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Comércio e Religião na Literatura

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El amante liberal se vincula con El mercader de Venecia por su representación fiel 
de la situación precaria de comerciantes judíos en la economía dinámica me-
diterránea a finales del siglo xvi y comienzos del xvii. Aunque los mercaderes 
judíos desempeñan papeles variados en estas dos obras, se plasma de manera 
verosímil su realidad de no ser solo una pieza más en el engranaje del organismo 
que es el intercambio de personas y mercancía, sino un puente imprescindible 
entre el mundo musulmán y el cristiano. Su éxito depende de su capacidad de 
navegar entre varias normas culturales y costumbres de las diversas sociedades 
en las que viven y comercian (Adelman y Aron 2001:6). Como se verá más ade-
lante, el judío anónimo en El amante liberal hace precisamente eso, contando 
con la residencia en Chipre, la cual se convierte en un tipo de mercado de ven-
dedores por la presencia de dos bajás y una Leonisa vestida de musulmana. Este 
judío se aprovecha de su estatus como intermediario y tiene éxito en su empeño, 
mientras que Shylock, cuyo capital es imprescindible para que Bassanio pueda 
cortejar a Portia (resaltando cuán necesario para los cristianos es el dinero que 
prestan los judíos), fracasa por su mala interpretación de la sociedad que lo 
rodea y por su deseo de ganar algo más allá del dinero.
Antes de seguir analizando a estos personajes literarios, cabe resaltar varias 
peculiaridades del mercado mediterráneo de aquella época. Pese a las grandes 
diferencias aparentes provocadas por la religión, según Carroll B. Johnson todos 
¿Una economía de la religión 
o una religión de la economía?: 
las estrategias de negocios 
de los mercaderes judíos de 
Cervantes y Shakespeare
Michael Gordon 
University of Wisconsin
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michael gordon¿una economía de la religión o una religión de la economía?...
participan en la misma economía, comportándose de una manera parecida para 
maximizar sus beneficios económicos (Johnson 2000:142). Hay que destacar su 
referencia a las motivaciones financieras porque esa esperanza de ganancias hace 
borrosa e insignificante la línea entre un correligionario y un infiel, lo cual se ve 
claramente en las dos obras que se estudiarán en seguida. En un mercado domi-
nado por cristianos y musulmanes, los judíos pueden conectar los dos mundos 
por ser a la vez neutrales, dignos de confianza (por no ser el otro) y de poca con-
fianza (por ser judíos) (Braudel 1992:22). De nuevo, se destacan los mercaderes 
que sirven como puente entre la esfera europea cristiana y la otomana musul-
mana. La nueva adición a (o mejor dicho, revisión de) la economía mediterránea 
por parte de los musulmanes y cristianos en el siglo xvi es el corso. El intercambio 
de seres humanos no es nada nuevo en aquella parte del mundo pero el corso 
desempeña un papel cada vez más destacado a lo largo de ese siglo (Manca 1982). 
Apoyándose en Fernand Braudel, Johnson hace hincapié en la comodifica-
ción de seres humanos, su importancia en la trama de El amante liberal y en 
el hecho de que dos de las tres grandes religiones monoteístas en esa región 
(no menciona a los judíos) son responsables por su omnipresencia (Braudel 
1976:867). En cuanto a El amante liberal, Johnson es de la opinión (y yo estoy 
de acuerdo) de que la novela de Cervantes no debe ser considerada solo una 
obra de pura invención, sino también una historia bastante verosímil (John-
son 2000:152). El mundo cervantino, sin embargo, no es el único espacio li-
terario que se aferra a la verosimilitud en cuanto al mercado. Las relaciones 
personales que se resaltan tanto en El mercader de Venecia reflejan fielmente 
cómo funciona el capitalismo de la Serenissima Repubblica de aquella época; 
Shylock, por ejemplo, decide comerciar con Antonio por la reputación de este 
(El mercader de Venecia, 1, 3, vv. 12-13).1 Es más, la difusión de información 
entre mercaderes en cuanto a los negocios de todos es corriente, y es verosímil 
que Shylock se mantenga al tanto, conociendo bien los asuntos de Antonio 
y haciendo referencia a ellos porque sirven de garantía de su préstamo (MV, 
1, 3, vv. 14-16; 1, 3, v. 20). Es preciso recordar también que en aquel entonces, 
los judíos, aunque la mayoría no son ciudadanos, tienen derechos en Venecia 
y por eso, los contratos firmados con cristianos allí son legalmente válidos y 
tienen que ser cumplidos (MV, 4, 1, vv. 225-227).
