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AARON V. CICOUREL. 
EL MÉTODO Y LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA. 
 Method and Measurement in Sociology, 1964 by Free Press of Glencoe, A Division 
of Macmillan Publishing Co., Inc. 
 Editora Nacional (Madrid), 1982. Traducción de Eloy Fuente Herrero. 
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA 
Agradezco a la Editora Nacional la oportunidad que me da de escribir este 
prólogo a la edición española del libro y aprovecharé esta invitación para exponer 
primeramente algunos temas que se planteaban en el momento de escribir el libro. 
Queremos señalar también la importancia que siguen teniendo los datos de la 
etnometodología, la lingüística y la filosofía del lenguaje, que han llegado a formar 
parte del nuevo movimiento llamado de la «ciencia cognoscitiva». Por tanto, siguen 
siendo válidos hoy muchos aspectos teóricos de este libro, no obstante haber pasado 
tanto tiempo desde que se publicó por vez primera. 
En gran parte, es reacción a la enseñanza de metodología que recibí siendo 
estudiante. Al seguir los cursos habituales de metodología, como el método de 
escalas, el análisis demográfico, la investigación mediante encuestas y la proyección 
de experimentos, me sorprendía lo que me parecía ser una falta de medios analíticos 
para estudiar el marco de la vida cotidiana. Naturalmente, había estudios de 
observación participante según la teoría de la interacción simbólica, pero que no 
relacionaban el sentido de la acción social con la conducta lingüística, para-lingüística 
y no verbal de los participantes en la interacción social. Me sorprendía, además, que 
mis cursos de estadística y matemáticas pareciesen inadecuados para estudiar los 
temas fundamentales de la teoría sociológica. Se articulaban mal la teoría, la 
metodología y las observaciones necesarias para comprender y verificar los conceptos 
teóricos. 
Al principio, traté de formular las cuestiones teóricas, para exponer después los 
actuales recursos metódicos, con objeto de indicar posibles modificaciones de la teoría 
y del método. Pero al terminar el libro, me convencieron de que no debía publicarlo en 
su forma original: era objetable que se presentase primero la teoría y después la 
metodología. Me dijeron que sería impropio comenzar un libro sobre métodos con un 
capítulo sobre la teoría. Lo que me parecía que faltaba era el reconocimiento de que 
toda orientación teórica y problema sustancial exige su propia perspectiva 
metodológica. Según a qué universidad acudiese, el estudiante atendería a unos u 
otros temas teóricos y seguiría unos u otros métodos. A pesar de haberse hecho 
muchos planes nuevos de estudios durante los últimos veinte años, los estudiantes 
tienen que enfrentarse con gran variedad de teorías y métodos. Siguen separando la 
teoría y el método en su propia investigación y pocas veces entran a examinar el 
fundamento y la inconsistencia relativos de diferentes perspectivas teóricas y 
metodológicas. 
Sirvieron también de motivo a este libro varias cuestiones teóricas que se han 
asociado al término de «etnometodología», no empleado entonces, pero que ha llegado 
a atribuirse a gran parte de este libro. Los etnometodólogos trataban de revisar las 
cuestiones teóricas fundamentales en sociología utilizando escritos fenomenológicos 
como los de Edmund Husserl, Maurice Marleau-Ponty, Aron Gurwitch y Alfred Schutz. 
Se creía que las grandes teorías sociológicas no comprendían hasta qué punto el 
AARON V. CICOUREL 
mundo fenoménico reflexivo del actor obra como mediador forzoso entre lo que se 
llama a menudo estructura social en sentido macroscópico y las teorías del actor 
sobre las actividades reales de la vida cotidiana. Expuesto brevemente, el argumento 
era que no podemos comprender en realidad lo que se llama macroestructuras 
sociales si no tomamos en serio la idea de Max Weber de la acción social como algo 
relacionado con las circunstancias del marco natural en evolución. Las estructuras 
sociales que llamamos sistema de clasificación (stratification) social o formas de 
organización política han de ser recreadas relacionándolas con el modo como los 
actores arreglan sus asuntos en las circunstancias cotidianas. Así, el mundo 
fenoménico de actor es de un interés primordial, que me llevó a ciertos terrenos fuera 
de la sociología para hallar los necesarios elementos del lenguaje y del sentido que 
acercasen a la teoría y al método. 
Me ocupo de la medida porque trataba de abordar la manera como las unidades 
de análisis de cualquier proyecto de investigación han de concordar con el lenguaje y 
el razonamiento que se utilizan en los asuntos cotidianos. En la investigación 
sociológica, es procedimiento típico obtener diversos tipos de información de los 
sujetos, descubriéndola mediante una entrevista o una encuesta, o computando cierto 
resultado complejo o ejemplo de conducta. Nos empeñamos en utilizar métodos que 
crean unidades de análisis ajustadas a los modelos estadísticos o matemáticos. Me 
interesaba sugerir que buscásemos una matemática adecuada a los particulares tipos 
de unidades teóricas reales que emplean las personas en la vida cotidiana al 
describir y atribuir causalidad a sus asuntos cotidianos. Descubriendo las unidades 
que utilizan las personas al hablarse o hablar de otros en las organizaciones sociales 
cotidianas, estaríamos en mejor posición para comprender qué modelos podrían ser 
adecuados para analizar y representar la estructura social. 
Por ello, expongo diversos métodos bien conocidos por los sociólogos, tratando de 
señalar en cada caso cómo deben, pueden o deben formar parte de ellos las 
actividades reales del actor. El argumento general, repetimos, es que quizá no 
podamos comprender cuál será un método apropiado para examinar o verificar una 
teoría sin una explicación de cómo piensan, sienten y actúan las personas al 
ocuparse de sus asuntos en la vida cotidiana. Los capítulos dedicados a la 
investigación sobre el terreno, a la entrevista y a la investigación mediante encuestas 
siguen siendo una exposición válida de la sociología presente. El capítulo sobre la 
demografía quizá no sea tan bueno como podría serlo hoy y el peor de todos quizá 
sea el dedicado a los métodos históricos. En obras posteriores se han abordado 
muchos de estos temas. 
Al escribir este libro había comenzado también varios estudios empíricos, 
finalmente publicados, para probar los conceptos vertidos. Seguí otros estudios 
sustanciales de acuerdo con varios métodos. 
Era un nuevo aspecto incluir el lenguaje al estudiar la estructura social. Pocas 
veces había sido objeto de investigación sociológica y, en la época en que lo escribí, 
los sociólogos no creían que el lenguaje debiera ser un elemento esencial en el estudio 
de la estructura social. Desde luego, los antropólogos y, por ser más precisos, los 
lingüistas antropológicos conocían muy bien que el lenguaje, el pensamiento y la 
cultura están relacionados estrechamente, pero los sociólogos se las arreglaban en 
cierto modo para tratar el lenguaje como un recurso meramente pasivo, como medio 
de representar una información cuyo sentido se entendía como un aspecto natural de 
la estructura social. 
 8 
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA 
La atención de este libro al lenguaje ha tenido como consecuencia importante la 
aparición de nuevas orientaciones de la investigación sobre la enseñanza y el proceso 
de socialización. Vernos ahora que muchos investigadores atienden activamente a la 
relación entre el lenguaje y la estructura social al estudiar los marcos de enseñanza y 
la interacción entre madre e hijo. Este tipo de estudios requiere que los estudiantes de 
Sociología aprendan conceptos y métodos de investigación lingüísticos que puedan 
emplearse en la investigación sobre el terreno. 
Los capítulos sobre la entrevista y la investigación mediante encuestas, que hoy 
siguen siendo parte integrante de la investigación sociológica, han sido actualizados 
en algunas publicaciones recientes del autor. En las páginas siguientes, abordaré 
brevemente,para el lector español, aspectos de la dirección que ha tomado este 
trabajo. 
Una cuestión esencial en el empleo de encuestas y entrevistas es la necesidad 
de identificar los conocimientos que posee el sujeto en el momento de ser entrevistado 
o de sometérsele a un cuestionario de encuesta. La entrevista no es tan difícil en este 
sentido como la encuesta, pero hay dificultad en ambos casos, porque la misma 
pregunta ofrece al sujeto un marco que puede serle bastante nuevo y, en el caso de 
las preguntas cerradas, resultarle dudoso su sentido. Con otras palabras, la 
entrevista y la encuesta tratan de reducir el marco de la pregunta y, en el caso de la 
encuesta, el marco de la respuesta, de manera que se obtenga del sujeto una serie 
bastante reducida de respuestas. La finalidad es limitar la pregunta de tal manera 
que se prevean, e incluso señalen en el caso de las encuestas, todas las respuestas 
que puedan darse. El investigador trata de agregar las respuestas y, a menos que se 
limiten las opciones, este proceso de agregación puede resultar muy engorroso en el 
caso de las preguntas abiertas. 
Las entrevistas y las encuestas imponen limitaciones al tratamiento de la 
información, por obligar al entrevistado a atender a una pregunta particular y a un 
conjunto particular de resultados u opciones posibles. El investigador confía en estas 
limitaciones para lograr la agregación de respuestas que sus conclusiones precisan. 
La entrevista y la encuesta suponen un sistema de pregunta y respuesta que es parte 
del modo como se realizan los actos lingüísticos en la vida cotidiana. 
Estos sistemas de pregunta y respuesta tienen muchos aspectos formales que no 
puedo abordar en este prólogo. Hemos de tener presente su carácter para crear una 
metodología adecuada de la entrevista y de la investigación mediante encuestas. Se 
supone que el entrevistado comprenderá los aspectos fonológico, sintáctico, semántico 
y pragmático de cada frase empleada y poseerá, además, cierto dominio impreciso de 
conocimientos sobre el mundo real para poder contestar a las preguntas sustanciales. 
Si las preguntas que se hacen al entrevistado comprenden una información con la que 
no está familiarizado, a menudo es algo imposible de saber para el investigador, por 
causa de las respuestas cerradas que se ofrecen. Por tanto, hemos de tener alguna 
manera de apreciar la validez de los conocimientos que suponen las preguntas, 
independientemente de que se las haga con respuestas cerradas. Hay otras 
limitaciones para el sujeto, entre las que se cuentan las limitaciones al tratamiento de 
la información, como la necesidad de tratar varias fuentes de información, a la vez 
que ha de recurrir a la memoria para complacer al investigador. Ahora bien, una 
dificultad de las encuestas es que los conocimientos y la clase social del entrevistado 
no se atienden como limitaciones pertinentes a la manera como se comprenden las 
preguntas y se dan las respuestas. 
 9 
AARON V. CICOUREL 
Lo que sucede es que, habitualmente, conocemos la clase social del sujeto como 
parte de la encuesta y, después, buscamos correlaciones entre una medida de clase y 
las respuestas a diferentes series de preguntas. Pocas veces proyectamos las 
preguntas, si es que lo hacemos alguna vez, con objeto de predecir y conocer los 
razonamientos que se hacen por las experiencias de clase social. Necesitaríamos 
encuestas cuasi-experimentales en que se pidiese a los entrevistados que 
manifestasen sus ideas sobre sus respuestas a las preguntas cerradas. Tales 
respuestas nos capacitarían para reconstruir los conocimientos y el modo de razonar 
del entrevistado. 
El que distintos entrevistados puedan atribuir diverso contenido a la misma 
pregunta complica las estructuras de conocimiento que inferimos de las respuestas. Al 
emplear un sistema de clasificación total y abstracto o una serie de reglas de cifrado 
para clasificar las respuestas, comprometemos nuestra interpretación de cómo 
entendió las preguntas el entrevistado y de la clase de intenciones que podemos 
atribuir a las respuestas. Los puntos del cuestionario no son meramente textos 
individuales completos, sino que se hacen base para inferir macroestructuras que se 
asemejan a aquellas de que informan los investigadores sobre la comprensión textual. 
Los entrevistados buscan una comprensión más general de las diferentes preguntas 
que se les hacen, a pesar de las tentativas del investigador de desordenar la 
presentación de preguntas relacionadas por las hipótesis del proyecto. Así, tenemos 
al entrevistado buscando un modelo que satisfaga sus propias ideas sobre la 
finalidad de la entrevista o de la encuesta. Por ello, se convierte en participante 
activo, tratando de desarrollar sus propias hipótesis sobre lo que está sucediendo, las 
intenciones que tiene el investigador, tratando de adivinar qué pueda haber detrás de 
las preguntas. Naturalmente, muchos entrevistados pueden optar por contestar a las 
preguntas muy rápidamente, para que la entrevista sea lo más corta posible, no 
recurriendo a su memoria sino en mínima parte. Quiero decir que, en las 
circunstancias normales de la investigación mediante encuestas, no se presta 
atención al tratamiento de la información por parte del entrevistado, a su comprensión 
de lo que se le pregunta. 
Necesitamos, por tanto, una teoría del razonamiento y del análisis textual como 
proceso de comprensión, si hemos de entender la manera como las entrevistas y las 
encuestas descubren y reconstruyen el conocimiento que de la estructura social tiene 
el actor. Sin una teoría de la comprensión, no tendremos manera de saber cómo 
interactúan los conocimientos del entrevistado con las preguntas de la encuesta o de 
la entrevista. Hoy se investiga mucho sobre los procesos y las estructuras de 
comprensión del razonamiento y de los textos. Los modelos que se emplean pueden 
ayudarnos a comprender en qué medida la utilización de los datos de encuestas y 
entrevistas pueden aclarar la teoría sociológica. Creo que, a menos de tener un medio 
de aclarar el proceso de comprensión implicado en la interpretación de las preguntas, 
no podremos relacionar las ideas del investigador y del actor sobre la estructura 
social. 
Los sociólogos son sensibles a los muchos problemas de la aplicación, cifrado y 
organización de los cuestionarios para su análisis, pero suelen ser insensibles a los 
problemas de tratamiento de la información con que se tropieza en estas tareas. 
Muchas encuestas se hacen en la misma cultura de que es nativo también el 
investigador. La vida en una sociedad occidental significa una socialización paulatina 
de los posibles entrevistados, de modo que suelen ser bastante flexibles ante las 
exigencias de las encuestas, en especial, cuando las circunstancias de la vida 
cotidiana los obligan a someterse a semejante actividad al tener que tratar con 
 10 
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA 
diversas instancias burocráticas. Por eso, sabemos muy poco del proceso de 
comprensión de las encuestas sobre el terreno y dentro de los centros de 
investigación, donde se proyectan las preguntas y se analizan los datos. 
Al realizar encuestas en otras culturas, con frecuencia se incorpora a nativos 
instruidos en la misma metodología, y que tácitamente pueden salvar las diferencias 
culturales. El conocimiento cultural necesario para que el investigador extraño 
comprenda la entrevista y las preguntas no es cuestión empírica. 
En la interacción cotidiana, los miembros de un grupo que hablan corrientemente 
de los sucesos políticos, económicos y sociales son sensibles a las limitaciones que 
imponen los intercambios con los de otro y conocen también lo limitado del saber de 
los miembros del grupo. La gente suele cortar sus observaciones por lo que crean a 
una persona capaz de comprender, lo que se ha demostrado incluso en la 
investigación infantil, sabiéndose que las madres y los niños mayores utilizan una 
clave lingüística diferente para hablar con elniño menor, con objeto de facilitar la 
comprensión. A menudo se olvida la idea de emplear distintos registros lingüísticos en 
la entrevista y en la encuesta, porque redactamos preguntas normalizadas, 
aferrándonos a ellas aunque los entrevistados no vayan a ser capaces de 
entenderlas. 
Recientemente, unos cuantos sociólogos han comenzado a estudiar esta 
cuestión, variando la redacción de las preguntas para ver si se produce variación en 
las respuestas. Algunos de estos estudios han tratado también de mostrar cómo 
pueden influir sobre las respuestas las diferencias en el empleo de preguntas 
cerradas y abiertas. Por ejemplo, puede demostrarse que, si se pregunta algo a los 
entrevistados de lo que no sepan nada, muchos contestarán a la pregunta si el 
cuestionario no incluye explícitamente la categoría «No sé». Sin embargo, muchos 
entrevistados están dispuestos a admitir su ignorancia. Otros harán una «conjetura 
culta, pero errónea» sobre el tema, a pesar de carecer de información. Con otras 
palabras, muchos de estos sujetos no tienen las actitudes por las cuales se les 
pregunta. No tienen los conocimientos que se ajusten a las preguntas que se les 
hacen. 
La utilización de preguntas de cuestionario abiertas y cerradas supone que los 
entrevistados poseen los conocimientos pertinentes. Se supone, además, que las 
respuestas reflejan actos, o actitudes, o creencias, que se manifiestan en el marco de 
la vida cotidiana en que los entrevistados suelen interactuar con otros. Tenemos que 
estudiar independientemente la comprensión del contenido de la pregunta respecto de 
las limitaciones del marco y del conocimiento del entrevistado. Lo cual quiere decir 
que hemos de saber algo de la relación entre lo que se pregunta y lo que se dice al 
entrevistado sobre la encuesta y la manera como la gente habla de los mismos temas 
en la vida cotidiana. 
Los aspectos técnicos de las encuestas ocultan a menudo el grado en que la 
metodología puede satisfacer la relación entre la teoría y el mundo cotidiano que se 
representa. Necesitamos datos de los marcos de la vida cotidiana que puedan ser 
comparables con los tipos de preguntas de cuestionario que hacemos a los 
entrevistados en un marco artificial. A menos de tener cierta idea de cómo son 
comparables los marcos cotidianos con lo que nos dicen las personas en los marcos 
artificiales, será difícil que comprendamos en qué medida las encuestas y las 
entrevistas puedan aclarar nuestro conocimiento de la estructura social. 
Al utilizar preguntas cerradas, esperamos que los entrevistados puedan 
reconocer como evidente la clase de objetos que se enuncia en cada punto, 
 11 
AARON V. CICOUREL 
expectativa derivada de la supuesta prueba anterior de cada pregunta del 
cuestionario, antes de aplicarlo en su redacción definitiva. Pocas veces nos hacemos 
cuestión de la posibilidad de que los conceptos o clases de conceptos expuestos al 
entrevistado pueden no estar claramente definidos en su mente. En ambos casos, el 
carácter cerrado de la encuesta garantiza una respuesta «adecuada», en tanto el 
entrevistado esté dispuesto a tomar una de las opciones que se le presentan. Se 
supone que las diferencias de ideas del investigador y del consultado sobre un 
concepto o clase quedan salvadas por la pequeña prueba anterior al cuestionario 
definitivo. 
Permítaseme concluir este prólogo a la edición española señalando que, al hacer 
investigación por encuestas buscamos, por ejemplo, una serie de verificaciones 
complejas de la producción de datos y del análisis subsiguiente, examinando las 
pautas que resultan, debidas a la redacción de las preguntas de diversa manera, a 
través de diferentes grupos y en momentos diferentes. Otra fuente de verificación en 
las encuestas puede verse en los enormes adelantos habidos en la teoría de la 
muestra y en la capacidad del investigador para escoger diferentes consultados. Lo 
más difícil es seleccionar una muestra de la conducta. En el caso de la conducta 
electoral, hallamos una correspondencia bastante estrecha con lo que dice la gente en 
respuesta a una pregunta de cuestionario y la manera como vota en realidad. Pero 
otros temas no resultan tan bien y, otros, nada bien en absoluto. De manera que 
siempre hemos de enfrentarnos con esta cuestión de la validez, porque no tenemos 
claridad sobre la conducta que indentifican los cuestionarios. Las personas no son 
muy precisas al describir su propia conducta cuando se les pide que contesten a 
preguntas directas. 
La dificultad fundamental está en la falta de teorías consistentes. En su lugar, 
solemos confiar en que se descubran pautas en las respuestas, que nos orienten 
hacia explicaciones teóricas a posteriori. Pocas veces la teoría orienta explícitamente 
la investigación sociológica. Esperamos que los datos de las investigaciones decidan 
qué conceptos teóricos parecerían apropiados. 
Seguramente, los demóscopos refinados encontrarán objetables muchos de estos 
comentarios. Querrán hacer la pregunta siguiente: ¿Cómo sabremos cuándo podremos 
dejar de utilizar más comprobaciones para examinar la cuestión de la validez? Podría 
hacerse la misma pregunta sobre los posibles remedios basados en mis sugerencias 
sobre la utilización de teorías del razonamiento y del análisis textual: ¿Cómo 
sabremos cuándo dejar de utilizarlas? No hay respuesta clara a estas preguntas, 
pero debemos observar que, en realidad, todos los métodos de recogida de datos que 
siguen los sociólogos padecen los mismos problemas con que tropiezan las encuestas. 
A menos de tener teorías consistentes, no podremos decidir en qué medida un método 
particular y los datos que produzca nos dirán algo que merezca la pena conocer. 
Todos estamos obligados a enfrentarnos con el mismo problema del sentido o de 
la interpretación, independientemente de que utilicemos encuestas, textos, 
estadísticas demográficas, entrevistas extensivas, observación participante o cintas 
sonoras o visuales. El tema de la interpretación pocas veces es objeto de las 
encuestas y, mucho menos, de cualquier otro tipo de investigación sociológica. 
Precisamente, el tema de la interpretación es el problema de la comprensión. 
He argumentado en todo este prólogo que la encuesta y la entrevista carecen de 
fundamentos teóricos que concuerden con la reciente evolución de las teorías del uso 
lingüístico y de la comprensión. El seguir dependiendo de encuestas y entrevistas 
exige que demos a estos métodos un firme fundamento teórico, a fin de evitar el 
 12 
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA 
 13 
anquilosamiento de los actuales métodos de investigación esenciales a la sociología. 
El análisis del razonamiento y el análisis textual son parte integrante de toda 
investigación sociológica, de la cual la encuesta y la entrevista no son más que un 
capítulo. Relacionando la investigación sobre el razonamiento y los textos con las 
encuestas y las entrevistas, podremos llegar a hacer verificaciones realistas de la 
teoría sociológica, siguiendo unos métodos concordantes con el mundo cotidiano de 
aquellos a quienes estudiamos. 
Aaron V. Cicourel 
Universidad de California-San Diego 
Departamento de Sociología 
Marzo - abril 1982 
 
