Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Capítulo 4 Aplicación de la antropología 97 cias y personas locales para realizar dichas me- tas. En África, los grupos importantes son asocia- ciones étnicas, grupos ocupacionales, clubes sociales, grupos religiosos y sociedades funera- rias. Mediante la membresía a tales grupos, los africanos urbanos mantienen amplias redes de contactos personales y de apoyo (Banton, 1957; Little, 1965). Esos grupos también tienen víncu- los con sus parientes rurales, a quienes propor- cionan apoyo fi nanciero y alojamiento urbano. En ocasiones, tales grupos se ven a sí mismos como un gigantesco grupo de parentesco, un clan que incluye miembros urbanos y rurales. Los miembros pueden llamarse mutuamente “hermano” y “hermana”. Como en una familia extensa, los miembros ricos ayudan a sus parien- tes pobres. El comportamiento impropio de un miembro puede conducir a la expulsión, un des- tino infeliz para un migrante en una gran ciudad étnicamente heterogénea. El antropólogo urbano puede ejercer un rol para ayudar a grupos sociales relevantes a lidiar con instituciones de una ciudad, como los servi- cios legales y sociales, con los que los migrantes recientes pueden no estar familiarizados. En ciertas ciudades estadounidenses, como en África, las asociaciones étnicas basadas en el pa- rentesco son grupos urbanos relevantes. Un ejemplo proviene de Los Ángeles, que tiene la mayor comunidad inmigrante samoana (más de 12 000 personas) en Estados Unidos. Los samoa- nos en Los Ángeles aprovechan su sistema tra- dicional de matai (matai signifi ca “jefe”; ahora el sistema matai se refi ere al respeto por los ancia- nos) para lidiar con los problemas de las urbes modernas. Un ejemplo: en 1992, un ofi cial de policía anglosajón disparó y mató a dos herma- nos samoanos desarmados. Cuando un juez desechó los cargos contra el ofi cial, los líderes locales usaron el sistema matai para calmar a los jóvenes enojados (quienes habían formado ban- das, como otros grupos étnicos en el área de Los Ángeles). Los líderes del clan y los ancianos or- ganizaron una reunión comunitaria bastante nutrida, en la que urgieron a los miembros jóve- nes a ser pacientes. Entonces los samoanos usa- ron el sistema judicial estadounidense. Presen- taron una querella civil contra el ofi cial en cuestión y presionaron al Departamento de Jus- ticia estadounidense para iniciar una denuncia de derechos civiles en la materia (Mydans, 1992b). No todos los confl ictos que involucran bandas y cumplimiento de la ley terminan tan pacífi camente. James Vigil (2003), examina la violencia de las bandas en el contexto de la adaptación inmi- grante a gran escala a las ciudades estadouniden- ses. Plantea que la mayoría de las bandas, antes de la década de los setenta, se ubicaban en encla- ves étnicos blancos en ciudades del Este y del Medio Oeste. En ese entonces, los incidentes con bandas por lo general eran peleas que involucra- ban puños, palos y navajas. En la actualidad, las bandas están compuestas con más frecuencia por grupos étnicos no blancos, y las armas de fuego sustituyeron a las menos letales del pasado. Las bandas todavía están formadas principalmente por adolescentes varones que crecieron juntos, por lo general en un barrio de clase baja, donde se estima que alrededor de 10% de los hombres jó- venes se unen a bandas. Las mujeres pandilleras son mucho más raras, pues representan de 4 a 15% de los miembros de las bandas. Con las pan- dillas organizadas jerárquicamente por edad, los miembros más viejos presionan a los más jóvenes (por lo general de 14 a 18 años de edad) a realizar actos violentos contra sus rivales (Vigil, 2003). Las poblaciones en las que radica la mayoría de los miembros de las bandas de hoy, original- mente se asentaron en las áreas urbanas más po- bres. En la Costa Este se trataba de vecindarios deteriorados donde ya estaba presente un estilo de vida criminal. Alrededor de Los Ángeles, los migrantes urbanos crearon asentamientos de tipo invasivo en espacios anteriormente vacíos. Los inmigrantes tienden a residir en barrios alejados de la gente de clase media, por tanto, limitan sus oportunidades de integración. Confi nados de esa forma, y enfrentando hacinamiento residencial, la gente pobre con frecuencia experimenta frus- tración, que puede conducir a actos agresivos (Vigil, 2003). Asimismo, las