Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
906 El amante liberal se vincula con El mercader de Venecia por su representación fiel de la situación precaria de comerciantes judíos en la economía dinámica me- diterránea a finales del siglo xvi y comienzos del xvii. Aunque los mercaderes judíos desempeñan papeles variados en estas dos obras, se plasma de manera verosímil su realidad de no ser solo una pieza más en el engranaje del organismo que es el intercambio de personas y mercancía, sino un puente imprescindible entre el mundo musulmán y el cristiano. Su éxito depende de su capacidad de navegar entre varias normas culturales y costumbres de las diversas sociedades en las que viven y comercian (Adelman y Aron 2001:6). Como se verá más ade- lante, el judío anónimo en El amante liberal hace precisamente eso, contando con la residencia en Chipre, la cual se convierte en un tipo de mercado de ven- dedores por la presencia de dos bajás y una Leonisa vestida de musulmana. Este judío se aprovecha de su estatus como intermediario y tiene éxito en su empeño, mientras que Shylock, cuyo capital es imprescindible para que Bassanio pueda cortejar a Portia (resaltando cuán necesario para los cristianos es el dinero que prestan los judíos), fracasa por su mala interpretación de la sociedad que lo rodea y por su deseo de ganar algo más allá del dinero. Antes de seguir analizando a estos personajes literarios, cabe resaltar varias peculiaridades del mercado mediterráneo de aquella época. Pese a las grandes diferencias aparentes provocadas por la religión, según Carroll B. Johnson todos ¿Una economía de la religión o una religión de la economía?: las estrategias de negocios de los mercaderes judíos de Cervantes y Shakespeare Michael Gordon University of Wisconsin 907 michael gordon¿una economía de la religión o una religión de la economía?... participan en la misma economía, comportándose de una manera parecida para maximizar sus beneficios económicos (Johnson 2000:142). Hay que destacar su referencia a las motivaciones financieras porque esa esperanza de ganancias hace borrosa e insignificante la línea entre un correligionario y un infiel, lo cual se ve claramente en las dos obras que se estudiarán en seguida. En un mercado domi- nado por cristianos y musulmanes, los judíos pueden conectar los dos mundos por ser a la vez neutrales, dignos de confianza (por no ser el otro) y de poca con- fianza (por ser judíos) (Braudel 1992:22). De nuevo, se destacan los mercaderes que sirven como puente entre la esfera europea cristiana y la otomana musul- mana. La nueva adición a (o mejor dicho, revisión de) la economía mediterránea por parte de los musulmanes y cristianos en el siglo xvi es el corso. El intercambio de seres humanos no es nada nuevo en aquella parte del mundo pero el corso desempeña un papel cada vez más destacado a lo largo de ese siglo (Manca 1982). Apoyándose en Fernand Braudel, Johnson hace hincapié en la comodifica- ción de seres humanos, su importancia en la trama de El amante liberal y en el hecho de que dos de las tres grandes religiones monoteístas en esa región (no menciona a los judíos) son responsables por su omnipresencia (Braudel 1976:867). En cuanto a El amante liberal, Johnson es de la opinión (y yo estoy de acuerdo) de que la novela de Cervantes no debe ser considerada solo una obra de pura invención, sino también una historia bastante verosímil (John- son 2000:152). El mundo cervantino, sin embargo, no es el único espacio li- terario que se aferra a la verosimilitud en cuanto al mercado. Las relaciones personales que se resaltan tanto en El mercader de Venecia reflejan fielmente cómo funciona el capitalismo de la Serenissima Repubblica de aquella época; Shylock, por ejemplo, decide comerciar con Antonio por la reputación de este (El mercader de Venecia, 1, 3, vv. 12-13).1 Es más, la difusión de