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Capítulo 13 Artes, medios de comunicación y deportes 363 la televisión pudiera infl uir en la planifi cación familiar en Brasil, cuando leí un fascinante artícu lo en el New York Times. Con base en entre- vistas con brasileños, dicho reporte sugería que la televisión (junto con otros factores) infl uía en los brasileños para limitar el tamaño de la fami- lia. Por fortuna, logramos confrontar con los da- tos cuantitativos para poner a prueba dicha hi- pótesis. Los hallazgos en Brasil confi rmaron muchos otros estudios que se realizaron a lo largo del mundo para demostrar que el indicador más fuerte sobre el tamaño de la familia (la más pe- queña) se relaciona con el nivel educativo de la mujer. Sin embargo, dos variables televisivas (ni- vel de visualización actual, y especialmente el número de años de presencia de la televisión en el hogar) eran mejores indicadores del tamaño de la familia (pequeña) que muchos otros indicado- res potenciales, incluidos el ingreso, la clase y la religiosidad. Más aún, los efectos contraceptivos de la exposición a la televisión han sido total- mente no planifi cados. En las cuatro ciudades del estudio con la ex- posición más larga a la televisión, la mujer pro- medio tenía un aparato de televisión en su casa durante 15 años y experimentaba 2.3 embarazos. En las tres comunidades donde la televisión llegó más recientemente, la mujer promedio había contado con un televisor durante cuatro años y tenía cinco embarazos. Por tanto, la duración de la exposición local fue un indicador útil de histo- rias reproductivas. Desde luego, la exposición a Con frecuencia se deben crear campa- ñas populares a fa- vor del control natal, por ejemplo, a través de campañas multi- media, como el car- tel que se muestra en esta fotografía de la India. Sin em- bargo, en Brasil, no se ha hecho uso de la televisión para hacer que la gente limite su descenden- cia. Entonces, ¿cómo ha infl uido la televi- sión en la planifi ca- ción de familias brasileñas más pequeñas? la televisión es un aspecto del aumento en el ac- ceso global a sistemas y recursos externos, que por lo general incluyen mejores métodos de con- tracepción. Pero el impacto de mayor exposición doméstica a la televisión se mostró no sólo cuando se compararon sitios, sino también den- tro de cohortes, dentro de sitios y entre mujeres individuales en la muestra total. ¿Qué mecanismos sociales fi guraron detrás de dichas correlaciones? Las oportunidades de planifi cación familiar (incluida la contracep- ción) son mayores en Brasil ahora de lo que so- lían ser. Pero, como apunta Manoff (1994), con base en experiencia en África, Asia y América La- tina, la planifi cación familiar no está asegurada por la disponibilidad de contraceptivos. La de- manda popular a favor de la contracepción tiene que crearse, con frecuencia mediante “mercado- tecnia social”; esto es: campañas multimedia planifi cadas como la que ilustra la fotografía, que muestra un anuncio publicitario para va- sectomías en la India (vea también Manoff, 1994). Sin embargo, en Brasil ha habido poco uso directo de la televisión para conseguir que las personas limiten su descendencia. Entonces, ¿cómo infl uyó la televisión brasileña para plani- fi car familias pequeñas? Ya se indicó que las familias de la televisión brasileña tienden a tener menos hijos que los bra- sileños de pueblos pequeños tradicionales. La forma narrativa y los costos de producción limi- tan el número de actores en cada telenovela noc- turna a alrededor de 50 personajes. Las telenove- 364 PARTE 2 Valorar la diversidad cultural Todas las culturas expresan su imaginación: en sueños, fantasías, canciones, mitos e historias. Las artes permiten imaginar un conjunto de vi- das posibles más allá de la propia. Una fuente muy importante de esta imaginería son los me- dios masivos de comunicación, que incluyen la televisión, el cine y la prensa popular. Aquí se verá cómo la cultura popular estadounidense se movió de una preocupación por las diferencias de clase hacia una tendencia a negar o ignorar su existencia. Aunque los medios de comuni- cación siguen apreciando los estilos de vida de los ricos y famosos, lo que está de moda es la preocupación por la diferencia. Las narrativas que se ven en la pantalla y en la prensa de hoy con frecuencia presentan un estilo de vida de clase media alta homogeneizada, en el que la diversidad social se minimiza y