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365Capítulo 13 Artes, medios de comunicación y deportes está en la llamada “televisión de realidad”, cuando Paris Hilton y Nicole Richie visitan zonas rurales en “The Simple Life”, o cuando familias de clases media y alta cambian ma- dres en “Wife Swap” y experimentan una se- mana de choque cultural. Pero la mayoría de la televisión de realidad negocia una fantasía de clase, con base en la antigua fórmula del programa-juego: la idea de que usted puede ser arrancado de su vida or- dinaria y ser ungida como la nueva supermo- delo, la nueva diva, el nuevo sobreviviente, el nuevo asistente de Donald Trump. Usted consi- gue una infusión instantánea de riqueza y si- multáneamente se le concede algo mucho más valioso: celebridad, que se ha convertido en una especie de superclase en Estados Uni- dos, y algo que vuelve irrelevantes todas las antiguas categorías. De hecho, las celebrida- des heredaron gran parte del glamur y sensua- lidad que solía vincularse con la aristocracia. Pero si los márgenes han cambiado, y si la fama, por ejemplo, ahora cuenta más para co- piarse, lo que persiste es el gran tema estado- unidense del deseo, de querer algo más, u otra cosa, distinta a aquello con lo que se na- ció: desear no sólo en subir de clase sino con- vertirse en alguien con clase. Si cree en las novelas de Dickens o Thackeray, por decir, las personas que se sienten más en casa en Gran Bretaña son aquellas que conocen su lugar, y esto rara vez ha sido el caso en Estados Uni- dos, donde las fronteras de clase parecen tan elusivas como sufi cientemente permeables para sostener tanto el miedo a caer como el sueño a escapar. FUENTE: Charles McGrath, “In Fiction, a Long History of Fixation on the Social Gap”. Tomado de The New York Times, 8 de junio de 2005. © 2005 The New York Times. Todos los derechos reservados. Usado con permiso y protegido por las leyes de copyright de Estados Unidos. Queda prohibida la impresión, co- pia, redistribución o retransmisión del material sin permiso escrito expreso. www.nytimes.com miento en masa es otro asunto, y cuando Ho- llywood abordó el tema de la clase, lo que hizo en la década de 1930, realizó un ajuste crucial. Durante la Gran Depresión, los estu- dios, que principalmente operaban judíos in- migrantes, evidenciaron una cadena de fantasías formulistas acerca de la vida entre la capa gentil superior. Dichas películas fueron en esencia varia- ciones gemelas de un solo tema: o un hom- bre joven rico caía por una chica trabajadora... o una heredera se involucraba con un hom- bre joven que tenía que trabajar para ganarse la vida... La persona de clase superior se funde y humaniza por la más pobre, pero en cada caso el intercambio se ve como justo y equi- tativo, siendo el personaje de clase inferior el que da tanto como lo que recibe a cambio. A diferencia de las novelas de clase, con sus an- siedades y sentido de brechas irreconcilia- bles, éstas son historias de armonía e inclusión, y agregan lo que resultó ser un giro duradero en la visión estadounidense de clase: la noción de que riqueza y privilegio son condiciones un tanto desventajosas. La televisión solía fascinarse con la vida de los obreros, en programas como “The Ho- neymooners”, “All in the Family”, “Sandford and Son” y “Roseanne”, pero más tarde tam- bién dirigió su atención hacia otras partes. Las únicas personas que ahora trabajan en televisión son policías, médicos y abogados, y están tan ocupados que rara vez van a casa. El único vestigio de la antigua curiosi- dad acerca de cómo viven otras personas ¿Cuál es el estatus de clase de estas “Esposas desesperadas”, que viven en Wisteria Lane de la televisión? ¿De dónde derivan su estatus de clase? 366 PARTE 2 Valorar la diversidad cultural las por lo general están equilibradas en género e incluyen familias extensas de tres generaciones de diferentes clases sociales, de modo que algu- nos de los personajes principales pueden “subir en la vida” al casarse. (Note cómo la representa- ción brasileña de la diversidad de clases con- trasta con la actual tendencia estadounidense de pasar por alto diferencias de clase, como se des- cribe en el recuadro de “Valorar la diversidad” en las páginas 364-365.) Las convenciones narra- tivas limitan el número de niños por familia. La exposición a la televisión infl uyó en la concep- ción sobre el número adecuado de hijos, en la medida en que se muestran familias nucleares más pequeñas que las tradicionales de los pe- queños poblados. Más aún, la meta de la televi- sión comercial es vender productos y estilos de vida. Las familias de la televisión brasileña de manera