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Antropología Cultural 1-páginas-92

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208 PARTE 2 Valorar la diversidad cultural
parentesco crean lazos entre los miembros de di-
ferentes bandas. El comercio y las visitas también 
los vinculan. Los líderes de banda son líderes 
sólo de nombre. En tales sociedades igualitarias 
los tratos se celebran entre pares. En ocasiones 
éstos brindan consejo o toman decisiones, pero 
no puede forzar el que sus decisiones se cum-
plan.
Los inuit
Los aborígenes inuit (Hoebel, 1954, 1954/1968), 
otro grupo de forrajeros, ofrece un buen ejemplo 
de métodos para arreglar disputas —resolución 
de confl ictos— en sociedades sin Estado. Todas 
las sociedades cuentan con mecanismos para re-
solver confl ictos (de efectividad variable) junto 
con reglas o normas culturales acerca del com-
portamiento adecuado e inadecuado. Las normas 
son estándares o lineamientos culturales que per-
miten a los individuos distinguir entre el com-
portamiento adecuado y el inadecuado en una 
sociedad dada (N. Kottak, 2002). Mientras que 
las reglas y normas son universales culturales, 
sólo las sociedades-Estado, aquellas con gobier-
nos establecidos, cuentan con leyes formales que 
elaboran, proclaman y vigilan.
Los forrajeros carecen de leyes formales en el 
sentido de un código legal con procesos judicia-
les y vigilancia y control. La ausencia de ley no 
signifi ca anarquía total. Como describe E. A. 
Hoebel (1954) en un estudio de la resolución de 
confl ictos inuit, una población dispersa de unos 
20 000 inuit abarca 9 500 kilómetros de la región 
ártica (fi gura 8.1). Los grupos sociales más signi-
fi cativos son la familia nuclear y la banda. Las 
relaciones personales vinculan a las familias y 
bandas. Algunas bandas tienen jefes y también 
hay chamanes (especialistas religiosos de tiempo 
parcial). Sin embargo, esas posiciones confi eren 
poco poder a quienes las ocupan.
La caza y la pesca de los hombres son las prin-
cipales actividades de subsistencia inuit. La di-
versidad y abundancia de los alimentos vegeta-
les disponibles en las áreas más cálidas, donde es 
resolución de 
confl ictos
Medios para arreglar 
disputas.
ley
Código legal de una so-
ciedad estado, con pro-
cesos judiciales y 
vigilancia y control.
E S T A D O S U N I D O S
C A N A D Á
GROENLANDIA
(KALAALLIT NUNAAT)
(Den.)
R U S I A
Queen
Charlotte Is.
Islas de Baffin
Victoria
I.
Banks
I.
Islas
Reina
Elizabeth
Southampton
I. 
Belcher
Is.
Península
de Ungava
Ellesmere 
I.
 Yukon R. 
M
a
ck
enzie R
. 
Peace R. 
Colu
m
b
ia
 R
. 
St
. 
 L
aw
re
nc
e
 R
. 
Athabasca R
. 
Fr
as
er
 R
. 
 
Saskatchewan R. 
Mar de
Labrador
Mar de
Beaufort
Mar de
Bering
Golfo de 
Alaska
Mar de
Chukchi
O C É A N O
P A C Í F I C o
O C É A N O Á R T I C O
Bahía de 
Hudson
Bahía
Baffin
Estrecho de
Dinamarca
 Estrecho de Bering
Estrecho de Davis 
Estrecho de Hudson 
I N U I T
KWAKIUTL
SALISH
50°N
60°N
130°W
50°W
20°W
10°W
60°W
140°W
150°W
160°W
170°W
170°E
180°W
70°N
80°N
700 km
0
0
350 700 mi
350
FIGURA 8.1 Ubicación de los inuit.
Capítulo 8 Sistemas políticos 209
importante la labor de recolección de las mujeres, 
no existe en el Ártico. Al viajar por tierra y mar 
en un ambiente hostil, los hombres inuit enfren-
tan más peligros que las mujeres. El papel mascu-
lino tradicional cobra su factura en vidas. Las 
mujeres adultas habrían superado sustancial-
mente en número a los varones sin el ocasional 
infanticidio (matar un bebé) femenino, permitido 
en la cultura inuit.
A pesar de ese crudo (y para muchos impen-
sable) medio de regulación poblacional, todavía 
hay más mujeres adultas que varones. Esto per-
mitió que algunos hombres tuvieran dos o tres 
esposas. La capacidad para sostener a más de 
una esposa confi rió cierta cantidad de prestigio, 
pero también alentó la envidia. (Prestigio es la es-
tima, respeto o aprobación de los actos o cualida-
des culturalmente valorados.) Si un hombre to-
maba esposas adicionales sólo para mejorar su 
reputación, lo más probable es que un rival le 
robara una de ellas. La mayoría de las disputas 
ocurrían entre hombres y se originaban por las 
mujeres, ya sea por robárselas o por adulterio. 
Un hombre se consideraría agraviado si descu-
briese que su esposa tuvo relaciones sexuales sin 
su permiso.
