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Antropología Cultural 2-páginas-7

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Capítulo 9 Género 251
ción de Aihwa Ong (1989) de que los sistemas de 
parentesco bilaterales (y matrilineales), combina-
dos con economías de subsistencia en las que los 
sexos mantienen roles complementarios en la 
producción y distribución de alimentos, se carac-
terizan por estratifi cación de género reducida. 
Tales sociedades son comunes entre los campesi-
nos del sur asiático (Ong, 1989).
De manera tradicional, los hombres betsileo 
participan más en política, pero las mujeres tam-
bién ocupan cargos políticos. Ellas venden sus 
productos en los mercados, invierten en ganado, 
patrocinan ceremonias y son nombradas durante 
las ofrendas a los ancestros. El arreglo de matri-
monios, una importante actividad extradomés-
tica, es más asunto de mujeres que de varones. 
En ocasiones, las mujeres betsileo buscan a sus 
propias parientes como esposas para sus hijos, lo 
que refuerza su propia importancia en la vida del 
pueblo y continúa la solidaridad femenina ba-
sada en parentesco de la villa.
Los betsileo ilustran la idea de que el cultivo 
intensivo no necesariamente acarrea marcada es-
tratifi cación de género. Apreciamos que los roles 
y la estratifi cación de género refl ejan no sólo el 
tipo de estrategia adaptativa, sino también atri-
butos culturales específi cos. Las mujeres betsi-
leo siguen desempeñando un papel signifi cativo 
en la principal actividad económica de su socie-
dad, la producción de arroz.
PATRIARCADO 
Y VIOLENCIA
El patriarcado describe un sistema político go-
bernado por hombres, en el que las mujeres po-
seen un estatus social y político inferior, inclui-
dos los derechos humanos básicos. Barbara Miller 
(1997), en un estudio acerca del desprecio siste-
mático de las mujeres, describe a éstas en el norte 
rural de India como “el sexo en peligro”. Las so-
ciedades que presentan un complejo patrilineal-
patrilocal plenamente desarrollado, repleto de 
guerra y saqueos entre villas, también caracteri-
zan al patriarcado. Prácticas como asesinatos por 
dote, infanticidio femenino y clitoridectomía 
ejemplifi can al patriarcado, que se presenta en las 
sociedades tribales como los yanomami, igual que 
en las sociedades-Estado de India y Pakistán.
Aunque se materializan más en ciertos esce-
narios sociales que en otros, la violencia familiar 
y el abuso doméstico contra las mujeres son pro-
blemas globales. Ciertamente, la violencia do-
méstica ocurre en escenarios de familias nuclea-
res, como en Canadá y Estados Unidos. Por su 
impersonalidad y aislamiento de las redes de pa-
rentesco extensas, las ciudades son campos de 
cultivo para la violencia doméstica.
Hemos visto que por lo general la estratifi ca-
ción de género es reducida en las sociedades ma-
trilineales, matrifocales y bilaterales, en las que 
las mujeres poseen papeles destacados en la eco-
nomía y la vida social. Cuando una mujer vive en 
su propia villa, cuenta con parientes cercanos 
para que vigilen y protejan sus intereses. Incluso 
en escenarios de poliginia patrilocal, las mujeres 
con frecuencia cuentan con el apoyo de sus co-
esposas e hijos en disputas con maridos poten-
cialmente abusivos. Sin embargo, tales escena-
rios, que tienden a ofrecer un abrigo seguro para 
las mujeres, están desvaneciéndose en lugar de 
expandirse en el mundo actual. Las familias ais-
ladas y las formas sociales patrilineales se han 
difundido a costa de la matrilinealidad. En mu-
chas naciones la poliginia es ilegal. Cada vez más 
mujeres, y varones, viven aislados de su paren-
tela y familias de origen.