Además, se subraya verosímilmente dentro del texto de El mercader de Vene-
cia el problema de no querer pero a la vez necesitar de los judíos que muchas 
potencias tienen que resolver, y que tanto el judío Shylock como el cristiano 
1 A lo largo de este trabajo El mercader de 
Venecia se citará como MV.
comunicaciones | novelas ejemplares
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comentarios a cervantes
Antonio reconocen. Ese hace referencia a su sufrimiento por ser judío pero se-
ñala al final que su presencia es imprescindible (MV, 1, 3, vv. 100-105). La réplica 
de Antonio es reveladora también porque admite su dependencia financiera del 
judío pero al mismo tiempo promete injuriarle en algún futuro (MV, 1, 3, vv. 
121-128). No obstante este intercambio salpicado de insultos religiosos y reco-
nocimientos de enemistad, Antonio decide comerciar con Shylock, firmando 
un acuerdo económico. Y será precisamente este contrato (o mejor dicho, el 
incumplimiento de él) lo que sirve como base del clímax de esta obra teatral.
Al enterarse de que Antonio no puede pagar los tres mil ducados, Shylock 
acude a la justicia veneciana para que le hagan respetar las condiciones del 
contrato. De manera creíble, Shylock razona en varias ocasiones (hasta al 
propio Duque) que el contrato es la fundación de la prosperidad de la Vene-
cia mercantil y que hay que seguir la ley (MV, 4, 1, v. 89; 4, 1, vv. 99-103; 4, 1, v. 
142; 4, 1, vv. 201-202). Antonio también reconoce, a pesar de haber firmado un 
contrato con un judío cuyas intenciones no le parecen nobles, que su destino 
ya está determinado (MV, 4, 1, vv. 7-13). Portia, vestida de doctor en derecho 
e irónicamente la causa por la cual ha sido necesario el préstamo, pronuncia 
algunos discursos que reafirman los derechos de los judíos en Venecia antes 
de finalmente resolver el caso en contra de Shylock. Haciéndose eco del mer-
cader judío, Portia argumenta que el futuro éxito de Venecia depende de su 
cumplimiento de contratos (MV, 4, 1, vv. 213-217). Es de notar que ella reafirma 
los derechos de Shylock, un judío que no es ciudadano, de acudir a las cortes 
bajo las leyes venecianas (MV, 4, 1, vv. 172-175).
Lo curioso del caso de Shylock, sobre todo cuando se compara con el del 
judío anónimo en El amante liberal, es cómo no sale victorioso en su pleito si 
tiene el derecho de recurrir a la justicia y si hay que cumplir los términos del 
contrato. Aunque el nombre Shylock ha llegado a ser sinónimo de la codicia 
judía es precisamente su falta de avaricia económica la que provoca su caída. 
