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Amores que Matan: Mulheres na Corte de Nero

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Amores que matan Las mujeres en la corte del emperador Nerón.
Article · November 2019
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Joan Oller Guzmán
Autonomous University of Barcelona
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Amores que matan 
Las mujeres en la corte del emperador Nerón 
 
J. Oller Guzmán 
Universitat Autònoma de Barcelona 
 
Este artículo nace con la intención de realizar una aproximación a las relaciones 
establecidas entre el emperador de la dinastía julio-claudia Nerón y las mujeres que le 
rodearon a lo largo de su vida, tanto antes de ser nombrado emperador, como, 
especialmente, una vez que detentó el máximo poder dentro del Imperio Romano. El 
interés de esta temática recae en el hecho que las fuentes escritas clásicas, en su relato 
de la vida y gobierno de Nerón, otorgan una gran importancia a su relación con las 
mujeres que la rodean, de tal modo que, incluso, buena parte de sus características 
personales, mentales e intelectuales vienen determinadas, en parte, por dichas relaciones 
con el género femenino. Por otro lado, la visualización y caracterización que se hace de 
estas mujeres por parte de autores como Suetonio, Tácito o Dión Casio, permite obtener 
ciertas informaciones e indicios acerca de las características de la forma de vida y la 
participación dentro de las esferas privada y pública de las mujeres de clase alta romana 
durante el Principado. 
Por todo ello, en este trabajo plantearemos sucintamente los diferentes datos que 
aportan estas fuentes escritas alrededor de la relación entre Nerón y las mujeres y, 
partiendo de ellos, intentaremos extraer algunas conclusiones sobre la percepción de la 
mujer en el mundo romano alto-imperial. 
 
La mujer romana durante el Principado 
Antes que nada, cabe hacer una pequeña aproximación a la situación de las mujeres en 
los primeros años del Imperio, puesto que tradicionalmente se ha considerado una cierta 
mejora en sus condiciones de vida a partir de la legislación del emperador Augusto. De 
este modo, las actuaciones de las mujeres vinculadas a la corte de Nerón se podrían 
enmarcar dentro de este escenario de posible “emancipación” femenina. Con todo, en 
primer lugar debemos dejar claros dos aspectos. Por un lado, que esta supuesta 
emancipación sólo afectó a las mujeres de clase alta. De hecho, poco conocemos acerca 
de las mujeres que no formaban parte de las élites sociales, puesto que las fuentes de 
información que han llegado hasta día de hoy (principalmente los autores clásicos y la 
epigrafía) se refieren de forma prácticamente exclusiva a éstas. Especialmente 
remarcable sería el caso de las obras escritas, hechas por hombres de clase elevada y 
dirigidas a un público también de estos mismos grupos sociales1. Así pues, es lógico 
esperar que las mujeres que aparecen en estos textos y que captan la atención de los 
autores clásicos sean, precisamente, las que pertenecen a su mismo escalafón social. En 
 
1 Cortés Tovar 2004, 196. 
segundo lugar, que a pesar de considerar esta cierta mejora en la forma de vida de las 
mujeres en este período, en ningún caso podemos obviar que este cambio nunca supuso 
una igualdad con los hombres, por ejemplo en el aspecto jurídico, sino que las mujeres 
romanas siempre siguieron subordinadas a las figuras masculinas, dentro de una 
sociedad eminentemente patriarcal y misógina. 
A pesar de ello, sí que es cierto que la documentación disponible permite intuir 
ciertos cambios en diferentes ámbitos que hacen considerar que la situación de estas 
mujeres era mejor que la que experimentaban, por ejemplo, las mujeres dentro del 
mundo griego clásico2. Esta transformación se empezó a gestar ya durante los dos 
últimos siglos de la República, cuando algunas mujeres empezaron a actuar con mayor 
autonomía respecto a los hombres. Cabe tener presente que, en la sociedad romana, la 
mujer partía de una situación de subordinación total, expresada básicamente por una 
desigualdad jurídica a partir de la falta de tres derechos básicos: el derecho a voto en 
asambleas comiciales y senado (ius suffragii), el derecho a ostentar cargos públicos (ius 
honorum) y el derecho a formar parte del ejército (ius militiae)3. Así pues, estaban 
legalmente excluidas de la vida política4. 
Pero, como decíamos, en los últimos años de la República esta situación empieza 
a variar ligeramente, de tal modo que, en los momentos previos a la instauración del 
Principado, algunas mujeres llegarían a ejercer un poder e influencia reales dentro de la 
esfera pública y política romana. Estos cambios se relacionarían con ciertas 
transformaciones o relajaciones del sistema jurídico vinculado a la figura femenina, 
rompiendo con el estatus quo de la patria potestas tradicional romana5. A través de 
ellos, la mujer de la élite romana se consolidó como una figura clave, no sólo dentro de 
la esfera doméstica, sino que también en relación con la educación de los hijos, el 
mantenimiento del patrimonio o el cuidado e incremento de las redes clientelares6. Ello 
se debió básicamente a tres factores7. Por un lado, el incremento del expansionismo 
romano, que provocó que un gran número de hombres tuvieran que pasar grandes 
espacios de tiempo alejados del espacio doméstico, luchando en las guerras de conquista 
o gestionando territorios alejados. Ello supuso una mayor autonomía de las mujeres, que 
en muchos casos tuvieron que hacer frente a la gestión del patrimonio y de las 
relaciones clientelares de su familia, en muchos casos con éxito. Segundamente, estas 
mujeres empezaron a aumentar su capacidad de acumular patrimonio, de tal modo que 
poco a poco pudieron comenzar a heredar patrimoniofamiliar y, a la vez, se dio la 
 
2 De hecho, la inferioridad jurídica de la mujer, derivada de la concepción sobre su inferioridad física e 
intelectual, la heredó Roma del mundo griego, el cual denegaba a la mujer el “ logos”, la inteligencia 
racional, atribuyéndole la “metis”, una inteligencia baja, asociada a la resolución del problema concreto a 
partir de los conocimientos obtenidos de la práctica y la experiencia, mediante el uso de artimañas y 
trucos: vid. Cantarella 2012, 21. 
3 Resina Sola 1990, 99. 
4 Tal como afirma Ulpiano en el Digesto: D. 50, 17, 2. 
5 Cantarella 1991a, 235; 1996, 108. 
6 Cortés Tovar 2004, 199. 
7 Cortés Tovar 2004, 200-202; Cantarella 1991a, 235-241; 1996, 108-118. 
extensión del matrimonio sine manu; es decir, aquel en el que, tras casarse, se 
mantenían dentro de la familia paterna y no pasaban a incorporarse dentro de la familia 
de su esposo, con todo lo que ello suponía por lo que respecta a la conservación del 
patrimonio familiar propio. Finalmente, se empezó a dar una cierta relajación de la 
tutela masculina, obligatoria en la sociedad romana8. 
Todo ello permitió que algunas mujeres empezaran a experimentar cierta 
emancipación en cuanto a su situación económica y social, lo cual acabó llevando a la 
aparición de algunas figuras realmente remarcables que, en los últimos años de la 
República consiguieron ejercer una influencia política determinante, como son los casos 
de Clodia, hermana de Publio Clodio Pulcro; Servilia, madre de Bruto o Fulvia, esposa 
de Marco Antonio. Se trataría de mujeres que se apropian del poder cívico, exclusivo de 
los hombres, sin tener cargos, ni de forma directa, pero persiguiendo y ejerciendo el 
poder real9. Su poder se expresaría a través de aquellos recursos que estaban a su 
disposición, principalmente sus vínculos familiares, que les permitirían influir 
decisivamente en la toma de decisiones políticas. Por otro lado, otro recurso 
ampliamente utilizado y del que se empiezan a conocer cada vez más detalles sería el 
del evergetismo. De este modo, mediante la aportación de patrimonio propio para la 
construcción o reparación de edificios y monumentos públicos, estas mujeres buscaban 
generar una imagen que les permitiera participar de la vida pública de Roma10. Y este es 
un proceso que se inicia en la era tardorepublicana, pero que se incrementó a lo largo 
del Principado. 
Resulta evidente que estas transformaciones y cambios tienen una relación directa 
con la influencia del helenismo dentro del mundo romano, tan importante a partir de la 
conquista del Mediterráneo oriental. Así, figuras como Olimpia o Cleopatra serían 
paradigmáticas en este sentido. Son personajes que sobrepasan totalmente el espacio 
privado, para ejercer directamente un liderazgo político, marcando inequívocamente 
este cambio en las atribuciones propias de las mujeres en la sociedad clásica. Cabe tener 
bien presente, con todo, que a pesar del hecho que, de facto, se generen estas 
transformaciones en la sociedad romana, ello no implica ni mucho menos una 
aceptación de los mismos por parte de los hombres. De este modo, el mundo romano 
nunca aceptó el liderazgo político de una mujer, considerado como incorrecto, como 
una inversión de aquello natural y lógico y, por tanto, destinado al fracaso. La mujer 
política sólo podía actuar movida por la ambición incontrolada, la pasión o el deseo y, 
por tanto, contraponiéndose a la virtus masculina11. En este sentido, el caso de 
Cleopatra sería ejemplar, siendo presentada por la propaganda política romana como 
una mujer exótica, degenerada, lasciva y corruptora, causa de la perdición de un general 
 
