europa no alcanza a cumplir los objetivos de la política pesquera 
común (PPC) que busca su sostenibilidad ecológica, medioambiental y eco-
nómica; unos objetivos que no se han conseguido alcanzar en casi ninguna 
zona marina del planeta. 
280
Biológicamente sostenible Biológicamente insostenible
Po
rc
en
ta
je
Año
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1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010 2015
Sobreexplotadas
Subexplotadas
Explotadas a un nivel 
de sostenibilidad máximo
Representación gráfica del nivel de explotación de las principales zonas de pesca del mun-
do (FAO, 2018, pág. 40). La diferencia conceptual entre un agricultor y un pescador es que 
el primero debe sembrar la tierra para obtener sus frutos. El pescador, hasta ahora, ha 
recogido, no sin esfuerzo, lo que el mar le ha dado.
La organización WWF internacional, en un informe del año 2019 sobre la pes-
ca ilegal, estimó que el uso de las redes de pesca no declaradas y no re-
glamentadas generan más de 36,4 mil millones de dólares cada año. Estas 
capturas ilegales se mueven a través de cadenas de suministro opacas de-
bido a la falta de sistemas para rastrear el pescado desde el lugar de su cap-
tura hasta el consumidor, la trazabilidad del producto pesquero no existe. En 
2020, la FAO dio a conocer el Informe sobre el Estado Mundial de la Pesca 
y la Acuicultura (informes SOFIA), una radiografía bastante precisa sobre la 
situación y estado de la pesca y la acuicultura en el mundo. Un dato alar-
mante del informe es el nivel de sobreexplotación y el número de especies 
marinas amenazadas, siendo el mar Mediterráneo y el mar Negro, las áreas 
que más sobrepesca soportan de todo el mundo.
En la misma línea, la disminución de las barreras comerciales tanto en la 
zona europea como en el marco internacional, así como las mejoras en la 
calidad de los productos pesqueros procesados de los países en desarrollo, 
conducirá a una mayor presión pesquera sobre los ya extenuados caladeros 
Mares y océanos, valores más allá del azul
281
del mundo. Aunque la acuicultura sea una actividad productiva de pesca-
do y marisco en auge a escala mundial y pueda reducir la presión de la pes-
ca de productos salvajes, la dependencia de las piscifactorías de la harina 
de pescado proveniente de la pesca natural a gran escala, la hacen poco 
sostenible. Esta compleja situación entre productividad pesquera y bioca-
pacidad de los ecosistemas marinos, frente a la extracción insostenible e 
impactos ecológicos derivados del uso y/o abandono de artes de pesca 
(redes de deriva, palangres, etc.), implica una ineludible reestructuración de 
la industria pesquera a escala mundial. Necesitamos una pesca responsable 
que invierta en la conservación activa de los recursos marinos desde una vi-
sión holística e integrada. Este sector ocupa en el mundo aproximadamente 
a 37 millones de personas y solo China alberga el 32 %, un colectivo social 
que genera un gran impacto ecológico y medioambiental que solo podrá 
sobrevivir si son capaces de innovar y de proteger de manera responsable y 
coordinada el medio marino en su totalidad y desde una visión ecosistémica 
e interdependiente. 
Además, hay que tener en cuenta que el cambio climático, la contami-
nación y la presencia de especies invasoras son también desafíos que hay 
que afrontar si queremos establecer una gestión adaptativa y eficiente del 
océano en su conjunto. Ello requerirá además la implementación de políti-
cas activas, la formación de los colectivos y el uso de nuevas tecnologías 
que prioricen la conservación del vigor biológico de las especies objetivo 
y la capacidad de resiliencia de los ecosistemas marinos y oceánicos del 
planeta. 
Autopistas sobre el mar
Actualmente el censo del número de buques que surcan las aguas de los 
mares y océanos del mundo supera las 1.806.700 unidades. El 90 % del co-
mercio mundial se transporta diariamente por mar y en 2018 los volúmenes 
estimados del comercio marítimo mundial superaron los 10 mil millones de 
toneladas. Estos datos definen nuestra dependencia socioeconómica de 
los productos que provienen de ultramar. Curiosamente, si determinamos el 
282
número de buques en función de la carga que transportan, podremos co-
nocer sobre qué tipo de productos principales se comercia en el mundo. En 
este sentido, derivado del censo que la Organización Marítima Internacio-
nal (OMI) realizó en 2018, tenemos que el 43 % son buques que transportan 
productos agrícolas a granel, un 28 % (503.343) son buques petroleros, un 
13,5 % (244.274) son portacontenedores, un 3 % son buques de productos 
químicos y gas natural licuado (GNL) y un 4,1 % son los llamados buques 
multipropósito. A razón de estos porcentajes podemos determinar que los 
productos más importantes que se transportan son productos agrícolas para 
la alimentación, seguidos de hidrocarburos, principalmente petróleo y gas, 
también carbón y le siguen los productos manufacturados, concretamente 
vehículos, componentes electrónicos, ropa, maquinaria, etc. 
Esta ingente cantidad de bienes y productos son transportados a través de 
grandes autopistas marinas que recorren el planeta sin descanso día y no-
che; una actividad que lleva asociada unos efectos colaterales negativos 
sobre los ecosistemas marinos como son la polución del aire con partículas 
nocivas por el uso de combustibles de baja calidad con altos contenidos de 
azufre, óxidos de nitrógeno y gases de efecto invernadero (GEI). Estos gases 
emitidos reducen significativamente la calidad de aire en zonas portuarias y 
grandes urbes costeras generando contaminación ambiental, formación de 
lluvia ácida y gases que favorecen el calentamiento global.
El transporte marítimo también conlleva un alto riesgo de contaminación de 
las aguas marinas por introducción de especies foráneas e invasoras que son 
transportadas en los cascos de los barcos y en los tanques de aguas de lastre 
de los buques. El Centro Europeo para la Prevención de Patógenos (ECDC) 
y su homólogo americano, el CDC, descubrieron en 2013 que a través de las 
aguas de lastre de los buques se trasladan cepas de bacteriasinfeccionas 
entre puertos a miles de kilómetros de distancia. En los últimos 50 años la 
contaminación por organismos foráneos ha desencadenado graves infec-
ciones sanitarias en ciudades, además de la proliferación de especies inva-
soras muy agresivas que han generado un elevado impacto ecológico de 
consecuencias desastrosas para la biodiversidad autóctona y la producción 
pesquera. Por otro lado, la generación de residuos de la propia actividad 
Mares y océanos, valores más allá del azul
283
del barco y de su mantenimiento, así como del plástico y de los embalajes 
derivados de la logística y de la carga y descarga, aumentan el impacto 
medioambiental de estas zonas costeras e incrementan su huella ecológica. 
