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145
Asociación del índice de masa corporal y conductas de riesgo
en el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria
en adolescentes mexicanos
RESUMEN. La percepción corporal y su insatisfacción
se relacionan con las conductas alimentarias de riesgo
(CAR), pudiendo desarrollar trastornos de la conducta ali-
mentaria (TAC) frecuentemente identificados en los ado-
lescentes. El objetivo fue describir la asociación del índice
de masa corporal (IMC) con los hábitos y las CAR en un
grupo de adolescentes. Fue un estudio transversal, des-
criptivo realizado con 671 adolescentes de 12 a 15 años
de edad, ambos sexos. Se aplicó una encuesta validada en
población mexicana que identificó las CAR para el des-
arrollo de los TAC. Se obtuvo el IMC, además de infor-
mación sobre práctica y conocimiento del consumo de
alimentos. La prevalencia promedio de las CAR fue 12%,
el sobrepeso u obesidad se presentó en 48% de los parti-
cipantes, 20% de ellos no desayunaba, y sólo el 16% to-
maba sus alimentos sin ningún distractor (p=0.012). La
variables asociadas a las CAR para el desarrollo de TAC
fueron: realizar cualquier actividad simultánea al con-
sumo de alimentos (RM:4.23, p=0.006), sobrepeso u obe-
sidad (RM:2.59, p=0.001), comer sin compañía
(RM:2.04, p=0.005), no comer frutas (RM:1.96, p=0.008)
y/o leche (RM:1.79, p=0.026), ser mujer (RM:1.74
p=0.024) y no desayunar (RM:1.57, p=0.035). El con-
sumo de alimentos que los adolescentes practicaron fue
diferente del que recomendaron para estar sanos, fue
menor en verduras, frutas y leguminosas, y mayor en azú-
cares, lípidos y bebidas gaseosas. Se concluye que existe
una asociación entre el IMC y las CAR. No se encontró
coherencia entre lo que los adolescentes refirieron comer
y lo que ellos recomiendan, según sus conocimientos.
Palabras clave: Adolescente, conducta alimentaria, índice
de masa corporal, trastornos de la conducta alimentaria.
SUMMARY. Association between body mass index and
risk feeding behaviors to develop eating disorders in Me-
xican adolescents. The body self-perception and its dissatis-
faction are related with the risk for developing abnormal
eating behaviors (AEB), especially in eating disorders (ED)
in adolescents. The objective of this study was to identify the
relationship between dietary habits and the risk for AEB and
their association with body mass index (BMI) in a group of
adolescents in the metropolitan area of Mexico City. It was a
descriptive cross-sectional study conducted with a sample of
671 adolescents, both sex, between 12 and 15 years. A vali-
dated questionnaire was used to assess the risk for developing
AEB. BMI was obtained, and information from the practice
and knowledge of food consumption was available. The pre-
valence of the risk for developing AEB in this study was
12%. It showed that 48% of participants were overweight or
obese, 20% did not eat breakfast, 16% took their food without
doing other activity simultaneously (p=0.012). The variables
associated with the risk AEB, for developing of ED were
doing any activity simultaneously with food intake (OR:4.23
p=0.006), overweight-obesity (OR:2.59 p=0001), eating wi-
thout company (OR:2.04 p=0.005), not eating fruit (OR:1.96
p=0.008) or milk (OR:1.79 p=0.026), being female (OR:1.74
p= 0.024) and skipping breakfast (OR:1.57 p=0,035).
Food intake differed with what themselves recommended
being healthy, which was lower in vegetables, fruits, legumi-
nous and higher in sugars, fats and soda. We conclude there
is a relationship between BMI and the risk for developing
AEB. There was no consistency between what adolescents
say they should eat to be healthy and what they eat. 
Key words: Adolescent, feeding behavior, body mass index,
eating disorders.
INTRODUCCIÓN
La alimentación es una actividad no sólo bioló-
gica y nutricia, sino también es un proceso que im-
plica aspectos sociales, psicológicos, económicos,
simbólicos, religiosos y culturales. Durante la infan-
cia se adquieren hábitos alimentarios que son deter-
minantes para las etapas posteriores de la vida, de tal
manera que si éstos son adecuados, pueden contribuir
al mantenimiento de un estado saludable.