8 Así, toda mujer debía ser tutelada por un hombre, ya fuese su padre, marido o hijo. 
9 Woodhull 2005, 77. 
10 Woodhull 2005, 77. 
11 Woodhull 2005, 75. 
romano de honor como Marco Antonio y contrapuesta a Augusto, paradigma de la 
virtus romana12. 
Todo ello, pues, mostraría la creciente existencia dentro de la sociedad romana de 
mujeres culturalmente formadas, liberadas sexualmente, activas dentro de la esfera 
pública y capaces de sustituir perfectamente a su marido en las funciones diarias13. Esta 
situación se vio confirmada a partir del inicio del Principado de Augusto, especialmente 
a partir de la sanción de un conjunto de leyes (dictadas entre el 19 y 18 a.C.) que 
favorecieron esta comentada emancipación de la figura femenina. En realidad, dichas 
leyes tenían como objetivo reforzar la moral y las costumbres romanas, relanzando la 
institución del matrimonio y frenando la caída de la natalidad14. Seguramente, pues, se 
podía relacionar su creación con esta mayor libertad femenina, expresada en la 
generalización del divorcio libre y el aumento de los abortos a los que hacen referencia 
los autores clásicos15. En primer lugar, encontramos la Lex Iulia de maritandis 
ordinibus, que obligaba a los hombres de entre 25 y 60 años y a las mujeres entre 20 y 
60 a casarse, perdiendo, si no lo hacían, la capacidad de recibir herencias y legados. 
Además, quién no tuviese hijos sólo recibiría la mitad de la herencia. En segundo lugar, 
la Lex Papia Poppea, que eximía de la tutela masculina a las mujeres libres que 
hubieran tenido tres hijos (y a las libertas con cuatro). Finalmente, la Lex Iulia de 
Adulteriis, que prohibía el adulterio de las mujeres; es decir, cualquier tipo de relación 
fuera del matrimonio16. 
Parece ser que dichas leyes no acabaron de tener los resultados esperados. Así, 
autores posteriores como Séneca o Juvenal hacen referencia en sus obras a la 
depravación de la sociedad y, principalmente, de las mujeres. Del mismo modo, no se 
documenta la existencia de abundantes procesos por adulterio contra mujeres, de tal 
forma que parece que, en realidad, no hubo una aplicación excesivamente estricta de 
esta ley17. Paralelamente a estas transformaciones legales, con Augusto se inició un 
proceso por el cual se institucionalizó la figura de la mujer como parte fundamental e 
integrada dentro del paisaje de la ciudad romana. Ello se debe al cambio del modelo 
político, ya que con la creación del Principado, una especie de autocracia monárquica 
disimulada bajo una apariencia republicana, la figura del heredero pasa a ser 
fundamental para la consolidación del sistema político y de la dinastía que lo rige, en 
este caso la Julio-Claudia. De este modo, se refuerza la visión de la mujer como, 
 
12 De hecho, es una contraposición que aparece ya en el mito fundacional de Roma. Así, en la Eneida , la 
contraposición entre las figuras de Dido y Eneas se mantiene en estos mismos parámetros. 
13 Pomeroy 1987, 171. 
14 Cantarella 1991b, 98. 
15 Pomeroy 1987, 180. 
16 Cantarella 1991b, 48. Se consideraba el adulterio como uno de los peores crímenes del que se podía 
acusar a la mujer. Dicha ley afectaba, de hecho, a todas las mujeres, fuesen vírgenes, casadas o viudas, 
con la única excepción de las prostitutas (Senés Rodríguez 1995, 79). No deja de ser, pues, una visión 
claramente hipócrita, en una sociedad donde las relaciones extramaritales masculinas estaban aceptadas 
social y jurídicamente. 
17 Cantarella 1991b, 51-52. 
básicamente, figura procreadora18. A la vez, ello se imbrica con la política de Augusto 
para renovar y embellecer Roma, involucrando en ella a las familias pudientes y, por 
extensión, a las mujeres adineradas de la sociedad romana. Especialmente destacado 
sería el papel de las mujeres de la familia de Augusto, como su hermana Octavia o su 
mujer Livia. Como habíamos comentado anteriormente, el evergetismo pasa a 
convertirse en un arma más de las mujeres de clase alta para expresarse pública y 
socialmente, de tal modo que estas mujeres consiguen introducirse dentro del paisajede 
la ciudad romana y obtener reconocimiento público19. 
Todo este proceso, no sería bien recibido por el sector masculino de la población 
y, a través de las fuentes clásicas, podemos observar la opinión de rechazo que, 
generalmente, se crea entre la población masculina. De este modo, se consolida 
paulatinamente un modelo contrapuesto entre la “mujer buena” y “la mujer mala”, que 
bebe de los modelos tradicionales surgidos en época republicana, pero que ahora se 
define de forma más clara gracias a esta mayor presencia femenina en el ámbito público 
que, de algún modo, ofrece muchos más ejemplos sobre los que basar dicho modelo. En 
general, como afirma N. Criniti, en el paso hacia la época imperial, se produce una 
simplificación y folclorización de la imagen de la mujer romana20. De este modo, se 
plantea la imagen de la “buena mujer”, siguiendo los criterios tradicionales masculinos 
vinculados a la figura de la matrona romana: una mujer fiel, obediente, recatada, fértil, 
buena madre y esposa, etc. Y se escoge diversos casos que ejercerían como modelos de 
esta imagen: Lucrecia, Octavia (la hermana de Augusto), Livia, Helena, etc21. Frente a 
esta imagen, se genera la contraposición de la “mala mujer”, aquella que ha asumido 
atributos tradicionalmente masculinos, convirtiéndose en mujer emancipada y 
transgresora a causa del uso y disfrute de su propio cuerpo y sexualidad y por su 
libertad y autonomía de actuación. La principal acusación sobre estas mujeres se 
escudaría en su lívido, en el concepto de lascivia. Así, se desconfía de ellas y se las 
teme, caracterizándolas como ninfómanas, intrigantes y peligrosas por su inteligencia, 
formación e iniciativa. En este caso, también se escogerían algunos casos como 
modelos, por ejemplo, la mujer de Marco Antonio, Fulvia, o la mujer de Catilina, 
Sempronia22. En nuestro caso, el interés de la historia del emperador Nerón radica en 
que los autores clásicos ofrecen, como veremos, diversos ejemplos de ambas imágenes 
de la mujer romana dentro del mismo relato. 
En general, pues, del mismo modo que E. Cantarella, podemos plantearnos si 
realmente se produce esta emancipación de la mujer romana durante este final de la 
 
18 Rousselle 2000, 364-365. 
19 Como decíamos, el caso más claro sería el de las mujeres de la familia imperial, que, teniendo en 
cuenta los problemas de sucesión de Augusto, se convierten en las legitimadoras de la dinastía. Por ello, 
empiezan a ser publicitadas y a obtener prominencia pública, de tal modo que, a modo de ejemplo, pasan 
a aparecer en los relieves oficiales, como el del Ara Pacis: Woodhull 2005, 81. 
20 Criniti 1999, 25. 
21 Critini 1999, 25. 
22 Criniti 1999, 25; Pomeroy 1987, 208-209. 
República e inicios del Principado. Si bien la respuesta no es sencilla, sí que parece que 
podemos afirmar, a partir de los datos disponibles, que en este momento se produce 
cierta emancipación de la mujer en Roma, que permite que un número indeterminado de 
mujeres mejorasen su situación social y económica, pudiendo participar de la vida 
pública de la urbs e, incluso, tener alguna influencia dentro de los acontecimientos de la 
esfera política. Ahora bien, debemos situar este proceso en su contexto, de tal modo que 
se debe tener en cuenta que sólo un grupo de mujeres de clase alta se vio involucrado en 
estos cambios. E, incluso este grupo, sólo consiguió ciertas mejoras y libertades 
parciales, quedando siempre bajo el dominio de los hombres y manteniéndose dentro de 
una sociedad eminentemente pensada y dirigida para los hombres. 
 