industrias y empleos se mudaron de los núcleos originales a suburbios distantes y naciones extranjeras. Los jóvenes mi- noritarios urbanos tienen acceso limitado a em- pleos de nivel básico; con frecuencia reciben trato duro de las autoridades, en especial de policías. La frustración y la competencia por los recursos pueden activar incidentes agresivos y alimentar la violencia urbana. Para sobrevivir, muchos resi- dentes de barrios olvidados se han volcado hacia modalidades económicas informales e ilegales, de las cuales el tráfi co de drogas en particular ha in- tensifi cado la violencia de las bandas (Vigil, 2003). ¿Cómo puede abordar el problema de la violencia urbana un antropólogo aplicado? ¿A qué grupos necesitaría involucrar para el estudio? ANTROPOLOGÍA MÉDICA La antropología médica es tanto académica-teó- rica como aplicada-práctica e incluye a antropó- logos de los cuatro subcampos (vea Anderson, 1996; Briggs, 2005; Brown, 1998; Dressler et al., 2005; Joralemon, 2006; Singer y Baer, 2007). Los antropólogos médicos examinan cuestiones so- bre cuáles enfermedades y condiciones de salud afectan a poblaciones particulares (y por qué) y cómo los padecimientos se construyen social- mente, diagnostican, gestionan y tratan en diver- sas sociedades. antropología médica Estudio biocultural com- parativo de la enferme- dad, los problemas de salud y los sistemas de atención a la salud. 98 PARTE 2 Valorar la diversidad cultural La enfermedad se refi ere a una amenaza a la salud científi camente identifi cada, causada gené- ticamente o por medio de una bacteria, virus, hongo, parásito u otro patógeno. El padeci- miento es una condición de carencia de salud que percibe y siente un individuo (Inhorn y Brown, 1990). Las percepciones de buena y mala salud, igual que las amenazas y los problemas sanitarios se construyen culturalmente. Diversos grupos étnicos y culturas reconocen diferentes padecimientos, síntomas y causas, y desarrollan distintos sistemas para la atención de la salud y estrategias de tratamiento. La incidencia y la severidad de la enfermedad varían también (vea Barnes, 2005; Baer, Singer y Susser, 2003). Las diferencias de grupo son evi- dentes en Estados Unidos. Keppel, Pearch y Wa- gener (2002) examinaron datos entre 1990 y 1998, usando 10 indicadores de estado de salud, en re- lación con categorías raciales y étnicas utilizadas en el censo estadounidense: blancos no hispanos, negros no hispanos, hispanos, nativos americanos o de Alaska, y asiáticos o isleños del Pacífi co. Las tasas de los estadounidenses negros para seis me- didas (mortalidad total, cardiopatía, cáncer de pulmón, cáncer de mama, apoplejía y homicidio) superaron los de otros grupos por un factor que varía de 2.5 a casi 10 puntos. Otros grupos étnicos alcanzaron tasas más altas en suicidio (los estado- unidenses blancos) y en accidentes automovilísti- cos (los nativos americanos y de Alaska). De ma- nera global, los asiáticos presentaron la duración de vida más larga (vea Dressler et al., 2005). Hurtado y sus colegas (2005) se percataron de la prevalencia de pobre salud y las tasas inusual- mente elevadas de mortalidad temprana entre las poblaciones indígenas de Sudamérica. La es- peranza de vida al nacer es al menos 20 años me- nor entre los grupos indígenas, en comparación con otros sudamericanos. En el 2000, la espe- ranza de vida de los indígenas en Brasil y Vene- zuela fue menor que la de Sierra Leona, que tenía la esperanza de vida nacional reportada como la más baja del mundo (Hurtado et al., 2005). ¿Cómo pueden ayudar a mejorar la gran dis-paridad sanitaria entre los indígenas y otras po- Los antropólogos han advertido sobre la relevancia de los grupos juveniles ur- banos, incluidas las bandas, que ahora cobran un ámbito transnacional. Aquí, un miembro de una banda, deportado de California a San Sal- vador, hace la seña de mano para repre- sentar a la banda de la Calle 18. Dicha banda, que se ori- ginó en California, se dispersó a lo largo de Centroamé- rica vía las deporta- ciones masivas de salvadoreños desde Estados Unidos. Se- parados de sus fami- lias, miles de estos ex californianos buscan a las bandas locales para apoyo social y protección física. enfermedad Amenaza a la salud cien- tífi camente identifi cada, causada por un pató- geno conocido. padecimiento Una condición de males- tar que siente un individuo.
Compartir