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Alejandro Grimson – Las sendas y ciénadas de la “cultura”
La antropología y los estudios de comunicación
Hasta qué punto un concepto que pretendía ofrecer una visión plural y no jerárquiza entre los grupos
humanos, ha terminado siendo usado para establecer clasificaciones esenciales entre mundos que no
tendrían permeabilidad y cuya comparación llevaría necesariamente a algún tipo de jerarquización.
“Cultura” fue un concepto que se asociaba con cierta intervención ético-política. En antropología se
oponía a “Alta Cultura”. Si “cultura” era aquello que establecía la distinción universal de los seres
humanos con la “naturaleza”, a la vez era la base de las diferencias. Si todos los seres humanos son
seres “culturales” cada cultura es particular y diferente de las otras.
“Cultura” se asociaba a otras cuestiones características de la antropología. Para comprender a una
cultura había que adoptar una postura relativista. Comprender a los otros en sus propios términos sin
proyectar nuestras propias categorías de modo etnocéntrico. Y tomar distancia de nuestra propia
sociedad para estudiarla y comprenderla. Es decir “familiarizar lo exótico y exotizar lo familiar” (con
etnografía).
¿Cómo se conceptualiza la diferencia entre grupos sociales? Se concentró en debates de la
antropología.
Geertz al definir la cultura como un sistema de significados incorporados en símbolos (que no es lo
mismo que hablar se un sistema de visiones del mundo o valores) uno comprende la cultura a través
de registrar e interpretar las formas públicas en que está codificada (no a través de una empatía
mística con los informantes).
Después de Geertz se ha debatido mucho en la antropología qué es la “cultura” y si vale la pena
continuar utilizando este concepto. Conocer este debate y tomar partido resulta imprescindible para los
estudios de comunicación. El campo de la comunicación es interdisciplinario y transdisciplinario, y la
antropología social es parte constitutiva de cualquier noción de “ciencias de la comunicación”. Estudios
de comunicación en el mundo saben que la cultura tiene un papel decisivo para comprender los
procesos comunicativos. Los investigadores están de acuerdo en que los procesos de comunicación
se producen en la cultura, es decir, los textos, mensajes, discursos son producidos, circulan y son
decodificados desde entramados de significación específicos.
La etnografía como entrada metodológica para el análisis de recepción de medios o el estudio de
producción de noticias. Pero se detectan problemas en los “estudios etnográficos de audiencias”.
Primero ¿cómo realizar una etnografía de un grupo humano que es predefinido como “audiencia?, es
evidente que si esos sujetos son predefinidos unilateralmente como audiencia, presuponiendo
etnocéntricamente la centralidad de los medios en sus vidas, será difícil realizar una etnografía en el
sentido estricto. El segundo problema es que algunos trabajos utilizan un concepto reificado y
sustancialista de cultura para realizar ese análisis de la “recepción de televisión”.
El debate contemporáneo sobre “cultura”
La antropología ha buscado sistemáticamente conocer y comprender a sociedades y culturas
diferentes de las nuestras, construyó categorías, conceptos, métodos de trabajo que, repensados y
retrabajados, resultan decisivos para comprender las sociedades.
¿Cómo se repiensa el concepto de cultura? Empieza por los problemas de formulaciones clásicas o
aplicaciones habituales del concepto. Hay críticas contra el concepto de cultura considerando que ha
sido utilizado para demarcar diferencias entre grupos o pueblos de un modo hegemónico.
Durante una larga etapa de la teoría antropológica se aceptó que cada comunidad, grupo o sociedad
era portadora de una cultura específica, y los estudios se dirigían a describir y comprender una cultura
particular o áreas culturales. Había un énfasis colocado en la uniformidad de los grupos.
Algunos estudios de “audiencias” concibieron a los grupos étnicos y nacionalidades como una segunda
naturaleza, considerando que la pertenencia de una persona a una comunidad “cultural” es una
variable independiente que, a priori, determina una forma homogénea de interpretar los textos. En esta
vertiende, los conflictos entre generaciones, clases y géneros y la diversidad de interpretaciones que
estos conflictos generan, se pierden.
Han sirgido dos posturas que esquemáticamente podrían etiquetarse como “abolicionistas” y
“reformistas”. Es decir, además de aquelos que sostienen que hay que dejar de utilizar el concepto,
otros antropólogos proponen sofisticar y redefinir “cultura”, conservando la productividad del término.
Los antropólogos, los medios masivos y “cultura”
Hay tres supuestos que la antropología intentó combinar: 1) la cultura se aprende en la vida social; 2)
la cultura está integrada de alguna manera; 3) la cultura es un sistema de significados diferente en
cada grupo y esos grupos pertenecen a un territorio. Pero ¿podemos considerar hoy la cultura como
algo integrado y coherente?
El tercer supuesto es cuestionado por la interconexión. Esta se vincula a dos procesos: las
migraciones y los medios. Hannerz sice que los significados encuentras formas de desplazarse aunque
las personas no se muevan, los territorios ya no pueden ser realmente contenedores de cultura. Las
personas cuando migran, viajan con significados que rearman y transforman de modos diversos. Los
medios masivos difunden significantes y textos globales a través de los cuales los significados son
negociados y disputados en niveles no sólo locales o nacionales.