se ignoran los fundamentos económicos de clase. En la televisión y el cine de hoy, e incluso en las páginas de las novelas, la gente tiende a residir en una tierra de ensueño estadouni- dense homogeneizada, sin clase. Este lugar es una actualización, mas no drástica, del an- tiguo vecindario donde Beaver, Ozzie y Ha- rriet, y Donna Reed solían vivir; son aquellas cuadras de clase media y profesional de la ciudad donde los amigos de “Friends” y la banda de “Seinfeld” tienen sus departamen- tos o, ahora en la versión más de moda, es parte del mismo suburbio de One Tree Hill y Wisteria Lane, aquellos suburbios pintados con grafi tis donde todos los jóvenes cool pa- san el tiempo y donde la ley del más fuerte en sexo y apariencia sustituyó la antigua jerar- quía de empleos y dinero. En los años anteriores a la segunda guerra mundial, no se podía ir al cine o avanzar mu- cho en una novela sin recordar que la occi- dental era una sociedad donde algunos estaban mejor que otros, y donde la división de clases, especialmente la brecha que sepa- raba la media de la superior, era un hecho in- evitable de la vida. El ansia por cerrar esta brecha se evoca de manera más persistente y romántica en [F. Scott] Fitzgerald, desde luego, en personajes como el ex Jay Gatz of Nowhere, N. D. (El gran Gatsby), que mira fi ja- mente a través de Long Island Sound hacia aquella lejana luz verde, y todos aquellos jó- venes soñadores que, de pie en la línea de varones del club hípico, esperan que las chi- cas ricas los vean. Pero también existe una versión más os- cura, la que se presenta en “American Tragedy” de Dreiser (1925), por ejemplo, donde la envi- dia de clase... hace que Clyde Griffi th ahogue a su desesperadamente proletaria novia, y donde la imposibilidad de trascender su des- tino lo conduce inevitablemente a la silla eléc- trica. (En la parte norte del estado de Nueva York, en la ciudad de Lycurgus, donde tiene lugar la historia, Dreiser nos recuerda que “la línea de demarcación y estratifi cación entre el rico y el pobre era tan clara como si se cortara con un cuchillo o la dividiera una alta pared”.) Algunas novelas negocian con la ansiedad de clase para evocar no el sueño de mejoría, sino la gran pesadilla estadounidense: la amenaza de despertar un día y descubrirse uno mismo en el fondo. El “McTeagu” de Frank Norris trata de un dentista de San Fran- cisco que, desenmascarado como fraudu- lento, se hunde en una vida de crimen y degradación... Dichos libros... sugerían que posiblemente lo peor que podía sucederle a un estadounidense era caer de su posición en la escalera de clases... Sin embargo, los pobres notablemente es- taban ausentes, en el gran fl orecimiento artís- tico de la novela estadounidense de fi nales del siglo XIX, en las obras de escritores como Henry James, William Dean Howells y Edith Wharton, que casi exclusivamente se preocu- pan por las clases rica o la media aspirantista: sus matrimonios, sus casas, su dinero y sus cosas. No por accidente, dichas novelas coin- cidieron con la época dorada estadounidense, la de fortunas de un día para otro y de gastos conspicuos que siguieron después de la gue- rra civil. Uno de los mensajes de la novela es que, en Estados Unidos, el dinero nuevo muy rápi- damente, en una generación, o a lo menos dos, asume el color de lo viejo; otro es que la estructura de clases está necesariamente sos- tenida en el engañoy los dobles estándares. ¿Cuál era la proclama? El voyerismo, en parte... La fi cción en ese entonces tenía un tipo de función documental; era uno de los lugares a donde los estadounidenses iban a aprender acerca de cómo vivían otros esta- dounidenses. Con el tiempo las novelas deja- ron de funcionar como reportajes. Las novelas en estos días tienen lugar en una especie de Estados Unidos de clase me- dia polivalente, en vecindarios que podían ser casi cualquier lugar y donde las cargas son más psíquicas que económicas, con perso- nas muy ocupadas inclinadas a relaciones vacilantes por poner mucha atención en mantenerse a la par con los vecinos. Es un lugar donde todos encajan, más o menos, pero donde, si observa con rigor, na- die se siente realmente en casa. La lectura de novelas es un pasatiempo de la clase media, que es otra razón por la que las novelas con tanta frecuencia se enfocan en las clases media y superior. El entreteni- valorar la D I V E R S I D A D ¿Qué le pasó a la clase?
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