En la adolescencia, la participación de la familia dis-
minuye y adquieren mayor importancia los amigos o
compañeros, así que éstos se convierten en los patrones
o modelos alimentarios a seguir durante la adolescencia
Reyna Sámano, Rosa Zelonka, Hugo Martínez-Rojano, Bernarda Sánchez-Jiménez, 
Cristina Ramírez, Georgina Ovando
Instituto Nacional de Perinatología. Universidad Iberoamericana. Escuela Superior de Medicina 
del Instituto Politécnico Nacional. Escuela de Dietética y Nutrición del Instituto de Seguridad 
y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado. México, Ciudad de México. México 
ARCHIVOS LATINOAMERICANOS DE NUTRICIÓN
Órgano Oficial de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición
Vol. 62 Nº 2, 2012
146 SÁMANO et al.
y la etapa adulta. (1) No obstante, a pesar de los es-
fuerzos que los profesionales de la salud realizan para
que la población en general aprenda a tener una mejor
elección de sus alimentos, aún existen diferencias mar-
cadas entre lo que se conoce y lo que se implementa
en la vida diaria. Únicamente en un estudio por Gám-
baro y cols., en Uruguay, se documentó que las perso-
nas que tienen un mayor conocimiento nutricional,
tienen un mayor consumo de frutas y verduras y un
menor consumo de alimentos con un alto contenido
graso. (2) En contraste, Montero y cols., han documen-
tado que a pesar de que la población se encuentre in-
formada y tenga conocimiento de los conceptos
básicos de una dieta saludable, este conocimiento no
se refleja en la práctica de buenos hábitos alimenticios
y en la disminución de conductas alimentarias de
riesgo. (3)
Ahora bien, una conducta alimentaria es el conjunto
de acciones que practica un individuo en respuesta a
circunstancias biológicas, psicológicas y sociocultura-
les vinculadas con los alimentos. Su alteración da ori-
gen a lo que se conoce como las CAR y los trastornos
de la conducta alimentaria (TCA) en los cuales los pa-
trones de ingestión de alimentos se ven distorsionados.
(4) Al respecto, se ha observado que en la adolescencia
los hábitos alimentarios se afectan por las situaciones
ambientales inadecuadas que existen alrededor de la
comida y que podrían estar involucrados en el proceso
del desarrollo de los TCA, (5) lo cual implica un pro-
blema de salud pública en México, en donde se ha de-
mostrado que las CAR, han incrementado con
consecuencias considerables a la salud. (6)
El IMC, indicador del estado nutricio que es utili-
zado con mayor frecuencia por su facilidad de estima-
ción, y que se calcula a partir del peso corporal en
kilogramos dividido por el cuadrado de la talla en me-
tros, es uno de los indicadores más estudiados como
factor de riesgo asociado a los TCA, y de manera es-
pecífica con las CAR, ya que se han encontrado im-
portantes asociaciones. (7)
Diversos estudios han demostrado que al presentar
los individuos un IMC alto (sobrepeso u obesidad), su
imagen corporal se aleja de lo ideal, y gracias a la in-
fluencia de los factores socioculturales, los cuales han
estigmatizado el sobrepeso y la obesidad no por cues-
tiones de salud sino por consideraciones psicológicas y
estéticas, los individuos buscan disminuir su peso cor-
poral o modificar su figura, practicando las CAR. (8)
Los grupos de adolescentes mayores de 15 años
han sido los más estudiados, sin embargo, se ha con-
siderado que entre más temprana sea la detección de
las conductas y hábitos alimentarios de riesgo, es po-
sible intervenir de una forma más oportuna, con la fi-
nalidad de prevenir el desarrollo de los TCA. Para ello,
es indispensable el trabajo de un equipo multidiscipli-
nario de salud, que informe, oriente y motive a los
adolescentes sobre la importancia de una alimentación
saludable a fin de que los cambios de conducta perdu-
ren en etapas posteriores de su vida.
En este sentido, el propósito del estudio fue descri-
birla asociación entre el IMC y las CAR, en el des-
arrollo de los trastornos alimentarios en un grupo de
adolescentes en la Ciudad de México.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se efectuó un diseño observacional, transversal y
descriptivo durante el periodo de enero a diciembre de
2011 en dos escuelas de educación media básica que
se encuentran ubicadas en la Ciudad de México; éstas
fueron elegidas debido a que en forma periódica el
equipo de trabajo que integra el Departamento de In-
vestigación en Nutrición del Instituto Nacional de Pe-
rinatología ofrece apoyo de orientación alimentaria a
diferentes escuelas y de conformidad con el crono-
grama de actividades del año 2011 correspondió a
estos dos centros escolares.
Sujetos. Se invitó a participar a todos los estudiantes
de ambos sexos, que se encontraran entre los 12 y 15
años de edad. No se incluyó a sujetos con enfermeda-
des endócrinas, inmunológicas o en terapia nutricional.
Previa autorización y consentimiento firmado de
los directivos de cada uno de los planteles educativos,
de los estudiantes y de sus padres o tutores, se inició
el estudio.