información entre mercaderes en cuanto a los negocios de todos es corriente, y es verosímil que Shylock se mantenga al tanto, conociendo bien los asuntos de Antonio y haciendo referencia a ellos porque sirven de garantía de su préstamo (MV, 1, 3, vv. 14-16; 1, 3, v. 20). Es preciso recordar también que en aquel entonces, los judíos, aunque la mayoría no son ciudadanos, tienen derechos en Venecia y por eso, los contratos firmados con cristianos allí son legalmente válidos y tienen que ser cumplidos (MV, 4, 1, vv. 225-227). Además, se subraya verosímilmente dentro del texto de El mercader de Vene- cia el problema de no querer pero a la vez necesitar de los judíos que muchas potencias tienen que resolver, y que tanto el judío Shylock como el cristiano 1 A lo largo de este trabajo El mercader de Venecia se citará como MV. comunicaciones | novelas ejemplares 908 comentarios a cervantes Antonio reconocen. Ese hace referencia a su sufrimiento por ser judío pero se- ñala al final que su presencia es imprescindible (MV, 1, 3, vv. 100-105). La réplica de Antonio es reveladora también porque admite su dependencia financiera del judío pero al mismo tiempo promete injuriarle en algún futuro (MV, 1, 3, vv. 121-128). No obstante este intercambio salpicado de insultos religiosos y reco- nocimientos de enemistad, Antonio decide comerciar con Shylock, firmando un acuerdo económico. Y será precisamente este contrato (o mejor dicho, el incumplimiento de él) lo que sirve como base del clímax de esta obra teatral. Al enterarse de que Antonio no puede pagar los tres mil ducados, Shylock acude a la justicia veneciana para que le hagan respetar las condiciones del contrato. De manera creíble, Shylock razona en varias ocasiones (hasta al propio Duque) que el contrato es la fundación de la prosperidad de la Vene- cia mercantil y que hay que seguir la ley (MV, 4, 1, v. 89; 4, 1, vv. 99-103; 4, 1, v. 142; 4, 1, vv. 201-202). Antonio también reconoce, a pesar de haber firmado un contrato con un judío cuyas intenciones no le parecen nobles, que su destino ya está determinado (MV, 4, 1, vv. 7-13). Portia, vestida de doctor en derecho e irónicamente la causa por la cual ha sido necesario el préstamo, pronuncia algunos discursos que reafirman los derechos de los judíos en Venecia antes de finalmente resolver el caso en contra de Shylock. Haciéndose eco del mer- cader judío, Portia argumenta que el futuro éxito de Venecia depende de su cumplimiento de contratos (MV, 4, 1, vv. 213-217). Es de notar que ella reafirma los derechos de Shylock, un judío que no es ciudadano, de acudir a las cortes bajo las leyes venecianas (MV, 4, 1, vv. 172-175). Lo curioso del caso de Shylock, sobre todo cuando se compara con el del judío anónimo en El amante liberal, es cómo no sale victorioso en su pleito si tiene el derecho de recurrir a la justicia y si hay que cumplir los términos del contrato. Aunque el nombre Shylock ha llegado a ser sinónimo de la codicia judía es precisamente su falta de avaricia económica la que provoca su caída. Los agravios que Shylock ha sufrido le empujan a vengarse de Antonio con fines personales y no monetarios. Es decir, es ese deseo de desquitarse de los cristianos lo que ofusca su capacidad de aprovecharse económicamente de una situación en la cual tiene la ventaja. Bassanio ofrece a Shylock primero seis mil ducados (el doble del préstamo), una oferta que rechaza este, y luego una cantidad de treinta mil ducados que Portia declara que, como juez, no puede permitir porque va en contra de las leyes venecianas (MV, 4, 1, v. 84; 4, 1, v. 206). Sin embargo, Portia ruega un poco después al mercader judío que 909 michael gordon¿una economía de la religión o una religión de la economía?... este tome tres veces el valor del préstamo original y que no siga adelante con su pleito. Pero Shylock está en sus trece y niega también esa última