EL MÉTODO Y LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA 
PRÓLOGO 
En estas páginas he tratado de anotar algunas ideas y problemas que me han 
servido de orientación y dificultad en mis estudios, como profesor de un curso de 
introducción a la metodología y en mis investigaciones; sistematizando un material 
conocido, aunque en gran parte inédito, por los estudiantes de metodología y los 
investigadores que se ocupan de la medición del proceso social. El problema típico de 
la medida en sociología, por una parte, son teorías implícitas con vagas propiedades y 
operaciones relacionadas de manera desconocida con unos procedimientos de 
medida, cuyas propiedades cuantitativas explícitas, por otra parte, delimitan 
precisamente dichas operaciones. 
Este libro tiene un tono programático, por no ofrecer “solución”,en el sentido de 
mostrar con exactitud cómo podemos elaborar mejores medidas. Mi contestación a los 
lectores que no gustan de declaraciones programáticas es que una solución práctica 
exige ciertas aclaraciones teóricas y metametodológicas, aclaraciones no 
completamente programáticas, que están vinculadas explícitamente a métodos 
concretos de investigación sociológica. He tratado de precisar qué problemas debe 
abordar la sociología, si los investigadores han de conseguir una interacción más 
importante entre la teoría, el método y los datos. En vez de buscar técnicas de medida 
“mejores” y más “rigurosas”, sería más fecundo eliminar muchas tentativas 
sociológicas de medida, buscando una explicación de las teorías y conceptos que 
aclarasen si la sociología presente ofrece o puede producir propiedades numéricas, y 
cuáles. La aclaración de la teoría sociológica en relación con las correspondientes 
propiedades, relaciones y operaciones aritméticas tiene que ir unida a la aclaración 
del lenguaje sociológico que utilizan los investigadores y al lenguaje y el sentido 
vulgar que emplean el actor del sociólogo y el “vulgo”. Las presentes categorías de los 
datos se ordenan o cuantifican independientemente de sus vínculos explícitos con la 
teoría, mientras que, al mismo tiempo, nuestros métodos se basan en los sentidos y 
procedimientos vulgares para conseguir conexiones a posteriori entre la teoría y los 
datos. 
Comencé a interesarme por escribir este libro en la universidad de California - 
Los Angeles, estudiando con W. S. Robinson. Sus lecciones sobre metodología han 
sido fundamentales para las ideas que expongo en estos capítulos. Fueron de 
particular estímulo sus lecciones sobre la validez y la fidelidad, por la argumentación 
general de que el investigador sociológico tiene que basarse en los “conceptos 
populares” de su materia, en las clasificaciones del especialista o del cifrador y en 
sus propias interpretaciones personales de los hechos y datos para poder “dar 
sentido” a los resultados y lograr algún tipo de sistematización. Su observación 
conexa de que en sociología pocas veces podremos lograr un máximo de validez y 
fidelidad con las actuales técnicas de investigación estimularon mi interés por buscar 
vínculos más explícitos entre la teoría y la medida. 
Dos años de colaboración con Harold Garfinkel me introdujeron en la obra de 
Alfred Schutz, haciéndome comprender mejor el papel de la teoría en el método y la 
medida sociológicos. Esta colaboración resultó estimable para comprender cómo las 
teorías sociológicas formales se relacionan ambiguamente con el lenguaje y el 
pensamiento vulgares del sujeto y del investigador. En estas páginas quedará de 
manifiesto cuánto debo a la obra de Schutz y a la exposición de Garfinkel. Pero 
empecé este libro después de mi asociación con Garfinkel y quizá me aparte bastante 
AARON V. CICOUREL 
 8 
de sus propias ideas sobre los mismos temas o semejantes. No he recibido el favor de 
sus críticas, pero he tratado de acotar sus ideas, expuestas en obras publicadas e 
inéditas, dentro de los límites de no habérseme permitido citarlas directamente. 
Me han sido útiles las discusiones con mis antiguos colegas de la universidad 
del Noroeste y quiero dar las gracias particularmente a Donald T. Campbell, Scott 
Greer, Mitchell Harwitz, Herbert Hochberg (actualmente en la Universidad de 
Indiana), John Kitsuse y Norton Long. En la Universidad de California-Riverside me 
han sido útiles las discusiones con Egon Bittner, Thomas Morrison, Stanley Stewart y 
Howard Tucker. Durante los veranos en la Universidad de California-Berkeley he 
aprendido mucho en conversación con John Gumperz, David Matza, Sheldon 
Messinger, William Petersen, June Rumery y Harvey Sacks. 
Muchas personas han leído varios borradores de parte o todo el original, 
habiéndose incorporado sus valiosas sugerencias a la redacción final. Quiero 
reconocer particularmente la ayuda de Howard S. Becker, Gerald Berreman, John 
Gumperz, Mitchell Harwitz, David Harrah, Peter McHugh, William Petersen, Stanley 
Stewart, Arthur Stinchcombe, Howard Tucker y Robin M. Williams, Jr. La arrolladora, 
aunque siempre constructiva y estimable crítica de William Petersen ha sido de 
especial importancia para revisar los capítulos I y IX, habiendo estimulado, además, 
una revisión general del original. Han sido especialmente valiosas las sugerencias 
editoriales de la señora Aline Pick Kessler, antes de la “Free Press”, habiendo hecho 
muchas contribuciones importantes al estilo y a la claridad. La señora Donna Lippert 
ha ofrecido una asistencia mecanográfica oportuna y generosa. Quiero dar las gracias 
a la Fundación “Dora and Randolph Haynes” por su beca del verano de 1961, que me 
permitió redactar los primeros capítulos del original. Quiero dar las gracias también a 
diversos editores y autores por el permiso para citar sus obras. 
A. V. C. 
Buenos Aires, enero 1964. 
 