Estado nutricio por IMC. Se obtuvo el peso corpo-
ral y la estatura de todos los sujetos, previa estandari-
zación antropométrica por parte del personal de salud
con un coeficiente de variabilidad menor al 5% inter
e intrasujeto. Para la obtención del peso se utilizó una
báscula digital marca TANITA, modelo BWB-800 con
precisión de 100 g, y para la estatura se empleó un es-
tadímetro portátil marca SECA, modelo 208, con pre-
cisión de 0.1 cm.
Con los datos obtenidos fue calculado el IMC de
cada uno de los sujetos, con el objetivo de identificar
147ASOCIACIÓN DEL ÍNDICE DE MASA CORPORAL Y CONDUCTAS DE RIESGO EN EL DESARROLLO 
su estado nutricio, éste se clasificó en percentiles de
acuerdo a la edad y el sexo y conforme a los criterios
propuestos por la Organización Mundial de la Salud,
(9) que a continuación se enlistan: Desnutrición: infe-
rior al percentil 5; Bajo peso; entre el percentil 5 y el
10; Normal: superior al percentil 10 e inferior al per-
centil 85; Sobrepeso: valores iguales o superiores al
percentil 85 e inferiores al percentil 95 y Obesidad:
superior al percentil 95.
Las mediciones de los participantes se efectuaron
durante el mismo horario (8 a 10 am) y por duplicado,
tomándose el promedio de ambas mediciones.
Hábitos alimentarios y conductas alimentarias de
riesgo. A través de un cuestionario se obtuvo la infor-
mación de dónde, con quién y qué actividades reali-
zaron los adolescentes mientras consumían sus
alimentos. Asimismo, se solicitó a los sujetos que con-
forme a sus conocimientos, indicaran la cantidad de
raciones de comida que éstos consideran adecuadas
para que un individuo se mantenga sano.
Se solicitó a cada uno de los sujetos que señalara
los alimentos que consumía al menos 4 veces por se-
mana, con la finalidad de identificar sus conocimientos
y prácticas realizadas. Cabe mencionar que en el le-
vantamiento de los cuestionarios fueron empleados
como referencia réplicas de los diferentes grupos de
alimentos.
Evaluación de las conductas alimentarias de riesgo.
Se determinaron de acuerdo con la escala validada por
Unikel y cols., en población mexicana, en que se han
obtenido valores de confiabilidad alfa de Cronbach de
0.83 para mujeres en la Ciudad de México y de 0.72
en mujeres del Estado de México (10), con funda-
mento en los criterios diagnósticos para los TCA pro-
puesto en el Manual de Diagnóstico y Estadístico de
Desórdenes Mentales IV.
La escala consta de 10 preguntas que evalúa: la
preocupación por engordar, y las CAR en los tres
meses previos a la aplicación de la encuesta. Se cali-
fica con cuatro opciones de respuesta tipo Likert
(nunca o casi nunca=0, algunas veces=1, frecuente-
mente –menos de dos veces por semana– =2, muy fre-
cuentemente –más de dos veces por semana– =3
puntos). Se utilizaron dos puntos de corte para deter-
minar grados de riesgo, el primero 7-10 que corres-
pondió a un riesgo moderado y el segundo >10 que
indicó un riesgo alto, mientras que las puntuaciones
menores a 7, indicaron la ausencia de riesgo (10).
Nivel socioeconómico. Se determinó de acuerdo
con los estándares de la Asociación Mexicana de In-
vestigación de Mercados y Opinión Pública, (11) que
consta de diez preguntas con un puntaje y calificación
determinado, de esta forma se asignaron los diferentes
niveles socioeconómicos en seis y estos fueron los si-
guientes: A/B: Nivel más alto de vida, C+, nivel de
vida ligeramente superior a la media, C: Nivel de vida
medio, D+: nivel de vida ligeramente inferior a la
media, D: Nivel de vida bajo o austero, E: Menores
ingresos y calidad de vida.
Análisis estadístico. La información obtenida fue
capturada en una base de datos diseñada ex profeso
para el estudio con el paquete estadístico SPSS versión
15.0 para Windows.
Se calcularon medidas de tendencia central y de
dispersión, la comparación de los grupos se efectuó
por medio de la prueba de Wilcoxon. Se calculó la Chi
cuadrada de Pearson para identificar la asociación
entre variables. Además, se realizaron modelos de re-
gresión logística con la finalidad de explorar las va-
riables asociadas para el riesgo del desarrollo de
trastornos de la conducta alimentaria. Se consideró una
significación estadística cuando existió un valor de p
<0.05. La recolección y análisis de la información ob-
tenida fue confidencial.
Cabe señalar que con base en los hallazgos obser-
vados en el presente estudio, se elaboró y distribuyó un
folleto informativo para todos los alumnos de ambas
escuelas; esta información consistió en proporcionar
orientación alimentaria con la finalidad de lograr una
correcta forma de alimentarse, siguiendo los lineamien-
tos establecidos en la Norma Oficial Mexicana número
043 de la Secretaría de Salud en México (12).