oferta (MV, 4, 1, v. 229; 4, 1, vv. 235-237). Este comportamiento de Shylock que perjudica sus propios intereses económicos contrasta marcadamente con la decisión del judío en El amante liberal de vender a Leonisa cuanto antes no solopara recuperar su inversión original sino para obtener beneficios. Al final Shylock se olvida de su situación precaria como judío y subestima la capacidad de la mayoría cristiana de sacar provecho de él en este pleito. De hecho, los cristianos (pero principalmente Portia) examinan con más cuidado las condiciones del contrato y encuentran una fisura legal que les permite cas- tigar al comerciante. Shylock quiere interpretar el contrato al pie de la letra pero son los cristianos quienes lo interpretan mejor (MV, 4, 1, vv. 252-257).2 Si Antonio pierde una gota de sangre, argumenta Portia, Shylock no cumple el contrato porque estipula solo una libra de carne y nada más (MV, 4, 1, vv. 319-327). Asimismo, si se derrama una sola gota de sangre cristiana, según las leyes venecianas, Shylock como no ciudadano puede ser castigado aun más severamente y solo perdonado por el Duque (MV, 4, 1, vv. 342-358). Shylock se da cuenta de que está entre la espada y la pared, y trata de anular el contrato porque no le queda ningún otro remedio legal (MV, 4, 1, v. 331; 4, 1, v. 341). Sin embargo, es demasiado tarde en cuanto al contrato porque el judío ya no tiene escapatoria, sobre todo porque ha insistido tanto en el cumplimiento de un contrato vinculante, y pierde al final no solo todos sus bienes sino su propia religión porque le convertirán forzosamente al cristianismo (MV, 4, 1, vv. 369- 372; 4, 1, v. 382).3 Cabe reiterar que Shylock tiene un par de oportunidades de sacar provecho económicamente de sus vecinos cristianos y seguir viviendo como judío pero interpreta mal su situación precaria como minoría y deja que una venganza personal ofusque su visión para los negocios. En cambio, este tipo de fracaso total en el campo económico no le sucede al personaje judío en El amante liberal porque este mercader entiende mejor el sistema en que vive y reconoce el papel que desempeña (y debe desempeñar) como intermediario. Es más, después de que Leonisa le rechace rotundamente, la ganancia financiera se convierte en su único objetivo en cuanto a ella. Es ver- dad que el judío la compra con la intención de gozarla pero, y cito a Leonisa, «viéndose, pues, desesperado de alcanzarlos, determinó de deshacerse de mí en la primera ocasión que se le ofreciere» (El amante liberal, p. 172).4 El cervantista Johnson expone en detalle cómo la Teoría económica marginal se aplica a la obra 2 Shylock aun niega la petición de Portia de pagar un cirujano para que este pare la pérdida de sangre de Antonio porque no está en el contrato (MV, 4, 1, vv. 252-257). 3 Pierde también a su hija, quien renuncia a su judaísmo y quien se casa con un cristiano. 4 Si Leonisa tiene razón al observar que el judío es un «riquísimo mercader» se puede suponer que es un comerciante diestro y que ya ha tenido mucho éxito en su oficio. A lo largo de este trabajo El amante liberal se citará como AL. comunicaciones | novelas ejemplares 910 comentarios a cervantes en general y a Leonisa específicamente (Goux 1990:202). Todos los personajes en El amante liberal, menos el judío, llevan a la práctica esta teoría, la cual vincula el valor monetario y el deseo, y tratan a Leonisa como mercancía sexual pero sin el fin de sacar ningún provecho económico de ella. Yzuf, por ejemplo, está enamorado de Leonisa y piensa gozarla, pidiendo un rescate astronómico de seis mil escudos por ella porque sabe que ninguno lo pagaría (AL, p. 148).5 Es interesante notar cómo la mercancía humana, Ricardo y Leonisa, inter- pretan mal cómo funciona la economía mediterránea del corso y rescate, so- breestimando y subestimando sus propios valores en varias ocasiones e incluso al