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Jesus_de_Nazaret_de_J_Ratzinger_Benedict

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1 
 
Ricardo Miguel Mauti
* 
Sedes Sapientiae 15 (2012/2013) 91-107 
 
 
 Jesús de Nazaret de J. Ratzinger-Benedicto XVI 
Origen, estructura, método y contenido de una obra 
 
Introducción 
Los dos volúmenes de la obra Jesús de Nazaret de J. Ratzinger-Benedicto XVI 
aparecidos entre 2007 y 2011,1 constituyen un hito editorial de vasto alcance.2 Pero más 
allá del impacto mediático que naturalmente provoca un libro salido de la pluma de un 
Papa, éste concretamente, invita junto a una reposada lectura que todo cristiano o no 
debiera intentar hacer, a un esfuerzo de penetración tanto de su origen y entramado, 
como de su método y contenido. La motivación, siempre necesaria, puede venir del 
deseo de conocer a Aquel que es el principio y fundamento de la fe cristiana. Pero 
enseguida surgirá la pregunta ¿cómo conocer realmente a Jesús, para poder seguirlo y 
vivir con él, para encontrar vida en él y comunicarla a los demás? En su Introducción al 
Cristianismo, el entonces joven profesor Joseph Ratzinger afirmaba: ‘la fe no es la 
aceptación de un sistema, sino de una persona que es su palabra; la fe es la aceptación 
de la palabra como persona y de la persona como palabra’; y agregaba, ‘la persona de 
Jesús es su doctrina, y su doctrina es él mismo’.3 Este libro, constituye el cenit de su 
obra teológica y tiene como objetivo testimoniar ese ‘encuentro’ que el Papa Ratzinger 
ha tenido con la persona de Jesús de Nazaret.4 
En el quehacer teológico, puede decirse que todo teólogo deja sin asentar los 
fundamentos últimos de su reflexión si no habla de Jesucristo, puesto que es Él quien le 
 
*Sacerdote de la Arquidiócesis de Santa Fe. Doctor en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad 
Católica Argentina. Profesor adjunto de Eclesiología en la Facultad de Teología (UCA). Profesor titular 
de Teología sistemática y Ecumenismo en los Seminarios: “Nuestra Señora de Guadalupe” (Santa Fe), 
Interdiocesano “La Encarnación” (Resistencia), “Nuestra Señora del Cenáculo” (Paraná); “San Carlos 
Borromeo” (Rosario); profesor invitado para los cursos de extensión en la Universidad Católica de Salta 
(UCASAL). 
1
 J. RATZINGER-BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. I° Parte: Desde el Bautismo a la Transfiguración, 
Planeta, Buenos Aires 2007; II° Parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, Planeta-
Madrid, Encuentro, 2011; en adelante citamos: JN I /II seguido del número de pág. 
2
 “El libro Jesús de Nazaret de Benedicto XVI, es de los más vendidos en el sitio web Amazon.com”, en 
[en línea], <http://www.aciprensa.com> [consulta: agosto 2011]. 
3
 J. RATZINGER, Introducción al Cristianismo, Sígueme, Salamanca 1969, 174. 
4
 JN II, 10. 
http://www.aciprensa.com/
2 
 
da sentido a toda palabra en el discurso sobre Dios, sobre el hombre y sobre la historia. 
Es tal vez por ello que, los cuatro máximos teólogos católicos del siglo XX: Rahner, 
Balthasar, Congar y Lubac, han experimentado la necesidad de afrontar la composición 
de una cristología.5 Los tres primeros pudieron llevar a cabo su cometido, no así de 
Lubac quien confiesa no haber estado capacitado para ello.6 Ratzinger que nació un 
Sábado Santo y que siempre vió signado su camino teológico por el ‘Misterio pascual’7, 
escribe su libro intentado responder a la pregunta fundamental de todo creyente: ¿Qué 
significa Jesucristo para mí?8 
1. Origen 
En el prólogo general de la obra, Ratzinger afirma desde el inicio, que su libro ‘es fruto 
de un largo camino interior’.9 De allí, que para buscar su ‘motivación original’ haya que 
remontarse a aquellas ‘vidas de Jesús’ que él leyó en los años de su formación entre 
1930-40, y que habrían de marcarlo profundamente.10 Se trata de autores como K. 
Adam y R. Guardini, entre otros citados, que en su momento intentaron superar el ideal 
romántico alemán, redescubriendo los conceptos de ‘historia y mundo’ en la 
comprensión de la fe. En este aspecto, Ratzinger es deudor de los principales aportes de 
la vieja Escuela de Tubinga, que desde los días de J. A. Möhler (1796-1838) buscó una 
nueva orientación para la reflexión teológica a partir de una ‘vuelta a las fuentes’ de la 
revelación.11 La posibilidad de un acceso a la Sagrada Escritura desde la lectura que la 
Tradición misma hace de ella, es el modo como toda una generación de teólogos, 
recuperará la dimensión histórica del Cristianismo.12 Ratzinger ha gestado su obra 
teológica en esta tradición, y más allá de la apertura y contactos con otras escuelas 
permanecerá siempre fiel a ella, en el sentido de una teología enraizada en la Palabra de 
 