INTRODUCCIÓN 
Al ocuparnos de los fundamentos de la investigación sociológica, debemos 
examinar y revisar continuamente sus primeros principios. Con este libro, espero 
confirmarla examinando críticamente los fundamentos del método y de la medida en 
sociología, particularmente, en el plano del proceso social. Comparto la idea de R. M. 
MacIver en Social Causation de que «la estructura social es, en su mayor parte, 
creada». El tipo social de nexo causal, «a diferencia del nexo físico..., no existe 
independientemente de los objetivos y motivos de los seres sociales», requiriendo una 
metodología que se ajuste a la peculiaridad de los hechos sociales.1 Me interesan, por 
tanto, los problemas del método y la medida que se plantean cuando los sociólogos 
estudian lo que Max Weber llama «conducta significativa» o «acción social».2 supongo, 
en primer lugar, que las decisiones metódicas en la investigación sociológica tienen 
siempre su correspondencia teórica y sustancial; en segundo lugar, que los supuestos 
teóricos del método y la medida en sociología no pueden considerarse 
independientemente del lenguaje que emplean los sociólogos en su pensamiento e 
investigación. Mi supuesto fundamental es que la aclaración del lenguaje sociológico 
es importante, porque la estructura y el uso lingüísticos afectan a la manera como las 
personas interpretan y describen el mundo. Como los sociólogos han creado sus 
propias terminologías teóricas y tratan frecuentemente con estos términos, a menudo 
diversos, por una parte, del lenguaje y la sustancia de las teorías de otros y, por otra 
parte, del lenguaje de las personas en la vida cotidiana, cuya conducta les interesa 
explicar y predecir, es muy probable que queden confundidos la sintaxis y el sentido 
de estos lenguajes.3 La investigación y la medida en sociología requieren algo así 
como una «teoría de la aplicación» y una teoría de los datos para poder distinguir, por 
una parte, entre la presencia y los procedimientos del observador y, por otra, el 
material que titula «datos». La confusión del lenguaje sociológico sobre teorías 
sociológicas y los hechos sociales y el lenguaje que utilizan los sujetos en estudio es 
un problema fundamental en la investigación sobre el terreno y en otros métodos de 
investigación, como el análisis de contenido y los experimentos de laboratorio. En este 
libro se presta mucha atención al papel del lenguaje, especialmente del lenguaje 
cotidiano y de las formas paralingüísticas de comunicación en la investigación 
sociológica. 
Se atiende también a discutir los sistemas matemáticos y de medida que se 
emplean al presente en la investigación sociológica. No quiero decir que los hechos 
socio-culturales no puedan medirse con las fórmulas matemáticas existentes, sino que 
los hechos fundamentales de la acción social deben aclararse antes de imponer 
 