Appadurai cuestiona el uso de “cultura” como sustantivo, como su la cultura fuese una cosa, objeto o
sustancia, ya sea física o metafísica y esa sustancialización parece devolver a la cultura al espacio
discursivo de lo racial, a aquello que precisamente debía combatir. El adjetivo cultural, en cambio, lleva
al terreno de las diferencias, los contrastes y las comparaciones.
La interpretación de las culturas después de la tv
En un mundo interconectado cambian las cosas que los antropólogos estudian. La descripción densa
sigue vigente, pero debe ajustarse y transformarse para entender estas vidas massmediatizadas, dice
Abu-Lughod. Para esta autora, uno de los grandes problemas es qué se entiende por contexto y cómo
se estudia. El contexto es más que el mundo doméstico y exige una ernografía fuerte y sistemática que
permita comprender las relaciones con la tv a partir de las intersecciones con las vidas sociales de las
personas.
Con los programas de tv uno no puede hablar de culturas-como-textos, sino de textos culturales
producidos, que circulan y se consumen. Es el análisis en producción y en recepción, que permite
pensar las dinámicas de la cultura.
Abu-Lughod sostiene que para estudiar a la tv se debe repensar el concepto de “cultura”, no como un
sistema de significados o una forma de vida, sino como algo cuyos elementos son producidos,
censurados, pagados y difundidos a través de la nación y cruzando fronteras nacionales. Las
etnografías de la tv indican que hay que repensar la noción de cultura en singular como sistemas de
significado conservados por diferentes comunidades llamadas “culturas”. El concepto de cultura
referido a comunidades localizadas de gente atada a redes compartidas de sinificados se vuelve
problemática.
Recapitulando: sendas y ciénagas de “cultura”
Hace su propia lectura del debate, argumentando por qué considera productivo mantener el concepto,
aunque sólo en función de ciertos argumentos que apuntan a buscar redefiniciones que lo distingan
completamente de ciertos usos.
El primer argumento a favor sostiene que la diferencia entre naturaleza y cultura se mantiene vigente.
El problema no es tanto sobre “cultura” en singular con su implicación universalista como sobre
culturas en plural con su dimensión particularizadora y clafisicatoria. El segundo argumento se refiere a
la historia teórica de la antropología y sostiene que los problemas y errores que sostienen los críticosfueron marginales y no centrales en la historia de la disciplina.
El concepto de cultura después del atentado
Acá flasha un toque con el 9/11
Hay argumentos políticos para defender el uso del concepto de cultura. Sahlins afirma que el valor de
la diferencia cultural depende de la situación histórica mundial. Por lo tanto, la comparación cultural no
es necesariamente una distinción discriminatoria, ya que “en sí misma la diferencia cultural no tiene
ningún valor”.
Los argumentos políticos para afirmar o criticar conceptos teóricos resultan un poco complicados en la
medida en que la acción política implica una dimensión de instrumentalidad que no es equivalente a la
instrumentalidad teórica.
La paradoja consiste en que mientras las retóricas políticas de la cultura son utilizadas por los dos
sectores (usa-oriente, ponele) para fundamentar de modo fundamentalista sus diferencias y sus
contrastes, por ello mismo ambas argumentaciones se inscriben, en este aspecto, en una misma
lógica, en una concepción similar de la acción política y de la construcción de sus alteridades. Ambos
pertenecen en esa dimensión a una misma cultura política.
El fundamentalismo cultural adopta una serie simétrica de conceptos opuestos, el de extranjero,
intruso, y forastero, en oposición al de nacional o ciudadano. Los humanos, por definición son
portadores de cultura. Pero la humanidad está formada por una multiplicidad infinita de distintas
culturas, y las relaciones entre sus miembros son intrínsecamente conflictivas porque la xenofobia es
algo inherente a la naturaleza humana (lindo panorama). La aparente contradicción existente en el
carácter democático y liberal moderno esntre la invocación de una humanidad compartida, que tiende
a que ningún ser humano quede excluido, y un particularismo cultural, traducido en términos
nacionales, ha quedado ideológicamente superada. En lugar de ordenar las distintas culturas
jerárquicamente, el fundamentalismo cultural las segrega espacialmente. Cada cultura en su sitio. Se
ignora la falta de uniformidad cultural de las naciones-estado. Las comunidades políticas concretas son
consideradas culturalmente homogéneas.
Nuevas sendas para “cultura”
¿Cómo redefinir “cultura”? Primero, debe ubicarse el probelma no en el concepto sino en los marcos
conceptuales de la historia de la antropología. Los problemas de sustancialización y reificación que
señalan los críticos se refieren más a concepciones teóricas que a un concepto específico. Entonces
se trata de ubicar a la cultura en un marco conceptual diferente, donde también se expresan conceptos
más complejos de sociedad y de poder que resultan claves para explicar las dinámicas de las
transformaciones culturales.