5
 Sustento esta afirmación en las características que Olegario G. de Cardedal da a los que llama “Teólogos 
totales”, en O. G. DE CARDEDAL, El Quehacer de la Teología, Salamanca, Sígueme, 2008, 655s; sobre la 
misma idea acerca de Rahner y Congar puede verse: B. MONDIN, I Grandi Teologi del Secolo Ventesimo. 
I Teologi Cattolici 1., Torino, Borla, 19722, 121ss y 195ss; también un juicio de valor sobre la obra de 
Balthasar y Lubac, en J. RATZINGER, Mi Vida. Recuerdos (1927-1977), Madrid, Encuentro, 1997, 120. 
6
 Cf. H. DE LUBAC, Memoria en torno a mis escritos, Encuentro, Madrid 2000, 193-194. 
7
 J. RATZINGER, Mi Vida 22. 
8
 Es el título de una conferencia en 1973: J. RATZINGER Wer ist Jesus von Nazaret – für mich? 100 
zeitgenössische Antoworten, München (1973), 23-26; publicada en castellano en J. RATZINGER, Palabra 
en la Iglesia, Sígueme, Salamanca 1976, 111-114. 
9
 JN I, 7. 
10
 Para las cuestiones biográficas pueden verse dos obras: A. NICHOLS, Joseph Ratzinger, San Paolo, 
Milano, 1996; F. MEIER – F. SCHUMACHER, El Teólogo Joseph Ratzinger, Barcelona, Herder, 2007. 
11
 Puede verse la obra J. S. Drey, fundador de la Escuela de Tubinga, edición preparada por: M. SECKLER, 
Aux origines de l’école de Tübingen. Johann Sebastian Drey. Bréve introduction á l’étude de la théologie 
(1819), Paris, Cerf, 2007. 
12
 Cf. Y. CONGAR, L’Église de saint Augustin á l’époque modern, Paris, Cerf, 2009, 417-424. 
3 
 
Dios, abrevada en el pensamiento de los padres de la Iglesia y marcada tanto, por el 
‘espíritu de la liturgia’, como por una sensibilidad para el diálogo con las nuevas 
corrientes filosóficas contemporáneas.13 Esta obra sobre Jesús se inscribe en una largo 
camino de producción teológica del autor, en el que habría que distinguir entre escritos 
ocasionales y sistemáticos; entre estos últimos deben mencionarse: Introducción al 
Cristianismo (1968), El Nuevo Pueblo de Dios (1969) Escatología (1977), Teoría de los 
principio teológicos. Materiales para una teología fundamental (1982) y Jesús de 
Nazaret (2007/2011). Esta última obra pertenece a dos fases de su vida, como él mismo 
lo deja entrever al mencionar quién es el autor: ‘Ratzinger-Benedicto XVI’. En efecto, 
su composición señala de algún modo el final del trabajo teológico del antiguo profesor 
de Tubinga, Bonn, Münster y Ratisbona, pero ensambla de manera armónica y madura 
con el actual ministerio de obispo de Roma.14 ¿Quiere decir, que es este un libro de 
Jesús escrito por el Papa? Y ciertamente que sí; no algo común si se mira la historia, 
más todavía, algo inédito en la tradición de los papas. Pero tampoco debe asombrarnos, 
si se piensa que este Papa antes de llegar a serlo, fue y es un teólogo, que ha acometido 
esta enorme tarea mientras ‘dispone aún de tiempo y fuerzas’15, pretendiendo antes que 
nada darnos a conocer al Jesús en quien él cree y del cual él vive y predica. Con todo, es 
posible, que tratándose del libro de un Papa, esté la tentación de considerarlo como la 
‘vida oficial’ de Jesús, casi al nivel de una enseñanza magisterial; pues todo lo 
contrario, por cuánto el mismo Ratzinger señala que su libro es ‘expresión de su 
búsqueda personal del rostro del Señor’.16 Si algo distingue de antemano a estaobra 
teológica es, la humildad con que su autor se ‘ofrece’ al foro de los especialistas para 
ser contestado, reclamando eso sí benevolencia, sin la cual no puede haber comprensión 
posible. 
2. Estructura 
Para comprender el plan general de la obra, es necesario explicar ante todo qué es lo que 
se ha propuesto Ratzinger al concebir su libro sobre Jesús. Una vez publicada la primera 
parte, hubo quien le señaló, que encontraba una similitud en su propuesta con la obra 
 