1 R. M. MACIVER: Social Causation (Ginn), Boston, 1942, págs. 20-21. 
2 Max WEBER: The Theory of Social and Economic Organization, trad. Por A. M. Hendersony Talcott 
Parsons (Oxford University Press), Nueva York, 1947, pág. 88. Véanse dos excelentes exposiciones de 
la obra de Weber y de su importancia para la teoría y el método en sociología: Peter Winch: The Idea 
of a Social Science (Routledge and Kegan Paul y Humanities Press), Londres y Nueva York, 1958, 
especialmente los capítulos II, IV y V; y John REX: Key Problems of Sociological Theory (Routledge 
and Kegan Paul), Londres, 1961, esp. caps, I, V, VI, IX y X. Hay en este libro una clara explicación 
sobre las diferencias entre los fundamentos sustanciales de la teoría y de la investigación 
sociológicas. Mi propia exposición de los capítulos siguientes basada en la teoría sociológica apenas 
tratará de los temas teóricos sustanciales que plantea Rex, sino que se ocupará sobre todo de la 
«teoría fundamental», en la que supongo se basarán todas las diversas teorías sustanciales que él 
explica. 
3 El lenguaje cotidiano y la sintaxis y el sentido que se asocian a los vocabularios vulgares son 
fundamentales en la comunicación habitual de la vida cotidiana. El supuesto decisivo es que las 
personas que emplean este lenguaje, por definición, creen saber de qué habla cada uno. Se dan más 
precisiones en los capítulos 2 y 9. 
AARON V. CICOUREL 
postulados de medida con los que puedan no estar en correspondencia. Y para 
discutirlos, me he servido a menudo de una ficción: unas condiciones de medida 
difícilmente asequibles en nuestro presente estado de conocimientos. 
Por último, se determinan en esbozo los elementos de la acción social supuestos 
en muchas de las decisiones metódicas que toman los sociólogos durante su 
investigación. 
BREVE RESUMEN 
En el capítulo primero se aborda con cierto detalle el problema de la medida. Se 
exponen las dificultades para establecer clases de equivalencias en la teoría y la 
investigación sociológicas, prestándose atención a algunos problemas peculiares que 
implica la medición de los hechos socio-culturales. La tesis esencial del capítulo es 
que las medidas presentes no son válidas porque representan imponer 
procedimientos numéricos externos, tanto al mundo social observable, descrito 
empíricamente por los sociólogos, como a las conceptualizaciones basadas en dichas 
descripciones. Llevada al extremo, esta idea parecería señalar que, por no tener 
intrínsecamente propiedades numéricas los conceptos en que se basan las teorías 
sociológicas, no podemos saber qué propiedades numéricas buscar en los datos 
correlativos, cualesquiera sean. 
Examinando los capítulos del II al VIII, se verá que no tomo esta postura 
extrema. Los capítulos sobre la observación participante, la entrevista, los 
cuestionarios cerrados, el método demográfico, el análisis de contenido, la 
investigación experimental y la lingüística no proponen que los sociólogos detengan 
toda investigación y medida hasta haberse aclarado las categorías fundamentales de 
la vida cotidiana y haberse ordenado axiomáticamente sus propiedades numéricas. 
Estos capítulos sobre los diversos métodos de investigación, en cambio, tratan de 
aclarar las clases de equivalencias sociológicas en el plano de la teoría fundamental y 
sustantiva, no de hallar «mejores» medidas. En este empeño, concuerdo con las 
actuales tentativas de reforzar los fundamentos metodológicos de la investigación 
sociológica. Las dos orientaciones que han aparecido obrarán así: 
1. La teoría y la investigación actuales tratan de aclarar los fundamentos 
teóricos y de medida de la disciplina considerando a cada proyecto de investigación y 
exposición teórica como empresa sustantiva y, a la vez, como tentativa de explicar la 
teoría y la medida.4 
2. se han creado minimodelos para terrenos particulares de interés (como la 
investigación de pequeños grupos) que puedan ser axiomatizados. Y con estos 
proyectos a pequeña escala tratamos de saber si un terreno delimitado puede recibir 
tratamiento numérico sin quedar totalmente falseado.5 
Ninguno de estos programas puede eludir una determinación implícita del 
modelo de actor que se supone al formular y realizar la investigación. El segundo 
 
4 Ver el interesante artículo de James F. SHORT, Jr.; Fred L. STRODTBECK y Desmond S. 
CARTWRIGHT: «A Strategy for Utilizing Research Dilemmas», Sociological Inquiry, 32 (Spring 1962), 
185-202. 
5 Puede verse una importante tentativa de tratar la conducta de pequeños grupos con modelos 
formales en: J. BERGER, B. P. COHEN, J. L. SNELL y M. ZELDITCH, Jr.: Types of Formalization in 
Small Group Research (Houghton Mifflin), Boston, 1962. Desgraciadamente, no se aborda 
adecuadamente en este libro la cuestión de si los modelos creados falsean las propiedades 
fundamentales o sustanciales en estudio. 
 8 
INTRODUCCIÓN 
programa exige ocuparse explícitamente de qué constituye una medida precisa en 
sociología, en oposición a la medida arbitraria.6 Si los sociólogos adoptan el primer 
enfoque, la medida será vaga y difícilmente precisa, porque la mayor parte del 
esfuerzo se dedicará a aclarar el lenguaje y la expresión cotidianos, el lenguaje 
sociológico sobre la vida cotidiana y un metalenguaje sobre los conceptos que tratan 
del lenguaje sociológico sobre la vida cotidiana. 
El capítulo IX expone algunos elementos de la acción social y mi idea de qué es 
lo que debe incluirse inicialmente en el modelo que del actor tiene el sociólogo, esto es, 
antes de determinar los problemas sustanciales en estudio. Este capítulo final —que 
algunos lectores pueden preferir leer primero, porque gran parte de su contenido está 
supuesto en todo el libro— quiere ser, pues, una explicación introductoria de los tipos 
de material teórico «fundamental» supuestos en las decisiones metodológicas. 
LA MEDIDA, LA CIENCIA Y LA INVESTIGACIÓN SOCIOLÓGICA 
Al insistir en que los sociólogos no prestan atención suficiente a estudiar las 
variables «subjetivas», especialmente las que contribuyen al carácter contingente de la 
vida cotidiana, espero subrayar la importancia de elaborar modelos de acción social 
que determinen los motivos típicos, los valores y los tipos de acción dentro del 
contexto de un medio de objetos con propiedades vulgares, como las creadas por 
Weber. Esta explicación ofrece un modelo del actor que no reduce la acción social a 
variables psicológicas y supone que las clases de equivalencias, al menos en el plano 
conceptual, pueden determinarse dejando pendiente el problema de la medida. Se 
supone que es posible establecer clases de equivalencias en el plano conceptual que 
se correspondan con correlatos de un medio observado. 
He eludido la cuestión de si la sociología es una «ciencia» y su materia puede 
someterse definitivamente a cierta especie de cuantificación, suponiendo 
implícitamente que éstos son objetivos razonables. Mis motivos son los siguientes: 
como no tenemos ahora sistemas teóricos que puedan axiomatizarse 
significativamente de modo que originen propiedades numéricas en correspondencia, 
por ejemplo, con los números enteros o reales (y que, presumiblemente, sean 
isomorfas a ellas), difícilmente podremos medir con rigor los hechos sociales. Diré que 
el interés actual de la sociología por el título de «ciencia» y su insistencia en los «datos 
cuantitativos» oscurece la predicción y la explicación no triviales, por hacerse 
arbitraria la medida. Aunque el físico tiene también problemas enrevesados de 
medida, puede indicar experimentos repetibles que conducen a una verificación no 
trivial de importantes predicciones. Los conceptos teóricos de la sociología son todavía 
ambiguos y están disociados de su medida en situaciones de investigación. La 
medida actual en la investigación sociológica puede ser de valor para ofrecer un 
conocimiento intuitivo sobre la estructura de la teoría y los conjuntos adecuados de 
relaciones entre los elementos de la teoría, pero las medidas, y las teorías con las 
cuales se suponen relacionadas, siguen siendo ambiguas, por no relacionarse con loque Nagel llama «reglas explícitas de correspondencia».7 En vez de emplear tanto 
tiempo y dinero en estudios que sólo consiguen una medida arbitraria, deberíamos 
emplear más tiempo en aclarar nuestras teorías y buscar correlatos en el mundo 
 
6 Se llama medida precisa la correspondencia exacta entre los elementos sustantivos y las relaciones 
en estudio y los elementos y relaciones dispuestos en el sistema de medida. La medida arbitraria es 
una correspondencia discrecional o impuesta entre los elementos, las relaciones y las operaciones. 
7 Ernest NAGEL. The Structure of Science (Harcourt, Brace), Nueva York, 1961, esp. cap. VI: «The 
Cognitive Status of Theories». 
 9 
AARON V. CICOUREL 
 10 
observable. El enfoque que sugerimos no evitará la investigación empírica; evitará los 
datos que se estiman valiosos sólo porque podemos meterlos dentro de un conjunto de 
categorías que constituirán una «escala» u ofrecerán una prueba de significación. 
Las discusiones sobre si la sociología es una «ciencia», o si sus teorías y datos 
pueden someterse a cuantificación, serán prematuras si no podemos convenir en qué 
es teoría y en si nuestras teorías pueden enunciarse de manera que originen 
propiedades numéricas con correlatos en el mundo observable. 
 
