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¿Etimología de un solo uso? Resulta curioso observar la gran cantidad de artículos y ensayos sobre la eutanasia que comienzan acudiendo a la etimología de la palabra para explicar su significado (buena muerte/bien morir), pero que lo olvidan nada más terminar de exponerla, pasando a otro tipo de significados como el que recoge la RAE (“Intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura”). ¿Qué sentido tiene acudir a su origen, si después se prescinde absolutamente de ese significado? Estoy seguro que, aunque no sea este el objetivo de quienes así actúan, solo sirve para crear confusión. Creo que hay pocos términos como el de eutanasia que expresen tan acertadamente el contenido que se les atribuye. La modificación del original, quizás debida a su utilización por los primeros movimientos que reclamaban la ayuda a morir, solo ha traído como consecuencia la desvirtuación del significado original y la creación de toda una serie de variantes del mismo, como son: “eutanasia activa, pasiva, directa, indirecta, voluntaria, involuntaria, piadosa, eugenésica, económica”, “ortotanasia”, “cuidados paliativos”, “sedación terminal”, “suicidio asistido” … Hoy se asume como significado el de la RAE, alguna variante del mismo (“Proceso de acelerar la muerte de una persona con una enfermedad incurable para evitar que sufra”) o la que recoge la Proposición de Ley de Eutanasia (“acto deliberado de dar fin a la vida de una persona, producido por voluntad expresa de la propia persona y con el objeto de evitar un sufrimiento”). Aunque también existen otras interpretaciones debidas a las instituciones religiosas y a algunos de sus seguidores mas virulentos, que la catalogan como homicidio, en el mejor de los casos, o como asesinato. Para complicar aún más el tema, quienes se oponen a la Ley de Eutanasia oponen ésta a los cuidados paliativos, y afirman que, si estos últimos se ofrecieran a todas las personas, nadie pediría la eutanasia. Dejando al margen las distorsiones interesadas que solo buscan imponer una determinada concepción del vivir y del morir, se podría decir que el origen de este laberinto de significados es común, y que radica en la errónea idea de que la vida es algo que se tiene, y no que se es. Porque, si se tiene, es debido a que alguien o algo se la da a algo o alguien, lo que supone que previo a la vida hay algo o alguien existente. Esta concepción dualista, muy antigua, que asumieron el platonismo y el aristotelismo, y más tarde el cristianismo, está engarzada en lo más profundo de nuestra cultura y, por ende, de nuestra psique, pero no por ello deja de ser totalmente errónea. Somo seres vivientes, no seres que tienen vida, aunque parezca superfluo el matiz. Nada hay que muestre o demuestre que la vida sea algo añadido a algo que previamente no la tiene. En consecuencia, y si nos movemos en el ámbito de la razón, el vivir es algo que nos constituye, no que se nos da o presta. Por lo tanto, habrá que concluir que ni a las iglesias, ni al estado, ni a la sociedad, les corresponde decidir qué contenido ni qué duración debe tener el proceso de vivir, salvo que alguien autónomamente y expresamente así lo haya manifestado, porque, en caso contrario, la libertad sería imposible. Llevado lo anterior al tema de la eutanasia, si aceptamos su significado etimológico (bien morir/buena muerte), es evidente que es a la propia persona a quien corresponde decidir en qué consiste esa buena muerte, y, ahora sí, aparecen todas las opciones que van desde el rechazo a toda intervención externa, asumiendo todo tipo de sufrimientos, hasta los cuidados paliativos, la ayuda a morir o el suicidio asistido, pasando por el rechazo al tratamiento, el no encarnizamiento terapéutico, rechazo de la nutrición e hidratación…Todas ellas son eutanasia si han sido elegidas autónomamente por la persona o por quien ella hay decidido que la represente. El Proyecto de Ley de Eutanasia adolece de confusión al respecto, pues deja fuera de la eutanasia actuaciones que sí lo son, como los cuidados paliativos y, entre ellos, la sedación terminal, que es, simple y llanamente, ayuda a morir. ¿Etimología de un solo uso? Resulta curioso observar la gran cantidad de artículos y ensayos sobre la eutanasia que comienzan acudiendo a la etimología de la palabra para explicar su significado (buena muerte /bien morir ) , pero que lo olvidan nada más terminar de exponerla , pasando a otro tipo de significados como el que recoge la RAE (“ Intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura ” ) . ¿Qué sentido tiene acudir a su origen , si después se prescinde absolutamente d e ese significado? Estoy seguro que , aunque no sea este el objetivo de quienes así actúan, solo sirve para crear confusión. Creo que hay pocos términos como el de eutanasia que expresen tan acertadamente el contenido que se les atribuye. La modificación de l original, quizás debida a su utilización por los primeros movimientos que reclamaban la ayuda a morir, solo ha traído como consecuencia