13
 Cf. J. RATZINGER, Mi Vida, 33-34, 42, 54-56, 63-71, 74, 80, 84, 103-104. Al comparar el estilo de su 
reflexión teológica con la de Rahner, con quien había compartido el servicio en el Concilio como ‘perito’, 
dice: “En cambio yo, precisamente por mi formación, estaba marcado principalmente por las Escrituras y 
por los Padres, por un pensamiento esencialmente histórico” (Ibid 105). 
14
 JN I, 20 
15
 JN I, 20; II, 10. 
16
 JN I, 20. 
4 
 
maestra de R. Guardini: El Señor, catalogando ambas de ‘cristologías de arriba’. 
Ratzinger ha desmentido esto, mostrando que en ningún momento ‘intentó escribir una 
cristología’, e incluso que ni siquiera había tenido intención de escribir una ‘vida de 
Jesús’;17 indicando además, que en ambos géneros pueden encontrarse obras 
excelentes.18 Su intención se revela claramente si se concibe su obra a la luz de lo que 
Santo Tomás de Aquino, ha intentado con su tratado sobre los misterios de Jesús.19 En 
efecto, Ratzinger reconoce muchos puntos de convergencia con este género de tratados, 
aunque su enfoque supone un contexto histórico-espiritual diverso y por ello una 
orientación intrínseca diferente que incide de manera determinante en la estructura de su 
obra. En esta dirección, al final del prólogo de la primera parte y volverá a repetirlo en 
el prólogo de la segunda, dice que su deseo ha sido presentar la ‘figura y el mensaje de 
Jesús’.20 La mención de la ‘figura’ hace pensar inmediatamente en la influencia de la 
concepción balthasariana; en efecto, para el teólogo suizo, a quien curiosamente 
Ratzinger no cita en ningún momento, la ‘figura de la revelación objetiva es Cristo’.21 
Más allá de dónde Ratzinger haya tomado esta idea, la considera como ‘clave directriz’ 
para entender su obra, al punto de pensar que hubiera podido servir como subtítulo a la 
misma.22 De aquí se desprende que, la ‘figura’ supone la Encarnación del Verbo, 
alcanzando en ella su punto culminante; y que a la vez es transmitida por la mediación 
de la Iglesia (Palabra y sacramento) de modo tal, que la figura concreta de Cristo 
resucitado llega a cada generación y a cada hombre. Con esto queda claro que la 
intención del autor es presentarnos no a un personaje del pasado, el cual resultaría 
 
17
 JN II, 8. 
18
 En el caso de las ‘cristologías’ cita autores como: W. Pannenberg, W. Kasper, Ch. Schönborn y K. 
Menke; entre las ‘vidas de Jesús’: J. Gnilka y J. Meier. 
19
 Cf. S. Th. III, qq. 27-59. Un paralelismo entre lo intentado por Ratzinger y aquello que Santo Tomás ha 
buscado en su Tratado sobre los ‘Misterios de Cristo’, se aclara viendo el proyecto de trabajo del 
Aquinate; sobre el cual dice G. Lafont: “El que lea cualquiera de las cuatro secciones anunciadas en el 
prólogo a la cuestión 27 quedará admirado de la diversidad de puntos de vista en los que se coloca Sto. 
Tomás para estudiar los Misterios de Cristo; hay cierto contraste con la primera parte de la cristología 
dedicada a la Encarnación en sí misma: en ella Santo Tomás, partiendo de la Revelación de Cristo y 
sirviéndose de datos filosóficos bien elaborados sobre la persona y la causalidad, nos ofrece una visión 
orgánica de la realidad de Cristo. Aquí multiplica los enfoques, las conveniencias, subrayando según los 
casos la conexión del Misterio que considera con la estructura de Cristo, con su inserción en el tiempo, 
con su función de Doctor, etc. Produce la impresión de una meditación sobre los Misterios más que de 
una construcción teológica propiamente dicha”, en G. LAFONT, Estructura y Método en la Suma 
Teológica de Santo Tomás de Aquino, Madrid, Rialp, 1964, 435. 
20
 JN I, 20; II, 8. 
21
 Cf. O. G. DE CARDEDAL, “La obra teológica de Hans Urs von Balthasar”, Communio IV (1988), 380. 
22
 JN II, 9. 
5 
 