I. LA MEDIDA Y LAS MATEMÁTICAS 
Las técnicas de investigación y las escalas de medida de cualquier ciencia 
pueden considerarse como problema de la sociología del conocimiento. En cualquier 
momento, el conocimiento depende del particular estado de los métodos empleados 
y el conocimiento futuro dependerá del desarrollo de los métodos actuales. Es 
importante preguntarnos si las pretensiones de conocimiento se basan en métodos 
que se corresponden con las teorías y los datos recogidos o si las técnicas de 
investigación y escalas de medida en que se basan estas pretensiones tienen poco 
más que una relación de metáfora o sinécdoque con dichos datos y teorías.1 Si 
nuestro interés empírico por el problema del orden social depende de tales métodos, 
y si estos métodos no se emplean con exactitud, resultará decisivo estudiar las 
técnicas de investigación y las escalas de medida para comprender qué se 
considerará «conocimiento» en una época determinada, Véanse las cuestiones 
siguientes: 
1. Los métodos de investigación sociológica que tratan de medir las 
propiedades de la acción social, ¿qué supuestos teóricos implican? 
2. Los supuestos teóricos, ¿originan propiedades de medida adecuadas a los 
datos que arrojan determinados procedimientos metódicos? 
3. ¿Cuáles son las condiciones necesarias para establecer una medición 
precisa y rigurosa en el estudio del proceso social? 
Son tres cuestiones que señalan el tema fundamental de este libro: la relación 
de la metodología y de la medida con la teoría. Toda exposición sobre las 
consecuencias teóricas de los procedimientos metódicos y de medida en sociología 
exige una digresión sobre los conceptos actuales de la medida, digresión necesaria, 
porque los sociólogos utilizan una forma mucho más general de medida que los 
naturalistas, y a menudo más atenuada. Por ello, el estudio de la medición en 
sociología exige cierta perspectiva técnica en que situar la práctica sociológica. 
 
1 Los términos de metáfora y sinécdoque y el empleo que hacemos de ellos han sido sugeridos por 
Harold Garfinkel. Con empleo de sinécdoque quiere decirse la práctica de los sociólogos de admitir 
que las afirmaciones teóricas y empíricas representen un conjunto amplio, sin precisar cómo encaja 
la parte en el resto de la teoría o en el resto de los datos. En este contexto, significa que se utilizan 
frecuentemente teorías de la medida de manera que «representen» una demostración apropiada de la 
correspondencia entre los elementos de la teoría supuesta y los elementos empíricos originados por 
el sistema de medida, cuando en realidad no se ha cumplido tal correspondencia. Así ocurre 
especialmente cuando se analizan los datos sin precisar cómo contribuye la teoría a la interpretación 
que se sigue, concentrándose en el método del análisis y suponiendo que el resto, en cierto modo, va 
de suyo, sin que el investigador tenga que tomarse más molestias. En el caso del empleo metafórico, 
los sociólogos utilizan sistemas matemáticos como análogos a cierta doctrina teórica o se emplea una 
teoría de la medida que más bien tiene cierto «parecido» con los datos recogidos que una 
correspondencia demostrable entre sus elementos, relaciones y las operaciones que permiten. Lo 
importante en este caso es que los sociólogos, en su investigación, yuxtaponen a menudo las 
afirmaciones teóricas a las empíricas, esperando que el lector se encargue de demostrar una 
correspondencia sólo señalada por el investigador, quien no precisa con exactitud cuáles son los 
elementos, relaciones y operaciones relacionados. 
AARON V. CICOUREL 
PERSPECTIVA TÉCNICA 
Comencemos con unas cuantas observaciones sobre los sistemas axiomáticos.2 
Conviene distinguir entre los cifrados (uninterpreted) y los descifrados (interpreted). 
Es cifrado un sistema axiomático formalizado, abstracto, que sólo comprenda 
términos lógicos, como «o», «y», «no», y símbolos seleccionados arbitrariamente, como 
$, %, ≠.3 Estos sistemas son útiles porque admiten deducciones y pruebas en 
operaciones claras, guardando de los errores que acompañan con frecuencia al 
empleo de términos descriptivos (descifrados, significativos).4 Los sistemas 
matemáticos, cuando son cifrados, se componen de meros símbolos, verdades 
lógicas o tautologías. Así, pues, el sistema axiomático formalizado no se refiere 
necesariamente al mundo real. 
Un sistema axiomático descifrado comprende términos descriptivos, además de 
lógicos. La sustitución de los símbolos y verdades lógicas de un sistema axiomático 
cifrado, abstracto, por términos descriptivos y enunciados empíricos conduce a un 
sistema descifrado.5 Los axiomas o postulados de un sistema axiomático cifrado 
pueden convertirse en las leyes científicas de un sistema descifrado. Por tanto, los 
sistemas axiomáticos descifrados exigen que se demuestre una correspondencia 
entre los elementos, relaciones y operaciones de los sistemas matemático y 
sustantivo en cuestión. Las consecuencias exigen que se determinen las 
propiedades de medida de las teorías. Así, el ejemplo de Zetterberg de un sistema 
axiomático con propiedades ordinales significa que, en la teoría del suicidio de 
Durkheim, las propiedades sustantivas se limitan a las ordinales del sistema de 
medida.6 Dado que estas limitaciones pueden reducir mucho la escala de medida, 
plantean también la cuestión de si semejante escala es adecuada para medir los 
procesos sociales, como se proponía la teoría de Durkheim. 
Teorías implícitas y explícitas. No todas las teorías son de carácter axiomático. 
Una teoría compuesta por un conjunto de leyes y definiciones que se relacionan 
deductivamente es un sistema axiomático.7 No todos los sistemas axiomáticos son 
teorías. Provisionalmente al menos, convendrá distinguir entre estas dos clases de 
teorías. El primer tipo, la teoría implícita, puede definirse en general como un 
conjunto de definiciones y de enunciados descriptivos de forma no axiomática y 
que, por tanto, no deben tomarse como un conjunto de leyes relacionadas. Lo cual 
no quiere decir que tales teorías no puedan comprender leyes o que no existan 
relaciones entre sus definiciones y enunciados descriptivos. De hecho, diversas 
teorías implícitas pueden tener «cierta» ambigüedad, cuyo grado sólo podrá precisar 
quienquiera las haya creado o utilizado. Llamamos ambigüedad a la falta de 
sistematización en la estructura conceptual, y según criterios externos. La 
«complejidad» de muchas teorías implícitas en sociología estriba en la utilización de 
diversas clases de tipologías, paradigmas y recursos semejantes. Las teorías 
sociológicas son principalmente implícitas, con algunos islotesde sistematización y 
medida. Teoría explícita es un sistema axiomático descifrado, como lo definimos 
 
2 Véase Hebert HOCHBERG: «Axiomatic Systems, Formalization, and Scientific Theories»; y May 
BRODBECK: «Models, Meaning, and Theory», en L. Gross (ed.): Symposium on Sociological Theory 
(Row, Peterson), Evanston, 1959. 
3 HOCHBERG, ídem, pág. 424. 
4 HOCHBERG: op. cit., págs. 424-425. 
5 HOCHBERG: op. cit., págs. 376-378. 
6 Hans ZETTERBERG: On Theory and Verification in Sociology (Tressler Press), Nueva York, 1954. 
7 HOCHBERG: op. cit., págs. 376-378. 
 8 
LA MEDIDA Y LAS MATEMÁTICAS 
antes.8 En sociología, realmente, no existen teorías explícitas, aunque se ha 
intentado «simularlas».9 
Resumiendo, observamos que los sistemas matemáticos son per se sistemas 
axiomáticos (abstractos, formalizados) cifrados que comprenden símbolos y signos 
cifrados y enunciados tautológicos, mientras que algunos sistemas teóricos 
comprenden sistemas axiomáticos empíricos o teorías explícitas. Cuando los 
axiomas de un sistema matemático tienen la misma estructura que las leyes de una 
teoría explícita: 1) pudiendo convertirse los axiomas del sistema matemático en 
leyes de la teoría explícita; 2) habiendo una correspondencia exacta entre los 
términos de los dos sistemas y sus enunciados; y 3) manteniéndose las conexiones 
lógicas entre los axiomas y las leyes, respectivamente, ambos sistemas son 
isomorfos. La cuestión pertinente es cómo suponen tales isomorfismos los 
sociólogos que construyen o emplean «modelos matemáticos» y «modelos de medida» 
con teorías implícitas y qué consecuencias se siguen para la teoría y el método. 
¿Podemos derivar de teorías implícitas proposiciones reducibles a medición 
rigurosa? ¿Ha de haber teorías axiomáticas para que haya medida? No tengo 
respuestas claras, pero las tocaré seguidamente. 
La medida. Mucho de lo que se ha escrito en psicología y sociología sobre la 
medida está sacado de la obra del físico Norman Campbell. Recientes libros de 
Torgerson y Churchman y Ratoosh10 dan excelente información de diversas 
exposiciones sobre la medida y sus fundamentos matemáticos. Gran parte del 
trabajo sobre la medida en sociología se ha hecho en los terrenos llamados 
corrientemente psicología social y demografía, habiéndose concentrado en la 
creación o empleo de sistemas matemáticos para describir la interacción de 
pequeños grupos, medir actitudes y analizar datos demográficos. 
Campbell define la medida como la atribución de números (numbers) o, más en 
general, de cifras (numerals) para representar propiedades.11 Nagel la llama «la 
correlación de números con cosas que no son números».12 Stevens señala que, 
hablando en general, «es la atribución de cifras a objetos o hechos siguiendo unas 
reglas. Y el que puedan atribuirse cifras según normas diferentes ocasiona distintos 
tipos de escalas y distintos tipos de medidas».13 Para Coombs, «en las ciencias 
físicas, la medida significa habitualmente atribución de números a observaciones 
(hecho que se llama “programa”) y el análisis de los datos consiste en manejar 
dichos números u operar con ellos. Frecuentemente, ha intentado hacer lo mismo el 
sociólogo que toma la física por modelo. La tesis es... que el sociólogo que sigue tal 
procedimiento, a veces, violentará sus datos».14 
Según Torgerson: 
 