Nerón, ¿monstruo o héroe? 
Es en este contexto que debemos enmarcar el ascenso de Nerón al trono imperial. Hijo 
de Cneo Domicio Ahenobarbo y Agripina la Menor y, por tanto, sobrino del emperador, 
Nerón, se hizo con el poder en Roma el 54 d.C. tras la muerte de su tío. Se trata, sin 
duda, de uno de los emperadores romanos que mayor polémica y debate ha generado 
alrededor de su gobierno y, probablemente, tiene el honor de situarse a la cabecera de 
aquellos emperadores romanos considerados como nefastos por las fuentes clásicas y 
por buena parte de la historiografía posterior, conjuntamente a Calígula, Domiciano, 
Cómodo, etc23. Con todo, en anteriores trabajos ya hemos relativizado esta visión, 
intentando discriminar en las referencias claramente peyorativas que proceden de las 
fuentes escritas elementos que permitan identificar las políticas aplicadas por Nerón a lo 
largo de su reinado de catorce años24. 
De este modo, debemos ser cuidadosos con los análisis acerca de lo que relatan 
las fuentes sobre el emperador Nerón, puesto que sobre él recae una leyenda negra 
azuzada tanto por las fuentes escritas clásicas, como cristianas. Las primeras, renegando 
de una política claramente filohelénica y de una deriva progresiva (y lógica) hacia una 
política de marcado carácter autocrático y despótico. Las segundas, usando su figura 
como paradigma de la persecución a las primeras comunidades cristianas, a través del 
conocido (y polémico) episodio del incendio de Roma y su atribución a la comunidad 
cristiana. Si a este sesgo peyorativo de las fuentes hacia la figura neroniana añadimos a 
las mujeres que le rodearon dentro de nuestro análisis, vemos que partimos de una clara 
doble discriminación en relación con el personaje y los hechos atribuidos a su vida y 
gobierno. Con ello, no queremos ni mucho menos realizar una defensa a ultranza del 
 
23 No entraremos ahora en excesivos detalles biográficos alrededor de Nerón, sencillamente remitimos a 
algunos de los estudios generales existentes sobre el emperador. Por ejemplo, sin voluntad de 
exhaustividad: Henderson 1903; Cizek 1982; Griffin 1987; Fini 1993; Elsner/Masters 1994; Fernández 
Uriel/Palop 2000; Champlin 2003. 
24 Básicamente en lo que se refiere a la influencia del filósofo Séneca sobre su pensamiento político y 
cómo esta influencia pudo tener repercusión en el conocido como “quinquennium Neronis”: Cf. Oller 
2009, pp. 41-61. Y, por otro lado, en todo lo concerniente a su política en relación con la frontera este del 
Imperio: vid. Oller 2014, pp. 85-97. 
personaje y sus actos (probablemente buena parte de los hechos narrados tienen cierta 
veracidad en su origen), pero sí alertar de los problemas que supone el estudio de las 
fuentes escritas alrededor de Nerón, claramente contrarias a su figura. 
De hecho, existe una evidencia clara en los textos de los principales autores 
clásicos que hablan del emperador julio-claudio25, por la que se relacionan buena parte 
de sus actuaciones consideradas como perjudiciales o nefastas con su relación con 
diversas mujeres. De este modo, es en buena parte culpa de la influencia de éstas que 
Nerón cae en hábitos inmorales, vicios o errores de gobierno. Es por todo ello que 
debemos analizar con detalle cuáles fueron estas mujeres en la corte de Nerón y qué 
podemos saber de cierto sobre ellas a partir de los datos que ofrecen las fuentes escritas. 
Para hacerlo, dividiremos nuestro análisis en cuatro grandes grupos. En primer lugar, un 
apartado para cada una de las tres mujeres más importantes en la vida de Nerón: su 
madre, Agripina la Menor; su primera esposa Octavia, hija de Claudio y Mesalina; y su 
segunda esposa Popea. Finalmente, un cuarto apartado se referirá a otras mujeres que se 
entrecruzaron en la vida del emperador y de las que han llegado noticias. 
 
Agripina: “madre monstruosa de un monstruo coronado” 
Con este epíteto empieza D. Tudor su apartado sobre Agripina en su obra alrededor de 
mujeres célebres del mundo antiguo26. Si bien anecdótico, puede servir como muestra 
de la imagen que se ha transmitido de esta figura femenina hasta el día de hoy a partir 
de la versión de las fuentes clásicas. Estereotipo de mujer peligrosa por escapar de losatributos propios del género femenino, las fuentes la presentan como lasciva, ambiciosa, 
malvada y capaz de cualquier cosa para obtener poder. En realidad, estamos ante una de 
las mujeres más poderosas de los primeros decenios del imperio, directamente 
relacionada con tres emperadores: hermana de Calígula, esposa de Claudio y madre de 
Nerón. Su capacidad para moverse y perdurar dentro de los ambientes políticos de la 
compleja casa imperial julio-claudia y su habilidad para influir en la alta política de 
Roma, hablan sin duda de una mujer de gran carácter, inteligente y de objetivos claros, 
atributos que se añaden a su belleza y habilidades sociales. Con todo, esto pocas veces 
se puede observar directamente en las fuentes clásicas, que vilipendian su figura 
atribuyéndole, entre otros actos, el asesinato por envenenamiento de sus dos maridos, el 
adulterio con diferentes personajes y relaciones incestuosas con su hermano, su tío 
paterno y su hijo27. 
Hija de Germánico y Agripina la Mayor y, por tanto, biznieta por vía materna de 
Augusto y hermana del emperador Calígula, nació el 15 d.C. en lo que posteriormente 
sería la Colonia Agrippinensis. Sus primeros años, tras la muerte de su padre el 19 d.C., 
se basaron en la supervivencia, ante la enemistad abierta del emperador Tiberio hacia su 
 
25 Básicamente Suetonio en su Vida de los Doce Césares, Tácito en los libros XIII, XIV, XV y XVI de 
sus Anales y Dión Casio en los libros LXI, LXII y LXIII de su Historia Romana. 
26 Tudor 1985, 262. 
27 Torrego Salcedo 2004, 200. 
familia que supuso el exilio de su madre y su hermano mayor. Durante este período, a la 
edad de trece años, fue casada con Cneo Domicio Ahenobarbo. Su situación cambió 
definitivamente el año 37 d.C., cuando su hermano Calígula llegó al poder y, además, 
tuvo un hijo: Nerón. Este hecho era fundamental, puesto que los años habían 
demostrado que, dentro del complejo entramado sucesorio del Principado, el hecho de 
tener un primogénito varón con sangre imperial suponía una baza política fundamental 
dentro del escenario de poder en Roma28. 
En este sentido, las fuentes muestran como desde un primer momento las 
ambiciones políticas de Agripina fueron claras y su objetivo diáfano: conseguir que su 
hijo llegara al trono imperial. Desgraciadamente para ella, sus primeros movimientos 
fueron en falso y se vio involucrada en una supuesta conjura contra su hermano 
Calígula, en la que se la acusó de una relación de adulterio con M. Emilio Lépido. 
Castigada con el exilio, no fue hasta el asesinato del emperador y el nombramiento de 
su tío Claudio, cuando fue restaurada su posición y se le permitió volver a Roma, libre 
ahora de cualquier tutela masculina al haber muerto su marido29. 
Tras un breve segundo matrimonio con G. Salustio Crispo Pasieno, la muerte de 
Mesalina abrió una vía directa de influencia hacia el emperador Claudio, de tal modo 
que Agripina, tras buscar el apoyo de Palante, uno de los libertos más influyentes del 
gobierno imperial, consiguió suficiente influencia como para acabar convirtiéndose en 
la mujer del emperador el año 40 d.C. Según Tácito, este hecho supuso un momento de 
grave peligro para el estado, que quedó en manos de los designios de una mujer de gran 
ambición: 
 
“Con esto se produjo una subversión en la ciudad: todo quedó a merced de una mujer, 
pero que, a diferencia de Mesalina, no hacía escarnio con su capricho de los intereses 
romanos; era más bien una servidumbre estricta y como impuesta por un hombre” (Tac. 
An. 12, 7)30. 
 