Otro efecto negativo son los incontables y persistentes derrames de crudo 
de los buques petroleros durante las tareas de llenado y vaciado de sus tan-
ques y al navegar desde los pozos en alta mar hasta las refinerías que están 
a miles de millas marinas de distancia. Esta contaminación atomizada con-
tamina el agua marina y afecta profundamente a la biodiversidad durante 
largos períodos. También el propio funcionamiento de los grandes motores 
de los buques genera un atronador, permanente y profundo ruido submarino 
que llega a cientos de millas marinas. Esta perturbación acústica afecta a 
la mayoría de las especies marinas que quedan aturdidas por las fuertes on-
das de presión que se desplazan a gran velocidad por el agua, reduciendo 
la capacidad de comunicación entre los animales y desorientándolos. Por 
otro lado, los accidentes entre buques y embarcaciones náuticas sobre la 
fauna marina son también frecuentes, y afectan principalmente a grandes 
y pequeños cetáceos, tortugas marinas y a tiburones pelágicos, quedando 
heridos o mutilados, muchos de los cuales perecen. 
Red de transporte marítimo mundial que muestra los impactos acumulativos en el océano. La escala de 
colores y los números indican cambios en el impacto acumulativo de 2008 a 2014 (Halpern et al., 2015). 
Las perturbaciones acústicas submarinas generadas por los buques mercantes afectan a la mayoría de 
las especies marinas que aturdidas por las fuertes ondas de presión reducen su capacidad de comuni-
cación y se desorientan. Imagen cedida por Pixabay.
284
Es necesario considerar también los accidentes marítimos, los cuales gene-
ran varamientos y hundimientos de barcos y contaminación generalizada 
del mar y en puertos durante las actividades de transbordo, mantenimiento 
o desguace de buques. La OMI intenta prevenir y actuar de forma coordi-
nada en la mejora del transporte marítimo e impulsa, junto con otros instru-
mentos jurídicos regionales e internacionales, acciones e iniciativas en forma 
de convenios como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho 
del Mar (UNCLOS), ratificado en 1994; el MARPOL de 1983 para la gestión efi-
caz de los residuos generados en los buques, o el Convenio Internacional de 
Aguas de lastre. A escala regional, el Convenio de Barcelona de 1976 para 
el Mediterráneo tiene el objetivo de prevenir y actuar de forma sistemati-
zada en caso de accidentes y establecer una navegación y una gestión 
portuaria más ecológica y sostenible. Muchos países europeos, y empresas 
portuarias y de transporte marítimo y del mundo de la náutica, están adop-
tando importantes acuerdos destinados a mejorar la gestión portuaria y la 
navegación sostenible a través de acciones concretas como la creación de 
la European Sea Ports Organization (ESPO), que integra el proyecto EcoPorts 
(1997), el Port Environmental Review System (PERS) o el Green Marine Environ-
mental Program (GMEP), un sistema de certificación voluntario que impulsa 
la industria marina norteamericana. 
La contaminación del mar desde ríos y costas
La creciente polución de ríos, lagos y estuarios del mundo está contribuyen-
do a la contaminación masiva del mar y eso es motivo de alarma porque 
el 80 % de los residuos que se encuentran en el medio marino provienen de 
los ríos y las costas humanizadas. Debemos tener en cuenta que gran parte 
de la contaminación de las aguas costeras del mundo y, específicamente 
en mares cerrados como el Mediterráneo o el mar Negro, proviene de la 
contaminación orgánica de las aguas residuales de los pueblos y ciudades 
que hay en sus cuencas. Aguas que también aportan residuos de alimen-
tos, aceites, microfibras («una prenda de ropa puede llegar a liberar más 
de 1.900 partículas por lavado», según la EPA), microplásticos, subproductos 
de higiene e infinidad de compuestos químicos como detergentes, ceras, 
Mares y océanos, valores más allá del azul
285
siliconas, micropartículas de caucho, mezclado con bacterias, virus y otros 
microorganismos insalubres, además de efluentes de origen agrícola conta-
minados.
Toda esta materia orgánica de origen antropogénico que llega a las aguas 
costeras es un caldo de cultivo excelente para la proliferación de bacterias, 
microorganismos y algas que consumen el oxígeno disuelto en la columna 
de agua marina, empobreciendo hábitats y ecosistemas y favoreciendo la 
aparición de especies oportunistas e invasoras. 
Una prenda de ropa puede liberar más de 
1.900 partículas por lavado (EPA, 2016). El 
gráfico expresa en porcentajes el origen de los 
contaminantes químicos que llegan anualmen-
te al mar. Fuente: Fundación RAED a partir de 
datos obtenidos en UNEP, 2018; UICN, 2017; 
Greenpeace 2019.
La ruta por la cual el plástico llega a los océanos es bien conocida y se ini-
cia con la producción de plástico a escala mundial que en 2017 tuvo una 
estimación de 270 millones de toneladas. Esta producción genera unos 275 
millones de toneladas de residuos plásticos/año, un volumen superior a la 
producción anual, dado que se incorporan estocs producidos de años ante-
riores más el cómputo del reciclaje. En las ciudades costeras del planeta que 
están a menos de 50 km de la costa (unos 2 mil millones de personas viven 
en esta franja litoral) se generan unos 99,5 millones de residuos plásticos/año 
y en estas zonas la mala gestión de los residuos plásticos genera 31,9 millones 
de toneladas/año de los cuales llegan al mar unos 8 millones de toneladas/
año, el 20 % de los cuales queda flotando en superficie y el resto se hun-
de. Datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza 
(UICN) de 2018 corroboran que los desechos plásticos causan la muerte de 
Transporte Marítimo
Aguas residuales 
industriales
Petróleo en alta Mar
Basura
Aguas residuales 
Urbanas
Aguas de escorrentia 
agrícola
Contaminación 
Atmosférica
20% 10%
10%
5%30%20%
286
más de un millón de aves marinas cada año, así como de más de 100.000 
mamíferos marinos. China es el principal vertedero de plástico, al arrojar al-
rededor de un millón de toneladas de basura al mar, debido en gran parte 
a su enorme población que vive cerca de las cuencas de los grandes ríos y 
también a lo largo de su extensa costa. Le siguen Indonesia, África, América 
Latina y la zona del Caribe, América del Norte, el Mediterráneo oriental y 
Europa.
