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285 ORIOL TUÑÍ LA TERCERA INVESTIGACIÓN SOBRE EL JESÚS HISTÓRICO El tema es de una cierta actualidad pero viene de lejos. El siglo XIX, que asistió al nacimiento de tantas ciencias, dio también la bienveni- da a la historia como disciplina académica autónoma. Los notables ha- llazgos arqueológicos y lingüísticos de la segunda mitad del siglo XIX fueron, por una parte, una sorpresa inimaginada y, por otra, corrobo- raron el nacimiento de una nueva ciencia. Los promotores de la histo- ria académica llegaron a formular un principio que presidía los esfuer- zos por recuperar el pasado: volver a la realidad “tal como propiamen- te había sido”. La tercera investigación sobre el Jesús histórico, Razón y Fe 255 (2007) 117-126 La pretensión de volver a la realidad acontecida “exactamente como había sucedido” se utilizó también para la historia de Jesús. La aplicación era, hasta cierto pun- to, inevitable: la historia había ido elaborando sus propias reglas de verifi cación que podían ser utili- zadas también para constatar la au- tenticidad de los datos que se po- seían sobre la fi gura histórica de Jesús de Nazaret. Se trataba de co- tejar la cronología, la geografía y demás datos de la vida de Jesús con la cronología, la geografía y la información que se conocía a través de la documentación que ofrecían los múltiples testigos de la historia romana de la época. Es casi innecesario subrayar que los objetivos de estos estudios eran muy diversos: desde el intento de mostrar que el cristianismo había sido un fraude de los discípulos que robaron el cuerpo de Jesús, pa- sando por explicaciones sencilla- mente naturalistas de los grandes milagros de Jesús (Jesús no anda- ba sobre las aguas sino por una zo- na de muy poca profundidad del lago) o por un análisis más riguro- so y crítico de los datos aceptados hasta entonces. Otros autores lle- garon a la conclusión de que Jesús había sido un visionario, que pre- tendía que la llegada del Reino es- taba a las puertas y que murió en aras de esta visión apocalíptica, tan propia de su tiempo. De esta forma, el siglo XIX fue testigo de la aparición de múltiples “vidas de Jesús”. La proliferación de las mismas provocó, a comien- zos del siglo XX, la publicación de un gran boletín bibliográfi co por parte de un teólogo, médico y músico: el Dr. Albert Schweitzer. El título de la obra era Geschichte der Leben Jesu Forschung (tra- ducción castellana de 1990, Inves- 286 Oriol Tuñí tigación sobre la vida de Jesús). Fue la traducción inglesa la que introdujo la palabra “quest” que pasará a califi car las tres etapas en que se ha dividido el esfuerzo de la ciencia histórica por recuperar los hitos fundamentales de la vida de Jesús. Diremos una palabra de las tres etapas, para acabar con unas consideraciones más genéri- cas sobre el sentido de la investi- gación sobre el Jesús histórico. La primera etapa: desde 1815 hasta 1906 La razón por la que la investi- gación sobre Jesús se refi ere a una primera etapa es, sin duda, el bo- letín bibliográfi co de A. Schweit- zer. Se trata de una obra que es, a la vez, un serio balance crítico de los autores presentados. A. Schwei- tzer viene a decir que el Jesús de cada autor tenía más del autor que de Jesús. O por lo menos esto es lo que se deduce de sus críticas. Digamos una palabra de esta primera etapa. Los múltiples auto- res presentados y valorados por Schweitzer son muy diversos y sus aportaciones tienen una importan- cia muy variable. Al lado de pre- sentaciones sumamente superfi cia- les y poco críticas, tenemos otras de una calidad innegable, cuyas aportaciones tendrán vigencia has- ta nuestros días. Sin embargo, a pesar de la notable diversidad, hay una serie de aspectos en los que la inmensa mayoría están de acuer- do. Por encima de todo, que Jesús de Nazaret y el Cristo objeto de la fe eclesial no coinciden. En una formulación que se ha repetido fre- cuentemente, se abre un profundo abismo entre uno y otro. La pre- sentación de la vida de Jesús que alcanza la investigación histórica es muy distinta de la que se da de la mano de la fe eclesial, incluso si esta segunda presentación se quiere ceñir a los datos que consi- dera históricos. Es decir, la