Los agravios que Shylock ha sufrido le empujan a vengarse de Antonio con 
fines personales y no monetarios. Es decir, es ese deseo de desquitarse de los 
cristianos lo que ofusca su capacidad de aprovecharse económicamente de 
una situación en la cual tiene la ventaja. Bassanio ofrece a Shylock primero 
seis mil ducados (el doble del préstamo), una oferta que rechaza este, y luego 
una cantidad de treinta mil ducados que Portia declara que, como juez, no 
puede permitir porque va en contra de las leyes venecianas (MV, 4, 1, v. 84; 4, 
1, v. 206). Sin embargo, Portia ruega un poco después al mercader judío que 
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michael gordon¿una economía de la religión o una religión de la economía?...
este tome tres veces el valor del préstamo original y que no siga adelante con 
su pleito. Pero Shylock está en sus trece y niega también esa última oferta (MV, 
4, 1, v. 229; 4, 1, vv. 235-237). Este comportamiento de Shylock que perjudica 
sus propios intereses económicos contrasta marcadamente con la decisión 
del judío en El amante liberal de vender a Leonisa cuanto antes no solopara 
recuperar su inversión original sino para obtener beneficios.
Al final Shylock se olvida de su situación precaria como judío y subestima 
la capacidad de la mayoría cristiana de sacar provecho de él en este pleito. De 
hecho, los cristianos (pero principalmente Portia) examinan con más cuidado 
las condiciones del contrato y encuentran una fisura legal que les permite cas-
tigar al comerciante. Shylock quiere interpretar el contrato al pie de la letra 
pero son los cristianos quienes lo interpretan mejor (MV, 4, 1, vv. 252-257).2 
Si Antonio pierde una gota de sangre, argumenta Portia, Shylock no cumple 
el contrato porque estipula solo una libra de carne y nada más (MV, 4, 1, vv. 
319-327). Asimismo, si se derrama una sola gota de sangre cristiana, según las 
leyes venecianas, Shylock como no ciudadano puede ser castigado aun más 
severamente y solo perdonado por el Duque (MV, 4, 1, vv. 342-358). Shylock se 
da cuenta de que está entre la espada y la pared, y trata de anular el contrato 
porque no le queda ningún otro remedio legal (MV, 4, 1, v. 331; 4, 1, v. 341). Sin 
embargo, es demasiado tarde en cuanto al contrato porque el judío ya no tiene 
escapatoria, sobre todo porque ha insistido tanto en el cumplimiento de un 
contrato vinculante, y pierde al final no solo todos sus bienes sino su propia 
religión porque le convertirán forzosamente al cristianismo (MV, 4, 1, vv. 369-
372; 4, 1, v. 382).3 Cabe reiterar que Shylock tiene un par de oportunidades de 
sacar provecho económicamente de sus vecinos cristianos y seguir viviendo 
como judío pero interpreta mal su situación precaria como minoría y deja 
que una venganza personal ofusque su visión para los negocios.
En cambio, este tipo de fracaso total en el campo económico no le sucede 
al personaje judío en El amante liberal porque este mercader entiende mejor el 
sistema en que vive y reconoce el papel que desempeña (y debe desempeñar) 
como intermediario. Es más, después de que Leonisa le rechace rotundamente, 
la ganancia financiera se convierte en su único objetivo en cuanto a ella. Es ver-
dad que el judío la compra con la intención de gozarla pero, y cito a Leonisa, 
«viéndose, pues, desesperado de alcanzarlos, determinó de deshacerse de mí en 
la primera ocasión que se le ofreciere» (El amante liberal, p. 172).4 El cervantista 
Johnson expone en detalle cómo la Teoría económica marginal se aplica a la obra 
2 Shylock aun niega la petición de Portia 
de pagar un cirujano para que este pare la 
pérdida de sangre de Antonio porque no está 
en el contrato (MV, 4, 1, vv. 252-257).
3 Pierde también a su hija, quien renuncia 
a su judaísmo y quien se casa con un 
cristiano.
4 Si Leonisa tiene razón al observar que el 
judío es un «riquísimo mercader» se puede 
suponer que es un comerciante diestro y que 
ya ha tenido mucho éxito en su oficio. A lo 
largo de este trabajo El amante liberal se citará 
como AL. 