Aunque la opinión pública no permitiría que 
el esposo ignorara el asunto, éste tenía muchas 
opciones. Una de ellas, matar al ladrón de espo-
sas, en caso de éxito, seguramente uno de los pa-
rientes de su rival trataría de asesinarlo en ven-
ganza. Una disputa podía entonces generar una 
serie de asesinatos. En tal contexto no existía un 
gobierno que interviniera para detener tremenda 
enemistad a muerte (un odio sangriento entre fa-
milias). Otra opción para el esposo agraviado era 
retar a su rival a una batalla de canto. En un esce-
nario público, los contendientes elaboraban can-
tos insultantes acerca de su rival. Al fi nal de la 
contienda, la audiencia juzgaba a uno de ellos 
como el vencedor. No obstante, si ganaba el hom-
bre al que le robaron la esposa, no había garantía 
de que ella regresara. Con frecuencia decidía per-
manecer con su raptor.
Los ladrones son comunes en las sociedades 
donde hay importantes contrastes de propiedad, 
como la estadounidense, pero son raros entre los 
forrajeros. Cada inuit tiene acceso a los recursos 
necesarios para sostenerse. Todo hombre puede 
cazar, pescar y fabricar las herramientas necesa-
rias para su subsistencia. Toda mujer puede obte-
ner los materiales necesarios para fabricar ropa, 
preparar alimentos y realizar labores domésticas. 
Los varones inuit incluso pueden cazar y pescar 
en los territorios de otros grupos locales. No hay 
noción de propiedad privada en cuanto al terri-
torio o los animales. Sin embargo, ciertos objetos 
personales menores se asocian con una persona 
específi ca. En algunas sociedades, tales artículos 
incluyen cosas como fl echas, una bolsa de tabaco, 
ropas y ornamentos personales. Una de las creen-
cias más básicas de los inuit es que “todos los 
recursos naturales son libres o bienes comunes” 
(Hoebel, 1954/1968). En las sociedades organiza-
das en bandas no hay diferencias para acceder a 
los recursos estratégicos. Si las personas quieren 
algo de alguien más, lo piden, y por lo general se 
les entrega.
Cultivadores tribales
Como sucede con las bandas de forrajeros, en el 
mundo actual no existen tribus totalmente autó-
nomas. Sin embargo, existen sociedades, por 
ejemplo, en Papúa Nueva Guinea y las selvas 
tropicales de América del Sur, en las que toda-
vía operan principios tribales. Por lo general, las 
tribus mantienen una economía hortícola o de 
pastoreo, y están organizadas en aldeas y/o por 
membrecía en grupos de ascendencia (grupos de 
parentesco cuyos miembros descienden de un 
mismo ancestro). En las tribus no se da la estra-
tifi cación socioeconómica, es decir, una estruc-
tura de clases, y un gobierno formal propio. Al-
gunas tribus todavía realizan guerras a pequeña 
escala, en forma de incursiones entre aldeas. Las 
tribus cuentan con mecanismos reguladores 
más efectivos que los forrajeros; sin embargo, 
las sociedades tribales no cuentan con medios 
seguros para exigir el cumplimiento de las deci-
siones políticas. Los principales funcionarios 
reguladores son los jefes de la aldea, los “gran-
des hombres”, líderes de grupos de ascenden-
cia, concejos de las aldeas y líderes de asociacio-
nes pantribales. Todas estas fi guras y grupos 
poseen autoridad limitada.
Como los forrajeros, los horticultores tienden a 
ser igualitarios, aunque algunos tratan de manera 
diferente a los hombres y a las mujeres; la distribu-
ción de recursos, poder, prestigio y libertad perso-
nal es desigual entre géneros. Las aldeas hortíco-
las por lo general son pequeñas, con baja densidad 
poblacional, y el acceso a recursos estratégicos es 
abierto. La edad, el género y los rasgos personales 
determinan cuánto respeto recibe la gente y 
cuánto apoyo logra de los demás. Sin embargo, el 
igualitarismodisminuye conforme aumentan el 
tamaño de la aldea y la densidad poblacional. Las 
aldeas hortícolas por lo general tienen jefes triba-
les y rara vez, si acaso, jefas tribales.
El jefe de la aldea
Los yanomami (Chagnon, 1997) son nativos ame-
ricanos que viven en el sur de Venezuela y en el 
área que colinda con Brasil. Su sociedad tribal 
cuenta con alrededor de 20 000 personas que se 
distribuyen entre 200 a 250 aldeas dispersas, 
cada una con una población entre 40 y 250 perso-
nas. Los yanomami son horticultores que tam-
bién cazan y recolectan. Sus cultivos básicos son 
plátanos y llantén (un cultivo parecido al plá-
210 PARTE 2 Valorar la diversidad cultural
Apreciar la complejidad de la cultura signifi ca 
reconocer que los seres humanos nunca han 
vivido aislados de otros grupos. Las prácticas 
culturales que vinculan a la gente incluyen el 
matrimonio, la religión (por ejemplo, el trabajo 
de las misiones que se describe aquí), el comer-
cio, los viajes, la exploración, las guerras y la 
conquista. Como se verá en el presente reporte, 
los locales de hoy deben observar no sólo sus 
propias costumbres, sino también varias leyes, 
políticas y decisiones que toman extranjeros. 