histo- ria, como disciplina académica, utilizando un instrumental que tiende a respetar lo que se llama la ‘objetividad’ de los datos alcanza- dos, obtiene unos resultados sen- siblemente más modestos que los que produce una presentación de la vida de Jesús hecha de la mano de la fe eclesial. Al lado de esta constatación, esta larga y dilatada primera etapa ofrece otros aspectos positivos. En el fondo, ayuda a defi nir lo que ha venido a llamarse el género litera- rio de los evangelios. Para decirlo en la formulación de un renombra- do autor de fi nales del siglo XIX, “los evangelios nos enseñan más sobre los medios culturales en que se escriben que sobre los sucesos que narran” (J. Wellhausen). La primera etapa también es el caldo de cultivo que lleva a W. Wrede a LAS TRES ETAPAS La tercera investigación sobre el Jesús histórico 287 defi nir el evangelio según Marcos como un notable proyecto teológi- co, más que como una narración biográfi ca. En una palabra, a pesar de que la losa del balance biblio- gráfi co de A. Schweitzer sigue pe- sando mucho, sin embargo el siglo XIX, en su nuevo planteamiento sobre la recuperación de la historia de Jesús, representa una etapa de gran maduración de un aspecto que no se había planteado nunca en los términos en que la mayoría de los grandes autores lo abordaron. La segunda etapa: de 1953 a 1980 Desde el comienzo del siglo XX hasta el nacimiento de lo que se llamó la “nueva investigación” (new quest, J.M. Robinson) sobre el Jesús histórico se abre un perío- do que ha sido considerado, sin ex- cesivos matices, como una época ‘neutra’ en la podría parecer que el interés por la investigación his- tórica ha desaparecido (algunos llaman a este período “no quest”). Esta apreciación no parece ajus- tarse a los hechos. Entre otras co- sas porque en este período se pu- blican múltiples obras sobre Jesús (entre ellas el Jesus de R. Bult- mann que va a ser un detonador para la reacción de sus discípulos). Cabe tener en cuenta también la obra de M. Goguel, o de J. Klaus- ner, si no la primera, ciertamente una de las primeras obras judías sobre Jesús. Los teólogos católi- cos también se apuntan en esta época a escribir vidas de Jesús. Esta nueva etapa tiene un pun- to de partida cronológico: los an- tiguos alumnos de R. Bultmann, reunidos en Jugenheim, escuchan atentamente la conferencia de E. Käsemann el 20.10.1953. El tema es precisamente El problema del Jesús histórico (cfr. Ensayos exe- géticos, pp. 159-190). En ella el inconformista y díscolo discípulo de Bultmann reivindica no sola- mente la legitimidad de la investi- gación sobre Jesús, sino que abo- ga por la necesidad de la misma. Según Käsemann, Bultmann no puede explicar por qué aparece el género literario “evangelio”. Co- mo dirá un poco más tarde (1966) no son las seguridades o la bús- queda de certezas lo que fuerza la investigación del Jesús de la his- toria; es el mismo Nuevo Testa- mento el que lleva a ella. Aquí se introduce una distin- ción fundamental, latente en mu- chas de las obras sobre el tema, pero que no había sido considera- da en el s. XIX y que muestra una cierta madurez hermenéutica: una cosa es la investigación histórica sobre la vida de Jesús y otra muy distinta el interés del Nuevo Tes- tamento en la realidad humana de Jesús. Naturalmente que ambas cuestiones no están desligadas, pe- ro conviene distinguirlas. Esta “nueva” investigación, mejor dicho, lo que se considera una nueva etapa del Jesús histórico es el marco en el que conviene si- tuar y leer la conocida instrucción 288 Oriol Tuñí sobre la verdad histórica de los evangelios (Sancta Mater Ecclesia) que se publicó paralelamente a la constituciónDei Verbum del Vati- cano II. La fecha es signifi cativa porque la exégesis católica se apun- ta también a la investigación sobre el Jesús histórico: Los evangelios y la historia de Jesús de X. Léon Du- four se publica en 1963. Por parte de la teología fundamental se esta- blecen una serie de criterios de his- toricidad de los relatos evangélicos, ampliando notablemente el criterio de desemejanza que parecía ser el único utilizado por los discípulos de Bultmann. Este criterio de dis- cernimiento histórico lo defi ne Kä- semann así: “cuando una tradición, por motivos de cualquier