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comentarios a cervantes
en general y a Leonisa específicamente (Goux 1990:202). Todos los personajes en 
El amante liberal, menos el judío, llevan a la práctica esta teoría, la cual vincula 
el valor monetario y el deseo, y tratan a Leonisa como mercancía sexual pero 
sin el fin de sacar ningún provecho económico de ella. Yzuf, por ejemplo, está 
enamorado de Leonisa y piensa gozarla, pidiendo un rescate astronómico de 
seis mil escudos por ella porque sabe que ninguno lo pagaría (AL, p. 148).5
Es interesante notar cómo la mercancía humana, Ricardo y Leonisa, inter-
pretan mal cómo funciona la economía mediterránea del corso y rescate, so-
breestimando y subestimando sus propios valores en varias ocasiones e incluso 
al mismo tiempo. Ricardo está dispuesto, al comienzo de su empeño de rescatar 
a Leonisa, a pagar el valor de su hacienda (es decir, treinta mil escudos) por ella, 
llevando a la práctica inconscientemente la teoría ya citada y sobreestimando el 
valor económico de su amada (desde un punto de vista estrictamente utilitario) 
(AL, p. 147).6 Pero inmediatamente después comenta que los seis mil escudos 
que pide Yzuf es una «gran suma» aunque es un quinto de lo que ya ha estado 
dispuesto a pagar (AL, p. 147).7 Leonisa, por su parte, da cuenta a Ricardo de que 
los mil escudos que ha pagado el judío son «precio excesivo, si no le hiciera liberal 
el amor que el judío me descubrió» (AL, p. 172). Este comentario es revelador por 
dos razones. Primero, Leonisa señala que no vale los mil escudos, efectivamente 
devaluándose aun más de lo que ya han hecho los otros y diciendo sin querer a 
Ricardo que su oferta inicial de treinta mil escudos ha sido absurda. Segundo, 
Leonisa halla repulsivos los deseos y las insinuaciones sexuales del judío y por 
eso, el precio ha dejado de ser excesivo por lo que ha tenido que aguantar. 
Tanto Ricardo como Leonisa no se saben valorar de manera consistente a 
sí mismos pero el judío sí sabe aprovecharse económicamente, y llega a ser el 
personaje que obtiene más beneficios en cuanto al dinero en toda la novela.8 
Esta visión para los negocios no solo distingue al judío de los otros personajes 
sino que establece cómo se comporta de manera distinta a la de su correli-
gionario Shylock, quien deja que sus deseos impidan su ganancia económica 
(AL, p. 158).9 Las acciones de este anónimo judío reflejan fielmente cómo él 
y sus correligionarios que se dedican al comercio pueden sobrevivir como 
judíos y aprovecharse del sistema ya establecido en el Mediterráneo hacia el 
final del siglo xvi. Quiere vender a Leonisa cuanto antes, por ejemplo, porque 
si no puede gozarla al menos puede recuperar su inversión original (y tal vez 
beneficiarse financieramente como es su trabajo). Leonisa cuenta cómo con 
astucia el judío decide traerla a Chipre: 
5 Tal vez jugando con su propio valor, 
Cervantes otorga a Leonisa, un personaje 
ficticio, un precio que vale más de diez veces 
el suyo (nuestro autor fue rescatado por 500 
escudos).
6 No se descubre hasta el final de la novela 
que Ricardo valora su hacienda en 30000 
escudos.
7 Es difícil concluir si en este comentario 
Ricardo sobreestima o subestima a Leonisa 
porque, en efecto, se contradice.
8 Una posible excepción sería los corsarios 
naúfragos turcos que venden a Leonisa al 
judío (Johnson 2000:146). Unas páginas 
después, Johnson reitera ese sentimiento: 
«The Jewish merchant (...) has sense enough 
to distinguish between desire- and exchange-
value» (Johnson 2000:152).
9 En cuanto a la verosimilitud del judío 
anónimo en El amante liberal, se puede 
decir que su representación es bastante 
fidedigna. Aunque el narrador se refiere una 
vez al mercader como «el codicioso judío» 
tampoco es muy llamativo por ser el único 
vituperio estereotípico en todo el texto. 