RESULTADOS
De 700 adolescentes invitados, se evaluaron a 671,
debido a que 10 no aceptaron participar (ellos o sus
padres o tutores) y 19 no acudieron a clase el día en
que se efectuaron las evaluaciones, lo que representó
el 95.9% del total de la muestra inicialmente progra-
mada. La edad promedio de los adolescentes fue de 13
años, intervalo de 12 a 15, una media de peso de 55.5
±12.3 kg, una estatura de 157.8 ±7.4 cm y una relación
de hombre mujer de 1:1.
Hábitos alimentarios
En la Tabla 1, se observa que el 48% presentó un
148 SÁMANO et al.
IMC clasificado como normal y el resto tuvo algún
grado de malnutrición. Asimismo, se aprecia que el
84% de los participantes realizaban otras actividades
al mismo tiempo que consumían sus alimentos, las
principales actividades fueron ver televisión y la utili-
zación de la computadora. De los adolescentes estu-
diados 20% no consumía el desayuno y uno de cada
10 cenaba sin compañía.
La Tabla 2 muestra que en todas las edades se man-
tuvo constante la realización de otras actividades si-
multáneas a la tomas de sus alimentos. Que los
participantes de menor edad practicaban con mayor
frecuencia el desayuno y este lo efectuaban en com-
pañía de algún familiar.
Se observó que la práctica del desayuno en los
hombres disminuyó con la edad, 83 vs 66% (p=0.030)
en los de 12 y 15 años respectivamente, esto en las
mujeres correspondió a 82 vs 71%, (p= 0.053), el
100% de los adolescentes de ambos sexos realizó la
comida del medio día, la cena fue practicada por 99,
100, 100 y 94% (p=0.045) de los hombres de 12, 13,
14 y 15 años de edad respectivamente; en las mujeres
de esas mismas edades, los valores fueron 99, 98, 100
y 95% (p=0.035).
Riesgo de trastornos de la conducta alimentaria 
y hábitos alimentarios
Se observó que el 12% de todos los adolescentes
presentó riesgo moderado o alto para el desarrollo de
trastornos de la conducta alimentaria. La Tabla 3 mues-
tra las características que se asociaron con el riesgo,
para el desarrollo de los TCA y estas son el ser mujer,
el tener sobrepeso u obesidad, el no desayunar o tomar
los alimentos en la escuela o en la vía pública, el reali-
zar cualquier actividad simultáneaa la toma de los ali-
mentos, el ingerir su desayuno sin compañía u omitirlo.
En la Tabla 4 se presentan las variables que tuvieron
riesgo para el desarrollo de los TCA a través del análi-
sis de un modelo de regresión logística observándose
que el realizar otras actividades al mismo tiempo que
ingerían sus alimentos fue la variable que se asoció a
mayor riesgo (RM: 4.230, p=0.006) seguida por la pre-
sencia de sobrepeso u obesidad (RM: 2.595, p=0.001)
entre otras. El nivel socioeconómico no fue un factor
de riesgo para el desarrollo de las CAR entre los ado-
lescentes estudiados, así como la omisión de la cena.
Coherencia entre lo que saben y lo que comen
En todos los participantes se observó que el con-
sumo de verduras, frutas y leguminosas fue inferior al
que ellos mismos referían como un consumo recomen-
dable o saludable, mientras que el de cereales y de be-
bidas gaseosas fue mayor (p=0.001). Se identificó una
asociación entre la edad de los encuestados y los ali-
mentos que consumían y recomendaban para estar
sanos; a mayor edad fue más frecuente la diferencia, de
tal forma que a los 15 años sólo se coincidió en el con-
sumo y recomendación de carne y leche, ver Tabla 5.