género, no puede deducirse del judaísmo ni atribuirse a la cristiandad primiti- va, y especialmente cuando el ju- deo-cristianismo ha templado co- mo demasiado atrevida o ha remo- delado la tradición que había recibido” (El Problema, p. 179). Podemos decir, por tanto, que la segunda etapa de la investiga- ción sobre el Jesús histórico se da en continuidad con la primera, pe- ro en una explícita profundización de las implicaciones hermenéuti- cas y teológicas de la investiga- ción. Tanto los discípulos de Bult- mann (E. Käsemann, pero también H. Conzelmann; E. Fuchs, H. Braun, G. Bornkamm), como otros exegetas independientes (mayor- mente la llamada escuela escandi- nava, N.A. Dahl, B. Gerhardson, H. Riesenfeld), como también la exégesis católica (X. Léon Dufour, R. Latourelle, H. Schürmann, R. Marlé) e incluso judía (D. Flusser, Sh. Ben Horin, G. Vermès) se es- fuerzan en deslindar campos y en clarifi car que la complejidad de la investigación se debe, sobre todo, a temas tan complejos como el pa- pel y sentido de la historia para la fe o también a la posibilidad de considerar la historia en su mera facticidad o en su capacidad de modelar el futuro. La tercera etapa: 1980-…. Con esto llegamos a la llama- da tercera etapa. El título, “la ter- cera investigación del Jesús histó- rico”, que debemos a T. Wright, ha sido popularizada por uno de los representantes de la nueva etapa: M. Borg. Esta tercera etapa nace en el marco de una renovada exégesis del Nuevo Testamento a través de la asimilación e incorporación de múltiples aspectos que pueden ser considerados como nuevos: a) un estudio sociológico del Nuevo Tes- tamento, que toma más en serio no sólo las condiciones en que se es- criben las obras sino también las mismas condiciones de vida del tiempo de Jesús; b) un uso mucho más explícito de obras extracanó- nicas (por ejemplo el llamado evangelio de Tomás), o incluso una valoración mucho más positiva de fuentes no usadas como tales en la primera etapa (como sería la se- gunda fuente sinóptica, como refe- rencia a Juan B. y a la cristología La tercera investigación sobre el Jesús histórico 289 sapiencial [Q]); c) el uso de varios criterios de historicidad (mayor- mente el de verosimilitud históri- ca) además del criterio de deseme- janza, potenciado en la etapa ante- rior; d) el carácter ecuménico o internacional de esta nueva etapa; e) el tomar en serio el hecho de que Jesús era judío y que pertenecía al judaísmo de su tiempo. Los estudios publicados en es- ta nueva etapa son muy numero- sos. Las imágenes de Jesús que se han presentado son notablemente variadas, según el trazo que más sobresale: un mago (M. Smith), un carismático (M.J. Borg), un exor- cista (G.H. Twelftree), un profeta social (R.A. Horsley), un sabio (D. Crossan), un profeta escatológico (E.P. Sanders, J. Meier). Para un observador atento a la evolución de la investigación a lo largo de 200 años esta nueva eta- pa aparece como mucho más en continuidad con la primera que con la segunda. En efecto, la profundi- zación hermenéutica y teológica de la “new quest” ha dejado paso a una consideración mucho más positivista de la historia y, lo que es más alarmante, de los mismos textos. Los textos llegan a utilizar- se en su literalidad. Lo cual resul- ta por lo menos curioso. Pero, ade- más se ha recuperado una cierta ingenuidad en la investigación: pa- rece que, sin decirlo, se puede al- canzar la realidad ‘tal como real- mente aconteció’. Así, por ejem- plo, el trabajo del “Jesus Seminar”, fundado en EEUU en 1985, que ha consistido en ir determinando qué textos pueden atribuirse a Jesús y qué textos sólo probablemente pueden situarse en el marco de la predicación de Jesús. Los resulta- dos del trabajo de este grupo inter- confesional de exegetas (más de 70) está publicado The Five Gos- pels: The Search for the Authentic Words of Jesus (1993). En la Third Quest, los textos evangélicos parece que recuperen un talante de crónica que habían de- jado de tener. La historia, para la tercera investigación, ha dejado de ser compleja y problemática. Pare- ce que ya sepamos lo que es la his- toria y, por tanto, hay que buscarla en los datos que tenemos a nuestra disposición. Sin embargo, como los datos históricos son terriblemente