En el atolón de Midway, una de 
las zonas de ultramar más re-
motas del mundo, los albatros 
y sus crías mueren por miles 
cada temporada por la inges-
ta accidental de plásticos. La 
imagen pone en evidencia la 
paradoja del consumismo des-
enfrenado frente a los impactos 
sobre el medio ambiente y la 
biodiversidad del planeta. 
Imagen cortesía de Cris Jordan.
El plástico, una vez se ha producido, no se descompone, eso significa que 
todo el plástico que se ha fabricado desde sus inicios (1860) aún existe en 
nuestro planeta. Cuando el plástico está en contacto con el agua marina 
el proceso de oxidación y la radiación solar contribuyen a su gradual des-
composición en fragmentos cada vez más pequeños, pero no desaparece. 
En 2017 la UICN estimó que los océanos del mundo contenían una media 
de 17.760 fragmentos de plástico por kilómetro cuadrado. Las grandes co-
rrientes marinas hacen que el plástico flotante haya formadocinco grandes 
áreas de basura en lugares específicos (vórtices marinos) de los océanos 
del mundo. La mancha de basura plástica más extensa está en el Pacífico 
Norte y cubre un área oceánica que es aproximadamente el doble de la 
superficie de Francia, una masa flotante que en algunas zonas alcanza los 
10 metros de profundidad. 
Mares y océanos, valores más allá del azul
287
Es incuestionable tener que reflexionar sobre nuestro modelo cultural de 
producción y consumo sin límite. Un estilo de vida que nos llevará inequí-
vocamente al colapso de la naturaleza, de nuestra salud y a vivir forzosa-
mente en ambientes degradados, una consecuencia más de nuestra falta 
de visión sobre lo que es realmente importante y esencial en nuestra exis-
tencia y como usufructuarios de los recursos finitos que alberga el planeta 
océano. 
Polvo, arena y polución atmosférica sobre el mar
Para tener una percepción del impacto global que la humanidad genera 
sobre el mar es necesario comprender cómo la atmósfera interacciona a es-
cala oceanográfica con el ecosistema marino y su red trófica. La atmósfera 
planetaria está intrínsecamente interconectada y las emisiones de gases y 
partículas volátiles que se generan en un volcán de una remota isla de Indo-
nesia influyen en la nieve que cae en un glaciar de Alaska. 
Las perturbaciones atmosféricas del norte de África generan colosales tor-
mentas de polvo y arena que contienen minerales que son una fuente de 
nutrientes para el fitoplancton que crece en el Atlántico que, a su vez, pro-
porcionará alimento a otras especies marinas activando la productividad 
de la cadena alimentaria marina, el funcionamiento del ecosistema vital 
oceánico y, entre otras muchas cosas, posibilitando la pesca. Ese polvo at-
mosférico también es esencial para la vida en la Amazonía, pues provee 
de nutrientes a los empobrecidos suelos de la selva, lavados una y otra vez 
por las frecuentes lluvias que existen en esta región tropical. Hoy podemos 
comprender la interconexión planetaria a través de la atmósfera y en este 
sentido, las actividades humanas generadas desde las ciudades, las indus-
trias, las centrales térmicas y el transporte liberan en la atmósfera ingentes 
cantidades de gases y partículas contaminantes que tarde o temprano lle-
gan al mar donde se acumulan. 
288
La formación de fenómenos atmosféricos sobre el Sahara genera el desplazamiento de masas 
de aire con polvo y arena (nutrientes minerales) que influyen en la productividad del océano 
Atlántico y gran parte de la costa del Brasil, cuenca del Amazonas y el mar Caribe. ESA/Sen-
tinel 6 – 2020. Imagen cedida por Pixabay.
La contaminación atmosférica es uno de los mayores problemas ambien-
tales y desafíos a los que nos enfrentamos. Más del 90 % de la población 
mundial vive en lugares que sobrepasan los niveles de calidad del aire esta-
blecidos por la OMS (Viatte et al., 2019). 
La contaminación atmosférica es una mezcla compleja de muchos com-
puestos químicos y partículas que pueden llegar muy lejos desde su origen, 
un problema transfronterizo que afecta a cada ecosistema, hábitat e indi-
viduo de forma diferente y muy especialmente a los océanos, donde estas 
sustancias se van integrando en la vida marina por bioacumulación. 
A continuación exponemos datos de dos contaminantes de referencia a es-
cala mundial que utilizan la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA) y la 
Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) para determinar 
el nivel de impacto ambiental de las principales economías emergentes del 
mundo sobre los ecosistemas del planeta. 
Mares y océanos, valores más allá del azul
289
em
is
si
on
s 
(G
t/
yr
)
time
SO2
3.5
x104
3
2.5
2
1.5
1
0.5
0
1990 1995 2000 2005 2010 2015
Europa United-States India China
em
is
si
on
s 
(G
t/
yr
)
time
NH3
16000
14000
12000
10000
8000
6000
4000
2000
1995 2000 2005 2010 2015
Europa United-States India China
Tendencias de las emisiones de SO2 (panel izquierdo) y NH3 (panel derecho) sobre Europa (negro), Estados Unidos 
(azul), India (verde) y China (magenta). Fuentes: Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA, 2018), Agencia Estatal 
de Protección Ambiental (EPA, 2016) y Viatte et al. (2019).
El dióxido de azufre (SO2), derivado de la quema de hidrocarburos, es un 
precursor de la acidificación de los ecosistemas y de las masas de agua 
continentales. Una vez emitido, reacciona con el vapor de agua y con otros 
elementos presentes en la atmósfera, de modo que su oxidación en el aire 
da lugar a la formación de ácido sulfúrico y en consecuencia se genera 
lluvia ácida que afecta sobre todo a ecosistemas marinos litorales como del-
tas, estuarios y manglares. En el caso del amoníaco (NH3), que es un conta-
minante reactivo, se emite por el uso masivo de fertilizantes nitrogenados y 
de estiércol. Actualmente, sus emisiones son cuatro veces más altas que en 
la era preindustrial; un compuesto que genera la acidificación y la eutrofi-
zación de hábitats y ecosistemas costeros y continentales. Mejorar nuestra 
comprensión sobre el comportamiento de las masas de agua oceánicas 
y muy especialmente sobre su acoplamiento con la atmósfera es esencial 
para entender cómo influyen los diferentes tipos de contaminantes sobre el 
mar y en la vida marina a escala local y regional. 