Además, puede ser descartado como mero 
gesto para congraciarse con los lectores 
católicos españoles que hace más de un 
siglo viven sin la presencia oficial de judíos. 
Es curioso notar también que el narrador, 
en su primera mención del judío y antes 
de tacharle de codicioso, le alaba como 
«venerable» (AL, p. 157).
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michael gordon¿una economía de la religión o una religión de la economía?...
Sabiendo que los dos bajaes Alí y Hazán estaban en aquesta isla, donde podía 
vender su mercaduría tan bien como en Xío (...) se vino aquí con intención de 
venderme a alguno de los dos bajaes, y por eso me vistió de la manera que ahora 
me ves, por aficionarles la voluntad a que me comprasen (AL, p. 172). 
Cabe resaltar dos aspectos de esta cita de Leonisa porque tienen que ver con 
la visión para los negocios que tiene el judío. En primer lugar, se aprovecha de 
la residencia en Chipre porque entiende que dos bajás significan un cierto tipo 
de mercado de vendedores, lo cual le garantiza un buen precio. Se puede con-
siderar la residencia una práctica común en aquella época y por eso, el judío 
no trata de cambiar un mundo que ya tiene sus normas sino que solo busca 
ventajas económicas al crear una puja cuyo enfoque es su mercancía(en este 
caso, Leonisa). En segundo lugar, viste a la cristiana Leonisa en ropa berberisca, 
efectivamente convirtiéndola en una mercancía más atractiva conforme a los 
gustos musulmanes. La artimaña del judío tiene éxito y cada bajá, pensando en 
regalar a Leonisa al Gran Sultán para congraciarse con su soberano, va aumen-
tando su oferta (AL, p. 160).10 Finalmente, el hecho de que el judío se halla con 
mercancías y cautivos en el Mediterráneo, en camino al Levante y parando en 
el puesto fronterizo de Chipre, ayuda a comprobar lo que se sabe de la nueva 
economía nacida de una combinación de esos dos géneros de mercadurías que 
surge entre la Europa cristiana y el África musulmana en aquella época.
En resumen, lo que entiende el mercader anónimo en El amante liberal, y 
lo que no entiende Shylock, es el propósito del comerciante judío y el papel 
que debe desempeñar en el mercado mediterráneo dominado por cristianos 
y musulmanes. Ese busca solo las ganancias financieras (con la excepción de 
un breve coqueteo, literalmente, con Leonisa y el mundo sexual) mientras 
que para Shylock es precisamente el deseo de venganza personal y la falta de 
codicia económica lo que ofusca su proceso de toma de decisiones. Por un 
lado, Shylock es un negociante que se extralimita cuando trata de deshacer un 
agravio, el cual realmente ha sido perpetrado contra todo su pueblo, en vez 
de sobrevivir como judío en un mundo de cristianos. Este rechazo de Shylock 
del dinero ofrecido por los cristianos —hasta diez veces más de su inversión 
original— subraya su falta de entendimiento de su papel como minoría y 
comerciante, y provoca al final su caída. Por otro lado, el mercader judío en 
El amante liberal solo quiere aprovecharse económicamente del sistema sin 
buscar su inversión y como resultado, puede seguir siendo judío. 
10 De hecho, vende el susodicho vestido 
por mil escudos, lo cual provoca la siguiente 
reacción del narrador: «Les pareció a todos 
que el judío anduvo corto en el precio que 
pidió por el vestido» (AL, p. 160). Es de notar 
que el precio del vestido es igual al precio que 
ha pagado el judío por Leonisa (mil escudos) 
y una mitad del precio que han pagado los 
bajás por ella (otra vez el propio Cervantes 
tal vez juegue con su propio valor, declarando 
que un vestido ficticio vale el doble del rescate 
pagado por él). Al final, el judío obtiene 
beneficios de 2000 escudos por la venta de 
Leonisa y su vestido. 
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