silenciosos y hieráticos, hay que aceptar el sentido preponderante de los temas según se pensaba en aquellas circunstancias. Con lo cual no queda mucho espacio para una novedad y un carácter profético que pueden ser perfectamente válidos en el marco de un judaísmo que fue profético desde el comienzo. REFLEXIONES FINALES. Como en tantos otros temas teológicos, la investigación de los últimos doscientos años sobre el Jesús histórico, con sus vaivenes 290 Oriol Tuñí y alternancias, ha sido altamente positiva. Ha ayudado a una com- prensión más justa de la naturale- za de los evangelios y nos ha acer- cado con mucho más tino al co- mienzo del cristianismo. Hay que subrayar que este mejor conoci- miento de los hechos fundaciona- les del cristianismo es muy rele- vante para una correcta compren- sión del tema que hoy nos ocupa. Porque, si bien es verdad que el cristianismo comenzó con la ma- ñana de Pascua (entendiendo por este dato los complejos sucesos que son denominados apariciones de Jesús), sin embargo los cristia- nos proclamaron que Jesús era hi- jo de Dios desde el comienzo, es decir, desde su concepción (Mt 1- 2; Lc 1-2) o desde siempre (Jn 1,1- 2.14.18). En una palabra, el objeto de la fe cristiana es también eter- no, aunque aparece en el espacio y el tiempo de Jesús. Jesús es el Kyrios desde siempre, aunque Je- sús nace en Belén unos pocos años antes de la era cristiana. He aquí el núcleo de la fe cris- tiana que, por tanto, tiene en la his- toria de Jesús un referente insos- layable. De todos modos, el hecho de que el cristianismo refi era la historia de Jesús, no quiere decir que esté primordialmente intere- sado en la posibilidad de retrazar esta historia al pie de la letra (“tal como realmente sucedió”). El in- terés del cristianismo en Jesús es más modesto y limitado. No pode- mos pedir a los autores del Nuevo Testamento que nos presentan la historia de Jesús que lo hagan de forma impecable y con los muchos detalles que nuestra curiosidad an- hela recomponer. Este es el marco de la pregun- ta por el Jesús histórico al que la exégesis y la historiografía han de- dicado su atención a lo largo de más de doscientos años. Un cierto balance, pues, para concluir. Sobre las etapas Es patente que la periodización de la Old Quest, New Quest y Third Quest tiene sólo un valor in- tuitivo, global y aproximativo. No puede tomarse como una clasifi ca- ción técnica o férrea. También es- tá claro que el vacío entre la Old Quest y la New Quest (lo que se llama también No Quest) no es real. Se trataría de un vacío de 50 años y, además, el interés de estos años por Jesús y su historia es cla- ro y patente. En cambio la distan- cia que nos separa de la New Quest nos permite valorar esta segunda etapa como una etapa de madura- ción hermenéutica. En el caso que nos ocupa ésta es una constatación relevante. Lo que se clarifi ca en la New Quest es que el kerigma (la inter- pretación cristiana que se procla- ma) no sólo es el marco de nuestra propia interpretación del cristia- nismo sino que esel objeto de nuestra interpretación. Lo cual quiere decir que el Jesús del Ke- rigma es más que el Jesús históri- co. No es que no sea el Jesús his- La tercera investigación sobre el Jesús histórico 291 tórico, sino que va más allá del Je- sús histórico pero, en cambio, está paradójicamente (teológicamente) proyectado en el Jesús histórico. Esta aportación de la New Quest se hace de diversas formas y con diversos protagonistas (no sola- mente discípulos de Bultmann). Pero se trata de una aportación her- menéutica que la tercera etapa no va a recoger. La tercera etapa vuel- ve a la primera: se intenta por to- dos los medios volver a la historia de Jesús “tal como realmente su- cedió”. Sus resultados, hasta el presente, no son excesivamente alentadores. Sentido de la historia y papel de la historia para el Cristianismo Hemos aprendido, a lo largo de los años, que la historia es un con- cepto mucho más complejo y pro- blemático de lo que parece impli- carse en los renovados esfuerzos de la tercera etapa. La historia (siempre sistematizada porque na- die quiere oír hablar de la historia de los ’bruta facta’) no es una rea- lidad que pueda utilizarse mecáni- ca o automáticamente como crite- rio de verifi