Por tanto, según este autor parecería que el principal problema es que Agripina había 
asumido un rol masculino; es decir, la madre de Nerón empezó a actuar de forma directa 
dentro de los designios políticos de Roma y, de facto, actuó como un gobernante. De 
algún modo, pues, Agripina ejerció un poder real en Roma como emperadora consorte, 
convirtiéndose en la mujer más poderosa en la urbs desde Livia.31 Y no se limitó a ello, 
sino que llevó a cabo diferentes maniobras para consolidar su posición y, especialmente, 
 
28 Balsdon 1962, 116-117. 
29 Balsdon 1962, 117. 
30 Para Tácito, seguimos la versión de la colección Gredos: Moralejo 1980, trad. 
31 Torrego Salcedo 2004, 215. En relación con ello resulta muy interesante remarcar como Tácito 
comenta que la emperatriz envió un conjunto de veteranos para fundar una colonia en territorio de los 
ubios, en Germania, allí donde ella había nacido, surgiendo así la Colonia Claudia Augusta Ara 
Agrippinensis, actual Colonia. Es éste un hecho claramente inusual y remarcable, ya que tan sólo los 
emperadores o, más habitualmente, los legati imperiales podían realizar deductiones coloniales. Por tanto, 
que Agripina fuera capaz de tomar dicha iniciativa muestra claramente su capacidad de influencia para 
ejercer un poder real dentro del gobierno imperial (Harmand 1957, 155). 
la de su hijo. Así, al poco tiempo obtuvo de Claudio el beneplácito para el matrimonio 
entre Nerón y la hija de éste, Octavia, convirtiendo a su hijo en claro candidato a la 
sucesión imperial, hecho que se confirmó con la posterior adopción por parte del 
emperador. A la vez, poco después, Agripina permitió el retorno del exilio de Séneca, 
uno de los mayores intelectuales de la época, poniéndole al cargo de la educación de 
Nerón. Por tanto, lo que vemos son un conjunto de actuaciones que demuestran una 
gran clarividencia política y una importante habilidad para desenvolverse dentro del 
ambiente político de la casa imperial. Todos estos movimientos, que probablemente 
realizados por un hombre serían alabados como muestra de perspicacia y sagacidad 
política, al ser llevados a cabo por una mujer son considerados como resultado de malas 
artes, triquiñuelas y embustes, empujadas por una ambición obsesiva y enfermiza32. Así 
es como lo presenta, por ejemplo, Tácito, quien atribuye estos logros a las “malas 
acciones” y “maniobras” de Agripina (An. 12, 8, 2; 12, 9, 2). 
Esta situación desembocaría en el asesinato de Claudio, el 54 d.C., otro de los 
actos reprobables tradicionalmente vinculados a la figura de Agripina. Así, tanto Tácito 
(An. 12, 66-69), como Suetonio (Claud. 44-45) y Dión Casio (61, 34) coinciden en la 
misma versión, si bien con variantes: Claudio se había alejado de Agripina y planeaba 
volver a nombrar a su hijo Británico como su heredero. Es por ello que Agripina se 
adelantó a la situación y, para preservar su posición y la de Nerón, decidió envenenar al 
emperador. Obviamente, resulta imposible poder determinar si esta afirmación es cierta 
o no. Pero, en cualquier caso, cabe apuntar algunos puntos interesantes. En primer lugar, 
el relato de Suetonio hace referencia a numerosas posibles versiones de los hechos por 
lo que respecta a quién proporcionó el veneno, cómo lo hizo y los efectos sobre 
Claudio. Todo ello, por tanto, resta veracidad a la narración global. Por otro lado, 
resulta curiosa la explicación de los hechos de Tácito y Dión Casio, quienes hacen 
referencia a un personaje femenino clave: Locusta. Se trata de una mujer especialista en 
preparación de venenos, que fue fundamental en el supuesto asesinato de Claudio y en 
el de Británico. Lo interesante sería apreciar esta figura como estereotipo de la violencia 
femenina, usada mediante engaños, a escondidas, sibilinamente y, en cierto sentido, 
recordando de forma clara a la figura de la “bruja” medieval y moderna. Finalmente, 
también cabe destacar que, en caso de aceptar el asesinato de Claudio por parte de 
Agripina, en ningún caso se podría considerar este acto como caprichoso o falto de 
lógica racional. Si realmente Agripina asesinó a Claudio, lo hizo en base a unos 
intereses familiares y, principalmente, políticos muy claros. Así, la muerte de Claudio 
suponía su consolidación comofigura plenipotenciaria dentro del gobierno imperial y, a 
la vez, aseguraba la continuidad de esta situación con la llegada al trono de su hijo, un 
joven inexperto de diecisiete años con quien, a priori, no le debería ser difícil mantener 
una posición de cierta regencia. 
 
32 De nuevo volvemos a esta concepción de la “inteligencia baja” de la mujer, reflejada ya en la 
mentalidad griega (Cf. n.2). 
Y es en este contexto en que Nerón se convierte en el emperador de Roma. A 
partir de este momento el eje de la evolución política del gobierno irá variando en base 
al desarrollo de las relaciones entre madre e hijo, hasta la muerte de la primera el año 59 
d.C. Los autores clásicos ofrecen una imagen de estos primeros años gobiernos de 
Nerón marcados por la omnipresencia e influencia de Agripina. Así, Dión Casio dice lo 
siguiente: 
 
“Al inicio, Agripina dirigía en su nombre todas las cuestiones del Imperio, y ambos iban 
por la calle juntos, frecuentemente reclinados en la misma litera, si bien hubiera sido más 
común que ella fuese porteada, mientras que él caminaba a su lado. Ella también recibía a 
las diferentes embajadas y enviaba cartas a pueblos, gobernadores y reyes” (C.D. 61, 3)33. 
 
Por tanto, parecería que se mantiene en estos primeros momentos del gobierno de Nerón 
una situación similar a la de los últimos de Claudio, con Agripina actuando con plena 
libertad por lo que respecta al gobierno del Imperio. De hecho, a partir del texto de Dión 
se intuye incluso un mayor poder por parte de ésta, que de facto estaría actuando como 
una regente, con el visto bueno del propio emperador34, atribuyéndose tareas de primer 
orden de importancia y propias del emperador, como sería la gestión de las relaciones 
exteriores del Imperio35. Un muy buen ejemplo de esta situación la encontramos en dos 
hechos relatados en las fuentes. Por un lado, la recepción de una embajada armenia en 
Roma, ante la cual se presenta Agripina para sentarse junto a Nerón (Tac. An. 13, 5; 
C.D. 61, 3, 3). Ante tal situación, que podría haber menoscabado la dignidad romana 
ante la embajada, Séneca interviene aconsejando a Nerón que se acerque a alcanzar a su 
madre antes de que esta suba a su lado y la aparte, mediante el pretexto de un gesto 
cariñoso, de la reunión. 
Un segundo momento interesante y posterior, narrado con detalle por Dión Casio 
(61, 5, 4), tendría que ver con la intención de Nerón de donar diez millones de sestercios 
al liberto Doríforo. Ante esta situación, Agripina recoge dicha cantidad para mostrársela 
y hacer ver al emperador cuán grande era y, así, hacerle cambiar de opinión. El 
emperador, finalmente, considera que es una suma demasiado pequeña y la dobla. A 
 
33 Traducción propia al castellano a partir de la edición Loeb: Cary 1925, trad.. 
34 Así, se deduce de los textos un claro amor del emperador por su madre en estos primeros momentos, 
hasta el punto de que pone como contraseña al tribuno de su guardia “la mejor de todas las madres” (Suet. 
Ner. 9). 
35 Incluso sabemos que obligó a que se llevaran a cabo las sesiones del Senado en el palacio imperial, con 
el objetivo de, secretamente, poder participar en ellas (Tac. An. 13, 5). De hecho, existen otras evidencias 
que dan fe de esta situación de práctica regencia. Así, para estos primeros años de gobierno, la 
numismática documenta monedas mostrando a ambos, Agripina y Nerón, de forma conjunta, 
transmitiendo la imagen de un gobierno dual. Las primeras acuñaciones (año 54) incluso daban más 
relevancia a la figura de Agripina, quedando Nerón en el reverso de la moneda. Las acuñaciones del año 
55 ya mostraban una mayor igualdad o directamente mayor importancia a la figura de Nerón, pero 
Agripina seguía apareciendo como esposa de Claudio y madre del emperador. A partir del año 56, 
parecería que Agripina desaparece de las acuñaciones, posiblemente en relación con el progresivo 
alejamiento de Nerón y la creciente asunción del poder por éste: Hiesinger 1975, 114. 
pesar de ello, lo interesante sería el interés didáctico de Agripina, que aquí actuaría 
como preceptora y corregidora de los errores de su hijo. 
Según los textos, dicha situación empezaría a romperse a partir de la irrupción de 
otra figura femenina: la liberta Acte, una esclava comprada en Asia de la que, según 
Dión Casio (61, 7, 1) y Tácito (An. 13, 12), Nerón estaba enamorado. De nuevo, Tácito 
ofrece la visión más detallada y misógina de este caso, calificando a Acte de 
“mujerzuela” y denunciando sus malas artes para conquistar al emperador. La reacción 
de Agripina ante esta situación, siguiendo aún a Tácito, sería la propia de una mujer: 
 
“Pero Agripina, con una reacción típicamente mujeril, bramaba que tenía como rival a 
una liberta, como nuera a una sierva, y otras cosas por el estilo” (Tac. An. 13, 13, 1). 
 