290
Calentamiento global del mar y efectos sobre la biodiversidad
Los mares y océanos desempeñan un rol esencial para mantener la vida en 
la Tierra influyendo en los patrones climáticos del globo y permitiendo el de-
sarrollo estable de innumerables ecosistemas de los que dependemos. Esta 
valiosa función natural está seriamente amenazada por los efectos del ca-
lentamiento global del planeta, el aumento de la temperatura del agua de 
sus mares y océanos, la elevación del nivel del mar y la acidificación oceá-
nica. En realidad, el cambio climático afecta a todos los hábitats y ecosiste-
mas del planeta, bosques, ríos, lagos, selvas tropicales, sabanas y desiertos, 
también a las sociedades y a sus economías, pero el medio oceánico sigue 
siendo el epicentro del calentamiento global. A pesar de la elevada capa-
cidad que tienen los océanos de absorber calor y el dióxido de carbono, 
actualmente están de media 0,17 grados Celsius (0,3 grados Fahrenheit) más 
cálidos que en el año 2000. Una tendencia que se está acelerando y, aun-
que parezca una elevación insignificante de temperatura, no lo es por la 
cantidad de calor que se acumula a escala global en la gran masa de agua 
marina y por la inercia térmica asociada que tiene importantes efectos a 
escala atmosférica que afectan a toda la biosfera. 
El 90 % del calentamiento del planeta desde la década de los cincuenta 
del siglo pasado ha sucedido en los océanos, un dato científicamente pre-
ocupante por la cantidad de energía acumulada en forma de calor (Fujita, 
2017). Las temperaturas cada vez más cálidas afectan a nuestros mares de 
distintas formas, la más significativa es la migración de los peces que buscan 
aguas más frías para su supervivencia, generando cambios en los patrones 
ecológicos de interdependencia entre las distintas especies. Las migracio-
nes forzadas atraen a nuevas especies hacia latitudes más frías desplazando 
a las especies autóctonas, compitiendo por los recursos y afectando severa-
mente a las pesquerías. Los océanos desempeñan un rol esencial influyendo 
en los patrones climáticos del globo al permitir el desarrollo estable de innu-
merables ecosistemas de los que dependemos.
Mares y océanos, valores más allá del azul
291
Otro efecto derivado del aumento de las temperaturas del agua marina 
y del deshielo de zonas polares es el rápido incremento del nivel del mar 
que actualmente ya afecta muy gravemente a zonas insulares del pacífi-
co y que en las próximas décadas anegará grandes extensiones litorales, 
costas bajas, zonas deltaicas, humedales y manglares. Todos ellos espacios 
litorales y ecosistemas de gran importancia ecológica que están desapare-ciendo o entran en regresión perdiendo su biodiversidad y que dejarán de 
ser las barreras naturales para la protección de las costas y de sus paisajes 
más idílicos afectando directamente a las zonas turísticas y a las ciudades más
importantes del mundo. 
Estructuras calcáreas desnudas y 
sin vida de corales de la gran barre-
ra australiana y que en 2017 y en 
2018 sufrieron un blanqueamiento 
masivo abarcando una superficie 
de 350.000 km², aproximadamen-
te la superficie de Alemania. Foto: 
Brett Monroe Garner / Greenpeace.
El blanqueamiento de los corales en todas las aguas tropicales y subtropica-
les del mundo fue observado de una forma más significativa a mediados de 
los años ochenta del siglo pasado por el Dr. Tom Goreau de la Global Coral 
Reef Alliance, como consecuencia de las temperaturas anormalmente altas 
relacionadas con el calentamiento global del mar. Actualmente, más del 
60% de los arrecifes de coral del mundo, incluida la Gran Barrera australiana, 
están sufriendo blanqueamientos masivos que provocan la desaparición de 
hábitats de los que depende la supervivencia de miles de especies marinas. 
Recientes investigaciones demuestran que los océanos están experimentan-
292
do episodios de calor más largos y severos que podrían llevar a estos ecosis-
temas marinos al colapso. 
Otro factor importante es la acidificación del océano como resultado de 
la absorción de un tercio del CO2 que el ser humano envía a la atmosfera, 
aproximadamente 22 millones de toneladas al día. El océano nos brinda un 
excelente servicio ecosistémico que es amortiguar sustancialmente el calen-
tamiento global; esto se ha producido con un elevado coste ecológico. Se 
ha observado que la tendencia a la acidificación de los océanos es apro-
ximadamente 30 veces superior que la variación natural. El pH superficial 
promedio del océano ha bajado en 0,1 unidades y supone un aumento del 
25 % en la acidez, lo cual es muy significativo. La reducción del pH (mayor 
acidez) está dañando muchas especies marinas que utilizan carbonato de 
calcio para formar sus esqueletos y conchas y está demostrado que en el 
proceso natural de su formación (sistema CO2/carbonato) se ralentiza si el 
agua se vuelve demasiado ácida. La acidificación también está afectando 
a los arrecifes de coral que dependen de la formación de carbonato de 
calcio para construir la estructura del arrecife.
Diagrama conceptual que compara el estado de los carbonatos en los océanos 
bajo las condiciones de baja acidez a finales del siglo XIX con las condiciones 
de mayor acidez esperadas para el año 2100. Fuente: Enciclopedia Británica.
Mares y océanos, valores más allá del azul
293
Incluso el vasto océano tiene sus límites y nos enfrentamos a ello con unas 
consecuencias muy perjudiciales para la biosfera y para nuestras vidas. Para 
adaptarnos y desarrollar resiliencia frente al cambio climático es imperativo 
que aprovechemos las fortalezas y las oportunidades de los servicios ecosis-
témicos que el océano nos ofrece. 