Conforme lea, ponga atención a los diversos 
grupos de interés involucrados y cómo entran 
en confl icto sus metas y deseos. Considere tam-
bién los diversos niveles de regulación política 
(local, regional, nacional e internacional) que 
determinan cómo la gente actualmente, inclui-
dos los yanomami, viven sus vidas y luchan 
por mantener su salud, su autonomía y sus 
tradiciones culturales. Considere también la 
efectividad de los líderes yanomami para lidiar 
con los agentes del Estado venezolano.
PUERTO AYACUCHO, Venezuela. Tres años 
después de que el presidente Hugo Chávez 
expulsara a los misioneros estadounidenses 
de la Amazonia venezolana, acusándolos de 
usar el proselitismo de tribus remotas para 
encubrir actos de espionaje, el resentimiento 
en esta zona se exacerbó por lo que algunos 
líderes tribales dicen fue negligencia ofi cial...
Algunos líderes de los yanomami, una de 
las tribus de pobladores de la selva más 
grande de América del Sur, dicen que, desde 
la expulsión de los misioneros en 2005, 50 
personas en sus comunidades en la selva tro-
pical del sur han muerto debido a los recu-
rrentes recortes de medicamentos y de 
combustible, y al transporte inseguro para 
acudir a las instalaciones médicas que se ubi-
can fuera de la jungla.
El gobierno de Chávez analiza dichas 
acusaciones y asigna, como nunca antes, 
mayor presupuesto a programas de bienes-
tar para los yanomami. Este gasto es parte 
de un plan más amplio para asegurar mayor 
control militar y social sobre extensiones de 
la selva tropical esenciales para la soberanía 
de Venezuela.
En entrevistas recientes, funcionarios 
del gobierno chavista sostenían que los ya-
nomami podían estar exagerando en sus 
afi rmaciones para ganar más recursos pú-
blicos y menoscabar su autoridad en la 
Amazonia...
Las acusaciones de los yanomami arriba-
ron en medio de una creciente preocupación 
en Venezuela por atender la salud de los indí-
genas, luego de que en agosto surgió un es-
cándalo por una tibia respuesta ofi cial a una 
misteriosa enfermedad que mató a 38 indíge-
nas warao en el noreste del país.
“Este gobierno hace un gran espectáculo 
al ayudar a los yanomami, pero la retórica es 
una cosa y la realidad otra”, apunta Ramón 
González, de 49 años, líder yanomami de la 
villa de Yajanamateli, quien viajó reciente-
mente a Puerto Ayacucho, capital del estado 
de Amazonas, para pedir a ofi ciales militares 
y médicos civiles que mejoren la atención a la 
salud.
“La verdad es que todavía se considera 
que las vidas de los yanomami carecen de 
valor alguno”, dice González. “Los botes, los 
aviones, el dinero, todo es para los criollos, no 
para nosotros”, dice, usando un término para 
los venezolanos no indígenas...
Alrededor de 26 000 yanomami viven en la 
selva tropical del Amazonas, en Venezuela y 
Brasil, donde subsisten como cazadores se-
minómadas y cultivadores de cosechas como 
mandioca y plátanos.
Todavía son susceptibles a afecciones 
para las cuales tienen defensas débiles, in-
cluidas enfermedades respiratorias y cepas 
de malaria resistentes a los antibióticos. En 
Puerto Ayacucho se les puede ver vagando 
en las calles congestionadas de tráfi co, vesti-
dos con el moderno uniforme de playeras y 
pantalones bombachos, portando pequeños 
teléfonos celulares...
González y otros líderes yanomami pro-
porcionaron los nombres de 50 personas, 
incluidos 22 niños, de los que aseguran mu-
rieron de afecciones como malaria y neumo-
nía, después de que en 2005 los militares 
limitaron los vuelos civiles y misioneros a sus 
aldeas. Los militares sustituyeron las opera-
ciones de los misioneros con sus propias fl o-
tillas de aviones pequeños y helicópteros, 
pero los críticos dicen que dichas misiones 
eran infrecuentes o poco efectivas.
valorar la 
D I V E R S I D A D
Actualización yanomami: Venezuela se 
hace cargo, surgen problemas
tano). Entre los yanomami se localizan más gru-
pos sociales signifi cativos que en una sociedad 
forrajera. 
Los yanomami tienen familias, aldeas y gru-
pos de ascendencia. Estos últimos, que abarcan 
más de una aldea, son patrilineales (el linaje se 
rastrea sólo a través de los varones) y exógamos 
(la gente debe casarse con personas que perte-
necen a grupos de ascendencia diferentes a los 
suyos). Sin embargo, las ramas locales de dos 
diferentes grupos de ascendencia pueden vivir 
en la misma aldea y casarse entre sí.
Como ocurre en muchas sociedades tribales 
que viven en aldeas, la única posición de lide-

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