8 Las expresiones de teorías «explícitas» e «implícitas» han sido sugeridas por HOCHBERG en 
comunicación personal. 
9 Ver Herbert SIMON: «A Formal Theory on Interaction in Social Groups», American Sociological 
Review, 17 (abril 1952), 202-211; y Joseph BERGER, Bernard P. COHEN, J. Laurie SNELL y Morris 
ZELDITCH, Jr.: Types of Formalization in Small-Group Research (Houghton Mifflin), Boston, 1962. 
10 Warren TORGERSON: Theory and Method of Scaling (Wiley), Nueva York, 1958; C. West 
CHURCHMAN y P. RATOOSH: Measurement (Wiley), Nueva York, 1959. 
11 Norman CAMPBELL: What is Science? (Dover), Nueva York, 1952, pág, 110. 
12 Ernest NAGEL: «Measurement», Erkenntnis, 2 (1931), 313-333. 
13 S. S. STEVENS: «Mathematics, Measurement, and Psychophysics», en S. S. STEVENS (ed.): 
Handbook of Experimental Psychology (Wiley), Nueva York, 1951, pág, 1. 
14 Clyde COOMBS: «Theory and Methods of Social Measurement», en L. FESTINGER y D. KATZ (eds.): 
Research Methods in the Behavioral Sciences (Dryden), Nueva York, 1953, pág. 472. 
 9 
AARON V. CICOUREL 
La medición atañe a las propiedades de los objetos, no a los mismos objetos. Así, en 
nuestro uso del término, no es mensurable un palo aunque sí podrían serlo su longitud, peso, 
diámetro y dureza... 
Medir una propiedad implica, pues, atribuir números a sistemas para representarla. Y, 
para ello, ha de prevalecer un isomorfismo, es decir, una relación exacta, entre ciertas 
características del sistema numérico implicado y las relaciones entre diversas cantidades 
(ejemplos) de la propiedad por medir. 
La esencia de este procedimiento es la atribución de números de tal manera que se refleje 
esta correspondencia exacta entre dichas características de los números y las correspondientes 
relaciones entre las cantidades.15 
Las cifras pueden ser sencillamente un conjunto ordenado de elementos en 
correspondencia exacta con el sistema numérico. El número y la cifra no siempre 
son intercambiables, como se supone en las citas de Campbell y Stevens. Reese 
observa que «las cifras, por las que se entiende sencillamente un grupo de signos o 
símbolos convencionales en un trozo de papel, tienen un orden convencional».16 
Muchos autores no aclaran esta distinción entre cifras y números al tratar de la 
medida. Sobre esto, Reese cita a Campbell: 
Al hablar de la atribución de cifras, convendrá volver a subrayar que son cifras lo que se 
atribuye, no números. Como dice Campbell, «sería difícil evitar la impresión de que intervienen 
la idea de número y las reglas de la aritmética. Desde luego, están estrechamente relacionadas 
con la medida; pero si no reconocemos que no son esenciales, no entenderemos esta 
relación».17 
Esta distinción es importante a fin de aclarar el sentido de atribuir cifras a 
objetos sin especificar qué sistema algebraico de operar con números es aplicable. 
Es posible crear un sistema matemático que utilice cifras para representar un 
sistema teórico sustantivo, pero no especifique si las operaciones matemáticas 
desarrolladas o implícitas en el sistema se refieren a algún sistema numérico 
particular. El sistema matemático puede realizarse sin especificar un sistema 
numérico, dejando sin aclarar la cuestión de los postulados de medida. Puede 
idearse un modelo matemático formal, un sistema descifrado, que no diga nada 
sobre cómo deben medirse los hechos observables que en él se producen. Muchas 
utilizaciones formales de los sistemas matemáticos tienen poco que ver con la 
ciencia social empírica. A menos que puedan hacerse deducciones útiles con 
consecuencias empíricas, esos inventos se quedan en ejercicios intelectuales de 
dudosa importancia. 
Churchman ha expuesto el problema general de la medida: 
La atribución cualitativa de objetos a clases y la atribución de números a objetos son dos 
recursos a disposición del medidor para producir información generalmente aplicable. Pero, 
¿qué recurso es mejor? La sorprendente consecuencia de esta propuesta es que la medida es 
una actividad decisoria y, en cuanto tal, debe estimarse según criterios de decisión. 
En este sentido, esto es, tomada la medición como actividad decisoria destinada a 
alcanzar un objetivo, no tenemos todavía una teoría de la medida. No sabemos por qué 
hacemos lo que hacemos. Ni siquiera sabemos por qué medimos, en absoluto. Es costoso 
lograr medidas. ¿Merece la pena este esfuerzo?18 
Coombs ha planteado un problema más grave. Véanse las siguientes 
observaciones: 
 
15 TORGERSON: op. cit., págs. 14-15. 
16 T. W. REESE: «Application of the Theory of PhysicalMeasurement to the Measurement of 
Psychological Magnitudes with Experimental Examples», Psychol. Monogr., 55:3 (1943) 8. 
17 Idem, págs. 9-10. 
18 C. West CHURCHMAN: «Why Measure?», en CHURCHMAN y RATOOSH, op. cit., página 84. 
 10 
LA MEDIDA Y LAS MATEMÁTICAS 
El método de análisis define, pues, cuál es la información, pudiendo dotarla o no de 
ciertas propiedades. Un método «consistente» de análisis concede propiedades a los datos que 
permiten utilizar su información, por ejemplo, para idear una escala unidimensional. Como es 
obvio una vez más, no puede inferirse que tal escala sea una característica de la conducta en 
cuestión si es consecuencia necesaria del método de análisis. 
Por eso, resulta conveniente estudiar métodos de recoger datos sobre la cantidad y tipo 
de información que comprende cada método sobre la conducta en cuestión, a diferencia de la 
impuesta. De modo semejante, antes de sacar información de los datos, es preciso estudiar las 
características o propiedades que imponen a dicha información los diversos métodos de 
analizarlos.19 
Estos párrafos de Coombs, junto con el siguiente de Torgerson, sobre la 
medida en ciencias sociales, ofrece una paradoja. Hablando de los diferentes tipos 
de medida, Torgerson observa: 
Otra manera como estas características podrían adquirir sentido hasta cierto punto es, 
simplemente, por definición discrecional. La podríamos llamar medida arbitraria (by fiat). 
Ordinariamente, estriba en suponer relaciones entre las observaciones y el concepto de interés. 
Entran en esta categoría los índices e indicadores utilizados tan a menudo en las ciencias 
sociales y conductistas. Es probable que se dé esta suerte de medida cuandoquiera nos 
encontremos con un concepto precientífico o vulgar (common-sense) que parezca importante 
por motivos apriorísticos, pero que no sepamos cómo medir directamente. Por consiguiente, 
mediremos otra variable cualquiera o un promedio ponderado de otras variables que 
supongamos relacionadas, Como ejemplos, podríamos citar la medida de la posición socio-
económica; o de la emoción, utilizando la respuesta dérmica sicogalvánica; o de la capacidad de 
aprendizaje, mediante el número de pruebas y errores que cuesta al sujeto adquirir un criterio 
particular de aprendizaje.20 
Esta explicación de Torgerson sanciona la misma práctica contra la que nos 
advierte Coombs. Sin embargo, en la obra de éste se halla implícito el supuesto de 
que son apropiadas ciertas formas de métodos de escalas. Este supuesto implica 
alguna definición de la medida antes citada. Coombs supone implícitamente que los 
hechos sociológicos son reducibles a medida por los axiomas aritméticos o alguna 
derivación suya. Dicho supuesto puede enunciarse así: que los hechos de interés 
para el sociólogo tienen matemáticamente las mismas propiedades que las físicas y, 
en consecuencia, que los hechos sociales son reducibles a los mismos tipos de 
teorías de medida, con tal de que pueda encontrarse la «justa» combinación o 
derivación de los axiomas aritméticos, además de datos «adecuados» que se ajusten 
al modelo utilizado. Coombs ha desmenuzado mucho este problema: 
Casi todo el mundo estará dispuesto a decir que cualquier conjunto determinado de 
datos contiene algún error, pero precisamente qué es lo que hay que calificar de error depende 
en gran parte del nivel de medida que se crea admiten los datos. 
El sociólogo se enfrenta con su problema al escoger entre poner sus datos en un orden 
sencillo o preguntarse si sus datos responden a un orden sencillo. Seleccionando un sistema 
bastante consistente, el sociólogo podrá lograr construir siempre una escala unidimensional de 
medida, corrientemente, una escala de intervalo, obligando, pues, a que parte de los datos se 
califique de error. Al no pretender un sistema consistente, el sociólogo permitirá que los datos 
determinen si es adecuada una sencilla solución unidimensional. Es obvio que, en 
consecuencia, la unidimensionalidad, obtenida por un método de análisis que la garantiza, no 
puede mostrarse como característica de la conducta en cuestión. Lo cual no es sino un caso 
especial del principio más general, de no poder sostenerse ninguna propiedad de los datos, a 
menos que el método de recogerlos y analizarlos admita que se presenten propiedades 
alternativas. El problema del sociólogo, dicho toscamente, es si sabe lo que quiere o si quiere 
saber.21 
 