Es en este momento cuando Agripina se ofrecería sexualmente a Nerón para recuperar 
su influencia sobre el emperador, tal como indica el mismo Tácito (An. 13, 13, 2). 
Suetonio incide más en esta cuestión, comentando como sólo los amigos de Nerón 
impidieron que consumara dichas relaciones, por miedo a aumentar aún más el poder e 
influencia de Agripina. Con todo, asume como probadas las relaciones incestuosas a 
partir de la elección entre sus concubinas de una mujer de gran parecido a su madre y al 
supuesto mantenimiento de actividades sexuales en la litera de Agripina, delatadas por 
las manchas en sus vestidos (Ner. 28, 2). Curiosamente será Tácito quien aporte mayor 
luz a este respecto. Así, afirma que diversos autores como Cluvio o Fabio Rústico 
hablan de esta posible relación ya en el año 59 d.C.; uno insistiendo en que fue Agripina 
quien probó de seducir a Nerón para mantener su influencia; el otro, diciendo que fue en 
cambio Nerón quien buscó este acercamiento. En ambos casos, con todo, coinciden en 
que fue la intervención de Acte la que evitó que se consumara. En cualquier caso, 
Tácito considera que se trata sólo de rumores y que si la imagen que quedó más 
perjudicada fue la de Agripina, ello se podría deber a su fama previa de mujer licenciosa 
(An. 14, 2). Por tanto, no hay ninguna evidencia definitiva acerca de la existencia real de 
estas relaciones incestuosas o acercamientos sexuales entre madre e hijo. 
Más bien, somos partidarios de imaginarnos un contexto de fricción por la esfera 
de poder en la casa imperial. Así, por un lado, tenemos a Agripina actuando 
prácticamente como regente y con un poder e influencia muy remarcable; con 
importantes recursos económicos, aliados poderosos como Palante y una gran habilidad 
de adaptación y maniobra política. Por el otro, un emperador Nerón que cada vez tiene 
más presencia dentro de la toma de decisiones políticas y que, además, está apoyado por 
dos personajes de primer nivel, también interesados en acaparar su cuota de poder y, por 
tanto, cada vez más enfrentados con Agripina: Séneca, tutor de Nerón, y Burro, prefecto 
del pretorio. De hecho, los propios autores clásicos informan de cómo, tras el incidente 
de la embajada armenia, Seneca y Burro se propusieron acabar con el poder de la 
“emperatriz regente”. Por todo ello, la aparición de Acte se podría entender bien como 
una casualidad que favorecería el distanciamiento de Nerón con Agripina; bien como un 
actuación dirigida voluntariamente con este fin por Séneca y Burro; bien como el 
pretexto utilizado por los autores clásicos para intentar limitar a una burda disputa entre 
“mujerzuelas” lo que en realidad era una lucha intestina de poder entre el grupo político 
alrededor de Agripina y el situado alrededor de Séneca y Burro. Así, con la reducción 
de este episodio a las aventuras amorosas de Nerón y al intento, por ambición y celos, 
de su madre de acaparar su atención, se deniega el papel fundamentalque estaba 
llevando a cabo Agripina dentro de la administración del Imperio y, a la vez, su 
capacidad de respuesta y maniobra política ante los acontecimientos. 
En este contexto, cobra especial importancia el texto de Dión Casio, quien relata 
del siguiente modo la reacción de Agripina: 
 
“Agripina, molesta por ello y por otras cosas, primero intentó castigarlo, atacando 
algunos de sus compañeros y deshaciéndose de otros. Pero viendo que con ello no 
lograba nada, decidió recordarle: ‘He sido yo quién te ha hecho emperador’ – como si 
tuviese el poder para quitarle su soberanía” (C.D. 61, 7, 5). 
 
Por tanto, existe una conciencia clara de que fue Agripina quien puso en el trono a 
Nerón y por ello ahora no merece ser apartada del poder. De hecho, se sobreentiende la 
capacidad y poder de Agripina para sustituirlo, especialmente en relación con la rápida 
reacción de Nerón cuando su madre amenaza con poner en el trono a Británico. Así, 
Nerón, atemorizado, ordena el envenenamiento de Británico, el único que podía 
reclamar su puesto36. Probablemente, si Agripina no hubiese tenido el poder suficiente, 
Nerón se habría limitado a apartarla de su lado en ese momento, pero en cambio se 
dedica a frenar las posibles consecuencias de sus veladas amenazas. 
Este hecho supondría la rotura definitiva en las relaciones entre ambos, puesto que 
Agripina pudo comprobar de primera mano cómo Nerón estaba dispuesto a cualquier 
cosa para consolidar su poder personal. Es decir, por fin el emperador empezaba a tomar 
las riendas de su gobierno y, ante ello, Agripina intentó un último movimiento para 
defender su posición política y pública, explicado, de nuevo, por Tácito: 
 
“Pero la ira de la madre no se calmaba con esplendidez alguna, antes bien, abrazaba a 
Octavia, se reunía frecuentemente en secreto con sus amigos; encima de su natural 
codicia, allegaba dineros por todas partes como para proporcionarse una defensa; acogía 
amablemente a tribunos y centuriones y rendía honor a los nombres y virtudes de los 
nobles que todavía quedaban, como si buscara un jefe y un partido” (Tac. An. 13, 18). 
 
Así pues, Agripina mueve todos sus recursos disponibles a nivel económico y clientelar 
para poder hacer frente a su hijo, mientras que éste, a su vez, también reacciona 
retirando los privilegios de su madre: le retira la guardia personal y la expulsa del 
palacio imperial. Desgraciadamente para Agripina, fue en este momento en que, al 
perder definitivamente el favor del emperador, su situación empezó a cambiar, de tal 
 
36 De nuevo recurriendo a la figura de Locusta, que, desde un segundo plano, vuelve a ofrecer un 
magnífico estereotipo de la mujer oculta, intrigante, peligrosa, etc. 
modo que su influencia pública y política comenzó a decrecer, perdiendo los principales 
apoyos de antaño37. Incluso, aprovechando esta situación, se la acusó de participar en la 
conjura de Rubelio Plauto para derrocar al emperador, siendo finalmente absuelta de 
cualquier crimen (Tac. An. 13, 20-21). 
Durante el período que va entre los años 56 y 59 d.C. no sabemos nada más acerca 
de la figura de Agripina, la cual parece que se ha apartado progresivamente del gobierno 
del Imperio. Ahora bien, cuando volvemos a tener noticias de ella, éstas podrían indicar 
cierta capacidad de influencia o ambición de recuperar su posición perdida. Así, es 
ahora que Tácito explica los posibles acercamientos incestuosos entre madre e hijo, en 
relación a un posible nuevo intento de Agripina de recuperar su ascendente sobre Nerón 
(An. 14, 2)38. Por otro lado, la figura de Agripina vuelve a estar encima de la mesa 
debido a la aparición de otra gran figura femenina en el tablero: Sabina Popea. De ella 
hablaremos posteriormente con más detalle, pero ahora sirva apuntar que Nerón cayó 
enamorado de esta mujer, la cual insistió en la necesidad de liberarse de Octavia y 
Agripina. Ello, pues, permite también ver cómo Popea percibe a Agripina como a una 
enemiga potencial a la hora de controlar a Nerón y, de algún modo, confirma que la 
madre del emperador seguía siendo un personaje de cierto poder. Finalmente, la petición 
de Popea, juntamente a la voluntad del propio Nerón, acabarían por llevar a diversos 
intentos de asesinato de Agripina y a su muerte definitiva el 59 d.C., pronunciando la 
famosa sentencia ante sus verdugos: “Hiéreme en el vientre” (Tac. An.14, 8)39. 
Con su muerte, desapareció una de las figuras femeninas más relevantes del 
Imperio Romano. Si bien se trata de un personaje duramente vilipendiado por las 
fuentes clásicas, no podemos más que considerar esta imagen como un estereotipo de la 
mujer que se salía de los límites marcados por la sociedad patriarcal romana. Si, en 
cambio, leemos entre líneas aquello que aportan autores como Tácito, Suetonio o Dión 
Casio, lo que veremos es a una mujer capaz, inteligente, políticamente hábil y 
ambiciosa, que probablemente se convirtió en la mujer que acumuló mayor poder en 
 
37 Palante, principal apoyo de Agripina en el palacio imperial, había sido destituido tiempo atrás por 
Nerón. 
38 Si bien ya hemos visto que no está nada claro si es Agripina o Nerón quien inicia el acercamiento, en 
caso de que éste realmente existiera. 
39 Algunos autores consideran que el relato de Tácito acerca del ases inato de Agripina no es veraz, de tal 
modo que existen diferentes elementos que harían inverosímil la historia, como errores cronológicos o 
falta de coherencia en la historia y motivos del asesinato. Así, por ejemplo, consideran poco probable que 
fuera Popea quien insistiera en la muerte de Agripina el año 59 d.C., puesto que uno de los argumentos 
utilizados para eliminar a Agripina y Octavia y casarse con ella sería su fecunditas, su probada capacidad 
para dar a Nerón un heredero. Pero sabemos precisamente por Tácito que esta circunstancia no se daría 
hasta el año 62, cuando Popea queda embarazada de Nerón. La cuestión s ería, pues, que autores como 
Tácito, claramente anti-neronianos, crean una argumentación para atribuir a Nerón un matricidio 
deshonroso. En realidad, se plantea que más bien la muerte de Agripina estaría provocada por un último 
intento de recuperar el poder, expulsando a Nerón del trono imperial, lo que supondría, al ser descubierto 
el complot, la ejecución de la madre de Nerón: Dawson 1969, 253-267. Si aceptamos esta teoría, nuestra 
visión acerca de Agripina no cambiaría demasiado, mostrando hasta el último momento su lucha por 
recuperar su esfera de poder y control dentro del gobierno del Imperio. Sí que, forzosamente, cambiaría 
nuestra visión sobre Popea, como veremos. 
toda la historia de Roma, ejerciendo un poder real al frente del gobierno imperial 
prácticamente durante quince años. 
 