Biodiversidad marina, valiosos tesoros 
La biodiversidad marina abarca todos los niveles de complejidad de formas 
de vida que contiene, desde las especies más raras de hábitats remotos, 
hasta los ecosistemas más comunes y globales que incluyen cientos de km2
del lecho oceánico y del mar abierto. En todos los niveles, la biodiversidad 
marina ha experimentado, desde el principio de los tiempos, un aumento 
lento y progresivo generalizado, marcado por extinciones masivas a escala 
evolutiva y de muchas perturbaciones a escala ecológica. El número total 
de especies marinas que hoy conocemos alcanza aproximadamente unas 
270.000. 
Sin embargo, se estima que pueden existir entre 1,4-1,6 millones de especies 
marinas en los océanos y mares de la Tierra (Bouchet, 2006), sobre todo den-
tro de la gran diversidad de microorganismos en forma de bacterias y otros 
pequeños organismos que constituyen el plancton marino. Solo en el Medi-
terráneo se han llegado a determinar unas 17.000 especies, que representan 
el 6,4 % del total de especies marinas del mundo. Teniendo en cuenta que 
el Mediterráneo representa solo el 0,32 % del volumen de los océanos del 
planeta, significa que, con sus limitadas dimensiones, contiene más del 6 % 
de las especies marinas de la Tierra. 
Además, el 20 % de las especies que contiene son endémicas como la fa-
nerógama marina de la especie Posidonia oceánica, la foca monje (Mo-
nachus monachus) y entre otras la nacra (Pinna nobilis), actualmente en 
peligro crítico según la lista roja de la UICN. 
294
La Posidonia oceanica es una 
planta marina endémica del Me-
diterráneo con raíz, tallo y hojas 
que forma extensas praderas sub-
marinas, un ecosistema que pue-
de llegar a albergar a más de mil 
especies distintas. Foto: Miquel 
Ventura – Proyecto Silmar/Funda-
ción RAED. Estación Silmar, Isla 
de Formentera, Baleares. 
En los escasos 100 años que nos han precedido, un conjunto de amenazas 
humanas, incluida la sobrepesca, el calentamiento global, la introducción 
de especies foráneas y la contaminación, han provocado un rápido des-
censo de la biodiversidad marina a escala mundial. Un declive medido por 
la elevada extinción de especies, el agotamiento de sus poblaciones, la ma-
yor vulnerabilidad de hábitats y ecosistemas y por la pérdida de vigor de los 
sistemas biológicos. Las consecuencias de esta pérdida de biodiversidad in-
cluyen cambios drásticos en la función y productividad de los ecosistemas y 
una paulatina reducción de los servicios ecosistémicos de los que depende-
mos para vivir. A la vista de los grandes desafíos a los que mares y océanos se 
enfrentan es muy probable que la pérdida de biodiversidad global continúe 
y, seguramente se acelerará en el futuro, con colapsos ecológicos poten-
cialmente más frecuentes y cambios de funcionamiento y en la estructura 
de las comunidades marinas. Además, el momento y la magnitud de estos 
eventos catastróficos probablemente sean impredecibles. 
Analicemos ahora algunos datos que nos pueden ayudar a entender lo lejos 
que estamos de revertir este proceso. Para ello, pondremos el ejemplo de 
lo que está sucediendo en el Mediterráneo con el objetivo de preservar su 
biodiversidad. De las 1.062 áreas marinas protegidas censadas el 72 % de 
ellas carecen de las regulaciones necesarias para evitar o reducir los impac-
Mares y océanos, valores más allá del azul
295
tos sobre su biodiversidad (Claudet et al., 2020) y solo el 0,23% de las áreas 
marinas poseen niveles efectivos de protección. Con este cómputo solo el 
0,1% del Mediterráneo está protegido de forma efectiva y según los expertos 
se requiere un mínimo del 25% de su superficie protegida de forma efectiva 
para evitar la pérdida de su biodiversidad (IGS, 2016). Con estos resultados 
podemos afirmar que el 95% de las áreas marinas protegidas del Mediterrá-
neo que están bajo medidas de protección, no son más estrictas que fuera 
de ellas; una protección más teórica que real que además se distribuye de 
manera desigual en las difuminadas fronteras jurisdiccionales marinas, en el 
débil control y aplicación de sus legislaciones de protección y a lo largo de 
las extensas ecorregiones marinas existentes. 
Los ecosistemas naturales marinos se reconocen, cada vez más, como fun-
damentales para mantener nuestro bienestar. La identificación y conserva-
ción de áreas marinas prioritarias para mantener la vida son pasos críticos 
para preservar la biodiversidad de la que dependen las poblaciones huma-
nas. La UICN requiere a los países del mundo para la protección total del 20% 
de cada hábitat marino a escala mundial y, al menos, del 30% de todos los 
océanos del planeta.
VALORES MÁS ALLÁ DEL AZUL
Los ecosistemas marinos sanos son capaces de generar, a partir de elemen-
tos y factores bióticos y abióticos, estocs de capital natural y un conjunto de 
servicios ecosistémicos vitales para el mantenimiento de la vida y el bienestar 
humano. Servicios ecológicos como: ser el almacénprimordial que permite 
el ciclo del agua entre mares y continentes, establecer la protección de la 
línea de costa, modular la estabilidad climática que permite el desarrollo de 
la vida marina en todas sus formas, la generación de la llamada «proteína 
perfecta» (Sharpless, 2013); una idea revolucionaria sobre la explotación sos-
tenible del pescado azul para alimentar al mundo protegiendo los océanos. 
El gran océano también mantiene sanas y productivas las pesquerías y con-
serva y produce biodiversidad. Genera el 60 % del oxígeno planetario y cap-
296
tura el carbono (carbono azul) sobrante de la atmósfera. Hay que estacar la 
función ecológica y ambiental de las praderas marinas, las cuales almace-
nan en sus sedimentos aproximadamente 83 TC/km2 anuales, demostrando 
su mayor capacidad de retención de carbono comparado con otros eco-
sistemas terrestres (Fourqurean et al., 2012). Además, el proceso natural del 
sistema marino mantiene el paisaje litoral y las playas, elementos esenciales 
para nuestro bienestar y para mantener la economía del turismo a escala 
mundial. Por otro lado, el mar también nos provee de infinidad de principios 
activos (farmacología azul) de los cuales solo conocemos el 1 % para apli-
caciones médicas, farmacológicas y cosméticas y que en un futuro próximo, 
con el uso de la inteligencia artificial y la biomimética, podremos descubrir y 
utilizar en todo su potencial. 