‘demasiado insignificante en su contenido’, sino a Aquel que ‘vive y habla’ en la 
historia a través de su Iglesia.23 
 Dicho esto, podemos presentar su plan, concebido en dos partes hasta el presente: 
‘Desde el Bautismo hasta la Transfiguración’ (I) con una Introducción donde ofrece 
una ‘primera mirada al misterio de Jesús’ y 10 capítulos que abarcan los misterios de la 
vida pública: bautismo, tentaciones y transfiguración (1, 2 y 9), Evangelio del Reino (3), 
sermón de la montaña (4), oración del Señor (5), discípulos (6), mensaje de las 
parábolas (7) grandes imágenes joánicas (8) y nombres con los que Jesús se designa a sí 
mismo (10). De este modo, Ratzinger realiza una lectura complexiva de los evangelios, 
penetrando en la naturaleza misma del ‘Evangelio’, integrando diversidad de textos: 
narrativos, parenéticos y teológicos, buscando en todo la unidad de la figura y mensaje 
de Jesús. A continuación sigue el tomo que comprende Desde la entrada en Jerusalén 
hasta la Resurrección (II) y que incluye 9 capítulos, concebidos como ‘cuadros 
secuenciales’ del camino pascual de Jesús: entrada en Jerusalén y purificación del 
templo (1), discurso escatológico (2), lavatorio de los pies (3), oración sacerdotal (4), 
última cena (5), Getsemaní (6), proceso de Jesús (7), crucifixión y sepultura (8), 
resurrección de entre los muertos (9). En ambas partes Ratzinger se ha comportado 
como ‘verdadero autor’ pues a buscado presentar la figura de Jesús desde la imagen que 
de él nos traen los Evangelios, para lo cual selecciona el material en razón de una ‘idea 
teológica’ subyacente que intentaremos explicar al abordar la cuestión del método. En 
esta labor de selección a privilegiado unos textos sobre otros, esto responde 
exclusivamente a la visión personal con la que afronta y justifica su tarea. Si se deja de 
lado la sección que debería dedicar a los ‘evangelios de la infancia’ prometida al 
finalizar la primera parte y nuevamente anunciada en forma de ‘fascículo’ al concluir la 
segunda24, hay temas relevantes que no son asumidos, como por ejemplo los ‘relatos de 
milagro’, lo que constituye por cierto una omisión llamativa.25 
3. Método 
Debemos abordar ahora la cuestión del método. El autor dedica dos enjundiosos 
prólogos (I y II parte) para tratar estos temas que pueden resultar complejos para el 
 
23
 JN II, 9. 
24
 JN I, 20; II, 10. 
25
 Puede verse: G. SEGALLA, “Gesù di Nazaret tra passato e presente: un’ermeneutica ecclesiale in 
armonía con l’ermeneutica storica e canonica”, en AA.VV., Il Gesù di Nazaret di Joseph Ratzinger. Un 
confronto, Assisi, Cittadella Editrice, 2011, 49. 
6 
 
lector no especializado; intentaremos presentar sus líneas fundamentales. El horizonte 
desde el cual Ratzinger realiza su ‘opción metódica’ está en gran medida motivado por 
el clásico tema del ‘Jesús histórico’ cuyos inicios se remontan al siglo XVIII con la 
llamada ‘teología liberal’ y que en el siglo XX durante los años 50 en ámbitos de la 
teología protestante alemana, estableció una ‘grieta’ cada vez más profunda entre el 
‘Jesús histórico’ y el ‘Cristo de la fe’, llegando a postular su ‘total diferencia’. Esta 
distinción que alcanzó niveles de reflexión y difusión notables a partir de la obra de R. 
Bultmann (1884-1976), parecía más allá de sus innegables aportes, orientar el futuro de 
la exégesis hacia un callejón sin salida. La ‘aventura’ de querer alcanzar al ‘Jesús 
histórico’ marcó un camino singular en la historia de los estudios bíblicos que incidiótambién dentro de la Iglesia Católica.26 El auge del método histórico-crítico posibilitó 
por su parte, una apertura a las nuevas exigencias de la razón moderna siempre deseosa 
de ‘comprobar’ con datos fehacientes la existencia y la obra del ‘Jesús real’. Mediante 
investigaciones sutiles se intentaba ‘reconstruir’ a través de los estratos de la tradición la 
auténtica imagen de Jesús, la cual se consideraba cada vez más diferente de aquella que 
profesaba la fe creyente. En todo este trabajo científico, independientemente de sus 
logros, se infiltraba sin embargo un prejuicio (sospecha) alimentado por filosofías 
idealistas, que postulaban una ‘imposibilidad’ de acceder a través del ‘testimonio’ de los 
evangelistas al Jesús de la historia. Entre tanto, el largo andar de la exégesis en campo 
católico al igual que la teología, pasó por momentos turbulentos: sospechas, 
notificaciones y condenas.27 El magisterio de la Iglesia, luego de un período de 
reacción y defensa, abrió finalmente las puertas al método histórico-crítico, asentando 
algunos principios reguladores; la encíclica Divino afflante Spiritu (1943) marcó el 
inicio de esta nueva etapa que alcanzaría sobre todo en la Constitución Dei Verbum del 
Concilio Vaticano II sobre la ‘divina revelación’, y en la Instrucción de la PCB Sancta 
Mater Ecclesia (1964) sobre la ‘historicidad de los Evangelios’, un momento decisivo. 
En el trabajo teológico-exegético durante las últimas décadas, dos documentos de la 
Pontificia Comisión Bíblica: La interpretación de la Biblia en la Iglesia (1993) y El 
 