Sabina Popea: “lo tenía todo, menos una alma pura” 
Así define Tácito (An. 13, 45, 1) a la siguiente mujer en importancia en relación al 
emperador Nerón: Sabina Popea, que podríamos considerar como incluso más 
maltratada por las fuentes que Agripina. Hija de un miembro de la clase ecuestre, los 
autores clásicos coinciden en destacar su gran belleza e inteligencia, pero también su 
carácter caprichoso, vanidoso y su desmesurada ambición40. Respondería, de nuevo 
pues, al prototipo de mujer malvada que se inmiscuye en los espacios típicamente 
masculinos, influyendo en los hombres que le rodean haciéndose valer de artimañas y 
artes diversas, pero principalmente gracias a su lascivia y al uso de su sexualidad. 
Sabemos que su primer marido fue Rufrio Crispino, si bien posteriormente se casó 
con Marco Salvio Otón (el futuro emperador), íntimo amigo de Nerón. El relato de 
Tácito relata como Nerón progresivamente se fue interesando en Popea (quizá con el 
beneplácito de ella misma y Otón) y, finalmente, expulsó a Otón de la corte y la 
convirtióen su amante (An. 13, 46). 
Se desprende de los relatos de Tácito y Dión Casio que fueron estas malas artes y 
triquiñuelas de Sabina las que le permitieron acceder al poder y a convertirse en la 
preferida de Nerón, pero debemos recordar y tener en cuenta que todos ellos recalcan 
que fue la única mujer a la que el emperador realmente amó (Sue. Ner. 35, 3; Tac. An. 
16, 6, 1-2). Con todo, se hace mucho más hincapié en la faceta intrigante de Popea y en 
la presión que ejerce sobre Nerón para conseguir sus objetivos, que no en las evidencias 
de una relación sincera de afecto entre ambos, como muestra el dolor del emperador 
ante la muerte de su única hija, Augusta, o después de la propia muerte de Popea, el 65 
d.C., cuando Tácito descarta los rumores de envenenamiento, puesto que Nerón estaba 
“ansioso de hijos y prendado de amor por su esposa” (Tac. An. 16, 6, 1). 
En cualquier caso, resulta evidente que Popea supo jugar sus cartas dentro del 
complejo contexto de la casa imperial julio-claudia, de tal modo que rápidamente buscó 
apoyos dentro de la corte, principalmente el nuevo prefecto del pretorio Tigelino, e 
intentó acabar con sus rivales para acceder a la posición de poder deseada. Obviamente, 
éstas eran Agripina, de quién ya hemos comentado su fuerte capacidad política y 
estratégica, y Octavia, al ser aun oficialmente la esposa de Nerón. No volveremos a 
repetir la cuestión de la caída en desgracia y asesinato de Agripina; sólo recordar la 
similitud entre ambos personajes: inteligentes, hábiles para desenvolverse dentro de la 
esfera público–política y con claras ambiciones en relación al trono imperial. De hecho, 
como sucediera anteriormente, quizá debiéramos rehuir la visión ofrecida por las 
fuentes clásicas de una lucha entre mujeres por sus ambiciones y deseos desmesurados 
de poder y riqueza, y más bien situar este conflicto en el contexto de otra lucha intestina 
 
40 Tudor 1985, 277. 
por el poder político dentro del palacio imperial. En este marco, Popea acabó 
imponiéndose tras el asesinato de Agripina y el rechazo, exilio y, finalmente, asesinato 
de Octavia. Ello le permitió convertirse en la esposa de Nerón el año 62 d.C. 
Pero algunos autores, como el ya citado A. Dawson, apuntan a posibles 
variaciones dentro de la versión oficial. Claramente situado entre los investigadores 
defensores del emperador Nerón y de la invención de una leyenda negra falsa a su 
alrededor, entendería que, en realidad, la muerte de Agripina se debería a un intento por 
parte de ésta de recuperar su influencia mediante un golpe de estado fallido41. En ese 
caso, evidentemente Popea no tendría nada que ver con esta muerte y la acusación se 
debería al uso de su figura hecho por autores posteriores, principalmente Tácito, como 
recurso para injuriar la figura del emperador42. Sí que parecería más lógica la presión 
ejercida para deshacerse de Octavia, básicamente porque hasta que el emperador no se 
divorciara de ella, no podían hacer efectivo su matrimonio. Y en este contexto se debe 
entender su rechazo mediante acusaciones de esterilidad y su posterior exilio y 
ejecución. Lo que queremos remarcar es que, en tales circunstancias, para nada resultan 
extraños los movimientos de Popea en esta dirección, puesto que era un prerrequisito 
básico para poder consolidar su situación, mientras que tampoco sería sorprendente la 
actuación neroniana, ante una mujer a la que nunca había amado, que no le había dado 
hijos y que representaba el apoyo a Agripina y sus intentos de menoscabar el poder de 
Nerón en sus últimos años de vida. 
En resumidas cuentas, pues, tenemos en el caso de Sabina Popea algunas 
similitudes con Agripina: una mujer inteligente, de gran belleza, autónoma y con 
iniciativa, la cual destaca por saber moverse con habilidad y capacidad dentro de los 
espacios típicamente atribuidos a los hombres. Por ello, fue maltratada y su imagen 
claramente deformada por las fuentes escritas clásicas, usándola sin duda como arma de 
ataque a la figura de Nerón. Aun así, de lo poco que sabemos con certeza se puede 
deducir que Popea, en líneas generales, triunfó donde fracasó Agripina, obteniendo una 
posición firme y estable al lado de Nerón en una relación basada eminentemente en el 
amor. Por desgracia, poco sabemos de su influencia en el gobierno imperial, fuera de la 
imagen caricaturizada que ofrecen las fuentes, a causa de su prematura muerte el 65 
d.C. en circunstancias realmente poco claras. En cualquier caso, las muestras de dolor 
de Nerón, rozando la locura, serían claras por lo que respecta a la importancia de esta 
mujer para el emperador. 
 
Octavia: “noble y de probada honestidad” 
El tercer caso de análisis sería el de la primera mujer de Nerón: Octavia, hija de Claudio 
y Mesalina. Casado con ella al cumplir 17 años, debido a la intervención de Agripina y 
con el objetivo de legitimar las aspiraciones al trono de su hijo, la realidad es que nunca 
 
41 Cf. n.39. 
42 Dawson 1969, 254ss. 
fue un matrimonio feliz y, prueba de ello, es que no dio fruto en forma de 
descendientes. 
Encontramos aquí un caso plenamente contrario al de Agripina y Popea, ya que 
Octavia es presentada como el modelo de mujer romana opuesto a las anteriores; por 
tanto, tenemos aquí claramente expuesto el modelo previamente citado de 
contrapuestos: mujer buena/mujer mala, siendo la buena la que se pliega a los designios 
de los hombres y no pretende salir de los límites atribuidos por la sociedad patriarcal 
romana. Así, tanto Suetonio, como Dión Casio o Tácito se aprovechan de su figura para 
contraponerla a las “malvadas y lujuriosas” madre y segunda esposa del emperador y, 
por extensión, a la imagen del propio Nerón. De hecho, fue éste último autor quien le 
atribuyó el epíteto de “noble y de probada honestidad” (Tac. An. 13, 12, 2). 
No pueden existir demasiadas dudas acerca de la falta de cariño entre Nerón y 
Octavia, puesto que es recurrente en los textos cómo Nerón se sintió mucho más atraído 
por otras mujeres como Acte o Popea. Suetonio incluso va más allá, diciendo que se 
planteó varias veces estrangularla, en una probable exageración que permite, de nuevo, 
exacerbar la irracionalidad y tendencia homicida de Nerón frente a la paciencia y 
desamparo de Octavia (Sue. Ner. 35). 
En realidad, poco sabemos de Octavia aparte de pequeños detalles de su vida y su 
relación con Nerón y seguramente el momento mejor conocido sería el de sus últimos 
años de vida, relatados muy escuetamente por Suetonio (Ner. 35) y Dión Casio (62, 13, 
2; 62, 13, 4) y de forma más detallada, cómo no, por Tácito (An. 14, 60ss). Es éste un 
relato muy interesante, puesto que plantea de forma diáfana los estereotipos o roles 
atribuidos a Nerón, Popea y la misma Octavia. Así, en el año 62 d.C. Nerón repudia a 
Octavia acusándola de esterilidad e inmediatamente se casa con Popea. Entonces, su 
nueva esposa, como habíamos visto, empieza a incitar a Nerón para apartar 
definitivamente a Octavia, acusándola falsamente de adulterio. Con todo, la inmaculada 
e intachable conducta de Octavia queda demostrada por la fidelidad absoluta de sus 
esclavos, incluso frente a las torturas de Tigelino: 
 
“Una de ellas, cuando Tigelino la urgía, le contestó que el sexo de Octavia era más casto 
que la boca de él”. 
 