El diagrama muestra algunos ecosistemas marinos 
(centro) y los servicios que brindan a las comuni-
dades humanas (anillo exterior). Los ecosistemas 
marinos del planeta van desde arrecifes de coral 
tropicales, praderas submarinas, el medio pelágico 
oceánico y ecosistemas de hielo ártico. El cambio 
climático está alterando la estructura y función de los 
ecosistemas marinos y perturbando los servicios que 
nos brindan. Fuente: NOAA, 2019.
Desde el punto de vista académico, los servicios ecosistémicos se definen 
como la contribución directa e indirecta de los ecosistemas al bienestar hu-
mano. Actualmente, la valoración ambiental del concepto proporciona un 
valor monetario a estos servicios que, al no ser bienes comercializables en el 
mercado, no tienen un valor explícito. El mundo académico, sin embargo, 
Mares y océanos, valores más allá del azul
297
necesita tener una valoración económica de los servicios ecosistémicos y 
darle valor monetario al capital natural con el objetivo de crear nuevos mo-
delos económicos sostenibles y respetuosos con la naturaleza. 
La publicación de Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (ONU, 2001) 
facilitó el desarrollo de nuevos enfoques en la clasificación de los servicios 
ecosistémicos y el mundo científico empezó a interesarse en la valoración 
económica de esos servicios naturales. En el año 2006, el Dr. Lars Hein publicó 
Spatial scales, stakeholders and the valuation of ecosystem services y catali-
zó la proliferación de estudios científicos que están aportando conocimiento 
a esta nueva visión de la economía ecológica. 
Algunas cifras económicas sobre los servicios ecosistémicos que proveen 
los manglares están valorados en 16 mil millones de euros anuales (The Blue 
Carbon Initiative, 2016) en los cuales se incluye el soporte a las pesquerías 
protegiendo las áreas de desove de especies comerciales, mantener la salu-
bridad de las aguas costeras, y proteger las infraestructuras y asentamientos 
humanos contra tormentas, inundaciones y de la erosión. Para los arrecifes 
coralinos, solo el turismo que se genera en el estado de Florida, genera ga-
nancias por valor de 2,5 millardos de dólares anuales y los arrecifes del Cari-
be alrededor de 140 millardos de dólares. 
Los enfoques integrados capaces de combinar aspectos ecológicos y 
socioeconómicos son muy necesarios para proteger las reservas de capital 
natural y garantizar la prestación de servicios de los ecosistemas marinos. 
Los servicios ecosistémicos se han convertido en un modelo dominante para 
ponerlos en valor y comprender cómo las personas obtienen recursos y 
bienestar de los ecosistemas. En este sentido, existe el grave riesgo de exaltar 
demasiado la disponibilidad de servicios ecosistémicos como un sustituto 
de los beneficios y, por lo tanto, podemos arriesgarnos a perder las formas 
socialmente establecidas por las que las personas acceden a los servicios 
ecosistémicos que el mar ofrece de forma gratuita.
298
Retos y riesgos
La población mundial no deja de crecer, estableciéndose en sociedades 
cada vez más complejas, interconectadas e interdependientes, con un de-
nominador común: la cultura del crecimiento y el consumo donde todo, o 
casi todo, se compra y se vende y donde la presión sobre el medio marino 
es cada vez más difícil de frenar. Modular correctamente el crecimiento, so-
bre todo a través de la educación, es el primer reto que hay que afrontar sin 
dilación, si queremos seguir prosperando. Otro reto esencial es conseguir la 
conciliación del uso sostenible de los mares y océanos (ecología) con la ges-
tión responsable de los recursos obtenidos (la economía). Este proceso de 
concordancia debe servir para romper el histórico aislamiento conceptual y 
profesional que ha dado lugar a que las políticas económicas y ambienta-
les, se anulen mutuamente, en lugar de reforzarse e innovar para asegurar la 
vida de forma perdurable. 
Para que esta metamorfosis tenga lugar hace falta incorporar en nuestras 
culturas un cambio de paradigma sobre los objetivos y visión de la economía 
que, lejos de la productividad y el beneficio a cualquier precio debe, por 
encima de todo, proteger el capital natural para que genere los réditos que 
permitan mantener sano y activo al propio ecosistema oceánico y aportar 
los servicios ecosistémicos suficientes para permitir la prosperidad humana 
bien entendida. Los retos que planteo como principales tienen un factor de 
dependencia desde un punto de vista humano en la economía y concre-
tamente en la inversión en capital y recursos que los estados y las corpora-
ciones deben realizar para cambiar las cosas. En este sentido, la protección 
eficaz de los ecosistemas marinos del planeta, tanto en zonas costeras de los 
continentes, como en los espacios insulares y en gran parte del imponente 
océano, es un reto fundamental que debemos aceptar para garantizar ma-
res sanos, ecológicamente funcionales y productivos. 
Queda manifiesto que las limitaciones de crecimiento de la humanidad en 
un planeta finito nos harán volver nuestra mirada al mar, porque nuestro futu-
ro será marino o no será. Esto solo será posible si somos capaces de afrontar 
Mares y océanos, valores más allá del azul
299
otro reto esencial, invertir los esfuerzos necesarios para impulsar la ciencia y 
mejorar nuestro conocimiento sobre el gran océano planetario. Las nuevas 
generaciones deben albergar la sabiduría para ver en los mares y océanos 
una oportunidad para el progreso humano, en el que prevalezcan un pro-
fundo respeto y la admiración por su naturaleza. Frente a los retos plantea-
dos, el mayor riesgo que puede experimentar la humanidad con el conoci-
miento y las herramientas de las que dispone en su periplo hacia el futuro, es 
no hacer nada y desvanecerse. 
CONCLUSIONES PARA LA ACCIÓN
Si integramos en nuestras mentes la información y el conocimiento relatado 
en el presente capítulo, le sumamos la experiencia adquirida en gestión y 
conservación marina y nos organizamos socialmente bien para colaborar, 
podremos conseguir avanzar al menos en tres propósitos. Primero, lograr la 
atención de las personas y agentes clave que tienen la capacidad de con-
tribuir a cambiar las cosas. Segundo, impulsar los cambios necesarios para 
establecer una nueva educación social con el fin de mejorar la forma de re-
lacionarnos con la naturaleza y el mar. Tercero, diseñar, desde la innovación 
y la experiencia, estrategias de acción útiles para incidir sobre los factores 
críticos que influyen en nuestro entorno y actuar sobre ellos de forma orde-
nada yefectiva a escala local y regional. 