Con la propagación del movimiento de dere-
chos de las mujeres y los derechos humanos, la 
atención a la violencia doméstica y al abuso con-
tra las mujeres ha aumentado. Se han aprobado 
leyes y establecido instituciones mediadoras. Un 
ejemplo son las estaciones de policía para muje-
res maltratadas, dirigidas por mujeres, en Brasil, 
así como los refugios para víctimas de abuso do-
méstico en Estados Unidos y Canadá. Pero las 
instituciones patriarcales persisten en lo que debe 
ser un mundo más ilustrado.
GÉNERO 
E INDUSTRIALISMO
La dicotomía doméstico-pública, que se desarro-
lló más plenamente entre los productores de ali-
mentos patrilineales-patrilocales y agricultores 
con arado, también afectó la estratifi cación de gé-
nero en las sociedades industriales, incluidos Es-
tados Unidos y Canadá. Sin embargo, los roles de 
género han cambiado rápidamente en Estados 
Unidos. La idea “tradicional” de que “el lugar de 
una mujer está en la casa” se desarrolló entre los 
estadounidenses de clase media y alta conforme 
el industrialismo se extendió después de 1900. 
Antes de ello, las mujeres pioneras en el medio 
oeste y el oeste se reconocían como trabajadoras 
totalmente productivas en granjas e industrias 
domésticas. Bajo el industrialismo, las actitudes 
acerca del trabajo de género variaron según la 
clase y región. En los inicios de la Europa indus-
trial, los hombres, las mujeres y los niños ingresa-
ron en masa a las fábricas como trabajadores con-
tratados. Los esclavos estadounidenses de ambos 
sexos realizaron trabajos pesados en los campos 
de algodón. Después de la abolición, las mujeres 
afroamericanas sureñas siguieron laborando 
como obreras agrícolas y domésticas. Las muje-
res blancas pobres se desempeñaron en las pri-
patriarcado
Sistema político dirigido 
por hombres.
252 PARTE 2 Valorar la diversidad cultural
meras fábricas de algodón del sur. En la década 
de 1890, más de un millón de mujeres estadouni-
denses eran empleadas fabriles serviles, repetiti-
vas y no califi cadas (Margolis, 1984, 2000; Martin 
y Voorhies, 1975). Las mujeres pobres, las inmi-
grantes y las afroamericanas siguieron traba-
jando a lo largo del siglo xx.
Después de 1900, la inmigración europea pro-
dujo una fuerza laboral masculina dispuesta a 
trabajar por salarios más bajos que los de los 
hombres nativos. Estos varones inmigrantes ocu-
paron los trabajos fabriles que anteriormente te-
nían las mujeres. Conforme las herramientas me-
canizadas y la producción en masa redujeron aún 
más la necesidad de mano de obra femenina, la 
noción de que las mujeres eran biológicamente 
incapaces para el trabajo en fábricas comenzó a 
ganar terreno (Martin y Voorhies, 1975).
Maxine Margolis (1984, 2000) ha demostrado 
cómo el trabajo, las actitudes y las creencias de 
género han variado en respuesta a las necesida-
des de la economía estadounidense. Por ejemplo, 
la escasez de hombres en tiempo de guerra pro-
movió la idea de que el trabajo fuera de casa era 
un deber patriótico de las mujeres. La noción de 
que las mujeres eran biológicamente incapaces 
para el trabajo físico pesado se desvaneció du-
rante las guerras mundiales. La infl ación y la cul-
tura de consumo también estimularon el trabajo 
femenino. Cuando los precios y/o la demanda 
aumentan, múltiples ingresos ayudan a mante-
ner los estándares de vida de la familia.
El aumento constante en el empleo asalariado 
de las mujeres después de la Segunda Guerra 
Mundial también refl eja el baby boom y la expan-
sión industrial. La cultura estadounidense tradi-
cionalmente defi ne el trabajo de ofi cina, la docen-
cia y la enfermería como ocupaciones femeninas. 