TABLA 1
Características generales y 
hábitos alimentarios, n= 671
Variable n (%)
Sexo
Mujeres 339 (50.5)
Hombres 332 (49.5)
Nivel socioeconómico
Alto 110 (16)
Medio 390 (58)
Bajo 171 (26)
Estado nutricio por IMC
Bajo peso 27 (4)
Normal 319 (48)
Sobrepeso 170 (25)
Obesidad 155 (23)
Actividades realizadas al momento 
de tomar los alimentos
Ninguna 109 (16)
Ver TV 310 (46)
Tarea 240 (35.8)
Chatear 102 (15.2)
Tiempos de comida
Desayuno 535 (80)
Comida 671 (100)
Cena 655 (98)
Con quién toma sus alimentos
Desayuna con la familia 492 (92)
Desayuna solo-sin compañía 43 (8)
Come con la familia 617 (92)
Come solo-sin compañía 54 (8)
Cena con la familia 583 (89)
Cena solo-sin compañía 72 (11)
149ASOCIACIÓN DEL ÍNDICE DE MASA CORPORAL Y CONDUCTAS DE RIESGO EN EL DESARROLLO 
TABLA 2 Hábitos alimentarios por grupo de edad, n (%)
Edad (años) 12 (n=141) 13 (n=219) 14 (n=206) 15 (n=105) p
Realiza el desayuno
Sí 117 (83) 181 (83) 164 (80) 72 (69) 0.016
No 24 (17) 38 (17) 41 (20) 33 (31)
Quién los acompaña en la toma de sus alimentos en:
Desayuno*
Familia 112 (96) 167 (92) 132 (81) 62 (86) 0.001
Solo 5 (4) 14 (8) 32 (19) 10 (14)
Comida
Familia 130 (92) 201 (92) 193 (94) 92 (88) 0.631
Solo 11 (8) 18 (8) 13 (6) 13 (12)
Cena*
Familia 135 (97) 204 (96) 185 (91) 84 (84) 0.001
Solo 4 (3) 9 (4) 18 (9) 16 (16)
Actividades realizadas al tomar alimentos
Ninguna 21 (15) 29 (13) 38 (18) 21 (20) 0.326
Ver TV, tarea o chatear 120 (85) 190 (87) 168 (82) 84 (80)
Chi cuadrada de Pearson.*Sólo los casos que toman ese tiempo de comida
TABLA 3 Conductas alimentarias de riesgo para el desarrollo 
de trastornos de la conducta alimentaria y hábitos alimentarios
Riesgo para el desarrollo de conductas alimentarias de riesgo, n (%)
Sin riesgo (≤ 6 puntos) Moderado(7-10puntos) Alto (≥11puntos) p
Sexo
Mujeres 288 (85) 40 (12) 11 (3) 0.020
Hombres 301 (91) 26 (8) 5 (1)
Edo. nutricio por IMC
Bajo peso 26 (100) 0 (0) 0 (0) 0.004
Normal 293 (92) 20 (6) 6 (2)
Sobrepeso 144 (85) 20 (12) 6 (3)
Obesidad 125 (81) 27 (16) 4 (3)
Lugar de desayuno
Casa 475 (89) 51 (10) 8 (1) 0.037
Calle o escuela 93 (85) 11 (10) 6 (5)
No desayuna 21 (78) 4 (15) 2 (7)
Con quien desayuna
Familiares 426 (90) 40 (9) 7 (1) 0.045
Amigos, escuela 112 (82) 19 (13) 6 (5)
Solo 50 (82) 8 (13) 3 (5)
Con quién cena
Familia 533 (88) 60 (10) 13 (2) 0.712
Solo 41 (87) 4 (9) 2 (4)
No cena 13 (81) 4 (13) 1 (6)
Actividades realizadas a la toma alimentos
Ninguna (sólo come) 105 (97) 3 (2) 1 (1)
Ver TV, chatear o limpieza 484 (86) 63 (11) 15 (3)
Chi cuadrada de Pearson
150 SÁMANO et al.
DISCUSIÓN
Se corroboró que las mujeres tienen una mayor fre-
cuencia de CAR, del 15%, cifra menor a la documen-
tada en un grupo de adolescentes mayores de 15 años
de edad. (10) Consideramos que esta cifra es inferior
debido a que los adolescentes encuestados son de
menor edad, esto viene a corroborar que a mayor edad
es mayor la proporción de adolescentes con las CAR.
Estos resultados resaltan la importancia que tiene
la etapa de los 12 a 15 años de edad como determi-
nante para la promoción de hábitos alimentarios salu-
dables, y que a su vez se podrían establecer con mayor
facilidad lineamientos de alimentación saludable, to-
mando en cuenta las características propias de los ado-
lescentes en este rango de edad.
Uno de los principales hallazgos observado fue que
el 20% de los adolescentes encuestados no desayu-
naba, cifra superior a la reportada en dos investigacio-
nes realizadas en adolescentes de otros países, (13) e
incluso en el estudio realizado por Ponce-Gómez y
cols., en población escolar mexicana (14). Lo que
pone de manifiesto la necesidad de realizar estrategias
educativas que persuadan a los adolescentes a retomar
y a considerar el desayuno como un tiempo de comida
tan necesaria como la comida y la cena.