la desvirtuación del significado original y la creación de toda una serie de variantes del mismo, como son: “eutanasia activa , pasiva, directa, indirecta, voluntaria, involuntaria, piadosa, eugenésica, económica ”, “ortotanasia”, “cuidados paliativos”, “sedación terminal”, “suicidio asistido” … Hoy se asume como significado el de la RAE , alguna variante del mismo (“ P roceso de acelerar la muerte de una persona con una enfermedad incurable para evitar que sufra ” ) o la que recoge la Proposición de Ley de Eutanasia (“ acto deliberado de dar fin a la vida de una persona, producido por voluntad expresa de la propia persona y con e l objeto de evitar un sufrimiento ” ). Aunque también existen otras interpretaciones debidas a las instituciones religiosas y a algunos de sus seguidores mas virulentos, que la catalogan como homicidio, en el mejor de los casos, o como asesinato. Para compli car aún más el tema, quienes se oponen a la Ley de Eutanasia oponen ésta a los cuidados paliativos , y afirman que, si estos últimos se ofrecieran a todas las personas, nadie pediría la eutanasia. Dejando al margen las distorsiones interesadas que solo bus can imponer una determinada concepción del vivir y del morir, se podría decir que el origen de este laberinto de significados es común, y que radica en la errónea idea de que la vida es algo que se tiene, y no que se es. Porque, si se tiene, es debido a qu e alguien o algo se la da a algo o alguien, lo que supone que previo a la vida hay algo o alguien existente. Esta concepción dualista, muy antigua, que asumieron el platonismo y el aristotelismo, y más tarde el cristianismo, está engarzada en lo más profun do de nuestra cultura y, por ende, de nuestra psique, pero no por ello deja de ser totalmente errónea. Somo seres vivientes, no seres que tienen vida, aunque parezca superfluo el matiz. Nada hay que muestre o demuestre que la vida sea algo añadido a algo q ue previamente no la tiene. En consecuencia, y si nos movemos en el ámbito de la razón, el vivir es algo que nos constituye, no que se nos da o presta. ¿Etimología de un solo uso? Resulta curioso observar la gran cantidad de artículos y ensayos sobre la eutanasia que comienzan acudiendo a la etimología de la palabra para explicar su significado (buena muerte/bien morir), pero que lo olvidan nada más terminar de exponerla, pasando a otro tipo de significados como el que recoge la RAE (“Intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura”). ¿Qué sentido tiene acudir a su origen, si después se prescinde absolutamente de ese significado? Estoy seguro que, aunque no sea este elobjetivo de quienes así actúan, solo sirve para crear confusión. Creo que hay pocos términos como el de eutanasia que expresen tan acertadamente el contenido que se les atribuye. La modificación del original, quizás debida a su utilización por los primeros movimientos que reclamaban la ayuda a morir, solo ha traído como consecuencia la desvirtuación del significado original y la creación de toda una serie de variantes del mismo, como son: “eutanasia activa, pasiva, directa, indirecta, voluntaria, involuntaria, piadosa, eugenésica, económica”, “ortotanasia”, “cuidados paliativos”, “sedación terminal”, “suicidio asistido” … Hoy se asume como significado el de la RAE, alguna variante del mismo (“Proceso de acelerar la muerte de una persona con una enfermedad incurable para evitar que sufra”) o la que recoge la Proposición de Ley de Eutanasia (“acto deliberado de dar fin a la vida de una persona, producido por voluntad expresa de la propia persona y con el objeto de evitar un sufrimiento”). Aunque también existen otras interpretaciones debidas a las instituciones religiosas y a algunos de sus seguidores mas virulentos, que la catalogan como homicidio, en el mejor de los casos, o como asesinato. Para complicar aún más el tema, quienes se oponen a la Ley de Eutanasia oponen ésta a los cuidados paliativos, y afirman que, si estos últimos se ofrecieran a todas las personas, nadie pediría la eutanasia. Dejando al margen las distorsiones interesadas que solo buscan imponer una determinada concepción del vivir y del morir, se podría decir que el origen de este laberinto de significados es común, y que radica en la errónea idea de que la vida es algo que se tiene, y no que se es. Porque, si se tiene, es debido a que alguien o algo se la da a algo o alguien, lo que supone que previo a la vida hay algo o alguien existente. Esta concepción dualista, muy antigua, que asumieron el platonismo y el aristotelismo, y más tarde el cristianismo, está engarzada en lo más profundo de nuestra cultura y, por ende, de nuestra psique, pero no por ello deja de ser totalmente errónea. Somo seres vivientes, no seres que tienen vida, aunque parezca superfluo el matiz. Nada hay que muestre o demuestre que la vida sea algo añadido a algo que previamente no la tiene. En consecuencia, y si nos movemos en el ámbito de la razón, el vivir es algo que nos constituye, no que se nos da o presta.
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