Con el rápido crecimiento de la población y la 
expansión de los negocios después de la Segunda 
Guerra Mundial, la demanda por mujeres para 
llenar tales puestos creció constantemente. Los 
empleadores también descubrieron que podían 
aumentar sus ganancias al pagar a las mujeres 
salarios más bajos que los que tendrían que otor-
gar a los veteranos de guerra que regresaran a 
laborar.
El papel de la mujer en el hogar se ha resal-
tado durante periodos de alto desempleo, aun-
que el empleo femenino todavía puede aceptarse 
cuando los salarios caen o se presenta infl ación 
simultáneamente. Margolis (1984, 2000) afi rma 
que los cambios en la economía conducen a cam-
bios en actitudes hacia y en torno a las mujeres. 
Las transformaciones económicas allanaron el 
camino para el actual movimiento de lasmuje-
res, que también se propagó por la publicación 
del libro de Betty Friedan: The Feminine Mystique, 
en 1963, y la fundación de NOW, la National Or-
ganization for Women, en 1966. A su vez, el mo-
vimiento promovió la expansión de las oportuni-
dades laborales para las mujeres, incluida la meta 
de igual paga por trabajo semejante. Entre 1970 y 
2006, el porcentaje de mujeres en la fuerza labo-
ral estadounidense se elevó de 38 a 47. En otras 
palabras, casi la mitad de todos los estadouni-
denses que trabajan fuera del hogar son mujeres. 
Más de 73 millones de mujeres tienen ahora tra-
bajos pagados, en comparación con 84 millones 
de varones. Las mujeres ahora ocupan más de la 
mitad (57%) de todos los empleos profesionales 
(Statistical Abstract of the United States 2009, p. 
412). Y no se trata principalmente de mujeres sol-
teras trabajadoras, como alguna vez fue el caso. 
La tabla 9.9 presenta cifras acerca del siempre 
creciente empleo pagado de las esposas y madres 
estadounidenses.
Note en la tabla 9.9 que el empleo remunerado 
de los hombres casados estadounidenses cayó, 
mientras que el de las mujeres casadas estado-
unidenses se elevó. Se han presentado cambios 
dramáticos en comportamiento y actitudes desde 
1960, cuando trabajaba el 89% de todos los hom-
bres casados, en comparación con sólo el 32% de 
las mujeres casadas. Las cifras comparables en 
2007 fueron 77 y 62%, respectivamente. Las ideas 
acerca de los roles de género de varones y muje-
res cambiaron también. Compare a sus abuelos y 
a sus padres. Es probable que tenga una madre 
trabajadora, pero su abuela muy probablemente 
era una madre que permanecía en casa. En com-
paración con su padre, es más probable que su 
abuelo haya trabajado en una fábrica y pertene-
cido a un sindicato. Su padre tiene más posibili-
dad que su abuelo de compartir el cuidado infan-
til y las responsabilidades domésticas. La edad al 
casarse se retrasó tanto para hombres como para 
mujeres. Aumentaron la educación universitaria 
y los títulos profesionales. ¿Qué otros cambios 
asocia con el alza del empleo femenino fuera de 
casa?
La tabla 9.10 detalla el empleo en Estados 
Unidos en 2006 por género, ingreso y tipo de 
ocupación para trabajadores de tiempo com-
pleto permanentes. En general, la razón del in-
greso femenino a masculino aumentó de 68% en 
1989 a 77% en 2006.
Los empleos de hoy no son especialmente de-
mandantes en términos de trabajo físico. Con 
máquinas que hacen el trabajo pesado, el menor 
tamaño corporal promedio y la menor fuerza 
promedio de las mujeres ya no son impedimen-
tos para empleos fabriles. La principal razón por 
la que no se ven más mujeres modernas traba-
jando junto a remachadores masculinos es que la 
fuerza laboral estadounidense está abandonando 
la industria manufacturera. En la década de 1950, 
dos tercios de los empleos estadounidenses fi gu-
raban en las fábricas, en comparación con menos 
del 15% en la actualidad. La ubicación de dichos 
empleos cambió dentro de la economía capita-
lista mundial. Los países en vías de desarrollo

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