19 COOMBS: op. cit., págs. 471-472. 
20 TORGERSON: op. cit., págs. 21-22, subrayado en el original. 
21 COOMBS: op. cit., págs. 486-487. 
 11 
AARON V. CICOUREL 
Estos comentarios de Torgerson y Coombs señalan el dilema del sociólogo: 1) si 
sus conceptos teóricos no son tan precisos que le digan qué sistemas de medida son 
adecuados para sus datos, podrá engañarse con métodos que impongan relaciones 
incoherentes a interpretaciones equivocadas sobre sus datos y su teoría; y 2) si las 
mismas medidas empleadas son inadecuadas por como han sido hechas, 
produciéndose una medición más arbitraria que precisa (literal). 
Son muchos los ejemplos de tal medición. Casi todas las escalas, como 
denotan los comentarios de Torgerson, están expuestas a la medida arbitraria, por 
ejemplo, la medida de las actitudes en los estudios electorales, de medios de 
difusión y de prejuicios, entre otros. 
LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA 
¿Cuáles son los fundamentos apropiados para la medida en sociología? Las 
obras antes citadas indican que, en el estado presente de nuestros conocimientos, 
no puede lograrse en sociología una medición rigurosa (en el sentido literal que 
predomina con el empleo de sistemas teóricos explícitos) para las propiedades del 
proceso social. Medir con exactitud el proceso social exige primeramente que se 
estudie el problema del sentido en la vida cotidiana. La indagación sociológica 
comienza refiriéndose al mundo del sentido común de la vida cotidiana. Los 
sentidos que se comunican con el empleo de las ordinarias categorías lingüísticas 
cotidianas y las comunes experiencias culturales no lingüísticas informan todo acto 
social, interfiriendo (de manera que puede señalarse conceptualmente y observarse 
empíricamente) la correspondencia necesaria para una medición exacta. La 
medición precisa de los actos sociales (lo cual quiere decir que las estructuras 
conceptuales arrojen propiedades numéricas que se correspondan con las medidas 
existentes o que puedan crearse) exige el empleo de sentidos lingüísticos y no 
lingüísticos que no pueden darse por supuestos, sino que deben considerarse como 
objetos de estudio. Con otras palabras, medir supone una red limitada de sentidos 
compartidos, es decir, una teoría de la cultura. Sólo el físico define su terreno de 
observación, pero en la ciencia social el tema del razonamiento comienza 
habitualmente por los sentidos culturales preseleccionados y predescifrados del 
sujeto. Como el observador y el sujeto comparten los sentidos culturales 
entretejidos en el sistema lingüístico que ambos emplean para comunicarse, los 
sentidos cotidianos compartidos y el particular lenguaje que emplea el sociólogo 
constituyen un elemento fundamental para la medida de los actos sociales. Las 
«reglas» que se siguen para atribuir significación a los objetos y hechos y sus 
propiedades deben ser las mismas, es decir, los sistemas lingüísticos deben hallarse 
en cierto tipo de correspondencia. Pero en el razonamiento sociológico, las «reglas» 
raras veces son explícitas, aunque existe interés por una definición exacta y 
criterios operativos. Las «reglas» que ordenan el uso del lenguaje y los sentidos que 
transmiten los gestos y expresiones lingüísticos y no lingüísticos no están claras y 
siguen siendo un problema casi inabordado por la investigación empírica. Y si las 
«reglas» que ordenan el uso del lenguaje para describir objetos y hechos en la vida 
cotidiana y en el razonamiento sociológico no están claras, tampoco reflejará 
claridad la atribución de cifraso números a las propiedades de objetos y hechos 
conforme a cierto conjunto de reglas relativamente coherente. 
En los escritos de Paul Lazarsfeld podemos ver un reconocimiento implícito de 
la falta de medida precisa en sociología, cuando observa que es un problema 
importante identificar las propiedades pertinentes, y se manifiesta en el lenguaje 
 12 
LA MEDIDA Y LAS MATEMÁTICAS 
que usamos para denotar propiedades per se.22 Las propiedades de los objetos y de 
los hechos sociales se llaman a veces «aspectos» o «atributos», en vez de «variables». 
Lazarsfeld señala la laxitud de la medida en sociología, al decir que la «atribución de 
propiedades se llama indistintamente descripción, clasificación y medida».23 Y 
prosigue estableciendo cuatro operaciones para crear «variables» en la medida de 
objetos sociales complejos: «una imagen inicial del concepto, fijar las dimensiones, 
seleccionar los indicadores observables y combinar los indicadores en índices».24 
La noción de «imagen» se refiere a la creación de una idea o de un cuadro vago 
por el investigador sobre cierto conjunto de regularidades que trata de explicar o 
comprender. O puede ser la percepción de varios tipos de fenómenos, y el analista 
cree que tienen características fundamentales comunes. Después, las tentativas de 
definir o delimitar el concepto pasan de la imagen a la fijación de sus «elementos», 
«aspectos» o «dimensiones», o de algo semejante. Según Lazarsfeld, «se muestra que 
el concepto está compuesto por una combinación compleja de fenómenos, más que 
por uno sencillo y directamente observable».25 Y considera que, para convertir el 
concepto en algún tipo de operación o medida, es esencial descomponerlo en un 
número «razonable» de dimensiones. 
Después de decidir qué dimensiones tomará el concepto, el investigador tendrá 
que hallar indicadores apropiados. Lazarsfeld no nos da reglas para seleccionar 
indicadores. La falta de reglas claras refleja el inadecuado estado de la teoría 
sociológica. Y la reducción necesaria para convertir los enunciados teóricos 
abstractos en conceptos con dimensiones determinables quizá sea la misión más 
difícil con que se enfrentan los sociólogos orientados a la investigación. Para ilustrar 
esta dificultad, Lazarsfeld muestra conceptos que se suponen obvios para el lector y 
poco necesitados de clarificación conceptual en cuanto a un cuerpo más general de 
teoría (por ejemplo, en teoría de la gestión, la eficacia del equipo de producción) y 
demuestra los muchos sentidos que pueden tener. Lo esencial que aprendemos de 
la exposición por Lazarsfeld de los indicadores y de su selección es que al 
«descomponer» el concepto en una variedad de «sentidos», el investigador queda 
obligado a aclarar sus ideas teóricas. 
Tratando de la creación de índices, Lazarsfeld ha de suponer una vez más que 
nuestro conocimiento de los conceptos teóricos que queremos medir es lo bastante 
preciso para capacitarnos a hablar con fundamento sobre la relación de 
probabilidad de cada indicador con «lo que realmente queremos saber». Y para 
terminar sus explicaciones sobre la importancia de la teoría para la combinación de 
indicadores, nos dice: «Por expresarlo de otra manera, necesitamos gran cantidad de 
pruebas si queremos saber lo que un hombre puede hacer realmente o qué postura 
toma» sobre un asunto.26 La exposición pasa después a cómo podemos reunir 
muchos indicadores en un índice y cómo se relacionan aquellos entre sí. Esta 
explicación está más orientada al mecanismo de combinar los indicadores que a la 
importancia de la teoría para determinar su combinación e interrelaciones. 
Lazarsfeld se interesa por derivar ideas matemáticas de las interrelaciones de los 
 
22 Paul F. LAZARSFELD: «Evidence and Inference in Social Research», en D. LERNER (ed.): Evidence 
and Inference (The Free Press of Glencoe), Nueva York, 1959, pág. 108. 
23 Ibíd. 
24 Idem, pág, 109. 
25 Ibíd. 
26 Paul F. LAZARSFELD: op. cit., pág, 112. 
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AARON V. CICOUREL 
indicadores para poder hablar de la «capacidad de un indicador, en comparación 
con otro, de contribuir a la medida especifica que queramos hacer».27 
Siguiendo con la permutabilidad de los índices, Lazarsfeld descubre un básico 
recurso de procedimiento que habrá de tratar a lo largo de todo el libro: cómo las 
respuestas a los puntos del cuestionario, más bien que la teoría explícita, son las 
que nos dan la base para decidir la importancia de los indicadores. No podemos 
desconocer que la mayor parte de la obra y de las ideas de Lazarsfeld sobre la 
medida en sociología procede de su interés y de su trabajo en metodología de las 
encuestas —en particular, porque tales métodos toman como evidentes el lenguaje y 
el sentido— si queremos entender cómo los problemas de medida en sociología se 
han unido y confundido con los procedimientos tradicionales de las ciencias 
naturales. 
Los procedimientos generales que sugiere Lazarsfeld se adaptan 
particularmente bien a las condiciones de la investigación sobre el terreno, cuando 
el estudioso no puede determinar con claridad y precisión qué variables son 
apropiadas para convertir sus conceptos en una serie de actividades operativas que 
arrojan datos en apoyo o rechazo de sus conjeturas. Al pasar de la imagen inicial 
por la creación de índices, se hacen inferencias y deducciones implícitas y explícitas 
basadas en parte en los tipos generales de datos a los que se ve dirigido el 
investigador por dicha imagen y, más importante, en cómo se manejan los datos 
con las diversas clasificaciones y tabulaciones cruzadas, que llevan después a 
continuas inferencias sobre la infraestructura de la imagen inicial. Estas últimas 
inferencias ofrecen al investigador sobre el terreno una forma de imagen más 
amplia o estructura teórica, así como el sentido de sus datos, es decir, su 
pertinencia a la imagen teórica utilizada. Como observa Lazarsfeld, «en la 
investigación sociológica, las clasificaciones se utilizan principalmente para 
establecer relaciones entre cierto número de variables. Por ello, la cuestión crucial 
es si estas relaciones, la conclusión empírica que buscamos, quedan muy afectadas 
cambiando un índice razonable por otro».28 Lo que no está claro es si la imagen 
teórica dicta las relaciones iniciales y el imponer cierta forma de medida concreta 
las variables en cuestión o si la clasificación de las respuestas por ciertas reglas 
discrecionales de cifrado (coding) o lagunas «naturales» de los resultados produce el 
sentido cuantitativo de la «variable» e informa también la imagen inicial. Suponemos 
que nuestras «variables» deben determinarse mediante conversiones teóricas de 
nuestros conceptos, de modo que su ámbito de pertinencia, el orden de los valores y 
las propiedades numéricas que deben asumir sean derivables de la teoría. Excepto 
en los casos en que los datos son producidos (y en ocasiones adoptan propiedades 
numéricas naturales) por instancias sociales para sus propios fines contables, casi 
toda la investigación sociológica que exige contacto con sujetos implica siempre 
teorías implícitas que están muy lejos de una verificación a priori de hipótesis. 
Nuestras clasificaciones de los datos, a menudo arbitrarias, llegan a ser la base 
para establecer cierta forma de cuantificación. Como la clasificación es a posteriori, 
la validez de nuestra medida es relativa a la clasificación arbitraria, haciendo 
improbable en ese momento la repetición y el conocimiento riguroso. Así, pues, los 
problemas más graves de la medida surgen cuando nos ocupamos de las «variables» 
cualitativas. 
 