Si bien, la proporción de adolescentes que no con-
sumía la cena fue en promedio uno de cada 10, nuestros
resultados concuerdan con los reportados por Macedo-
Ojeda y cols., en un grupo de adolescentes mexicano
(15). Sin embargo, cabe señalar que el porcentaje de
adolescentes que no consume algún tiempo de comida
TABLA 4 
Modelo de regresión logística para identificar la probabilidad del riesgo de desarrollo de trastornos 
de la conducta alimentaria
Variable Beta RM IC 95% p
Ser mujer 0.555 1.742 0.512-1.313 0.024
Sobrepeso-obesidad 0.954 2.595 1.582-4.258 0.001
Nivel socioeconómico -0.198 0.820 0.512-1.313 0.409
No desayuna -0.559 1.572 0.340-0.961 0.035
No cena -0.456 0.634 -175-2.292 0.487
Desayuna sin compañía 0.715 2.044 1.245-3.358 0.005
No come fruta 0.636 1.967 0.483-1.284 0.008
No toma leche 0.583 1.791 1.071-2.997 0.026
Come y realiza otras actividades simultáneamente 1.442 4.230 1.515-11.811 0.006
TABLA 5 
Consumo de alimentos y recomendaciones en raciones según conocimiento de los participantes por edad
Alimento Consumen Recomiendan
Edad (años) 12 13 14 15 12 13 14 15
Verduras 1 (0-3)* 0 (0-4)* 1 (0-5)* 1 (0-4)* 2 (0-5) 2 (0-5) 2 (0-4) 2 (0-5)
Frutas 2 (0-6)* 2 (0-5)* 2 (0-6)* 2 (0-5)* 2 (0-7) 2 (0-5) 2 (0-5) 3 (0-6)
Cereales 3 (0-9)* 4 (0-10)* 4 (0-14)* 4 (0-13)* 2 (0-8) 2 (0-5) 2 (0-7) 2 (0-8)
Leguminosas 1 (0-3)* 0 (0-3)* 0 (0-3)* 1 (0-4)* 1 (0-5) 1 (0-4) 1 (0-4) 1 (0-4)
Carnes 1 (0-6) 0 (0-5) 0 (0-5) 1 (0-4) 1 (0-4) 0 (0-4) 0 (0-4) 1 (0-4)
Leche 2 (0-4) 1 (0-4) 2 (0-6) 1 (0-6) 1 (0-5) 1 (0-4) 2 (0-5) 2 (0-5)
Azúcares 1 (0-5) 0 (0-3) 1 (0-4)* 1 (0-3)* 1 (0-3) 0 (0-3) 1 (0-3) 1 (0-3)
Lípidos 1 (0-3) 1 (0-3)* 0 (0-4) 1 (0-5)* 0 (0-5) 0 (0-2) 0 (0-3) 0 (0-2)
Bebidas gaseosas 1 (0-5)* 0 (0-0)* 0 (0-3)* 0 (0-5)* 0 (0-4) 0 (0-1) 0 (0-2) 0(0-3)
Comparación de medianas por Wilcoxon *Diferencia significativa entre lo que comen 
y lo que saben y recomiendan se debería de consumir para estar sanos. (p<0.001)
151ASOCIACIÓN DEL ÍNDICE DE MASA CORPORAL Y CONDUCTAS DE RIESGO EN EL DESARROLLO 
se elevó en una forma directamente proporcional con
la edad. En este sentido, los adolescentes de mayor
edad presentaron una tendencia a omitir el desayuno o
la cena, lo que coincide con los resultados reportados
por Fitzgerald y cols., (16) quienes señalan que a
mayor edad del adolescente el control de los padres dis-
minuye, y aumenta la autonomía para la elección de los
alimentos, siendo estas algunas de las causas por las
que el adolescente inicia con hábitos alimentarios no
recomendables, como son la omisión de tiempos de co-
mida y el consumo de alimentos chatarra.
Respecto a la ingestión de alimentos con o sin com-
pañía, se observó que una décima parte de los adoles-
centes tomaban sus alimentos sin compañía, cifra
inferior a lo reportado por Macedo-Ojeda y cols., (15)
quienes observaron que un 15% de los adolescentes
consumía sus alimentos sin compañía, lo que implica
que cada día un número mayor de madres se incorpora
a las actividadesremuneradas, por lo que la televisión
o el internet son la única compañía de estos adolescen-
tes por varias horas, exponiéndolos a la publicidad
orientada al consumo de alimentos altamente energé-
ticos, y en algunas ocasiones con un contenido elevado
de grasa y sodio (17).
Relacionado a lo anterior, en este estudio se ob-
servó, que más del 80% de los adolescentes consumían
sus alimentos con algún tipo de distractor; por ejemplo
ver la televisión, utilizar la computadora, efectuar al-
guna tarea o quehacer doméstico; lo que evidencia la
mayor probabilidad de adquirir conductas alimentarias
de riesgo durante esta etapa de la vida. En este con-
texto, ver la televisión se ha relacionado con el des-
arrollo de sobrepeso y obesidad (18), Con este mismo
argumento, se observó que uno de cada dos adolescen-
tes (48%) presenta sobrepeso u obesidad, cifra supe-
rior a la documentada en la Encuesta Nacional de
Salud y Nutrición 2006 (19), lo que confirma la ten-
dencia cada vez mayor de niños y adolescentes mexi-
canos con sobrepeso y obesidad.