26
 Una excelente presentación de estos desarrollos puede verse en: R. LATOURELLE, A Jesús el Cristo por 
los Evangelios, Salamanca, Sígueme, 1982, 19-97. 
27
 En una conferencia a la Pontificia Comisión Bíblica (PCB), Ratzinger ha señalado que el itinerario de 
la exégesis en el último siglo y su relación con el Magisterio, forman parte de los problemas de su 
biografía, recordando que el decreto consistorial de 1912 que condenaba algunos estudios bíblicos de 
aquellos años, incluía los nombres de Karl Holzhey y Fritz Tillmann, que habían sido sus profesores 
durante los años de estudio en Frisinga. Cf. J. RATZINGER, “La relación entre Magisterio de la Iglesia y 
Exégesis”, Conferencia en el 100° aniversario de la Pontificia Comisión Bíblica, AA.VV., Escritura e 
Interpretación. Los fundamentos de la interpretación bíblica, Madrid, Palabra, 2003, 175-187. 
7 
 
pueblo judío y sus Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana (2001) han aportado 
perspectivas importantes, sobre todo en la integración del método histórico-crítico con 
otros ‘métodos y acercamientos’ basados en la tradición, las ciencias humanas y los 
ámbitos contextuales.28 En el primero, la Iglesia tomó posición rechazando la ‘lectura 
fundamentalista’, que apoyada en una ideología que rechaza la Encarnación, niega que 
la Palabra de Dios se exprese en lenguaje humano y que por ello no es pasible de ser 
abordada por la razón sirviéndose del aporte de las ciencias humanas.29 Desde esta 
mirada a la historia y desarrollo del método histórico-crítico, Ratzinger considera que en 
doscientos años de trabajo exegético, este, parece haber dado lo esencial, de allí que 
señale que para no agotarse en discusiones estériles debería dar un paso 
metodológicamente nuevo, integrando junto a la indispensable ‘hermenéutica histórica’ 
la llamada ‘hermenéutica de la fe’.30 Esta evaluación sobre las posibilidades ya agotadas 
en el trabajo exegético de la interpretación histórico-crítica, puede probablemente no 
tener el consenso actual de los exégetas,31 sobre todo cuando se advierte que la 
investigación ha entrado en una ‘nueva etapa de búsqueda’ (Third quest) y con logros al 
parecer importantes.32 Sin embargo, las reservas de Ratzinger respecto del método 
‘histórico-crítico’ parecen no venir tanto de las metas alcanzadas cuanto de la capacidad 
de ‘autocrítica’ que se tenga de él;33 sólo así se podrá reconocer sus límites e 
‘integrarse’ con aquella otra hermenéutica de la fe que le permita no ‘dejar la persona de 
Jesús en el pasado’.34 En efecto, Ratzinger aún utilizando de buen grado los resultados 
de la exégesis actual como lo dejan ver las fuentes bibliográficas,35 se propone ‘ir más 
allá’, buscando una ‘interpretación propiamente teológica’,36 desarrollando una mirada 
al Jesús de los Evangelios que le permita ante todo un escucharle a Él y a sus discípulos 
de todos los tiempos, para desde allí llegar a la certeza histórica de la figura de Jesús. 
 
28
 EB. 538-601, 644-659, 669-741, 1275-1380. 
29
 EB. 1381-1390. 
30
 JN I, 12; II, 6-7. 
31
 Es la tesis enunciada como: ‘La búsqueda del Jesús histórico continúa’, por K. STOCK, en “Cristo en la 
Exégesis actual”, AA.VV., op. cit., 129s. 
32
 Puede verse: H. SAFA, “El Estado actual de la Third quest o ‘Tercera búsqueda’ del Jesús histórico”, 
Teología 101 (2010) 91-115. 
33
 Cf. BENEDICTO XVI, Luz del Mundo, Madrid, Herder, 2010, 179. 
34
 JN I, 12, 16; II, 9. 
35
 En los dos volúmenes Ratzinger organiza una bibliografía por capítulos muy actualizada en la que 
predominan los autores alemanes. Entre los exégetas, son citados: Gnilka, Conzelmann, Berger, 
Schürmann, Meier, Schnackenburg, Jeremias, Blank, Blinzler, Von Rad, Harnack, Bultmann, 
Stuhlmacher, Elliger, Dinkler, Limbeck, Kroll,Martini, Ravasi, Feuillet, Schlier, Stöger, Biser, Dodd, 
Kuhn, Grelot, Hengel, Pesch, Cazelles, Barret, Brown, Robinson, Vanhoye, Wilckens y Zimmermann. 
36
 JN I, 19-20, 413. 
8 
 