27 Idem, pág, 113. 
28 Paul LAZARSFELD: op. cit., pág, 115. 
 14 
LA MEDIDA Y LAS MATEMÁTICAS 
Las referencias a éstas suponen que «hay una línea directa de continuidad 
lógica desde la clasificación cualitativa hasta las formas más rigurosas de medida, 
pasando por los recursos intermedios de las proporciones sistemáticas,escalas 
ordinales, clasificaciones multidimensionales, tipologías y simples índices 
cuantitativos».29 Lo cual supone a su vez, en primer lugar, que las arbitrarias y 
diversas clasificaciones empleadas por el sociólogo son aproximaciones operativas a 
conceptos engañosos, cuyas propiedades no pueden descubrirse fácilmente por 
inspección directa, en nuestro actual estado de desarrollo; en segundo lugar, que 
los materiales titulados «datos», y a los que se atribuye una medida dicotómica o 
más refinada, se corresponden con los conceptos en estudio. Además, la 
investigación sociológica que trata de ordenar los materiales mediante investigación 
sobre el terreno debe suponer que la medida arbitraria producida por las reglas 
metódicas que se siguen actualmente son clasificaciones singulares para cada 
proyecto de investigación y que su justificación ha de encontrarse, en último 
término, en los conceptos teóricos utilizados para explicar los datos. Finalmente, 
está el supuesto, o creencia implícita, de que tales conceptos tienen la misma 
estructura que los de las ciencias naturales y pueden arrojar propiedades 
numéricas en tan ajustada correspondencia con los sistemas de medida. 
Si encaramos la opción de utilizar medidas según el modelo de las ciencias 
naturales o de simple descripción, debemos estar informados en ambos casos sobre 
la sucesión de los pasos que nos llevarán a unos procedimientos «aceptables». En 
cuidadosa retrospectiva de los supuestos implicados en los procedimientos de 
clasificación e impuestos a nuestros conceptos, podremos apreciar mejor hasta qué 
punto se interfieren o se complementan nuestros esfuerzos por lograr una medida, 
una elaboración teórica y unos datos sustantivos generales e invariables. El no 
poder demostrar una correspondencia precisa o justificada entre las medidas 
existentes y nuestros conceptos teóricos y sustantivos, sino tener que establecer 
esta relación arbitrariamente, quiere decir que no podemos tomar por supuestos los 
procedimientos de investigación ni, por tanto, las conclusiones basadas en ellos. 
Suponiendo que los hechos y conceptos fundamentales de la sociología sí se 
corresponden con los sistemas matemáticos y de medida existentes, Lazarsfeld y 
Barton pasan al básico problema de clasificar cierto conjunto de experiencias u 
objetos identificables dentro de cierta categoría. Por ejemplo: 
¿Cómo nos ponemos a formar tales categorías, en primer lugar? ¿Por qué escoger ciertos 
elementos de la situación, y no otros? ¿Por qué combinarlos precisamente en estas categorías? 
Se puede argüir acertadamente que no podemos redactar un conjunto de instrucciones 
manuales para categorizar los fenómenos sociales: tales instrucciones no serían más que un 
programa general para desarrollar la teoría social. No podemos escribir un manual sobre «cómo 
formar fecundos conceptos teóricos» de la misma manera que escribimos manuales sobre cómo 
seleccionar muestras o redactar cuestionarios.30 
Así, pues, idealmente, la categorización de los fenómenos sociales exige el 
desarrollo de la teoría social general, pero, como dan a entender Lazarsfeld y 
Barton, eso no puede hacerse hoy en sociología. Estos autores señalan un conjunto 
de procedimientos más prácticos, que comienza con las cuestiones siguientes, bien 
delimitadas, que atienden a la descripción de lo que ocurre en situaciones 
determinadas, por ejemplo: « ¿Qué es lo que hacen los jóvenes cuando están 
 
29 Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTOK: «Qualitative Measurement in the Social Sciences», en D. 
LERNER y H. D. LASSWELL (eds.): The Policy Sciences: Recent Developments in Scope and Method 
(Stanford University Press), Stanford, 1951, pág, 155. 
30 Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 156. 
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AARON V. CICOUREL 
pensando en elegir carrera? ¿Qué tipo de reacciones tienen los jóvenes ante el paro? 
¿Cuáles son los cauces de información sobre los asuntos públicos en un municipio 
estadounidense?»31 La solución práctica requiere, pues, que el investigador se haga 
preguntas generales sobre determinados temas esenciales, preguntas que puedan 
convertirse operativamente en una forma de pensar, tanto vulgar como de 
pertinencia teórica. La falta de una teoría social desarrollada obliga a todos los 
investigadores en sociología a emplear conceptos vulgares que reflejan los 
conocimientos comunes a los sociólogos y a los miembros «medios» de la comunidad 
o sociedad. Suponiendo desde el principio que el sociólogo y sus sujetos constituyen 
una cultura común que cada uno entiende más o menos de la misma manera, los 
sentidos «obvios» de las preguntas operativizadas del cuestionario en que se basan 
los indicadores incorporarán propiedades sólo vagamente definidas en la teoría 
social, pero cuya importancia para el proyecto de investigación se da por supuesta. 
Así, en la exposición de Lazarsfeld y Barton sobre la medida cualitativa hay 
implícita una teoría del orden social y una cultura común al sociólogo y al sujeto. 
Por ejemplo, consideran necesarios cuatro requisitos para «un buen sistema de 
clasificar las respuestas libres». Dichos autores dan a entender que estos requisitos 
—«articulación», «corrección lógica», «adaptación a la estructura de la situación» y 
«adaptación al marco de referencias del entrevistado»— implican fáciles normas de 
procedimiento que son evidentes.32 Las muchas decisiones que hay que tomar 
suponen una correspondencia implícita entre: 
1) Los indicadores por los que el hombre sencillo identifica objetos 
significativos y los que utiliza el sociólogo para identificar objetos y hechos 
significativos. 
2) El punto de vista del actor: las categorías lingüísticas y de sentido que 
utiliza para describir y clasificar observaciones y experiencias; y el punto de vista 
del observador: las categorías lingüísticas y de sentido que utiliza para describir y 
clasificar observaciones, respuestas y documentos sobre el escenario social. 3) Las 
reglas normativas que dirigen la percepción y la interpretación que de su medio 
tiene el actor y las normas metódicas y teóricas que dirigen la percepción y la 
interpretación del observador sobre el mismo medio de objetos. 
Los procedimientos prácticos descritos por Lazarsfeld y Barton se basan en 
unas diferencias culturales y subculturales que ellos suponen fácilmente 
determinables y manejables. La cita siguiente revela la necesidad de confiar en una 
definición vulgar del mundo, que comparte el observador con el actor: 
Supongamos que queremos clasificar las razones por las que compran las mujeres cierta 
clase de cosméticos. Las mujeres harán muchísimos comentarios sobre sus razones, que serán 
difíciles de agrupar tomándolas por lo que parecen. Pero imaginemos a una mujer comprando y 
utilizando cosméticos: toma consejo de las personas que conoce de la publicidad y de los 
artículos de los medios de difusión; además, tiene sus propias experiencias; tiene sus motivos 
y sus necesidades: utiliza cosméticos con el fin de adquirir diversos valores de apariencia que 
impresionen a otros —y podríamos averiguar a quién— y, quizá, para impresionarse a sí 
misma. Los cosméticos tienen diversas cualidades técnicas que se relacionan con estos 
resultados apetecidos. Quizá se preocupe también por los posibles malos efectos sobre la salud 
o el aspecto. Además, hay dificultades para aplicar los cosméticos. Y por último, está el gasto. 
Todos los comentarios de las mujeres podrían relacionarse con el esquema siguiente: «cauces 
de información», «valores de apariencia deseados», «aceptación prevista», «malas 
consecuencias», «cualidades técnicas», «dificultades de aplicación» y «coste». La razón por la que 
encajarán los comentarios es que el esquema de clasificación casa con la realidad de lo que 
 
31 Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 156. 
32 Idem, págs. 156-157. 
 16 
LA MEDIDA Y LAS MATEMÁTICAS 
sucede al comprar y utilizar

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