Para elaborar propuestas de acción que funcionen es necesario ser creativo 
y aprender de la historia y los errores del pasado. Con este planteamien-
to partiré de dos enfoques esenciales, primero un análisis interno sobre los 
factores que caracterizan al entorno marino, considerando a la humanidad 
como parte intrínseca de ese ecosistema. Segundo, realizaré un análisis ex-
terno sobre los factores que afectan al mar considerando al ser humano 
como amenaza y oportunidad. En el análisis interno es necesario poner en 
valor las fortalezas del ecosistema océano-humanidad que son su valor eco-
lógico y su capacidad de resiliencia que aún conserva para recuperar su es-
tado natural sano y funcional. Por otro lado, aunque nos queda mucho por 
300
aprender sobre los océanos, la humanidad posee el conocimiento científico 
suficiente para actuar de forma acertada y con poco margen de error. Otra 
gran fortaleza es la nueva conciencia ecológica de la sociedad civil, cada 
vez más comprometida e interconectada que demuestra una gran capaci-
dad de actuación en la protección del medio ambiente marino, así como su 
influencia sobre los poderes políticos y las empresas. 
Por otro lado, a lo largo del último medio siglo, hemos aprendido a legislar y, 
actualmente, disponemos de un legado jurídico excelente, maduro y bien 
estructurado a través de leyes, directivas, convenios y otros acuerdos inter-
nacionales que comprometen a todos los países del mundo con la gestión 
y conservación de los espacios marinos. También es cierto que hay que me-
jorar mucho en el cumplimiento de esa legislación, especialmente en aguas 
internacionales y en el Mediterráneo (Ventura, 2018). Estratégicamente, es 
también una fortaleza el hecho de que exista un reconocimiento social y 
político generalizado a escala mundial de que tenemos un gran problema 
con la preservación del gran océano planetario y que es nuestro reto como 
sociedad actuar sin más demora en su restauración.
Continuando con el análisis interno del ecosistema océano-humanidad, es 
necesario detectar en qué escenarios estamos en una posición desfavora-
ble o débil. En este contexto la realidad es que más del 65 % de hábitats y 
ecosistemas marinos del mundo están, desde hace décadas, en regresión. 
El hecho de no tener sistemas de información y monitoreo permanentes e 
interconectados (información imprescindible para tomar decisiones correc-
tas) para conocer el estado real de nuestros mares a escala local y regional 
es una gran debilidad, ya que no permite actuar de forma rápida, coordi-
nada, adaptativa y eficaz. Otra debilidad apremiante es el bajo nivel de 
cumplimiento de las directivas, normas y reglamentos para la protección del 
medio marino. Además, no existen sistemas independientes que ponderen 
de forma regular el grado de cumplimiento de las leyes, el nivel de efecti-
vidad por países y áreas marinas determinadas, así como de proponer las 
medidas correctoras necesarias. En este contexto, la falta de compromiso 
y liderazgo político, así como la baja cohesión estratégica por parte de la 
mayoría de los países con espacio marítimo y la poca voluntad para destinar 
Mares y océanos, valores más allá del azul
301
los recursos económicos necesarios, dificulta enormemente la conservación 
y recuperación de los ecosistemas marinos del mundo. 
Entrando ya en el análisis externo del ecosistema océano-humanidad, voy a 
plantear las oportunidades estratégicas necesarias para el cambio, aunque 
estas deberían ser consideradas a tiempo. Primero, reforzar a las organiza-
ciones y plataformas multinacionales públicas y privadas con conocimiento, 
capacidad de análisis y de gestión para que puedan ejercer sus funciones 
con éxito en la misión de recuperar y preservar la salud de nuestros mares. 
En este sentido, es esencial la rigurosidad en el cumplimiento unánime de las 
normas, leyes, directivas y protocolos, siendo fundamental que las sancio-
nes por incumplimiento sean inapelables y ejemplarizantes para garantizar el 
bien común. También, el uso de las nuevas tecnologías es una oportunidad 
para implementar proyectos y acciones que integren espacios y regiones 
marinas con problemas comunes, más allá de las fronteras políticas y cultu-
rales preestablecidas, implicando a la sociedad civil, a las universidades, a 
las empresas y a los medios de comunicación. 
Siendo sinceros, la capacidad de los Estados para proteger su patrimonio 
natural es limitada y por eso es necesario innovar implementando nuevos 
modelos de gobernanza (custodia marina, reservas de la biosfera, áreas ma-
rinas protegidas [AMP], parques marinos nacionales e internacionales, etc.) 
del medio litoral y marino integrando a los agentes sociales más importan-
tes que utilizan el mar para su beneficio y corresponsabilizándolos tanto de 
los éxitos como de los fracasos. Por otro lado, es esencial entender que es 
una gran oportunidad para las políticas de gobernanza global, promover 
y facilitar la inversión económica y técnica en los países más pobres con el 
objetivo de garantizar su bienestar y su desarrollo sostenible en el marco de 
la economía azul. El caso más evidente lo experimentamos en el propio Me-
diterráneo, un entorno común que comparten 23 países con magnas fronte-
ras políticas, culturales y de desarrollo que generan una fuerte polarización 
norte-sur en cuestiones estratégicas sobre la conservación del mar. Lo mismo 
ocurre entre China, Taiwán, Corea y Japón, entre americanos y rusos o entre 
Indonesia y Filipinas, cuando se trata de imponer sus potestades en las zonas 
económicas exclusivas (ZEE). Los conflictos entre países en aguas internacio-
302
nales por derechos de explotación de los recursos marinos o por temas de 
seguridad nacional son una realidad y afectan directamente la conserva-
ción de ecosistemas y especies marinas. La cooperación y la sinergia entre 
Estados marítimos son siempre muy positivas y repercuten favorablemente 
en sus economías y en la calidad del entorno común, el mar. 