Finalmente, se le acusa y exilia a Campania bajo custodia militar. Pero llegados a este 
punto, Tácito informa de que el pueblo, ante tal injusticia, se quejó abiertamente a 
Nerón, que se vio obligado a hacer retornar a Octavia a la corte. Ante ello, un capítulo 
ciertamente curioso acaece, cuando el mismo pueblo se dirige al Capitolio destruyendo 
las imágenes de Popea y llevando estatuas de Octavia, siendo dispersados por la fuerza. 
En este momento, de nuevo Popea, según Tácito movida porel odio y el miedo, utiliza 
sus artes para convencer a Nerón de destruir definitivamente a su primera esposa. Y 
para hacerlo se utiliza, curiosamente, al mismo verdugo de Agripina, Aniceto, quien es 
acusado de cometer adulterio con Octavia y de haber abortado un hijo.43 Además, se 
añade un componente político a la acusación, ya que Aniceto era el prefecto de la flota 
de Miseno. Todo ello, acabó finalmente con un nuevo exilio de Octavia y, finalmente, 
su ejecución. 
Este último episodio, como decíamos, resulta altamente evocador. Así, parece 
complicado entender el por qué la plebe romana tendría tal implicación sentimental con 
una figura como la de Octavia, la cual se había mantenido en un estricto segundo plano 
a lo largo de todos los años de reinado de Nerón. Incluso no gozaba de unos ascendentes 
especialmente reivindicables de cara al pueblo de Roma, al contrario de Agripina, por 
ejemplo, hija del reverenciado Germánico. Por tanto, no deja de ser curiosa esta 
reacción popular frente al exilio de Octavia y la referencia a los ataques a la imagen de 
Popea (y no, en cambio, a Nerón). De hecho, el relato de Tácito bien podría hacer 
pensar en una revuelta de cierta importancia en la ciudad de Roma contra el gobierno 
neroniano. Quizá, entrando plenamente en el campo de la hipótesis, este levantamiento 
podría tener relación con la oposición política al gobierno de Nerón, que de forma clara 
aparece en los textos clásicos con los casos de Rubelio Plauto, Sila, Pisón o, incluso, en 
la figura de Agripina durante sus últimos años de vida. Por tanto, se podría plantear la 
posibilidad de ciertos movimientos de oposición al emperador, que podrían haber 
utilizado la figura de Octavia como único referente vivo dentro de la familia real 
opuesto a las actuaciones de Nerón. Ello explicaría la hostilidad hacia Popea. En este 
sentido, tampoco se puede descartar la existencia de todos estos problemas y tumultos 
políticos internos sin la participación de ambas mujeres, siendo las dos utilizadas por 
Tácito como forma de contraponer modelos de actuación femenina y, por extensión, 
para difamar el gobierno y las decisiones de Nerón. 
Sea como sea, la imagen de Octavia pasará a la historia como referente de 
sufrimiento, paciencia, recato y estoica resistencia ante las adversidades. En relación 
con ella fue fundamental la imagen aportada por el relato de Tácito y, a la vez, la obra 
Octavia, una fabula praetexta, atribuida de forma incorrecta a Séneca, que relata el 
proceso de divorcio y asesinato de ésta, juntamente al ascenso de Popea.44 De filiación 
claramente antineroriana, supuso poner los fundamentos de esta imagen de oposición 
entre una Octavia resignada e injustamente maltratada, frente a la pareja Nerón – Popea, 
causantes de su desgracia. 
En realidad, esta imagen dista de ser probable y, si nos atenemos al contexto que 
hemos estado relatando, la situación es mucho más lógica y sencilla. Es evidente que 
Nerón necesitaba un heredero para consolidar su situación política y, por tanto, 
necesitaba otra esposa que se lo proporcionase, siendo Popea la elegida. Ante esto, el 
 
43 A pesar de la previa acusación de esterilidad. 
44 Sobre esta obra existe una importante controversia, tanto sobre su autor, como alrededor de su 
cronología que, en cualquier caso, es posterior al año 68 d.C., ya que se hace referencia a la muerte de 
Nerón. Para más detalles, vid. Lucas 1921, 91-93; Barnes 1982, 215-217; Kragelund 1982; Williams 
1994, 178-195; Ferri 2003. 
divorcio de Octavia por causa de esterilidad era una prerrogativa de los hombres en la 
sociedad romana que, en este caso, pasaba a ser básicamente una cuestión de estado.45 
Una vez consumado el divorcio, Octavia pasaba a ser una mujer resentida con el 
emperador, apartada de la corte y aún joven, de tal modo que se convertía en claro 
objeto de deseo de cualquier candidato a apartar a Nerón del trono. Esta idea es 
expresada claramente en el texto de Tácito por boca de Popea: 
 
“En fin, si eso era lo que convenía, era mejor que él llamara de buen grado antes que a la 
fuerza a su señora, o que tuviera cuidado por su seguridad; las primeras revueltas se 
habían apaciguado por el justo castigo y con remedios moderados; pero si perdían la 
esperanza de que Octavia fuera la esposa de Nerón, sus adictos le darían un marido” (Tac. 
An. 14, 61, 4). 
 
Así pues, bajo estas circunstancias y teniendo en cuenta la citada oposición política 
existente contra Nerón, no es ni mucho menos extraña la decisión del emperador de 
poner fin a la vida de su antigua esposa. De este modo y gracias al trato recibido por 
parte de los autores de tradición anti-neroniana, Octavia permanecería en el recuerdo 
como un modelo de matrona romana, destruida por el mal gobierno y la locura de un 
tirano y de la ambición y maldad de la mujer que tenía a su lado46. 
 
Otras mujeres en la corte de Nerón 
Para acabar con este análisis, haremos breve referencia a otras mujeres cuya vida se 
imbrica con el relato del gobierno de Nerón y que, de algún modo, vienen a reafirmar la 
visión del género femenino que hemos ido observando. De este modo, las podemos 
dividir en dos grupos principales: aquellas que serían un ejemplo de mujer romana 
prototípica y aquellas que, en cambio, se acercarían más al modelo nefasto de Agripina 
o Popea. 
Empezando por estas últimas, ya hemos hablado de Locusta, mujer peligrosa de 
trágica reputación vinculada a los asesinatos de Claudio y Británico y que representaría 
el estereotipo de mujer libre y autónoma, amenaza de los hombres mediante el uso de 
armas propiamente femeninas como el veneno, administradas a escondidas, mediante 
artimañas y engaños y ofrecedoras de una muerte indigna y sin honor. Dentro de este 
grupo, quizá la más importante es la liberta Acte, de quien ya hemos comentado que 
Nerón se enamoró y provocó un primer alejamiento con Agripina. Tácito la define como 
una “mujerzuela” que tenía como función saciar los apetitos de Nerón (An. 12, 12). 
También podemos hablar de Domicia Lépida, tía de Nerón que se enfrentó con Agripina 
por obtener la atención de éste e influirle. Tácito la describe de forma similar a la madre 
de Nerón: “impúdicas, infames y violentas, rivalizaban en vicios no menos que en las 
 