mismo tiempo. Ricardo está dispuesto, al comienzo de su empeño de rescatar a Leonisa, a pagar el valor de su hacienda (es decir, treinta mil escudos) por ella, llevando a la práctica inconscientemente la teoría ya citada y sobreestimando el valor económico de su amada (desde un punto de vista estrictamente utilitario) (AL, p. 147).6 Pero inmediatamente después comenta que los seis mil escudos que pide Yzuf es una «gran suma» aunque es un quinto de lo que ya ha estado dispuesto a pagar (AL, p. 147).7 Leonisa, por su parte, da cuenta a Ricardo de que los mil escudos que ha pagado el judío son «precio excesivo, si no le hiciera liberal el amor que el judío me descubrió» (AL, p. 172). Este comentario es revelador por dos razones. Primero, Leonisa señala que no vale los mil escudos, efectivamente devaluándose aun más de lo que ya han hecho los otros y diciendo sin querer a Ricardo que su oferta inicial de treinta mil escudos ha sido absurda. Segundo, Leonisa halla repulsivos los deseos y las insinuaciones sexuales del judío y por eso, el precio ha dejado de ser excesivo por lo que ha tenido que aguantar. Tanto Ricardo como Leonisa no se saben valorar de manera consistente a sí mismos pero el judío sí sabe aprovecharse económicamente, y llega a ser el personaje que obtiene más beneficios en cuanto al dinero en toda la novela.8 Esta visión para los negocios no solo distingue al judío de los otros personajes sino que establece cómo se comporta de manera distinta a la de su correli- gionario Shylock, quien deja que sus deseos impidan su ganancia económica (AL, p. 158).9 Las acciones de este anónimo judío reflejan fielmente cómo él y sus correligionarios que se dedican al comercio pueden sobrevivir como judíos y aprovecharse del sistema ya establecido en el Mediterráneo hacia el final del siglo xvi. Quiere vender a Leonisa cuanto antes, por ejemplo, porque si no puede gozarla al menos puede recuperar su inversión original (y tal vez beneficiarse financieramente como es su trabajo). Leonisa cuenta cómo con astucia el judío decide traerla a Chipre: 5 Tal vez jugando con su propio valor, Cervantes otorga a Leonisa, un personaje ficticio, un precio que vale más de diez veces el suyo (nuestro autor fue rescatado por 500 escudos). 6 No se descubre hasta el final de la novela que Ricardo valora su hacienda en 30000 escudos. 7 Es difícil concluir si en este comentario Ricardo sobreestima o subestima a Leonisa porque, en efecto, se contradice. 8 Una posible excepción sería los corsarios naúfragos turcos que venden a Leonisa al judío (Johnson 2000:146). Unas páginas después, Johnson reitera ese sentimiento: «The Jewish merchant (...) has sense enough to distinguish between desire- and exchange- value» (Johnson 2000:152). 9 En cuanto a la verosimilitud del judío anónimo en El amante liberal, se puede decir que su representación es bastante fidedigna. Aunque el narrador se refiere una vez al mercader como «el codicioso judío» tampoco es muy llamativo por ser el único vituperio estereotípico en todo el texto. Además, puede ser descartado como mero gesto para congraciarse con los lectores católicos españoles que hace más de un siglo viven sin la presencia oficial de judíos. Es curioso notar también que el narrador, en su primera mención del judío y antes de tacharle de codicioso, le alaba como «venerable» (AL, p. 157). 