Desde esta perspectiva Ratzinger valora especialmente el aporte que ha significado la 
llamada ‘exégesis canónica’, la cual intenta leer los textos bíblicos en el conjunto de la 
única Escritura, permitiendo que se iluminen mutuamente con su ‘luz propia’, dando 
lugar así al Espíritu de Dios a quien considera como insustituible hermeneuta.37 No cabe 
duda que este modo de abordar e interpretar a Jesucristo le debe mucho a la tradición 
patrística, que Ratzinger ha cultivado durante sus años de estudio en Münich, bajo la 
influencia de G. Söhngen quién lo abrió al conocimiento de los padres, en especial de S. 
Agustín.38 Sin embargo, en su libro, Ratzinger no se ata a los comentarios patrísticos, 
los selecciona en función de una idea previa39 y en alguna oportunidad incluso los 
corrige.40 En el recurso a la tradición patrística es digno de notar cómo Ratzinger se 
apropia del método teológico al recoger y sistematizar los datos. En esta función, al citar 
a los padres no busca justificar su idea apelando a las auctoritas al modo de la antigua 
apologética, antes bien, se sirve del método utilizado por ellos, conjugándolo con los 
mejores resultados de la actual exégesis que también lee de manera crítica,41 sin perder 
nunca de vista que su opción es la de una ‘hermenéutica cristológica’, que intenta 
‘acercarse a la figura del Señor de manera que pueda ser útil a todos los que desean 
encontrarse con Él y creerle.42 
Se nos ocurre una imagen para explicitar sintéticamente la ‘puesta en práctica’ del 
método con el que Ratzinger desarrolla cada uno de los capítulos. Una vez que ha 
seleccionado las unidades literarias y las ha tematizado, busca en todo momento 
alcanzar el factum historicum
43 que determina el sentido literal, trabajando para ello 
sobre el texto original griego y leyéndolo desde la entera tradición 
veterotestamentaria.44 Afirmando la inseparabilidad de ‘fe-verdad-historia’, intenta 
establecer un trípode hermenéutico que le permita enfocar desde las exigencias de la 
 
37
 JN I, 14-15; Cf. EB 1325-1332. 
38
 Cf. J. RATZINGER, Mi Vida, 71, 73-74; fruto de este trabajo es su tesis doctoral en la Universidad de 
Münich en 1951: J. RATZINGER, Pueblo y Casa de Dios en la doctrina de San Agustín sobrela Iglesia, 
Madrid, Encuentro, 2012. 
39
 Como ejemplo, el argumento que apunta al decidirse por S. Cipriano entre los numerosos comentarios 
patrísticos sobre la Oración del Señor: JN I, 418. 
40
 JN I, 254. 
41
 Un ejemplo puede verse en la ‘asunción crítica’ que hace del pensamiento de R. Bultmann, uno de los 
autores más citados en la II° parte. El modo en cómo cita, cuestiona y asume lo que de positivo se 
encuentra en su pensamiento, se encuentra en JN I, 262-264. 
42
 JN II, 10. 
43
 Pueden verse dos ejemplos claros en: JN I, 274; II, 127. 
44
 Véase el uso del salmo 73 como ‘trasfondo espiritual’ de la parábola del ‘rico y del pobre Lázaro’: JN I, 
255-257. 
9 
 