Un paso necesario es que un concepto redefinido de cultura pueda problematizar justamente aquello
que algunos conceptos anteriores daban por supuesto, como la homogeneidad y la territorialidad. Esta
presuposición compleja vinculada a la heterogeneidad de todo grupo que presupone que las
distinciones no funcionan como absolutas, es la primer condición para que un concepto redefinido de
cultura se distinga claramente de todos los usos políticos que se hagan con la finalidad de fundamentar
diferencias irreductibles o “naturales”.
Resulta imprescindible reintroducir en el centro de la cuestión de la “cultura” la cuestión del poder.
Cuando el análisis cultural se vincula con las dimensiones históricas y sociopolíticas, es siempre un
análisis de lucha y de cambio, un análisis en el cual los agentes se sitúan de maneras diferentes
respecto al poder y tienen intenciones distintas. Así, aunque ya no podamos distinguir conjuntos
consistentes y estáticos, la asunción fundamental es que la gente siempre busca hacer sentido en sus
vidas, siempre fabrica tramas de significados y lo hace de maneras diversas.
El enfrentamiento no es entre una cultura oficial y la cultura asistemática de los grupos subalternos.
Cultura se refiere más bien a los modos específicos en que los actores se enfrenten, se alían o
negocian. Por lo tanto, no es sólo que haya una dimensión política en el encuentro entre agentes con
formas culturales distintas, sino también que diferentes actores que participan de una disputa pueden
insertar sus acciones en una lógica compartia y, en ese sentido, pueden pertenecer al menos
parcialmente a mundos imaginativos similares.
Por supuesto que hay diferencias culturales, pero: 1) esas diferencias no son naturales; 2) son parte de
la diversidad humana; 3) si fueran estudiadas y comprendidas, quizás podríamos visualizar que son
menos “abismales” de lo que parecen a primera vista; 4) son diferencias entre actores que pertenecen
a un mismo mundo, que se insertan dentro de lógicas relativamente compartidas.
¿La comunicación es en la cultura?
Una de las explicaciones tradicionales para fundamentar la importancia de “cultura” para los estudios
de comunicación afirmaba que siempre hay diferencias de significación entre la producción y la
recepción de un mensaje.
No existe un significado universal, sino que éstos son construidos en contextos específicos y esos
significados cambian al cruzar límites culturales y sociales.
Aunque debemos admitir que aún sabemos de manera muy parcial qué hacen la diversas sociedades,
grupos y personas con los medios, la gama de formas de uso, apropiaciones e invenciones es vasta.
Hay otro plano en el cual un concepto redefinido de cultura puede desempeñar un papel clave. Se trata
de la articulación entre lo particular (la “cultura” peculiar” y los procesos tecnológicos de
transnacionalización. Si generalmente, “cultura” es utilizada para relativizar los supuestos efectos
homogeneizantes de los medios masivos, también resulta importante considerar cuáles son los límites
dentro de los cuales se establecen conexiones entre las relaciones sociales de un grupo y ciertas
tecnologías de comunicación. También resulta importante considerar cuáles son los límites dentro de
los cuales se establecen las conexiones entre las relaciones sociales de un grupo y ciertas
teconologías de la comunicación.
Strarhern señala que los artefactos tecnológicos tienen consecuencias culturales diferentes en la
medida en que sus “efectos se producen sobre valores y hábitos ya existentes”.
Como decía Abu-Lughod no sólo consieramos la “recepción” y tampoco nos limitamos a considerar las
interpretaciones locales en contextos amplios. También hay que estudiar en contextos amplios la
producción, y sus propuestas cultrales como condición para comprender las dinámicas de la cultura.
“Cultura” puede reintroducirse como clave analítica de proceso locales en tensión interconectada con
procesos extralocales que incluyen la economía, la política y la acción social.
Si lo universal es habitualmente situado en la definición del ser humano como ser cultural y lo particular
es habitualmente identificado con “una cultura”, debemos considerar que en el mundo interconectado
existe otra dimensión. No es una dimensión universal, ya que no es natural sino histórica y, además,
tampoco alcanza a todos los seres humanos. Pero es una dimensión que atraviesa fronteras y que se
vincula con dos aspectos diferentes de los procesos de comunicación. Por un lado, a los procesos de
INTERCONEXIÓN, a la difusión global de significantes y de dispositivos tecnológicos. Interesa
subrayar las tensiones entre fenómenos generalizables, fenómenos absolutamente locales y una
variedad de intersecciones entre ambos. Por otra parte, comienzan a multiplicarse conflictos
enunciados como provocados por abismos culturales donde los contrincantes consideran que la
comunicación entre ellos es imposible. Sin embargo, el énfasis notable de las diferencias entre
“culturas” justamente se plantea de manera compartida y, por otro lado, las fronteras culturales
parecen difuminarse al tiempo que se exacerban las fronteras entre identidades. “Cultura” debe ser
pensada como forma de interlocución de una època, como patrón comparativo a través del cual se
fabrican y exacerban las diferencias.

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