911 michael gordon¿una economía de la religión o una religión de la economía?... Sabiendo que los dos bajaes Alí y Hazán estaban en aquesta isla, donde podía vender su mercaduría tan bien como en Xío (...) se vino aquí con intención de venderme a alguno de los dos bajaes, y por eso me vistió de la manera que ahora me ves, por aficionarles la voluntad a que me comprasen (AL, p. 172). Cabe resaltar dos aspectos de esta cita de Leonisa porque tienen que ver con la visión para los negocios que tiene el judío. En primer lugar, se aprovecha de la residencia en Chipre porque entiende que dos bajás significan un cierto tipo de mercado de vendedores, lo cual le garantiza un buen precio. Se puede con- siderar la residencia una práctica común en aquella época y por eso, el judío no trata de cambiar un mundo que ya tiene sus normas sino que solo busca ventajas económicas al crear una puja cuyo enfoque es su mercancía(en este caso, Leonisa). En segundo lugar, viste a la cristiana Leonisa en ropa berberisca, efectivamente convirtiéndola en una mercancía más atractiva conforme a los gustos musulmanes. La artimaña del judío tiene éxito y cada bajá, pensando en regalar a Leonisa al Gran Sultán para congraciarse con su soberano, va aumen- tando su oferta (AL, p. 160).10 Finalmente, el hecho de que el judío se halla con mercancías y cautivos en el Mediterráneo, en camino al Levante y parando en el puesto fronterizo de Chipre, ayuda a comprobar lo que se sabe de la nueva economía nacida de una combinación de esos dos géneros de mercadurías que surge entre la Europa cristiana y el África musulmana en aquella época. En resumen, lo que entiende el mercader anónimo en El amante liberal, y lo que no entiende Shylock, es el propósito del comerciante judío y el papel que debe desempeñar en el mercado mediterráneo dominado por cristianos y musulmanes. Ese busca solo las ganancias financieras (con la excepción de un breve coqueteo, literalmente, con Leonisa y el mundo sexual) mientras que para Shylock es precisamente el deseo de venganza personal y la falta de codicia económica lo que ofusca su proceso de toma de decisiones. Por un lado, Shylock es un negociante que se extralimita cuando trata de deshacer un agravio, el cual realmente ha sido perpetrado contra todo su pueblo, en vez de sobrevivir como judío en un mundo de cristianos. Este rechazo de Shylock del dinero ofrecido por los cristianos —hasta diez veces más de su inversión original— subraya su falta de entendimiento de su papel como minoría y comerciante, y provoca al final su caída. Por otro lado, el mercader judío en El amante liberal solo quiere aprovecharse económicamente del sistema sin buscar su inversión y como resultado, puede seguir siendo judío. 10 De hecho, vende el susodicho vestido por mil escudos, lo cual provoca la siguiente reacción del narrador: «Les pareció a todos que el judío anduvo corto en el precio que pidió por el vestido» (AL, p. 160). Es de notar que el precio del vestido es igual al precio que ha pagado el judío por Leonisa (mil escudos) y una mitad del precio que han pagado los bajás por ella (otra vez el propio Cervantes tal vez juegue con su propio valor, declarando que un vestido ficticio vale el doble del rescate pagado por él). Al final, el judío obtiene beneficios de 2000 escudos por la venta de Leonisa y su vestido. Bibliografía Adelman, Jeremy, y Stephen Aron, «Trading Cultures: The Worlds of Western Merchants», en Trading Cultures: The Worlds of Western Merchants, ed. Jeremy Adelman y Stephen Aron, Brepols, Turnhout, Belgium, 2001, pp. 1-6. Braudel, Fernand, The Mediterranean and the Mediterranean World in the Age of Phillip II, 2 vols., Harper Colophon, New York, 1976. — The Perspective of the World, en Civilization and Capitalism, vol. 3, University of California Press, Berkeley, 1992. Cervantes Saavedra, Miguel de, El amante liberal, en Novelas ejemplares, ed. Harry Sieber, Cátedra, Madrid, 1991. Goux, Jean-Joseph, Symbolic Economies: After Marx and Freud, Cornell University Press, Ithaca, N.Y., 1990. Johnson, Carroll B., Cervantes and the Material World, University of Illinois Press, Chicago, 2000. Manca, Ciro, Il modello di sviluppo economico delle città maritime barbaresche dopo Lepanto, Istituto Universitario Navale, Napoli, 1982. Shakespeare, William, The Merchant of Venice, ed. M. Lindsay Kaplan, Bedford / St. Martin’s, New York, 2002.
Compartir