razón creyente los planteos modernos sobre la identidad de Jesucristo. A partir de allí, 
presta particular atención a la ‘Sinopsis de los evangelios’ descubriendo cómo emerge, a 
través de los matices de cada redactor, la ‘figura’ de Jesús en ese mosaico ‘cuadriforme’ 
que es el Evangelio. Para esta labor, Ratzinger no está sólo, se sabe parte de una rica 
tradición de ‘buscadores del rostro del Señor’, de allí que invite a su mesa de trabajo a 
los maestros de todos los tiempos: Padres de la Iglesia, Santos y Místicos, teólogos de 
ayer y de hoy (católicos, protestantes y ortodoxos), filósofos y autores no cristianos; 
todos tienen para él una palabra que decir, haciendo realidad aquello de que la ‘verdad 
es sinfónica’ (Balthasar). En todo el itinerario investigativo el ‘teólogo’ no se ausenta 
jamás; en cada tema abordado, Ratzinger no sólo ‘cree lo que lee’, sino que ‘razona lo 
que cree’, ensayando una interpretación personal a la vez que profundamente eclesial 
del misterio cristiano, buscando superar las cuestiones abiertas, y abriendo siempre al 
lector a la ‘contemplación’ y ‘seguimiento’ de Jesús. 
4. Síntesis teológica del contenido 
 Veamos ahora de manera muy sumaria el contenido a través de una síntesis de sus 
principales líneas teológicas. Hay que advertir que Ratzinger no pretende ofrecer una 
historia crítica de Jesús, como tampoco una exégesis particular de los grandes textos 
evangélicos, que da por supuesta. Parte de la certeza de la existencia real de Jesús como 
de los hechos fundamentales que determinaron su vida y destino. Al igual que el autor 
judío J. Neusner, con quien Ratzinger dialoga45 citando su obra Un rabino habla con 
Jesús,46 su punto de partida es ‘escuchar’ al Jesús de los Evangelios. Lo que intenta en 
ambos volúmenes es dar respuesta a la cuestión de fondo: ¿Quién fue Jesús para suscitar 
entre los hombres algo que no ha cesado hasta hoy: la fe en él?47 Esta pregunta por la 
credibilidad de Jesucristo aparece como línea directriz que atraviesa toda la obra, 
haciéndose explícita de manera sugerente cuando analiza el pasaje de ‘las tentaciones de 
 
45
 JN I, 97, 133 ss. 
46
 En el epílogo ‘añadido’ a su obra, que titula: “Renovando la disputa religiosa en busca de la verdad 
teológica: en diálogo con el Jesús de Nazaret de Benedicto XVI”, J. Neusner, afirma: “El Jesús con el que 
entablo mi discusión no es el Jesús histórico previamente fijado de la imaginación erudita de un 
estudioso, y ello por una razón muy sencilla: esas figuras históricas fabricadas son demasiadas y 
demasiado diversas para un debate. No veo, además, cómo las personas religiosas pueden diferir acerca 
de lo que sólo las enfrenta en obras académicas. Cuando los judíos abren el Nuevo Testamento dan por 
sentado que están oyendo al Jesucristo del cristianismo, y cuando los cristianos abren este mismo libro 
adoptan sin duda la misma visión. Esto no significa que el Jesús histórico no esté presente en los 
Evangelios, tal como los leemos, los que nos presentan a Jesús a la mayor parte de los que nos 
proponemos conocerlo. Yo escribo para creyentes cristianos y judíos fieles; para ellos, Jesús es conocido 
a través de los Evangelios” en J. NEUSNER, Un rabino habla con Jesús, Madrid, Encuentro, 2008, 203ss. 
47
 JN I, 54-55. 
10 
 
Jesús’; en este pasaje, frente a las imágenes distorsionadas que el tentador presenta del 
Mesías, Ratzinger ve proyectarse la historia de la Iglesia y de la humanidad, mostrando 
cómo el ‘contenido de la tentación va adoptando nuevas formas a lo largo de la 
historia’. Aquí el autor ensaya una ‘inclusión’ por medio de una pregunta que queda 
para la reflexión y examen del lector: ‘Si hoy nosotros tuviéramos que elegir, ¿tendría 
alguna oportunidad Jesús de Nazaret, el Hijo de María, el Hijo del Padre? ¿Conocemos 
a Jesús realmente? ¿Lo comprendemos? ¿No debemos tal vez esforzarnos por conocerlo 
de un modo renovado tanto ayer como hoy? El tentador no es tan burdo como para 
proponernos directamente adorar al diablo. Sólo nos propone decidirnos por lo racional, 
preferir un mundo planificado y organizado, en el que Dios puede ocupar un lugar, pero 
como asunto privado, sin interferir en nuestros propósitos esenciales’.48 
Efectivamente, Ratzinger desarrolla mucho de los argumentos de su libro en base a 
‘preguntas’ implícitas que podrían enunciarse de este modo: ¿Dónde descubrimos quién 
es Jesucristo y cómo irrumpe su Reino entre nosotros?49 ¿Qué ‘novedad’ sobre su 
persona revela su oración?50 ¿Cómo fueron su vida, mensaje y destino?51 ¿Qué relación 
guarda la persona de Jesús con la Torá de Israel, y de qué modo la interpreta y 
universaliza su mensaje?52 ¿Cuál es el valor y alcance salvífico de su muerte?53 ¿Qué 
razón hace comprensible que ha pocos días de su muerte la comunidad de discípulos 
que llamamos Iglesia se expanda y llegue hasta hoy?54 ¿Qué fue lo que aconteció en la 
Resurrección y qué importancia tiene para la historia?55 Intentando responder a 
preguntas como estas, el autor asume el problema cristológico en su entramado interno; 
pues mientras deja sentado que cualquier intento por reducir a Jesús a un profeta, a un 
rabino o a un sabio, distorsiona su misterio, muestra al mismo tiempo desde la unidad 
de ambos testamentos, que la identidad y la autoconciencia de la misión de Jesús sólo se 
revela desde su inseparabilidad con el Padre.56 De este modo, Ratzinger busca entender 
a Jesús desde el doble movimiento de ‘palabra y acontecimiento’57 el cual aparece como 
constitutivo de la fe cristiana, mostrando que la coherencia que se deriva de su figura, 
 