45 Ferri 2003, 4. 
46 En este sentido, no podemos evitar ver ciertos paralelismos con otra Octavia de la dinastía julio-
claudia: la hermana de Augusto, ejemplo de resignación y de fidelidad a su esposo Marco Antonio, 
seducido y apartado del camino correcto por otra mujer malvada y de moral y costumbres disipadas como 
sería Cleopatra. 
prosperidades recibidas de la fortuna” (An. 12, 64, 2-3). Finalmente fue acusada de 
conspiración y ejecutada. Otro caso interesante, si bien no situado en la corte, sería el de 
Boudicca, líder una importante revuelta en territorio británico por parte de los icenos, el 
año 61 d.C. (Tac. An. 29ss). Esta es presentada con una “inteligencia superior a la de las 
mujeres” y, por tanto, como un peligro doble, oponiendo barbarie a civilización y 
mujeres a hombres. De nuevo, volvemos al lugar común de una mujer con iniciativa que 
se otorga tareas en principio exclusivas de los hombres. Obviamente, la situación vuelve 
a la normalidad tras su derrota y, como no podía ser de otra manera, Boudicca se suicida 
mediante el uso de veneno. Finalmente, también podemos hacer referencia a Satria 
Gala, mujer de Pisón, definida por Tácito como “mujer degenerada y recomendable 
solamente por su hermosura” (An. 15, 59, 5). 
En el grupo de mujeres que actuarían como modelos de lo que debía ser una 
matrona romana, podemos hablar de Antonia, hija de Claudio a la que Nerón hace matar 
por negarse a contraer matrimonio con él (Sue.Ner.35.4). Del mismo modo podemos 
hablar de Domicia,tía de Nerón ya de avanzada edad a la que el emperador asesina para 
obtener su patrimonio (C.D. 62, 17). Suetonio también atribuye a Nerón la violación de 
la virgen vestal Rubria, considerado éste como uno de los peores crímenes que podía 
llevar a cabo un romano (Ner. 28). Finalmente, podemos hablar de un grupo de mujeres 
que son alabadas por Tácito por su resistencia ante la tortura y por su fidelidad ejemplar 
a sus maridos, como los casos de la liberta Epícoris, Paulina, mujer de Séneca, o la hija 
de Barea Sorano y la mujer de Trasea. 
Ya para acabar tenemos otros casos como el de Estatilia Mesalina, según 
Suetonio, la tercera mujer de Nerón tras la muerte de Popea y de la que prácticamente 
no sabemos nada (Ner. 35, 1). Por otro lado, podemos hablar de las referencias en las 
que se alude a las relaciones homosexuales de Nerón, con los casos de los libertos 
Pitágoras y Doríforo (Sue. Ner. 29). En el primer caso, incluso Tácito informa de que se 
llegó a casar con él (An. 15, 37). Pero seguramente el ejemplo más llamativo sería el de 
Esporos, liberto que tenía una gran semejanza con Popea y que, tras la muerte de ésta, 
fue castrado y convertido en la pareja del emperador, llegando a casarse y a tratarlo 
como si de su consorte imperial se tratara (Sue. Ner. 28, 1-2; C.D. 62, 28, 3). Pero lo 
más curioso es que, en el momento de su muerte, parece que Esporos sería de los pocos 
que quedarían al lado de Nerón hasta el momento final (Sue. Ner. 48, 1). En general, 
estos últimos casos se vincularían con un hecho común entre estos autores, que sería el 
intento de feminizar a Nerón con el objetivo de ridiculizarlo y desprestigiarlo. Así, por 
ejemplo, Suetonio habla de la costumbre de Nerón de chillar imitando a mujeres que 
estaban siendo violadas (Ner. 29). O también Dión Casio, quien pone en boca de 
Boudicca un discurso en el cual trata a Nerón de mujer por su pasión por el canto y la 
música y su costumbre de embellecer y adornar su cuerpo, refiriéndose directamente a 
él como “Domicia Nerona” (C.D. 62, 6-7). 
 
Conclusiones: Nerón y las mujeres, un sesgo doble 
Para concluir con este artículo, vamos a intentar hacer una breve recopilación de los 
datos analizados hasta este punto. Así, hemos podido comprobar como las fuentes 
escritas vinculan de forma inextricable al emperador Nerón con un conjunto de figuras 
femeninas que resultan fundamentales para comprender la evolución de su gobierno. 
Esta situación responde, por un lado, al contexto general de la situación de la mujer en 
Roma. Una situación que, desde los dos últimos siglos de la República, había variado, 
avanzando hacia lo que se ha denominado una “emancipación” de la mujer romana. En 
realidad, hemos comprobado que dicha emancipación es muy relativa, puesto que sólo 
afectó a las mujeres de clase alta y, a la vez, en ningún caso supuso una liberación 
definitiva de las ataduras y restricciones que imponía una sociedad marcadamente 
patriarcal como la romana. Aun así, sí que ciertos aspectos como la extensión del 
matrimonio sine manu, la generalización del divorcio libre, la posibilidad de disponer y 
gestionar patrimonio propio o la relajación de la tutela masculina, permitieron el 
surgimiento de un conjunto de mujeres que pudieron disponer de cierta libertad de 
actuación e autonomía de iniciativa, inmiscuyéndose en una esfera pública 
tradicionalmente sólo asociada al hombre. 
Obviamente, esta situación no fue bien recibida por el sector masculino de la 
sociedad y esto también explica, por otro lado, el porqué de la importancia de las figuras 
femeninas en la historia del gobierno de Nerón, ya que dentro de un relato hecho 
eminentemente por autores contrarios al emperador julio-claudio, las mujeres fueron 
usadas como arma arrojadiza para atacar, desprestigiar y ridiculizar la figura de Nerón y 
su acciones de gobierno. 
En este contexto, la lectura entre líneas de textos de autores como Tácito, 
Suetonio o Dión Casio, permite identificar las características de un conjunto de mujeres 
remarcables. La más destacada de ellas, sin duda, Agripina la Menor, hermana de 
Calígula, esposa de Claudio y madre de Nerón. Estamos ante una de las mujeres más 
poderosas del Imperio y, probablemente, con la mujer que más cerca estuvo de ejercer 
un poder real y directo sobre el gobierno de Roma. A pesar de su caracterización como 
paradigma de la lascivia, la ambición o la avaricia, los detalles extraídos de las fuentes 
muestran a una mujer altamente capaz, inteligente y con gran habilidad y perspicacia 
política. Tal como considera M.E. Torrego, probablemente se trata, de entre todos los 
descendientes de Augusto, una vez muerto Germánico, de la política más capaz47. 
Un caso similar sería el de Sabina Popea, estereotipada como mujer de 
inteligencia peligrosa, gran belleza y ambición desmesurada. Parecería que las fuentes 
escritas clásicas la utilizan como recurso recurrente para justificar actuaciones 
consideradas indignas de Nerón, como el asesinato de Agripina o el repudio y asesinato 
de Octavia. En realidad, autores como Tácito o Suetonio identifican a Popea como el 
único y verdadero amor de Nerón, convirtiéndose a la vez en esposa y aliada para 
 
47 Torrego Salcedo 2004, 203. 
consolidar su posición y darle un heredero. Contrapuesta a estas dos figuras, tendríamos 
a Octavia, primera esposa de Nerón. En este caso, su imagen es presentada como 
paradigma de la buena matrona romana y su ostracismo, exilio y asesinato sirven para 
mostrar el alejamiento de Nerón de los ideales no sólo del buen gobernador, sino que, 
de forma más general, del romano ideal. 
Por tanto, entendemos que la imagen que se ofrece de estas tres mujeres (y de 
otras que hemos repasado) sirve como alegato, por un lado, para atacar a Nerón y su 
gobierno de forma despiadada y, por otro, para criticar la moral y costumbres de la 
sociedad romana del Principado, caracterizada como depravada y alejada del mos 
maiorum tradicional romano, teniendo como causa primordial esta paulatina 
emancipación del género femenino. De este modo, en ningún caso podemos basar el 
análisis de la figura femenina en relación con los textos de Tácito, Suetonio y Dión 
Casio, sino que debemos intentar más allá. Así, creemos evidente que, a nivel general, 
lo que reflejan estos textos serían las normales luchas intestinas de poder dentro del 
palacio imperial y de la dinastía julio-claudia, en un momento en el cual aún no se han 
instaurado de forma clara y definitiva las normas de sucesión hereditaria del Principado. 
La cuestión chocante para los autores clásicos sería, más bien, el hecho de que dentro de 
estas luchas aparecieran mujeres como Agripina o Popea, capaces de influenciar a los 
gobernantes e, incluso, ejercer de forma directa el poder real. Es por ello que dichos 
autores transmutan esta situación mediante la folclorización y estereotipación de estas 
mujeres, convirtiéndolas en simples esclavas de sus ambiciones y deseos en lugar de 
actores políticos de primer orden. Todo ello, acompañado de una destrucción de la 
figura de Nerón, el cuál es ridiculizado y minimizado como gobernante y persona de la 
forma más cruel y humillante que podía engendrar la sociedad romana: mediante su 
sometimiento a las mujeres y, de forma más personal, a través de su propia 
feminización. 
 
 
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