En el análisis externo de nuestro ecosistema mar-humanidad aparecen tam-
bién amenazas que pueden poner en peligro nuestra supervivencia mutua 
y que, si son reconocidas a tiempo, pueden evitarse o ser convertidas en 
oportunidades. En este aspecto la falta de acciones decisivas, determinan-
tes y efectivas entre países a corto y medio plazo puede ser catastrófico 
para la conservación de la biodiversidad marina y más teniendo en cuenta 
las amenazas que nos afectan como el calentamiento global, la pérdida 
de biodiversidad o la superpoblación. En este sentido los efectos del cam-
bio climático se prevén más rápidos de lo esperado e influirán en la toma 
de decisiones y prioridades de los estados, lo cual puede anular o retrasar 
las acciones pactadas para proteger y recuperar la calidad ecológica de 
nuestros mares. Finalmente, exponer la importancia de la necesidad de un 
cambio de paradigma en la realización de los balances macroeconómicos 
de un país, integrando el valor de su capital natural marino y de las externa-
lidades positivas que ofrece para computarlos como activos en los nuevos 
sistemas de contabilidad y balances en el marco de la economía azul. Por 
último, propongo una visualización crítica del escenario océano-humanidad 
para avanzar en la estrategia de conservación del océano planetario, don-
de todos somos parte y acción. Esta visualización se plantea sobre distintos 
escenarios que pueden funcionar por separado o de forma colaborativa 
entre ellos. 
Si planteamos una estrategia defensiva, en este escenario, el océano es-
taría preparado para enfrentarse a las amenazas que le acechan. Una 
situación que ya hemos experimentado históricamente gracias a su resi-
liencia, pero en la actualidad el medio marino y su entorno está débil y es 
más vulnerable y a corto, medio y largo plazo será incapaz de afrontar más 
impactos. 
Mares y océanos, valores más allá del azul
303
En la estrategia ofensiva, debido ala delicada situación de los mares y 
océanos del mundo deberíamos adoptar todas las naciones una táctica de 
acción contundente y eficaz, potenciando las fortalezas, aprovechando las 
oportunidades y gestionando las amenazas. Es lo que necesitamos y este es 
el reto que debemos afrontar para garantizar nuestro futuro azul y el de las 
próximas generaciones. La estrategia ofensiva ya la han adoptado algunos 
países del mundo como Australia, Nueva Zelanda, Islas Seychelles y otros paí-
ses insulares del pacífico, pero para que existan resultados positivos debe ser 
una estrategia unánime por parte de todos los países del mundo vinculados 
al océano planetario. Existe la opción de establecer una estrategia de su-
pervivencia, donde el mar se enfrenta a las amenazas externas sin las fuerzas 
internas necesarias para luchar contra los impactos que le estamos generan-
do. Esto es en realidad lo que está ocurriendo, el binomio océano-humani-
dad sobrevive a duras penas y su vitalidad va remitiendo con rapidez y en 
silencio. En tal situación es necesario ser consciente de nuestras debilidades 
para evitar más riesgos y prepararse para reducir las amenazas, valorando 
los cambios que se producen para potenciar las fortalezas y aprovechar las 
oportunidades. 
Finalmente, planteo la estrategia de reorientación, frente a la gestión y con-
servación de los mares y océanos del mundo, donde existen grandes oportu-
nidades que es necesario aprovechar. Pero la realidad es que el mundo glo-
balizado sigue sin verlo, es inmaduro y carece de la preparación adecuada 
para afrontarlo. Por ello, es absolutamente necesario cambiar la visión de la 
humanidad sobre los valores del gran océano y de la biosfera a escala glo-
bal y establecer nuevas acciones porque las actuales no son las adecuadas 
y no funcionan. En este sentido, el proyecto Retos Vitales para una nueva era 
2021 es un firme propósito en esa dirección. 
Con este conciso análisis final debemos de ser capaces de plantear un esce-
nario óptimo que, desde mi punto de vista, exige necesariamente la combi-
nación de las cuatro estrategias, con el fin de actuar sin demora frente a los 
principales problemas ya descritos y que ahora sintetizo a modo de conclu-
siones finales. 
304
• El uso sostenible y respetuoso de los mares y océanos es vital para impedir 
el avance de la degradación de sus hábitats y ecosistemas. Evitar más 
agravios y lesiones, no puede lograrse únicamente con leyes y estrategias 
políticas fragmentadas, hay que actuar directamente sobre el medio ma-
rino entendiendo que los retos medioambientales deben abordarse des-
de una visión ecosistémica y totalmente holística.
• Los desafíos a los que nos enfrentamos derivan de los modelos de funcio-
namiento de nuestra sociedad globalizada donde prevalece la cultura 
de la producción y consumo compulsivo sin integrar los costes ambien-
tales. Afrontar estos retos requiere de un profundo cambio de cultura y 
de manera de actuar. Eso solo sucederá si somos capaces de replantear 
nuestros valores, estilos de vida y de la forma en que interactuamos con la 
naturaleza y el uso de sus recursos.
• La mayoría de los Estados del mundo han entendido este gran desafío, 
pues observan un futuro incierto frente a la realidad y comprenden que 
nuestra supervivencia depende en gran medida de la salud del mar. En 
este proceso es fundamental transformar nuestro modelo de desarrollo 
hacia una economía azul, que es el eje vertebrador del desarrollo soste-
nible y nos facilitará llegar a la deseada conciliación entre la naturaleza y 
la humanidad.
• El océano planetario, del cual somos parte, se enfrenta a importantes 
desafíos, pero tenemos el conocimiento suficiente y las herramientas para 
afrontarlos con decisión y reducir la presión humana sobre este maravi-
lloso lugar, el océano. Somos usufructuarios y responsables del buen uso 
del mar. Cambiemos la forma en que vivimos y nos relacionamos con él. 
Recuperar los ecosistemas marinos para que estén sanos y sean ecológi-
camente funcionales es una inversión inteligente para nosotros y es la he-
rencia más valiosa que deberíamos transmitir a las futuras generaciones. 
• Anhelamos un mejor devenir con esperanza, ello requiere una acción 
comprometida y sinérgica entre los países, las empresas, las instituciones 
y los ciudadanos. Somos proveedores y gestores de la información y el 
Mares y océanos, valores más allá del azul
305
conocimiento y hoy, más que nunca, desafiando nuestros límites, tenemos 
el reto de emprender una nueva «singladura» respetuosa y en paz con 
nosotros mismos, con el océano y las culturas que lo habitarán en el futuro.
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