Uno de los elementos a discutir es que los hábitos
alimentarios como son: la omisión del desayuno y la
cena; el no consumir frutas y leche; y el comer los ali-
mentos al mismo tiempo que se efectúan otras activi-
dades fueron las variables que se asociaron con mayor
frecuencia a las conductas de riesgo para el desarrollo
de los TCA; sin embargo, el propio hecho de contar
con sobrepeso y obesidad fue una variable determi-
nante para el desarrollo de los TCA. En este sentido,
es necesario resaltar que la obesidad y los desórdenes
en el consumo de alimentos y en los hábitos alimenta-
rios son problemas de salud pública, en buena parte
debido a la exposición de la población a varios facto-
res, entre los que se encuentran los medios de comu-
nicación, tales como: la televisión, el internet y las
revistas; estas variables se han asociado con la obesi-
dad y de forma negativa con la imagen corporal, lo que
a su vez incrementa las CAR.
Por ello, se debe recomendar que los padres limiten
y supervisen la exposición a los medios de comunica-
ción no adecuados, con el propósito de que los ado-
lescentes no inicien conductas de riesgo que
modifiquen los hábitos alimentarios saludables. Asi-
mismo, se debe promover en la familia una mayor ac-
tividad física, la realización de actividades que
incrementen la autoestima y los estilos de vida salu-
dable; aprovechando la peculiaridad de que entre los
adolescentes se comparten algunas características y
hábitos.
Se considera que este es un momento adecuado
para prevenir la desnutrición, el sobrepeso, la obesidad
y el desarrollo de las CAR; debido a que conforme cre-
cen los adolescentes es más difícil modificar los estilos
de vida inadecuados, y esto es debido a una mayor au-
tonomía e independencia, así como al incremento en
la frecuencia de sobrepeso y obesidad (20).
En el presente estudio, el consumo de frutas y leche
fue nulo entre los adolescentes que tienen un mayor
puntaje de CAR para el desarrollo de TCA. En este
sentido, es necesario dar a conocer e implementar es-
trategias que promuevan el consumo de estos alimen-
tos y resalten la importancia que tienen dentro de una
dieta equilibrada.
La información existente señala que los adolescen-
tes que no consumen fruta generalmente lo hacen por
miedo a que estén contaminadas con pesticidas o her-
bicidas, y en específico entre las mujeres, quienes ade-
más refieren que si consumen frutas tienen la
percepción de que comieron de más (21). Por otra
parte, el consumo de leche es importante por su aporte
nutrimental en esta etapa de la vida y de acuerdo con
lo documentado, una alta proporción de los adolescen-
tes mexicanos que habitan en zonas urbanas no cubre
con sus requerimientos de calcio (22).
El consumo de frutas, verduras, y leguminosas fue
inferior, y el de bebidas gaseosas, grasas, y azúcares
fue mayor cuando se efectuó la comparación entre lo
152 SÁMANO et al.
que los adolescentes consumían y lo que ellos consi-
deraban recomendable consumir para estar sanos; cabe
señalar que esta diferencia fue más evidente entre los
adolescentes de mayor edad, estos resultados concuer-
dan con los estudios realizados por López-Guevara y
cols., y por nuestro grupo de investigación (3) que re-
portaron la no asociación entre las recomendaciones o
conocimientos de alimentación y las prácticas alimen-
tarias. Sin embargo, los resultados del presente estudio
difieren con los reportados por Sahingoz y cols., en la
que se señala una relación proporcional entre los co-
nocimientos alimentarios y el consumo de alimentos
en un grupo de adolescentes turcos (23).
Lo expuesto hasta este momento deja clara la falta
de orientación alimentaria en la población de niños y
adolescentes mexicanos, debido a que el consumo de
frutas y verduras fue tres veces inferior a la recomen-
dación de cinco raciones al día. Por otra parte, el con-
sumo de azúcares, grasas y bebidas gaseosas fue mayor
al recomendado, evidenciando el riesgo potencial de
adquirir sobrepeso u obesidad a edades cada vez más
tempranas. No obstante, es importante mencionar que
los medios de comunicación y los significados cultu-
rales en torno al consumo de las bebidas gaseosas o
azucaradas en los escolares y adolescentes de la Ciudad
de México (24), son determinantes para cualquier tipo
de intervención o diseño de programas educativos que
tengan como objetivo la disminución de la prevalencia
de desnutrición, sobrepeso y obesidad.
El 20% de los adolescentes no desayunaba en casa,
esto implica la compra y el consumo de alimentos en
la vía pública, como las bebidas gaseosas y los alimen-
tos chatarra, lo que involucra un mayor riesgo de des-
nutrición, sobrepeso u obesidad, y por consiguiente la
adquisición de CAR (25).