rutinaria gozan en la medida en la que aspiran a consumir bienes y llevar vidas placen- teras. Las telenovelas transmiten la idea de que los televidentes pueden lograr determinados es- tilos de vida al emular la aparente planifi cación familiar de los personajes de la televisión. El efecto de la televisión brasileña sobre la planifi - cación familiar es un corolario de un cambio más general, el paso de actitudes sociales tradi- cionales hacia otras más liberales, como ya se mencionó en el capítulo 1. El trabajo de campo que realizó en Brasil la antropóloga Jane Dunn (2000) demostró cómo la exposición a la televi- sión infl uye en la elección reproductiva y la pla- nifi cación familiar. DEPORTES Y CULTURA Ahora nos ubicaremos en el contexto cultural de los deportes y en los valores culturales que se expresan a través de ellos. Puesto que mucho de lo que se sabe acerca de los deportes proviene de los medios de comunicación, en la presente sección también se hace extensiva la considera- ción del poderoso papel de los medios masivos de comunicación en la vida contemporánea. Esta sección describe principalmente cómo los deportes y los medios de comunicación refl ejan la cultura. Los deportes y los medios también infl uyen en la cultura, como se vio en la discu- sión sobre cómo la exposición a la televisión en Brasil modifi ca las concepciones y actitudes so- ciales sobre la planifi cación familiar. Por tanto, la infl uencia de los medios de comunicación y los deportes en la cultura, y viceversa, es recí- proca. En el capítulo 1 se estudió cómo la parti- cipación en deportes modifi ca los tipos corpora- les, y cómo los valores culturales (acerca de las proporciones corporales) provocan que la parti- cipación de hombres y mujeres en los deportes varíe en las diferentes culturas. Fútbol americano El fútbol americano, decimos, es sólo un juego, pero se ha convertido en un deporte popular de enorme importancia. En los sábados de otoño, millones de personas viajan para presenciar jue- gos de fútbol americano colegial. En los estadios universitarios se reúnen congregaciones más pe- queñas. Millones de estadounidenses ven el fút- bol americano por televisión. De hecho, casi la mitad de la población adulta de Estados Unidos ve el Súper Tazón, que también atrae a fanáticos de diversas edades, antecedentes étnicos, regio- nes, religiones, partidos políticos, empleos, esta- tus sociales, niveles de ingreso y géneros. La popularidad del fútbol americano, en par- ticular del profesional, depende directamente de los medios masivos de comunicación, en especial de la televisión. ¿El fútbol americano, con sus in- cursiones territoriales, golpeo fuerte y violencia, que ocasionalmente resulta en lesiones, es popu- lar porque los estadounidenses son personas vio- lentas? ¿Los espectadores del fútbol americano canalizan sus propias tendencias hostiles y agre- sivas a través de otros? El antropólogo W. Arens (1981) descarta dicha interpretación. Apunta que el fútbol americano es un pasatiempo peculiar- mente estadounidense. Aunque en Canadá se practica un juego parecido, es menos popular ahí. El béisbol se ha convertido en un deporte popular en el Caribe, partes de Latinoamérica y Japón. El basquetbol y el voleibol tambiénse es- tán extendiendo a otras latitudes. Sin embargo, en la mayor parte del mundo, el fútbol es el de- porte más popular. Arens argumenta que, si el fútbol americano fuese un canal particularmente efectivo para expresar la agresión, se habría ex- tendido (como el fútbol soccer y el béisbol) a mu- chos otros países, donde la gente tiene tantas ten- dencias agresivas y sentimientos hostiles como los estadounidenses. Más aún, él sugiere que si la popularidad de un deporte descansara simple- mente en un temperamento sanguinario, el box, un deporte mucho más sangriento, sería el pasa- tiempo nacional estadounidense. Él concluye ra- zonablemente que la explicación de la populari- dad del fútbol americano se encuentra en alguna otra parte. Arens afi rma que el fútbol americano es popu- lar porque simboliza ciertos aspectos clave de la vida estadounidense. En particular, presenta el trabajo en equipo con base en la especialización y la división del trabajo, que son características do- minantes de la vida contemporánea. Susan Mon- tague y Robert Morais (1981) llevan el análisis un paso más adelante. Argumentan que los estado- unidenses aprecian el fútbol porque presenta una versión miniaturizada y simplifi cada de las organizaciones modernas. Las personas tienen problemas para entender las burocracias de las organizaciones, ya sea en los negocios, las uni-
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