48
 JN I, 66-67. 
49
 JN I, 76-77. 
50
 JN I, 170 ss. 
51
 JN I, 223 ss. 
52
 JN I, 129 ss. 
53
 JN II, 237 ss; 267ss. 
54
 JN II, 302 ss. 
55
 JN II, 316 ss. 
56
 JN I, 29-30. 
57
 JN II, 237 ss. 
11 
 
tal como aparece expuesta por los evangelistas, hace comprensible no solo su misterio 
salvador, sino también el tiempo y la historia en donde éste acontece. La unidad de 
contenido está dada por el hecho de que sin esa referencia a Dios, en la que Jesús vivió 
todo su ministerio terreno, y que fue acreditada en la resurrección, no es inteligible nada 
de lo que ocurrió con Él a raíz de su muerte. Por eso el hilo maestro que mantiene unido 
el libro en sus dos parte y sirve de clave para su comprensión, es la explicitación de lo 
que para los evangelistas constituye el núcleo de la existencia personal de Jesús: su 
relación y unión con Dios, manifestada en su oración, así como en la obediencia y 
fidelidad a la misión que Él considera desde la confianza de su filiación con el Padre. 
A modo de conclusión 
Frente a la tesis del pensamiento racionalista que postula: sólo el Cristo de ayer, el 
histórico, es el verdadero Cristo y todo lo demás es fantasía posterior, con lo cual, Cristo 
es únicamente lo que fue, perdiendo la fe al Cristo presente y eterno; Ratzinger recupera 
y desarrolla en su libro el núcleo de la profesión de fe cristológica: ‘Jesucristo es el 
mismo ayer y hoy, y lo será para siempre’ (Heb. 13, 8). El primer encuentro con 
Jesucristo, parece decirnos el autor, es el que se realiza en el presente.Sólo se le puede 
encontrar, porque para muchas personas constituye un hoy y por eso tiene un verdadero 
presente. Sin embargo, para acercarnos al Cristo viviente en la historia, presente en su 
palabra y eficacia sacramental, debemos escuchar al Cristo de ayer, tal como se 
manifiesta en las fuentes de la revelación. Si se lo escucha integralmente y no se lo 
despoja de aspectos esenciales, entonces lo vemos abrirse abiertamente hacia el futuro y 
venir desde la eternidad que abarca pasado, presente y futuro. 
 El Jesús de Nazaret de Ratzinger-Benedicto XVI, se inspira en una larga lectio que su 
autor ha realizado de las Escrituras a lo largo de su vida; para ello, ha debido primero 
ubicarse en el corazón de la Iglesia a la cual le reconoce su interpretación auténtica. En 
su lectura del misterio de Jesús, ratifica aquel principio que destacaba Erich Peterson, el 
teólogo convertido al catolicismo en 1930, cuando afirmaba que: ‘la S. Escritura se 
convierte y es vinculante no en cuanto tal, pues ella no está sola en sí misma, sino en la 
hermenéutica de la tradición apostólica’.58 En efecto, si algo es indiscutible en esta obra, 
es que la persona de Jesucristo vive en la tradición que él mismo anima y sostiene en la 
 
58
 BENEDICTO XVI, “Discurso a los participantes en el Simposio Internacional sobre Erich Peterson” 
(25/10/2010); [en línea], http://www.vaticanva.com [consulta: octubre 2011]. Sobre el perfil biográfico-
teológico de E. Peterson, puede verse: L. CAPPELLETTI, “Teólogo sin patria”, 30 Días 94/95 (1995) 54-59. 
http://www.vaticanva.com/
12 
 
perenne efusión de su Espíritu. El Jesús de nuestro autor es el mismo que se apareció a 
los discípulos en la mañana de Pascua, el mismo que confiesan los mártires de todos los 
tiempos, y que se hace presente en cada Eucaristía como en la misión de la Iglesia, el 
mismo que finalmente vendrá a buscar a su Iglesia en el ocaso de la historia.

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