cación o de autentifi - cación. En este sentido ya hace más de 50 años que se nos recordaba que el cristianismo no está interesado en la historia como reconstrucción del pasado, no apela al pasado co- mo tiempo idílico y romántico. Porque, de hecho, la historia de Je- sús no llevó a creer. Pero, en cam- bio, el cristianismo, cuando quiere ofrecerse al futuro apela al género literario ‘evangelio’ que es, por lo menos en lo que se refi ere a la for- ma, un género literario biográfi - co. Además, la historia, como na- rración de pasado humano, por una parte, nos defi ende de la huída ha- cia delante y, por otra, nos fuerza a no montar una ‘teoría’ del pasa- do humano como tal. En una pala- bra, la historia tiene una función crítica. En el caso de Jesús, esta función crítica pone ante nosotros no sólo el “prae nos” (antes de no- sotros) sino también el “extra nos” (fuera de nosotros) del mensaje cristiano. Como ya hemos dicho antes, el objeto de la fe es, de al- guna manera, anterior a nuestra misma confi anza y, como tal, es una magnitud que no podemos construir a nuestra medida. Por otra parte, la historia tiene para algunos más valor que para otros. Esto es verdad, y no como afi rmación banal. ¿Qué papel tie- ne la historia de Jesús en el cris- tianismo? En el Nuevo Testamen- to algunos autores valorarán la his- toria más que otros. O lo harán de forma diversa que otros. Pero, y aquí tenemos uno de los aspectos más difíciles de sistematizar, cada autor dará a la historia un valor de- terminado. Si se pretende imponer al Nuevo Testamento el valor de la moderna historiografía (“tal co- mo verdaderamente sucedió”), co- mo criterio último para autentifi - car o para desmentir, va a ser muy 292 Oriol Tuñí difícil poder alcanzar el talante y mensaje de obras que se han escri- to con otros intereses históricos y confesionales. Jesús Como hemos enunciado antes, la investigación del Jesús históri- co ha hecho avanzar notablemen- te el conocimiento de Jesús. Mu- chos de los temas fundamentales de su vida y de su predicación han sido notablemente profundizados y clarifi cados. A ello han ayudado el mejor conocimiento del judaís- mo ambiental (Qumran y los tar- gumim), los estudios sobre la pre- dicación de Juan (el marco apoca- líptico) y su comparación con la de Jesús, una mayor información sobre las condiciones de vida de Galilea, la piedad judía de la épo- ca, etc. Pero, al mismo tiempo, el hiato entre Jesús y el Cristo conti- núa siendo patente. Este hiato es de diversa índole en los autores del Nuevo Testametno. Sin embargo, para los grandes autores (Pablo, evangelistas, Hebreos, Apocalip- sis) Jesús de Nazaret, el Jesús his- tórico, sigue siendo el criterio úl- timo de la identidad cristiana, es decir, de Jesús el Cristo. No sólo hay continuidad entre Jesús y el Cristo: hay identidad entre ambos. No se puede utilizar el uno contra el otro, como ocurre a menudo. Sin embargo, a pesar de la im- portancia y centralidad de Jesús para la identidad cristiana, la tra- dición cristiana no ha considerado nunca que la historia de Jesús se pueda “canonizar”. Es más, los in- tentos de los primeros años (el Diatessaron de Taciano [s. II] es una muestra elocuente de ello) no fueron considerados aceptables. Y los que hoy en día continúan ofre- ciéndose, tampoco lo son. El pa- pel crítico de la historia de Jesús sigue siendo un punto de referen- cia en el cristianismo. Pero no co- mo realidad histórica autónoma, sino como identidad del que sigue siendo el Kyrios. Condensó: L. T. VANCELLS NOTICIA COMPLEMENTARIA El año 1972, Selecciones de Teología ofreció la condensación del artículo programático de E. Käsemann, “El problema del Je- sús histórico” (Cf. SelTeol 42 (1972) 87-103) que constituyó la proclama de la llamada “nueva in- vestigación del Jesús histórico” (New Quest of the historical Jesus). Dada la importancia de la investi- gación, se añadió una nota com- plementaria informativa (ibid. 103-104) El artículo que hemos ofrecido hoy ya es un balance de toda la tra- La tercera investigación sobre el Jesús histórico 293 yectoria de la larga investigación del Jesús histórico. Sin embargo, para que la situación actual quede mejor defi nida y centrada, añadi- mos una breve nota complemen- taria. Se