En el modelo de regresión logística realizado se ob-
servó la existencia de varios factores que se asociaron
con la práctica de las CAR para el desarrollo de los
TCA; en primer lugar el consumir alimentos al mismo
tiempo que ven la televisión o realizan otras activida-
des, el presentar sobrepeso u obesidad, que consuma
sus alimentos sin compañía, que no ingiera frutas ni
leche, ser mujer, y que el adolescente no desayune. De
este modo, se establece que debe prestarse mayor aten-
ción en la cultura alimentaria de la población mexi-
cana dentro de un todo.
Como bien se vio el consumo de frutas fue inferior
a lo recomendado, quizá esto se asoció a que una gran
parte de la población mexicana no ha interiorizado la
importancia de una dieta variada, equilibrada y com-
pleta. Al respecto se ha publicado que los adolescentes
no comen fruta porque al consumirla percibirían que
comen de más, adicional a que les quitaría tiempo y de-
dicación el prepararlas, sin embargo reconocen que su
consumo es bueno para su salud (21). La ingestión casi
nula de frutas se asoció con una mayor probabilidad de
riesgo de desarrollar CAR; probablemente este hecho
se deba al sabor dulce de las frutas y al miedo que al-
gunos adolescentes, sobre todo las mujeres, tienen de
aumentar de peso. Por ello, consideramos que es nece-
saria la difusión del valor y beneficios propios de cada
uno de los alimentos naturales, para así evitar su des-
plazamiento por los procesados y de fácil preparación.
Cabe señalar que hasta el momento no se ha efec-
tuado una regulación de la transmisión de los progra-
mas y comerciales dirigidos a la población infantil y a
la adulta; por ello continúa la promoción del consumo
de alimentos con alto contenido de azúcar, grasas y
sodio (17). Este hábito tiene como resultado un con-
sumo bajo de agua y alto de bebidas gaseosas; lo que
tiene que ver con la identificación de tres principios
provistos por los niños y adolescentes: a) la combina-
ción de bebidas gaseosas con alimentos salados (papas
fritas, totopos, cacahuates, etc.) en momentos de es-
parcimiento o trabajo escolar; b) las bebidas gaseosas
son muy importantes para los festejos o eventos socia-
les; y c) la realización de actividad física y la ingestión
de bebidasgaseosas para tratar de quitar la sed (24).
Esto incrementa el número de factores de riesgo aso-
ciados al desarrollo de desnutrición, sobrepeso u obe-
sidad y ante el miedo que tienen algunos adolescentes
por subir de peso, iniciando cada vez más temprano
las prácticas de las CAR para el desarrollo de los TCA,
que en ocasiones pueden poner en peligro su salud.
Una de las limitaciones del presente estudio es que
los datos no provienen de una muestra representativa
de estudiantes de educación media básica. No obs-
tante, se trata de una muestra conformada de forma ho-
mogénea en un determinado rango de edad. A pesar de
estas limitaciones, dentro de las principales aportacio-
nes de este trabajo es la de proporcionar un panorama
de la situación epidemiológica de estas conductas de
riesgo en uno de los grupos más vulnerables como son
los adolescentes.
Por último, a manera de conclusión podemos seña-
lar que este estudio identificó una prevalencia de CAR
153ASOCIACIÓN DEL ÍNDICE DE MASA CORPORAL Y CONDUCTAS DE RIESGO EN EL DESARROLLO 
mayor en las mujeres que en los hombres, y estas CAR
están relacionadas con el consumir sus alimentos al
mismo tiempo que ven la televisión o realizan otras
actividades, y al sobrepeso y la obesidad. No se ob-
servó coherencia entre lo que los adolescentes dicen
se debe comer para estar sanos y lo que consumen.
Se recomienda realizar un mayor número de inves-
tigaciones sobre el tema, ya que a pesar de las estrate-
gias implementadas por algunos gobiernos, los TCA,
la desnutrición, el sobrepeso y la obesidad siguen in-
crementándose en México y cada vez a edades más
tempranas.
AGRADECIMIENTOS
Nuestro agradecimiento a todos los estudiantes del
sistema de educación media básica que participaron
en esta investigación. Asimismo expresamos nuestro
agradecimiento a la Coordinación de Medicina del
Adolescente del Instituto Nacional de Perinatología,
en especial a la Dra. Josefina Lira y a la Lic. Raquel
Blancas por las facilidades otorgadas para la realiza-
ción del presente estudio.
FINANCIAMIENTO
Este proyecto fue financiado en su totalidad por el
Instituto Nacional de Perinatología.
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Recibido: 22-03-2012
Aceptado: 13-07-2012

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