viene diciendo, por parte de los protagonistas de la tercera in- vestigación (Third Quest), que lo más característico de esta nueva etapa es un interés más histórico que teológico. Incluso se ha llega- do a hablar de ‘desinterés teológi- co’ (J.H. Charlesworth) y también de ‘hacer historia seriamente’ (N. T. Wright). A continuación ofrece- mos un extracto de un artículo de T. Holmén (A theologically disin- terested Quest? On the Origins of the “third Quest” for the histori- cal Jesus, Studia Theologica 55 (2001) 175-197) que pretende mostrar que la tercera investiga- ción tiene mucho de reacción fren- te a la etapa anterior, la nueva in- vestigación. Pero, además, la ter- cera investigación es mucho más interesada de lo que pretende. El autor destaca 5 formas de enfocar la investigación en la actualidad: La tendencia a identifi car ple- namente el pensamiento de Jesús con el judaísmo de su tiempo. Es- ta tendencia nace como reacción al planteamiento de la “nueva in- vestigación” que subrayaba la dis- tinción entre Jesús y el judaísmo, precisamente a través del criterio de desemejanza. Con ello se su- brayaba el carácter único de Jesús. En cambio, según la tendencia ac- tual, Jesús sería el personaje más conformista y menos original de todos los tiempos. Un acercamiento entre Jesús y el judaísmo, pero en sentido inver- so, presentando un judaísmo ple- namente de acuerdo con las ense- ñanzas de Jesús. Lo que Jesús de- nunc iaba de l juda ísmo (e l legalismo, la pureza ritual, etc.) no seria central ni defi nitorio del ju- daísmo. Con ello se diluye el ju- daísmo y se rebaja justamente en lo que es más característico. Pue- de haber aquí una actitud de repa- ración por un sentimiento de culpa ante el rechazo histórico del judaísmo por parte de los cristia- nos. El llamado Jesus Seminar. Se aprecia en los miembros de este grupo una desconfi anza notable de la imagen de Jesús que transmite la primera generación cristiana. Además, este grupo presenta sus conclusiones como descubrimien- tos provocativos. Esto implica una posición doctrinal (probablemen- te endurecida en la confrontación con los fudamentalistas norteame- ricanos). Pero, además, el grupo ha ido mucho más allá del criterio de doble desemejanza de la “nue- va investigación”: toda tradición semejante a la tradición cristiana es rechazada como inauténtica. La visión eclesial se considera de en- trada como una desviaciónrespec- to a la verdadera enseñanza de Je- sús. Una nueva tendencia apologé- tica a cargo de autores (H. Stein, N.T. Wright) que, aprovechando la idea bastante aceptada de que la 294 Oriol Tuñí tercera investigación da acceso a un buen número de datos sobre el Jesús histórico, se dedican a hacer un retrato de Jesús que corrobore la imagen de Jesús que han trans- mitido el Nuevo Testamento y las iglesias cristianas. Esto se hace acríticamente, pero está más ex- tendido de lo que parece. La investigación sobre el Jesús histórico como producto de con- sumo: característica muy cercana a miembros del Jesus Seminar, pe- ro también a muchos autores de la “tercera investigación”. Las publi- caciones sobre Jesús se muestran como una vía para ofrecer “descu- brimientos revolucionarios” que prometen ofrecer una realidad de Jesús totalmente opuesta a la que se había ofrecido hasta ahora. No es difícil ver en estos apar- tados una reacción contra los plan- teamientos de la “nueva investiga- ción”: lo que podemos conocer so- bre Jesús, su situación respecto del judaísmo, el criterio de desemejan- za, la importancia del Jesús histó- rico para la teología… Pero la re- acción no es hacia un planteamien- to desinteresado, como pretenden muchos autores de la tercera inves- tigación. Hay intereses muy claros en estos planteamientos. No del to- do ilegítimos. Pero es mejor reco- nocerlos como hacen algunos (Crossan, Sanders, Wright). Esta nueva etapa en la ya larga historia de la investigación sobre el Jesús histórico muestra que es- tamos en un largo camino que hay que ir recorriendo como investiga- ción plurifacética que se mueve, como otras, en el vaivén del pén- dulo. Es muy difícil pasar de un extremo al centro del arco. Siem- pre se tiende a ir al otro extremo. Oriol Tuñí
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